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Replanteamiento de la teoría de la virtud desde un enfoque axiológico




Enviado por ajsh700908



    1. Resumen
    2. Antecedentes históricos
      necesarios
    3. Algunas precisiones
      metodológicas
    4. Primer nivel de
      principios
    5. Análisis diferenciado
      entre la proyección global de una conducta y sus
      componentes estructurales
    6. Segundo nivel de
      principios
    7. Flexibilidad o ajuste de las
      acciones a las circunstancias
    8. Adecuación a
      fines
    9. Tercer nivel de
      principios
    10. Cuarto nivel de
      principios
    11. Relación entre principios
      y niveles de principios

    RESUMEN

    El autor comienza hablando de la trayectoria
    histórica de la teoría de la virtud haciendo un
    recorrido por los pensadores y corrientes de pensamiento de
    la antigüedad y el Medioevo. Con posterioridad define
    posiciones metodológicas con relación a
    términos como autonomía y actitud, y
    deja planteada la problemática central de la investigación: "¿qué
    características deben tener la conducta humana y
    los procesos
    psíquicos que la anteceden para que sean valiosos desde el
    punto de vista ético-moral? Para
    intentar dar respuesta a esta interrogante retoma la
    teoría de la virtud y la desmiembra en un sistema de
    principios
    agrupados en cuatro niveles.

    En el primer nivel son agrupados principios que,
    según el autor, permiten definir la extensión y los
    límites
    del dominio de
    los valores
    ético-morales, y el objeto de valoración desde la
    perspectiva analizada. En el segundo nivel se agrupan principios
    cuya observación garantizan la efectividad de la
    conducta, y se
    insiste en la importancia de esta. En el tercer nivel, con el
    principio de justicia se
    aborda el problema de la responsabilidad del agente social tanto con los
    demás como con el mismo, y se proponen las bases para
    evaluar la correlación entre diferentes agentes sociales.
    En el cuarto nivel, el principio de adherencia a las exigencias
    de autorregulación ético-moral, permite evaluar el
    grado de compromiso afectivo con los conocimientos sobre lo justo
    o debido. Se plantea que cierto grado de compromiso afectivo
    resulta indispensable para que el individuo sea
    realmente portador de valores
    ético morales.

    Más adelante se aborda la relación entre
    los principios y niveles de principios argumentando que entre
    ellos existe una estrecha unidad e interrelación. Por
    último hace referencia a la relación existente
    entre los principios propuestos con las denominadas "virtudes
    cardinales": fortaleza, templanza, justicia y
    prudencia.

    Palabras Clave: Teoría de la virtud,
    ética,
    axiología, historia de la
    ética.

    ANTECEDENTES HISTÓRICOS
    NECESARIOS

    Las interrogantes: ¿Cómo debo actuar? Y
    ¿cómo debo pensar o estar preparado para actuar
    correctamente?, aunque elaboradas de muy diferentes formas, han
    sido planteadas y respondidas desde tiempos inmemorables, y todo
    luce indicar que continuarán planteándose en el
    futuro. Tales cuestionamientos constituyen problemáticas
    capitales dentro de la ética. De la solución que se
    les dé a los mismos se deriva el modelo del ser
    humano que se aspira formar; por lo que tendrá una
    decisiva repercusión en la elaboración de proyectos
    formativos y reformativos de valores. De ahí su enorme
    importancia.

    La teoría de la virtud o aretología
    constituye una de las numerosas respuestas a las interrogantes
    antes enunciadas. "Virtud" proviene del latín "virtus", y
    al igual que su equivalente griego: "areté", significa
    cualidad excelente de las cosas o personas para realizar sus
    funciones. El
    areté de un cuchillo radica en que tenga un buen filo, que
    sea maniobrable, liviano, etc. Cuando se habla de virtud o
    areté en el hombre se
    hace referencia a cualidades que lo capacitan para realizar
    excelentemente las múltiples funciones que puede
    desempeñar. En este sentido se habla de virtuosismo en el
    arte, el
    deporte, la ciencia,
    etc. La virtud moral: "êthiké areté", no es
    otra cosa que cualidades excelentes de una persona en el
    ámbito moral.. Los antecedentes de esta teoría se
    remontan a la antigüedad:

    Sócrates (470-399 a.n.e) identifica la virtud con
    el conocimiento,
    las personas serán  virtuosas si conocen que es la
    virtud. Para este pensador todo maldad o pecado es resultado de
    la ignorancia. El recto conocimiento de las cosas lleva al
    hombre a obrar
    moralmente. Quien sabe lo que es bueno también lo
    practica; ningún sabio yerra. Puesto que la virtud reposa
    en el saber, puede enseñarse. Esta concepción ha
    sido denominada intelectualismo o racionalismo
    ético. Para Sócrates
    las virtudes están intervinculadas, nadie puede ser
    moderado sin ser valiente y prudente. Para este pensador el
    más elevado bien es la felicidad.

    Los seguidores de la tendencia filosófica fundada
    por Euclides de Megara (Aprox. 450-380 a.n.e), llamados megarios,
    afirmaron que aunque la virtud puede llamarse sabiduría,
    bien o razón, puede ser revelada solo a través de
    una búsqueda lógica.
    Para los megarios la virtud única y una es el
    conocimiento del bien, y de ella son solo variedades las
    demás virtudes.

    Para Aristipo de Cirene (435-354 a.n.e) y sus
    seguidores, los llamados cirenaicos, la finalidad y bien supremo
    de la conducta humana es alcanzar el mayor placer posible
    (hedonismo). Consideraban a los placeres sensuales preferibles a
    los intelectuales,
    mas el hombre, según Aristipo, no ha de convertirse en
    esclavo del goce, sino que ha de tender al placer prudente.
    Según ellos los conceptos de moralmente bueno y moralmente
    malo carecen de sentido, y la obligación moral no
    existe.

    Los cínicos, dentro de los que tenemos a Antítenes (444-369 a.n.e) y Diógenes
    de Sínope (414-324 a.n.e), contrariamente al hedonismo de
    los cirenaicos, mantuvieron que la esencia de la virtud es
    autocontrol, y el desprecio del placer como un mal. Los
    cínicos entendían que la base de la felicidad y de
    la virtud se encontraba en el desdén por las normas sociales,
    en la renuncia a la riqueza, a la gloria, a toda
    satisfacción de los sentidos.
    Llevaron su desprecio por las normas de conducta hasta la
    infracción del decoro.

    Para los cínicos, el fin de la vida virtuosa solo
    puede ser la tranquilidad basada en la renuncia a todo lo que
    convierte al hombre en un ser dependiente: los bienes, los
    placeres y los conceptos ratifícales y convencionales. De
    ahí que la moral de
    los cínicos sea el ascetismo, el ideal de la sencillez que
    limita con el estado de
    precultura, el desprecio por la satisfacción de la
    mayoría de las necesidades, a excepción de las
    fundamentales, y la burla de todos los convencionalismos, de los
    prejuicios religiosos, con la prédica de la naturalidad
    absoluta y de la libertad
    personal
    también absoluta.

    Platón (427-347 a.n.e) difiere de Sócrates
    en que no consideró que la virtud consistía
    solamente en sabiduría, sino también en justicia,
    temperancia y fortaleza, las cuales constituyen, según
    él, la justa armonía de la actividad humana. Para
    Platón
    el alma humana
    est  compuesta por tres partes: la racional, la voluntad, y
    los apetitos. Para él, una persona justa es aquella que el
    elemento racional apoyado por la voluntad controla los apetitos.
    Consideró al bien como un elemento esencial de la
    realidad, y que el mal no existe en sí mismo, sino que es
    un reflejo imperfecto de bien. Planteó que el bien supremo
    consiste en una perfecta imitación de Dios. La virtud
    facilita al hombre ordenar su conducta de acuerdo con los
    dictados de la razón y la conducta deviene una
    imitación de Dios.

    Aristóteles (384-322 a.n.e), discípulo de
    Platón,
    es el primero que hace una sistematización de
    conocimientos relacionados con la ética, y es
    además el que le da el nombre a esta ciencia. La
    orientación fundamental de su sistema
    ético-filosófico es la felicidad (eudemonismo).
    Crítica
    el racionalismo ético de Sócrates. Plantea que las
    virtudes morales son hábitos de elección o
    preferencias volitivas que hacen bueno al hombre y buena la obra
    que realiza, y constituyen posiciones intermedias entre extremos
    viciosos, uno por exceso y otro por defecto. Al igual que
    Platón considera que la virtud no es sólo
    sabiduría, sino también justicia, templanza y
    fortaleza. Consideró a la justicia como "compendio" de las
    de demás virtudes, las cuales se encuentran contenidas en
    ella. Planteó además que las virtudes morales
    sólo pueden adquirirse por repetición y
    corrección de acciones, y se
    dan siempre en una relación entre seres humanos. Para este
    pensador la evaluación
    moral de un acto presupone la atribución de
    responsabilidad al agente moral, y la responsabilidad implica
    voluntariedad. Insiste además en el carácter circunstancial de la virtud cuando
    las explica señalando que son una forma de actuar como,
    cuando, donde, y en la forma en que es preciso
    hacerlo.

    La ética estoica se funda en su determinismo
    cósmico ya que, para los estoicos, la ley que rige
    el universo es
    el mismo fuego inteligente o logos divino que toca nuestra alma.
    Ante el determinismo cósmico, la actitud del sabio
    solamente puede ser la de aceptar el destino, ya que todo
    está regido por la providencia del logos. La máxima
    moral de los estoicos se resume con la sentencia: «vive de
    acuerdo con la naturaleza» o, lo que es lo mismo, siguiendo
    el logos divino. La virtud consiste en la eliminación de
    todas las pasiones y en la aceptación del orden de la
    naturaleza, la cual es ordenada y racional, y solo una vida en
    armonía con la naturaleza puede ser buena. Para ellos a
    virtud es única e indivisible. No se la tiene
    parcialmente, sino que o se es virtuoso o no. Abogaban por la
    independencia
    de las circunstancias materiales, y
    sostenían que las pasiones y afecciones son malas, por lo
    que el hombre sabio es independiente de ellas.

    En la Edad Media a
    San Ambrosio (339-397) se le atribuye la introducción de la noción de
    virtudes cardinales.

    Tomás de Aquino (1225-1274) reconcilió el
    aristotelismo con la autoridad de
    la Iglesia.
    Aceptó el tratamiento dado a las virtudes por
    Platón y representantes del estoicismo, por considerar que
    la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza
    constituyen el fundamento de todas las demás. Según
    este pensador en estas "virtudes-tipos" se realizan a la
    perfección los cuatro modos generales de virtud:
    determinación racional del bien (prudencia),
    establecimiento del bien (justicia), firmeza para adherirse al
    bien (fortaleza), y moderación para no dejarse arrastrar
    al mal (templanza). Hizo hincapié en las denominadas
    virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, las cuales define
    como hábitos infusos por Dios. La orientación
    fundamental de su doctrina es Dios.

    A partir del renacimiento la
    teoría de la virtud dejó de ser la
    concepción ética predominante, pero a pesar de
    haber dejado de ser la teoría ética normativa
    dominante hace más de cinco siglos, en la actualidad,
    utilizando la terminología más reciente de la
    ética y la axiología, se presentan bajo el
    rótulo de "nuevo" construcciones teóricas y
    conceptos que han sido tratados, y con
    profundidad, desde la antigüedad. Se utiliza el calificativo
    de valor moral o
    ético moral para designar lo que antiguamente se
    denominaba virtud moral.

    Cabe hacernos la siguiente pregunta: ¿Constituye
    la teoría de la virtud, con sus diferentes variantes, una
    construcción teórica totalmente
    obsoleta o existen elementos de ella que pueden y deben ser
    aprovechadas?.

    ALGUNAS PRECISIONES METODOLÓGICAS

    Luego de estos elementos históricos y de enunciar
    el problema al que estará dedicada la presente obra, se
    hace necesario realizar algunas precisiones conceptuales y
    metodológicas.

    Para evitar repeticiones innecesarias con
    relación a términos como: agente social, ser
    humano", dignidad,
    valor, valor ético-moral y valor fundamental, remitimos al
    lector al artículo: "algunas reflexiones en torno al concepto de valor
    ético moral", en donde se conceptualizan los
    términos citados, se justifica la elección del ser
    humano como bien supremo y a la dignidad humana como valor
    fundamental, y se especifica qué elementos de la realidad
    pueden ser portadores de los valores ético morales y a
    través de que forma.

    Aunque en el artículo especificado se definen con
    claridad posiciones con relación al problema de la
    elección del valor fundamental y bien supremo; por la
    enorme importancia del tema resulta necesario retomarlo. La
    orientación fundamental va a determinar el universo de
    valores o virtudes y antivalores o vicios, y la posición
    jerárquica de los mismos, ya que constituye el
    núcleo alrededor del cual se elabora todo el cuerpo
    teórico. Uno de los elementos que conforman el criterio
    valorativo de excelencia de carácter y buen obrar lo
    constituye precisamente la orientación fundamental, como
    se verá con más detalle en el principio de
    autonomía y orientación a valor fundamental:
    "dignidad humana". El simple hecho de asumir a la dignidad humana
    como la orientación fundamental trae como consecuencia
    todo un replanteamiento de la teoría de la virtud desde
    las posiciones del humanismo.

    Debido a que el tema de la autonomía resulta
    capital en el
    problema de la responsabilidad moral, es necesario realizar
    precisiones metodológicas. Como posiciones extremas sobre
    la solución a las posibilidades del ser humano para
    autodeterminarse sobre la base de un ideal tenemos al
    voluntarismo y el fatalismo.

    Para el voluntarismo el ser humano es responsable ante
    todo lo que ocurre en su vida, tal es la posición del
    existencialismo. Para el fatalismo el ser humano
    no es responsable ante nada.

    Existen elementos de la realidad que nos son dados son
    que hayamos podido elegirlos: el lugar y la época de
    nacimiento, nuestros padres, nuestra herencia genética,
    etc. Ante estos elementos un ser humano no tiene ninguna
    responsabilidad. Otros elementos de la realidad si son manejable
    o modificables total o parcialmente por el ser humano o por un
    ser humano en particular, y ante esos elementos de la realidad
    que son modificables, el ser humano si es responsable tanto en el
    sentido de modificar lo que puede y debe como en el de no
    modificar lo que puede pero no debe.

    En la presente obra, aunque el enfoque axiológico
    es el fundamental, también se enfoca a la teoría de
    la virtud desde el ángulo de otras disciplinas como:
    teoría del derecho. psicología, cibernética y teoría de los sistemas.

    La axiología, como ciencia joven que es,
    todavía "pide prestado" métodos de
    otras ciencias.
    Además, por la complejidad del fenómeno analizado,
    este requiere de un enfoque multidisciplinario para su adecuada
    comprensión como un todo. Si la enfocamos solamente desde
    el ángulo de una sola disciplinas, sólo
    pudiéramos analizar algunos de sus componentes, y no ella
    en su conjunto, por lo que, al igual que en la parábola de
    los ciegos y el elefante, tendríamos una imagen reducida
    de la misma.

    El presente estudio se ha dividido en niveles de
    principios porque con cada uno de ellos se aborda un nivel de
    análisis diferente de la
    problemática de los valores ético-morales. Estos
    niveles se encuentran estrechamente interrelacionados formando
    una unidad y cada uno de ellos prepara el camino a los que le
    siguen, como se verá con más detalles en un
    acápite dedicado a la relación entre los principios
    y niveles de principios.

    A través de un replanteamiento de la
    teoría de la virtud, desde posiciones humanistas y un
    enfoque axiológico, se intentará dar respuesta a
    las interrogantes iniciales planteadas de la siguiente forma:
    ¿Qué características deben tener la conducta
    humana y los procesos psíquicos que lo anteceden para que
    pueda ser considerada valiosa desde el punto de vista
    ético moral?.

    PRIMER NIVEL DE PRINCIPIOS

    AUTONOMIA DE LA
    CONDUCTA Y SIGNIFICACION POSITIVA DE LA MISMA PARA EL VALOR
    FUNDAMENTAL "DIGNIDAD HUMANA".

    Este principio, al precisar que características
    debe tener la actividad humana para que tenga implicación
    ético-moral, nos permite conocer la extensión y los
    límites del dominio axiológico analizado. Una de
    estas características es que la conducta haya sido el
    fruto de la libre elección del agente social. Donde no hay
    autonomía, donde no es posible la elección libre,
    sea cual sea la causa, no hay responsabilidad moral y por lo
    tanto la conducta no le es imputable al agente social que la
    realizó, ya que en ese caso no podía
    exigírsele que hubiera elegido actuar de otra manera. Es
    evaluable desde el punto de vista axiológico de valor o
    antivalor por su significación para el valor fundamental
    "dignidad humana", pero desde el punto de vista
    ético-moral no tipificará valores ni antivalores,
    los cuales no se dan sin elección libre.

    Si un individuo se siente muy mal, pierde el
    conocimiento y al caer produce lesiones graves a un recién
    nacido; desde el punto de vista axiológico el suceso es un
    antivalor, porque se produjo un daño en
    un bien que es la integridad del niño, pero no lo es desde
    el punto de vista ético-moral, ya que al no haber sido el
    fruto de su libre elección no le es imputable desde el
    punto de vista ético-moral. Podemos citar también
    el ejemplo de un individuo que enfrenta un gran peligro
    desconociéndolo o bajo los efectos de alguna droga,
    ¿será  acaso valiente?

    Pero la autonomía de la conducta no es suficiente
    para que esta tenga implicación ético-moral, ya que
    constantemente estamos realizando elecciones libres sin
    trascendencia para nuestra existencia y la de otros agentes
    sociales, como lo es el simple hecho de escoger el sabor de
    helado que consumiremos.

    Otro requisito importante que debe cumplir la conducta
    para que tenga implicación ético-moral es que
    afecte positiva o negativamente al valor fundamental "dignidad
    humana". La conducta con significado neutro, aunque sea
    autónoma, carece de implicación
    ético-moral.

    Pero la significación positiva para la dignidad
    humana tampoco es suficiente por sí sola para determinar
    que la conducta sea éticamente correcta. Un acto u
    omisión puede tener consecuencias muy positivas para el
    valor fundamental propuesto y no haber sido el fruto de la libre
    elección del agente moral. En estos casos los motivos que
    inspiraron la conducta pueden haber sido completamente opuestos a
    las consecuencias. Por otro lado, la conducta puede ser
    autónoma y sus resultados inmediatos tener un significado
    muy positivo para el ser humano y su dignidad, pero si es
    solamente un medio para el logro de objetivos con
    consecuencias muy negativas para el valor fundamental, como
    sería el caso de alguien que salve a un niño de un
    grave peligro para ganarse la confianza de sus familiares con el
    objetivo de
    robarles con mayor facilidad, no puede decirse que la
    proyección global de esta conducta sea valiosa desde es
    punto de vista ético-moral. En el cine y la
    literatura se
    pueden encontrar numerosas sátiras a personas que han sido
    elevados a la condición de héroes, cuando el
    verdadero móvil de sus acciones fue la ambición o
    la debilidad. Un acto en apariencia valiente puede haberse
    realizado por equivocación o por
    cobardía.

    Un acto u omisión tiene implicación moral,
    no sólo por sus consecuencias para el valor fundamental
    sino también por el vínculo psicológico del
    agente moral con los resultados de su conducta, por la calidad
    ética de los motivos morales que participaron en la
    elección libre.

    La autonomía, la calidad ética de los
    motivos morales, y la significación positiva para el valor
    fundamental "dignidad humana" se han de concebir en estrecha
    relación. La absolutización de uno u otro elemento
    conduce a posiciones extremistas.

    NO CORRESPONDENCIA
    ABSOLUTA ENTRE EL VALOR ÉTICO-MORAL PORTADO Y LA CONDUCTA
    DEL INDIVIDUO QUE LO PORTA.

    No puedo valorar a un individuo de portador de un
    determinado valor si no efectúa actos u omisiones que lo
    tipifiquen. No puedo valorar a un individuo de valiente si no
    ejecuta actos u omisiones valientes, pero el hecho de que un
    individuo sea portador de algún valor ético-moral
    no significa que sus actos u omisiones vayan a corresponderse
    siempre con él. En ocasiones se actúa de forma
    contraria a las convicciones, y aunque no hubo una actividad
    externa que coincidiera con un determinado valor, este se expresa
    en la actividad interna por medio de estados emocionales y
    pensamientos de autocensura y arrepentimiento.

    En otras ocasiones el individuo actúa como si
    fuera portador de un determinado valor ético moral del
    cual no es depositario, y esta no correspondencia se expresa en
    estados emocionales de asombro ante sus actos.

    Los valores ético-morales son, en esencia,
    actitudes o
    predisposiciones a la reacción, de las cuales se derivan,
    con un alto grado de probabilidad,
    actos u omisiones que garantizan la adaptación social de
    agentes sociales. Pero el hecho de que las actitudes sean
    predisposiciones a la reacción no significa que las
    reacciones vayan a ser idéntica a ellas, ya que las
    actitudes son sólo uno de los factores en la
    determinación del comportamiento, de ahí que en ocasiones la
    conducta no se corresponda con ellas.

    Debido a esta no correspondencia en todo momento entre
    el valor ético-moral portado y las reacciones del
    individuo, para tener una idea acertada de la calidad humana de
    una persona debemos no dejarnos llevar por la apariencia, y
    valorarlo en reiteradas ocasiones.

    RELATIVA INDEPENDENCIA
    ENTRE VALORES ÉTICO-MORALES RELACIONADOS CON ESFERAS
    DIFERENTES DE LA VIDA.

    Este principio permite evaluar de forma diferenciada
    formas de pensar, sentir y actuar ante aspectos diferentes de la
    vida.

    Los seres humanos somos portadores de valores y
    antivalores al mismo tiempo. No
    existe el individuo absolutamente bueno ni el absolutamente malo,
    y sería un grave error la tendencia a esta forma de
    valoración maniqueista que en la práctica trae tan
    malas consecuencias.

    Existe relativa independencia entre las actitudes de un
    individuo ante esferas diferentes de la vida, ante elementos
    diferentes de la realidad externa e interna a él. Se puede
    ser un buen trabajador y un buen padre, y al mismo tiempo ser un
    mal amigo.

    Así como existe relativa independencia entre
    actitudes hacia esferas diferentes de la vida, también
    existe relativa independencia entre los valores
    ético-morales que se expresan mediante esas
    actitudes.

    Es necesario señalar que no se trata de actitudes
    hacia objetos aislados e indeterminados en el tiempo y en el
    espacio, ya que estos se encontrarán dentro de un
    determinado contexto que matizará  la relación
    de agente social con ellos. Se ha de hablar más bien de
    situaciones como sistemas de elementos dentro de los cuales se
    encuentra el propio agente social, el cual tendrá
    actitudes hacia elementos externos a él, hacia él
    mismo, y hacia la situación de forma general.

    RELATIVA
    ESTABILIDAD
    DEL VALOR ÉTICO-MORAL PORTADO.

    Este principio permite evaluar de forma diferenciada
    actos aislados, y actos que son el resultado de
    características estables de la
    personalidad y se expresan reiteradamente. Con esto permite
    evaluar si una persona es portadora o no de un determinado valor
    o antivalor ético-moral.

    Puedo valorar a un acto aislado como valioso o no desde
    el punto de vista ético-moral si fue fruto de la libre
    elección de un individuo y afecta positiva o negativamente
    al valor fundamental dignidad humana, pero para catalogar a una
    persona como portadora de un determinado valor o antivalor, la
    forma de decidir que lo tipifica tiene que constituir un rasgo
    permanente del carácter y no la manifestación de un
    acto aislado. Debe existir una preferencia volitiva a un actuar
    moralmente valioso. Ya Aristóteles planteó que las virtudes
    morales son hábitos de elección.

    El hecho de que un individuo se embriague una vez no
    significa que sea un alcohólico. Se puede hacer con
    justeza una valoración ético-moral del hecho en
    tanto hubo elección, pero no puede catalogarse de
    alcohólico si no existen las condicionantes
    psicológicas, biológicas y sociales, que le den
    estabilidad a esta orientación. Un individuo airado no
    tiene por que ser iracundo, ni un individuo muy enamorado que
    despliega todo su ingenio para conquistar el amor de
    otra persona tiene por que ser un lujurioso o débil ante
    el amor.

    Un ejemplo muy claro lo encontramos en el antivalor
    avaricia: El individuo es portador de la misma cuando su
    orientación a obtener riquezas con el fin de atesorarlas
    tiene carácter permanente. De hecho, hay quienes durante
    un tiempo priorizan el ganar y almacenar dinero, porque
    las condiciones económicas así lo exigen , pero no
    puede decirse que alguien sea portador de avaricia si esta
    orientación es transitoria, y de forma global es
    considerada, no como un fin en si misma, sino como un medio para
    satisfacer, de manera más efectiva, futuras necesidades.
    Aunque la persona corre el riesgo de que esa
    actitud se haga permanente.

    En la medida en que un determinado valor o antivalor
    ético-moral se consolida en un individuo va aumentando la
    probabilidad de que este actúe en correspondencia con
    ellos.

    Este principio es de vital importancia para los
    proyectos formativos de valores, ya sean pedagógicos o
    terapéuticos. Al valor ético-moral no solo hay que
    formarlo, sino también reforzarlo.

    ANÁLISIS DIFERENCIADO ENTRE LA
    PROYECCIÓN GLOBAL DE UNA CONDUCTA Y SUS COMPONENTES
    ESTRUCTURALES.

    Para realizar una evaluación global de una
    conducta o proyección existencial, tanto los fines como
    los medios han de
    ser correctos desde el punto de vista ético-moral. Un fin
    noble logrado a través de medios inmorales es inmoral,
    como lo es también un fin inmoral logrado a través
    de medios nobles. Pero desde el punto de vista formativo se ha de
    diferenciar la proyección global de una conducta y la
    proyección existencial de un agente social de sus
    componentes estructurales.

    Los fines sin los medios son inalcanzables, y los medios
    sin finalidad carecen de sentido, y desde el punto de vista
    ético, ni el fin justifica los medio ni los medios el fin.
    Ambos son inseparables en la práctica, pero si puedo
    separarlos mentalmente para una mejor comprensión de los
    mismos, y hacer un análisis diferenciado de cada uno de
    ellos. Puedo intentar obtener buenos fines, en el sentido de que
    contribuyen al bien común, a través de medios
    reprobables. También puedo intentar alcanzar fines
    reprobables utilizando algún que otro medio con beneficio
    para el bien común.

    Así como todo ser humano es portador de valores y
    antivalores, y es valorable de forma general, también su
    conducta puede tipificar al mismo tiempo valores y antivalores
    ético-morales, y puede ser evaluable de forma
    global.

    La orientación global de un acto puede tipificar
    antivalor, pero alguno de sus componentes estructurales pueden
    tipificar valores. Al igual que la orientación existencial
    de un individuo puede ser valorable de antivalor, y sin embargo
    el individuo será portador de algunos valores
    ético-morales. Así mismo, el hecho de que la
    orientación existencial de un individuo sea socialmente
    valiosa no significa que todas sus actividades, que toda su
    proyección hacia el mundo y a sí mismo sean
    moralmente valiosas.

    Tomemos como ejemplo un individuo que actúa con
    paciencia, perseverancia y laboriosidad con fines
    egoístas.

    En este caso la conducta analizada de forma global
    tipifica egoísmo, el cual es un antivalor, pero la
    paciencia, perseverancia y laboriosidad, que también
    tipifica, son valores por el hecho de que sin ellos los motivos
    más nobles, los que tengan la mayor significación
    positiva para la dignidad humana no podrán realizarse. No
    dejan de ser valores por el hecho de que se utilicen para
    finalidades egoístas de la misma manera que un
    puñal con un cabo hermosamente labrado no pierde su valor
    de uso ni su valor estético por el hecho de que sea
    utilizado para quitar la vida a una persona.

    Este principio es muy importante en el trabajo
    formativo. Si vamos a trabajar formativamente sobre un
    niño laborioso pero egoísta, debemos intentar
    modificar su egoísmo, pero mantener y reforzar su
    laboriosidad. Lo contrario sería desechar al fruto junto
    con las hojas.

    SEGUNDO NIVEL DE
    PRINCIPIOS

    EL TÉRMINO
    MEDIO O JUSTO MEDIO.

    Una de las características básicas de los
    valores es su polaridad, la cual consiste en que a cada valor le
    corresponde un antivalor formando entre ellos una unidad de
    contrarios. Pero los valores ético-morales tienen una
    peculiaridad, y es que ellos ocupan una posición
    intermedia entre extremos viciosos, o antivalores, uno por
    exceso, y otro por defecto; Por lo que a diferencia de valores de
    otros dominios axiológicos, a cada valor le corresponden
    dos antivalores. Ellos tienen dos posible líneas de
    desviación, por ejemplo: la valentía se encuentra
    entre la cobardía y la temeridad.

    De los extremos uno se encuentra más cerca de la
    posición intermedia que ocupa el valor que el otro y es
    más semejante a él, por lo que comúnmente no
    oponemos al medio este extremo, sino más bien el
    contrario, el cual, en la mayoría de los casos induce,
    más al error. Si retomamos el ejemplo de la
    valentía, vemos que la temeridad como imprudente arrojo se
    le asemeja más que la cobardía, la cual parece ser
    totalmente contraria a ella, por lo que este último
    extremo es el que comúnmente le oponemos.

    Existen ciertos trazos de este principio en varios
    sistemas éticos filosóficos de la antigüedad,
    pero es Aristóteles el que lo sistematiza en sus tratados
    de ética en los que constituye uno de los axiomas
    fundamentales.

    ¿Cuál es el criterio que me permite
    definir la posición intermedia y los excesos en las
    predisposiciones a la reacción?

    Se encontrarán en una posición intermedia,
    y por lo tanto serán valiosas desde el punto de vista
    ético-moral, si favorecen a la adaptación a nivel
    social tanto del individuo que porta el valor como de otros, y de
    esta forma tributan a la dignidad humana. Presentan exceso cuando
    desadaptan u obstaculizan la adaptación a nivel social de
    individuos y grupos.

    Es importante señalar que aunque los valores
    ético-morales ocupan una posición intermedia entre
    extremos viciosos, ellos no son en ningún momento una
    prudente transacción entre las virtudes y los vicios como
    plantea José
    Ingenieros, ni una tendencia a la mediocridad. Desde el punto
    de vista de la perfección y del bien ellos constituyen
    siempre un "pináculo", un extremo".

    El término medio no constituye un punto fijo que
    exige una y sólo una forma de pensar, sentir y actuar ante
    el mundo circundante, ante los demás y ante uno mismo,
    sino que representa todo un rango más o menos amplio de
    posibles predisposiciones a la reacción, de las cuales se
    derivan, con un alto grado de probabilidades, conductas que
    garantizan la adaptación social. Más allá de
    ese rango se encuentran las posibles predisposiciones
    desadaptadoras, las cuales existen también en un rango que
    va del antivalor que produce o impide compensar un desequilibrio
    ligero, hasta el antivalor típico que produce gran
    desadaptación y sufrimiento.

    Este principio es sumamente importante; los que le
    siguen no hacen otra cosa que explicar que características
    debe tener la conducta para que se encuentre en el medio entre
    extremos viciosos, y sea, por lo tanto, valiosa desde el punto de
    vista ético-moral.

    Excepciones de
    este principio

    De las denominadas virtudes cardinales: fortaleza,
    moderación, justicia y prudencia, sólo la primera
    es susceptible de ser abordada a través de este
    principio.

    En el caso de la moderación, se es solamente
    moderado o inmoderado, no existe el extremo vicioso por exceso.
    Este valor existe y es evaluable su existencia sólo a
    través de otros valores ético-morales, exceptuando
    la justicia y la prudencia. Esto ocurre porque la esencia de la
    moderación radica precisamente en la observación de
    este principio: mantenerse en el término medio y evitar
    los extremos, y un principio no puede ser aplicado a si
    mismo.

    En el caso de la prudencia, también se es
    solamente prudente o imprudente, incluso, el filosofismo
    inoportuno, la reflexión estéril que no se traduce
    en una actividad efectiva y justa, califican como
    imprudencia.

    La justicia, por ser un "valor compendio", existe con la
    confluencia de los múltiples valores ético-morales
    que las circunstancias y el contexto sociohistótico
    exijan. Se es solamente justo o injusto, aunque la injusticia
    aparece por la desviación hacia cualquiera de los extremos
    polares de cualquiera de los valores que en ese determinado
    contexto de la actividad sean necesarios.

    Esta excepción de la norma está dada por
    el grado de generalización de estos conceptos. La
    justicia, prudencia y moderación son supravalores, y la
    fortaleza y demás valores ético-morales, que sin
    son enfocables a través de este principio, se conforman
    sobre la base de ellos.

    FLEXIBILIDAD O
    AJUSTE DE LAS ACCIONES A LAS CIRCUNSTANCIAS

    Si el término medio representara de forma
    invariable y rígida, una y sólo una forma de
    pensar, sentir y actuar ante el mundo, ante los demás y
    ante uno mismo, la conducta y toda la actividad psíquica
    que la precede garantizarían la adaptación a nivel
    social mientras las circunstancias fueran convenientes, pero en
    cuanto las variaciones que se producen en ésta, alcanzaran
    cierto punto crítico, las predisposiciones a la
    reacción se tornarán 
    desadaptadoras.

    Una característica importante de los valores
    ético-morales es que las predisposiciones a la
    reacción y las conductas que se derivan de ellas deben
    adecuarse a las exigencias de las circunstancias y de la
    época para que sean efectivas. Y esto ha sido observado
    desde la antigüedad. Encontramos insinuaciones de este
    principio en el viejo testamento cuando se expresa que: "En este
    mundo todo tiene su hora; hay un momento para todo cuanto
    ocurre…"(Eclesiastés 3, 1-8). Aristóteles al
    explicar las virtudes morales las condiciona al: "cuando",
    "como", "donde", "con quien" y "en la forma" en que es preciso
    actuar. En el Renacimiento
    Maquiavelo
    insiste en sus obras políticas
    en la adecuación de la actividad a las circunstancias para
    que sea efectiva y pueda garantizar el éxito
    político y en la vida.

    ¿Cómo se logra la adecuación de la
    conducta a las exigencias de las circunstancias?. A través
    del mecanismo de retroalimentación negativa o feed back, el
    cual es el fundamento de la autorregulación. Mediante
    él se compara el estado actual
    con el estado deseado y sobre la base de esta comparación
    se evalúan y corrigen los medios y procedimientos
    empleados.

    Es importante tener en cuenta que este principio
    concebido de manera absoluta conduce a la llamada ética de
    circunstancias, la cual promueve un individuo sumamente voluble.
    Para no caer en posiciones teóricas extremistas hay que
    tener en cuenta a otros elementos sumamente importantes para la
    autorregulación: el objetivo y la orientación al
    mismo, los cuales serán analizados en los siguientes
    principios.

    ADECUACION A FINES

    El principio del término medio y el de epocalidad
    y circunstancialidad de la actividad tanto interna como externa,
    sólo tienen sentido en función de
    objetivos, ideales morales, propósitos o cualquier
    categoría que exprese proyección hacia el futuro,
    cumpliendo así la función de patrón de
    autorregulación. Adecuo mi conducta a las circunstancias y
    logro así el término medio en función de
    objetivos e ideales.

    El patrón de autorregulación y la
    orientación y adecuación a él, es el
    criterio de efectividad de la actividad, el cual constituye un
    elemento importantísimo de los valores
    ético-morales. Si este falta no puede haber
    autorregulación moral, y por lo tanto tampoco podrá
    haber una actividad que tipifique valores de este dominio
    axiológico. – Si no sabes a donde vas no
    habrá  ningún camino que te lleve allí.
    – nos dice el Corán.

    La voluntad que es el eje de la toma de
    decisiones, no funciona de manera independiente, ella tiene
    que apoyarse en algún motivo, tiene que estar orientada a
    alguna meta o ideal Cuando ser portador de un determinado valor
    moral se convierte en un objetivo en sí mismo, al margen
    de un objetivo que lo sustente, la actitud será poco
    sólida y no resistirá  presiones fuertes. Esta
    postura pudiera considerarse como narcisismo ético o
    virtudmanía.

    Un individuo sin objetivos ni ideales se encuentra
    perdido con relación a determinada actividad, y si falta
    el sentido de la vida como orientación de máximo
    grado de generalización se encontrará perdido con
    relación a su existencia.

    Pero a pesar de la importancia de la existencia del
    patrón de autorregulación, la mera existencia de
    metas u objetivos no es suficiente para que la
    autorregulación sea efectiva, lo cual será
    analizado en el siguiente principio.

    FACTIBILIDAD DE LA META

    El patrón de autorregulación debe ser
    alcanzable, de lo contrario se producirán trastornos
    graves en la autorregulación. De hecho la infactibilidad
    de la meta
    constituye una forma bastante grave de
    desorientación.

    Es necesario que individuos y grupos
    sociales tengan una expectativa realista del modelo de
    realidad al que aspiran. No existen medios ni conductas efectivas
    para lograr metas inalcanzables, y es que resultan irrealizables
    porque los medios conque cuentan o pueden contar individuos o
    grupos son insuficientes.

    Este principio se refiere también a las metas e
    ideales que proponen los sistemas
    ético-filosóficos, los cuales deben ser humanamente
    alcanzables. Las normas y principios morales no deben
    obstaculizar la satisfacción de las múltiples
    necesidades normales de nuestra especie sino canalizarlas para su
    adecuada satisfacción en el ámbito socio-ambiental
    en el que se desenvuelve el agente social. De no ser así
    traerán como consecuencias alteraciones en la
    autorregulación y desadaptación social en mayor o
    menor medida.

    Los valores ético-morales existen por y para el
    ser humano, para el logro de la adaptación social de los
    distintos agentes sociales a través de sus funciones de
    regulación y autorregulación de la conducta. La
    adaptación es equilibrio y
    el sistema ético no nos conducirá  a ella si
    no se fundamenta en el conocimiento de la naturaleza
    humana, en el conocimiento de las necesidades de nuestra
    especie, las cuales constituyen el motor impulsor de
    la actividad tanto interna psíquica como
    externa.

    El hombre es la medida de todas las cosas. –
    planteó Protágoras (481-411 a.n.e). ¿Y
    cuál es la medida del hombre?. El propio hombre. Uno de
    los requisitos para que la moralidad sea
    éticamente correcta es que no se salga en sus
    planteamientos de los límites de la naturaleza humana, y
    proponga metas humanamente alcanzables.

    Este principio y como ha sido tratado presupone que se
    parta de la concepción de que el ser humano no es bueno ni
    malo por naturaleza, sino educable.

    Con los principios hasta aquí planteados podemos
    hablar de valores con un carácter instrumental u operativo
    desde el punto de vista ético-moral como son: la
    paciencia, la valentía, la constancia, etc., los cuales
    son valores a pesar de estar orientados a fines con una
    significación negativa para el ser humano y su dignidad,
    porque sin ellos, los objetivos más nobles no
    podrán realizarse. Puedo ser valiente y constante para
    robar el dinero del
    pago de los trabajadores de una empresa. En
    tal caso la valentía y la constancia son valores a pesar
    de su orientación a semejante fin, porque sin ellas el que
    tiene la obligación de impedir que se cometa el delito,
    sería incapaz de cumplir sus funciones a
    cabalidad.

    La importancia de la existencia de objetivos es
    realmente grande, pero un individuo puede orientarse eficazmente
    hacia objetivos no edificantes para él mismo o para la
    sociedad, y en
    tal caso su actividad será  evaluable de forma global
    de antivalor ético-moral. Por lo anterior podemos decir
    que este principio tampoco es suficiente para explicar
    acertadamente a los valores ético-morales. Sin los que
    siguen es insuficiente desde el punto de vista
    teórico.

    TERCER NIVEL DE
    PRINCIPIOS

    PRINCIPIO DE
    JUSTICIA.

    Si el criterio de legitimidad ético-moral de la
    actividad humana fuera su efectividad estarían
    justificados el robo, el asesinato, el fraude, o
    cualquier acto u omisión que perjudique al prójimo
    o a uno mismo, con la única condición de que se
    realicen eficientemente. Estaríamos en presencia de una
    ética de exclusión de los débiles y de los
    que no pueden ser eficientes.

    El principio de justicia aborda el problema de la
    responsabilidad moral del agente social no solo con los
    demás sino también con él mismo. En su
    expresión positiva plantea que la actividad humana debe
    aportar beneficio a la sociedad y al equilibrio y
    perfeccionamiento personal. En su expresión negativa o
    prohibitiva plantea que la actividad de un individuo o agente
    social no debe producir de manera injustificada desequilibrio en
    su propia persona u obstaculizar su perfeccionamiento individual,
    así como tampoco producir injustificadamente desequilibrio
    u obstáculos al perfeccionamiento personal de
    otros.

    También la proyección existencial de
    individuos y grupos, será legítima desde el punto
    de vista ético-moral si contribuyen a la
    realización digna tanto del propio agente social que la
    porta como de otros.

    El fundamento de este principio radica en la esencia
    social de nuestra especie humana. El ser humano no debe ser
    analizado al margen de sus relaciones sociales. Nuestro "yo" se
    construye con los lazos que tejemos con los demás.
    Sólo a través de las relaciones que establecemos
    con los demás podemos realizar nuestros objetivos e
    ideales, y lograr una tendencia a la satisfacción
    armónica de nuestras necesidades. Si un individuo
    intentara vivir única y exclusivamente para él
    mismo se aísla socialmente y se desadapta. Y es que "…la
    esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo.
    Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones
    sociales".

    No existe el ser humano tan suficiente que él
    mismo elabore todos los medios necesarios para satisfacer todas
    sus necesidades. Esto es imposible dada la especialización
    del trabajo.
    Tendría que dominar todos los oficios y profesiones y ser
    capaz de elaborar todos los instrumentos y herramientas
    que ellas utilizan, además existen necesidades
    específicamente humanas que se satisfacen de manera
    esencial en las relaciones con los demás, por lo que
    nuestro individuo suficiente también tendría que
    fabricar seres humanos.

    El principio de justicia propone una correlación
    legítima desde el punto de vista ético-moral, entre
    los diferentes agentes sociales, correlación que es
    históricamente determinada.

    El individuo se debe a la sociedad, pero no siempre en
    la misma medida. La legitimidad ético-moral de la
    correlación entre individuos, grupos sociales y sociedad
    está determinada por el grado de exigencia al cuerpo
    social. En tiempos de grandes exigencias como son: guerras,
    epidemias, catástrofes naturales, etc., la individualidad
    debe disolverse en la colectividad, porque esas grandes
    exigencias sólo podrán ser superadas con el
    esfuerzo coordinado de todos, dirigidos por una voluntad central.
    La desobediencia injustificada pone en peligro la integridad del
    todo, y con esto, la del propio individuo que forma parte de
    él.

    En tiempos en los que no exista la emergencia, la
    correlación debe ser diferente y el individuo debe
    recobrar su autonomía. Esto es aplicable no sólo a
    la relación individuo-estado sino también a
    cualquier relación del tipo parte-todo que se establezca
    entre agentes sociales con diferentes grados de
    generalización.

    Así como no es concebible un ser humano sin sus
    relaciones con otros seres humanos, tampoco es concebible la vida
    en sociedad sin justicia, la cual tiene como función
    garantizar cierto orden al regular la autonomía de los
    diferentes agentes sociales en relación. Sin ella
    prevalecerían los factores que tienden a la
    destrucción de nuestra especie y
    desapareceríamos.

    La justicia no puede ser analizada al margen de las
    categorías "deber" y "derecho", y hablando en tales
    términos podemos decir que una acción
    justa constituye una posición intermedia entre exigir
    nuestros derechos y
    respetar los derechos del prójimo, lo cual no es otra cosa
    que el término medio entre cometer y sufrir
    injusticia.

    La justicia, como cualquier otro valor se da siempre en
    una relación no sólo con el prójimo, sino
    también con uno mismo, e incluso las relaciones de una
    persona con elementos no humanos de la realidad se valoran
    éticamente en función de como afecten a otros
    agentes sociales o a ella misma. La calidad ética de esas
    relaciones estará  determinada por la justicia que en
    ella exista.

    No sólo podemos ser injustos con los demás
    sino también con nuestra propia persona, y esto ocurre
    cuando no nos damos lo que de nosotros mismos merecemos, cuando
    no cumplimos con los deberes que tenemos con nuestra propia
    persona.

    La justicia con uno mismo implica el deber de desplegar
    una actividad vital encaminada a alcanzar una tendencia a la
    satisfacción armónica de nuestras necesidades, de
    forma tal que las que se dejen parcial o totalmente insatisfechas
    no afecten de manera considerable nuestro equilibrio total. Este
    deber del ser humano consigo mismo se encuentra respaldado por el
    derecho que tiene todo individuo a recibir de la sociedad lo
    mínimo indispensable para que pueda cumplirlo. La
    proyección existencial de un individuo debe aportar
    beneficio a la sociedad, y esta debe retribuirlo
    permitiéndole satisfacer las necesidades para las cuales
    no pudo producir los bienes de consumo,
    debido a su especialización laboral.

    La justicia analizada en su totalidad sólo admite
    a la injusticia como extremo vicioso, sin embargo este valor
    existe por la concurrencia de todos los demás valores
    ético-morales, los cuales si tienen extremos viciosos, y
    pueden ser analizados como formas parciales de este valor. Por
    ejemplo, si tomamos como punto de partida a la flexibilidad se
    puede ser injusto por volubilidad, lo cual es
    blandenguería, y se puede también ser injusto por
    inflexibilidad.

    Cada valor ético-moral contribuye al mantenimiento
    del equilibrio general que es la existencia humana, aportando al
    mantenimiento de algún equilibrio parcial. La justicia es
    el valor que expresa la concurrencia de todos los demás
    valores, de manera que se garantice ese equilibrio total o
    general.

    CUARTO NIVEL DE PRINCIPIOS

    ADHERENCIA A LAS
    EXIGENCIAS DE AUTORREGULACIÓN MORAL.

    Los principios de los niveles anteriores permiten
    conocer las exigencias de autorregulación
    ético-moral, lo cual es sumamente importante, pero no
    basta con determinar correctamente lo que debe hacerse, muchas
    veces se sabe lo que es debido o justo y se actúa de una
    manera diferente y a veces totalmente contraria. Para que la
    conducta sea valiosa desde el punto de vista ético-moral
    debe realizarse realmente sobre la base de las exigencias de
    autorregulación moral correctamente apreciadas,
    sobreponiéndonos a inclinaciones o aversiones que nos
    presionan a actuar de forma contraria a ellas.

    La virtud moral no sólo es conocimiento, como
    plantearon Sócrates y seguidores, sino también
    afectividad y actividad. El simple conocimiento de lo que debemos
    hacer no garantiza que actuemos correctamente. Para que lo
    considerado como justo o debido se exprese eficazmente en la
    actividad externa a través de actos u omisiones debe tener
    el carácter de una convicción y no de un simple
    concepto, ya que este último por el poco o nulo compromiso
    afectivo del individuo con él, tendrá poco o
    ningún potencial inductor de la actividad del individuo.
    Claro que no existe un límite preciso entre la
    convicción y el simple concepto, sino que existe una
    gradación de compromiso afectivo con los diferentes
    contenidos cognitivos.

    Es importante señalar que "exigencia de
    autorregulación ético-moral" no es lo mismo que lo
    que alguien considera que debe hacer. Aunque la firmeza o
    adherencia a lo que consideramos justo o debido es importante, no
    garantiza la existencia de valores ético-morales en la
    persona, ya que sus principios, patrones de conducta, y estrategias de
    solución de problemas
    pueden ser incorrectas y el adherirse a ellos le producirá
    desadaptación. Este principio sin los anteriores resulta
    perjudicial. No se trata sólo de la adhesión a
    normas o imperativos con implicación ético-moral,
    ya que estas pueden haber sido deficientemente determinadas o
    definidas, y ser por lo tanto ilegitimas desde el punto de vista
    que venimos analizando. La adhesión ciega e inflexible a
    determinadas normas o principios de espalda a los cambios que se
    producen en la propia persona y en el medio circundante, es
    autotiranía. Por otro lado tenemos al que conoce lo que
    debe hacer pero no tiene la fuerza de
    carácter necesaria para actuar en correspondencia, lo cual
    es debilidad.

    RELACION ENTRE PRINCIPIOS Y NIVELES DE
    PRINCIPIOS

    En el primer nivel se plantean principios generales para
    el estudio de los valores ético-morales. Con el principio
    de autonomía y significación positiva para el valor
    fundamental "dignidad humana", se definen la extensión y
    los límites del dominio de los valores
    ético-morales. Los principios de relativa estabilidad de
    las actitudes, el de relativa independencia de las actitudes
    hacia esferas diferentes de la vida y el de análisis
    diferenciado entre la proyección global de una conducta y
    los elementos morales que la integran, permiten definir que es lo
    que se va a evaluar: La proyección existencial de
    individuos y grupos, la proyección por separado hacia las
    diferentes esferas de la vida, la proyección global de una
    conducta aislada, y las formaciones morales que la
    integran.

    En el segundo nivel tenemos en primer lugar al principio
    del término medio, el cual es un planteamiento
    fundamental. Los que le siguen no hacen otra cosa que permitirnos
    comprender como lograr la posición intermedia entre
    extremos viciosos.

    Con los elementos abordados en este nivel podemos hablar
    de valores que tienen un carácter instrumental u
    operativo, sin los cuales la conducta será inefectiva y
    los fines más elevados desde el punto de vista
    ético no podrán ser alcanzados, por lo cual ellos
    son valores, independientemente de la calidad ética del
    fin al que se orienten. Sin los valores que funcionan en este
    nivel, habrá  insuficiencia de individuos y grupos
    ante las circunstancias y de forma global ante su
    existencia.

    La efectividad es importantísima, pero ella no es
    criterio último de moralidad, ya que el fin al que se
    orienta eficientemente la actividad puede ser éticamente
    incorrecta, y ya con esto la conducta de forma global
    también lo será.

    En el principio de justicia, tratado en el tercer nivel,
    se aborda el problema de la responsabilidad del agente social
    tanto con los demás como con él mismo. Con este
    principio se proponen las bases para evaluar la
    correlación entre los diferentes agentes sociales y define
    la sanidad y legitimidad moral de la proyección
    existencial de estos, así como de la proyección
    general de actos aislados.

    El cuarto nivel se refiere a la fidelidad de la conducta
    con la las exigencias de autorregulación moral y expresa
    la necesidad de cierto grado de compromiso afectivo con ellas
    para que realmente se puedan expresar conductualmente. Conocer lo
    que debe hacerse no es suficiente, es necesario actuar en
    correspondencia con ese conocimiento, y esto sólo es
    posible cuando existe un nivel de compromiso afectivo con ese
    contenido cognitivo, que haga posible la adherencia a
    este.

    ¿Qué relación existe entre estos
    niveles de principios?

    Los elementos planteados en los principios del segundo y
    tercer nivel están estrechamente relacionados y se
    complementan unos a otros. El término medio
    está determinado por el ajuste a los cambios del
    medio tanto interno como externo. El ajuste a las circunstancias
    se realiza en función de objetivos e ideales, y esta
    orientación a objetivos e ideales será 
    correcta desde el punto de vista ético-moral si
    representan una causa justa, si garantizan la tendencia a la
    satisfacción armónica de las necesidades de
    individuos y grupos.

    Sin justicia la conducta pudiera ser muy efectiva pero
    moralmente ilegítima. Por otro lado la justicia es un
    valor sumamente frágil, por lo que degenerará en
    injusticia si en la conducta del individuo no se observan los
    principios del segundo nivel.

    Sin la adherencia a las exigencias de
    autorregulación ético-moral no pueden existir los
    valores del dominio axiológico analizado, ya que sin
    cierto grado de compromiso afectivo, lo que un individuo entiende
    como justo o debido no pasaría de ser un
    formalismo.

    La observación de este último principio
    sin tener en cuenta a los principios de niveles anteriores, es
    ceguera ética. La adherencia a lo que se considera justo o
    debido sin una correcta apreciación de lo
    éticamente legítimo trae como consecuencia
    desadaptación en cuanto los cambios de circunstancias
    tanto internas como externas al agente social precisen de un
    cambio de
    actitud, que este no realiza por su adherencia ciega a lo que
    considera justo o debido.

    Podemos resumir planteando que la predisposición
    a la reacción será  legitima desde el punto de
    vista ético-moral si guarda el medio entre el exceso y el
    defecto, y para esto debe adecuarse a las circunstancias en
    función de objetivos que han de ser realizables y deben
    ser justos en el sentido de garantizar una tendencia a la
    satisfacción armónica de las necesidades y guardar
    una relación entre los deberes y derechos de los
    diferentes agentes sociales. Por último el individuo debe
    estar emocionalmente comprometido con sus metas o
    ideales.

    RELACION DE ESTOS
    PRINCIPIOS CON LAS VIRTUDES CARDINALES

    Estos principios se encuentran formando parte esencial
    de las llamadas virtudes cardinales: prudencia, justicia,
    fortaleza y templanza o moderación.

    La prudencia contiene al principio de adecuación
    a objetivos, y al valor flexibilidad que contiene el principio de
    epocalidad y circunstancialidad de la actividad; la
    moderación contiene el principio del término medio,
    la justicia contiene el principio que lleva su nombre. Estos
    principios contenido en estos valores tienen una función
    autocorrectora, autorreguladora. La fortaleza que es el otro
    valor pilar contiene al principio de adherencia a las exigencias
    de autorregulación moral, el cual expresa una cualidad
    importante de la conducta moralmente valiosa que es la firmeza en
    el bien definido por los otros principios, a pesar de las
    presiones del medio tanto interno como externo al individuo que
    lo induzcan a actuar de manera contraria. La fortaleza representa
    actitudes hacia el mundo circundante, hacia los demás y
    hacia uno mismo, corregidas por los principios anteriores.
    Retomando palabras de Tomás de Aquino, ella permite
    adherirnos al bien. El antivalor más diferente a ella es
    la debilidad, la cual es falta de adherencia al sentido de lo
    justo o debido, falta de adherencia a los propios principios,
    independientemente de la causa que lleva a ceder ante
    inclinaciones o aversiones que se oponen a nuestros principios.
    Dicho en otros términos, el individuo decide atendiendo no
    a la norma internalizada, sino a necesidades urgentemente
    actualizada por las circunstancias, en detrimento de la norma. El
    otro antivalor relacionado con ellas es la autotiranía, la
    cual es una adherencia rígida a determinadas normas. Este
    extremo vicioso está  más relacionado con
    fallos en las virtudes o valores reguladores: prudencia,
    templanza y justicia.

    Toda conducta valiosa desde el punto de vista
    ético-moral tipifica las virtudes o valores cardinales,
    además de tipificar otras virtudes o valores
    específicos según las singularidades de las
    circunstancias que rodean al acto. Estas virtudes
    específicas hacen referencia a la relación del
    agente social con elementos específicos de la realidad
    tanto interna como externa a él.

    Dr. Arturo Sánchez
    Hernández

    Doctor en Medicina,
    Especialista en Medicina General Integral, Residente de
    Psiquiatría, Diplomado en Bioética y
    Teoría de los valores.

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