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Por
Fernando Jorge Soto
Roland
Profesor en Historia
A Eugene con el afecto
eterno
De amigo y
hermano.
A fines del año 1998, tras haber realizado con
éxito
la Expedición Vilcabamba al Perú, el municipio de
la ciudad de Mar del Plata (Pcia. de Buenos Aires,
Argentina), que patrocinara en parte el proyecto
declarándonos Embajadores Turísticos, nos
solicitó que escribiéramos el resultado de tan
maravillosa experiencia exploratoria, para ser publicada
enteramente por el gobierno local.
Por tal efecto nos pusimos en campaña, invirtiendo los
meses del verano de 1999 para transcribir nuestros respectivos
Diarios de Viaje, analizando en profundidad los datos e
informaciones recopilados en la selva peruana.
Quiso el destino, o la mala voluntad de algún
político de turno, que ese libro nunca se
publicara, pasando a ser parte del arcón de las promesas
incumplidas.
Invertimos mucho tiempo en su
redacción; aunque pecaría de mendaz
si digo que, en lo personal, no
disfrute del proceso.
Revivir cada día de la expedición, alimentando
la memoria con
los apuntes y grabaciones, fotos y
filmaciones, me llenó de placer. Pero no todos, como es
lógico, disfrutamos de las mismas cosas. Para Eugenio
Rosalini, co-director del proyecto, ponerse a escribir le
resultaba una verdadera tortura. Y no es que lo haga mal; todo lo
contrario. "Sir Eugene" —como lo llamamos
cariñosamente— no sólo es un excelente
dibujante, sino un muy buen escritor.
Exacto, medido, poco proclive a los adjetivos
rimbombantes y, fundamentalmente, "empírico", como a
él le gusta llamarse, Rosalini volcó al papel su
propia experiencia personal de un modo claro y ameno, a la vez
que ilustrativo.
Las circunstancias de la vida quisieron que yo publicara
mis propios resultados de la expedición, por cuenta
propia, en un sitio de Internet (www.librosenred.com);
y más tarde, cuando los derechos de la editorial
vencieran, acceder al público en general a través
de la página www.la-lectura.com,
editada por el señor Joaquín González
Graña. Pero los "Apuntes de Viaje" de mi
socio y amigo quedaron archivados y olvidados en alguna parte de
la
computadora, sin que salieran a la luz.
Guiado por una filosofía que él mismo ha
denominado como de "anárquica bohemia", Sir
Eugene no se preocupó por hacer conocer su trabajo y
parte de la experiencia en el Perú, que compartimos
exaltados de felicidad, nunca fue leída por
nadie.
Días pasados, revisando viejos diskettes y
apuntes, inesperadamente, los escritos de Rosalini volvieron a
emerger. Los leí con detenimiento después de seis
largos años y en verdad disfruté con su lectura. Por
eso quisiera darles a muchos esa misma oportunidad
publicándolos.
FJSR
Febrero de 2005
Buenos Aires,
Argentina.
El trabajo de la expedición consistió en
realizar un relevamiento de la extensa zona de Vilcabamba, a unos
doscientos kilómetros al noroeste de Cusco y alcanzar las
ruinas de "Espíritu Pampa", última capital inca
en el exilio.
Descontando el tiempo que nos insumió el viaje y
los días que permanecimos en Cusco y Lima, la
estadía en la región fue de doce días, de
los cuales seis de ellos nos llevó la travesía a
pie, pasando por todos los pisos ecológicos de puna, ceja
de selva y selva tropical, caminando unos 20 Km. diarios en una
geografía
muy trabada y de difícil acceso. Además del
guía, viajaron con nosotros dos arrieros y seis caballos
de carga con provisiones y equipo.
Este trabajo tiene un carácter exploratorio, empírico. La
única fuente de datos es la exploración sobre el
terreno. La observación, el contacto con la gente en
los vínculos con la vida cotidiana, y nuestro guía
y arrieros, que en ocasiones también colaboraron como
informantes claves, me sirvieron de metodología.
Con este material y métodos es
que pretendo aproximarme a la realidad peruana en la zona que va
de Cusco hasta "Vilcabamba "La Vieja".
He decidido alejarme de un discurso
especulativo, eminentemente teórico, para instalarme en un
espacio fenomenológico. Procuro abordar la cuestión
de captar una manera de ser, cultural, ideológica y
mental, encarnada en una realidad social concreta.
El lector tiene la libertad para
compartir o apartarse de mi punto de vista y sacar sus propias
conclusiones.
IDENTIDAD:
REALIDAD Y LEYENDA.
En la obra de Göethe, El Fausto, éste
se pregunta si en el principio existía la palabra. Duda, y
después de algunas cavilaciones concluye que: en el
principio existía la acción.
Tomando la posta del gran poeta, sigo un paso más
adelante y digo "que en el principio existía el afecto,
el sentimiento".
Una primera experiencia que se percibe al viajar al
extranjero, incluso al salir de la propia comunidad, es el
idioma o lenguaje.
Juntamente con ello podemos agregar el transporte y
la alimentación. Desde los orígenes de
la Humanidad, la
comunicación, los medios para
trasladarse de una lado a otro y la dieta, han sido claves en la
evolución
del hombre.
Considero que el certificado de defunción de
cualquier cultura se
extiende con la muerte de
la lengua, tal
cuál denominamos, por ejemplo, "lenguas muertas" al
latín y al griego antiguo. Asocio el lenguaje a
los afectos, motor de toda
acción
humana, además de ser la materia prima
con la que se elabora la socialización primaria.
Si aceptamos lo dicho renglones arriba, debemos concluir
que muerta una lengua finaliza con ella la socialización
nombrada, base y origen de toda cultura.
Durante la ocupación de Indochina por Francia se
cuenta que el padre de Ho Chi Min se negó a aprender
francés como resistencia al
país invasor. Cuando le preguntaron por qué,
contestó: "Porque amo la lengua que me
enseñó mi madre".
En este sentido la cultura inca está viva, y viva
más allá de algunas costumbres residuales, o como
producto del
consumo
turístico o interés
histórico /arqueológico del pasado. Me refiero a
una cultura que está viva aquí y ahora.
En toda la región que transitamos, desde Cusco
hasta Espíritu Pampa, se habla español y
quechua. He notado que la lengua contiene esa carga afectiva que
surge en esa primera socialización, en tanto el
español refleja una socialización secundaria que,
aunque total y completa, no alcanza la intimidad, la profundidad,
que nos sugiere siempre un origen más primitivo,
más interior. Esto me trae a la memoria un
ejemplo de Berger y Lukman: "Es necesario amar a la madre,
pero no a la maestra". Yo diría: "es necesario amar lo
quechua, pero no lo español".
Más allá de las dos placas que se
encuentran en la Plaza de Armas, una en
conmemoración de los 500 años de la llegada de los
españoles a América, y la otra en honor a Túpac
Amaru II y sus compañeros por la heroica resistencia y su
cruel ejecución, considero que un pueblo que mantuvo vivo
su lenguaje durante más de cuatrocientos años, no
es poca cosa. Con mayor razón, si se tiene en cuenta el
duro sometimiento de que fue objeto.
Todo esto se ve reflejado en algunas cuestiones. Una de
ellas es la diferente denominación de algunas ruinas donde
se usan nombres españoles y quechuas, que parecen reflejar
esa lucha y resistencia por la identidad,
además de presentarse a confusión, pensando a veces
que se tratan de dos lugares, cuando en realidad se está
hablando de lo mismo. A esto también se agregan ciertos
regionalismos o incluso palabras que vienen de etnias diferentes
y culturas preincaicas. Así, por ejemplo, se habla de dos
"Vilcabambas", una española y otra inca, que a su vez,
pueden asumir los nombres de San Francisco de la Victoria y
Espíritu Pampa. Otro ejemplo es el de las ruinas
denominadas Rosaspata o también Vitcos. Aunque algunos
expertos en el tema sostienen que la denominación "Vitcos"
hace mención de otras ruinas que aún se hallan
perdidas en la región.
Así es que, además de la dificultad de
selvas y cerros interminables, también aparece el
obstáculo del lenguaje.
Siguiendo en este tema, pero en cuestiones más
domésticas, recuerdo algunas anécdotas que nos
contara una amiga nuestra en Cusco. En una ocasión una
mujer extranjera
le ordenó a su empleada que cocinara fideos con
manteca. El resultado fue que los fideos se cocinaron con
grasa y sabían pésimo. La confusión se
produjo porque a la manteca la denominan "mantequilla" y a
la manteca "grasa". En otra oportunidad, pasó algo
similar. La Empleada salió al patio a buscar una pava. Su
patrona le había dicho "que pusiera a calentar la
pava", pero la acepción que nosotros le damos a la
palabra pava, para ellos es "calentadora". Estas
confusiones en temas histórico/arqueológico cobran
la relevancia que, en temas domésticos, son meras
anécdotas.
Dicho sea de paso, compartimos con esa señora y
su hija unos buenos mates argentinos y algunos almuerzos
realmente agradables.
Volviendo al tema que me ocupa, quiero mencionar una
conversación que tuve con José, un peruano de unos
treinta años, que arrienda un hostal en Cusco. Originario
del pueblo de San Bartolomé, estudió turismo y administración. Es hijo de campesinos y
tiene cuatro hermanos. Me comentó que durante su adolescencia
se había negado a hablar quechua por vergüenza, pero
luego, ya mayor, retomó la lengua natal y estaba tan
orgulloso de haberlo hecho como avergonzado de abandonarla tiempo
atrás. Me contó también que el presidente
actual (Alberto Fujimori) había reemplazado en las
escuelas el inglés
por el quechua, pero no había dado resultado. Los alumnos
hablaban el quechua mejor que sus maestros y vivían
burlándose de ellos.
Esto tiene mucho que decir, en cuanto a una cultura que
vive y sigue evolucionando, y al importante papel que cumple la
lengua en la identidad de una cultura.
Esta rivalidad de lenguajes, entre el español y
el quechua, que aún pervive, también tiene que ver
con lo que para algunos es leyenda y para otros es realidad. Se
trata nada menos que del Paititi. Según se cuenta, es una
ciudad sagrada repleta de oro y
secretos, que se halla perdida dentro del perímetro de una
extensa región selvática.
Hablando con un profesor del
poblado de Lucma, llamado Samuel, nos contaba que él no
acepta que Vilcabamba, o Espíritu Pampa, sea realmente la
última capital Inca. Sostiene que ésta aún
se halla perdida y la identifica con el Paititi. Tampoco algunos
historiadores aceptan que Espíritu Pampa sea la
última capital inca, aunque sus argumentos no apunten en
dirección al Paititi.
Por otra parte, mientras compartíamos un café
con nuestro amigo Enrique Palomino, un ingeniero de Cusco,
éste nos explicaba que se identifica al Paititi, tanto con
una extensa región como con una ciudad y, lo más
importante, con un nuevo Cusco.
Aquí también, este Paititi refleja ese
espíritu de resistencia e identidad cultural. Una realidad
que deviene leyenda y quizás, para convertirse a su vez en
otra clase de
realidad, más mística y espiritual. Recuerdo que en
una oportunidad, hablando sobre el tema, Enrique le
contestó a mi compañero Fernando: "En
definitiva, el Paititi está donde usted se sienta feliz,
amigo".
Es cierto que hay preguntas que todavía no tienen
una respuesta concluyente y puede ser que nunca las tengan. Por
ejemplo: cuánto tiempo permanecieron los incas en las
selvas; cómo fueron diluyéndose entre las tribus
selváticas; hasta dónde realmente se extendieron y
qué tesoros, herramientas,
secretos se llevaron con ellos.
Para concluir, quiero decir que, en una
conversación mantenida con unos jóvenes (todos
guardias de seguridad en el
aeropuerto de Lima) observé que se sentían
orgullosos de su pasado cultural incaico y uno de ellos me hizo
notar que nosotros, los argentinos, carecíamos de
ello.
En definitiva, se observa una identidad cultural viva,
que valora lo propio más allá de lo meramente
folclórico. Seguros de su
identidad, no temen incorporar aspectos extranjeros, si lo juzgan
positivo; integrando y elaborando una equilibrada síntesis.
Actualmente en la selva, con los cambios que se
están produciendo desde hace, más o menos, unos
ocho años, la gente espera nuevos desafíos. En gran
medida una geografía difícil, que hace lento el
avance en las comunicaciones, les ha servido de
protección. Si aparecen nuevos caminos, el aumento del
turismo y las modernas comunicaciones, sobre todo de
carácter masivo, tendremos que esperar que el tiempo nos
dé su última palabra respecto a los cambios
culturales.
Hace un tiempo atrás, veía por televisión
un reportaje a un pintor italiano de la Toscana. Le decía
al periodista que él vivía de la pintura, pero
que sobrevivía vendiendo sus cuadros en exposiciones. Se
encargó muy cuidadosamente de remarcar esta diferencia
entre vivir y sobrevivir, procurando ser lo más claro
posible para que el periodista lo comprendiera. Luego
soltó una leve sonrisa y ambos se quedaron unos instantes
en silencio.
Cuando llegamos al Aeropuerto de Lima, estábamos
cansados. Esperamos largas horas en la confitería hasta
tomar el vuelo para Cusco. Inmediatamente extrañamos el
café express y la dieta a la que estamos acostumbrados. La
camarera, gentilmente, nos ofreció un café
más cargado en reemplazo del express tan deseado. Comimos
unas desabridas hamburguesas, ya que es difícil conseguir
carne vacuna como en Argentina. El ganado carece de los generosos
pastos de la pampa húmeda. Sólo más tarde,
en Cusco, encontraríamos lugares donde comer pastas y
pizzas más acordes con nuestros gustos
culinarios.
Ciertamente, con Fernando y Juan, probamos algunos
platos regionales como el cebiche y el cuy, sabrosos y ricos.
Tampoco puedo olvidarme del rocoto, un ají "delicioso"
pero extremadamente picante.
En síntesis, la alimentación frecuente es
el pollo y el cordero. Todo muy condimentado. Suelen preparar el
rocoto relleno con verduras y arroz. Éste acompaña
a casi todas las comidas, al igual que la sopa, generalmente de
vegetales. Paltas, pepinos y queso, son también parte de
la dieta. La papa y el maíz casi
son infaltables.
En el poblado de Puquiura, la tía de nuestro
guía nos sirvió sopa con papas fritas en su
interior, que nos resultó muy sabrosa preparada de ese
modo. La alimentación es diferente, no aparece por
allí la cultura del sándwich; también es
rara la salchicha y su compañero, el pancho. No comen
pizza, ni se conoce el pan francés, que no se consigue ni
en Cusco. Tampoco las facturas que aquí solemos comer con
nuestro tradicional mate; que dicho sea de paso extrañamos
enormemente. La yerba que teníamos decidimos
dejársela a una buena amiga de Cusco. Ella también
nos comentó que le costó adaptarse tanto a la
alimentación como a la altura, que en Cusco llega a los
3.400 m.s.n.m.
Quiero mencionar ciertas costumbres particulares, como
por ejemplo el no comer pan en las comidas, ni beber hasta
después de finalizar el almuerzo o la cena. Al café
lo preparan haciendo una especie de esencia y luego le agregan
agua caliente.
Suele llamárselo "café al agua" para
distinguirlo del express, que por suerte, pudimos disfrutar en
algunos bares de Cusco,
También existe otra dificultad: por la altura,
el agua hierve
a menos temperatura,
lo que dificulta tomar bebidas bien calientes y hay que ser muy
diestro para que la comida no salga un verdadero
sancoche.
Algo que me llamó la atención fue observar, en algunos lugares,
colocar un rollo de papel higiénico sobre la mesa como
servilletas, cosa común y frecuente. Las bebidas
tradicionales son la chicha y el pisco. No se acostumbra a
tomarlas muy frías, menos aún con hielo, aunque el
calor sea
intenso. De lo que no voy a olvidarme es de los exquisitos jugos
de frutas que tomamos en Quillabamba.
Describo estos temas, que puedes quizá ser
triviales, para abordar la cuestión de la economía en la zona
andina.
En una conversación con Francisco, nuestro
guía, nos explicó sintéticamente el sistema de
producción. En la zona de alta
montaña se dedican a la cosecha de una papa muy nutritiva;
descendiendo a lo que sería la ceja de selva se cosecha
maíz y, ya en la selva propiamente dicha, se produce
café, cacao y frutas.
El intercambio de los productos es
constante entre la gente que habita los distintos pisos
ecológicos. Este intercambio es el motor productivo y que,
incluso, abastece hasta las grandes ciudades, incluyendo Cusco y
Lima.
En la actualidad, la tormenta desatada por el
fenómeno de "El Niño", jaqueó duramente la
producción y el intercambio a raíz de la
destrucción de caminos y vías férreas,
incluso dejando a algunas ciudades sin luz ni agua, Tal fue el
caso de Quillabamba, que estuvo por más de dos meses sin
estos servicios
básicos, al quedar sepultada bajo 70 metros de agua y lodo
la usina de Machu Picchu.
Según me comentara Francisco, son las grandes
ciudades las formadoras de precios, lo
que en ocasiones no favorecen al campesinado, que tiene que
vender sus materias primas a precios muy bajos.
La reforma
agraria solucionó el abuso de los grandes hacendados y
terratenientes, pero como los campesinos sólo están
organizados en pequeñas comunas y no han modernizado sus
medios de producción, utilizando los mismos instrumentos
que en la época de los incas, dicha situación los
ubica desventajosamente.
Los profesores de Lucma nos comentaban que se esfuerza
para que el campesinado se motive para modernizar la agricultura y
que sus alumnos vayan incorporando el pensamiento
científico. En otros aspectos, carecen de problemas
sociales en los poblados más alejados, como robos,
violencia y
drogas. Los
campesinos se ordenan en comunas eligiendo
democráticamente a un líder a
que denominan comunero. Por lo general se respetan a sí
mismos y no sienten la necesidad de alambrar sus tierras y cercar
sus casas. A uno le da la sensación de una vida más
libre y abierta que la existente en las trabadas
ciudades.
Por lo general, los maestros no viven exclusivamente de
su profesión docente, dedicándose al trabajo de
la tierra o a
cualquier actividad comercial.
La economía está a un nivel de
subsistencia en toda la región que transitamos; y el
contacto con centros urbanos importantes, debido a la precaria
transitabilidad de los caminos, por lo general suele ser una
aventura llena de riesgos y
peligros.
Cuando salimos de Cusco para Quillabamba vimos mucha
actividad. Venta ambulante,
gente en las veredas con sus carritos de comida, personas
desayunando en la calle, cargando en los colectivos todo tipo de
cosas. Me llamó la atención de fideos y habas
tostadas, que vendían a los pasajeros en el interior de
los micros. Por el camino era frecuente ver hombres extrayendo
tierra de las
montañas para fabricar ladrillos, los cuales
veíamos en los moldes, secándose al sol al costado
de la ruta. En la ciudad de Quillabamba hay un gran
interés por fomentar el turismo en toda la
región.
El sistema por el cual se van poblando los cerros y
conquistando la selva, es el siguiente: cualquier persona puede
instalarse en una montaña que no está ya ocupada,
hacer su parcela y cultivar su chacra. Allí
producirá papa o maíz y quizá podrá
tener algún animal de corral. Primero se desmonta a
machete, luego se quema la maleza y se limpia el terreno para,
posteriormente, comenzar a sembrar.
En todo el camino suelen verse columnas de humo: se
trata de campesinos ganándoles terreno a la selva. En una
ocasión, en Quillabamba, sentados en el patio del hostal,
Juan me hizo notar que caía, apenas perceptible,
hollín sobre nuestras ropas. Provenía de los
lejanos cerros que rodean la ciudad, a kilómetros de
distancia, , donde el humo que observamos revelaba el proceso
antes mencionado.
La técnica, digámoslo, es lenta. Desde los
pueblos habitados durante la conquista española, unos diez
o doce, sólo han aumentado al día de hoy en casi el
doble. En cuatrocientos años sólo se han formado
otros ocho o diez pueblos nuevos, con no más de una
población de 200 personas cada
uno.
Cuando los hijos del campesino
crecen y forman su propia familia,
éstos se retiran unos cientos de metros, donde instalan su
nueva cabaña, construyen y cultivan su chacra. Así
van formándose los poblados, lentamente pero sin pausa. A
medida que comienza a faltar espacio la gente se va más
lejos, aventurándose en la espesura del monte. En ciertos
lugares la población consiste en dos o tres familias, por
supuesto emparentadas. Este es el caso de Urpipata, donde
acampamos una noche, antes de proseguir nuestro viaje a
Espíritu Pampa, donde la jungla y la montaña
parecen devorarlo a uno, viven dos familias, el padre y su hijo.
El primero tiene diez hijos, el mayor se casó y
formó su propia familia, viviendo a unos trescientos
metros de su padre donde levantó su cabaña. Las
viviendas son de caña de bambú y techos de paja.
Viven muy precariamente, pero son generosos: mientras
acampábamos nos acercaron una olla con papas hervidas.
Obvio que no hay luz y el agua se extrae de los arroyos
provenientes de los deshielos, que viajan por las cañadas,
desde los lejanos nevados. Esta gente se encarga de mantener
transitables los precarios puentes, cuidando sus
territorios.
En Espíritu Pampa, los campesinos nos pidieron
que sirviéramos de intermediarios ante las autoridades de
Quillabamba a fin de que éstas delimitaran el área
arqueológica para evitar los conflictos
suscitados entre los cultivos de las tierras y las ruinas
vecinas.
En estas alejadas zonas, sería interesante
estudiar las costumbres de la población con más
detalle, normas y valores que
posee la familia.
Por lo dicho, el límite entre la familia nuclear y la
consanguínea es muy estrecho. Por razones de tiempo no me
fue posible estudiar el tema en detalle. Sí, puedo afirmar
que los vínculos familiares son fuertes y que poseen
características propias que nosotros denominaríamos
"familia tradicional"
La gente es generosa y bien dispuesta, como lo
comprobamos al hablar con un ingeniero y un arquitecto,
encargados del área de planificación en la alcaldía de
Quillabamba, realmente comprometidos con su gente para brindarles
una mejor calidad de
vida.
Antes de abordar la conclusión, quiero mencionar
algunas similitudes con las poblaciones de Oriente que van desde
su aspecto físico hasta la tonalidad de su idioma. La
misma geografía me hizo recordar paisajes de algunas
películas sobre el sudeste asiático.
Para concluir quiero citar tres visiones sobre estas
cuestiones socioeconómicas. Una de ellas dada por una
chica cordobesa que conocimos en Cusco, de profesión
contadora y que se dedica a la investigación de economías
comparadas. En una oportunidad nos dijo: "Vengo al Perú
a ver el futuro". Se refería, con cierta nostalgia y
tristeza, a que la Argentina transita también hacia una
economía primaria e inequitativa.
La segunda visión es la de un gran amigo peruano,
escritor. Conversando sobre si el oficio de escritor era rentable
nos contestó: "No da grandes ganancias, pero siempre
ayuda; como dice el dicho: no llueve pero gotea".
También refleja, en cierta medida, el tema de la
subsistencia pero de un modo más optimista, realista pero
no resignado.
Por último, la visión del pintor de la
Toscana. Como un ascenso hacia la luz de la conciencia. Desde
la nostalgia y la tristeza a la aceptación humilde y, de
ella al discernimiento claro por donde, en definitiva, pasa la
vida.
Por un lado gente que vive y lucha, que posee y produce
cultura y, por otro lado, modelos y
sistemas
económicos que se han hecho tan complicados que se
asemejan al oscurantismo teológico y bizantino de una
época pasada.
En cierto sentido, un pintor del Primer Mundo comulga
con una realidad latinoamericana. Uno por vocación, otra
por destino. Pero vocación y destino están unidos y
expresan un mensaje. Estoy convencido que es un mensaje de
optimismo y esperanza.
A los tres nos llamó la atención ver en
plena selva, en una pequeña cabaña ubicada sobre
una quebrada, entre los cerros, la bandera peruana flameando. Era
el día de la independencia.
Nos pareció que una persona, que iza su bandera en un
lugar desolado, comulga con una convicción personal
más que de un acto meramente social. Durante la
travesía vimos varias veces esta escena. Ya en Puquiura,
un día antes de la celebración de la independencia
del Perú, el pueblo dejaba lugar para lucir en ventanas y
puertas de las casas la bandera roja y blanca.
El día de la independencia la pasamos en Ututo,
plena selva. Acampamos en las cercanías de la
cabaña de un colono que nos acompañó en la
cena. Después de comer, festejando el día patrio,
nos quedamos hasta bien entrada la madrugada junto a la fogata,
bebiendo. En un momento, Pancho abrió una botella de
champaña que había traído secretamente desde
Cusco para ese día. Seguimos con ron y luego nos fuimos a
dormir.
Se nota en toda la gente un sentido cariño por su
patria, pero mejor sería decir por su tierra, pues no se
trata de un cariño abstracto. En su mayoría son
orgullosos de su cultura y su historia.
En Quillabamba, el mismo día que salimos, se
celebraba la fiesta de la fundación de la ciudad. El
día anterior observábamos con qué
cariño y entusiasmo preparaban los festejos. Acostumbran a
realizar desfiles cívicos – militares, participando en
ellos tanto alumnos como profesores; compitiendo por quién
desfila mejor y confecciona el mejor estandarte. En Cusco, este
tipo de desfile se realiza todos los domingos, e izan en el
mástil de la Plaza de Armas la bandera peruana junto a la
del Imperio Inca.
Observamos un marcado regionalismo en toda la zona,
producto de su geografía tan cerrada y trabada, como
también de su diversidad, étnica. En tal sentido,
recuerdo el diálogo
con un vendedor de tapices, en Cusco, respecto del alcalde
actual, no querido por los cusqueños y apodado "El Loco".
Me relató que el alcalde es originario de Santo
Tomás, de las provincias altas, pasando más
allá de Arequipa. Allí, la gente es ruda, combaten
entre ellos con hondas sin importarles morir. Parece que cada
comunidad tiene su característica particular y se encarga
no sólo de conservarla, sino de cultivarla, esto no va en
desmedro de la unidad nacional que se revela fuerte, tanto como
el regionalismo, con el mismo fervor y entusiasmo.
Volviendo al tema de la rudeza, lo vi reflejado en la
comisaría de Puquiura. Sobre un armario observé dos
cráneos con sus respectivos birretes. Al preguntar, nos
contaron que pertenecían a dos de sus camaradas muertos
por la guerrilla, encontrados tiempo después. Estaban
allí, sobre el mueble, como testimonio.
Podría mencionar otros episodios, como lo
sucedido con los empleados de una obra de camino, a los que el
alcalde de Cusco, enterado de que estas personas habían
estado
hablando mal de él, fue a verlos y, personalmente, los
hizo arrodillar, pedirle disculpas y luego los despidió a
todos. O la medida inconsulta que tomó, cortando los
antiquísimos árboles
de la Plaza de Armas de Cusco, porque tapaba la vista de la
Catedral.
Un cusqueño, José, que como ya
mencioné arrienda un hostal en donde pasamos unos
días, me comentó que en San Bartolomé, de
donde es originario, la gente conserva sus tradiciones y se
quejó porque su hermano menor había abandonado las
viejas tradiciones. Me relató que su abuelo, cuando su
padre quería salir, arrojaba un escupitajo al suelo y le
decía que debía volver antes que se secara en la
tierra.
La gente de la región que conocimos combina
cierta rudeza con la calidez humana. La devoción de
ciertos valores como la amistad, cumplir
la palabra empeñada, es cultivada con el mantenimiento
de viejas tradiciones y algunas convenciones sociales. El
principio de autoridad es
muy importante y respetado, lo que no dificulta la generosidad y
buena disposición entre la gente. La familia tradicional
es todavía común y la mujer carece
de las libertades que se ven en las grandes ciudades. Aunque
parece que esto, lentamente, tiende a modificarse.
Por lo general, la gente con la que nos cruzamos durante
la expedición, constituye una hermosa síntesis
entre el indio y el español. Gente alegre, optimista,
orgullosa de su raza, de su origen, emprendedora, modesta,
generosa y segura de sí misma. Reflejan otra
dimensión del hombre,
producto de su cultura, su geografía y su
historia.
Una de las razones de que la gente regrese tan contenta
del Perú y deseen volver es el contagio de esa
alegría y optimismo. Su espíritu de lucha, solidaridad y
cordialidad, además de la belleza de su tierra.
El tema de la guerrilla merecería un análisis aparte y tener un conocimiento
más profundo sobre él. Sólo puedo referir lo
que observé y las conclusiones a la que
arribé.
Algunas personas prefieren evitar el tema o si hablan no
toman una posición clara. Para unos la guerrilla
está terminada; otros refieren que al fin de cuentas los
únicos perjudicados son los campesinos.
La señora que nos trasladó del aeropuerto
de Cusco al Hostal nos comentó que a la región a
donde íbamos, un tiempo atrás fue declarada "Zona
Roja". Lo cierto es que, el episodio de los cráneos en la
comisaría de Puquiura y los relatos que nos contaron sobre
los enfrentamientos en la zona, evidentemente hablaban de
conflictos armados. Pero en la actualidad es una región
tranquila y no percibimos la menor señal de peligro
alguno.
Desde mi punto de vista, si la guerrilla no obtuvo el
apoyo del campesinado en la región se debe en gran medida
a que no existen allí latifundios, cada campesino tiene su
tierra donde trabaja libremente y de manera independiente. Por
otra parte, la ideología guerrillera moderna y atea no
pudo llegar a la cosmovisión del campesinado, ni a sus
costumbres y creencias. También influye el regionalismo y
las particularidades regionales de cada región.
De todos modos, en Lima, antes de salir, oímos
que habían ocurrido dos atentados en la región de
Ayacucho en donde parecería ser que la guerrilla se
mantiene bastante firma (aunque en agonía).
Algo característico en la estructura de
pensamiento de estas personas es la particularidad de una
razonamiento basado en la experiencia y que tiene como centro a
la misma. Un criterio empirista como filosofía, una
mentalidad práctica. Parece predominar una manera de
razonar analógica y comparativa, más
elástica y flexible que un estricto razonamiento
analítico. Este tipo de visión permite los
contrastes, pero no las contradicciones; perdiendo en justeza y
previsión pero ganado en integración y cierta armonía. Me
parece muy similar a un pensamiento oriental más destinado
a la síntesis que al análisis.
Casi siempre es el mismo sueño. Querríamos
un Dios tan puro, limpio y claro, como la teología, tan
bien ordenada y dispuesta en sus proposiciones deducibles como un
teorema divino. Pero debe ser un capricho de Dios presentarse a
menudo, sucio, desprolijo, contradictorio, hijo de campesinos o
artesanos, fundamentalmente provincianos, y nos cuesta no
sólo aceptarlo sino reconocerlo.
Cusco está llenó de iglesias. Todas son de
estilo barroco de
arriba abajo, por dentro y por fuera. Recorrimos algunas.
Particularmente no me gusta el estilo barroco, recargado,
construido por espíritus complicados. Iglesias oscuras,
repletas de santos pomposamente vestidos. Pero dentro de ellas se
respira historia y devoción. En su interior he visto mucha
gente orar devotamente, independientemente de su clase social o
nacionalidad.
Son frecuentes las procesiones, se trate de santos o de
la Virgen bajo alguna advocasión. Me pareció que en
su mayoría a las iglesias les falta mantenimiento pero
todas están muy limpias y se demuestra mucho respeto al
ingresar en ellas. Muchas están desatendidas. Un
monasterio Jesuita, realmente bello, fue alquilado y funciona
como un hotel de cinco estrellas. La
antigua capilla pasó a ser su salón de
conferencias.
Personalmente me gustó el monasterio de las
carmelitas. Entré allí un día de semana muy
temprano, estaban por celebrar misa. Había bastante gente
y me llamó la atención que durante un día
laborar hubiese tantos fieles.
Ignoro el trabajo
apostólico de Cusco y alrededores, pero todos son
católicos. He notado que la gente es religiosa por
convicción y modo de ver las cosas más que por
cuestiones ideológicas o doctrinarias. El secularismo no
ha llegado a Cusco y mucho menos a la región de
Vilcabamba. Por otra parte, salvo grupos muy
pequeños del lugar, se muestran indiferentes a las nuevas
corrientes espiritualistas, como la New Age y
otros tipos de movimientos que se dedican a la búsqueda de
"energías" y cosas por el estilo.
Su cosmovisión religiosa es más antigua y
tradicional en el modo de expresarse. Una extraña
síntesis entre cristianismo y
viejas creencias. En ningún lugar vi presencia
evangélica protestante, aunque tuve noticias que
también están en la zona.
Creo que la gente de estos lugares no piensa tanto su
religión,
la percibe y la siente, así la viven. Me imagino que si
alguien fuera por allí con alguno de esos lemas religiosos
que vemos y oímos en nuestras iglesias no lo
comprenderían. Basta ver un atardecer en la región,
o el correr del río silencioso en lo profundo del valle
desde las montañas. No se necesitan palabras en ese lugar
para explicar la realidad.
Me llamó la atención, de regreso a Cusco,
cuando paramos con el micro en una cantina para cenar, ver un
cartel que decía: "No molestar con propaganda
protestante u otras sectas. ¡Viva la Virgen de Guadalupe!".
Jamás me hubiera imaginado encontrar un texto de estas
características en mi ciudad o incluso en mi país.
El dueño de la cantina, con quien conversamos unos minutos
antes de partir, era tan vivaz y entusiasta como el texto del
cartel, además de demostrar muy buenas dotes como
comerciante. Me pareció el perfil de un típico
hombre emprendedor y aventurero.
En la zona específica de la expedición no
vi en ningún momento la presencia de clérigos o
misioneros.
Saliendo de Quillabamba, en todo el trayecto, pasando
por los poblados más importantes de Lucma y Puquiura, y
más tarde por Changuire, Yubeni y Kiteni, la presencia de
la iglesia es
inexistente. Lo único que vimos fue una misión de
laicos de origen italiana denominada "Operación Matto
Grosso" que, además de Perú, abarca Ecuador,
Bolivia y
Brasil. Son
laicos voluntarios que juntan fondos y no reciben ningún
apoyo oficial de su país. Su objetivo es
que de la misión salgan algunos nuevos sacerdotes. Tienen
un colegio en Lucma y otro en Vilcabamba "La Nueva". Se trata de
colegios de internados, enseñándoles a los niños
artesanías diversas. Conversamos con algunos de los
italianos que nos invitaron a tomar un café en el colegio,
sitio en el que se practica una espiritualidad
salesiana.
Es de extrañar que a pesar de no distar
más de 200 metros entre la escuela local y
la misión italiana no tengan contactos entre
ambas.
Pancho nos comentó que por la región la
cuestión religiosa estaba abandonada pero se había
reactivado con la presencia de los italianos y que la gente del
lugar estaba muy contenta con ellos.
Recuerdo que en una breve travesía, como adiestramiento
previo para lanzarnos a la selva, recorrimos la zona de las
ruinas de Rosaspata, frente al poblado de Puquiura. Allí
encontramos una cabaña abandonada. Revisamos su interior y
Fernando halló en un viejo baúl dos libretas, que
tenían anotaciones religiosas. Parecían apuntes de
catequesis muy antiguos y mi compañero se las trajo
consigo para un posterior estudio.
En estas regiones, si bien es posible ser uno ateo, al
menos cabe replantearse la cuestión religiosa.
Sentí con mis compañeros cierta
emoción cuando arribamos a orillas del río
Urubamba, después de cinco o seis horas en camioneta, por
un peligroso sendero de cornisa. El Urubamba fue el río
sagrado de los incas. Más adelante, en el cruce de
Chaullay, lugar donde terminaba el dominio
español en el siglo XVI, Fernando recogió una
naranja que había en el suelo, la besó y nos la
pasó a nosotros. Hicimos lo mismo y luego la arrojamos al
río, siguiéndola con la mirada. Sabíamos que
esa fruta, simbólicamente, navegaría por el
río sagrado, atravesando el amazonas, hasta desembocar en
el océano Atlántico. Experimentamos un sentimiento
de identificación y comunión con la naturaleza. De
algún modo, nuestro espíritu viajaría con
aquella naranja hasta lo más profundo de la
selva.
Lo sagrado se impone casi sin que uno se dé
cuenta. No se trata de una religiosidad doctrinal, social,
masticada y requetemasticada por eruditos y teólogos. Se
trata de una religiosidad personal, existencial e intuitiva. La
experiencia que cada hombre tiene a solas, mano a mano con lo
sagrado.
Nuestro guía era uno de estos hombres. Quiero
citar algunas frases que tienen que ver con esto.
Antes de partir hacia el Abra de Qollpaqasa, a
más de 4000 metros de altura, paso obligado para dirigirse
a la selva, cuando le preguntamos cómo le parecía
que iría la expedición, Francisco dijo
tranquilamente: "El camino nos lo ha de decir". Para un
hombre que trabaja de guía, que viaja de aquí para
allá, el camino se vuelve una experiencia de vida,
adquiere un significado que trasciende el mero trasladado de un
lugar a otro.
Una persona tan atenta a su experiencia de vida,
precisamente, es allí en donde encuentra lo sagrado. Tal
es así que el mismo Francisco lo menciona, diciendo:
"Mi destino es el camino". De esa experiencia particular
elabora algo más universal y existencial.
En otra ocasión, en que pasábamos por
algunas dificultades, que por suerte solucionamos con ayuda de
otras personas, Pancho comentó: "En el camino de Dios
todos nos conocemos". Estas frases reflejan cierta vivencia
personal e intuitiva de lo sagrado.
Esa costumbre de usar sentencias, dichos o proverbios
casi se ha perdido en la Argentina, y con esto se ha perdido una
experiencia significativa trasmitida por generaciones pasadas,
reemplazándola en su lugar por un puñado de
sensaciones inconexas y un mundo mental de ideas preconcebidas
repleta de prejuicios.
La geografía, la tierra, cumple un papel muy
importante es toda esta expresión religiosa,
síntesis de antiguas creencias con el catolicismo. Esto se
expresa en la Pachamama. Lo que refleja en definitiva, es aquello
que cualquier hombre que ha experimentado la vida en la
naturaleza sabe: que tanto se presenta como generosa o terrible,
bienhechora o cruel. De allí que el hombre
pague su tributo a la Madre Tierra si quiere preservar su vida en
una travesía, para que los espíritus de las
montañas lo protejan, o bien en agradecimiento por los
beneficios que se extraen de ella.
No creo que sea sólo el lugar, con su inmensidad
de cerros y selva, también las vivencias de la gente
tienen que ver con esto. Sólo ellos saben realmente lo que
han experimentado en esas inmensidades abismales. Tanto es
así que Samuel, el profesor de Lucma, nos comentó
que es difícil la exploración porque la gente que
más conocimiento tiene le teme a los Apus y Aukis
(espíritus guardianes de las montañas). Creo que
estas creencias como otras similares ayudan a exorcizar los
peligros que esa geografía desmesurada plantea al hombre
que vive y se mueve en ella.
Naturaleza bella y peligrosa, lugares donde nadie se ha
aventurado, crean un clima especial
que seduce y hace temer al mismo tiempo, tanto al lugareño
como al aventurero. Pero cuando la seducción es muy
grande, entonces la aventura se hace impostergable.
Coco, uno de nuestros arrieros, nos contaba que hay
"osos" en los cerros, de un metro sesenta de alto, que cazan
ganado menor y, cargándolos sobre los hombros, los suben a
los árboles. Nosotros no le creíamos, pero basta
levantar la vista a esos cerros y observar la espesura de la
vegetación, y esa bruma constante sobre las
crestas de las montañas, para que uno termine por pensar
que en esos lugares puede haber "cualquier cosa".
Recuerdo nuestro campamento en Ututo. La niebla, a
medida que avanzaba la noche, fue descendiendo desde las cimas de
las montañas sobre el valle como un manto, al punto que en
un momento, a la luz de nuestro farol, podíamos mirar
nuestras sombras reflejadas en la niebla. Allí
estábamos, en esa naturaleza inmensa, bella, misteriosa y
peligrosa a la vez.
Para el final creo que no hay mejor modo de sintetizar
la cosmovisión de la gente de esta región que la
que brota de su propia fuente y perdura desde la antigüedad
a nuestros días.
Cuando por un desperfecto paramos en Chinchero,
estábamos atravesando el valle sagrado. Mientras
esperábamos reanudar la marcha caminamos por el lugar con
nuestro guía. Nos comentó que para los incas el
cóndor simbolizaba la comunicación, el puma el trabajo y la
serpiente la sabiduría. Creo que, independientemente del
acuerdo de los especialistas en este tema, dichas palabras:
comunicación, trabajo y sabiduría fue lo que
observé a lo largo de esta expedición en la gente
de la zona. Abiertos al diálogo, su comunicación
siempre es agradable y esencial. Trabajadores y luchadores
incansables, como lo revela esa cadena de hombres interminable,
ese hormigueo infatigable de personas que cubren todos los pisos
ecológicos y forma la inmensa red social y
económica, de subsistencia, pero inteligente, digna y
honrosa. Su prudencia, se refleja en saberse llevar por la
experiencia más que por ideas y teorías
sobre las que a menudo nos preguntamos cuál es su
base.
Tal vez, más allá de cualquier tipo de
aculturación y otros males que toda organización social tiene, supervive en
mayor o menor medida aquellos preceptos éticos que en
más de una ocasión nos comentó nuestro amigo
Enrique palomino que, según él, los incas
transmitían sin cesar: "No seas ladrón, no seas
ocioso y no seas mentiroso".
Esto no significa que dichos valores sean absolutos pero
sí que lo opuesto a ellos todavía son desviaciones
que no han alcanzado el rango de legitimidad social como
quizá, lo deja reflejar nuestro célebre tango
"Cambalache".
Quiero despedirme con un brindis, el mismo que
realizamos el día de la independencia del Perú,
acampando en Ututo.
Después de dar gracias a Dios, derramamos unas
gotas de nuestras bebidas a la tierra agradeciendo a la
Pachamama. Luego levantando nuestros vasos de campaña en
alto, agradecimos al padre Sol. Acto seguido los dirigimos hacia
delante, con nuestros brazos extendidos en símbolo de
amistad y, al final, los llevamos hacia nuestros pechos, junto a
nuestro corazón,
en símbolo de afecto y amor.
Entonces sí, bebimos en paz.
Eugenio Rosalini
Mar del Plata Julio de
1998
Por
Profesor Eugenio César Rosalini
Co-Director de la Expedición
Vilcabamba
Fernando Soto Roland