Importancia del capital social, en el proceso modernizador de nuestra sociedad chilena
- Capital Social, un concepto
inacabado - Desarrollo humano, capital
social y democracia - Desarrollo económico
versus desarrollo humano - La naturalización de lo
social - Nuestra diversidad
disociada - Solidaridad versus
individualismo - Capital social y
sociedad civil - Capital social y
democracia - Conclusiones
- Bibliografía
El presente trabajo, tiene
como propósito analizar la importancia del capital social
para el desarrollo
económico, social y cultural de nuestro país,
centrado en el ser humano, en el contexto del proceso
modernizador por el que atraviesa nuestra sociedad.
Ha sido desarrollado en dos partes. La primera entrega
en forma sucinta, el concepto de
capital social a partir de diversas visiones, desde
planteamientos centrados en contenidos ideacionales: normas, creencias
y valores, como
aquellos basados en conductas, relaciones sociales de confianza,
cooperación y reciprocidad (Klicksberg, 1999).
También, se entregan otras conceptualizaciones que dan
cuenta del capital social como un potencial que se desarrolla en
los períodos de invisibilidad del movimiento
popular (Salazar, 2001). Así como una visión
económico-social, más ligada a las prácticas
económicas de los agentes, actores sociales, y el poder de sus
redes (Bourdieu,
2001). Sin embargo, cabe señalar que, bajo estas distintas
visiones del capital social subyacen aspectos comunes, tales
como, lo comunitario, la convivencia, el consenso, la
participación y la solidaridad de
los grupos, para el
logro de los más variados requerimientos y
reivindicaciones sociales.
En nuestro país, está bastante en boga la
utilización del concepto de capital social, desde la
perspectiva de la definición de políticas
públicas en general, así como, en la lucha por la
superación de la pobreza, en
particular, tanto desde el Estado,
como desde las diversas Organizaciones de
la sociedad civil.
Sin embargo, en el ámbito político-partidista, no
ha habido una orientación real hacia el fortalecimiento
del capital social, como una forma de afianzar la democracia en
nuestro país. Por lo tanto, en este terreno, queda mucho
por hacer.
Desde el gobierno hasta la
sociedad civil, se intenta asumir los cambios producidos por
la
globalización y el proceso modernizador por el que
atraviesa nuestra sociedad, poniendo énfasis en el
desarrollo
centrado en la persona humana y
a partir de una postura mucho más reflexiva. Es decir, la
lógica
que han venido asumiendo los distintos gobiernos de la
Concertación, del crecimiento con equidad e
igualdad,
considera en el centro del desarrollo a las personas como un
potencial para el desarrollo económico, social y cultural
de nuestro país. En este contexto, el análisis de la importancia del capital
social, provee de una amplia y rica gama de posibilidades a dicho
propósito. Por este motivo, en la segunda parte de este
trabajo, he pretendido establecer una relación entre los
conceptos de desarrollo
humano, capital social y democracia, a través del
planteamiento teórico de diversos autores y diversas
miradas.
Lo señalado antes, ha sido expuesto a
través de los siguientes
sub-temas:
Desarrollo económico versus desarrollo humano:
En que se plantea el surgimiento de una nueva
visualización del desarrollo, a partir del fortalecimiento
de las capacidades competitivas y emprendedoras, pero respetando
la libertad, la
igualdad, así como los valores de
solidaridad y la diversidad de las personas. Además, se
señalan las dificultades de llevar a cabo esta tarea, al
constatar cómo el proceso modernizador por el que
atraviesa nuestro país, ha llevado a un deterioro de la
sociabilidad y a un aumento del individualismo, que se
manifiestan en una serie de problemas
sociales, que estamos viviendo y presenciando en nuestra
sociedad.
La naturalización de lo social: Bajo este
concepto se ha querido retratar el conformismo manifiesto, que
nuestra sociedad chilena muestra frente a
la situación de deterioro de la sociabilidad, mencionada
anteriormente. Este conformismo adquiere diferentes formas de
indiferencia, fatalismo e impotencia de las personas, por el
estado de
cosas existentes. Se plantean las dificultades para cortar los
fuertes lazos con la visión de un Estado-benefactor que
daba todo hecho y protegía de los embates de las crisis
económicas y sociales. Hoy, la modernidad impone
al Estado un proceso de transformación, centrado
más bien en el papel de moderador e impulsor de los
procesos de
cambios, cuyo protagonismo se va a centrar en el sujeto personal, actor
social.
Nuestra diversidad disociada: Se constata cómo
en nuestra sociedad, las diversas miradas y posturas personales
existentes, frente a los problemas y el quehacer social,
conforman una interesante heterogeneidad cultural. La tarea
consiste en potenciar el capital social que poseen,
uniéndolas en torno a un
objetivo
común, cual es, la elaboración y puesta en marcha
de un proyecto
común de país, que nos permita convivir en
armonía y a su vez incorporarnos exitosamente en la
comunidad
global.
Solidaridad versus individualismo: ¿Estamos
viviendo un proceso de individualización negativa o un
proceso de individuación basado en la confianza del
esfuerzo personal? En respuesta a ésta y otras
interrogantes relacionadas, se plantea el rescate de los valores
solidarios, para hacer frente al proceso desintegrador que se
visualiza en nuestra sociedad. Al respecto, se señala el
desafío que el Estado tiene por delante, como ente
coordinador, facilitador e impulsor de los procesos de
generación de nuevos valores, abriendo los espacios a la
participación ciudadana y al debate
público.
Capital social y sociedad civil: Se hace alusión
a los problemas reales de una parte importante de ciudadanos en
nuestro país, tales como el desempleo y la
pobreza, que
pueden atentar contra su capacidad reflexiva. En este sentido el
Estado tiene una tarea relevante como gestor de Políticas
Públicas, que permitan aminorarlos. Sin embargo, es
fácil caer en el clientelismo, que transforma a las
personas en meros demandantes de soluciones al
Estado, lo cual, resulta muy destructor de la potencialidad del
capital social, fortaleciendo la pasividad y las relaciones de
dependencia. Se plantea entonces, la importancia de potenciar el
capital social, estimulando la asociatividad y la
participación ciudadana.
Capital social y democracia: La relación se
establece desde la perspectiva del debate público como
actividad de suma importancia en la vida política de una
sociedad. Se analizan las diferencias del concepto de ciudadanía desde el Estado-nación
y ciudadanía a partir de los derechos individuales. Este
último es el que se intenta potenciar en nuestro
país, a través del fortalecimiento del capital
social, con el propósito de otorgar mayor autonomía
participativa a los ciudadanos. Sin embargo esta tarea implica,
también, una importante reestructuración de las
instituciones
del Estado. Se señala además, el malestar que la
gente ha dejado sentir hacia los políticos, producto de la
corrupción
denunciada en el último tiempo,
así como, la importancia del hecho que en nuestro
país, a diferencia de otros en Latinoamérica, aún se denuncia y se
ejerce justicia sobre
este problema social.
Finalmente, se entregan algunas conclusiones y reflexiones en
torno a la importancia de potenciar el capital social, para
lograr un verdadero desarrollo económico-social centrado
en la persona humana. Pero también, el énfasis debe
ser puesto en una "voluntad política" de parte de los
partidos
políticos y del gobierno que permita consolidar la
democratización de nuestras instituciones. Además,
se señalan algunas instancias organizacionales que se han
ido creando en el actual gobierno del Presidente Lagos, para ir
estimulando la participación y solidaridad ciudadana.
PARTE I: CAPITAL
SOCIAL, UN CONCEPTO INACABADO.
El concepto de capital social, ampliamente utilizado, tanto
desde una perspectiva sociológica, cultural,
económica o histórica, cobra gran relevancia en el
mundo globalizado en el que vivimos, a través de su
proceso modernizador. Especialmente en nuestro país los
gobiernos concertacionistas, cuyo lema ha sido el crecimiento con
equidad, han puesto de relieve el
desarrollo económico y social centrado en la persona
humana, por lo cual, la utilización teórica y
práctica de capital social, podemos verla reflejada sobre
todo en la definición de las políticas
públicas del Estado. El énfasis de estas
políticas ha estado puesto en hacer frente a los graves
problemas de pobreza, falta de equidad del producto social y
postergación económica, social y cultural de
importantes sectores de la población, intentando encontrar
fórmulas innovativas y eficaces que le permitan al
país, encaminarse hacia un desarrollo más
auténtico e integral para dar sustentabilidad a la
democracia como sistema de
convivencia.
Podemos aludir a diferentes acepciones del término,
tanto desde contenidos ideacionales tales como normas, creencias
y valores (Putnam, 1993 y North, 1990) como desde los aspectos
basados en la conducta y
organización social, relaciones sociales,
confianza, reciprocidad y cooperación (Coleman, 1990). En
este contexto, podemos definir capital social, como "…aquellos
rasgos de la
organización social como confianza, normas y redes que
pueden mejorar la eficiencia de la
sociedad facilitando acciones
coordinadas. Las relaciones de confianza personal llegan a
generar una confianza social o confianza generalizada (entre
anónimos) cuando prevalecen normas de reciprocidad y redes
de compromiso cívico. Estos
tres elementos circunscriben el capital social" .
Pero también existen otras visiones, como la de
Salazar, más ligada a la historicidad de los movimientos
sociales en nuestro país, específicamente del "bajo
pueblo". La tesis central
que sostiene Salazar en su investigación es que "… el capital
social, en tanto fenómeno social e histórico
–no como puro concepto- se origina, desarrolla y potencia en los
procesos que ocurren en los períodos de subsidencia o
"invisibilización" del movimiento popular, más que
en los episodios de emergencia" . De manera tal que, el capital
social como capacidad de sobrevivencia de los más
excluidos, "… tiende a surgir al interior de un proceso
determinado y después de un acto marginador
específico. Cada proceso, cada identidad
local, cada comunidad y cada grupo tiene un
capital social específico que está ligado a una
memoria social
específica ".
También desde la sociología, encontramos una visión
más económico-social del término, como la
planteada por Bourdieu, cuando señala la importancia de la
eficacia de
las "redes" o capital social, en el funcionamiento del campo
económico de las empresas: "…las
prácticas económicas de los agentes, y el
poderío mismo de sus ‘redes’ del que toma nota
una noción rigurosamente definida de capital social,
depende ante todo de la posición que esos agentes ocupan
en los microcosmos estructurados que son los campos
económicos". Por lo tanto, el capital social que cada
actor posee, es decir, el conjunto de redes sociales que puede
movilizar en provecho propio, va a hacer en gran medida la
diferencia con relación al poder económico que cada
uno tenga en su campo específico.
Esta amplia gama de visualización y utilización
del término capital social, nos permite verificar
también una cierta ambigüedad teórica,
entendiendo que es un concepto no acotado a un solo ámbito
del pensamiento
económico, social o cultural, sino que es utilizado por
todos ellos. Sin embargo, esta característica es la que a
su vez, permite su riqueza teórica y su amplia
aplicación práctica en investigaciones
tan diversas. Debemos reconocer, sin embargo, que bajo las
distintas acepciones del concepto de capital social, subyace lo
comunitario, la convivencia, el consenso, la participación
y la solidaridad de los grupos, como factores constitutivos de
las redes sociales que conforman y sustentan una determinada
sociedad y también, el poder demandante que esta
unión produce para el logro de requerimientos sociales de
la más variada índole.
En nuestro país, el aporte del concepto de capital
social ha sido restringido a dos ámbitos del quehacer
social, relacionados entre sí y que son la
definición de políticas públicas y la
exploración de las complejas dimensiones de la pobreza, a
fin de combatirla. En este sentido, la riqueza
teórico-metodológica del concepto, pierde otras
dimensiones igualmente válidas, como por ejemplo, en el
plano político. Potenciar el capital social, para el
fortalecimiento de la sociedad civil, dice relación con la
entrega de propuestas de desarrollo social y humano que
permitirían, también, ir consolidando la
democratización de las instituciones en nuestro
país. La integración y activa participación
ciudadana en las distintas organizaciones sociales y
comunitarias, permitirá ir fortaleciendo una red multicultural y
propositiva de alternativas económicas, políticas y
sociales al sistema de libre mercado, para el
cual, es mejor una sociedad desarticulada, que permite el
consumismo a ultranzas.
Sin embargo, el logro de la sociedad que queremos, sólo
es posible, si, como señala Touraine, "…la sociedad se
da por objetivo primordial incrementar su propia capacidad de
intervención aumentando su reflexividad, pero
también sus comunicaciones
internas, sus debates y sus mecanismos de decisión" . De
manera que, una sociedad civil organizada demanda al
sistema democrático que la rige, una mayor
democratización institucional, desde el punto de vista
social, económico y cultural. A su vez, el Estado
democrático podrá obtener de la sociedad civil que
gobierna, mayores niveles de participación en todos los
ámbitos de la vida social.
PARTE II: DESARROLLO
HUMANO, CAPITAL SOCIAL Y DEMOCRACIA.
Señalaba anteriormente la importancia de potenciar el
capital social para la obtención de una mayor
participación ciudadana, que permitiera fortalecer la
sociedad civil y sus redes multiculturales. Sin embargo, el logro
de un objetivo que resulta tan loable y enriquecedor para el
crecimiento de nuestra sociedad, significa un arduo trabajo, ya
que, tiene que ver con un proceso cultural de toma de conciencia,
mediante la reflexión acerca de que país queremos
construir, no sólo para hoy sino que también para
legarlo a las generaciones futuras.
En este sentido, he querido ligar los conceptos de Desarrollo
humano y Democracia al de Capital Social, poniendo a éste
último en el centro. Creo que sólo es factible el
logro de una real democratización de nuestras
instituciones jurídicas, políticas,
económicas y sociales, si somos capaces, primero, de
crecer y desarrollarnos como seres humanos reflexivos, dejando en
un segundo plano el consumismo exacerbado, que obnubila nuestra
capacidad de darnos cuenta y pensar realmente, cual es el
país que queremos construir, para sentirnos realmente
orgullosos de llamarnos chilenos.
Desarrollo
económico versus desarrollo humano.
En el contexto de los grandes cambios económicos y
tecnológicos que nuestro país ha experimentado en
los últimos años, se constata una tendencia desde
la sociología y asumida (al menos en teoría)
por el actual gobierno, a una redefinición del concepto
tradicional de desarrollo económico y social a partir del
"Estado Benefactor" o desde el neoliberalismo, hacia una nueva perspectiva
reflexiva que ha sido denominada "Nuevo Progreso". Esta entiende
"…la libertad y la igualdad, el sentido de comunidad o unidad y
el respeto al
pluralismo y la diversidad, como valores cuya articulación
virtuosa produzca la capacidad de competencia y de
emprendimiento individual y colectivo, además de la
inclusión, protección y sentido de pertenencia a
una sociedad común. Sólo al dejar de ver el mundo
como un gran mercado, podremos ser capaces de crear un medio
caracterizado por la solidaridad y la confianza" . De manera tal
que, el desarrollo económico que como país se ha
logrado, debiera constituirse en un medio para permitir el
desarrollo cultural, social y humano que necesitamos. Al
respecto, resulta muy atingente señalar la importancia de
la superación del yugo que impone el poder
económico y su lógica neoliberal, al desarrollo
socio-cultural, de lo contrario ¿cómo puede haber
propuesta de identidad cultural?
En este sentido, "el Nuevo Progreso" supone que la
inserción en una economía de mercado
debe ser asumida con un sentido de responsabilidad social, de modo de generar
–a largo plazo- crecimiento, estabilidad y pleno empleo,
promover la justicia social y proteger el medioambiente. Esta
visión de una economía rigurosamente gestionada y
orientada hacia el progreso humano debe generar oportunidades
para todos, responsabilidad de todos y comunidad entre todos" .
Ya que hemos crecido económicamente, que este crecimiento
permita también ‘financiar’ el crecimiento
sociocultural de toda la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, asumir esta nueva perspectiva en la
práctica resulta una ardua tarea, ya que, el proceso
modernizador por el que atraviesa nuestro país, tanto en
el plano económico como social y cultural, está
llevando a nuestra sociedad a un deterioro de la sociabilidad y a
un aumento del individualismo, que se manifiesta como
señala el PNUD, en "… un alto grado de desconfianza, una
asociatividad precaria, la descomposición de las
identidades colectivas tradicionales e incluso cierto
debilitamiento de la cohesión intergeneracional en
la familia. Lo
anterior se expresa en lo que algunos han llamado
patologías del vinculo social (…) como la violencia
intrafamiliar, la violencia
sexual, la toxicomanía, los actos de incivilidad y
desborde anómico, el aumento de la delincuencia
juvenil, entre otras" .
De manera tal que, fortalecer el capital social a
través de un mayor incentivo a la participación
ciudadana en nuestro país, se vuelve una tarea prioritaria
del desarrollo humano. "Cuidar y profundizar las distintas formas
de sociabilidad, promover las relaciones de confianza y
cooperación, en fin, fortalecer el vínculo social
entre las personas, parece ser el modo más eficaz de
devolverles (a individuos y colectividades) el protagonismo que
requieren". Además, es importante que aprendamos a
escucharnos y a ponernos en el lugar del otro. Esto que parece
tan de sentido común, resulta crucial para potenciar el
desarrollo humano. En este sentido, "…una condición
básica para el diálogo
social, es sin duda, la utilización del ámbito
público. Sólo en este espacio a la vez abierto y
compartido, las personas pueden elaborar el lenguaje y los
códigos interpretativos capaces de dar cuenta de lo que
les pasa" . Habrá que volver a potenciar la "polis", como
espacio de debate, encuentro y consensos; como el lugar de la
sociedad donde se tomaban decisiones políticas y sociales
pero que hoy, lamentablemente, ha desaparecido gracias a la
globalización.
Al respecto e insistiendo en que el desarrollo
económico debe ser un medio para el desarrollo social
y cultural de nuestra sociedad, resulta fundamental que se
destinen esfuerzos tanto económicos como sociales para
llevar a cabo en la práctica estas tareas, que como
planteamiento teórico parecen muy loables, pero si
sólo quedasen en el papel, resultarían
inútiles.
La naturalización
de lo social.
Resulta revelador y preocupante constatar a través del
Informe del
PNUD/2000, que nuestra sociedad chilena ha ido profundizando el
deterioro de la sociabilidad y aumento del individualismo, al que
se hace mención en el Informe del año 1998,
expresado mediante un cierto conformismo con la situación
económica y las diferencias sociales, aceptándolas
como algo natural. Este hecho, se vería reflejado en "…
una concepción conservadora de las relaciones sociales:
‘siempre fue así y no hay nada que hacer’. El
arraigo que exhibe esta ‘naturalización de lo
social’ sugiere que los principales obstáculos al
desarrollo de Chile podrían ser de orden cultural.
¿Cómo podría haber un proyecto exitoso de
país mientras que una visión naturalizada de las
cosas paraliza la energía creadora de los chilenos?" .
Resulta atingente aludir aquí, a la ácida crítica
de Moulian al consumismo exacerbado y alienante, pero
también al conformismo como la otra cara del consumismo e
"… hijo putativo de la ‘naturalización’ del
mundo actual que realizan las ideologías dominantes,
declarándolo protegido de la historicidad. Ese conformismo
toma numerosas formas. ¿Para que criticar un mundo que no
se puede cambiar?, preguntan los conformistas-fatalistas.
¿Desde donde criticarlo, con qué fundamento si se
han derrumbado los grandes relatos y no existe ética
universal? plantean los conformistas relativistas. Unos y otros,
por motivos diferentes, se parapetan en la impotencia"
El "abandono" de la visión del gran padre
Estado-nación,
como el que señalaba lo que era válido, consensual
y aceptado por todos, se manifiesta en la nostalgia por la
pérdida de los grandes ideales y los valores
morales de una sociedad reunida en torno a ideas colectivas.
Escenario que se ha transformado en una individualización
y desintegración manifiesta de lo social. Hoy sin embargo,
debemos repensarnos lo social, ya no desde los grandes ideales
colectivos, sino desde el sujeto como actor social, en cuanto se
relaciona con un otro, pero también como aquel que lucha
contra la degradación y reducción de la sociedad a
la lógica del mercado. En este sentido, el papel del
Estado ahora, está en abrir los espacios, facilitar los
recursos y
potenciar a los actores sociales, como incentivo para la entrega
de propuestas e ideas nuevas, con el propósito de lograr
la construcción de una cultura
identitaria, que nos permita reconocernos como chilenos.
Es importante lograr una ‘amalgama social’, que
nos facilite el identificarnos frente a nosotros mismos y frente
al mundo, pero además, nos permita acuñar un
principio de unidad, es decir, de integración de las dos
caras de la modernidad: por una parte las tendencias de la
economía y por la otra la sociedad y la cultura. Al
respecto cabe aludir a los resultados del Informe del PNUD/2000,
que señala que en nuestra sociedad existiría una
"diversidad disociada", lo cual, podría parecer
preocupante si lo interpretamos, simplemente, como una
disgregación y debilitamiento de las relaciones y redes
sociales. Sin embargo, al efectuar una real valoración de
nuestra diversidad, en un mundo globalizado, en que se privilegia
especialmente la heterogeneidad por sobre la homogeneidad
cultural y social, "…puede haber una multiplicidad de Nosotros,
muchas veces contrarios entre sí, siempre que existan
vías de comunicación y traducción entre los diferentes colectivos.
El problema no radica en la variedad sino en la capacidad para
poner a conversar y compartir a los diferentes Nosotros" . En
esta valoración esta la apuesta para potenciar nuestro
capital social, conformado por una gama diversa de formas de
sentir, de pensamientos, de posturas y visiones de nuestra
sociedad.
Pero falta lo más importante, que consiste en
articularlo y amalgamarlo para lograr un cemento
sociocultural, suficientemente resistente a los embates de una
globalización que, más bien, ha traído el
desarraigo del sistema social. Sin embargo, "la
globalización no anula la urgencia de un proyecto de
país en Chile, más bien lo vuelve doblemente
urgente: por la propia convivencia y por la necesaria
incorporación en la comunidad global", no sólo
desde el punto de vista económico, sino que también
cultural, ya que, "…la globalización es un hecho
cultural que provoca transformaciones en la cultura" .
He ahí la gran paradoja del proceso de
modernización por el que atraviesa nuestro
país.
Nos insertamos económicamente en el mundo globalizado e
incluso con cierto éxito y
reconocimiento mundial, pero ¿cómo están las
cosas en casa, desde el punto de vista de nuestra convivencia
social? ¿realmente somos felices, estando tan disgregados?
¿estamos perdiendo los valores solidarios tradicionales en
nuestra sociedad? Este es el desafío entonces, que tenemos
como país: aunar esfuerzos para reconocernos y
reencontrarnos con nuestra historicidad y nuestras propias
subjetividades individuales, para crear un imaginario de
país que nos permita "sentirnos" chilenos.
Solidaridad versus
Individualismo.
Resulta atingente aquí, aludir a los valores de la
solidaridad, tan caros a nuestra sociedad y que hoy en día
están en juego, por la
implantación de un mayor individualismo, producto del
proceso de globalización que se deja sentir en el mundo
entero. El cambio
generalizado que se está produciendo, desde la
preocupación por la generación de solidaridad e
igualdad a partir de los Estados-nacionales (lo cual ha ido
retrocediendo desde finales de los setenta) hacia un mayor
pluralismo cultural, proliferando estilos de vida diferentes,
¿significa que estamos cayendo en un individualismo
negativo?. Al respecto Giddens se pregunta: "¿Qué
es exactamente el nuevo individualismo? ¿Qué
relación tiene con el papel creciente que juegan los
mercados?
¿Estamos presenciando el nacimiento de una
generación del "yo", que genera una sociedad del "yo
primero" que inevitablemente destruye los valores comunes y las
preocupaciones públicas?"
Las respuestas que ofrece, sin embargo, son más
optimistas que el sentir de sus preguntas, al plantear que es
posible vislumbrar mas bien, un individualismo
institucionalizado, el cual si "…no es igual a
egoísmo, representa una amenaza menor para la solidaridad
social, pero sí implica que tenemos que buscar nuevos
medios de
conseguir esa solidaridad". En este sentido, se plantea al Estado
un gran desafío en la transformación hacia el
desarrollo de un papel mucho más de coordinador,
facilitador o impulsor de los procesos de generación de
nuevos valores, más que de la realización de
acciones de tipo vertical o de apego a las tradiciones. La
misión
del Estado entonces, va a ser potenciar el capital social,
abriendo los espacios reales para ampliar la participación
de la ciudadanía, especialmente y como ya
mencionáramos anteriormente, a través de la
utilización del ámbito público, como espacio
de debate, encuentros y consensos.
Sin embargo, la pregunta que cabe al respecto es
¿cómo fortalecer la dimensión social de la
individuación? especialmente, considerando que uno de los
rasgos más sobresalientes de la sociedad chilena, es el
acelerado proceso de individualización. "Una primera
aproximación a estas tendencias sugiere que en Chile
existiría una individualización acompañada
de privatización. Las personas parecen ganar
un grado mayor de autonomía individual mediante su
retracción de los ámbitos sociales (…) ello
podría debilitar la vida social y, por ende, la
sustentabilidad del Desarrollo Humano" . Sin embargo,
también hay una gran autoconfianza en lo que se pueda
obtener mediante el esfuerzo personal, más allá del
paraguas del Estado, lo cual, es muy valioso para la
consideración del individuo como
sujeto social creador y proponente de iniciativas frente a su
comunidad y frente al Estado.
Lamentablemente, esta capacidad basada en la autoconfianza del
esfuerzo personal, esta bastante restringida al plano
económico y material, más que a la acción
colectiva. En este sentido, "…la asociatividad de los chilenos
habría disminuido en comparación con lo
años’60, e incluso, en relación con el auge
de las organizaciones sociales de los años’80". Se
ha producido un vacío motivacional en las personas, que no
les permite encontrar razones válidas para la lucha por
reivindicaciones colectivas.
Por tanto, la alternativa que se plantea al respecto, es
potenciar la capacidad reflexiva tanto de individuos, como de
colectividades, para reconstruir el lazo social que los contenga,
considerando que "…la tendencia de las organizaciones modernas
a rechazar todo criterio exterior a sí mismas para la
definición de sus prioridades, es una de las causas
más relevantes del debilitamiento de la subjetividad
colectiva" . Pero también es importante señalar
que, no todos los individuos tienen la capacidad para tomar
conciencia del significado de desarrollar un proceso reflexivo,
en pos de lograr una sociedad más participativa,
más solidaria e igualitaria para todos. Este aspecto
considerado como relevante en nuestra cultura, cobra especial
interés
al respecto.
Cultura es también "…preguntarse y comprender la
propia convivencia, las experiencias compartidas, las diferencias
que dividen, y especialmente darle forma a la aspiración
de convivir gracias a la pluralidad de historias y modos de vida"
. Touraine nos entrega una visión más centrada en
el individuo, como "sujeto personal" reflexivo, quién
deberá llevar a cabo el proceso de integración
social, más allá de las reivindicaciones sociales o
culturales a las que éste pueda acceder: "…hay que dar a
cada individuo la capacidad de combinar en su vida personal las
fuerzas que parecen enfrentarse en el plano mundial; lo que no
lleva a defender un individualismo indiferente a los asuntos
públicos, sino al contrario, a fortalecer la
intervención de los actores sociales en la vida
pública". En nuestra sociedad, para desarrollar el
potencial reflexivo y propositivo de cada individuo, el papel del
Estado va a estar centrado en fortalecer y dinamizar a las
organizaciones de la sociedad civil. En este sentido, resulta
fundamental la integración de los individuos en la vida
pública, ya sea, a través de las distintas
organizaciones sociales comunitarias o de los partidos
políticos.
Capital social y sociedad civil.
Señalábamos la importancia de potenciar la
reflexividad de los individuos para fortalecer el capital social
y por ende la sociedad civil. Lamentablemente en nuestro
país, aún subsisten niveles de pobreza y exclusión
social, para un sector importante de la población, sin
dejar de reconocer que, en las últimas décadas los
gobiernos han hecho un significativo esfuerzo por acabar con
estos problemas
sociales. Sin embargo, ¿cómo pueden estas
personas reflexionar acerca de la participación ciudadana,
si escasamente sobreviven ellos y sus familias?
En este sentido, surgen otros problemas relacionados con la
pobreza y la exclusión social, como el desempleo que
produce angustia y desesperanza en las personas, que permite
especialmente el repliegue sobre sí mismos, así
como el alejamiento de cualquier instancia participativa, como no
sea ver en ella, alguna posibilidad laboral y por
ende de ingresos. El
desempleo produce desazón, porque obstaculiza el acceso a
los mercados de consumo y
destruye los proyectos de
futuro. "Estos obstáculos se refuerzan unos a otros,
configurando círculos perversos regresivos". Este tipo de
exclusión aparece más ligada al fenómeno de
la globalización. A diferencia de los sectores excluidos
de la era industrial, como los pobres, los obreros o los
débiles quienes tenían una relación
asimétrica con el poder, en la actualidad los excluidos
son los que sobran: no tienen acceso a la tecnología de
avanzada, a mejores niveles de educación, etc., es
decir, están en un mundo sin relación con el mundo
de los incluidos, por tanto, quedan al margen de la
globalización.
El Estado juega un papel relevante en la disminución
del desempleo y la pobreza, estimulando la inversión pública y privada, pero
también, efectuando una redistribución del ingreso
eficiente y equitativa que permita elevar la calidad de
vida de la población. Al respecto el Banco Mundial,
establece una importante diferencia entre países
desarrollados y en desarrollo: "…El gasto
público representa en estos momentos casi la mitad del
ingreso total en los países industriales, y
aproximadamente la cuarta parte en los países en
desarrollo. Pero ha sido precisamente este incremento de la
influencia estatal lo que ha dado lugar a un cambio de
orientación: lo que importa ante todo no es lo
cuantitativo sino lo cualitativo, no la mera magnitud del Estado
y el ámbito de sus intervenciones sino su eficacia para
atender las necesidades de la población".
En este sentido en Chile, las políticas
públicas se están orientando hacia potenciar
la
educación, "…como instrumento fundamental del
crecimiento
económico, la equidad social y la realización
personal de los individuos. La educación provee lo que se
denomina los "códigos culturales de la modernidad", la
formación ciudadana y la preparación para el
mercado laboral". Sin embargo, "…el crecimiento no puede
identificarse tan simplemente con el desarrollo, por cuanto ya no
es por sí mismo creador de empleos ni genera
integración social. A su vez, la dimensión
productiva puede entrar en contradicción con la
dimensión medioambiental o la integración ciudadana
o la igualdad social o la identidad cultural y también
algunas de estas dimensiones presentan contradicciones entre
sí".
Sin embargo, en un primer análisis de la
relación Estado-sociedad civil, es fácil caer en lo
que se denomina clientelismo, el cual, puede ser muy destructor
del capital social y su potencialidad, fortaleciendo la pasividad
y las relaciones de dependencia. En este sentido, "…el
clientelismo paternalista debilita el capital social comunitario
porque los beneficios ofrecidos (por parte de la
institucionalidad estatal y/o privada) cobran primacía
sobre las demandas de la comunidad (…) percibidas como una
peligrosa tendencia hacia la autonomía. Además, la
debilidad de la institucionalidad comunitaria y su falta de
autoridad
frente a individuos y grupos, permite el control de la
comunidad por parte de facciones minoritarias" .
En definitiva, es importante señalar al respecto que,
más allá de los problemas de pobreza y desempleo,
la exclusión social no esta únicamente ligada al
plano económico, sino que tiene otras facetas interesantes
de estudiar para hacerles frente y poder estimular en las
personas la participación social. La apatía, los
prejuicios, la timidez o el cansancio por largas y agotadoras
jornadas laborales, pueden significar también motivos de
auto-exclusión importantes, que debiliten la
participación ciudadana, en el ámbito local, ya
sea, poblacional, comunal o regional, en nuestro país,
como una manera de potenciar el desarrollo humano y las redes
sociales para fortalecer la capacidad de propuesta de la sociedad
civil.
En este sentido, mencionábamos anteriormente el
individualismo que puede ser contrario a la solidaridad, pero
también, puede ser muy provechoso si se reconstruye un
lazo social que una la más diversa gama de
individualidades. Habrá que fortalecer las relaciones de
confianza mutua entre las personas, así como la
cooperación cívica, ambas, "…son tanto un recurso
para el Desarrollo Humano Sustentable, como uno de sus más
valiosos resultados" .
Lo anterior, puede ser llevado a cabo, potenciando las
capacidades que posee cada cual, para desde su propia
visión de mundo y acervo cultural, intervenir en la vida
social, conformando un ‘Nosotros’, como lo ha
denominado el PNUD en sus informes y
asumido el actual gobierno, para el desarrollo e
implementación de instancias participativas de
voluntariado. Resulta atingente aludir aquí, al concepto
de asociatividad, como la capacidad de las personas para
propender a la incorporación voluntaria y no remunerada a
alguna organización de individuos o grupos que establecen
un vínculo explícito, con el fin de conseguir un
objetivo común . La asociatividad viene a ser la cara
más visible del vínculo social, manifestado en la
práctica, a través de la multiplicidad de
organizaciones sin fines de lucro. Abarca también otras
formas organizativas cuyos fines pueden ser tan diversos, como
los clubes deportivos, los partidos políticos o las juntas
de vecinos. "Incluso, puede decirse que forman parte de este
conjunto grupos y organizaciones que carecen de personalidad
jurídica, aunque ello, dentro de nuestro ordenamiento
legal, limita considerablemente sus posibilidades de
actuación en la vida pública"
Al respecto, cabe aludir a la relación que se establece
entre lo público y lo privado. En el amplio marco de
actividades que se desarrollan, a través de este
heterogéneo mundo de las organizaciones de la sociedad
civil, lo público "…deja de referirse sólo a los
asuntos primariamente estatales y lo privado refleja el quehacer
de individuos y grupos que no buscan primariamente la
satisfacción de sus intereses particulares, sino los de la
colectividad, o de segmentos de ella que requieren su atención por razones de solidaridad,
participación ciudadana, o equidad social" . Por lo tanto,
la relación entre lo público y lo privado adquiere
otras dimensiones y significados en la actual sociedad. Las
reivindicaciones sociales ya no se restringen a lo
económico y político, sino que se trasladan a temas
más culturales, tales como, medioambientales, de género,
étnicos e incluso adscritos al ámbito de la
salud, como los
movimientos en pro de los enfermos de SIDA o personas
afectadas por el
cáncer.
Desde el punto de vista de la actividad política, el
capital social resulta esencial, pues permite potenciar el debate
público y la capacidad de propuesta de la sociedad civil
hacia los políticos. En este sentido, la gente y los
actores políticos, constituyen una instancia importante de
la vida política. Las otras instancias, están
constituidas por el Estado, como el que dirige la sociedad y el
régimen político, que tiene la misión de
resolver las divergencias que se producen entre la sociedad civil
y el Estado, el gobierno y la institucionalización de
conflictos y
demandas sociales. Esta relación entre la gente y el
Estado se denomina ciudadanía .
Touraine, establece una diferenciación entre
ciudadanía en el contexto del Estado-nación y
ciudadanía en el sentido de los derechos del individuo. En
el primer sentido, "…la ciudadanía lleva en sí la
idea de conciencia colectiva, de voluntad general. Para ella la
sociedad política es el ámbito de la libertad y la
igualdad, mientras que la sociedad civil está dominada o
bien por la tradición o los privilegios, o bien por el
interés particular y, en consecuencia, la amenazan la
violencia y el caos". En el sentido de los derechos de los
individuos, ciudadanía se entiende "…no en tanto miembro
de la sociedad política sino como Hombre, en el
sentido de los Derechos del Hombre y del Ciudadano" .
En el contexto del proceso modernizador que experimenta
nuestro país, la tendencia es a considerar la
ciudadanía en el sentido de los derechos de los
individuos, como ciudadanos. Se intenta que la sociedad civil,
"… asuma responsabilidades cada vez más
autónomas, en un marco institucional consensuado, que
garantice los derechos y deberes y limite cualquier poder
arbitrario" . Desde luego, esta postura implica "…la
reestructuración de diversas instituciones
políticas, sociales y culturales y la consiguiente
transformación de nuestra sociedad" . Además, este
esfuerzo conlleva cambios culturales importantes en las formas de
pensar la política y el mundo de las relaciones sociales,
para toda la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, existe un malestar y desinterés
generalizado en la sociedad chilena, con relación a los
temas políticos. Además, "…la medición del interés político
es controvertida, porque resulta difícil establecer lo que
la gente entiende por política. Puede tratarse tanto de
las políticas económicas y el plan regulador de
la comuna, como de los derechos humanos
y la legalización de la marihuana" ,
predominado de todos modos, el tema económico. Asimismo,
aún cuando exista un distanciamiento de parte de la gente
hacia la política, igualmente predomina un apoyo
mayoritario a la democracia, frente a otros regímenes
políticos.
Debemos reconocer sin embargo, que en nuestra sociedad ya no
estamos frente al esquema de participación
político-partidista, típico del período
pre-régimen militar. Se trata de un sistema partidario
sociocultural, "…más orientado a la integración
que la protesta y la reivindicación, y referido a
contenidos y significados diferenciados de modernización y
democratización" . En este contexto y aún cuando la
militancia político-partidista es bastante baja en nuestro
país, se establece una relación mucho más
integral entre participación ciudadana, capital social y
asociatividad, la cual tiende a estar mucho más ligada a
la valoración de los sueños y también a un
mayor grado de capital social .
Además, existen sentimientos generalizados en la gente,
por una parte, frente a la ausencia de un liderazgo
político fuerte y representativo, que despierte confianza
y anhelos de futuro. Por otra parte, una resignificación
de la política en términos de una "política
a escala humana",
que acoja la participación ciudadana y que se preocupe de
los problemas de la gente, más allá de las antiguas
divisiones derecha-izquierda centradas en discursos
abstractos, que ya no sirven para resolver los actuales problemas
sociales . Lo cual, no significa un abandono de los valores, sino
por el contrario, refuerza aún más la necesidad de
reivindicar la vocación de servicio que
todo personero público debiera tener. He ahí,
también, un capital social sumamente fecundo que debiera
potenciarse y fortalecerse, para reivindicar la política
como un espacio de debate y propuesta legislativa de la
ciudadanía a los poderes del Estado, consolidando la
democracia.
Por lo tanto, para el cambio de escenario desde el punto de
vista político, resulta determinante la relación
entre capital social y democracia. Lamentablemente, el sistema
político-partidista chileno, no se encuentra en su
mejor pié respecto de las confianzas de la gente. En este
sentido, los medios de
comunicación y la Iglesia
Católica, aparecen mejor evaluados en las distintas
encuestas de
opinión, que El Parlamento. Considerando esta
situación, es de suma urgencia que los partidos
políticos lleven a cabo una tarea de redefinición
de su ‘filosofía política’, en el
sentido de ir poniendo en un primer plano los temas realmente
importantes de solucionar, centrando la discusión en lo
que el país necesita, para ir logrando un desarrollo
económico social y cultural centrado en las personas, que
permita un verdadero crecimiento con equidad para nuestro
país.
Cabe aludir a los variados problemas de corrupción política que se han
dejado ver en el último año. Sin embargo, es
importante señalar que, aún en nuestro país
los problemas de corrupción se denuncian y se ejerce
justicia sobre ellos. Este accionar, es sano y bien mirado desde
el exterior, especialmente desde los países desarrollados,
quienes realizan análisis en base a índices
económico-sociales de los distintos países,
situando a Chile en lugares destacados; además con quienes
se ha gestionado exitosamente, acuerdos de índole
económica. Consideremos que en Colombia,
Perú o Venezuela, por
citar algunos ejemplos, la corrupción política ha
pasado a formar parte de la cotidianeidad y ya ni siquiera se
denuncian.
Consolidar la democratización de nuestras
instituciones, logrando un crecimiento sustentable social y
culturalmente, es tarea de todos, tanto de la sociedad civil en
su conjunto, como de sus gobernantes. En este sentido, potenciar
el capital social incentivando a la integración y activa
participación ciudadana en las distintas organizaciones
sociales y comunitarias, permitiría ir fortaleciendo una
red multicultural
y propositiva de alternativas económicas, políticas
y sociales al sistema de libre mercado, para el cual, es mejor
una sociedad desarticulada, que permite el consumismo a
ultranzas. Además, el logro de una democracia de calidad, con
énfasis en el desarrollo humano, va a permitir mayor
igualdad tanto económica como social y cultural,
participación y equidad para todos.
En nuestro país ha habido un avance significativo en
materia de
desarrollo económico pero también, en los temas
sociales y culturales. Los índices macroeconómicos
así lo señalan. Sin embargo, la apuesta por un
nuevo progreso centrado en la persona humana, no es tarea
fácil de llevar a cabo, especialmente cuando para lograrlo
apelamos a la capacidad reflexiva de las personas.
Esta debiera permitir, llevar a cabo un proceso de toma de
conciencia de la responsabilidad
social que tenemos todos y cada uno, en la
construcción de un país participativo, solidario,
sin pobreza, es decir, un país que acoja realmente a sus
ciudadanos y ofrezca oportunidades reales de desarrollo
económico, personal y social, para todos. Pero
también es importante, que exista una "voluntad
política" de parte de los partidos políticos y del
gobierno, que permita consolidar la democratización de
nuestras instituciones.
Por lo tanto, potenciar el capital social existente en nuestra
sociedad, es también una apuesta como país. La
cual, en términos concretos debiera manifestarse en elevar
propuestas de desarrollo social, cultural y económico,
desde la sociedad civil, que nos permitan insertarnos
armónicamente en el mundo globalizado, pero sin dejar de
lado nuestras propias reivindicaciones culturales y sociales,
para avanzar hacia una sociedad moderna. En este contexto, ya
existe un nivel importante de trabajo social,
en diversos ámbitos, a través de los fondos del
gobierno, licitados especialmente por las Organizaciones No
Gubernamentales. Sin embargo, en Chile, no se ha desarrollado el
potencial de las personas en términos de estimular
el trabajo
voluntario, que en otros países, como EE.UU por ejemplo,
es bastante importante para el fortalecimiento de los valores de
solidaridad, estrechar los lazos de confianza e incentivar la
participación e integración social.
En la práctica, el gobierno a través de la
Secretaría General de Gobierno, ha creado este año,
el "Programa de
Fomento al Voluntariado", con el propósito de ir
potenciando esa capacidad reflexiva en las personas, que permita
valorar el trabajo voluntario en beneficio de los sectores
más desposeídos. Muchos profesionales y
técnicos pueden entregar sus conocimientos en los
quehaceres más variados hacia quienes, más que
ayuda material, necesitan otras herramientas
basadas en estos conocimientos como estímulo al desarrollo
de sus capacidades emprendedoras. Elevar la calidad de vida de
toda la población, potenciando su capital social, va a
facilitar el camino hacia un crecimiento sustentable, con base en
la persona humana, que nos lleve a insertarnos en un mundo
globalizado, culturalmente diverso y cosmopolita.
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EDITH REBOLLEDO MOLLER
Socióloga.
UNIVERSIDAD DE CHILE
Facultad de Ciencias
Sociales – Escuela de
Postgrado
Departamento de Sociología