- Dialéctica del Sujeto,
Sus dos componentes constitutivos - Sujeto para
Descartes - Sujeto para
Hegel - Algunos aportes de la
Teoría Lingüística - Conclusiones preliminares
sobre la Dialéctica del Sujeto - Nociones básicas sobre la
Representación - Aplicación al quiebre
representante – representado - La Crisis de
Representación - Conclusión
- Bibliografía
El objetivo del
presente trabajo es
explicar la crisis de
representación en la actualidad introduciendo, entre otras
dimensiones, los conceptos de la dialéctica del
sujeto.
Con ese motivo se incorporarán los conceptos y
premisas generales de la dialéctica del sujeto, que
incluye los componentes: sujeto y objeto (éste como algo
distinto del primero).
En este punto se esbozarán las principales
concepciones del sujeto, desde su reconocimiento cartesiano,
hasta la concepción que de éste declara el psicoanálisis, pasando por la idea
hegeliana de sujeto, como así también algunas
inferencias sobre la teoría
lingüística relacionadas con el
tema.
Esta distancia entre sujeto y objeto servirá para
introducir, en el concepto de
representación, una distancia necesaria entre
representante y representado. Se aducirá que esta
distancia es insalvable, dado el quiebre entre ambas partes, y la
consecuencia que ese quiebre acarrea sobre la
representación política.
Esa distancia será una de las causas para la
decadencia de la representación política en la
actualidad. Pero por otra parte, para completar estas sentencias
se incorporará una descripción histórica del avance de
la representación política en la época
contemporánea, que abarcará desde la democracia
parlamentaria hasta la que actualmente pertenece a nuestro
sistema
político, pasando por la democracia de masas.
Además de un acercamiento general sobre estos tipos de
representación, se adicionará de manera
básica el tamiz que dichas condiciones cobran en la
realidad Argentina, teniendo en cuenta las condiciones del
contexto histórico en el cual cada una de dichas
situaciones toman lugar. La última de las etapas, la
democracia representativa, será analizada con
detenimiento, debido a que es la que en actuales momentos
enfrenta un conflicto
profundo.
Se agregará otra de las causas de la crisis de
representación (además de la distancia entre
representante y representado y la decadencia de la democracia
representativa). Esta otra causa se abordará desde
términos psicoanalíticos, que serán
incorporados para demostrar la falta de líderes en la
actividad política actualmente. Se argumentará que,
a diferencia de lo que sucedía en décadas
anteriores, cuando las personas se sentían identificadas
con personajes importantes (los que consideraban como superiores)
en la actualidad las personas alaban otros ídolos
(estrellas del deporte, la música, etc.), que
distan mucho de reunir las características de los
anteriores. En tiempos actuales hay una tendencia a sentirse
identificado con personajes que se toman del bombardeo
informativo emitido por los medios de
comunicación.
Aspectos adicionales de nuestra realidad moderna
serán tenidos en cuenta debido a su pertinencia para el
estudio. Estos y otros datos de cobrada
actualidad le darán al análisis una forma acabada y completa y
llevarán a entender muchas de las situaciones que
enfrentamos, desde nuestro lugar, con relación al
tema.
Dialéctica
Del Sujeto, Sus Dos Componentes Constitutivos
Para comenzar el análisis debemos entender una
situación inicial con dos componentes, porque toda
dialéctica se integra de dos dimensiones. En este caso los
denominaremos: un sujeto y un objeto. El sujeto es el yo.
Lo opuesto al sujeto es, en una primera instancia, algo diferente
del yo: el otro, el objeto.
El sujeto da cuenta de su existencia cuando descubre que
hay otro distinto de él (el no yo),
el otro. Como la dialéctica implica
negación, en este caso el otro sería la
negación del yo, no por oponerse a este, sino por
constituir el no yo.
La concepción entre sujeto y objeto fue entendida
de distintas formas, pero las más importantes (debido a su
aporte para este trabajo) son las que siguen:
Para Descartes, la
única certeza del hombre es su
existencia. El yo es la certidumbre de la existencia, el
resto es la duda. Pero esta sentencia ("Pienso, Luego Existo")
entraña una crítica, ya que el sujeto pensante existe
como cosa, se sustancializa y pierde toda reflexividad. El
yo queda alienado en su propia imagen: para que
exista un yo humano debe existir autoconsciencia, un
movimiento
según el cual el yo vuelva sobre sí mismo,
reflexione sobre su propia existencia, y determine la
relación dialéctica yo – no yo.
El movimiento de reflexión del sujeto sobre sí
mismo se puede dar por el deseo. Desde el deseo el sujeto
reconoce a otro, y se reconoce como algo distinto de sí
mismo.
Hegel introduce la idea del deseo. Para él,
desear permite una realidad externa al sujeto, un movimiento al
interior del sujeto que posibilita establecer una diferencia con
la realidad, con el objeto. El deseo permite construir la propia
subjetividad, la relación dialéctica sujeto –
objeto. Para Hegel el sujeto
atraviesa la historia en un avance hacia
la conciencia de
sí. El camino de la historia en Hegel es el progreso de la
conciencia de la libertad, que
culmina cuando el sujeto reasume su libertad (los ideales de la
Revolución
Francesa, Libertad, Igualdad y
Fraternidad, posibilitan el reconocimiento recíproco de
los ciudadanos y hacen a los esclavos amos de sí mismos).
Ese reconocimiento es necesario ya que para el autor el hombre
desea ser reconocido, y así desea un deseo, o el deseo del
otro. Así, la sociedad
sería la sociedad de los deseadores deseantes. El sujeto
como tal construyó su yo en ausencia de su
satisfacción y sobre la imagen mística del otro
porque con él que se identifica ya que "lo que desea… es
ser deseado por otro…" (el deseo del sujeto es el deseo del
otro).
En la dialéctica hegeliana vemos que se da el fin
de la historia cuando se resuelve el conflicto y el ser puede ser
consciente de sí. Para el psicoanálisis, y para
Lacan en particular, siempre el sujeto está en un margen
de alienación. Toda idea de sí o identidad
está construída en torno al
yo, pero esta idea lleva en sí una negación.
El yo esta construído sobre cadenas discursivas que
al menos conscientemente el sujeto niega. Aquí se da el
segundo componente de la dialéctica, el no –
yo. No hay construcción de la identidad humana sin un
espacio de auto – engaño. Si el individuo
reflexiona sobre la naturaleza de
su error y analiza la realidad de los argumentos se da la
síntesis dialéctica, llegando al no
– no – yo, y posibilitando así, la
afirmación definitiva. Pero nunca se puede evitar que el
inconsciente irrumpa.
Para Lacan el deseo es una falta que no puede ser
satisfecha por un objeto real (el representante sería la
falta de la auto – delegación en la realidad, el otro todo
– potencia), el
objeto pulsional puede ser sólo un objeto
metonímico del objeto del deseo. Así, entendiendo
metonimia como el designio de cosas con el mismo nombre por estar
relacionadas, vemos que el objeto pulsional y objeto del deseo,
debido a su íntima relación, tienden a unirse en
una misma cosa, ya que le que se desea es un deseo. El
único objeto capaz de satisfacer la necesidad sería
el objeto del deseo (objeto a), que es el objeto perdido,
que encuentra su lugar en la satisfacción de una
pulsión.
Los actos fallidos, por ejemplo, tendrían sentido
ya que tienen que ver con el deseo y con un movimiento de
ocultación: con la manera de aparición el deseo en
palabra. Para el psicoanálisis el deseo se realiza en la
vida por fallas de palabras o en la pantalla del sueño.
Sondeamos en estas formas de manifestación del deseo
anteriormente mencionado para entender la verdadera realidad de
muchas de las condiciones de la consciencia humana.
El deseo sería en este caso la
insatisfacción como resto despues del colmamiento de la
necesidad; esto significa que una vez satisfecha una necesidad
inicial del hombre, queda una nueva insatisfacción que no
puede ser abarcada y así el deseo vive en su
insastifaccion, ya que ningún objeto coincide con el que
el sujeto busca. Como para Hegel, "la sociedad es un conjunto de
deseos deseándose mutuamente como deseos."
Algunos Aportes de
la Teoría Lingüística
En este punto del análisis, sería
útil incorporar las concepciones esenciales de la
teoría lingüística:
En una relación lingüística se da un
signo lingüístico: este es el producto de la
asociación de un término con una cosa. No une una
cosa a una palabra sino un concepto a una imagen acústica
(su huella psíquica es el testimonio de los sentidos). El
concepto es el significado y la imagen acústica el
significante, formándose el signo como relación
entre ambos.
Entre las características principales del signo
encontramos las siguientes:
- el signo es arbitrario (entre significado y
significante no existe un lazo necesario que los
una); - el signo es inmutable (una vez elegido el
significante se impone a la comunidad
lingüística, dándose esto por una suma de
fuerza y
consenso); - el signo se altera (se modifica el concepto o se da
una alteración fonética como un
desplazamiento); - el significante es lineal (como cadena significante,
cuando se produce la lengua es
estructurada y hay dos dimensiones: sintagmática
{léxico de unidades lingüísticas} y
paradigmática {combinación de las
unidades});
Así, la significación presente de un
término depende del sistema de la
lengua, que se conforma de una cantidad determinada de leyes de equilibrio que
dependen directamente de la sincronía, pero además
observamos "una relación fundamental entre el sentido y el
signo."
Entre los autores más importantes relacionados
con el tema encontramos a Sassure, quien describe al significante
como la palabra misma, en contraposición al significado,
pero hay una relación arbitraria entre palabra y cosa o
significado: "cada significante constituye un signo por la
unión a un significado particular." Sin embargo, toda
palabra no necesariamente se relaciona con una
significación ya que el significante es la palabra
sólo en la medida en que pueda remitir a mas de una
significación. Por otra parte el sonido no tiene
necesidad de ligar una palabra a lo que ella quiere
decir.
Una de las relaciones que se establece entre el
psicoanálisis y la teoría lingüística
es el hecho de que para Lacan el inconsciente esté
estructurado como un lenguaje. Pero
establecer esta única relación sería una
generalización vaga, ya que existen conexiones más
profundas entre ambas realidades. Así, observamos que otra
de las relaciones entre la teoría lingüística
y el psicoanálisis en relación a la
dialéctica del sujeto, se entiende desde que el
análisis del lenguaje sirve para una aplicación al
sujeto para observar al no – sujeto dentro del sujeto. Esta
relación dialéctica es diferente de la
anteriormente argumentada por otros autores.
Las concepciones anteriores del sujeto, observaban este
componente como cosa (Descartes) o como ser auto – consciente
(Hegel). Sólo el psicoanálisis dió cuenta
del margen de alienación en que se encuentra el sujeto,
que nunca conoce su propia realidad. Esto se conecta con la
teoría lingüística desde el diálogo en
la situación analítica, en la que no hay
comunicación ya que el analista no escucha lo que el
paciente quiere decir, sino lo que en su palabra traiciona lo que
casualmente no quiere en absoluto decir. Porque en realidad "el
sujeto no sabe lo que dice o no dice lo que quiere decir, o
cuando dice lo que quiere decir no sabe lo que está
diciendo."
Así, el sujeto que habla deja de ser consciente,
y sólo puede ser entendido desde la profundidad de su
análisis, que logra desentrañar lo que hay de
traición en su lenguaje (equivocaciones, actos fallidos,
lapsus, etc.). Estas son las palabras de un nuevo dialogo, el cual
se entabla no ya entre paciente y analista, sino entre
inconsciente del paciente y analista. No hace falta manifestar un
análisis muy desarrollado para entender que en tal
relación la dialéctica del sujeto se modifica desde
la aparición de un sujeto dentro otro sujeto.
Pero la dialéctica del sujeto se conecta con la
teoría lingüística en otro punto adicional del
análisis: el reconocimiento de los términos
Necesidad – Demanda
– Deseo.
El estudio de este tema será un complemento
útil para este análisis pero para ello hay que
entender en profundidad la relación entre estos
términos desde el origen de la vida
humana.
Desde que el hombre nace, recibe todo desde sus padres:
alimento, palabras, amor. En sus
primeros años el niño se encuentra en una
situación de necesidad, cuyo displacer lo lleva a una
pulsión. Esta se da por la necesidad biológica de
alimentos,
cuidados, etc., debido a la imposibilidad del niño de
actuar por sus propios medios. La
satisfacción que el niño recibe de la necesidad se
liga a una imagen o percepción
del objeto que brindó la satisfacción. El
niño reconoce así la satisfacción de su
necesidad, que se suelda en su interior en forma de huella
mnésica (en relación con la memoria) y
constituye para él la representación del objeto
pulsional. Más adelante, reaparece la
imagen/percepción del objeto que es nuevamente manifestada
tras la primera experiencia de satisfacción pero la
pulsión no puede aparecer como una necesidad pura sino que
se transforma en una necesidad ligada a una representación
mnésica de satisfacción. Esto se da ya que la
necesidad ya fue satisfecha y esa satisfacción es
requerida por el sujeto nuevamente. Así es como surge el
deseo como la "imagen mnésica de la percepción de
la satisfacción."
Lo que se desea en este caso es una nueva carga
psíquica de una nueva huella mnésica de
satisfacción ligada a la identificación. La
necesidad crea un impulso psíquico que forma una imagen
mnésica de la primera satisfacción (deseo) que se
graba en la memoria y luego
reaparece como percepción: no existe una verdadera
satisfacción del deseo en la realidad, ya que la
única realidad en la dimensión del deseo es la
psíquica (porque se desea algo que no existe: la
satisfacción en forma de carga psíquica). El deseo
moviliza al sujeto hacia el objeto pulsional que no tiene objeto
en la realidad.
Todo esto necesita la presencia del otro debido a la
incapacidad del niño para satisfacer por sí mismo
la exigencia orgánica que requiere un otro que lo remite a
un universo
semántico y discursivo:
El ‘Otro’ inscribe al niño en ese
referente simbólico y se atribuye la capacidad de ser un
Otro privilegiado (la madre como otro llega al niño por el
alimento).
La dialéctica del sujeto nos lleva observar una
relación: yo – otro. Pero la conexión con la
teoría lingüística se da desde que el yo
(niño) es hablado por el otro (madre). La madre por gestos
y palabras hace gozar al niño y esto va mas allá de
la satisfacción de necesidades. Así, el niño
es capaz de desear por medio de una demanda dirigida al otro. Con
la demanda se inicia la comunidad simbólica con el otro,
demanda como expresión de deseo: mas allá de la
satisfacción de la necesidad se demanda algo extra: amor.
El deseo del deseo de otro se da en el reencuentro de la
satisfacción original (en dicha satisfacción el
niño recibe todo sin demandar nada) y hay una
pérdida: el surgimiento del deseo depende de la
búsqueda del reencuentro de la experiencia de goce. Por la
demanda se desea un objeto imposible (la falta de la cosa hace
que el vacío se apunte hacia el deseo del deseo), y nunca
se sustituye el objeto eternamente faltante.
A diferencia de las concepciones clásicas de la
relación entre sujeto y objeto, en este caso el sujeto,
siempre en un margen de alienación, busca un objeto que no
existe.
Conclusiones Preliminares Sobre la
Dialéctica del Sujeto:
Lo anteriormente dicho sirve para entender el avance que
tuvo el concepto del sujeto, y como se lo entendió con
relación al objeto desde tendencias que son relevantes
para cualquier análisis de la realidad.
Si bien Descartes "descubre" al sujeto, el sujeto
cartesiano se encuentra preso de sí mismo, ya que se
sustancializa en una cosa (el yo pensante), y no reconoce
reflexividad en sí mismo.
Para Hegel el sujeto reconoce al objeto desde lo
exterior, desde la realidad que percibe desde el deseo.
También asume su propia subjetividad al llegar a ser
consciente de sí.
Pero es en la teoría psicoanalítica en
donde el yo y el otro son observados con más
profundidad. En un principio el yo está
constituído por el hijo, y el no yo por la figura
de los padres. El yo que usa el lenguaje
está bañado por el discurso
materno. El sujeto a través de su vida debe apropiarse del
discurso del otro. Hay un yo y un otro,
desde que existe un hablante y un oyente, el que habla y el que
es hablado, siendo esto útil para una relación con
la lingüística.
El yo tiene que construir un punto de
negación al discurso para no ser hablado por otro,
como lo fue en los inicios de su vida. El avance en la vida del
sujeto es una tendencia a salir del discurso materno que lo
mantiene alienado pero siempre queda un resto ya que no se puede
asumir nunca absolutamente la consciencia. El sujeto sólo
se puede adueñar de su propio discurso diciendo no, pero
esto se hace a costa de otro ya que se evita el discurso
ajeno (y se da el dilema entre el dominio
discursivo contra el decir no). El sujeto nunca puede alcanzar su
propio discurso a pesar de su avance en ese sentido (esta
contradicción iría en contra del fin de la historia
hegeliana).
A la existencia del sujeto pensante cartesiano ("Pienso,
Luego Existo") se contrapone la imposibilidad de asumir el propio
ser, que se observa en la sentencia lacaniana:
"pienso donde no soy,
soy donde no existo"
Los sujetos son el reconocimiento del referente
empírico de las condiciones, pero las causas de las
condiciones son desconocidas, debido a que están
teñidas por la historia personal. El
sujeto, que en la modernidad
había sido asumido como pensante y consciente, es
cuestionado y enfrenta una gran crisis desde el
psicoanálisis, que es a su vez una de las mas duras
críticas que debe enfrentar la razón burguesa. En
este punto se da un quiebre o una ruptura entre lo manifiesto y
lo latente, entre lo que expresa el sujeto y lo que se haya
oculto en su propio discurso, hay una contradicción entre
el ámbito privado y el ámbito
público.
Desde los aportes de la teoría
lingüística en conexión con el
psicoanálisis, observamos que el sujeto es hablado por
otro. Y como la madre brinda palabras y alimento, da amor… El
sujeto, que antes era dueño de su pensamiento y
se creía amo de su decir, se enfrenta a una
subversión que refiere que él es habitado por un
lenguaje que lo determina: no es amo, sino esclavo de su decir.
El sujeto vive habitado por mandatos que desconoce, pero que lo
determinan. Esos son mandatos inconscientes que son los mandatos
familiares de la primera infancia le
ordenan al sujeto realizar cosas que no son directamente
abordables, sino que requieren un ámbito de
reflexión. De todas maneras el ámbito de lo
indeterminado siempre está presente en el sujeto. Lo dicho
primero legisla, confiriendo una autoridad
sobre el sujeto, y éste no puede hacer consciente el
contenido de su mandato.
Y a su vez el sujeto lleva una huella dentro de
sí, que adquiere forma de falta, ya que la
satisfacción primera de su necesidad se dió
sólo con su deseo, y luego la demanda no encuentra
satisfacción.
Tras este análisis se observa que el concepto de
sujeto sufre una transmutación. Pasa de ser un sujeto
cosificado a ser un ser consciente de sí. Pero luego es
concebido como un sujeto que no puede abordar su propia realidad
y más adelante como un sujeto que no puede reapropiarse de
su discurso.
Las declaraciones precedentes sirven para entender la
relación existente entre sujeto y objeto desde distintos
puntos de vista. En todos los conceptos se ve que el objeto es
algo necesariamente distinto al sujeto, implicando un quiebre
insalvable en la relación.
El sujeto cartesiano se diferencia del objeto desde la
duda, siendo el sujeto el yo pensante que asume su propia
realidad, y el objeto el resto, pero con una
sustancialización subjetiva.
En Hegel el sujeto es el ser consiente de sí, que
llega a esa conciencia desde que desea algo exterior, y
así entiende su realidad. Desde el deseo se separa el
sujeto del objeto.
En el psicoanálisis la relación sujeto –
objeto se entiende como la relación yo –
otro. Pero mismo al interior del sujeto hay un otro
que hace que el sujeto sea hablado, y no pueda llegar a ser
consciente sí.
Así podemos determinar que hay un quiebre
necesario entre sujeto y objeto, que no se puede salvar. Esto
puede introducirse para establecer la relación que se da
en la representación, entre representante y representado,
que también implica necesariamente un quiebre, ya que el
representante nunca será la misma persona que el
representado, y como en la dialéctica sujeto –
objeto, la distancia hace a los componentes de la relación
cosas diametralmente diferentes.
Nociones
Básicas Sobre la Representación
Al abordar el tema de la representación vemos que
entre representante y representado hay un quiebre insalvable, tal
como fuimos observando con relación a la dialéctica
sujeto – objeto.
Pero este tema nos acerca a una paradoja que llama al
siguiente planteo: ¿por qué el representado,
habiendo delegado su autoridad en sus representantes, pierde toda
capacidad en manos de esta prerrogativa superior?.
Para estudiar en profundidad esta curiosa
relación sería útil introducir el concepto
de delegación como relación por medio de la cual
una persona da poder a otra
persona, o la "transferencia el poder por la cual un manante
autoriza a su mandatario… (con) el pleno poder de actuar por
él."
La delegación existe si se ha dotado a una
organización permanente de representantes,
con ‘plena potencia’ y con la capacidad de sustituir
(entendido como ‘hablar por…’) al grupo serial,
hecho de individuos separados y aislados en renovación
constante, no pudiendo estos últimos hablar o actuar por
ellos mismos.
La naturaleza de esa relación puede verse como se
quiera: un mandato, una comisión, una procuración,
etc. Pero el objetivo de semejantes sentencias es representar,
ver y valer los intereses de las personas o del grupo. Sin
embargo, quien manda es envestido de una capacidad que excede sus
propias capacidades ya que el mandatario tiene poder sobre aquel
que se lo da. Cuando una sola persona es depositaria de los
poderes de una cantidad de personas, puede ser envestida de un
poder que trasciende a cada uno de sus mandantes. No es la
primera vez que se sacan concepciones similares: en la
Teoría Política muchas veces se ha inducido a decir
que el ‘todo’ es superior a la suma de las partes, o
que la ‘unión’ es algo distinto que sus
componentes constituyentes. Pero la relación de
delegación disimula la verdad de la relación de
representación: hay una realidad en la que un grupo no
puede existir sino por la delegación de una persona. Esta
persona puede actuar como persona moral en
sustitución del grupo, y no es más el grupo, sino
algo diferente, personificado en una autoridad.
Estudiado esto en profundidad, se observa que la
relación es mutua ya que si bien el representante es
creado por los representados, por otra parte estos no
existirían sin él. Una nueva relación
dialéctica se observa, analogable a la de la
dialéctica del sujeto, en la que un componente no existe
sin el otro: el grupo hace a la persona que habla en su nombre,
pero en realidad es verdad decir que es el portavoz quien hace al
grupo. El representante "existe porque representa, y esta es una
acción
simbólica." Por otra parte el grupo es representado o
simbolizado y existe y hace existir al representante del grupo.
Esta es una relación circular que da raíz a una
ilusión que hace que el portavoz aparezca como causa
sui generis, ya que es la causa de su poder, porque el
grupo que le da poder no existiría si el representante no
estuviese.
En éste circulo original de la
representación se oculta el fetichismo
político y el proceso en que
los individuos se constituyen y son constituídos como
grupo pero sin control sobre el
grupo.
La relación muestra que los
dominantes existen siempre pero los dominados sólo existen
si se movilizan o representan. Sin embargo el margen de
acción de los que dominan quita a los representados toda
capacidad, viéndose en la delegación el principio
de la alienación política.
Así, para Marx los
políticos son producto de la cabeza de los hombres pero
parecen dotados de vida propia. Hay una misteriosa
elevación de los representantes que los lleva a un rango
inalcanzable, transfiriéndoles una cualidad todopoderosa.
La delegación sería una ‘magia’ que
hace existir una colección de personas plurales, por medio
de alguien que manda como persona ficticia: es un cuerpo
místico. Así, el mandatario estaría
investido de una ‘impostura legitima’: el usurpador
es alguien que se toma con buena fe por otra cosa de la que es,
funciona con inocencia por que los individuos coinciden en gran
medida en torno a él.
El representante o mandatario se vuelve por la
delegación inconsciente un ser capaz de actuar en
sustitución del grupo. Está en una relación
de metonimia con el grupo (es a la vez el grupo y algo diferente
de él) ya que quien manda es la parte del grupo que puede
funcionar como signo en el lugar de la totalidad. Y es un signo
ya que es pasivo (porque como objeto manifiesta la existencia de
sus mandados), y es activo desde el habla (porque es un portavoz
que dice lo que representa).
Pero nada garantiza que el representante cumpla con el
contenido que le impusieron sus representados, ya que los
mandantes hacen un ‘cheque en
blanco’con sus mandatarios. Cuanto más
desposeídos son las personas más obligadas
están a confiar en los mandatarios para tener palabra
política: así observamos que para los individuos
que están aislados, sólo les quedan dos opciones:
callar o ser hablados. Y esto último, el hecho de ser
hablados, requiere necesariamente al otro.
En la constitución del grupo el signo hace la
cosa significada, el mandatario enuncia y esto significa algo: el
significante se identifica con la cosa significada que no existe
sin él.
Pero también podría observarse la
usurpación que estaría en estado
potencial en la delegación, ya que ‘hablar x’
implica propensión a hablar en su lugar y para
identificarse con el grupo y decir ‘yo soy el grupo’
el mandatario debe anularse en el grupo, entregar su persona o
‘no existir sino por el grupo’.
En todo esto observamos un poder simbólico que se
encarna en una desviación en provecho de la persona y de
las propiedades de la posición. Es un poder que supone
reconocimiento (y desconocimiento de la violación ejercida
por él). Sobran planteos sobre hasta que punto quien manda
tiene una potencia total sobre quienes obedecen: lo cierto es que
en una época de crisis de representación, estos
dilemas salen a la luz.
Por medio del efecto de metonimia se daría la
universalización de los intereses particulares de las
personas influyentes y la atribución de los intereses de
los mandatarios a los mandantes. Esto nos permitiría decir
que los mandatarios no son cínicos sino que son apresados
en el juego y creen
verdaderamente en lo que hacen. La investidura que se les otorga
crea en ellos una compenetración con su actividad que los
compromete.
Si bien existe esta imperfección en el sistema de
representación delegativa, por medio de la cual la
restricción es que los representantes tienen un margen de
autonomía, dicho sistema ya está internalizado en
nuestras concepciones cotidianas, habiendo tomado el carácter de representación social
como el saber de sentido común.
Los representados no pueden controlar los actos de los
representantes, mas allá de la delegación misma. Y
las imperfecciones del sistema no se observan, debido a que
éste forma parte de nuestra cultura política,
entendida esta como "conjunto de actitudes,
normas y
creencias compartidas mas o menos ampliamente por los miembros de
una determinada unidad social que tienen como objeto
fenómenos políticos." Los diferentes principios de
orden de la sociedad en un momento dado eliminan lo que es y lo
que no es asunto político. Así, la
representación estaría dentro de nuestra cultura
como asunto político haciendo prevalecer conceptos
relacionados con el tema.
Toda representación social es
representación de algo y de alguien, pudiéndose
introducir en el tema la dialéctica sujeto – objeto. Esto
implica que en la representación el representante no es el
duplicado real ni ideal, ni del objeto o sujeto, sino que
constituye el proceso por el cual el objeto se relaciona al
sujeto. El representante no es algo igual al representado en la
representación, y esto le otorga una capacidad que escapa
al representado. Así entendemos al acto de
representación como "un acto de pensamiento por medio del
cual un sujeto se relaciona con un objeto."
Por otra parte, entendemos representación desde
el ámbito del psicoanálisis como "lo que forma el
contenido concreto de un
acto de pensamiento y especialmente la reproducción de una percepción
anterior."
Representar es sustituir (estar en lugar de…),
significa reemplazar y todo reemplazo hace que aparezca un
otro. Como vimos anteriormente el otro implica una
distancia entre las partes de la relación
dialéctica. La representación remite a otra cosa,
como un signo o un símbolo.
Como ejemplo, un signo lingüístico es la
abstracción de una cosa, el remitente de algo ajeno a
sí mismo. Así el representante restituye de modo
simbólico algo ausente y algo presente.
Características fundamentales de la
representación:
- Siempre es la represatcion de un objeto;
- Tiene el carácter de imagen y la propiedad de
poder intercambiar lo sensible y la idea, la percepción
y el concepto; - "Tiene carácter simbólico y
significante, tiene carácter constructivo,
autónomo y creativo."
Esta definición dice mucho sobre nuestro tema. El
carácter constructivo de la representación nos
muestra que da la capacidad al representante de crear algo nuevo,
o al menos algo distinto en lo que corresponde al
representado.
Sobra decir que la condición autónoma y
creativa de la representación remite a la independencia
que posee el representante respecto del representado, y por ende
a su posibilidad de actuar sin consentimiento explícito.
En otras palabras, representante y representado son algo ajeno,
diferente.
En un sentido lato, representación social quiere
decir representación de uno hacia otro. Un sujeto
es consciente de su existencia cuando es consciente de la
existencia del otro. Esto le permite reconocerse como
diferente y autónomo. Si no niega al otro, el
individuo no puede afirmarse como tal. Esto le permite dejar de
ser una existencia indisoluble de los demás y hacerse
yo, sujeto, individuo.
Todo implica una brecha entre el representante y el
representado: nunca pueden coincidir exactamente ambos
componentes, nunca se da la representación en el sentido
del término. Siempre hay un margen de autonomía en
el representante, la representación nunca es un duplicado
de lo real.
La relación entre sujeto y objeto, así
como la de representante y representado, implican un quiebre
inevitable, nunca se pueden corresponder exactamente en el
contenido de la representación las exigencias del
representado con las acciones del
representante. Siempre algo inevitablemente se pierde.
El mismo origen etimológico de la palabra
representación (re – presentación: volver a
representar), indica que el representante original no es el
representado.
Esta relación implica una fractura que constituye
volver presentar lo ausente: el representante representa al
ausente, lo que no está. Quien realiza la
representación no es el representado exactamente, sino
otro. Y desde que hay otro, hay una distancia que
no se puede salvar, cuyo diferencia otorga al representante
cierto margen de prerrogativa para realizar el contenido del
mandato de manera distinta a la que hubiera realizado el
representante de encontrarse en ese lugar.
Aplicación
al quiebre representante – representado
Teniendo en cuenta la aplicación del conflicto
representante – representado observamos las consecuencias
que dicha declaración trae para la democracia.
En otras épocas la representación se
fundaba en una gran confianza entre representantes y
representados, entre electores y partidos
políticos. Pero en la actualidad podemos observar
ciertos fenómenos que hacen que se modifiquen dichas
relaciones:
- La votación cambia de elección en
elección. - La estrategia de
los candidatos se encarga de construir imágenes
por medio de herramientas
de marketing,
pero la
personalidad de los líderes juega un rol central,
ante promesas determinadas. - La distancia entre representantes y representados
parece agrandarse.
Los partidos en principio acercaron a representantes y
representados, los representantes permanecían en estrecha
relación con los electores, se podía ejercer
influencia sobre los gobernantes. A pesar de la distancia que no
se podía traspasar entre ambos, había una
cercanía, ya sea geográfica, ya ideológica,
etc.
Actualmente nos enfrentamos a una Crisis de
Representación.
En tiempos actuales estamos regidos por el gobierno
representativo, cuyos principios son:
- Gobernantes elegidos por gobernados;
- Gobernantes con cierto margen de independencia con
relación a los gobernados;
– La opinión
pública sobre temas políticos puede expresarse
más allá del control de los gobernantes;
- La decisión colectiva deriva de la
deliberación;
Las características del gobierno representativo
incluyen distintos aspectos. Principalmente los gobernados pueden
gestar y manifestar libremente sus opiniones políticas.
Para que los gobernados se formen una opinión sobre los
políticos es necesario que puedan acceder a la información política, lo que supone
el carácter público de las decisiones
gubernamentales. Esto requiere también libertad de
expresión de las ideas.
Pero por otra parte, los representantes no se hayan
obligados a poner en ejecución la voluntad del pueblo,
aunque no pueden ignorarla: la libertad de opinión
garantiza que al menos esa voluntad sea conocida. La
opinión pública es una forma no institucional y no
jurídicamente sancionada de la unidad política del
pueblo. Mantiene abierta la posibilidad de que el pueblo hable
por sí mismo y que se manifieste yendo mas allá de
la representación. La representación absoluta como
autogobierno del pueblo elimina la distancia en gobernantes y
gobernados, pero es una situación ideal e
irrealizable.
La idea de representación se vincula a la de
pluralidad de individuos libres en sus opiniones, la
institución representativa por excelencia es un cuerpo
colectivo y no un individuo particular.
Introduciendo en este punto la dialéctica del
sujeto anteriormente analizada observamos una relación
yo no – yo: el representado es un sujeto y el
representante es el otro, es la negación del sujeto
del representado por otra persona (no es la mismidad, es la
alteridad).
El lazo entre la voluntad de los electores y el comportamiento
del elegido no es nunca garantizado, el representante es el
otro, y no uno – mismo, y desde ese momento sus acciones
son otras y no las mismas del representado, entonces ese margen
de prerrogativa permite que muchas veces el representante realice
acciones que escapen de la voluntad de los
representados.
Así, Manheim menciona que "el régimen
representativo no ha sido jamás un régimen en el
cual los representantes se hallan estrictamente obligados a poner
en práctica las voluntades del pueblo."
Para entender la democracia en el estado
actual que ahora se encuentra en crisis, debemos analizar los
tipos ideales de gobierno representativo y la aplicación
de cada uno al caso argentino, en un avance histórico.
Esta tipología se conforma de la manera que
sigue:
- Democracia
Parlamentaria:
En esta forma de gobierno representativo el
representante tiene relaciones locales con sus electores, pero
cada diputado es libre de votar en el parlamento según su
juicio personal, lo que da autonomía a este, mas
allá de los electores. El fenómeno de la
opinión pública puede ejercer influencias,
permitiendo que los electores participen de alguna manera, pero
en última instancia la decisión corre por cuenta
del sistema parlamentario y de los diputados. Puede haber
diferencias entre la opinión pública y el
parlamento en su conjunto pero más allá de reducir
la legitimidad del parlamento, los electores no pueden introducir
sus concepciones mas allá de la votación. El
parlamento puede ser una instancia de deliberación, en la
que el individuo conforma una voluntad mediante la
discusión, siempre implicando una distancia entre el
elector y el funcionario que ocupa el escaño.
Llevando este componente de la tipología a la
realidad histórica argentina, observamos que dichas
características se dan en el período 1880
– 1930. Este es el contexto de los gobiernos
conservadores y de la apertura de la participación política más
adelante. También es un contexto de economía
agroexportadora, de prácticas de caudillos y,
anteriormente, del desierto como tierra del
gaucho (a quien se le otorga carácter nacional y
político, sólo en la medida en que participa de las
campañas para extender el territorio, permitiendo las
tierras para el modelo
económico).
En la época del gaucho este es considerado por
una parte como el vago, como el no propietario, por el doble
sistema de jurisdicción (ciudad y campo). Por otro lado
están las guerras, donde
el gaucho se desmarginiza por las campañas militares,
además de la "utilización de su registro oral
(voz) por la cultura letrada."
En otro ámbito caracterizado por el dominio de
las elites y los caudillos, hacia el interior del país la
figura del "hombre grande" basa su respeto en la
fuerza, y la personalidad
dura ocupa el lugar del jefe. En cuanto a lo social la Iglesia en
Argentina también es determinante sobre la vida
política en este período, donde es parte netamente
influyente de la elite con decisiones que pesan. El clientelismo
político para elevar diputados al parlamento
(característico de este sistema pseudo –
parlamentarista), observa a estos actores como principales,
según el paso del tiempo:
gauchos,
caudillos, inmigrantes no integrados, etc.
Más adelante aparece como actor en la escena
nacional el Partido Radical, llevando en 1916 a Yrigoyen a la
presidencia, alguien que intenta incorporar a la vida
política a la creciente clase
media.
Las practicas caudillescas y el papel de los
conservadores, como después de los radicales, muestran
algunas de las características del sistema parlamentario,
en el cual los representantes se ganan el favor de los
representados por la fuerza o el consenso, para luego implementar
sus márgenes de autonomía como mejor les
parezca.
- Democracia de
Partidos:
Con la democracia de partidos se da la ampliación
del cuerpo electoral, lo que impide una relación personal
entre el elegido y los electores. En este sistema los individuos
votan no por alguien que conocen personalmente, sino por quien
lleva sus colores, y se da
una identificación del elector con el partido. Los
electores votan al mismo partido aunque este presente diferentes
candidatos a lo largo del tiempo y por tradición o por
reconocimiento ideológico se elige a un representante sin
tener en cuenta sus premisas, sino debido a su pertenecía
a determinada organización partidaria. Del lado del
elegido, el diputado no es libre sino que está ligado a
una ideología a la que pertenece.
Este sistema no suprime el margen de independencia entre
el representante y el representado. Cada individuo se brinda a un
partido mas allá de los cambios de premisas o candidatos
que este muestre a lo largo del tiempo. Uno de los posibles
acercamientos entre representante y representado se da ya que una
vez planteada la idea del partido los diputados no pueden cambiar
de opinión, lo que garantiza que la idea elegida por el
elector no se pueda apartar mucho de la deliberación, de
sus concepciones, y así no hay tanta autonomía
entre el funcionario y el sujeto. Pero de todas formas la
distancia entre el diputado y quien lo eligió existe y es
importante.
En la realidad nacional, mas allá de la
importancia de los partidos desde el período radical,
podría observarse el período que va entre el
43’ y el 76’, como una época en que un
nuevo actor nace y marca a la
sociedad: el peronismo.
En 1943 el G.O.U, grupo de oficiales unidos, daba un
golpe cívico militar y
accedía al poder. En la Secretaría de Trabajo y
Previsión, Juan Domingo Perón,
implementaba una serie de reformas sociales en cuanto a la
relación laboral y otros
aspectos, que tienden a modificar las relaciones
sociales.
Desde el peronismo, vemos que el momento de las masas ha
llegado. Por otra parte se tiene en cuenta a la soberanía nacional como un hecho
(independencia de las potencias extrajeras) y la conveniencia de
las elites llega a su fin para que el trabajador no sea
más explotado.
Por lo mencionado antes se da una dicotomía que
marcó la sociedad argentina por aproximadamente medio
siglo, peronismo – antiperonismo.
En un primer contexto se da el apoyo de las clases
obreras, los sindicatos, la
Iglesia y la burguesía industrial.
Tras la Revolución
Libertadora se da un escenario con el peronismo proscrito y con
Perón en el exilio: ahora queda en el poder el
antiperonismo.
Como los golpes militares castigaron la vida
cívica de nuestro país (y más todavía
en esta época), sería difícil hacer una
analogía completa con la democracia representativa. De
todas maneras en los momentos en que se permitió la
elección, la politización y ciertas condiciones
hicieron que el sistema se estructure de esta forma, es decir,
con partidos ideológicos y candidatos representantes (en
Argentina es diferente ya que es muy difícil el peronismo
sin Perón, y no es que el candidato sea más
importante que la ideología, sino que el candidato es la
ideología misma, debido a la personalización del
poder).
Ahora queda hacer un repaso de los 70’: un proceso
que nace en los 60’ con diferentes revoluciones y
liberalizaciones: las masas quieren una liberación, pero
el mediador no cambia. El período de estos años es
totalmente distinto, ya que si bien la dialéctica
Peronismo – Antiperonismo sigue marcada y la Iglesia con el
Ejército siguen siendo los padres de esta historia, las
visiones cambian: también lo hacen el marco internacional,
le esperanza comunista, los autoritarismos latinos en nombre del
capital y del
libre mercado, los
jóvenes exaltados y demás cuestiones del mundo
moderno, etc.
Pero "el peronismo no puede ser caracterizado por una
‘ideología’ ", ya que varía en el
tiempo y es vago y ambiguo. Por eso no podemos generalizar al
establecer una definición sobre el tema. Una de las
caracterizaciones básicas del movimiento, en
relación a lo estudiado, seria el carácter
populista de éste:
Los populismos serían "movimientos o
regímenes políticos caracterizados por una
específica forma de interpelación popular –
democrática que echaba mano a ciertas modalidades de
construcción ideológica discursiva involucradas en
la movilización heterogénea de un sujeto
(imaginario) definido como pueblo." La complejidad de la
política (como forma de articular diferentes significados
o cadenas de significados para neutralizar sus antagonismos),
evita semejante reduccionismo.
En este componente de la tipología uno de los
factores principales es el contenido discursivo, además de
la simbología y la movilización. El discurso, por
su parte, sería el instrumento constitutivo y
constituyente de los sujetos, que se caracterizan por formar
parte de un bloque heterogéneo autodefinido como pueblo y
unificado por la cultura del líder
(como fenómenos de producción social de sentidos que
constituyen a una sociedad).
Los discursos
abundaban en la época, y las ideologías. Con el
paso del tiempo, y a medida que nos acercamos a la realidad
actual, estos componentes verían reducida su
importancia.
- Democracias
Actuales:
En la actualidad ya no hay representación con un
partido. Los resultados del voto pueden variar de una
elección a otra, aún cuando las
características económicas, sociales o culturales
no se modifiquen. Los electores votan en forma diferente
según la personalidad de quien se presente a las
elecciones. Se vota por la persona y no por el partido o programa.
Por otra parte los modernos medios de
comunicación masiva incentivan este tipo de
elección ya que las técnicas
de comunicación juegan un papel principal: confieren una
percepción sobre los candidatos por parte de los
lectores.
Se da una personalización del poder: las
personalidades se desarrollan en detrimento de los programas. El
elector tiene en cuenta la confianza en el candidato y
según ésta confianza articula la elección:
muchos electores votan según la percepción que
ellos tengan de lo que está en juego en cada
elección (presidente, gobernador, etc.). Se observa que
cada partido se halla agrupado en torno de un
líder.
Ultimamente se da la inestabilidad electoral: el
electorado no vota en torno de una identificación
partidaria estable sino que cambia su voto según la trama
de intereses que se muevan o se encuentren en juego en cada
elección.
Todo esto muestra que la representación
política fue testigo de una metamorfosis a lo largo del
tiempo. La tendencia en la actualidad es formarse una imagen de
un candidato antes que de un partido, no tener en cuenta la
plataforma electoral propuesta en la elección, y como
consecuencia una falta de interés
por la actividad política. Esto no evita la distancia
entre representante y representado, sino que la acentúa,
ya que los electores sólo se interesan en la
política en el momento de la elección. En ese
contexto son bombardeados por una cantidad enorme de propaganda
política, la que utiliza el marketing político como
principal medio para manipular la opinión pública.
Esto trae como consecuencia la elección de un candidato
creado por una estrategia publicitaria, sin contenido real en
torno a propuestas políticas concretas. Y como hasta la
próxima elección la gente no tendrá en
cuenta el espectro político, el elegido puede realizar las
acciones que quiera, acrecentando la distancia entre
representantes y representados.
En términos ideales, la democracia llamada
directa se funda en el principio de autonomía del pueblo:
el pueblo se da a sí mismo sus leyes y no está
sometido a otras cosas que no sean su propia voluntad. Pero el
gobierno representativo siempre entraña una distancia
entre representante y representado: entonces difiere de ser una
democracia directa.
En el contexto argentino observamos esta realidad en el
período que va desde el inicio de la Democracia (1983)
hasta la actualidad.
Los medios masivos de comunicación son los
principales protagonistas de esta realidad. Ya en la primera
elección se vió la importancia de la imagen
personal y el carisma, encarnado en la persona de
Alfonsín. Y en los 90’la imagen fue esencial en la
creación de un candidato, más allá de
premisas ideológicas o de otra índole. En este
sentido se da el surgimiento de los partidos catch –
all o ‘atrapa todo’que tienden a agrupar amplios
sectores del electorado, si importar su tendencia
ideológica (como la relación Ucedé –
Pj en el 89’y el Frepaso en el 95’).
Pero sobre el discurso político, observamos que
desde el 95’ en adelante el principio tácito del
discurso es tanto para los sectores populares tradicionales como
para los que no lo fueron (la ortodoxia ideológica tiende
a decaer).
Los medios masivos son un espacio en que la
política tiene un lugar propio que comparte
características con otros hechos. Desde los 80’se da
un alejamiento de un modelo de organización de masas y las
fuerzas movimentistas se hacen electoralistas. Se da la sociedad
más mediatizada, en que "hay técnicas de
comunicación, una nueva percepción del mundo social
y consumismo político."
Esta tendencia se inicia a principios de los años
setenta y continúa vigente: se recobra la idea de la
potente influencia que ejerce la
comunicación de los mass media sobre la
opinión pública. Existe la posibilidad de que haya
ciertas influencias que modifiquen las formas de pensar y
concebir el mundo sociopolítico que elaboran los
individuos, sin que ellos ni siquiera se percaten de dicha
influencia. Se sabe que los medios de comunicación son
capaces de generar efectos que pueden ejercer una influencia
decisiva sobre la opinión pública, especialmente en
cuestiones políticas y estrechamente vinculadas con las
campañas electorales (por ejemplo, contribuyendo a la
construcción de imágenes de candidatos y de
partidos, a la introducción de ciertos temas y cuestiones
en los debates para definir la intención de voto, o a la
creación de un determinado clima
político).
No tanto por su influencia directa en las posiciones y
opiniones políticas concretas que las personas
desarrollan, sino por su poder para definir los temas acerca de
los cuales una sociedad "debe" pensar y debatir en cada momento,
atrayendo la atención sobre ciertas cuestiones mientras
otras son dejadas de lado, o distorsionadas, y brindando los
parámetros a partir de los cuales los acontecimientos
"deben" ser comprendidos, y analizados… los medios se
imponen.
La dialéctica sujeto – objeto, como
así la de representantes y representados, siempre implica
una distancia entre el yo y el otro. Hemos
observado además que la crisis política de
representación se desarrolla en las sociedades
contemporáneas. Es conveniente analizar algunas de las
posibles causas de estos fenómenos.
Observamos que las identidades colectivas se diluyen en
pequeñas agrupaciones transitorias, sin la existencia de
grandes grupos humanos o
asociaciones. Sabemos que la sociedad actual carece de
núcleo rector. La política ya no opera como
instancia unificadora de la vida social. Se disgregan valores y
hábitos, creencias y experiencias. Nos enfrentamos a una
época en que "las palabras y los discursos han sido
reemplazados por la imagen."
La imagen le ganó a la palabra, los videos al
discurso. Estamos en la Era de la Imagen y los medios de
comunicación juegan un papel fundamental. La
comunicación es un eslabón fundamental de la cadena
que relaciona las decisiones individuales con la actividad
política. Las conexiones que los individuos son capaces de
establecer entre sus problemas o
experiencias políticas personales y el contexto
político general, dependen de numerosas variables,
entre las cuales los medios de comunicación parecen jugar
un papel decisivo.
La complejidad es mucha y la capacidad para
internalizarla no alcanza: de esta forma entendemos que "…el
hombre de la era visual recibe una mole vertiginosa de
informaciones sobre todo cuanto está ocurriendo en el
espacio, en detrimento de las informaciones sobre acontecimientos
temporales."
La Imagen, como principal protagonista de este proceso,
sería el resumen visible de conclusiones elaboradas por la
cultura. Y esa misma Imagen modifica las formas de hacer
política y de entender a la política.
El sistema político se ve afectado por demandas
que las instituciones
y los procedimientos
democráticos no pueden procesar. La política
institucionalizada ve restringido su campo, la capacidad de
conducción política se encuentra en
entredicho.
Las sociedades actuales enfrentan una crisis de
representación: las personas no se sienten representadas
por ideas particulares o personas.
Una de las primeras evidencias de
la falta de atención de la gente indica que las personas
no prestan atención a todo. La atención es
altamente selectiva y las imágenes e impresiones que nos
formamos tienden a concentrarse alrededor de unos pocos temas (el
bombardeo visual de los mass media juega un papel
fundamental a la hora e seleccionar la
información).
Otra de las consecuencias de los límites de
las capacidades cognitivas es la que indica que las personas no
realizan análisis exhaustivos de la información
correspondiente a una situación, sino que normalmente
utilizan atajos, resúmenes, etc. Esto quiere decir que
atienden a lo que les llegue de manera mas acabada y completa,
para que en menos tiempo puedan procesar la mayor cantidad de
información que les interese. En este caso los medios de
comunicación también son determinantes.
Esta tendencia se acentúa en la
representación política, debido a que los
ciudadanos muestran cada vez mas apatía por las ofertas de
los candidatos políticos, y son reacios a seguir una
ideología particular. Pero es más importante en la
representación política que en otros ámbitos
de la vida, ya que la actividad política es en sí
representativa. Las capacidades que se delegan en la
política son las de la sociedad en su totalidad, y una
crisis en este punto se traduce en una incapacidad de regir a la
sociedad en su conjunto. Salvo casos hipotético –
ideales, siempre en una relación política, y con
más intensidad en la actualidad, existe un margen de
autonomía entre el delegado y quien delega la
autoridad.
Una de las muestras de falta de representatividad de
figuras importantes en la actualidad se observa en las des –
institucionalización. Las instituciones, que anteriormente
ocupaban un lugar central en la vida de la gente, actualmente
pasan a segundo plano. Instituciones como la Familia o
la Iglesia son reducidas en sus capacidades.
Por un lado se da una desmistificación de las
figuras religiosas (o de otra índole), pero también
se remistifican otras figuras, que son alabadas, enaltecidas y
exaltadas. Ejemplos de estas otras figuras son los
"héroes" o estrellas del deporte, de la música, de
la
televisión, etc. Los modernos medios masivos de
comunicación contribuyen a acercar esas figuras al
imaginario de las personas, pero lo hacen con más
intensidad debido a la rapidez con que se transmiten las
imágenes. Crece la rapidez con que las imágenes se
muestran, como así también la cantidad de
informaciones que recibe el individuo, las cuales en muchas
ocasiones no puede procesar. Podríamos enunciar, con Eco,
que "la percepción del mundo… tiende a hacerse
hipertrófica, masiva, superior a las posibilidades de
asimilación e identificación."
Podemos introducir algunos conceptos de la teoría
psicoanalítica para explicar fenómenos que se dan
en las sociedades contemporáneas.
El proceso de falta de instituciones en la actualidad se
rastrearía en el ejemplo que Freud da de la
actitud
religiosa: esta se basaría en el desarcimiento infantil…
la religión
cuida al hombre, y este se la representa como un padre que puede
conocer sus necesidades. Por medio del ‘ama a tu
prójimo como a tí mismo´ la religión
controla la pulsión de autodestrucción del sujeto.
Así se limitan las pulsiones agresivas de los hombres por
medio de reacciones psíquicas.
Entonces una de las funciones de la
religión y de las demás instituciones sería
contener la tendencia humana hacia la autodestrucción. Las
pulsiones de muerte "se
dirigen primariamente hacia el interior y tienden a la
autodestrucción, y secundariamente se dirigen hacia el
exterior, manifestándose en forma de pulsión
agresiva…"
De aquí podemos sacar una conclusión
obvia. Debido a la ausencia de instituciones que contengan las
pulsiones agresivas del hombre, en la actualidad la
agresión y el descontento son moneda corriente en nuestras
sociedades. Para comprobar esta hipótesis sólo basta con salir a
recorrer las calles de la ciudad.
La teoría psicoanalítica entiende el
concepto de representación (Vorstellung) como "lo
que uno se representa, lo que forma el contenido concreto de un
acto de pensamiento y especialmente la reproducción de una
percepción anterior."
Por otra parte significa un signo siempre coordinado con
otros que indica que el objeto es inseparable de sus huellas y el
significado inseparable del significante. Esta indisolubilidad
implica distancia, ya que la dialéctica sujeto –
objeto está quebrada por un espacio de
indeterminación.
La aplicación a los sistemas
políticos actuales nos indica que el lugar de la
representación en la democracia tiende a no estar ocupado
ya que los cargos se llenan provisoriamente y luego quedan
vacíos. Esto ocasiona, como ya mencionamos anteriormente,
que la relación entre representante y representado no
sólo no sea única, sino que tampoco es
estable.
También sería conveniente incorporar el
concepto de ideal del yo. Para Freud el ideal del
yo (Ichideal) es la instancia de la personalidad que
resulta de la idealización del yo (narcisismo,
comúnmente llamado amor propio) y de las identificaciones
con los padres, con sus substitutos y con los ideales colectivos.
Constituye el modelo al que el sujeto intenta acercarse. El
ideal del yo es reemplazado por figuras que son
idealizadas por parte de los sujetos.
La idealización constituye el proceso
concerniente al objeto: este es engrandecido y exaltado
psíquicamente. Es el proceso psíquico en virtud del
cual se llevan a la perfección cualidades y valor del
objeto. La identificación con el objeto idealizado
contribuye a la formación y enriquecimiento de las
instancias ideales de la persona. Estas instancias ideales ven
como primera idealización la de los padres: "El objeto es
tratado como el yo propio y la pasión amorosa es
derramada sobre el objeto como una cantidad importante de la
líbido narcisista"
En la actualidad hay infinidades de figuras en las que
los individuos se ven identificados así como objetos que
reemplazan por su ideal del yo. Pero esos objetos son
creados artificialmente por estrategias
publicitarias, campañas y herramientas de marketing.
Así, observamos una despersonaliación: los
individuos se auto – desvalorizan ante figuras impuestas
por los medios y provenientes de otras fuentes.
Todos estos aspectos son los protagonistas de una nueva
realidad que enfrentamos día a día, y que traen
consecuencias para todas las esferas de nuestro mundo en general,
y sobre la representación política en
particular.
La relación entre representante y representado se
modifica por una parte como consecuencia de la nueva
dimensión que cobra la relación sujeto –
objeto en esta época, y por otra parte por una serie de
fenómenos a los que el sujeto contemporáneo se haya
sometido, con las consecuencias que todas estas situaciones traen
para la vida actual. Las tendencias se desarrollan en ese sentido
y cualquier conclusión debe tener en cuenta los argumentos
anteriormente aducidos. Lo que sobre el tema ocurra de ahora en
más, dependerá de las condiciones mencionadas. El
tiempo nos mostrará el camino…
Como conclusión pueden declararse varias
cosas.
La dialéctica sujeto – objeto nos
mostró que la distancia entre estos dos conceptos es
insalvable. El sujeto puede ser entendido como una cosa que
piensa (Descartes); como un ser autoconciente de sí a
partir de su deseo (Hegel); o como un yo que nunca se
reconoce a sí mismo desde que es hablado por otro
(Lacan). Habiendo sido analizado este último punto con
más profundidad, se incorporaron desde él conceptos
claves tanto desde el psicoanálisis como desde la
teoría lingüística.
Todos los conceptos de sujeto estudiados implicaron un
otro, como objeto distinto de sí, para entender la
distancia entre los componentes de la
dialéctica.
La dialéctica del sujeto – objeto introdujo
el dilema de la representación. La distancia entre
representantes y representados se entendió como
insalvable: este dilema sirvió para entender muchos de los
problemas que enfrenta la representación política
en la actualidad.
Para comprender esto nos dimos cuenta que la democracia
representativa sufrió una serie de modificaciones desde
sus comienzos, pasando por la democracia parlamentaria y la
democracia de partidos hasta llegar a la democracia actual.
Estudiamos en profundidad cada uno de los componentes de esta
tipología, y para dar ejemplos prácticos vimos como
se dió cada uno en el contexto de la Historia
Argentina.
Las condiciones de la democracia actual sirvieron para
explicar la crisis de representación, en aspectos como la
personalización del poder y la pérdida de
interés por la política: esto amplió el
margen de prerrogativa entre representante y
representados.
Observamos que la actualidad es una época que
enfrenta una creciente des – institucionalización, y el
sistema político no está exento de esta
caracterización que se expresa, entre otros aspectos, en
la falta de ideales colectivos.
Ejemplo de esta des – institucionalización es la
crisis que enfrentan instituciones tradicionales como la Iglesia
o la Familia en dicho
proceso.
Causas de dicha des – institucionalización y a su
vez de la falta de representación son las siguientes
situaciones: en parte los medios masivos de comunicación
provocan una modificación en la estructura
interna de la psicología individual
(el elevado nivel de información hace que se de la falta
de atención por la misma); y por otra parte se dan una
serie de fenómenos psicosociales que se traducen en una
nueva manera de percibir la realidad.
Todos estos procesos
sólo se conjuran para retroalimentar los eventos en ese
sentido, reduciendo las identidades, silenciando las
ideologías y contribuyendo acentuar le Crisis de
Representación.
- Laplanche, Jean y Bertrand, Jean Pontails; "Diccionario
de Psicoanálisis"; Editorial Labor S. A., España;
1993. - Landi, O.; "Cultura Política. Un concepto
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Televisivo: espectáculo de la postmodernidad"; Cátedra: Signo e
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eBidy.com