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Mar de Fondo. "Mar de cambios"




Enviado por lucianamoran



Partes: 1, 2

    1. Introducción al
      trabajo
    2. Introducción al
      programa
    3. Marco
      teórico
    4. La globalización de los
      medios
    5. La relación con el
      público
    6. Interpretar
      televisión: La audiencia
    7. La
      industria cultural. Iluminismo como mistificación de
      masas
    8. Nuevas
      tecnologías. Indices de audiencias y tácticas en
      el consumo de televisión
    9. La
      televisión como servicio
    10. La
      hipótesis de la agenda Setting
    11. Bibliografía
    12. Anexo

    Introducción al trabajo

    Vivimos en una sociedad
    impactada y hasta a veces dominadas por los medios masivos
    de comunicación. De los años 80 a
    nuestros días ha ido ganando espacios ese bombardeo de los
    "mass media" y una buena parte de la población se ha transformado en
    público: oyente, lector, espectador o
    televidente.

    La radio, la
    televisión, la prensa
    gráfica, el cine, etc. Son
    los componentes de ese medio artificial y técnico que
    constituye una de las características propias de la
    sociedad contemporánea. Estos medios nos han inmerso en
    una atmósfera de mensajes icónicos;
    vivimos en una civilización de la imagen.
    ¿Es que las imágenes
    reemplazaron a las palabras? No, ocupan un lugar complementario,
    cualquiera sea la naturaleza de
    las mismas (desde las más simples en una pizarra o una
    hoja de papel, hasta las más complejas, en un video o la
    TV).

    Por otro lado, la historia de la humanidad ha
    manifestado cambios significativos que fueron poniendo en
    crisis el
    "modelo
    cultural" precedente para gestar profundas modificaciones. El
    invento de la escritura es
    un ejemplo, el de la imprenta -S.
    XV-, otro y los nuevos medios audiovisuales, en la
    actualidad.

    "…con el advenimiento de la era industrial y el
    acceso al control de la
    vida social de las clases subalternas, se ha establecido en la
    historia contemporánea una civilización de mass
    media…" ("Apocalípticos…" Umberto Eco-Pag.
    59)

    El hombre de una
    civilización de masas, no es mejor o peor que el hombre de
    hace cuatro o cinco siglos, es otro y otras son sus vías
    de formación, comunicación e integración.

    La dicotomía es elevar al hombre de esta nueva
    civilización a las experiencias y vivencias de orden
    superior o poner estos privilegios de unos a disposición
    de todos, indiscriminadamente. La clara contraposición
    entre la lucidez del intelectual y la torpeza del hombre masa de
    otros tiempos, actualmente no es tan marcada, las diferencias
    están más atenuadas.

    Mucho se ha escrito y se ha dicho sobre los medios de
    comunicación de masas. Las posiciones oscilan entre
    "apocalípticos" que critican duramente el control social
    ejercido por los medios y las formas de dominación
    ideológico-cultural que ellos permiten y los "integrados"
    que destacan el papel desempeñado por los "mass media" en
    el terreno de la información como aporte a la
    elevación cultural, la integración e igualdad de
    oportunidades para los sectores más desprotegidos de la
    sociedad.

    ¿Por qué elegimos este
    tema?

    Teniendo como marco
    teórico la bibliografía consultada,
    con este trabajo de
    investigación pretendo abordar objetiva y
    críticamente un programa de
    televisión
    que se emite por un canal de cable, a la medianoche y tiene un
    importante número de televidentes.

    Quiero analizarlo desde el punto de vista de la
    comunicación: quién/es

    Comunican, qué comunican, cómo y para
    quiénes. Pretendo observar la estética del programa, el uso y nivel del
    lenguaje y el
    nivel cultural en general.

    Otro aspecto que me interesa analizar es el cambio
    paulatino en el planteo del mismo ya que comenzó siendo un
    programa de deportes y se
    fue desplazando a un programa de entretenimiento.

    Otro motivo de la elección fue la posibilidad de
    acceder a su conductor y tal vez, presenciar la emisión
    del programa.

    Objetivos Generales:

    – Realizar una análisis critico de los cambios que se han
    producido a lo largo del tiempo en la
    televisión y específicamente en el
    programa Mar de Fondo.

    – Determinar las causas de estos cambios y de porque son
    socialmente aceptados

    – Analizar que lleva al espectador a convertirse en
    asiduo seguidor del programa a pesar de estar en cable y en el
    horario nocturno.

    – Observar el lenguaje
    del programa y su relación con el Comfer.

    Objetivos Personales:

    – Analizar el tema desde el punto de vista de los
    "apocalípticos" (acusaciones)

    – Analizar el tema desde el punto de vista de los
    "integrados" (defensas)

    – Obtener nuestras propias
    conclusiónes

    Justificación:

    Ofrecer una visión crítica
    a los espectadores que adhieren incondicionalmente y prefieren
    estos productos
    televisivos.

    Metodología:

    – Investigar bibliografía
    específica

    – Presenciar la emisión del programa

    – Realizar un seguimiento y evaluación
    de emisiones anteriores y actuales

    – Realizar entrevistas (
    al conductor, un asistente o camarógrafo, un televidente,
    un docente de Cultura y
    Comunicación, etc.)

    Introducción al
    programa:

    Mar de Fondo

    Días y horarios de emisión : Lunes
    a viernes 23:30

    Conductor/es: Alejandro Fantino y Gastón
    Recondo

    Cronistas : Luis Rubio, Ana Martínez, Toti
    Ciliberto, Cecilia Ruffa y Marcelo Palacios

    Productor: Daniel Jacubovich

    Equipo de Producción: Escofet, Acuña,
    Bagnati, Lazartes, Arosteguy, Bret, Lescke y Costa

    Historia del Programa:

    El programa tuvo sus comienzos con un formato de verano,
    creado solo por tres meses, con la conducción de Alejandro
    Fantino y Anita Martinez. Con el correr de los meses, y viendo el
    carisma de los conductores, sumaron además la presencia de
    Fabian Gianola para agregar un tono mas humorístico a la
    estructura
    base del programa. A esto, se le sumo también la
    incorporación de figuras netamente relacionadas con el
    humor, como Toti Ciliberto y Luis Rubio, entre otros.

    Con la ida de Fabian Gianola y la aparición solo
    esporádica de Anita Martinez, se decidió la
    incorporación definitiva de quien esta actualmente en la
    co-conducción del programa, que es Gaston Recondo, quien
    además lleva adelante la parte seria del mismo, como
    contrapunto de Alejandro, que juega un rol mas
    humorístico.

    Señal de cable TyC
    Sports:

    Origen:

    Para conocer los orígenes de TyC Sports debemos
    referirnos a la unión de dos reconocidas empresas en
    Argentina y en el exterior, tales como El GRUPO CLARIN y
    El GRUPO TORNEOS Y COMPETENCIAS,
    quienes son accionistas por partes iguales.

    A partir de esta asociación
    surge:

    Tele Red Imagen S.A. (TRISA)
    comercializadora de eventos
    deportivos de primerísimo nivel y espacios de publicidad
    incluidos en su programación.

    Esta empresa fue
    adquiriendo derechos para la
    transmisión de diversos eventos deportivos nacionales e
    internacionales, hasta que por razones operativas y una demanda
    creciente de audiencia, decidió la creación de TyC
    Sports, una señal de 24 hs. de deportes.

    Historia

    El 3 de Septiembre de 1994, salió al aire la primera
    transmisión de TyC Sports, el primer canal de deportes del
    país. Con una alta calidad de
    producción inmediatamente se ubicó en la cima de
    las preferencias del público.

    El principal rasgo que distingue a TyC Sports, es la
    variedad de eventos deportivos de origen nacional e internacional
    que se transmiten en vivo y sus programas de
    producción propia, que le permitió, el convertirse
    en la señal de deportes más exitosa del país
    desde su inicio, y en uno de los cinco primeros canales en el
    ranking de cable.

    Visión

    Ser sinónimo de lo máximo en deportes,
    para que los televidentes deseen que la empresa se
    ocupe de la producción, concreción y/o
    transmisión de cualquier actividad relacionada con el
    deporte en
    nuestro país, con una clara identidad
    nacional.

    Propósito

    Transmiten con máxima intensidad a cada
    televidente el entrenamiento, la
    pasión, la vida sana y la superación que el deporte
    implica.

    Mercado

    En todo el mundo crece el interés de
    la gente por la práctica y la difusión de eventos
    deportivos y Argentina no es la excepción. En la Argentina
    el deporte ocupa una gran parte del tiempo de exposición
    de la población frente al televisor. Los niveles de
    audiencia en los canales de televisión alcanzan ratings
    importantes con las transmisiones de eventos deportivos en todo
    el país. En las provincias del interior, es donde TyC
    Sports se destaca aún más en cuanto a su
    captación de audiencia.

    Distribución

    La señal de TyC Sports se transmite las 24 hs.
    durante los 365 días del año. Contando entre sus
    clientes con el
    95% de los canales de cable de todo el país, TyC Sports
    alcanza con su programación a casi 5 millones de
    hogares.

    TyC Sports –
    Argentina

    Cobertura en todo el país con llegada a 4.739.000
    abonados

    TyC Sports –
    Internacional

    • Bolivia: 60,000
    • Chile: 490,000
    • Colombia: 380,000
    • Costa Rica: 5,000
    • Ecuador: 20,000
    • El Salvador: 35,000
    • Guatemala: 15,000
    • Paraguay: 95,000
    • Perú: 75,000
    • Uruguay: 260,000
    • USA: 600,000

    Ratings

    Sin lugar a dudas el índice de referencia
    estadístico que indica el rumbo exitoso de los programas y
    eventos, como así también de los negocios de un
    canal de televisión, es el rating. Esta herramienta
    permite ver el grado de adhesión de los públicos a
    las propuestas de programación de los distintos canales.
    TyC Sports no es la excepción a ésto y a lo largo
    de su historia han vivenciado el éxito
    de su gestión, no sólo por el sentimiento
    popular sino además porque los ratings así lo
    demostraron.

    Marco Teórico

    Comunicación y
    expresión:

    Algunos honestamente declararon que el cine permite
    "expresarse" ( con todas las connotaciones estéticas que
    asume la categoría de "expresión"), mientras que la
    televisión permite como máximo "comunicar". Hubo
    incluso quien acuso a la televisión de no existir, porque
    constituye solo un medio de comunicación y, como mucho, un
    fenómeno sociológico, totalmente irrelevante desde
    el punto de vista estético.

    Declarar inexistente un hecho únicamente porque
    es hecho sociológico y no estético, evidencia
    cierto defecto esteticista en nuestra cultura humana. Es grave,
    en efecto, no darse cuenta de que, si bien la televisión
    constituye un fenómeno puramente sociológico, hasta
    el presente incapaz de dar vida a creaciones artísticas
    verdaderas y propias, aparece sin embargo, como fenómeno
    sociológico precisamente, capaz de instituir gustos y
    tendencias, de crear necesidades, esquemas de reacción y
    modalidades de apreciación, aptos para resultar, a breve
    plazo, determinantes para los fines de la evolución cultural, incluso en el campo
    estético.

    La mitad de las discusiones terminaron en un
    callejón sin salida, puesto que al pronunciarse la palabra
    "televisión" cada uno de los reunidos pensaba en algo
    distinto: unos en la toma directa, otros en el telequiz ( mezcla
    de tomas directas y efectos preordenados), otros en el teatro
    transmitido por televisión, otros en el propio film, otros
    en los servicios
    periodísticos, la publicidad, etc. Se comprende, pues, que
    en tal sentido resultasen ambiguas todas las discusiones sobre
    una estética o un "especifico" de la televisión. El
    equivoco tenia su origen en considerar la televisión como
    genero
    artístico en lugar de cómo servicio. En
    otras palabras, la televisión es un instrumento
    técnico basándose en el cual, una cierta organización hace llegar al publico en
    determinadas condiciones de escucha, una serie de servicios que
    pueden ir desde la comunicación comercial hasta la
    representación de Hamlet.

    Aparte de las discusiones sobre política televisiva,
    que constituyen una rama de problemas que
    se apartaron quizás de los temas de la mesa redonda,
    cuando la televisión transmite la toma directa de un
    partido de fútbol, el medio es usado según sus
    precisas características técnicas,
    que imponen una gramática y una sintaxis particulares. Y,
    en el limite de este tipo de comunicación puede darse un
    resultado narrativo y embrionariamente artístico. Cuando,
    en cambio, transmiten desde el estudio una comedia clásica
    realizada a propósito, la emisión obedece a otras
    leyes que sin
    embargo no son las del espectáculo teatral y tampoco las
    del cine, puesto que actúa un diverso ritmo posible de
    montaje, una capacidad distinta de los objetivos de
    las cámaras respecto a la entrega de las
    dimensiones.

    La televisión posee posibilidades realizativas
    autónomas, ligadas a su naturaleza técnica
    especifica pero es preciso poner atención y no extraer conclusiones
    tajantes. Puede ocurrir que la televisión, en cuanto a
    "genero" artístico autónomo, se limite a estas dos
    posibilidades, pero como servicio presenta otras vías de
    desarrollo.

    La
    globalización de los
    medios

    Cuando se habla de globalización, se piensa en
    primer lugar en términos económicos y financieros,
    en políticas
    de vaciamiento y desplazamiento de industrias
    así como de las consecuencias lógicas que acarrea
    este proceso. Poco
    se piensa en otros factores que también conforman ese
    ámbito y que coadyuvan la inserción de esas ideas
    en la sociedad logrando una resistencia menor
    o nula a los cambios.

    El cuarto poder

    Haciendo un poco de historia vemos que quien maneja las
    ideas de una sociedad es quien determina el curso de la misma.
    Desde ideólogos como San Agustín para el
    cristianismo,
    pasando por Goebbels de la Alemania nazi
    hasta los Terminator en sus diferentes versiones, van
    induciendo a pensar de una determinada manera que pasa a ser
    considerada como deseada y aspirada de forma tal, que aquellos
    individuos que se oponen a la conducta generada
    por este patrón, son considerados como inadaptados; de
    allí, a peligrosos, hay tan sólo un leve
    matiz.

    Los medios de
    comunicación, la prensa oral y escrita, cumplen la
    función
    básica y efímera de describir la realidad social.
    De esta manera los ciudadanos están informados en forma
    objetiva y rápida del acontecer nacional e internacional
    que afecta sus vidas. Su acción
    es eficaz e inmediata al entrar el individuo en
    una interacción de ideas y a la
    apelación que el medio hace a sus sentidos.

    Es interesante notar que lo efímero y la
    objetividad
    juegan con la otra función de los medios
    que es la de atraer e influenciar la opinión individual y
    colectiva aún cuando ello signifique dejar de lado la
    veracidad.

    Lo efímero se actualiza a través de
    matices o ampliando la información en días
    sucesivos. Para quienes tienen acceso al cable, las cadenas
    informativas bombardean con la misma noticia para influenciar
    simultáneamente determinada opinión en los rincones
    más diversos.

    La objetividad es parcial ya que está
    condicionada por la línea de un grupo o del propio
    periodista. Las noticias que
    nos llegan ya sea por el medio escrito, oral o visual no
    presentan el hecho ocurrido sino que lo modifican/alteran para
    cumplir con un determinado objetivo, el
    político, no siempre claro para el receptor. Para ello
    apela a la sensibilidad del mismo.

    La televisión es el más grande agente de
    socialización que haya existido
    jamás, aparecer en la pantalla da identidad,
    solo los que están allí son reales, los
    demás quedan afuera. 

    En todas las investigaciones
    internacionales donde se analizan los estereotipos televisivos,
    curiosamente los que no aparecen, o los que ocupan los lugares de
    perdedores, son siempre los mismos: los ancianos, las mujeres,
    los niños,
    los indígenas,  la gente de color, en
    suma,  las minorías. Y esto también responde a
    que las semillas seleccionadas solo se "publicitan" para los que
    pueden comprar los frutos. 

    Después de más de veinte años de
    realizar investigación, sobre la relación entre los
    niños y la televisión, creo que muchas de las
    divergencias en los resultados de investigaciones no son tales,
    si el análisis se realiza desde dos grandes perspectivas,
    que se dan simultánea e interrelacionadamente pero que, al
    mismo tiempo, son diferentes y no hay que
    confundirlas. 

    Existe una relación con el medio televisivo del
    que nadie que tenga acceso a un televisor puede escapar, tiene
    que ver con estas semillas "seleccionadas", es el efecto
    socializador que hace a los valores
    del consumo, a un
    estilo de vida, al tipo de relaciones competitivas que lo
    permiten, al placer que da la obtención de cosas. El
    acento esta  puesto claramente en el tener sobre los
    valores del
    ser.  

    Se conforma as¡ una subcultura televisiva, un
    nuevo código
    de comunicación que nivela, homogeniza. Permite que todos
    los niños, no importa donde vivan, ni cual sea su nivel
    socio cultural, puedan compartir una misma experiencia y hablar
    un mismo lenguaje: el televisivo.  

    Pero hay un segundo nivel de influencia, al que me
    refería al principio, que responde a necesidades o
    carencias profundas tanto de las personas, como de los grupos
    sociales y que explican las preferencias por determinado tipo
    de programas y la selección
    e integración  diferenciada que cada uno hace,
    incluso de la misma programación. 

    Muchos lo llaman la "resignificación", otros "las
    mediaciones", pero m s importante que el nombre que le
    pongamos es entender desde donde se resignifican los contenidos
    televisivos y como se integran a lo cotidiano y se internalizan
    colaborando en la conformación de la
    personalidad social e individual de la
    sociedad. 

    La Argentina es quizá  el prototipo, el
    ejemplo, de una sociedad donde la
    globalización mediática está 
    absolutamente instalada, el 98% de los hogares tienen
    televisión, hay un 60% de penetración por cable,
    ocupamos el tercer lugar en el mundo, después de Estados Unidos y
    Canadá , cada señal tiene alrededor de 70
    canales. 

    Los cambios teóricos tienen que ver con la
    evolución de la ciencia, el
    concepto
    newtoniano (causa-efecto) en las comunicaciones
    comienza a cambiar con la aparición de la teoría de
    sistemas (') no hay solamente dos actores en juego, sino
    varios elementos a considerar. Esto surge de los estudios de
    comunicación o comunication research o estudios
    funcionalistas.

    Los hechos son seleccionados y aparecen en redacciones
    periodísticas que comunican a los receptores -a
    través de distintos medios- cuya opinión impacta a
    través de distintas instituciones
    en los hechos; esta teoría
    supone que las personas tienen participación.

    Aparece el marketing y el
    raiting para establecer que quieren consumir las personas. En
    resumen es una visión teórica capitalista y los
    medios como sostén de la superestructura
    ideológica

    Humberto Eco clasifica a los teóricos en
    "Apocalíticos e Integrados" (1964) diciendo que los
    funcionalistas se adaptan a los cambios dispuestos a analizarlos
    y perfeccionarlos mientras que los críticos se espantan
    por la situación al punto de hablar de una especie de fin
    de la cultura. La teoría culturológica que
    considera que la cultura de una comunidad es
    mucho más amplia que la que imponen los medios. La cultura
    no es fácil de sistematizar mediante la teoría de
    sistemas.

    Esta teoría comienza a considerar las redes sociales. Considera
    que existen estímulos que se ponen en contacto con los
    valores que reciben el estímulo y a partir de ese contacto
    hay una respuesta que no siempre es previsible. Ese contacto
    tiene que ver con la religión, los
    grupos de
    amigos, políticos, libros, etc.,
    que a su vez interactúan entre ellos. Derivada de esta
    escuela aparece
    la comunicación comunitaria como una manera de resistir la
    fuerza del
    mensaje (si este es disfuncional a los intereses
    comunitarios).

    La semejanza entre la Teoría Funcionalista y la
    Teoría Culturológica es que ambas subdividen a los
    receptores a la hora de analizar la recepción de los
    mensajes. Pero la diferencia consiste en que mientras la primera
    sigue sosteniendo que los emisores pueden convencer a cada
    subgrupo, para los culturológicos, el poder pasa a
    manos de los receptores.

    La
    relación con el público:

    La televisión como "servicio" constituye en
    cambio un preciso fenómeno psicológico y
    sociológico: el hecho de que determinadas imágenes
    sean transmitidas sobre una pantalla de dimensiones reducidas, a
    determinadas horas del día, para un publico que se halla
    en determinadas condiciones sociológicas y
    psicológicas, distintas a las del publico del cine, no
    constituye un fenómeno accesorio que nada que tenga que
    ver con una encuesta sobre
    las posibilidades del medio empleado. Una determinada
    relación con el publico conducida a través de un
    medio dado, contribuye a calificar una expresión incluso
    en sus componentes estéticos.

    No se puede conducir un razonamiento correcto sobre la
    televisión, sus posibilidades estéticas y sus
    caracteres específicos, si antes no se distinguen, en el
    interior del fenómeno de televisión como "servicio
    de telecomunicaciones", diversas posibilidades de
    comunicación, sometidas a diversas exigencias
    técnicas, dotadas unas de mayor autonomía
    gramatical, sintáctica y –al limite- expresiva,
    otras mas ligadas a exigencias inmediatas de comunicación
    para uso de consumo. Un segundo aspecto de un razonamiento
    correcto atañe, como se ha dicho, al hecho de que no puede
    hablarse de un lenguaje televisivo si no se considera siempre el
    fenómeno "lenguaje" en relación con un espectador
    sociológica y psicológicamente caracterizado. Solo
    renunciando a hacer inmediatamente una estética de la
    televisión para realizar una serie de investigaciones
    psico-sociológicas (y técnicas), se podrán
    alcanzar conclusiones validas igualmente para el campo
    estético.

    Unicamente articulando el discurso en
    los términos antes expuestos, adquirirán valor ciertas
    exigencias importantísimas esgrimidas en el transcurso de
    la discusión (pero no profundizadas); y no olvidemos el
    problema de una libertad de
    expresión y de critica fundamental si la
    televisión es, como se ha dicho, también
    narración y por tanto interpretación de los hechos.

    Interpretar televisión: la
    audiencia

     El circuito de las comunicaciones
    masivas

    Parece que un examen cabal del proceso de las
    comunicaciones masivas incluiría al menos tres elementos
    diferentes: primero, el estudio de la producción de
    artefactos mediáticos; segundo, el estudio de los
    productos-de programas televisivos en tanto conjuntos
    construidos de unidades de signos
    portadores de un mensaje- ; y tercero, el proceso de
    decodificación o interpretación de los signos, en
    el que la audiencia está activamente
    comprometida.

    El material que sigue se ocupa del modo en que personas
    de diferentes orígenes culturales y sociales decodifican
    el mismo programa de televisión de maneras distintas.
    Cualquier enfoque de las comunicaciones masivas que considere
    aisladamente los elementos de ese proceso (producción,
    programa, audiencia) es inadecuado. En realidad, se podría
    decir que la investigación de los medios estuvo dominada,
    durante un período bastante considerable, por una especie
    de«efecto de péndulo», según el cual o
    bien se atendía exclusivamente a la cuestión del
    mensaje o bien se ponía el acento sólo en la
    audiencia, pero raramente en la combinación de ambos
    aspectos. En algunos casos, los investigadores sencillamente se
    concentraron en el análisis de los mensajes, por suponer
    que estos ejercían automáticamente efectos extensos
    y directos en aquellos que los veían y los escuchaban,
    efectos que se daban por supuestos, o se deducían directa
    mente, a partir de la naturaleza del mensaje mismo. Si par timos
    de semejante supuesto, nos eximimos de la necesidad de investigar
    directamente el proceso de decodificaciones de la audiencia. Este
    podría llamarse el modelo «hipodérmico»
    del poderoso efecto de los medios, un modelo según el cual
    se supone que todos los mensajes mediáticos ejercen un
    efecto directo en su audiencia. De este modelo se sigue
    lógicamente que todo lo que hay que hacer es emplear
    simplemente métodos
    cada vez más refinados para analizar los mensajes y
    descubrir así su verdadera naturaleza. Counihan, en una
    revisión del campo, resumió el desarrollo de la
    investigación de las comunicaciones masivas del siguiente
    modo:

    «Había una vez (. . .) una serie de
    analistas preocupados que atribuían a los nuevos medios
    masivos emergentes de comunicación una virtual
    omnipotencia. En la versión "marxista" (. . .) los
    medios se consideraban manipulados enteramente por una astuta
    clase
    gobernante con una estrategia de
    pan y circo para trasmitir a las masas una cultura corrupta y
    valores neofascistas –violencia,
    sexo
    deshumanizado, lavado de cerebro de los
    consumidores, pasividad política, etc.- (. . .) Estos
    instrumentos de persuasión, por un lado, y las masas
    atomizadas, homogeneizadas y susceptibles, por el otro, se
    unían en un simple modelo de estímulo-respuesta.
    Sin embargo, a medida que progresó la indagación
    empírica, comenzaron a emplearse métodos
    experimentales y de encuestas en
    la medición de la capacidad de los medios
    para cambiar "actitudes",
    "opiniones" y "conducta". Al mismo tiempo, se comprobó
    que el nexo entre los medios y la audiencia era complejo y
    mediato, y no simple y directo. Se comprobó que los
    "efectos" sólo podían medirse tomando en
    consideración otros factores que intervenían
    entre los medios y cada miembro de la audiencia. Entonces se
    pasó del concepto de "lo que hacen los medios a la
    gente" a la idea de "lo que hace la gente con los medios", pues
    se advirtió que las audiencias aprestan atención"
    a los mensajes mediáticos y los "reciben" de una manera
    selectiva, y además tienden a pasar por alto o a
    reinterpretar sutilmente aquellos mensajes que resultan
    hostiles a sus puntos de vista particulares Hoy se entiende
    que, lejos de poseer un poder de persuasión
    autónomo y otras capacidades antisociales, los medios
    desempeñan un papel más limitado e,
    implícitamente más benigno, en la sociedad; es
    decir que no cambian sino que "refuerzan" disposiciones
    previas; que no cultivan el "escapismo" o la pasividad, sino
    que pueden llegar a satisfacer una gran diversidad de "usos y
    gratificaciones»; que no son instrumentos de una
    nivelación de la cultura, sino de su
    democratización», Counihan, 1973, pág.
    43.

    En esta perspectiva, se consideró que los
    «efectos» de las comunicaciones masivas varían
    y dependen en gran medida de las respuestas de los individuos y
    de la interpretación que estos hagan de sus mensajes.
    Además se estimó que era escaso el efecto directo
    de los medios sobre las audiencias más allá de
    reforzar actitudes y opiniones ya existentes. A partir de
    entonces, la investigación sobre las comunicaciones
    comenzó a interesarse principalmente por la función
    que cumplen los medios como parte del ritual de la vida
    cotidiana.

    Sin embargo, los programas comunican algo más que
    su contenido explícito (manifiesto); contienen
    también mensajes latentes por implicación,
    suposición o connotación. Para comprender este
    nivel de comunicación implícita o latente, tenemos
    que ir más allá de la observación sencilla que dicta el sentido
    común. Y aquí nos encontramos con una serie de
    preguntas sobre la metodología: el camino para construir un
    método de
    análisis que nos permita entender esos niveles más
    complejos de la comunicación.

    Cuando nos preguntamos «¿Qué dice
    este programa?», también debemos preguntarnos
    «¿Qué se da por supuesto
    («¿qué no es necesario decir?») en este
    programa?». Esto pone de relieve la
    cuestión del tipo de supuestos que se establecen, de los
    mensajes invisibles del programa, del tipo de preguntas que no
    pueden formularse dentro de este. Y esta es una forma de comenzar
    a observar no ya simplemente lo que el programa presenta, sino la
    relación entre lo que se presenta y lo que está
    ausente de la exposición explícita. Es una forma de
    indagar si hay ciertos puntos ciegos característicos,
    ciertos silencios, en el discurso del programa. Y si esto es
    realmente así, para poder comprender la
    significación de un tema particular que aparezca en el
    programa, necesitamos entender esa configuración de
    presencias/ausencias. Llegados a este punto, nos encontramos con
    una serie de problemas referidos a metodologías del
    análisis. Existen diversos abordajes metodológicos
    que rivalizan entre sí para el análisis de los
    mensajes mediáticos. Pero, a pesar de las diferencias de
    abordaje que ofrecen el análisis estructural y el del
    contenido, por ejemplo, los dos métodos tienden a restar
    importancia a la relación mensaje/audiencia. Es decir,
    esos dos métodos suelen operar con un modelo
    «hipodérmico» de la interacción entre
    los medios y la audiencia. Ambas perspectivas suponen las
    más de las veces que basta con conocer las
    características del mensaje, pues partiendo de ellas es
    posible predecir los efectos que habrá de producir en la
    audiencia, y que para conocer esas características hacen
    falta métodos cada vez más elaborados de
    análisis de los textos. Aquí la dificultad
    está en que podemos terminar inmersos en algo muy
    semejante a la busca del unicornio, un intento interminable de
    hallar un objeto mítico: el sentido «real» y
    «último» del mensaje.

    Con todo, ciertas formas de análisis
    semiológico pueden ofrecernos un abordaje más
    provechoso porque se dedican no tanto a establecer el sentido
    «real» o «último» de un mensaje
    cuanto a examinar las condiciones básicas de una
    comunicación plena de sentido. Ese abordaje dirige nuestra
    atención al examen de los códigos que están
    implícitos y explícitos en los mensajes; y es esto
    lo que hace posible que el mensaje tenga un sentido para la
    audiencia. Más aun, los estudios recientes del
    análisis semiológico se apartan de la idea de un
    mensaje enviado a un sujeto ya posicionado, para indagar el
    proceso por el cual se construye la subjetividad individual
    misma. Esto equivale a aceptar el principio fundamental (derivado
    de Voloshinov, 1973) según el cual el mensaje es,
    inevitablemente, polisémico, es decir que un mensaje
    siempre es capaz de producir más de un sentido o
    interpretación y nunca puede reducirse simplemente a un
    sentido «real» o «último». De
    algún modo, esta variedad de análisis se emparienta
    con algunas de las perspectivas derivadas de la
    teoría de los usos y gratificaciones; en efecto, se
    interesa por los usos o interpretaciones posibles que distintas
    personas pueden dar u obtener de cualquier mensaje.

    No obstante, la situación es aún
    más compleja, porque también debemos tomar en
    consideración el hecho de que -a causa del necesario
    interés que tienen por la «claridad» y la
    «eficacia»
    de la comunicación- los emisores no pueden dejar
    simplemente que los mensajes queden abiertos por igual a
    cualquier interpretación. Y aquí nos vemos
    obligados a separarnos del enfoque de los usos y gratificaciones,
    que considera el mensaje como una mera caja vacía, un
    estímulo, que el decodificador puede usar libremente como
    mejor le plazca. Debemos atender a que los emisores, compelidos
    como están por su deseo de lograr una comunicación
    «eficaz», se ven obligados a introducir una
    «dirección» o ciertas
    «clausuras» en la estructura del mensaje, en el
    intento de establecer una de las posibles interpretaciones como
    la «lectura
    preferencial o dominante».

    Estas clausuras interiores a la estructura de un
    programa pueden presentar diversas formas: por ejemplo, el
    título, la leyenda al pie de una fotografía
    o el comentario de un informe filmado
    nos dicen cómo interpretar el significado de las
    imágenes que vemos. Está también la
    posición jerárquica de los locutores dentro del
    programa y el modo en que estos enmarcan las declaraciones de las
    personas entrevistadas. Otro aspecto que se debe tener en cuenta
    es que los presentadores pueden intentar establecer cierta
    identificación entre ellos mismos y la audiencia a fin de
    ganarse la complicidad de esta o lograr que el público
    apruebe la lectura
    preferencial que sugiere el discurso que hace de marco y enlace
    para el programa. Pero no debemos suponer que esas estrategias de
    clausura sean necesariamente eficaces.

    A1 analizar programas, no basta con examinar simplemente
    el contenido de lo que se dice. Se deben tener en cuenta
    también los supuestos que subyacen en ese contenido.
    Habrá supuestos referidos a nosotros en tanto audiencia, y
    tenemos que hacerlos visibles si pretendemos entender los
    «mensajes» implícitos que el programa puede
    trasmitir además de lo que se dice explícitamente
    en él. Por lo tanto, nos interesará la manera en
    que los programas nos son destinados, a nosotros en tanto
    audiencia, y en que estos «modos de
    destinación», al obligarnos a adoptar diferentes
    posiciones hacia ellos, construyen nuestra relación con el
    contenido del programa. Esto destaca el papel del discurso
    televisivo no t tanto en el refuerzo de posiciones
    preestablecidas de sujeto cuanto más bien en la construcción activa de esas posiciones del
    que mira.

    El mensaje: codificación y
    decodificación

    Este abordaje se basa en las siguientes
    premisas:

    1. el mismo suceso se puede codificar de más de
      una manera;
    2. el mensaje siempre contiene más de una
      «lectura» potencial. Los mensajes proponen y
      prefieren determinadas lecturas en lugar de otras, pero nunca
      pueden llegar a cerrarse por completo en una sola lectura:
      siguen siendo polisémicos
    3. comprender el mensaje es una práctica
      problemática, por trasparente y «natural»
      que pueda parecer. Los mensajes codificados de un modo siempre
      pueden leerse de un modo diferente.

    En este enfoque, pues, el mensaje no se considera ni un
    signo unilateral (sin «flujo» ideológico) ni
    (como en la teoría de los usos y gratificaciones) un signo
    dispar que pueda ser leído de cualquier modo según
    la psicología
    del decodificador. Aquí es útil remitirse a la
    distinción establecida por Voloshinov entre signo y
    señal y a su argumento de que los abordajes
    estructuralistas se inclinan a considerar el signo como si fuera
    una señal, es decir, como si tuviera sentidos fijos.
    Voloshinov sostiene en cambio que el mensaje de la
    televisión es un signo complejo en el cual se ha
    «inscrito» una lectura preferencial, pero que
    conserva -si se lo decodifica de un modo diferente del que se
    usó para codificarlo -su capacidad potencial de comunicar
    un sentido diferente. El mensaje es, pues, una polisemia
    estructurada. Un aspecto central del argumento es que no todos
    los sentidos
    existen «por igual» en el mensaje: ha sido
    estructurado con una dominante, a pesar de la imposibilidad de
    alcanzar una «clausura total» del sentido.
    Además, la lectura preferencial es parte del mensaje, y se
    la puede discernir en la estructura lingüística y comunicativa de
    este.

    De ahí que cuando el análisis se vuelca
    sobre el «momento» del mensaje codificado mismo, la
    forma y la estructura comunicativas se pueden analizar por
    referencia a los mecanismos que prefieren una lectura dominante
    en lugar de las demás lecturas; a los medios por los
    cuales el codificador trata de «obtener la
    aprobación de la audiencia» respecto de su lectura
    preferencial del mensaje.

    Antes de que los mensajes puedan producir
    «efectos» en la audiencia, deben ser decodificados.
    Hablar de «efectos» es, pues, una manera abreviada, e
    inadecuada, de señalar el momento en que las audiencias
    leen y dan sentido de manera diferente a los mensajes trasmitidos
    y operan según esos sentidos en el contexto de su propia
    situación y experiencia. Suponemos que no necesariamente
    habrá «ajuste» o trasparencia entre los
    extremos de la codificación y la decodificación
    dentro de la cadena comunicativa (véase Hall, 1974).
    Precisamente, lo que tenemos que investigar es esa falta de
    correspondencia, y las consecuencias que esta tiene para la
    comunicación.

    Hemos establecido que siempre existe la posibilidad de
    una disyunción entre los códigos de los mensajes
    emitidos y los recibidos por el circuito de las comunicaciones
    masivas. Podemos reformular ahora los problemas de los
    «efectos» de la comunicación: se trata de
    averiguar hasta dónde las decodificaciones se producen
    dentro de los límites
    del modo preferencial (o dominante) en el que se codificó
    inicialmente el mensaje. Pero este problema presenta un aspecto
    complementario: averiguar hasta dónde esas
    interpretaciones o decodificaciones son reflejo de los
    códigos y discursos
    sustentados por diferentes sectores de la audiencia, que las
    modulan; y si esto viene determinado por la distribución establecida socialmente de
    códigos culturales entre y por entre diferentes sectores
    de la audiencia, o sea: el espectro de diversas estrategias de
    decodificación y de competencias en la
    audiencia.

    Ya el hecho de plantear este problema en la
    investigación lleva a sostener que el sentido que se
    produce por el encuentro entre texto y sujeto
    no puede «extraerse» directamente de las
    características del texto mismo. El texto no se puede
    considerar aislado de sus condiciones históricas de
    producción y de consumo: «Lo que debemos averiguar
    es el uso que se da a un texto particular, la función que
    este cumple en una situación particular, en espacios
    institucionales particulares y en relación con audiencias
    particulares» (Neale, 1977, págs. 39-40). Como bien
    lo señala Hall, un análisis de la ideología de los medios no puede depender
    de un análisis de la producción y el texto
    únicamente, sino que de hecho debe incluir una
    teoría de la lectura y un análisis del
    consumo:

    «El sentido de un filme no es algo que se pueda
    descubrir si se parte meramente del texto mismo, sino que se
    construye en la interacción entre el texto y sus
    usuarios (. . .) La antigua pretensión de la
    semiología de poder explicar el funcionamiento de un
    texto por un análisis inmanente estaba esencialmente mal
    fundada en su incapacidad de advertir que un sistema textual
    sólo puede adquirir sentido en relación con
    códigos no puramente textuales y que el reconocimiento,
    la distribución y la aplicación de tales
    códigos varían según los contextos
    sociales e históricos», Hill, 1979, pág.
    122

    Por lo tanto, el sentido del texto se debe considerar
    por referencia al conjunto de los discursos que le salen al paso
    en una circunstancia particular, un encuentro que es preciso
    tener en cuenta porque puede reestructurar así el sentido
    del texto como los discursos mismos con los que este se
    topa.

    El sentido del texto se construirá de manera
    diferente según los discursos (conocimientos, prejuicios,
    resistencias)
    que el lector aporte al texto: el factor esencial del encuentro
    entre audiencia/sujeto y texto será el espectro de
    discursos de que disponga la audiencia. De ahí que la
    posición social pueda establecer parámetros al
    espectro de lecturas potenciales, en virtud de la estructura de
    acceso a los diferentes códigos (por ejemplo, es poco
    probable que un hombre negro perteneciente a la clase obrera haya
    sido «instruido» en los códigos de la
    ópera; del mismo modo, es poco probable que un hombre
    blanco de clase alta haya sido «instruido» en los
    códigos del reggae o el ska); ciertas posiciones sociales
    permiten disponer de repertorios más amplios de
    códigos, y otras, sólo de rangos más
    limitados.

    Que un determinado programa logre trasmitir el sentido
    preferencial o dominante dependerá de que se encuentre con
    lectores que compartan códigos e ideologías
    derivados de otras esferas institucionales que armonicen y
    funcionen «en paralelo» con los códigos e
    ideologías del programa, y presumiblemente no
    logrará trasmitir ese sentido si se encuentra con lectores
    que compartan códigos, adquiridos en otras esferas o
    instituciones, que se opongan en mayor o menor medida a los
    códigos propuestos por el programa.

    El concepto de «lectura preferencial» tiene
    valor, no como un medio de «fijar» de manera
    abstracta una interpretación y desechar las demás,
    sino como un medio de explicar que en ciertas condiciones, en
    determinados contextos, un texto tienda a ser leído de un
    modo particular por la audiencia (o por lo menos por ciertos
    sectores de ella).

    Reconceptualización de la
    audiencia

    Sería conveniente no concebir a la audiencia como
    una masa indiferenciada de individuos sino como una compleja
    configuración de subculturas y subgrupos superpuestos, en
    los que se sitúan los individuos. Si bien no podemos
    adoptar una posición determinista y suponer que la
    posición social de una persona ha de
    determinar automáticamente su marco conceptual y cultural,
    debemos tener en cuenta que los contextos sociales suministran
    los recursos y
    establecen los limites dentro de los cuales operan los
    individuos.

    Los miembros de cierta subcultura tenderán a
    compartir una orientación cultural a decodificar mensajes
    de un modo particular. Sus lecturas individuales estarán
    enmarcadas por formaciones y prácticas culturales
    compartidas que a su vez estarán determinadas por la
    posición objetiva que ocupa el individuo en la estructura
    social. Con esto no queremos decir que la posición
    social objetiva de una persona determine su conciencia de un
    modo mecánico; la gente entiende cuál es su
    situación y reacciona a ella en el nivel de las
    subculturas y los sistemas de sentido.

    Aquí debemos apartarnos radicalmente del abordaje
    de los «usos y gratificaciones» y de su insistencia
    excluyente en las diferencias psicológicas individuales de
    interpretación. Nos hace falta un abordaje que refiera
    interpretaciones diferenciadas a la estructura
    socioeconómica de la sociedad, y así muestre que
    los miembros de clases y grupos diferentes, que comparten
    diferentes códigos culturales, interpretan diversamente un
    mensaje dado, no sólo en el nivel
    idiosincrásico/personal, sino de
    un modo que se relaciona sistemáticamente con su
    posición socioeconómica. En suma, necesitamos
    entender que las diferentes formaciones y estructuras
    subculturales que existen en la audiencia, y el hecho de que cada
    clase y cada grupo compartan diferentes códigos y
    competencias culturales, estructuran la decodificación del
    mensaje para diferentes sectores de la audiencia.

    Si pretendemos obtener una perspectiva social del
    proceso de la comunicación masiva, tenemos que dividir en
    categorías la miríada de variaciones individuales
    que se presentan en las respuestas de la audiencia a los mensajes
    mediáticos. Un camino posible es la teoría de Frank
    Parkin, quien sostiene que es de esperar que los miembros de las
    diferentes clases
    sociales de una sociedad se enmarquen dentro de lo que
    él llama diferentes «sistemas de sentido» o
    marcos ideológicos (Parkin, 1971). Por extensión,
    podemos aplicar este modelo para tratar de explicar el modo en
    que miembros de diferentes clases decodifican los mensajes de los
    medios.

    Parkin sostiene que en las «sociedades
    occidentales» es conveniente distinguir tres sistemas
    principales de sentido, y que cada uno de ellos procede de una
    fuente social diferente y promueve una
    «interpretación moral distinta
    de la desigualdad de clases». Según Parkin, ellos
    son:

    1. el sistema de valores dominante, cuya fuente social
      es el orden institucional principal; constituye un marco
      moral que se inclina a refrendar la desigualdad existente en
      términos de respeto;
    2. el sistema de valores subordinado, cuya fuente
      social o medio generador es la comunidad local de la clase
      obrera; este marco promueve respuestas de acomodación
      a los hechos de desigualdad y al bajo status
      social;
    3. el sistema de valores radical, cuya fuente es el
      partido político que tiene base de masas en la clase
      obrera; este marco promueve una interpretación de
      oposición a las desigualdades sociales.

    Siguiendo a Parkin, pero adaptándolo, podemos
    señalar tres posiciones que puede tomar el decodificador
    ante el mensaje codificado. Una posibilidad es que acepte
    plenamente el sentido que le ofrece el marco interpretativo que
    el mensaje mismo propone y prefiere; en ese caso, la
    decodificación se realiza según el código
    dominante o de acuerdo con este. Una segunda posibilidad es que
    el decodificador haga propio a grandes rasgos el sentido
    codificado, pero relacionando el mensaje con cierto contexto
    concreto o
    situado que refleje su posición y sus intereses, con lo
    cual el lector puede modificar o torcer parcialmente el sentido
    preferencial. Siguiendo la terminología de Parkin, podemos
    decir que esta es una decodificación
    «negociada». La tercera posibilidad es que el
    decodificador discierna el contexto en el que fue codificado el
    mensaje, pero pueda aportar un marco de referencia distinto que
    deje de lado el marco codificado e imponga al mensaje una
    interpretación que opere en directa
    «oposición». Estas lecturas de alternativa no
    pueden considerarse «erradas», sino que se entienden
    más adecuadamente como una crítica desarrollada en
    contra de la lectura preferencial.

    Parkin elaboró su modelo con el fin de entender
    las posiciones típicas de miembros de diferentes clases en
    relación con la ideología dominante de una
    sociedad. Pero a nosotros lo que nos interesa más
    directamente es la cuestión del registro de
    posiciones posibles que pueden tomar diferentes sectores de la
    audiencia en relación con un mensaje dado. Adaptar el
    esquema propuesto por Parkin, como lo hicimos antes, nos permite
    rendir cuenta de las tres posibilidades lógicas que el
    decodificador comparta por entero, acepte en parte o deseche por
    completo el código según el cual se codificó
    un determinado mensaje. Evidentemente, este es un esquema muy
    general, de modo que necesitamos dividir internamente esas
    amplias categorías -el código dominante, el
    código negociado y el código de oposición- a
    fin de explicar las variaciones que pueden ocurrir dentro de ese
    esquema básico; por ejemplo, en el caso de las diferentes
    formas o variantes del código dominante. Por deficiente
    que sea, el esquema propuesto por Parkin nos permite concebir la
    audiencia como un todo socialmente estructurado, y esto
    constituye un progreso considerable respecto de cualquier modelo
    que simplemente conciba la audiencia como una suma
    desestructurada de individuos.

    Quizá sea conveniente aclarar aquí lo que
    no se dice o está implícito en ese esquema. Al
    afirmar que las decodificaciones individuales de los mensajes
    deben considerarse dentro de su contexto sociocultural, no quiero
    decir que el, pensamiento y
    la acción individuales estén determinados de una
    manera simple por la posición social ni que por lo t tanto
    puedan «explicarse» directamente atendiendo a ese
    factor. Esta sería una burda forma de determinismo que
    eliminaría efectivamente la categoría de individuo
    -como actor del mundo social- y la remplazaría por la
    categoría de clase social, como si todos los hechos
    referentes a un individuo (y en particular el modo en que un
    individuo decodifica los mensajes) pudieran reducirse a la
    cuestión de la clase social a la que esa persona
    pertenece. No estamos obligados a plantear esta situación
    como un problema disyuntivo: es decir que la
    decodificación sea o bien infinitamente variable
    ¿tantas decodificaciones como individuos o bien
    directamente predecible en el caso de todos los miembros de una
    clase social dada (como una consecuencia directa y determinada de
    su posición social). Más bien debemos comprender la
    relación que existe entre las dos dimensiones, o sea:
    entender la experiencia y la respuesta individual y variada tal
    como se dan en un contexto social particular en virtud de los
    recursos culturales de que se dispone en dicho contexto. Y
    así concebimos al individuo social, el decodificador
    individual inmerso en un particular contexto social
    estructurado.

    Esto nos lleva a considerar un aspecto adicional. La
    idea de incorporar el trabajo sociológico de autores como
    Parkin en la teoría de las comunicaciones trae una
    dificultad crítica, que podríamos denominar una
    tendencia al sociologismo, con lo cual me refiero al intento de
    convertir inmediatamente categorías sociales (por ejemplo,
    la clase) en sentidos (por ejemplo, las posiciones
    ideológicas) sin prestar la debida atención a los
    factores específicos que participan de esa
    «conversión». Esto equivale a decir que es
    inadecuado presentar los factores sociales -edad, sexo, raza y
    clase- como elementos determinantes de decodificación sin
    especificar apropiadamente el modo en que esos factores
    intervienen en el proceso de comunicación. Debemos prestar
    atención a los mecanismos específicos por los
    cuales los factores sociales son enunciados en los discursos. Los
    factores sociales no pueden tratarse como si de algún modo
    «intervinieran» directamente en el proceso de
    comunicación. Tales factores sólo pueden tener un
    efecto en la comunicación si son enunciados en discursos,
    a través de los sistemas de sentido o los códigos
    según los cuales los miembros de una clase dada viven y
    comprenden su experiencia.

    Por ejemplo, no podemos «explicar»,
    atendiendo directamente al origen o a la posición de
    clase, por qué un miembro de una clase particular
    decodifica cierto mensaje de un modo diferente de un miembro de
    otra clase. La posición de clase de una persona no
    «interviene» en el proceso de decodificación
    como lo haría el Llanero Solitario, cabalgando
    derechamente contra su enemigo y repeliéndolo. En
    realidad, la posición de clase sólo puede adquirir
    significación en el proceso decodificador en tanto sea
    enunciada en el nivel de los signos y los discursos.

    Los efectos cognositivos a largo plazo

    Durante mucho tiempo el estudio sobre los efectos estuvo
    vinculado a las siguientes premisas:

    1. los procesos
      comunicativos son asimétricos: hay un sujeto
      activo que emite el estímulo y un sujeto más bien
      pasivo que es afectado por este estímulo y
      reacciona;
    2. la comunicación es individual, un
      proceso que concierne fundamentalmente a individuos en
      particular y que hay que estudiar en cada uno de
      ellos;
    3. la comunicación es intencional, la
      introducción del proceso por parte del
      comunicador se produce intencionalmente y está, en
      general, destinada a un fin; el comunicador apunta a un
      determinado efecto
    4. los procesos comunicativos son
      episódicos: comienzo y fin de la
      comunicación son temporalmente limitados y cada episodio
      comunicativo tiene un efecto aislable e independiente (SCHULZ,
      1982, 52).

    Este paradigma
    resulta hoy profundamente modificado, algunas de sus aserciones
    han sido abandonadas o transformadas: es decir, se ha pasado de
    los efectos entendidos como cambios a corto plazo a los efectos
    entendidos como consecuencias a largo plazo.

    Se ha cobrado conciencia de que «las
    comunicaciones no median directamente el comportamiento
    explícito; más bien tienden a influenciar la
    forma con la que el destinatario organiza su propia imagen del
    ambiente
    »

    Las principales diferencias entre el viejo y el nuevo
    paradigma de investigación de los efectos son las
    siguientes: a) no ya estudios de casos individuales (sobre todo
    «campañas»), sino cobertura global de todo el
    sistema de los media centrada en determinadas áreas
    temáticas, b) no ya datos
    extraídos principalmente de las entrevistas al
    público, sino metodologías integradas y complejas;
    c) no ya la observación y estimación de los cambios
    de actitud y de
    opinión, sino la reconstrucción del proceso con que
    el individuo modifica su propia representación de la
    realidad sociaI ( Noelle NEUMANN, 1983) .

    En la evolución que está siguiendo el
    problema de los efectos desde hace algún tiempo, cambia en
    primer lugar el tipo de efecto, que ya no corresponde a
    las actitudes, valores y comportamientos del destinatario, sino
    que es un efecto cognoscitivo, sobre los sistemas de
    conocimientos que el individuo asume y estructura establemente, a
    causa de su consumo de comunicaciones de masas. En segundo lugar
    cambia el marco temporal: ya no efectos puntuales, derivados de
    la exposición a cada mensaje, sino efectos acumulativos,
    sedimentados en el tiempo. Se subraya el carácter de proceso de la
    comunicación de masas que es analizada tanto en su
    dinámica interna como en sus relaciones con
    otros procesos comunicativos, precedentes o simultáneos.
    La duración del arco temporal en el que dichos efectos se
    hacen perceptibles (y son de alguna forma valorables) es por
    tanto bastante amplia. Se evidencia la interacción y la
    interdependencia permanentes de los factores que entran en juego
    en el proceso de influencia, y este aspecto-en mi
    opinión-funda la vía interdisciplinar emprendida
    por dicha orientación analítica.

    El cambio de perspectiva en la problemática
    -bastante tradicional y «clásica»- de los
    efectos, puede explicarse de diferentes maneras: en primer lugar,
    está relacionado con el ya señalado carácter
    cíclico del clima de
    opinión sobre la potencia de la
    comunicación de masas.

    A ello hay que añadir un elemento propio de la
    lógica
    «administrativa» presente en gran parte de la
    communication research, el hecho de que la teoría
    de los "efectos limitados" resultase funcional tanto a los
    grandes aparatos de comunicación de masas como a la
    imagen
    profesional de los periodistas, por cuanto contribuía
    a «defender a a unos y otros de controles y presiones
    sociales excesivas, que se habrían acentuado
    inevitablemente de haberse acreditado la idea de una influencia
    masiva de los media sobre el público (Noelle NEUMANN,
    1983). El paso a un paradigma distinto se hizo más
    fácil con la atenuación de este elemento que
    contribuye a explicar el éxito y la duración de la
    teoría sobre los «efectos
    limitados».

    Pero existen otros dos factores: a) la reciente
    orientación más marcadamente sociológica de
    la communication research, con la influencia creciente de
    la sociología del conocimiento
    (véase 1.8); b) el «definitivo» abandono de la
    teoría informacional de la comunicación, funcional
    por su parte -aunque no por sí sola- de cara a
    conceptualizar como únicos efectos significativos los
    valorables, visibles, comportamentales, que se manifiestan en
    cuanto reacción a un estímulo.

    La sociología del conocimiento, al centrarse en
    la importancia y en el papel de los procesos simbólicos y
    comunicativos como presupuestos
    de la sociabilidad, va convirtiéndose progresivamente en
    una de las temáticas-guía en la fase actual de los
    estudios: precisamente por eso, paralelamente, la temática
    de los efectos se está identificando en la perspectiva de
    los procesos de construcción de la realidad. Como sucede a
    menudo en los estudios mediológicos, este aspecto no es
    del todo nuevo, sino que aparece, aunque sea de manera
    fragmentaria y discontinua, varias veces a lo largo de los
    trabajos: los de Walter LIPPMANN (1922) y LAZARSFELD (1940) son
    un ejemplo en el que se advierte netamente la conciencia de la
    dificultad de obtener datos pero también de la indudable
    existencia de efectos muy importantes relativos a la
    adquisición de conocimientos y de representaciones de la
    realidad.

    Una etapa fundamental del intento de desplazar la
    atención del análisis hacia este tipo de efectos
    está constituida por las críticas de LANG y LANG
    (1962) al paradigma de los «efectos limitados».
    Observan que la situación comunicativa propia de las
    «campañas» (electorales, presidenciales,
    informativas, etc.) tiende a enfatizar el efecto de estabilidad y
    de refuerzo y a «desanimar» en cambio la visibilidad
    de otros tipos de influencias. Pero además del
    carácter específico de la situación
    comunicativa de muchos de los estudios sobre los efectos,
    «hay algo en la forma en que ha sido abordado el problema
    que puede oscurecer algunas de las modalidades con las que los
    mass media son eficaces» (LANG LANG, 1962, 682).

    Por ejemplo, el índice principal para valorar los
    efectos no puede ser la cantidad de consumo y de atención
    prestada a la comunicación de masas: hay que obtener
    alguna valoración sobre el contenido y el significado de
    aquello a lo que se está expuesto. Además, el
    contexto de la «campaña» obstaculiza la
    posibilidad de considerar un tipo distinto de impacto de los
    media, el acumulativo, vinculado a una exposición
    cotidiana, normal, continuada.

    Por otra parte, ya en los estudios sobre los
    «efectos limitados», se dan anotaciones
    significativas para la redefinición del problema, en
    particular el hecho de que la eficacia de los media -incluso en
    la situación de «campaña- consiste a menudo
    en su capacidad de modificar la imagen de lo que es o no es
    importante, de los temas o problemas principales en el contexto
    de la batalla eletoral.

    Los mass media por tanto ejercen la influencia que
    poseen, por cuanto son algo más que un simple canal a
    través del que es presentada a los electores la
    política de los partidos. Al filtrar, estructurar y
    enfatizar determinadas actividades públicas, el
    contenido de los media no se limita a transmitir lo que los
    portavoces proclaman y lo que los candidatos afirman […] No
    sólo durante la campaña, sino también
    durante los períodos intermedios, los media ofrecen
    perspectivas, modelan las imágenes de los candidatos y
    de los partidos, ayudan a promocionar los temas sobre los que
    versará la campaña y definen la específica
    atmósfera y área de importancia y reactividad que
    caracteriza a cada competición electoral
    (LANG-LANG,1962, 689).

    Por lo que se refiere al segundo factor, es evidente que
    el paso de los «efectos limitados» a los
    «efectos acumulativos» implica el abandono del modelo
    transmisor de la comunicación, a favor de un modelo
    centrado en el proceso de significación. Es efectivamente
    desde este punto de vista que los media desarrollan un papel de
    construcción de la realidad (creating a
    second
    hand reality) (ibíd.). La
    infiuencia de los media es postulada porque éstos nos
    ayudan a «estructurar la imagen de la realidad social, a
    largo plazo, a organizar nuevos elementos de dichas
    imágenes, a formar nuevas opiniones y creencias»
    (ROBERTS, 1972, 377).

    Mucho de lo que la gente sabe sobre la vida
    política ha sido aprendido de segunda o tercera mano, a
    través de los media. Estos estructuran un contexto
    político muy real, pero que nosotros podemos conocer
    sólo «de lejos» […]. Además de
    esto, los media estructuran también una realidad
    más amplia, no local, a la que es difícil
    sustraerse […]. Hay algo invasor (obtrusive) respecto
    a lo que los media presentan, algo que hace su influencia
    acumulativa (LANG-LANG, 1962, 694).

    Ya no estamos en el campo de los efectos intencionales,
    vinculados a un contexto comunicativo limitado en el tiempo y
    caracterizado por objetivos dirigidos a obtener dichos efectos:
    ahora se pasa a efectos de alguna forma latentes,
    implícitos en la forma en que determinadas distorsiones en
    la producción de los mensajes se reflejan en el patrimonio
    cognoscitivo de los destinatarios. En el centro de la
    problemática de los efectos está pues la
    relación entre la acción constante de los mass
    media y el conjunto de conocimientos sobre la realidad social,
    que da forma a una determinada cultura interviniendo en ella de
    forma dinámica. En esta relación son importantes
    tres características de los media: la acumulación,
    la consonancia, la omnipresencia (Noelle NEUMANN,
    1973).

    El concepto de acumulación se refiere al hecho de
    que la capacidad de los media de crear y sostener la importancia
    de un tema es el resultado global (obtenido después de un
    cierto tiempo) de la forma en que funciona la cobertura
    informativa en el sistema de comunicaciones de masas. Es decir,
    no efectos puntuales, sino consecuencias vinculadas a la
    repetitividad de la producción de comunicación de
    masas.

    La consonancia va unida al hecho de que en los procesos
    productivos de la información los rasgos comunes y los
    parecidos tienden a ser más significativos y numerosos que
    las diferencias (véase capítulo 3), lo que lleva a
    mensajes sustancialmente más parecidos que
    diferentes.

    El concepto de omnipresencia, por último,
    concierne no sólo a la difusión cuantitativa de los
    media, sino también al hecho de que el saber
    público -el conjunto de conocimientos, opiniones,
    actitudes, difundido por la comunicación de masas- tiene
    una cualidad particular: es públicamente conocido que el
    mismo es públicamente conocido.

    Esto refuerza la disponibilidad a la expresión y
    a la visibilidad de los puntos de vista difundidos por los media,
    y por tanto el poder de configuración que dicha
    visibilidad tiene sobre los que aún no han elaborado una
    posición propia. El resultado final, con frecuencia, es
    que la distribución efectiva de la opinión
    pública se regula y se adapta sobre la reflejada por
    los media, según un esquema de profecía que se
    autoverifica. En síntesis,
    por tanto, la nueva problemática de los efectos analiza
    los procesos y las formas con los que los medios de
    comunicación de masas «establecen las condiciones de
    nuestra experiencia del mundo más allá de las
    esferas de interacciones en las que vivimos» (FISHMAN,
    1980, 12).

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