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Hacia una revisión del concepto, funciones y ámbitos del Partido Político




Enviado por rocisaro



     Grupos de presión:
    Conceptos generales, métodos
    operativos y bases sociales. Distinción entre grupo de
    presión, de interés, "
    lobbying" y partido político. Recursos de los
    grupos de
    presión. Grupos de
    presión sindicales, grupos de presión
    empresarios y grupos de presión
    ecologistas.

    Ante la carencia de una teoría
    general de los partidos, Duverger propone la elaboración
    de una metodología que comience a dar relevancia a
    los aspectos estructurales y supraestructurales de dichas
    organizaciones. Al hacerlo, acepta en parte la
    división genética
    del marxismo por
    cuanto observa que las contradicciones inherentes en los procesos
    políticos siguen siendo una herramienta útil para
    el estudio de los partidos. Sin embargo, su trabajo
    intenta tomar la opción de enfatizar sobre la forma
    institucional y el accionar que desarrollan los partidos dentro
    de la estructura del
    Estado, en
    tanto criterio que le permita una visión
    sistemática sobre los tipos y los sistemas de
    partidos existentes en diversas partes del mundo. A diferencia de
    las posiciones marxistas y fascistas, que ubican el
    parámetro clásico de los partidos de clase y
    antiparlamentarios en esencia, Duverger trata de reivindicar a
    los partidos-doctrina, que se definen por multiclasistas,
    plurales y parlamentaristas (D, p.ll). Duverger afirmará
    que la supuesta correspondencia ideal entre partidos y clases
    sociales sólo se cumple en las sociedades
    poco evolucionadas y con estructuras
    indiferenciadas, condiciones que usualmente tienden al
    surgimiento de los partidos de masas. Por el contrario, buscar
    una identificación de clase en sociedades avanzadas
    sólo traerá una tendencia hacia la
    conformación de partidos muy disciplinados, pero
    minoritarios y limitados en su capacidad de voto y potencial de
    alianzas (D, p.265).

    Siguiendo esta preocupación, Duverger nos define
    que un partido «es una comunidad con una
    estructura particular» (D, p.ll), cuyo objetivo es
    «conquistar el poder y
    ejercerlo» (D, p.15). Aunque luego ajusta dicha
    definición para decir que: «Un partido no es una
    comunidad, sino un conjunto de comunidades, una reunión de
    pequeños grupos diseminados a través del
    país (secciones, comités, asociaciones locales,
    etc.), ligados por instituciones
    coordinadoras» (D, p.46-47). La dinámica organizativa formal, aunque
    importante, es insuficiente para revelar el comportamiento
    y el manejo real de dichas estructuras. Duverger asume que los
    partidos se desenvuelven informalmente, haciendo muchas veces a
    un lado su propio sistema de reglas
    interno, pero están siempre atentos a sus cometidos de
    actuar dentro de los espacios electoral y parlamentario (en su
    doble connotación de ser medio de representación y
    gobierno).

    Al igual que como lo postulara Panebianco –y en
    menor grado Sartori–, Duverger reconoce que el momento
    fundacional de los partidos determina en mucho su posterior
    evolución y desarrollo. En
    particular, Duverger identifica dos vías de génesis
    partidaria:

    a) Interna. Esto es, desde los grupos parlamentarios y
    comités electorales, más presentes en el pasado,
    cuya orientación va directamente hacia la
    competición y la conquista de puestos. La subsistencia de
    dichos grupos y comités sigue determinando en buena medida
    un núcleo organizativo interno dual de los partidos, ya
    que sus directivas son primordialmente formadas con los propios
    parlamentarios. Al mismo tiempo,
    Duverger indica que dichos partidos surgen cuando no existe un
    sistema de partidos organizado; b) Externa. Se da más
    regularmente en la actualidad como producto de la
    presencia e incursión de organizaciones para-políticas,
    grupos de interés, nuevos movimientos sociales, etc.,
    mismos que se transforman en partidos para influir dentro del
    gobierno y/o el parlamento a efecto de hacer prevalecer sus
    propios intereses (D, p.22), con lo cual se asume la presencia de
    un sistema de partidos complejo. Sin embargo, la mayor parte de
    las veces –coincidiendo con Panebianco y Sartori–,
    Duverger indica que la superposición de dichas estructuras
    externas en el orden interno de los partidos, hacen que
    éstos se tornen altamente dependientes, ya que sus
    directivas son conformadas por líderes que a su vez son
    dirigentes de otras organizaciones (D, p.16).

    Aquí puede verse que Duverger tiene especial
    interés por los mecanismos de centralización y descentralización al igual que Panebianco,
    por lo que en ambos autores se configura una necesidad de
    constituir centros directivos que permitan conciliar los diversos
    intereses locales e ideológicos que se orientan hacia la
    retención del poder (D, p.21).

    Por desgracia, Duverger deja inconclusa una muy
    interesante observación con respecto a otra variante de
    creación externa de los partidos, misma que tiene
    relación con el Estado
    –la cual es también advertida por Sartori en su
    análisis de los partidos únicos. Si
    bien puede darse la gestación de un partido, dicha
    organización puede ser proscrita legalmente
    por diversas causas, lo cual le impide acceder al sistema de
    competición, con lo cual queda obligado a desenvolverse en
    la clandestinidad o convertirse en un simple grupo de
    presión periférico que debe buscar alianzas con
    algún partido establecido (D, p.25).

    Desde luego, este tipo de acciones,
    más propias –pero no exclusivas– de los
    regímenes unipartidistas totalitarios y autoritarios,
    pueden restringir de manera ostensible el correcto funcionamiento
    de los sistemas de partido e impedir al electorado poder acceder
    a un real pluralismo competitivo.

    Los partidos
    políticos modernos deben responder a la
    búsqueda de bienes
    colectivos, ya que su esencia original les lleva a ser
    profundamente igualitaristas, anti-elitistas y homogeneizantes
    (D, p.19). En esto, Duverger y Sartori tienen una diferencia
    sustantiva con Panebianco quien detecta la evolución de
    los partidos hacia la posterior búsqueda de bienes
    selectivos, en donde la eficacia
    decisional y la institucionalización internas son los
    factores clave que permiten su mantenimiento
    y desarrollo no hacia la generalidad, sino hacia la
    especialización.

    Duverger también nos proporciona una
    radiografía muy reveladora de cómo se estructuran
    internamente los partidos políticos. En buena medida, la
    identificación ideológica y el sistema electoral
    influyen sobre dichos factores. En un primer paso, pueden
    definirse a los partidos en el nivel de la estructura
    (ámbito horizontal). Ésta puede ser:

    a) Directa (unitaria) en donde no hay nexos o
    influencias externas o en todo caso tienen una predominancia
    sobre éstas. Son partidos nacionales, verticales y
    centralizados (como los partidos comunistas y fascistas). Debido
    al sistema electoral son más disciplinados a las
    decisiones internas del partido. Generalmente, se expresan como
    partidos de masas y de clase.

    b) Indirecta (federada). Son partidos que se forman a
    partir de identidades sociales supraestructurales, como ocurre
    con los partidos religiosos, étnicos o pluri-clasistas.
    Muchas veces son partidos regionales horizontales y
    descentralizados (como los partidos liberales y socialistas). En
    materia
    electoral, sus representantes son altamente autónomos
    frente a las decisiones de la dirección central del partido.

    c) Arcaicos o prehistóricos, en donde se dan
    más bien relaciones y comportamientos de tipo
    tribal-hereditario u militar-carismático, pero cuya
    volatilidad hacen imposible su estudio sobre bases regulares. Es
    decir, son partidos no institucionalizados y por ende, con
    sistemas de partidos inexistentes.

    Un segundo criterio es ubicar a los partidos por sus
    elementos de base (nivel vertical). En este caso, Duverger ubica
    los partidos organizados a partir de comités (como los
    partidos liberal-burgueses), cuya actividad es meramente
    electoral y su radio de acción
    está en relación directa con captar votantes en el
    distrito en disputa.

    Son agrupaciones voluntarias, muy descentralizadas y
    generalmente amplias en el número de sus participantes,
    pero cerradas en la selección
    de dirigentes, quienes son los que pueden dedicar tiempo a la
    política
    (D, p.52). Igualmente distingue a los partidos que se organizan a
    partir de secciones (como los partidos socialistas). Dichas
    estructuras son más permanentes, ya que intentan
    desarrollar un trabajo constante de reclutamiento,
    organización de masas y educación
    política, por lo que su membresía es más
    estrecha y más delimitada geográficamente; pero los
    requisitos de acceso son menos rigurosos y existe una
    preocupación electoral como parte de la misión de
    sus dirigentes (D, p.53).

    Adicionalmente, están los partidos basados en las
    células
    (como es el caso de los partidos comunistas), cuya base es
    enteramente profesional, ya que se conforman usualmente en el
    lugar de trabajo. Son grupos permanentes y los nexos son
    más personales y trascienden a las propias reuniones
    partidarias. Su radio de operación y acceso no son muy
    amplios, por lo que se enfatiza más en su
    preparación ideológica y no tanto en la competencia
    electoral (D, p.63). Por último, Duverger ubica la
    organización de las bases partidarias dadas a partir del
    concepto de la milicia (como acontece en los partidos fascistas).
    En ella prevalece una estructura de masas instrumental que
    sólo es convocada cuando es necesario. Al contrario de los
    partidos comunistas, no excluye por completo una conquista del
    poder vía elecciones como su criterio de llegada, aunque
    al igual que ellos, su preocupación reside en crear
    estructuras de mando homogéneas e indiscutidas (D,
    p.66).

    El tercer criterio organizativo general utilizado por
    Duverger se refiere a los niveles de articulación general
    los cuales pueden ser fuertes o débiles. Como lo explica
    el propio Duverger, se refiere a la manera en que opera
    administrativamente un partido. Esta será débil
    justo en la medida que sus organismos no sean permanentes (como
    acontece con el sistema de comités); es fuerte en el caso
    de partidos estructurados: mediante secciones; y será muy
    fuerte cuando dichos partidos estén sostenidos en
    células o milicias (D, p. 77). Gracias a esta
    distinción, Duverger tiende a identificar los partidos de
    cuadros especializados de (articulación débil)
    frente a los partidos de masas (de articulación
    fuerte).

    Ahora bien, Duverger se remite a diferenciar los tipos
    de enlace (vertical y horizontal) y las formas centralizadas y
    descentralizadas que definen la distribución del poder) dentro de los
    partidos. Los partidos comunistas y fascistas tienden a situarse
    como partidos verticales y centrales, mientras que los partidos
    socialistas y liberal-burgueses son más horizontales y
    descentralizados.

    Una diferencia sustantiva estriba en los grados de
    democracia
    interna de dichos organismos, ya que en los partidos horizontales
    hay una responsabilidad directa de los dirigentes ante sus
    agremiados, mientras que en los partidos verticales sólo
    son responsables ante la instancia superior una vez que la
    decisión ha sido tomada, sea en línea ascendente o
    descendente. Sin embargo Duverger menciona que estos mecanismos
    pueden combinarse, dando como resultado una explicación de
    cómo los partidos se relacionan exteriormente para captar
    nuevos miembros, definir alianzas o imponer mandos en las
    organizaciones para-partidarias y estatales (D, p.79,
    81).

    Finalmente, Duverger considera incluir otras variables en
    su tipología organizativa de los partidos. Por un lado,
    define aspectos como el origen mismo de los partidos (crucial en
    la idea de Panebianco); el modelo de
    financiamiento
    (nivel de cuotas justas y las vías de adquisición
    de recursos mediante donaciones públicas y/o privadas) y
    el régimen electoral.

    En este último tópico, Duverger indica que
    la adopción
    de métodos uninominales o de representación
    proporcional tienen una notoria influencia sobre el nivel de
    disciplina y
    competitividad
    de los partidos (lo que por mucho tiempo serán conocidas
    como las «leyes de
    Duverger»). Esto es, mientras más benévolo
    sea el acceso a la representación, sin duda se
    alentará a la formación de nuevos partidos o de que
    los partidos existentes intenten expandir su influencia, lo cual
    los llevará a la descentralización (D, p. 89). En
    su trabajo, Sartori intentará cuestionar y ajustar muchos
    de los presupuestos
    de dichas leyes.

    Otros criterios empleados por Duverger para ubicar una
    tipología de partidos se concentran en los problemas de
    la membresía y la dirección de los mismos. En el
    primero de los casos, Duverger distingue que los partidos poseen
    cuatro categorías: electores, simpatizantes, miembros y
    militantes, mismas que distinguen los niveles de menor a mayor
    participación. Duverger identifica que los partidos
    más "institucionalizados» y
    «especializados» no son aquellos que arriban a una
    composición cuasi-religiosa, sino aquellos que logran
    consolidar «círculos interiores de poder»
    reales.

    Ello no obsta para seguir ubicando diferencias
    sustanciales entre los grandes y pequeños partidos, a
    partir de comparaciones con indicadores
    inestables como el número de militantes registrados y los
    votos obtenidos. Aquí, Sartori es justamente quien logra
    trascender el problema del tamaño formal como
    sinónimo de la fortaleza interna de un partido, al
    colocarse en el criterio de identificar a un partido a partir de
    su «efectividad», misma que se da mediante el
    número de posiciones de poder obtenidas. De esta manera,
    un partido de membresía pequeña puede ser
    más poderoso que un gran partido debido a situaciones
    propiciadas por los métodos electorales, o debido a
    coyunturas específicas que hayan motivado al electorado a
    votar diferente (D, p.127).

    En materia de la selección de dirigentes,
    Duverger coincide con Panebianco en que los partidos tienden a
    ubicarse en líneas de congelamiento y conservación;
    ésto es, son pocos dúctiles a la renovación
    generacional de las élites, e incluso se tornan cada vez
    más autocráticos, centralistas y totalitarios (D,
    p.197 y ss.).

    En este sentido, es interesante ubicar que Duverger
    busque una clara convergencia entre los tipos de partido y las
    estructuras de Estado, sea hacia formas regresivas o
    democráticas, y dependiendo desde luego del nivel de
    desarrollo institucional y eficacia burocrática que
    estén presentes (D, p.176).

    Duverger muestra las
    notorias diferencias existentes entre los tipos de partidos que
    presentan dirigencias reales y aparentes, lo que nos lleva a
    definir los márgenes de la relación
    gobierno-partido, en donde las líneas de dependencia y
    predominio variarán en un «continuum» en donde
    ya sea que el gobierno se imponga al partido u éste
    controle al primero, a menos que la sobreviviencia del partido
    tenga que apelar a sus acervos básicos de lealtades
    personales, disciplina ideológica o de franca
    depuración de las disidencias (D, p.211).1

    Por ello, un partido se caracteriza no sólo por
    su fuerza
    cuantitativa formal, sino por sus capacidades de alianza, el
    número de asientos y de electores que posea, pudiendo
    hacer cambiar, según el caso, lo que es un partido con
    vocación mayoritaria (que posee o puede poseer la
    mayoría parlamentaria), así como a los grandes
    partidos y los partidos pequeños, que aspiran a
    convertirse en mayoritarios, por lo que su sobrevivencia depende
    de las coyunturas y los convenios establecidos con partidos del
    primer tipo, por cuanto el número de asientos
    parlamentarios que posean se puede traducir en posiciones
    efectivas de poder dentro del gobierno (D, p.307-313).

    En especial, los partidos pequeños son de gran
    utilidad en la
    formación de gobiernos, ya que usualmente desplazan a los
    grandes partidos para favorecer así a los partidos
    mayoritarios, con lo cual ejercen lo que Duverger llama una
    «función de
    arbitraje» y de coalición. Por su
    parte, Sartori recuperará dichos atributos en su propia
    tipología, al definir el potencial de gobierno y las
    posibilidades de coalición viable que cada partido
    político pueda desarrollar (S, p.156).

    María del Rocío Saro
    Avalos

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