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Enfoques alternativos de política económica y su aplicabilidad a cada etapa del ciclo económico (página 2)




Enviado por maricris



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    1. El enfoque keynesiano es un pensamiento económico surgido en la
      década de 1930, a partir de las ideas de John
      Maynard Keynes. En contraste con la teoría económica
      clásica, mantiene que una economía capitalista no tiende
      automáticamente hacia el pleno empleo. Por tanto, el gobierno debe emprender políticas fiscales activas, aunque
      apoyándose en políticas monetarias
      adecuadas, para lograr y mantener el pleno empleo y un
      crecimiento económico
      constante.

      Tal y como lo sostiene March Poquet (2004),
      Keynes
      acabó con la idea que la economía de
      mercado conduce automáticamente al
      pleno empleo (equilibrio y crisis
      pasajeras), abriendo la puerta a la necesidad de la
      política económica (gestión macroeconómica, de
      la demanda
      agregada), de la intervención del Estado
      para alcanzar una situación de pleno
      empleo.

      Para Keynes, los salarios no son flexibles a la baja y, por
      tanto, los precios no se pueden ajustar a la baja.
      Pero el
      Estado puede hacer crecer la "demanda efectiva" para alcanzar pleno
      empleo. Sin embargo, en opinión del autor citado,
      la validez directa de sus teorías para los países
      subdesarrollados era muy limitada, pues se trataba de un
      enfoque pensado para los desarrollados, en particular,
      para superar la gran recesión de la década
      de 1930.

      La visión keynesiana opina, al contrario
      que la neoclásica, que la
      intervención del gobierno puede mejorar
      notablemente el funcionamiento de la economía.
      Algunos de los keynesianos de la década de 1970,
      que encabezaron debates con los monetaristas sobre estas
      cuestiones serían Franco Modigliani y James
      Tobin.

      La obra más celebrada de Keynes, The
      General Theory of Employment, Interest and Money

      (1936), ha sido uno de los libros
      más influyentes que jamás se hallan escrito
      sobre economía. En el expresó claramente
      que se apartaba de la teoría económica
      tradicional que sostenía que la economía
      tiene una tendencia natural a alcanzar el equilibrio con
      pleno empleo.

      Ciertamente, Keynes demostró que el
      equilibrio puede ser alcanzado y mantenido a un nivel de
      producción menor que el de pleno
      empleo. La teoría keynesiana o, según
      Spencer (1987), "teoría moderna del ingreso y el
      empleo", argumenta que la demanda agregada puede ser
      mayor, igual o menor que el ingreso agregado; que el tipo
      de interés no tiene porqué
      igualar el ahorro
      deseado y la inversión deseada, porque estos son
      realizados por personas diferentes por motivos
      diferentes, y que los precios y los salarios no son
      flexibles –especialmente hacia abajo- debido a la
      resistencia por parte de los monopolios de
      empresas, sindicatos, legislación sobre
      salario mínimo y otras fuerzas
      institucionales. Por ello, la economía puede no
      ajustarse necesariamente por sí sola al equilibrio
      de pleno empleo.

      En consecuencia, Keynes abogó por la
      reducción de la tasa de
      interés de los bancos, con objeto de estimular la
      inversión; los impuestos progresivos sobre el ingreso
      para hacer los ingresos más igualitarios y, en
      consecuencia, aumentar el porcentaje del ingreso agregado
      que la gente gasta en consumo y el gobierno invierte a
      través de obras públicas y otros medios
      como proceso para estimular la
      economía.

      Actualmente, estas sugerencias de política y otras relacionadas con
      ellas, son parte de una gran familia de conceptos que constituyen lo
      que, algunos teóricos denomina "Nueva
      Economía".

      Según Osuna Guerrero (2002), durante
      más de cuarenta años el keynesianismo
      dominó el mundo académico y la
      práctica económica de los gobiernos. Las
      políticas de Roosevelt previas a la Segunda
      Guerra Mundial ya incorporaban muchas de estas
      "recetas". Después de la segunda
      guerra mundial, el keynesianismo desplazó a
      los economistas liberales de toda influencia en las
      universidades o los gobiernos.

      Keynes se enfrentó al problema de la Gran
      Depresión. Según la macroeconomía neoclásica,
      los mercados funcionan perfectamente (o casi)
      y se ajustan rápidamente (o casi). Pero la
      Depresión y sus terribles consecuencias,
      caracterizadas en años de crisis y desempleo, desmintieron los postulados
      neoclásicos.

      Keynes construyó una explicación e
      indicó una solución práctica:
      activar la economía con un impulso artificial, que
      provenía del gasto del gobierno, preferiblemente
      de inversión (obras públicas, programas de empleo). En aquellas
      circunstancias tenía sentido la idea, pero en la
      actualidad se sabe que Keynes sólo estudió
      un caso anómalo que de hecho no ha vuelto a
      repetirse.

      A pesar de esto, sus seguidores keynesianos
      norteamericanos de 1950 y 1960, tales como Samuelson,
      Tobin y Modigliani, entre otros, enfrentados a Friedman
      (neoclásico), elaboraron una macroeconomía
      sobre el caso anómalo planteado por Keynes,
      dándole presunta validez general. Así pues
      la economía podía situarse en cualquier
      posición con desempleo y permanecer ahí
      indefinidamente: la economía necesitaba ayuda
      transitar a través de las fluctuaciones del ciclo
      y salir de las depresiones.

      De esta manera, justificaron las medidas
      contracíclicas, que abrieron la puerta a los
      déficits persistentes del presupuesto público. En el fondo se
      asentó la idea de que la economía era
      manipulable desde un centro de control estatal, con ciertas
      restricciones. En opinión de Osuna Guerrero
      (2002), esta es una acepción de "keynesianismo",
      que proviene de una "generalización" indebida del
      caso que analizó de Keynes.

      Así pues, el keynesianismo
      "práctico" aconsejaba intervenir durante las fases
      recesivas del ciclo para "aplanarlo", y hacer menos
      traumáticos esos períodos, o incluso
      hacerlos desaparecer. Para ello proponían que el
      Estado "interviniera", estimulando la demanda agregada
      para que esta estimulara a la oferta
      total hacia niveles de generación de renta y de
      empleo superiores.

      En sentido estricto, tal y como lo sostiene
      Osuna Guerrero (2002), el Estado sólo puede
      impulsar la demanda agregada si no se limita a
      redistribuir recursos. Si suben los impuestos y el
      gasto
      público, con déficit cero, no se
      está ante una política keynesiana. El
      aumento del gasto público es expansivo, pero el
      aumento de los impuestos tiene el efecto contrario. Si el
      Estado recoge con la política monetaria lo que
      gasta con la política fiscal, no se estimula la
      demanda.

      La política keynesiana se caracteriza por
      un impulso artificial a la economía, el cual debe
      provenir de una generación también
      artificial de capacidad de gasto, de demanda. Hay dos
      vías: el incremento de la oferta monetaria
      (política monetaria) y el incremento
      del gasto público con déficit, que puede
      traducirse al final en aumento de oferta monetaria en
      sentido amplio (dinero
      o títulos negociables). La clave está en
      impulsar artificialmente una economía elevando su
      capacidad de gastar (demanda), lo que requiere una
      "generación" artificial de recursos: gastos
      sin ingresos, o déficits
      públicos.

      En lo que respecta a las recomendaciones
      keynesianas, no es relevante en que se concreten esos
      gastos. Keynes sostenía como positivo incluso el
      contratar a gente para que abriera y cerrara zanjas. En
      la actualidad, una política es keynesiana cuando
      el Estado financia con déficit ayudas a las
      empresas para que se actualicen tecnológicamente
      (años 1980). Si esta ayuda se realiza sin
      déficit, no se puede definir como política
      keynesiana.

      En resumen, el modelo
      keynesiano cree que la intervención del gobierno
      juega un papel útil, es decir, se justifica en una
      economía dominada por ajustes lentos, con
      rigideces, falta de información y hábitos
      sociales que impiden el rápido equilibrio de los
      mercados.

      Osuna Guerrero (2002) analiza la pérdida
      de vigencia de los postulados keynesianos. La
      política keynesiana dejó de tener vigencia
      con la crisis inflacionaria de la década de 1970,
      que resultaban bien explicadas a la luz de
      las teorías neoclásicas de Friedman. La
      crisis de los 70, con altas tasas de inflación, no
      era el caso típico que explicaban los postulados
      keynesianos y sus "recetas" sólo empeoraban el
      problema. Un nuevo grupo
      de jóvenes economistas retomó los
      postulados de Friedman, surgiendo los Nuevos
      Clásicos, cuyo enfoque será explicado
      más adelante.

      A pesar de esta pérdida de vigencia de
      los postulados keynesianos, puesto que no explican las
      situaciones en las que persisten altas tasas de
      inflación y desempleo; para Spencer (1987)
      prácticamente todos los economistas en la
      actualidad son "keynesianos", puesto que utilizan las
      herramientas y conceptos teóricos
      fundamentales desarrollados por Keynes; si bien, pueden
      no estar de acuerdo sobre las maneras en que estas ideas
      deberían ser llevadas a la práctica en
      materia de política
      económica.

    2. Enfoque o Escuela Keynesiana.

      El enfoque monetarista se asocia a los
      economistas clásicos y neoclásicos. Los
      monetaristas piensan que la economía capitalista
      es intrínsecamente estable y que no está
      sometida a las fluctuaciones del ciclo económico.
      Aseguran que las inflaciones y recesiones agudas que se
      han dado en el pasado, se han debido en esencia a un solo
      factor: a las grandes oscilaciones de la oferta
      monetaria. Por tanto, argumentan que la política
      fiscal
      no es un dispositivo estabilizador eficaz y que todo
      concepto de "afinamiento" de la
      economía es erróneo.

      Esta escuela opina, al igual que sus antecesores
      clásicos que los mercados funcionan mejor si no se
      interviene en ellos y, por tanto, se opone al enfoque
      keynesiano. Sus principales representantes son Milton
      Friedman y Lucas.

      Los monetaristas no muestran un acuerdo
      unánime en todos los puntos doctrinales; sin
      embargo, es unánime su creencia de que el
      dinero tiene una gran influencia en la
      economía. Algunos postulados de los monetaristas
      se refieren a la relación entre el dinero y la
      inflación y el papel del sector
      público en la economía. A
      continuación, las líneas generales de la
      doctrina monetarista.

      1.- De acuerdo a la teoría monetarista,
      la cantidad que el público desea mantener
      está estrechamente relacionada con su nivel de
      ingreso. Por tanto, si la oferta de dinero aumenta con
      mayor rapidez que el ingreso; es decir, con mayor rapidez
      que la cantidad que el público desea mantener; el
      público gastará la parte que no desea
      retener, lo cual provocará inflación. Por
      el contrario, si la oferta de dinero aumenta con
      más lentitud que el ingreso; es decir, no con
      rapidez suficiente como para proporcionar al
      público la cantidad de dinero que desea tener en
      mano; se producirá el efecto opuesto: el
      público tratará de aumentar sus activos monetarios recortando su gasto y
      esto provocará desempleo. La conclusión
      lógica de los monetaristas es que
      existe una relación de causa efecto entre la
      oferta de dinero y las variaciones que se producen en el
      ingreso, la actividad económica y los precios.
      Sostienen que los cambios en la oferta monetaria
      ocasionan oscilaciones en los ciclos
      económicos.

      Con respecto a la relación entre dinero e
      inflación, los monetaristas argumentan que la
      cantidad de dinero es el determinante fundamental del
      nivel de precios y de la actividad económica, por
      lo que el crecimiento excesivo del dinero en
      circulación es responsable de la inflación
      y que su crecimiento inestable es el causante de las
      fluctuaciones o ciclos económicos. Puesto que
      consideran que la variabilidad de la tasa de crecimiento
      del dinero es la causa de la variabilidad del crecimiento
      real, tienden naturalmente a defender una política
      monetaria de crecimiento reducido y constante de la
      oferta de dinero; en otras palabras, proponen una regla
      de crecimiento del dinero.

      2.- Dado el papel fundamental del dinero en la
      economía, los monetaristas creen que la
      actuación fiscal del gobierno, por sí sola,
      ejerce poca o nula influencia en el gasto total. Es
      cuando la autoridad monetaria traduce esta
      actuación en expansiones y contracciones
      monetarias, que las variaciones de la oferta de dinero
      ejercen una influencia fuerte e independiente en el gasto
      total. Por tanto, como los ciclos económicos son
      principalmente, consecuencia de fluctuaciones irregulares
      de la oferta monetaria, el control de la tasa de
      expansión o de contracción monetaria es el
      medio adecuado para estabilizar la
      economía.

      3.- Los monetaristas no afirman que los ciclos
      económicos se deben únicamente a
      variaciones en la oferta monetaria.

      Al igual que el enfoque keynesiano, reconocen
      que la economía está siempre en un proceso
      de ajuste a las expectativas cambiantes de los
      empresarios y a las variaciones estructurales subyacentes
      como población, hábitos del
      consumidor, competencia dentro de las industrias, etc. Pero consideran que las
      variaciones en la oferta monetaria son la causa dominante
      de los ciclos económicos.

      4.- Con respecto al papel adecuado del sector
      público en la economía, los monetaristas
      abogan, al igual que los clásicos y
      neoclásicos, por un sector público reducido
      y están totalmente en contra de los déficit
      fiscales y de la deuda
      pública elevada. Son partidarios de reducir
      los impuestos durante las recesiones y recortar el gasto
      público durante las expansiones, con el efecto
      neto final de reducir la participación del sector
      público en la economía.

      Según Dornbusch y Fischer (1985), los
      puntos de vista que se identifican con el monetarismo carecen de una unidad
      cohesiva, por lo que cualquier economista equilibrado
      puede que acepte algunos postulados monetaristas y
      rechace otros; sin embargo, la mayoría está
      de acuerdo en los postulados básicos
      señalados anteriormente.

    3. Enfoque o Escuela
      Monetarista.

      Con la crisis de la década de 1970, en la
      que persistían altas tasas de
      interés que las recetas keynesianas no
      pudieron explicar ni remediar, surgió un grupo de
      economistas que rescató los postulados de
      Friedman, denominados los Nuevos Economistas
      Clásicos.

      Durante estos años, el debate
      tradicional sobre el mejor funcionamiento del mercado,
      con intervención estatal o sin ella,
      convirtió en protagonistas a un nuevo grupo
      los nuevos macroeconomistas
      clásicos-
      que cuenta entre sus líderes
      con Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, y con Thomas
      Sargent, de la Universidad de Minnesota, quienes
      sostienen que el mercado funciona mejor si el gobierno no
      interviene.

      La nueva macroeconomía clásica
      comparte con Friedman, su antecesor monetarista, muchos
      puntos de vista sobre la política
      económica. Concibe el mundo como un lugar donde
      los individuos actúan racionalmente buscando su
      propio interés en mercados que se ajustan
      rápidamente a condiciones cambiantes. Y considera
      probable que la intervención del gobierno
      sólo consiga empeorar las cosas. Este modelo
      constituye un reto para la macroeconomía
      tradicional o keynesiana, que cree que la
      intervención del gobierno juega un papel
      útil en una economía dominada por ajustes
      lentos, con rigideces, falta de información y
      hábitos sociales que impiden el rápido
      equilibrio de los mercados.

      Las teorías de Friedman explicaban bien
      las crisis inflacionarias. Los nuevos clásicos
      generalizaron los planteamientos de Friedman y
      desarrollaron una teoría del ciclo
      teóricamente muy elegante y más
      "creíble" para la práctica que la
      teoría keynesiana, desacreditada por la crisis
      inflacionaria y sus fracasos en explicarla y conjugarla.
      A partir de entonces, en opinión de Osuna Guerrero
      (2002), los postulados keynesianos perdieron vigencia; de
      hecho, ya no se les cuenta entre los asesores de los
      gobiernos norteamericanos.

      El argumento de Friedman era que el efecto en la
      economía real de las políticas keynesianas
      a largo plazo era sólo inflación, pero los
      Nuevos Clásicos son más radicales: para
      ellos la impotencia de la política keynesiana se
      verificaba, incluso, a corto plazo.

      Según Bejarano (1999), la
      macroeconomía de 1970 es completamente distinta a
      la actual. Algunos autores apuntan a la necesidad de
      reconstruir la macroeconomía, debido a la gran
      cantidad de postulados que han perdido vigencia. En
      primer lugar, la síntesis neoclásica,
      según la cual, a través del modelo IS-LM,
      se obtenía el consenso entre los postulados
      neoclásicos y los keynesianos. En segundo lugar,
      la relación micro-macro, según la cual la
      macroeconomía no era más que una
      cuestión de agregación de comportamientos
      de los agentes microeconómicos. En la actualidad,
      la macroeconomía no es simplemente el análisis agregado de la actividad
      económica.

      En otras palabras, siguiendo a Bejarano (1999),
      ya no se habla de micro y macro, sino de sistemas coordinados
      (microeconómicos) y sistemas descoordinados
      (macroeconómicos). Cuando los economistas hablan
      de un mundo walrasiano, están hablando de un
      sistema coordinado, que sólo se da
      (para los nuevos enfoques) a nivel macroeconómico;
      mientras que en macroeconomía, se refieren a un
      sistema descoordinado, o en otras palabras, a sistemas en
      equilibrio o a sistemas en desequilibrio.

      Las nuevas teorías apuntan a que el
      enlace entre microeconomía y
      macroeconomía no esté en la
      agregación sino en la teoría de las fallas
      del mercado. Esa es la dirección esencial en que han
      venido desarrollando las nuevas tendencias de la
      macroeconomía, que se pueden resumir en tres
      vertientes bien conocidas: las versiones de la
      macroeconomía del desequilibrio, la
      reconstrucción neoclásica y una nueva
      versión que tiene en cuenta la
      reconstrucción keynesiana.

      Así, pues, ya no se habla, en
      términos simplistas, de microeconomía y
      macroeconomía, sino del problema de los
      fundamentos de los sistemas coordinados y de los sistemas
      descoordinados.

      El enlace tiene que ver con las fallas de
      mercado fácilmente identificables, por nombrar
      algunas: externalidades, falta de información,
      incompletitud de mercados, etc.

    4. Nueva
      Economía Clásica.
    5. Nueva
      Economía Keynesiana.

    Según Osuna Guerrero (2002), en la segunda
    mitad de la década de 1980 surgió un grupo de
    economistas jóvenes que reivindicaron de nuevo el
    título de "keynesianos", se denominaron Nuevos
    Keynesianos o Nuevos Economistas Keynesianos. Sus
    representantes serían Mankiew, Blinder, Blanchard, o
    Kaldor, Robinson, Sraffa, Pasinetti, Garegani, como
    alternativa a la síntesis
    neoclásica.

    Esta escuela surgió en oposición a los
    nuevos clásicos, son un cuerpo poco estructurado de
    teorías que tienen poco en común, salvo la
    creencia en que los mercados no funcionan de forma perfecta a
    corto plazo, que presentan rigideces, irregularidades, lo que
    explica muchas disfuncionalidades que pueden ser
    persistentes. A este respecto, March Poquet (2004),
    reseña una lista de aportes de los autores de la
    corriente post-keynesiana.

    – Robinson: teoría a largo plazo de la
    teoría keynesiana del corto plazo.

    – Kaldor: importancia de la distribución de la renta en el proceso
    económico.

    – Harrod y Domar: Precursores de la teoría
    moderna del crecimiento.

    – Sraffa: recuperación de Ricardo y
    Marx

    En lo que se refiere al largo plazo, opinan en el
    mismo sentido que los liberales: clásicos,
    neoclásicos, monetaristas y nuevos economistas
    clásicos, donde los mercados se equilibran solos y no
    es necesaria la intervención del gobierno.

    Como cierre se puede argumentar que, con frecuencia
    se presenta la macroeconomía como el campo de batalla
    entre escuelas de pensamiento implacablemente opuestas. Es
    innegable que existen conflictos
    teóricos y de opinión entre los distintos
    campos, pero también es cierto que existe acuerdo en
    áreas importantes y que los distintos grupos, a
    través de la discusión y de la investigación, están logrando
    continuamente nuevas áreas de consenso y adquiriendo
    una idea más clara de cuáles son exactamente
    sus diferencias.

    La teoría de la política
    económica, según Bejarano (1999), se encuentra
    en el segundo nivel con respecto al núcleo de la
    disciplina
    económica, a saber microeconomía y
    macroeconomía. De aquí que, en esta
    sección, luego de haber analizado los enfoques de
    pensamiento de las diferentes escuelas, se analiza la
    concepción, simulación y diseño de la política
    económica, desde dos enfoques: el tradicional y el
    denominado "concepción moderna de la teoría de
    política económica".

    El autor citado sostiene que el papel de la
    política económica consiste en corregir los
    desequilibrios causados en el proceso de asignación o
    en el comportamiento de la actividad
    económica, de manera que la intervención del
    Estado se orientaría a promover el crecimiento,
    asegurar la equidad
    distributiva y la estabilidad
    macroeconómica.

    Analizados hasta este punto los diversos enfoques de
    pensamiento económico, desde el punto de vista de los
    enfoques en materia de teoría de política
    económica, sólo se analizan dos enfoques, como
    ya se indicó, el tradicional, que incluye todos los
    enfoques hasta la primera mitad de la década de 1970 y
    la moderna, de esa época a la actualidad.

    Tal y como lo sostiene Febrero Devesa (1998), la
    moderna macroeconomía neoclásica,
    también denominada Nueva Economía
    Clásica, como se vio anteriormente, ha cambiado
    profundamente la forma de entender la política
    económica; gracias a la introducción de nuevos instrumentales
    en el análisis: el enfoque intertemporal y la hipótesis de las expectativas
    racionales en los modelos
    macroeconómicos.

    El resultado de los desarrollos teóricos de
    la Nueva Economía Clásica, iniciados en la
    década de 1970, es una revisión de los pilares
    de la sabiduría convencional en torno al
    diseño, posibilidades y limitaciones de la
    política económica. La concepción
    tradicional (keynesiana o síntesis neoclásica),
    estuvo vigente hasta mediados de la década de 1970;
    mientras que la concepción moderna, entró en
    vigencia a partir de esa época, gracias a la crisis
    inflacionaria de 1970.

    En cuanto a los representantes de las escuelas, se
    tiene, por un lado, a Tinbergen, quien fundamentó la
    teoría de la política económica en las
    tres décadas posteriores al nacimiento de la
    macroeconomía de la mano de Keynes y su
    Teoría General; y, por el otro, a Lucas,
    introductor de las contribuciones teóricas arriba
    mencionadas con respecto al estudio de la política
    económica de finales del siglo XX.

    El análisis comparativo entre los dos
    enfoques de la teoría política económica
    se refiere a cuatro aspectos fundamentales: el papel de las
    expectativas, la concepción, la simulación y la
    renovación de la política
    económica.

    La formación de las expectativas en la
    concepción tradicional, se basaba en el modelo
    IS-LM-mercado de trabajo y
    en las expectativas adaptativas, en virtud de la cual la
    política económica se interpretaba en
    términos de un juego del
    gobierno contra la naturaleza; mientras que la concepción
    moderna, vinculada a la macroeconomía de los modelos
    de equilibrio de expectativas racionales– entiende la
    política económica como un juego
    dinámico entre las autoridades económicas y los
    agentes privados, considerados ambos como decisores
    racionales (teoría de las expectativas
    racionales).

    En cuanto al ámbito de la simulación
    de la políticas económicas, cabe decir que las
    diferencias entre las teorías tradicional y moderna de
    la política económica quedaron sistematizadas
    en las dos críticas que Lucas formulara en su trabajo
    de 1976, dirigidas a sendos aspectos del enfoque tradicional:
    el concepto operativo de la política económica,
    esto es, a la delimitación del conjunto de actuaciones
    de política económica cuyos efectos son
    evaluables, y el método de evaluación econométrica de los
    efectos de políticas económicas
    alternativas.

    Por último, en el tercer ámbito de
    renovación de la teoría de la política
    económica, el referido al diseño de las
    políticas económicas óptimas,
    también es posible apreciar diferencias importantes
    entre las literaturas tradicional y moderna de la
    política económica, especialmente en lo que
    concierne al concepto de optimalidad de la política
    macroeconómica, esto es, el criterio o enfoque por el
    que se enjuicia la deseabilidad de las acciones
    de política económica, y al papel de la
    credibilidad como condicionante tanto del diseño como
    de los efectos de la política
    económica.

    1. El origen de la teoría formal de la
      política económica se atribuye a Tinbergen,
      con su obra publicada en 1952, denominada "On the
      Theory of Economic Policy"
      .

      Por esta obra, Jan Tinbergen compartió
      con Ragnar Frisch el primer Premio Nobel de
      Economía en 1969. Según Chow (1987), la
      historia de la teoría de la
      política económica puede subdividirse en
      tres etapas atendiendo a la evolución de las técnicas de control
      estocástico empleadas en su
      análisis.

      La primera etapa abarca el período
      anterior a 1970, concretamente de 1950 a 1970; la segunda
      cubre la primera mitad de la década de 1970, y la
      tercera se extiende desde la mitad de la década de
      1970 hasta el presente. Las dos primeras etapas, se
      corresponden con la denominada etapa tradicional de la
      política económica; mientras que la
      última, corresponde a la concepción
      moderna.

      La primera fase de desarrollo de la teoría tradicional
      de la política económica, que se
      corresponde con la más amplia, se inicia con
      Tinbergen (1952, 1956), quien proporcionó el marco
      conceptual de la política económica
      cuantitativa y la formulación de lo que hoy se
      conoce como regla de Tinbergen, sobre la
      controlabilidad estática de un modelo de
      política económica. El objetivo común perseguido por las
      contribuciones de esta etapa fue la superación de
      las tres principales limitaciones del enfoque de los
      objetivos fijos
      de Tinbergen,
      convertidas en áreas de investigación, a
      saber: las limitaciones relativas a la ausencia en el
      análisis de un criterio de elección de las
      autoridades, la falta de incertidumbre en el problema de
      optimización del gestor de política y la
      carencia de un entorno dinámico para formular los
      problemas de política
      económica. Sin embargo, el avance efectivo del
      entorno dinámico, última de las tres
      áreas de investigación, no se dio sino
      hasta la década de 1970.

      Entre los aportes más representativos de
      esta primera etapa, además de los proporcionados
      por Tinbergen, figuran las contribuciones de Theil (1954,
      1956, 1958, 1964) y Frisch (1956, 1957) respecto al
      desarrollo del enfoque de los objetivos flexibles,
      como método alternativo al de la
      especificación a priori de los
      valores de los objetivos de política
      económica o enfoque de los objetivos fijos de
      Tinbergen; las de Simon (1956) y Theil (1957) en cuanto
      al empleo del método del equivalente
      cierto
      , como procedimiento para convertir un modelo de
      decisión bajo incertidumbre aditiva en otro de
      tipo determinista, y la de Brainard (1967) relativa a las
      implicaciones en términos de una
      política de diversificación de
      instrumentos
      de los modelos de política
      económica con incertidumbre multiplicativa; las de
      Mundell (1960, 1962) en relación a la
      aplicación del principio de
      clasificación efectiva de mercado
      o
      método de emparejamiento de instrumentos con
      objetivos basado en las propiedades de estabilidad del
      modelo de la economía, y las de Phillips (1954,
      1957), como primeros esfuerzos encaminados al desarrollo
      de un enfoque dinámico de la política
      económica de estabilización.

      La segunda etapa de desarrollo de la
      teoría de la política económica,
      está ubicada entre 1970 y 1975. Los aportes de
      esta etapa a la preocupación por el
      análisis de la política económica en
      un contexto dinámico, la generalización del
      uso del control óptimo y la programación dinámica estocástica como
      instrumental analítico en el que apoyar el
      diseño y la evaluación de las
      políticas macroeconómicas
      óptimas.

      Entre las referencias representativas de esta
      segunda etapa, se encuentran Friedman (1973), Pindyck
      (1973) y Chow (1975). Esta etapa de la teoría
      tradicional de la política económica
      coincidió con las primeras contribuciones de la
      macroeconomía del equilibrio y sirvió de
      modelo de referencia para la crítica que Lucas dirigiría
      a la teoría tradicional de la política
      económica, sistematizada en su trabajo de
      1976.

      La tercera etapa de la teoría de la
      política económica, se inició a
      mediados de la década de 1970; referida ya a la
      moderna macroeconomía neoclásica, se
      caracteriza por la incorporación del enfoque
      intertemporal y la hipótesis
      de las expectativas racionales en los modelos
      macroeconómicos. Estos avances sentaron las bases
      de una nueva teoría de la política
      económica que, gracias a las contribuciones de
      autores como Lucas, Sargent, Wallace, Barro, Kydland y
      Prescott, entre otros, cambiaría profundamente la
      forma de entender la política
      económica.

      Crítica de Lucas. En este punto
      conviene analizar detalladamente el impacto de la
      conocida universalmente crítica de Lucas a
      la concepción tradicional de la teoría de
      la política económica, puesto que fue un
      hito que marcó el inicio de la concepción
      moderna de esta teoría. En 1976, Lucas
      publicó el artículo denominado
      "Econometric Policy Evaluation: A Critique", en el
      cual formulaba una crítica contra la teoría
      tradicional de la política económica, que
      se conoce hoy universalmente como la crítica de
      Lucas.
      Esta crítica, en opinión de
      Febrero Devesa (1998), constituye la contribución
      más importante de la macroeconomía del
      equilibrio en el campo de la política
      económica.

      El artículo señalado en conjunto
      con su trabajo "Expectations and the Neutrality of
      Money
      " de 1972, le valieron a Robert E. Lucas Jr. la
      concesión del premio Nóbel de
      Economía en 1995, tal y como lo señala
      Febrero Devesa (1995) "por haber desarrollado y aplicado
      la hipótesis de las expectativas racionales y, por
      ello, haber transformado el análisis
      macroeconómico y mejorado nuestra
      comprensión de la política
      económica" (p. 25).

      La importancia de Lucas en la renovación
      de la teoría de la política
      económica es equiparable a la que tuvo Jan
      Tinbergen en la teoría tradicional de la
      política económica.

      Lucas introdujo los modelos de equilibrio
      general de expectativas racionales en la
      macroeconomía, lo cual representó una
      revolución en el ámbito de
      la estrategia modelizadora de los
      macroeconomistas, además de una revolución
      en el campo de concepción misma de la
      teoría de la política económica,
      cuyos tres pilares básicos –la
      concepción de la política económica,
      la simulación de las políticas alternativas
      y el diseño de las políticas
      óptimas– serían sometidos a una
      profunda revisión.

      Si bien, generalmente se destaca de la
      crítica de Lucas, lo relativo al cuestionamiento
      del método tradicional de simulación
      econométrica de la política
      económica, para Febrero Devesas (1998), lo
      trascendental de este artículo es la
      génesis de la nueva teoría de la
      política económica que encierra su
      crítica. El alcance de esta crítica es
      mucho más amplio de lo que el propio título
      del artículo sugiere. En las propias palabras de
      Febrero Devesa (1998):

      Se trata de una crítica a toda la
      teoría tradicional de la política
      económica, a la forma en que en ella se concibe la
      política económica, a la forma en que en
      ella se simulan los efectos de las acciones de
      política y a la forma en que en ella se aborda la
      tarea del diseño de las políticas
      óptimas. (p. 14)

      En síntesis, gracias a la crítica
      de Lucas, se puede establecer una línea divisoria
      entre la teoría tradicional y la teoría
      moderna de la política económica.
      Fundamentadas en esta crítica, se tienen tres
      consecuencias distintas pero interrelacionadas, a saber:
      la nueva concepción como tal de la política
      económica; la crítica a la
      simulación econométrica de la
      política económica y la discusión en
      torno al diseño de las políticas
      óptimas.

      La moderna macroeconomía
      neoclásica es conocida bajo denominaciones tan
      diversas como macroeconomía de las expectativas
      racionales, nueva macroeconomía clásica,
      macroeconomía del equilibrio, análisis del
      equilibrio dinámico, segunda revolución
      monetarista, macroeconomía intertemporal o enfoque
      de vaciado de mercado (Barro, Grilli y Febrero, 1997). En
      lo adelante, se denominará Macroeconomía
      del Equilibrio.

    2. Perspectiva
      Histórica de los Enfoques de Política
      Económica.

      Según Gómez Penalillo (2001), el
      economista interpreta el comportamiento humano como actos electivos
      resultantes de la concreción, para un entorno
      dado, de las reglas de decisión óptimas de
      los agentes involucrados. Las funciones de oferta y
      demanda de los agentes, se denominan en esta
      terminología "reglas o funciones de
      reacción" y se derivan de las condiciones de
      primer orden de los programas de optimización que
      los agentes supuestamente resuelven.

      De esta manera, los actos humanos son vistos por
      el economista, por tanto, como actos de racionalidad. El
      enfoque maximizador, en virtud del cual los agentes
      económicos se comportan a lo largo de sus vidas
      como si fueran controladores óptimos, es el
      aplicado tradicionalmente a consumidores y productores y,
      en tiempos más recientes, tal y como lo sostienen
      Febrero y Schwartz (1995), su empleo también se ha
      extendido al análisis de fenómenos
      pertenecientes al campo del derecho, la sociología y la
      ciencia política.

      De modo análogo, el economista analiza la
      actividad político-económica como actos de
      racionalidad del gestor de política (autoridad
      económica o policy maker).

      La especificidad de la literatura
      político-económica, o de la política
      económica como disciplina, reside precisamente en
      la aplicación o extensión del enfoque
      económico del comportamiento humano a la toma de
      decisiones de las autoridades económicas. La
      formulación de la política económica
      se interpreta, consecuentemente, como el resultado de la
      previa resolución de ejercicios de
      optimización por parte de las autoridades
      económicas.

      Para ello, y desde la contribución de
      Tinbergen (1952) a la teoría de la política
      económica, se recurre al concepto de modelo de
      política económica, según la
      concepción de Fernández Díaz (1972),
      para expresar formalmente la lógica de la
      política económica. Para el economista, la
      lógica de la política económica
      queda condensada, o lo que es lo mismo, un modelo de
      política económica, en la estructura de un problema de
      optimización condicionada.

      La estructura de los modelos de política
      se ha ido volviendo cada vez más compleja, gracias
      a los avances de la teoría de la política
      económica. Así, desde las primeras
      aportaciones de 1950, en las que ni siquiera se
      explicitaba la función objetivo del problema, se
      ha pasado en la década de 1980 a una estructura
      propia de un juego dinámico en el que tanto el
      gobierno como los agentes privados resuelven ejercicios
      de optimización dinámica
      estocástica.

    3. La lógica de
      la política económica. El principio de
      racionalidad

      La estructura genérica de los modelos
      político-económicos es suficientemente
      flexible como para dar cabida a los distintos enfoques de
      política económica.

      Los elementos fundamentales del modelo se
      refieren a la estrategia modelizadora, el volumen y uso de la información,
      los objetivos y preferencias de las autoridades, el
      concepto operativo de política económica y
      los tipos de actuación
      político-económica. Mediante la
      introducción de variaciones en la
      especificación de estos elementos fundamentales,
      se pueden obtener modelos adaptados a cada
      enfoque:

      1.- La estrategia modelizadora.
      Atendiendo al modelo tomado como verdadero por el agente
      de política económica o gestor de
      política, se pueden diferenciar dos enfoques de
      modelaje. El enfoque dominante hasta 1970 de la
      macroeconomía tradicional, con el marco
      IS-LM-mercado de trabajo, el cual engloba como caso
      particular a los modelos monetaristas; y las diversas
      estrategias de fundamentación
      microeconómica de la macroeconomía moderna
      (macroeconomía keynesiana del desequilibrio, nueva
      macroeconomía clásica o
      macroeconomía del equilibrio y nueva
      macroeconomía keynesiana).

      Además, la estrategia modelizadora
      depende que el análisis de bienestar de la
      política económica sea factible o no. Los
      modelos IS-LM y monetaristas, tienen como
      característica fundamental agentes que no son
      explícitamente optimizadores, o con funciones de
      comportamiento ad hoc; estos modelos no tienen la
      posibilidad de asociar las actuaciones de política
      económica con el bienestar de los agentes y, por
      lo tanto, de efectuar un análisis de bienestar
      propiamente dicho de las mismas.

      2.- El volumen y uso de la información
      Esquemas de Expectativas.
      Considerando la amplitud
      del conjunto de información, así como la
      eficiencia con que los agentes emplean la
      información disponible, será posible
      discriminar entre tres esquemas alternativos de
      formación de expectativas: enfoque de expectativas
      endógenas; expectativas adaptativas y expectativas
      racionales, cuyo orden corresponde a su etapa de
      influencia en la historia de la economía. En
      primer lugar, el enfoque de las expectativas
      exógenas
      , se encuentra en los modelos
      keynesianos y en las versiones estáticas del
      modelo IS-LM-mercado de trabajo.

      En segundo lugar, el enfoque de las
      expectativas endógenas, pero adaptativas,
      dominante en los últimos años de la
      década de 1960 y la primera mitad de la
      década de 1970, en el marco de modelos
      IS-LM-mercado de trabajo "dinamizados" y en los modelos
      monetaristas (Turnovsky, 1977). En tercer lugar, el
      enfoque de las expectativas racionales, aplicado
      por primera vez en macroeconomía al inicio de la
      década de 1970 y predominante desde finales de
      esta década hasta principios de la siguiente, incluso entre
      los autores de orientación keynesiana.

      3.- Objetivos y preferencias de las
      autoridades
      . En función de las variables seleccionadas como argumentos de
      la función objetivo por las autoridades
      económicas, se puede distinguir entre la
      teoría de la política económica
      positiva
      , donde la función se especifica de
      modo que represente las preferencias efectivas de las
      autoridades y, por consiguiente, puede depender de
      variables de naturaleza extraeconómica, y la
      teoría de la política económica
      normativa
      , donde se postula como función
      objetivo una función de bienestar social respecto
      a la que se define la optimalidad de la política
      económica y que sirve de guía para lo que
      debería ser la actuación
      político-económica de las
      autoridades.

      La función de bienestar social puede
      estar fundamentada en las funciones de utilidad de los agentes (sólo
      posible en modelos con agentes optimizadores) o ser de
      tipo ad hoc y arbitrariamente establecida por un
      gobierno benevolente.

      4.- El concepto operativo de política
      económica
      . Para poder
      delimitar el conjunto de posibles políticas
      económicas evaluables, se establecen las
      características relativas al tratamiento del
      tiempo
      en el modelo de la economía y la hipótesis
      sobre la formación de expectativas por parte del
      público. Así, en una economía
      estática, como la propia del modelo IS-LM en su
      versión original, el concepto operativo de
      política económica es el que trivialmente
      corresponde a la particularización para un momento
      dado del tiempo del vector de instrumentos, es decir, a
      un vector de medidas de política aisladamente
      consideradas a lo largo del eje del tiempo
      , sea
      éste el resultado de un comportamiento
      discrecional o de la aplicación de una regla por
      las autoridades.

      Para pasar de una economía formalmente
      atemporal a otra dinámica, se debe diferenciar
      entre expectativas adaptativas y racionales. En una
      economía dinámica con agentes que miran
      hacia el pasado
      formando expectativas adaptativas,
      como lo consideraban los modelos IS-LM dinamizados de
      1970, el conjunto de acciones evaluables es muy amplio.
      Será factible tanto la evaluación de
      medidas aisladas para una historia dada de acciones de
      política, como la de todo un régimen de
      política económica; es decir, de sucesiones de valores del vector de instrumentos que,
      comenzando en el período inicial de
      actuación político-económica, se
      extiendan a lo largo del tiempo según el horizonte
      temporal de los agentes. En este tipo de
      economías, el régimen evaluable de
      política podrá consistir tanto en una
      sucesión de medidas discrecionales como en una
      regla de política económica. Por el
      contrario, en las economías dinámicas con
      agentes que miran hacia el futuro formando
      expectativas racionales en el sentido de Muth (1961), el
      caso propio de los modelos de la macroeconomía del
      equilibrio, el conjunto de políticas evaluables
      será muy restringido.

      En este tercer tipo de economías, ni las
      medidas aisladas ni los regímenes de acciones
      discrecionales serán evaluables. En este caso,
      sólo será posible cuantificar los efectos
      de aquellos regímenes que estén basados en
      la aplicación de una regla simple, estable y
      creíble.

      5.- Tipos de actuación
      político-económica
      . Se refieren a
      medidas discrecionales o reglas de política
      económica. Cuando las decisiones de
      política económica adoptan la forma de
      medidas discrecionales, se refieren a que no
      existe un compromiso por parte de las autoridades de
      comportarse de acuerdo con una preestablecida
      función de reacción; por el contrario, las
      reglas de política económica, exigen
      a las autoridades acatar esa regla (cierta tasa de
      inflación, presupuesto equilibrado,
      etc.).

      A su vez, las reglas de política pueden
      distinguirse por razón de su complejidad. Los
      casos extremos serían, por un lado, las reglas
      fijas, reglas sin feedback
      o reglas open loop,
      las cuales no son dependientes del estado de la
      economía, excepto en el momento inicial en que la
      regla es establecida por las autoridades. Por el otro,
      las reglas de carácter tiempo-estado
      dependiente
      , también denominadas regla
      flexible
      , regla con feedback o regla closed
      loop,
      las cuales son dependientes del estado de la
      economía correspondiente a cada momento de
      aplicación de la regla, que por su puesto son de
      más complejo diseño.

    4. Modelos de
      Política Económica según los
      Enfoques Alternativos.

      La teoría tradicional de la
      política económica se caracteriza por tres
      aspectos relacionados con los elementos fundamentales del
      modelo político-económico: funciones de
      bienestar social arbitrarias, reglas de decisión
      ad hoc y conjunto de información
      infrautilizado.

      1.- Funciones de bienestar social
      arbitrarias
      . Se trata de un enfoque predominantemente
      normativo en el que se recurre al empleo de una
      función de bienestar social por período, en
      el caso de un modelo estático, o intertemporal, en
      el caso dinámico, cuyos argumentos, sin nexo
      explícito alguno con las funciones de utilidad de
      los agentes, son arbitrariamente establecidos por las
      autoridades. La consecuencia más destacable de
      este enfoque es que habrá tantas políticas
      óptimas distintas como especificaciones
      alternativas de la función de bienestar social sea
      posible concebir. Por lo tanto, el concepto de
      política macroeconómica óptima
      pasaba a adquirir un carácter tan puramente
      arbitrario como el que le era propio a la función
      de bienestar social.

      2.- Reglas de decisión ad hoc. Se
      opta por un modelo macroeconómico de ecuaciones simultáneas que consiste
      generalmente en alguna versión, estática o
      dinámica, del modelo de IS-LM-mercado de trabajo
      de Hicks-Modigliani (Febrero, 1997). La
      característica a destacar del modelo era el
      carácter ad hoc de sus ecuaciones. El
      modelo estaba constituido por ecuaciones que
      representaban supuestamente el resultado de agregar las
      reglas de decisión, posiblemente de equilibrio, de
      los agentes. Estas reglas de decisión se
      postulaban; es decir, no se derivaban a partir de
      primeros principios y, por consiguiente, podían no
      ser compatibles, como se demostraría en la
      década de 1970, con las proposiciones de la
      teoría económica dinámica, es decir,
      podían entrar en colisión con el supuesto
      de racionalidad de los agentes.

      3.- Conjunto de información
      infrautilizado
      . Se supone que los agentes no son
      capaces de utilizar eficientemente el conjunto de
      información disponible.

      En particular, los agentes no logran comprender
      aquellas reglas de política económica
      sistemáticamente aplicadas por las autoridades.
      Este es el caso de las economías en las que los
      agentes se comportan de acuerdo con la hipótesis
      de expectativas adaptativas, popularizada por Cagan
      (1956) y Friedman (1957), por la que se aproxima el
      valor
      futuro de una variable a partir de la exclusiva
      consideración de sus valores pasados. Sin duda,
      una hipótesis de comportamiento en el uso de la
      información difícilmente compatible con el
      principio de racionalidad que en la teoría
      económica se contempla para el resto de los
      ámbitos del comportamiento humano.

      En resumen, los tres rasgos descritos –el
      carácter ad hoc de la especificación
      de la función de bienestar social, las reglas de
      decisión de los agentes y los parámetros de
      la estructura de retardos de los esquemas de
      formación de expectativas– ponen de
      manifiesto la íntima conexión existente
      entre el enfoque tradicional de la política
      económica y la estrategia modelizadora empleada en
      la macroeconomía dominante hasta mediados de
      1970.

      Generalmente, en opinión de Febrero
      Devesas (1998), en macroeconomía y teoría
      de la política económica tradicionales, no
      se cuestionaba que los agentes fueran racionales en sus
      decisiones de gasto o de oferta y demanda de factores; o
      en otras palabras, que actuaran como si maximizaran sus
      funciones de utilidad bajo la restricción impuesta
      por sus conjuntos presupuestarios.

      A pesar de esto, sorprendentemente, la
      concepción tradicional no admitía que los
      agentes también fueran racionales en el uso de la
      información disponible para interpretar las
      medidas de política económica, ni que se
      tomara en consideración sus funciones de utilidad
      para diseñar las políticas óptimas,
      ni que se partiera explícitamente de sus problemas
      de optimización para derivar sus reglas de
      decisión en el modelo de la
      economía.

    5. Rasgos
      Característicos de la Teoría Tradicional de
      Política Económica.

      De la consideración conjunta de los tres
      rasgos descritos, se desprende qué
      concepción de política subyacía en
      la teoría tradicional de la política
      económica. En este enfoque, se partía del
      supuesto de que las leyes
      de movimiento de las variables
      económicas eran idénticas a las que
      regían la evolución a lo largo del tiempo
      de las variables físicas. En otras palabras, se
      partía del supuesto de que los sistemas
      económicos, al igual que sucedía con los
      sistemas físicos, eran sistemas causales,
      donde la relación entre el presente y el futuro es
      asimétrica.

      Concretamente, según Febrero Devesas
      (1998), el presente vendría a ser el pasado del
      futuro, por lo que el presente puede influir en el
      futuro; mientras que el futuro esperado no puede
      influenciar al presente. Esta concepción de los
      sistemas económicos quedaba subsumida en la
      hipótesis de las expectativas adaptativas de los
      agentes.

      La política económica se
      interpretaba, por tanto, como un juego del gobierno
      contra la naturaleza. En este juego, el supuesto de
      racionalidad estaba asignado injustificadamente de una
      forma desigual, puesto que consideraba solamente al
      gobierno como agente racional que miraba hacia el futuro
      y que resolvía un problema de control
      óptimo consistente en minimizar (maximizar) alguna
      función intertemporal de pérdidas
      (bienestar) de carácter ad hoc.

      En cambio, los agentes privados miraban hacia
      el pasado, siguiendo un esquema de formación de
      expectativas de tipo adaptativo; se comportaban de
      acuerdo a reglas de decisión independientes de las
      actuaciones futuras de las autoridades económicas
      y que mostraban un carácter invariante ante
      cambios en las reglas de política
      económica.

      Estas reglas de decisión eran las
      funciones de comportamiento que integraban el
      modelo econométrico, que utilizaban las
      autoridades para simular los efectos de políticas
      económicas alternativas y calcular las sendas de
      valores óptimos de los instrumentos de
      política, mediante la aplicación de las
      técnicas de control óptimo.

    6. La concepción
      tradicional de la política
      económica

      En esta sección se analiza cómo la
      concepción moderna macroeconomía
      neoclásica, cuyos inicios datan de la segunda
      mitad de la década de 1970, denominada
      también Macroeconomía del Equilibrio, y
      cómo contribuyó ésta a renovar la
      teoría de la política económica. Se
      analiza los rasgos que identifican esta concepción
      y los aportes de Lucas a la misma.

      1. Gracias a la crítica de Lucas, se
        estableció una línea divisoria entre la
        teoría tradicional y la teoría moderna
        de la política económica. El fundamento
        de una nueva concepción de teoría de
        política económica se encuentra,
        según Febrero Devesa (1998), en la
        interrelación existente entre el gobierno y
        los agentes privados a la hora de concebir,
        diseñar, simular y aplicar políticas
        económicas.

        Al considerar de forma diferente la
        relación existente entre el gobierno y los
        agentes privados, Lucas proporciona el fundamento
        para concebir de una nueva manera toda la
        teoría de la política económica.
        Para Lucas, existe una relación de
        interdependencia entre el comportamiento de las
        autoridades económicas y el de los agentes
        privados. Al ser interdependiente la relación
        entre los agentes, la política
        económica debe considerarse como ahora como un
        juego dinámico.

        Según la concepción de Lucas,
        la teoría de la política
        económica ya no es considerada como un juego
        de las autoridades contra la naturaleza (enfoque
        tradicional), en la que las funciones de
        reacción de los agentes privados eran
        independientes de las acciones de las autoridades
        económicas. En la nueva concepción
        lucasiana, la política económica
        alcanza la interpretación de un juego
        dinámico entre las autoridades y los agentes
        privados, donde sus respectivas reglas de
        decisión mantienen una relación de
        interdependencia.

        Salvo en el particular caso de la instrumentación de la
        política económica por medio de reglas
        de carácter fijo, las reglas de
        decisión de las autoridades -sean éstas
        políticas puramente discrecionales o reglas de
        carácter flexible-, dependen de las reglas de
        decisión óptimas de los agentes
        privados. A su vez, las reglas de decisión de
        los agentes privados, tanto en su forma como en el
        valor de los parámetros, dependen de las
        reglas de decisión de las autoridades y, por
        lo tanto, de la función objetivo y las
        restricciones de los programas que las autoridades
        resuelven.

        En los modelos de equilibrio de expectativas
        racionales, los agentes son controladores
        óptimos que miran hacia el futuro
        racionalmente en el sentido de Muth (1961); y derivan
        sus reglas de decisión a partir de la
        resolución de problemas de optimización
        dinámica, en los que utilizan eficientemente
        toda la información disponible en el
        presente.

        Esto implica que las expectativas que los
        agentes formulan sobre futuras acciones de
        política económica afectarán a
        sus comportamientos en el presente a través de
        los efectos desplegados sobre sus conjuntos
        presupuestarios. En otras palabras, el futuro afecta
        al presente, al contrario que en la concepción
        tradicional.

        Aunque, como lo acota Febrero Devesas
        (1998), el lapso que media entre el presente y el
        futuro impone que la influencia del presente sobre el
        futuro sólo se materialice con el transcurrir
        del tiempo, cuando el presente se convierta en
        futuro. Sin embargo, el futuro influye en el
        presente, no sólo cuando el presente se
        transforma en futuro (con el transcurrir del tiempo),
        sino a través de una relación de
        causalidad circular que existe entre el presente y el
        futuro, relación que se construye a
        través de las expectativas de los agentes y de
        sus restricciones presupuestarias. En efecto, por un
        lado, el público cuantifica en términos
        aproximados el futuro a través de sus
        expectativas; y por otro, el futuro anticipado incide
        en el presente a través de sus restricciones
        presupuestarias. Los valores de los parámetros
        y la forma de las reglas de decisión
        óptimas de los agentes en el momento presente
        dependerán, en consecuencia, tanto de las
        políticas actuales como de las esperadas en el
        futuro.

        En definitiva, los agentes ajustarán
        hoy su comportamiento a los cambios
        anticipables en el comportamiento futuro de
        las autoridades económicas. Esta dependencia
        es la que fundamenta las tres áreas de
        renovación de la teoría de la
        política económica, como ya se
        mencionó: la propia concepción de la
        teoría, el método de simulación
        de las políticas y el diseño de las
        políticas óptimas.

      2. La Nueva
        Concepción de Política Económica
        de Lucas.
      3. Características de la
        Macroeconomía del Equilibrio.

      El enfoque propuesto por la macroeconomía
      del equilibrio para el estudio de los fenómenos
      macroeconómicos consiste en el empleo de modelos
      de equilibrio de expectativas racionales (Febrero
      Devesas, 1998). Destacan cinco características
      fundamentales que sirven como "señas de identidad de esta estrategia modelizadora"
      (Barro, Grilli y Febrero, 1997, p. XV):

      1.- Enfoque de equilibrio general,
      pues el análisis considera las interrelaciones
      existentes entre los distintos mercados de una
      economía.

      2.- Mercados perfectamente competitivos,
      con precios flexibles. Este enfoque supone una
      estructura de mercados perfectamente competitivos, con
      precios flexibles que aseguran la igualdad de la
      oferta y la demanda
      en todos y cada uno de los
      mercados.

      3.- Agentes Explícitamente
      Optimizadores
      . El enfoque parte de la presencia de
      agentes explícitamente optimizadores, lo que
      implica la derivación de las reglas de
      decisión de los agentes (sus funciones de oferta y
      demanda) a partir de la explícita
      consideración de sus preferencias y de sus
      conjuntos de oportunidades.

      4.- Enfoque Intertemporal. En otras
      palabras, los agentes no condicionan sus decisiones a los
      recursos disponibles únicamente en el momento
      presente, ni tampoco se muestran indiferentes ante el
      calendario de los acontecimientos
      económicos.

      5.- Expectativas racionales. El enfoque
      se basa en la hipótesis de expectativas
      racionales
      de los agentes (Muth, 1961). Los agentes
      utilizan eficientemente toda la información
      disponible que sea relevante para la toma de sus
      decisiones. Tras un proceso de aprendizaje, los agentes ajustan sus
      distribuciones de probabilidades subjetivas, relativas al
      comportamiento futuro de las variables relevantes, a las
      distribuciones de probabilidad objetivas derivadas del verdadero mecanismo
      generador de los datos;
      es decir, el modelo de la economía, y
      condicionadas por la información disponible en el
      presente.

    7. Concepción
      Moderna de la Teoría de la Política
      Económica.

      En esta sección, se analiza la
      interpretación del concepto de bienestar social
      por parte del gobierno y el asunto de la
      formulación de políticas dadas la
      inconsistencia temporal y la credibilidad, con miras a la
      selección de la política
      óptima.

      1. Se puede afirmar que la política
        económica a diseñar por las autoridades
        económicas ha de ser la más deseable,
        la óptima, desde el punto de vista de los
        agentes privados para quienes la autoridad
        económica o gestor de políticas
        (policy maker) ejerce sus funciones. La
        caracterización de las políticas
        óptimas depende de la elección de los
        argumentos de la función de bienestar social.
        En la literatura económica, se han dado dos
        aproximaciones básicas al problema de la
        elección de los argumentos de la
        función de bienestar social: la
        individualista y la
        paternalista.

        En la teoría tradicional de la
        política económica, la
        aproximación dominante ha sido la paternalista
        (Graaff, 1957), cuyo origen se debe a Bergson
        (1938).

        En ella, el gobierno es visto como un
        dictador benevolente que interpreta discrecionalmente
        el concepto de bienestar social. Los argumentos de la
        función de bienestar social son
        arbitrariamente seleccionados, sin nexo
        explícito alguno con el bienestar de los
        individuos que integran el colectivo. Las variables
        típicamente elegidas como argumentos de esta
        función han sido la tasa de inflación,
        la tasa de desempleo y la varianza respecto al nivel
        de actividad de pleno empleo.

        La orientación paternalista o
        "bergsoniana" ha sido extensamente empleada en la
        literatura macroeconómica tanto por autores
        keynesianos como monetaristas. Esto se debe a que el
        empleo de funciones de bienestar social con
        argumentos arbitrarios es la única forma
        posible de evaluar la deseabilidad de las acciones de
        política macroeconómica cuando se
        utilizan modelos del paradigma IS-LM.

        Por el contrario, en la macroeconomía
        del equilibrio, el enfoque dominante en el
        análisis de las políticas
        óptimas ha sido el individualista. La
        aproximación individualista define el
        bienestar social a partir del bienestar de los
        individuos que integran el colectivo, tomando como
        argumentos las funciones de utilidad de los agentes
        privados. De las diversas orientaciones que cabe
        diferenciar en el seno de la aproximación
        individualista, el enfoque dominante en teoría
        económica es el paretiano. Este es
        también el empleado en la macroeconomía
        del equilibrio.

        Como lo señala Febrero Devesas
        (1998), el análisis normativo de la
        macroeconomía del equilibrio supone utilizar
        una función de bienestar social paretiana y un
        modelo de equilibrio general dinámico de
        expectativas racionales que recoge las condiciones de
        optimalidad individual y vaciado de mercado. En
        consecuencia, es posible aplicar el análisis
        de bienestar paretiano a cuestiones de
        política macroeconómica y abandonar la
        caracterización tradicional de una
        política macroeconómica óptima
        como aquélla que resulta de maximizar el
        bienestar definido a partir de argumentos
        arbitrariamente elegidos por las autoridades de
        política.

        Los modelos de equilibrio de expectativas
        racionales empleados en la macroeconomía del
        equilibrio pueden subdividirse en dos
        categoría básicas: los modelos de un
        único agente representativo y los modelos de
        dos agentes representativos. Al primer grupo de
        modelos pertenecen cualesquiera de las variantes del
        modelo de crecimiento óptimo de Ramsey
        (1928), Cass (1965) y Koopmans (1965). El segundo
        grupo lo forman los modelos de generaciones
        sucesivas
        de Samuelson (1958) y Diamond
        (1965).

      2. Análisis
        de bienestar y política
        macroeconómica

        La concepción de la política
        económica como un juego dinámico entre
        agentes racionales originó la aparición
        de un fenómeno desconocido en el ámbito
        de la teoría tradicional de la política
        económica: la denominada inconsistencia
        intertemporal o dinámica de las
        políticas óptimas.

        En el ámbito de la política
        económica, el fenómeno de la
        inconsistencia intertemporal se refiere a la
        posibilidad de que:

        1.- Los planes de actuación futura
        anunciados por el gobierno, considerados
        óptimos en el período de diseño
        de los mismos como resultado de la
        maximización de una función de
        bienestar social dada, dejen de ser óptimos en
        períodos posteriores, es decir, tras la
        reacción de los agentes ante los
        mismos;

        2.- Lo anterior opera aún cuando la
        función original de bienestar, con la que se
        definió inicialmente el concepto de
        optimalidad, siga representando el criterio de
        valoración de las políticas
        económicas que sirven de guía de las
        actuaciones de las autoridades
        económicas.

        En síntesis, el problema de la
        inconsistencia intertemporal se presenta cuando una
        política óptima ex-ante (antes
        de la reacción de los agentes privados) no lo
        es ex-post (después de la
        reacción de los agentes). Es decir, cuando se
        viola el principio de optimalidad de Bellman
        (1957).

        Es importante destacar que el mecanismo de
        influencia de las autoridades sobre el comportamiento
        privado a través de anuncios y expectativas,
        sólo será operativo si los agentes
        confían en las promesas de las autoridades.
        Detrás del problema de la inconsistencia
        intertemporal de las políticas óptimas
        se oculta el factor de la credibilidad de las
        políticas económicas. A este factor
        siempre se le ha reconocido su importancia como
        condicionante de los efectos y el diseño de la
        política económica, pero sólo
        muy recientemente ha recibido un tratamiento formal
        en la teoría de la política
        económica. En el marco de análisis de
        la inconsistencia intertemporal, la credibilidad
        equivaldría a la optimalidad ex-post de
        la política económica.

        Para comprender adecuadamente lo que
        representa el fenómeno de la inconsistencia
        intertemporal desde la perspectiva de la
        política económica, se consideran las
        siguientes consideraciones fundamentales:

        1.- El comportamiento del público
        convierte una política óptima hoy en
        subóptima mañana
        . El propio
        comportamiento del público, al considerar una
        futura política creíble y ajustar
        consecuentemente sus decisiones actuales vía
        expectativas, es decir, al "descontar" la
        política futura, convierte la política
        inicialmente óptima en el momento de su
        anuncio en una política posteriormente
        subóptima en el momento de su
        implementación; o, en general, en cualquier
        momento posterior al descuento por los agentes de la
        política anunciada. La política
        óptima ex-ante, es decir, antes de la
        reacción de los agentes, no lo será
        ex-post. La política, en definitiva,
        será inconsistente
        intertemporalmente.

        Para entender esta inconsistencia
        intertemporal, debe analizarse qué ha cambiado
        entre el momento del anuncio y el de la
        implementación de la política. Lo que
        ha cambiado es el estado de la economía de la
        que período a período parten las
        autoridades para redefinir una política
        óptima, es decir, la restricción
        constituida por el modelo de la economía que
        limita en un modelo de política
        económica la elección del gestor de
        política. Así, en opinión de
        Febrero Devesa (1998), la optimalidad de la
        política económica viene a ser como un
        activo que con el paso del tiempo, y en virtud de la
        reacción del público que confía
        en las autoridades, se ve sometido a un proceso de
        "depreciación".

        2.- El gobierno engaña al
        público por su propio bien
        . La posibilidad
        de influir en el comportamiento actual de los agentes
        a través de las expectativas generadas sobre
        políticas futuras, actúa como incentivo
        para que las autoridades engañen al
        público en el futuro, una vez que en el pasado
        el público descontó la política
        entonces anunciada.

        Para esta concepción, la
        actuación de incumplimiento con los
        compromisos adquiridos por parte del gobierno puede
        llevarse a cabo para elevar el bienestar de los
        agentes. El engaño del gobierno al
        público no tiene por qué implicar un
        conflicto de intereses u objetivos
        entre las autoridades y los agentes privados. Se
        trata, más bien, de todo lo contrario. El
        engaño puede ser la expresión de un
        ejercicio de paternalismo de las autoridades para con
        el público.

        Este fenómeno tendrá lugar aun
        cuando el gobierno tome como función de
        bienestar social la función de utilidad del
        agente representativo. Dicho todo esto en otros
        términos, el gobierno engaña a los
        agentes privados por el propio bien de éstos.
        A través del engaño, el gobierno
        podrá subsanar en el futuro, la suboptimalidad
        de la política anunciada en el pasado y llevar
        a la sociedad desde un segundo
        óptimo
        , que implicaría el
        cumplimiento por parte de las autoridades de los
        anuncios efectuados, a un primer
        óptimo
        , resultante de la
        reoptimización de la política
        económica bajo la restricción impuesta
        por el nuevo estado de la economía a que el
        descuento de los agentes en el pasado ha dado
        lugar.

        Atenerse a la política previamente
        anunciada representaría para el gobierno
        aceptar las indeseables consecuencias del
        comportamiento del público para la optimalidad
        de la política económica, es decir,
        aceptar en el futuro una restricción adicional
        a las existentes en el momento de la
        optimización inicial de la política
        económica en el pasado. Por el contrario,
        proceder a reoptimizar la política
        económica en el futuro supondría para
        las autoridades desembarazarse de dicha
        restricción adicional y, por consiguiente,
        pasar de un segundo a un primer
        óptimo.

        3.- La política de desplazamiento
        desde un segundo a un primer óptimo lleva a la
        sociedad a un tercer óptimo
        . Naturalmente,
        en un mundo habitado por agentes que miran
        racionalmente hacia el futuro, el engaño
        sistemático por parte del gobierno no
        podrá producirse. Si los agentes comprenden
        que la política futura anunciada hoy
        dejará de ser óptima mañana,
        también comprenderán que las
        autoridades se verán incentivadas a
        reoptimizar mañana y, por tanto, a
        engañarles. Por consiguiente, los agentes
        concluirán que las políticas
        inicialmente anunciadas no son creíbles por no
        ser consistentes intertemporalmente.

        El resultado de esta constatación por
        parte de los agentes, es decir, el resultado de que
        anticipen el engaño del gobierno en el futuro,
        les llevará a actuar en consecuencia. Aun
        cuando todo esto sea por el propio bien de los
        agentes, éstos reaccionarán de modo que
        la economía acabará alcanzando, no un
        primer ambicioso óptimo, como así lo
        deseaban las autoridades al recurrir al
        engaño, ni un más discreto segundo
        óptimo, como habría sido el caso si las
        autoridades se hubiesen aferrado a la política
        intertemporalmente consistente, sino un indeseable
        tercer óptimo, derivado del descuento por
        parte del público del futuro engaño de
        las autoridades.

        4.- El engaño como un instrumento
        de política económica
        . Como puede
        apreciarse, el engaño de las autoridades a los
        agentes privados hace las veces de instrumento de
        política económica. Podría
        resultar un poderoso instrumento, si la
        política económica se concibiera como
        un juego de una sola vez ente el gobierno y el
        público. Pero lamentablemente, no parece
        razonable modelizar la relación entre gobierno
        y agentes mediante un juego de tales
        características. Si concebimos la
        política económica como un juego
        dinámico con repetición entre el
        gobierno y los agentes privados, y consideramos que
        estos últimos se comportan como decisores que
        miran hacia el futuro racionalmente, entonces el
        engaño, una vez anticipado por el
        público, se convierte en un instrumento de
        política económica no exento de costes
        para el bienestar de los agentes privados
        (recuérdese el desplazamiento que
        sufrirá la economía hacia un tercer
        óptimo) y cuyos efectos, ante la falta de
        credibilidad de los anuncios de política
        económica, no estará en condiciones de
        cuantificar el gestor de política, aunque
        puede que sí de predecir
        cualitativamente.

        Las autoridades económicas se
        enfrentan así a un verdadero dilema, tal y
        como recoge el siguiente diagrama:

        Gráfico 2.
        DILEMA DE LA AUTORIDAD
        ECONÓMICA.

        Para ver el gráfico
        seleccione la opción "Descargar" del
        menú superior

        Fuente: Febrero Devesa,
        1998, p. 28

        Las autoridades deben elegir entre una
        política óptima, pero inconsistente, o
        una política subóptima, pero
        consistente. Si optan por alcanzar la política
        óptima recurriendo en el futuro al
        engaño, y los agentes lo anticipan, entonces,
        las autoridades sólo elegirán entre dos
        entre dos políticas subóptimas y optar
        por la peor de ellas, la que conduce a la
        economía a un tercer óptimo.

      3. La
        inconsistencia intertemporal y la credibilidad como
        condicionante de la política
        económica
      4. Las Soluciones Propuestas.
    8. Diseño de
      Políticas Macroeconómicas
      Óptimas.

    Las soluciones se han orientado al establecimiento
    de reglas fijas o tecnología de compromiso (Kidland y
    Prescott, 1977); la reputación (Barro y Gordon, 1983)
    y la delegación (Rogoff, 1985)

    Kydland y Prescott (1977), fueron los primeros en
    proponer una solución a este dilema. Estos autores
    relacionaban la inconsistencia intertemporal de la
    política económica a la controversia reglas
    versus discreción. Dado que las
    políticas discrecionales no conducen a la
    maximización de la función de bienestar social
    cuando las decisiones actuales de los agentes dependen de las
    políticas esperadas en el futuro, Kydland y Prescott
    defendieron el abandono de la política discrecional y
    la adopción de una tecnología de
    compromiso
    que dotara de credibilidad a las autoridades
    económicas. En concreto,
    estos autores propusieron el establecimiento de reglas fijas
    cuyos cambios fueran difíciles y lentos de lograr en
    virtud de algún tipo de acuerdo
    institucional.

    Otros autores propusieron soluciones alternativas,
    puesto que no siempre puede disponerse de la
    tecnología de compromiso. Fundamentalmente, se han
    planteado dos vías alternativas: la
    reputación (Barro y Gordon, 1983) y la
    delegación (Rogoff, 1985).

    Según el enfoque de la reputación de
    Barro y Gordon (1983), en un juego con repetición
    entre el gobierno y los agentes privados, la solución
    al problema de la falta de credibilidad asociado a la
    inconsistencia de la política óptima puede
    resolverse por la vía del temor a la pérdida de
    la reputación alcanzada por las autoridades. El
    mantenimiento de la reputación
    podría suplir la necesidad de dotar a las autoridades
    de una tecnología de compromiso que otorgara
    credibilidad a sus anuncios de política.

    De acuerdo con el enfoque de la delegación de
    Rogoff (1985), la solución implicaría delegar
    la política económica en manos de una
    institución independiente del gobierno que se
    caracterizara por un talante "conservador". Como por ejemplo,
    las políticas conservadoras del Fondo Monetario
    Internacional en los países subdesarrollados
    durante la década de 1980; también se ha
    utilizado este planteamiento para justificar una reforma
    institucional de la política monetaria encaminada a
    dotar al banco central
    de independencia respecto al gobierno y asignarle
    como objetivo a alcanzar la estabilidad de los
    precios.

  1. Teoría de la
    Política Económica

    Tal y como sostiene González i Calvet (1998),
    desde sus orígenes, el sistema económico
    capitalista se ha caracterizado por una poderosa capacidad
    expansiva que ha dado lugar a un crecimiento económico
    sostenido a largo plazo mucho más rápido que en
    cualquier época o sistema económico anterior.
    Sin embargo, esta evolución expansiva no ha sido
    uniforme; más bien ha seguido una trayectoria de
    fluctuaciones persistentes e irregulares que se manifiestan
    tanto en la actividad productiva (producto,
    inversión, empleo, renta) como en la actividad
    monetaria y financiera (precios, tipos de interés,
    endeudamiento, activos financieros).

    De aquí que, en la actividad económica
    se observen períodos en los que los negocios
    marchan a satisfacción de todos y se ofrecen empleos
    nuevos, contrapuestos a otros períodos en los que
    muchas empresas sufren pérdidas y se ven obligadas a
    cerrar o a reducir su plantilla.

    Los ciclos económicos son uno de los temas
    más interesantes en el estudio económico y,
    particularmente, de la macroeconomía. Esta rama de la
    economía se preocupa por estudiar las causas de los
    ciclos económicos, su comportamiento e intensidad,
    etc.

    Según el Glosario
    del Banco de la República (2004), los ciclos
    económicos son los aumentos y descensos
    (fluctuaciones) recurrentes de la actividad económica
    global (en la mayoría de los sectores
    económicos) en un periodo determinado. No se presentan
    de la misma forma en diferentes periodos, pues su intensidad,
    duración o comportamiento pueden variar, aunque todos
    se caracterizan por tener fases ascendentes y
    descendentes.

    A pesar de su alta irregularidad, su duración
    cambiante y el hecho de que ningún ciclo es igual al
    anterior, las fluctuaciones de la actividad productiva se han
    mantenido acotadas en amplitud dentro de unos límites razonables, incluso en casos
    excepcionales (± 10% anual para el producto o el
    empleo) y se han identificado varios rangos de frecuencia
    típicos para dichas fluctuaciones. (González i
    Calvet, 1998, p. 1)

    Un gran número de economistas han dedicado
    considerables esfuerzos a su estudio. Schumpeter
    recopiló la labor de todos sus predecesores,
    clasificando los ciclos según su duración en
    tres tipos: largo, medio y corto, a los que dio los nombres
    de los economistas que más se habían
    distinguido en su estudio: Kondratieff para los ciclos largos
    de 40-50 años, Juglar para los ciclos de 5-10
    años y Kitchin para los de duración
    inferior.

    La identificación de los distintos tipos de
    ciclos se logró gracias al análisis
    empírico. Así, desde fechas muy tempranas, se
    identificaron al menos tres tipos de ciclos en la actividad
    económica. El primero en ser estudiado fue el llamado
    ciclo de negocios, que Clément Juglar describió
    por vez primera en 1860, atribuyéndole una
    duración de entre 9 y 10 años y tratando de
    explicarlo por causas monetarias.

    En las primeras décadas del siglo XX, se
    tipificaron nuevas clases de ciclos, junto con las primeras
    teorías explicativas y modelos formales. Destacan, en
    particular, los trabajos de Kitchin y Kondratieff. Kitchin
    descubrió en 1923 la existencia de ciclos cortos de 40
    meses de duración media, denominados ciclos de
    inventario. Kondratieff (1935), en sus
    trabajos de 1924 y 1925 (traducidos al inglés en 1935), identificó
    estadísticamente las ondas
    largas, de entre 40 y 60 años de duración,
    denominadas por Schumpeter como ondas largas de Kondratieff;
    las cuales ya habían sido apuntadas por numerosos
    autores a fines del siglo XIX, entre ellos, Jevons,
    Tugan-Baranovsky y Wicksell.

    Por otra parte, desde 1913, sucesivos trabajos de
    Mitchell reafirmaron la evidencia sobre los ciclos de Juglar,
    aunque propuso explicaciones diferentes basadas en la
    estructura de retardos de la economía.

    González i Calvet (1998), señala que
    en la década de 1930, se dio una verdadera
    eclosión de trabajos teóricos y
    empíricos sobre el ciclo. Kuznets y Hansen
    proporcionaron evidencia empírica adicional sobre el
    ciclo de negocios y el ciclo largo. Por su parte, Kuznets
    identificó la existencia de ciclos de inversión
    de entre 20 y 25 años de duración. Asimismo,
    autores como Hawtrey, Hayek, Frisch, Kalecki, Kaldor,
    Schumpeter o Samuelson proporcionaron las primeras
    teorías y modelos modernos de los ciclos
    económicos.

    Se suele distinguir en cada ciclo cuatro fases,
    expansión, cima, recesión y fondo.

    La depresión o crisis: Es el punto
    más bajo en el ciclo económico. En este punto
    es común que se presenten bajos niveles de empleo
    (desempleo), los consumidores no tengan muchos recursos para
    consumir y, por lo tanto, no haya demanda por bienes y
    servicios
    en la economía, los precios de bienes y servicios
    bajen o permanezcan estables, y la producción presente
    niveles mínimos. Todo lo anterior no trae buenos
    resultados para las empresas y la economía en
    general.

    Recuperación: Es la fase en la cual el
    panorama económico empieza a mejorar; es decir, el
    ciclo comienza a subir. Se presenta entonces una fase de
    crecimiento económico, mejores niveles de empleo y
    producción y un aumento de precios como respuesta a
    una mayor demanda de bienes y servicios en la
    economía.

    Auge o "boom": Es el punto más
    alto del ciclo económico. Se le llama también
    el pico. En este punto de la economía hay pleno
    empleo; es decir, todas las personas tienen empleo y la
    producción está en su máximo nivel. Dado
    que no hay mano de obra ni capacidad de producción
    restante, no es posible un mayor crecimiento
    económico, a menos que se pague con mayores sueldos y
    se dispare la inflación.

    Recesión o contracción: Es la
    fase del ciclo económico en la cual se desciende. En
    esta fase se reducen la producción, la
    inversión, el comercio y
    el empleo, así como el ingreso de las personas, las
    empresas y el gobierno; por lo tanto, el crecimiento
    económico es negativo. Esta recesión puede
    presentarse de forma severa y prolongada, conduciendo a la
    economía a un estado de crisis.

    Gráfico 3
    CICLOS ECONÓMICOS

    Para ver el gráfico
    seleccione la opción ¨Descargar trabajo¨ del
    menú superior

    Fuente: Martínez Coll
    (2001), p 1.

    Los ciclos económicos se pueden calcular
    partiendo de muchas variables. La más usada es la
    producción nacional, representada por el producto
    interno bruto (PIB) o el
    producto nacional bruto (PNB), pero también se pueden
    utilizar variables como la inflación y el desempleo,
    entre otras. Las variables pueden ser pro cíclicas es
    decir, aumentan cuando los ciclos crecen y disminuyen cuando
    los ciclos decrecen (PIB, PNB, inflación), contra
    cíclicas, las cuales crecen cuando el ciclo decrece y
    disminuyen cuando los ciclos crecen (desempleo), o
    acíclicas, las cuales no cambian por el ciclo
    económico.

    Se puede relacionar la fase del ciclo
    económico con el comportamiento de la
    inversión. En el siguiente cuadro, se muestra esta
    relación.

    Cuadro
    1.

    NIVEL DE INVERSIÓN
    Y FASES DEL CICLO ECONÓMICO

    Para ver el cuadro seleccione la
    opción ¨Descargar trabajo¨ del menú
    superior

    Fuente: Inversor Latino, 2001.

    1. Hay muchas razones que pueden explicar la
      existencia de ciclos. Hay razones externas e internas al
      sistema económico. Entre las razones externas, se
      describen del ciclo político y las del ciclo
      tecnológico. Entre las razones internas el
      más conocido es el modelo del
      acelerador.

      El análisis del ciclo económico
      puede remontarse a los estudios de las crisis realizados
      por los clásicos (Medio, 1987). Sin embargo, el
      pleno reconocimiento del carácter recurrente de
      las mismas bajo un sistema capitalista se inició
      con Marx.
      Así, aunque los escritos clásicos sobre las
      crisis son, sin duda, extrapolables al análisis de
      los ciclos, el estudio del ciclo económico como
      fenómeno repetitivo de prosperidad y
      depresión no se inicia hasta el segundo tercio del
      siglo XIX.

      Cabe agrupar las teorías del ciclo
      económico bajo tres grandes epígrafes
      dependiendo de que el origen de las fluctuaciones se
      considere exógeno, endógeno o
      mixto.

      Factores Exógenos. Las
      teorías que presentan el ciclo como resultado de
      factores exógenos consideran que el sistema
      económico es fundamentalmente autorregulado y
      estable y, por consiguiente, las fluctuaciones
      sólo pueden tener un origen externo. David
      Ricardo y James Mill destacaron que algunos factores
      externos, tales como alteraciones políticas o
      malas cosechas, pueden afectar profundamente la actividad
      económica. La idea del origen exógeno del
      ciclo quedó bien establecida con el estudio de los
      mecanismos económicos de propagación de
      impulsos que Ragnar Frisch efectuó en los
      años treinta (Frisch, 1933).

      También pueden adscribirse a esta
      línea autores como Hayek o Friedman para quienes
      la política monetaria del Banco Central
      (exógeno) estaría en el origen de las
      fluctuaciones, lo que se denominaría teoría
      monetaria de los ciclos económicos. (Hayek,
      1931; Friedman y Schwartz, 1963).

      La teoría de las expectativas racionales
      le brindó un impulso decisivo al enfoque
      exógeno del ciclo económico. Según
      esta hipótesis, los mercados están
      permanentemente en equilibrio, así los ciclos
      sólo pueden aparecer como resultado de shocks
      exógenos aleatorios, de carácter real o
      monetario, de difícil determinación o
      previsión por los agentes económicos dado
      su carácter estocástico. Gran parte de la
      investigación en ciclos económicos sigue
      actualmente esta línea, denominada enfoque de los
      "ciclos reales".

      Factores Endógenos.
      Alternativamente la explicación del ciclo
      económico por factores endógenos implica
      que el sistema económico es esencialmente
      inestable y que tal inestabilidad está
      estrictamente acotada por diversos mecanismos. El origen
      de este enfoque también puede remontarse a los
      clásicos. Malthus, Lauderdale o Sismondi
      contemplaron la posibilidad de sobreproducción (o
      subconsumo) y los problemas que ello acarrearía.
      En la obra de Marx aparece la primera teoría
      completamente endógena que explica las crisis
      económicas, su recurrencia y su carácter
      diferencial.

      Hasta la década de 1930, aparecen otras
      teorías que apuntan a distintos elementos
      endógenos como origen de los ciclos: la
      sobreinversión como resultado de los procesos de innovación, los problemas de
      coordinación temporal o retardos de
      Mitchell, la distribución inadecuada de la renta
      que genera subconsumo y los mecanismos monetarios junto a
      problemas de coordinación. Finalmente, en la obra
      de Keynes se encuentran todos los elementos de una
      teoría del ciclo que más tarde
      desarrollarán sus discípulos.

      En 1935, Kalecki presentó una
      teoría del ciclo basada en las interacciones
      macroeconómicas de tipo keynesiano y en una
      estructura de retardos de ajuste, en la que pusieron al
      descubierto que la interacción entre inversión,
      demanda y distribución puede originar
      fluctuaciones.

      Factores Mixtos. Por último, la
      explicación del ciclo por una mezcla de factores
      endógenos y exógenos está cobrando
      creciente importancia. Desde este enfoque, el sistema
      económico es estable pero su ajuste es lento y
      fluctuante, razón por la que la sucesión de
      shocks aleatorios perpetúa las fluctuaciones. En
      estos modelos, los ciclos aparecen como resultado de
      imperfecciones en los mercados, en la información
      o en los procesos de ajuste de precios, salarios o
      producción, en presencia de algunos shocks. En
      presencia de información incompleta, los cambios
      monetarios pueden originar ciclos. La lentitud en el
      ajuste de los salarios, así como la rigidez de los
      precios, también dan lugar a la
      aparición de ciclos. Este enfoque, adoptado
      básicamente por los "nuevos keynesianos", sigue
      una microfundamentación estricta, pero introduce
      en los modelos las imperfecciones de mercados, agentes y
      mecanismos.

      En la siguiente sección, se analiza la
      teoría del ciclo político, debido a que se
      considera pertinente para explicar de alguna manera, el
      comportamiento de la actividad económica en
      Venezuela.

      A continuación, se analiza brevemente la
      teoría del ciclo tecnológico, los factores
      reales y los factores monetarios en la explicación
      del ciclo.

      La teoría del ciclo
      tecnológico
      explica la existencia de los
      ciclos largos de Kondratieff por existir momentos en los
      que la conjunción de algunos descubrimientos
      científicos clave permite la aparición de
      un grupo de nuevas
      tecnologías, lo que estimula fuertemente la
      inversión, la demanda y el empleo. Mientras los
      nuevos productos se hacen accesibles a un
      número cada vez mayor de personas en más
      países el ciclo continuará en su fase
      expansiva. Cuando los mercados estén saturados se
      detendrá la inversión, cerrarán
      empresas y se producirá la recesión a la
      espera de una nueva ola tecnológica. Los avances
      en los transportes suelen ser mostrados como claves en
      varios ciclos históricos: los ferrocarriles a
      mediados del siglo pasado, los automóviles a
      principios de este siglo y los aviones tras la Segunda
      Guerra
      Mundial. Muchos analistas consideran que la economía mundial se encuentra en la
      fase ascendente de un nuevo ciclo largo provocado por la
      tecnología informática desarrollada al
      calor
      de la investigación para los viajes
      espaciales.

      Factores reales en la aparición del
      ciclo.
      No cabe duda de que los shocks exógenos
      imprevisibles han sido una constante fuente de
      perturbaciones del sistema económico. Sin embargo,
      para explicar la persistencia y la acotación de
      los ciclos en frecuencia y amplitud es necesaria la
      presencia de mecanismos endógenos que generen
      atractores cíclicos, esto es, que pese a ser
      intrínsecamente inestable, el sistema
      económico debe hallarse dinámicamente
      acotado.

      Para estudiar esas propiedades dinámicas
      y esos comportamientos, los modelos de tipo
      endógeno y determinista son los más
      adecuados, tanto por su mayor simplicidad
      analítica como porque permiten la
      identificación precisa de los mecanismos
      dinámico-económicos subyacentes. Cabe
      añadir, además, que los shocks externos
      seguirán existiendo y siendo inevitables pero la
      prevención de sus efectos sólo es posible
      conociendo y modificando, si se puede, los
      comportamientos endógenos.

      Todo modelo de ciclo económico parte de
      una representación dinámica del sistema
      económico. Para que existan ciclos
      económicos es necesario que haya tres
      elementos:

      a) un generador de inestabilidad;

      b) un mecanismo de transmisión de la
      inestabilidad al sistema; y

      c) unos límites a la
      inestabilidad.

      El generador de inestabilidad puede ser
      endógeno (equilibrio inestable) o exógeno
      (shocks aleatorios). El mecanismo de
      transmisión viene proporcionado por la propia
      estructura de toma de decisiones de los agentes a partir
      de las variables de estado del sistema y, finalmente, los
      límites de la inestabilidad pueden tener un origen
      institucional (rigideces, no linealidades, sector
      público), físico o productivo
      (máximo de capacidad, depreciación del
      equipo) y monetario o nominal (tipos de interés
      cero, precios o salarios cero).

      En los modelos basados en factores reales, se
      considera que las causas de inestabilidad provienen
      únicamente de variables reales, tales como la
      producción, de la demanda y del intercambio. El
      dinero sólo interviene de forma implícita
      (como depósito de valor) al hacer posible que no
      se invierta todo el ahorro y que se presente un problema
      de demanda efectiva.

      Los factores financieros en la
      aparición del ciclo.
      En estos modelos, al
      contrario que los ciclos reales, se considera que el
      sistema
      financiero tiene una incidencia decisiva en el
      comportamiento de la economía. Una gran parte de
      la estructura de pagos de la economía descansa en
      la estabilidad y buen funcionamiento del sistema
      financiero. Dicho sistema tiene un papel crucial en la
      canalización de fondos hacia las empresas o en la
      financiación del consumo. Además, el
      creciente desarrollo del sistema y los mercados
      financieros facilita la absorción y
      desvío de cada vez más recursos hacia
      actividades no productivas, de carácter
      especulativo.

      Por último, los mercados y sistema
      financieros determinan una variable estratégica,
      es el tipo de interés, cuyo nivel no sólo
      afecta a las decisiones de inversión y de consumo
      sino que tiene importantes implicaciones
      distributivas.

      En conclusión, las actividades
      financieras tienen una incidencia muy importante en el
      comportamiento de las economías. De ahí que
      sea muy pertinente preguntarse si la actividad financiera
      tiene algo que ver con los ciclos económicos, sea
      como fuente de inestabilidad, como mecanismo transmisor,
      o como limitador de la inestabilidad global del
      sistema.

      Los primeros monetaristas ya resaltaron que la
      política monetaria del Banco Central puede
      producir shocks exógenos que pueden causar
      fluctuaciones (Hayek, 1931; Friedman y Schwartz, 1963).
      Posteriormente se han desarrollado teorías que
      consideran factores financieros endógenos como
      origen del ciclo, tales como la expansión del
      crédito para financiar la
      producción y la inversión o los excesos
      especulativos en los mercados financieros.

    2. Teorías que
      Explican la Existencia de los Ciclos
      Económicos
    3. Ciclo
      Económico Político
  2. Ciclos
    Económicos.

La teoría del ciclo político argumenta que
la periodicidad de las elecciones en los sistemas
democráticos, unida al poder de los gobiernos para
estimular la economía, provoca ciclos económicos de
duración ajustada a la de los períodos
legislativos. Se define como el comportamiento económico
de los gobiernos que están cerca de competir en un evento
electoral (elecciones parlamentarias, autoridades regionales,
reelección etc.).

Básicamente, el gobierno tiene la
tentación de utilizar las instituciones
del estado y de los instrumentos de la política
pública (donde el gasto público es el
eslabón más importante), para tratar de mejorar las
variables clave de la actividad económica y con esto ganar
las preferencias de los votantes. Al final esto se traduce en una
asignación de recursos ineficiente, tanto en el calendario
de ejecución como en el destino de las variables a
utilizar.

Antes de las elecciones, el gobierno aprobará
medidas expansivas, que promuevan la inversión y la
creación de empleos para que en el momento de acudir a las
urnas, la mayoría de los votantes esté satisfecha y
apoye al partido en el poder.

Esa expansión artificial provocará un
exceso de demanda y tensiones inflacionistas que deberán
ser corregidos mediante medidas impopulares que serán
adoptadas poco después de las elecciones, cuando pueda
dejarse pasar mucho tiempo antes de someterse de nuevo a la
aprobación popular. Esta teoría estudia las
relaciones entre las decisiones relacionadas con la
política económica y las consideraciones
políticas que esta puede contraer. La predicción
más conocida de la teoría, es que el ciclo
económico es un reflejo del calendario del nivel
electoral.

Según esta teoría, los responsables de la
política económica tratan de que la
situación de la inflación y del desempleo sea
optima o equilibrada en época de elecciones (en algunos
países); luego de ese periodo pareceré la
inflación o la recesión.

Según Larraín y Assael (1997), en un
régimen democrático, los gobernantes deben competir
para mantenerse en el poder o, al menos, para que los suceda
alguno de sus correligionarios. Ganar esa competencia es un
incentivo poderoso para recurrir al uso de instrumentos
económicos que influencien oportuna y favorablemente al
electorado.

La teoría del Ciclo Político
Económico (CPE) predice que los gobiernos
utilizarán la política monetaria, fiscal y
cambiaria para mejorar las condiciones económicas en el
período anterior a las elecciones y, de este modo, obtener
más votos.

Según Larraín y Assael (1997), evidencias
empíricas de estudios realizados para países con
economías industrializadas y para Chile, indican una clara
existencia del Ciclo Económico Político alrededor
de las elecciones presidenciales. La política más
utilizada para lograr resultados favorables preelectorales es la
política monetaria, a la que se suman, en la
mayoría de los gobiernos, políticas fiscales y
cambiarias que también son consistentes con la
teoría del Ciclo Económico
Político.

La presencia del Ciclo Económico Político
se observa a su vez en variables de resultado tales como el
crecimiento del producto, que muestra una tendencia progresiva
hasta el período de las elecciones, aunque
estadísticamente esta evidencia es mucho más
débil que la de los instrumentos de
política.

Debido a que a los votantes les importa el desempeño económico del país,
entre estas acciones está el manejo de variables que
permitan mejorar los resultados económicos percibidos por
el electorado. Así, las autoridades tienen la
"tentación" de usar la política monetaria, fiscal y
cambiaria en períodos preelectorales, y ello puede
producir fluctuaciones en variables como el nivel de actividad
económica y la tasa de inflación.

La literatura existente (Larraín y Assael, 1997;
Alesina, 1987; Hibbs, 1977) indica el siguiente comportamiento en
cada una de las políticas tradicionales:

  • Las políticas fiscales aplicadas se concentran
    en el rezago en el ajuste de las tarifas de los servicios
    públicos;
  • se dan incrementos salariales "generosos" a los
    empleados del sector público
  • Se incrementa la inversión
    pública.
  • En el campo monetario, se observa un recorte de la
    liquidez tratando de disminuir la inflación e
    incrementar las tasa de interés para mejorarle la
    rentabilidad
    a los ahorros de la población.
  • En el campo cambiario, se busca la estabilidad para
    controlar la inflación.

La práctica indica que los gobiernos consiguen
recursos en el exterior que les permitan tener reservas
monetarias suficientes, para ajustar el tipo de cambio
a un ritmo menor y así no afectar el nivel de precios
interno.

Por último es importante destacar que otra
variable que es empleada con fines político-electorales
han sido los salarios mínimos. Esta es una alternativa
"barata" para el gobierno porque no le significa egresos y mejora
el nivel de bienestar de la población de menores ingresos.
Es usual que el año anterior se otorguen incrementos
salariales "más allá de lo esperado".

Como lo sostienen Larraín y Assael (1997),
en un Ciclo Económico Político típico,
la economía vive una expansión antes de cada
elección, un aumento de la tasa de inflación
alrededor de la fecha de elecciones, y una reducción
postelectoral de la inflación a través de
políticas contractivas que originan una
desaceleración del crecimiento. También es probable
que el gobernante reduzca los impuestos o aumente el gasto
público, o ambas cosas a la vez, en el período
preeleccionario. Y es altamente improbable que se efectúe
un ajuste económico durante ese período. Los
ajustes y alzas de impuestos, cuando ocurren, tienden a suceder
después de las elecciones.

Los elementos fundamentales de esta teoría son
las opciones entre las que puede elegir el responsable de la
política económica.

La siguiente es cómo los votantes valoran la
cuestión; por ejemplo, la elección entre
inflación y desempleo; el tercer elemento a considerar es
el calendario o momento optimo para influir en los resultados
electorales.

La hipótesis del ciclo económico hace
hincapié en el sentido del cambio de la economía.
Para que los políticos resulten reelegidos, la tasa de
desempleo debe estar disminuyendo y la tasa de inflación
no debe estar empeorando.

La Valoración de la
Cuestión
.
Anteriormente se ha mencionado que a los
votantes les preocupa la inflación y el desempleo cuando
éstos son elevados. Al analizar esto profundamente, se
encuentra que a los votantes les preocupa tanto el nivel como la
tasa de variación de las tasas de inflación y
desempleo. El aumento del desempleo aumenta la
preocupación de la opinión
pública por esta cuestión. La
preocupación por la inflación depende de la
expectativa de que ésta aumente, así como de su
nivel. Las circunstancias mencionadas influyen en los tipos de
medidas que eligen los políticos.

El Calendario. Los
políticos desean estar seguros de que en
la época de las elecciones, el rumbo de la economía
será el correcto para conseguir la aprobación del
mayor número de votantes. Debido a esto, las tasas de
inflación y desempleo deben estar disminuyendo, si es
posible, y de preferencia, no deben ser demasiado altas. El
problema es cómo utilizar el periodo que va desde la toma
de posesión hasta las elecciones para situar a la
economía exactamente en la posición
correcta.

La hipótesis del ciclo económico sugiere,
que los políticos adoptan medidas recesivas al comienzo de
su mandato, elevando el desempleo para reducir la
inflación. A menudo, puede acusarse a una administración anterior de la necesidad de
adoptar este tipo de medidas. Pero conforme se aproximan las
elecciones, se adoptan medidas expansivas para asegurarse de que
la reducción del desempleo consigue la aprobación
de los votantes, al tiempo que su nivel sigue un ciclo
sistemático, es decir, aumentar en la primera parte del
mandato presidencial y disminuir en la segunda.

En todo caso, hay factores que actúan en contra
del ciclo económico político. En general, se sabe
que la capacidad del gobierno para sintonizar perfectamente la
economía es limitada. La aplicación de
manipulaciones cuyo motivo es político, también
plantea sus propias dificultades.

  1. Política
    Fiscal y Ciclo Económico.

En lo que respecta a la política fiscal frente a
los ciclos económicos, según Ramírez La
Torre (2003), lo más importante es reconocer la
visión intertemporal de la política fiscal. Esta
visión viene a través del financiamiento
de los déficit fiscales: El incremento de gastos por
encima de las capacidades de generar ingresos, sólo puede
darse si el faltante se cubre con deuda (interna o externa), la
cual tendrá que ser honrada en algún momento en el
futuro. En otras palabras, las decisiones presentes en materia
fiscal, sobre todo aquellas que implican un incremento del gasto
público, podrían tener impacto en el futuro a
través de aumentos en los impuestos sobre posteriores
generaciones y/o un mayor endeudamiento.

El problema de la política fiscal se agrava si
ésta presenta vinculación con la duración de
los gobiernos de turno, resultando en una visión de corto
plazo, en otras palabras, si la política fiscal es
utilizada por los gobiernos como parte de su manejo del ciclo
económico político, tal y como se acaba de analizar
en el aparte anterior.

Específicamente, en concordancia con la
teoría del ciclo económico político, un
gobierno tendrá siempre el incentivo de incurrir en una
conducta de
expansión fiscal, si sabe que la posible deuda
recaerá sobre un gobierno diferente; mientras que si en el
futuro hubiera la posibilidad de una reelección inmediata,
se reduciría ese incentivo.

Si al análisis anterior, se le añade la
característica de una economía abierta, expuesta a
las fluctuaciones del comercio
internacional de su principal producto de exportación, esto la haría
susceptible de sufrir fluctuaciones drásticas en su
actividad económica debido a factores fuera de su control,
tales como aumentos en las tasas de interés
internacionales que elevan la deuda externa;
variaciones en las cotizaciones de los productos primarios de
exportación, que pueden favorecer o no la balanza de pagos;
salidas de capitales que podrían presionar la devaluación de su moneda. Así, la
economía tendría una evolución coyuntural
que responde a ciclos.

Ramírez La Torre (2003) recuerda que una
política fiscal saludable debe ser sostenible en el
tiempo; es decir, debe buscarse que la deuda comprometa cada vez
un menor porcentaje del PIB total.

Budnevich y Le Fort (2000) proponen un modelo donde
estudian el efecto de la estabilización del gasto fiscal y
el uso anticíclico de los impuestos como variables de
estabilización en la economía chilena. Algunas de
sus propuestas se presentan a continuación, por resultar
de interés para el tema objeto de estudio.

Los autores citados opinan que se podría eliminar
un 25% de la variabilidad inducida en la economía a
través del ciclo, evitando los impulsos cíclicos
fiscales a través de un crecimiento constante del gasto
público de inversión y de consumo, así como
la utilización de los impuestos
anticíclicos.

Recomendaciones de Política Fiscal para atenuar
el ciclo económico:

  • Reducir el monto de la deuda, o más bien, el
    porcentaje de deuda sobre PIB; con lo que se aporta mayor
    flexibilidad al presupuesto
    público.
  • Propiciar mecanismos que permitan ahorrar los
    excedentes fiscales generados durante las expansiones para
    utilizarlos durante las recesiones, sin necesidad de
    comprometer el presupuesto en ello.
  • Evitar que los ingresos coyunturales sirvan para
    financiar gastos corrientes, lo cual introduce rigidez en el
    presupuesto para futuros ajustes fiscales.
  • Para Ramírez La Torre (2003), los ingresos
    coyunturales deberían ahorrarse y formar un fondo para
    atender las recesiones. Utilizar los denominados Fondos de
    Estabilización como verdaderos mecanismos de
    atenuación del ciclo, mediante la aportación de
    importantes fondos a los mismos; esto es, que su peso sobre el
    PIB lo más elevado posible. Los fondos de
    estabilización de la recaudación tributaria
    contabilizan y acumulan las respuestas contracíclicas
    del fisco, para independizar el gasto fiscal de la
    recaudación en un punto particular del ciclo
    económico.
  • Establecer un sistema de estabilización del
    crecimiento del gasto fiscal mediante un sistema de reglas y
    grados de flexibilidad sujetos a cláusulas
    específicas;
  • Flexibilizar la fijación del impuesto al
    valor agregado (IVA). Para
    solucionar los problemas de inconsistencia temporal que esto
    provocaría, se propone flexibilizar el impuesto a la
    renta o dar incentivos
    tributarios a la inversión, también
    flexibles.

Se concluye que en manos del fisco hay una serie de
instrumentos que se podrían utilizar adelantar una
política anticíclica, como sería establecer
reglas sobre crecimiento del gasto, fondos de
estabilización y flexibilidad de los impuestos.

  1. Según Zúñiga Fallas, coord
    (1997), antes de aplicar políticas monetarias, es
    necesario determinar el papel que se le otorgará a
    la misma y para ello, es indispensable conocer lo que
    ésta puede y no puede hacer, a efecto de no
    conferirle un papel mayor y no esperar de ella más
    de lo que puede cumplir.

    Friedman (1968) destaca que la política
    monetaria no puede mantener fijo el nivel de la tasa de
    interés o el de desocupación, excepto por
    períodos muy cortos; y ofrece evidencia
    empírica de ello, a través del fracaso de la
    política de dinero barato seguida en la época
    de la postguerra. Para Friedman (1968), por tanto, la
    política monetaria tiene un papel bastante definido
    que se relaciona fundamentalmente con tres aspectos. En
    primer lugar, la capacidad que tiene la política
    monetaria para evitar que el dinero sea una de las
    principales fuentes
    de perturbación económica. En segundo lugar,
    la política monetaria proporciona un marco estable
    para la economía, y en último lugar,
    contribuye a compensar los ciclos económicos
    originados en otras fuentes, el cual se destaca en esta
    sección.

    Con respecto a este último punto, Rosende y
    Herrera (1991), mencionan que la función que se le
    asigne a la política monetaria está
    estrechamente relacionada con la parte del ciclo
    económico en que se encuentre. Así, mientras
    en períodos de alta inflación, las
    políticas monetarias pueden obedecer más a un
    enfoque clásico-monetarista, en períodos de
    recesión se puede seguir un enfoque
    Keynesiano.

    En la actualidad, existe un debate sobre la
    influencia que pueda ejercer la política monetaria
    en la inflación, el empleo y el producto.

    Mientras que algunos autores sostienen que la
    política monetaria es relevante para lograr
    objetivos macroeconómicos de largo plazo, otros
    argumentan la imposibilidad de la misma para afectar las
    variables reales, incluso en el corto plazo.

    No obstante, tanto los monetaristas como los
    neokeynesianos aceptan el principio de la neutralidad del
    dinero en el largo plazo, lo cual significa que la
    trayectoria de tendencia del producto real no se ve
    afectada por la política monetaria. En este punto,
    resulta importante señalar que el concepto de "largo
    plazo" es diferente para los dos enfoques. Para los
    keynesianos, el largo plazo no existe; mientras que para
    los monetaristas, es un período más corto
    para realizar el ajuste.

    La no neutralidad del dinero en el corto plazo
    implica que las oscilaciones del dinero provocan
    fluctuaciones en el gasto, lo cual en un contexto de
    rigidez nominal de precios inducen a variaciones en el
    producto real. Aunque, como señala
    Zúñiga Fallas (coord) (1997), es importante
    señalar que no todas las fluctuaciones son causadas
    por el dinero, como se explicó en las teorías
    del ciclo económico.

    En el caso clásico, se supone que la
    rigidez tiene un carácter transitorio. Bajo el
    enfoque de las expectativas racionales, la neutralidad o no
    neutralidad del dinero en el corto plazo depende de si las
    fluctuaciones monetarias son anticipadas o no por los
    agentes económicos: si los agentes anticipan las
    fluctuaciones monetarias, el efecto será neutral;
    mientras que si no lo hacen, estas tendrán efecto
    sobre las variables reales (véase Lucas,
    1996).

    El concepto de neutralidad del dinero está
    íntimamente relacionado con la forma en que las
    diferentes escuelas de pensamiento realizan la
    política monetaria. Como se menciona en Mussa y
    Flood (1995), desde los trabajos de Keynes, los
    macroeconomistas se han dividido en dos grupos.

    El primero corresponde a los que están a
    favor de las políticas monetarias activas,
    especialmente para estabilizar la economía real
    (partidarios de la no neutralidad en el corto plazo). En el
    segundo se encuentran aquellos que son menos
    intervencionistas, donde la principal preocupación
    está ligada a los costos
    de una alta inflación. Al partir del debate generado
    entre los que están más o menos de acuerdo en
    utilizar políticas monetarias activas, se desprende
    que las dos principales funciones, asociadas con los
    objetivos asignados, son: (1) estabilidad de precios y (2)
    estabilidad de la economía real. En este trabajo se
    analiza solamente el papel de la política monetaria
    como estabilizador de ciclos económicos o de la
    economía real.

    Papel Estabilizador de Ciclos
    Económicos.
    La política monetaria puede
    tener el papel de estabilizador de ciclos
    económicos. Cuando se le asigna este objetivo, la
    política monetaria debe proporcionar un marco
    estable para la economía real, lo cual puede
    lograrse mediante la compensación de las
    perturbaciones o "choques" que se generan en la
    economía. Estas perturbaciones, que producen por lo
    general fluctuaciones recurrentes en la economía, o
    ciclos económicos, y dificultan el buen
    desempeño de la actividad
    económica.

    Para obtener resultados satisfactorios en la
    estabilidad económica, es importante identificar el
    tipo de "choques" que lo generan. Por ejemplo, si el ciclo
    es producido por choques que afectan a la demanda agregada,
    como consecuencia de políticas adoptadas por las
    autoridades o por el resultado de desplazamiento en la
    inversión o en el consumo privado o expectativas
    sobre el desempeño futuro de la economía, la
    política monetaria puede ser utilizada como un
    instrumento para contrarrestar los efectos no deseados en
    el producto real.

    Ahora bien, si el ciclo es originado por
    perturbaciones de oferta; es decir, por avances
    tecnológicos, cambios climáticos,
    desastres
    naturales, descubrimientos de recursos
    naturales o variaciones en el precio
    de materia
    prima, es muy probable que la política monetaria
    no sea eficaz para suavizar el ciclo, porque requiere de
    ajustes tanto por el lado de los precios como de las
    cantidades, lo cual escapa del marco de acción de la política
    monetaria (Sachs y Larraín, 1994).

    Finalmente, si las perturbaciones ocurren tanto
    del lado de la demanda, como por el lado de la oferta; a
    veces no es posible contar con una adecuada
    información acerca del tipo de perturbación
    que lo genera. Así, se puede caer en el problema de
    utilizar inapropiadamente la política monetaria, lo
    que en lugar de contrarrestar el ciclo, puede empeorarlo,
    generando mayor inestabilidad y producirá
    fluctuaciones cíclicas no deseadas. Por esta
    razón, Friedman llegó a la conclusión
    de que casi todas las grandes depresiones habían
    sido ocasionadas por trastornos monetarios, por lo que los
    partidarios del enfoque del "ciclo real" se oponen a
    políticas monetarias intervencionistas.

    Zúñiga Fallas coord (1997), concluye
    que, si bien la política monetaria se puede utilizar
    para estabilizar los ciclos de la actividad
    económica; su principal función, sin embargo,
    está íntimamente ligada a la
    estabilización del nivel de precios y de la
    inflación.

  2. Política Monetaria y Ciclo
    Económico
  3. Inflación, Desempleo y Ciclo
    Económico.

La inflación y el ciclo económico
están íntimamente relacionados. La inflación
y la brecha de la producción están relacionadas
inversamente; así mismo, las medidas expansivas de demanda
agregada tienden a generar inflación, a menos que se tomen
en etapas depresivas del ciclo, cuando la economía
presenta elevados niveles de desempleo. Los períodos
prolongados de baja demanda agregada tienden a reducir la tasa de
inflación.

La inflación, al igual que el desempleo, es
motivo de gran preocupación macroeconomía. Sin
embargo, sus efectos nocivos en lo que se refiere al producto son
mucho menos evidentes que los del desempleo.

Cuando se presenta el desempleo, la producción
potencial no se coloca, hay cierre de empresas,
liquidación de inventarios y
toda una serie de consecuencias que hacen urgente la necesidad de
reducir el desempleo. En cambio, cuando el problema es la
inflación, el problema se presenta en el sistema de
precios, el cual se altera y se reduce su eficiencia.

Los responsables de la política económica
se enfrentan a la necesidad de reducir la inflación,
sabiendo que esto causará un mayor desempleo; o de
disminuir el desempleo a costa de mayor inflación, lo que
se conoce como Curva de Phillips.

Curva de Phillips. Para poder entender la
relación o intercambio entre inflación y desempleo,
se debe aproximar una definición de empleo, desempleo y
tasa natural de desempleo. Para Beveridge (1944), pleno empleo es
una situación donde el número de desempleados
equivale al número de vacantes.

Posteriormente, en pleno auge del Estado de Bienestar,
analizando el caso de Gran Bretaña para el período
1861-1957, A.W. Phillips (1958) señaló que
existía una fuerte correlación estadística inversa entre la
variación de los salarios nominales y el nivel y la
variación del desempleo. Esta correlación se
popularizó con el nombre de "Curva de Phillips" y dio
lugar a la difusión de una recomendación
política ampliamente aceptada: que existiría un
intercambio entre tasa de inflación y
desempleo.

Lo anterior significa que sólo se podría
lograr una disminución en la tasa de inflación a
costa de un aumento del desempleo. Para Phillips, el nivel de
pleno empleo sería aquel que, tomando en cuenta el aumento
de la productividad,
determinaría una inflación de salarios igual a
cero.

Hasta que surgió la curva de Phillips, el
pensamiento económico admitía la posibilidad de
colocar al nivel de empleo como un objetivo de la política
pública. Se admitía la posibilidad de ajustar la
economía a un nivel de empleo predeterminado mediante el
manejo de los instrumentos típicos de la demanda efectiva:
política fiscal y monetaria, sin reconocer los efectos
colaterales de una política de este tipo.

Así surgió la denominada "síntesis
neoclásica", según la cual se presentaba un
razonamiento que permitía un acercamiento entre algunos
postulados del pensamiento keynesiano y otros neoclásicos,
la cual combinaba cierta lógica de ajuste de los mercados
con la posibilidad de realizar políticas
anticíclicas por vía de la demanda
efectiva.

Cuando comenzaron a ser evidentes algunos problemas de
manejo del ciclo económico mediante el instrumental que
ofrecía esta síntesis, Milton Friedman (1968)
cuestionó las relaciones verificadas por Phillips,
sosteniendo que, en el largo plazo, no se comprobaba el
intercambio entre desempleo e inflación que alegaba la
teoría de Phillips.

Por el contrario, Friedman sostiene que existe una "tasa
natural de desempleo" implícita en la propia estructura
del sistema económico, la cual no se afectada en el largo
plazo por los niveles de producción; por lo que las
políticas de manejo de la demanda global son
inefectivas.

En el largo plazo es inefectivo plantearse el pleno
empleo como objetivo de la política pública. El
mecanismo que propone Friedman como explicación es,
simplificadamente, el siguiente: ante una expansión de la
demanda agregada (política fiscal y monetaria activa), en
el corto plazo el desempleo caerá y los empleadores
aumentarán su demanda de empleo, para lo cual necesitan
ofrecer mayores salarios reales, este razonamiento es consistente
con la curva de Phillips.

Sin embargo, como en la determinación de esos
salarios, lo que interesa son las expectativas que los
asalariados tengan conforme a la inflación futura y dichas
expectativas se basan en la inflación pasada, para
Friedman la reiteración de esta práctica, lleva a
la inflación y a su aceleración, sin efectos
importantes sobre el nivel de empleo. Por lo tanto, a los efectos
de la política económica, lo que importa determinar
es la llamada "tasa de desempleo que no acelera la
inflación".

En conclusión, el manejo de la demanda puede ser
efectivo en el corto plazo, utilizando el margen de maniobras que
otorga la diferencia entre precios esperados y efectivamente
verificados, pero esto no debe hacer creer a los gobiernos que
pueden mover los niveles "naturales" de desempleo; por el
contrario, en el largo plazo sólo lograrán acelerar
la inflación que agravará los problemas de
desempleo.

En este punto, Lo Vuolo (1996) destaca que, desde el
razonamiento de Friedman, la relación causal va desde la
tasa de inflación a la tasa de desempleo. Por lo tanto, la
lucha contra la inflación ocupa el primer lugar entre los
objetivos de política económica; es decir, el nivel
de empleo se subordina al control de la inflación.
Así, se desplaza al pleno empleo como objetivo central de
la política económica y se ataca uno de los
razonamientos centrales del esquema de políticas
anticíclicas que se derivan del pensamiento
keynesiano.

Sin embargo, la noción de existencia de una "tasa
de desempleo que no acelera la inflación", todavía
dejaba margen para la acción en el corto plazo. Los
gobiernos podían elegir menor tasa de desempleo en el
corto plazo a costa de mayor inflación en el largo plazo
e, incluso, especular con la posibilidad que los mecanismos
adaptativos nunca sean completos y la tasa de inflación no
se acelere.

Por otra parte, al igual que en el pensamiento
keynesiano, en el mecanismo de formación de expectativas
que postula Friedman también se admite el error
sistemático, un cierto grado de incertidumbre por parte de
los agentes que también otorgaría margen al
gobierno para maniobras de corto plazo.

En todo caso, la disputa se refiere a cómo
reducir el grado de incertidumbre futura: los preocupados por la
inflación ponen el acento en la oferta monetaria, mientras
que los alarmados por el empleo, enfatizan el lado de la demanda
efectiva. Al menos en EEUU, estas conclusiones resultaron por un
tiempo del agrado tanto de monetaristas como de keynesianos,
derivando de este acuerdo la denominada "nueva síntesis
neoclásica".

En la siguiente figura se observa una curva de Philips a
largo plazo, CPL, lo que indica que a largo plazo no existe
disyuntiva entre inflación y desempleo. Pero con una
perturbación, por ejemplo, la crisis del petróleo, la economía se encuentra
en el punto A con una elevada inflación y un elevado
desempleo. Se muestran dos sendas de política, posibles y
ajustables. La senda de color rojo,
representa la tasa de inflación más alta durante la
transición y corresponde a una política de
restablecimiento rápido con bajos niveles de desempleo y
un largo periodo posterior de desaceleración de la
inflación. Mientras que la otra posibilidad, senda de
color azul, muestra una disminución inmediata de la
inflación; disminuye la inflación, pero a costo de una
reducción gradual del desempleo.

Con el gráfico a continuación se puede
concluir que los responsables de la política
económica no escogen entre inflación y desempleo,
sino entre senda de ajuste que se diferencia la
combinación de inflación y desempleo. La senda de
color rojo corresponde a la política desinflación
gradual y la de color azul se parece más a una
política de choque.

Gráfico 4. CURVA DE
PHILLIPS A LARGO PLAZO, CPL.

Para ver el gráfico seleccione la
opción "Descargar" del menú superior

Fuente: Lo Vuolo, 1996.

Para saber como eligen los responsables de la
política económica entre el tipo de senda; esta en
suponer que estos actúan en interés de la sociedad.
Cuando ya estiman los costes sociales de las distintas sendas de
la inflación y del desempleo y eligen la que minimiza el
coste total de la estabilización para la
sociedad.

El segundo enfoque a reconocer es el carácter
político de las decisiones. En una democracia,
los responsables de la política económica responden
al electorado y eligen medidas que maximicen sus posibilidades de
ser reelegidos. Este enfoque ha dado origen a una extensa
literatura en la economía y la ciencia
política, la ya explicada teoría del ciclo
económico político.

En la década de 1970, avanzó una corriente
de pensamiento que niega toda posibilidad de manejo de la demanda
efectiva, incluso en el corto plazo: la teoría de las
"expectativas racionales". Esta corriente se popularizó a
medida que se hacían evidentes los problemas de la llamada
"crisis fiscal" del Estado y la verificación,
particularmente después del shock petrolero, de procesos
de "inflación con recesión" o estanflación
en el corto plazo.

Para los defensores de esta corriente, la
explicación de la crisis inflacionaria estaría en
la errónea formulación de Friedman con respecto al
proceso de formación de las expectativas de los agentes
económicos. Para ellos, no es sensato pensar que los
agentes sólo tomarán en cuenta la inflación
pasada y que sus decisiones se construyen por mecanismos
adaptativos en función de lo vivido, ajustando errores
sistemáticos. En su lugar, consideran que existen otras
fuentes de información que los agentes racionales toman en
cuenta. Si, por ejemplo, se sabe que la tasa de inflación
está vinculada con el crecimiento de la oferta monetaria,
entonces ante un cambio de la misma, los agentes
anticiparán el futuro aumento de precios. El principal
error que atribuyen a la síntesis neoclásica es el
pensar que los agentes son racionales, pero que los mercados
donde se expresan las acciones de los agentes, son ineficientes
en ajustar precios y salarios a sus niveles de
equilibrio.

Vuelve así al centro de la escena el postulado
neoclásico de la "información perfecta".
Coherentemente, la solución de los sostenedores de las
expectativas racionales es formalizar la economía tal como
si los mercados fueran competitivos y ajustaran todos los precios
instantáneamente. Por lo tanto, los agentes
económicos anticipan cualquier movimiento del gobierno y
vuelven ineficaces sus intentos de orientar el funcionamiento del
sistema en un determinado sentido.

Por ejemplo, si los agentes esperan que el gobierno tome
cualquier medida necesaria para garantizar pleno empleo, tanto
los empleadores como los sindicatos aumentan la presión
inflacionaria porque no tienen miedo de perder ingresos, su
participación en el mercado o el propio empleo. Al mismo
tiempo, anticipan déficit fiscal, las necesidades de
financiamiento público y la suba de tasa de
interés.

Conforme a las tesis señaladas previamente, el
resultado de una política de este tipo sería,
inevitablemente inflación, recesión y desempleo.
Como éstos males se "anticipan", todo se produciría
en el corto plazo, con lo cual, y conforme a las tesis
señaladas previamente, las políticas
públicas activas son "perversas", "inútiles" y
"peligrosas".

Para el actual consenso, todos los movimientos del
gobierno, especialmente los que pretenden modificar la demanda
efectiva y el nivel de empleo, serán totalmente
anticipados por el sector privado y se volverán
inefectivos, perjudicando incluso a quiénes se pretende
favorecer.

Teóricamente, sólo podrían tener
efecto aquellos movimientos totalmente inesperados,
impredecibles; pero, en los hechos, esto llevaría al caos
en tanto se romperían permanentemente las "reglas de
juego". En conclusión, Lo Vuolo (1996) reseña que
los gobiernos deberían "sentarse" y facilitar que se
ajusten los mecanismos de mercado porque:

  1. si se hacen los movimientos esperados, estos se
    anticipan;
  2. si se hace lo inesperado, esto genera
    caos.

En consecuencia, los principios fundamentales de estos
postulados se resumen en un férreo control de la oferta
monetaria y nada de acción estatal. El extremo de esta
conclusión, es el siguiente: es mejor que al Estado lo
maneje el sector privado -entendiendo por ello los grandes grupos
con poder económico- mediante la lógica de (su)
mercado.

Recomendaciones de Política. De estas
conclusiones, se desprenden recomendaciones lineales para el
mercado laboral: Ni
siquiera en el corto plazo se puede alterar la tasa natural de
desempleo: el resultado es inflación con desempleo. Una
mejor política es controlar la oferta monetaria y la
inflación, dejando que el producto y el empleo se ajusten
a su nivel "natural".

Para ello, se pregona, hay que "desregular" el mercado
laboral, suprimiendo la influencia sindical, terminando con
legislaciones que ponen altos costos de entrada y salida,
suprimiendo o bajando a niveles mínimos los beneficios del
seguro de
desempleo, para que el mercado laboral esté libre de
ataduras y pueda ajustar libremente la oferta y demanda mediante
movimientos de salarios.

Por lo mismo, la pretensión de sostener la
demanda efectiva mediante déficit fiscal es inefectiva. Si
el déficit se financia con emisión de deuda, los
agentes privados anticipan la inflación, y si se financia
con deuda, anticipan la necesidad de fondos futuros del Estado:
esto es, la necesidad de mayores impuestos para pagar la deuda
con fondos genuinos o mayores tasas de interés para lograr
que la deuda sea refinanciada. El impacto será mayor
inflación, mayor recesión y desempleo.

Mejor política es bajar los impuestos (incluyendo
especialmente las cargas sociales y los impuestos directos) para
que los agentes privados puedan ahorrar, invertir y de
allí fomentar el crecimiento de la
economía.

Esta visión también tiene repercusiones en
las recomendaciones con respecto a las políticas sociales.
Los servicios universales, indiferenciados, propios del Estado de
Bienestar "social-demócrata" o
"institucional-redistributivo", llevan a gastos desproporcionados
y difíciles de financiar. Además, al no haber
relación entre aporte fiscal y beneficio percibido por
cada uno, también se estimularía la evasión
fiscal y se reduciría el gasto privado en bienes y
servicios típicos de las políticas
sociales.

Así, se propone segmentar las áreas de
política social entre aquellos territorios que son
estrictamente "públicos", supuestamente básicos,
consumidos por quienes no tienen capacidad de demanda y los que
pueden considerarse "privados", supuestamente más
sofisticados y utilizados por quienes tienen poder de demanda. De
aquí, se recomienda la privatización de estos últimos
espacios más rentables para que la oferta se adapte a las
características de cada segmento del poder de
demanda.

Coherentemente, para aquellos bienes y servicios que
queden bajo la órbita del sector público, se
propone el cobro de tarifas a quiénes los usen, salvo que
por un "test de recursos"
se acredite la condición de "pobres". El resultado
operativo es una mayor desintegración entre el sistema
tributario y el de transferencias fiscales con destino
social. El sistema tributario se queda con la sola función
de recaudar lo máximo posible, de la forma más
neutra que se pueda en materia asignativa; lo que significa la
expansión de los impuestos indirectos de base universal.
El gasto debe circunscribirse sólo a focalizar,
identificar aquellos grupos especialmente necesitados de ayuda
económica.

Aquí, parece que todos los males atribuidos al
universalismo en el área del "gasto", se vuelven virtud en
el campo tributario. Sólo interesa recaudar, no
"focalizar" la recaudación en los más pudientes.
Como puede verse, las recomendaciones se ubican en la antítesis de una propuesta como la del
ingreso ciudadano, que recomienda integrar los sistemas
tributarios y de transferencias de prestaciones
dinerarias para poder así determinar la posición
neta de cada contribuyente/beneficiario.

En síntesis, las recomendaciones de
política pública que se estimulan desde el actual
consenso basado en los postulados de la economía de la
oferta, pueden expresarse como sigue:

  1. existe una tasa natural de empleo que no se puede
    modificar ni en el corto plazo, por lo tanto es mejor olvidarse
    del pleno empleo y concentrarse en el ataque a la
    inflación;
  2. no se puede manejar la demanda sin producir estragos
    en la economía, por lo cual es preferible concentrarse
    en un rígido control monetario y fiscal, permitiendo
    así que los precios "limpien" el funcionamiento de los
    mercados, de acuerdo al movimiento de los ciclos
    económicos;
  3. no hay diferencias entre acción pública
    y privada porque esta última anticipa y revierte la
    primera (expectativas racionales), por lo cual lo mejor es
    actuar conforme a la lógica y el interés del
    sector privado, o mejor de sus representantes con acceso a
    información y con poder de cambiar el rumbo. Pese a la
    retórica, por "sector privado" no se entiende
    pequeñas unidades compitiendo en igualdad de
    condiciones sino grandes actores con poder económico
    para imponer sus expectativas;
  4. dicho lo anterior, lo mejor es reducir al
    máximo posible el ámbito de aplicación del
    interés público, dejando sólo algunos
    espacios focalizados en donde se justifica una acción
    pública que persiga un interés diferente al
    estímulo de la ganancia privada.

CAPÍTULO III MARCO
METODOLÓGICO
(1)

Tipo de Investigación –Diseño de Investigación
Fuentes de DatosTécnicas e Instrumentos de
Recolección de Datos
. –Técnicas de Procesamiento de
Datos

CAPÍTULO IV
APLICABILIDAD DE LOS ENFOQUES DE
POLÍTICA A CADA

ETAPA DEL CICLO
ECONÓMICO.
CASO
VENEZUELA.
(1)

Consideraciones
Generales
Recomendaciones de Política de acuerdo a
cada etapa del Ciclo Económico.
Situación Actual
de los Enfoques de Política, el Ciclo en
América
Latina. –Ciclo
Económico Venezolano.

CAPÍTULO
V.
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
(1)

BIBLIOGRAFÍA (1)

ANEXOS (1)

 (1) Para ver el texto completo
seleccione la opción "Descargar" del menú
superior

Econ. Cristina Paytuví Matos

Prof. Finanzas
Públicas, Universidad Centroccidental Lisandro
Alvarado, Barquisimeto, Estado Lara.
14/1/2005.

Partes: 1, 2
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