Enfoques alternativos de política económica y su aplicabilidad a cada etapa del ciclo económico (página 2)
El enfoque keynesiano es un pensamiento económico surgido en la
década de 1930, a partir de las ideas de John
Maynard Keynes. En contraste con la teoría económica
clásica, mantiene que una economía capitalista no tiende
automáticamente hacia el pleno empleo. Por tanto, el gobierno debe emprender políticas fiscales activas, aunque
apoyándose en políticas monetarias
adecuadas, para lograr y mantener el pleno empleo y un
crecimiento económico
constante.Tal y como lo sostiene March Poquet (2004),
Keynes
acabó con la idea que la economía de
mercado conduce automáticamente al
pleno empleo (equilibrio y crisis
pasajeras), abriendo la puerta a la necesidad de la
política económica (gestión macroeconómica, de
la demanda
agregada), de la intervención del Estado
para alcanzar una situación de pleno
empleo.Para Keynes, los salarios no son flexibles a la baja y, por
tanto, los precios no se pueden ajustar a la baja.
Pero el
Estado puede hacer crecer la "demanda efectiva" para alcanzar pleno
empleo. Sin embargo, en opinión del autor citado,
la validez directa de sus teorías para los países
subdesarrollados era muy limitada, pues se trataba de un
enfoque pensado para los desarrollados, en particular,
para superar la gran recesión de la década
de 1930.La visión keynesiana opina, al contrario
que la neoclásica, que la
intervención del gobierno puede mejorar
notablemente el funcionamiento de la economía.
Algunos de los keynesianos de la década de 1970,
que encabezaron debates con los monetaristas sobre estas
cuestiones serían Franco Modigliani y James
Tobin.La obra más celebrada de Keynes, The
General Theory of Employment, Interest and Money
(1936), ha sido uno de los libros
más influyentes que jamás se hallan escrito
sobre economía. En el expresó claramente
que se apartaba de la teoría económica
tradicional que sostenía que la economía
tiene una tendencia natural a alcanzar el equilibrio con
pleno empleo.Ciertamente, Keynes demostró que el
equilibrio puede ser alcanzado y mantenido a un nivel de
producción menor que el de pleno
empleo. La teoría keynesiana o, según
Spencer (1987), "teoría moderna del ingreso y el
empleo", argumenta que la demanda agregada puede ser
mayor, igual o menor que el ingreso agregado; que el tipo
de interés no tiene porqué
igualar el ahorro
deseado y la inversión deseada, porque estos son
realizados por personas diferentes por motivos
diferentes, y que los precios y los salarios no son
flexibles –especialmente hacia abajo- debido a la
resistencia por parte de los monopolios de
empresas, sindicatos, legislación sobre
salario mínimo y otras fuerzas
institucionales. Por ello, la economía puede no
ajustarse necesariamente por sí sola al equilibrio
de pleno empleo.En consecuencia, Keynes abogó por la
reducción de la tasa de
interés de los bancos, con objeto de estimular la
inversión; los impuestos progresivos sobre el ingreso
para hacer los ingresos más igualitarios y, en
consecuencia, aumentar el porcentaje del ingreso agregado
que la gente gasta en consumo y el gobierno invierte a
través de obras públicas y otros medios
como proceso para estimular la
economía.Actualmente, estas sugerencias de política y otras relacionadas con
ellas, son parte de una gran familia de conceptos que constituyen lo
que, algunos teóricos denomina "Nueva
Economía".Según Osuna Guerrero (2002), durante
más de cuarenta años el keynesianismo
dominó el mundo académico y la
práctica económica de los gobiernos. Las
políticas de Roosevelt previas a la Segunda
Guerra Mundial ya incorporaban muchas de estas
"recetas". Después de la segunda
guerra mundial, el keynesianismo desplazó a
los economistas liberales de toda influencia en las
universidades o los gobiernos.Keynes se enfrentó al problema de la Gran
Depresión. Según la macroeconomía neoclásica,
los mercados funcionan perfectamente (o casi)
y se ajustan rápidamente (o casi). Pero la
Depresión y sus terribles consecuencias,
caracterizadas en años de crisis y desempleo, desmintieron los postulados
neoclásicos.Keynes construyó una explicación e
indicó una solución práctica:
activar la economía con un impulso artificial, que
provenía del gasto del gobierno, preferiblemente
de inversión (obras públicas, programas de empleo). En aquellas
circunstancias tenía sentido la idea, pero en la
actualidad se sabe que Keynes sólo estudió
un caso anómalo que de hecho no ha vuelto a
repetirse.A pesar de esto, sus seguidores keynesianos
norteamericanos de 1950 y 1960, tales como Samuelson,
Tobin y Modigliani, entre otros, enfrentados a Friedman
(neoclásico), elaboraron una macroeconomía
sobre el caso anómalo planteado por Keynes,
dándole presunta validez general. Así pues
la economía podía situarse en cualquier
posición con desempleo y permanecer ahí
indefinidamente: la economía necesitaba ayuda
transitar a través de las fluctuaciones del ciclo
y salir de las depresiones.De esta manera, justificaron las medidas
contracíclicas, que abrieron la puerta a los
déficits persistentes del presupuesto público. En el fondo se
asentó la idea de que la economía era
manipulable desde un centro de control estatal, con ciertas
restricciones. En opinión de Osuna Guerrero
(2002), esta es una acepción de "keynesianismo",
que proviene de una "generalización" indebida del
caso que analizó de Keynes.Así pues, el keynesianismo
"práctico" aconsejaba intervenir durante las fases
recesivas del ciclo para "aplanarlo", y hacer menos
traumáticos esos períodos, o incluso
hacerlos desaparecer. Para ello proponían que el
Estado "interviniera", estimulando la demanda agregada
para que esta estimulara a la oferta
total hacia niveles de generación de renta y de
empleo superiores.En sentido estricto, tal y como lo sostiene
Osuna Guerrero (2002), el Estado sólo puede
impulsar la demanda agregada si no se limita a
redistribuir recursos. Si suben los impuestos y el
gasto
público, con déficit cero, no se
está ante una política keynesiana. El
aumento del gasto público es expansivo, pero el
aumento de los impuestos tiene el efecto contrario. Si el
Estado recoge con la política monetaria lo que
gasta con la política fiscal, no se estimula la
demanda.La política keynesiana se caracteriza por
un impulso artificial a la economía, el cual debe
provenir de una generación también
artificial de capacidad de gasto, de demanda. Hay dos
vías: el incremento de la oferta monetaria
(política monetaria) y el incremento
del gasto público con déficit, que puede
traducirse al final en aumento de oferta monetaria en
sentido amplio (dinero
o títulos negociables). La clave está en
impulsar artificialmente una economía elevando su
capacidad de gastar (demanda), lo que requiere una
"generación" artificial de recursos: gastos
sin ingresos, o déficits
públicos.En lo que respecta a las recomendaciones
keynesianas, no es relevante en que se concreten esos
gastos. Keynes sostenía como positivo incluso el
contratar a gente para que abriera y cerrara zanjas. En
la actualidad, una política es keynesiana cuando
el Estado financia con déficit ayudas a las
empresas para que se actualicen tecnológicamente
(años 1980). Si esta ayuda se realiza sin
déficit, no se puede definir como política
keynesiana.En resumen, el modelo
keynesiano cree que la intervención del gobierno
juega un papel útil, es decir, se justifica en una
economía dominada por ajustes lentos, con
rigideces, falta de información y hábitos
sociales que impiden el rápido equilibrio de los
mercados.Osuna Guerrero (2002) analiza la pérdida
de vigencia de los postulados keynesianos. La
política keynesiana dejó de tener vigencia
con la crisis inflacionaria de la década de 1970,
que resultaban bien explicadas a la luz de
las teorías neoclásicas de Friedman. La
crisis de los 70, con altas tasas de inflación, no
era el caso típico que explicaban los postulados
keynesianos y sus "recetas" sólo empeoraban el
problema. Un nuevo grupo
de jóvenes economistas retomó los
postulados de Friedman, surgiendo los Nuevos
Clásicos, cuyo enfoque será explicado
más adelante.A pesar de esta pérdida de vigencia de
los postulados keynesianos, puesto que no explican las
situaciones en las que persisten altas tasas de
inflación y desempleo; para Spencer (1987)
prácticamente todos los economistas en la
actualidad son "keynesianos", puesto que utilizan las
herramientas y conceptos teóricos
fundamentales desarrollados por Keynes; si bien, pueden
no estar de acuerdo sobre las maneras en que estas ideas
deberían ser llevadas a la práctica en
materia de política
económica.- Enfoque o Escuela Keynesiana.
El enfoque monetarista se asocia a los
economistas clásicos y neoclásicos. Los
monetaristas piensan que la economía capitalista
es intrínsecamente estable y que no está
sometida a las fluctuaciones del ciclo económico.
Aseguran que las inflaciones y recesiones agudas que se
han dado en el pasado, se han debido en esencia a un solo
factor: a las grandes oscilaciones de la oferta
monetaria. Por tanto, argumentan que la política
fiscal
no es un dispositivo estabilizador eficaz y que todo
concepto de "afinamiento" de la
economía es erróneo.Esta escuela opina, al igual que sus antecesores
clásicos que los mercados funcionan mejor si no se
interviene en ellos y, por tanto, se opone al enfoque
keynesiano. Sus principales representantes son Milton
Friedman y Lucas.Los monetaristas no muestran un acuerdo
unánime en todos los puntos doctrinales; sin
embargo, es unánime su creencia de que el
dinero tiene una gran influencia en la
economía. Algunos postulados de los monetaristas
se refieren a la relación entre el dinero y la
inflación y el papel del sector
público en la economía. A
continuación, las líneas generales de la
doctrina monetarista.1.- De acuerdo a la teoría monetarista,
la cantidad que el público desea mantener
está estrechamente relacionada con su nivel de
ingreso. Por tanto, si la oferta de dinero aumenta con
mayor rapidez que el ingreso; es decir, con mayor rapidez
que la cantidad que el público desea mantener; el
público gastará la parte que no desea
retener, lo cual provocará inflación. Por
el contrario, si la oferta de dinero aumenta con
más lentitud que el ingreso; es decir, no con
rapidez suficiente como para proporcionar al
público la cantidad de dinero que desea tener en
mano; se producirá el efecto opuesto: el
público tratará de aumentar sus activos monetarios recortando su gasto y
esto provocará desempleo. La conclusión
lógica de los monetaristas es que
existe una relación de causa efecto entre la
oferta de dinero y las variaciones que se producen en el
ingreso, la actividad económica y los precios.
Sostienen que los cambios en la oferta monetaria
ocasionan oscilaciones en los ciclos
económicos.Con respecto a la relación entre dinero e
inflación, los monetaristas argumentan que la
cantidad de dinero es el determinante fundamental del
nivel de precios y de la actividad económica, por
lo que el crecimiento excesivo del dinero en
circulación es responsable de la inflación
y que su crecimiento inestable es el causante de las
fluctuaciones o ciclos económicos. Puesto que
consideran que la variabilidad de la tasa de crecimiento
del dinero es la causa de la variabilidad del crecimiento
real, tienden naturalmente a defender una política
monetaria de crecimiento reducido y constante de la
oferta de dinero; en otras palabras, proponen una regla
de crecimiento del dinero.2.- Dado el papel fundamental del dinero en la
economía, los monetaristas creen que la
actuación fiscal del gobierno, por sí sola,
ejerce poca o nula influencia en el gasto total. Es
cuando la autoridad monetaria traduce esta
actuación en expansiones y contracciones
monetarias, que las variaciones de la oferta de dinero
ejercen una influencia fuerte e independiente en el gasto
total. Por tanto, como los ciclos económicos son
principalmente, consecuencia de fluctuaciones irregulares
de la oferta monetaria, el control de la tasa de
expansión o de contracción monetaria es el
medio adecuado para estabilizar la
economía.3.- Los monetaristas no afirman que los ciclos
económicos se deben únicamente a
variaciones en la oferta monetaria.Al igual que el enfoque keynesiano, reconocen
que la economía está siempre en un proceso
de ajuste a las expectativas cambiantes de los
empresarios y a las variaciones estructurales subyacentes
como población, hábitos del
consumidor, competencia dentro de las industrias, etc. Pero consideran que las
variaciones en la oferta monetaria son la causa dominante
de los ciclos económicos.4.- Con respecto al papel adecuado del sector
público en la economía, los monetaristas
abogan, al igual que los clásicos y
neoclásicos, por un sector público reducido
y están totalmente en contra de los déficit
fiscales y de la deuda
pública elevada. Son partidarios de reducir
los impuestos durante las recesiones y recortar el gasto
público durante las expansiones, con el efecto
neto final de reducir la participación del sector
público en la economía.Según Dornbusch y Fischer (1985), los
puntos de vista que se identifican con el monetarismo carecen de una unidad
cohesiva, por lo que cualquier economista equilibrado
puede que acepte algunos postulados monetaristas y
rechace otros; sin embargo, la mayoría está
de acuerdo en los postulados básicos
señalados anteriormente. - Enfoque o Escuela
Monetarista.Con la crisis de la década de 1970, en la
que persistían altas tasas de
interés que las recetas keynesianas no
pudieron explicar ni remediar, surgió un grupo de
economistas que rescató los postulados de
Friedman, denominados los Nuevos Economistas
Clásicos.Durante estos años, el debate
tradicional sobre el mejor funcionamiento del mercado,
con intervención estatal o sin ella,
convirtió en protagonistas a un nuevo grupo
–los nuevos macroeconomistas
clásicos- que cuenta entre sus líderes
con Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, y con Thomas
Sargent, de la Universidad de Minnesota, quienes
sostienen que el mercado funciona mejor si el gobierno no
interviene.La nueva macroeconomía clásica
comparte con Friedman, su antecesor monetarista, muchos
puntos de vista sobre la política
económica. Concibe el mundo como un lugar donde
los individuos actúan racionalmente buscando su
propio interés en mercados que se ajustan
rápidamente a condiciones cambiantes. Y considera
probable que la intervención del gobierno
sólo consiga empeorar las cosas. Este modelo
constituye un reto para la macroeconomía
tradicional o keynesiana, que cree que la
intervención del gobierno juega un papel
útil en una economía dominada por ajustes
lentos, con rigideces, falta de información y
hábitos sociales que impiden el rápido
equilibrio de los mercados.Las teorías de Friedman explicaban bien
las crisis inflacionarias. Los nuevos clásicos
generalizaron los planteamientos de Friedman y
desarrollaron una teoría del ciclo
teóricamente muy elegante y más
"creíble" para la práctica que la
teoría keynesiana, desacreditada por la crisis
inflacionaria y sus fracasos en explicarla y conjugarla.
A partir de entonces, en opinión de Osuna Guerrero
(2002), los postulados keynesianos perdieron vigencia; de
hecho, ya no se les cuenta entre los asesores de los
gobiernos norteamericanos.El argumento de Friedman era que el efecto en la
economía real de las políticas keynesianas
a largo plazo era sólo inflación, pero los
Nuevos Clásicos son más radicales: para
ellos la impotencia de la política keynesiana se
verificaba, incluso, a corto plazo.Según Bejarano (1999), la
macroeconomía de 1970 es completamente distinta a
la actual. Algunos autores apuntan a la necesidad de
reconstruir la macroeconomía, debido a la gran
cantidad de postulados que han perdido vigencia. En
primer lugar, la síntesis neoclásica,
según la cual, a través del modelo IS-LM,
se obtenía el consenso entre los postulados
neoclásicos y los keynesianos. En segundo lugar,
la relación micro-macro, según la cual la
macroeconomía no era más que una
cuestión de agregación de comportamientos
de los agentes microeconómicos. En la actualidad,
la macroeconomía no es simplemente el análisis agregado de la actividad
económica.En otras palabras, siguiendo a Bejarano (1999),
ya no se habla de micro y macro, sino de sistemas coordinados
(microeconómicos) y sistemas descoordinados
(macroeconómicos). Cuando los economistas hablan
de un mundo walrasiano, están hablando de un
sistema coordinado, que sólo se da
(para los nuevos enfoques) a nivel macroeconómico;
mientras que en macroeconomía, se refieren a un
sistema descoordinado, o en otras palabras, a sistemas en
equilibrio o a sistemas en desequilibrio.Las nuevas teorías apuntan a que el
enlace entre microeconomía y
macroeconomía no esté en la
agregación sino en la teoría de las fallas
del mercado. Esa es la dirección esencial en que han
venido desarrollando las nuevas tendencias de la
macroeconomía, que se pueden resumir en tres
vertientes bien conocidas: las versiones de la
macroeconomía del desequilibrio, la
reconstrucción neoclásica y una nueva
versión que tiene en cuenta la
reconstrucción keynesiana.Así, pues, ya no se habla, en
términos simplistas, de microeconomía y
macroeconomía, sino del problema de los
fundamentos de los sistemas coordinados y de los sistemas
descoordinados.El enlace tiene que ver con las fallas de
mercado fácilmente identificables, por nombrar
algunas: externalidades, falta de información,
incompletitud de mercados, etc. - Nueva
Economía Clásica. - Nueva
Economía Keynesiana.
Según Osuna Guerrero (2002), en la segunda
mitad de la década de 1980 surgió un grupo de
economistas jóvenes que reivindicaron de nuevo el
título de "keynesianos", se denominaron Nuevos
Keynesianos o Nuevos Economistas Keynesianos. Sus
representantes serían Mankiew, Blinder, Blanchard, o
Kaldor, Robinson, Sraffa, Pasinetti, Garegani, como
alternativa a la síntesis
neoclásica.Esta escuela surgió en oposición a los
nuevos clásicos, son un cuerpo poco estructurado de
teorías que tienen poco en común, salvo la
creencia en que los mercados no funcionan de forma perfecta a
corto plazo, que presentan rigideces, irregularidades, lo que
explica muchas disfuncionalidades que pueden ser
persistentes. A este respecto, March Poquet (2004),
reseña una lista de aportes de los autores de la
corriente post-keynesiana.– Robinson: teoría a largo plazo de la
teoría keynesiana del corto plazo.– Kaldor: importancia de la distribución de la renta en el proceso
económico.– Harrod y Domar: Precursores de la teoría
moderna del crecimiento.– Sraffa: recuperación de Ricardo y
MarxEn lo que se refiere al largo plazo, opinan en el
mismo sentido que los liberales: clásicos,
neoclásicos, monetaristas y nuevos economistas
clásicos, donde los mercados se equilibran solos y no
es necesaria la intervención del gobierno.Como cierre se puede argumentar que, con frecuencia
se presenta la macroeconomía como el campo de batalla
entre escuelas de pensamiento implacablemente opuestas. Es
innegable que existen conflictos
teóricos y de opinión entre los distintos
campos, pero también es cierto que existe acuerdo en
áreas importantes y que los distintos grupos, a
través de la discusión y de la investigación, están logrando
continuamente nuevas áreas de consenso y adquiriendo
una idea más clara de cuáles son exactamente
sus diferencias.La teoría de la política
económica, según Bejarano (1999), se encuentra
en el segundo nivel con respecto al núcleo de la
disciplina
económica, a saber microeconomía y
macroeconomía. De aquí que, en esta
sección, luego de haber analizado los enfoques de
pensamiento de las diferentes escuelas, se analiza la
concepción, simulación y diseño de la política
económica, desde dos enfoques: el tradicional y el
denominado "concepción moderna de la teoría de
política económica".El autor citado sostiene que el papel de la
política económica consiste en corregir los
desequilibrios causados en el proceso de asignación o
en el comportamiento de la actividad
económica, de manera que la intervención del
Estado se orientaría a promover el crecimiento,
asegurar la equidad
distributiva y la estabilidad
macroeconómica.Analizados hasta este punto los diversos enfoques de
pensamiento económico, desde el punto de vista de los
enfoques en materia de teoría de política
económica, sólo se analizan dos enfoques, como
ya se indicó, el tradicional, que incluye todos los
enfoques hasta la primera mitad de la década de 1970 y
la moderna, de esa época a la actualidad.Tal y como lo sostiene Febrero Devesa (1998), la
moderna macroeconomía neoclásica,
también denominada Nueva Economía
Clásica, como se vio anteriormente, ha cambiado
profundamente la forma de entender la política
económica; gracias a la introducción de nuevos instrumentales
en el análisis: el enfoque intertemporal y la hipótesis de las expectativas
racionales en los modelos
macroeconómicos.El resultado de los desarrollos teóricos de
la Nueva Economía Clásica, iniciados en la
década de 1970, es una revisión de los pilares
de la sabiduría convencional en torno al
diseño, posibilidades y limitaciones de la
política económica. La concepción
tradicional (keynesiana o síntesis neoclásica),
estuvo vigente hasta mediados de la década de 1970;
mientras que la concepción moderna, entró en
vigencia a partir de esa época, gracias a la crisis
inflacionaria de 1970.En cuanto a los representantes de las escuelas, se
tiene, por un lado, a Tinbergen, quien fundamentó la
teoría de la política económica en las
tres décadas posteriores al nacimiento de la
macroeconomía de la mano de Keynes y su
Teoría General; y, por el otro, a Lucas,
introductor de las contribuciones teóricas arriba
mencionadas con respecto al estudio de la política
económica de finales del siglo XX.El análisis comparativo entre los dos
enfoques de la teoría política económica
se refiere a cuatro aspectos fundamentales: el papel de las
expectativas, la concepción, la simulación y la
renovación de la política
económica.La formación de las expectativas en la
concepción tradicional, se basaba en el modelo
IS-LM-mercado de trabajo y
en las expectativas adaptativas, en virtud de la cual la
política económica se interpretaba en
términos de un juego del
gobierno contra la naturaleza; mientras que la concepción
moderna, vinculada a la macroeconomía de los modelos
de equilibrio de expectativas racionales– entiende la
política económica como un juego
dinámico entre las autoridades económicas y los
agentes privados, considerados ambos como decisores
racionales (teoría de las expectativas
racionales).En cuanto al ámbito de la simulación
de la políticas económicas, cabe decir que las
diferencias entre las teorías tradicional y moderna de
la política económica quedaron sistematizadas
en las dos críticas que Lucas formulara en su trabajo
de 1976, dirigidas a sendos aspectos del enfoque tradicional:
el concepto operativo de la política económica,
esto es, a la delimitación del conjunto de actuaciones
de política económica cuyos efectos son
evaluables, y el método de evaluación econométrica de los
efectos de políticas económicas
alternativas.Por último, en el tercer ámbito de
renovación de la teoría de la política
económica, el referido al diseño de las
políticas económicas óptimas,
también es posible apreciar diferencias importantes
entre las literaturas tradicional y moderna de la
política económica, especialmente en lo que
concierne al concepto de optimalidad de la política
macroeconómica, esto es, el criterio o enfoque por el
que se enjuicia la deseabilidad de las acciones
de política económica, y al papel de la
credibilidad como condicionante tanto del diseño como
de los efectos de la política
económica.El origen de la teoría formal de la
política económica se atribuye a Tinbergen,
con su obra publicada en 1952, denominada "On the
Theory of Economic Policy".Por esta obra, Jan Tinbergen compartió
con Ragnar Frisch el primer Premio Nobel de
Economía en 1969. Según Chow (1987), la
historia de la teoría de la
política económica puede subdividirse en
tres etapas atendiendo a la evolución de las técnicas de control
estocástico empleadas en su
análisis.La primera etapa abarca el período
anterior a 1970, concretamente de 1950 a 1970; la segunda
cubre la primera mitad de la década de 1970, y la
tercera se extiende desde la mitad de la década de
1970 hasta el presente. Las dos primeras etapas, se
corresponden con la denominada etapa tradicional de la
política económica; mientras que la
última, corresponde a la concepción
moderna.La primera fase de desarrollo de la teoría tradicional
de la política económica, que se
corresponde con la más amplia, se inicia con
Tinbergen (1952, 1956), quien proporcionó el marco
conceptual de la política económica
cuantitativa y la formulación de lo que hoy se
conoce como regla de Tinbergen, sobre la
controlabilidad estática de un modelo de
política económica. El objetivo común perseguido por las
contribuciones de esta etapa fue la superación de
las tres principales limitaciones del enfoque de los
objetivos fijos de Tinbergen,
convertidas en áreas de investigación, a
saber: las limitaciones relativas a la ausencia en el
análisis de un criterio de elección de las
autoridades, la falta de incertidumbre en el problema de
optimización del gestor de política y la
carencia de un entorno dinámico para formular los
problemas de política
económica. Sin embargo, el avance efectivo del
entorno dinámico, última de las tres
áreas de investigación, no se dio sino
hasta la década de 1970.Entre los aportes más representativos de
esta primera etapa, además de los proporcionados
por Tinbergen, figuran las contribuciones de Theil (1954,
1956, 1958, 1964) y Frisch (1956, 1957) respecto al
desarrollo del enfoque de los objetivos flexibles,
como método alternativo al de la
especificación a priori de los
valores de los objetivos de política
económica o enfoque de los objetivos fijos de
Tinbergen; las de Simon (1956) y Theil (1957) en cuanto
al empleo del método del equivalente
cierto, como procedimiento para convertir un modelo de
decisión bajo incertidumbre aditiva en otro de
tipo determinista, y la de Brainard (1967) relativa a las
implicaciones en términos de una
política de diversificación de
instrumentos de los modelos de política
económica con incertidumbre multiplicativa; las de
Mundell (1960, 1962) en relación a la
aplicación del principio de
clasificación efectiva de mercado o
método de emparejamiento de instrumentos con
objetivos basado en las propiedades de estabilidad del
modelo de la economía, y las de Phillips (1954,
1957), como primeros esfuerzos encaminados al desarrollo
de un enfoque dinámico de la política
económica de estabilización.La segunda etapa de desarrollo de la
teoría de la política económica,
está ubicada entre 1970 y 1975. Los aportes de
esta etapa a la preocupación por el
análisis de la política económica en
un contexto dinámico, la generalización del
uso del control óptimo y la programación dinámica estocástica como
instrumental analítico en el que apoyar el
diseño y la evaluación de las
políticas macroeconómicas
óptimas.Entre las referencias representativas de esta
segunda etapa, se encuentran Friedman (1973), Pindyck
(1973) y Chow (1975). Esta etapa de la teoría
tradicional de la política económica
coincidió con las primeras contribuciones de la
macroeconomía del equilibrio y sirvió de
modelo de referencia para la crítica que Lucas dirigiría
a la teoría tradicional de la política
económica, sistematizada en su trabajo de
1976.La tercera etapa de la teoría de la
política económica, se inició a
mediados de la década de 1970; referida ya a la
moderna macroeconomía neoclásica, se
caracteriza por la incorporación del enfoque
intertemporal y la hipótesis
de las expectativas racionales en los modelos
macroeconómicos. Estos avances sentaron las bases
de una nueva teoría de la política
económica que, gracias a las contribuciones de
autores como Lucas, Sargent, Wallace, Barro, Kydland y
Prescott, entre otros, cambiaría profundamente la
forma de entender la política
económica.Crítica de Lucas. En este punto
conviene analizar detalladamente el impacto de la
conocida universalmente crítica de Lucas a
la concepción tradicional de la teoría de
la política económica, puesto que fue un
hito que marcó el inicio de la concepción
moderna de esta teoría. En 1976, Lucas
publicó el artículo denominado
"Econometric Policy Evaluation: A Critique", en el
cual formulaba una crítica contra la teoría
tradicional de la política económica, que
se conoce hoy universalmente como la crítica de
Lucas. Esta crítica, en opinión de
Febrero Devesa (1998), constituye la contribución
más importante de la macroeconomía del
equilibrio en el campo de la política
económica.El artículo señalado en conjunto
con su trabajo "Expectations and the Neutrality of
Money" de 1972, le valieron a Robert E. Lucas Jr. la
concesión del premio Nóbel de
Economía en 1995, tal y como lo señala
Febrero Devesa (1995) "por haber desarrollado y aplicado
la hipótesis de las expectativas racionales y, por
ello, haber transformado el análisis
macroeconómico y mejorado nuestra
comprensión de la política
económica" (p. 25).La importancia de Lucas en la renovación
de la teoría de la política
económica es equiparable a la que tuvo Jan
Tinbergen en la teoría tradicional de la
política económica.Lucas introdujo los modelos de equilibrio
general de expectativas racionales en la
macroeconomía, lo cual representó una
revolución en el ámbito de
la estrategia modelizadora de los
macroeconomistas, además de una revolución
en el campo de concepción misma de la
teoría de la política económica,
cuyos tres pilares básicos –la
concepción de la política económica,
la simulación de las políticas alternativas
y el diseño de las políticas
óptimas– serían sometidos a una
profunda revisión.Si bien, generalmente se destaca de la
crítica de Lucas, lo relativo al cuestionamiento
del método tradicional de simulación
econométrica de la política
económica, para Febrero Devesas (1998), lo
trascendental de este artículo es la
génesis de la nueva teoría de la
política económica que encierra su
crítica. El alcance de esta crítica es
mucho más amplio de lo que el propio título
del artículo sugiere. En las propias palabras de
Febrero Devesa (1998):Se trata de una crítica a toda la
teoría tradicional de la política
económica, a la forma en que en ella se concibe la
política económica, a la forma en que en
ella se simulan los efectos de las acciones de
política y a la forma en que en ella se aborda la
tarea del diseño de las políticas
óptimas. (p. 14)En síntesis, gracias a la crítica
de Lucas, se puede establecer una línea divisoria
entre la teoría tradicional y la teoría
moderna de la política económica.
Fundamentadas en esta crítica, se tienen tres
consecuencias distintas pero interrelacionadas, a saber:
la nueva concepción como tal de la política
económica; la crítica a la
simulación econométrica de la
política económica y la discusión en
torno al diseño de las políticas
óptimas.La moderna macroeconomía
neoclásica es conocida bajo denominaciones tan
diversas como macroeconomía de las expectativas
racionales, nueva macroeconomía clásica,
macroeconomía del equilibrio, análisis del
equilibrio dinámico, segunda revolución
monetarista, macroeconomía intertemporal o enfoque
de vaciado de mercado (Barro, Grilli y Febrero, 1997). En
lo adelante, se denominará Macroeconomía
del Equilibrio.- Perspectiva
Histórica de los Enfoques de Política
Económica.Según Gómez Penalillo (2001), el
economista interpreta el comportamiento humano como actos electivos
resultantes de la concreción, para un entorno
dado, de las reglas de decisión óptimas de
los agentes involucrados. Las funciones de oferta y
demanda de los agentes, se denominan en esta
terminología "reglas o funciones de
reacción" y se derivan de las condiciones de
primer orden de los programas de optimización que
los agentes supuestamente resuelven.De esta manera, los actos humanos son vistos por
el economista, por tanto, como actos de racionalidad. El
enfoque maximizador, en virtud del cual los agentes
económicos se comportan a lo largo de sus vidas
como si fueran controladores óptimos, es el
aplicado tradicionalmente a consumidores y productores y,
en tiempos más recientes, tal y como lo sostienen
Febrero y Schwartz (1995), su empleo también se ha
extendido al análisis de fenómenos
pertenecientes al campo del derecho, la sociología y la
ciencia política.De modo análogo, el economista analiza la
actividad político-económica como actos de
racionalidad del gestor de política (autoridad
económica o policy maker).La especificidad de la literatura
político-económica, o de la política
económica como disciplina, reside precisamente en
la aplicación o extensión del enfoque
económico del comportamiento humano a la toma de
decisiones de las autoridades económicas. La
formulación de la política económica
se interpreta, consecuentemente, como el resultado de la
previa resolución de ejercicios de
optimización por parte de las autoridades
económicas.Para ello, y desde la contribución de
Tinbergen (1952) a la teoría de la política
económica, se recurre al concepto de modelo de
política económica, según la
concepción de Fernández Díaz (1972),
para expresar formalmente la lógica de la
política económica. Para el economista, la
lógica de la política económica
queda condensada, o lo que es lo mismo, un modelo de
política económica, en la estructura de un problema de
optimización condicionada.La estructura de los modelos de política
se ha ido volviendo cada vez más compleja, gracias
a los avances de la teoría de la política
económica. Así, desde las primeras
aportaciones de 1950, en las que ni siquiera se
explicitaba la función objetivo del problema, se
ha pasado en la década de 1980 a una estructura
propia de un juego dinámico en el que tanto el
gobierno como los agentes privados resuelven ejercicios
de optimización dinámica
estocástica. - La lógica de
la política económica. El principio de
racionalidadLa estructura genérica de los modelos
político-económicos es suficientemente
flexible como para dar cabida a los distintos enfoques de
política económica.Los elementos fundamentales del modelo se
refieren a la estrategia modelizadora, el volumen y uso de la información,
los objetivos y preferencias de las autoridades, el
concepto operativo de política económica y
los tipos de actuación
político-económica. Mediante la
introducción de variaciones en la
especificación de estos elementos fundamentales,
se pueden obtener modelos adaptados a cada
enfoque:1.- La estrategia modelizadora.
Atendiendo al modelo tomado como verdadero por el agente
de política económica o gestor de
política, se pueden diferenciar dos enfoques de
modelaje. El enfoque dominante hasta 1970 de la
macroeconomía tradicional, con el marco
IS-LM-mercado de trabajo, el cual engloba como caso
particular a los modelos monetaristas; y las diversas
estrategias de fundamentación
microeconómica de la macroeconomía moderna
(macroeconomía keynesiana del desequilibrio, nueva
macroeconomía clásica o
macroeconomía del equilibrio y nueva
macroeconomía keynesiana).Además, la estrategia modelizadora
depende que el análisis de bienestar de la
política económica sea factible o no. Los
modelos IS-LM y monetaristas, tienen como
característica fundamental agentes que no son
explícitamente optimizadores, o con funciones de
comportamiento ad hoc; estos modelos no tienen la
posibilidad de asociar las actuaciones de política
económica con el bienestar de los agentes y, por
lo tanto, de efectuar un análisis de bienestar
propiamente dicho de las mismas.2.- El volumen y uso de la información
Esquemas de Expectativas. Considerando la amplitud
del conjunto de información, así como la
eficiencia con que los agentes emplean la
información disponible, será posible
discriminar entre tres esquemas alternativos de
formación de expectativas: enfoque de expectativas
endógenas; expectativas adaptativas y expectativas
racionales, cuyo orden corresponde a su etapa de
influencia en la historia de la economía. En
primer lugar, el enfoque de las expectativas
exógenas, se encuentra en los modelos
keynesianos y en las versiones estáticas del
modelo IS-LM-mercado de trabajo.En segundo lugar, el enfoque de las
expectativas endógenas, pero adaptativas,
dominante en los últimos años de la
década de 1960 y la primera mitad de la
década de 1970, en el marco de modelos
IS-LM-mercado de trabajo "dinamizados" y en los modelos
monetaristas (Turnovsky, 1977). En tercer lugar, el
enfoque de las expectativas racionales, aplicado
por primera vez en macroeconomía al inicio de la
década de 1970 y predominante desde finales de
esta década hasta principios de la siguiente, incluso entre
los autores de orientación keynesiana.3.- Objetivos y preferencias de las
autoridades. En función de las variables seleccionadas como argumentos de
la función objetivo por las autoridades
económicas, se puede distinguir entre la
teoría de la política económica
positiva, donde la función se especifica de
modo que represente las preferencias efectivas de las
autoridades y, por consiguiente, puede depender de
variables de naturaleza extraeconómica, y la
teoría de la política económica
normativa, donde se postula como función
objetivo una función de bienestar social respecto
a la que se define la optimalidad de la política
económica y que sirve de guía para lo que
debería ser la actuación
político-económica de las
autoridades.La función de bienestar social puede
estar fundamentada en las funciones de utilidad de los agentes (sólo
posible en modelos con agentes optimizadores) o ser de
tipo ad hoc y arbitrariamente establecida por un
gobierno benevolente.4.- El concepto operativo de política
económica. Para poder
delimitar el conjunto de posibles políticas
económicas evaluables, se establecen las
características relativas al tratamiento del
tiempo
en el modelo de la economía y la hipótesis
sobre la formación de expectativas por parte del
público. Así, en una economía
estática, como la propia del modelo IS-LM en su
versión original, el concepto operativo de
política económica es el que trivialmente
corresponde a la particularización para un momento
dado del tiempo del vector de instrumentos, es decir, a
un vector de medidas de política aisladamente
consideradas a lo largo del eje del tiempo, sea
éste el resultado de un comportamiento
discrecional o de la aplicación de una regla por
las autoridades.Para pasar de una economía formalmente
atemporal a otra dinámica, se debe diferenciar
entre expectativas adaptativas y racionales. En una
economía dinámica con agentes que miran
hacia el pasado formando expectativas adaptativas,
como lo consideraban los modelos IS-LM dinamizados de
1970, el conjunto de acciones evaluables es muy amplio.
Será factible tanto la evaluación de
medidas aisladas para una historia dada de acciones de
política, como la de todo un régimen de
política económica; es decir, de sucesiones de valores del vector de instrumentos que,
comenzando en el período inicial de
actuación político-económica, se
extiendan a lo largo del tiempo según el horizonte
temporal de los agentes. En este tipo de
economías, el régimen evaluable de
política podrá consistir tanto en una
sucesión de medidas discrecionales como en una
regla de política económica. Por el
contrario, en las economías dinámicas con
agentes que miran hacia el futuro formando
expectativas racionales en el sentido de Muth (1961), el
caso propio de los modelos de la macroeconomía del
equilibrio, el conjunto de políticas evaluables
será muy restringido.En este tercer tipo de economías, ni las
medidas aisladas ni los regímenes de acciones
discrecionales serán evaluables. En este caso,
sólo será posible cuantificar los efectos
de aquellos regímenes que estén basados en
la aplicación de una regla simple, estable y
creíble.5.- Tipos de actuación
político-económica. Se refieren a
medidas discrecionales o reglas de política
económica. Cuando las decisiones de
política económica adoptan la forma de
medidas discrecionales, se refieren a que no
existe un compromiso por parte de las autoridades de
comportarse de acuerdo con una preestablecida
función de reacción; por el contrario, las
reglas de política económica, exigen
a las autoridades acatar esa regla (cierta tasa de
inflación, presupuesto equilibrado,
etc.).A su vez, las reglas de política pueden
distinguirse por razón de su complejidad. Los
casos extremos serían, por un lado, las reglas
fijas, reglas sin feedback o reglas open loop,
las cuales no son dependientes del estado de la
economía, excepto en el momento inicial en que la
regla es establecida por las autoridades. Por el otro,
las reglas de carácter tiempo-estado
dependiente, también denominadas regla
flexible, regla con feedback o regla closed
loop, las cuales son dependientes del estado de la
economía correspondiente a cada momento de
aplicación de la regla, que por su puesto son de
más complejo diseño. - Modelos de
Política Económica según los
Enfoques Alternativos.La teoría tradicional de la
política económica se caracteriza por tres
aspectos relacionados con los elementos fundamentales del
modelo político-económico: funciones de
bienestar social arbitrarias, reglas de decisión
ad hoc y conjunto de información
infrautilizado.1.- Funciones de bienestar social
arbitrarias. Se trata de un enfoque predominantemente
normativo en el que se recurre al empleo de una
función de bienestar social por período, en
el caso de un modelo estático, o intertemporal, en
el caso dinámico, cuyos argumentos, sin nexo
explícito alguno con las funciones de utilidad de
los agentes, son arbitrariamente establecidos por las
autoridades. La consecuencia más destacable de
este enfoque es que habrá tantas políticas
óptimas distintas como especificaciones
alternativas de la función de bienestar social sea
posible concebir. Por lo tanto, el concepto de
política macroeconómica óptima
pasaba a adquirir un carácter tan puramente
arbitrario como el que le era propio a la función
de bienestar social.2.- Reglas de decisión ad hoc. Se
opta por un modelo macroeconómico de ecuaciones simultáneas que consiste
generalmente en alguna versión, estática o
dinámica, del modelo de IS-LM-mercado de trabajo
de Hicks-Modigliani (Febrero, 1997). La
característica a destacar del modelo era el
carácter ad hoc de sus ecuaciones. El
modelo estaba constituido por ecuaciones que
representaban supuestamente el resultado de agregar las
reglas de decisión, posiblemente de equilibrio, de
los agentes. Estas reglas de decisión se
postulaban; es decir, no se derivaban a partir de
primeros principios y, por consiguiente, podían no
ser compatibles, como se demostraría en la
década de 1970, con las proposiciones de la
teoría económica dinámica, es decir,
podían entrar en colisión con el supuesto
de racionalidad de los agentes.3.- Conjunto de información
infrautilizado. Se supone que los agentes no son
capaces de utilizar eficientemente el conjunto de
información disponible.En particular, los agentes no logran comprender
aquellas reglas de política económica
sistemáticamente aplicadas por las autoridades.
Este es el caso de las economías en las que los
agentes se comportan de acuerdo con la hipótesis
de expectativas adaptativas, popularizada por Cagan
(1956) y Friedman (1957), por la que se aproxima el
valor
futuro de una variable a partir de la exclusiva
consideración de sus valores pasados. Sin duda,
una hipótesis de comportamiento en el uso de la
información difícilmente compatible con el
principio de racionalidad que en la teoría
económica se contempla para el resto de los
ámbitos del comportamiento humano.En resumen, los tres rasgos descritos –el
carácter ad hoc de la especificación
de la función de bienestar social, las reglas de
decisión de los agentes y los parámetros de
la estructura de retardos de los esquemas de
formación de expectativas– ponen de
manifiesto la íntima conexión existente
entre el enfoque tradicional de la política
económica y la estrategia modelizadora empleada en
la macroeconomía dominante hasta mediados de
1970.Generalmente, en opinión de Febrero
Devesas (1998), en macroeconomía y teoría
de la política económica tradicionales, no
se cuestionaba que los agentes fueran racionales en sus
decisiones de gasto o de oferta y demanda de factores; o
en otras palabras, que actuaran como si maximizaran sus
funciones de utilidad bajo la restricción impuesta
por sus conjuntos presupuestarios.A pesar de esto, sorprendentemente, la
concepción tradicional no admitía que los
agentes también fueran racionales en el uso de la
información disponible para interpretar las
medidas de política económica, ni que se
tomara en consideración sus funciones de utilidad
para diseñar las políticas óptimas,
ni que se partiera explícitamente de sus problemas
de optimización para derivar sus reglas de
decisión en el modelo de la
economía. - Rasgos
Característicos de la Teoría Tradicional de
Política Económica.De la consideración conjunta de los tres
rasgos descritos, se desprende qué
concepción de política subyacía en
la teoría tradicional de la política
económica. En este enfoque, se partía del
supuesto de que las leyes
de movimiento de las variables
económicas eran idénticas a las que
regían la evolución a lo largo del tiempo
de las variables físicas. En otras palabras, se
partía del supuesto de que los sistemas
económicos, al igual que sucedía con los
sistemas físicos, eran sistemas causales,
donde la relación entre el presente y el futuro es
asimétrica.Concretamente, según Febrero Devesas
(1998), el presente vendría a ser el pasado del
futuro, por lo que el presente puede influir en el
futuro; mientras que el futuro esperado no puede
influenciar al presente. Esta concepción de los
sistemas económicos quedaba subsumida en la
hipótesis de las expectativas adaptativas de los
agentes.La política económica se
interpretaba, por tanto, como un juego del gobierno
contra la naturaleza. En este juego, el supuesto de
racionalidad estaba asignado injustificadamente de una
forma desigual, puesto que consideraba solamente al
gobierno como agente racional que miraba hacia el futuro
y que resolvía un problema de control
óptimo consistente en minimizar (maximizar) alguna
función intertemporal de pérdidas
(bienestar) de carácter ad hoc.En cambio, los agentes privados miraban hacia
el pasado, siguiendo un esquema de formación de
expectativas de tipo adaptativo; se comportaban de
acuerdo a reglas de decisión independientes de las
actuaciones futuras de las autoridades económicas
y que mostraban un carácter invariante ante
cambios en las reglas de política
económica.Estas reglas de decisión eran las
funciones de comportamiento que integraban el
modelo econométrico, que utilizaban las
autoridades para simular los efectos de políticas
económicas alternativas y calcular las sendas de
valores óptimos de los instrumentos de
política, mediante la aplicación de las
técnicas de control óptimo. - La concepción
tradicional de la política
económicaEn esta sección se analiza cómo la
concepción moderna macroeconomía
neoclásica, cuyos inicios datan de la segunda
mitad de la década de 1970, denominada
también Macroeconomía del Equilibrio, y
cómo contribuyó ésta a renovar la
teoría de la política económica. Se
analiza los rasgos que identifican esta concepción
y los aportes de Lucas a la misma.Gracias a la crítica de Lucas, se
estableció una línea divisoria entre la
teoría tradicional y la teoría moderna
de la política económica. El fundamento
de una nueva concepción de teoría de
política económica se encuentra,
según Febrero Devesa (1998), en la
interrelación existente entre el gobierno y
los agentes privados a la hora de concebir,
diseñar, simular y aplicar políticas
económicas.Al considerar de forma diferente la
relación existente entre el gobierno y los
agentes privados, Lucas proporciona el fundamento
para concebir de una nueva manera toda la
teoría de la política económica.
Para Lucas, existe una relación de
interdependencia entre el comportamiento de las
autoridades económicas y el de los agentes
privados. Al ser interdependiente la relación
entre los agentes, la política
económica debe considerarse como ahora como un
juego dinámico.Según la concepción de Lucas,
la teoría de la política
económica ya no es considerada como un juego
de las autoridades contra la naturaleza (enfoque
tradicional), en la que las funciones de
reacción de los agentes privados eran
independientes de las acciones de las autoridades
económicas. En la nueva concepción
lucasiana, la política económica
alcanza la interpretación de un juego
dinámico entre las autoridades y los agentes
privados, donde sus respectivas reglas de
decisión mantienen una relación de
interdependencia.Salvo en el particular caso de la instrumentación de la
política económica por medio de reglas
de carácter fijo, las reglas de
decisión de las autoridades -sean éstas
políticas puramente discrecionales o reglas de
carácter flexible-, dependen de las reglas de
decisión óptimas de los agentes
privados. A su vez, las reglas de decisión de
los agentes privados, tanto en su forma como en el
valor de los parámetros, dependen de las
reglas de decisión de las autoridades y, por
lo tanto, de la función objetivo y las
restricciones de los programas que las autoridades
resuelven.En los modelos de equilibrio de expectativas
racionales, los agentes son controladores
óptimos que miran hacia el futuro
racionalmente en el sentido de Muth (1961); y derivan
sus reglas de decisión a partir de la
resolución de problemas de optimización
dinámica, en los que utilizan eficientemente
toda la información disponible en el
presente.Esto implica que las expectativas que los
agentes formulan sobre futuras acciones de
política económica afectarán a
sus comportamientos en el presente a través de
los efectos desplegados sobre sus conjuntos
presupuestarios. En otras palabras, el futuro afecta
al presente, al contrario que en la concepción
tradicional.Aunque, como lo acota Febrero Devesas
(1998), el lapso que media entre el presente y el
futuro impone que la influencia del presente sobre el
futuro sólo se materialice con el transcurrir
del tiempo, cuando el presente se convierta en
futuro. Sin embargo, el futuro influye en el
presente, no sólo cuando el presente se
transforma en futuro (con el transcurrir del tiempo),
sino a través de una relación de
causalidad circular que existe entre el presente y el
futuro, relación que se construye a
través de las expectativas de los agentes y de
sus restricciones presupuestarias. En efecto, por un
lado, el público cuantifica en términos
aproximados el futuro a través de sus
expectativas; y por otro, el futuro anticipado incide
en el presente a través de sus restricciones
presupuestarias. Los valores de los parámetros
y la forma de las reglas de decisión
óptimas de los agentes en el momento presente
dependerán, en consecuencia, tanto de las
políticas actuales como de las esperadas en el
futuro.En definitiva, los agentes ajustarán
hoy su comportamiento a los cambios
anticipables en el comportamiento futuro de
las autoridades económicas. Esta dependencia
es la que fundamenta las tres áreas de
renovación de la teoría de la
política económica, como ya se
mencionó: la propia concepción de la
teoría, el método de simulación
de las políticas y el diseño de las
políticas óptimas.- La Nueva
Concepción de Política Económica
de Lucas. - Características de la
Macroeconomía del Equilibrio.
El enfoque propuesto por la macroeconomía
del equilibrio para el estudio de los fenómenos
macroeconómicos consiste en el empleo de modelos
de equilibrio de expectativas racionales (Febrero
Devesas, 1998). Destacan cinco características
fundamentales que sirven como "señas de identidad de esta estrategia modelizadora"
(Barro, Grilli y Febrero, 1997, p. XV):1.- Enfoque de equilibrio general,
pues el análisis considera las interrelaciones
existentes entre los distintos mercados de una
economía.2.- Mercados perfectamente competitivos,
con precios flexibles. Este enfoque supone una
estructura de mercados perfectamente competitivos, con
precios flexibles que aseguran la igualdad de la
oferta y la demanda en todos y cada uno de los
mercados.3.- Agentes Explícitamente
Optimizadores. El enfoque parte de la presencia de
agentes explícitamente optimizadores, lo que
implica la derivación de las reglas de
decisión de los agentes (sus funciones de oferta y
demanda) a partir de la explícita
consideración de sus preferencias y de sus
conjuntos de oportunidades.4.- Enfoque Intertemporal. En otras
palabras, los agentes no condicionan sus decisiones a los
recursos disponibles únicamente en el momento
presente, ni tampoco se muestran indiferentes ante el
calendario de los acontecimientos
económicos.5.- Expectativas racionales. El enfoque
se basa en la hipótesis de expectativas
racionales de los agentes (Muth, 1961). Los agentes
utilizan eficientemente toda la información
disponible que sea relevante para la toma de sus
decisiones. Tras un proceso de aprendizaje, los agentes ajustan sus
distribuciones de probabilidades subjetivas, relativas al
comportamiento futuro de las variables relevantes, a las
distribuciones de probabilidad objetivas derivadas del verdadero mecanismo
generador de los datos;
es decir, el modelo de la economía, y
condicionadas por la información disponible en el
presente. - Concepción
Moderna de la Teoría de la Política
Económica.En esta sección, se analiza la
interpretación del concepto de bienestar social
por parte del gobierno y el asunto de la
formulación de políticas dadas la
inconsistencia temporal y la credibilidad, con miras a la
selección de la política
óptima.Se puede afirmar que la política
económica a diseñar por las autoridades
económicas ha de ser la más deseable,
la óptima, desde el punto de vista de los
agentes privados para quienes la autoridad
económica o gestor de políticas
(policy maker) ejerce sus funciones. La
caracterización de las políticas
óptimas depende de la elección de los
argumentos de la función de bienestar social.
En la literatura económica, se han dado dos
aproximaciones básicas al problema de la
elección de los argumentos de la
función de bienestar social: la
individualista y la
paternalista.En la teoría tradicional de la
política económica, la
aproximación dominante ha sido la paternalista
(Graaff, 1957), cuyo origen se debe a Bergson
(1938).En ella, el gobierno es visto como un
dictador benevolente que interpreta discrecionalmente
el concepto de bienestar social. Los argumentos de la
función de bienestar social son
arbitrariamente seleccionados, sin nexo
explícito alguno con el bienestar de los
individuos que integran el colectivo. Las variables
típicamente elegidas como argumentos de esta
función han sido la tasa de inflación,
la tasa de desempleo y la varianza respecto al nivel
de actividad de pleno empleo.La orientación paternalista o
"bergsoniana" ha sido extensamente empleada en la
literatura macroeconómica tanto por autores
keynesianos como monetaristas. Esto se debe a que el
empleo de funciones de bienestar social con
argumentos arbitrarios es la única forma
posible de evaluar la deseabilidad de las acciones de
política macroeconómica cuando se
utilizan modelos del paradigma IS-LM.Por el contrario, en la macroeconomía
del equilibrio, el enfoque dominante en el
análisis de las políticas
óptimas ha sido el individualista. La
aproximación individualista define el
bienestar social a partir del bienestar de los
individuos que integran el colectivo, tomando como
argumentos las funciones de utilidad de los agentes
privados. De las diversas orientaciones que cabe
diferenciar en el seno de la aproximación
individualista, el enfoque dominante en teoría
económica es el paretiano. Este es
también el empleado en la macroeconomía
del equilibrio.Como lo señala Febrero Devesas
(1998), el análisis normativo de la
macroeconomía del equilibrio supone utilizar
una función de bienestar social paretiana y un
modelo de equilibrio general dinámico de
expectativas racionales que recoge las condiciones de
optimalidad individual y vaciado de mercado. En
consecuencia, es posible aplicar el análisis
de bienestar paretiano a cuestiones de
política macroeconómica y abandonar la
caracterización tradicional de una
política macroeconómica óptima
como aquélla que resulta de maximizar el
bienestar definido a partir de argumentos
arbitrariamente elegidos por las autoridades de
política.Los modelos de equilibrio de expectativas
racionales empleados en la macroeconomía del
equilibrio pueden subdividirse en dos
categoría básicas: los modelos de un
único agente representativo y los modelos de
dos agentes representativos. Al primer grupo de
modelos pertenecen cualesquiera de las variantes del
modelo de crecimiento óptimo de Ramsey
(1928), Cass (1965) y Koopmans (1965). El segundo
grupo lo forman los modelos de generaciones
sucesivas de Samuelson (1958) y Diamond
(1965).- Análisis
de bienestar y política
macroeconómicaLa concepción de la política
económica como un juego dinámico entre
agentes racionales originó la aparición
de un fenómeno desconocido en el ámbito
de la teoría tradicional de la política
económica: la denominada inconsistencia
intertemporal o dinámica de las
políticas óptimas.En el ámbito de la política
económica, el fenómeno de la
inconsistencia intertemporal se refiere a la
posibilidad de que:1.- Los planes de actuación futura
anunciados por el gobierno, considerados
óptimos en el período de diseño
de los mismos como resultado de la
maximización de una función de
bienestar social dada, dejen de ser óptimos en
períodos posteriores, es decir, tras la
reacción de los agentes ante los
mismos;2.- Lo anterior opera aún cuando la
función original de bienestar, con la que se
definió inicialmente el concepto de
optimalidad, siga representando el criterio de
valoración de las políticas
económicas que sirven de guía de las
actuaciones de las autoridades
económicas.En síntesis, el problema de la
inconsistencia intertemporal se presenta cuando una
política óptima ex-ante (antes
de la reacción de los agentes privados) no lo
es ex-post (después de la
reacción de los agentes). Es decir, cuando se
viola el principio de optimalidad de Bellman
(1957).Es importante destacar que el mecanismo de
influencia de las autoridades sobre el comportamiento
privado a través de anuncios y expectativas,
sólo será operativo si los agentes
confían en las promesas de las autoridades.
Detrás del problema de la inconsistencia
intertemporal de las políticas óptimas
se oculta el factor de la credibilidad de las
políticas económicas. A este factor
siempre se le ha reconocido su importancia como
condicionante de los efectos y el diseño de la
política económica, pero sólo
muy recientemente ha recibido un tratamiento formal
en la teoría de la política
económica. En el marco de análisis de
la inconsistencia intertemporal, la credibilidad
equivaldría a la optimalidad ex-post de
la política económica.Para comprender adecuadamente lo que
representa el fenómeno de la inconsistencia
intertemporal desde la perspectiva de la
política económica, se consideran las
siguientes consideraciones fundamentales:1.- El comportamiento del público
convierte una política óptima hoy en
subóptima mañana. El propio
comportamiento del público, al considerar una
futura política creíble y ajustar
consecuentemente sus decisiones actuales vía
expectativas, es decir, al "descontar" la
política futura, convierte la política
inicialmente óptima en el momento de su
anuncio en una política posteriormente
subóptima en el momento de su
implementación; o, en general, en cualquier
momento posterior al descuento por los agentes de la
política anunciada. La política
óptima ex-ante, es decir, antes de la
reacción de los agentes, no lo será
ex-post. La política, en definitiva,
será inconsistente
intertemporalmente.Para entender esta inconsistencia
intertemporal, debe analizarse qué ha cambiado
entre el momento del anuncio y el de la
implementación de la política. Lo que
ha cambiado es el estado de la economía de la
que período a período parten las
autoridades para redefinir una política
óptima, es decir, la restricción
constituida por el modelo de la economía que
limita en un modelo de política
económica la elección del gestor de
política. Así, en opinión de
Febrero Devesa (1998), la optimalidad de la
política económica viene a ser como un
activo que con el paso del tiempo, y en virtud de la
reacción del público que confía
en las autoridades, se ve sometido a un proceso de
"depreciación".2.- El gobierno engaña al
público por su propio bien. La posibilidad
de influir en el comportamiento actual de los agentes
a través de las expectativas generadas sobre
políticas futuras, actúa como incentivo
para que las autoridades engañen al
público en el futuro, una vez que en el pasado
el público descontó la política
entonces anunciada.Para esta concepción, la
actuación de incumplimiento con los
compromisos adquiridos por parte del gobierno puede
llevarse a cabo para elevar el bienestar de los
agentes. El engaño del gobierno al
público no tiene por qué implicar un
conflicto de intereses u objetivos
entre las autoridades y los agentes privados. Se
trata, más bien, de todo lo contrario. El
engaño puede ser la expresión de un
ejercicio de paternalismo de las autoridades para con
el público.Este fenómeno tendrá lugar aun
cuando el gobierno tome como función de
bienestar social la función de utilidad del
agente representativo. Dicho todo esto en otros
términos, el gobierno engaña a los
agentes privados por el propio bien de éstos.
A través del engaño, el gobierno
podrá subsanar en el futuro, la suboptimalidad
de la política anunciada en el pasado y llevar
a la sociedad desde un segundo
óptimo, que implicaría el
cumplimiento por parte de las autoridades de los
anuncios efectuados, a un primer
óptimo, resultante de la
reoptimización de la política
económica bajo la restricción impuesta
por el nuevo estado de la economía a que el
descuento de los agentes en el pasado ha dado
lugar.Atenerse a la política previamente
anunciada representaría para el gobierno
aceptar las indeseables consecuencias del
comportamiento del público para la optimalidad
de la política económica, es decir,
aceptar en el futuro una restricción adicional
a las existentes en el momento de la
optimización inicial de la política
económica en el pasado. Por el contrario,
proceder a reoptimizar la política
económica en el futuro supondría para
las autoridades desembarazarse de dicha
restricción adicional y, por consiguiente,
pasar de un segundo a un primer
óptimo.3.- La política de desplazamiento
desde un segundo a un primer óptimo lleva a la
sociedad a un tercer óptimo. Naturalmente,
en un mundo habitado por agentes que miran
racionalmente hacia el futuro, el engaño
sistemático por parte del gobierno no
podrá producirse. Si los agentes comprenden
que la política futura anunciada hoy
dejará de ser óptima mañana,
también comprenderán que las
autoridades se verán incentivadas a
reoptimizar mañana y, por tanto, a
engañarles. Por consiguiente, los agentes
concluirán que las políticas
inicialmente anunciadas no son creíbles por no
ser consistentes intertemporalmente.El resultado de esta constatación por
parte de los agentes, es decir, el resultado de que
anticipen el engaño del gobierno en el futuro,
les llevará a actuar en consecuencia. Aun
cuando todo esto sea por el propio bien de los
agentes, éstos reaccionarán de modo que
la economía acabará alcanzando, no un
primer ambicioso óptimo, como así lo
deseaban las autoridades al recurrir al
engaño, ni un más discreto segundo
óptimo, como habría sido el caso si las
autoridades se hubiesen aferrado a la política
intertemporalmente consistente, sino un indeseable
tercer óptimo, derivado del descuento por
parte del público del futuro engaño de
las autoridades.4.- El engaño como un instrumento
de política económica. Como puede
apreciarse, el engaño de las autoridades a los
agentes privados hace las veces de instrumento de
política económica. Podría
resultar un poderoso instrumento, si la
política económica se concibiera como
un juego de una sola vez ente el gobierno y el
público. Pero lamentablemente, no parece
razonable modelizar la relación entre gobierno
y agentes mediante un juego de tales
características. Si concebimos la
política económica como un juego
dinámico con repetición entre el
gobierno y los agentes privados, y consideramos que
estos últimos se comportan como decisores que
miran hacia el futuro racionalmente, entonces el
engaño, una vez anticipado por el
público, se convierte en un instrumento de
política económica no exento de costes
para el bienestar de los agentes privados
(recuérdese el desplazamiento que
sufrirá la economía hacia un tercer
óptimo) y cuyos efectos, ante la falta de
credibilidad de los anuncios de política
económica, no estará en condiciones de
cuantificar el gestor de política, aunque
puede que sí de predecir
cualitativamente.Las autoridades económicas se
enfrentan así a un verdadero dilema, tal y
como recoge el siguiente diagrama:Gráfico 2.
DILEMA DE LA AUTORIDAD
ECONÓMICA.Para ver el gráfico
seleccione la opción "Descargar" del
menú superiorFuente: Febrero Devesa,
1998, p. 28Las autoridades deben elegir entre una
política óptima, pero inconsistente, o
una política subóptima, pero
consistente. Si optan por alcanzar la política
óptima recurriendo en el futuro al
engaño, y los agentes lo anticipan, entonces,
las autoridades sólo elegirán entre dos
entre dos políticas subóptimas y optar
por la peor de ellas, la que conduce a la
economía a un tercer óptimo. - La
inconsistencia intertemporal y la credibilidad como
condicionante de la política
económica - Las Soluciones Propuestas.
- Diseño de
Políticas Macroeconómicas
Óptimas.
Las soluciones se han orientado al establecimiento
de reglas fijas o tecnología de compromiso (Kidland y
Prescott, 1977); la reputación (Barro y Gordon, 1983)
y la delegación (Rogoff, 1985)Kydland y Prescott (1977), fueron los primeros en
proponer una solución a este dilema. Estos autores
relacionaban la inconsistencia intertemporal de la
política económica a la controversia reglas
versus discreción. Dado que las
políticas discrecionales no conducen a la
maximización de la función de bienestar social
cuando las decisiones actuales de los agentes dependen de las
políticas esperadas en el futuro, Kydland y Prescott
defendieron el abandono de la política discrecional y
la adopción de una tecnología de
compromiso que dotara de credibilidad a las autoridades
económicas. En concreto,
estos autores propusieron el establecimiento de reglas fijas
cuyos cambios fueran difíciles y lentos de lograr en
virtud de algún tipo de acuerdo
institucional.Otros autores propusieron soluciones alternativas,
puesto que no siempre puede disponerse de la
tecnología de compromiso. Fundamentalmente, se han
planteado dos vías alternativas: la
reputación (Barro y Gordon, 1983) y la
delegación (Rogoff, 1985).Según el enfoque de la reputación de
Barro y Gordon (1983), en un juego con repetición
entre el gobierno y los agentes privados, la solución
al problema de la falta de credibilidad asociado a la
inconsistencia de la política óptima puede
resolverse por la vía del temor a la pérdida de
la reputación alcanzada por las autoridades. El
mantenimiento de la reputación
podría suplir la necesidad de dotar a las autoridades
de una tecnología de compromiso que otorgara
credibilidad a sus anuncios de política.De acuerdo con el enfoque de la delegación de
Rogoff (1985), la solución implicaría delegar
la política económica en manos de una
institución independiente del gobierno que se
caracterizara por un talante "conservador". Como por ejemplo,
las políticas conservadoras del Fondo Monetario
Internacional en los países subdesarrollados
durante la década de 1980; también se ha
utilizado este planteamiento para justificar una reforma
institucional de la política monetaria encaminada a
dotar al banco central
de independencia respecto al gobierno y asignarle
como objetivo a alcanzar la estabilidad de los
precios.- Teoría de la
Política EconómicaTal y como sostiene González i Calvet (1998),
desde sus orígenes, el sistema económico
capitalista se ha caracterizado por una poderosa capacidad
expansiva que ha dado lugar a un crecimiento económico
sostenido a largo plazo mucho más rápido que en
cualquier época o sistema económico anterior.
Sin embargo, esta evolución expansiva no ha sido
uniforme; más bien ha seguido una trayectoria de
fluctuaciones persistentes e irregulares que se manifiestan
tanto en la actividad productiva (producto,
inversión, empleo, renta) como en la actividad
monetaria y financiera (precios, tipos de interés,
endeudamiento, activos financieros).De aquí que, en la actividad económica
se observen períodos en los que los negocios
marchan a satisfacción de todos y se ofrecen empleos
nuevos, contrapuestos a otros períodos en los que
muchas empresas sufren pérdidas y se ven obligadas a
cerrar o a reducir su plantilla.Los ciclos económicos son uno de los temas
más interesantes en el estudio económico y,
particularmente, de la macroeconomía. Esta rama de la
economía se preocupa por estudiar las causas de los
ciclos económicos, su comportamiento e intensidad,
etc.Según el Glosario
del Banco de la República (2004), los ciclos
económicos son los aumentos y descensos
(fluctuaciones) recurrentes de la actividad económica
global (en la mayoría de los sectores
económicos) en un periodo determinado. No se presentan
de la misma forma en diferentes periodos, pues su intensidad,
duración o comportamiento pueden variar, aunque todos
se caracterizan por tener fases ascendentes y
descendentes.A pesar de su alta irregularidad, su duración
cambiante y el hecho de que ningún ciclo es igual al
anterior, las fluctuaciones de la actividad productiva se han
mantenido acotadas en amplitud dentro de unos límites razonables, incluso en casos
excepcionales (± 10% anual para el producto o el
empleo) y se han identificado varios rangos de frecuencia
típicos para dichas fluctuaciones. (González i
Calvet, 1998, p. 1)Un gran número de economistas han dedicado
considerables esfuerzos a su estudio. Schumpeter
recopiló la labor de todos sus predecesores,
clasificando los ciclos según su duración en
tres tipos: largo, medio y corto, a los que dio los nombres
de los economistas que más se habían
distinguido en su estudio: Kondratieff para los ciclos largos
de 40-50 años, Juglar para los ciclos de 5-10
años y Kitchin para los de duración
inferior.La identificación de los distintos tipos de
ciclos se logró gracias al análisis
empírico. Así, desde fechas muy tempranas, se
identificaron al menos tres tipos de ciclos en la actividad
económica. El primero en ser estudiado fue el llamado
ciclo de negocios, que Clément Juglar describió
por vez primera en 1860, atribuyéndole una
duración de entre 9 y 10 años y tratando de
explicarlo por causas monetarias.En las primeras décadas del siglo XX, se
tipificaron nuevas clases de ciclos, junto con las primeras
teorías explicativas y modelos formales. Destacan, en
particular, los trabajos de Kitchin y Kondratieff. Kitchin
descubrió en 1923 la existencia de ciclos cortos de 40
meses de duración media, denominados ciclos de
inventario. Kondratieff (1935), en sus
trabajos de 1924 y 1925 (traducidos al inglés en 1935), identificó
estadísticamente las ondas
largas, de entre 40 y 60 años de duración,
denominadas por Schumpeter como ondas largas de Kondratieff;
las cuales ya habían sido apuntadas por numerosos
autores a fines del siglo XIX, entre ellos, Jevons,
Tugan-Baranovsky y Wicksell.Por otra parte, desde 1913, sucesivos trabajos de
Mitchell reafirmaron la evidencia sobre los ciclos de Juglar,
aunque propuso explicaciones diferentes basadas en la
estructura de retardos de la economía.González i Calvet (1998), señala que
en la década de 1930, se dio una verdadera
eclosión de trabajos teóricos y
empíricos sobre el ciclo. Kuznets y Hansen
proporcionaron evidencia empírica adicional sobre el
ciclo de negocios y el ciclo largo. Por su parte, Kuznets
identificó la existencia de ciclos de inversión
de entre 20 y 25 años de duración. Asimismo,
autores como Hawtrey, Hayek, Frisch, Kalecki, Kaldor,
Schumpeter o Samuelson proporcionaron las primeras
teorías y modelos modernos de los ciclos
económicos.Se suele distinguir en cada ciclo cuatro fases,
expansión, cima, recesión y fondo.La depresión o crisis: Es el punto
más bajo en el ciclo económico. En este punto
es común que se presenten bajos niveles de empleo
(desempleo), los consumidores no tengan muchos recursos para
consumir y, por lo tanto, no haya demanda por bienes y
servicios
en la economía, los precios de bienes y servicios
bajen o permanezcan estables, y la producción presente
niveles mínimos. Todo lo anterior no trae buenos
resultados para las empresas y la economía en
general.Recuperación: Es la fase en la cual el
panorama económico empieza a mejorar; es decir, el
ciclo comienza a subir. Se presenta entonces una fase de
crecimiento económico, mejores niveles de empleo y
producción y un aumento de precios como respuesta a
una mayor demanda de bienes y servicios en la
economía.Auge o "boom": Es el punto más
alto del ciclo económico. Se le llama también
el pico. En este punto de la economía hay pleno
empleo; es decir, todas las personas tienen empleo y la
producción está en su máximo nivel. Dado
que no hay mano de obra ni capacidad de producción
restante, no es posible un mayor crecimiento
económico, a menos que se pague con mayores sueldos y
se dispare la inflación.Recesión o contracción: Es la
fase del ciclo económico en la cual se desciende. En
esta fase se reducen la producción, la
inversión, el comercio y
el empleo, así como el ingreso de las personas, las
empresas y el gobierno; por lo tanto, el crecimiento
económico es negativo. Esta recesión puede
presentarse de forma severa y prolongada, conduciendo a la
economía a un estado de crisis.Para ver el gráfico
seleccione la opción ¨Descargar trabajo¨ del
menú superiorFuente: Martínez Coll
(2001), p 1.Los ciclos económicos se pueden calcular
partiendo de muchas variables. La más usada es la
producción nacional, representada por el producto
interno bruto (PIB) o el
producto nacional bruto (PNB), pero también se pueden
utilizar variables como la inflación y el desempleo,
entre otras. Las variables pueden ser pro cíclicas es
decir, aumentan cuando los ciclos crecen y disminuyen cuando
los ciclos decrecen (PIB, PNB, inflación), contra
cíclicas, las cuales crecen cuando el ciclo decrece y
disminuyen cuando los ciclos crecen (desempleo), o
acíclicas, las cuales no cambian por el ciclo
económico.Se puede relacionar la fase del ciclo
económico con el comportamiento de la
inversión. En el siguiente cuadro, se muestra esta
relación.NIVEL DE INVERSIÓN
Y FASES DEL CICLO ECONÓMICOPara ver el cuadro seleccione la
opción ¨Descargar trabajo¨ del menú
superiorFuente: Inversor Latino, 2001.
Hay muchas razones que pueden explicar la
existencia de ciclos. Hay razones externas e internas al
sistema económico. Entre las razones externas, se
describen del ciclo político y las del ciclo
tecnológico. Entre las razones internas el
más conocido es el modelo del
acelerador.El análisis del ciclo económico
puede remontarse a los estudios de las crisis realizados
por los clásicos (Medio, 1987). Sin embargo, el
pleno reconocimiento del carácter recurrente de
las mismas bajo un sistema capitalista se inició
con Marx.
Así, aunque los escritos clásicos sobre las
crisis son, sin duda, extrapolables al análisis de
los ciclos, el estudio del ciclo económico como
fenómeno repetitivo de prosperidad y
depresión no se inicia hasta el segundo tercio del
siglo XIX.Cabe agrupar las teorías del ciclo
económico bajo tres grandes epígrafes
dependiendo de que el origen de las fluctuaciones se
considere exógeno, endógeno o
mixto.Factores Exógenos. Las
teorías que presentan el ciclo como resultado de
factores exógenos consideran que el sistema
económico es fundamentalmente autorregulado y
estable y, por consiguiente, las fluctuaciones
sólo pueden tener un origen externo. David
Ricardo y James Mill destacaron que algunos factores
externos, tales como alteraciones políticas o
malas cosechas, pueden afectar profundamente la actividad
económica. La idea del origen exógeno del
ciclo quedó bien establecida con el estudio de los
mecanismos económicos de propagación de
impulsos que Ragnar Frisch efectuó en los
años treinta (Frisch, 1933).También pueden adscribirse a esta
línea autores como Hayek o Friedman para quienes
la política monetaria del Banco Central
(exógeno) estaría en el origen de las
fluctuaciones, lo que se denominaría teoría
monetaria de los ciclos económicos. (Hayek,
1931; Friedman y Schwartz, 1963).La teoría de las expectativas racionales
le brindó un impulso decisivo al enfoque
exógeno del ciclo económico. Según
esta hipótesis, los mercados están
permanentemente en equilibrio, así los ciclos
sólo pueden aparecer como resultado de shocks
exógenos aleatorios, de carácter real o
monetario, de difícil determinación o
previsión por los agentes económicos dado
su carácter estocástico. Gran parte de la
investigación en ciclos económicos sigue
actualmente esta línea, denominada enfoque de los
"ciclos reales".Factores Endógenos.
Alternativamente la explicación del ciclo
económico por factores endógenos implica
que el sistema económico es esencialmente
inestable y que tal inestabilidad está
estrictamente acotada por diversos mecanismos. El origen
de este enfoque también puede remontarse a los
clásicos. Malthus, Lauderdale o Sismondi
contemplaron la posibilidad de sobreproducción (o
subconsumo) y los problemas que ello acarrearía.
En la obra de Marx aparece la primera teoría
completamente endógena que explica las crisis
económicas, su recurrencia y su carácter
diferencial.Hasta la década de 1930, aparecen otras
teorías que apuntan a distintos elementos
endógenos como origen de los ciclos: la
sobreinversión como resultado de los procesos de innovación, los problemas de
coordinación temporal o retardos de
Mitchell, la distribución inadecuada de la renta
que genera subconsumo y los mecanismos monetarios junto a
problemas de coordinación. Finalmente, en la obra
de Keynes se encuentran todos los elementos de una
teoría del ciclo que más tarde
desarrollarán sus discípulos.En 1935, Kalecki presentó una
teoría del ciclo basada en las interacciones
macroeconómicas de tipo keynesiano y en una
estructura de retardos de ajuste, en la que pusieron al
descubierto que la interacción entre inversión,
demanda y distribución puede originar
fluctuaciones.Factores Mixtos. Por último, la
explicación del ciclo por una mezcla de factores
endógenos y exógenos está cobrando
creciente importancia. Desde este enfoque, el sistema
económico es estable pero su ajuste es lento y
fluctuante, razón por la que la sucesión de
shocks aleatorios perpetúa las fluctuaciones. En
estos modelos, los ciclos aparecen como resultado de
imperfecciones en los mercados, en la información
o en los procesos de ajuste de precios, salarios o
producción, en presencia de algunos shocks. En
presencia de información incompleta, los cambios
monetarios pueden originar ciclos. La lentitud en el
ajuste de los salarios, así como la rigidez de los
precios, también dan lugar a la
aparición de ciclos. Este enfoque, adoptado
básicamente por los "nuevos keynesianos", sigue
una microfundamentación estricta, pero introduce
en los modelos las imperfecciones de mercados, agentes y
mecanismos.En la siguiente sección, se analiza la
teoría del ciclo político, debido a que se
considera pertinente para explicar de alguna manera, el
comportamiento de la actividad económica en
Venezuela.A continuación, se analiza brevemente la
teoría del ciclo tecnológico, los factores
reales y los factores monetarios en la explicación
del ciclo.La teoría del ciclo
tecnológico explica la existencia de los
ciclos largos de Kondratieff por existir momentos en los
que la conjunción de algunos descubrimientos
científicos clave permite la aparición de
un grupo de nuevas
tecnologías, lo que estimula fuertemente la
inversión, la demanda y el empleo. Mientras los
nuevos productos se hacen accesibles a un
número cada vez mayor de personas en más
países el ciclo continuará en su fase
expansiva. Cuando los mercados estén saturados se
detendrá la inversión, cerrarán
empresas y se producirá la recesión a la
espera de una nueva ola tecnológica. Los avances
en los transportes suelen ser mostrados como claves en
varios ciclos históricos: los ferrocarriles a
mediados del siglo pasado, los automóviles a
principios de este siglo y los aviones tras la Segunda
Guerra
Mundial. Muchos analistas consideran que la economía mundial se encuentra en la
fase ascendente de un nuevo ciclo largo provocado por la
tecnología informática desarrollada al
calor
de la investigación para los viajes
espaciales.Factores reales en la aparición del
ciclo. No cabe duda de que los shocks exógenos
imprevisibles han sido una constante fuente de
perturbaciones del sistema económico. Sin embargo,
para explicar la persistencia y la acotación de
los ciclos en frecuencia y amplitud es necesaria la
presencia de mecanismos endógenos que generen
atractores cíclicos, esto es, que pese a ser
intrínsecamente inestable, el sistema
económico debe hallarse dinámicamente
acotado.Para estudiar esas propiedades dinámicas
y esos comportamientos, los modelos de tipo
endógeno y determinista son los más
adecuados, tanto por su mayor simplicidad
analítica como porque permiten la
identificación precisa de los mecanismos
dinámico-económicos subyacentes. Cabe
añadir, además, que los shocks externos
seguirán existiendo y siendo inevitables pero la
prevención de sus efectos sólo es posible
conociendo y modificando, si se puede, los
comportamientos endógenos.Todo modelo de ciclo económico parte de
una representación dinámica del sistema
económico. Para que existan ciclos
económicos es necesario que haya tres
elementos:a) un generador de inestabilidad;
b) un mecanismo de transmisión de la
inestabilidad al sistema; yc) unos límites a la
inestabilidad.El generador de inestabilidad puede ser
endógeno (equilibrio inestable) o exógeno
(shocks aleatorios). El mecanismo de
transmisión viene proporcionado por la propia
estructura de toma de decisiones de los agentes a partir
de las variables de estado del sistema y, finalmente, los
límites de la inestabilidad pueden tener un origen
institucional (rigideces, no linealidades, sector
público), físico o productivo
(máximo de capacidad, depreciación del
equipo) y monetario o nominal (tipos de interés
cero, precios o salarios cero).En los modelos basados en factores reales, se
considera que las causas de inestabilidad provienen
únicamente de variables reales, tales como la
producción, de la demanda y del intercambio. El
dinero sólo interviene de forma implícita
(como depósito de valor) al hacer posible que no
se invierta todo el ahorro y que se presente un problema
de demanda efectiva.Los factores financieros en la
aparición del ciclo. En estos modelos, al
contrario que los ciclos reales, se considera que el
sistema
financiero tiene una incidencia decisiva en el
comportamiento de la economía. Una gran parte de
la estructura de pagos de la economía descansa en
la estabilidad y buen funcionamiento del sistema
financiero. Dicho sistema tiene un papel crucial en la
canalización de fondos hacia las empresas o en la
financiación del consumo. Además, el
creciente desarrollo del sistema y los mercados
financieros facilita la absorción y
desvío de cada vez más recursos hacia
actividades no productivas, de carácter
especulativo.Por último, los mercados y sistema
financieros determinan una variable estratégica,
es el tipo de interés, cuyo nivel no sólo
afecta a las decisiones de inversión y de consumo
sino que tiene importantes implicaciones
distributivas.En conclusión, las actividades
financieras tienen una incidencia muy importante en el
comportamiento de las economías. De ahí que
sea muy pertinente preguntarse si la actividad financiera
tiene algo que ver con los ciclos económicos, sea
como fuente de inestabilidad, como mecanismo transmisor,
o como limitador de la inestabilidad global del
sistema.Los primeros monetaristas ya resaltaron que la
política monetaria del Banco Central puede
producir shocks exógenos que pueden causar
fluctuaciones (Hayek, 1931; Friedman y Schwartz, 1963).
Posteriormente se han desarrollado teorías que
consideran factores financieros endógenos como
origen del ciclo, tales como la expansión del
crédito para financiar la
producción y la inversión o los excesos
especulativos en los mercados financieros.- Teorías que
Explican la Existencia de los Ciclos
Económicos - Ciclo
Económico Político
- Ciclos
Económicos.
La teoría del ciclo político argumenta que
la periodicidad de las elecciones en los sistemas
democráticos, unida al poder de los gobiernos para
estimular la economía, provoca ciclos económicos de
duración ajustada a la de los períodos
legislativos. Se define como el comportamiento económico
de los gobiernos que están cerca de competir en un evento
electoral (elecciones parlamentarias, autoridades regionales,
reelección etc.).
Básicamente, el gobierno tiene la
tentación de utilizar las instituciones
del estado y de los instrumentos de la política
pública (donde el gasto público es el
eslabón más importante), para tratar de mejorar las
variables clave de la actividad económica y con esto ganar
las preferencias de los votantes. Al final esto se traduce en una
asignación de recursos ineficiente, tanto en el calendario
de ejecución como en el destino de las variables a
utilizar.
Antes de las elecciones, el gobierno aprobará
medidas expansivas, que promuevan la inversión y la
creación de empleos para que en el momento de acudir a las
urnas, la mayoría de los votantes esté satisfecha y
apoye al partido en el poder.
Esa expansión artificial provocará un
exceso de demanda y tensiones inflacionistas que deberán
ser corregidos mediante medidas impopulares que serán
adoptadas poco después de las elecciones, cuando pueda
dejarse pasar mucho tiempo antes de someterse de nuevo a la
aprobación popular. Esta teoría estudia las
relaciones entre las decisiones relacionadas con la
política económica y las consideraciones
políticas que esta puede contraer. La predicción
más conocida de la teoría, es que el ciclo
económico es un reflejo del calendario del nivel
electoral.
Según esta teoría, los responsables de la
política económica tratan de que la
situación de la inflación y del desempleo sea
optima o equilibrada en época de elecciones (en algunos
países); luego de ese periodo pareceré la
inflación o la recesión.
Según Larraín y Assael (1997), en un
régimen democrático, los gobernantes deben competir
para mantenerse en el poder o, al menos, para que los suceda
alguno de sus correligionarios. Ganar esa competencia es un
incentivo poderoso para recurrir al uso de instrumentos
económicos que influencien oportuna y favorablemente al
electorado.
La teoría del Ciclo Político
Económico (CPE) predice que los gobiernos
utilizarán la política monetaria, fiscal y
cambiaria para mejorar las condiciones económicas en el
período anterior a las elecciones y, de este modo, obtener
más votos.
Según Larraín y Assael (1997), evidencias
empíricas de estudios realizados para países con
economías industrializadas y para Chile, indican una clara
existencia del Ciclo Económico Político alrededor
de las elecciones presidenciales. La política más
utilizada para lograr resultados favorables preelectorales es la
política monetaria, a la que se suman, en la
mayoría de los gobiernos, políticas fiscales y
cambiarias que también son consistentes con la
teoría del Ciclo Económico
Político.
La presencia del Ciclo Económico Político
se observa a su vez en variables de resultado tales como el
crecimiento del producto, que muestra una tendencia progresiva
hasta el período de las elecciones, aunque
estadísticamente esta evidencia es mucho más
débil que la de los instrumentos de
política.
Debido a que a los votantes les importa el desempeño económico del país,
entre estas acciones está el manejo de variables que
permitan mejorar los resultados económicos percibidos por
el electorado. Así, las autoridades tienen la
"tentación" de usar la política monetaria, fiscal y
cambiaria en períodos preelectorales, y ello puede
producir fluctuaciones en variables como el nivel de actividad
económica y la tasa de inflación.
La literatura existente (Larraín y Assael, 1997;
Alesina, 1987; Hibbs, 1977) indica el siguiente comportamiento en
cada una de las políticas tradicionales:
- Las políticas fiscales aplicadas se concentran
en el rezago en el ajuste de las tarifas de los servicios
públicos; - se dan incrementos salariales "generosos" a los
empleados del sector público - Se incrementa la inversión
pública. - En el campo monetario, se observa un recorte de la
liquidez tratando de disminuir la inflación e
incrementar las tasa de interés para mejorarle la
rentabilidad
a los ahorros de la población. - En el campo cambiario, se busca la estabilidad para
controlar la inflación.
La práctica indica que los gobiernos consiguen
recursos en el exterior que les permitan tener reservas
monetarias suficientes, para ajustar el tipo de cambio
a un ritmo menor y así no afectar el nivel de precios
interno.
Por último es importante destacar que otra
variable que es empleada con fines político-electorales
han sido los salarios mínimos. Esta es una alternativa
"barata" para el gobierno porque no le significa egresos y mejora
el nivel de bienestar de la población de menores ingresos.
Es usual que el año anterior se otorguen incrementos
salariales "más allá de lo esperado".
Como lo sostienen Larraín y Assael (1997),
en un Ciclo Económico Político típico,
la economía vive una expansión antes de cada
elección, un aumento de la tasa de inflación
alrededor de la fecha de elecciones, y una reducción
postelectoral de la inflación a través de
políticas contractivas que originan una
desaceleración del crecimiento. También es probable
que el gobernante reduzca los impuestos o aumente el gasto
público, o ambas cosas a la vez, en el período
preeleccionario. Y es altamente improbable que se efectúe
un ajuste económico durante ese período. Los
ajustes y alzas de impuestos, cuando ocurren, tienden a suceder
después de las elecciones.
Los elementos fundamentales de esta teoría son
las opciones entre las que puede elegir el responsable de la
política económica.
La siguiente es cómo los votantes valoran la
cuestión; por ejemplo, la elección entre
inflación y desempleo; el tercer elemento a considerar es
el calendario o momento optimo para influir en los resultados
electorales.
La hipótesis del ciclo económico hace
hincapié en el sentido del cambio de la economía.
Para que los políticos resulten reelegidos, la tasa de
desempleo debe estar disminuyendo y la tasa de inflación
no debe estar empeorando.
La Valoración de la
Cuestión. Anteriormente se ha mencionado que a los
votantes les preocupa la inflación y el desempleo cuando
éstos son elevados. Al analizar esto profundamente, se
encuentra que a los votantes les preocupa tanto el nivel como la
tasa de variación de las tasas de inflación y
desempleo. El aumento del desempleo aumenta la
preocupación de la opinión
pública por esta cuestión. La
preocupación por la inflación depende de la
expectativa de que ésta aumente, así como de su
nivel. Las circunstancias mencionadas influyen en los tipos de
medidas que eligen los políticos.
El Calendario. Los
políticos desean estar seguros de que en
la época de las elecciones, el rumbo de la economía
será el correcto para conseguir la aprobación del
mayor número de votantes. Debido a esto, las tasas de
inflación y desempleo deben estar disminuyendo, si es
posible, y de preferencia, no deben ser demasiado altas. El
problema es cómo utilizar el periodo que va desde la toma
de posesión hasta las elecciones para situar a la
economía exactamente en la posición
correcta.
La hipótesis del ciclo económico sugiere,
que los políticos adoptan medidas recesivas al comienzo de
su mandato, elevando el desempleo para reducir la
inflación. A menudo, puede acusarse a una administración anterior de la necesidad de
adoptar este tipo de medidas. Pero conforme se aproximan las
elecciones, se adoptan medidas expansivas para asegurarse de que
la reducción del desempleo consigue la aprobación
de los votantes, al tiempo que su nivel sigue un ciclo
sistemático, es decir, aumentar en la primera parte del
mandato presidencial y disminuir en la segunda.
En todo caso, hay factores que actúan en contra
del ciclo económico político. En general, se sabe
que la capacidad del gobierno para sintonizar perfectamente la
economía es limitada. La aplicación de
manipulaciones cuyo motivo es político, también
plantea sus propias dificultades.
En lo que respecta a la política fiscal frente a
los ciclos económicos, según Ramírez La
Torre (2003), lo más importante es reconocer la
visión intertemporal de la política fiscal. Esta
visión viene a través del financiamiento
de los déficit fiscales: El incremento de gastos por
encima de las capacidades de generar ingresos, sólo puede
darse si el faltante se cubre con deuda (interna o externa), la
cual tendrá que ser honrada en algún momento en el
futuro. En otras palabras, las decisiones presentes en materia
fiscal, sobre todo aquellas que implican un incremento del gasto
público, podrían tener impacto en el futuro a
través de aumentos en los impuestos sobre posteriores
generaciones y/o un mayor endeudamiento.
El problema de la política fiscal se agrava si
ésta presenta vinculación con la duración de
los gobiernos de turno, resultando en una visión de corto
plazo, en otras palabras, si la política fiscal es
utilizada por los gobiernos como parte de su manejo del ciclo
económico político, tal y como se acaba de analizar
en el aparte anterior.
Específicamente, en concordancia con la
teoría del ciclo económico político, un
gobierno tendrá siempre el incentivo de incurrir en una
conducta de
expansión fiscal, si sabe que la posible deuda
recaerá sobre un gobierno diferente; mientras que si en el
futuro hubiera la posibilidad de una reelección inmediata,
se reduciría ese incentivo.
Si al análisis anterior, se le añade la
característica de una economía abierta, expuesta a
las fluctuaciones del comercio
internacional de su principal producto de exportación, esto la haría
susceptible de sufrir fluctuaciones drásticas en su
actividad económica debido a factores fuera de su control,
tales como aumentos en las tasas de interés
internacionales que elevan la deuda externa;
variaciones en las cotizaciones de los productos primarios de
exportación, que pueden favorecer o no la balanza de pagos;
salidas de capitales que podrían presionar la devaluación de su moneda. Así, la
economía tendría una evolución coyuntural
que responde a ciclos.
Ramírez La Torre (2003) recuerda que una
política fiscal saludable debe ser sostenible en el
tiempo; es decir, debe buscarse que la deuda comprometa cada vez
un menor porcentaje del PIB total.
Budnevich y Le Fort (2000) proponen un modelo donde
estudian el efecto de la estabilización del gasto fiscal y
el uso anticíclico de los impuestos como variables de
estabilización en la economía chilena. Algunas de
sus propuestas se presentan a continuación, por resultar
de interés para el tema objeto de estudio.
Los autores citados opinan que se podría eliminar
un 25% de la variabilidad inducida en la economía a
través del ciclo, evitando los impulsos cíclicos
fiscales a través de un crecimiento constante del gasto
público de inversión y de consumo, así como
la utilización de los impuestos
anticíclicos.
Recomendaciones de Política Fiscal para atenuar
el ciclo económico:
- Reducir el monto de la deuda, o más bien, el
porcentaje de deuda sobre PIB; con lo que se aporta mayor
flexibilidad al presupuesto
público. - Propiciar mecanismos que permitan ahorrar los
excedentes fiscales generados durante las expansiones para
utilizarlos durante las recesiones, sin necesidad de
comprometer el presupuesto en ello. - Evitar que los ingresos coyunturales sirvan para
financiar gastos corrientes, lo cual introduce rigidez en el
presupuesto para futuros ajustes fiscales. - Para Ramírez La Torre (2003), los ingresos
coyunturales deberían ahorrarse y formar un fondo para
atender las recesiones. Utilizar los denominados Fondos de
Estabilización como verdaderos mecanismos de
atenuación del ciclo, mediante la aportación de
importantes fondos a los mismos; esto es, que su peso sobre el
PIB lo más elevado posible. Los fondos de
estabilización de la recaudación tributaria
contabilizan y acumulan las respuestas contracíclicas
del fisco, para independizar el gasto fiscal de la
recaudación en un punto particular del ciclo
económico. - Establecer un sistema de estabilización del
crecimiento del gasto fiscal mediante un sistema de reglas y
grados de flexibilidad sujetos a cláusulas
específicas; - Flexibilizar la fijación del impuesto al
valor agregado (IVA). Para
solucionar los problemas de inconsistencia temporal que esto
provocaría, se propone flexibilizar el impuesto a la
renta o dar incentivos
tributarios a la inversión, también
flexibles.
Se concluye que en manos del fisco hay una serie de
instrumentos que se podrían utilizar adelantar una
política anticíclica, como sería establecer
reglas sobre crecimiento del gasto, fondos de
estabilización y flexibilidad de los impuestos.
Según Zúñiga Fallas, coord
(1997), antes de aplicar políticas monetarias, es
necesario determinar el papel que se le otorgará a
la misma y para ello, es indispensable conocer lo que
ésta puede y no puede hacer, a efecto de no
conferirle un papel mayor y no esperar de ella más
de lo que puede cumplir.Friedman (1968) destaca que la política
monetaria no puede mantener fijo el nivel de la tasa de
interés o el de desocupación, excepto por
períodos muy cortos; y ofrece evidencia
empírica de ello, a través del fracaso de la
política de dinero barato seguida en la época
de la postguerra. Para Friedman (1968), por tanto, la
política monetaria tiene un papel bastante definido
que se relaciona fundamentalmente con tres aspectos. En
primer lugar, la capacidad que tiene la política
monetaria para evitar que el dinero sea una de las
principales fuentes
de perturbación económica. En segundo lugar,
la política monetaria proporciona un marco estable
para la economía, y en último lugar,
contribuye a compensar los ciclos económicos
originados en otras fuentes, el cual se destaca en esta
sección.Con respecto a este último punto, Rosende y
Herrera (1991), mencionan que la función que se le
asigne a la política monetaria está
estrechamente relacionada con la parte del ciclo
económico en que se encuentre. Así, mientras
en períodos de alta inflación, las
políticas monetarias pueden obedecer más a un
enfoque clásico-monetarista, en períodos de
recesión se puede seguir un enfoque
Keynesiano.En la actualidad, existe un debate sobre la
influencia que pueda ejercer la política monetaria
en la inflación, el empleo y el producto.Mientras que algunos autores sostienen que la
política monetaria es relevante para lograr
objetivos macroeconómicos de largo plazo, otros
argumentan la imposibilidad de la misma para afectar las
variables reales, incluso en el corto plazo.No obstante, tanto los monetaristas como los
neokeynesianos aceptan el principio de la neutralidad del
dinero en el largo plazo, lo cual significa que la
trayectoria de tendencia del producto real no se ve
afectada por la política monetaria. En este punto,
resulta importante señalar que el concepto de "largo
plazo" es diferente para los dos enfoques. Para los
keynesianos, el largo plazo no existe; mientras que para
los monetaristas, es un período más corto
para realizar el ajuste.La no neutralidad del dinero en el corto plazo
implica que las oscilaciones del dinero provocan
fluctuaciones en el gasto, lo cual en un contexto de
rigidez nominal de precios inducen a variaciones en el
producto real. Aunque, como señala
Zúñiga Fallas (coord) (1997), es importante
señalar que no todas las fluctuaciones son causadas
por el dinero, como se explicó en las teorías
del ciclo económico.En el caso clásico, se supone que la
rigidez tiene un carácter transitorio. Bajo el
enfoque de las expectativas racionales, la neutralidad o no
neutralidad del dinero en el corto plazo depende de si las
fluctuaciones monetarias son anticipadas o no por los
agentes económicos: si los agentes anticipan las
fluctuaciones monetarias, el efecto será neutral;
mientras que si no lo hacen, estas tendrán efecto
sobre las variables reales (véase Lucas,
1996).El concepto de neutralidad del dinero está
íntimamente relacionado con la forma en que las
diferentes escuelas de pensamiento realizan la
política monetaria. Como se menciona en Mussa y
Flood (1995), desde los trabajos de Keynes, los
macroeconomistas se han dividido en dos grupos.El primero corresponde a los que están a
favor de las políticas monetarias activas,
especialmente para estabilizar la economía real
(partidarios de la no neutralidad en el corto plazo). En el
segundo se encuentran aquellos que son menos
intervencionistas, donde la principal preocupación
está ligada a los costos
de una alta inflación. Al partir del debate generado
entre los que están más o menos de acuerdo en
utilizar políticas monetarias activas, se desprende
que las dos principales funciones, asociadas con los
objetivos asignados, son: (1) estabilidad de precios y (2)
estabilidad de la economía real. En este trabajo se
analiza solamente el papel de la política monetaria
como estabilizador de ciclos económicos o de la
economía real.Papel Estabilizador de Ciclos
Económicos. La política monetaria puede
tener el papel de estabilizador de ciclos
económicos. Cuando se le asigna este objetivo, la
política monetaria debe proporcionar un marco
estable para la economía real, lo cual puede
lograrse mediante la compensación de las
perturbaciones o "choques" que se generan en la
economía. Estas perturbaciones, que producen por lo
general fluctuaciones recurrentes en la economía, o
ciclos económicos, y dificultan el buen
desempeño de la actividad
económica.Para obtener resultados satisfactorios en la
estabilidad económica, es importante identificar el
tipo de "choques" que lo generan. Por ejemplo, si el ciclo
es producido por choques que afectan a la demanda agregada,
como consecuencia de políticas adoptadas por las
autoridades o por el resultado de desplazamiento en la
inversión o en el consumo privado o expectativas
sobre el desempeño futuro de la economía, la
política monetaria puede ser utilizada como un
instrumento para contrarrestar los efectos no deseados en
el producto real.Ahora bien, si el ciclo es originado por
perturbaciones de oferta; es decir, por avances
tecnológicos, cambios climáticos,
desastres
naturales, descubrimientos de recursos
naturales o variaciones en el precio
de materia
prima, es muy probable que la política monetaria
no sea eficaz para suavizar el ciclo, porque requiere de
ajustes tanto por el lado de los precios como de las
cantidades, lo cual escapa del marco de acción de la política
monetaria (Sachs y Larraín, 1994).Finalmente, si las perturbaciones ocurren tanto
del lado de la demanda, como por el lado de la oferta; a
veces no es posible contar con una adecuada
información acerca del tipo de perturbación
que lo genera. Así, se puede caer en el problema de
utilizar inapropiadamente la política monetaria, lo
que en lugar de contrarrestar el ciclo, puede empeorarlo,
generando mayor inestabilidad y producirá
fluctuaciones cíclicas no deseadas. Por esta
razón, Friedman llegó a la conclusión
de que casi todas las grandes depresiones habían
sido ocasionadas por trastornos monetarios, por lo que los
partidarios del enfoque del "ciclo real" se oponen a
políticas monetarias intervencionistas.Zúñiga Fallas coord (1997), concluye
que, si bien la política monetaria se puede utilizar
para estabilizar los ciclos de la actividad
económica; su principal función, sin embargo,
está íntimamente ligada a la
estabilización del nivel de precios y de la
inflación.- Política Monetaria y Ciclo
Económico - Inflación, Desempleo y Ciclo
Económico.
La inflación y el ciclo económico
están íntimamente relacionados. La inflación
y la brecha de la producción están relacionadas
inversamente; así mismo, las medidas expansivas de demanda
agregada tienden a generar inflación, a menos que se tomen
en etapas depresivas del ciclo, cuando la economía
presenta elevados niveles de desempleo. Los períodos
prolongados de baja demanda agregada tienden a reducir la tasa de
inflación.
La inflación, al igual que el desempleo, es
motivo de gran preocupación macroeconomía. Sin
embargo, sus efectos nocivos en lo que se refiere al producto son
mucho menos evidentes que los del desempleo.
Cuando se presenta el desempleo, la producción
potencial no se coloca, hay cierre de empresas,
liquidación de inventarios y
toda una serie de consecuencias que hacen urgente la necesidad de
reducir el desempleo. En cambio, cuando el problema es la
inflación, el problema se presenta en el sistema de
precios, el cual se altera y se reduce su eficiencia.
Los responsables de la política económica
se enfrentan a la necesidad de reducir la inflación,
sabiendo que esto causará un mayor desempleo; o de
disminuir el desempleo a costa de mayor inflación, lo que
se conoce como Curva de Phillips.
Curva de Phillips. Para poder entender la
relación o intercambio entre inflación y desempleo,
se debe aproximar una definición de empleo, desempleo y
tasa natural de desempleo. Para Beveridge (1944), pleno empleo es
una situación donde el número de desempleados
equivale al número de vacantes.
Posteriormente, en pleno auge del Estado de Bienestar,
analizando el caso de Gran Bretaña para el período
1861-1957, A.W. Phillips (1958) señaló que
existía una fuerte correlación estadística inversa entre la
variación de los salarios nominales y el nivel y la
variación del desempleo. Esta correlación se
popularizó con el nombre de "Curva de Phillips" y dio
lugar a la difusión de una recomendación
política ampliamente aceptada: que existiría un
intercambio entre tasa de inflación y
desempleo.
Lo anterior significa que sólo se podría
lograr una disminución en la tasa de inflación a
costa de un aumento del desempleo. Para Phillips, el nivel de
pleno empleo sería aquel que, tomando en cuenta el aumento
de la productividad,
determinaría una inflación de salarios igual a
cero.
Hasta que surgió la curva de Phillips, el
pensamiento económico admitía la posibilidad de
colocar al nivel de empleo como un objetivo de la política
pública. Se admitía la posibilidad de ajustar la
economía a un nivel de empleo predeterminado mediante el
manejo de los instrumentos típicos de la demanda efectiva:
política fiscal y monetaria, sin reconocer los efectos
colaterales de una política de este tipo.
Así surgió la denominada "síntesis
neoclásica", según la cual se presentaba un
razonamiento que permitía un acercamiento entre algunos
postulados del pensamiento keynesiano y otros neoclásicos,
la cual combinaba cierta lógica de ajuste de los mercados
con la posibilidad de realizar políticas
anticíclicas por vía de la demanda
efectiva.
Cuando comenzaron a ser evidentes algunos problemas de
manejo del ciclo económico mediante el instrumental que
ofrecía esta síntesis, Milton Friedman (1968)
cuestionó las relaciones verificadas por Phillips,
sosteniendo que, en el largo plazo, no se comprobaba el
intercambio entre desempleo e inflación que alegaba la
teoría de Phillips.
Por el contrario, Friedman sostiene que existe una "tasa
natural de desempleo" implícita en la propia estructura
del sistema económico, la cual no se afectada en el largo
plazo por los niveles de producción; por lo que las
políticas de manejo de la demanda global son
inefectivas.
En el largo plazo es inefectivo plantearse el pleno
empleo como objetivo de la política pública. El
mecanismo que propone Friedman como explicación es,
simplificadamente, el siguiente: ante una expansión de la
demanda agregada (política fiscal y monetaria activa), en
el corto plazo el desempleo caerá y los empleadores
aumentarán su demanda de empleo, para lo cual necesitan
ofrecer mayores salarios reales, este razonamiento es consistente
con la curva de Phillips.
Sin embargo, como en la determinación de esos
salarios, lo que interesa son las expectativas que los
asalariados tengan conforme a la inflación futura y dichas
expectativas se basan en la inflación pasada, para
Friedman la reiteración de esta práctica, lleva a
la inflación y a su aceleración, sin efectos
importantes sobre el nivel de empleo. Por lo tanto, a los efectos
de la política económica, lo que importa determinar
es la llamada "tasa de desempleo que no acelera la
inflación".
En conclusión, el manejo de la demanda puede ser
efectivo en el corto plazo, utilizando el margen de maniobras que
otorga la diferencia entre precios esperados y efectivamente
verificados, pero esto no debe hacer creer a los gobiernos que
pueden mover los niveles "naturales" de desempleo; por el
contrario, en el largo plazo sólo lograrán acelerar
la inflación que agravará los problemas de
desempleo.
En este punto, Lo Vuolo (1996) destaca que, desde el
razonamiento de Friedman, la relación causal va desde la
tasa de inflación a la tasa de desempleo. Por lo tanto, la
lucha contra la inflación ocupa el primer lugar entre los
objetivos de política económica; es decir, el nivel
de empleo se subordina al control de la inflación.
Así, se desplaza al pleno empleo como objetivo central de
la política económica y se ataca uno de los
razonamientos centrales del esquema de políticas
anticíclicas que se derivan del pensamiento
keynesiano.
Sin embargo, la noción de existencia de una "tasa
de desempleo que no acelera la inflación", todavía
dejaba margen para la acción en el corto plazo. Los
gobiernos podían elegir menor tasa de desempleo en el
corto plazo a costa de mayor inflación en el largo plazo
e, incluso, especular con la posibilidad que los mecanismos
adaptativos nunca sean completos y la tasa de inflación no
se acelere.
Por otra parte, al igual que en el pensamiento
keynesiano, en el mecanismo de formación de expectativas
que postula Friedman también se admite el error
sistemático, un cierto grado de incertidumbre por parte de
los agentes que también otorgaría margen al
gobierno para maniobras de corto plazo.
En todo caso, la disputa se refiere a cómo
reducir el grado de incertidumbre futura: los preocupados por la
inflación ponen el acento en la oferta monetaria, mientras
que los alarmados por el empleo, enfatizan el lado de la demanda
efectiva. Al menos en EEUU, estas conclusiones resultaron por un
tiempo del agrado tanto de monetaristas como de keynesianos,
derivando de este acuerdo la denominada "nueva síntesis
neoclásica".
En la siguiente figura se observa una curva de Philips a
largo plazo, CPL, lo que indica que a largo plazo no existe
disyuntiva entre inflación y desempleo. Pero con una
perturbación, por ejemplo, la crisis del petróleo, la economía se encuentra
en el punto A con una elevada inflación y un elevado
desempleo. Se muestran dos sendas de política, posibles y
ajustables. La senda de color rojo,
representa la tasa de inflación más alta durante la
transición y corresponde a una política de
restablecimiento rápido con bajos niveles de desempleo y
un largo periodo posterior de desaceleración de la
inflación. Mientras que la otra posibilidad, senda de
color azul, muestra una disminución inmediata de la
inflación; disminuye la inflación, pero a costo de una
reducción gradual del desempleo.
Con el gráfico a continuación se puede
concluir que los responsables de la política
económica no escogen entre inflación y desempleo,
sino entre senda de ajuste que se diferencia la
combinación de inflación y desempleo. La senda de
color rojo corresponde a la política desinflación
gradual y la de color azul se parece más a una
política de choque.
Gráfico 4. CURVA DE
PHILLIPS A LARGO PLAZO, CPL.
Para ver el gráfico seleccione la
opción "Descargar" del menú superior
Fuente: Lo Vuolo, 1996.
Para saber como eligen los responsables de la
política económica entre el tipo de senda; esta en
suponer que estos actúan en interés de la sociedad.
Cuando ya estiman los costes sociales de las distintas sendas de
la inflación y del desempleo y eligen la que minimiza el
coste total de la estabilización para la
sociedad.
El segundo enfoque a reconocer es el carácter
político de las decisiones. En una democracia,
los responsables de la política económica responden
al electorado y eligen medidas que maximicen sus posibilidades de
ser reelegidos. Este enfoque ha dado origen a una extensa
literatura en la economía y la ciencia
política, la ya explicada teoría del ciclo
económico político.
En la década de 1970, avanzó una corriente
de pensamiento que niega toda posibilidad de manejo de la demanda
efectiva, incluso en el corto plazo: la teoría de las
"expectativas racionales". Esta corriente se popularizó a
medida que se hacían evidentes los problemas de la llamada
"crisis fiscal" del Estado y la verificación,
particularmente después del shock petrolero, de procesos
de "inflación con recesión" o estanflación
en el corto plazo.
Para los defensores de esta corriente, la
explicación de la crisis inflacionaria estaría en
la errónea formulación de Friedman con respecto al
proceso de formación de las expectativas de los agentes
económicos. Para ellos, no es sensato pensar que los
agentes sólo tomarán en cuenta la inflación
pasada y que sus decisiones se construyen por mecanismos
adaptativos en función de lo vivido, ajustando errores
sistemáticos. En su lugar, consideran que existen otras
fuentes de información que los agentes racionales toman en
cuenta. Si, por ejemplo, se sabe que la tasa de inflación
está vinculada con el crecimiento de la oferta monetaria,
entonces ante un cambio de la misma, los agentes
anticiparán el futuro aumento de precios. El principal
error que atribuyen a la síntesis neoclásica es el
pensar que los agentes son racionales, pero que los mercados
donde se expresan las acciones de los agentes, son ineficientes
en ajustar precios y salarios a sus niveles de
equilibrio.
Vuelve así al centro de la escena el postulado
neoclásico de la "información perfecta".
Coherentemente, la solución de los sostenedores de las
expectativas racionales es formalizar la economía tal como
si los mercados fueran competitivos y ajustaran todos los precios
instantáneamente. Por lo tanto, los agentes
económicos anticipan cualquier movimiento del gobierno y
vuelven ineficaces sus intentos de orientar el funcionamiento del
sistema en un determinado sentido.
Por ejemplo, si los agentes esperan que el gobierno tome
cualquier medida necesaria para garantizar pleno empleo, tanto
los empleadores como los sindicatos aumentan la presión
inflacionaria porque no tienen miedo de perder ingresos, su
participación en el mercado o el propio empleo. Al mismo
tiempo, anticipan déficit fiscal, las necesidades de
financiamiento público y la suba de tasa de
interés.
Conforme a las tesis señaladas previamente, el
resultado de una política de este tipo sería,
inevitablemente inflación, recesión y desempleo.
Como éstos males se "anticipan", todo se produciría
en el corto plazo, con lo cual, y conforme a las tesis
señaladas previamente, las políticas
públicas activas son "perversas", "inútiles" y
"peligrosas".
Para el actual consenso, todos los movimientos del
gobierno, especialmente los que pretenden modificar la demanda
efectiva y el nivel de empleo, serán totalmente
anticipados por el sector privado y se volverán
inefectivos, perjudicando incluso a quiénes se pretende
favorecer.
Teóricamente, sólo podrían tener
efecto aquellos movimientos totalmente inesperados,
impredecibles; pero, en los hechos, esto llevaría al caos
en tanto se romperían permanentemente las "reglas de
juego". En conclusión, Lo Vuolo (1996) reseña que
los gobiernos deberían "sentarse" y facilitar que se
ajusten los mecanismos de mercado porque:
- si se hacen los movimientos esperados, estos se
anticipan; - si se hace lo inesperado, esto genera
caos.
En consecuencia, los principios fundamentales de estos
postulados se resumen en un férreo control de la oferta
monetaria y nada de acción estatal. El extremo de esta
conclusión, es el siguiente: es mejor que al Estado lo
maneje el sector privado -entendiendo por ello los grandes grupos
con poder económico- mediante la lógica de (su)
mercado.
Recomendaciones de Política. De estas
conclusiones, se desprenden recomendaciones lineales para el
mercado laboral: Ni
siquiera en el corto plazo se puede alterar la tasa natural de
desempleo: el resultado es inflación con desempleo. Una
mejor política es controlar la oferta monetaria y la
inflación, dejando que el producto y el empleo se ajusten
a su nivel "natural".
Para ello, se pregona, hay que "desregular" el mercado
laboral, suprimiendo la influencia sindical, terminando con
legislaciones que ponen altos costos de entrada y salida,
suprimiendo o bajando a niveles mínimos los beneficios del
seguro de
desempleo, para que el mercado laboral esté libre de
ataduras y pueda ajustar libremente la oferta y demanda mediante
movimientos de salarios.
Por lo mismo, la pretensión de sostener la
demanda efectiva mediante déficit fiscal es inefectiva. Si
el déficit se financia con emisión de deuda, los
agentes privados anticipan la inflación, y si se financia
con deuda, anticipan la necesidad de fondos futuros del Estado:
esto es, la necesidad de mayores impuestos para pagar la deuda
con fondos genuinos o mayores tasas de interés para lograr
que la deuda sea refinanciada. El impacto será mayor
inflación, mayor recesión y desempleo.
Mejor política es bajar los impuestos (incluyendo
especialmente las cargas sociales y los impuestos directos) para
que los agentes privados puedan ahorrar, invertir y de
allí fomentar el crecimiento de la
economía.
Esta visión también tiene repercusiones en
las recomendaciones con respecto a las políticas sociales.
Los servicios universales, indiferenciados, propios del Estado de
Bienestar "social-demócrata" o
"institucional-redistributivo", llevan a gastos desproporcionados
y difíciles de financiar. Además, al no haber
relación entre aporte fiscal y beneficio percibido por
cada uno, también se estimularía la evasión
fiscal y se reduciría el gasto privado en bienes y
servicios típicos de las políticas
sociales.
Así, se propone segmentar las áreas de
política social entre aquellos territorios que son
estrictamente "públicos", supuestamente básicos,
consumidos por quienes no tienen capacidad de demanda y los que
pueden considerarse "privados", supuestamente más
sofisticados y utilizados por quienes tienen poder de demanda. De
aquí, se recomienda la privatización de estos últimos
espacios más rentables para que la oferta se adapte a las
características de cada segmento del poder de
demanda.
Coherentemente, para aquellos bienes y servicios que
queden bajo la órbita del sector público, se
propone el cobro de tarifas a quiénes los usen, salvo que
por un "test de recursos"
se acredite la condición de "pobres". El resultado
operativo es una mayor desintegración entre el sistema
tributario y el de transferencias fiscales con destino
social. El sistema tributario se queda con la sola función
de recaudar lo máximo posible, de la forma más
neutra que se pueda en materia asignativa; lo que significa la
expansión de los impuestos indirectos de base universal.
El gasto debe circunscribirse sólo a focalizar,
identificar aquellos grupos especialmente necesitados de ayuda
económica.
Aquí, parece que todos los males atribuidos al
universalismo en el área del "gasto", se vuelven virtud en
el campo tributario. Sólo interesa recaudar, no
"focalizar" la recaudación en los más pudientes.
Como puede verse, las recomendaciones se ubican en la antítesis de una propuesta como la del
ingreso ciudadano, que recomienda integrar los sistemas
tributarios y de transferencias de prestaciones
dinerarias para poder así determinar la posición
neta de cada contribuyente/beneficiario.
En síntesis, las recomendaciones de
política pública que se estimulan desde el actual
consenso basado en los postulados de la economía de la
oferta, pueden expresarse como sigue:
- existe una tasa natural de empleo que no se puede
modificar ni en el corto plazo, por lo tanto es mejor olvidarse
del pleno empleo y concentrarse en el ataque a la
inflación; - no se puede manejar la demanda sin producir estragos
en la economía, por lo cual es preferible concentrarse
en un rígido control monetario y fiscal, permitiendo
así que los precios "limpien" el funcionamiento de los
mercados, de acuerdo al movimiento de los ciclos
económicos; - no hay diferencias entre acción pública
y privada porque esta última anticipa y revierte la
primera (expectativas racionales), por lo cual lo mejor es
actuar conforme a la lógica y el interés del
sector privado, o mejor de sus representantes con acceso a
información y con poder de cambiar el rumbo. Pese a la
retórica, por "sector privado" no se entiende
pequeñas unidades compitiendo en igualdad de
condiciones sino grandes actores con poder económico
para imponer sus expectativas; - dicho lo anterior, lo mejor es reducir al
máximo posible el ámbito de aplicación del
interés público, dejando sólo algunos
espacios focalizados en donde se justifica una acción
pública que persiga un interés diferente al
estímulo de la ganancia privada.
CAPÍTULO III MARCO
METODOLÓGICO (1)
Tipo de Investigación –Diseño de Investigación
–Fuentes de Datos –Técnicas e Instrumentos de
Recolección de Datos. –Técnicas de Procesamiento de
Datos
CAPÍTULO IV
APLICABILIDAD DE LOS ENFOQUES DE
POLÍTICA A CADA
ETAPA DEL CICLO
ECONÓMICO. CASO
VENEZUELA. (1)
Consideraciones
Generales –Recomendaciones de Política de acuerdo a
cada etapa del Ciclo Económico. –Situación Actual
de los Enfoques de Política, el Ciclo en América
Latina. –Ciclo
Económico Venezolano.
CAPÍTULO
V. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
(1)
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superior
Econ. Cristina Paytuví Matos
Prof. Finanzas
Públicas, Universidad Centroccidental Lisandro
Alvarado, Barquisimeto, Estado Lara.
14/1/2005.
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