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Dios y el diablo ¡La misma vaina!




Enviado por ruanowilly



    1. ¿Quién
      necesita de Dios?
    2. ¿Quién
      necesita del diablo?
    3. Ni con Dios ni con el
      diablo
    4. Lucifer el lucero del
      mal
    5. La verdad satánica de
      Dios Padre

    DESCRIPCIÓN

    ¿Quién, cómo y qué es el
    Diablo?.

    Sin que exista un pasaje específico en la Santa
    Biblia que aclare esta duda, y leyendo que al Diablo se le
    atribuye toda la maldad que existe en el mundo (a pesar que
    quién efectivamente ejecuta las mayores desgracias y los
    más grandes males es Dios Nuestro Señor), la duda
    consume a aquel estudioso de averiguar sobre tan terrible
    personaje al que la Religión ha
    identificado como la Perversa Encarnación del
    Mal.

    ¿QUIÉN NECESITA A
    DIOS?

    Con mucha pena tenemos que dejar aclarado, ¡y de
    una buena vez!, que el Dios bíblico –de quién
    hablaremos- ¡ni por asomo es DIOS, EL TODO!, porque pudiera
    ser motivo de alguna controversia llegar a pensar otra cosa que
    no es, ni que pretendemos que sea.

    Muchas personas religiosas, y pertenecientes a
    cualquiera de las miles de iglesias que pululan en nuestros
    esquilmados países, me han tildado de ateo; y me increpan
    mi, para ellos, incredulidad en Dios Padre que, como ya ustedes
    lo sabrán, y si no ahora se enterarán, ¡no es
    DIOS!. Es decir que el Dios bíblico, o mejor dicho los
    Dioses de la Santa Biblia, ya sea Yahvé el guerrero o los
    Elohím o los muchos fuertes y poderosos seres que encierra
    tal vocablo, ni por asomo son o representan a DIOS.

    Mi respuesta, ante el ateísmo con que me bautizan
    los gritones de sandeces, es y será que son ellos, los
    participantes del jolgorio Cristiano, los que no creen en DIOS; y
    que yo, en todo caso, y sin querer encasillar por eso AL TODO,
    soy el que sí cree en DIOS, pues ellos tienen por EL TODO
    a los muchos Dioses que la Santísima Biblia nos regala en
    sus sangrientas páginas. Sin olvidarnos que otros,
    igualmente aletargados, han hecho divino el concepto de los
    protagonistas de los Libros
    Sagrados de su propia cultura y
    civilización.

    Encontramos quien cree en el Dios de los mayas, en el
    de los hinduistas, de los babilonios y aún aquellos que
    han puesto en un altar y con rango de Dios al dinero.

    DIOS, mis estimados lectores y lectoras, es el ABSOLUTO
    e INFINITO TODO. Y nosotros, pobres motas de polvo
    cósmico, no somos más que parte de ese ILIMITADO
    UNIVERSO de
    DIOS. Y para llegar a esta conclusión basta con decir, y
    dejar muy bien expuesto que DIVINO, y perteneciente AL TODO, es
    todo aquello que, siendo común a los seres vivos del
    planeta Tierra, es
    además fácil de percibir hasta por un niño
    pequeño.

    Ejemplos hay miles. La lluvia, la vegetación, el Sol, la noche y cientos de
    otras manifestaciones. Esto nos viene a indicar que Jesucristo,
    que no es común a todos los seres vivos de este hermoso
    Planeta, porque de los seis mil millones de habitantes que lo
    poblamos solamente unos mil millones lo siguen a través de
    cualquiera de sus miles de denominaciones religiosas, ¡no
    es divino y mucho menos DIOS!.

    La Biblia corre igual suerte y así mismo los dos
    conceptos de Dios que allí encontramos. Ni Yahvé el
    guerrero ni los Elohím, o los muchos Dioses fuertes y
    poderosos, pueden estar en la línea DIVINA del TODO que ES
    DIOS.

    Lo que sí resulta llamativo, y que además
    es muy gracioso, es la concepción que todos tenemos de lo
    bueno y de lo malo. Para comenzar, ¿por qué para
    nombrarlos siempre se dice el bien y el mal y no el mal y el
    bien? ¿Por qué primero el bien, la bondad, lo bueno
    y no el mal, la maldad, lo malo?. Tal parece que no es más
    que uno de tantos trucos para mantener aterrado al ser humano con
    los extremos del bien.

    La pregunta que hoy planteamos, como el primer
    subtítulo del interesante tema central del bien y del mal,
    o del mal y del bien –como usted ya lo prefiera- es
    demoledora, ya que, imposible de ser contestada por ninguno de
    los creyentes, a pesar del marcado interés de
    muchos en apropiarse de tal respuesta, queda como una
    paradójica y demagógica
    pregunta.

    Vamos a proceder con el razonamiento lógico y,
    naturalmente inteligente, tal y como debe procederse con personas
    normales y sanas, para demostrar la inconsistencia del drama que
    han implantado en la propia dignidad de
    la familia
    cristianizada los gritones de púlpito. Y no importa de que
    secta, grupo,
    religión o creencia sean. Todos y cada uno de ellos
    –llámense como se llamen y nómbrense como se
    nombren- solamente han confundido al pobre ser humano que los oye
    embobado y aterrorizado a la vez y que acepta sus insanas
    palabrejas inspiradas.

    ¿Quién necesita al médico?,
    lógicamente aquel que esté enfermo.
    ¿Quién necesita del dentista?, el que tiene
    problemas en
    su dentición. ¿Quién busca al prestamista?,
    todo el que necesita dinero y un préstamo.
    ¿Quién necesita comer?, el hambriento.
    ¿Quién está urgido de agua?, el
    sediento. ¿Quién necesita educación?, el que
    ignora. ¿Quiénes exigen paz, trabajo y
    respeto?, todos
    aquellos que están rodeados de violencia,
    miseria y opresión.

    Entonces, y de acuerdo con la natural esencia del ser
    humano, y que además todos lo sentimos, es bueno
    cuestionarnos ¿Quién necesita a DIOS?, y la
    respuesta es apabullante ¡Ninguno!; pues sólo queda
    satisfecho de una necesidad aquel que la demanda y que,
    sin poseerla, tiene urgencia que se la proporcionen. Todo aquel
    ser humano que no tenga algo, ese algo, precisamente, es y
    será lo que necesita.

    Se traduce en necesidad todo aquello de lo cual
    adolecemos, siempre y cuando seamos inducidos a pensar que lo
    necesitamos. Un pobre adicto a las drogas
    tendrá necesidad de ellas siempre y cuando no las tenga y
    no esté en el goce de esa efímera instancia
    placentera (para el drogadicto); pero un ciudadano común y
    corriente, que en su vida ha probado o experimentado con tales
    delicias prohibidas, nunca sentirá la compulsión de
    demandarlas como lo hacen los que, por estar en el vicio o en las
    drogas,
    sí lo hacen, pues un ser humano normal y sano, como los
    miles de millones que no somos adictos, nunca sentiremos la
    compulsión de buscarlas, demandarlas o exigirlas, ya que
    no tenemos un punto de comparación entre una experiencia
    –la gozosa- y la que nunca hemos tenido.

    Por consiguiente todos aquellos que piensan que no
    tienen a DIOS, pero que estúpidamente en una Iglesia
    cualquiera les hayan dado a probar la mercancía falsa que
    expenden haciendo pasar a su propio concepto, como es el caso del
    Cristianismo
    que usa a Yahvé y a Elohím, por EL TODO, ¡son
    quiénes demandarán y necesitarán de ese Dios
    bíblico!. Y esos mamarrachos religiosos que se lucen en
    las páginas de cualquiera de los miles de Libros Sagrados
    de las diferentes civilizaciones, culturas y sociedad a lo
    largo y ancho del Planeta y en todas las épocas, ¡no
    es DIOS!. ¿De acuerdo?…

    ¿Quién necesita a DIOS?, ¡ninguno!.
    Con esta afirmación no hay duda y mucho menos subterfugio
    alguno.

    Muchos de ustedes se preguntarán ¿de
    cuál Dios demandamos esa necesidad de él?
    ¿Del Dios de los Cristianos, del de los hinduistas, del de
    los mayas, incas,
    aztecas o de
    cualquier otro de los miles de Dioses que han convivido en las
    psiquis manoseadas de los seres humanos y tan diferentes todos
    ellos entre sí que ninguno de los conceptos, con los que
    lucen a sus respectivas divinidades, concuerda uno con los
    otros?.

    Y eso es todo.

    Y a esos Dioses es a los que, y por los cuales, se
    sentirán las necesidades psíquicas de tenerlos en
    el corazón y
    mente. Con DIOS, con el TODO, como nunca hemos dejado de estar en
    SU UNIVERSO ABSOLUTO e ILIMITADO, es imposible que demandemos
    necesitarlo. No lo olvidemos, se demanda sólo aquello que
    no se tiene o posee luego de probarlo y no tenerlo.

    Hay, de necesidades y demandas –en todos los seres
    humanos- muchas y muy variadas opciones, que van de acuerdo con
    el medio
    ambiente, con la sociedad, cultura y con lo que se nos ha
    enseñado y hasta condicionado a necesitar. Por ejemplo si
    a un niño se le educa con un parámetro equis, toda,
    o casi toda su vida andará demandando y tratando de
    obtener y de satisfacer ese condicionamiento
    inculcado.

    Y un par de zapatos nos pueden ilustrar mejor.
    ¿Cuántos de nosotros pudiéramos salir
    descalzos a realizar nuestras actividades diarias normales?. Y si
    se toma usted la molestia de salir a la calle con ojo
    investigador se podrá dar cuenta que entre las personas
    muy humildes y con muy pocos recursos
    económicos o ninguno, a sus pequeños hijos los
    mantienen descalzos y, para ellos, siendo natural y normal tal
    desnudez de pies, estos no se resienten por adolecer de zapatos o
    de un par de sandalias o caites.

    Descalce usted ahora a cualquier niño que siempre
    los ha usado y será muy fácil comprobar lo que la
    costumbre de andar calzado provocará en el
    pequeño.

    Necesidad de DIOS ¡ninguno debemos de tener o de
    sentirla!, porque se demanda aquello de lo que adolecemos
    condicionados y, si somos parte DEL TODO, y nunca nadie nos ha
    condicionado a eso, ¿qué necesidad podremos tener
    de DIOS para así tan estúpidamente demandarlo?. Si
    estamos en SU INFINITO y ABSOLUTO UNIVERSO ¿qué
    más necesitamos?…

    Un pez fuera del agua sí necesita de ella, pero
    el ser humano nunca, pero nunca ¡nunca!, podrá estar
    situado afuera del UNIVERSO de DIOS, ya que si estamos en
    EL UNIVERSO
    DEL TODO, será imposible que alguien o algo nos limite y
    nos aísle ¡ni por una milésima de segundo de
    DIOS!.

    ¿Qué tipo de problema puede tener el ser
    humano con el aire y qué
    necesidad tengamos del aire?. Claro que si sumergimos nuestra
    nariz adentro del agua o si nos tapan boca y nariz sí que
    verdaderamente llegaremos a necesitar del aire, pues sólo
    cuando nos falta algo es cuando lo necesitamos.

    ¿QUIÉN NECESITA AL
    DIABLO?

    Con las condiciones propias de la mentalidad trastornada
    que la Religión Cristiana ha desarrollado en los fieles
    creyentes y seguidores de su prédica, ahora ya podremos
    comprender mejor el dilema de la implantación y de la
    condicionalidad de necesitar de las justificaciones, de las
    excusas y de las disculpas para mantener límpida esa
    imagen
    bondadosa del Padre Nuestro que, hipócritamente concebido,
    no es más que un vil sanguinario y un bandolero de lo
    peor.

    Se necesita mucho coraje para no mentarles la madre a
    los Jerarcas Religiosos de la Cristiandad que escudados en un
    maniático Dios, al leer de sus sanguinarios y horrorosos
    contactos con la población de la época, no han hecho
    más que parapetarse en un criminal; y diciéndonos
    que ese fantoche es el Padre Nuestro han arrastrado con todo
    aquel incauto que ha caído en sus tenebrosas redes ensangrentadas en
    millones de seres humanos masacrados, creyendo –torpes de
    ellos- que allí está DIOS, cuando lo que hay
    ahí es puro excremento.

    Quien necesita de algo no es más que aquel que,
    no teniéndolo y condicionado para su demanda, siente la
    compulsión de poseerlo con una fuerza y
    pasión interna casi inexplicable.

    Ya vimos que el ser humano no necesita del aire puesto
    que siempre lo tiene disponible en condiciones normales, pero no
    hemos negado que sea vital para nuestros organismos y que, por
    estar nuestro cuerpo condicionado al aire, cuando no lo tenemos
    es cuando realmente lo necesitamos. Es diferente lo
    imprescindible que resulta el aire y la necesidad del mismo,
    porque aunque es imprescindible para la vida, al tener
    disponibilidad de aire no hay necesidad de él; solamente
    cuando nos falta el aire será cuando sintamos la necesidad
    de tenerlo.

    ¿Quién necesita del Diablo?, solamente los
    que se han catalogado como necesitados del Dios Padre de la
    Santísima Trinidad Cristiana, y de allí
    ¡nadie más!. Aunque están también
    todos aquellos que, condicionados de su existencia, poder y
    alcances, lo justifican como la excusa a lo malo, a lo negativo y
    a lo pecaminoso, como la oposición de lo bueno, de lo
    positivo y de lo establecido por Dios Padre.

    Lo curioso, y hasta insólito, es que el
    único que necesita del Diablo es ese mismo Diosesito
    perverso de la Santa Biblia. Sin el mal no hay comparación
    de lo bueno. Sin lo negativo ¿qué valor
    tendría lo positivo?. Y sin el pecado no habría
    medida o mesura para la virtud. El Diablo, pues, es el punto de
    equilibrio y la comparación imprescindible que
    necesita normalmente el Dios bíblico que siendo él
    mismo dual (bondad-maldad o Dios-Diablo), necesita excusar en el
    mal el bien; necesita justificar en lo malo la bondad; necesita
    disculpar en el pecado y en lo negativo la virtud y lo
    positivo.

    ¿Quién necesita al Diablo?, todo aquel que
    está condicionado y obsesionado con el bien (entendiendo
    que es el bien que la Biblia y sus gritones practican y que ni
    por asomo es EL BIEN), con la virtud y con el degenerado culto
    religioso hacia el Padre Nuestro.

    ¿Somos conscientes de estar condicionados?
    ¿O sólo somos conscientes del pecado, de la virtud,
    del mal, del bien, de lo oculto y de los ángeles y de los
    diablos, del Cielo y del Infierno?.

    Real y definitivamente ninguno de nosotros somos capaces
    de reconocer que estamos escandalosamente condicionados, pero eso
    sí andamos muy ufanos expresando ese condicionamiento y,
    por eso mismo, es que estamos conscientes y nos damos cuenta de
    la angustia, del conflicto, de
    la congoja, del dolor, del pesar, del placer, de la
    alegría y del júbilo.

    Las ataduras sociales, culturales y familiares son parte
    del condicionamiento del ser humano; y, el lastre religioso, como
    el mayor conflicto interno que nos ha implantado, es la soga al
    cuello que nos aprieta inmisericordemente como la peor de las
    ataduras angustiantes y dolorosas que nos condicionan con mayor
    peso que otras ataduras.

    Prácticamente todo lo que nos rodea ha girado en
    torno al
    condicionamiento entre el bien y el mal que la Religión
    Cristiana ha implantado profunda y lacerantemente en la psiquis
    de los borregos que han caído en esa degenerada red; y eso ha marcado cada
    paso que la sociedad Cristiana ha pretendido dar.

    Como no nos damos cuenta de ese condicionamiento, entre
    Dios y el Diablo, no podremos producir a nuestro alrededor, y en
    nuestra Cristiana familia y
    comunidad,
    más que nuevos conflictos y
    mucha mayor confusión entre lo que es malo a los ojos del
    Padre Eterno y lo que es bueno para Jesucristo.

    El pegamento que ha consolidado el condicionamiento de
    la figura maligna del Diablo y de su aterrador Infierno, en
    nuestro destartalado psiquismo, es el apego. Si por algún
    golpe de suerte pudiésemos llegar a tomar conciencia, y a
    comprender, dándonos cuenta de nuestro apego hacia muchas
    cosas, así sería más probable que nos
    diéramos cuenta de nuestro pecaminoso
    condicionamiento.

    ¿Quién necesita al Diablo y a Dios Padre
    (¡que son la misma vaina!), que son ambos puro
    condicionamiento?, todos aquellos borregos que, teniendo lavado
    el cerebro,
    están apegados al concepto bien-mal; todos los que,
    teniendo un apego hacia lo tradicional que nos ha sobresaturado
    con la costumbre de un algo, desde el vientre de nuestras madres
    y que envasado como Cristianismo, no nos ha dado el chance de la
    elección; todos los que tienen apego a que son propiedad de
    la Iglesia a la que desde niños
    nos han hecho pertenecer; todos los que guardan apego hacia las
    personas del mismo grupo social y cultural y que comparten el
    mismo grado de conflicto religioso en el que nos embarcan
    nuestros padres y educadores; todos los que sienten apego hacia
    las ideas que pululan en nuestras desquiciadas mentes programadas
    para tener al Dios bíblico como EL DIOS ÚNICO; y en
    general todos aquellos que tienen apego a la seguridad que nos
    brinda nuestra Cristianísima, pero así mismo
    criminalísima sociedad en la que hemos nacido y en la cual
    nos desenvolvemos.

    El apego al Diablo y a Dios Padre es la mayor
    evasión que el ser humano, condicionado con la basura del
    Cristianismo, pueda exhibir. Y este pretexto evasivo es el que
    fertiliza, fortalece y hace crecer el condicionamiento
    diabólico y satánico que se ponen de manifiesto en
    los ritos Cristianos de todas y cada una de las Iglesias en la
    que nos hallemos practicando el insano culto al Diosesito
    diabólico de la Santa Biblia.

    ¿Qué le parece?…

    ¿Quién necesita al Diablo?, todos los que
    están apegados a ese producto
    psíquico, porque lo han convertido en el medio de escape
    de cada uno de los desquiciados practicantes del Cristianismo;
    por eso es tan importante el Diablo y el Mal en la prédica
    perversa de la Biblia, pues obligando a la posesión
    diabólica y al pecado, hacen surgir a Dios Padre como el
    medio salvador del mal y del pecado.

    Lo han convertido en el Superman de la Religión
    Cristiana.

    Los Cristianos huyen, por medio de sus enfermizos
    cultos, ritos y ceremonias religiosas, y por medio de su
    Diosesito de pacotilla, de sí mismos. Su propia persona les causa
    tal terror y tal traumatismo que necesitan depositar en alguien,
    allá afuera, todo ese cúmulo de psicosis. Dios
    Padre y el Diablo son meras evasiones oportunas y mercantilistas
    de lo que nosotros mismos somos.

    Todo el secreto que hace que se entremezclen Dios-Diablo
    practicante es porque están en el mismo nivel. Vibran bajo
    la misma oscilación y tienen los mismos fines ya que, para
    el ser humano que está inmerso en ese mar de religiosidad,
    Dios Padre y el Diablo son los pretextos y las evasiones que han
    resultado las mejores excusas para el horrendo actuar del ser
    humano.

    ¿Quién necesita del Diablo?,
    exclusivamente los mediocres. Y esto es sumamente importante que
    lo sepamos asimilar muy bien.

    Cualquier ser humano puede, en el transcurso de su vida,
    ir acumulando conocimientos enciclopédicos y una excelente
    capacidad, como producto de su aprendizaje o
    inteligencia;
    pero desgraciada y lamentablemente un poco más allá
    de las superficialidades que representa todo ese cúmulo de
    adquisiciones intelectuales,
    está el señalamiento –porque así se
    exhibe con él- de mediocridad en todos ellos.

    ¿Qué hace mediocre a un ser humano que,
    lleno de conocimientos y muy ilustrado, en todos o casi todos los
    aspectos de la vida, en su comportamiento
    no refleja más que ser un perfecto imbécil y
    alguien poco o nada sobresaliente?, su permanente manera de
    condicionamiento con el que obligadamente observa al mundo y su
    desenvolvimiento con esa distorsión en
    él.

    Una persona muy lista, sumamente capaz, que razona,
    especula, planifica y expandible en su desarrollo, es
    estúpida y mediocre en la medida que su mente,
    corazón o ideales y sentimientos estén tamizados
    por una creencia impuesta que, terrorísticamente inhiba y
    que con la evasión y el apego a sus dogmas, los anteponga
    a su agilidad mental.

    Un cristiano practicante común y corriente que
    pertenezca a cualquiera de las miles de sectas, grupos y
    subgrupos en los que tan chistosa como mediocremente está
    fraccionado el Camino a Dios Padre, no es más que un
    mediocre de marca mayor
    ¡nada sobresaliente!; y por muy lleno de fatuos
    conocimientos que tenga, todo ese bagaje enciclopédico
    será basura y algo
    inservible en su vida y en la aportación social que le
    corresponde, ya que no podrá convertirse y convertir su
    medio ambiente en
    cosa útil para la población mundial, porque siempre
    estará estático en lo que cree ser y, permaneciendo
    en un mismo campo, mantenga la venda Cristiana en los ojos de su
    mente casi infinita.

    NI CON DIOS NI CON EL
    DIABLO

    Desgraciadamente los obtusos Cristianos son incapaces de
    reconocer que si uno no participa de la festinada y embustera
    Prédica bíblica, tampoco eso puede ser motivo para
    que se nos señale como engendros del Demonio, ya que
    siendo Dios Padre y Satanás una sola y única
    manifestación psíquica y perversa, rechazar al
    Diablo –como yo lo hago- es rechazar categóricamente
    también a Yahvé, a los Elohím, es decir a
    Dios Padre, y a Jesucristo. Y por el otro lado, sentir
    repugnancia por la Prédica bíblica, por el
    Cristianismo, por el Padre Nuestro y por cualquier
    manifestación que provenga de la perorata
    Eclesiástica –como también yo lo pongo de
    manifiesto- es sentir la misma repugnancia por el Diablo, por
    Satanás, por Lucifer y por el Maligno.

    No creer en la manifestación del bien y del mal,
    tal y como la Biblia los describe bajo su muy interesado y
    criminal punto de vista, conlleva a tener la libertad de
    criterio ante las opciones que la vida presenta. El jueguito
    político-religioso del cual el hombre
    siempre se ha servido para mancillar a sus semejantes, no admite
    disidencia. Aquel que se atreva a cuestionar las baladronadas de
    sus principios
    morales y filosóficos, marcó el número
    equivocado y tendrá –como en mi particular caso- que
    sufrir todas las agresiones y toda la violencia y recibir los
    castigos directos o velados muy cristianos, de todos sus
    fanatizados miembros.

    El asunto es que hay que acabar con las piedras del
    camino que entorpecen la Gloria del Señor y no importa si
    de manera por demás degenerada se proceda con el
    obstáculo.

    Usando la lógica,
    el sentido común y a la propia Palabra de Dios, hemos,
    estamos y seguramente seguiremos presentando las pruebas que
    obligarán al lector a cambiar la torpe manera de pensar
    que tenía sobre el Dios ambivalente (Dios Padre-Diablo o
    bondad-maldad) que han aceptado como que es el Único y el
    Ser Supremo, cuando no es más que una imposición
    sentimental apasionada y brutal que yace en el subconsciente
    colectivo.

    ¡Ya basta de pantomimas! ¡Ni con Dios Padre
    ni con el Diablo!.

    A la Jerarquía Cristiana le ha convenido que el
    mayor número de sus borregos se mantengan entre el Padre y
    el Diablo, pues sólo de esa degenerada manera pueden
    sostener el Imperio Económico que tan diestramente han
    sabido levantar contra viento y marea. El pecado, como producto
    del Maligno y el perdón o la redención, como
    producto de Nuestro Señor, son el vaivén y el sube
    y baja en el que tienen por obligación que subirse todos
    los arrebatados y todos los que el Cristianismo ha sorbido el
    seso y el billete, si quieren la Gloria Eterna.

    Pero como una muestra
    más de la rigidez sádica del Cristianismo hay que
    declarar que Dios Padre y el Diablo ¡son la misma
    vaina!.

    No hay una línea exacta que los separe
    categóricamente como para pensar en dos entidades
    aisladas, individuales y ajenas una con la otra. ¿En
    dónde termina la "bondad" de Dios Nuestro Señor y
    empieza la "maldad" del Diablo? ¿En qué momento lo
    pecaminoso del Maligno se entremezcla con la misericordia del
    Padre Nuestro?.

    En cualquier pasaje, versículo o cantaleta
    bíblica, surge el sádico, el malandrín y el
    violento homicida degenerado del Padre Eterno como para que
    aún y a pesar de la constancia con que ejecuta sus
    "bondadosas" acciones y que
    lo acusan desde la Palabra de Dios Padre, hayamos permitido que
    se nos lo haya impuesto como que
    es DIOS y como que fuera EL TODO.

    El andamiaje legal y político que han montado en
    el seno de cada Iglesia que basa su locura en la
    tergiversación y no en la interpretación del Nuevo Testamento, ha
    llevado a convertir a la humanidad, que cae en sus redes, en
    carne de cañón y, amparados en la truculenta
    inspiración divina que el Espíritu
    Santo derrama sobre sus autoritarios Jerarcas, han procedido
    a castrar mentalmente al individuo o
    grupo de individuos que han caído en sus miserables manos
    y prédicas.

    El hombre ha sido
    objeto de la peor de las estafas con respecto al futuro en el
    más allá y parapetados tras Dios Padre y el Diablo,
    han hecho un campo de batalla en el que, para desgracia de la
    raza humana, solamente nosotros, los borregos de cada
    rebaño, hemos sido los que hemos puesto los muertos; ya
    que Dios Padre enfundado y apartado en un altar lleno de incienso
    y de vanagloria, no asoma ni la nariz para salvar a nadie de la
    debacle; y el Diablo o el Maligno, aparece como el que domina la
    situación y queda así como el gran instigador del
    pecado y a su vez, sirviendo de excusa y justificación al
    cobarde Padre Nuestro "que se esconde, que al feligrés no
    responde si en su altar no hay encaje y oropel" (versos de
    Savonarola que describen a Dios Padre).

    El Diablo es quien da cuerpo, vida y ánimo a la
    retórica Cristiana. ¡Sin el Diablo y sin el Maligno
    el Cristianismo y Dios Nuestro Señor estarían
    muertos!.

    La pasional desenvoltura que excita al que menos
    proviene del Salmo 139:19 ss, el cual es muy usado para demostrar
    que a los que están afuera de Cristo, y por ende con el
    Diablo, sólo el odio, la condenación y el crimen
    hay que brindarles. Y no la fraternidad.

    ¡Oh Dios Nuestro Señor si matases al
    malvado!. ¿No odio yo, oh Padre Santo, a los que te
    aborrecen y me enardezco en contra de todos tus enemigos?
    ¡Los aborrezco por completo y los tengo por enemigos
    míos!.

    El libro de Job
    16:7 ss, poniendo el dedo en la llaga, y para decepción de
    los que hincan aún sus rodillas en sus momentos de
    comunión con el Padre Eterno, nos retrata al Diablo y no a
    Dios Padre, pues nos regala la amorosísima descripción del comportamiento del
    Diosesito malandrín de la Santa Biblia. ¡Gloria a
    Dios Padre!.

    Pero ahora tu, oh Dios Padre, me has extenuado.
    ¡Has asolado a toda mi familia!. Y tu furor me
    despedazó y me has aborrecido. Dios crujió sus
    dientes contra mí. Me ha entregado Dios Padre a los
    malvados y en las manos de los impíos me hizo caer.
    Vivía yo tranquilo ¡y me desmenuzó!. Me
    agarró por la nuca y me despedazó. Y me puso por
    blanco suyo, me rodearon sus flecheros y traspasó mis
    riñones sin piedad. Mi hiel derramó por tierra.
    ¡Me quebrantó con quebranto sobre quebranto!.
    ¡Dios Padre me asaltó como un guerrero! Y por eso
    cosí un saco sobre mi piel y
    hundí mi cabeza en el polvo. Mi rostro esta inflamado con
    el llanto y mis párpados ensombrecidos ¡A pesar de
    no haber iniquidad en mis manos y de haber sido pura mi
    oración!.

    La revelación que Job hace del Diabólico y
    perverso comportamiento del Padre Nuestro, no es más que
    el pan de todos los días a los que la humanidad
    cristianizada está acostumbrada ya a recibir de parte del
    energúmeno Padre Eterno.

    ¿Hará falta acaso el Maligno o el Diablo
    para que sea él el provocador y el instrumento de esa
    iniquidad en particular?.

    Lo que debe quedar en claro es que ni con Dios Padre ni
    con el Diablo, pues, sabidos y advertidos desde hace miles de
    años de los antecedentes criminales y nefastos del
    Diosesito bíblico, allá aquel tontuelo que sabiendo
    que aún y a pesar de "no haber iniquidad en sus manos y de
    elevar una sincera, pura y devocional oración al Padre
    Nuestro" –tal y como lo dice la Santa Biblia- el degenerado
    Dios Nuestro Señor ¡sí quebrante con
    quebranto sobre quebranto!, y asalta al fiel cristiano como un
    guerrero común y corriente; y destruye, agarrando al
    borrego o al fiel creyente por la nuca y lo despedazará,
    como lo ha venido haciendo.

    ¿Gloria al Padre y al Diablo?… usted es quien
    lo decide.

    LUCIFER EL LUCERO DEL
    MAL

    Es de lo más inconcebible leer este apelativo que
    la Religión le ha dado al Diablo –como uno de los
    muchísimos sinónimos usados para señalarlo-
    y a la vez incongruente con lo que del propio seno Cristiano ha
    emanado y que yace impuesto en las profundidades del psiquismo
    del ser humano que ha caído –para su desgracia
    personal– en
    las tenebrosas redes de los Jerarcas
    Eclesiásticos.

    Si efectivamente la Luz sirve para
    designar a lo bueno y a lo excelso que es Dios Padre, y las
    Tinieblas (que son la descripción de la ausencia de la
    luz) representan y señalan sin opción posible a lo
    malo y a lo pecaminoso ¿Cómo entender la
    pantomímica postura de identificar al Diablo con la Luz y
    llamarlo inclusive Lucifer, el Lucero del Mal? ¡Por Dios
    Santo que la Curia y los teólogos están
    embrutecidos con su propia suficiencia!.

    A cualquier persona se le puede preguntar con respecto
    al tan temido Lucifer y le anticipamos que su reacción
    será la de rechazo tajante a este bellísimo
    ángel que osó rebelarse en contra del Sistema Celestial
    que comanda Dios Padre (según la locura y la brutalidad
    que nos han impuesto en las Iglesias Cristianas). Pero más
    inconcebible aún es que se haya montado tal chifladura
    melodramática y hacer protagonista de un Imperio Divino a
    un ser que, como pretenden los dementes seguidores de
    Jesús el Cristo, sea el Creador de todo el Universo y que
    aún y a pesar de eso tenga un rival poderoso y con
    suficiente poder como para prevenirnos con graves amonestaciones,
    castigos, ruegos, oraciones y demás desplantes que nos
    librarán del Príncipe de las Tinieblas, el
    bellísimo Lucifer.

    Mis engañadas y engañados amigas y amigos,
    si por un solo momento (y que conste que voy a suponerlo nada
    más) pudiéramos aceptar que se puede
    fácilmente individualizar a ESA FUERZA INFINITAMENTE VIVA
    E ILIMITADA de la cual provenimos, estamos y permaneceremos
    eternamente y la hacemos finita y la limitamos bajo cualquier
    concepto humano digerible, ya con esto empieza el auto
    engaño y la patraña. Y segundo, AL TODO, a lo
    INCOMPARABLE QUE ES DIOS, nada ni nadie puede rebelársele,
    oponérsele y mucho menos comparársele en
    PODER.

    ¡Nunca!.

    Si la Religión nos ha tenido tonteados con el
    cuenterete absurdo de una rebelión de Lucifer a las
    ordenanzas divinas, eso, no es más que carroña
    sacrosanta, hedionda y putrefacta a rabiar.

    Vea usted la gran paradoja del bien-mal tal y como la
    presenta el Cristianismo. Un lucero del Mal, de la manera como
    nuestros Jerarcas Religiosos nos lo han implantado, representa la
    deslumbrante y fulgurante pureza lumínica del pecado, del
    mal y de todas las maquinaciones perversas habidas y por haber.
    Pero su incongruencia y demencia estriba en que queriendo
    magnificar el sentido y el sentimiento de la maldad en su grado
    superlativo, han llegado a hacer que luzca tan esplendorosa y tan
    fascinante, que más pareciera que se refieren al bien y a
    la virtud y no como lo hacen hacia señalar el mal y el
    pecado.

    Denominar Lucifer, Luzbel o Lucero del Mal al Diablo y a
    Satanás, es como concebir que la sed en su extremo fatal
    de la carencia absoluta de líquidos y agua, sea conocida y
    se la quiera nombrar como "húmeda sequía". O bien
    que aquel falto de valor tenga una "valiente cobardía". O
    que aquel otro sea un "bellísimo feo".

    ¿Habrá posibilidad alguna para definir,
    entender y aceptar que haya una "bondadosa maldad" y así
    mismo llamarla Lucifer o Luzbel, el Lucero del Mal?.
    ¿Podrá alguien ser un fiel traidor, un honesto
    ladrón o bien un virtuoso asesino? ¿Usted
    qué cree viendo alrededor suyo?.

    ¡No!. O se es ladrón, traidor, feo y
    depravado, o se es honesto, fiel, bello y virtuoso. No es posible
    concebir que se den los pasos hacia esa locura que han impuesto
    desde los púlpitos oprobiosos y que aceptemos al Lucero
    del Mal como la concepción deslumbrante, santificada y
    sacralizada del vicio, del pecado y de la perversidad en todos
    sus extremos. ¡No es así la cosa!.

    ¿Qué es lo que nos han metido en la cabeza
    desde niños con respecto al Diablo?.

    Lucifer se rebeló porque quiso ser como Dios
    Padre.

    ¡Pero qué absurda la premisa usada por el
    Cristianismo para dejar prejuiciada la participación, uso
    y abuso de Luzbel, el relumbrante Príncipe de las
    Tinieblas.

    ¿Qué clase de
    batalla hubo entre Dios Nuestro Señor y el Ángel
    Bello lleno de Luz que una vez quiso ser como el Padre Eterno
    Creador del Cielo y de la Tierra?.
    Por lo visto y de acuerdo a toda la bazofia que se disparan en
    cada Iglesia, que rinde culto y devoción a Jesucristo, el
    que ganó tal lucha fue Lucifer; ya que hasta el día
    de hoy, y desde esas mismas Iglesias, se advierte sobre el
    peligroso personaje que se atrevió a desafiar al Diosesito
    prepotente y abusivo que nos han hecho adorar tomándolo
    por DIOS.

    Si efectivamente hubo alguna rebelión y una
    Guerra en los
    Cielos y que esta fue protagonizada por Lucifer, el Ángel
    Rebelde y por Dios Padre y toda su Legión y su Corte
    Celestial, forzosamente tuvo que haber entre esa pugna un ganador
    y por mínima lógica un grupo derrotado. Y si hasta
    el día de hoy nos han hablado y nos advierten del peligro
    y de los poderes del Maligno, sólo eso comprueba –y
    por parte de la propia boca oficial del Cristianismo- que el
    derrotado fue Dios Nuestro Señor y todas sus Legiones
    poderosas Celestiales.

    ¿Qué tal será entonces el poder y
    la gloria del Diosesito excrementoso que la Santa Biblia ha
    impuesto?.

    Si hubiese o quedase un pequeño dejo de duda o de
    incredulidad en esto que afirmo tan enfáticamente,
    comprendo tal sentimentalismo, pero con la cita que a
    continuación leeremos, y viniendo de nada menos el Primer
    Papa del Cristianismo, y por eso mismo la Máxima Autoridad en
    la materia,
    definitivamente que quedará saldada la romántica
    duda.

    1 de Pedro 5:8 ss, de una manera tosca y
    terrorística a la vez nos deja la piedra que sepulta la
    todopoderosa presencia de aquel que un día
    –estúpidos de nosotros- tomamos como
    DIOS.

    Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el
    Diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a
    quien devorar.

    ¡Satisfechos, verdad!.

    Si anda el Diablo buscando a quien devorar, eso
    sólo puede significar, y así hay que entenderlo,
    que don Diablo anda suelto, libre y con todo a su favor; y que,
    como resultado de la batalla entre el Bien y el Mal, o sea entre
    Dios Nuestro Señor y Luzbel el Lucero del Mal, quien
    salió con la victoria entre sus manos no fue otro
    más que Luzbel y sus huestes.

    Sino fue así ¿qué motivo hay para
    que San Pedro nos haga la grave advertencia sobre el Diablo y la
    posibilidad que seamos devorados por él en
    persona?.

    Pero para que quede muchísimo más cerrada
    la cuestión, meteremos a batear en este mismo jueguito al
    otro lelo de Pablo y leyéndolo
    desde Efesios 6:11 ss, pone otra tonelada de concreto sobre
    Jesús y su miserable Padre y los deja convertidos a ambos
    en monigotes.

    Vestíos de toda la armadura de Dios, para que
    podáis estar firmes contra las artimañas del
    Diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne,
    sino contra Principados, contra los Dominadores de este mundo de
    las Tinieblas, contra Huestes Espirituales de Maldad, en las
    regiones Celestiales. Y hay que tener el escudo de la fe, con la
    que podéis apagar todos los dardos encendidos del
    Maligno.

    ¿Quieren otro misil que terminará de
    destartalar la mentira de la Batalla entre Dios Padre y el
    Ángel de la Luz que se rebeló en los
    cielos?.

    Es Santiago 4:17 el que le pone la tapa al
    pomo.

    Someteos, pues, a Dios Padre. ¡Resistid al
    Diablo y él huirá de todos
    vosotros!.

    Si Dios Padre y su grandioso Ejército de la Luz
    hubiesen derrotado al Diablo y a sus huestes de la Maldad,
    ninguno de nosotros tendríamos que resistir del Diablo;
    por lo tanto este grandioso apóstol de Santiago, no hace
    más que corroborar que si a ganadores vamos y a que si
    alguien ganó la presunta batalla entre el Bien y el Mal,
    ese fue el Diablo.

    Y si el Diablo ganó ¿qué tan
    poderoso, perfecto y fuerte es Dios Nuestro
    Señor?…

    La Santa y Sabia Palabra de Dios Padre, como para todo
    tiene una respuesta, es la que se encarga de definirnos
    exactamente y en su justa dimensión todo el alcance de la
    famosa y bullanguera guerra Celestial entre los Portadores de la
    Luz y los de las Tinieblas. Y si fue Lucifer o Luzbel, el Bello
    Ser que se rebeló, peleó ¡y ganó el
    combate!, el Comandante en Jefe de las Huestes del Mal,
    sería a él –en todo caso- directamente a
    quien se le tuvo que haber hecho sufrir en carne propia y a quien
    tuvo que habérsele propinado todo su merecido castigo y la
    máxima penalización divina.

    LA VERDAD
    SATÁNICA DE DIOS PADRE

    Encontrándonos en esta etapa, en la cual ya mucha
    o toda la capa Cristiana que nos tenía obnubilados se
    cayó y, conociendo desde la Santa Palabra de Dios muchas
    de las cosas que, a pesar de haber estado
    allí siempre, no se nos habían querido explicar o
    tan siquiera comentar, es la oportunidad de hacer un verdadero
    examen de conciencia y decidir al respecto.

    Es justo que nos enfrentemos con la verdad.

    ¡Nos han engañado vilmente!.

    El Padre Nuestro, Jesús y todo lo que significa
    la Iglesia Cristiana, es y ha sido basura barata y, sin haber
    contribuido en ninguna mejoría en las sociedades en
    las cuales se les ha mantenido como Camino a Dios Padre, es
    necesario que, en este mismo instante, hagamos un alto y
    recapacitemos ante lo que hemos leído y sin necesidad de
    mucho aspaviento, reconozcamos que ni es cierto todo lo que sobre
    el Diablo y el Mal nos han enseñado, y por lo tanto
    será digno que aceptemos entonces que la verdad es que
    Dios Padre no es más que un satánico
    ser.

    ¿Cuál es la causa por medio de la cual se
    han nutrido los grupos Cristianos con y de los incautos que caen
    en sus tenebrosas redes? ¿Qué lleva al ser humano a
    participar del gozo espiritual, como ellos han dado en llamar a
    su perorata eclesiástica? ¿Por qué es que
    pertenecemos a cualquier iglesia Cristiana?.

    Descartando muchas de las causas y motivaciones que
    inducen a cualquier persona normal, cuerda y sana ha pertenecer
    –según su propia tontería- a la Iglesia
    correcta, solo nos queda un por qué y que, ha no dudarlo,
    es el que en el 100% de los casos obligó, consciente o
    inconscientemente, a que se buscara, se aceptara y se
    desarrollara en un grupo específico y particular de la
    corriente que tiene por Dios al Padre Eterno bíblico, a la
    Salvación que se ofrece allí de nuestras almas que
    tenemos perdidas.

    El terror que incide en nuestra psiquis, el grito
    desgarrador y aullante que la Jerarquía planificó y
    llevó a cabo como poder motivacional y de convencimiento,
    es lo que nos ha inducido a creer en que solo por medio de
    Jesús llegaremos a ser salvos y –estúpidos de
    nosotros- nos hemos visto obligados a estar en la senda Cristiana
    por el interés malévolo del egoísmo personal
    de ser parte del grupo de los elegidos.

    Aquel que manifiesta su duda y que no acepta el fatal
    trueque y considere que el Cristianismo no es más que la
    mayor coacción existente, fácilmente es convencido
    con el argumento sutil de decirle "Hermano, nada pierde usted con
    probar. Hágase Cristiano, practique, crea y
    ¿qué va a perder? ¿no perderá
    más si resulta cierto que sólo a través de
    Cristo alcanzaremos la Gloria Eterna? ¿Qué tal que
    es esa la Voluntad de Dios Padre y usted inútilmente la
    desaprovecha?".

    Entonces caemos y llegamos a formar parte del truco y
    del cohecho
    marrullero religioso Cristiano.

    ¡Nos ha convenido creer y nos hemos auto
    convencido que sólo así nos salvaremos!. Y por
    consiguiente la Salvación Eterna es el truco que muy bien
    han explotado, como estrategia de
    mercado los curas
    y los pastores, desde su respectivo púlpito engaña
    bobos. Es ridículo que la verborrea terrorista, como la
    que hemos comentado, sea la que ha terminado de convencer al que
    dudaba en que esa salvación Cristiana lo llevaría
    al Cielo y a la Gloria Eterna y que se haya aceptado sin reparo
    alguno en que Dios Nuestro Señor haya dispuesto, en su
    infinito amor por los
    seres humanos, que el Único Camino a El era su amado Hijo
    Jesucristo.

    Y muchísimo más ridículo es que el
    pobre aterrado cristianizado ser humano haya tenido que desear,
    desde lo más profundo de su ser, que de verdad sea cierto
    ese argumento y que de verdad haya Salvación y Gloria
    Eterna para su persona.

    ¡Qué malévolo poder el de la Iglesia
    Cristiana y qué poder de envolver incautos!.

    Pero lo ultra ridículo viene a estar en la trampa
    que esconde el trato, el arreglo y el trueque que se lleva a cabo
    con Dios Padre. ¿Cómo es posible que sea tan
    fácil extorsionar a la divinidad y que a cambio de
    practicar el Cristianismo, ¡y sólo así!, Dios
    Nuestro Señor permitirá el trueque de la
    Salvación por su Religión? ¡El Padre tiene un
    precio y eso
    lo hace sujeto de corrupción!. ¡Dios Nuestro
    Señor es un vulgar corrupto que acepta mordida, cohecho y
    sobornos!.

    La verdad satánica del Dios Padre descansa en
    este negocito muy turbio que a leguas huele a corrupción. ¿No había otro
    argumento más estúpido en el cual no embarrara con
    tanta porquería y excremento a Dios Nuestro Señor y
    en dónde no se le implicara en tratos baratos y vulgares y
    que sólo por medio de la extorsión, por el arreglo
    extra jurídico y por el soborno se llegue a conseguir un
    lugar o un palco numerado en la Gloria Eterna por medio de la
    Salvación que ofrecen ofertada en las Iglesias
    Cristianas?.

    Pero lo mejor del burdo truco éste lo podemos
    descubrir preguntando, exigiendo y reclamando ¡con todo el
    derecho del mundo! que se nos explique y se nos diga ¡De
    qué diablos se nos salvará! ¡De dónde
    acá estamos perdidos!, pues sólo se salva aquel que
    antes estaba perdido. ¿Estamos perdidos entonces en este
    momento? ¡Perdidos de qué! ¡Salvados de
    qué nos van a hacer!. Por favor, ya es suficiente en
    querer estarnos viendo la cara de pendejos (tontos,
    estúpidos, lelos o babosos). ¡Ya párenle,
    pues, hoy los estamos desenmascarando a todos ustedes bola de
    terroristas falaces y demagogos!.

    Que alguien llegue a cumplir con todo el significado que
    trae aparejado el término "salvado" o aún el de
    "Salvación", implica, ¡forzosamente!, que hubo antes
    de eso un peligro tan grave que se estuvo a punto de perecer. La
    Salvación está emparentada con la
    protección, con el rescate, con la curación, con la
    liberación y con el apoyo incondicional. Téngase
    muy presente que lo incondicional es la premisa en la que debe de
    descansar la Salvación.

    Aquella protección, liberación y la
    salvación que venga acompañada de condición
    o de límites
    basados en un arreglo, en un trueque, en un negocio o en una
    extorsión ¡No será Salvación!,
    será más bien un acomodo mental en el mercadeo que
    acostumbran hacer los que quieren sacar y obtener un
    provecho.

    Y está bien eso de los negocitos, pues, al fin y
    al cabo hasta el trabajo que
    desempeñamos no es más que un arreglo mutuo. Pero
    condicionar a un hijo a que para brindarle techo, comida y
    educación, requerimos del retoño nuestro toda una
    serie de "siempre y cuando…", eso, ese arreglo, no será
    más que demostrar que amor, afecto y paternalismo
    –en todo su amplio significado- no tenemos para con los
    vástagos, sino que exhibimos una especie de
    patanería vulgar que busca la retribución y no la
    protección indulgente, ¡sin limitaciones!
    (más que aquellas que tenga la propia dimensión
    real del hogar y de la sociedad en que vivimos).

    Por supuesto que hablamos de niños e hijos
    menores de edad, pues con los mayores de cierta edad, 18 y 20
    años, hay que dejarlos volar, ya que se supone tienen las
    herramientas
    que les hemos dado en casa papá y mamá como para
    que hagan o empiecen a hacer sus propias vidas.

    O sea que si a condiciones familiares con los hijos
    vamos, tendremos, para cumplir el concepto de paternidad
    responsable, que ser y que dar todas esas facilidades en el hogar
    para que los hijos (varones y hembras) puedan madurar con
    libertad y no con complejos, así, que el día de
    mañana puedan tomar sus propias decisiones y no importa si
    equivocadas o correctas, pues, serán responsables de lo
    que emprendan y asumirán todas las consecuencias derivadas de su
    toma de
    decisiones. Y sólo así, cumpliremos con
    desarrollar ciudadanos responsables y no traumatizados
    psicópatas que andarán en busca del desquite y de
    ver quién se las paga entre sus vecinos y no buscando la
    entrega amorosa y el servicio
    desinteresado hacia su comunidad.

    ¡No le parece lo más sensato!.

    Un padre de familia, antes de condicionar a sus hijos y
    extorsionarlos, debe de educar, informar y –lo más
    importante- dar el ejemplo de lo que predica. Si a pesar de eso
    no hay respuesta a la rectificación que se pide en los
    hijos y si la edad del vástago permite que se de plena
    cuenta del meollo del asunto a tratar, habrá que usar
    métodos
    profesionales ¡pero nunca la amenaza de quitarles el techo,
    el hogar y el apoyo familiar y paternal que soporta todo el
    psiquismo del hijo!. Estamos hablando de los menores de edad,
    pues con los mayores que no asuman sus responsabilidades y no
    quieran entrar al aro en el hogar, lo mejor es que vuelen
    solos.

    ¿Qué significa que el Padre Nuestro nos
    esté extorsionando a que nos dará la
    Salvación Eterna sólo si la buscamos a
    través de Jesucristo? ¿Tanta maldad y tanto de lo
    bestia aflora en Dios Nuestro Señor?.

    Supongamos que un padre de familia, por conocer el fondo
    de sus hijos decide a media noche de cualquier día, y
    cuando toda la familia ya está profundamente dormida, que
    es el momento de incendiar la casa; y dejando apenas una sola
    puerta de escape de las feroces llamas, se decide a llevar a cabo
    su locura. Prenderle fuego a la casa y despertar a su familia y
    hacerle comprender el grave peligro y lo mortal que puede
    resultar el fuego, pero exigirles que se les dará la
    oportunidad a cada uno de sus miembros de escapar sin
    ningún problema de esa miserable y horrenda muerte siempre
    y cuando cumplan con ciertos requisitos, no será
    más que un tremendo y traumático golpe
    psicológico en cada uno de los miembros de ese grupo
    familiar.

    ¿Cómo catalogaríamos a tal "padre"
    de familia?… pues, por igual, eso mismo que usted pensó
    en su interior, eso mismo que dijo de ese energúmeno
    incendiario, ¡eso mismo es lo que es y significa Dios
    Nuestro Señor, el Padre Nuestro al que le rezamos y oramos
    por la Gloria Eterna!.

    ¿Cómo se sentirá aquel que es usado
    y compelido a ser parte de un experimento divino? ¿No que
    un padre ama incondicionalmente a sus hijos? ¿Cómo
    un pequeñuelo pueda llegar a comprender el Plan de
    Salvación y así llegar a tener la oportunidad de
    salvarse? ¿Para qué un salvamento y una prueba?
    ¡Cualquier padre común y corriente y no digamos el
    Padre Nuestro se supone que conocen muy bien a cada uno de sus
    hijitos!.

    El significado de conocer que el Padre Eterno nos
    extorsiona con Jesús para la Salvación, hace que
    nazca en todos nosotros la pregunta básica siguiente
    ¿Para qué nos hizo entonces, para qué nos
    creó o nos produjo Dios Padre? ¿Si todos provenimos
    de una misma fuente, por qué unos sí y otros no se
    salvan? ¿Por qué la imposición intolerante e
    inmisericorde del Padre Nuestro si con esta petulante acción
    se luce como cualquier degenerado demente y psicópata
    pervertido y no como el indulgente ser que amoroso y muy
    responsable de todas y cada una de sus criaturas, se preocupa de
    proveer y facilitar el desarrollo ilimitado y sin condiciones
    para que así mismo todos lleguemos a alcanzar el éxito y
    el logro del desarrollo integral?.

    ¡A cuenta de qué tengamos que salvarnos de
    ese incendio en nuestro propio hogar que ese
    esquizofrénico Dios Padre provocó para luego
    "salvarnos Dios mismo de una espantosa muerte"!.

    ¿Por qué tiene que ser cierto que
    sólo por medio de Jesucristo se nos permitirá
    escapar -¡antes que salvarnos!- del horrendo infierno
    iniciado por el propio imbécil que hoy nos ofrece
    dadivosamente (torpe y abusivo de él) la Salvación
    Eterna? ¡Por qué!…

    Proponer la Salvación, tal y como es la
    motivación que destilan en el alma y en el
    espíritu del ser humano desde cualquier iglesia Cristiana
    para atraparlo adentro de sus satánicos ritos, es
    reconocer que ese mismo Padre Nuestro, que propone la
    Salvación por la puerta única y exclusiva de
    Jesús, no es más que un derrotado, un
    pusilánime y un fracaso total.

    Todos nosotros, los pertenecientes al género
    humano, o sea toda la población que componemos el conjunto
    de hombres y mujeres (sin importar edades), estamos sujetos a
    tener el privilegio de escapar del peligro, a tener la
    protección del bien sobre el mal, a estar y permanecer
    libres de la opresión, a ser rescatados de las desgracias,
    a ser curados de las penas y de las aflicciones y a tener el
    apoyo de quitarnos todo el mal que nos rodea en esta vida y en
    esta experiencia terrena.

    ¿Quién fue ese maldito y malvado ser que
    hizo la opresión, el peligro, el mal, las desgracias, las
    penas y las aflicciones que hoy y por medio de Nuestro
    Señor Jesucristo, el Padre Nuestro nos ofrece salvarnos
    Eternamente de todas ellas?.

    Isaías 45:7 nos hace el gran favor de descubrir
    al autor intelectual y físico, o material, de todas y de
    cada de esas fatalidades que tan graciosamente y gentil Dios
    Padre ofrece Salvarnos.

    Yo soy Dios Vuestro Señor (Yahvé)
    ¡Y yo soy el creador de todas las adversidades!
    ¡Yo soy el que hace todo el Mal que existe!.

    Amós 3:6 ratifica a Isaías y presenta las
    pruebas que determinan e identifican plenamente al causante del
    Mal que nos envuelve y del cual Jesucristo misericordiosamente
    nos Salvará.

    ¿Acaso caerá el infortunio, la
    desgracia, la tribulación, la pena, la miseria y todo el
    Mal existente ¡Sin que Dios Nuestro Señor

    (Yahvé el guerrero) lo haya causado!?.

    Marcos 7:21 y 22 nos describen el pensamiento de
    Jesucristo Nuestro Divino Maestro y Salvador que, con la
    verborrea clásica del demagogo, pretende salirse por la
    tangente y, desviando todo lo que ya sabemos de Dios Padre, cree
    –torpemente- que con declarar, lo que leeremos a
    continuación, se nos convencerá que el Dios
    Perdonador, Tolerante y Bueno de la Biblia, ¡nada tiene que
    ver con el horrendo actuar que todo el Antiguo Testamento nos
    dice de Yahvé!; y que Isaías, Amós y todos
    los demás profetas mintieron al describir detallada y
    gozosamente a ese criminal y malvado del Padre Nuestro que se
    comporta como un matoncillo en cada una de las páginas de
    esa parte de la Santa Biblia, sin olvidarnos que nos han dicho
    que fue el Espíritu Santo el que inspiró toda la
    Palabra de Dios Padre.

    Y leemos la falacia de Jesús el Cristo y a la vez
    ¡nos reiremos de su imbecilidad! al creer que
    seríamos fácilmente engatusados.

    De adentro, del corazón de los hombres, salen
    las maquinaciones perversas, las fornicaciones, los hurtos,
    asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, el engaño, la
    desvergüenza, la envidia, la maledicencia, la arrogancia, la
    estupidez.

    ¡Estamos totalmente de acuerdo!. ¿Pero por
    qué te faltó reconocer –demagogo Jesucristo-
    lo que Isaías dejó dicho sobre tu Padre Celestial?.
    No hay que olvidarnos que este profeta nos dejó dicho
    "!Dios Padre es el creador de todo el Mal que existe en el
    mundo!".

    ¡Y esta es la verdad satánica de Dios
    Padre!. Dios Nuestro Señor –al igual que el
    energúmeno padre de familia ese que incendia la casa para
    luego salir con condiciones y sólo así salvar a su
    familia- creó, provocó y embaucó al ser
    humano en el Mal y en todas las maquinaciones perversas que su
    Hijo Unigénito ya nos describió, y ahora pretende
    que sólo por medio del Cristianismo y de la Segunda
    Persona de la Santísima Trinidad, o sea que exclusivamente
    usando a Nuestro Señor Jesucristo como puerta,
    obtendremos, graciosa y gentilmente, la consideración
    divina que nos dará la Salvación Eterna.

    1 de Pedro 5:8 ss, de la manera más
    estúpida y perversa imaginable (no hay que olvidar que
    todo el edificio del Cristianismo descansa en este imbécil
    de San Pedro), descubre a su Jefe y deja así al
    descubierto todo lo que concluimos, que ¡Dios Padre y el
    Diablo son la misma vaina!.

    Sed sobrios y velad; porque vuestro gran adversario
    el Diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a
    quien devorar. Más el Dios de toda gracia

    (Yahvé), que nos llamó a su Gloria Eterna en
    Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de
    tiempo

    (qué libinidoso el Dios Padre que se goza en el dolor y en
    el mal, tal y como ya lo dijo desde Deuteronomio 28:60 y 63:
    "Dios Nuestro Señor traerá sobre ti todos los males
    ¡así se gozará el Padre Eterno en arruinarte
    y en destruirte!"), él mismo os perfeccione, afiance,
    fortalezca y establezca. A El sea la Gloria y el Dominio por los
    siglos de los siglos. Amén.

    ¡Qué razón tenemos!. Este fantoche
    Padre Nuestro no sólo es el creador del Mal, sino que es
    tan cobarde como su Hijo y los discípulos, que con
    falacias lo encubren.

    ¡Dios Nuestro Señor y el Diablo son la
    misma excrementosa porquería!.

    ¿No le parece?…

    Willy Ruano

    Investigador y escritor

    www.editorialpiedraangular.com

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