- ¿Quién
necesita de Dios? - ¿Quién
necesita del diablo? - Ni con Dios ni con el
diablo - Lucifer el lucero del
mal - La verdad satánica de
Dios Padre
¿Quién, cómo y qué es el
Diablo?.
Sin que exista un pasaje específico en la Santa
Biblia que aclare esta duda, y leyendo que al Diablo se le
atribuye toda la maldad que existe en el mundo (a pesar que
quién efectivamente ejecuta las mayores desgracias y los
más grandes males es Dios Nuestro Señor), la duda
consume a aquel estudioso de averiguar sobre tan terrible
personaje al que la Religión ha
identificado como la Perversa Encarnación del
Mal.
Con mucha pena tenemos que dejar aclarado, ¡y de
una buena vez!, que el Dios bíblico –de quién
hablaremos- ¡ni por asomo es DIOS, EL TODO!, porque pudiera
ser motivo de alguna controversia llegar a pensar otra cosa que
no es, ni que pretendemos que sea.
Muchas personas religiosas, y pertenecientes a
cualquiera de las miles de iglesias que pululan en nuestros
esquilmados países, me han tildado de ateo; y me increpan
mi, para ellos, incredulidad en Dios Padre que, como ya ustedes
lo sabrán, y si no ahora se enterarán, ¡no es
DIOS!. Es decir que el Dios bíblico, o mejor dicho los
Dioses de la Santa Biblia, ya sea Yahvé el guerrero o los
Elohím o los muchos fuertes y poderosos seres que encierra
tal vocablo, ni por asomo son o representan a DIOS.
Mi respuesta, ante el ateísmo con que me bautizan
los gritones de sandeces, es y será que son ellos, los
participantes del jolgorio Cristiano, los que no creen en DIOS; y
que yo, en todo caso, y sin querer encasillar por eso AL TODO,
soy el que sí cree en DIOS, pues ellos tienen por EL TODO
a los muchos Dioses que la Santísima Biblia nos regala en
sus sangrientas páginas. Sin olvidarnos que otros,
igualmente aletargados, han hecho divino el concepto de los
protagonistas de los Libros
Sagrados de su propia cultura y
civilización.
Encontramos quien cree en el Dios de los mayas, en el
de los hinduistas, de los babilonios y aún aquellos que
han puesto en un altar y con rango de Dios al dinero.
DIOS, mis estimados lectores y lectoras, es el ABSOLUTO
e INFINITO TODO. Y nosotros, pobres motas de polvo
cósmico, no somos más que parte de ese ILIMITADO
UNIVERSO de
DIOS. Y para llegar a esta conclusión basta con decir, y
dejar muy bien expuesto que DIVINO, y perteneciente AL TODO, es
todo aquello que, siendo común a los seres vivos del
planeta Tierra, es
además fácil de percibir hasta por un niño
pequeño.
Ejemplos hay miles. La lluvia, la vegetación, el Sol, la noche y cientos de
otras manifestaciones. Esto nos viene a indicar que Jesucristo,
que no es común a todos los seres vivos de este hermoso
Planeta, porque de los seis mil millones de habitantes que lo
poblamos solamente unos mil millones lo siguen a través de
cualquiera de sus miles de denominaciones religiosas, ¡no
es divino y mucho menos DIOS!.
La Biblia corre igual suerte y así mismo los dos
conceptos de Dios que allí encontramos. Ni Yahvé el
guerrero ni los Elohím, o los muchos Dioses fuertes y
poderosos, pueden estar en la línea DIVINA del TODO que ES
DIOS.
Lo que sí resulta llamativo, y que además
es muy gracioso, es la concepción que todos tenemos de lo
bueno y de lo malo. Para comenzar, ¿por qué para
nombrarlos siempre se dice el bien y el mal y no el mal y el
bien? ¿Por qué primero el bien, la bondad, lo bueno
y no el mal, la maldad, lo malo?. Tal parece que no es más
que uno de tantos trucos para mantener aterrado al ser humano con
los extremos del bien.
La pregunta que hoy planteamos, como el primer
subtítulo del interesante tema central del bien y del mal,
o del mal y del bien –como usted ya lo prefiera- es
demoledora, ya que, imposible de ser contestada por ninguno de
los creyentes, a pesar del marcado interés de
muchos en apropiarse de tal respuesta, queda como una
paradójica y demagógica
pregunta.
Vamos a proceder con el razonamiento lógico y,
naturalmente inteligente, tal y como debe procederse con personas
normales y sanas, para demostrar la inconsistencia del drama que
han implantado en la propia dignidad de
la familia
cristianizada los gritones de púlpito. Y no importa de que
secta, grupo,
religión o creencia sean. Todos y cada uno de ellos
–llámense como se llamen y nómbrense como se
nombren- solamente han confundido al pobre ser humano que los oye
embobado y aterrorizado a la vez y que acepta sus insanas
palabrejas inspiradas.
¿Quién necesita al médico?,
lógicamente aquel que esté enfermo.
¿Quién necesita del dentista?, el que tiene
problemas en
su dentición. ¿Quién busca al prestamista?,
todo el que necesita dinero y un préstamo.
¿Quién necesita comer?, el hambriento.
¿Quién está urgido de agua?, el
sediento. ¿Quién necesita educación?, el que
ignora. ¿Quiénes exigen paz, trabajo y
respeto?, todos
aquellos que están rodeados de violencia,
miseria y opresión.
Entonces, y de acuerdo con la natural esencia del ser
humano, y que además todos lo sentimos, es bueno
cuestionarnos ¿Quién necesita a DIOS?, y la
respuesta es apabullante ¡Ninguno!; pues sólo queda
satisfecho de una necesidad aquel que la demanda y que,
sin poseerla, tiene urgencia que se la proporcionen. Todo aquel
ser humano que no tenga algo, ese algo, precisamente, es y
será lo que necesita.
Se traduce en necesidad todo aquello de lo cual
adolecemos, siempre y cuando seamos inducidos a pensar que lo
necesitamos. Un pobre adicto a las drogas
tendrá necesidad de ellas siempre y cuando no las tenga y
no esté en el goce de esa efímera instancia
placentera (para el drogadicto); pero un ciudadano común y
corriente, que en su vida ha probado o experimentado con tales
delicias prohibidas, nunca sentirá la compulsión de
demandarlas como lo hacen los que, por estar en el vicio o en las
drogas,
sí lo hacen, pues un ser humano normal y sano, como los
miles de millones que no somos adictos, nunca sentiremos la
compulsión de buscarlas, demandarlas o exigirlas, ya que
no tenemos un punto de comparación entre una experiencia
–la gozosa- y la que nunca hemos tenido.
Por consiguiente todos aquellos que piensan que no
tienen a DIOS, pero que estúpidamente en una Iglesia
cualquiera les hayan dado a probar la mercancía falsa que
expenden haciendo pasar a su propio concepto, como es el caso del
Cristianismo
que usa a Yahvé y a Elohím, por EL TODO, ¡son
quiénes demandarán y necesitarán de ese Dios
bíblico!. Y esos mamarrachos religiosos que se lucen en
las páginas de cualquiera de los miles de Libros Sagrados
de las diferentes civilizaciones, culturas y sociedad a lo
largo y ancho del Planeta y en todas las épocas, ¡no
es DIOS!. ¿De acuerdo?…
¿Quién necesita a DIOS?, ¡ninguno!.
Con esta afirmación no hay duda y mucho menos subterfugio
alguno.
Muchos de ustedes se preguntarán ¿de
cuál Dios demandamos esa necesidad de él?
¿Del Dios de los Cristianos, del de los hinduistas, del de
los mayas, incas,
aztecas o de
cualquier otro de los miles de Dioses que han convivido en las
psiquis manoseadas de los seres humanos y tan diferentes todos
ellos entre sí que ninguno de los conceptos, con los que
lucen a sus respectivas divinidades, concuerda uno con los
otros?.
Y eso es todo.
Y a esos Dioses es a los que, y por los cuales, se
sentirán las necesidades psíquicas de tenerlos en
el corazón y
mente. Con DIOS, con el TODO, como nunca hemos dejado de estar en
SU UNIVERSO ABSOLUTO e ILIMITADO, es imposible que demandemos
necesitarlo. No lo olvidemos, se demanda sólo aquello que
no se tiene o posee luego de probarlo y no tenerlo.
Hay, de necesidades y demandas –en todos los seres
humanos- muchas y muy variadas opciones, que van de acuerdo con
el medio
ambiente, con la sociedad, cultura y con lo que se nos ha
enseñado y hasta condicionado a necesitar. Por ejemplo si
a un niño se le educa con un parámetro equis, toda,
o casi toda su vida andará demandando y tratando de
obtener y de satisfacer ese condicionamiento
inculcado.
Y un par de zapatos nos pueden ilustrar mejor.
¿Cuántos de nosotros pudiéramos salir
descalzos a realizar nuestras actividades diarias normales?. Y si
se toma usted la molestia de salir a la calle con ojo
investigador se podrá dar cuenta que entre las personas
muy humildes y con muy pocos recursos
económicos o ninguno, a sus pequeños hijos los
mantienen descalzos y, para ellos, siendo natural y normal tal
desnudez de pies, estos no se resienten por adolecer de zapatos o
de un par de sandalias o caites.
Descalce usted ahora a cualquier niño que siempre
los ha usado y será muy fácil comprobar lo que la
costumbre de andar calzado provocará en el
pequeño.
Necesidad de DIOS ¡ninguno debemos de tener o de
sentirla!, porque se demanda aquello de lo que adolecemos
condicionados y, si somos parte DEL TODO, y nunca nadie nos ha
condicionado a eso, ¿qué necesidad podremos tener
de DIOS para así tan estúpidamente demandarlo?. Si
estamos en SU INFINITO y ABSOLUTO UNIVERSO ¿qué
más necesitamos?…
Un pez fuera del agua sí necesita de ella, pero
el ser humano nunca, pero nunca ¡nunca!, podrá estar
situado afuera del UNIVERSO de DIOS, ya que si estamos en
EL UNIVERSO
DEL TODO, será imposible que alguien o algo nos limite y
nos aísle ¡ni por una milésima de segundo de
DIOS!.
¿Qué tipo de problema puede tener el ser
humano con el aire y qué
necesidad tengamos del aire?. Claro que si sumergimos nuestra
nariz adentro del agua o si nos tapan boca y nariz sí que
verdaderamente llegaremos a necesitar del aire, pues sólo
cuando nos falta algo es cuando lo necesitamos.
Con las condiciones propias de la mentalidad trastornada
que la Religión Cristiana ha desarrollado en los fieles
creyentes y seguidores de su prédica, ahora ya podremos
comprender mejor el dilema de la implantación y de la
condicionalidad de necesitar de las justificaciones, de las
excusas y de las disculpas para mantener límpida esa
imagen
bondadosa del Padre Nuestro que, hipócritamente concebido,
no es más que un vil sanguinario y un bandolero de lo
peor.
Se necesita mucho coraje para no mentarles la madre a
los Jerarcas Religiosos de la Cristiandad que escudados en un
maniático Dios, al leer de sus sanguinarios y horrorosos
contactos con la población de la época, no han hecho
más que parapetarse en un criminal; y diciéndonos
que ese fantoche es el Padre Nuestro han arrastrado con todo
aquel incauto que ha caído en sus tenebrosas redes ensangrentadas en
millones de seres humanos masacrados, creyendo –torpes de
ellos- que allí está DIOS, cuando lo que hay
ahí es puro excremento.
Quien necesita de algo no es más que aquel que,
no teniéndolo y condicionado para su demanda, siente la
compulsión de poseerlo con una fuerza y
pasión interna casi inexplicable.
Ya vimos que el ser humano no necesita del aire puesto
que siempre lo tiene disponible en condiciones normales, pero no
hemos negado que sea vital para nuestros organismos y que, por
estar nuestro cuerpo condicionado al aire, cuando no lo tenemos
es cuando realmente lo necesitamos. Es diferente lo
imprescindible que resulta el aire y la necesidad del mismo,
porque aunque es imprescindible para la vida, al tener
disponibilidad de aire no hay necesidad de él; solamente
cuando nos falta el aire será cuando sintamos la necesidad
de tenerlo.
¿Quién necesita del Diablo?, solamente los
que se han catalogado como necesitados del Dios Padre de la
Santísima Trinidad Cristiana, y de allí
¡nadie más!. Aunque están también
todos aquellos que, condicionados de su existencia, poder y
alcances, lo justifican como la excusa a lo malo, a lo negativo y
a lo pecaminoso, como la oposición de lo bueno, de lo
positivo y de lo establecido por Dios Padre.
Lo curioso, y hasta insólito, es que el
único que necesita del Diablo es ese mismo Diosesito
perverso de la Santa Biblia. Sin el mal no hay comparación
de lo bueno. Sin lo negativo ¿qué valor
tendría lo positivo?. Y sin el pecado no habría
medida o mesura para la virtud. El Diablo, pues, es el punto de
equilibrio y la comparación imprescindible que
necesita normalmente el Dios bíblico que siendo él
mismo dual (bondad-maldad o Dios-Diablo), necesita excusar en el
mal el bien; necesita justificar en lo malo la bondad; necesita
disculpar en el pecado y en lo negativo la virtud y lo
positivo.
¿Quién necesita al Diablo?, todo aquel que
está condicionado y obsesionado con el bien (entendiendo
que es el bien que la Biblia y sus gritones practican y que ni
por asomo es EL BIEN), con la virtud y con el degenerado culto
religioso hacia el Padre Nuestro.
¿Somos conscientes de estar condicionados?
¿O sólo somos conscientes del pecado, de la virtud,
del mal, del bien, de lo oculto y de los ángeles y de los
diablos, del Cielo y del Infierno?.
Real y definitivamente ninguno de nosotros somos capaces
de reconocer que estamos escandalosamente condicionados, pero eso
sí andamos muy ufanos expresando ese condicionamiento y,
por eso mismo, es que estamos conscientes y nos damos cuenta de
la angustia, del conflicto, de
la congoja, del dolor, del pesar, del placer, de la
alegría y del júbilo.
Las ataduras sociales, culturales y familiares son parte
del condicionamiento del ser humano; y, el lastre religioso, como
el mayor conflicto interno que nos ha implantado, es la soga al
cuello que nos aprieta inmisericordemente como la peor de las
ataduras angustiantes y dolorosas que nos condicionan con mayor
peso que otras ataduras.
Prácticamente todo lo que nos rodea ha girado en
torno al
condicionamiento entre el bien y el mal que la Religión
Cristiana ha implantado profunda y lacerantemente en la psiquis
de los borregos que han caído en esa degenerada red; y eso ha marcado cada
paso que la sociedad Cristiana ha pretendido dar.
Como no nos damos cuenta de ese condicionamiento, entre
Dios y el Diablo, no podremos producir a nuestro alrededor, y en
nuestra Cristiana familia y
comunidad,
más que nuevos conflictos y
mucha mayor confusión entre lo que es malo a los ojos del
Padre Eterno y lo que es bueno para Jesucristo.
El pegamento que ha consolidado el condicionamiento de
la figura maligna del Diablo y de su aterrador Infierno, en
nuestro destartalado psiquismo, es el apego. Si por algún
golpe de suerte pudiésemos llegar a tomar conciencia, y a
comprender, dándonos cuenta de nuestro apego hacia muchas
cosas, así sería más probable que nos
diéramos cuenta de nuestro pecaminoso
condicionamiento.
¿Quién necesita al Diablo y a Dios Padre
(¡que son la misma vaina!), que son ambos puro
condicionamiento?, todos aquellos borregos que, teniendo lavado
el cerebro,
están apegados al concepto bien-mal; todos los que,
teniendo un apego hacia lo tradicional que nos ha sobresaturado
con la costumbre de un algo, desde el vientre de nuestras madres
y que envasado como Cristianismo, no nos ha dado el chance de la
elección; todos los que tienen apego a que son propiedad de
la Iglesia a la que desde niños
nos han hecho pertenecer; todos los que guardan apego hacia las
personas del mismo grupo social y cultural y que comparten el
mismo grado de conflicto religioso en el que nos embarcan
nuestros padres y educadores; todos los que sienten apego hacia
las ideas que pululan en nuestras desquiciadas mentes programadas
para tener al Dios bíblico como EL DIOS ÚNICO; y en
general todos aquellos que tienen apego a la seguridad que nos
brinda nuestra Cristianísima, pero así mismo
criminalísima sociedad en la que hemos nacido y en la cual
nos desenvolvemos.
El apego al Diablo y a Dios Padre es la mayor
evasión que el ser humano, condicionado con la basura del
Cristianismo, pueda exhibir. Y este pretexto evasivo es el que
fertiliza, fortalece y hace crecer el condicionamiento
diabólico y satánico que se ponen de manifiesto en
los ritos Cristianos de todas y cada una de las Iglesias en la
que nos hallemos practicando el insano culto al Diosesito
diabólico de la Santa Biblia.
¿Qué le parece?…
¿Quién necesita al Diablo?, todos los que
están apegados a ese producto
psíquico, porque lo han convertido en el medio de escape
de cada uno de los desquiciados practicantes del Cristianismo;
por eso es tan importante el Diablo y el Mal en la prédica
perversa de la Biblia, pues obligando a la posesión
diabólica y al pecado, hacen surgir a Dios Padre como el
medio salvador del mal y del pecado.
Lo han convertido en el Superman de la Religión
Cristiana.
Los Cristianos huyen, por medio de sus enfermizos
cultos, ritos y ceremonias religiosas, y por medio de su
Diosesito de pacotilla, de sí mismos. Su propia persona les causa
tal terror y tal traumatismo que necesitan depositar en alguien,
allá afuera, todo ese cúmulo de psicosis. Dios
Padre y el Diablo son meras evasiones oportunas y mercantilistas
de lo que nosotros mismos somos.
Todo el secreto que hace que se entremezclen Dios-Diablo
practicante es porque están en el mismo nivel. Vibran bajo
la misma oscilación y tienen los mismos fines ya que, para
el ser humano que está inmerso en ese mar de religiosidad,
Dios Padre y el Diablo son los pretextos y las evasiones que han
resultado las mejores excusas para el horrendo actuar del ser
humano.
¿Quién necesita del Diablo?,
exclusivamente los mediocres. Y esto es sumamente importante que
lo sepamos asimilar muy bien.
Cualquier ser humano puede, en el transcurso de su vida,
ir acumulando conocimientos enciclopédicos y una excelente
capacidad, como producto de su aprendizaje o
inteligencia;
pero desgraciada y lamentablemente un poco más allá
de las superficialidades que representa todo ese cúmulo de
adquisiciones intelectuales,
está el señalamiento –porque así se
exhibe con él- de mediocridad en todos ellos.
¿Qué hace mediocre a un ser humano que,
lleno de conocimientos y muy ilustrado, en todos o casi todos los
aspectos de la vida, en su comportamiento
no refleja más que ser un perfecto imbécil y
alguien poco o nada sobresaliente?, su permanente manera de
condicionamiento con el que obligadamente observa al mundo y su
desenvolvimiento con esa distorsión en
él.
Una persona muy lista, sumamente capaz, que razona,
especula, planifica y expandible en su desarrollo, es
estúpida y mediocre en la medida que su mente,
corazón o ideales y sentimientos estén tamizados
por una creencia impuesta que, terrorísticamente inhiba y
que con la evasión y el apego a sus dogmas, los anteponga
a su agilidad mental.
Un cristiano practicante común y corriente que
pertenezca a cualquiera de las miles de sectas, grupos y
subgrupos en los que tan chistosa como mediocremente está
fraccionado el Camino a Dios Padre, no es más que un
mediocre de marca mayor
¡nada sobresaliente!; y por muy lleno de fatuos
conocimientos que tenga, todo ese bagaje enciclopédico
será basura y algo
inservible en su vida y en la aportación social que le
corresponde, ya que no podrá convertirse y convertir su
medio ambiente en
cosa útil para la población mundial, porque siempre
estará estático en lo que cree ser y, permaneciendo
en un mismo campo, mantenga la venda Cristiana en los ojos de su
mente casi infinita.
Desgraciadamente los obtusos Cristianos son incapaces de
reconocer que si uno no participa de la festinada y embustera
Prédica bíblica, tampoco eso puede ser motivo para
que se nos señale como engendros del Demonio, ya que
siendo Dios Padre y Satanás una sola y única
manifestación psíquica y perversa, rechazar al
Diablo –como yo lo hago- es rechazar categóricamente
también a Yahvé, a los Elohím, es decir a
Dios Padre, y a Jesucristo. Y por el otro lado, sentir
repugnancia por la Prédica bíblica, por el
Cristianismo, por el Padre Nuestro y por cualquier
manifestación que provenga de la perorata
Eclesiástica –como también yo lo pongo de
manifiesto- es sentir la misma repugnancia por el Diablo, por
Satanás, por Lucifer y por el Maligno.
No creer en la manifestación del bien y del mal,
tal y como la Biblia los describe bajo su muy interesado y
criminal punto de vista, conlleva a tener la libertad de
criterio ante las opciones que la vida presenta. El jueguito
político-religioso del cual el hombre
siempre se ha servido para mancillar a sus semejantes, no admite
disidencia. Aquel que se atreva a cuestionar las baladronadas de
sus principios
morales y filosóficos, marcó el número
equivocado y tendrá –como en mi particular caso- que
sufrir todas las agresiones y toda la violencia y recibir los
castigos directos o velados muy cristianos, de todos sus
fanatizados miembros.
El asunto es que hay que acabar con las piedras del
camino que entorpecen la Gloria del Señor y no importa si
de manera por demás degenerada se proceda con el
obstáculo.
Usando la lógica,
el sentido común y a la propia Palabra de Dios, hemos,
estamos y seguramente seguiremos presentando las pruebas que
obligarán al lector a cambiar la torpe manera de pensar
que tenía sobre el Dios ambivalente (Dios Padre-Diablo o
bondad-maldad) que han aceptado como que es el Único y el
Ser Supremo, cuando no es más que una imposición
sentimental apasionada y brutal que yace en el subconsciente
colectivo.
¡Ya basta de pantomimas! ¡Ni con Dios Padre
ni con el Diablo!.
A la Jerarquía Cristiana le ha convenido que el
mayor número de sus borregos se mantengan entre el Padre y
el Diablo, pues sólo de esa degenerada manera pueden
sostener el Imperio Económico que tan diestramente han
sabido levantar contra viento y marea. El pecado, como producto
del Maligno y el perdón o la redención, como
producto de Nuestro Señor, son el vaivén y el sube
y baja en el que tienen por obligación que subirse todos
los arrebatados y todos los que el Cristianismo ha sorbido el
seso y el billete, si quieren la Gloria Eterna.
Pero como una muestra
más de la rigidez sádica del Cristianismo hay que
declarar que Dios Padre y el Diablo ¡son la misma
vaina!.
No hay una línea exacta que los separe
categóricamente como para pensar en dos entidades
aisladas, individuales y ajenas una con la otra. ¿En
dónde termina la "bondad" de Dios Nuestro Señor y
empieza la "maldad" del Diablo? ¿En qué momento lo
pecaminoso del Maligno se entremezcla con la misericordia del
Padre Nuestro?.
En cualquier pasaje, versículo o cantaleta
bíblica, surge el sádico, el malandrín y el
violento homicida degenerado del Padre Eterno como para que
aún y a pesar de la constancia con que ejecuta sus
"bondadosas" acciones y que
lo acusan desde la Palabra de Dios Padre, hayamos permitido que
se nos lo haya impuesto como que
es DIOS y como que fuera EL TODO.
El andamiaje legal y político que han montado en
el seno de cada Iglesia que basa su locura en la
tergiversación y no en la interpretación del Nuevo Testamento, ha
llevado a convertir a la humanidad, que cae en sus redes, en
carne de cañón y, amparados en la truculenta
inspiración divina que el Espíritu
Santo derrama sobre sus autoritarios Jerarcas, han procedido
a castrar mentalmente al individuo o
grupo de individuos que han caído en sus miserables manos
y prédicas.
El hombre ha sido
objeto de la peor de las estafas con respecto al futuro en el
más allá y parapetados tras Dios Padre y el Diablo,
han hecho un campo de batalla en el que, para desgracia de la
raza humana, solamente nosotros, los borregos de cada
rebaño, hemos sido los que hemos puesto los muertos; ya
que Dios Padre enfundado y apartado en un altar lleno de incienso
y de vanagloria, no asoma ni la nariz para salvar a nadie de la
debacle; y el Diablo o el Maligno, aparece como el que domina la
situación y queda así como el gran instigador del
pecado y a su vez, sirviendo de excusa y justificación al
cobarde Padre Nuestro "que se esconde, que al feligrés no
responde si en su altar no hay encaje y oropel" (versos de
Savonarola que describen a Dios Padre).
El Diablo es quien da cuerpo, vida y ánimo a la
retórica Cristiana. ¡Sin el Diablo y sin el Maligno
el Cristianismo y Dios Nuestro Señor estarían
muertos!.
La pasional desenvoltura que excita al que menos
proviene del Salmo 139:19 ss, el cual es muy usado para demostrar
que a los que están afuera de Cristo, y por ende con el
Diablo, sólo el odio, la condenación y el crimen
hay que brindarles. Y no la fraternidad.
¡Oh Dios Nuestro Señor si matases al
malvado!. ¿No odio yo, oh Padre Santo, a los que te
aborrecen y me enardezco en contra de todos tus enemigos?
¡Los aborrezco por completo y los tengo por enemigos
míos!.
El libro de Job
16:7 ss, poniendo el dedo en la llaga, y para decepción de
los que hincan aún sus rodillas en sus momentos de
comunión con el Padre Eterno, nos retrata al Diablo y no a
Dios Padre, pues nos regala la amorosísima descripción del comportamiento del
Diosesito malandrín de la Santa Biblia. ¡Gloria a
Dios Padre!.
Pero ahora tu, oh Dios Padre, me has extenuado.
¡Has asolado a toda mi familia!. Y tu furor me
despedazó y me has aborrecido. Dios crujió sus
dientes contra mí. Me ha entregado Dios Padre a los
malvados y en las manos de los impíos me hizo caer.
Vivía yo tranquilo ¡y me desmenuzó!. Me
agarró por la nuca y me despedazó. Y me puso por
blanco suyo, me rodearon sus flecheros y traspasó mis
riñones sin piedad. Mi hiel derramó por tierra.
¡Me quebrantó con quebranto sobre quebranto!.
¡Dios Padre me asaltó como un guerrero! Y por eso
cosí un saco sobre mi piel y
hundí mi cabeza en el polvo. Mi rostro esta inflamado con
el llanto y mis párpados ensombrecidos ¡A pesar de
no haber iniquidad en mis manos y de haber sido pura mi
oración!.
La revelación que Job hace del Diabólico y
perverso comportamiento del Padre Nuestro, no es más que
el pan de todos los días a los que la humanidad
cristianizada está acostumbrada ya a recibir de parte del
energúmeno Padre Eterno.
¿Hará falta acaso el Maligno o el Diablo
para que sea él el provocador y el instrumento de esa
iniquidad en particular?.
Lo que debe quedar en claro es que ni con Dios Padre ni
con el Diablo, pues, sabidos y advertidos desde hace miles de
años de los antecedentes criminales y nefastos del
Diosesito bíblico, allá aquel tontuelo que sabiendo
que aún y a pesar de "no haber iniquidad en sus manos y de
elevar una sincera, pura y devocional oración al Padre
Nuestro" –tal y como lo dice la Santa Biblia- el degenerado
Dios Nuestro Señor ¡sí quebrante con
quebranto sobre quebranto!, y asalta al fiel cristiano como un
guerrero común y corriente; y destruye, agarrando al
borrego o al fiel creyente por la nuca y lo despedazará,
como lo ha venido haciendo.
¿Gloria al Padre y al Diablo?… usted es quien
lo decide.
Es de lo más inconcebible leer este apelativo que
la Religión le ha dado al Diablo –como uno de los
muchísimos sinónimos usados para señalarlo-
y a la vez incongruente con lo que del propio seno Cristiano ha
emanado y que yace impuesto en las profundidades del psiquismo
del ser humano que ha caído –para su desgracia
personal– en
las tenebrosas redes de los Jerarcas
Eclesiásticos.
Si efectivamente la Luz sirve para
designar a lo bueno y a lo excelso que es Dios Padre, y las
Tinieblas (que son la descripción de la ausencia de la
luz) representan y señalan sin opción posible a lo
malo y a lo pecaminoso ¿Cómo entender la
pantomímica postura de identificar al Diablo con la Luz y
llamarlo inclusive Lucifer, el Lucero del Mal? ¡Por Dios
Santo que la Curia y los teólogos están
embrutecidos con su propia suficiencia!.
A cualquier persona se le puede preguntar con respecto
al tan temido Lucifer y le anticipamos que su reacción
será la de rechazo tajante a este bellísimo
ángel que osó rebelarse en contra del Sistema Celestial
que comanda Dios Padre (según la locura y la brutalidad
que nos han impuesto en las Iglesias Cristianas). Pero más
inconcebible aún es que se haya montado tal chifladura
melodramática y hacer protagonista de un Imperio Divino a
un ser que, como pretenden los dementes seguidores de
Jesús el Cristo, sea el Creador de todo el Universo y que
aún y a pesar de eso tenga un rival poderoso y con
suficiente poder como para prevenirnos con graves amonestaciones,
castigos, ruegos, oraciones y demás desplantes que nos
librarán del Príncipe de las Tinieblas, el
bellísimo Lucifer.
Mis engañadas y engañados amigas y amigos,
si por un solo momento (y que conste que voy a suponerlo nada
más) pudiéramos aceptar que se puede
fácilmente individualizar a ESA FUERZA INFINITAMENTE VIVA
E ILIMITADA de la cual provenimos, estamos y permaneceremos
eternamente y la hacemos finita y la limitamos bajo cualquier
concepto humano digerible, ya con esto empieza el auto
engaño y la patraña. Y segundo, AL TODO, a lo
INCOMPARABLE QUE ES DIOS, nada ni nadie puede rebelársele,
oponérsele y mucho menos comparársele en
PODER.
¡Nunca!.
Si la Religión nos ha tenido tonteados con el
cuenterete absurdo de una rebelión de Lucifer a las
ordenanzas divinas, eso, no es más que carroña
sacrosanta, hedionda y putrefacta a rabiar.
Vea usted la gran paradoja del bien-mal tal y como la
presenta el Cristianismo. Un lucero del Mal, de la manera como
nuestros Jerarcas Religiosos nos lo han implantado, representa la
deslumbrante y fulgurante pureza lumínica del pecado, del
mal y de todas las maquinaciones perversas habidas y por haber.
Pero su incongruencia y demencia estriba en que queriendo
magnificar el sentido y el sentimiento de la maldad en su grado
superlativo, han llegado a hacer que luzca tan esplendorosa y tan
fascinante, que más pareciera que se refieren al bien y a
la virtud y no como lo hacen hacia señalar el mal y el
pecado.
Denominar Lucifer, Luzbel o Lucero del Mal al Diablo y a
Satanás, es como concebir que la sed en su extremo fatal
de la carencia absoluta de líquidos y agua, sea conocida y
se la quiera nombrar como "húmeda sequía". O bien
que aquel falto de valor tenga una "valiente cobardía". O
que aquel otro sea un "bellísimo feo".
¿Habrá posibilidad alguna para definir,
entender y aceptar que haya una "bondadosa maldad" y así
mismo llamarla Lucifer o Luzbel, el Lucero del Mal?.
¿Podrá alguien ser un fiel traidor, un honesto
ladrón o bien un virtuoso asesino? ¿Usted
qué cree viendo alrededor suyo?.
¡No!. O se es ladrón, traidor, feo y
depravado, o se es honesto, fiel, bello y virtuoso. No es posible
concebir que se den los pasos hacia esa locura que han impuesto
desde los púlpitos oprobiosos y que aceptemos al Lucero
del Mal como la concepción deslumbrante, santificada y
sacralizada del vicio, del pecado y de la perversidad en todos
sus extremos. ¡No es así la cosa!.
¿Qué es lo que nos han metido en la cabeza
desde niños con respecto al Diablo?.
Lucifer se rebeló porque quiso ser como Dios
Padre.
¡Pero qué absurda la premisa usada por el
Cristianismo para dejar prejuiciada la participación, uso
y abuso de Luzbel, el relumbrante Príncipe de las
Tinieblas.
¿Qué clase de
batalla hubo entre Dios Nuestro Señor y el Ángel
Bello lleno de Luz que una vez quiso ser como el Padre Eterno
Creador del Cielo y de la Tierra?.
Por lo visto y de acuerdo a toda la bazofia que se disparan en
cada Iglesia, que rinde culto y devoción a Jesucristo, el
que ganó tal lucha fue Lucifer; ya que hasta el día
de hoy, y desde esas mismas Iglesias, se advierte sobre el
peligroso personaje que se atrevió a desafiar al Diosesito
prepotente y abusivo que nos han hecho adorar tomándolo
por DIOS.
Si efectivamente hubo alguna rebelión y una
Guerra en los
Cielos y que esta fue protagonizada por Lucifer, el Ángel
Rebelde y por Dios Padre y toda su Legión y su Corte
Celestial, forzosamente tuvo que haber entre esa pugna un ganador
y por mínima lógica un grupo derrotado. Y si hasta
el día de hoy nos han hablado y nos advierten del peligro
y de los poderes del Maligno, sólo eso comprueba –y
por parte de la propia boca oficial del Cristianismo- que el
derrotado fue Dios Nuestro Señor y todas sus Legiones
poderosas Celestiales.
¿Qué tal será entonces el poder y
la gloria del Diosesito excrementoso que la Santa Biblia ha
impuesto?.
Si hubiese o quedase un pequeño dejo de duda o de
incredulidad en esto que afirmo tan enfáticamente,
comprendo tal sentimentalismo, pero con la cita que a
continuación leeremos, y viniendo de nada menos el Primer
Papa del Cristianismo, y por eso mismo la Máxima Autoridad en
la materia,
definitivamente que quedará saldada la romántica
duda.
1 de Pedro 5:8 ss, de una manera tosca y
terrorística a la vez nos deja la piedra que sepulta la
todopoderosa presencia de aquel que un día
–estúpidos de nosotros- tomamos como
DIOS.
Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el
Diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a
quien devorar.
¡Satisfechos, verdad!.
Si anda el Diablo buscando a quien devorar, eso
sólo puede significar, y así hay que entenderlo,
que don Diablo anda suelto, libre y con todo a su favor; y que,
como resultado de la batalla entre el Bien y el Mal, o sea entre
Dios Nuestro Señor y Luzbel el Lucero del Mal, quien
salió con la victoria entre sus manos no fue otro
más que Luzbel y sus huestes.
Sino fue así ¿qué motivo hay para
que San Pedro nos haga la grave advertencia sobre el Diablo y la
posibilidad que seamos devorados por él en
persona?.
Pero para que quede muchísimo más cerrada
la cuestión, meteremos a batear en este mismo jueguito al
otro lelo de Pablo y leyéndolo
desde Efesios 6:11 ss, pone otra tonelada de concreto sobre
Jesús y su miserable Padre y los deja convertidos a ambos
en monigotes.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que
podáis estar firmes contra las artimañas del
Diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne,
sino contra Principados, contra los Dominadores de este mundo de
las Tinieblas, contra Huestes Espirituales de Maldad, en las
regiones Celestiales. Y hay que tener el escudo de la fe, con la
que podéis apagar todos los dardos encendidos del
Maligno.
¿Quieren otro misil que terminará de
destartalar la mentira de la Batalla entre Dios Padre y el
Ángel de la Luz que se rebeló en los
cielos?.
Es Santiago 4:17 el que le pone la tapa al
pomo.
Someteos, pues, a Dios Padre. ¡Resistid al
Diablo y él huirá de todos
vosotros!.
Si Dios Padre y su grandioso Ejército de la Luz
hubiesen derrotado al Diablo y a sus huestes de la Maldad,
ninguno de nosotros tendríamos que resistir del Diablo;
por lo tanto este grandioso apóstol de Santiago, no hace
más que corroborar que si a ganadores vamos y a que si
alguien ganó la presunta batalla entre el Bien y el Mal,
ese fue el Diablo.
Y si el Diablo ganó ¿qué tan
poderoso, perfecto y fuerte es Dios Nuestro
Señor?…
La Santa y Sabia Palabra de Dios Padre, como para todo
tiene una respuesta, es la que se encarga de definirnos
exactamente y en su justa dimensión todo el alcance de la
famosa y bullanguera guerra Celestial entre los Portadores de la
Luz y los de las Tinieblas. Y si fue Lucifer o Luzbel, el Bello
Ser que se rebeló, peleó ¡y ganó el
combate!, el Comandante en Jefe de las Huestes del Mal,
sería a él –en todo caso- directamente a
quien se le tuvo que haber hecho sufrir en carne propia y a quien
tuvo que habérsele propinado todo su merecido castigo y la
máxima penalización divina.
LA VERDAD
SATÁNICA DE DIOS PADRE
Encontrándonos en esta etapa, en la cual ya mucha
o toda la capa Cristiana que nos tenía obnubilados se
cayó y, conociendo desde la Santa Palabra de Dios muchas
de las cosas que, a pesar de haber estado
allí siempre, no se nos habían querido explicar o
tan siquiera comentar, es la oportunidad de hacer un verdadero
examen de conciencia y decidir al respecto.
Es justo que nos enfrentemos con la verdad.
¡Nos han engañado vilmente!.
El Padre Nuestro, Jesús y todo lo que significa
la Iglesia Cristiana, es y ha sido basura barata y, sin haber
contribuido en ninguna mejoría en las sociedades en
las cuales se les ha mantenido como Camino a Dios Padre, es
necesario que, en este mismo instante, hagamos un alto y
recapacitemos ante lo que hemos leído y sin necesidad de
mucho aspaviento, reconozcamos que ni es cierto todo lo que sobre
el Diablo y el Mal nos han enseñado, y por lo tanto
será digno que aceptemos entonces que la verdad es que
Dios Padre no es más que un satánico
ser.
¿Cuál es la causa por medio de la cual se
han nutrido los grupos Cristianos con y de los incautos que caen
en sus tenebrosas redes? ¿Qué lleva al ser humano a
participar del gozo espiritual, como ellos han dado en llamar a
su perorata eclesiástica? ¿Por qué es que
pertenecemos a cualquier iglesia Cristiana?.
Descartando muchas de las causas y motivaciones que
inducen a cualquier persona normal, cuerda y sana ha pertenecer
–según su propia tontería- a la Iglesia
correcta, solo nos queda un por qué y que, ha no dudarlo,
es el que en el 100% de los casos obligó, consciente o
inconscientemente, a que se buscara, se aceptara y se
desarrollara en un grupo específico y particular de la
corriente que tiene por Dios al Padre Eterno bíblico, a la
Salvación que se ofrece allí de nuestras almas que
tenemos perdidas.
El terror que incide en nuestra psiquis, el grito
desgarrador y aullante que la Jerarquía planificó y
llevó a cabo como poder motivacional y de convencimiento,
es lo que nos ha inducido a creer en que solo por medio de
Jesús llegaremos a ser salvos y –estúpidos de
nosotros- nos hemos visto obligados a estar en la senda Cristiana
por el interés malévolo del egoísmo personal
de ser parte del grupo de los elegidos.
Aquel que manifiesta su duda y que no acepta el fatal
trueque y considere que el Cristianismo no es más que la
mayor coacción existente, fácilmente es convencido
con el argumento sutil de decirle "Hermano, nada pierde usted con
probar. Hágase Cristiano, practique, crea y
¿qué va a perder? ¿no perderá
más si resulta cierto que sólo a través de
Cristo alcanzaremos la Gloria Eterna? ¿Qué tal que
es esa la Voluntad de Dios Padre y usted inútilmente la
desaprovecha?".
Entonces caemos y llegamos a formar parte del truco y
del cohecho
marrullero religioso Cristiano.
¡Nos ha convenido creer y nos hemos auto
convencido que sólo así nos salvaremos!. Y por
consiguiente la Salvación Eterna es el truco que muy bien
han explotado, como estrategia de
mercado los curas
y los pastores, desde su respectivo púlpito engaña
bobos. Es ridículo que la verborrea terrorista, como la
que hemos comentado, sea la que ha terminado de convencer al que
dudaba en que esa salvación Cristiana lo llevaría
al Cielo y a la Gloria Eterna y que se haya aceptado sin reparo
alguno en que Dios Nuestro Señor haya dispuesto, en su
infinito amor por los
seres humanos, que el Único Camino a El era su amado Hijo
Jesucristo.
Y muchísimo más ridículo es que el
pobre aterrado cristianizado ser humano haya tenido que desear,
desde lo más profundo de su ser, que de verdad sea cierto
ese argumento y que de verdad haya Salvación y Gloria
Eterna para su persona.
¡Qué malévolo poder el de la Iglesia
Cristiana y qué poder de envolver incautos!.
Pero lo ultra ridículo viene a estar en la trampa
que esconde el trato, el arreglo y el trueque que se lleva a cabo
con Dios Padre. ¿Cómo es posible que sea tan
fácil extorsionar a la divinidad y que a cambio de
practicar el Cristianismo, ¡y sólo así!, Dios
Nuestro Señor permitirá el trueque de la
Salvación por su Religión? ¡El Padre tiene un
precio y eso
lo hace sujeto de corrupción!. ¡Dios Nuestro
Señor es un vulgar corrupto que acepta mordida, cohecho y
sobornos!.
La verdad satánica del Dios Padre descansa en
este negocito muy turbio que a leguas huele a corrupción. ¿No había otro
argumento más estúpido en el cual no embarrara con
tanta porquería y excremento a Dios Nuestro Señor y
en dónde no se le implicara en tratos baratos y vulgares y
que sólo por medio de la extorsión, por el arreglo
extra jurídico y por el soborno se llegue a conseguir un
lugar o un palco numerado en la Gloria Eterna por medio de la
Salvación que ofrecen ofertada en las Iglesias
Cristianas?.
Pero lo mejor del burdo truco éste lo podemos
descubrir preguntando, exigiendo y reclamando ¡con todo el
derecho del mundo! que se nos explique y se nos diga ¡De
qué diablos se nos salvará! ¡De dónde
acá estamos perdidos!, pues sólo se salva aquel que
antes estaba perdido. ¿Estamos perdidos entonces en este
momento? ¡Perdidos de qué! ¡Salvados de
qué nos van a hacer!. Por favor, ya es suficiente en
querer estarnos viendo la cara de pendejos (tontos,
estúpidos, lelos o babosos). ¡Ya párenle,
pues, hoy los estamos desenmascarando a todos ustedes bola de
terroristas falaces y demagogos!.
Que alguien llegue a cumplir con todo el significado que
trae aparejado el término "salvado" o aún el de
"Salvación", implica, ¡forzosamente!, que hubo antes
de eso un peligro tan grave que se estuvo a punto de perecer. La
Salvación está emparentada con la
protección, con el rescate, con la curación, con la
liberación y con el apoyo incondicional. Téngase
muy presente que lo incondicional es la premisa en la que debe de
descansar la Salvación.
Aquella protección, liberación y la
salvación que venga acompañada de condición
o de límites
basados en un arreglo, en un trueque, en un negocio o en una
extorsión ¡No será Salvación!,
será más bien un acomodo mental en el mercadeo que
acostumbran hacer los que quieren sacar y obtener un
provecho.
Y está bien eso de los negocitos, pues, al fin y
al cabo hasta el trabajo que
desempeñamos no es más que un arreglo mutuo. Pero
condicionar a un hijo a que para brindarle techo, comida y
educación, requerimos del retoño nuestro toda una
serie de "siempre y cuando…", eso, ese arreglo, no será
más que demostrar que amor, afecto y paternalismo
–en todo su amplio significado- no tenemos para con los
vástagos, sino que exhibimos una especie de
patanería vulgar que busca la retribución y no la
protección indulgente, ¡sin limitaciones!
(más que aquellas que tenga la propia dimensión
real del hogar y de la sociedad en que vivimos).
Por supuesto que hablamos de niños e hijos
menores de edad, pues con los mayores de cierta edad, 18 y 20
años, hay que dejarlos volar, ya que se supone tienen las
herramientas
que les hemos dado en casa papá y mamá como para
que hagan o empiecen a hacer sus propias vidas.
O sea que si a condiciones familiares con los hijos
vamos, tendremos, para cumplir el concepto de paternidad
responsable, que ser y que dar todas esas facilidades en el hogar
para que los hijos (varones y hembras) puedan madurar con
libertad y no con complejos, así, que el día de
mañana puedan tomar sus propias decisiones y no importa si
equivocadas o correctas, pues, serán responsables de lo
que emprendan y asumirán todas las consecuencias derivadas de su
toma de
decisiones. Y sólo así, cumpliremos con
desarrollar ciudadanos responsables y no traumatizados
psicópatas que andarán en busca del desquite y de
ver quién se las paga entre sus vecinos y no buscando la
entrega amorosa y el servicio
desinteresado hacia su comunidad.
¡No le parece lo más sensato!.
Un padre de familia, antes de condicionar a sus hijos y
extorsionarlos, debe de educar, informar y –lo más
importante- dar el ejemplo de lo que predica. Si a pesar de eso
no hay respuesta a la rectificación que se pide en los
hijos y si la edad del vástago permite que se de plena
cuenta del meollo del asunto a tratar, habrá que usar
métodos
profesionales ¡pero nunca la amenaza de quitarles el techo,
el hogar y el apoyo familiar y paternal que soporta todo el
psiquismo del hijo!. Estamos hablando de los menores de edad,
pues con los mayores que no asuman sus responsabilidades y no
quieran entrar al aro en el hogar, lo mejor es que vuelen
solos.
¿Qué significa que el Padre Nuestro nos
esté extorsionando a que nos dará la
Salvación Eterna sólo si la buscamos a
través de Jesucristo? ¿Tanta maldad y tanto de lo
bestia aflora en Dios Nuestro Señor?.
Supongamos que un padre de familia, por conocer el fondo
de sus hijos decide a media noche de cualquier día, y
cuando toda la familia ya está profundamente dormida, que
es el momento de incendiar la casa; y dejando apenas una sola
puerta de escape de las feroces llamas, se decide a llevar a cabo
su locura. Prenderle fuego a la casa y despertar a su familia y
hacerle comprender el grave peligro y lo mortal que puede
resultar el fuego, pero exigirles que se les dará la
oportunidad a cada uno de sus miembros de escapar sin
ningún problema de esa miserable y horrenda muerte siempre
y cuando cumplan con ciertos requisitos, no será
más que un tremendo y traumático golpe
psicológico en cada uno de los miembros de ese grupo
familiar.
¿Cómo catalogaríamos a tal "padre"
de familia?… pues, por igual, eso mismo que usted pensó
en su interior, eso mismo que dijo de ese energúmeno
incendiario, ¡eso mismo es lo que es y significa Dios
Nuestro Señor, el Padre Nuestro al que le rezamos y oramos
por la Gloria Eterna!.
¿Cómo se sentirá aquel que es usado
y compelido a ser parte de un experimento divino? ¿No que
un padre ama incondicionalmente a sus hijos? ¿Cómo
un pequeñuelo pueda llegar a comprender el Plan de
Salvación y así llegar a tener la oportunidad de
salvarse? ¿Para qué un salvamento y una prueba?
¡Cualquier padre común y corriente y no digamos el
Padre Nuestro se supone que conocen muy bien a cada uno de sus
hijitos!.
El significado de conocer que el Padre Eterno nos
extorsiona con Jesús para la Salvación, hace que
nazca en todos nosotros la pregunta básica siguiente
¿Para qué nos hizo entonces, para qué nos
creó o nos produjo Dios Padre? ¿Si todos provenimos
de una misma fuente, por qué unos sí y otros no se
salvan? ¿Por qué la imposición intolerante e
inmisericorde del Padre Nuestro si con esta petulante acción
se luce como cualquier degenerado demente y psicópata
pervertido y no como el indulgente ser que amoroso y muy
responsable de todas y cada una de sus criaturas, se preocupa de
proveer y facilitar el desarrollo ilimitado y sin condiciones
para que así mismo todos lleguemos a alcanzar el éxito y
el logro del desarrollo integral?.
¡A cuenta de qué tengamos que salvarnos de
ese incendio en nuestro propio hogar que ese
esquizofrénico Dios Padre provocó para luego
"salvarnos Dios mismo de una espantosa muerte"!.
¿Por qué tiene que ser cierto que
sólo por medio de Jesucristo se nos permitirá
escapar -¡antes que salvarnos!- del horrendo infierno
iniciado por el propio imbécil que hoy nos ofrece
dadivosamente (torpe y abusivo de él) la Salvación
Eterna? ¡Por qué!…
Proponer la Salvación, tal y como es la
motivación que destilan en el alma y en el
espíritu del ser humano desde cualquier iglesia Cristiana
para atraparlo adentro de sus satánicos ritos, es
reconocer que ese mismo Padre Nuestro, que propone la
Salvación por la puerta única y exclusiva de
Jesús, no es más que un derrotado, un
pusilánime y un fracaso total.
Todos nosotros, los pertenecientes al género
humano, o sea toda la población que componemos el conjunto
de hombres y mujeres (sin importar edades), estamos sujetos a
tener el privilegio de escapar del peligro, a tener la
protección del bien sobre el mal, a estar y permanecer
libres de la opresión, a ser rescatados de las desgracias,
a ser curados de las penas y de las aflicciones y a tener el
apoyo de quitarnos todo el mal que nos rodea en esta vida y en
esta experiencia terrena.
¿Quién fue ese maldito y malvado ser que
hizo la opresión, el peligro, el mal, las desgracias, las
penas y las aflicciones que hoy y por medio de Nuestro
Señor Jesucristo, el Padre Nuestro nos ofrece salvarnos
Eternamente de todas ellas?.
Isaías 45:7 nos hace el gran favor de descubrir
al autor intelectual y físico, o material, de todas y de
cada de esas fatalidades que tan graciosamente y gentil Dios
Padre ofrece Salvarnos.
Yo soy Dios Vuestro Señor (Yahvé)
¡Y yo soy el creador de todas las adversidades!
¡Yo soy el que hace todo el Mal que existe!.
Amós 3:6 ratifica a Isaías y presenta las
pruebas que determinan e identifican plenamente al causante del
Mal que nos envuelve y del cual Jesucristo misericordiosamente
nos Salvará.
¿Acaso caerá el infortunio, la
desgracia, la tribulación, la pena, la miseria y todo el
Mal existente ¡Sin que Dios Nuestro Señor
(Yahvé el guerrero) lo haya causado!?.
Marcos 7:21 y 22 nos describen el pensamiento de
Jesucristo Nuestro Divino Maestro y Salvador que, con la
verborrea clásica del demagogo, pretende salirse por la
tangente y, desviando todo lo que ya sabemos de Dios Padre, cree
–torpemente- que con declarar, lo que leeremos a
continuación, se nos convencerá que el Dios
Perdonador, Tolerante y Bueno de la Biblia, ¡nada tiene que
ver con el horrendo actuar que todo el Antiguo Testamento nos
dice de Yahvé!; y que Isaías, Amós y todos
los demás profetas mintieron al describir detallada y
gozosamente a ese criminal y malvado del Padre Nuestro que se
comporta como un matoncillo en cada una de las páginas de
esa parte de la Santa Biblia, sin olvidarnos que nos han dicho
que fue el Espíritu Santo el que inspiró toda la
Palabra de Dios Padre.
Y leemos la falacia de Jesús el Cristo y a la vez
¡nos reiremos de su imbecilidad! al creer que
seríamos fácilmente engatusados.
De adentro, del corazón de los hombres, salen
las maquinaciones perversas, las fornicaciones, los hurtos,
asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, el engaño, la
desvergüenza, la envidia, la maledicencia, la arrogancia, la
estupidez.
¡Estamos totalmente de acuerdo!. ¿Pero por
qué te faltó reconocer –demagogo Jesucristo-
lo que Isaías dejó dicho sobre tu Padre Celestial?.
No hay que olvidarnos que este profeta nos dejó dicho
"!Dios Padre es el creador de todo el Mal que existe en el
mundo!".
¡Y esta es la verdad satánica de Dios
Padre!. Dios Nuestro Señor –al igual que el
energúmeno padre de familia ese que incendia la casa para
luego salir con condiciones y sólo así salvar a su
familia- creó, provocó y embaucó al ser
humano en el Mal y en todas las maquinaciones perversas que su
Hijo Unigénito ya nos describió, y ahora pretende
que sólo por medio del Cristianismo y de la Segunda
Persona de la Santísima Trinidad, o sea que exclusivamente
usando a Nuestro Señor Jesucristo como puerta,
obtendremos, graciosa y gentilmente, la consideración
divina que nos dará la Salvación Eterna.
1 de Pedro 5:8 ss, de la manera más
estúpida y perversa imaginable (no hay que olvidar que
todo el edificio del Cristianismo descansa en este imbécil
de San Pedro), descubre a su Jefe y deja así al
descubierto todo lo que concluimos, que ¡Dios Padre y el
Diablo son la misma vaina!.
Sed sobrios y velad; porque vuestro gran adversario
el Diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a
quien devorar. Más el Dios de toda gracia
(Yahvé), que nos llamó a su Gloria Eterna en
Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de
tiempo
(qué libinidoso el Dios Padre que se goza en el dolor y en
el mal, tal y como ya lo dijo desde Deuteronomio 28:60 y 63:
"Dios Nuestro Señor traerá sobre ti todos los males
¡así se gozará el Padre Eterno en arruinarte
y en destruirte!"), él mismo os perfeccione, afiance,
fortalezca y establezca. A El sea la Gloria y el Dominio por los
siglos de los siglos. Amén.
¡Qué razón tenemos!. Este fantoche
Padre Nuestro no sólo es el creador del Mal, sino que es
tan cobarde como su Hijo y los discípulos, que con
falacias lo encubren.
¡Dios Nuestro Señor y el Diablo son la
misma excrementosa porquería!.
¿No le parece?…
Willy Ruano
Investigador y escritor