Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Alcances e interpretaciones del problema inquilinario a través de la historia




Enviado por danus12



Partes: 1, 2

    Suplemento Extraído de la
    Revista
    Lotería. Octubre-Noviembre 1973

    Alexander Cuevas. El Movimiento
    Inquilinario de 1925

    1. Desarrollo
      histórico
    2. Naturaleza ideológica del
      momento
    3. La
      defensa de los inquilinos
    4. La
      Asamblea Nacional pide informes de los nuevos arrestos a los
      inquilinos
    5. Un
      análisis sereno
    6. Un
      corazón de piedra
    7. Una ley
      socialista
    8. Otro
      articulo nuevo

    DESARROLLO
    HISTÓRICO

    1. A través de la Ruta de
    Tránsito

    2. La Etapa Republicana.

    1. A través de la Ruta de
    Tránsito

    La importancia histórica, geográfica y
    comercial, inherentes a las ciudades de Panamá y
    Colón obedecen a una condición muy particular, de
    la cual ambos aprovecharon y aprovechan: la de ser sitios de
    Tránsito. De allí que, las ciudades terminales de
    la Ruta, fuesen siempre campos abonados para la siembra de casas
    de inquilinato; porque, como dice Tomlinson:

    "Siendo estos lugares, únicos, en los cuales se
    mantenía cierto movimiento comercial, era lógico
    que se agrupara en torno a estas
    ciudades toda la población y se enclavaran en ellas todas
    las propiedades que necesitaban construirse para alojar a sus
    moradores" .

    Pero, el problema inquilinario no era todavía un
    problema. Era apenas un embrión que la situación
    caótica del Istmo —producto de
    una estrecha ligazón con la nación
    colombiana— impedía desarrollarse. Sin embargo, en
    el año de 1850, con la construcción del Ferrocarril, aparecen los
    primeros bodegones y con ellos los perfiles del problema.
    Perfiles que logra contornos definidos con la iniciación
    de los trabajos del Canal por los franceses.

    "Con el arribo a nuestra tierras de legiones de
    técnicos, empleados, comerciantes y trabajadores en
    general, que viene a trabajar en la obra canalera, los
    capitalistas se aprestan a construir casonas con multitud de
    cuartos de alquiler para darlas en arrendamiento a la masa de
    hombres y mujeres que llegan" .

    El arrendamiento se da en las circunstancias más
    deplorables para el arrendatario. Sus demandas ante los
    propietarios no pueden ser apuntaladas por normas legales,
    porque no existe todavía una legislación sobre el
    asunto. De allí que se vea compulsado a aceptar la
    vivienda con los numerosos inconvenientes a ella
    adheridos.

    Esta situación no duró mucho tiempo. Porque
    la Compañía

    Francesa fracasa en su intento de abrir el Canal. Y a
    los centenares de trabajadores que habían venido para
    hacer posible ese intento, no les queda otro camino que el de
    prepararse a partir hacia sus tierras de origen.

    Por esta época, el Istmo estaba convulsionado por
    las frecuentes manifestaciones de descontento de una
    burguesía que aspiraba a librarse política y
    económicamente del Estado
    Colombiano. Que buscaba amplias libertades para la propiedad. Que
    anhelaba su consolidación como clase. De
    allí que se produce el Acto Independentista de 1903; y se
    produce también, casi simultáneamente, la firma del
    Tratado del Canal con los Estados Unidos. Este país
    había realizado ya la compra de todas las acciones del
    Canal que poseía la Compañía Francesa. Sin
    embargo, ni la autonomía política, ni la
    Construcción del Canal por los norteamericanos dieron los
    frutos que se esperaban. Las repercusiones sociales de esta nueva
    pero triste realidad, fueron insospechadas. Soler dice al
    respecto que: "En los mismos momentos en que la burguesía
    liberal esperaba un impulso ascendente definitivo, se opera una
    delicuescencia de clase que determina su pérdida de la
    hegemonía intelectual, 'su refugio en la propiedad
    inmobiliaria', y su marginación de la actividad comercial
    en favor de inmigrantes extranjeros. Uno de sus intelectuales
    de hoy así lo reconoce cuando afirma que nunca en la
    historia estuvo
    el blanco capitalino en condiciones tan angustiosas como en
    1903… su hegemonía intelectual estaba perdida.
    Sólo le quedaba la pequeña península de la
    capital y esto
    por obra y gracia de fuerzas colombianas; y dentro de sus
    murallas, comerciantes extranjeros lo empujaban más y
    más hacia un caserismo estático" .

    Esto último va a constituirse en destino y
    característica fundamental de una clase decepcionada, en
    las primeras décadas del presente siglo.
    Característica que hace posible el establecimiento, por
    vez primera, de:

    "Las bases objetivas de la degeneración de una
    clase frustrada en lo internacional y cada vez más en lo
    nacional, de la cual habría de surgir la
    lumpenburguesía de hoy…" (4).

    2. La Etapa Republicana

    Desilusionada la burguesía liberal
    panameña después de su intento fallido de
    estructuración clasista no le queda otro recurso
    —para seguir subsistiendo muellemente— que el
    arrendamiento de casas.

    Así tenemos que las ciudades terminales se
    ensanchan, porque los caseros se aprestan a recibir »la
    avalancha de distintos grupos humanos
    que vienen a trabajar en las obras del Canal. De esta manera
    surgen en la ciudad de Panamá, los barrios del Chorrillo y
    Calidonia; luego los de San Miguel y el Marañón; y
    por último, los del Granillo y Malambo. En Colón,
    Rainbow City y Folk River, representan concreciones de la
    obsesión por las edificaciones que caracterizaba a los
    dueños de casas de ese momento. Pero el arrendamiento
    tornábase difícil. Empezaba a mostrar ya su forma
    ignominiosa y explotadora. Porque, como nos dice
    Tomlinson:

    "Con una legislación conservadora derivada de
    Colombia y una
    Constitución confeccionada precisamente por
    los dueños de casas y nuevos terratenientes del Istmo, la
    relación arrendaticia que renacía con motivo de la
    construcción de los bodegones en los barrios… no
    podía ser más desigual. Los arrendatarios estaban
    sometidos a una situación desastrosa" (5).

    Los inquilinos confrontan una situación similar o
    peor que aquélla que confrontaron en la segunda mitad del
    siglo XIX. Esta política egoísta e inescrupulosa
    puesta en práctica por los arrendadores, se
    constituyó en una espada de doble filo. Porque si, por un
    lado, llevó a los arrendatarios a condiciones denigrantes
    e intolerables; por el otro, creó conciencia en
    esos hombres que se hallaban aprisionados y que sufrían
    por ella. Arribamos así, a 1925. Año en que la masa
    inquilinaria decide, en una forma mancomunada, encarar
    valerosamente el problema. Y así, un día de
    octubre, el 10 específicamente, sangre y vidas se
    ofrendaron generosamente en cumplimiento con una lucha que
    pretendía acelerar su obliteración.

     NATURALEZA
    IDEOLÓGICA DEL MOMENTO

    1. El Neoliberalismo

    2. ¿Anarquismo? ¿Comunismo?

    1. El Neoliberalismo

    La desilusión que saturó a la
    burguesía liberal panameña después del Acto
    Independentista y mucho más, después del Tratado
    del Canal con los Estados Unidos,
    la llevaron a refugiarse en un caserismo ignominioso y
    expoliador. Y con esta actitud
    inició un proceso de
    degeneración que no ha concluido, y que la conduce a su
    propia aniquilación.

    Durante los años del 20, hombres como Eusebio A.
    Morales, Guillermo Andreve y José Dolores Moscote,
    emprenden la gigantesca tarea de renovar el Liberalismo y
    revisar sus postulados clásicos. Por esta misma
    época, y concomitantes a esta actitud, dice
    Soler:

    "Se observa un florecimiento inusitado del pensamiento
    pedagógico que, acompañando los intentos
    teóricos de renovación neoliberal, pretende
    estructurar una educación de
    definición democrática y de afirmación
    nacionalista"

    Esta tarea la llevaron a cabo Jeptha B. Duncan y
    José Daniel Crespo. Hombres que vieron en la educación no
    sólo la perpetuación del liberalismo, sino
    también, la salvación de la República.
    Porque los ideólogos del Neo-Liberalismo fueron,
    también, los ideólogos de la renovación
    pedagógica. Concluida la Primera Guerra Mundial y
    luego del ejemplo, sin precedentes en la Historia, de la Revolución
    Rusa, aunado al empuje vigoroso y progresivo de las ideas
    Socialistas, llevó a los teóricos Neoliberales a
    elaborar críticas y a formular paradojas en torno al
    panorama ideológico-político internacional desde el
    punto de vista liberal. Y así, Eusebio A. Morales,
    advierte y acepta la atmósfera proletaria
    que envuelve a la Revolución Bolchevique aunque no acepta
    un elemento y una etapa vital de dicha revolución en su
    proceso de realización: La Lucha de Clases y La Dictadura del
    Proletariado.

    "En ese sentido, ya en el enfoque mismo que de los
    problemas
    sociales hacía Morales en 1919, se sienta uno de los
    supuestos del posterior pensamiento político neo-liberal:
    la justicia
    social es posible sin la agudización de las
    contradicciones clasistas que conduzcan a una dictadura
    —'tiranía'— del proletariado" (7).

    Moscote y Andreve adoptan las ideas de Morales y con
    ella intentan la estructuración del ideario neo-liberal.
    Estructuración que sólo podía hacerla
    posible una revisión previa de los postulados leseferistas
    e individualistas del liberalismo clásico. De esa manera,
    dice Soler:

    "Moscote en primer término, y después
    Andreve se abocaron a la tarea revisionista intentando una
    re-definición, social y moderna, del liberalismo. Tal
    re-definición, en el sentir de estos autores
    haría incluso posible la asimilación de aquellos
    aspectos positivos del socialismo sin
    que por ello fuere negada la esencia perenne del liberalismo"
    (8).

    Así tenemos que, para Moscote, el liberalismo no
    es más que una "actitud mental", y para Andreve, "una
    recta tirada al infinito". Estas conceptualizaciones que
    inventaron Moscote y Andreve, no fueron más que intentos
    por salvar una ideología que ya había sido superada
    en Europa pero que
    aquí entraba en su etapa agónica.

    "La perenne 'actitud mental' liberal de Moscote, y la
    'recta tirada al infinito' de Andreve, reconocían
    implícita, y en Moscote explícitamente, la
    caducidad del liberalismo doctrinario que sólo intentaba
    superar a través de la perennidad de fórmulas sin
    contenido, es decir, a través de la perennidad de un
    liberalismo 'sin Doctrina' " .

    De allí que, agrega Soler,

    "La caducidad de las fuerzas histórico-sociales
    que inevitablemente representa lo llevó a superar el siglo
    XVIII con el siglo XIII" .Por eso, la concepción
    neo-liberal con un forma moderna pero con un contenido refugiado
    en la Edad Media, no
    cumplió ni cumplirá su misión:
    impedir la aniquilación del liberalismo. Este, hoy, se
    encuentra en sus últimos estertores agónicos en
    manos de un partido nefasto e incapaz. Esto es lo que afirman y
    tienden a reafirmar las palabras que a continuación
    transcribo y que, en los actuales momentos, expresa uno de los
    que fue y es uno de sus legítimos
    representantes.

    "Los liberales que, como yo, nos vemos obligados a
    atacar al Partido Liberal, en obediencia a un ineludible deber,
    no lo hacemos para hacer daño al
    Liberalismo; lo hacemos para salvar al Liberalismo y darle nueva
    vida…" .

    Esta era, pues, la ideología de los hombres del
    gobierno del
    Presidente Rodolfo Chiari. Ideología vacua y precaria.
    Vacuidad y precariedad que se puso de manifiesto el 10 de octubre
    de 1925; después con la renuncia de la Soberanía, y finalmente, con la
    penetración de las tuerzas norteamericanas para solucionar
    un orden de cosas que, según palabras de uno de los
    defensores de los inquilinarios, … El mismo Presidente de la
    República había creado con sus coqueterías
    de Liberalismo barato" (12).

    2. ¿Anarquismo?
    ¿Comunismo?

    Es incuestionable que, en la década del veinte,
    existía en Panamá una amplia libertad de
    pensamiento. La misma Constitución de 1904 así lo
    señalaba en su Artículo 27, cuyo contenido, era el
    siguiente:

    "Toda persona
    podrá emitir libremente su pensamiento, de palabra o por
    escrito, por la imprenta, o
    cualquier otro medio, sin sujeción a censura previa,
    siempre que se refiera a los actos oficiales de funcionarios
    públicos. Pero existirán los responsabilidades
    legales cuando por alguno de estos medios se
    atente contra la honra de las personas" (13).

    Por ende, es natural que el Movimiento Inquilinario se
    incubase en un medio fecundo en ideas y hasta es posible que
    fuese apuntalado por algunas de ellas. Pero calificar tal
    movimiento con los adjetivos de "anarquista" o de "comunista",
    fue uno de los grandes errores del Gobierno de aquella
    época. Error que se proyecta hasta nuestros días,
    por obra y gracia de nuestros "historiadores". Y ese error, esa
    concepción del movimiento de los Inquilinos tan alejada de
    la verdad, impidió que el Ejecutivo diese soluciones
    justas e inmediatas al problema inquilinario, que hubieran
    evitado el derramamiento de sangre y que, por tanto, se
    enlutecieran muchos hogares de inquilinos proletarios
    panameños como, efectivamente, ocurrió.

    Antes de seguir adelante es preciso hacer constar que,
    ni el Anarquismo ni el Comunismo, como ideologías,
    constituían en sí mismas, en ese momento,
    infracciones a la Constitución o a la Leyes de la
    República. Por eso, la imputación de los adjetivos
    anteriormente mencionados a la lucha de los Inquilinos no fue
    más que una premeditada y abominable acción
    de quienes querían atraer sobre ellos el recelo y la
    desconfianza de instituciones
    gubernamentales y hasta de países extranjeros.

    De allí que, el primer ataque contra el
    Movimiento Inquilinario tuviese como blanco directo, su propaganda; la
    cual era calificada de política, anarquista, comunista y
    subversiva. Calificativos que, con posterioridad, resultaron ser
    infundados; porque los arrendatarios, ab initio, se preocuparon
    por precisar que su campaña propugnaba por mejoras en las
    condiciones del arrendamiento. Y solamente eso. En otros
    términos, era un movimiento absolutamente reivindicativo.
    Prueba de esto es que, cuando se trató de impedir la
    celebración de sus mítines, acordaron que su
    propaganda se circunscribiría estrictamente al problema
    del arrendamiento, y prohibiendo, además, que se criticase
    algún gobierno o que se enfocasen temas ideológicos
    en ella. Empero, esta acción sincera y honesta de los
    inquilinos, no fue ningún atenuante para que cambiase la
    actitud del Gobierno. Este prosiguió en su política
    obstinada de dificultar las reuniones inquilinarias.

    Esta situación, como era natural, provocó
    un disgusto inmenso en los arrendatarios; y más cuando se
    sabía que tal política no se asentaba en razones
    constitucionales, ni siquiera en razones legales. El choque, por
    ende, quedó planteado; el cual, más tarde,
    tornóse inevitable. El 10 de octubre de 1925, fue su
    concretización. Un Diez de Octubre, sangriento pero
    necesario para demostrar a un gobierno avestruz, quiénes
    tenían de su parte la razón y la justicia; y
    quiénes esgrimían la violencia para
    imponer precisamente lo contrario: la sinrazón y la
    injusticia.

    Los inquilinos se agrupaban en una Liga, la cual a su
    vez, era un Departamento del Sindicato
    General de Trabajadores, organismo que se preocupaba por el
    progreso económico-cultural del obrero.

    Entre los problemas
    económicos que se le presentaban a dicho organismo y que
    requerían solución inmediata, estaban: el
    Inquili-nario y el de las Subsistencias. De allí que, se
    le dio a la Liga autonomía para que
    desempeñase mejor sus funciones.
    Funciones que sólo tenían un objetivo, una
    finalidad: resolver la cuestión inquilinaria. Una vez
    resuelto el problema, dicha Liga dejaría de existir. Por
    tanto y como lo expresé anteriormente, las imputaciones de
    anarquista y comunista de que hicieron objeto a la Liga
    Inquilinaria, carecían de todo fundamento.

    A continuación, tres razones por las cuales tales
    imputaciones hechas al Movimiento Inquilinario, fueron
    infundadas:

    1. El Movimiento Inquilinario fue un movimiento
    circunscrito. Circunscrito por una reivindicación. El
    Anarquismo y el Comunismo, en cambio, son
    movimientos genéricos y radicales.

    2. El primero tuvo como arma la huelga
    (parcial o total), la que efectivamente puso en
    práctica, para la obtención de las reformas
    inmediatas; mientras que, los segundos, aspiran a una
    transformación de la sociedad por
    medio de la Revolución Social.

    3. El objetivo inmediato del Movimiento Inquilinario
    no era la revolución social. Era
    sencillamente.1; lograr mejores condiciones de
    arrendamiento para la clase proletaria.

    Es evidente, también, que detrás del
    Movimiento Inquilinario se agitaron no sólo diversas
    nacionalidades, sino también, ideologías distintas.
    Así tenemos que, José María Blásquez
    de Pedro, su máximo inspirador, era español y
    de conocida tendencia anarquista. Luis Francisco Bustamante,
    Nicolás Terreros y Estaban M. Patle-vitch, peruanos, que
    habían luchado dignamente contra el Dictador
    Leguía, eran ardientes socialistas. Carlos Manuel
    Céspedes Jr., colombiano y socialista también. Sara
    Gratz, polaca y anarquista. Martín Blásquez de
    Pedro, español y anarquista, al igual que su hermano.
    Entre los nacionales: Domingo H. Turner, era un
    liberal-socialista consecuente. Y finalmente: Diógenes de
    la Rosa, Gabino Sierra Gutiérrez, Manuel Lucio
    Rodríguez, Carlos Sucre C., Samuel Casis, Manuel V.
    Garrido C., Eugenio L. Cossani y otros, eran simpatizantes
    entusiasmados de las ideas socialistas. Como se puede ver a
    simple vista, esta heterogeneidad ideológica no
    podía servir jamás de sustentáculo a una
    calificación taxativa como era esa que le habían
    otorgado al Movimiento Inquilinario. Y el intento de liquidarlo
    por este camino, resultó fallido. Ante esta
    situación, al Gobierno no le queda otra alternativa que
    adoptar soluciones de fuerza. La
    deportación fue una de ellas. Esta se inició con
    José María Blásquez de Pedro, el 25 de
    septiembre de 1925, la cual, en vez de extinguir el Movimiento
    (como eran los deseos del Gobierno), lo que hizo fue vigorizar el
    empuje de las masas inquilinarias, que enardecidas y sedientas de
    justicia se hicieron, más tarde, incontenibles. Pero los
    métodos
    violentos fueron siempre descartados de su programa de
    lucha, fue el propio Gobierno quien incurrió en
    éstos.

    Concluimos pues, afirmando que la calificación
    que las autoridades gubernamentales lanzaron al Movimiento
    Inquilinario fue, evidentemente, premeditada y con fines
    claramente definidos. Calificación que se trocó,
    poco después, en una aberración de incalculables
    proporciones; la cual, sólo podía favorecer
    —como en verdad favoreció— a quienes la
    forjaron.

    En los tiempos actuales todavía reviven, con
    más intensidad, estos ejemplos. Ejemplos que provinieron
    ayer y que provienen hoy de una clase corrupta que, débil
    para luchar contra los verdaderos movimientos populares, los
    trata de asfixiar en sus cunas con la simple calificación
    de comunistas; lográndolo la mayoría de las veces
    y… con la ayuda del pueblo. Un pueblo que está siendo
    empujado, por la mencionada clase, a condiciones espantosas de
    hambre y de miseria. Un pueblo que, hoy más que nunca,
    debe encontrar, para su redención, cimera
    inspiración en las palabras de Washington, en
    aquéllas que precisamente cerraban el Manifiesto que los
    detenidos inquilinarios enviaron, desde la cárcel al
    proletariado panameño, el 12 de octubre de
    1925:

    "Es preferible que las llanuras estén cubiertas
    de cadáveres antes que habitadas por esclavos"

    LOS
    HECHOS

    1. Causas

    2. El 10 de octubre

    3. La Intervención Norteamericana

    4. El Proceso Inquilinario

    He titulado el capítulo en esta forma, porque
    considero que son ellos, los hechos, los que se constituyen en
    esencia y acicate de esta pequeña aportación
    histórica. Y son esos hechos o una gran mayoría de
    ellos los que, traspasando las dimensiones del tiempo y las
    mistificaciones de los historiadores, nos impelen hoy a que los
    plasmemos en un sitio seguro donde
    puedan hacer fluir, libremente, toda la verdad en ellos
    contenida. Quizás sea, en este aparte, donde posiblemente
    se encuentre la satisfacción a ciertas interrogantes que
    algunas generaciones panameñas se han venido planteando en
    tomo al Movimiento Inquilinario. Interrogantes para las cuales no
    se encuentran todavía, en la actualidad, respuestas
    aceptables en nuestro vasto campo historiográfico.
    Iniciamos, pues, este importante y esclarecedor
    capítulo.

    1. Causas

    El problema Inquilinario en la década del veinte
    no fue un problema exclusivo de nuestro país; ya sus
    vientos soplaban en forma amenazadora en otros lares, haciendo
    tambalear la estructura
    económico social de países como Chile (Antofagasta,
    Valparaíso y Santiago), España
    (Madrid y
    Bilbao), y México. Y
    tanto allá como acá el problema presentaba sus
    eternas características: un precio de
    arrendamiento desorbitado concomitante a una habitación
    huérfana de sanidad, luz y aire. No otra
    cosa se desprende del siguiente párrafo
    de un artículo que elaboró, en marzo de 1925,
    el
    periódico chileno "El Mercurio", donde criticaba
    crudamente la actitud de indiferencia que el gobierno de su
    país prodigaba al problema inquilinario. Textualmente
    decía dicho párrafo que:

    "Se edifica muy poco para la clase obrera y para la
    clase media de empleados que es la que más sufre con el
    elevado alquiler de habitaciones deficientes en cuanto a higiene y
    comodidad"

    Pero la situación de los inquilinos de esos
    países palidecía ante la situación que
    confrontaban, por esa misma época, los inquilinos
    panameños. A estos últimos, la susodicha
    situación se les tornó crítica
    y asfixiante al arribar el año de 1925. Porque es en este
    año, precisamente, cuando se pone en vigencia la Ley destinada a
    hacer reformas y adiciones profundas al Código
    Fiscal. Dicha
    Ley fue, la 29 de 1925 (Véase Apéndice Documental),
    la cual, disponía gravar la propiedad urbana en un cinco
    por mil (5 x 1000), sobre el valor
    catastral de la propiedad, en vez del impuesto del 2%
    sobre la renta bruta probable anual, que era la que se
    había cobrado hasta la fecha. La mencionada Ley,
    creación del Dr. Eusebio A. Morales, quien por esa
    época estaba a cargo de la Secretaría de Hacienda
    del Gobierno Chiarista (Rodolfo), alteraba ostensiblemente el
    sistema
    tributario que regía sobre la propiedad urbana y
    rural. Los arrendadores alzaron inmediatamente su voz de
    protesta, alegando que se les estaba imponiendo una carga onerosa
    e injusta. Aunque, en el fondo, dicha protesta nacía y se
    alimentaba de la merma inevitable que produciría en sus
    ingresos la
    justa y plausible Ley. Para impedir esto, había que tomar
    una decisión, y la tomaron. Y esta fue la tradicional e
    inhumana de siempre: hacer recaer el peso del nuevo impuesto
    sobre la masa de inquilinos pobres, y crear así, una
    situación conflictiva que pondría de manifiesto
    ante el Ejecutivo la no-viabilidad del contenido de la Ley. Se
    produce así, en las ciudades de Panamá y
    Colón, un alza violenta e insólita del arriendo.
    Tan exagerado fue éste que Tomlinson nos dice
    que:

    "… excedió de un 25 a un 50% sobre el precio de
    las habitaciones vigentes entonces" .

    Esto, como era natural, produce un impacto tremendo en
    las masas inquilinarias. A pesar de que la situación
    económica para ellas no era todavía difícil,
    porque las construcciones que por esos días estaban muy
    activas absorbían la mayoría de sus
    integrantes.

    Pero la actitud de los arrendadores no era sólo
    expoliadora, sino también, deshonesta. Expoliadora porque,
    como ya lo he señalado, se trocaba en un golpe directo y
    hasta mortal, contra la anémica constitución
    económica del obrero panameño, ya que gran parte
    del salario de
    éste, se iba en habitación dejando a medio
    satisfacer o sin satisfacer el resto de sus necesidades
    primarias. Y

    ausencia y asomó, al revés, en la
    Federación lo que la comunidad conoce
    con el nombre de 'Caciquismo'…". "Prácticamente,
    entonces, desapareció el fin social y sólo medraron
    a la sombra de la supuesta organización, apetitos desmedidos de
    figuración y, lo que es más dañoso, de
    especulación…".

    Y con respecto a la trayectoria ambigua y por tanto
    hipócrita, de sus líderes, se expresaba
    así:

    "Porque los actuales directores de la Federación
    no se les ve sino a caza de la fórmula de inteligencia
    con el capital y los gobiernos, que es la manera de entregarse y,
    ¿por qué no decirlo claramente? de venderse.
    ¿Acaso no es ello, también, el hacerse pasar por
    líderes obreros para atrapar una posición oficial,
    a cuyo amparo se ejecuta
    lo que el gobierno quiere y no lo que el obrero necesita? "
    (19).

    La protesta de los miembros del S.G.T., era, pues,
    justificada. Así el 21 de Septiembre de 1925, enviaron un
    Memorial al Alcalde del Distrito, en el cual, dejaban establecida
    claramente su inconformidad por la distinción que se
    había otorgado a una organización que no
    había hecho nada, absolutamente nada, por merecerlo. Este
    Memorial fue contestado por el Alcalde Galindo, en frases
    saturadas de soberbia y arbitrariedad que sólo pueden
    proceder de funcionarios obcecados por el mando. Así con
    respecto al escogimiento decía: "No reparé en que
    si los nombrados eran miembros de determinada organización
    obrera" (20). Y más adelante refiriéndose a la
    acción discriminatoria ejercida contra los del S.G.T.,
    expresábase así: "Estas consideraciones
    llevarán al ánimo de ustedes el convencimiento de
    que para el objeto de la reunión celebrada ayer en la
    Alcaldía no era indispensable su concurrencia…"
    (21).

    Actos como éstos, provocadores en extremo,
    estaban caldeando el ambiente y
    empujando a los inquilinos a asumir posiciones beligerantes.
    Estas no se hicieron esperar. Las negociaciones con los
    propietarios resultaron infructuosas. Y así, el 1 de
    octubre en Panamá, y días más tarde, el 9
    específicamente, en Colón, se inician las huelgas
    de "no-pago" de alquileres. Estas huelgas eran pacíficas o
    de "Resistencia
    Pasiva" como la llamaban los inquilinos. En la capital, la
    agitación se mantenía viva a través de los
    "meetings", los cuales ya tenían la aquiescencia del
    Presidente de la República. Pero, el 6 de octubre, el
    Alcalde del distrito Mario Galindo, envía

    una comunicación a la Liga de Inquilinos, en la
    cual manifiesta su decisión de prohibir terminantemente
    los mitins. Comunicación que, por estar desnuda de
    razones, hizo que su contenido cayera viciado de nulidad. A
    continuación, su texto:

    "Acusóles recibo de la
    comunicación firmada por el señor
    Diógenes de la Rosa a nombre de ustedes; en que me hacen
    saber que esta noche a la siete y media se reunirán en el
    solar comprendido entre las calles Juan Mendoza y 19 oeste, en
    uso del derecho de reunión que consagra el artículo
    20 de la Constitución.

    Nadie pone en tela de juicio ese derecho, pero él
    no los faculta a ustedes ni a nadie para ir contra el derecho de
    locomoción que a todos por igual concede el
    Artículo 21 de la Carta Magna;
    ni puede el suscrito como la autoridad
    superior del Distrito desatenderse de la protección que le
    debe a las personas, residentes o transeúntes, en sus
    vidas, bienes etc.,
    ni menos dar pábulo a actos que pueden comprometer el
    respeto
    recíproco de los asociados en sus derechos naturales
    constitucionales y legales (artículo 15).

    De aquí que no baste el simple aviso a la
    autoridad para reunirse en lugares públicos o al aire
    libre, sino que hay necesidad de permiso de la autoridad como lo
    prevé el ordinal lo. del artículo 1344 del C.A.
    (Código Administrativo).

    Y como la Alcaldía considera que la
    continuación de esas reuniones en la forma que han venido
    efectuándose es atentatoria del orden público, en
    guarda de la tranquilidad social y como medida preventiva dispone
    no concederles a ustedes permiso para mítines en sitios
    públicos al aire libre.

    Les aviso que he dado instrucciones a la Policía
    en tal sentido, para que haga respetar la respectiva orden del
    Despacho" (22).

    Horas más tarde, los inquilinos enviaban, en otra
    comunicación, su Respuesta al Alcalde del Distrito. En
    ésta, se refutaba con sólidos argumentos la
    comunicación alcaldicia y se pone al descubierto,
    simultáneamente, la inconstitucionalidad e ilegalidad de
    la prohibición. Su texto rezaba así:

    "En nombre de las personas que integran la Liga de
    Inquilinos tenemos el honor de referirnos a su nota número
    688-11 de ayer en que usted nos manifiesta que ha resuelto no
    concedernos más permisos para celebrar más
    'mítines' en sitios públicos o al aire libre y que
    ha dado instrucciones a la Policía para hacer respetar esa
    resolución. Tales medidas, expresa usted, han sido
    adoptadas en acatamiento de la Constitución y Leyes del
    País.

    Nosotros, sin lamentar que no hubiera invocado
    también los principios del
    'Partido Liberal' solicitamos a usted la revocatoria de
    las mencionadas órdenes, contra las cuales elevamos,
    además, nuestra enérgica protesta. Es indispensable
    retroceder más de un siglo y olvidar las instituciones
    públicas alcanzadas por los pueblos en cruentas faenas,
    para justificar la actitud de usted que pugna contra los
    más elementales fundamentos de nuestra organización
    constitucional y política. Es tan sagrado entre nosotros
    el derecho a libre y pacífica reunión que la
    Carta Magna no
    prevé el caso de que pueda ser suspendido. El
    Artículo 47 de la Constitución no enumera este
    derecho entre los resultados de que se pueda privar al pueblo ni
    aún por motivos de 'seguridad del
    Estado en caso de guerra
    exterior o de perturbación interna que amenace la paz
    pública'. Cuando el inciso lo. del Artículo 1344,
    Código Administrativo estatuye que sin permiso del Alcalde
    no podrán celebrarse reuniones o procesiones que impidan
    el tránsito por las calles o plazas públicas, no
    incluye todos los sitios al aire libre ni faculta a la autoridad
    para negar tales permisos, pues, además de que el
    tránsito puede accidentalmente hacerse por otras
    vías nunca esta libertad de movimiento constituye derecho
    más sagrado que el de reunión. Con este
    razonamiento la citada ley carecería de valor por
    inconstitucional.

    'La Liga de Inquilinos' ha celebrado más de una
    veintena de mítines y muchas manifestaciones sin dar nunca
    motivos u ocasiones a desórdenes; porque ha sido y es su
    decisión respetar las autoridades públicas siempre
    que ellas procedan dentro del orden legal establecido; pero ello
    no es obstáculo para que francamente eleve su protesta
    siempre que, como en este caso, se trate de privar a sus miembros
    de los derechos constitucionales de que todos los pueblos
    civilizados gozan hoy.

    Basándonos en los motivos expuestos rogamos a
    usted revoque la resolución a que hacemos mérito y
    le comunicamos desde ahora que esta noche, a las 8 pasado
    meridiano, celebraremos en el Parque de Santa Ana el mitin que la
    lluvia impidió ayer" (23).

    Los inquilinos cumplieron su palabra. El mitin se
    realizó. Realización que fue un abierto
    desafío a la. actitud intransigente, ilegal e
    inconstitucional de funcionarios gubernamentales que, como el
    Alcalde, anhelaban aniquilar el Movimiento.La respuesta a este
    desafío no tardó. Y fue una respuesta violenta.
    Porque, dos días después, las calles y el Parque de
    Santa Ana se tiñeron con sangre proletaria.

    2. El 10 de octubre

    Este día al igual que otros memorables que han
    dejado surcos profundos e imperecederos dentro del acontecer
    histórico panameño, se presentó nublado;
    como presagiando la tragedia que iba a apoderar de la ciudad a
    tempranas horas de la noche.

    Pues bien, en horas de la mañana del mencionado
    día, aparecieron por toda la ciudad cartelones que
    contenían la siguiente prevención
    alcaldicia:

    PREVENCIÓN

    "Se hace saber del público que está
    prohibido formar reuniones o procesiones en la calles o plazas
    públicas sin licencia escrita del suscrito. Los actos en
    contrario serán considerados como desobediencia a la
    autoridad tendientes a turbar el orden público y
    reprimidos por la Policía, haciendo para ello uso de la
    fuerza si fuera necesario. A los que formen, promuevan o inicien
    tales actos o participen en ellos en cualquiera forma se les
    aplicarán las sanciones de Ley. (Art. 1344, 1349, 899,
    900, 901, 902, 905 y 906 del Código Administrativo. Se
    aplicarán también los artículos 903 y 904
    Ibidem, si fuere el caso).

    El Alcalde" Í24).

    Esta prevención era el primer síntoma o el
    primer indicio de que se iba a tratar de impedir, en toda forma y
    por todos los medios, la reunión inquilinaria proyectada
    para celebrarse esa noche. Así lo evidenciaban,
    también, las palabras del señor Alcalde del
    Distrito expresadas en una entrevista esa
    mañana a un reportero de un diario local. A
    continuación, dichas palabras: "En estos momentos voy a
    ver al Comandante Pretelt, para darle instrucciones en
    relación con las medidas que precisa adoptar para que este
    mitin no se realice de ninguna manera, pues no estamos dispuestos
    a dejar burlada la autoridad" .

    Los inquilinos, por otra parte, no se habían
    dejado intimidar; estaban absolutamente convencidos de que, todas
    sus actuaciones, eran acompañadas y respaldadas por la
    Constitución y la Ley. De esta manera, y contando con el
    asentimiento del Ejecutivo lanzaron una hoja suelta, con
    más de 200 firmas, en la que se hacía un llamado a
    todo el elemento inquilinario de la ciudad afiliado o
    no-afiliado, sin distinción de sexos, para que acudiesen a
    Santa Ana a ejercer con valentía un derecho que les
    otorgaba a todos por igual, la Carta Magna. Su texto era el
    siguiente:

    SI HAY MITIN

    "La Liga de Inquilinos, invitamos en nuestros nombres
    propios a los compañeros, hombres y mujeres, al mitin que
    por iniciativa nuestra, se celebrará esta noche a las 8 en
    el Parque de Santa Ana. Acudid todos si tenéis el valor
    necesario para ejercer el derecho
    constitucional de reunión libre" (26).

    Los inquilinos, además estaban realizando
    gestiones con los señores Erasmo Méndez, Juez
    Quinto del Circuito, y el señor Leónidas Pretelt,
    Comandante en Jefe de la Policía Nacional, las cuales,
    tenían como objetivo hacer que el Alcalde cambiase de
    decisión. Tales gestiones, al iniciarse la tarde, dieron
    un viraje inesperado. El Alcalde cedió. Pero cedió
    a medias. Iba a permitir celebrar el mitin pero no el
    sábado 10 (porque decía él iba a restarse
    autoridad), sino el 14, o sea, el miércoles.

    La decisión alcaldicia ponía, pues, en
    dificultad a los dirigentes inquilinarios; porque, a esas
    alturas, era prácticamente imposible impedir que se
    reuniesen las masas del inquilinato local. El líder
    inquilinario, Samuel Casis, quien fungía en esos momentos
    de puente entre los inquilinos y los señores Méndez
    y Pretelt, hízole ver al último de los
    señores mencionados lo embarazoso de la situación;
    agregando, además, que iban a hacer todo lo posible por
    dominarla. Cito, al respecto, un párrafo de su
    declaración en el juicio que le siguieron a él y
    otros compañeros por los hechos del 10 de octubre.
    Textualmente decía:

    "Entonces yo le dije al Gral. Pretelt que la noticia
    transmitida por él en la mañana de que el
    señor Presidente de la República estaba de acuerdo
    que el mitin se celebrara, causó una gratísima
    impresión en la Sociedad de Inquilinos al grado de que
    muchos de ellos asumieron la responsabilidad del caso y tiraron una hoja suelta
    invitando al mitin; que era casi imposible conseguir convencer a
    la masa de que no acudieran al Parque la noche del sábado,
    pero que tanto yo como los demás directores
    haríamos una exposición
    desde el Kiosco para explicar a los inquilinos la imposibilidad
    de continuar allí la reunión y advertirles que nos
    reuniríamos un día posterior…" .

    Así, y como habían vislumbrado Samuel
    Casis y sus otros compañeros que dirigían la liga
    de inquilinos, ya a las 7 y media de la noche, los grupos que
    habían empezado a formarse a tempranas horas, estaban
    numéricamente acrecentados. El nerviosismo y la ansiedad
    se reflejaban de manera ostensible, en todos los rostros de la
    abigarrada muchedumbre. Esta tornóse violenta al saber que
    los señores, Jorge E. Brower Jr., y Carlos Manuel
    Céspedes Jr., habían sido arrestados sin causa
    justificada; y al saber también que un inquilino de
    apellido Sánchez, había sido brutalmente golpeado
    por un Oficial de la Policía. Mientras tanto, Manuel Lucio
    Rodríguez y Gabino Sierra Gutiérrez, agotaban todos
    sus recursos
    persuasivos para hacer que la masa desistiese de ir a Santa Ana.
    El último de ellos, no sólo hizo un llamado a la
    cordura y a la disciplina y
    explicó claramente los objetivos de
    La Liga, sino que, también, advirtió a toda la
    multitud el peligro que se cerniría sobre ella en la
    histórica plaza. Para ampliar transcribo, inmediatamente,
    algunos párrafos de su declaración:

    "En vista de esto, usando un pito o silbato de los que
    tiene para llamar al orden a sus miembros la Liga de Inquilinos,
    me paré en una silla y luego de dos pitazos largos, les
    pedí me escucharan para hablarles. Les dije que precisaba
    tener reflexión, porque nuestras intenciones o fines no
    eran ir a luchar contra la policía ni contra el Gobierno
    legalmente constituido, sino hacer valer nuestros derechos
    vulnerados por el elemento burgués que nos extorsionaba
    con el alza de Alquileres y artículos de primera
    necesidad; que debían ser disciplinados y guardar toda la
    compostura que el momento exigía; que recordaran que se
    había aconsejado asistir sin arma alguna, y en ese estado
    era una imprudencia exponerse a luchar, máxime cuando no
    era esa nuestra finalidad.

    Por ese estilo habló a la muchedumbre el
    compañero Rodríguez y varios otros más, y
    recuerdo, que nos vimos obligados a usar términos fuertes
    como los de 'Carajo, aquí hay que obedecer, porque se
    impone la disciplina'. Esto indignó a la muchedumbre, que
    estuvo a punto de lincharnos, tratándonos de traidores al
    movimiento, etc". (28).

    En estas circunstancias, nada se podía hacer ya
    para contener la multitud; excepto, alejarla del peligro. Esto
    fue lo que trataron de hacer los dirigentes inquilinarios pero,
    después de recorrer varias calles, la muchedumbre se
    rebeló al darse cuenta de tal propósito y entonces
    se lanzó heroicamente hacia el Parque de Santa Ana.
    Manú el Lucio Rodríguez, en su declaración,
    nos describe el fatal itinerario en las siguientes
    palabras:

    "Viviendo yo que me era imposible convencer a la
    multitud no me quedó otro recurso que el de salir con
    ella, a la cabeza, a efecto de dar un recorrido por ciertas
    partes alejadas del parque, y efectivamente recorrí con
    ella un tramo de la calle B, la calle 19 oeste, las anexas a
    ellas, y al llegar a la avenida Ancón, la muchedumbre
    trató de subir esa calle, consiguiendo desviarla con
    engañifa, subiendo por la calle 'B' hasta llegar a la
    esquina de la calle 13 oeste donde ya me fue imposible
    contenerla, viéndome obligado a seguir con ella rumbo al
    Parque de Santa Ana…" (29).

    El Parque, al igual que el Kiosko del mismo, se
    encontraba rodeado por miembros de la Policía. Esta, como
    era lógico, no resistió el primer embate de la
    enorme ola humana, la cual, los envolvió por completo. Ya
    en el Kiosko, los dirigentes inquilinarios, Rodríguez,
    Casis y Sierra Gutiérrez, trataron de imponer orden y
    silencio a la multitud enardecida. Ellos no habían perdido
    la esperanza de poder disuadir
    a la masa de sus propósitos, los cuales, ineluctablemente,
    iban a tener consecuencias fatales. Sierra Gutiérrez, en
    su declaración, describiendo su arribo al Kiosko,
    decía textualmente:

    "De allí empecé a hablar al pueblo en
    forma que refrenara sus pasiones y no fuera a ir contra la
    policía. Era nuestra idea pronunciar dos o tres discursos y
    luego hacerlos disolver…" .

    Pero, los líderes inquilinarios no pudieron
    cumplir con su objetivo. La policía, se los
    impidió. El Teniente Enrique Correa, a cargo del
    Destacamento de Policía, repuesto del asombro,
    había mandado a pedir ayuda y ésta no tardó.
    Ayuda que, encabezada por el Comandante Ricardo Arango, Segundo
    Jefe de la Policía, venía dispuesta a sembrar dolor
    y muerte en el
    Parque de Santa Ana. El Comandante Arango, se acercó y
    subió al Kiosko en donde increpó a Sierra
    Gutiérrez, amenazándole con su revólver, a
    que bajase. Este que se encontraba en el atril, que utilizan los
    Directores de Orquesta, se abrió el saco e incitó
    al Comandante Arango a que le disparase. El Comandante Arango no
    lo hizo porque unos individuos allí presentes, se lo
    impidieron. Dramáticamente describe, Gabino Sierra
    Gutiérrez, ese momento:

    "… Y me paré entonces en el atril que usa el
    Director de la Banda, para de allí apaciguar los
    ánimos, pero el comandante Arango insistía que
    desalojara el Kiosko y para hacerme bajar me apuntó con su
    revólver. El pueblo gritó en señal de
    protesta y me abrí el saco, levantándomelo con las
    dos manos, y demostrándole que no estaba armado le dije
    que disparara si quería.

    Algunos individuos le bajaron la mano al Comandante
    Arango y éste hizo dos disparos al suelo a los que
    sucedieron dos más. Comenzó el escándalo y
    empezaron a disparar porque yo los vi, el Teniente Correa, los
    Subtenientes Pérez, Alemán y Maestre y el Agente
    Julio Bernal"

    Dos de los proyectiles de los disparos hechos por el
    Comandante Arango fueron a alojarse en las piernas de
    Ferdín Jaén, quien era uno de los que
    permanecían en el Kiosko. Samuel Tachar que se encontraba
    en el sitio y a la hora en que cayó Jaén,
    decía, de manera textual, en su
    declaración:

    "Ferdín Jaén sí se bajó, y
    en momento que estaba abajo de la banca, el
    señor Arango, hizo dos disparos con su revólver a
    la muchedumbre sin que pueda precisar si era a determinada
    persona y en ese instante de los disparos oí un grito de
    Ferdín Jaén que dijo: ¡Ay! y se
    desplomó al suelo" (32).

    Y refiriéndose a las acciones posteriores del
    Comandante Arango y de la masa inquilinaria, continuaba
    así:

    "El público mientras Correa hacía disparos
    no huía porque veía que esos disparos eran hechos
    al aire pero al ver que los dos disparos del Comandante Arango
    habían causado un herido, el público
    comprendió el peligro en que estaba, se dispersó en
    grupos en distintas direcciones, bajándose el Coronel
    Arango en persecución de uno de esos grupos que se
    dirigió hacia el Metropole" .

    Persecución que iba a tener, como epilogo, el
    asesinato a mansalva de Marciano Mirones. Tachar vuelve y nos da
    una relación de esos instantes, tan llenos de infamia y
    cobardía. Dicha relación, se troca, en verdad, en
    una seria acusación. Decía él
    que:

    "El Coronel Arango cuando perseguía al grupo de
    manifestantes que se dirigía hacia el Metropole, no
    disparó contra ese grupo sino simplemente los impresionaba
    con voces e insultos diciéndoles: 'Negros, Miserables,
    váyanse'; pero que al llegar a una de las bancas de
    concreto
    situadas a orillas de la acera del Parque cerca al Metropole,
    habiendo quedado despejada la calle y sólo se encontraba
    allí Mirones quien continuaba excitando al pueblo para que
    no se acobardara, fue cuando hizo uno o dos disparos
    rápidos que tumbaron a Mirones, gravemente herido"
    .

    En esta misma forma se expresa Manuel Lucio
    Rodríguez, quien tenía mayor visibilidad y estaba
    mejor situado que Tachar.

    Textualmente expresaba, en su
    declaración:

    "Me consta que la herida causada a Marciano Mirones fue
    hecha con el revólver que portaba el Comandante Arango,
    porque en momentos que se había formado el tumulto y se
    sucedieron los disparos, vi desde una pequeña plataforma
    que queda al lado de la escalera del Kiosko, cuando el Comandante
    Arango salió por la Avenida que desemboca frente al
    Metropole y Mirones, que se encontraba parado en la calle, pero
    más cerca de la acera del Parque que la del Metropole
    protestaba de los atropellos de la Autoridad, y en este momento
    Arango le disparó, haciendo blanco en Mirones quien
    cayó exánime" .

    Tanto Mirones como Jaén, quien falleció al
    día siguiente, eran dos inquilinos pobres que fueron a
    Santa Ana respaldados por la Constitución y la Ley y
    encontraron la muerte
    precisamente en manos de quienes estaban más obligados a
    salvaguardar esa Constitución y a respetar dicha
    Ley.

    Entre tanto, los dirigentes inquilinarios Sierra
    Gutiérrez, Diógenes de la Rosa, Samuel Casis,
    Rodríguez y otros, permanecían en el Kiosko.
    Permanencia que fue efímera, porque un refuerzo de
    Policía a cuya vanguardia
    venían los señores Eduardo Chiari, el Alcalde
    Galindo y el gobernador Archibaldo Boyd se acercó,
    rápidamente, con intención de desalojarlos. El
    último de los señores mencionados, intimó
    arresto a Sierra Gutiérrez apuntándole con su
    revólver. El alcalde Galindo, en cambio, subió en
    busca de Casis. Tomó a éste por la camisa y
    trató de intimidarlo con el revólver. El dirigente
    inquilinario le hizo una pregunta y el alcalde contestóle
    con toda clase de improperios —lenguaje de
    las bestias o de personas infatuados o ensoberbecidos con el
    mando— lo empujó, y hasta lo amenazó de
    muerte. Transcribo a continuación el histórico
    diálogo:

    "Me hice hacia el centro del Kiosko y en eso
    subió el alcalde dando tumbos con el revólver en
    mano y me tomó por la pechera de la camisa, me puso el
    revólver en la sien y en el pecho, y me dijo 'hijo de
    puta, tú estás aquí —' 'no
    querían al Alcalde', 'aquí está el Alcalde
    pues'. — Yo le contesté: 'Usted qué me dice
    con eso'… — 'Si quiere tirar, tire'. E insistía en
    un vocabulario tan sucio y tan vulgar que comprendí que no
    estaba en su estado normal por el tufo, que parecía mosto
    de alambique. El trató como de empujarme, pero yo
    resistí y le interrogué, '¿Qué quiere
    Usted?'. — Y me contestó: 'Mandarte a la otra vida'
    " .

    El Alcalde no se encontraba en estado sobrio. Esto se
    desprende de la cita precedente. Quizás, para darse valor,
    había estado libando copas antes de dirigirse al Parque de
    Santa Ana. Igual cosa hicieron, el Gobernador Boyd y el
    Comandante Arango. Gabino Sierra Gutiérrez que estuvo en
    íntimo contacto con ellos, expresó con
    firmeza:

    "Declaro solemnemente, que tanto el Gobernador Boyd
    quien me trató vergajo y otros términos
    análogos, como el Alcalde Galindo y el Comandante Arango,
    pude darme cuenta que estaban en estado de beodez, porque les
    sentí cuando se me acercaron" .

    Las hienas se habían saciado en un pueblo inerme.
    Los últimos grupos de éste fueron disueltos por
    el agua que
    lanzaron los bomberos no sólo con este propósito,
    sino también para tratar de quitar, en un gesto
    inútil, la sangre joven y fresca que había vertido,
    valientemente, el pueblo en el Parque de Santa Ana.

    A continuación, reproduzco la lista de
    víctimas que apareció en "La Estrella de
    Panamá" en su edición
    del 11 de octubre, es decir, el día siguiente:

    "Hospital Panamá:

    Carlos de Diego, Capitán del Puerto, herida en
    el pulmón

    derecho.

    Félix Tejada, herida muscular del brazo
    derecho.

    Hospital Santo Tomás:

    Miguel Ávila, panameño, de veinte
    años; herida en el cuello (parte anterior).

    Emilio Olivardía, panameño, de 21
    años. Herida en el brazo y pulmón
    derechos.

    Felipe López, panameño, de 21
    años, herida en la pierna izquierda.

    Antonio Landazo, colombiano, de 42 años, herida
    en el hombro izquierdo.

    Alejandro Grau, panameño, 39 años,
    herida en el brazo izquierdo.

    Ferdín Jaén, panameño, 28
    años, herida en ambas piernas. Florencio Iturriaga,
    panameño, 23 años, herida de la pierna
    derecha.

    Daniel Santana, panameño, 32 años,
    herida de la pierna derecha.

    Toribio Meléndez, herida superficial de la
    frente. Muerto: Marciano Mirones, panameño"
    (38).

    En la noche de los sucesos, hubo otros heridos que "La
    Estrella" no sacó en su lista. En la calle "B"
    después de los acontecimientos de Santa Ana, el
    señor Lorenzo Brown y un tal Pacheco, fueron balaceados
    por un ciudadano llamado Diógenes
    Montalbán.

    Brown falleció días después, es
    decir, el 21 de octubre. "El Tiempo" informó del hecho ese
    mismo día, en su página principal, de la siguiente
    manera:

    "Otro de los heridos del Sábado diez murió
    en la madrugada de hoy en el Hospital Santo Tomás. Fue uno
    de los que resultaron heridos por los disparos que esa noche hizo
    Diógenes Montalbán, en la calle B, después
    del Motín del Parque de Santa Ana" (39).

    Brown vino a ser el cuarto muerto de los hechos
    infaustos acaecidos en Santa Ana, porque aparte de Mirones, ya
    habían fallecido, Jaén el 11 y Olivardía el
    14. Hubo otros muertos con posterioridad. Un ejemplo: Antonio
    Landazo, a causa de su herida, estuvo paralítico por mucho
    tiempo antes de que la muerte viniese a poner fin a sus
    dolores.

    Este fue pues, en síntesis,
    el saldo trágico del 10 de octubre. Saldo, que iba a ser
    más extenso con la Intervención. Saldo, que se
    erigió en delito y que
    levanta su índice acusador contra aquéllos que lo
    cometieron. Saldo también, que fue un crimen, el cual se
    materializó —según palabras de un abogado de
    los detenidos inquilinarios— "en las manchas de sangre que
    el 10 de octubre dejó en Santa Ana y en algunas
    conciencias y en las copas que bocas beodas escanciaron con
    delectación" (40).

    Partes: 1, 2

    Página siguiente 

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter