Los tiempos actuales están transidos por la
celeridad de una sociedad que
pierde el sentido de la existencia y razón de ser del
hombre. En
efecto, los últimas décadas el factor humano ha ido
desapareciendo del imaginario societal.
La figura del hombre ha sido caricaturizada o, en el
peor de los casos, cosificada. Por eso, no nos resulta
extraña la celeridad de la sociedad de hoy que pierde de
vista su componente más importante: el
hombre.
Cuando reparamos en el ser humano no podemos olvidar que
él es el representante de un conjunto de hechos
físicos, químicos, biológicos,
psicológicos y, según las creencias de cada quien,
espirituales. En el hombre, pues, se sintetizan un
sinnúmero de cualidades materiales e
inmateriales (v.gr. cuerpo y mente) construidas en el largo
proceso de la
evolución o de la
creación.
Este tema ha dado origen a sendos debates sobre la
primacía o no de la materia
respecto del espíritu y viceversa; en otras palabras ha
dado origen a los grandes pensamientos filosóficos sobre
el homo sapiens: el materialismo y el
idealismo, y ,
en ese ínterin, a posturas crítico-intermedias como
la kanteana.
Sabido es que el quehacer filosófico ha surgido,
pues, como una necesidad de dar respuesta a preguntas del
cómo, por qué y para qué de todo lo que
existe, es decir, el problema del conocimiento;
sin embargo, el
conocimiento no ha permanecido al margen del ideario
individual y social del ser humano; al contrario, lo ha
acompañado siempre y ha transitado paralelamente con cada
uno de los descubrimientos y avances gnoseológicos que
éste ha ido alcanzando en el devenir
histórico.
Cada pensador, cada filósofo, cada
científico, cada hombre que reflexiona sobre sí
mismo y sobre su mundo ha realizado un quehacer que lo ubica
dentro del plano de la actividad, de la acción,
del hacer. En esta tarea los ideales han cumplido un rol
trascendental como agentes catalizadores y, por qué no
decirlo, guías del diseño,
de la elaboración de los productos
pensantes.
Pensemos en La República de Platón,
La ciudad de Dios de San
Agustín, La ciudad del sol de Campanella, La
nueva Atlántida de Bacon, o, en el siglo pasado,
Walden Dos de Skinner, etc.
Estas son algunas muestras de los ideales de una sociedad mejor,
y en ellos se enfatizan los aspectos intelectuales,
políticos, morales, científicos, espirituales o
económico-sociales.
Y estos ideales nos remiten a la condición
inseparable del escritor (Autor, filósofo,
científico) y obra, el binomio creador-producto se
resume en la visión holística que se retroalimenta
por la
motivación pensante en algo que conduzca al equilibrio de
la sociedad.
Para Marx fue la
eliminación de la lucha de clases y así lograr la
cohesión social, para los liberales es, pues, el
entendimiento de que la igualdad es
imposible y que más bien se debería asumir la
equidad como
objetivo a
seguir en irrestricto respeto y
salvaguarda de la propiedad
privada. En todo caso, toda motivación
de investigación, postulado o actividad
pensante es análoga a la búsqueda del bienestar sea
cual fuere el punto de partida de la
concepción.
Así, llegamos al campo de las soluciones,
dado que el propio ser pensante demanda de
aproximaciones gnoseológicas dirigidas sobre la realidad y
con esto desmenuzar sus cualidades y entender su
esencia.
Ahora bien, si el conocimiento es un aliciente para la
actividad pensante humana, el ideal de mejorar lo que nos rodea
también lo es, sino para qué estudiarlo, para
qué comprenderlo, para qué conocerlo. Por lo tanto,
verdad e ideal son dos conceptos que se yuxtaponen teniendo en
sus fronteras una alta dosis de subjetividad, que se constituye
más que en riesgo
contaminante de la objetividad, en el motor de
búsqueda de verdades.
El conocimiento no aparece de la nada, sino que es el
resultado de la actividad del substractum (cerebro)
interactuando con el medio, pero aquí la voluntad, el
deseo y conciencia de
activar esta base material, es fundamental en el proceso de la
reflexión. Al respecto Gamero señala que "La
fisiología y la psicología del pensar
son dos aspectos de la actividad cerebral única, en cuya
actividad lo ideal aparece como propiedad de lo material. Por eso
la Psicología estudia el contenido (ideal) de la actividad
cerebral (material), en tanto que la fisiología estudia
los mecanismos nerviosos de dicha
actividad"
Entonces esta relación estrecha entre psiquis y cerebro
se constituye en una unidad que nos permite el pensar. El asiento
de la psiquis es el cerebro, pero éste debe ser dirigido.
Sino ¿por qué pensar en el porqué de las
cosas? ¿Por qué ser abogados, estadistas,
médicos o profesores? ¿Por qué ser filósofos y/o científicos?
Encontraremos como respuesta la decisión del hombre que
dirige su actividad pensante. Pero, ¿por qué hay
quienes piensan, quienes filosofan, quienes elaboran teorías?,¿por qué haberlo
hecho y por qué no?
Estas interrogantes ni siquiera están en las mentes
pensantes de muchos de los hombres de hoy. Pero encuentran su
respuesta no sólo en la necesidad de conocer per se
sino también en el compromiso del pensador a no ser
indiferente con aquello que le rodea y que transe su vida y la de
sus congéneres Y, así, se involucra en una ardua
tarea que podría haberse desvanecido en la indolencia
inoculada a su substrato cerebral.
Drucker al estudiar los ritmos de la sociedad -la
cursiva es nuestra- concluye que los próximos tiempos
serán de las personas educadas, es decir, de aquellas
gentes que no sólo se han hecho de mucho de la información disponible en la sociedad, sino
que, además, la información de la que disponen es
útil y pertinente en la solución de problemas.
Este análisis nos lleva a pensar en la necesidad
de estar informados, de cultivar el conocimiento y para lograrlo
necesitamos de la voluntad. Lamentablemente, cada vez somos menos
pensantes y más automáticos, más
indiferentes, menos educados.
Modesto Montoya apunta algunos datos de
consideración respecto de la posición peruana en lo
que concierne a la inversión y producción científica que mientras
Estados Unidos
en el año 2004 tuvo 321 668 publicaciones reconocidas en
el Science Citation Index, Perú sólo 228.Claro que
el comparar a una superpotencia con un país
periférico como el Perú, podría no ser un
buen referente; sin embargo, Chile en ese mismo año tuvo
2281 publicaciones.
Las causas son diversas y van desde el apoyo del Estado hasta
actitudes
propias de las personas. Para efectos de este escrito nos
centraremos en el elemento conativo.
El acto de investigar científicamente es más que
una mera curiosidad, consiste en resolver una interrogante de la
realidad donde vivimos, la misma que puede ser física o social;
pero, el simple hecho de planteárnosla y bregar por
resolverla a través del método
implica una actividad pensante dirigida hacia un fin: el
conocimiento. No obstante, el ejercicio de esta tarea se ve
afectado desde diversas aristas:
En primer lugar por los cambios rápidos y complejos que
se han suscitado en la sociedad de hoy y la primacía del
egocentrismo cortoplacista, que ha adormecido el interés
por la ciencia y,
en general, por la actividad pensante. En ese sentido, son
escasas las personas que intentan hacer investigación y,
con esto, asumir una actitud activa
respecto del medio en que se desenvuelven.
En segundo lugar, el propio ejercicio de la ciencia se
está convirtiendo en un quehacer puramente
metodológico, sobre cuyo producto el desarrollo del
porqué y para qué del mismo sólo responden a
cuestiones utilitaristas; alejándose de los preceptos
ontológicos que acompañan la actividad
filosófica.
Queremos decir que ciencia y filosofía son actividades
pensantes a las que muchos no han aceptado o han renunciado, esto
es, que muchos ni hacen ciencia ni filosofía, simplemente
viven en la superficie del azar.
De otro lado, muchos de los que hacen ciencia se han
automatizado por no considerar el aspecto filosófico de su
actividad, entonces pierden el norte.
Considerando el paradigma
científico actual en correspondencia con el quehacer
filosófico, permítaseme realizar el siguiente
parangón: Weber al
comparar el auge del capitalismo en
Occidente a diferencia de Oriente, encuentra que mientras en
Europa el
Protestantismo preconizaba el ahorro y la
propiedad como medios de
alcanzar la salvación del alma; en
Oriente se dio lo contrario, es decir, lo material no importaba,
lo más importante era la sabiduría no la
acumulación.
Continuando con la idea Gamero no dice lo siguiente "(…)los
físicos pueden producir armas, cada vez
más poderosas, la biología tiene
aplicación inmediata en la medicina, la
geología
contribuye al enriquecimiento mineral de la humanidad, y la
química a
la preparación de nuevos productos de consumo, pero
la filosofía (…)sólo puede revelar algunas
verdades que a muy pocos les interesan, porque tienen dudoso
valor en el
mercado de la
sociedad de consumo (…)"
Así, parece ser que en la sociedad actual se dan tres
situaciones peculiares: la indiferencia absoluta sobre la verdad
y su búsqueda, la cosificación-utilitarista de la
actividad científica y, sobre todo, la postergación
de la reflexión sobre el propio hombre y su razón
de ser (v gr. en relación con la ciencia).
Entonces o no investigamos ni queremos reflexionar; o
investigamos mecánicamente sin la reflexión a
priori ni a posteriori centrándonos en las
retribuciones utilitaristas de lo que hacemos, del hecho
científico y la verdad de las cosas.
Una causa más de este problema, se localizaría
en que el ideal de una sociedad diferente y mejor –como lo
señaláramos al inicio de esta
reflexión– es difuso, alienante o, sencillamente, no
existe entre muchos de nosotros; entonces: ¿para
qué hacer ciencia?, ¿para qué filosofar?
Las respuestas a estas interrogantes están
estrechamente relacionadas con la voluntad de hacer o no hacer,
con la construcción de ideales vitales, con el
compromiso por y en esta sociedad, pero no quedan supeditadas a
la voluntad como la pasiva espera de la aparición del
ánimo para concretarlas, sino más bien como la
obligación humana, que resulta ser el compromiso personal, es
decir, el deber o, en palabras de Drucker "ser socialmente
responsable."
En efecto, si comprendemos que tenemos una obligación
social y personal en nuestras vidas, podremos encontrar la
realización y actualización de este fin
trascendental de nuestra existencia en el ejercicio
científico y filosófico. Esto es, ser más
filósofos y más científicos, no como un mero
deseo o gusto, sino como un imperativo que haga de esta sociedad
un lugar verdaderamente humano.
Notas Bibliográficas
Drucker, P. (1990) La sociedad postcapitalista Cali,
Norma
Gamero, L. (1999) Cuando la materia piensa en sí
misma Arequipa, UNSA
Montoya, M. (2004) Productividad científica y
tecnológica en el Perú En:
www.modestomontoya.org
Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo de
la
Educación (1975) Dominación y subdesarrollo Lima, INIDE
Ritzer, G. (1992) Teoría sociológica
clásica. México D.F. Mac Graw-Hill
Escrito en 2005 por:
Alonso Paredes Paredes
Psicólogo y sociólogo
Obra Kolping del Perú
Arequipa-Perú