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La delincuencia juvenil en Venezuela




Enviado por Thaís García



    "Estudio
    teórico-práctico desde la perspectiva de la
    sociología de la
    desviación"

    1. Algunas consideraciones sobre
      la delincuencia juvenil
    2. Análisis
      situacional
    3. Análisis teórico:
      etiología de la delincuencia
      juvenil
    4. Una tipología de los
      delincuentes juveniles
    5. Estadísticas
      oficiales sobre la delincuencia juvenil
    6. Limitaciones
    7. Conclusiones
    8. Recomendaciones y
      propuestas
    9. Bibliografía
    10. Anexo. Vía crucis
      estadístico

    Introducción

    El presente es un estudio teórico-práctico
    de la delincuencia
    juvenil en Venezuela
    desde la perspectiva de la sociología de la
    desviación.

    Las fuentes para
    el estudio están constituidas por una variedad de libros,
    diccionarios,
    investigaciones, datos
    estadísticos y leyes
    seleccionados por ser considerados pertinentes en la exposición
    de ideas que se refieren a la delincuencia juvenil en el
    país.

    La información resultante de está
    investigación será presentada en
    cinco grandes apartados. Primero se presenta el apartado
    Algunas consideraciones sobre la delincuencia juvenil,
    donde se aclaran ideas dispersas sobre la temática, se
    plantea, delimita y justifica el objeto de la
    investigación. El segundo apartado es el
    Análisis situacional, allí se establece un
    contexto demográfico del país, la particular
    situación del menor dentro de dicho contexto y el Sistema de
    Responsabilidad Penal del Adolescente. En el
    tercer y cuarto apartado se expone un marco
    teórico derivado de la sociología de la
    desviación que cuenta con un análisis de diversas teorías
    que responden a la etiología de la delincuencia juvenil
    Análisis teórico– y con Una
    tipología de los delincuentes juveniles
    . Por
    último, en el quinto apartado se muestran las estadísticas se sustentan el
    fenómeno social de la delincuencia juvenil, se le dio el
    nombre de Estadísticas oficiales y en éste
    se analizan las cifras disponibles del Instituto Nacional del
    Menor. También se agregará un apartado especial de
    anexos, el cual tratará de proporcionarle al lector la
    mayor información posible en cuanto al proceso de
    solicitud de estadísticas a los organismos gubernamentales
    correspondientes.

    La importancia de este estudio radica en que se trata de
    un fenómeno social desviado considerado como universal,
    que se nutre de una particular situación nacional, y que
    ha sido poco estudiado hasta el momento.

    Finalmente, cabe destacar que un trabajo de
    esta magnitud difícilmente puede ser abordado
    exhaustivamente, sin embargo los diferentes puntos del mismo
    serán tratados de la
    forma más completa posible para así proporcionar al
    lector una clara visión del fenómeno de la
    delincuencia juvenil en Venezuela.

    Es muy importante destacar que esta investigación
    es el paso inicial para estudios posteriores a efectuarse cuando
    sean posibles, además de ser un requisito para orientar
    las posibilidades de presentar algún tipo de
    afirmación sobre la delincuencia juvenil en
    Venezuela.

    Algunas
    consideraciones sobre la delincuencia
    juvenil

    Sin lugar a dudas, la delincuencia juvenil es uno de los
    hechos sociales más importantes presente en las sociedades.
    Además, es considerado como uno de los temas
    criminológicos internacionalmente preferidos porque la
    manifestación del hecho puede observarse con mayor
    facilidad entre la población joven que entre la adulta, y por
    ver la delincuencia juvenil de hoy como posible delincuencia
    adulta del futuro.

    La delincuencia juvenil es un fenómeno
    problemático social mundial que se presenta en todas las
    sociedades sin importar su carácter. (Morant, 2003)

    Lograr una definición de delincuencia juvenil
    resulta complejo, por lo que llegar a construirla obliga a
    esclarecer los conceptos de los que se deriva: delito,
    delincuente y delincuencia.

    Son varias las definiciones que se le han atribuido al
    delito. Para objeto de la presente investigación se
    tomará el presentado por Ossorio que entiende el delito
    como un acto típicamente antijurídico, culpable, a
    veces sometido a condiciones objetivas de penalidad, imputable a
    una persona a la que
    se convierte en sujeto de sanción penal. (1981)

    Por su parte, Sutherland sostiene que es importante la
    definición de delito como medio para determinar si una
    conducta debe ser
    incluida en los límites de
    la conducta delictiva. Así, los criterios abstractos
    considerados como elementos necesarios para definir el delito
    son: "la descripción legal de un acto como
    socialmente dañino y la provisión legal de una
    pena". (1969, p.30)

    Por lo establecido anteriormente, el delincuente
    sería aquel sujeto que ha cometido un acto sancionado como
    delito por la ley
    penal.

    Visto el concepto de
    delito y delincuente es necesario establecer la tercera
    definición propuesta. La delincuencia es toda conducta
    reprimida por la ley penal. Se trata de un fenómeno social
    manifestado por la comisión de actos sancionados por la
    ley que, además, implican transgresiones a los valores
    reinantes en la sociedad. Son
    conductas antijurídicas a la vez que antisociales.
    (Ossorio, 1981)

    A pesar de que la Escuela
    Clásica del Derecho Penal y
    del Positivismo
    Criminológico consideraron el fenómeno de la
    delincuencia como una realidad estrictamente individual,
    actualmente los criminólogos sostienen que es un hecho
    vinculado estrechamente a cada tipo de sociedad y es reflejo de
    las principales características de la misma. Entonces, si
    se pretende comprender la delincuencia es imprescindible conocer
    los fundamentos básicos de dicha sociedad.

    En este sentido, Herrero Herrero define la delincuencia
    como el fenómeno social constituido por el conjunto de
    infracciones contra las normas
    fundamentales de convivencia, producidas en un tiempo y lugar
    determinados. (1997)

    De esta forma, el término delincuencia juvenil se
    convierte en un concepto socio-histórico. Siguiendo estas
    ideas, Garrido define la delincuencia juvenil como una figura
    cultural debido a que su definición y tratamiento legal
    responde a distintos factores en diferentes naciones, reflejando
    una mezcla de concepciones. El delincuente juvenil es aquella
    persona que no cuenta con la mayoría de edad penal y que
    comete un hecho castigado por las leyes. (1986)

    Los delitos
    cometidos por los jóvenes generalmente difieren en
    género
    y motivo de los crímenes de los adultos. La gran
    importancia de la edad para la culpabilidad y
    los métodos de
    represión es reconocida por cualquier sistema legal
    moderno. (West, 1970)

    En Venezuela, el Sistema de Responsabilidad Penal del
    Adolescente fija que sus disposiciones –expuestas
    detalladamente en otro apartado de la investigación-
    sólo pueden ser aplicadas a los sujetos definidos como
    adolescentes,
    es decir, a toda persona entre los doce y los dieciocho
    años de edad.

    En definitiva, y tomando en cuenta todo lo expuesto, se
    puede definir la delincuencia juvenil en Venezuela como el
    fenómeno social constituido por el conjunto de las
    infracciones penales cometidas por los sujetos mayores de catorce
    años y menores de dieciocho. Esta definición, junto
    a la premisa que los delitos cometidos se relacionan
    íntimamente con la situación social en la que se
    desarrollan, son los elementos que establecen las bases del
    fenómeno a estudiar.

    Análisis situacional

    Contexto
    demográfico nacional

    Distribución y
    crecimiento poblacional

    Según el Censo 2001 la población de
    Venezuela es de 25.054.210 habitantes, que se encuentran
    asentados sobre unos 916.445 km2, esto significa que posee una
    densidad de
    25,7 habitantes por kilómetro cuadrado. El aumento del
    número de habitantes representa un crecimiento relativo de
    27,3%.

    La población del país se concentra en los
    Estados: Zulia, Miranda, Carabobo, Distrito Capital, Lara,
    Aragua y Bolívar.
    De las 25 entidades federales, las siete mencionadas concentran
    el 50,3% de la población total.

    El ritmo de incremento anual de la población,
    durante el período intercensal 1990-2001, se ubica en 2,3
    por cada cien habitantes.

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    Fuente: Cuadro 1.

    También es necesario considerar que en Venezuela,
    para el año 2001, la población urbana es bastante
    superior a la población rural. Esto quiere decir que el
    87,7% de la población del país vive en centro
    poblados de 2.500 o más habitantes, mientras que tan
    sólo el 12,3% vive en áreas rurales.

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    Composición por
    edad y sexo

    La distribución de la población
    venezolana por grupos de edad
    evidencia una estructura
    poblacional relativamente joven con una gran proporción de
    personas de pocos años resultado de haber experimentado
    moderadas de la tasas de natalidad.

    De hecho, el 52,3% de la población total se
    concentra entre los 0 y 24 años, siendo de mayor peso
    porcentual los grupos de edad comprendidos entre los 5 y 9
    años (11,5) y los 10 y 14 años (10,9).

    En cuanto a la composición por sexo es
    importante destacar que el índice de masculinidad revela
    que en los cuatro primeros grupos de edad existe una ligera
    mayoría de la población masculina sobre la
    femenina. Sin embargo, esta tendencia se revierte en los grupos
    de edad siguientes, a partir de los 20 años se evidencia
    un predominio de las mujeres sobre los hombres que se
    acentúa a medida que avanza la edad por una mayor
    esperanza de vida de las mujeres.

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    Venezuela posee una población expansiva, en la
    que cada cohorte es más numerosa que la cohorte nacida
    anteriormente. Las bases de la pirámide son amplias, lo
    que indica un predominio de la población infanto-juvenil
    sobre los demás grupos de edad. A medida que se avanza en
    la edad, la pirámide muestra un
    estrechamiento, que se pronuncia luego de los 45 años, e
    indica una pérdida de miembros que puede ser causada tanto
    por la mortalidad como por la migración.

    Considerada a lo largo del tiempo, la base de la
    pirámide tiende a estrecharse progresivamente lo que
    indica que las cohortes nacidas recientemente han sido
    relativamente menos numerosas. El peso de esta población
    en el total se ha calculado en 11% para el 2001.

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    Niveles de
    actividad

    En Venezuela, según el Censo 2001, la
    población económicamente activa alcanza las
    8.450.556 personas, lo que equivale al 54,8% de la
    población total. El nivel de participación de la
    población de 15 años y más en la actividad
    económica del país asciende al 55,1%.

    La mayor proporción de la población que se
    encuentra fuera de la fuerza de
    trabajo se registra en los grupos de edad de 15 a 19 y de 65 y
    más años.

    Al discriminar por sexo se verifica, como es de esperar,
    tasas de actividad masculina superiores a las femeninas. Al igual
    que un mayor porcentaje de ocupados (64,1%) y una baja
    proporción de hombres fuera de la fuerza laboral
    (28,7%).

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    Fuente: Cuadro 4.

    La participación en la actividad económica
    varía en función de
    la edad. Las tasas siguen una tendencia creciente hasta alcanzar
    los valores
    más altos en las edades adultas centrales para luego
    descender hasta niveles relativamente bajos en las edades adultas
    avanzadas. Así, los valores más altos se concentran
    entre los 20 y 54 años y, los más bajos, de los 55
    años en adelante.

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    Vivienda y
    disponibilidad de servicios

    Otros aspectos de gran interés en
    el panorama nacional son la vivienda y la medición de la disponibilidad de los
    servicios
    tales como electricidad,
    agua, servicio
    sanitario, recolección de basura y
    telefonía fija.

    Según el Censo 2001, en Venezuela se empadronaron
    un total de 5.175.130 viviendas familiares, en las cuales el tipo
    de vivienda ampliamente predominante es la casa (69,5%), en
    segundo lugar, el apartamento en edificio (13%), y, en tercer
    lugar, el rancho (9,1).

    Al constituirse el rancho como el tercer tipo de
    vivienda predominante en Venezuela, se hace necesaria una
    revisión de la disponibilidad de servicios que estos
    poseen pues allí habita una proporción importante
    de individuos.

    En Venezuela el 84,5% de las viviendas familiares tipo
    rancho ocupadas disponen de electricidad. El abastecimiento de
    agua en estas viviendas se da mayoritariamente por medio de
    acueducto o tubería (59,9%), sin embargo los otros
    medios de
    abastecimiento son significativos.

    El 18,5% y 18,3% de las viviendas cuenta,
    respectivamente, con servicio de eliminación de excretas
    mediante poceta conectada a cloaca y a pozo séptico,
    mientras que 45% no tiene servicio sanitario.

    En cuanto al aseo urbano los resultados censales han
    revelado que aproximadamente un 56% de las viviendas no cuenta
    con ese tipo de servicio para la recolección de
    desechos.

    En el Censo 2001 se ha investigado si en las viviendas
    se cuenta con servicios de telefonía fija,
    encontrándose que el mismo no está presente en el
    97,8% de las viviendas de este tipo.

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    superior

    Indicadores de
    pobreza

    Para el año 2003 el informe del
    Programa
    Naciones Unidas
    para el Desarrollo da
    cuenta de 54 naciones que experimentaron un crecimiento
    económico negativo, que son más pobres que hace
    diez años, que cuentan con una mayor tasa de mortalidad
    infantil, que han visto reducida la matriculación escolar
    y que poseen expectativas de vida menores.

    El informe destaca 59 países de prioridad en
    relación a sus retrasos para alcanzar los Objetivos del
    Milenio (ODM) para el 2015. De estos países 31 son de
    máxima prioridad por presentar, en combinación, una
    pobreza humana
    profunda y un estancamiento de las metas por lo que necesitan
    acciones
    urgentes. Otros 28 países son considerados de alta
    prioridad por haberse detenido el progreso hacia dichas
    metas.

    De las naciones de prioridad cuatro se encuentran en la
    región latinoamericana: Haití-de máxima
    prioridad-, Venezuela, Bahamas y República Dominicana
    –de alta prioridad.

    Venezuela registró una evolución negativa del PIB per
    cápita entre 1990 y 2001. Esta situación, aunada a
    un aumento del 11 al 21% de la población subnutrida y a un
    estancamiento de la matriculación en la educación
    primaria, colocó a Venezuela dentro de los 28
    países identificados en el informe como de alta prioridad
    en función del logro de los ODM. A pesar de contar con un
    índice de desarrollo
    humano medio, el país ha registrado estancamiento y
    retrocesos en varias metas claves: no se ha avanzado en la lucha
    contra la pobreza.
    (PNUD, 2003)

    Según el Instituto Nacional de
    Estadísticas (INE), entre finales de 1999 y principios del
    2003 956.260 familias cruzaron la línea de la pobreza,
    llegando a un total de 2.985332 familias que no poseen recursos para
    comprar la canasta básica de alimentos. De
    estas familias en pobreza, 1.386.957 se encuentran en pobreza
    extrema.

    Para el 2003 el 54% de los hogares venezolanos viven en
    pobreza, de ellos el 25,1% se encuentra en pobreza crítica. Para finales de 1999, el
    porcentaje de familias en situación de pobreza extrema era
    de 9,9%. (Foro Nacional:
    Pobreza, 2003)

    La situación
    particular de los menores

    Población
    infanto-juvenil

    Para el año 2001 la población total de
    Venezuela fue de 23.054.210 habitantes, distribuidos a lo largo
    de los diferentes grupos de edad. La población menor de 18
    años registrada fue de 9.505.1898, lo que representa el
    41,2% del total de habitantes del país.

    Estas cifras revelan que poco menos de la mitad de la
    población total de Venezuela está compuesta por
    niños y
    adolescentes. Es un indicador elocuente que refleja la
    importancia de este sector poblacional –los menores de
    edad- en la dinámica del país en su conjunto, en
    especial en el desarrollo socio-económico.

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    En cuanto a la distribución porcentual de la
    población menor de 18 años se evidencia una
    proporcionalidad similar a lo largo de todas las edades sin
    variaciones significativas, oscilando entre 4,9 y 5,8%. Sin
    embargo, los porcentajes más elevados corresponden a las
    edades comprendidas entre los 6 y 12 años.

    Fuente: Cuadro 6.

    Al discriminar por sexo, en la proporción de
    niños y adolescentes del sexo femenino y masculino no se
    observan diferencias significativas. Aunque, entre los 0 y 9
    años existe un ligero predominio del sexo masculino sobre
    el femenino, mientras que de los 10 a los 18 años dicha
    situación se revierte.

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    Asistencia a planteles
    educativos

    La tendencia de la asistencia escolar varía
    según la edad. En el 2001 las tasas más altas de
    escolaridad se registran en la población de 5 a 14
    años, y en este caso la asistencia regular a planteles
    educativos se estima en una proporción superior a 82%. Con
    respecto a la población en edad preescolar (4,
    5 y 6 años), el nivel de asistencia oscila entre 59 y 91%.
    Las tasas más bajas se muestran en los niños de 3
    años y en los jóvenes de 16 a 29 años, en
    los dos casos no se sobrepasa los 68 asistentes a planteles por
    cada 100 de esa misma edad.

    Se observa un descenso importante en la tasa de
    escolaridad a partir de los 15 años, a pesar que los
    jóvenes de esta edad todavía estarían
    cursando la etapa media- diversificada. Este fenómeno
    podría estar asociado a niveles mayores de deserción
    escolar para este grupo de
    edad.

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    Indicadores de
    pobreza

    De acuerdo con estimaciones de UNICEF, la pobreza afecta
    de forma más intensa a los menores de 18 años.
    Mientras la población total de Venezuela sufre un nivel de
    pobreza de 56,6%, la pobreza entre menores de 18 años
    alcanza la alarmante cifra de 71,8%.

    En el país existen alrededor de 6 millones de
    menores de 18 años en situación de pobreza, de los
    cuales cerca de 3 millones se encuentran en situación de
    pobreza crítica.

    De los niños entre 6 y 12 años
    aproximadamente el 6% no asiste a la escuela primaria, y de este
    porcentaje el 35,2% no asiste a estos planteles educativos por
    razones económicas.

    De los adolescentes entre 13 y 17 años el 22,4%
    no asisten a planteles educativos. De esta proporción, el
    39,7% no asiste porque no quiere estudiar, el 17,3% no lo hace
    por falta de recursos económicos y, el 15% no estudia
    porque tiene que trabajar.

    Según la encuesta de
    hogares realiza en el primer semestre del 2002 por el Instituto
    Nacional de Estadísticas, el promedio de menores de 20
    años es significativamente mayor en los hogares en
    situación de miseria alcanzando 2,8 menores, mientras que
    en hogares no pobres la cifra se reduce a 1,2 menores de 20
    años. (Foro nacional: Pobreza, 2003)

    En función a los resultados de la encuesta de
    hogares se estimaron los grupos etáreos, por debajo de 20
    años, que se encuentran en condiciones de pobreza
    crítica. La distribución porcentual de estos grupos
    muestra la proporción de pobres extremos: la mayor
    proporción se encuentra en el grupo de 6 a 13 años
    con 33,5%, le sigue el grupo de adolescentes de 12 a 20
    años con 26,5%.

    Estas cifras presentan, para el 2002, un total de
    2.965.223 pobres extremos distribuidos entre los 0 y 20
    años.

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    superior

    Sistema penal de
    responsabilidad del adolescente

    El construir un Sistema Penal de Responsabilidad de
    Adolescentes busca revertir el antiguo paradigma y
    sustituir el binomio compasión-represión por
    severidad-justicia. El
    antigua paradigma de la Situación Irregular se caracteriza
    por:

    • La indefinición del hecho
      antisocial
    • La aplicación de cualquier medida de
      seguridad
      sin tomar en cuenta la infracción
      cometida.
    • La competencia ilimitada del juez para decidir
      acerca del hecho antisocial y las medidas a aplicar, lo que
      conduce al exceso de rigor o a la impunidad.

    Para construir un nuevo sistema penal de responsabilidad
    deben tenerse en cuenta ciertos requisitos
    mínimos:

    • Considerar al adolescente infractor como una
      precisa categoría jurídica. Siendo infractor
      quien ha cometido actos definidos como delito.
    • La responsabilidad, que implica que a los
      adolescentes se les atribuya las consecuencias de sus actos
      (de forma diferenciada a los adultos) puesto que ya en ellos
      existe un proceso de maduración que hace posible
      reprocharles el daño social que causen
      imponiéndoles una sanción cuya finalidad es
      educativa.

    Es necesario asumir que los adolescentes infractores
    tienen responsabilidad penal, de la misma naturaleza
    que la del adulto, si bien atenuada.

    • Garantía al debido proceso, el adolescente
      debe tener los mismos derechos y
      garantías de los adultos, más aquellos
      inherentes a su especial condición.
    • Reducción de los márgenes de
      discrecionalidad del juez gracias a la consagración de
      los principios de la legalidad
      del acto, del procedimiento, de la sanción y de su
      ejecución.
    • La medida de privación de la libertad
      como estrictamente judicial y excepcional, impuesta
      sólo en caso de infracciones graves. La
      ejecución de esta medida privativa es competencia
      exclusiva e indelegable del Estado.
    • Previsión de una amplia gama de medidas
      educativas que permitan dar respuestas diferenciadas
      según el tipo de infracción y la edad del
      infractor.
    • Control judicial de las medidas impuestas al
      adolescente para garantizar sus derechos y los objetivos que
      se le atribuyen a la sanción. La responsabilidad
      sólo puede ser declarada en juicio y la sanción
      sólo puede ser la prevista en la Ley según el
      caso, cuya ejecución debe cumplirse en la forma que
      ésta regula.

    El sistema penal de responsabilidad del adolescente se
    encuentra en el título V de la Ley Orgánica para la
    Protección del Niño y del Adolescente (LOPNA), como
    toda ley, se divide en títulos que se subdividen en
    capítulos, y estos, a su vez, se dividen en secciones en
    las que se encuentran los artículos.

    En el título V, el capítulo I en su
    sección 1º se comienza por definir el sistema,
    señalar sus integrantes y consagrar los principios
    básicos de derecho penal sustantivo: responsabilidad en la
    medida de la culpabilidad, por conducta típica y
    antijurídica.

    El Sistema Penal de Responsabilidad del Adolescente
    está conformado por un conjunto de órganos y
    entidades que se encargan de establecer la responsabilidad del
    adolescente por los hechos punibles en los que incurra,
    así como aplicar y controlar las sanciones
    correspondientes. Este sistema está integrado
    por:

    • La sección de adolescentes del tribunal
      penal
    • La sala de casación penal de la Corte
      Suprema de Justicia
    • El Ministerio Público
    • Los defensores públicos
    • La Policía de
      Investigación
    • Programas y entidades de
      atención

    El adolescente que incurra en hechos punibles responde
    en la medida de su culpabilidad, de forma diferenciada del
    adulto. La diferencia está en la sanción y la
    jurisdicción especializada.

    En la Sección 2º se presenta el
    ámbito de aplicación personal,
    espacial y temporal de la ley y se dan pautas de interpretación. El que un niño
    incurra en un hecho punible no puede ser objeto de sanción
    penal sino de una medida de protección. Así se
    cuenta con un régimen progresivo de existencia de
    responsabilidad que se va acentuando a medida que el adolescente
    tenga mayor edad.

    Se entiende por niño toda persona con menos de
    doce años de edad, y, por adolescente toda persona entre
    doce y dieciocho años de edad. Las disposiciones del
    sistema penal de responsabilidad serán aplicadas
    únicamente a los sujetos definidos como adolescentes,
    porque a los niños sólo se le aplicarán
    medidas de protección.

    A efectos de aplicación y ejecución de
    sanciones se divide a los adolescentes en dos grupos erarios: los
    que tengan de doce a menos de catorce y los que tengan de catorce
    a dieciocho años.

    En el caso de que en el hecho punible concurrieran
    adolescentes y adultos, las causas se separarán conociendo
    en cada caso la autoridad
    competente.

    La sección 3º consagra las garantías
    fundamentales de orden sustantivo y procesal. Además de
    los principios de igualdad,
    dignidad,
    proporcionalidad, inocencia, derecho de ser oído,
    defensa, debido proceso y única persecución, se
    incluyen los principios de información clara y precisa de
    los motivos de la investigación, sobre el significado de
    las actuaciones procesales y las decisiones que se produzcan.
    Esto con la finalidad que el proceso sea totalmente conocido y
    entendido por el adolescente, lo que contiene un sentido
    altamente pedagógico dirigido a la concientización
    de la responsabilidad. También se consagra la
    confidencialidad de los datos del proceso y la excepcionalidad de
    la privación de libertad.

    El Capítulo II regula el procedimiento penal para
    determinar la responsabilidad del adolescente. Entonces,
    además de mantener la uniformidad de la
    legislación, se le reconoce al adolescente todo un sistema
    de garantías que constituye el marco de referencia de los
    derechos del ciudadano enjuiciado penalmente.

    La Sección 1º trata de la
    investigación que tiene por objeto confirmar o descartar
    la sospecha fundada de la existencia de un hecho punible y
    determinar si un adolescente realmente concurrió en su
    perpetración. En esta sección se le da especial
    importancia al régimen de libertad al restringirse a
    situaciones límite como:

    • La sorpresa en flagrancia en la comisión del
      hecho punible
    • Cuando surgen evidencias
      contra un adolescente que no se encuentra civilmente
      identificado o de cuya identidad
      se tengan dudas
    • Que el adolescente no haya podido ser ubicado o
      cuando no existe una forma posible de asegurar su
      comparecencia a la audiencia preliminar.

    La medida de detención preventiva no debe ser
    confundida con la prisión preventiva, pues esta
    última implica la declaración de haber
    mérito para el enjuiciamiento del adolescente imputado al
    ser admitida la acusación contra él presentada. La
    investigación culmina con la presentación de una
    acusación formal o con un pedido de sobreseimiento.

    La Sección 2º establece fórmulas de
    solución anticipada ya que, por la aplicación del
    principio de oportunidad, puede dársele al asunto soluciones
    distintas a la acusación, dichas soluciones
    son:

    • La conciliación: el fiscal del
      ministerio público promueve un acuerdo que conlleva a
      la suspensión del proceso a prueba, si se cumplen las
      funciones del
      acuerdo procede el sobreseimiento. Esto permite la
      reparación individual o social del daño y
      pretende la concientización del adolescente. Esta
      fórmula excluye los hechos punibles que por su
      gravedad y repercusión social se estima que deben ser
      enjuiciados.
    • La remisión: permite prescindir total o
      parcialmente del juicio en atención a lo insignificante del hecho
      o a la mínima participación del adolescente. La
      remisión procede cuando: se hace una
      contribución decisiva a la investigación, el
      adolescente sufrió daños físicos o
      morales graves, la sanción que se espera carece de
      importancia en relación a la sanción ya
      impuesta.

    Estas fórmula, fundamentadas en principios de
    humanidad y proporcionalidad, permiten no sancionar la
    culpabilidad exigua y decantar el proceso de modo de llevar a
    juicio sólo lo más significativo del resultado de
    una investigación.

    La Sección 3º regula la acusación y
    la audiencia preliminar estableciendo el enlace entre la
    investigación y el juicio oral. De este modo al fiscal
    estimar que la investigación arroja mérito,
    presenta la acusación al juez de control que
    decidirá si ordena o no el enjuiciamiento del imputado
    previa audiencia. Así se garantiza el derecho a la defensa
    y se crean mecanismos de control todo lo que permite una mejor
    preparación para el debate. El
    juez de control deberá decidir la medida cautelar
    más conveniente para asegurar la comparecencia a juicio
    del imputado , a cuyo efecto se le suministra una variada gama de
    posibilidades que encuentran su forma más grave en la
    prisión preventiva. Así se asegura el
    enjuiciamiento de modo que se conciben gradualmente las medidas
    de coerción personal una vez dispuesto el enjuiciamiento y
    mientras concluye el juicio.

    La Sección 4º regula el juicio oral que se
    ha concedido con reducción de algunos plazos para hacerlo
    lo más breve posible sin que esto signifique menoscabar el
    derecho a la defensa. Se incorpora al tribunal de juicio la
    figura del escabino cuando se trate de delitos graves, lo que
    promueve la participación ciudadana en el juzgar de los
    adolescentes bajo la dirección del juez profesional
    especializado.

    El núcleo del proceso es la audiencia de juicio
    oral, continua y reservada. Se garantiza el debate entre
    fiscal-querellante y imputado defensor en el que cada parte tiene
    oportunidad de presentar sus pruebas y
    controlar las del contrario, esto bajo la dirección de un
    juez. Se dispone que la sentencia se pronuncie verbalmente al
    concluir el debate.

    La Sección 5º regula el régimen
    impugnatorio, se incorporó el recurso de casación
    al proceso para determinar la responsabilidad penal de
    adolescentes, con lo que se les garantiza un derecho
    tradicionalmente concedido sólo a los adultos. El
    régimen de recursos es entendido dentro de los
    parámetros del principio de inmediación porque, al
    establecerse un juicio oral, el control que se pude ejercer en la
    vida impugnatoria es mucho más restringido. El control
    superior del fallo del tribunal de juicio se basa en que
    éste cuente con una infracción legal que incluya
    aspectos sustanciales y el quebrantamiento de las formas
    procesales más importantes.

    El Capítulo dos del sistema concluye con la
    Sección 6º que prevé otras disposiciones
    complementarias relativas a la competencia territorial, a la
    regulación de los efectos de la evasión, al
    cálculo
    de la prescripción, a la acción
    civil y a la perturbación mental. En cuanto a este
    último punto se prevé que si el imputado al momento
    del hecho punible sufre perturbación mental debe ser
    decretado el sobreseimiento, pero si la perturbación es
    posterior se suspende el proceso. Si la perturbación
    mental se advierte después de la sentencia condenatoria se
    suspende el cumplimiento de la sanción, el adolescente
    debe ser objeto de la medida de protección que corresponda
    a sus circunstancias.

    El Capítulo III se refiere a las sanciones, el
    catálogo es amplio y va desde la amonestación hasta
    la privación de libertad, pasando por formas graduales. El
    denominador común a todas las sanciones es una finalidad
    primordialmente educativa que se complementa con la
    participación de la familia y
    el apoyo de especialistas; los principios orientadores de las
    medidas son el respeto a los
    derechos
    humanos, la formación integral del adolescente y la
    búsqueda de su adecuada convivencia familiar y social,
    estas sanciones se presentan en detalle a
    continuación:

    • Amonestación: consiste en una severa
      recriminación verbal al adolescente. Ésta debe
      ser clara y directa de forma que el adolescente comprenda la
      ilicitud de los hechos cometidos.
    • Imposición de reglas de conducta: consiste
      en la determinación de obligaciones o prohibiciones impuestas por el
      juez para regular el modo de vida del adolescente, así
      como para promover su formación. Esta sanción
      tiene una duración máxima de dos años y
      su cumplimiento debe iniciarse, a más tardar, un mes
      luego de haber sido impuestas.
    • Servicios a la comunidad:
      consiste en tareas de interés general que el
      adolescente debe realizar en forma gratuita por un
      período no mayor a seis meses. La jornada
      máxima es de ocho horas semanales trabajadas cualquier
      día con tal que no obstruya la asistencia a la escuela
      o la jornada normal de trabajo.
    • Libertad asistida: consiste en otorgarle la
      libertad al adolescente obligándolo a someterse a la
      supervisión, asistencia y
      orientación de una persona capacitada designada para
      el caso. La sanción tiene una duración
      máxima de dos años.
    • Semi-libertad: consiste en la incorporación
      obligatoria del adolescente a un centro especializado durante
      el tiempo libre del que disponga en el transcurso de la
      semana. Considerado tiempo libre aquel durante el que el
      adolescente no deba asistir a un centro educativo o cumplir
      un horario de trabajo. Esta medida no podrá durar
      más de un año.
    • Privación de libertad: consiste en internar
      al adolescente en establecimientos públicos especiales
      de los cuales sólo podrá salir por medio de una
      orden judicial. La privación de libertad es una medida
      sujeta a los principios de excepcionalidad y de respeto a la
      condición particular de persona en desarrollo. En el
      caso de adolescentes que tengan más de catorce
      años su duración no podrá exceder los
      cinco años ni ser menor a un año; en caso de
      ser menor de catorce años la duración no
      será menor de seis meses ni mayor de dos
      años.

    La medida de privación de libertad sólo
    puede ser impuesta cuando el adolescente:

    • Comete los siguientes delitos: homicidio,
      lesiones graves, violación, robo agravado, secuestro,
      tráfico de drogas,
      robo o hurto sobre vehículos automotores.
    • Es reincidente y el hecho punible cometido objeto
      de la nueva sanción prevé una pena privativa de
      libertad que sea igual o mayor a cinco años en su
      límite máximo.
    • Incumple, sin justificación, otras sanciones
      que le hayan sido impuestas.

    Son de importancia fundamental las pautas para la
    determinación de la sanción aplicable, sobre la
    base del reconocimiento que la legislación penal versa
    sobre conductas y la posible aplicación de sanciones
    proporcionales a quien culpablemente las ejecutó y no
    cuestiones relativas a la forma de vida del autor. La antigua
    legislación tutelar no fue eficaz en la prevención,
    además hacía referencia a la
    personalidad del autor. En la ley actual se busca la
    aplicación de una auténtica sanción
    entendida como medio para lograr la concientización y
    reinserción en la sociedad del adolescente infractor de la
    ley penal y, por otra parte, busca dar respuesta a la sociedad
    que exige seguridad y contención del fenómeno
    criminal.

    La Sección 2º da cabida a programas
    socio-educativos incluso de iniciativa no gubernamental, con lo
    que se integra a la sociedad civil a la tarea de rescate del
    joven infractor.

    La Sección 3º regula lo concerniente a la
    ejecución de las sanciones, aspecto que explica cuestiones
    como la exigencia de entidades y programas (públicos o
    privados) registrados para garantizar su adecuado cumplimiento y
    el logro de su finalidad educativa.

    Se dispone también la obligatoriedad de la
    escolarización, formación para el trabajo y
    recreación en los institutos de
    internamiento. Se resalta la necesidad de seleccionar
    cuidadosamente el personal según su capacitación, lo que pretende hacer
    efectiva una auténtica especialidad.

    En el plan individual
    de ejecución de la sanción de privación de
    libertad participa el adolescente, este plan atiende al estudio
    de los factores y carencias que incidieron en su conducta y al
    establecimiento de metas concretas para fortalecer sus
    potencialidades y suplir o manejar sus deficiencias. Aquí
    la personalidad
    del autor cobra un papel importante.

    El Capítulo culmina con la Sección 4º
    que prevé el control judicial de la ejecución de
    las sanciones impuestas al adolescente para garantizar el
    cumplimiento de sus objetivos. Se ha dispuesto la
    intervención judicial especializada que debe revisar las
    sanciones impuesta para verificar si se están cumpliendo
    los objetivos que la fundamentaron, lo cual garantiza un
    régimen progresivo en los programas
    socio-educativos.

    El Capítulo IV es el último del
    Título, diseña y estructura la justicia penal del
    adolescente. La Sección 1º regula la actividad del
    Ministerio Público y la Policía de
    investigación en este campo. Al primero le corresponde la
    investigación y el ejercicio de la acción penal
    pública, para la investigación rige el principio de
    la oficialidad mientras que, para el segundo, rigen los criterios
    de oportunidad.

    Al segundo organismo le corresponde servir de auxiliar
    en la investigación de los hechos punibles y sus
    responsables para lo que debe contar con personal especialmente
    capacitado para trabajar con adolescentes. Además son los
    encargados de practicar las aprehensiones.

    La Sección 2º regula al sujeto imputado,
    disponiendo sus derechos y la participación de su defensor
    desde el inicio de la investigación y durante todo el
    proceso, se prevé también la defensa pública
    especializada igual como está concebida para los adultos.
    Se dispone que los padres, representantes o responsables puedan
    intervenir en el proceso como coadyuvantes en la defensa sin
    perjuicio de su participación como testigo del hecho
    investigado.

    La Sección 3º se refiere a la víctima
    que amplia la participación en el proceso pudiendo incluso
    recurrir a la apelación contra el sobreseimiento o la
    absolución. La definición de víctima
    sobrepasa al ofendido por el hecho punible extendiéndose a
    otros afectados y otros entes legalmente constituidos, en caso de
    delitos que afectan intereses difusos o colectivos siempre que el
    objeto de la agrupación se vincule directamente con esos
    intereses. Para el enjuiciamiento de hechos punibles que
    requieren instancia privada, la víctima debe ejercer la
    acción por medio de la querella.

    El Capítulo culmina con la Sección 4º
    dedicada a los órganos jurisdiccionales. En busca de la
    mayor eficiencia se
    concibe la Sección de adolescentes del Tribunal Penal, lo
    que permite el uso de la
    administración de justicia y caracteriza el proceso de
    adolescentes dentro del marco que le es propio: un tribunal penal
    especializado tanto a nivel de investigación como a nivel
    del proceso en si mismo y, posteriormente, a nivel de la
    ejecución de la sanción.

    Este tribunal debe ser asistido por un servicio auxiliar
    de equipos multidisciplinario y de una sala de citaciones y
    notificaciones, además, debe estar dotado de
    instalaciones, equipos y personal necesarios para el cabal
    cumplimiento de sus funciones.

    Por último, se encuentran las disposiciones que
    engloban tres tipos de normas: las disposiciones que tienen
    carácter preparatorio, las de carácter transitorio
    y las finales.

    Análisis
    teórico: etiología de la delincuencia
    juvenil

    Algunas
    teorías de corte bio-anatómico

    El criminal
    nato

    Parte de la idea que ni en los vecindarios en los que
    son muy altos los riesgos de
    delincuencia se da el caso que todos cometan delitos. En base a
    ello es razonable emprender la búsqueda de las cualidades
    que hacen vulnerables a ciertos individuos.

    Los teóricos del S XIX sostenían que el
    significado de los hábitos delictivos se encontraba en una
    deficiencia moral innata.
    Algunos de estos autores sugirieron que los delincuentes
    representaban un atraso evolutivo del hombre, otros
    consideraban al delincuente como una persona incapaz de alcanzar
    los niveles sociales normales debido a deficiencias cerebrales
    innatas. Estos puntos de vista nacen en el seno de la antropología criminal que estudiaba medidas
    del cuerpo, cráneo y características faciales de
    los delincuentes.

    La expresión más importante de esta
    escuela del pensamiento se
    halla en la obra de Cesare Lombroso. Para el autor muchos
    delincuentes presentaban anomalías físicas que se
    asemejaban a los rasgos de los salvajes primitivos o los
    primates. De forma tal que en los delincuentes se observaba una
    nariz chata, la parte inferior de la cara mal desarrollada, pocas
    rayas en las palmas de las manos, frente estrecha, cara
    asimétrica, cejas pobladas y baja bóveda craneal,
    entre otras. Además de estos rasgos, las facultades
    sensoriales de los delincuentes estaban embotadas.

    Lombroso consideraba ciertas actitudes de
    algunos delincuentes como su carencia de sentido moral,
    impulsividad, violencia,
    inmunidad al remordimiento y crueldad, como atributos propios de
    una constitución primitiva.

    Siguiendo la misma línea, Hooton comparó a
    los presos norteamericanos con una muestra extraída de la
    población "normal" y encontró que la causa
    principal del delito es la inferioridad biológica. Las
    diferencias entre civiles y presos se hacían evidentes,
    aún dividiendo a los delincuentes según la
    naturaleza de sus delitos.

    Por otra parte, Goring es uno de los máximos
    críticos de la antropología criminal y sus
    supuestos hallazgos. Este autor estudió cerca de 3.000
    presos y los comparó con un grupo de control,
    encontró que no existía un tipo específico
    para los delincuentes aunque estos, como grupo, se hallaban
    física e
    intelectualmente por debajo de la media estandarizada. (West,
    1970)

    Estructura
    física del criminal

    Existen corrientes somatotípicas que clasifican a
    los individuos según su físico
    característico al medir la musculatura, los huesos y la grasa
    corporal. El precursor en este campo de pensamiento fue Kretchmer
    quién enfocó su interés en la
    asociación existente entre estructura del cuerpo y
    susceptibilidad a las enfermedades mentales.
    Llegó a construir una clasificación de las personas
    según sus tipos corporales: asténico (delgado,
    esbelto), atlético (musculoso), pícnico (regordete)
    y displástico (mixto). Los resultados de sus estudios lo
    llevaron a concluir que los asténicos eran propensos a la
    esquizofrenia
    y los pícnicos a la psicosis
    maniaco-depresiva.

    Sheldon, valiéndose de fotografías de
    desnudos, desarrolló un método
    para marcar de forma numérica los elementos corporales
    somáticos. En este sistema cada persona se clasifica
    según el predominio de tres componentes físicos
    primarios: endomorfia, mesomorfia y ectomorfia. Los
    endomórficos poseen grandes cavidades corporales, grandes
    vísceras, y contornos suaves y redondeados; los
    mesofórficos poseen una estructura corporal sólida,
    pesada y con músculo abundante; y, los ectomórficos
    son los de cuerpos delgados, esbeltos y ligeros.

    El autor comparó las fotografías de
    jóvenes residentes en una institución para
    delincuentes con estudiantes universitarios. Sus hallazgos
    revelaron que en los universitarios la proporción de
    ectomórficos y mesomórficos era equitativa,
    mientras que entre los jóvenes de la institución el
    predominio era de mesomórficos acompañados de muy
    pocos individuos ectomórficos. Los individuos
    mesomórficos fueron identificados con un temperamento
    fanfarrón, agresivo e indisciplinado cuya actitud para
    con la vida es predatoria. Sin embargo, Sheldom también le
    atribuyó cierta importancia a la crianza selectiva como
    causa de la delincuencia por lo que las medidas
    eugenésicas constituían un remedio en el largo
    plazo.

    Las diferencias temperamentales y físicas que
    Sheldon establece pueden descubrirse a edades tempranas por lo
    que se complementa con la idea que se consideran cualidades
    innatas.

    La investigación de Parnell confirma los
    resultados de Sheldom. El primero encontró entre un grupo
    de escolares una correlación positiva alta entre el
    físico ectomórfico y los rasgos de pasividad,
    susceptibilidad, sentimientos de culpa. Por el contrario, los
    musculosos mantenían el mismo tipo de correlación
    con rasgos de comportamientos agresivos, explosivos e inquietos.
    (West, 1970)

    Teorías
    sociales

    La teoría
    de la asociación diferencial

    La vida delictiva parece ser algo que se aprende de la
    experiencia, el que un joven se encuentre por el "buen" o el
    "mal" camino depende del ambiente en el
    que se haya criado.

    Esta teoría fue expuesta por Edwin Sutherland, la
    cual plantea que los jóvenes se vuelven delincuentes al
    aprender maneras incorrectas de sus compañeros y al ver
    como adultos poderosos infringen la ley. De esta forma la gente
    joven entra en contacto con personas de las cuales aprenden a
    rechazar los principios legales y adquieren habilidades para
    infringir las reglas. Todo el mundo se expone a posibilidades de
    este tipo, pero cuando se experimenta más a favor del
    delito que en contra del mismo el resultado será un
    delincuente. Las actitudes con las que ha estado en contacto han
    llegado a poseer una fuerza tal que le han enseñado los
    medios ilegales y no los legales para obtener sus fines. (West,
    1970)

    Toda conducta delictiva tiene su origen en la
    asociación diferencial. Esta conducta se aprende en
    asociación con los que definen lo delictivo favorablemente
    y en aislamiento de los que lo definen desfavorablemente.
    Según Sutherland: "…una persona en una
    situación apropiada participa de esa conducta delictiva
    cuando, y sólo cuando, el peso de las definiciones
    favorables es superior al de las definiciones desfavorables."
    (1969, p. 179)

    El autor enfatizó su atención en dos
    fenómenos: los delincuentes de cuello blanco y las
    pandillas de adolescentes. Sus estudios le permitieron descubrir
    una progresión en la conducta delictiva, desde
    pequeños delitos cometidos en el estímulo del
    momento hasta operaciones
    profesionales organizadas bajo la premisa del mínimo
    riesgo y el
    máximo beneficio. Así los delincuentes aprenden sus
    técnicas y, gradualmente, adquieren un
    lugar propio en el seno de la sociedad de criminales
    profesionales.

    Es evidente que no se trata de una teoría que
    suministre una explicación completa, realmente, explica la
    forma en que se transmite el carácter delictivo pero poco
    aporta al origen de las actitudes
    antisociales.

    Muchos fueron los autores que continuaron el desarrollo
    de la teoría de la asociación diferencial. Thrasher
    realizó un estudio de las pandillas juveniles de Chicago,
    considerándolas como una especie de campo de entrenamiento
    para el delito. Lo primero que anima al joven es unirse a sus
    compañeros por medio de la pandilla, luego es arrastrado a
    ciertas aventuras y a la experiencia de tener éxito
    al desobedecer las reglas; así el muchacho es llevado
    gradualmente a cometer delitos. Al crecer, los jóvenes se
    han adiestrado en técnicas delictivas dentro de sus
    pandillas juveniles que gravitan en la jerarquía de
    profesionales.

    Otros autores de la escena de Chicago fueron Tanenbaum y
    Whyte quienes consideraron a las pandillas de delincuentes como
    el resultado del fracaso de la comunidad para ofrecer salidas
    razonables a la frustración.

    Por otra parte, Block y Niederhoffer estudiaron las
    pandillas de Nueva York y encontraron que los adolescentes
    trataban de unirse por imitación a los delincuentes de
    mayor edad cuyos golpes delictivos eran mejor planeados y
    lograban mayor éxito. A su vez, los grupos delictivos de
    más edad fungían de campo de entrenamiento y fuente
    de reclutamiento.
    De esta manera, el joven frustrado de barrios bajos tiene la
    alternativa de unirse a una estructura profesional del delito que
    puede comenzar en la esquina de su casa y terminar en actos
    delictivos completamente profesionales.

    De los autores planteados puede concluirse que la
    imagen de los
    delincuentes juveniles es la de muchachos sanos de una sociedad
    enferma, su desgracia fue criarse en una clase en la
    que el estilo de vida
    delictivo es más accesible y se aprende más
    fácil y rápido que la conformidad a los valores de
    la clase media. (West, 1970)

    Los adolescentes están particularmente abiertos
    al aprendizaje de
    normas, actitudes y valores de cualquier grupo al que se
    expongan. El mejor elemento de predicción en solitario del
    comportamiento
    adolescente, tanto de conformidad como de desviación, es
    el comportamiento de los amigos más cercanos. El
    comportamiento delictivo de los adolescentes es,
    fundamentalmente, un comportamiento grupal. (Akers,
    1985)

    A la final, así como las personas aprenden a
    través del proceso de socialización como ser conformistas con las
    normas de su sociedad, también aprenden cómo
    apartarse de esas normas. Tanto la desviación como el
    comportamiento conformista, son productos de
    la socialización. (Zappen, s/f)

    La teoría de la
    anomia

    Se interpreta el comportamiento delictivo como un
    síntoma de frustración que puede acentuarse entre
    grupos que sufren una presión
    social especial.

    Emile Durkheim
    utiliza la palabra anomia para designar una dolencia social en la
    que las presiones reguladoras y controladoras de una costumbre
    social son reducidas de forma que los individuos se encuentran
    sin guía ni freno.

    El autor plantea que cuando aumenta la movilidad social
    el individuo
    pierde sus esperanzas límites que podrían frenar
    sus apetencias y ambiciones. Al aumentar las posibilidades, mayor
    es el peligro de insatisfacción y desencanto. Así,
    las libertades modernas exponen a las generaciones más
    jóvenes a mayores oportunidades tanto para el bien como
    para el mal. Un aumento de oportunidad para la expresión
    de la personalidad se convierte en la causa que facilita el
    aumento de las tentaciones y ocasiones para realizar actos
    ilícitos.

    La noción de anomia también ha sido
    desarrollada por Merton que la define como una forma de caos
    cultural producida por una discrepancia entre las metas
    culturalmente aceptadas y los medios institucionalizados para
    alcanzar dichas metas, ambos simbolizan la categoría y el
    éxito en la sociedad contemporánea.

    Según la posición de un individuo en la
    sociedad, el sistema social actúa como una puerta abierta
    o como una barrera. Así, los jóvenes pobres se
    encuentran en desventaja en la carrera hacia los símbolos del éxito aunque
    están bajo la misma presión de obtenerlos. Cuando
    la sociedad se organiza lo hace de forma tal que suscita en la
    clase baja aspiraciones que luego son frustradas, entonces la
    sociedad obtiene los delincuentes que se merece.

    Merton propone cinco modos de adaptación
    social:

    Modos de
    adaptación

    Metas culturalmente
    aceptados

    Medios culturalmente
    aceptados

    Conformista

    +

    +

    Innovador

    +

    Ritualista

    +

    Retraído

    Rebelde

    Crea nuevas

    Crea nuevos

    La más grave de estos tipos de respuesta es el
    retraído por ser un individuo que rechaza todo el marco de
    referencia de la sociedad convencional, repudiando tanto los
    fines como los medios. Por su parte, los innovadores tuercen las
    reglas para conseguir una mayor probabilidad de
    obtener beneficios, son inadaptados de forma menos personal que
    los retraídos pero son delincuentes en potencia.
    Generalmente, estos individuos pertenecen a clases bajas en las
    que las oportunidades de mejorar no se comparan con las
    recompensas obtenidas por incurrir en una carrera delictiva.
    (Merton, 1970)

    La teoría de las
    subculturas criminales

    La teoría mertoniana sirvió como
    fundamento a otros autores para examinar las reacciones de los
    grupos que dentro de la sociedad se apartan de las normas y
    valores de la mayoría, a estos grupos se les ha denominado
    subculturas.

    Albert Cohen es el principal exponente de esta
    teoría, él estudió el aspecto social y los
    orígenes de los miembros de pandillas de delincuentes
    juveniles. Las actitudes de la clase obrera hacen a los
    jóvenes menos capaces de beneficiarse de las oportunidades
    de progreso convencionales, ellos están en desventaja
    porque el éxito parece estar reservado para las personas
    de clase media. Al darse cuenta de su situación, los
    muchachos de clase baja reaccionan rechazando los valores, la
    respetabilidad y la moralidad de
    la clase media. Así, al manifestar desprecio por las
    autoridades que los habían rechazado, el joven libera sus
    sentimientos y obtiene la admiración de otros. Entonces,
    los individuos afectados se juntan para conformar una especie de
    solución colectiva para su descontento, y cada miembro del
    grupo recibe apoyo de otros cuya situación es
    parecida.

    El resentimiento contra lo que los rodea y contra lo que
    defienden las autoridades explica dos rasgos importantes de la
    ética
    de las pandillas: la hostilidad para con cualquier forma de
    control externo y el hedonismo frustrado. Es importante tener en
    cuenta que la lealtad característica de los miembros
    pertenecientes a una pandilla contribuye a la ruina familiar de
    la misma forma que los conflictos
    familiares contribuyen a reclutar pandilleros. (Cohen,
    1965)

    Cohen atribuyó a las subculturas criminales las
    características de no utilitarias, por no constituir
    medios racionales para obtener un fin determinado, maliciosas,
    porque causa diversión hacer daño a otros personas,
    y negativistas, porque el comportamiento dentro de ellas es
    aceptado por representar un polaridad negativa alas normas de la
    clase media.

    La subcultura criminal es una solución para los
    jóvenes de clase baja porque les permite obtener los
    modelos
    sociales de éxito por medio de comportamientos de
    agresión y vandalismo, logrando escapar de una intolerable
    frustración y ansiedad. (Bergalli, 1983)

    Otros autores han expuesto variaciones sobre la
    temática de la subcultura de la delincuencia. Miller
    sugirió que la subcultura de clase obrera pude producir la
    delincuencia por si misma sin que sea necesaria la
    reacción de la pandilla en contra de los valores de la
    clase media. Esto porque los valores de la clase baja animan
    actitudes consideradas semidelincuentes. En estas pandillas el
    resentimiento ante la coerción representa una
    compensación al sentimiento de dependencia representado
    por la búsqueda de situaciones aptas para delinquir, de
    forma de ser encerrado en una institución.

    Por su parte, Wilkins trata de explicar la
    dinámica social de la formación de una subcultura
    de la delincuencia. Estudió el grado de tolerancia del
    comportamiento desviado según la
    organización de una comunidad. Así, en una
    comunidad urbana muy organizada, las desviaciones
    parecerán extremas y las reacciones también lo
    serán. El autor observó que mientras mayor es la
    presión hacia el conformismo, es más probable que
    los individuos reaccionen negativamente y busquen refugio en las
    subculturas criminales. Se da un círculo vicioso en el que
    la información inadecuada hace que más actos sean
    vistos como intolerables, esto significa que más
    individuos son rechazados por su comportamiento y, estos
    comienzan a desarrollar sus valores desviados, lo que comienza de
    nuevo el ciclo.

    En su estudio sobre pandillas de Nueva York, Yablonsky
    sugiere que las pandillas están poco organizadas y mal
    orientadas socialmente. Estas pandillas con simplemente conjuntos de
    individuos inadaptados a los que no se les puede considerar como
    coherentes formas de protesta contra la injusticia
    social.

    Cloward y Ohlin expusieron una teoría que explica
    los contrastes entre las subculturas de delincuentes frustrados y
    las que ascienden hacia una exitosa carrera delictiva. La
    conquista de una protesta contra los valores de la clase media
    depende de la medida en que se aprovechen los valores de
    oposición y los cursos alternativos de acción.
    Entonces, sólo los vecindarios donde crece una comunidad
    delincuente ofrecen a los jóvenes una gran oportunidad
    para aprender el papel delictivo.

    En contraposición, Matza llama la atención
    acerca de la falta de base para la existencia de actitudes que se
    atribuyen a los delincuentes. El estereotipo sociológico
    de un delincuente juvenil como un individuo dedicado a una
    cultura de
    oposición no parece ser real. Por lo general el
    delincuente aprendido no se considera a si mismo como un
    mártir de la cusa, por el contrario, siente remordimiento
    por su comportamiento y lo plantea como una excusa. El valor de la
    crítica de Matza está en llamar la atención
    en cuanto a valoraciones exageradas del poder y la
    importancia de las actitudes antisociales.

    Fyvel describe los rasgos de los jóvenes y se
    interesa por los géneros de conflicto de
    clases que pueden originar una juventud
    desilusionada e inclinada a la delincuencia. Una de las peores
    fuentes de trastorno es el sistema
    educativo, los muchachos son entregados al mercado laboral
    sin la capacidad ni la preparación suficiente. De esta
    forma son apartados de la estructura de la clase media que
    conduce al éxito, y pasa a considerarse como un fracaso
    social.

    Los conflictos de clase responsables de las subculturas
    delincuentes asumen formas diferentes según la naturaleza
    de la cultura dominante de la que se derivan. Existen
    fenómenos que simbolizan la repulsa a una meritocracia de
    la educación
    por parte de los jóvenes frustrados que sufren
    restricciones sin lograr las recompensas que, supuestamente,
    están abiertas para todos.

    La teoría de la
    elección racional

    Ve a la delincuencia juvenil como una perspectiva
    individual. Existen teóricos que argumentan que aquellas
    personas que se desvían no saben lo que están
    haciendo, sin embargo, los teóricos de la elección
    racional sostienen que en algunos de casos la desviación
    es el resultado de un cálculo altamente racional de
    riesgos y recompensas. Los individuos ponen en uno de los lados
    de la balanza las posibilidades de obtener un beneficio, y del
    otro, los riesgos de ser atrapado. Es así como deciden su
    curso de acción.

    Pero, es importante tener en cuenta que, no todos los
    jóvenes escogen las acciones más racionales. Sus
    valores difieren de los valores de las personas adultas, y, en la
    mayoría de los casos, estos valores todavía no se
    han formado completamente. Por tal razón, sus motivos para
    delinquir pueden ser diferentes de los motivos de un adulto
    criminal. A los adolescentes se les conoce frecuentemente por no
    pensar antes de actuar, de forma que las acciones delincuenciales
    son resultado de actuar en contra de la autoridad o de rebelarse
    contra los valores y normas dominantes en la sociedad. (Zappen,
    s/f)

    Teoría del
    conflicto social

    Los principales exponentes de esta teoría son
    Vold, Chambliss, Quinney y Turk, quienes defienden la idea que la
    sociedad está dividida en distintos grupos que poseen
    valores, metas y normas diferentes lo que genera conflictos entre
    ellos. Cada uno de estos grupos busca imponer sus intereses por
    encima de los demás, así la definición de lo
    que es correcto o no es una prerrogativa de aquellos que tienen
    el poder político para definirlo de acuerdo a sus propios
    intereses y concepciones. La naturaleza del delito es determinada
    por la clase social dominante para procurar ventajas a sus
    intereses materiales y
    su concepción de la moralidad.

    De lo expuesto se deduce que no todos los actos
    considerados como delitos son la expresión de los
    intereses del grupo social dominante, por lo que ninguna norma es
    apoyada por todos los distintos grupos que conforman la vida
    societal. (Bergalli, 1983)

    Los teóricos del conflicto argumentan que la
    delincuencia juvenil es el resultado de un conflicto societal
    entre dos o más grupos, conflicto con base en la clase
    social y la economía (lucha de
    poder). El conflicto puede surgir entre el sistema legal y grupos
    minoritarios que se sienten oprimidos por este sistema. El
    carácter del conflicto puede ser étnico, racial o
    ideológico.

    Desde esta perspectiva la delincuencia juvenil es vista
    como una situación en la que se recurre a la acción
    delictiva para escapar de una situación abusiva, el
    individuo se revela en contra de la sociedad represiva dominante.
    Esta forma juvenil de exteriorizar el conflicto puede ser mal
    vista desde el punto de vista legal, pero puede ser moralmente
    correcta y estar justificada. Aunque, si un joven mata con un
    cuchillo a un compañero, el acto es difícilmente
    justificable de manera racional.

    Un joven comprometido en actos delictivos hacia un grupo
    conflictivo también puede llegar a ser sub-culturalmente
    aceptado. (Zappen, s/f)

    Teoría del
    etiquetamiento

    Una de las principales referencias del labelling se
    encuentra en la construcción de la figura del outsider por
    Howard Becker. Quien actúa violando las reglas
    establecidas de los distintos grupos
    sociales, le es adjudicada una etiqueta de desviado por parte
    de las personas que cuentan con el poder de fijar las reglas. Es
    importante tomar en cuenta que la comprensión de este
    fenómeno debe enmarcarse en un contexto normativo dado y
    una época determinada.

    La aplicación de una etiqueta es el resultado de
    un proceso político porque es sólo el
    comportamiento discriminado el que viola las reglas dominantes
    que han sido impuestas por medio de criterios de poder. Entonces,
    la conducta desviada es consecuencia de un proceso de interacción entre la acción que es
    cuestionada y la reacción que viene de otros
    individuos.

    Así se conforma una carrera criminal que, al ser
    complementado con el mecanismo de la profecía
    autorrealizable, hace que el individuo termine modelando su
    identidad según la imagen que los demás tienen de
    él. (Bergalli, 1983)

    Los grupos sociales producen la desviación al
    hacer las reglas cuya violación constituye una
    desviación, al aplicar estas reglas a los individuos y al
    etiquetarlos como extraños. Desde este punto de vista la
    desviación no es una cualidad del acto que se comete, sino
    que es consecuencia de la aplicación por otros de reglas y
    sanciones al culpable. El desviado es aquella persona a la que la
    etiqueta le ha sido aplicada exitosamente. Cuando un individuo es
    atrapado por haber cometido un crimen pude comenzar a verse en un
    contexto negativo. (Becker, 1963)

    La teoría del etiquetamiento es crucial para
    entender la delincuencia juvenil porque es durante la adolescencia
    cuando termina de formar la identidad de si mismo. Esta
    teoría también ayuda a explicar las consecuencias a
    largo plazo de la etiqueta de desviado en la identidad social del
    individuo. Si un joven es etiquetado como delincuente, su propia
    identidad puede desarrollarse de forma que se vuelva más
    propenso a verse envuelto en actividades criminales. Por el
    concepto negativo de su identidad, escogerá involucrarse
    con el crimen y asociarse con otros delincuentes con los que
    comparte la etiqueta. (Zappen, s/f)

    Teoría del
    control social

    Por medio del control social se describen los mecanismos
    mediante los que la sociedad ejerce su dominio sobre la
    totalidad de los individuos que la integran. Es gracias a este
    control que se superan tanto las tensiones como los conflictos,
    mientras más rígido sea el control, mayor
    afianzamiento y permanencia del sistema social.

    El ejercicio del control social se da a través de
    la reacción social, la respuesta reprobatoria que la
    audiencia social atribuye al comportamiento
    humano que llega a apartarse de las expectativas sociales.
    (Bergalli, 1983)

    Los teóricos del control social comienzan su
    planteamiento con la premisa que el comportamiento es antisocial
    y delincuente por naturaleza. Travis Hirschi establece que los
    seres humanos son animales, capaces
    cometer actos criminales porque está en su naturaleza
    hacerlo. Así, los delincuentes son las personas que
    externalizan sus inclinaciones más primitivas.

    Esta perspectiva plantea que los miembros de una
    sociedad forman vínculos con otros miembros o instituciones.
    Los vínculos sociales identificados por Hirschi incluyen:
    los lazos afectivos que se desarrollan entre los niños y
    las personas más cercanas a ellos, el compromiso con las
    normas sociales de comportamiento y con el éxito en lo que
    se refiere a las recompensas de tales valores, la
    participación en diferentes actividades ya que, mientras
    más actividades realice una persona, menos tiempo le queda
    para meterse en problemas, y,
    por último, el hecho que la mayoría de las personas
    son criadas para respetar y creer en las leyes. Por la
    creación de estos vínculos el individuo internaliza
    las normas de la sociedad.

    Entonces, la teoría del control social atribuye
    la delincuencia juvenil a la falla de la juventud de crear los
    mismos vínculos y niveles de capital social que los
    ciudadanos de ley. Esta falla en su proceso de
    socialización hace que los jóvenes que la padezcan
    sean más propensos a involucrarse en actividades
    criminales. (Zappen, s/f)

    Teoría de la
    presión (Strain Theory)

    Esta teoría se preocupa de cómo la
    estructura de la sociedad contribuye a que algunos de sus
    miembros no puedan alcanzar sus metas. Esto crea una
    presión que abre el camino para que el individuo rechace
    las metas aprobadas culturalmente y se acerque a la delincuencia
    y al comportamiento criminal.

    La teoría sostiene que las personas que cometen
    crímenes poseen, básicamente, los mismos valores
    que todos los demás, en estos valores se encuentra un
    predominio de logros y éxito. Los caminos para conseguir
    el éxito están restringidos para las personas de
    clase social baja, entonces, los individuos de esta clase
    enfrentan un gran dilema: o renuncian a los valores de
    éxito y prosperidad o abandonan la obediencia a la
    ley.

    Las condiciones de la sociedad que le impiden al joven
    lograr el éxito pueden causar un desafío hacia las
    normas y valores socialmente aceptados, lo que lo conduce a
    involucrarse en actos delictivos. Este patrón de
    delincuencia puede llevar al joven a una vida en prisión o
    a una vida sin éxito.

    El planteamiento central es que los jóvenes de
    clase baja comparten los valores de éxito de la cultura
    dominante pero, por una inadecuada socialización, son
    incapaces de competir efectivamente. Esto produce una
    tensión que deben procurar resolver para no caer en una
    vida de delito. (Zappen, s/f)

    Teoría de la
    cultura de la desviación

    Ve a la delincuencia en función del ambiente en
    el cual el joven vive. El ritmo de la delincuencia es mayor en el
    interior de las ciudades, en vecindarios empobrecidos. Los
    teóricos de esta perspectiva afirman que el ritmo de la
    delincuencia se mantiene constante incluso cuando las personas
    que allí viven cambian completamente.

    De esto se deduce que es el ambiente el que produce a
    los delincuentes, en general, y a los delincuentes juveniles, en
    particular. Las condiciones que conduce a la creación de
    un ambiente delincuencial son las condiciones sociales propias de
    estas áreas: segregación económica, racial y
    étnica y una alta incidencia de enfermedades sociales
    (mortalidad infantil, desempleo,
    deserción, etc.). El criarse en áreas culturalmente
    desviadas generará estilos de vida criminales, en las que
    los individuos pueden aprender patrones de comportamiento
    desviado.

    Todas las teorías hasta ahora expuestas explican
    las causas sociales de la delincuencia juvenil en cierta forma.
    Es necesario tomar en cuenta que estas teorías dejan de
    explicar fenómenos importantes dentro de la
    temática –esta afirmación no pretende
    quitarles mérito- porque, como todo problema social, la
    delincuencia juvenil es producida por un gran número de
    factores causales. Por esta razón, la clave para tratar de
    explicar la delincuencia juvenil es tratar de "rellenar" los
    vacíos con las respuestas de otras teorías, es
    decir, complementar una teoría con otra. (Zappen,
    s/f)

    La teoría
    crítica

    La criminología crítica contempla la
    delincuencia juvenil desde puntos de vista metodológicos
    que cuestionan tanto la competencia objetiva como la subjetiva de
    los tribunales de menores en cuanto a las competencias y
    soluciones de las infracciones juveniles.

    Las teorías tradicionales no toman en cuenta la
    dimensión, social, económica y política del hacer y
    el ser del hombre, por lo que entendían el delito como
    acción individual que resulta de la voluntad del
    delincuente.

    En contraposición, para la teoría
    crítica, la acción delictiva proviene de dos
    sujetos activos: la
    sociedad y el individuo. La acción individual no es libre
    ni está enteramente predeterminada. Junto a la
    acción del delincuente se encuentra también la
    reacción de la sociedad, entonces el delito se atribuye
    más a la sociedad que al delincuente por ser ésta
    la que etiqueta como delito ciertas acciones y la que atribuye la
    categoría de delincuentes a las personas que llevan a cabo
    esas acciones.

    La delincuencia juvenil es una realidad social
    conflictiva que surge de la acción y reacción
    dialécticas entre la estructura y los individuos. Esta
    realidad es positiva porque manifiesta la postura de la juventud
    ante los problemas de la sociedad, y negativa, porque viola
    algunos de los derechos del hombre.

    La noción de delito juvenil es el resultado de la
    relación dialéctica que se produce entre el joven
    que es influido por la estructura y el etiquetamiento de los
    controles sociales, sin olvidar que estos controles
    también actúan presionados por esa
    estructura.

    En cuanto a la acción delictiva juvenil, los
    autores críticos plantean que al ser menor la edad del
    sujeto, menor va a ser su actividad delictiva y mayor su
    pasividad de etiquetación. Si es menor su actividad
    delictiva es menor el perjuicio producido y, por consiguiente, es
    menor su culpabilidad y responsabilidad porque a su edad la
    libertad es muy reducida. En cuanto a la pasividad, lo que
    aumenta es la victimación o la estigmatización en
    la personalidad del joven que todavía se encuentra en
    proceso de formación.

    Dicho esto, los autores de la delincuencia juvenil se
    constituyen en estructura
    social e individuo, ambos son los protagonistas de la
    criminalidad.

    Los jóvenes intensifican su cultura juvenil y
    retrasan la entrada al mundo de los adultos, es de esta forma que
    crean su propio grupo (la sociedad juvenil) cada vez más
    grande y contestatorio. Como control social, la sociedad
    también es un sujeto activo de la delincuencia por su
    acción inmediata de controlar, criminalizar y
    estigmatizar. Los delitos juveniles no existirían si la
    autoridad no formula leyes que tipifiquen y criminalicen un
    comportamiento determinado. Los controles sociales sancionan a
    los individuos, beneficiando menos y perjudicando más en
    proporción inversa a la edad de los jóvenes.
    Además, el ambiente comunitario disminuye la libertad de
    los sujetos también en proporción inversa a su
    edad.

    La criminología crítica propone una
    única respuesta a la delincuencia juvenil que es la
    comprensión de esta realidad social como un conflicto
    normal que nace por la injusticia estructural y que, como
    consecuencia, pide la reforma de la estructura como la
    solución. (Beristain en Beristain y Ottenhof,
    1977)

    Una tipología de
    los delincuentes juveniles

    En este apartado se expondrá una división
    clasificatoria de los jóvenes delincuentes propuesta por
    Don Gibbons en su obra Delincuentes juveniles y criminales
    editada por primera vez en 1969. Esta clasificación se
    presenta conforme al papel social que representan los
    delincuentes juveniles, el patrón de comportamiento
    delictivo se analiza como trayectorias de actuación
    delictiva que se nutren de cuatro factores:

    • La configuración del delito
    • Un escenario ambiental de
      interacción
    • La imagen que de si mismo tiene el
      delincuente
    • Sus actitudes concomitantes

    El autor llama la atención acerca de las
    limitaciones de su tipología, admite que gran parte de los
    estudios empíricos realizados no encajan perfectamente en
    el cuadro clasificatorio. Sin embargo, se cuenta con una base
    empírica suficiente para atribuir características a
    ciertos tipos de transgresores.

    El proceso que utilizó Gibbons para clasificar en
    tipos fue el resultado de una exhaustiva revisión de
    anales criminológicos y notas diferenciadoras ya
    existentes y, por medio de deducciones lógicas,
    estableció los rasgos fundamentales que distinguían
    un tipo de otro. Así llegó a una
    clasificación de jóvenes delincuentes según
    nueve modalidades de su actuación en la
    sociedad:

    1. El pandillero ladrón
    2. El pandillero pendenciero
    3. El pandillero casual
    4. El delincuente casual no pandillero
    5. El ladrón de automóviles
    6. El drogadicto
    7. El agresivo de peligrosidad extrema
    8. La joven delincuente
    9. El delincuente psicópata

    Los tipos I, II, III y VI representan diversas
    modalidades de delincuencia pandilleril de la clase baja, en
    referencia a ello es que pueden ser agrupados.

    Los adictos a las drogas se han
    diferenciado de los pandilleros porque tales jóvenes no
    pueden ser clasificados como los que no son adictos. Esta
    categoría sólo incluye a los consumidores
    habituales, esto debido a que existen razones sólidas para
    creer que ellos forman un grupo separado con problemas de
    personalidad más serios que lo de criminales no
    consumidores.

    En las categorías IV y V están tipificadas
    dos formas delictivas que predominan en los jóvenes de
    clase media. Lo que no quiere significar que los muchachos de
    clase baja no roben autos o no
    cometan delitos leves estando solos, pero la tendencia es a
    concentrarse en las categorías I, II, III y VI.

    Los tres tipos restantes (el comportamiento brutalmente
    agresivo, el psicopático y la delincuencia
    femenina) parecen no vincularse con alguna clase social en
    particular.

    El delincuente
    pandillero ladrón

    Incurre en delitos contra la propiedad
    ajena y suele hallarse comprometido en actos de vandalismo. Este
    tipo de delincuente es muy versátil en sus delitos pero le
    atraen más los delitos que le dejan beneficios
    monetarios.

    Estos jóvenes poseen vínculos frecuentes
    de asociación con otros compañeros también
    delincuentes. El grado de afiliación pandilleril es muy
    diverso, pero el patrón común es que el sujeto
    comete sus violaciones respaldado por un grupo de
    compañeros con los que comparte actitudes
    antisociales.

    La imagen de si mismos que tienen estos jóvenes
    es la de delincuentes, se enorgullecen de su fama de rebeldes y
    de su sangre
    fría. Además manifiestas marcadas actitudes
    antisociales como: hostilidad hacia los agentes de
    policía, los tribunales, las instituciones y los
    ciudadanos de ley. Normalmente, estos delincuentes se consideran
    como víctimas de una sociedad que les niegan cualquier
    clase de oportunidades, por eso las normas de cooperación
    social les parezca un sin sentido.

    Lo más común es que estos jóvenes
    tengan una iniciación a temprana edad en las actividades
    delictivas, el patrón a lo largo del tiempo es evolutivo
    hacia transgresiones cada vez más graves y frecuentes. Sus
    experiencias de vida en su carrera delictiva lo llevan a encarar
    los conceptos negativos que la sociedad le atribuye y por ello
    autojustifica su comportamiento.

    Los jóvenes de esta categoría provienen de
    clases bajas de los sectores urbanos. Su historial familiar se
    caracteriza por una falta de orientación y cuidado
    parental en lo referente a los malos ejemplos de la
    delincuencia.

    En el ambiente de la pandilla es donde el joven siente
    respaldadas sus actitudes agresivas y donde encuentra el
    estímulo y la gratificación para cometer los
    delitos.

    En cuento a su
    experiencia con organismos consignatarios, los trasgresores
    clasificados en este tipo tienen asuntos pendientes con la
    policía desde edades tempranas. Usualmente, los tribunales
    de menores ya están acostumbrados a tratar con ellos y los
    consideran como incorregibles después de muchas entradas a
    entidades correccionales.

    El delincuente
    pandillero pendenciero

    Este tipo está conformado por adolescentes que
    son miembros de pandillas de vagos que se dedican a merodear las
    calles y a buscar peleas con otras pandillas donde ventilan sus
    rivalidades y diferencias. Estos pandilleros pertenecen a
    organizaciones
    delictivas bien definidas que poseen emblemas y distintivos
    incluso en su vestimenta. El sentimiento de pertenencia es muy
    fuerte por lo que los amigos se consiguen dentro del mismo
    clan.

    Estos individuos se ven a si mismos como miembros de una
    pandilla de rebeldes, no como delincuentes propiamente dichos.,
    de hecho, la mayoría no se consideran como aprendices de
    la carrera del crimen.

    Sus actitudes se condensan en la idea que el mundo les
    niega las oportunidades, por ejemplo, dudan que por medio del
    trabajo puedan salir adelante. Una de sus actitudes más
    marcadas en contra de los organismos policiales a los que acusa
    de no comprender sus sentimientos como miembros de una
    pandilla.

    La trayectoria de actuación se inicia en la
    adolescencia temprana y de la afiliación resultan actos
    repetitivos de índole delictuosa. Parece ser que gran
    parte de estos jóvenes vagos tienden a reajustarse a la
    vida social después de cierto tiempo en las
    pandillas.

    Los trasgresores de este tipo también provienen
    de clases bajas, lo que caracteriza su medio ambiente
    es una gran cantidad de población flotante sin importantes
    niveles de articulación social. Su ambiente familiar se
    construye con unos padres que a duras penas logran mantenerse,
    portadores de actitudes sociales positivas y que reprueban las
    actividades delictuosas de sus hijos pero no son capaces de
    meterlos en cintura.

    Los pendencieros crean una matriz de
    opinión que comparten con todos sus compañeros de
    vagabundeo. La afiliación al grupo implica que los
    miembros se rijan por principios de audacia y que repugnen la
    cobardía al enfrentarse a riñas
    callejeras.

    Las instituciones sociales van fichando a estos sujetos
    como no convenientes ya que siempre que se requiere su
    participación resulta expulsado por su disposición
    a la agresividad constante. A lo largo de sus experiencias en
    pandillas, los trasgresores de esta categoría se
    encuentran muy a menudo con la policía pero, en la
    mayoría de los casos, no se procede al arresto oficial.
    Los policías tratan de dispersarlos para que no se den
    nuevas peleas sin arrestar a nadie, a menos que se sobrepasen
    límites de destrucción y se cometan severos
    daños a la propiedad e integridad de los
    individuos.

    El delincuente
    pandillero ocasional

    Los pandilleros ocasionales participan en riñas y
    cometen robos y vejaciones. Los actos delictivos se llevan a cabo
    en compañía de compañeros y es muy
    común que cometan sus fechorías tan sólo por
    buscar diversión. Si se afilia a un grupo de delincuentes
    sólo lo hace de manera ocasional no asidua y, el resto de
    los miembros del grupo lo ven como una especie de agregado con el
    que no guardan una relación personal.

    Estos trasgresores ocasionales no se consideran a si
    mismos como delincuentes. Aunque están conscientes de la
    índole delictuosa de sus actividades, se diferencian del
    resto de los pandilleros que realmente son
    delincuentes.

    Estos pandilleros muestran cierta hostilidad hacia la
    policía y los representantes de la ley. Sien embargo, sus
    actividades rutinarias no resaltan significativamente del resto
    de los individuos que lo rodean. Alientan actitudes positivan
    hacia al trabajo lícito y cuentan con tener este tipo de
    trabajo al llegar a la edad adulta.

    Estos delincuentes se inician a edades tempranas pero
    cuentan con grandes posibilidades de poner fin a sus actividades
    delictivas en cortos períodos de tiempo. De hecho, tienen
    mayor probabilidad de reajustarse en su vida adulta y convertirse
    en ciudadanos honrados.

    Al igual que las categorías anteriores, los
    delincuentes ocasionales provienen de barrios de clase baja de
    las metrópolis. También comparten rasgos en cuanto
    al historial familiar, aunque estos trasgresores cuentan con
    familias en las que es más cuidadosa el control y
    supervisión sobre los hijos, de forma que sus padres les
    han enseñado defensas contra los principios
    ilegales.

    El pandillero ocasional se asocia con otros
    jóvenes pero no su relación no llega a ser tan
    profunda como para que el trasgresor llegue a separarse de sus
    amigos no delincuentes. Así, divide su tiempo entre ambas
    compañías y, por querer mantenerse en buenos
    términos con ambos sectores, no resiente fuertemente el
    influjo de los ejemplos delictuosos.

    Al ser sus trasgresiones menos graves y frecuentes,
    tiene menos encuentros con los organismos policiales. Normalmente
    los encuentros son informales en los que el funcionario le
    advierte al individuo acerca de sus actuaciones pero no emprende
    contra él acciones mayores. La consecuencia más
    probable de estos acercamientos es que los adolescentes, por
    miedo a represalias más formales, terminen
    alejándose del medio delictivo.

    El delincuente casual
    no pandillero

    Son los adolescentes que perpetran delitos sin
    pertenecer a ninguna pandilla identificable. Este género
    comprende delitos de varias especies, estos generalmente
    reproducen un patrón individualista de conducta. La
    interacción dominante en el círculo de amistades es
    de orden no delictivo. A pesar de ello, puede darse una
    interacción conjunta de copartícipes en los
    delitos.

    Cometen pequeñas trasgresiones desde hurtos de
    menor cuantía hasta ciertos actos de vandalismo. En
    algunos casos las ofensas llegan a causar graves daños,
    pero parece suceder como excepción.

    Estos trasgresores pueden operar en
    compañía de otros jóvenes que no asan por
    delincuentes ante la sociedad y tampoco se consideran como tales.
    El grupo se dedica a actividades lícitas, aunque no falta
    quien cometa un delito de vez en cuando. Dentro del grupo no se
    pierde el prestigio por participar en un delito, pero tampoco se
    consigue una mayor reputación.

    Estos jóvenes se ven a si mismos como no
    delincuentes, al ser aprehendidos suelen reconocer sus faltas y se
    avergüenzan de ellas. Ellos ven a los delitos cometidos como
    diversión no como manifestaciones de verdadera
    delincuencia. Para con los demás, muestran actitudes
    prosociales no agresivas. Los delitos cometidos son ocasionales y
    poco numerosos.

    El delincuente casual no pandillero suele provenir de la
    clase media. Sus padres suelen haber tenido un éxito
    relativo en sus esfuerzos por educar al joven, infundirle
    actitudes de cooperación y aspiraciones de triunfar en la
    vida. Es el afán de buscar diversión sin
    reflexionar es lo que los conduce a ciertas exageraciones
    delictuosas.

    Las experiencias con organismos consignatarios son muy
    escasas tanto por el carácter intrascendente de sus
    infracciones como por el hecho de pertenecer a un medio social
    medianamente estable y desahogado.

    El ladrón de
    automóviles

    Los llamados paseadores escandalosos roban
    automóviles sin el propósito de desmantelarlos o de
    lucrarse. Dentro de sus comunidades tienen fama de libertinos a
    los que les gusta emborracharse y andar con muchachas
    también consideradas libertinas. Generalmente, sus
    actividades ilícitas se limitan a robar autos y rara vez
    se ven envueltos en otro tipo de delitos.

    Estos roba-vehículos se mueven en un grupo
    bastante desarticulado de jóvenes, por lo que no muestran
    mayores impedimentos al asociarse con cómplices
    nuevos.

    Estos jóvenes se consideran a si mismos como no
    delincuentes y no dejan de subrayar las diferencias existentes
    entre ellos y los verdaderos delincuentes. Ellos miran sus
    actividades delictivas como una prueba de su temple, masculinidad
    y sangre fría. Sus actitudes mantienen una
    disposición receptiva frente a la sociedad ya que aceptan
    y se adaptan a los estándares convencionales.

    La iniciación se da en la adolescencia con el
    primer robo y puede prolongarse varios años con paseos
    ocasionales. Parece existir una tendencia a poner fin a la
    carrera de roba autos hacia el final de la adolescencia,
    comportándose de allí en adelante como ciudadanos
    de ley.

    Estos trasgresores suelen ser jóvenes de clase
    media cuya posición económica es desahogada. En su
    cuadro familiar puede constatarse un cuidado suficiente y
    constante por parte de los padres, pero suele observarse una
    falta de interrelación íntima con el
    padre.

    Estos trasgresores se muestran bien adaptados al medio.
    Aunque se relacionan con compañeros no delincuentes,
    parecen preferir asociarse con otros con los que comparta la fama
    de rebeldes y descarriados.

    Gracias al grado relativo de educación social que
    poseen, terminan por plegarse a las normas convencionalmente
    aceptadas y llegan a comportarse como cualquier ciudadano
    honrado.

    El delincuente
    drogadicto

    En su mayoría, los jóvenes drogadictos
    hacen de los enervantes su línea única y
    específica de trasgresión. Aunque hay entre ellos
    quienes cometen otros delitos su propósito es conseguir
    dinero para
    mantener una provisión constante de droga.

    El medio de los drogadictos se configura como una
    subcultura de vividores inmorales, al asociarse con otros adictos
    siguen finalidades muy complejas. El tráfico de drogas
    requiere una red de
    ayuda mutua en la que los adictos comparten información
    sobre las fuentes de abastecimiento y medios de contacto. Es
    importante destacar que al drogadicto "perdido" se le ve en otros
    ambientes delictivos como un sujeto anormal del que no conviene
    fiarse.

    El drogadicto ve en si mismo una persona cuyos azares de
    la visa le justifican el ser drogodependiente. Algunos poseen una
    imagen de individuos recios y de sangre fría que saben
    ganarse la vida empleando las técnicas para la
    extorsión. Sus actitudes se caracterizan por dar vida a
    protestas en contra de la sociedad que no cesa de perseguirlo y
    que tiene muy poco que ofrecerle. Con respecto al trabajo, las
    actitudes son negativas, aunque su animadversión es contra
    cualquier tipo de autoridad establecida.

    En su trayectoria de actuación, se trata de
    jóvenes que empiezan siendo pandilleros pero luego se
    alejan del medio para entregarse a la
    drogadicción. También el joven pude hacerse
    drogadicto en ambientes de tipo convencional. El joven
    drogodependiente continúa en el vicio hasta convertirse en
    adulto y luego se le hace muy difícil dejar las
    drogas.

    Normalmente, los drogadictos provienen de barrios
    urbanos de clase baja. Este tipo de delincuente está
    conformado por personas pertenecientes a las clases más
    desposeídas que sufren grandes dosis de frustración
    social, de falta de oportunidades y de impotencia para mejorar su
    vida por medios lícitos.

    El medio familiar del que proceden los delincuentes
    drogadictos se caracteriza por una falta de lazos parentales
    íntimos, por lo que la vida familiar suele parecerle
    intrascendente y sin sentido. Los viciosos tienden a relacionarse
    entre ellos, lo más común es que se inicien en la
    droga por medio de compañeros adictos y optan por
    separarse por completo de los no adictos delimitando sus
    relaciones de interacción a su círculo adictivo.
    Este círculo ejerce una influencia importante para que el
    individuo persista en el vicio porque la atmósfera del grupo
    legitima el uso de las drogas.

    En el curso de su carrera delictiva el drogadicto
    mantiene numerosos contactos con organismos policiales y
    judiciales.

    El agresivo de
    peligrosidad extrema

    Esta categoría se refiere a los agresores
    más asociales que perpetran atentados graves y tortuosos
    contra víctimas humanas. Los jóvenes de agresividad
    más peligrosa son los que cometen ofensas aparentemente
    inexplicables en contra de sus iguales. Las acciones vejatorias
    que cometen se caracterizan por su extrema crueldad, la
    mayoría de estos trasgresores se contentan con
    ensañarse contra sus víctimas de forma
    física.

    Por la índole difusa e impredictible de su
    agresividad, los trasgresores no mantienen vínculos
    cercanos con sus compañeros. Generalmente, no se ven a si
    mismos como delincuentes, por el contrario, piensan que son las
    víctimas de un medio hostil que se ha empeñado en
    acosarlos. El joven peligrosamente agresivo se muestra retador y
    se convence que nadie es de fiar. Por esta creencia sobre los
    demás, siempre se lanza primero al ataque antes de verse
    herido o castigado por otros.

    Estos jóvenes agresivos comienzan su carrera
    delictiva incluso antes de llegar a la adolescencia, las
    posibilidades de reajuste en la edad adulta son muy
    escasas.

    No proceden de ninguna clase social particular.
    Además, en su núcleo familiar se ven rechazados por
    los padres.

    Es poco probable que estos jóvenes tengan
    capacidad de relacionarse con sus iguales. Se abstienen de hacer
    amigos por sus actitudes hostiles, sin contar con que los que los
    conocen procuran no acercarse por temor a reacciones
    violentas.

    Generalmente, cuentan con un largo historial policial.
    La actitud que guardan con los organismos de autoridad es hostil,
    tan sólo como un sentimiento disperso.

    La joven
    delincuente

    Las jóvenes delincuentes cometen delitos muy
    variados, aunque lo más común es que se envuelvan
    en delitos de índole sexual. Normalmente no se involucran
    en actividades de pandillaje con cómplices de su mismo
    sexo, si forman grupos lo hacen porque sus compañeras
    adolescentes las etiquetan de locas o descarriadas.

    Estas jóvenes no se ven como delincuentes, se
    justifican con la idea de ser luchadoras, fuertes, rudas, etc.
    Sus actitudes son hostiles hacia los representantes de la ley e,
    incluso, hacia sus padres.

    Las muchachas que delinquen comienzan a hacerlo luego de
    haber pasado la pubertad, es
    frecuente que su carrera delictiva se interrumpa en la edad
    adulta por casarse o tener hijos.

    El cuadro familiar de estas adolescentes es
    atípico en comparación con las que no son
    delincuentes. En el es posible descubrir algún grado de
    tensión familiar que la pone en conflicto con sus padres o
    familiares cercanos que le reclaman actitudes.

    En cuanto a la influencia del grupo de
    compañeras, estas jóvenes prefieren relacionarse
    con otras muchachas y muchachos delincuentes. Sin embargo, estas
    relaciones de camaradería no representan sino un papel
    secundario a la hora de cometer un delito, no llegan a conformar
    una subcultura criminal.

    El delincuente
    psicópata

    Son trasgresores que perpetran delitos extravagantes de
    carácter individualista y de orden grave. En esta
    categoría entran los ataques aislados y
    esporádicos, y la perversión sexual. Los
    jóvenes de esta categoría suelen ser diagnosticados
    como neuróticos o prepsicópatas.

    Los jóvenes que cometen estos delitos tienden a
    mostrarse esquivos, reservados y ajenos al medio de
    interacción de sus iguales. Los trasgresores de este tipo
    no se consideran delincuentes, la imagen de si mismos difiere
    tanto de los delincuentes como de los no delincuentes. Son
    personas bastante introvertidas y dan muestras de sufrir grandes
    preocupaciones acerca de su persona.

    Normalmente exhiben actitudes similares a las del resto
    de la gente, cuando muestran algunas actitudes no usuales es muy
    probable que se encuentren bajo el influjo de alguna
    fijación obsesiva.

    En la trayectoria de su actuación cometen pocos
    delitos pero de orden grave, es por esto que mantienen contactos
    frecuentes con los organismos policiales y tribunales de menores.
    Al llegar a la edad adulta suelen comprometerse en problemas
    incluso más serios. Algunos de estos individuos terminan
    encerrados en sanatorios para enfermos mentales.

    No encuentra ningún tipo de concentración
    especial en una clase social, por lo que parece ser que los
    factores causales de este tipo de delitos están desligados
    del estilo de vida típico de la clase
    socioeconómica.

    El cuadro familiar de procedencia de estos individuos
    muestra una variedad de rasgos atípicos. Suelen criarse en
    un ambiente bastante represivo con la marcada existencia de una
    interacción parental-filial anormal.

    Estos jóvenes son solitarios y retraídos,
    no sólo en la perpetración de delitos sino sino en
    todos sus actividades en general. Los problemas personales que
    sufren son lo que los llevan a cometer actos delictivos, por esta
    razón sus problemas pesan más sobre ellos que
    cualquier resentimiento por verse en manos de la ley.

    Estadísticas
    oficiales sobre la delincuencia juvenil

    Los datos básicos para la estimación del
    nivel y tipo de la delincuencia son, inevitablemente, los que se
    encuentran en los organismos oficiales, producidas por la sus
    propias oficinas de estadística. Estos datos sirven como la
    puerta de entrada a una problemática que no puede
    definirse sin recurrir a los datos básicos de la
    estadística oficial.

    Una revisión sistemática de las
    estadísticas oficiales se convierte en una necesidad
    imprescindible para cualquier investigación que se inicia
    en la temática de la delincuencia juvenil.

    Lamentablemente no se logró romper con el
    hermetismo y la burocracia de los
    organismos oficiales que en el país se encargan de
    colectar, procesar y seleccionar la distribución de las
    estadísticas referidas a la delincuencia en general y a la
    delincuencia juvenil en particular. Por esta razón, no se
    tuvo acceso a los datos vitales que sustentan la
    investigación y debemos limitarnos a analizar los datos
    del Instituto Nacional del Menor que, debe comentarse, son poco
    concluyentes por tratarse únicamente de menores
    infractores asistidos en centros especiales, datos
    empíricos que serían ideales para un estudio de
    asistencia social mas no de delincuencia juvenil. Para más
    detalles acerca del infructuoso proceso para tener acceso a dicho
    tipo de información el lector puede remitirse al apartado
    de anexos.

    Las cifras del
    INAM

    Desde el año 1997 hasta el 2001, se asistieron un
    total de 75.522 menores transgresores.

    En la distribución de los menores transgresores
    asistidos, la tendencia en estos cinco años es hacia una
    disminución progresiva del número de menores. Cabe
    destacar que entre los años 1998-1999 la
    disminución registrada fue menor a la esperada. Para el
    año 2001 se atendieron 5.944 menores transgresores, cifra
    3,5 veces más baja que la registrada para 1997. Sin
    embargo, es importante destacar que la disminución del
    número de menores transgresores asistidos no
    necesariamente se debe a una baja en las tasas de delincuencia de
    menores. Las razones podrían estar asociadas más a
    una debilidad institucional que afectara la capacidad de atender
    a los menores que a una disminución real de la
    delincuencia en este grupo de edad.

    Para ver el cuadro y el gráfico
    seleccione la opción "Descargar" del menú
    superior

    En cuanto al tipo de infracción cometida, la
    distribución porcentual de los menores transgresores
    muestra el predominio del atraco sobre el resto de las
    categorías representando un 25,2% de la totalidad de
    infracciones.

    La mayor disminución en los cinco años
    estudiados, en valores absolutos, se evidencia en la
    categoría de hurtos, seguida por las lesiones personales,
    el uso de drogas y el atraco.

    En el año 1998, se registró un aumento
    considerable de los menores asistidos por uso de drogas,
    destrucción de la propiedad, atraco y arrebatón.
    Algunos de estos aumentos se mantuvieron en 1999, tal es el caso
    de las dos últimas infracciones
    señaladas.

    Cabe destacar el peso significativo que mantiene la
    categoría otros por encima del resto, 22,6%. No se
    especifica que tipo de infracción entra en esta
    categoría que, debido a su importancia, debía ser
    desagregada para especificar las infracciones y su peso relativo
    con respecto a las demás.

    Para ver el gráfico seleccione la
    opción "Descargar" del menú superior

    Desde el año 1997 hasta el 2001, se asistieron un
    total de 97.405 menores infractores, cifra significativamente
    mayor al total de menores transgresores asistidos.

    En la distribución, la tendencia en esos cinco
    años es hacia una disminución progresiva del
    número de los menores infractores asistidos. Para el
    año 2001 se atendieron 9.438 menores transgresores, cifra
    2,9 veces más baja que la registrada para 1997. Cabe
    destacar que la disminución del número de menores
    infractores registrada para el año 1999 fue menor a lo que
    podrías esperarse por la continuidad de la tendencia. Al
    igual que la distribución analizada anteriormente, no
    puede concluirse que esta tendencia a la baja se deba a una
    progresiva disminución, durante los años indicados,
    de la tasa de delincuencia juvenil.

    Para ver el cuadro y el gráfico
    seleccione la opción "Descargar" del menú
    superior

    En cuanto a la causa de ingreso que se refiere al delito
    cometido, la distribución porcentual de los menores
    infractores muestra el predominio de otros sobre el resto de las
    categorías representando poco menos de la mitad (42,6%) de
    la totalidad de infracciones. Igual que en el análisis
    anterior, no se especifica el delito de causó el ingreso
    y, en este caso, sería algo incluso más importante
    por el gran peso que posee la categoría con respecto al
    resto de ellas.

    A esta categoría, de la que es poco lo que se
    puede concluir, le siguen de lejos en cuanto a su peso en
    función del total de delitos: el atraco, con 15,9%, el
    homicidio, con 6,6% y la tenencia de drogas, con 5,9%.

    En el año 1998, se registró un aumento
    considerable de los menores asistidos por destrucción de
    la propiedad, atraco, vagancia, mendicidad, desvalijamiento de
    vehículos y arrebatón. Algunos de estos aumentos se
    mantuvieron en 1999, tal es el caso del desvalijamiento, el
    arrebatón, la mendicidad, la destrucción de la
    propiedad y el atraco.

    Durante 1999, también se registraron incrementos
    considerables en las categorías: ingestión de
    bebidas alcohólicas, porte de armas, prostitución, delito contra las personas y
    deambulismo.

    Para ver el gráfico seleccione la
    opción "Descargar" del menú superior

    Limitaciones

    Las principales limitaciones de la realización de
    esta investigación se basan en dos focos principales. El
    primero de ellos se trata de la carencia de investigaciones
    similares en el país, que enfoquen el fenómeno de
    la delincuencia juvenil desde la perspectiva de la
    sociología de la desviación y que se encuentren
    actualizadas. Esto obligó a los autores a explotar su
    creatividad
    académica de modo de exponer de forma clara, precisa y
    sistemática el fenómeno social estudiado. Por
    supuesto, se espera haber logrado el objetivo.

    La segunda limitación a la que se enfrentó
    la investigación tiene que ver con las estadísticas
    oficiales de la delincuencia juvenil. Por un lado se encuentra el
    difícil acceso que parece ser característico de las
    estadísticas desagregadas de la delincuencia en general en
    el país, en las palabras de un funcionario del CIPCC de El
    Llanito al preguntarle por estas estadísticas:
    "veré que puedo hacer, pero uds. saben que esa es una
    información muy delicada
    ". Por otro lado, en lo que se
    refiere a las estadísticas que se obtuvieron, se
    encuentran los problemas típicos de la estimación
    de la delincuencia relacionados con la extensa gama de
    definiciones posibles. Toda medición adolece de fallas que
    son considerables en cuanto que se trata de datos recolectados a
    través de varias organizaciones o diferentes niveles
    administrativos. Esto tiene como consecuencia la no concordancia
    entre las distintas fuentes de datos por las distintas
    definiciones empleadas. Si a esto se le añade la notoria
    importancia de la delincuencia oculta –que podría
    incluso ser mayor a la conocida-, entonces parece existir
    evidencia para apoyar la relatividad de la veracidad de estos
    datos estadísticos.

    Conclusiones

    La delincuencia juvenil en Venezuela es un
    fenómeno social constituido por el conjunto de las
    infracciones penales cometidas por los sujetos mayores de catorce
    años y menores de dieciocho. Junto a esta
    definición se encuentra el hecho que los delitos cometidos
    se relacionan íntimamente con la situación social
    en la que se desarrollan, ambos elementos establecen las bases
    del estudio de la delincuencia juvenil.

    Para el año 2001 la población total de
    Venezuela fue de 23.054.210 habitantes, distribuidos a lo largo
    de los diferentes grupos de edad. La población menor de 18
    años registrada fue de 9.505.1898, lo que representa el
    41,2% del total de habitantes del país.

    Así, poco menos de la mitad de la
    población total de Venezuela está compuesta por
    niños y adolescentes. Este un indicador elocuente que
    refleja la importancia de este sector poblacional en la
    dinámica del país en su conjunto, en especial en el
    desarrollo socio-económico. De allí lo esencial de
    tomar en cuenta los problemas que afectan a los menores de edad,
    entre ellos la delincuencia juvenil tal como fue
    definida.

    Otro aspecto importante de este grupo de edad es la
    pobreza, de acuerdo con estimaciones de UNICEF, ésta
    afecta de forma más intensa a los menores de 18
    años. Mientras la población total de Venezuela
    sufre un nivel de pobreza de 56,6%, la pobreza entre menores de
    18 años alcanza la alarmante cifra de 71,8%.

    El Sistema Penal de Responsabilidad del Adolescente
    está conformado por un conjunto de órganos y
    entidades que se encargan de establecer la responsabilidad del
    adolescente por los hechos punibles en los que incurra,
    así como aplicar y controlar las sanciones
    correspondientes. El adolescente que incurra en hechos punibles
    responde en la medida de su culpabilidad, de forma diferenciada
    del adulto. La diferencia está en la sanción y la
    jurisdicción especializada. En cuanto a las sanciones su
    finalidad es primordialmente educativa, se complementa con la
    participación de la familia y el
    apoyo de especialistas; los principios orientadores de las
    medidas son el respeto a los derechos humanos, la
    formación integral del adolescente y la búsqueda de
    su adecuada convivencia familiar y social, estas sanciones son:
    amonestación, imposición de reglas de conducta,
    servicio a la comunidad, libertad asistida, semi-libertad y
    privación de libertad.

    Diversas teorías direccionan sus planteamientos
    hacia la exposición de respuestas diversas para el
    fenómeno de la delincuencia juvenil, unas bajo la
    perspectiva bio-anatómica y otras con una visión
    más sociológica. Las primeras, relacionan ciertos
    rasgos corporales innatos con características propias de
    los delincuentes. Las segundas, foco de especial interés
    para este estudio, intentan explicar el fenómeno de la
    delincuencia juvenil valiéndose de elementos
    sociales.

    Para la teoría de la asociación
    diferencial, la vida delictiva se aprende de la experiencia, la
    causa de que el joven sea delincuente se le atribuye al ambiente
    en el que se haya criado. En la teoría de la anomia, el
    comportamiento delictivo se muestra como un síntoma de
    frustración que puede acentuarse entre grupos que sufren
    una presión social especial, la discrepancia entre medios
    y metas empuja al joven a conseguir sus metas por el medio
    delictivo. Esta teoría se relaciona con la llamada strain
    theory que afirma que la estructura de la sociedad contribuye a
    que algunos de sus miembros no puedan alcanzar sus metas. Esta
    situación crea una presión que conduce al individuo
    a rechacer las metas aprobadas culturalmente y acercarse al
    comportamiento criminal.

    La teoría de las subculturas criminales afirma
    que existen grupos que dentro de la sociedad se apartan de las
    normas y valores de la mayoría, en estas subculturas los
    jóvenes afectados se juntan para conformar una
    solución colectiva para su descontento y cada miembro del
    grupo recibe apoyo de otros cuya situación es
    parecida.

    Por su parte, los teóricos de la elección
    racional sostienen que la desviación resulta de un
    cálculo altamente racional de riesgos y recompensas. Los
    jóvenes, si bien se les atribuye el hecho de no pensar
    antes de actuar, sopesan las posibilidades de obtener un
    beneficio y los riesgos de ser atrapado, de esta forma deciden su
    curso de acción delictiva.

    Los teóricos del conflicto argumentan que la
    delincuencia juvenil es el resultado de un conflicto societal
    entre dos o más grupos, conflicto con base en la constante
    lucha de poder.

    La teoría del etiquetamiento es de gran
    importancia para entender la delincuencia juvenil, ayuda a
    explicar las consecuencias a largo plazo de la etiqueta de
    desviado en la identidad social del joven individuo. Si un joven
    es etiquetado como delincuente, su propia identidad puede
    desarrollarse de forma que se vuelva más propenso a las
    actividades delictivas. Por el concepto negativo de su identidad,
    puede involucrarse con el crimen y asociarse con otros
    delincuentes con los que comparte la etiqueta
    atribuida.

    La teoría del control social atribuye la
    delincuencia juvenil a la falla de la juventud para crear
    exitosamente vínculos y niveles de capital social. Esta
    falla en su proceso de socialización hace que los
    jóvenes aumenten su probabilidad de involucrarse en
    actividades criminales.

    La teoría de la cultura de la desviación
    sostiene que es el ambiente el que produce a los delincuentes.
    Las condiciones conducen a la creación de un ambiente
    delincuencial, al joven criarse en áreas culturalmente
    desviadas generará estilos de vida criminales.

    Por último, la teoría crítica
    mantiene que la acción delictiva proviene de dos sujetos
    activos: la sociedad y el individuo. Junto a la acción del
    delincuente se encuentra también la reacción de la
    sociedad, entonces el delito se atribuye más a la sociedad
    que al delincuente por ser ésta la que etiqueta como
    delito ciertas acciones y la que atribuye la categoría de
    delincuentes a las personas que llevan a cabo esas acciones.
    Así, la delincuencia juvenil es una realidad social
    conflictiva que surge de la acción y reacción
    dialécticas entre la estructura y los
    individuos.

    Para terminar el análisis teórico se
    recurrió a una tipología de los delincuentes
    juveniles desarrollada por Gibbons, clasificación que se
    presenta conforme al papel social que representan dichos
    delincuentes. El autor analiza el patrón de comportamiento
    delictivo según la configuración del delito, el
    escenario ambiental de interacción, la imagen que de si
    mismo tiene el delincuente y sus actitudes concomitantes.
    Así logra establecer nueve tipos: el pandillero
    ladrón, el pandillero pendenciero, el pandillero casual,
    el delincuente casual no pandillero, el ladrón de
    automóviles, el drogadicto, el agresivo de peligrosidad
    extrema, la joven delincuente y el delincuente
    psicópata.

    Por un proceso infructuoso en la recopilación de
    datos estadísticos oficiales sobre la delincuencia
    juvenil, el análisis de datos que sustentan el estudio se
    limitó a las cifras provenientes del Instituto Nacional
    del Menor. En las distribuciones de los menores transgresores e
    infractores, la tendencia entre 1997 y 2001 es hacia una
    disminución progresiva del número de menores
    asistidos. Estas disminuciones no necesariamente se deben a una
    baja real de la delincuencia en este grupo de edad,
    podrían estar asociadas a una debilidad institucional que
    afecta la capacidad de atender a los menores.

    A pesar de ser estadísticas poco concluyentes,
    puede afirmarse que el delito más frecuente cometido por
    los menores es el atraco, seguido del homicidio, el uso de drogas
    y el hurto. Lamentablemente, por la falta de otros datos
    estadísticos que permitan determinar el "estado del
    arte" de la
    delincuencia juvenil en el país, no puede existir el
    atrevimiento de llegar a establecer afirmaciones más
    allá de las expuestas.

    Si con este estudio se logra llamar la atención y
    estimular la generación de nuevos conocimientos acerca de
    la problemática de la delincuencia juvenil en Venezuela,
    se puede afirmar que su propósito implícito ha sido
    alcanzado.

    Recomendaciones y
    propuestas

    Las diversas teorías ya expuestas sugieren
    cualquier cantidad de medios distintos para prevenir o tratar la
    delincuencia juvenil. Por ejemplo, si se habla de la
    teoría de anomia, la respuesta a la delincuencia juvenil
    vendría de la mano con reformas que permitan una
    distribución más igualitaria de oportunidades y un
    incremento de los medios legítimos para alcanzar las metas
    de éxito, de forma tal que el modo de vida delictivo
    pierda por completo su atractivo. Es más, si se concibe la
    delincuencia como propia de individuos que actúan sin
    racionalidad y que no controlan emociones
    primitivas, la solución se encontraría en la
    salud mental de
    la comunidad. Y así, se podría continuar con
    soluciones totalmente distintas provenientes de estas distintas
    teorías. No es el caso exponerlas pues no tendría
    sentido alguno, se trata entonces de entender que, generalmente,
    se buscan líneas de acción que se anticipan al
    conocimiento
    científico pues los problemas no aguardan a la
    resolución de discusiones académicas por tal o cual
    solución de ésta o aquella
    teoría.

    En la realidad, las situaciones que llevan a los
    jóvenes a delinquir son tan complejas que lo ideal es
    sugerir diversas líneas de ataque más
    específicas, pero se debe tener en cuenta que éstas
    no deben trabajar independientemente de las demás. Un
    cierto grado de integración en las propuestas para la
    acción podría arrojar mejores resultados y
    sería menos complicado evaluarlos. Por ejemplo, se debe
    atribuir absoluta prioridad a la inversión en proyectos
    socio-económicos y culturales consistentes, los cuales,
    con el apoyo de las familias e instituciones, permitan garantizar
    educación, profesionalización y valorización
    afectiva de los jóvenes de las periferias de forma tal que
    se logre bloquear el proceso de su reclutamiento para la
    criminalidad.

    Sin embargo, para que las propuestas de ataque den
    importantes resultados, es necesario que previamente se
    solucionen una serie de problemas que traban las acciones de
    dichas propuestas. En Venezuela, las mayores dificultades para la
    prevención y el tratamiento de la delincuencia juvenil
    vienen dadas por un grado importante de ineficiencia
    institucional que, aunada a los recursos financieros limitados
    característicos de todo gobierno local,
    regional y central, engrandecen una especie de agujero negro que
    traga las intenciones de actuar para resolver o mejorar este
    problema social. Son muchos los organismos y las necesidades que
    entran a la gran competencia por la asignación de
    recursos, en el país, durante los últimos cinco
    años, se ha priorizado la asignación de recursos al
    proyecto
    político lo que ha restado importancia a la
    asignación a otros proyectos importantes, entre ellos el
    del tratamiento y prevención de la delincuencia
    juvenil.

    Por otra parte, si bien las respuestas a los problemas
    no aguardan por el
    conocimiento, esto no puede convertirse en excusa para dejar
    de estudiar y analizar sistemáticamente una realidad
    problemática que afecta a muchos sectores de la sociedad.
    Es indispensable la obtención de muestras empíricas
    que den luces acerca de que es lo más importante a tomar
    en cuenta y que faciliten la evaluación
    y el cumplimiento de los objetivos de los programas. Las
    investigaciones en la temática de la delincuencia juvenil
    parecen haberse detenido desde la década de los 70’
    y 80’, situación que no favorece en lo absoluto las
    directrices para su resolución.

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    Anexo

    Vía crucis
    estadístico

    La calidad de
    vida de una nación
    se puede –se debe- medir en términos de la buena
    educación que reciba su gente, un pueblo bien alimentado
    no sufrirá las penurias de la indigencia ni del
    hacinamiento; una nación
    bien educada asegurará el bienestar psicosocial del
    colectivo y no sufrirá los horrores del abuso de poder,
    del desconocimiento de las leyes ni de las falsas promesas de sus
    gobernantes. Las Instituciones Estatales han de ser los pilares
    que sostendrán la superestructura que corresponde ser un
    Estado. Bien lo proclamaban los más insignes venezolanos
    integrantes de la generación de los notables
    decimonónicos, quienes aseguraban que en la medida en que
    se logre institucionalizar al país e inculcar desde sus
    instituciones los valores de seriedad, equidad,
    honestidad y
    responsabilidad, en esa misma medida estará echando
    raíces la recién nacida
    República.

    La satisfacción del colectivo debe ser la suma de
    todas las satisfacciones individuales, ésta fue la punta
    de lanza de aquellos ilustres personajes al estilo D’Holbah
    o Diderot. Si las satisfacciones individuales son confusas, muy
    dispersas o poco visibles en la mayoría, el objetivo no se
    habrá logrado, el mal aun no se habrá remediado. El
    gran problema del estado venezolano radica, en buena medida, en
    la debilidad de sus instituciones, en lo poco parsimoniosas de
    las autoridades que rigen los destinos del país. La
    juventud ha sufrido todo un atropello –sobretodo en la
    segunda mitad del Siglo XX- que ha desembocado en una ola de
    violencia, de alineación y de desviación. No se
    puede estar bien cuando, en el colectivo, la satisfacción
    no es precisamente la que reina, sino un cierto sentido de
    frustración, de desánimo, de desmotivación
    que conduce irreversiblemente a la infelicidad y al abandono de
    los más grandes sueños.

    Si un conglomerado juvenil, que en es en sí mismo
    el que lleva sus manos abiertas para recibir el testigo y relevar
    a quien ya no debe continuar, no le es permitido el buen
    desenvolvimiento en sus diversos espacios, el camino será
    cuesta arriba y las instituciones, en mucho de los casos,
    tendrán que asumir la culpabilidad.

    La idea no es anclarse en un marasmo pregomecista ni
    anquilosarse en el capricho personal del que quiere imponerse
    sobre el más débil; pero es que aquél que ha
    salido de quién sabe dónde y se ha puesto en contra
    de un sistema capital sembrado en el liberalismo
    acusándolo –de paso- de salvaje, es el mismo que ha
    sembrado una extraña especie de Laissez Faire
    caudillista cuyo Laissez Passer serán efectos
    ruines que no tardan en hacerse sentir. ¿Cómo no
    observar unos índices de delincuencia in-crescendo cuando
    no hay una presencia burocrática, un control
    burocrático que los regule? ¿Acaso se puede pensar
    que aquella providencia, de la que tanto hablaba Hegel en su
    concepción teleológica de la historia, va a modificar las
    ya vergonzantes cifras de descontento social?

    Tan decepcionante es el panorama que, al tener las
    mínimas intenciones de acercarse a los organismos a
    solicitar cualquier dato, cualquier información, el
    fracaso está garantizado de antemano; la poca
    interdependencia de las instituciones, la responsabilidad y
    competencia de sus integrantes y el compromiso de éstas de
    asegurar el bienestar común es ya una utopía.
    Bástese querer hacer una investigación, sea cual
    fuere su naturaleza, su fin o su campo, para observar la
    ineptitud de los que conforman los pilares del armazón
    estatal. Tener acceso a unas simples y predecibles cifras,
    índices, estadísticas o como se quiera llamar,
    lleva incrustado el más penoso vía crucis que
    además, por cierto, es discontinuo e
    infructuoso.

    Primera Estación: Cuerpo de Investigaciones
    Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC),
    ubicado en la Urb. Colinas de Bello Monte –IUPOL-, Caracas,
    16 de diciembre, día festivo tanto para el Instituto
    Universitario de Estudios Penales y Criminalísticos de la
    Policía Científica Venezolana como para los
    familiares de los funcionarios. De fiestas navideñas,
    música,
    escenario infantil, venta (que
    regalías ha de haber) de teléfonos móviles y
    uno que otro empleado seriamente ubicado en su puesto de trabajo.
    "Deben hablar con el jefe de la Comisaría" (…) "Pero
    hoy es un día festivo, la biblioteca no está
    disponible, estamos de parranda, mañana, aunque lo
    dificulto, puede ser" (…) "Diríjanse a Santa Fe, a la
    Academia de Policía, a ver… pero hoy no ya que, al
    igual que nosotros, están de fiesta".

    Es posible visualizar en este núcleo la necedad
    de proclamar un día festivo sin previo aviso, afectando a
    terceros; (es ésta la sede de la principal morgue del
    país, hay personas albergando un profundo dolor por sus
    familiares justo al lado del derroche y el algarabía,
    favor respetar, además).

    Se adelanta una especie de
    ¡Cónchale!, pero con esperanzas. Segunda
    Estación: Ministerio del Interior y Justicia, sede Chacao.
    El mismo día, aquí se trabaja, a veces, hasta las
    cuatro. Pero "Aquí no es, esa información se la
    proporcionan en la Av. Urdaneta, Sede principal del ministerio,
    esto es sólo un tribunal, aquí están las
    oficinas de Recursos
    Humanos y de la Administración y… un tribunal".
    La
    cara de la funcionaria refleja inseguridad,
    más bien un deseo de salir de eso lo más pronto
    posible ya que no es de su incumbencia atender a nadie que ande
    haciendo investigaciones.

    Es todo por diciembre, porque la festividad es la reina
    del mes y las actividades han de suspenderse por completo, es el
    momento de un repulsivo pero tradicional ¡Ay,
    será ya para enero!
    La angustia priva e insatisface.
    No queda otro remedio que languidecer y esperar. Las esperanzas,
    reza el dicho popular, son las últimas que se pierden, lo
    más importante es aferrarse a ellas y tratar de no
    perderlas. Ya es Enero, pero no significa la vuelta a la
    normalidad, porque la festividad aun prosigue hasta mediados de
    mes.

    Atrevidamente el día cuatro de enero es la
    Tercera Estación: Av. Urdaneta, Ministerio del Interior y
    Justicia, que por cierto aún se desconoce cómo dos
    organismos tan vastos como el de interior y de
    justicia anden a la buena de Dios por ahí
    fusionados, como si nada. Esta estación es una de las
    más risibles, ya usted, amigo lector, se dará
    cuenta por qué. "Deben dirigirse al piso 13, al
    Departamento de Capacitación y
    Adiestramiento, ahí otorgan todo lo que corresponde a
    cifras de delincuencia"
    . Con una aptitud muy seria, muy
    circunspecta, ha de llegar al piso trece. Los empleados
    públicos han de encontrarse en sus puestos de trabajo, en
    una infraestructura digna de llamarse ministerial; algunas se
    hacen llamar Secretarias; las más atrevidas se hacen
    llamar Licenciadas. ¿En qué le puedo ayudar?
    Es la bienvenida. "Pero lamentablemente eso lo otorgan en el
    piso 8, en la División de Prevención del Delito.
    Allí ellos trabajan con todo lo que es delincuencia, es
    allí donde está la
    información".

    Nunca estarán de más las gracias y el
    hasta luego. En casa piso, un árbol de navidad, muy
    llamativo el del piso 8. "Pero tratándose de este tipo
    de información, el departamento encargado es la
    División General Policial, en el piso 11. Ellos, que
    trabajan con la comisaría son los que tienen en sus manos
    esa información".
    Al fin y al cabo la hora no ha
    menguado ni los ánimos se han reclinado –no del
    todo-. Ya será por las escaleras aunque sobre las rodillas
    se posa el cansancio y la fatiga ha de reinar. "Ustedes han
    sido engañados vilmente, pues en este querido piso 11

    –que por cierto se asemeja a una oficina policial-
    aquí no se proporciona esa información, ni en
    ninguno de los pisos de este bien diseñado edificio. El
    Organismo encargado de ellos es el CICPC ubicado en Parque
    Carabobo, allí es la división de
    Estadística, podrían obtener la información
    que solicitan".

    Debe reinar la calma, el sosiego, mil voces gritan y
    suplican dejar eso de ese tamaño, pero hay un compromiso
    académico muy personal que hay que cumplir, en
    función a ello, hay que ponerse en pie frente a la Cuarta
    Estación: CICPC en el CC Parque Carabobo. Es un Organismo
    Policial, es la sede de la Policía Científica, por
    lo tanto es rigor que las pertenencias sean exhaustivamente
    revisadas. Bienvenidos, es ahora la palabra, mientras que
    el piso es el 4. Esta estación se encuentra con el
    problema de la falta del vital líquido y el no
    funcionamiento de los elevadores, triste modalidad. A usanza de
    las escaleras –nuevamente- la cosa es en el piso cuatro,
    aquí debe ser el punto final (¿o de partida?) de la
    búsqueda. División General de Estadística
    lleva por nombre y según los funcionarios, el departamento
    correcto es éste; pero… falta el requisito más
    importante: la autorización respectiva. Sólo la
    puede proporcionar el director general regional, comisario Marcos
    Chávez; "debe dirigirse a la Av. Urdaneta, sede
    administrativa del CICPC con un oficio donde indique que se
    está solicitando el material para podérselo
    suministrar, de lo contrario, será imposible".
    La cara
    de desánimo, de frustración, de inconformidad, de
    desmotivación, se deja ver.

    La dicotomía de unos organismos que, en
    teoría deben marchar de la mano, es el motivo ahora del no
    querer seguir indagando ni tocando puertas. Da curiosidad saber
    si con la autorización fulana aquella, es posible
    acceder a la información: los ánimos, aunque
    quebrantados, no perecen; ya está bueno por hoy,
    mañana o tal vez pasado mañana puede ser. La Quinta
    Estación será el 6 de enero, a ver si los magos de
    oriente traen la suerte que no es posible conseguir por medio de
    los canales regulares. Es la sede Administrativa Nacional del
    CICPC. Se deja observar una infraestructura fenomenal, pulcra,
    estilizada, digna de ser observada, es un verdadero deleite a los
    ojos.

    La oficina del Director General Nacional es en la
    Mezzanina 2, "se debe estar autorizado para retirar las cifras
    que se buscan". (…) "Buenas tardes, soy estudiante de
    Sociología, 5to año, en la UCAB, estoy realizando
    una investigación sobre Delincuencia Juvenil en Venezuela
    y estoy interesada en obtener algunas cifras, datos, indicadores,
    que reflejen los índices delictivos en adolescentes
    venezolanos, cualquiera que fuere el año, aunque sea una
    hojita".
    Esta había sido la cantaleta de entrada desde
    la primera estación por allá por los predios
    belomontinos.

    Esta vez, mujer; licenciada sabrá Dios en
    qué, pero dispuesta a ayudar. "La información
    que le suministraron en la cuarta estación es
    completamente falsa, las estadísticas solicitadas no
    pueden ser suministradas por el CICPC ni puede usted levantar un
    oficio ante el director del cuerpo, ya que su agenda es tan
    apretada que no da lugar a este tipo de asuntos. El procedimiento
    es el siguiente: usted deberá dirigirse al Ministerio del
    Interior y Justicia –
    (risas)- y redactar un oficio al
    Viceministro de Seguridad
    Ciudadana Alcides Rondón, donde exprese claramente la
    solicitud, estos son los teléfonos de su secretaria
    privada y ésta la dirección donde debe acudir. Esa
    información sólo es posible obtenerla a
    través del viceministro, pero deberás tener en
    cuenta que ese trámite con suerte durará más
    de un mes".

    El juego de "La
    Candelita" ha quedado atrás con este tan estresante
    vía crucis, la tarde está por terminar, pero antes
    de que ésta termine, los ánimos perecerán y
    cesará la búsqueda, la confianza en una Sexta
    Estación no está garantizada y, de estarlo,
    habrá que esperar a que una institución cuyos
    funcionarios desconocen sus atribuciones, dejen en manos de otra
    providencia el logro del objetivo, qué importa si hay
    jóvenes entusiastas interesados en expandir sus
    conocimientos y abrirse los horizontes del saber, qué
    importa colaborar con alguien que más adelante pueda
    integrar la breve lista de funcionarios serios y competentes de
    la burocracia estatal venezolana; a nadie le duele la ineficacia
    del personal que labora en los diferentes organismos
    públicos, a nadie le importa la preparación de un
    pueblo que cada día sucumbe ante los encantos de las
    misiones revolucionarias y de los microcréditos
    bolivarianos; porque a mayor ignorancia, mayor oportunidad para
    aquellos que esperan como caimanes hambrientos de poder y
    deseosos de iniquidad; en un país donde no reina la
    meritocracia ni las iniciativas de impulso de la educación
    de sus gentes, en una ciudad carcomida por la barbarie y la
    desidia en la que las ratas hacen su mayor fiesta,
    seguirán habiendo ‘Torres Estes’ de Parque
    Central incendiándose a cada rato y por todas partes y
    quedándose así para la posteridad como
    símbolo de la ineficiencia y de la ineptitud de quienes
    deben dirigir los destinos, que, lejos de cumplir su rol,
    condenan al más doloroso infortunio a un pueblo que no
    puede vivir en tales condiciones, porque las revoluciones
    –ya lo decía Pitágoras varios siglos antes
    del nacimiento de Jesucristo- engendran semejantes monstruos
    (especies de Pantagrueles anónimos) que han de devorarse
    hasta sus propios hijos.

    Caminar hacia delante en tales condiciones parece ser un
    salto al vacío, un desafío a una ley de gravedad
    cuya fuerza conduce hacia otro destino por demás incierto;
    no se avecina la solución porque se avecina la tempestad,
    ojalá no sea tan arrolladora para poder resistirla. Y
    sépalo usted, amigo lector, si la finalidad de este
    trabajo hubiese sido escribir esto, tenga por seguro que
    aún no estuviese finalizado. Adelante, pues.

    Thaís
    García

     

     

     

     

    Autor:

    Thaís García

    Adriana Rodríguez

    UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS
    BELLO

    FACULTAD DE CIENCIAS
    ECONÓMICAS Y SOCIALES

    ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES

    5to AÑO DE SOCIOLOGÍA

    SOCIOLOGÍA DE LA DESVIACIÓN

    Caracas, 18 de enero de 2004.

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