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Globalización. Hegemonismo e internacionalización de conflictos



    1. Antecedentes
    2. La economía
      norteamericana en vísperas de los atentados del 11 de
      septiembre
    3. ¿Por qué
      Afganistán y luego Irak?
    4. Un mapa del
      mundo
    5. Temblores
      premonitorios
    6. Un reordenamiento mundial al
      estilo del Imperio
    7. Las
      consecuencias
    8. Situación mundial
      después de la Guerra
    9. Realidades y contradicciones
      del Capitalismo
    10. La crisis de la
      Globalización Neoliberal
    11. Conclusiones
    12. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    El mundo está viviendo los embates más
    directos del carácter agresivo de la
    Globalización Neoliberal: La guerra contra
    Afganistán e Irak, como
    cruzada contra el terrorismo,
    luego de los sucesos del 11 de septiembre,
    entre
    otras.

    Sin poder incluso
    justificarlas, estas confrontaciones bélicas responden a
    la lógica
    que siempre ha movido a las potencias imperiales, cuando sus
    economías comienzan a entrar en recesión y dado el
    enorme poder de sus tentáculos, ramifica hacia otros sus
    efectos. La historia es demostrativa de
    tal situación y al repasar algunos fragmentos de los
    últimos ciento siete años, nos viene a la mente la
    intervención norteamericana en la guerra
    cubano-española, la Primera Guerra
    Mundial, la Segunda Guerra
    Mundial, la guerra de Corea, Viet Nam, más
    recientemente Yugoslavia, Irak, Afganistán y ahora
    nuevamente Irak; así como las múltiples
    intervenciones en pequeños conflictos
    regionales, para promover sus nuevos arsenales e impulsar la
    Industria
    Militar Industrial

    El entramado de problemas que
    se mueven a través de estos y otros conflictos incluye
    aspectos de diversos ordenes, políticos, sociales y
    particularmente económicos.

    Nos hemos basado en la realización de este
    trabajo en los
    fundamentos leninistas que distinguieron los cinco rasgos
    inherentes al imperialismo,
    como fase superior y última del capitalismo,
    tratando de demostrar su plena vigencia a pesar del tiempo.

    Pretendemos a través de estas líneas
    brindar un análisis lo más objetivo
    posible que nos permita ilustrar los fundamentos que mueven este
    momento histórico, que se inscribe en un contexto de
    hegemonía unipolar, declarada explícitamente por el
    Presidente de los EE.UU. el 20 de septiembre del 2001, sin dejar
    alternativa posible y menoscabando la soberanía e independencia
    de los pueblos del mundo a decidir por sí mismos sus
    destinos; cuando declaró…"Privaremos a los
    terroristas de financiamiento, los volveremos unos contra otros,
    los empujaremos de un lugar a otro, hasta que no les quede
    refugio ni descanso. Y perseguiremos a los países que
    provean ayuda y refugio al terrorismo. Cada país, en cada
    región, deberá decidir ahora. O está con
    nosotros, o está con los terroristas
    . Desde hoy, todo
    país que continúe dando refugio o apoyo al
    terrorismo será considerado por Estados Unidos un
    régimen hostil."
    ,

    "Desde el punto de vista lingüístico,
    George W. Bush no es el presidente ideal para dirigir a los
    Estados Unidos en tiempos difíciles. Ya antes de ser
    elegido como cuadragésimo tercer presidente, era conocido
    por sus equivocaciones y confusiones al hablar. Tras los
    atentados en las ciudades de Nueva York y Washington, las
    palabras de Bush se sopesan cuidadosamente".
    Resulta
    sintomático lo que del Presidente de los EE.UU., piensan
    sus propios aliados; no obstante no puede esto llevarnos a
    justificar sus palabras, las cuales su equipo de asesores se
    encargan de estudiar cuidadosamente. Es evidente que las mismas
    expresan la enorme prepotencia que caracteriza la política del actual
    gobierno
    norteamericano y que por demás pretende
    globalizar.

    DESARROLLO.

    Antecedentes del
    conflicto. La
    reseción económica en EE.UU., como causa del
    conflicto.

    Como acertadamente precisara el co. Fidel Castro
    en su comparecencia televisiva del 2 de noviembre del
    2001,…"Para caracterizar la situación actual, se
    puede afirmar, en muy apretada síntesis,
    que a mediados de la década del 90, cuando la globalización neoliberal se extendía
    por todo el planeta, Estados Unidos, como dueño absoluto
    de las instituciones
    financieras internacionales y a partir de su inmensa fuerza
    política, militar y tecnológica, alcanzó la
    más espectacular acumulación de riqueza y
    poderío que se ha conocido en la historia.

    Pero el mundo y la sociedad
    capitalista entraban en una etapa enteramente nueva. Apenas una
    parte insignificante de las operaciones
    económicas se relacionaban ya con la producción y el comercio
    mundiales; tres millones de millones de dólares en
    operaciones especulativas, vinculadas con las monedas y otros
    valores,
    tenían lugar cada día; en las bolsas de Estados
    Unidos los precios de las
    acciones
    crecían como espuma, muchas veces sin relación
    alguna con las utilidades y ganancias de las empresas. Se
    crearon verdaderos mitos: no
    habría ya más crisis; el
    sistema
    podía regularse, había creado los mecanismos
    pertinentes para avanzar y crecer ininterrumpidamente. A tal
    extremo se llegó en la creación de riquezas
    puramente imaginarias, que hubo casos de acciones en las que,
    habiéndose invertido mil dólares, su valor se
    incrementó 800 veces en solo ocho años. Era como un
    inmenso globo que se inflaba hasta lo infinito.

    Conforme se creaban tales riquezas virtuales se
    invertían, se gastaban y se despilfarraban. La experiencia
    histórica fue ignorada totalmente. La población mundial se había
    multiplicado por cuatro en solo cien años. Miles de
    millones de seres humanos no participaban ni disfrutaban en
    absoluto de aquellas riquezas. Eran suministradores de materias
    primas y fuente de mano de obra barata, pero no consumían
    ni podían ser consumidores. No constituían mercado, ni el
    mar casi infinito adonde fuese a parar el inmenso río de
    productos que,
    en feroz competencia,
    salían de los equipos cada vez más productivos y
    menos creadores de empleo de un
    grupo
    privilegiado y exiguo de países
    industrializados.

    Un elemental análisis bastaba para comprender
    que aquella situación era insostenible.

    Nadie al parecer se daba cuenta de que cualquier cosa
    aparentemente intrascendente que ocurriera en la economía de una
    región del mundo, podía estremecer el resto del
    andamiaje económico mundial.

    Los arquitectos, especialistas y administradores del
    nuevo orden económico internacional, economistas y
    políticos, a medida que su fantasía se deshace,
    apenas pueden comprender que han perdido el control de los
    acontecimientos. Otras fuerzas son las que deciden: las de las
    grandes y crecientemente poderosas e independientes empresas
    transnacionales y las porfiadas realidades, en espera de que el
    mundo verdaderamente cambie".

    La cronología de los hechos habla por sí
    sola:

    • Julio de 1997, estalla la primera gran crisis del
      mundo neoliberal globalizado. Los tigres se deshicieron.
      Japón
      no ha podido todavía recuperarse y el mundo sufre
      aún las consecuencias.
    • Agosto de 1998, se presenta la llamada crisis rusa
      que, a pesar de su insignificante aporte al Producto Interno
      Bruto mundial de apenas el 2 por ciento, estremeció
      e hizo bajar en cuestión de horas cientos de puntos a
      las bolsas de valores de Estados Unidos.
    • Enero de 1999, solo 5 meses después, se
      produce la crisis de Brasil.
    • Los esfuerzos mancomunados del Grupo de los Siete, el
      FMI y el
      Banco
      Mundial tuvieron que empeñarse a fondo para impedir
      que la crisis se extendiera por toda Sudamérica,
      asestando un golpe demoledor a las bolsas de valores de Estados
      Unidos.
    • Desde mediados del año 2000 comenzaron a
      observarse los primeros síntomas de la crisis en los
      EE.UU., con una disminución sostenida del ritmo de la
      producción industrial.
    • En marzo de ese mismo año el índice
      Nasdaq de la llamada tecnología de punta ya había
      comenzado a descender.
    • Se produce igualmente un enorme crecimiento del
      déficit comercial: en 1999 había sido de 264 mil
      900 millones y en el 2000 se elevó a 368 mil 400
      millones.
    • En el segundo trimestre del año 2000 el
      Producto
      Interno Bruto había alcanzado un crecimiento de 5,7 por
      ciento; en el tercer trimestre creció solamente 1,3 por
      ciento.
    • Desde octubre del 2000 comenzó a caer la
      producción del sector industrial.

    A fines del año 2000, las perspectivas y los
    pronósticos de la economía
    mundial eran aún bastante optimistas. La realidad se
    impuso con su carga de adversidades para el sistema, pues los
    pronósticos del FMI sobre el crecimiento del PIB global de
    un 3,2% para el 2001 y de 1,5 para Estados Unidos, así
    como del 2,4% para la UE, comenzaron a sufrir descensos no
    previstos. América
    Latina, el Sudeste Asiático y Japón, vieron
    decaer también sus producciones.

    El Director Gerente del
    FMI, Horst Kohler, en discurso
    pronunciado en Ginebra ante el Consejo Económico y Social
    de las Naciones Unidas
    (ECOSOC), el 16 de julio del 2001, señaló: "El
    crecimiento
    económico está perdiendo el ritmo en todo el
    mundo. Esto puede resultar incómodo para las
    economías avanzadas (los países desarrollados y
    ricos), pero será una verdadera fuente de dificultades
    para muchos países con mercados
    emergentes y en desarrollo
    (los países pobres y subdesarrollados) y un retroceso en
    la lucha contra la
    pobreza."

    Para el 2001, la revista The
    Economist
    estimaba que el crecimiento mundial sería de
    tan solo el 2,7 por ciento, frente al 4,6 %, logrado el
    año anterior; por otro lado el intercambio comercial al
    nivel mundial decrecería, respecto a igual periodo, en
    casi un 10 %.

    La
    economía norteamericana en vísperas de los
    atentados del 11 de septiembre.

    La economía de los Estados Unidos: 10 de
    septiembre 01.

    Otoño del
    2000                                  
    3,2

    Marzo
    2001                                        1,7

    Primavera
    2001                                  
    1,5

    Septiembre del
    2001                          
    1,5

                        
    Lo mismo, de 3,2 a 1,5 en igual período.

    El empleo en los Estados Unidos. 10 de septiembre
    01.

    Situación del empleo:

    A finales del 2000, la tasa de desempleo en
    Estados Unidos era solo de 3,9 por ciento. ¿Cómo
    evolucionó en el 2001?

    Tasa de desempleo (por ciento):

    Febrero                    
    4,2

    Marzo                       
    4,3

    Abril                          4,5

    Mayo                        
    4,4

    Junio                        
    4,5

    Julio                          
    4,5

    Agosto                      
    4,9

    "Hoy, 2 de noviembre, ya redactado este materia,-
    decía Fidel-, se acaba de publicar la cifra oficial, que
    es de 5,4. En solo un mes se perdieron 415 mil empleos. Es la
    mayor reducción neta de empleos desde mayo de 1980, hace
    21 años.

    La evolución en la tasa de desempleo es una
    muestra
    fehaciente del deterioro que venía sufriendo esa
    economía justamente en los momentos previos al ataque
    terrorista.

    Como precedente importante hay que tener en cuenta que,
    en los últimos cincuenta años, cuando la tasa de
    paro ha
    alcanzado los 5,1 ha coincidido el inicio de un período
    recesivo".

    El por ciento de la capacidad industrial utilizada en
    Estados Unidos en el año 2001:

    Febrero                         
    79,2

    Marzo                            
    78,7

    Abril                               
    78,4

    Mayo                             
    78,0

    Junio                             
    77,1

    Julio                              
    77,0

    Agosto                          
    76,4

    "En agosto la producción industrial decayó
    0,6 puntos porcentuales con relación a lo alcanzado en
    julio. En los últimos doce meses la producción
    industrial había sufrido una contracción de
    alrededor del 5 por ciento. Con el dato de agosto, ya sumaban
    once meses consecutivos de contracción.

    La cifra registrada en agosto está muy cercana al
    nivel más bajo alcanzado desde 1983.

    En el mes de agosto del 2001 se produjo un
    déficit de 80 mil millones de dólares en el
    presupuesto.

    En ese mismo mes, los congresistas demócratas ya
    señalaban que las previsiones apuntaban a que el gobierno
    tendría que utilizar parte del dinero de la
    seguridad
    social para financiar los gastos
    corrientes.

    Durante el segundo trimestre del 2001 las importaciones
    norteamericanas se contrajeron en 13 900 millones de
    dólares, mientras el bajo nivel de actividad en el resto
    del mundo propició una reducción de las exportaciones de
    9 100 millones de dólares.

    El valor de las acciones de los principales
    índices de la bolsa durante el año 2001 ha
    decrecido de la siguiente forma:

    Las del Dow
    Jones                         
    18,06%

    Nasdaq                                           66,42%

    Standard & Poor’s
    (S&P)               
    28,48%

    Esto equivale a la pérdida de millones de
    millones en menos de un año.

    Durante el año 2001, la Reserva Federal ha
    rebajado nueve veces las tasas de
    interés. El objetivo es abaratar el costo del dinero,
    apuntalar la confianza del consumidor y con
    esto impulsar la actividad económica. Esa frecuencia
    frenética expresa desesperación".

    De todo lo anterior se puede inferir, que la
    reseción de la economía mundial y muy
    particularmente de la norteamericana había aparecido mucho
    antes de los atentados a las Torres Gemelas.

    ¿Por
    qué Afganistán y luego Irak?.

    El interés
    imperial por los recursos y el
    dominio de la
    geopolítica globales.

    En octubre de 1999, en una rara alteración
    de la geografía militar de Estados Unidos, el
    Departamento de Defensa cambió el mando general de las
    fuerzas estadounidenses en Asia Central al
    trasladarlas de la Comandancia del Pacífico a la
    Comandancia Central. Esta decisión no produjo titulares en
    la prensa ni otras
    muestras de interés en Estados Unidos, y sin embargo
    representó un cambio
    significativo en el pensamiento
    estratégico estadounidense.

    Asia Central se había considerado antaño
    un asunto periférico, un rincón alejado de las
    principales áreas de responsabilidad de la Comandancia del
    Pacífico (China,
    Japón y la península de Corea). Pero esa
    región, que se extiende desde los Montes Urales a la
    frontera
    occidental de China, se ha convertido hoy en importante objetivo
    estratégico debido a las grandes reservas de petróleo y gas natural que
    se cree yacen bajo el Mar Caspio y sus alrededores. Como la
    Comandancia Central ya tiene a su cargo las fuerzas de Estados
    Unidos en la región del Golfo Pérsico, su toma del
    control sobre Asia Central significa que esta área
    recibirá ahora una atención más cercana de parte de
    aquellos cuya tarea primaria es proteger el flujo de petróleo
    hacia Estados Unidos y sus aliados.

    La nueva preeminencia de Asia Central y el Medio Oriente
    y de su potencial riqueza petrolera no es sino un signo de una
    transformación mayor en el pensamiento estratégico
    estadounidense. Durante la Guerra
    Fría, las áreas de mayor interés para
    los planificadores militares eran las de confrontación
    entre Estados Unidos y el bloque aliado soviético:
    Europa Central
    y del sureste y el Lejano Oriente. Sin embargo, desde el fin de
    la Guerra Fría, estas áreas han perdido importancia
    estratégica para Estados Unidos (salvo, quizás, por
    la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur),
    en tanto que otras regiones – el Golfo Pérsico, la cuenca
    del Mar Caspio y el Mar de la China Meridional – están
    recibiendo cada vez mayor atención del
    Pentágono.

    Tras ese cambio de la geografía
    estratégica hay un nuevo énfasis en la
    protección al suministro de recursos vitales, sobre todo,
    el
    petróleo y el gas natural.
    Mientras en la era de la Guerra Fría se creaban divisiones
    y se formaban alianzas siguiendo lineamientos ideológicos,
    en la actualidad la competencia económica rige las
    relaciones
    internacionales y, por lo mismo, se ha intensificado la
    competencia por el acceso a esas vitales riquezas
    económicas. Como cualquier interrupción en el
    abastecimiento de recursos
    naturales tendría graves consecuencias
    económicas, los principales países importadores
    consideran hoy que la protección de ese flujo es una
    importante preocupación nacional. Además, con un
    consumo global
    de energía cuyo aumento se estima en 2% anual, la
    competencia por el acceso a las grandes reservas de
    energéticos sólo puede ser más intensa en
    los años venideros.

    Por consiguiente, los funcionarios de seguridad han
    empezado a prestar una atención mucho mayor a los
    problemas que origina la creciente competencia por el acceso a
    materias primas cruciales, en especial aquellas que, como el
    petróleo, con frecuencia yacen en áreas en disputa
    o políticamente inestables. Como observó el Consejo
    de Seguridad Nacional en el informe anual
    sobre política de seguridad redactado en 1999 por la Casa
    Blanca: "Estados Unidos seguirá teniendo un interés
    vital en asegurar el acceso a los suministros de petróleo
    del exterior". Por tanto, concluía el informe, "debemos
    mantenernos conscientes de la necesidad de estabilidad y
    seguridad regionales en áreas claves de producción,
    a fin de garantizar nuestro acceso a esos recursos tanto como su
    libre circulación."

    Desde luego, la preocupación por el acceso a los
    recursos globales ha sido durante mucho tiempo tema importante en
    la política de seguridad estadounidense. Por ejemplo, en
    la década de 1890, el capitán Alfred Thayer Mahan,
    destacado estratega naval de la nación,
    obtuvo un apoyo generalizado al sostener que Estados Unidos
    necesitaba una flota numerosa y capaz a fin de reforzar su
    posición como potencia
    comercial en el mundo. Esta perspectiva también
    moldeó el pensamiento geopolítico de los
    presidentes Theodore Roosevelt y Franklin Delano
    Roosevelt.

    No obstante, durante la Guerra Fría las
    preocupaciones por los recursos se subordinaron con frecuencia a
    las dimensiones políticas
    e ideológicas de la rivalidad entre Estados Unidos y la
    Unión Soviética. Apenas ahora, cuando la Guerra
    Fría ha terminado definitivamente, la garantía de
    acceso a materias primas vitales vuelve a adquirir una
    posición central en la planeación
    de la seguridad estadounidense.

    La prueba de esta reanimación del interés
    por los recursos fue especialmente clara en el año 2000,
    durante la escasez global de
    petróleo y gas natural. En agosto de ese año el
    presidente Bill Clinton voló a África con la
    esperanza de obtener petróleo adicional de Nigeria – en la
    actualidad uno de los principales abastecedores de Estados Unidos
    – y alentó a los estados del Mar Caspio a acelerar la
    construcción de nuevos oleoductos con
    destino a Europa y el Mediterráneo. Entre tanto, el
    entonces gobernador de Texas, George W. Bush, se valió de
    los debates de la campaña presidencial para exigir la
    exploración de petróleo y gas en los territorios
    vírgenes de Estados Unidos, a fin de reducir la
    dependencia nacional de los suministros del extranjero. Una vez
    electo, una de sus primeras iniciativas de política
    exterior fue su reunión con el presidente de México,
    Vicente Fox, para discutir propuestas destinadas a aumentar el
    flujo de energéticos de ese país a Estados
    Unidos.

    Un enfoque similar sobre la adquisición o la
    protección de suministros de energía es evidente en
    el pensamiento estratégico de otras potencias. Grandes
    importadores de energía, como China, Japón y las
    principales potencias europeas, han hecho del aseguramiento de la
    estabilidad en sus suministros una de sus prioridades
    máximas.

    Rusia muestra hoy mayor interés en su
    política exterior hacia las áreas productoras de
    energía de Asia Central. Aunque siga preocupándose
    por los acontecimientos que ocurren en sus fronteras
    occidentales, en áreas colindantes con la
    Organización del Tratado del Atlántico Norte
    (OTAN), Moscú ha dedicado considerables recursos a
    fortalecer su presencia militar en el sur, en el Cáucaso
    (incluyendo Chechenia y Daguestán) y en las antiguas
    repúblicas soviéticas de Asia Central.

    Garantizar el acceso a suficientes suministros de
    petróleo y gas es también una gran
    preocupación de las naciones en el reciente proceso de
    industrialización del mundo en desarrollo, como Brasil,
    Israel, Malasia,
    Tailandia y Turquía, muchas de las cuales, se espera,
    duplicarán o triplicarán su consumo de
    energía en los próximos veinte
    años.

    Aunque la obtención de suficientes suministros de
    energía se esté convirtiendo en la máxima
    prioridad en recursos para algunos estados, para otros el foco
    principal estará en la búsqueda de agua adecuada.
    Los suministros de agua ya son insuficientes en muchas partes del
    Medio Oriente y del suroeste asiático; es probable que el
    continuo crecimiento de la población y la mayor
    posibilidad de sequía debida al calentamiento
    global provoquen una escasez similar en otras latitudes. Para
    complicar más el problema, los suministros del
    líquido no obedecen a fronteras políticas, por lo
    que muchos países de esas regiones deben compartir un
    número limitado de importantes fuentes de
    agua. Como todos los estados colindantes con esas aguas tratan de
    elevar los suministros que tienen asignados, es inevitable que
    aumente el peligro de conflicto por la competencia por esos
    fuentes de agua compartidas.

    En otras partes del mundo han estallado conflictos
    localizados por el control de maderas y minerales
    valiosos. Por lo regular, implican una lucha entre élites
    o tribus que compiten por el ingreso derivado de los bienes de
    exportación. Por ejemplo, en Angola y
    Sierra Leona grupos rivales
    luchan por el control de lucrativos yacimientos de diamantes; en
    la República Democrática del Congo, el conflicto
    atañe tanto al cobre como a
    los diamantes; y en algunas partes del sureste asiático
    numerosos grupos luchan por ricas zonas madereras.

    Todos esos fenómenos -mayor competencia por el
    acceso a importantes fuentes de petróleo y gas, creciente
    fricción por la asignación de suministros de agua
    compartidos y guerra interna por valiosos bienes de
    exportación- han producido una nueva geografía de
    conflictos, una cartografía reconfigurada en la que los
    flujos de recursos, y no las divisiones políticas e
    ideológicas, constituyen las principales líneas de
    falla. Así como un mapa en que se muestran las fallas
    tectónicas del mundo es una útil guía sobre
    posibles zonas de terremotos,
    considerar el sistema internacional en términos de
    depósitos de recursos en disputa -yacimientos de
    petróleo y gas en problemas de adjudicación,
    sistemas
    hidrológicos compartidos, minas de diamantes asediadas-,
    ofrece una guía a posibles zonas de conflicto en el siglo
    XXI.

    Común denominador en todos estos casos, es la
    presencia de los intereses del gran capital
    aprovechando los conflictos regionales para beneficio propio,
    transformándolos en elementos globalizadores.

    Afganistán, situado en esa zona
    estratégica, resultó ser el lugar ideal, dadas sus
    contradicciones políticas internas, para servir de
    "conejillo de india", a esta
    "cruzada" del imperialismo global, con una fachada
    antiterrorista.

    Un mapa del
    mundo

    A principios de la
    década de 1990, la violencia en
    la antigua Yugoslavia, en Cachemira y en África Central
    hizo que la comunidad mundial
    se concentrara en la prevención de los conflictos
    étnicos e intercomunitarios, pero ese enfoque en la
    etnicidad no fue capaz de prever ni enfrentar la violencia en
    África por el control de yacimientos de diamantes, de
    minas de cobre y de tierras de labranza. La globalización económica viene
    convirtiendo algunas áreas pobres en centros de
    prosperidad y crecimiento, pero dejando a otras en la más
    abyecta pobreza,
    provocando conflictos que tienen más que ver con los
    recursos que con el nacionalismo.
    En suma, los asuntos del mundo contemporáneo
    desafían las definiciones exclusivamente políticas,
    económicas y de seguridad.

    Un mejor análisis de las tensiones en el nuevo
    sistema internacional y un mejor pronóstico de los
    conflictos verían las relaciones internacionales a
    través del cristal de los recursos en disputa en el mundo
    y se enfocarían en aquellas áreas donde es probable
    que surjan conflictos por el acceso a materias primas vitales o
    por su posesión.

    El análisis empezaría con un mapa que
    mostrara todos los principales yacimientos de petróleo y
    gas natural localizados en áreas en disputa o inestables.
    Entre esas zonas de conflicto potencial están el Golfo
    Pérsico, la cuenca del Mar Caspio y el mar de la China
    Meridional, además de Argelia, Angola, Chad, Colombia,
    Indonesia, Nigeria, Sudán y Venezuela,
    áreas y estados que en conjunto albergan alrededor de las
    cuatro quintas partes de las reservas de petróleo
    conocidas del mundo.

    El mapa también trazaría oleoductos y
    rutas de buques cisterna para transportar gas natural y
    petróleo de sus puntos de abastecimiento a los mercados de
    Occidente; muchas de esas rutas pasarían por áreas
    que a su vez experimentan una violencia periódica. Por
    ejemplo, antes de llegar a una salida segura al mar, los
    suministros de energía de la región del Mar Caspio
    deben atravesar el conflictivo Cáucaso (que abarca
    Armenia, Azerbaiyán, Georgia y partes del sur de Rusia).

    Un mapa de zonas de recursos en disputa también
    mostraría todos los principales sistemas
    hidrológicos compartidos por dos o más
    países en áreas áridas o semiáridas.
    Entre éstas se incluirían grandes sistemas
    fluviales como el Nilo (compartido por Egipto,
    Etiopía y Sudán, entre otros), el Jordán
    (compartido por Israel, Jordania, Líbano y Siria), el
    Tigris y el Éufrates (compartidos por Irán, Irak,
    Siria y Turquía), el Indo (compartido por
    Afganistán, India y Pakistán) y el Amú Daria
    (compartido por Tayikistán, Turkmenistán y
    Uzbekistán). También incluiría
    acuíferos subterráneos que de manera similar cruzan
    fronteras, como el Acuífero de la Montaña, que se
    extiende debajo de la Margen Occidental del Río
    Jordán e Israel.

    Finalmente, ese mapa indicaría las principales
    concentraciones de gemas, minerales y árboles
    maderables viejos del mundo en desarrollo. Entre esas preciosas
    riquezas se incluirían los yacimientos de diamantes de
    Angola, la República Democrática del Congo y Sierra
    Leona; las minas de esmeraldas de Colombia; las minas de cobre y
    oro de la
    República Democrática del Congo, Indonesia y Papua
    Nueva Guinea; y las selvas de Brasil, Camboya, la
    República Democrática del Congo, Fidji, Liberia,
    México, Filipinas y Brunei, Indonesia y Malasia en la isla
    de Borneo.

    De trazarse adecuadamente, ese mapa realmente
    delinearía los lugares donde hay mayor probabilidad de
    que estallen luchas armadas en los años venideros. Desde
    luego, la sola presencia de recursos valiosos en un área
    determinada no significa que en ella sea probable el estallido de
    un conflicto.

    Temblores
    premonitorios

    Identificar áreas de conflicto potencial por
    recursos naturales también cobra creciente importancia a
    medida que aumenta la presión
    sobre esas líneas de falla. La presión deriva de
    diversas fuentes, empezando por la mecánica básica de la oferta y la
    demanda.
    Conforme crecen las poblaciones y se dilata la actividad
    económica en muchas partes del mundo, el apetito por las
    materias primas vitales aumentará con mayor rapidez de la
    que la naturaleza y
    las empresas de recursos del mundo pueden satisfacer.

    A medida que la escasez de materias primas cruciales
    aumente en frecuencia e intensidad, será más fuerte
    la competencia por el acceso a los suministros restantes de esos
    bienes.

    Es probable que la presión sobre los suministros
    de petróleo globales sea especialmente intensa. De acuerdo
    con el Departamento de Energía estadounidense, se espera
    que el consumo de petróleo global aumente de alrededor de
    77 millones de barriles diarios en 2000 a 110 millones en 2020, o
    sea, un incremento de 43%. Si estas estimaciones son exactas, el
    mundo consumirá aproximadamente 670.000 millones de
    barriles entre ahora y 2020, o sea, alrededor de dos tercios de
    las reservas de petróleo conocidas del mundo. Desde luego,
    durante este periodo se descubrirán nuevas reservas y las
    tecnologías emergentes nos permitirán extraer
    suministros considerados previamente inaccesibles, como los del
    extremo septentrional de Siberia y de las profundidades del
    Atlántico. Pero no es probable que la producción de
    derivados del petróleo mantenga el ritmo de la creciente
    demanda.

    De la misma manera es inquietante la situación
    del agua en el mundo. El agua se
    considera un recurso renovable porque regularmente recibimos
    nuevos suministros de la lluvia y las nevadas. Pero la cantidad
    de agua sustituible de que disponemos actualmente para el consumo
    humano en cualquier año determinado es bastante limitada.
    Por ahora usamos alrededor de la mitad de ese total (para bebida,
    baño, fabricación de alimentos,
    manufacturas, navegación y tratamiento de desperdicios),
    pero continuamente aumenta la demanda de suministros
    adicionales.

    Muchas áreas del Medio Oriente y de Asia padecen
    ya de persistente escasez de agua, y se espera que el
    número de países que experimenten estas condiciones
    se duplique en los próximos 25 años, conforme
    aumente la población y más gente se establezca en
    áreas urbanas. Para 2050 la demanda de agua podría
    acercarse a 100% del suministro disponible, produciendo una
    intensa competencia por esta sustancia esencial en todas las
    áreas del planeta, salvo las mejor irrigadas.

    Las tendencias ambientales, como el calentamiento
    global, también afectarán la disponibilidad de
    muchos recursos a escala mundial,
    entre ellos, el agua y la tierra de
    labranza. Aunque temperaturas más altas producirán
    mayor precipitación pluvial en áreas localizadas
    cerca de los océanos y otros grandes cuerpos de agua, las
    regiones del interior generalmente experimentarán
    condiciones de mayor sequedad, con prolongadas sequías
    como fenómeno recurrente. Las temperaturas más
    altas también aumentarán la velocidad de
    evaporación de ríos, lagos y depósitos. Por
    tanto, es probable que se pierdan muchas áreas cultivables
    importantes, sea por sequía o ampliación de las
    extensiones desérticas del interior, sea por
    inundación de las costas y elevación del nivel de
    los mares globales en las regiones marítimas.

    Los mecanismos de mercado pueden aliviar la mayor parte
    de las crecientes presiones en el suministro existente de
    materias primas vitales en el mundo. Junto con la
    elevación de precios, la demanda en aumento
    estimulará el desarrollo de nuevos materiales y
    procesos que
    permitan a las empresas de recursos buscar nuevos yacimientos y
    hacer disponibles los que antaño se consideraron
    inaccesibles. Pero la tecnología no puede revertir por
    completo las presiones demográficas y ambientales, y
    algunos países y regiones no podrán sufragar los
    elevados costos de las
    tecnologías alternativas. En tales circunstancias, la
    oferta y la demanda globales se volverán cada vez
    más desequilibradas.

    Idear maneras de resolver pacíficamente la
    creciente competencia por recursos naturales es tanto más
    urgente por cuanto muchos estados todavía consideran el
    control de ciertos recursos naturales como una exigencia de
    seguridad nacional y algo por lo que vale la pena luchar. Por
    ejemplo, en Estados Unidos el presidente Jimmy Carter
    declaró en 1980 que cualquier intento de potencias
    hostiles por interrumpir la circulación de petróleo
    del Golfo Pérsico se "consideraría como un ataque
    contra los intereses vitales de Estados Unidos", ataque que este
    país repelería "por cualquier medio necesario,
    incluso la fuerza militar". Los mandatarios posteriores han hecho
    declaraciones similares, y en la actualidad están
    desplegadas permanentemente en el Golfo Pérsico nutridas
    fuerzas estadounidenses a fin de sostener esa
    política.

    Las insuficiencias y los conflictos por los recursos no
    representan más que una pequeña parte de la
    atiborrada agenda de los responsables políticos
    internacionales. Pero esas perturbaciones con frecuencia se
    vinculan con otros problemas, como la degradación del
    ambiente, el
    desorden económico, el crecimiento de la población
    y el crimen transnacional. Los problemas de recursos
    también figuran en muchos conflictos que se caracterizan
    de otro modo, como por ejemplo, las guerras
    étnicas o las rivalidades políticas. Por tanto, un
    análisis de las tendencias en cuanto a los recursos
    globales y sus fenómenos políticos y
    geográficos asociados ofrecería a los responsables
    de las políticas una poderosa lente a través de la
    cual examinar el conjunto más general de los problemas de
    seguridad.

    Un análisis de este tipo también
    ayudaría a los líderes a elaborar prescripciones de
    política general. Los gobiernos deben dedicar un esfuerzo
    mayor al desarrollo de combustibles y sistemas de transporte
    alternativos, ya sea mediante un mayor apoyo financiero a la
    investigación y el desarrollo, o mediante
    incentivos al
    sector privado para que invierta en esas áreas.

    Pero estas tareas deben ir acompañadas de
    iniciativas multilaterales encaminadas específicamente a
    reducir el riesgo de
    conflictos violentos por el uso de fuentes de materias primas
    vitales compartidas o en disputa.

    Sólo de ese modo podemos confiar en que el
    planeta permita llegar a acuerdos que den viabilidad a los 9.000
    o 10.000 millones de seres humanos que se espera lo habiten para
    2050.

    Un
    reordenamiento mundial al estilo del imperio.

    "Déjennos reordenar el mundo en torno
    nuestro",expresa Tony Blair, quien se ha convertido en portavoz
    oficial de las fuerzas que están atacando a
    Afganistán, la aventura que no tiene una
    justificación convincente y que empuja hacia resultados
    inciertos.

    El despliegue de fuerzas en una zona largamente
    señalada como del interés estratégico por
    parte de potencias que manejan desde hace varios años la
    geografía del conflicto pos-guerra fría, hace
    repensar esa frase de Tony Blair: "déjennos reordenar el
    mundo en torno nuestro". Si no se está perdiendo el tiempo
    en rodeos inútiles, se trata, como se ve, de ocupar la
    antigua posición clave, en el camino de todas las
    conquistas hacia el corazón de
    Asia. Y esa posición –esa entidad geográfica,
    como también lo pensaron los generales de Hitler; es
    Afganistán.

    Afganistán junto al continente Indio y China, es
    un centro de importancia geopolítica y estratégica
    con Irán al sur, y al Norte las regiones del Caspio y el
    Centro de Asia. Territorios que vienen desgajándose de la
    experiencia soviética, ricos en petróleo y
    minerales. La tentación petrolera le proporciona una aura
    muy diferente a la pretendida acción
    de "castigo al terrorismo". Suficiente la
    tentación.

    Pero hay más: en esta ocasión, la
    ocupación o conquista de Afganistán, según
    los rasgos masivos que está tomando la operación
    militar, le resuelve a los dirigentes norteamericanos otros
    problemas bien alejados de sus declarados deseos de justicia y de
    venganza:

    1. Los que se sitúan en las diferencias, que se
      han ido acentuando, entre los intereses de los movimientos
      islámicos y los proyectos
      expansivos del imperialismo en la última fase de la
      globalización, ya que a través del integrismo
      islámico han tomado forma nuevos reclamos que
      podían echar por tierra con
      los proyectos de recuperación por parte de las potencias
      centrales de la fragmentada herencia de la
      URSS en las zonas del Caspio. La operación militar seria
      entonces, una de las tantas reacciones del "centro globalizado"
      contra aquellas zonas "grises" no funcionales y hasta
      rebeldes.
    2. En ese campo, bin Laden constituye -ahora-, un
      proyecto
      político, que antagoniza con el modelo
      colonial propuesto por las compañías petroleras
      y la Casa Blanca. La disociación entre EEUU y el
      talibán, conducía de suyo a un conflicto mayor
      por el control de Afganistán, y EEUU tenía una
      resolución tomada al respecto, mucho antes de los
      acontecimientos de septiembre.

    3. El "problema chino". La descomposición del
      socialismo no
      había alcanzado a destruir y a someter a China, y el
      debilitamiento de la economía capitalista había
      hecho fracasar los intentos de descomponerla y asimilarla en
      las economías de mercado. Todavía, al
      contrario, se ve asomar un período de fuerte
      crecimiento de la economía y el comercio chinos, que
      tiene la ventaja de la estabilidad frente a la crisis
      irreparable de las economías capitalistas de
      occidente. Numerosos incidentes confirmaban el crecimiento de
      la desconfianza y de la agresividad, por parte de los EEUU,
      que comenzó a elaborar nuevos proyectos para
      establecer futuros escenarios económicos y militares
      adversos a China. Uno de esos proyectos es la
      recolonización del Asia Central por parte de las
      potencias de Occidente, que vendría a establecer un
      cerco sobre el patio trasero de la gran potencia Oriental.
      La posesión de Afganistán, con su estrecha
      frontera sobre las alturas de China, venía a ser
      entonces esencial.

      Sin excepciones el poder quedó en manos de
      mafiosos, narcotraficantes y dictadorzuelos, los mismos que
      hoy sirven al juego de
      la sedicente "lucha antiterrorista".

    4. La resbalosa relación con la decadente
      Federación Rusa, a pesar de ser potencia nuclear global,
      que en su propia crisis puede perfectamente reinscribir
      situaciones riesgosas, hacía todavía más
      imperativa la redefinición de la pertenencia de los
      recursos energéticos del Caspio, de Asia Central y de
      Siberia, y la creación en esas regiones de una
      soberanía dependiente de Occidente. Una operación
      aliada, con relación a Afganistán podía
      también atraer a Rusia hacia la NATO y alejar del
      escenario un cuestionable pacto ruso-chino- islamita, que ha
      estado
      rondando como fantasma en los últimos
      tiempos.
    5. Pero ha surgido otro problema que toca más
      directamente a la intimidad del sistema imperial: la
      recesión
      . Un nudo de situaciones sin clara salida,
      que se manifiesta en la contracción de la
      economía mundial a tales niveles que ya no es una
      exageración hablar del regreso de la Gran
      Depresión
      . Sobre todo cuando la contracción
      experimentada por la economía norteamericana, saludada
      con una baja brutal en la Bolsa neoyorquina, viene a arrinconar
      a las economías del mundo y las proyecta a un espacio
      nuevo, en donde ya no reconocen la efectividad de modelos que
      creían impuestos para
      la larga duración.

    En efecto, hay una crisis recesiva, y hasta
    podría decirse, la caída en una Gran Depresión,
    similar sino peor a la del año 1929. Y es cierto
    también, que el empujón belicista se ha dado
    persiguiendo dos objetivos:
    permitir a las corporaciones un mayor acceso a los recursos
    sociale y frenar la caída mediante la economía de
    guerra.

    Algunos analistas colocan esta situación
    económica en el primer lugar. Posiblemente todo lo que
    está pasando en el mundo, sobre todo esta
    aceleración y agudización de los conflictos, es
    consecuencia de la caída económica
    , Torres
    Gemelas incluidas. Y hay que repetirlo, la crisis, una crisis
    muy grande, venía de antes, y no fue consecuencia de la
    caída de las torres, como se ha querido hacer creer en la
    operación ideológica corriente.

    Que el problema económico pesa, se nota en las
    propias afirmaciones del Presidente norteamericano, que no pierde
    oportunidad para anunciar que "la guerra va a ser larga", esto
    es, que los mercados deben adecuarse a ella, orientando las
    inversiones
    hacia la producción armamentista. Y como cuenta ahora con
    una ciudadanía aterrorizada hasta la paranoia,
    ya no le es difícil divertir importantes partidas del
    Tesoro público hacia la esfera empresarial y el
    sostenimiento de los stocks.

    En este ambiente nació en algún momento
    una propuesta ignorante y peligrosa: que sólo la guerra
    era capaz de levantar los mercados.
    Para eso, se crearon
    símiles generalizadores sobre crisis anteriores. No
    repararon que, en el caso de la Gran Depresión anterior,
    que comienza en 1929, las guerras y las economías de
    guerra que la siguen sólo profundizaron la
    descomposición y la destrucción: sólo
    después de la Segunda Guerra vino a darse una
    recuperación del ciclo. Y eso fue después de casi
    dos decenios de tragedia.

    El hecho es que se urdió un modelo muy particular
    de la crisis en curso, que permitía razonar con una salida
    para la depresión mediante la guerra. Una guerra sin
    objetivos claros, quizás pequeña, quizás
    grande, una guerra "acordeón" a la que se le colgaban
    ofertas económicas irracionales. Con ella, en algunos
    países de América
    Latina, se levantaron dos esperanzas: una, que como se
    decía "arriba", se precipitaría la
    recuperación de la economía de EEUU, y con ella la
    de todos los que se le colgaran. Y la otra, que con las nuevas
    condiciones, el capital fluiría hacia las ansiosas
    periferias y sus ofertas de trabajo barato.

    Afganistán ya sirve para todo. Y una vez montado
    el escenario de los bombardeos, es posible que se nos ofrezcan
    nuevos escenarios de destrucción, como para asegurar el
    lema de que "el capital es destrucción creadora" (Marx),.

    Si se juntan sólo estos cuatro aspectos, puede
    entenderse un poco mejor la nueva aventura de Afganistán,
    a que tan aguerridamente nos llaman Bush, Blair y el coro necio
    provisto por otros gobernantes interesados o
    temerosos.

    Las
    consecuencias

    Podemos enumerar varias consecuencias que se desprenden
    de las primeras operaciones del grupo imperialista en esta
    guerra:

    a) En relación con
    Afganistán
    .

    Pronto se diluirá la prédica de la lucha
    contra el terrorismo y la persecución de bin Laden, en las
    necesidades de la ocupación de un territorio rebelde.
    Bush, empujado por presiones corporativas y delirios dejó
    de lado otras opciones en la lucha contra el talibán, como
    habrían sido las menos heroicas presiones políticas
    y económicas, y optó ("yo ordené") por la
    grande y aplastante operación militar, que tras el
    bombardeo, deberá lanzar el trabajo de
    tierra destinado a ocupar terreno y destruir los bolsones de
    resistencia. El
    modelo lo proporciona la blietzkrieg alemana. Y puesto en
    este plan, el aparato
    imperialista tiene confianza en hacer valer, el peso
    inconmensurable de la tecnología que tiene a su
    disposición.

    Se da como un hecho, que tras algunas escaramuzas el
    ejército imperial ocupará las principales ciudades,
    pero que luego el enfrentamiento será menudo, en una
    extensa guerra de montaña. En un conflicto semejante, la
    URSS empleó 100 mil soldados y perdió una parte
    importante de ellos. Antes, en una operación parecida, en
    el siglo anterior, los ingleses salieron con poco más que
    la historia. Con el retorno de las primeras bolsas
    plásticas, es posible que los norteamericanos empiecen a
    pensar un poco en la lógica y la necesidad de esta
    guerra.

    Pero una vez instalados en algo que pueda ser sede de
    gobierno, EEUU tendrá que dar participación en ese
    gobierno, aunque sea de manera decorativa—y el gobierno que
    salga de esta junta deberá por fuerza seguir siendo
    decorativo– , a los socios de "La Alianza del Norte" esto es, al
    rey valetudinario, Zahed Sha, un viejo y odiado sátrapa, y
    a quienes ejercerán el poder por él, una suma de
    facciones y facciosos vinculados al narcotráfico. Una compañía
    que preocupa al New York Times. Pero, en
    fin—dice Bush—"así es la vida".

    El establecimiento de la Satrapía de
    Afganistán demandará necesariamente, por razones de
    seguridad, del acantonamiento permanente de algunas bases
    militares norteamericanas, y las razones estratégicas, por
    supuesto, más bases. Cosa que no es problemática,
    porque así ha sido siempre.

    Mientras, Bush cambia todos los días de discurso,
    algunos días amanece con ánimos de cruzado, otras
    con desánimos panameños –"sólo es una
    pequeña operación quirúrgica", otras veces
    está de guerra larga y hasta delira con atacar a 60
    países. Por fin, "todo es mentira". Es de imaginar que en
    las reuniones de la Sala de Estrategia, lejos
    del escrutinio público, debe haber algún Norte y
    alguna coherencia.

    b)Consecuencias en las regiones
    vecinas:

    La entrada de EEUU en Afganistán y su
    permanencia, dependerá fuertemente de suministros y
    circulación libre de tropas, para lo cual entra a depender
    de los estados aledaños. Ya desde el montaje de la
    operación, fue necesario cabildear con Pakistán y
    los uzbecos. Debe notarse que en ambos casos, los gobernantes
    debieron recurrir al doble juego, dijeron que no al total de las
    exigencias norteamericanas, pero por debajo, concedieron.
    Pakistán deja pasar los mísiles y los aviones, y
    Uzbekistán deja pasar las tropas.

    En poco tiempo se verá hasta donde esta
    situación continuará siendo favorable a la armada
    imperial. O si mejorará todavía más. La
    información que llega es más bien
    contraria. Se incrementa la resistencia en Pakistán, ya
    hay problemas en las repúblicas
    exsoviéticas.

    Al parecer, los bombardeos, lejos de debilitar la
    convocatoria del discurso integrista islámico, éste
    se ha visto favorecido y ha tenido una enorme
    difusión.

    El efecto a mediano plazo más probable
    será el incremento de acciones anti-norteamericanas en
    todo el mundo árabe y un crecimiento de la influencia
    política de los sectores integristas y
    nacionalistas.

    En el mundo árabe también el Comando
    imperial ha encontrado asistencia… para conducir al fracaso y
    quizás a la tumba a quienes se le han acercado. Ahí
    tenemos a la dirigencia Palestina, reprimiendo y matando a los
    estudiantes palestinos que protestan, y ahí tenemos al
    dictador de Pakistán, Pervez Musharrraf, ya enfrentado a
    la mayoría del pueblo y con fuertes resistencias
    en su propio ejército.

    El concurso de Turquía responde a una larga
    asociación con el proyecto petrolero del Cáucaso y
    promesas renovadas de restitución territorial a costa de
    regiones turcomanas y musulmanas. Turquía puede estar
    dando su apoyo inerte a este juego, pero hasta ahora parece ser
    que tiene más urgencias con su economía
    reventada.

    En adelante, los poderes excepcionales de Bush, pueden
    guardarnos muchas sorpresas relacionadas con la situación
    en el Medio Oriente, y eso lo intuyen en Irán, en Irak, en
    Israel y en Palestina. Sólo allí puede escrutarse
    la enormidad potencial del desastre a que empuja esta repentina y
    enloquecida vocación por crear "el nuevo orden" en el
    nuevo orden. Todo al calor de
    esperanzas acumulativas frustradas y desorbitadas. Hasta el mismo
    A. Sharon llegó a exclamar que "no aceptarían los
    israelitas ser tratados como
    Checoslovaquia"… en una clara referencia a los célebres
    acuerdos de Lord Chamberlain con Hitler, que abrieron paso a la
    Segunda Guerra Mundial.

    En cuanto a Rusia, el desarrollo de esta invasión
    y su establecimiento, a la larga va a separarla por un tiempo
    indeterminado de sus preocupaciones caucásicas. En lo
    inmediato, pareciera inclinarse a una colaboración suicida
    con el Pentágono, buscando los pequeños despojos
    para reenderezar su situación en Chechenia.

    c) Consecuencias de la guerra en zonas del centro y
    periferia.

    Pasada la ola de sensibilización a las ofertas
    simples pero débiles de la propaganda de
    guerra norteamericana, vendrá a darse inevitablemente el
    crecimiento de la crítica
    a la guerra. La presencia devastadora de la brutalidad. Las
    ambiciones imperiales no tardarán en aparecer con la
    consecuente caída de su legitimidad y las crecientes
    acusaciones de genocidio contra la humanidad.

    La guerra no se da tampoco aparte del otro megaescenario
    provisto por la depresión económica, que
    está generando sus propias resistencias. La ilusión
    del imperio es recuperar músculo económico mediante
    fuertes inversiones en el área armamentista y resolver el
    desempleo mediante la conscripción. Pero es que la guerra
    de Afganistán es una guerra pequeña…¿o es
    que efectivamente hay algo más amplio entre manos? Una
    perspectiva macabra que generará un amplio rechazo. Para
    asegurar este traspaso, la reacción tiene confianza en la
    implantación de viejas y nuevas trampas
    ideológicas. Pero las ideologías no siempre pueden
    sostener indefinidamente lo insostenible. En algún momento
    son siempre el mundo patas arriba.

    El imperio, desde los inicios de este conflicto
    trató de hacer creíble una nueva polaridad entre
    civilización y barbarie, cristianismo e
    Islam. Nada
    excluye que persista en esta línea, fomentada por
    simplistas que creen el cuentito del enfrentamiento de
    civilizaciones. Entretanto, ese argumento se deja en reserva, y
    se adelanta solamente la lucha contra un "terrorismo" fantasmal,
    granular y contra las regiones o naciones que lo apoyen. Y la
    primera que estuvo a mano fue la región que
    convenía a un largo proyecto estratégico que
    amarraba los intereses centrales del sistema. Y como se siente
    descubierto, el imperio se exhibe como poder desnudo y proclama
    otra diferencia armada de amenazas: "conmigo o contra
    mi

    En los centros, EEUU, Europa y Japón, hay una
    visión dispersa sobre los motivos y los beneficios de esta
    guerra. Es en EEUU en donde más claramente asomó la
    visión dogmática, propalada desde los
    círculos del complejo industrial militar de que la guerra
    es el antídoto de la depresión. Pero
    también ha sido allí donde se han levantado las
    posturas más enérgicas en contra de esta falacia,
    dando a entender sobre todo la circunstancia en que asomaba la
    guerra, que posiblemente sólo podía venir a
    acentuar precisamente las características depresivas del
    ciclo, y que sobre todo, no traía una solución al
    corto plazo. El plazo en donde se han ido acumulando las olas
    recesivas.

    Por otra parte la guerra tan especial que se estaba
    lanzando, al principio sin siquiera tener un enemigo reconocible,
    y que después vino a ser Afganistán, con sus masas
    hambreadas, con 25 aviones viejos y 4 helicópteros,
    además internacionalmente aislado, que no podría
    soportar la presión de todas las potencias coligadas por
    más de dos semanas. No podía ser simplemente la
    base razonable de un nuevo despegue económico, la
    justificación para una economía de guerra poderosa
    y de largo aliento.

    Y esa reflexión muy extendida avanza como
    muestra, el bajón de las bolsas a la semana de haberse
    iniciado la retórica de la guerra, y la baja consecutiva y
    mundial después de los bombardeos. Es cierto que, mientras
    tanto, se sumaban algunos porcentajes a favor de las industrias de
    armamento.

    En Europa, las ofertas de la guerra podían
    entusiasmar más a algunas franjas del sistema de largo
    interesadas en el proyecto Centro Asiático, pero ha venido
    a ser deprimente en el frente social interno. No resolvía
    el agudo problema del desempleo, y traía consigo
    más serias discriminaciones. Por otra parte, una excesiva
    "unidad" de acción, de propósitos y de mando,
    quitaba espacios de maniobra a su propio establecimiento
    económico, un tanto distante y fuertemente competitivo con
    el establecimiento estadounidense. En estos días, muchas
    grandes empresas europeas, más que plegarse a la
    conversión armamentista, prefieren trasladar sus
    operaciones a Oriente.

    En Japón, como en todos los países del
    Asia, se entendió más claramente el mensaje de la
    operación norteamericana, y eso también
    violentó los mercados. La prensa, en general dijo cosas
    duras de un conflicto que inicia desestabilizaciones adicionales
    a un sistema de suyo inestable, en donde se podía notar ya
    la gravedad de lo que podría venir a ocurrir en el
    continente índico y en Indonesia.

    En América Latina, se ha hecho cantar al coro de
    los presidentes, que con voces desafinadas le han entonado el
    hosanna a la Cruzada, con los acentos y envolturas
    ideológicas del baratillo de CNN, en lo que parece ser un
    libreto aprobado y uniforme.

    Total, del éxito
    de esta guerra, se tratan de convencer, "dependerá el
    nuevo crecimiento económico". Pareciera ser que se toman
    al pie de la letra lo anunciado por su Presidente Bush, que "en
    esta guerra habrá de todo, sobre todo mentiras". Y nada
    les resulta más fácil que calcar lo que dice
    CNN.

    d) Las consecuencias políticas y
    culturales

    La consecuencia que tiene más importancia en
    nuestra vida inmediata, es el rebajamiento moral que ha
    experimentado el mundo con el lanzamiento de esta guerra y sus
    justificaciones. De la noche a la mañana se ha convertido
    en valores positivos Auschwitz e Hiroshima, y la media se ha
    lanzado en una intensa campaña para hacer aceptable y
    entretenido el genocidio.

    Lo grave es que estamos ante una estrategia global que
    utiliza todos los medios para
    establecer lo que a no dudar llegará a ser una profunda
    modificación en la cultura
    política. Al respecto, opinaba hace unos días
    Vargas Llosa –que no puede considerarse sospechoso de
    extremismos anti-capitalistas: "Se están creando fantasmas de
    desconfianza, de satanización entre culturas, de paranoias
    y miedos que pueden ser explotados por demagogos de todos los
    pelajes… para hacer que las sociedades
    acepten medidas que irán en desmedro de las libertades
    públicas…"

    En el terreno político es donde más
    duramente se está pegando las consecuencias inmediatas de
    este belicismo. Y de un modo extremadamente negativo y a partir
    de los propios EEUU.

    Es en la forma de acciones legislativas que vienen a
    coartar las libertades públicas y los derechos civiles, los
    espacios de privacidad, etc. Y es en la extensión que
    vienen a tener las prerrogativas de la inteligencia y
    del espionaje. Los proyectos más antidemocráticos y
    reaccionarios ya tienen traducción. Hubo un momento en donde hasta
    se propuso en los EEUU que los extranjeros llevaran marcas visibles
    en sus trajes. La rápida traducción de estas
    iniciativas a conductas aceptadas y legisladas por decretos en la
    periferia colonial, dan al traste con las perspectivas
    democratizantes que pudieran haber con anterioridad. De hecho, el
    sistema está usando la guerra como pretexto, y va
    estableciendo las bases para dictaduras que lo defiendan de los
    reclamos sociales que se puedan derivar del deterioro
    generalizado de la situación económica.

    Un paso, que va también en el sentido de la
    explotación del clima
    bélico y depresivo, se ha dado a través de la
    construcción de "regímenes de unidad nacional" que
    producen de hecho la abolición de la crítica y de
    la pluralidad en el interior de ensambles o pactos, donde de
    pronto el capitalismo se pone bueno a cambio de promesas del
    sector plebeyo de apoyar "la reducción del conflicto". En
    esos pactos casi siempre los sectores empresariales comienzan a
    señalar su interés en la abolición de la
    pobreza, tarea bien fácil de prometer ahora que llega la
    crisis.

    En América Latina se induce astutamente el clima
    belicista, a través de las ofertas irresponsables que
    pueden ser trágicamente verdaderas, de envío de
    tropas a los frentes de degüello que defina la potencia
    imperial. Hay mucho "trabajo" por delante: debemos recordar que
    ya Bush anuncia intervenciones en 60 países
    ¡!

    ¿Qué ha pasado, mientras con el derecho
    internacional, que quiso ser un derecho de la Paz?
    ¿Qué pasó con el entramado proceso de
    formación de organismos internacionales que
    excluían la guerra en la solución de los
    conflictos? . Otra consecuencia de este movimiento
    lanzado por la potencia más poderosa del planeta, es haber
    puesto entre las cenizas de Kabul y Kandahar todo aquello. Hasta
    la OTAN ya hoy no es más que un instrumento. ¿La
    ONU? Una
    parroquia de pueblo chico. La conducción del proceso se
    lleva al estilo de los viejos imperios militares.
    Acompañado esta vez por los bombardeos de 24 horas sobre
    poblaciones que se acostumbra al televidente a ver desaparecer
    aburridamente como figuras en un juego de Nintendo. Los partes
    del Comando "Aliado" nos dicen todos, que para este capitalismo
    reventado, llevado a su extremo, el ser humano ya no
    cuenta.

    Y casi sin resistencia, la aventura de Bush va viento en
    popa. Ya tiene casi asegurada una abundante extensión del
    conflicto. Pero habrá que ver cuán estable le
    podrá ser su instalación sobre las huellas de las
    falanges de Alejandro el Grande. En esa región de
    tráficos y rencores, en la magnífica
    compañía de aliados tan "seguros" como los
    mafiosos del opio y la heroína, bandoleros, y algunos
    laboristas británicos y renovados de diferentes pelajes y
    latitudes.¡ Y, vaya como ha destacado el "Tony" Blair, el
    proponente de "la tercera vía", en esta
    historia!

    Pero no será la guerra la que en lo inmediato
    devastará al hinterland occidental y a su sedicente
    vocación imperial: será la Depresión. Esa
    enfermedad que se quiere ocultar, incluso, con los alardes y
    despliegues bélicos. Esa Depresión que se trata de
    esquivar mediante los mecanismos de la destrucción y de la
    barbarie, y que encuentra en ellos, en vez, su
    profundización.

    Al caer la noche del 7 de octubre, EEUU y sus aliados
    atacaron Afganistán Como en otras guerras que
    perseguían la consolidación de los mismos intereses
    imperialistas, se pinta como lucha humanitaria, ha vacilado en
    proclamarse una lucha por la justicia, aduce como objetivo
    "destruir al terrorismo" , mientras se propone una extensa
    instalación en lugares de valor estratégico para el
    control del globo. Una guerra, que aunque se anunciaba como una
    ocurrencia siniestra enteramente nueva, era bien simplemente "la
    continuación de la política…"

    En resumida cuenta, podemos inferir que
    Afganistán ha sido simplemente el pretexto globalizador de
    un conflicto, para descargar las tensiones de la crisis real que
    atraviesa la economía capitalista neoliberal
    globalizada

    Situación mundial después de la
    Guerra.

    Los datos
    económicos que vienen registrándose luego de la
    intervención a Afganistán y a Irak, indican cada
    vez más a las claras que la economía mundial
    está al borde de una nueva recesión
    económica.

    La coincidencia de esta circunstancia con los atentados
    de Nueva York lleva a provocar una confusión muy
    interesada y de escasa justificación, según la cual
    han sido los atentados la causa del nuevo y deteriorado
    escenario económico
    . Y eso permite, a su vez, que
    las respuestas económicas y militares que vienen
    dándose para salvaguardar los intereses de la gran
    industria se presenten como las técnicamente más
    convenientes para mejorar el clima económico y para
    combatir el terrorismo.

    Sin embargo, las causas reales del cambio en el ciclo
    económico son otras y vienen de más lejos, por
    mucho que los atentados hayan contribuido a agudizar sus efectos.
    "
    Algunas personas suelen hablar hoy tranquilamente de "la
    crisis económica mundial ocasionada por los actos
    terroristas que tuvieron lugar en Estados Unidos el 11 de
    septiembre y por la guerra contra Afganistán desatada el
    día 7 de octubre". Esa afirmación carece de
    fundamento alguno. Lo que acabo de referir lo demuestra
    irrefutablemente. La crisis venía desatándose ya
    inconteniblemente".

    La expansión que durante el último decenio
    ha vivido la economía estadounidense, y de la que se ha
    alimentado el resto de las economías, se ha basado,
    fundamentalmente, en una regulación ultraliberal de los
    mercados laborales, que ha permitido una rápida y
    continuada adaptación de la fuerza de trabajo a las
    demandas empresariales, a costa naturalmente de una gran
    pérdida de bienestar y de calidad en los
    puestos de trabajo y, por otro lado, en la inflación de
    expectativas favorecedoras con que ha querido revestirse la
    llamada, y hoy casi olvidada, "nueva economía".

    Pero en esas dos grandes bases de la expansión se
    encerraban también las limitaciones de ese modelo de
    crecimiento.

    La regulación liberal del trabajo garantiza un
    ajuste rápido y adecuado a las necesidades empresariales
    que acelera los ritmos de acumulación de capitales, pues
    permite que las empresas dejen de soportar los costes laborales
    casi como una inevitable carga de costos fijos. Pero, al mismo
    tiempo, hace a la economía en su conjunto mucho más
    dependiente de los ciclos de la demanda y, en general, de
    aquellas variables que
    se soportan más en la confianza o en la
    certidumbre.

    Por su parte, la sobre capitalización de todo el
    sector de la nueva economía trajo consigo una verdadera
    flatulencia financiera, toda vez que se basaba en una hipertrofia
    artificial de los valores
    empresariales y en un endeudamiento masivo que no se
    correspondía con las posibilidades de expansión
    reales de la economía en su conjunto.

    Lo que se estaba provocando en la economía
    estadounidense era una especie de sobrecalentamiento del centro
    de la misma, en los sectores tecnológicamente más
    avanzados, sin que en su alrededor, o lo que es igual, en la
    mayoría del sistema económico, se pudiera ir
    absorbiendo la energía que se creaba.

    Se trata del gran problema que hace insostenible el
    régimen económico de nuestros días: una
    inmensa capacidad de crear valor, pero una imposibilidad real de
    hacerlo efectivo, porque sólo una parte muy reducida de la
    economía puede acercarse al plato donde se
    reparte.

    El cambio de registro que
    venían anunciando los datos económicos del segundo
    trimestre del año advertían del decaimiento de la
    economía estadounidense justamente por esas causas. Y si
    los atentados han sido tan influyentes no es sólo por su
    magnitud, sino porque han afectado a las circunstancias que
    más directamente venían debilitando a la
    economía: la pérdida de confianza y la
    incertidumbre.

    El deterioro tan inmenso que están registrando
    las estadísticas posteriores a los atentados,
    no puede explicarse solamente por el solitario efecto de estos
    últimos, máxime si se tiene en cuenta que va a
    afectar a una gama demasiado variada de actividades y sectores y
    que el gobierno norteamericano intervino muy activa y
    decisivamente a corto plazo amortiguando así sus efectos
    de choque inmediatos. Se calcula, por ejemplo, que la tasa de
    crecimiento estimada del comercio
    internacional bajará del cinco o seis por ciento al
    dos por ciento en 2002, o que en los próximos meses se
    registrarán veintiséis millones de nuevos
    desempleados en la OCDE.

    Puede decirse, que los atentados despertaron unos
    vientos que soplaron en la misma dirección de la tempestad que ya
    había empezado a levantarse, fortaleciendo la tendencia a
    la recesión que traía consigo un modelo de
    crecimiento intrínsecamente inestable e
    insostenible.

    De hecho, la propia Administración Bush había empezado a
    hacer frente a esta deriva desde hacía meses (e incluso
    podría decirse que su propia y controvertida
    elección fue ya el primer paso en ese sentido), poniendo
    en marcha el sistema de regulación macroeconómica
    más reaccionaria que se conoce pero, al mismo tiempo,
    más efectivo y rentable para la gran industria
    norteamericana. Efectivamente, la declaración de guerra no
    hizo sino formalizar la solución que los grandes capitales
    habían escrito en el cuaderno de bitácora con el
    que Bush entró en la Casa Blanca: el recurso al gasto
    militar como forma de regular la economía en periodos de
    desequilibrio macroeconómico. Otra vez, o como siempre, el
    keynesianismo reaccionario. No es casualidad que la fase de
    expansión que ahora se cierra se iniciara justamente con
    la guerra del Golfo.

    La declaración de guerra, le ha permitido al
    Presidente norteamericano, sacar fondos del Congreso, para
    financiar sectores en franco proceso de deterioro: subvenciones y
    contratos a
    las grandes compañías de la industria militar y una
    generosa pedrea para todas aquellas que financiaron su
    campaña electoral, así como sensibles rebajas
    fiscales que afectan sobre todo a los niveles de rentas
    más elevados. Y todo ello, al mismo tiempo que se niegan
    aumentos del gasto que estén vinculados a subsidios de
    desempleo y, en general, a otros objetivos sociales.

    Los bomberos neoyorkinos, antes proclamados como
    héroes y ahora detenidos por la policía cuando
    protestan por la reducción de personal, son una
    muestra realmente palmaria de lo que es en realidad el neoliberalismo.

    Es muy posible, en fin, que todo esto no sea solamente
    una solución coyuntural, que la
    Administración Bush haya aprendido la lección
    de periodos anteriores y que, en consecuencia, no se limite a
    adoptar estas medidas como solución a corto plazo.
    Más bien parece que se trata de una auténtica
    opción estratégica para consolidar a la estructura
    militar como una base de crecimiento económico mucho
    más estable y segura que la volátil nueva
    economía que sólo avanza a golpe de sobresalto y
    financierización.

    Es preciso hacer finalmente una mención singular
    sobre el contexto internacional. Esta estrategia estadounidense
    va a poder llevarse a cabo no sólo por su capacidad
    demostrada de liderazgo
    mundial, sino por la crisis ya patológica de Japón
    y gracias a un fenómeno que debería merecer una
    reflexión singularizada: la desgraciada esclerosis con la
    que la Unión Europea está haciendo frente a la
    situación mundial. Silenciada en lo político y
    restringida por un Plan de Estabilidad, concebido en
    épocas expansionistas no puede sino limitarse a dar el
    visto bueno a las directrices imperiales mientras se encomienda
    pasivamente a los hados para evitar que el zarpazo de la crisis
    no le coja de lleno en pleno paso al euro, que podría
    llegar a ser verdaderamente caótico.

    La Industria Militar Industrial ha experimentado
    notables ganancias y todo su potencial productivo se ha puesto en
    marcha. Promesas de disminución de impuestos han
    favorecido a los grandes capitales, manteniendo perjudicados a la
    enorme masa de trabajadores, que por poseer bajos salarios,
    cualquier nivel de gravamen les afecta sensiblemente.

    La guerra ha sido la vía de escape para
    justificar males intrínsecos del sistema.

    Realidades y contradicciones del
    Capitalismo.

    En 1996 el reconocido economista del MIT Lester Thurow,
    alertó en su libro "El
    futuro del capitalismo" que la gran amenaza que se cernía
    sobre el capitalismo globalizado, después del derrumbe del
    socialismo en Europa del Este, era una espiral descendente de
    estancamiento económico generalizado. "Sin un competidor
    viable hacia el cual la gente se pueda volcar si no está
    satisfecha con el trato que recibe del capitalismo, este
    último no se puede autodestruir. Las economías
    faraónica, romana, medieval y de los mandarines, tampoco
    tenían competidores y se estancaron durante siglos hasta
    que finalmente desaparecieron. El estancamiento y no la
    implosión es el peligro."

    La opción del estancamiento progresivo
    constituiría el escenario más optimista, frente a
    la posibilidad indeseable de un estallido capaz de conmover desde
    sus cimientos al sistema económico que actualmente campea
    en el planeta. De hecho, Thurow se reserva para la
    penúltima página de su libro esta afirmación
    lapidaria: "la única pregunta que cabrá formularse
    es cuándo será el gran sismo, el terremoto
    que hará tambalear el sistema".

    En la actualidad, sus previsiones se están
    convirtiendo en realidades tan candentes como la lava del Etna,
    capaces de quemarles las manos a los líderes arrogantes
    pero desesperados del G7 y a los expertos directores de la
    orquesta financiera internacional, como el gerente del FMI
    Stanley Fischer, quien declaró hace poco que estaba por
    retirarse del Fondo y no le gustaría culminar su larga
    carrera con la medalla de oro de una moratoria en la deuda de
    Argentina. Y es lógico. Los paquetes de auxilio crediticio
    y los planes de ajuste que Fischer y su equipo recetaron como
    medicinas para contrarrestar la debilidad de las
    economías emergentes, se han revelado ante los ojos
    de la humanidad como venenos mortales que agudizan en lugar de
    sanar los males de sus pacientes. Pero Fischer quiere intentarlo
    de nuevo, por última vez antes de irse, empecinado en su
    postura de no darles la razón a sus adversarios: los
    encapuchados, los ecologistas, los sindicalistas, los
    indígenas, los desempleados, los anarquistas, los
    homosexuales, las feministas y los integrantes del movimiento
    antiglobalización
    .

    La portada de la revista Newsweek del 23 de julio del
    2001, pinta muy bien la imagen del
    fantasma que atormenta en sus pesadillas a los apostadores del
    casino global: un dominó en caída
    indetenible cuya primera piedra lleva el nombre de Argentina.
    Pero que no nos engañe la ilusión de que esta
    primera pieza es la responsable del colapso en cadena de la
    economía mundial. Las claves hay que buscarlas más
    al fondo, en las tensiones estructurales que presagian el
    desplome de la llamada sociedad de la información.
    Veamos las principales:

    • concentración creciente del capital en manos
      de las corporaciones multinacionales
    • extinción de la pequeña y mediana
      industria
    • desempleo galopante provocado por la
      informatización y la robotización de los procesos
      productivos
    • competencia hacia la baja de los salarios para atraer
      a los inversionistas extranjeros
    • desmantelamiento de los sistemas de seguridad social
      creados en el pasado por el estado de
      bienestar
    • sobre oferta de mercancías como resultado de
      la depauperación o el paro de los trabajadores y el
      incremento, por vía tecnológica, de la productividad
    • tendencias deflacionarias generadas por la
      caída del consumo a nivel mundial
    • abandono progresivo del gasto en infraestructura,
      educación y salud por parte de los
      estados nacionales
    • competencia desigual en el comercio internacional a
      causa de los subsidios y barreras arancelarias utilizados por
      las naciones industrializadas
    • asimetrías perjudiciales para los
      países pobres dentro de las zonas de libre comercio
      como el TLCAN o la
      propuesta del ALCA
    • insostenibilidad de la deuda
      pública de las naciones emergentes
    • incremento del endeudamiento y disminución del
      ahorro
      dentro de las economías industrializadas como los EE.
      UU.
    • parasitación o expoliación de la
      economía productiva por parte del capital
      financiero
    • inestabilidad en el valor de las monedas a causa de
      la volatilidad del capital especulativo
    • creación y estallido de burbujas
      bursátiles por la movilidad incontrolada de estos mismos
      capitales
    • manejo antidemocrático y sesgado, ejercido por
      las naciones industrializadas, de los organismos financieros
      internacionales y las instituciones reguladoras del comercio
      mundial (FMI, BM, OMC)
    • insostenibilidad de un modelo de desarrollo
      destructor de los equilibrios eco sistémicos, que
      está dejando como saldo para las nuevas generaciones el
      calentamiento global y la alteración del clima; el
      incremento de desastres
      naturales como inundaciones, sequías, incendios,
      sismos y
      huracanes; la
      contaminación de mares y ríos; la deforestación y la desertización
      de los suelos; el
      envenenamiento de los alimentos; la extinción de
      especies animales y
      vegetales; el agotamiento de los recursos naturales;
      etc.

    Los neoliberales argumentarán que estos no son
    más que síntomas coyunturales de una
    transición traumática pero inevitable hacia una
    economía verdaderamente abierta o de libre mercado, que
    para triunfar debe vencer por completo la resistencia al
    cambio de políticos nostálgicos del estatismo
    marxista o empresarios y trabajadores sin el talento suficiente
    para hacerse competitivos. Pero ni los planes de ajuste del FMI
    ni la propuesta de convertibilidad del peso con el dólar
    de Domingo Cavallo, hoy aparentemente enfrentados y en
    contradicción de cara al colapso argentino, son soluciones
    perdurables para una crisis generada precisamente por el paradigma
    económico, cimentado en el individualismo competitivo, en
    el que ambas partes siguen presas. Ni logrará resolver la
    coyuntura recesiva la política anti cíclica
    de reducción de tasas de interés para incentivar el
    consumo y la inversión, puesta en práctica por
    los gobiernos de Japón y los Estados Unidos, como lo
    demuestra el hecho de que el Banco Central
    Japonés haya llegado ya al piso de la tasa cero, sin
    conseguir el despegue de una economía sumida en el letargo
    desde hace una década.

    El clamor latinoamericano de recurrir a procesos
    integracionista, que les permitan defender a las economías
    emergentes latinoamericanas de los tentáculos del
    imperialismo yanqui; siguen siendo.

    Sin embargo, no puede desconocerse la aceleración
    que la espiral descendente de la economía mundial
    está provocando en la concentración sin precedentes
    del capital transnacional, pues no nos permitiría ver
    cómo están desmoronándose y siendo
    absorbidas las regiones de menor desarrollo comparativo por los
    bloques hegemónicos regidos por el Dólar (con EE UU
    a la cabeza), el Euro (motorizado por Alemania) y el
    Yen (cada vez más dominado por China). De hecho, estos
    tres ejes geoeconómicos están librando entre
    sí una encarnizada batalla comercial que se irá
    exacerbando a medida que se agrave la crisis, provocando la
    agudización de conflictos bélicos de trasfondo
    económico como el Plan Colombia, la Guerra del Golfo o las
    tensiones entre China y un Taiwán manejado por los EE
    UU.

    Por otro lado, el sistema capitalista (bien sea de
    estado, mixto o de mercado), tal y como lo hemos conocido hasta
    ahora, se halla funcionalmente atrapado en el círculo
    vicioso de una lógica cuyo propósito exclusivo es
    un crecimiento económico insostenible. De modo que los
    grandes polos económicos, se encuentran compitiendo en una
    carrera absurda hacia el progreso cuya meta final es un abismo:
    el triple abismo de la crisis ecológica producida
    por una industria depredadora y contaminante, el caos
    social
    generado por el desempleo y la pobreza a escala
    planetaria y la decadencia económica derivada del
    encumbramiento de la economía ficticia del dinero por
    sobre la economía real del trabajo productivo.

    Frente a este panorama desalentador, sólo nos
    queda como alternativa para sobrevivir, afrontar el reto de la
    construcción colectiva de un nuevo proyecto civilizador,
    basado en estrategias
    cooperativas y
    autogestionarias de producción y consumo; en el uso de
    energías limpias y la filosofía del reciclaje como
    fundamentos de la ecoindustria del futuro; y en la
    instauración de la democracia
    directa en la gestión
    de todos los asuntos vitales, sobre los que no puede decidirse
    sin el concurso de la diversidad de voces que conforman el coro
    polifónico de la humanidad.

    En fin, se trata de elegir entre la
    autodestrucción o el ascenso a otro peldaño en
    nuestra escala evolutiva, por medio del despertar a estados de
    conciencia y
    formas de convivencia con el prójimo y con la naturaleza,
    firmemente asentados en valores universales del espíritu
    como la verdad, el respeto, la
    justicia y la solidaridad.

    La crisis de la
    Globalización Neoliberal.

    La crisis de la Globalización Neoliberal toma la
    forma, primero de una serie de limitaciones a la expansión
    intensiva y extensiva del capital. El trabajo, por ejemplo, en
    vez de crecer, comenzó a ser disminuido y destruido. En
    los últimos cinco años es el despido el rasgo
    más sobre saliente de las relaciones
    laborales. Y una manera de medir de modo más realista
    la situación económica de los países no es
    ya "el crecimiento" (esto es, el crecimiento de las ganancias
    corporativas), sino "el crecimiento del paro y de la pobreza".
    Una medida que si se puede aplicar muy bien en los países
    centrales, se aplica todavía mejor en las
    periferias.

    ¿Qué tiene más sentido en
    Argentina, en Perú, en México, en Brasil, en
    Chile… el crecimiento del sedicente PIB o el crecimiento de la
    cantidad de desempleados? Digamos, ya que en Alemania parece que
    preocupa que en los últimos diez años no se haya
    podido crear ni un solo puesto nuevo… o en los EEUU, en donde
    el desempleo sólo crece en los últimos dos
    años y se encuentra en una estampida desde la entrada en
    la recesión. En segundo lugar, la Globalización,
    esto es, la economía mundial en todas sus vertientes, ha
    estado experimentando con la búsqueda de una ruptura mayor
    en su tejido. Primero estuvo la quiebra de
    Japón en 1990, luego México en 1994, seguidamente
    el Sud Este Asiático en 1997, Rusia y otros en 1998 y
    1999. Argentina y Turquía en el 2000-2001, y finalmente,
    de un modo casi pornográfica, la crisis que toca y hace
    estallar al centro mayor del capitalismo, al santuario de los
    santuarios, los EEUU.

    En 1929, sin salvaguardas, Wall Street cayó en un
    13 % y eso bastó para desencadenar en los años
    siguientes el completo abatimiento del sistema mundial. Esta vez,
    y avisada con antelación, y con una espera de una semana,
    con 300 billones de dólares inyectados en sus partes
    más sensibles, más una oportuna rebaja de un punto
    en los intereses, la bolsa de Nueva York se lanzó al
    vació, bajando 14 puntos. Un porcentaje que esta vez se
    refiere a cantidades y oportunidades financieras mucho mayores
    que las arriesgadas en 1929.

    En las crisis inmediatamente anteriores -las de
    Japón tuvieron el apoyo de EEUU y del SudEste
    asiático; las de Europa, a EEUU, la de Brasil y
    México, a la existencia de un potencial en el FMI y en
    EEUU. Esta vez EEUU se precipita con todos los de entorno
    también en caída
    libre. Japón muestra hoy una banca con una
    debilidad más allá de todos los extremos y deudas
    gigantescas, que se miden en trillones, imposibles de redimir
    más una baja industrial este año del 12 % (3%
    solamente en el último mes).

    Es asombroso con qué rapidez, el Gobierno de
    los EEUU está echando todo por la borda en su desesperada
    oferta de ganancias frescas para el sector armamentista, en su
    búsqueda también desesperada de seguridades
    energéticas, partiendo a la conquista del Asia Central y
    el Medio Oriente, y asegurando, de este modo, para el largo plazo
    –así creen- el nacimiento de un imperio concentrador
    y militar, y con esto, el fin de la democracia y de las
    libertades públicas para ellos y para todos los
    demás.

    ¿Qué significa esto? Muy
    simple:

    Que a una Globalización tan vinculada con la
    operación expansiva de la economía capitalista,
    sólo puede seguirle su desplome. Una economía en
    tan gigantesca contracción ya no es una economía
    globalizante.

    Indudablemente muchos de los escenarios generados en una
    etapa globalizada, seguirán por un tiempo vigente, pero
    con calidades muy diferentes: las polarizaciones, la pobreza y la
    riqueza por ejemplo, serán realidades muy agresivas, en
    cambio muchas instituciones y promesas, sólo serán
    fantasmas.

    Las políticas económicas que traten de
    seguirse sosteniendo sobre los esquemas previos, fundados en "La
    Globalización Neoliberal" ya sólo pueden pensarse
    como etapas finales y desesperadas de políticas de
    liquidación y apoderamiento. Por ejemplo, seguir
    sosteniendo la "apertura económica" o "la apertura
    ecológica". A ver si viene algún nuevo y
    tardío reparto, en este espacio capitalista desfallecido y
    sin crecimiento. Es inimaginable qué puede pasar con
    quiénes todavía quieren seguir sosteniendo
    "honestamente" las nociones neoliberales, que sea para pagar
    siquiera puntualmente "la deuda", o al menos,
    "renegociarla".

    ¿Podrá llegar pronto una fase de
    recuperación?

    Para fiar en los organismos internacionales, recordemos
    que sólo hace unos años, los funcionarios del Banco
    Mundial nos pronosticaban crecimientos mundiales del 6% y que hoy
    reajustan al 1%.

    Pretenden que pueden seguir abusando de la
    inmovilización del trabajo, para imponer al trabajo
    más sacrificios. Pero los salarios ya llegaron a sus
    extremos de miseria, y el desempleo desborda la capacidad de los
    sistemas económicos. La masiva tristeza en materia de
    compras no es
    estimulo para ninguna realce de la inversión, ni favorece
    la existencia del poder inversor ni el crecimiento de las
    capacidades fiscales.

    El manejo que hacen de la riqueza de los países,
    sobre todo en los tradicionales rincones coloniales, siempre
    vieron como más conveniente "el crecimiento hacia fuera".
    Y ese crecimiento ya se terminó. Ya ni siquiera les
    permite a los gobiernos vasallos continuar sirviendo el pago de
    las deudas. ¿Qué puede hacer México, por
    ejemplo, con su Presidente y sus Secretarios tozudamente
    dirigidos a seguir sosteniendo la dependencia con el mercado
    norteamericano, si este mercado que recibía el 90% de las
    exportaciones, ya se hundió?

    Mientras, el capital se atrinchera y defiende con
    "reingenierías" y despidos, bajas en la producción,
    devaluaciones y cierres; la Era de la Globalización ha
    generado la era del conflicto
    . No un vago "conflicto de
    civilizaciones", a que nos invita Bush, en el inicio de su guerra
    petrolera, sino un conflicto entre las sustancias sociales que
    conforman a la sociedad capitalista, el clásico conflicto
    de clases. Que sí "llegó para quedarse" por largo
    tiempo, podría decirse, en un espacio mundial.

    Conclusiones.

    • El análisis realizado nos permite corroborar
      la certeza de las tesis
      leninistas sobre los rasgos del imperialismo, los cuales a
      pesar del desarrollo actual, se acentúan con el proceso
      de globalización neoliberal.
    • El mundo está viviendo los embates más
      directos del carácter agresivo de la
      Globalización Neoliberal: La guerra contra
      países que representan intereses estratégicos
      ante los ojos del imperio.
    • El entramado de problemas que se mueven a
      través de estos y otros conflictos incluye aspectos de
      órdenes diversos, políticos, sociales y
      particularmente económicos.
    • Los fundamentos que mueven esta nueva era
      globadizadora, se inscriben en un contexto de hegemonía
      unipolar, declarada por el Presidente de los EE.UU.
    • Las pretensiones de querer demostrar que la
      recesión económica que atraviesa el capitalismo
      actualmente y muy específicamente la economía
      norteamericana, son consecuencias de los ataques terroristas
      del 11 de septiembre, carecen de fundamentos objetivos y las
      cifras de la economía de EE.UU. y mundial demuestran que
      la crisis es un proceso que viene dando respuesta a las
      contradicciones inherentes al sistema y que venía
      gestándose desde antes.
    • Puede decirse, que los atentados despertaron unos
      vientos que soplaron en la misma dirección de la
      tempestad que ya había empezado a levantarse,
      fortaleciendo la tendencia a la recesión que
      traía consigo un modelo de crecimiento
      intrínsecamente inestable e insostenible.
    • Que la guerra contra el Asia Central y el Medio
      Oriente, responde a fines imperialistas, más que a una
      respuesta contra el terrorismo internacional.
    • Que los conflictos regionales son utilizados por las
      potencias imperialistas, para lograr su intervención en
      ellos con pretextos humanitarios y así lograr la
      repartición económica y territorial del
      mundo.
    • La preocupación por el acceso a los recursos
      globales ha sido durante mucho tiempo tema importante en la
      política de seguridad nacional
      estadounidense.
    • La globalización económica viene
      convirtiendo algunas áreas en centros de prosperidad y
      crecimiento, pero dejando a otras en la más cruda
      pobreza, provocando conflictos que tienen más que ver
      con los recursos que con el nacionalismo.
    • Que la tendencia belicista se ha dado persiguiendo
      dos objetivos: permitir a las corporaciones un mayor acceso
      a los recursos y frenar la crisis mediante la economía
      de guerra.
    • La globalización neoliberal ha difundido la
      falacia de que sólo la guerra es capaz de levantar los
      mercados.
    • La declaración de guerra, le ha permitido al
      Presidente norteamericano, sacar fondos del Congreso, para
      financiar sectores en franco proceso de deterioro.
    • La guerra ha sido la vía de escape para
      justificar males intrínsecos del sistema.
    • El mundo se encuentra sumido en el triple abismo de
      la crisis ecológica producida por una industria
      depredadora y contaminante, el caos social generado por
      el desempleo y la pobreza a escala planetaria y la
      decadencia económica derivada del encumbramiento
      de la economía ficticia del dinero por sobre la
      economía real del trabajo productivo.
    • Que a una Globalización tan vinculada con la
      operación expansiva de la economía capitalista,
      sólo puede seguirle su desplome. Una economía
      en tan gigantesca contracción ya no es una
      economía globalizante.
    • La Era de la Globalización ha generado, la era
      del conflicto.

    Bibliografía.

    1. Blair, Tony. http://www.rcci.net/globalizacion/fg077.htm
    2. Castro Ruz, Fidel. Comparecencia televisiva del 2 de
      noviembre del 2001. http://www.granma.cubaweb.cu
    3. Cavallo, Domingo. Ministro de Economía del
      actual gobierno argentino; promotor de la convertibilidad del
      peso argentino en USD.
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    5. Kievi , Rod. Guerra es una palabra difícil.
      Radio
      Nederland. http://www.rnw.nl/informarn/ guerra.html
    6. Lenin, V.I. Imperialismo fase superior del
      Capitalismo. Obras Completas, t. 22.
    7. Lenin, V.I. La guerra y la social democracia de
      Rusia. Obras Completas, t.21
    8. Marx, Carlos. El Capital. T I. Edit. Venceremos. La
      Habana. 1961. pg 325.
    9. Oficina del Secretario de Prensa. 12 de junio de
      1980. http://usinfo.state.gov/espanol/terror/01234532.htm
    10. Oficina del Secretario de Prensa.20 de septiembre de
      2001. MENSAJE A UNA SESION CONJUNTA DEL CONGRESO Y EL PUEBLO DE
      ESTADOS UNIDOS. http://usinfo.state.gov/espanol/terror/01092101.htm
    11. The Economist. http://www.theeconomicst.com
    12. Thurow, Lester. El futuro del capitalismo. Edit.
      Trillas. Barcelona. 1996. pg.126.
    13. Vargas Llosa. http://www.yahoo.noticias.com

     

     

    Autor:

    Dr. Miguel Torres Pérez

    Profesor Titular en la Universidad de
    Holguín. Cuba.

    Lic. Nivia Sánchez Rojas

    Profesora Escuela Formadora
    de Trabajadores Sociales. Holguín.

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