- Antecedentes
- La economía
norteamericana en vísperas de los atentados del 11 de
septiembre - ¿Por qué
Afganistán y luego Irak? - Un mapa del
mundo - Temblores
premonitorios - Un reordenamiento mundial al
estilo del Imperio - Las
consecuencias - Situación mundial
después de la Guerra - Realidades y contradicciones
del Capitalismo - La crisis de la
Globalización Neoliberal - Conclusiones
- Bibliografía
El mundo está viviendo los embates más
directos del carácter agresivo de la
Globalización Neoliberal: La guerra contra
Afganistán e Irak, como
cruzada contra el terrorismo,
luego de los sucesos del 11 de septiembre, entre
otras.
Sin poder incluso
justificarlas, estas confrontaciones bélicas responden a
la lógica
que siempre ha movido a las potencias imperiales, cuando sus
economías comienzan a entrar en recesión y dado el
enorme poder de sus tentáculos, ramifica hacia otros sus
efectos. La historia es demostrativa de
tal situación y al repasar algunos fragmentos de los
últimos ciento siete años, nos viene a la mente la
intervención norteamericana en la guerra
cubano-española, la Primera Guerra
Mundial, la Segunda Guerra
Mundial, la guerra de Corea, Viet Nam, más
recientemente Yugoslavia, Irak, Afganistán y ahora
nuevamente Irak; así como las múltiples
intervenciones en pequeños conflictos
regionales, para promover sus nuevos arsenales e impulsar la
Industria
Militar Industrial
El entramado de problemas que
se mueven a través de estos y otros conflictos incluye
aspectos de diversos ordenes, políticos, sociales y
particularmente económicos.
Nos hemos basado en la realización de este
trabajo en los
fundamentos leninistas que distinguieron los cinco rasgos
inherentes al imperialismo,
como fase superior y última del capitalismo,
tratando de demostrar su plena vigencia a pesar del tiempo.
Pretendemos a través de estas líneas
brindar un análisis lo más objetivo
posible que nos permita ilustrar los fundamentos que mueven este
momento histórico, que se inscribe en un contexto de
hegemonía unipolar, declarada explícitamente por el
Presidente de los EE.UU. el 20 de septiembre del 2001, sin dejar
alternativa posible y menoscabando la soberanía e independencia
de los pueblos del mundo a decidir por sí mismos sus
destinos; cuando declaró…"Privaremos a los
terroristas de financiamiento, los volveremos unos contra otros,
los empujaremos de un lugar a otro, hasta que no les quede
refugio ni descanso. Y perseguiremos a los países que
provean ayuda y refugio al terrorismo. Cada país, en cada
región, deberá decidir ahora. O está con
nosotros, o está con los terroristas. Desde hoy, todo
país que continúe dando refugio o apoyo al
terrorismo será considerado por Estados Unidos un
régimen hostil.",
"Desde el punto de vista lingüístico,
George W. Bush no es el presidente ideal para dirigir a los
Estados Unidos en tiempos difíciles. Ya antes de ser
elegido como cuadragésimo tercer presidente, era conocido
por sus equivocaciones y confusiones al hablar. Tras los
atentados en las ciudades de Nueva York y Washington, las
palabras de Bush se sopesan cuidadosamente". Resulta
sintomático lo que del Presidente de los EE.UU., piensan
sus propios aliados; no obstante no puede esto llevarnos a
justificar sus palabras, las cuales su equipo de asesores se
encargan de estudiar cuidadosamente. Es evidente que las mismas
expresan la enorme prepotencia que caracteriza la política del actual
gobierno
norteamericano y que por demás pretende
globalizar.
DESARROLLO.
Antecedentes del
conflicto. La
reseción económica en EE.UU., como causa del
conflicto.
Como acertadamente precisara el co. Fidel Castro
en su comparecencia televisiva del 2 de noviembre del
2001,…"Para caracterizar la situación actual, se
puede afirmar, en muy apretada síntesis,
que a mediados de la década del 90, cuando la globalización neoliberal se extendía
por todo el planeta, Estados Unidos, como dueño absoluto
de las instituciones
financieras internacionales y a partir de su inmensa fuerza
política, militar y tecnológica, alcanzó la
más espectacular acumulación de riqueza y
poderío que se ha conocido en la historia.
Pero el mundo y la sociedad
capitalista entraban en una etapa enteramente nueva. Apenas una
parte insignificante de las operaciones
económicas se relacionaban ya con la producción y el comercio
mundiales; tres millones de millones de dólares en
operaciones especulativas, vinculadas con las monedas y otros
valores,
tenían lugar cada día; en las bolsas de Estados
Unidos los precios de las
acciones
crecían como espuma, muchas veces sin relación
alguna con las utilidades y ganancias de las empresas. Se
crearon verdaderos mitos: no
habría ya más crisis; el
sistema
podía regularse, había creado los mecanismos
pertinentes para avanzar y crecer ininterrumpidamente. A tal
extremo se llegó en la creación de riquezas
puramente imaginarias, que hubo casos de acciones en las que,
habiéndose invertido mil dólares, su valor se
incrementó 800 veces en solo ocho años. Era como un
inmenso globo que se inflaba hasta lo infinito.
Conforme se creaban tales riquezas virtuales se
invertían, se gastaban y se despilfarraban. La experiencia
histórica fue ignorada totalmente. La población mundial se había
multiplicado por cuatro en solo cien años. Miles de
millones de seres humanos no participaban ni disfrutaban en
absoluto de aquellas riquezas. Eran suministradores de materias
primas y fuente de mano de obra barata, pero no consumían
ni podían ser consumidores. No constituían mercado, ni el
mar casi infinito adonde fuese a parar el inmenso río de
productos que,
en feroz competencia,
salían de los equipos cada vez más productivos y
menos creadores de empleo de un
grupo
privilegiado y exiguo de países
industrializados.
Un elemental análisis bastaba para comprender
que aquella situación era insostenible.
Nadie al parecer se daba cuenta de que cualquier cosa
aparentemente intrascendente que ocurriera en la economía de una
región del mundo, podía estremecer el resto del
andamiaje económico mundial.
Los arquitectos, especialistas y administradores del
nuevo orden económico internacional, economistas y
políticos, a medida que su fantasía se deshace,
apenas pueden comprender que han perdido el control de los
acontecimientos. Otras fuerzas son las que deciden: las de las
grandes y crecientemente poderosas e independientes empresas
transnacionales y las porfiadas realidades, en espera de que el
mundo verdaderamente cambie".
La cronología de los hechos habla por sí
sola:
- Julio de 1997, estalla la primera gran crisis del
mundo neoliberal globalizado. Los tigres se deshicieron.
Japón
no ha podido todavía recuperarse y el mundo sufre
aún las consecuencias. - Agosto de 1998, se presenta la llamada crisis rusa
que, a pesar de su insignificante aporte al Producto Interno
Bruto mundial de apenas el 2 por ciento, estremeció
e hizo bajar en cuestión de horas cientos de puntos a
las bolsas de valores de Estados Unidos. - Enero de 1999, solo 5 meses después, se
produce la crisis de Brasil. - Los esfuerzos mancomunados del Grupo de los Siete, el
FMI y el
Banco
Mundial tuvieron que empeñarse a fondo para impedir
que la crisis se extendiera por toda Sudamérica,
asestando un golpe demoledor a las bolsas de valores de Estados
Unidos. - Desde mediados del año 2000 comenzaron a
observarse los primeros síntomas de la crisis en los
EE.UU., con una disminución sostenida del ritmo de la
producción industrial. - En marzo de ese mismo año el índice
Nasdaq de la llamada tecnología de punta ya había
comenzado a descender. - Se produce igualmente un enorme crecimiento del
déficit comercial: en 1999 había sido de 264 mil
900 millones y en el 2000 se elevó a 368 mil 400
millones. - En el segundo trimestre del año 2000 el
Producto
Interno Bruto había alcanzado un crecimiento de 5,7 por
ciento; en el tercer trimestre creció solamente 1,3 por
ciento. - Desde octubre del 2000 comenzó a caer la
producción del sector industrial.
A fines del año 2000, las perspectivas y los
pronósticos de la economía
mundial eran aún bastante optimistas. La realidad se
impuso con su carga de adversidades para el sistema, pues los
pronósticos del FMI sobre el crecimiento del PIB global de
un 3,2% para el 2001 y de 1,5 para Estados Unidos, así
como del 2,4% para la UE, comenzaron a sufrir descensos no
previstos. América
Latina, el Sudeste Asiático y Japón, vieron
decaer también sus producciones.
El Director Gerente del
FMI, Horst Kohler, en discurso
pronunciado en Ginebra ante el Consejo Económico y Social
de las Naciones Unidas
(ECOSOC), el 16 de julio del 2001, señaló: "El
crecimiento
económico está perdiendo el ritmo en todo el
mundo. Esto puede resultar incómodo para las
economías avanzadas (los países desarrollados y
ricos), pero será una verdadera fuente de dificultades
para muchos países con mercados
emergentes y en desarrollo
(los países pobres y subdesarrollados) y un retroceso en
la lucha contra la
pobreza."
Para el 2001, la revista The
Economist estimaba que el crecimiento mundial sería de
tan solo el 2,7 por ciento, frente al 4,6 %, logrado el
año anterior; por otro lado el intercambio comercial al
nivel mundial decrecería, respecto a igual periodo, en
casi un 10 %.
La
economía norteamericana en vísperas de los
atentados del 11 de septiembre.
La economía de los Estados Unidos: 10 de
septiembre 01.
Otoño del
2000
3,2
Marzo
2001 1,7
Primavera
2001
1,5
Septiembre del
2001
1,5
Lo mismo, de 3,2 a 1,5 en igual período.
El empleo en los Estados Unidos. 10 de septiembre
01.
Situación del empleo:
A finales del 2000, la tasa de desempleo en
Estados Unidos era solo de 3,9 por ciento. ¿Cómo
evolucionó en el 2001?
Tasa de desempleo (por ciento):
Febrero
4,2
Marzo
4,3
Abril 4,5
Mayo
4,4
Junio
4,5
Julio
4,5
Agosto
4,9
"Hoy, 2 de noviembre, ya redactado este materia,-
decía Fidel-, se acaba de publicar la cifra oficial, que
es de 5,4. En solo un mes se perdieron 415 mil empleos. Es la
mayor reducción neta de empleos desde mayo de 1980, hace
21 años.
La evolución en la tasa de desempleo es una
muestra
fehaciente del deterioro que venía sufriendo esa
economía justamente en los momentos previos al ataque
terrorista.
Como precedente importante hay que tener en cuenta que,
en los últimos cincuenta años, cuando la tasa de
paro ha
alcanzado los 5,1 ha coincidido el inicio de un período
recesivo".
El por ciento de la capacidad industrial utilizada en
Estados Unidos en el año 2001:
Febrero
79,2
Marzo
78,7
Abril
78,4
Mayo
78,0
Junio
77,1
Julio
77,0
Agosto
76,4
"En agosto la producción industrial decayó
0,6 puntos porcentuales con relación a lo alcanzado en
julio. En los últimos doce meses la producción
industrial había sufrido una contracción de
alrededor del 5 por ciento. Con el dato de agosto, ya sumaban
once meses consecutivos de contracción.
La cifra registrada en agosto está muy cercana al
nivel más bajo alcanzado desde 1983.
En el mes de agosto del 2001 se produjo un
déficit de 80 mil millones de dólares en el
presupuesto.
En ese mismo mes, los congresistas demócratas ya
señalaban que las previsiones apuntaban a que el gobierno
tendría que utilizar parte del dinero de la
seguridad
social para financiar los gastos
corrientes.
Durante el segundo trimestre del 2001 las importaciones
norteamericanas se contrajeron en 13 900 millones de
dólares, mientras el bajo nivel de actividad en el resto
del mundo propició una reducción de las exportaciones de
9 100 millones de dólares.
El valor de las acciones de los principales
índices de la bolsa durante el año 2001 ha
decrecido de la siguiente forma:
Las del Dow
Jones
18,06%
Nasdaq 66,42%
Standard & Poor’s
(S&P)
28,48%
Esto equivale a la pérdida de millones de
millones en menos de un año.
Durante el año 2001, la Reserva Federal ha
rebajado nueve veces las tasas de
interés. El objetivo es abaratar el costo del dinero,
apuntalar la confianza del consumidor y con
esto impulsar la actividad económica. Esa frecuencia
frenética expresa desesperación".
De todo lo anterior se puede inferir, que la
reseción de la economía mundial y muy
particularmente de la norteamericana había aparecido mucho
antes de los atentados a las Torres Gemelas.
¿Por
qué Afganistán y luego Irak?.
El interés
imperial por los recursos y el
dominio de la
geopolítica globales.
En octubre de 1999, en una rara alteración
de la geografía militar de Estados Unidos, el
Departamento de Defensa cambió el mando general de las
fuerzas estadounidenses en Asia Central al
trasladarlas de la Comandancia del Pacífico a la
Comandancia Central. Esta decisión no produjo titulares en
la prensa ni otras
muestras de interés en Estados Unidos, y sin embargo
representó un cambio
significativo en el pensamiento
estratégico estadounidense.
Asia Central se había considerado antaño
un asunto periférico, un rincón alejado de las
principales áreas de responsabilidad de la Comandancia del
Pacífico (China,
Japón y la península de Corea). Pero esa
región, que se extiende desde los Montes Urales a la
frontera
occidental de China, se ha convertido hoy en importante objetivo
estratégico debido a las grandes reservas de petróleo y gas natural que
se cree yacen bajo el Mar Caspio y sus alrededores. Como la
Comandancia Central ya tiene a su cargo las fuerzas de Estados
Unidos en la región del Golfo Pérsico, su toma del
control sobre Asia Central significa que esta área
recibirá ahora una atención más cercana de parte de
aquellos cuya tarea primaria es proteger el flujo de petróleo
hacia Estados Unidos y sus aliados.
La nueva preeminencia de Asia Central y el Medio Oriente
y de su potencial riqueza petrolera no es sino un signo de una
transformación mayor en el pensamiento estratégico
estadounidense. Durante la Guerra
Fría, las áreas de mayor interés para
los planificadores militares eran las de confrontación
entre Estados Unidos y el bloque aliado soviético:
Europa Central
y del sureste y el Lejano Oriente. Sin embargo, desde el fin de
la Guerra Fría, estas áreas han perdido importancia
estratégica para Estados Unidos (salvo, quizás, por
la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur),
en tanto que otras regiones – el Golfo Pérsico, la cuenca
del Mar Caspio y el Mar de la China Meridional – están
recibiendo cada vez mayor atención del
Pentágono.
Tras ese cambio de la geografía
estratégica hay un nuevo énfasis en la
protección al suministro de recursos vitales, sobre todo,
el
petróleo y el gas natural.
Mientras en la era de la Guerra Fría se creaban divisiones
y se formaban alianzas siguiendo lineamientos ideológicos,
en la actualidad la competencia económica rige las
relaciones
internacionales y, por lo mismo, se ha intensificado la
competencia por el acceso a esas vitales riquezas
económicas. Como cualquier interrupción en el
abastecimiento de recursos
naturales tendría graves consecuencias
económicas, los principales países importadores
consideran hoy que la protección de ese flujo es una
importante preocupación nacional. Además, con un
consumo global
de energía cuyo aumento se estima en 2% anual, la
competencia por el acceso a las grandes reservas de
energéticos sólo puede ser más intensa en
los años venideros.
Por consiguiente, los funcionarios de seguridad han
empezado a prestar una atención mucho mayor a los
problemas que origina la creciente competencia por el acceso a
materias primas cruciales, en especial aquellas que, como el
petróleo, con frecuencia yacen en áreas en disputa
o políticamente inestables. Como observó el Consejo
de Seguridad Nacional en el informe anual
sobre política de seguridad redactado en 1999 por la Casa
Blanca: "Estados Unidos seguirá teniendo un interés
vital en asegurar el acceso a los suministros de petróleo
del exterior". Por tanto, concluía el informe, "debemos
mantenernos conscientes de la necesidad de estabilidad y
seguridad regionales en áreas claves de producción,
a fin de garantizar nuestro acceso a esos recursos tanto como su
libre circulación."
Desde luego, la preocupación por el acceso a los
recursos globales ha sido durante mucho tiempo tema importante en
la política de seguridad estadounidense. Por ejemplo, en
la década de 1890, el capitán Alfred Thayer Mahan,
destacado estratega naval de la nación,
obtuvo un apoyo generalizado al sostener que Estados Unidos
necesitaba una flota numerosa y capaz a fin de reforzar su
posición como potencia
comercial en el mundo. Esta perspectiva también
moldeó el pensamiento geopolítico de los
presidentes Theodore Roosevelt y Franklin Delano
Roosevelt.
No obstante, durante la Guerra Fría las
preocupaciones por los recursos se subordinaron con frecuencia a
las dimensiones políticas
e ideológicas de la rivalidad entre Estados Unidos y la
Unión Soviética. Apenas ahora, cuando la Guerra
Fría ha terminado definitivamente, la garantía de
acceso a materias primas vitales vuelve a adquirir una
posición central en la planeación
de la seguridad estadounidense.
La prueba de esta reanimación del interés
por los recursos fue especialmente clara en el año 2000,
durante la escasez global de
petróleo y gas natural. En agosto de ese año el
presidente Bill Clinton voló a África con la
esperanza de obtener petróleo adicional de Nigeria – en la
actualidad uno de los principales abastecedores de Estados Unidos
– y alentó a los estados del Mar Caspio a acelerar la
construcción de nuevos oleoductos con
destino a Europa y el Mediterráneo. Entre tanto, el
entonces gobernador de Texas, George W. Bush, se valió de
los debates de la campaña presidencial para exigir la
exploración de petróleo y gas en los territorios
vírgenes de Estados Unidos, a fin de reducir la
dependencia nacional de los suministros del extranjero. Una vez
electo, una de sus primeras iniciativas de política
exterior fue su reunión con el presidente de México,
Vicente Fox, para discutir propuestas destinadas a aumentar el
flujo de energéticos de ese país a Estados
Unidos.
Un enfoque similar sobre la adquisición o la
protección de suministros de energía es evidente en
el pensamiento estratégico de otras potencias. Grandes
importadores de energía, como China, Japón y las
principales potencias europeas, han hecho del aseguramiento de la
estabilidad en sus suministros una de sus prioridades
máximas.
Rusia muestra hoy mayor interés en su
política exterior hacia las áreas productoras de
energía de Asia Central. Aunque siga preocupándose
por los acontecimientos que ocurren en sus fronteras
occidentales, en áreas colindantes con la
Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN), Moscú ha dedicado considerables recursos a
fortalecer su presencia militar en el sur, en el Cáucaso
(incluyendo Chechenia y Daguestán) y en las antiguas
repúblicas soviéticas de Asia Central.
Garantizar el acceso a suficientes suministros de
petróleo y gas es también una gran
preocupación de las naciones en el reciente proceso de
industrialización del mundo en desarrollo, como Brasil,
Israel, Malasia,
Tailandia y Turquía, muchas de las cuales, se espera,
duplicarán o triplicarán su consumo de
energía en los próximos veinte
años.
Aunque la obtención de suficientes suministros de
energía se esté convirtiendo en la máxima
prioridad en recursos para algunos estados, para otros el foco
principal estará en la búsqueda de agua adecuada.
Los suministros de agua ya son insuficientes en muchas partes del
Medio Oriente y del suroeste asiático; es probable que el
continuo crecimiento de la población y la mayor
posibilidad de sequía debida al calentamiento
global provoquen una escasez similar en otras latitudes. Para
complicar más el problema, los suministros del
líquido no obedecen a fronteras políticas, por lo
que muchos países de esas regiones deben compartir un
número limitado de importantes fuentes de
agua. Como todos los estados colindantes con esas aguas tratan de
elevar los suministros que tienen asignados, es inevitable que
aumente el peligro de conflicto por la competencia por esos
fuentes de agua compartidas.
En otras partes del mundo han estallado conflictos
localizados por el control de maderas y minerales
valiosos. Por lo regular, implican una lucha entre élites
o tribus que compiten por el ingreso derivado de los bienes de
exportación. Por ejemplo, en Angola y
Sierra Leona grupos rivales
luchan por el control de lucrativos yacimientos de diamantes; en
la República Democrática del Congo, el conflicto
atañe tanto al cobre como a
los diamantes; y en algunas partes del sureste asiático
numerosos grupos luchan por ricas zonas madereras.
Todos esos fenómenos -mayor competencia por el
acceso a importantes fuentes de petróleo y gas, creciente
fricción por la asignación de suministros de agua
compartidos y guerra interna por valiosos bienes de
exportación- han producido una nueva geografía de
conflictos, una cartografía reconfigurada en la que los
flujos de recursos, y no las divisiones políticas e
ideológicas, constituyen las principales líneas de
falla. Así como un mapa en que se muestran las fallas
tectónicas del mundo es una útil guía sobre
posibles zonas de terremotos,
considerar el sistema internacional en términos de
depósitos de recursos en disputa -yacimientos de
petróleo y gas en problemas de adjudicación,
sistemas
hidrológicos compartidos, minas de diamantes asediadas-,
ofrece una guía a posibles zonas de conflicto en el siglo
XXI.
Común denominador en todos estos casos, es la
presencia de los intereses del gran capital
aprovechando los conflictos regionales para beneficio propio,
transformándolos en elementos globalizadores.
Afganistán, situado en esa zona
estratégica, resultó ser el lugar ideal, dadas sus
contradicciones políticas internas, para servir de
"conejillo de india", a esta
"cruzada" del imperialismo global, con una fachada
antiterrorista.
A principios de la
década de 1990, la violencia en
la antigua Yugoslavia, en Cachemira y en África Central
hizo que la comunidad mundial
se concentrara en la prevención de los conflictos
étnicos e intercomunitarios, pero ese enfoque en la
etnicidad no fue capaz de prever ni enfrentar la violencia en
África por el control de yacimientos de diamantes, de
minas de cobre y de tierras de labranza. La globalización económica viene
convirtiendo algunas áreas pobres en centros de
prosperidad y crecimiento, pero dejando a otras en la más
abyecta pobreza,
provocando conflictos que tienen más que ver con los
recursos que con el nacionalismo.
En suma, los asuntos del mundo contemporáneo
desafían las definiciones exclusivamente políticas,
económicas y de seguridad.
Un mejor análisis de las tensiones en el nuevo
sistema internacional y un mejor pronóstico de los
conflictos verían las relaciones internacionales a
través del cristal de los recursos en disputa en el mundo
y se enfocarían en aquellas áreas donde es probable
que surjan conflictos por el acceso a materias primas vitales o
por su posesión.
El análisis empezaría con un mapa que
mostrara todos los principales yacimientos de petróleo y
gas natural localizados en áreas en disputa o inestables.
Entre esas zonas de conflicto potencial están el Golfo
Pérsico, la cuenca del Mar Caspio y el mar de la China
Meridional, además de Argelia, Angola, Chad, Colombia,
Indonesia, Nigeria, Sudán y Venezuela,
áreas y estados que en conjunto albergan alrededor de las
cuatro quintas partes de las reservas de petróleo
conocidas del mundo.
El mapa también trazaría oleoductos y
rutas de buques cisterna para transportar gas natural y
petróleo de sus puntos de abastecimiento a los mercados de
Occidente; muchas de esas rutas pasarían por áreas
que a su vez experimentan una violencia periódica. Por
ejemplo, antes de llegar a una salida segura al mar, los
suministros de energía de la región del Mar Caspio
deben atravesar el conflictivo Cáucaso (que abarca
Armenia, Azerbaiyán, Georgia y partes del sur de Rusia).
Un mapa de zonas de recursos en disputa también
mostraría todos los principales sistemas
hidrológicos compartidos por dos o más
países en áreas áridas o semiáridas.
Entre éstas se incluirían grandes sistemas
fluviales como el Nilo (compartido por Egipto,
Etiopía y Sudán, entre otros), el Jordán
(compartido por Israel, Jordania, Líbano y Siria), el
Tigris y el Éufrates (compartidos por Irán, Irak,
Siria y Turquía), el Indo (compartido por
Afganistán, India y Pakistán) y el Amú Daria
(compartido por Tayikistán, Turkmenistán y
Uzbekistán). También incluiría
acuíferos subterráneos que de manera similar cruzan
fronteras, como el Acuífero de la Montaña, que se
extiende debajo de la Margen Occidental del Río
Jordán e Israel.
Finalmente, ese mapa indicaría las principales
concentraciones de gemas, minerales y árboles
maderables viejos del mundo en desarrollo. Entre esas preciosas
riquezas se incluirían los yacimientos de diamantes de
Angola, la República Democrática del Congo y Sierra
Leona; las minas de esmeraldas de Colombia; las minas de cobre y
oro de la
República Democrática del Congo, Indonesia y Papua
Nueva Guinea; y las selvas de Brasil, Camboya, la
República Democrática del Congo, Fidji, Liberia,
México, Filipinas y Brunei, Indonesia y Malasia en la isla
de Borneo.
De trazarse adecuadamente, ese mapa realmente
delinearía los lugares donde hay mayor probabilidad de
que estallen luchas armadas en los años venideros. Desde
luego, la sola presencia de recursos valiosos en un área
determinada no significa que en ella sea probable el estallido de
un conflicto.
Identificar áreas de conflicto potencial por
recursos naturales también cobra creciente importancia a
medida que aumenta la presión
sobre esas líneas de falla. La presión deriva de
diversas fuentes, empezando por la mecánica básica de la oferta y la
demanda.
Conforme crecen las poblaciones y se dilata la actividad
económica en muchas partes del mundo, el apetito por las
materias primas vitales aumentará con mayor rapidez de la
que la naturaleza y
las empresas de recursos del mundo pueden satisfacer.
A medida que la escasez de materias primas cruciales
aumente en frecuencia e intensidad, será más fuerte
la competencia por el acceso a los suministros restantes de esos
bienes.
Es probable que la presión sobre los suministros
de petróleo globales sea especialmente intensa. De acuerdo
con el Departamento de Energía estadounidense, se espera
que el consumo de petróleo global aumente de alrededor de
77 millones de barriles diarios en 2000 a 110 millones en 2020, o
sea, un incremento de 43%. Si estas estimaciones son exactas, el
mundo consumirá aproximadamente 670.000 millones de
barriles entre ahora y 2020, o sea, alrededor de dos tercios de
las reservas de petróleo conocidas del mundo. Desde luego,
durante este periodo se descubrirán nuevas reservas y las
tecnologías emergentes nos permitirán extraer
suministros considerados previamente inaccesibles, como los del
extremo septentrional de Siberia y de las profundidades del
Atlántico. Pero no es probable que la producción de
derivados del petróleo mantenga el ritmo de la creciente
demanda.
De la misma manera es inquietante la situación
del agua en el mundo. El agua se
considera un recurso renovable porque regularmente recibimos
nuevos suministros de la lluvia y las nevadas. Pero la cantidad
de agua sustituible de que disponemos actualmente para el consumo
humano en cualquier año determinado es bastante limitada.
Por ahora usamos alrededor de la mitad de ese total (para bebida,
baño, fabricación de alimentos,
manufacturas, navegación y tratamiento de desperdicios),
pero continuamente aumenta la demanda de suministros
adicionales.
Muchas áreas del Medio Oriente y de Asia padecen
ya de persistente escasez de agua, y se espera que el
número de países que experimenten estas condiciones
se duplique en los próximos 25 años, conforme
aumente la población y más gente se establezca en
áreas urbanas. Para 2050 la demanda de agua podría
acercarse a 100% del suministro disponible, produciendo una
intensa competencia por esta sustancia esencial en todas las
áreas del planeta, salvo las mejor irrigadas.
Las tendencias ambientales, como el calentamiento
global, también afectarán la disponibilidad de
muchos recursos a escala mundial,
entre ellos, el agua y la tierra de
labranza. Aunque temperaturas más altas producirán
mayor precipitación pluvial en áreas localizadas
cerca de los océanos y otros grandes cuerpos de agua, las
regiones del interior generalmente experimentarán
condiciones de mayor sequedad, con prolongadas sequías
como fenómeno recurrente. Las temperaturas más
altas también aumentarán la velocidad de
evaporación de ríos, lagos y depósitos. Por
tanto, es probable que se pierdan muchas áreas cultivables
importantes, sea por sequía o ampliación de las
extensiones desérticas del interior, sea por
inundación de las costas y elevación del nivel de
los mares globales en las regiones marítimas.
Los mecanismos de mercado pueden aliviar la mayor parte
de las crecientes presiones en el suministro existente de
materias primas vitales en el mundo. Junto con la
elevación de precios, la demanda en aumento
estimulará el desarrollo de nuevos materiales y
procesos que
permitan a las empresas de recursos buscar nuevos yacimientos y
hacer disponibles los que antaño se consideraron
inaccesibles. Pero la tecnología no puede revertir por
completo las presiones demográficas y ambientales, y
algunos países y regiones no podrán sufragar los
elevados costos de las
tecnologías alternativas. En tales circunstancias, la
oferta y la demanda globales se volverán cada vez
más desequilibradas.
Idear maneras de resolver pacíficamente la
creciente competencia por recursos naturales es tanto más
urgente por cuanto muchos estados todavía consideran el
control de ciertos recursos naturales como una exigencia de
seguridad nacional y algo por lo que vale la pena luchar. Por
ejemplo, en Estados Unidos el presidente Jimmy Carter
declaró en 1980 que cualquier intento de potencias
hostiles por interrumpir la circulación de petróleo
del Golfo Pérsico se "consideraría como un ataque
contra los intereses vitales de Estados Unidos", ataque que este
país repelería "por cualquier medio necesario,
incluso la fuerza militar". Los mandatarios posteriores han hecho
declaraciones similares, y en la actualidad están
desplegadas permanentemente en el Golfo Pérsico nutridas
fuerzas estadounidenses a fin de sostener esa
política.
Las insuficiencias y los conflictos por los recursos no
representan más que una pequeña parte de la
atiborrada agenda de los responsables políticos
internacionales. Pero esas perturbaciones con frecuencia se
vinculan con otros problemas, como la degradación del
ambiente, el
desorden económico, el crecimiento de la población
y el crimen transnacional. Los problemas de recursos
también figuran en muchos conflictos que se caracterizan
de otro modo, como por ejemplo, las guerras
étnicas o las rivalidades políticas. Por tanto, un
análisis de las tendencias en cuanto a los recursos
globales y sus fenómenos políticos y
geográficos asociados ofrecería a los responsables
de las políticas una poderosa lente a través de la
cual examinar el conjunto más general de los problemas de
seguridad.
Un análisis de este tipo también
ayudaría a los líderes a elaborar prescripciones de
política general. Los gobiernos deben dedicar un esfuerzo
mayor al desarrollo de combustibles y sistemas de transporte
alternativos, ya sea mediante un mayor apoyo financiero a la
investigación y el desarrollo, o mediante
incentivos al
sector privado para que invierta en esas áreas.
Pero estas tareas deben ir acompañadas de
iniciativas multilaterales encaminadas específicamente a
reducir el riesgo de
conflictos violentos por el uso de fuentes de materias primas
vitales compartidas o en disputa.
Sólo de ese modo podemos confiar en que el
planeta permita llegar a acuerdos que den viabilidad a los 9.000
o 10.000 millones de seres humanos que se espera lo habiten para
2050.
Un
reordenamiento mundial al estilo del imperio.
"Déjennos reordenar el mundo en torno
nuestro",expresa Tony Blair, quien se ha convertido en portavoz
oficial de las fuerzas que están atacando a
Afganistán, la aventura que no tiene una
justificación convincente y que empuja hacia resultados
inciertos.
El despliegue de fuerzas en una zona largamente
señalada como del interés estratégico por
parte de potencias que manejan desde hace varios años la
geografía del conflicto pos-guerra fría, hace
repensar esa frase de Tony Blair: "déjennos reordenar el
mundo en torno nuestro". Si no se está perdiendo el tiempo
en rodeos inútiles, se trata, como se ve, de ocupar la
antigua posición clave, en el camino de todas las
conquistas hacia el corazón de
Asia. Y esa posición –esa entidad geográfica,
como también lo pensaron los generales de Hitler; es
Afganistán.
Afganistán junto al continente Indio y China, es
un centro de importancia geopolítica y estratégica
con Irán al sur, y al Norte las regiones del Caspio y el
Centro de Asia. Territorios que vienen desgajándose de la
experiencia soviética, ricos en petróleo y
minerales. La tentación petrolera le proporciona una aura
muy diferente a la pretendida acción
de "castigo al terrorismo". Suficiente la
tentación.
Pero hay más: en esta ocasión, la
ocupación o conquista de Afganistán, según
los rasgos masivos que está tomando la operación
militar, le resuelve a los dirigentes norteamericanos otros
problemas bien alejados de sus declarados deseos de justicia y de
venganza:
- Los que se sitúan en las diferencias, que se
han ido acentuando, entre los intereses de los movimientos
islámicos y los proyectos
expansivos del imperialismo en la última fase de la
globalización, ya que a través del integrismo
islámico han tomado forma nuevos reclamos que
podían echar por tierra con
los proyectos de recuperación por parte de las potencias
centrales de la fragmentada herencia de la
URSS en las zonas del Caspio. La operación militar seria
entonces, una de las tantas reacciones del "centro globalizado"
contra aquellas zonas "grises" no funcionales y hasta
rebeldes. En ese campo, bin Laden constituye -ahora-, un
proyecto
político, que antagoniza con el modelo
colonial propuesto por las compañías petroleras
y la Casa Blanca. La disociación entre EEUU y el
talibán, conducía de suyo a un conflicto mayor
por el control de Afganistán, y EEUU tenía una
resolución tomada al respecto, mucho antes de los
acontecimientos de septiembre.- El "problema chino". La descomposición del
socialismo no
había alcanzado a destruir y a someter a China, y el
debilitamiento de la economía capitalista había
hecho fracasar los intentos de descomponerla y asimilarla en
las economías de mercado. Todavía, al
contrario, se ve asomar un período de fuerte
crecimiento de la economía y el comercio chinos, que
tiene la ventaja de la estabilidad frente a la crisis
irreparable de las economías capitalistas de
occidente. Numerosos incidentes confirmaban el crecimiento de
la desconfianza y de la agresividad, por parte de los EEUU,
que comenzó a elaborar nuevos proyectos para
establecer futuros escenarios económicos y militares
adversos a China. Uno de esos proyectos es la
recolonización del Asia Central por parte de las
potencias de Occidente, que vendría a establecer un
cerco sobre el patio trasero de la gran potencia Oriental.
La posesión de Afganistán, con su estrecha
frontera sobre las alturas de China, venía a ser
entonces esencial.Sin excepciones el poder quedó en manos de
mafiosos, narcotraficantes y dictadorzuelos, los mismos que
hoy sirven al juego de
la sedicente "lucha antiterrorista". - La resbalosa relación con la decadente
Federación Rusa, a pesar de ser potencia nuclear global,
que en su propia crisis puede perfectamente reinscribir
situaciones riesgosas, hacía todavía más
imperativa la redefinición de la pertenencia de los
recursos energéticos del Caspio, de Asia Central y de
Siberia, y la creación en esas regiones de una
soberanía dependiente de Occidente. Una operación
aliada, con relación a Afganistán podía
también atraer a Rusia hacia la NATO y alejar del
escenario un cuestionable pacto ruso-chino- islamita, que ha
estado
rondando como fantasma en los últimos
tiempos. - Pero ha surgido otro problema que toca más
directamente a la intimidad del sistema imperial: la
recesión. Un nudo de situaciones sin clara salida,
que se manifiesta en la contracción de la
economía mundial a tales niveles que ya no es una
exageración hablar del regreso de la Gran
Depresión. Sobre todo cuando la contracción
experimentada por la economía norteamericana, saludada
con una baja brutal en la Bolsa neoyorquina, viene a arrinconar
a las economías del mundo y las proyecta a un espacio
nuevo, en donde ya no reconocen la efectividad de modelos que
creían impuestos para
la larga duración.
En efecto, hay una crisis recesiva, y hasta
podría decirse, la caída en una Gran Depresión,
similar sino peor a la del año 1929. Y es cierto
también, que el empujón belicista se ha dado
persiguiendo dos objetivos:
permitir a las corporaciones un mayor acceso a los recursos
sociale y frenar la caída mediante la economía de
guerra.
Algunos analistas colocan esta situación
económica en el primer lugar. Posiblemente todo lo que
está pasando en el mundo, sobre todo esta
aceleración y agudización de los conflictos, es
consecuencia de la caída económica, Torres
Gemelas incluidas. Y hay que repetirlo, la crisis, una crisis
muy grande, venía de antes, y no fue consecuencia de la
caída de las torres, como se ha querido hacer creer en la
operación ideológica corriente.
Que el problema económico pesa, se nota en las
propias afirmaciones del Presidente norteamericano, que no pierde
oportunidad para anunciar que "la guerra va a ser larga", esto
es, que los mercados deben adecuarse a ella, orientando las
inversiones
hacia la producción armamentista. Y como cuenta ahora con
una ciudadanía aterrorizada hasta la paranoia,
ya no le es difícil divertir importantes partidas del
Tesoro público hacia la esfera empresarial y el
sostenimiento de los stocks.
En este ambiente nació en algún momento
una propuesta ignorante y peligrosa: que sólo la guerra
era capaz de levantar los mercados. Para eso, se crearon
símiles generalizadores sobre crisis anteriores. No
repararon que, en el caso de la Gran Depresión anterior,
que comienza en 1929, las guerras y las economías de
guerra que la siguen sólo profundizaron la
descomposición y la destrucción: sólo
después de la Segunda Guerra vino a darse una
recuperación del ciclo. Y eso fue después de casi
dos decenios de tragedia.
El hecho es que se urdió un modelo muy particular
de la crisis en curso, que permitía razonar con una salida
para la depresión mediante la guerra. Una guerra sin
objetivos claros, quizás pequeña, quizás
grande, una guerra "acordeón" a la que se le colgaban
ofertas económicas irracionales. Con ella, en algunos
países de América
Latina, se levantaron dos esperanzas: una, que como se
decía "arriba", se precipitaría la
recuperación de la economía de EEUU, y con ella la
de todos los que se le colgaran. Y la otra, que con las nuevas
condiciones, el capital fluiría hacia las ansiosas
periferias y sus ofertas de trabajo barato.
Afganistán ya sirve para todo. Y una vez montado
el escenario de los bombardeos, es posible que se nos ofrezcan
nuevos escenarios de destrucción, como para asegurar el
lema de que "el capital es destrucción creadora" (Marx),.
Si se juntan sólo estos cuatro aspectos, puede
entenderse un poco mejor la nueva aventura de Afganistán,
a que tan aguerridamente nos llaman Bush, Blair y el coro necio
provisto por otros gobernantes interesados o
temerosos.
Podemos enumerar varias consecuencias que se desprenden
de las primeras operaciones del grupo imperialista en esta
guerra:
a) En relación con
Afganistán.
Pronto se diluirá la prédica de la lucha
contra el terrorismo y la persecución de bin Laden, en las
necesidades de la ocupación de un territorio rebelde.
Bush, empujado por presiones corporativas y delirios dejó
de lado otras opciones en la lucha contra el talibán, como
habrían sido las menos heroicas presiones políticas
y económicas, y optó ("yo ordené") por la
grande y aplastante operación militar, que tras el
bombardeo, deberá lanzar el trabajo de
tierra destinado a ocupar terreno y destruir los bolsones de
resistencia. El
modelo lo proporciona la blietzkrieg alemana. Y puesto en
este plan, el aparato
imperialista tiene confianza en hacer valer, el peso
inconmensurable de la tecnología que tiene a su
disposición.
Se da como un hecho, que tras algunas escaramuzas el
ejército imperial ocupará las principales ciudades,
pero que luego el enfrentamiento será menudo, en una
extensa guerra de montaña. En un conflicto semejante, la
URSS empleó 100 mil soldados y perdió una parte
importante de ellos. Antes, en una operación parecida, en
el siglo anterior, los ingleses salieron con poco más que
la historia. Con el retorno de las primeras bolsas
plásticas, es posible que los norteamericanos empiecen a
pensar un poco en la lógica y la necesidad de esta
guerra.
Pero una vez instalados en algo que pueda ser sede de
gobierno, EEUU tendrá que dar participación en ese
gobierno, aunque sea de manera decorativa—y el gobierno que
salga de esta junta deberá por fuerza seguir siendo
decorativo– , a los socios de "La Alianza del Norte" esto es, al
rey valetudinario, Zahed Sha, un viejo y odiado sátrapa, y
a quienes ejercerán el poder por él, una suma de
facciones y facciosos vinculados al narcotráfico. Una compañía
que preocupa al New York Times. Pero, en
fin—dice Bush—"así es la vida".
El establecimiento de la Satrapía de
Afganistán demandará necesariamente, por razones de
seguridad, del acantonamiento permanente de algunas bases
militares norteamericanas, y las razones estratégicas, por
supuesto, más bases. Cosa que no es problemática,
porque así ha sido siempre.
Mientras, Bush cambia todos los días de discurso,
algunos días amanece con ánimos de cruzado, otras
con desánimos panameños –"sólo es una
pequeña operación quirúrgica", otras veces
está de guerra larga y hasta delira con atacar a 60
países. Por fin, "todo es mentira". Es de imaginar que en
las reuniones de la Sala de Estrategia, lejos
del escrutinio público, debe haber algún Norte y
alguna coherencia.
b)Consecuencias en las regiones
vecinas:
La entrada de EEUU en Afganistán y su
permanencia, dependerá fuertemente de suministros y
circulación libre de tropas, para lo cual entra a depender
de los estados aledaños. Ya desde el montaje de la
operación, fue necesario cabildear con Pakistán y
los uzbecos. Debe notarse que en ambos casos, los gobernantes
debieron recurrir al doble juego, dijeron que no al total de las
exigencias norteamericanas, pero por debajo, concedieron.
Pakistán deja pasar los mísiles y los aviones, y
Uzbekistán deja pasar las tropas.
En poco tiempo se verá hasta donde esta
situación continuará siendo favorable a la armada
imperial. O si mejorará todavía más. La
información que llega es más bien
contraria. Se incrementa la resistencia en Pakistán, ya
hay problemas en las repúblicas
exsoviéticas.
Al parecer, los bombardeos, lejos de debilitar la
convocatoria del discurso integrista islámico, éste
se ha visto favorecido y ha tenido una enorme
difusión.
El efecto a mediano plazo más probable
será el incremento de acciones anti-norteamericanas en
todo el mundo árabe y un crecimiento de la influencia
política de los sectores integristas y
nacionalistas.
En el mundo árabe también el Comando
imperial ha encontrado asistencia… para conducir al fracaso y
quizás a la tumba a quienes se le han acercado. Ahí
tenemos a la dirigencia Palestina, reprimiendo y matando a los
estudiantes palestinos que protestan, y ahí tenemos al
dictador de Pakistán, Pervez Musharrraf, ya enfrentado a
la mayoría del pueblo y con fuertes resistencias
en su propio ejército.
El concurso de Turquía responde a una larga
asociación con el proyecto petrolero del Cáucaso y
promesas renovadas de restitución territorial a costa de
regiones turcomanas y musulmanas. Turquía puede estar
dando su apoyo inerte a este juego, pero hasta ahora parece ser
que tiene más urgencias con su economía
reventada.
En adelante, los poderes excepcionales de Bush, pueden
guardarnos muchas sorpresas relacionadas con la situación
en el Medio Oriente, y eso lo intuyen en Irán, en Irak, en
Israel y en Palestina. Sólo allí puede escrutarse
la enormidad potencial del desastre a que empuja esta repentina y
enloquecida vocación por crear "el nuevo orden" en el
nuevo orden. Todo al calor de
esperanzas acumulativas frustradas y desorbitadas. Hasta el mismo
A. Sharon llegó a exclamar que "no aceptarían los
israelitas ser tratados como
Checoslovaquia"… en una clara referencia a los célebres
acuerdos de Lord Chamberlain con Hitler, que abrieron paso a la
Segunda Guerra Mundial.
En cuanto a Rusia, el desarrollo de esta invasión
y su establecimiento, a la larga va a separarla por un tiempo
indeterminado de sus preocupaciones caucásicas. En lo
inmediato, pareciera inclinarse a una colaboración suicida
con el Pentágono, buscando los pequeños despojos
para reenderezar su situación en Chechenia.
c) Consecuencias de la guerra en zonas del centro y
periferia.
Pasada la ola de sensibilización a las ofertas
simples pero débiles de la propaganda de
guerra norteamericana, vendrá a darse inevitablemente el
crecimiento de la crítica
a la guerra. La presencia devastadora de la brutalidad. Las
ambiciones imperiales no tardarán en aparecer con la
consecuente caída de su legitimidad y las crecientes
acusaciones de genocidio contra la humanidad.
La guerra no se da tampoco aparte del otro megaescenario
provisto por la depresión económica, que
está generando sus propias resistencias. La ilusión
del imperio es recuperar músculo económico mediante
fuertes inversiones en el área armamentista y resolver el
desempleo mediante la conscripción. Pero es que la guerra
de Afganistán es una guerra pequeña…¿o es
que efectivamente hay algo más amplio entre manos? Una
perspectiva macabra que generará un amplio rechazo. Para
asegurar este traspaso, la reacción tiene confianza en la
implantación de viejas y nuevas trampas
ideológicas. Pero las ideologías no siempre pueden
sostener indefinidamente lo insostenible. En algún momento
son siempre el mundo patas arriba.
El imperio, desde los inicios de este conflicto
trató de hacer creíble una nueva polaridad entre
civilización y barbarie, cristianismo e
Islam. Nada
excluye que persista en esta línea, fomentada por
simplistas que creen el cuentito del enfrentamiento de
civilizaciones. Entretanto, ese argumento se deja en reserva, y
se adelanta solamente la lucha contra un "terrorismo" fantasmal,
granular y contra las regiones o naciones que lo apoyen. Y la
primera que estuvo a mano fue la región que
convenía a un largo proyecto estratégico que
amarraba los intereses centrales del sistema. Y como se siente
descubierto, el imperio se exhibe como poder desnudo y proclama
otra diferencia armada de amenazas: "conmigo o contra
mi
En los centros, EEUU, Europa y Japón, hay una
visión dispersa sobre los motivos y los beneficios de esta
guerra. Es en EEUU en donde más claramente asomó la
visión dogmática, propalada desde los
círculos del complejo industrial militar de que la guerra
es el antídoto de la depresión. Pero
también ha sido allí donde se han levantado las
posturas más enérgicas en contra de esta falacia,
dando a entender sobre todo la circunstancia en que asomaba la
guerra, que posiblemente sólo podía venir a
acentuar precisamente las características depresivas del
ciclo, y que sobre todo, no traía una solución al
corto plazo. El plazo en donde se han ido acumulando las olas
recesivas.
Por otra parte la guerra tan especial que se estaba
lanzando, al principio sin siquiera tener un enemigo reconocible,
y que después vino a ser Afganistán, con sus masas
hambreadas, con 25 aviones viejos y 4 helicópteros,
además internacionalmente aislado, que no podría
soportar la presión de todas las potencias coligadas por
más de dos semanas. No podía ser simplemente la
base razonable de un nuevo despegue económico, la
justificación para una economía de guerra poderosa
y de largo aliento.
Y esa reflexión muy extendida avanza como
muestra, el bajón de las bolsas a la semana de haberse
iniciado la retórica de la guerra, y la baja consecutiva y
mundial después de los bombardeos. Es cierto que, mientras
tanto, se sumaban algunos porcentajes a favor de las industrias de
armamento.
En Europa, las ofertas de la guerra podían
entusiasmar más a algunas franjas del sistema de largo
interesadas en el proyecto Centro Asiático, pero ha venido
a ser deprimente en el frente social interno. No resolvía
el agudo problema del desempleo, y traía consigo
más serias discriminaciones. Por otra parte, una excesiva
"unidad" de acción, de propósitos y de mando,
quitaba espacios de maniobra a su propio establecimiento
económico, un tanto distante y fuertemente competitivo con
el establecimiento estadounidense. En estos días, muchas
grandes empresas europeas, más que plegarse a la
conversión armamentista, prefieren trasladar sus
operaciones a Oriente.
En Japón, como en todos los países del
Asia, se entendió más claramente el mensaje de la
operación norteamericana, y eso también
violentó los mercados. La prensa, en general dijo cosas
duras de un conflicto que inicia desestabilizaciones adicionales
a un sistema de suyo inestable, en donde se podía notar ya
la gravedad de lo que podría venir a ocurrir en el
continente índico y en Indonesia.
En América Latina, se ha hecho cantar al coro de
los presidentes, que con voces desafinadas le han entonado el
hosanna a la Cruzada, con los acentos y envolturas
ideológicas del baratillo de CNN, en lo que parece ser un
libreto aprobado y uniforme.
Total, del éxito
de esta guerra, se tratan de convencer, "dependerá el
nuevo crecimiento económico". Pareciera ser que se toman
al pie de la letra lo anunciado por su Presidente Bush, que "en
esta guerra habrá de todo, sobre todo mentiras". Y nada
les resulta más fácil que calcar lo que dice
CNN.
d) Las consecuencias políticas y
culturales
La consecuencia que tiene más importancia en
nuestra vida inmediata, es el rebajamiento moral que ha
experimentado el mundo con el lanzamiento de esta guerra y sus
justificaciones. De la noche a la mañana se ha convertido
en valores positivos Auschwitz e Hiroshima, y la media se ha
lanzado en una intensa campaña para hacer aceptable y
entretenido el genocidio.
Lo grave es que estamos ante una estrategia global que
utiliza todos los medios para
establecer lo que a no dudar llegará a ser una profunda
modificación en la cultura
política. Al respecto, opinaba hace unos días
Vargas Llosa –que no puede considerarse sospechoso de
extremismos anti-capitalistas: "Se están creando fantasmas de
desconfianza, de satanización entre culturas, de paranoias
y miedos que pueden ser explotados por demagogos de todos los
pelajes… para hacer que las sociedades
acepten medidas que irán en desmedro de las libertades
públicas…"
En el terreno político es donde más
duramente se está pegando las consecuencias inmediatas de
este belicismo. Y de un modo extremadamente negativo y a partir
de los propios EEUU.
Es en la forma de acciones legislativas que vienen a
coartar las libertades públicas y los derechos civiles, los
espacios de privacidad, etc. Y es en la extensión que
vienen a tener las prerrogativas de la inteligencia y
del espionaje. Los proyectos más antidemocráticos y
reaccionarios ya tienen traducción. Hubo un momento en donde hasta
se propuso en los EEUU que los extranjeros llevaran marcas visibles
en sus trajes. La rápida traducción de estas
iniciativas a conductas aceptadas y legisladas por decretos en la
periferia colonial, dan al traste con las perspectivas
democratizantes que pudieran haber con anterioridad. De hecho, el
sistema está usando la guerra como pretexto, y va
estableciendo las bases para dictaduras que lo defiendan de los
reclamos sociales que se puedan derivar del deterioro
generalizado de la situación económica.
Un paso, que va también en el sentido de la
explotación del clima
bélico y depresivo, se ha dado a través de la
construcción de "regímenes de unidad nacional" que
producen de hecho la abolición de la crítica y de
la pluralidad en el interior de ensambles o pactos, donde de
pronto el capitalismo se pone bueno a cambio de promesas del
sector plebeyo de apoyar "la reducción del conflicto". En
esos pactos casi siempre los sectores empresariales comienzan a
señalar su interés en la abolición de la
pobreza, tarea bien fácil de prometer ahora que llega la
crisis.
En América Latina se induce astutamente el clima
belicista, a través de las ofertas irresponsables que
pueden ser trágicamente verdaderas, de envío de
tropas a los frentes de degüello que defina la potencia
imperial. Hay mucho "trabajo" por delante: debemos recordar que
ya Bush anuncia intervenciones en 60 países
¡!
¿Qué ha pasado, mientras con el derecho
internacional, que quiso ser un derecho de la Paz?
¿Qué pasó con el entramado proceso de
formación de organismos internacionales que
excluían la guerra en la solución de los
conflictos? . Otra consecuencia de este movimiento
lanzado por la potencia más poderosa del planeta, es haber
puesto entre las cenizas de Kabul y Kandahar todo aquello. Hasta
la OTAN ya hoy no es más que un instrumento. ¿La
ONU? Una
parroquia de pueblo chico. La conducción del proceso se
lleva al estilo de los viejos imperios militares.
Acompañado esta vez por los bombardeos de 24 horas sobre
poblaciones que se acostumbra al televidente a ver desaparecer
aburridamente como figuras en un juego de Nintendo. Los partes
del Comando "Aliado" nos dicen todos, que para este capitalismo
reventado, llevado a su extremo, el ser humano ya no
cuenta.
Y casi sin resistencia, la aventura de Bush va viento en
popa. Ya tiene casi asegurada una abundante extensión del
conflicto. Pero habrá que ver cuán estable le
podrá ser su instalación sobre las huellas de las
falanges de Alejandro el Grande. En esa región de
tráficos y rencores, en la magnífica
compañía de aliados tan "seguros" como los
mafiosos del opio y la heroína, bandoleros, y algunos
laboristas británicos y renovados de diferentes pelajes y
latitudes.¡ Y, vaya como ha destacado el "Tony" Blair, el
proponente de "la tercera vía", en esta
historia!
Pero no será la guerra la que en lo inmediato
devastará al hinterland occidental y a su sedicente
vocación imperial: será la Depresión. Esa
enfermedad que se quiere ocultar, incluso, con los alardes y
despliegues bélicos. Esa Depresión que se trata de
esquivar mediante los mecanismos de la destrucción y de la
barbarie, y que encuentra en ellos, en vez, su
profundización.
Al caer la noche del 7 de octubre, EEUU y sus aliados
atacaron Afganistán Como en otras guerras que
perseguían la consolidación de los mismos intereses
imperialistas, se pinta como lucha humanitaria, ha vacilado en
proclamarse una lucha por la justicia, aduce como objetivo
"destruir al terrorismo" , mientras se propone una extensa
instalación en lugares de valor estratégico para el
control del globo. Una guerra, que aunque se anunciaba como una
ocurrencia siniestra enteramente nueva, era bien simplemente "la
continuación de la política…"
En resumida cuenta, podemos inferir que
Afganistán ha sido simplemente el pretexto globalizador de
un conflicto, para descargar las tensiones de la crisis real que
atraviesa la economía capitalista neoliberal
globalizada
Situación mundial después de la
Guerra.
Los datos
económicos que vienen registrándose luego de la
intervención a Afganistán y a Irak, indican cada
vez más a las claras que la economía mundial
está al borde de una nueva recesión
económica.
La coincidencia de esta circunstancia con los atentados
de Nueva York lleva a provocar una confusión muy
interesada y de escasa justificación, según la cual
han sido los atentados la causa del nuevo y deteriorado
escenario económico. Y eso permite, a su vez, que
las respuestas económicas y militares que vienen
dándose para salvaguardar los intereses de la gran
industria se presenten como las técnicamente más
convenientes para mejorar el clima económico y para
combatir el terrorismo.
Sin embargo, las causas reales del cambio en el ciclo
económico son otras y vienen de más lejos, por
mucho que los atentados hayan contribuido a agudizar sus efectos.
"Algunas personas suelen hablar hoy tranquilamente de "la
crisis económica mundial ocasionada por los actos
terroristas que tuvieron lugar en Estados Unidos el 11 de
septiembre y por la guerra contra Afganistán desatada el
día 7 de octubre". Esa afirmación carece de
fundamento alguno. Lo que acabo de referir lo demuestra
irrefutablemente. La crisis venía desatándose ya
inconteniblemente".
La expansión que durante el último decenio
ha vivido la economía estadounidense, y de la que se ha
alimentado el resto de las economías, se ha basado,
fundamentalmente, en una regulación ultraliberal de los
mercados laborales, que ha permitido una rápida y
continuada adaptación de la fuerza de trabajo a las
demandas empresariales, a costa naturalmente de una gran
pérdida de bienestar y de calidad en los
puestos de trabajo y, por otro lado, en la inflación de
expectativas favorecedoras con que ha querido revestirse la
llamada, y hoy casi olvidada, "nueva economía".
Pero en esas dos grandes bases de la expansión se
encerraban también las limitaciones de ese modelo de
crecimiento.
La regulación liberal del trabajo garantiza un
ajuste rápido y adecuado a las necesidades empresariales
que acelera los ritmos de acumulación de capitales, pues
permite que las empresas dejen de soportar los costes laborales
casi como una inevitable carga de costos fijos. Pero, al mismo
tiempo, hace a la economía en su conjunto mucho más
dependiente de los ciclos de la demanda y, en general, de
aquellas variables que
se soportan más en la confianza o en la
certidumbre.
Por su parte, la sobre capitalización de todo el
sector de la nueva economía trajo consigo una verdadera
flatulencia financiera, toda vez que se basaba en una hipertrofia
artificial de los valores
empresariales y en un endeudamiento masivo que no se
correspondía con las posibilidades de expansión
reales de la economía en su conjunto.
Lo que se estaba provocando en la economía
estadounidense era una especie de sobrecalentamiento del centro
de la misma, en los sectores tecnológicamente más
avanzados, sin que en su alrededor, o lo que es igual, en la
mayoría del sistema económico, se pudiera ir
absorbiendo la energía que se creaba.
Se trata del gran problema que hace insostenible el
régimen económico de nuestros días: una
inmensa capacidad de crear valor, pero una imposibilidad real de
hacerlo efectivo, porque sólo una parte muy reducida de la
economía puede acercarse al plato donde se
reparte.
El cambio de registro que
venían anunciando los datos económicos del segundo
trimestre del año advertían del decaimiento de la
economía estadounidense justamente por esas causas. Y si
los atentados han sido tan influyentes no es sólo por su
magnitud, sino porque han afectado a las circunstancias que
más directamente venían debilitando a la
economía: la pérdida de confianza y la
incertidumbre.
El deterioro tan inmenso que están registrando
las estadísticas posteriores a los atentados,
no puede explicarse solamente por el solitario efecto de estos
últimos, máxime si se tiene en cuenta que va a
afectar a una gama demasiado variada de actividades y sectores y
que el gobierno norteamericano intervino muy activa y
decisivamente a corto plazo amortiguando así sus efectos
de choque inmediatos. Se calcula, por ejemplo, que la tasa de
crecimiento estimada del comercio
internacional bajará del cinco o seis por ciento al
dos por ciento en 2002, o que en los próximos meses se
registrarán veintiséis millones de nuevos
desempleados en la OCDE.
Puede decirse, que los atentados despertaron unos
vientos que soplaron en la misma dirección de la tempestad que ya
había empezado a levantarse, fortaleciendo la tendencia a
la recesión que traía consigo un modelo de
crecimiento intrínsecamente inestable e
insostenible.
De hecho, la propia Administración Bush había empezado a
hacer frente a esta deriva desde hacía meses (e incluso
podría decirse que su propia y controvertida
elección fue ya el primer paso en ese sentido), poniendo
en marcha el sistema de regulación macroeconómica
más reaccionaria que se conoce pero, al mismo tiempo,
más efectivo y rentable para la gran industria
norteamericana. Efectivamente, la declaración de guerra no
hizo sino formalizar la solución que los grandes capitales
habían escrito en el cuaderno de bitácora con el
que Bush entró en la Casa Blanca: el recurso al gasto
militar como forma de regular la economía en periodos de
desequilibrio macroeconómico. Otra vez, o como siempre, el
keynesianismo reaccionario. No es casualidad que la fase de
expansión que ahora se cierra se iniciara justamente con
la guerra del Golfo.
La declaración de guerra, le ha permitido al
Presidente norteamericano, sacar fondos del Congreso, para
financiar sectores en franco proceso de deterioro: subvenciones y
contratos a
las grandes compañías de la industria militar y una
generosa pedrea para todas aquellas que financiaron su
campaña electoral, así como sensibles rebajas
fiscales que afectan sobre todo a los niveles de rentas
más elevados. Y todo ello, al mismo tiempo que se niegan
aumentos del gasto que estén vinculados a subsidios de
desempleo y, en general, a otros objetivos sociales.
Los bomberos neoyorkinos, antes proclamados como
héroes y ahora detenidos por la policía cuando
protestan por la reducción de personal, son una
muestra realmente palmaria de lo que es en realidad el neoliberalismo.
Es muy posible, en fin, que todo esto no sea solamente
una solución coyuntural, que la
Administración Bush haya aprendido la lección
de periodos anteriores y que, en consecuencia, no se limite a
adoptar estas medidas como solución a corto plazo.
Más bien parece que se trata de una auténtica
opción estratégica para consolidar a la estructura
militar como una base de crecimiento económico mucho
más estable y segura que la volátil nueva
economía que sólo avanza a golpe de sobresalto y
financierización.
Es preciso hacer finalmente una mención singular
sobre el contexto internacional. Esta estrategia estadounidense
va a poder llevarse a cabo no sólo por su capacidad
demostrada de liderazgo
mundial, sino por la crisis ya patológica de Japón
y gracias a un fenómeno que debería merecer una
reflexión singularizada: la desgraciada esclerosis con la
que la Unión Europea está haciendo frente a la
situación mundial. Silenciada en lo político y
restringida por un Plan de Estabilidad, concebido en
épocas expansionistas no puede sino limitarse a dar el
visto bueno a las directrices imperiales mientras se encomienda
pasivamente a los hados para evitar que el zarpazo de la crisis
no le coja de lleno en pleno paso al euro, que podría
llegar a ser verdaderamente caótico.
La Industria Militar Industrial ha experimentado
notables ganancias y todo su potencial productivo se ha puesto en
marcha. Promesas de disminución de impuestos han
favorecido a los grandes capitales, manteniendo perjudicados a la
enorme masa de trabajadores, que por poseer bajos salarios,
cualquier nivel de gravamen les afecta sensiblemente.
La guerra ha sido la vía de escape para
justificar males intrínsecos del sistema.
Realidades y contradicciones del
Capitalismo.
En 1996 el reconocido economista del MIT Lester Thurow,
alertó en su libro "El
futuro del capitalismo" que la gran amenaza que se cernía
sobre el capitalismo globalizado, después del derrumbe del
socialismo en Europa del Este, era una espiral descendente de
estancamiento económico generalizado. "Sin un competidor
viable hacia el cual la gente se pueda volcar si no está
satisfecha con el trato que recibe del capitalismo, este
último no se puede autodestruir. Las economías
faraónica, romana, medieval y de los mandarines, tampoco
tenían competidores y se estancaron durante siglos hasta
que finalmente desaparecieron. El estancamiento y no la
implosión es el peligro."
La opción del estancamiento progresivo
constituiría el escenario más optimista, frente a
la posibilidad indeseable de un estallido capaz de conmover desde
sus cimientos al sistema económico que actualmente campea
en el planeta. De hecho, Thurow se reserva para la
penúltima página de su libro esta afirmación
lapidaria: "la única pregunta que cabrá formularse
es cuándo será el gran sismo, el terremoto
que hará tambalear el sistema".
En la actualidad, sus previsiones se están
convirtiendo en realidades tan candentes como la lava del Etna,
capaces de quemarles las manos a los líderes arrogantes
pero desesperados del G7 y a los expertos directores de la
orquesta financiera internacional, como el gerente del FMI
Stanley Fischer, quien declaró hace poco que estaba por
retirarse del Fondo y no le gustaría culminar su larga
carrera con la medalla de oro de una moratoria en la deuda de
Argentina. Y es lógico. Los paquetes de auxilio crediticio
y los planes de ajuste que Fischer y su equipo recetaron como
medicinas para contrarrestar la debilidad de las
economías emergentes, se han revelado ante los ojos
de la humanidad como venenos mortales que agudizan en lugar de
sanar los males de sus pacientes. Pero Fischer quiere intentarlo
de nuevo, por última vez antes de irse, empecinado en su
postura de no darles la razón a sus adversarios: los
encapuchados, los ecologistas, los sindicalistas, los
indígenas, los desempleados, los anarquistas, los
homosexuales, las feministas y los integrantes del movimiento
antiglobalización.
La portada de la revista Newsweek del 23 de julio del
2001, pinta muy bien la imagen del
fantasma que atormenta en sus pesadillas a los apostadores del
casino global: un dominó en caída
indetenible cuya primera piedra lleva el nombre de Argentina.
Pero que no nos engañe la ilusión de que esta
primera pieza es la responsable del colapso en cadena de la
economía mundial. Las claves hay que buscarlas más
al fondo, en las tensiones estructurales que presagian el
desplome de la llamada sociedad de la información.
Veamos las principales:
- concentración creciente del capital en manos
de las corporaciones multinacionales - extinción de la pequeña y mediana
industria - desempleo galopante provocado por la
informatización y la robotización de los procesos
productivos - competencia hacia la baja de los salarios para atraer
a los inversionistas extranjeros - desmantelamiento de los sistemas de seguridad social
creados en el pasado por el estado de
bienestar - sobre oferta de mercancías como resultado de
la depauperación o el paro de los trabajadores y el
incremento, por vía tecnológica, de la productividad - tendencias deflacionarias generadas por la
caída del consumo a nivel mundial - abandono progresivo del gasto en infraestructura,
educación y salud por parte de los
estados nacionales - competencia desigual en el comercio internacional a
causa de los subsidios y barreras arancelarias utilizados por
las naciones industrializadas - asimetrías perjudiciales para los
países pobres dentro de las zonas de libre comercio
como el TLCAN o la
propuesta del ALCA - insostenibilidad de la deuda
pública de las naciones emergentes - incremento del endeudamiento y disminución del
ahorro
dentro de las economías industrializadas como los EE.
UU. - parasitación o expoliación de la
economía productiva por parte del capital
financiero - inestabilidad en el valor de las monedas a causa de
la volatilidad del capital especulativo - creación y estallido de burbujas
bursátiles por la movilidad incontrolada de estos mismos
capitales - manejo antidemocrático y sesgado, ejercido por
las naciones industrializadas, de los organismos financieros
internacionales y las instituciones reguladoras del comercio
mundial (FMI, BM, OMC) - insostenibilidad de un modelo de desarrollo
destructor de los equilibrios eco sistémicos, que
está dejando como saldo para las nuevas generaciones el
calentamiento global y la alteración del clima; el
incremento de desastres
naturales como inundaciones, sequías, incendios,
sismos y
huracanes; la
contaminación de mares y ríos; la deforestación y la desertización
de los suelos; el
envenenamiento de los alimentos; la extinción de
especies animales y
vegetales; el agotamiento de los recursos naturales;
etc.
Los neoliberales argumentarán que estos no son
más que síntomas coyunturales de una
transición traumática pero inevitable hacia una
economía verdaderamente abierta o de libre mercado, que
para triunfar debe vencer por completo la resistencia al
cambio de políticos nostálgicos del estatismo
marxista o empresarios y trabajadores sin el talento suficiente
para hacerse competitivos. Pero ni los planes de ajuste del FMI
ni la propuesta de convertibilidad del peso con el dólar
de Domingo Cavallo, hoy aparentemente enfrentados y en
contradicción de cara al colapso argentino, son soluciones
perdurables para una crisis generada precisamente por el paradigma
económico, cimentado en el individualismo competitivo, en
el que ambas partes siguen presas. Ni logrará resolver la
coyuntura recesiva la política anti cíclica
de reducción de tasas de interés para incentivar el
consumo y la inversión, puesta en práctica por
los gobiernos de Japón y los Estados Unidos, como lo
demuestra el hecho de que el Banco Central
Japonés haya llegado ya al piso de la tasa cero, sin
conseguir el despegue de una economía sumida en el letargo
desde hace una década.
El clamor latinoamericano de recurrir a procesos
integracionista, que les permitan defender a las economías
emergentes latinoamericanas de los tentáculos del
imperialismo yanqui; siguen siendo.
Sin embargo, no puede desconocerse la aceleración
que la espiral descendente de la economía mundial
está provocando en la concentración sin precedentes
del capital transnacional, pues no nos permitiría ver
cómo están desmoronándose y siendo
absorbidas las regiones de menor desarrollo comparativo por los
bloques hegemónicos regidos por el Dólar (con EE UU
a la cabeza), el Euro (motorizado por Alemania) y el
Yen (cada vez más dominado por China). De hecho, estos
tres ejes geoeconómicos están librando entre
sí una encarnizada batalla comercial que se irá
exacerbando a medida que se agrave la crisis, provocando la
agudización de conflictos bélicos de trasfondo
económico como el Plan Colombia, la Guerra del Golfo o las
tensiones entre China y un Taiwán manejado por los EE
UU.
Por otro lado, el sistema capitalista (bien sea de
estado, mixto o de mercado), tal y como lo hemos conocido hasta
ahora, se halla funcionalmente atrapado en el círculo
vicioso de una lógica cuyo propósito exclusivo es
un crecimiento económico insostenible. De modo que los
grandes polos económicos, se encuentran compitiendo en una
carrera absurda hacia el progreso cuya meta final es un abismo:
el triple abismo de la crisis ecológica producida
por una industria depredadora y contaminante, el caos
social generado por el desempleo y la pobreza a escala
planetaria y la decadencia económica derivada del
encumbramiento de la economía ficticia del dinero por
sobre la economía real del trabajo productivo.
Frente a este panorama desalentador, sólo nos
queda como alternativa para sobrevivir, afrontar el reto de la
construcción colectiva de un nuevo proyecto civilizador,
basado en estrategias
cooperativas y
autogestionarias de producción y consumo; en el uso de
energías limpias y la filosofía del reciclaje como
fundamentos de la ecoindustria del futuro; y en la
instauración de la democracia
directa en la gestión
de todos los asuntos vitales, sobre los que no puede decidirse
sin el concurso de la diversidad de voces que conforman el coro
polifónico de la humanidad.
En fin, se trata de elegir entre la
autodestrucción o el ascenso a otro peldaño en
nuestra escala evolutiva, por medio del despertar a estados de
conciencia y
formas de convivencia con el prójimo y con la naturaleza,
firmemente asentados en valores universales del espíritu
como la verdad, el respeto, la
justicia y la solidaridad.
La crisis de la
Globalización Neoliberal.
La crisis de la Globalización Neoliberal toma la
forma, primero de una serie de limitaciones a la expansión
intensiva y extensiva del capital. El trabajo, por ejemplo, en
vez de crecer, comenzó a ser disminuido y destruido. En
los últimos cinco años es el despido el rasgo
más sobre saliente de las relaciones
laborales. Y una manera de medir de modo más realista
la situación económica de los países no es
ya "el crecimiento" (esto es, el crecimiento de las ganancias
corporativas), sino "el crecimiento del paro y de la pobreza".
Una medida que si se puede aplicar muy bien en los países
centrales, se aplica todavía mejor en las
periferias.
¿Qué tiene más sentido en
Argentina, en Perú, en México, en Brasil, en
Chile… el crecimiento del sedicente PIB o el crecimiento de la
cantidad de desempleados? Digamos, ya que en Alemania parece que
preocupa que en los últimos diez años no se haya
podido crear ni un solo puesto nuevo… o en los EEUU, en donde
el desempleo sólo crece en los últimos dos
años y se encuentra en una estampida desde la entrada en
la recesión. En segundo lugar, la Globalización,
esto es, la economía mundial en todas sus vertientes, ha
estado experimentando con la búsqueda de una ruptura mayor
en su tejido. Primero estuvo la quiebra de
Japón en 1990, luego México en 1994, seguidamente
el Sud Este Asiático en 1997, Rusia y otros en 1998 y
1999. Argentina y Turquía en el 2000-2001, y finalmente,
de un modo casi pornográfica, la crisis que toca y hace
estallar al centro mayor del capitalismo, al santuario de los
santuarios, los EEUU.
En 1929, sin salvaguardas, Wall Street cayó en un
13 % y eso bastó para desencadenar en los años
siguientes el completo abatimiento del sistema mundial. Esta vez,
y avisada con antelación, y con una espera de una semana,
con 300 billones de dólares inyectados en sus partes
más sensibles, más una oportuna rebaja de un punto
en los intereses, la bolsa de Nueva York se lanzó al
vació, bajando 14 puntos. Un porcentaje que esta vez se
refiere a cantidades y oportunidades financieras mucho mayores
que las arriesgadas en 1929.
En las crisis inmediatamente anteriores -las de
Japón tuvieron el apoyo de EEUU y del SudEste
asiático; las de Europa, a EEUU, la de Brasil y
México, a la existencia de un potencial en el FMI y en
EEUU. Esta vez EEUU se precipita con todos los de entorno
también en caída
libre. Japón muestra hoy una banca con una
debilidad más allá de todos los extremos y deudas
gigantescas, que se miden en trillones, imposibles de redimir
más una baja industrial este año del 12 % (3%
solamente en el último mes).
Es asombroso con qué rapidez, el Gobierno de
los EEUU está echando todo por la borda en su desesperada
oferta de ganancias frescas para el sector armamentista, en su
búsqueda también desesperada de seguridades
energéticas, partiendo a la conquista del Asia Central y
el Medio Oriente, y asegurando, de este modo, para el largo plazo
–así creen- el nacimiento de un imperio concentrador
y militar, y con esto, el fin de la democracia y de las
libertades públicas para ellos y para todos los
demás.
¿Qué significa esto? Muy
simple:
Que a una Globalización tan vinculada con la
operación expansiva de la economía capitalista,
sólo puede seguirle su desplome. Una economía en
tan gigantesca contracción ya no es una economía
globalizante.
Indudablemente muchos de los escenarios generados en una
etapa globalizada, seguirán por un tiempo vigente, pero
con calidades muy diferentes: las polarizaciones, la pobreza y la
riqueza por ejemplo, serán realidades muy agresivas, en
cambio muchas instituciones y promesas, sólo serán
fantasmas.
Las políticas económicas que traten de
seguirse sosteniendo sobre los esquemas previos, fundados en "La
Globalización Neoliberal" ya sólo pueden pensarse
como etapas finales y desesperadas de políticas de
liquidación y apoderamiento. Por ejemplo, seguir
sosteniendo la "apertura económica" o "la apertura
ecológica". A ver si viene algún nuevo y
tardío reparto, en este espacio capitalista desfallecido y
sin crecimiento. Es inimaginable qué puede pasar con
quiénes todavía quieren seguir sosteniendo
"honestamente" las nociones neoliberales, que sea para pagar
siquiera puntualmente "la deuda", o al menos,
"renegociarla".
¿Podrá llegar pronto una fase de
recuperación?
Para fiar en los organismos internacionales, recordemos
que sólo hace unos años, los funcionarios del Banco
Mundial nos pronosticaban crecimientos mundiales del 6% y que hoy
reajustan al 1%.
Pretenden que pueden seguir abusando de la
inmovilización del trabajo, para imponer al trabajo
más sacrificios. Pero los salarios ya llegaron a sus
extremos de miseria, y el desempleo desborda la capacidad de los
sistemas económicos. La masiva tristeza en materia de
compras no es
estimulo para ninguna realce de la inversión, ni favorece
la existencia del poder inversor ni el crecimiento de las
capacidades fiscales.
El manejo que hacen de la riqueza de los países,
sobre todo en los tradicionales rincones coloniales, siempre
vieron como más conveniente "el crecimiento hacia fuera".
Y ese crecimiento ya se terminó. Ya ni siquiera les
permite a los gobiernos vasallos continuar sirviendo el pago de
las deudas. ¿Qué puede hacer México, por
ejemplo, con su Presidente y sus Secretarios tozudamente
dirigidos a seguir sosteniendo la dependencia con el mercado
norteamericano, si este mercado que recibía el 90% de las
exportaciones, ya se hundió?
Mientras, el capital se atrinchera y defiende con
"reingenierías" y despidos, bajas en la producción,
devaluaciones y cierres; la Era de la Globalización ha
generado la era del conflicto. No un vago "conflicto de
civilizaciones", a que nos invita Bush, en el inicio de su guerra
petrolera, sino un conflicto entre las sustancias sociales que
conforman a la sociedad capitalista, el clásico conflicto
de clases. Que sí "llegó para quedarse" por largo
tiempo, podría decirse, en un espacio mundial.
- El análisis realizado nos permite corroborar
la certeza de las tesis
leninistas sobre los rasgos del imperialismo, los cuales a
pesar del desarrollo actual, se acentúan con el proceso
de globalización neoliberal. - El mundo está viviendo los embates más
directos del carácter agresivo de la
Globalización Neoliberal: La guerra contra
países que representan intereses estratégicos
ante los ojos del imperio. - El entramado de problemas que se mueven a
través de estos y otros conflictos incluye aspectos de
órdenes diversos, políticos, sociales y
particularmente económicos. - Los fundamentos que mueven esta nueva era
globadizadora, se inscriben en un contexto de hegemonía
unipolar, declarada por el Presidente de los EE.UU. - Las pretensiones de querer demostrar que la
recesión económica que atraviesa el capitalismo
actualmente y muy específicamente la economía
norteamericana, son consecuencias de los ataques terroristas
del 11 de septiembre, carecen de fundamentos objetivos y las
cifras de la economía de EE.UU. y mundial demuestran que
la crisis es un proceso que viene dando respuesta a las
contradicciones inherentes al sistema y que venía
gestándose desde antes. - Puede decirse, que los atentados despertaron unos
vientos que soplaron en la misma dirección de la
tempestad que ya había empezado a levantarse,
fortaleciendo la tendencia a la recesión que
traía consigo un modelo de crecimiento
intrínsecamente inestable e insostenible. - Que la guerra contra el Asia Central y el Medio
Oriente, responde a fines imperialistas, más que a una
respuesta contra el terrorismo internacional. - Que los conflictos regionales son utilizados por las
potencias imperialistas, para lograr su intervención en
ellos con pretextos humanitarios y así lograr la
repartición económica y territorial del
mundo. - La preocupación por el acceso a los recursos
globales ha sido durante mucho tiempo tema importante en la
política de seguridad nacional
estadounidense. - La globalización económica viene
convirtiendo algunas áreas en centros de prosperidad y
crecimiento, pero dejando a otras en la más cruda
pobreza, provocando conflictos que tienen más que ver
con los recursos que con el nacionalismo. - Que la tendencia belicista se ha dado persiguiendo
dos objetivos: permitir a las corporaciones un mayor acceso
a los recursos y frenar la crisis mediante la economía
de guerra. - La globalización neoliberal ha difundido la
falacia de que sólo la guerra es capaz de levantar los
mercados. - La declaración de guerra, le ha permitido al
Presidente norteamericano, sacar fondos del Congreso, para
financiar sectores en franco proceso de deterioro. - La guerra ha sido la vía de escape para
justificar males intrínsecos del sistema. - El mundo se encuentra sumido en el triple abismo de
la crisis ecológica producida por una industria
depredadora y contaminante, el caos social generado por
el desempleo y la pobreza a escala planetaria y la
decadencia económica derivada del encumbramiento
de la economía ficticia del dinero por sobre la
economía real del trabajo productivo. - Que a una Globalización tan vinculada con la
operación expansiva de la economía capitalista,
sólo puede seguirle su desplome. Una economía
en tan gigantesca contracción ya no es una
economía globalizante. - La Era de la Globalización ha generado, la era
del conflicto.
- Blair, Tony. http://www.rcci.net/globalizacion/fg077.htm
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- Thurow, Lester. El futuro del capitalismo. Edit.
Trillas. Barcelona. 1996. pg.126. - Vargas Llosa. http://www.yahoo.noticias.com
Autor:
Dr. Miguel Torres Pérez
Profesor Titular en la Universidad de
Holguín. Cuba.
Lic. Nivia Sánchez Rojas
Profesora Escuela Formadora
de Trabajadores Sociales. Holguín.