En el presente artículo se pretende reflejar la
influencia ejercida en el orden ético y político
por el ideario de Jose Martí
al proceso
histórico cubano durante su etapa republicana (1902-1958)
con el propósito de demostrar que el fundamento martiano
del proyecto social
cubano no constituye una camisa de fuerza sino el
resultado natural de un proceso histórico de
emancipación nacional y social.
En el presente constituye una necesidad de primer orden
la educación
martiana de las nuevas generaciones como parte esencial del
proyecto educacional cubano y como expresión cabal de uno
de los propósitos más importantes del Programa Nacional
Martiano.
El estudio de la vida, la obra y las ideas del
Apóstol debe ocupar un lugar prioritario en la
formación integral del educando, por cuanto supone una
fuente inagotable de valores que
aquel debe asimilar fundamentalmente durante su niñez,
adolescencia y
juventud, pues
constituyen pilares básicos para contribuir a la
formación de un individuo
integralmente preparado, en consonancia con las exigencias
actuales de nuestro contexto social. En tal sentido
expresó el Maestro: "La educación, pues,
no es más que esto: la habilitación de los hombres
para obtener con desahogo y honradez los medios de vida
indispensables en el tiempo en que
existen, sin rebajar por eso las aspiraciones delicadas,
superiores y espirituales de la mejor parte del ser humano"
(Almendro, H., 1961, p.25).
Es por ello que puede resultar interesante (y
útil además) estudiar la influencia del pensamiento
de nuestro Héroe nacional en la etapa neocolonial y en el
proceso revolucionario que culminó con el triunfo de enero
del 59.
El 20 de mayo de 1902 al instaurarse la República
Neocolonial bajo la ocupación norteamericana, se
habían cumplido 7 años de la caída del
Apóstol en Dos Ríos. El hecho de que su
relativamente corta aunque fructífera vida y su labor
unificadora se hubiesen desarrollado esencialmente fuera de la
isla, hacía casi improbable que su impronta trascendiera
más allá del siglo XIX cubano.
Sin embargo, la extraordinaria magnitud de su quehacer
político-emancipador y la genialidad de su pensamiento no
pudieron pasar inadvertidos ante un pueblo que, aún
desconociendo importantes aristas de su ideario y actividad lo
asumió como un símbolo del independentismo
más puro contra la anexión yanqui, impidiendo
así que fuera olvidado por las generaciones
posteriores.
Con la frustración del proyecto independentista
se tomó a Martí
como paradigma de
lo que no se pudo lograr. Se identificaba de ese modo la muerte del
Apóstol con el fracaso del esfuerzo nacional-liberador,
hecho que evidenciaba el valor de su
imagen para el
pueblo y demostraba además que el hombre
común no veía ni podía ver con claridad las
causas que dieron al traste con el proyecto de independencia.
Es a partir de la década del 20, con las primeras
manifestaciones de la crisis del
sistema
neocolonial, con el agotamiento de la hegemonía política y el
surgimiento de una nueva generación portadora de ideas
frescas y renovadoras sin compromisos con la precedente, que se
va revitalizar el ideario martiano, ahora con una cualidad
superior pues va a entrar a jugar un papel activo en el despertar
de la conciencia
nacional y en la lucha contra los males de fondo de la sociedad
cubana de entonces.
La vanguardia
artística va a coincidir con la vanguardia política
en el contexto de la nueva generación que va a
protagonizar el redimensionamiento de la figura del Maestro. El
rescate del legado martiano va a estar signado por la fusión de
los componentes afectivo, teórico y ético en su
pensamiento, lo que unido a una mayor difusión de su vida
y obra van a elevar al carácter de subversivo y militante al
hombre
caído en Dos Ríos 30 años antes.
En este sentido cabe destacar la labor de Julio Antonio
Mella (Glosas al pensamiento de José Martí) quien
con solo 21 años asumió a Martí no como
repetición sino metodológicamente, como guía
para la acción
que demandaba la sociedad decadente de su época. Es por
ello que sus contemporáneos plantean que aquel
descubrió a Martí para su
generación.
En esta época, además tiene lugar la
publicación de las obras completas del Apóstol por
Gonzalo de Quesada y Miranda, paso decisivo en el
conocimiento y apreciación de la obra martiana en toda
su magnitud. Un papel importante en este empeño lo fue sin
dudas la labor del Grupo
Minorista encabezado por Rubén Martínez Villena que
abordó a Martí a través del estudio de su
obra con una nueva óptica,
integral y renovadora.
En 1933 el intelectual Jorge Mañach publica "
Martí el Apóstol", biografía del Maestro
que clasifica entre las mejores sobre nuestro Héroe
Nacional no obstante sus limitaciones, imprecisiones e
insuficiencias.
A partir de entonces van a publicarse ensayos de
profundas raíces martianas y con una definida dirección marxista, gestándose desde
aquel momento el contenido fundacional del proyecto
socio-político que comenzaría a materializarse 30
años más tarde. Tal es el caso de "Cuba, un pueblo
que jamás ha sido libre" escrito por Julio A. Mella o de
"Cuba: factoría yanqui" por Rubén Martínez
Villena, entre otros, que en igual medida penetran la esencia
revolucionaria del ideario martiano.
Es este el momento en que José Martí
comenzará a convertirse en ideólogo del siglo XX
cubano, deviniendo fuente nutricia, no sólo de la
generación del 30 sino también de las venideras,
pues sus ideas van a recoger las pautas esenciales para comenzar
la transformación revolucionaria de una República
plagada de vicios, corrupción, fraude y
desidia
.A raíz del cuartelazo del 10 de marzo de 1952 y
como consecuencia inmediata de este, va a emerger una
generación que va a combatir enérgica y virilmente
el statu quo impuesto por la
tiranía batistiana desde sólidas posiciones
asentadas profundamente en el pensamiento y la práctica
martianos. Surgía así la "Generación del
centenario" que devendría vanguardia del proceso
revolucionario y guía ideológica del pueblo
cubano.
A cien años de su nacimiento el Maestro estaba
siendo manipulado y desvirtuado en boca de políticos de
oficio que reducían su pensamiento a frases sueltas
repetidas hasta el cansancio. En innumerables ocasiones
Martí se había convertido en instrumento
prolífero de campañas electorales y en no menos
oportunidades su figura había sido utilizada de modo
infame para promocionar determinada actividad comercial: "Usted
puede honrar mejor el centenario regalando una o varias
canastillas martianas. El Encanto le facilita este festejo con
sus rebajas durante la tradicional semana martiana que este
año adquiere gran significación" (Garcés,
R., 1995, p.8).
La claridad intelectual de Raúl Roa había
previsto el camino que seguiría el país en los
próximos meses desde un artículo publicado en el
diario El Mundo: "Ese homenaje y esa recordación no pueden
reducirse a un culto abstracto o a una exaltación
farisaica. Hora es ya de clavar en la hoguera a quienes
traicionan su espíritu o mancillan su ideario. Hay que
arrebatarlo de manos purulentas y de labios
impuros"(Garcés, R., 1995, p.8).
El 26 de julio de 1953 la noticia del asalto al Cuartel
Moncada en Santiago de Cuba conmocionó a la isla.
Encarcelado y llevado a juicio el joven Fidel Castro,
máximo exponente de este grupo de combatientes
declaró a Martí como autor intelectual de la
acción realizada, expresando lo siguiente: "Parecía
que el Apóstol iba a morir en el año de su
centenario; que su memoria se
extinguiría para siempre ¡Tanta era la afrenta! ;
pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es
digno, su pueblo es fiel a su recuerdo (…) ¡Cuba, que
sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!"
(Castro, F., 1975, p.72).
A declarar el legado martiano como fundamento
ideológico de la acción emprendida, la juventud del
centenario daba continuidad a una revolución
inconclusa: la Revolución de Martí que comenzaba a
renovarse en su fase final a partir de julio del 53. El nexo
entre ambas épocas históricas quedaba claramente
develado por Fidel en el juicio del Moncada.
No cabe duda alguna de que la presencia y vigencia del
Apóstol en el proceso revolucionario desde 1895 hasta la
actualidad están sustentadas en la profundidad y alcance
de su ideario político-social, que por las mismas razones
constituye un componente ideológico esencial en el
proyecto socialista que desde enero del 59 se construye y
perfecciona.
El genio político de José Martí
está avalado esencialmente por el hecho de comprender como
con solo arrojar a España de
la isla no terminaba la obra de materializar su independencia. En
tal sentido el intelectual Carlos Rafael Rodríguez ha
señalado: " (…) lo singular de su rectoría
histórica consiste en que supo advertir (…) que la lucha
por él y sus compañeros emprendida, no era
más que una fase, vencida la cual se presentaría
otra faena mucho más profunda y difícil. Echar de
Cuba a España era indispensable; pero prepararnos para
impedir que los Estado Unidos
la sustituyeran en su predominio, afianzar una república
distinta a aquellas a que las revoluciones liberadoras en la
América
hispana habían dado paso, constituía la etapa
ulterior de ese proceso, sin la cual el objetivo de
los combatientes criollos quedaría trunco"
(Rodríguez, C., 1987, p.264) .
José Martí representa a finales del siglo
XIX una posición de claridad total. La comprensión
por él del inminente peligro del fenómeno
imperialista aún sin haber captado del todo la naturaleza
económica de su expansión, su toma de partido con
los pobres de la tierra al
pronunciarse por la incorporación del negro y el indio en
pie de igualdad a la
lucha revolucionaria de América Latina y la
concepción que tuvo acerca de la clase obrera
al definir a esta como la fuerza revolucionaria con la cual
podía contar para el inicio y desarrollo de
su proyecto político-emancipador por ser la clase que por
su situación de padecimiento, podía percibir la
verdad mejor que otras, bastan para tipificar a Martí como
el revolucionario radical que no solo estaba gestando una
revolución para fines del siglo sino que con su aguda
proyección histórica estaba construyendo una
revolución que se materializaría ya bien entrado el
siglo XX latinoamericano.
Elemento de importancia capital en el
legado martiano lo constituye la presencia de lo que, el
intelectual Cintio Vitier define en su obra "Ese sol del mundo
moral" como
ética
revolucionaria y que es la base de su prédica
político–social, ética que comprende ideas
claves como la continuidad y unidad de la lucha revolucionaria,
antirracismo, la toma de partido con los pobres de la tierra, el
antianexionismo y antimperialismo que le vienen dadas de los
hombres que antes de él, emprendieron la
transformación de su realidad, siempre en aras del
cumplimiento del deber y el sacrificio, condicionados por una
actitud
política y militante.
Al propio tiempo, la eticidad revolucionaria en
Martí, de acuerdo a un criterio del referido autor esta
sustentada en un sistema ético que diseña la vida
moral del hombre y permite apreciarla por el carácter de
la obra humana propia, original y libre en conformidad con su
virtud.
Cintio Vitier establece dos principios
rectores sobre los que se erige el sistema ético martiano:
la independencia y la autoctonía, concibiendo el decoro
como el eje alrededor del cual se mueve la eticidad martiana, el
decoro del hombre visto a través de la honra personal que
conquista el respeto
ajeno.
El uso del decoro propio para batallar por el decoro del
hombre tiene su fundamento en una idea rectora de la ética
martiana: "el ejercicio íntegro de sí y el respeto,
como de honor de familia, al
ejercicio íntegro de los demás; la pasión en
fin por el decoro del hombre" (Vitier, C., 1995,
p.42).
Martí brinda desde su concepción original
y militante de la vida humana la idea del completamiento del ser
humano, entendida como la búsqueda constante de la
libertad
espiritual vista en dos direcciones: hombres y pueblos; la
búsqueda de la necesaria cuota de calidad moral con
honradez, decoro y el amor como
legítimo sentimiento que libera al hombre de penas, odios
e imposiciones, que permitirá el conocimiento y
el ejercicio de la justicia al
darse a los demás en acciones
superiores que propicien el crecimiento moral del ser
humano.
De igual modo Cintio Vitier presenta a José
Martí como la continuidad moral de hombres de pensamiento
como José Agustín Caballero, José
María Heredia, Félix Varela y Morales y José de la
Luz y Caballero, que le brindaron en buena medida la obra de
creación moral a la que supo poner en actos sus principios
éticos, a saber: la pureza de conciencia, la rectitud
indomable de carácter, la claridad en las ideas de vivir y
pelear por la honra universal, con planteamientos originales que
le fueron legados por las
tendencias más sublimes de cubanos de pensamiento preclaro
y que llevó hasta sus últimas
consecuencias.
Es por ello que la ética revolucionaria del
Apóstol es acaso el componente más plausible y
activo de su ideario ético y cualquier análisis en ese sentido debe sustentarse
desde una óptica que permita integrar la ética del
hombre con sentido revolucionario que conduzca a su libertad
personal y la de su patria.
El ideario ético de José Martí
expresa la confianza en el hombre y en su cuota natural de
bondad, y lo logra porque él es un hombre tan cercano a la
vida plena que posibilita apreciar sus ideas vivas, pues no las
declara en nombre de dogmas sino de verdades que conquistan y
hacen comprender cada vez más la necesidad de
búsqueda de la calidad moral del
individuo.
Durante la etapa republicana la presencia martiana fue
acrecentando su influencia en la sociedad al transitar de un
periodo de frustración por la pérdida física del genio
organizador de la Guerra del 95
hasta llegar a considerarlo como autor intelectual de una
acción que abrió la ultima etapa de lucha hasta el
triunfo definitivo.
La necesidad del estudio de las ideas éticas de
José Martí adquiere particular importancia en la
formación e la nuevas generaciones de cubanos pues en este
se recogen los postulados educativos esenciales para la
formación de un hombre moral e intelectualmente superior,
capaz de materializar y sostener el proyecto
político-emancipador que el Maestro concibió para
Cuba y el resto de la América
Latina.
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Lic. Vero Edilio Rodríguez
Orrego
Profesor de la Universidad de
las Ciencias Informáticas.
La Habana. Cuba.