Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Andrés Bello




Enviado por elenaromero123



    1. Neoclasicismo
      Hispanoamericano
    2. Don Andrés
      Bello
    3. Silva a la
      Agricultura
    4. Conclusión
    5. Bibliografías

    Introducción

    El pensamiento de
    la
    ilustración influyó grandemente en la cultura y la
    política
    de Hispanoamérica. Al decir ello se entiende que fue
    notable su influencia. Puede vérsela hacia el siglo XVIII
    y en algunos decenios del XIX. Los ideólogos de la
    emancipación del continente y de su inmediata organización republicana debieron mucho de
    su formación a la nueva filosofía
    europea.

    Ese origen y las exigencias políticas
    de la época prendieron en la conciencia de los
    neoclásicos hispanoamericanos el interés
    por la libertad y la
    suerte de sus pueblos. Las ¡deas liberales -de lucha contra
    la tiranía y la intolerancia- movieron su pluma y
    levantaron su elocuencia.

    En nuestro país se encuentran durante la revolución
    de la Independencia:

    Simón Bolívar
    usó su pluma para defender y divulgar los principios
    republicanos, y a veces para expresar sus emociones y
    vivencias personales. Las creaciones literarias que
    marcarán pauta pertenecerán a los géneros de
    la prosa y la poesía
    de sabor neoclásico de Andrés
    Bello del cual en este trabajo se
    describe su bibliografía y uno de sus poemas Silva a
    la Agricultura A
    su lado, destaca la escritura
    genial de ruptura y parodia de Simón
    Rodríguez.


    Neoclasicismo y
    romanticismo

    En los
    inicios de la era republicana figuran cuatro grandes nombres de
    las letras venezolanas: Andrés Bello, Fermín Toro,
    Rafael María Baralt y Juan Vicente González. El
    más destacado poeta, de clara autenticidad
    romántica, se llama Juan Antonio Pérez
    Bonalde.

    Entre los costumbristas venezolanos están Daniel
    Mendoza, Francisco de Sales Pérez, Nicanor Bolet Peraza,
    Francisco Tosta García, Rafael Bolívar Alvarez,
    Rafael Bolívar Coronado y Miguel Mármol. Dos
    escritores de carácter señalan la
    transición hacia nuevas posiciones intelectuales
    y creadoras: Cecilio Acosta y Arístides Rojas.

    Aparte la obra y los hechos ingentes de los pensadores,
    científicos y hombres públicos del de entonces,…
    se descubre el doble estímulo de la libertad y de un
    positivismo
    material (que acelerase el progreso) en los discursos y
    páginas literarias de sus figuras más destacadas.
    El neoclasicismo,… en el campo de la poesía
    no vino sino tras la independencia hispanoamericana. Nacidos en
    el Ecuador,
    Venezuela y
    Cuba,
    respectivamente. Todos ellos pusieron en ejercicio un gusto
    inconfundiblemente neoclásico. Tuvieron
    predilección por los mismos autores.

    Se espera que este trabajo cumpla las expectativas del
    mismo.

    1.-
    Neoclasicismo Hispanoamericano

    El
    neoclasicismo o estilo neoclásico fue un
    movimiento
    cultural, artístico y literario que se desarrolló
    desde mediados del Siglo_XVIII
    hasta las primeras décadas del Siglo_XIX,
    en que después fue sustituido por el Romanticismo.
    Su origen viene de la reacción ante los "excesos"
    del barroco
    en el arte y
    especialmente el abuso decorativo de su última fase:
    el
    rococó.

    El neoclasicismo significó una vuelta a los
    contenidos
    grecorromanos
    y se buscaba nuevamente el equilibrio y
    la armonía entre los diferentes elementos.

    En
    Hispanoamérica, tuvo gran
    influencia en la cultura y política. Creo gran
    interés por la libertad y la suerte de sus pueblos; las
    ideas liberales de lucha contra la tiranía y la
    intolerancia. Varias de las manifestaciones reconocidas son la
    poesía neoclásica y la poesía
    gauchesca
    que se originó más tarde.

    Características y
    manifestaciones

    El neoclasicismo trató de imitar a los

    griegos y
    romanos. Su principal característica es
    la belleza fría y sin alma. La
    sátira y la burla identificaban la prosa
    y el verso;
    algunos críticos nombraron esa literatura
    como prerrevolucionaria,
    por su intención y por haber antecedido a las guerras de la
    independencia americana. Todo esto se generó cuando
    comenzaron las críticas contra las autoridades que
    representaban la corona española.

    La poesía neoclásica se distinguió
    principalmente por su lírica de contenido ligero, con
    temas sobre el amor,
    mitología, asuntos bíblicos, civiles
    y progresistas. También por el renacimiento
    de la fábula,
    el epigrama
    y otras composiciones festivas y moralizantes, introducción del paisaje y de personajes
    locales, incluyendo la flora y la fauna. Auge de la
    poesía patriota, en forma de odas
    e himnos heroicos, sobre hechos de las guerras de la
    independencia.

    Además una entrada al léxico
    poético de voces regionales o populares y la
    aparición en el
    Río de la Plata de la
    poesía
    gauchesca, que se explicará mas adelante. Hubo
    también una poesía revolucionaria, aunque de
    valor
    estético limitado. Ésta celebraba los triunfos de
    las armas americanas,
    enaltecía a los héroes de la guerra,
    promovía el entusiasmo nacional y atacaba a España,
    sus hombres y sus actos. Esta poesía se ha recogido en
    cancioneros, y algunas de las composiciones son anónimas,
    mientras que otras aparecen firmadas.

    En la prosa, los fenómenos fueron los siguientes:
    el surgimiento del periodismo
    político, social y económico, como medio de
    difusión de la nueva ideología y revolución. Una
    preferencia por los ensayos,
    proclamas, historias y discursos; el nacimiento de la verdadera
    novela
    realista hispanoamericana en México.
    Un ejemplo de este genero son los
    himnos nacionales escritos en este estilo. Aunque el periodismo
    fue la actividad literaria más inmediata y directa, la
    prosa revolucionaria es riquísima en memorias,
    autobiografías, cartas,
    discursos, artículos, ensayos,
    panfletos y traducciones. En el teatro, sin
    embargo, no hubo grandes novedades. Se representaban las comedias
    y tragedias del repertorio clásico español.
    Hubo, con todo, intentos de teatro popular, que pueden
    considerarse como los precursores de los teatros realistas
    locales. El monólogo o unipersonal tuvo bastante auge en
    esos momentos.

    Los temas preferidos por los neoclásicos
    hispanoamericanos fueron de libertad y progreso inspirados por
    los generales
    Simón Bolívar,
    Sucre
    y
    José de San Martín. El
    máximo representante de la época es
    José Joaquín Olmedo
    (1780-1847), ecuatoriano
    que compuso una famosa oda en elogio a
    Simón Bolívar La victoria de
    Junín. También está
    José María Heredia
    (1803-1839), cubano
    y humanista,
    autor de dos célebres odas:
    En el
    teocalli de Cholula y
    Niágara.

    2.- Don
    Andrés Bello

    Humanista y creador sublime, Andrés Bello figura
    como máximo representante de la nueva civilización
    hispanoamericana. Maestro de Bolívar, polígrafo
    insigne, gramático y filólogo original, es
    también un príncipe de la poesía castellana.
    Poseía una firme vocación creadora

    Don Andrés Bello nació en Caracas el 29 de
    noviembre de 1781y falleció en Santiago de Chile el 15 de
    octubre de 1865. Humanista, poeta, legislador, filósofo,
    educador, crítico y filólogo; en suma, autor de una
    obra poligráfica que constituye la base más
    sólida de la naciente civilización
    hispanoamericana. Fue hijo primogénito de Bartolomé
    Bello y Ana Antonia López.

    Andrés Bello vivió su infancia y
    juventud,
    hasta los 29 años, en Caracas. Cursó las primeras
    letras en la "Academia" de Ramón
    Vanlosten. Desde niño tuvo pasión por la lectura,
    particularmente de los clásicos del Siglo de Oro
    español. Frecuenta el Convento de Las Mercedes, donde
    aprende Latín, con el Padre Cristóbal Quesada. A
    la muerte de
    éste (1796), Bello traduce el libro V de la
    Eneida. Estudió desde 1797 en la Real y Pontificia
    Universidad de
    Caracas y se graduó de Bachiller en Artes, el 14 de junio
    de 1800. 

    Cuando Alejandro de Humboldt visita a Caracas, Bello lo
    conoce y lo acompaña en la subida a la cima del monte
    Ávila. 

    Estudia Derecho y también Medicina.
    Imparte clases a particulares, entre otros a Simón
    Bolívar; y comienza a perfilarse como literato. Sus
    traducciones de versos del latín, del francés, y
    sus adaptaciones de poemas clásicos, junto a poesías
    originales, le han dado prestigio, y un cognomento, el cisne del
    Anauco. Estudiaba por su propia cuenta francés e inglés

    En 1802, es nombrado Oficial Segundo de la
    Secretaría de la Capitanía General de Venezuela, en
    cuyo desempeño mereció honores, como el
    de Comisario de Guerra, otorgado en 1807.

    En julio de 1806, Bello solicita en arrendamiento
    perpetuo a su nombre y en el de su madre y hermanos, unas tierras
    en las laderas de la fila de Mariches, al Este de Caracas, para
    dedicarlas al cultivo de café.
    Su solicitud es aprobada.

    En 1808, con la introducción desde Trinidad de la
    imprenta de
    Mateo Gallagher y Jaime Lamb, Bello se convierte en el redactor
    de la Gaceta de Caracas. 

    En 1810, ya en pleno inicio del movimiento
    autonómico, Bello es ascendido por la Junta Suprema a
    Oficial Primero de la Secretaría de Relaciones
    Exteriores.

    Las pocas obras juveniles de Bello conservadas tienen
    fecha imprecisa. Compuso algunas poesías: el poema A la
    Vacuna, la oda Al Anauco; el soneto A una Artista; la
    égloga Tirsis habitador del Tajo umbrío; el romance
    A un Samán; la oda A la Nave, y los sonetos A la victoria
    de Bailén y Mis Deseos.

    Escribió también los dramas Venezuela
    consolada y España restaurada, así como el Resumen
    de la Historia de
    Venezuela, la más antigua prosa que poseemos del gran
    humanista.

    Embajador de las letras y del pensamiento
    emancipador

    El 10 de junio de 1810, en la corbeta inglesa "General
    Wellington", parte de Venezuela hacia Londres acompañando
    a Simón Bolívar y a Luís López
    Méndez, en la misión
    diplomática nombrada por la Junta de Gobierno de
    Caracas cerca del gobierno inglés. Permanecerá en
    Londres hasta 1829, pasando por épocas de penuria y
    estrecheces.

    Su amistad con
    Francisco de Miranda le permite el uso de su biblioteca, en
    Grafton Street, que fue una auténtica revelación
    cultural para Bello, pues aprovecha al máximo tan rico
    acervo humanístico.

    En 1813, solicita ser incluido en la amnistía que
    había acordado España a los patriotas americanos.
    En 1814, se casa con María Ana Boyland, de la que enviuda
    en 1821, de este matrimonio tiene
    tres hijos.

    En 1815, solicita un puesto al Gobierno de Cundinamarca,
    pero la petición no llega a su destino, ya que las tropas
    de Pablo Morillo interceptan el mensaje.

    En 1822, es designado Secretario Interino de la
    Legación de Chile en Londres a cargo de Antonio
    José de Irisarri; participa en la fundación de la
    Sociedad de
    Americanos, que promovió la publicación de dos
    grandes revistas: la Biblioteca Americana (1823), y El Repertorio
    Americano (1826-1827).

    En 1824, se casa con Isabel Antonia Dunn, de cuyo
    matrimonio nacerán 13 hijos. En 1825, se encarga de la
    Secretaría de la Legación de la Gran Colombia. En
    1826, es elegido Miembro de Número de la Academia
    Nacional, que se había creado en Bogotá. En 1828,
    se le nombra Cónsul General en París, pero decide
    trasladarse a Santiago de Chile en 1829.

    Sus trabajos en Londres abarcan una considerable lista
    de asuntos políticos, diplomáticos y
    hacendísticos americanos a él confiados;
    investigó frecuentemente en el Museo Británico;
    completa sus conocimientos lingüísticos,
    filológicos y de historia literaria; se
    prepara en experiencias diplomáticas y en estudios de
    Derecho Internacional; se dedica a la enseñanza privada; dirige publicaciones;
    llena sus páginas con escritos de carácter
    enciclopédico; crea sus más grandes poemas
    originales, entre ellos la silva Alocución a la
    Poesía, que imprime en 1823 y la silva a La Agricultura de
    la Zona Tórrida , que ve luz en 1826.
    Elabora estudios de crítica
    y de historia literaria y filológica. Realiza traducciones
    del francés y del inglés, y elabora investigaciones
    sobre el idioma castellano
    (ortografía, etimología).

    El 14 de febrero de 1829, parte de Londres y llega a
    Valparaíso el 25 de junio, a bordo del bergantín
    inglés "Grecian" y permanecerá en Chile hasta su
    muerte. Reside
    durante los últimos años de su vida en Santiago de
    Chile, salvo los años que vivió en
    Valparaíso y en la hacienda de los
    Carrera. 

    En 1829, es nombrado Oficial Mayor del Ministerio de
    Hacienda chileno; y en 1830, se le designa Rector del Colegio de
    Santiago. El mismo año se inicia la publicación de
    El Araucano, del cual fue el principal redactor.

    En 1831, inicia su actividad como maestro en su propio
    domicilio y en 1832, publica la primera edición
    de Los Principios del Derecho de Jentes que luego se
    transformó en Los Principios de Derecho
    Internacional. En este mismo año es nombrado miembro
    de la Junta de Educación y luego el
    Congreso de Chile lo declara ciudadano legal de ese
    país.

    En 1835, publica los Principios de Ortología y
    Métrica; en 1937, es elegido Senador de la
    República, y lo fue hasta su muerte. En 1840, empieza sus
    trabajos que culminarán en el Código
    Civil; en 1841, publica Análisis Ideológica de los Tiempos
    de la Conjugación Castellana y el poema El Incendio de la
    Compañía.

    En 1842, se funda la Universidad de Chile y Andrés
    Bello es su rector en 1843. En 1848, publica la
    Cosmografía o Descripción del Universo; en
    1850, publica la Historia de la Literatura; en 1851, es
    designado Miembro Honorario de la Real Academia Española
    y, en 1861, Miembro Correspondiente.

    En 1864, se le elige árbitro para resolver una
    diferencia internacional entre el Ecuador y los Estados Unidos y,
    en 1865, es elegido para ser árbitro en la controversia
    entre Perú y Colombia.

    La finalidad primordial del trabajo de Bello se puede
    sintetizar en el "proyecto
    civilizador" en pro de los países llegados a la
    independencia nacional, después de la dura lucha por
    conseguirla. Se propone a sentar las bases de civilización
    y cultura, requeridas por las sociedades
    hispanoamericanas, al advenir a la situación de pueblos
    emancipados.

    La gran pregunta que Bello se formula, es sin duda,
    cuál debía ser la educación de cada
    pueblo, para desarrollar la cultura peculiar, equilibrada,
    sólida, totalizadora, a fin de construir el futuro.
    Además, su mayor preocupación fue cómo
    definir "las bases jurídicas del Estado". 

    Sin embargo, la gran preocupación de Bello fue siempre
    la educación, su dedicación a los temas de la
    enseñanza desde la docencia
    superior hasta la escuela primaria
    y su interés por divulgar el
    conocimiento de las ciencias.

    Sobre estos firmes pilares (organización del Estado,
    vida internacional, lenguaje,
    educación y formación del buen gusto) edifica su
    obra ingente. Bello fue un gran humanista, un gran educador. Como
    lo dice su biógrafo Miguel Luis Amunátegui, "puede
    afirmarse sin inexactitud que pasó la vida
    enseñando".

    3.- Silva a la Agricultura
    de la Zona Tórrida

    El mundo tropical, la  zona tórrida del planeta,
    ha inspirado a través de la historia no pocas elocuentes
    palabras, escritas para ensalzarla. Y otras veces para injusto
    vilipendio. En unas con ribetes de exageración, suelen
    olvidarse no solo evidentes limitantes, sino también la
    extraordinaria variedad  del paisaje y los lugares, que
    están lejos de la uniformidad que a veces identifica la
    región como no más que selvas 
    húmedas,  cálidas  e  impenetrables.
      Con facilidad nos olvidamos en esta percepción
    de las gélidas montañas y la vastedad árida
    de los bordes tropicales. Pero si bien no dejan de ser tan
    sugestivos como falsos los textos deterministas — que de pronto
    aquí reproduciremos como contribución documental a
    los estudios tropicales — más vale el ejemplo de la
    visualización romántica de lo que para muchos es un
    paraíso, al que sólo le llegan la alabanza
    naturalista de un Humboldt o el arrebatado cantar de los poetas.
    Y nadie, de veras, lo lograría tan bien como don
    Andrés Bello, en esta obra maestra del romanticismo
    decimononico.

    ¡Salve, fecunda zona,
    que al sol enamorado circunscribes
    el vago curso, y cuanto ser se anima
    en cada vario clima,
    acariciada de su luz, concibes!
    Tú tejes al verano su guirnalda
    de granadas espigas; tú la uva
    das a la hirviente cuba;
    no de purpúrea fruta, o roja, o gualda,
    a tus florestas bellas
    falta matiz alguno; y bebe en ellas
    aromas mil el viento;
    y greyes van sin cuento
    paciendo tu verdura, desde el llano
    que tiene por lindero el horizonte,
    hasta el erguido monte,
    de inaccesible nieve siempre cano.
    Tú das la caña hermosa,
    de do la miel se acendra,
    por quien desdeña el mundo los panales;
    tú en urnas de coral cuajas la almendra
    que en la espumante jícara rebosa;
    bulle carmín viviente en tus nopales,
    que afrenta fuera al múrice de Tiro;
    y de tu añil la tinta generosa
    émula es de la lumbre del zafiro.
    El vino es tuyo, que la herida agave
    para los hijos vierte
    del Anahuac feliz; y la hoja es tuya,
    que, cuando de süave
    humo en espiras vagorosas huya,
    solazará el fastidio al ocio inerte.
    Tú vistes de jazmines
    el arbusto sabeo ,
    y el perfume le das, que en los festines
    la fiebre insana
    templará a Lico.
    Para tus hijos la procera palma
    su vario feudo cría,
    y el ananás sazona su ambrosía;
    su blanco pan la yuca ;
    sus rubias pomas la patata educa;
    y el algodón
    despliega al aura leve
    las rosas de oro y el
    vellón de nieve.
    Tendida para ti la fresca parcha
    en enramadas de verdor lozano,
    cuelga de sus sarmientos trepadores
    nectáreos globos y franjadas flores;
    y para ti el maíz, jefe
    altanero
    de la espigada tribu, hincha su grano;
    y para ti el banano
    desmaya al peso de su dulce carga;
    el banano, primero
    de cuantos concedió bellos presentes
    Providencia a las gentes
    del ecuador feliz con mano larga.
    No ya de humanas artes obligado
    el premio rinde opimo;
    no es a la podadera, no al arado
    deudor de su racimo;
    escasa industria
    bástale, cual puede
    hurtar a sus fatigas mano esclava;
    crece veloz, y cuando exhausto acaba,
    adulta prole en torno le
    sucede.
    Mas ¡oh! ¡si cual no cede
    el tuyo, fértil zona, a suelo alguno,
    y como de natura esmero ha sido,
    de tu indolente habitador lo fuera!
    ¡Oh! ¡si al falaz rüido,
    la dicha al fin supiese verdadera
    anteponer, que del umbral le llama
    del labrador sencillo,
    lejos del necio y vano
    fasto, el mentido brillo,
    el ocio pestilente ciudadano!
    ¿Por qué ilusión funesta
    aquellos que fortuna hizo señores
    de tan dichosa tierra y
    pingüe y varia,
    el cuidado abandonan
    y a la fe mercenaria
    las patrias heredades,
    y en el ciego tumulto se aprisionan
    de míseras ciudades,
    do la ambición proterva
    sopla la llama de civiles bandos,
    o al patriotismo la desidia enerva;
    do el lujo las costumbres atosiga,
    y combaten los vicios
    la incauta edad en poderosa liga?
    No allí con varoniles ejercicios
    se endurece el mancebo a la fatiga;
    mas la salud estraga en
    el abrazo
    de pérfida hermosura,
    que pone en almoneda los favores;
    mas pasatiempo estima
    prender aleve en casto seno el fuego
    de ilícitos amores;
    o embebecido le hallará la aurora
    en mesa infame de ruinoso juego.
    En tanto a la lisonja seductora
    del asiduo amador fácil oído
    da la consorte; crece
    en la materna escuela
    de la disipación y el galanteo
    la tierna virgen, y al delito
    espuela
    es antes el ejemplo que el deseo.
    ¿Y será que se formen de ese modo
    los ánimos heroicos denodados
    que fundan y sustentan los estados?
    ¿De la algazara del festín beodo,
    o de los coros de liviana danza,
    la dura juventud saldrá, modesta,
    orgullo de la patria, y esperanza?
    ¿Sabrá con firme pulso
    de la severa ley regir el
    freno;
    brillar en torno aceros homicidas
    en la dudosa lid verá sereno;
    o animoso hará frente al genio altivo
    del engreído mando en la tribuna,
    aquel que ya en la cuna
    durmió al arrullo del cantar lascivo,
    que riza el pelo, y se unge, y se atavía
    con femenil esmero,
    y en indolente ociosidad el día,
    o en criminal lujuria pasa entero?
    No así trató la triunfadora Roma
    las artes de la paz y de la guerra;
    antes fió las riendas del estado
    a la mano robusta
    que tostó el sol y
    encalleció el arado;
    y bajo el techo humoso campesino
    los hijos educó, que el conjurado
    mundo allanaron al valor latino.
    ¡Oh! ¡los que afortunados poseedores
    habéis nacido de la tierra
    hermosa,
    en que reseña hacer de sus favores,
    como para ganaros y atraeros,
    quiso Naturaleza
    bondadosa!
    romped el duro encanto
    que os tiene entre murallas prisioneros.
    El vulgo de las artes laborioso,
    el mercader que necesario al lujo
    al lujo necesita,
    los que anhelando van tras el señuelo
    del alto cargo y del honor ruidoso,
    la grey de aduladores parasita,
    gustosos pueblen ese infecto caos;
    el campo es vuestra herencia; en
    él gozaos.
    ¿Amáis la libertad? El campo habita,
    o allá donde el magnate
    entre armados satélites
    se mueve,
    y de la moda, universal
    señora,
    va la razón al triunfal carro atada,
    y a la fortuna la insensata plebe,
    y el noble al aura popular adora.
    ¿O la virtud amáis? ¡Ah, que el retiro,
    la solitaria calma
    en que, juez de sí misma, pasa el alma
    a las acciones
    muestra,
    es de la vida la mejor maestra!
    ¿Buscáis durables goces,
    felicidad, cuanta es al hombre
    dada
    y a su terreno asiento, en que vecina
    está la risa al llanto, y siempre, ¡ah! siempre
    donde halaga la flor, punza la espina?
    Id a gozar la suerte campesina;
    la regalada paz, que ni rencores
    al labrador, ni envidias acibaran;
    la cama que mullida le preparan
    el contento, el trabajo, el
    aire puro;
    y el sabor de los fáciles manjares,
    que dispendiosa gula no le aceda;
    y el asilo seguro
    de sus patrios hogares
    que a la salud y al regocijo hospeda.
    El aura respirad de la montaña,
    que vuelve al cuerpo laso
    el perdido vigor, que a la enojosa
    vejez retarda
    el paso,
    y el rostro a la beldad tiñe de rosa.
    ¿Es allí menos blanda por ventura
    de amor la llama,
    que templó el recato?
    ¿O menos aficiona la hermosura
    que de extranjero ornato
    y afeites impostores no se cura?
    ¿O el corazón
    escucha indiferente
    el lenguaje
    inocente
    que los afectos sin disfraz expresa,
    y a la intención ajusta la promesa?
    No del espejo al importuno ensayo
    la risa se compone, el paso, el gesto;
    ni falta allí carmín al rostro honesto
    que la modestia y la salud colora,
    ni la mirada que lanzó al soslayo
    tímido amor, la senda al alma ignora.
    ¿Esperaréis que forme
    más venturosos lazos himeneo,
    do el interés barata,
    tirano del deseo,
    ajena mano y fe por nombre o plata,
    que do conforme gusto, edad conforme,
    y elección libre, y mutuo ardor los ata?
    Allí también deberes
    hay que llenar: cerrad, cerrad las hondas
    heridas de la guerra; el fértil suelo,
    áspero ahora y bravo,
    al desacostumbrado yugo torne
    del arte humana, y le tribute esclavo.
    Del obstrüido estanque y del molino
    recuerden ya las aguas el camino;
    el intrincado bosque el hacha rompa,
    consuma el fuego; abrid en luengas calles
    la oscuridad de su infructuosa pompa.
    Abrigo den los valles
    a la sedienta caña;
    la manzana y la pera
    en la fresca montaña
    el cielo olviden de su madre España;
    adorne la ladera
    el cafetal; ampare
    a la tierna teobroma en la ribera
    la sombra maternal de su bucare ;
    aquí el vergel, allá la huerta ría…
    ¿Es ciego error de ilusa fantasía?
    Ya dócil a tu voz, agricultura,
    nodriza de las gentes, la caterva
    servil armada va de corvas hoces.
    Mírola ya que invade la espesura
    de la floresta opaca; oigo las voces,
    siento el rumor confuso; el hierro
    suena,
    los golpes el lejano
    eco redobla; gime el ceibo anciano,
    que a numerosa tropa
    largo tiempo
    fatiga;
    batido de cien hachas, se estremece,
    estalla al fin, y rinde el ancha copa.
    Huyó la fiera; deja el caro nido,
    deja la prole implume
    el ave, y otro bosque no sabido
    de los humanos va a buscar doliente…
    ¿Qué miro? Alto torrente
    de sonorosa llama
    corre, y sobre las áridas rüinas
    de la postrada selva se derrama.
    El raudo incendio a gran distancia brama,
    y el humo en negro remolino sube,
    aglomerando nube sobre nube.
    Ya de lo que antes era
    verdor hermoso y fresca lozanía,
    sólo difuntos troncos,
    sólo cenizas quedan; monumento
    de la lucha mortal, burla del viento.
    Mas al vulgo bravío
    de las tupidas plantas
    montaraces,
    sucede ya el fructífero plantío
    en muestra ufana de ordenadas haces.
    Ya ramo a ramo alcanza,
    y a los rollizos tallos hurta el día;
    ya la primera flor desvuelve el seno,
    bello a la vista, alegre a la esperanza;
    a la esperanza, que riendo enjuga.
    del fatigado agricultor la frente,
    y allá a lo lejos el opimo fruto,
    y la cosecha apañadora pinta,
    que lleva de los campos el tributo,
    colmado el cesto, y con la falda en cinta,
    y bajo el peso de los largos bienes
    con que al colono acude,
    hace crujir los vastos almacenes.
    ¡Buen Dios! no en vano sude,
    mas a merced y a compasión te mueva
    la gente agricultora
    del ecuador, que del desmayo triste
    con renovado aliento vuelve ahora,
    y tras tanta zozobra, ansia, tumulto,
    tantos años de fiera
    devastación y militar insulto,
    aún más que tu clemencia antigua implora.
    Su rústica piedad, pero sincera,
    halle a tus ojos gracia; no el risueño
    porvenir que las penas le aligera,
    cual de dorado sueño
    visión falaz, desvanecido llore;
    intempestiva lluvia no maltrate
    el delicado embrión; el diente impío
    de insecto roedor no lo devore;
    sañudo vendaval no lo arrebate,
    ni agote al árbol el materno jugo
    la calorosa sed de largo estío.
    Y pues al fin te plugo,
    árbitro de la suerte soberano,
    que, suelto el cuello de extranjero yugo,
    erguiese al cielo el hombre
    americano,
    bendecida de ti se arraigue y medre
    su libertad; en el más hondo encierra
    de los abismos la malvada guerra,
    y el miedo de la espada asoladora
    al suspicaz cultivador no arredre
    del arte bienhechora,
    que las familias nutre y los estados;
    la azorada inquietud deje las almas,
    deje la triste herrumbre los arados.
    Asaz de nuestros padres malhadados
    expiamos la bárbara conquista.
    ¿Cuántas doquier la vista
    no asombran erizadas soledades,
    do cultos campos fueron, do ciudades?
    De muertes, proscripciones,
    suplicios, orfandades,
    ¿quién contará la pavorosa suma?
    Saciadas duermen ya de sangre ibera
    las sombras de Atahualpa y Moctezuma.
    ¡Ah! desde el alto asiento,
    en que escabel te son alados coros
    que velan en pasmado acatamiento
    la faz ante la lumbre de tu frente,
    (si merece por dicha una mirada
    tuya la sin ventura humana gente),
    el ángel nos envía,
    el ángel de la paz, que al crudo ibero
    haga olvidar la antigua tiranía,
    y acatar reverente el que a los hombres
    sagrado diste, imprescriptible fuero;
    que alargar le haga al injuriado hermano,
    (¡ensangrentó la asaz!) la diestra inerme;
    y si la innata mansedumbre duerme,
    la despierte en el pecho americano.
    El corazón lozano
    que una feliz oscuridad desdeña,
    que en el azar sangriento del combate
    alborozado late,
    y codicioso de poder o
    fama,
    nobles peligros ama;
    baldón estime sólo y vituperio
    el prez que de la patria no reciba,
    la libertad más dulce que el imperio,
    y más hermosa que el laurel la oliva.
    Ciudadano el soldado,
    deponga de la guerra la librea;
    el ramo de victoria
    colgado al ara de la patria sea,
    y sola adorne al mérito la gloria.
    De su trïunfo entonces, Patria mía,
    verá la paz el suspirado día;
    la paz, a cuya vista el mundo llena
    alma, serenidad y regocijo;
    vuelve alentado el hombre a la faena,
    alza el ancla la nave, a las amigas
    auras encomendándose animosa,
    enjámbrase el taller, hierve el cortijo,
    y no basta la hoz a las espigas.
    ¡Oh jóvenes naciones, que ceñida
    alzáis sobre el atónito occidente
    de tempranos laureles la cabeza!
    honrad el campo, honrad la simple vida
    del labrador, y su frugal llaneza.
    Así tendrán en vos perpetuamente
    la libertad morada,
    y freno la ambición, y la ley templo.
    Las gentes a la senda
    de la inmortalidad, ardua y fragosa,
    se animarán, citando vuestro ejemplo.
    Lo emulará celosa
    vuestra posteridad; y nuevos nombres
    añadiendo la fama
    a los que ahora aclama,
    «hijos son éstos, hijos,
    (pregonará a los hombres)
    de los que vencedores superaron
    de los Andes la cima;
    de los que en Boyacá, los que en la arena
    de Maipo, y en Junín, y en la campaña
    gloriosa de Apurima,
    postrar supieron al león de España».

    Andrés Bello (1781-1865) publicó por primera vez
    este poema en el Repertorio Americano, Londres, I, p.
    7-18, 1826.

    4.-
    Conclusión

    Revisando lo investigado se puede concluir que casi todos los
    críticos neoclásicos intentaron formular una
    teoría
    explicativa de la función de
    la literatura, la naturaleza del proceso
    creador y los procedimientos de
    componer una obra literaria.

    No eran autoritarios, sino racionalistas. Se entendería
    mal lo de "racionalista" si se creyese que se concibe como obra
    de la inteligencia,
    con exclusión del sentimiento y de la
    imaginación.

    Ni siquiera los críticos más rígidos y de
    carácter formalista se olvidaban de decir que los poetas
    necesitan "inspiración" o "imaginación".

    Del mismo modo se subraya en la reacción del lector en
    elemento racional: la participación del juicio. La norma
    la daba el gusto educado, el gusto de quienes poseían
    experiencia y conocimientos, el gusto del lector ideal, instruido
    y culto.

    El concepto esencial
    de la teoría neoclásica era la "imitación de
    la naturaleza". El término "imitación de la
    naturaleza" podía albergarse desde casi todas las
    variantes del arte: desde el naturalismo estricto a la más
    abstracta idealización, con todos los grados
    intermedios.

    Pero buscaba sobre todo el principio de la universalidad, que
    presenta dos facetas claras: por un lado podía significar
    y así ocurrió en los mejores escritos de aquel
    tiempo, un apelar a lo universal que hiciese comprensibles, en
    cualquier tiempo y lugar, las máximas creaciones.

    Lo que nadie puede negar es que las reglas ejercieron una
    influencia paralizadora aún sobre los más grandes
    escritores. Sin embargo, a la lírica la trataban con
    independencia según sus formas: odas, elegía,
    sátira…

    La preferencia social de la época por el estilo elevado
    y el hecho de que Aristóteles tratase de la tragedia y la
    épica, y Horacio de la dramática, concentraron el
    interés de los tratadistas en estas dos formas y
    contribuyeron a establecer una minuciosa jerarquía de los
    géneros: pero las razones exactas de ellas distaban de
    estar claras. Las bases reales de la clasificación eran
    variadísimas, a menudo muy confusas.

    Desde un principio hubo quienes combatieron la teoría
    de los géneros en su conjunto, pero todo se reducía
    a argumentar a favor de un nuevo género o a
    afirmar la libertad e independencia frente a las reglas.
    Había escritores que concebían la poesía
    como puro deleite, pero lo más críticos
    veían en la utilidad moral el fin
    primordial.

    En líneas generales, el problema de arte y moral era
    insoluble y el siglo XVIII estuvo todo él ocupado en
    deslindar las diferencias entre lo bueno, lo útil, lo
    verdadero y lo bello. Tan sólo desde ese momento
    podían volver a formularse las relaciones entre arte y
    moralidad.

    . Bien o mal, la crítica entendía la literatura
    como parte de la política (en el sentido más
    amplio), y al poeta, quiérase o no, como modelador y
    confortador de almas.

    En el estudio de la literatura se atendía, cada vez
    más, al marco y ambiente en
    que se desenvuelve.

    Empezó a discutirse la influencia de la estabilidad
    social, la paz y la guerra, la libertad y el despotismo, sobre la
    creación literaria.Poco a poco fue tomando cuerpola
    idea  de que el carácter nacional ejerce funcion
    determinante en la literatura.

    La historia de la literatura solía reducirse en los
    límites
    de lo nacional, pues el patriotismo fue una de sus principales
    razones de ser; pero rápidamente creció el conocimiento
    de la actividad literaria de las otras naciones.

    Así pues, vemos que hacía mediados del siglo
    XVIII, la extrema tensión a que estaba sometido el credo
    neoclásico le hace desgarrarse con la mayor violencia e
    ímpetu.

    Bibliografías

    www.monografias.com

    www.google.com

    www.altavista.com

    www.puroveinte.com

     

     

    Autor:

    Alcalá Bermúdez, Angel
    Daniel

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter