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El concepto de derecho



    1. Roma
    2. El paisaje
      urbano
    3. Puntos de
      interés
    4. Historia
    5. Orígenes legendarios de
      Roma
    6. Los reyes de
      Roma
    7. La organización de la
      monarquía romana
    8. República de
      Roma
    9. Conquista de la península
      itálica (510-264 a.c.)
    10. Hegemonía
      exterior
    11. Las Guerras Púnicas y
      Macedónicas
    12. Conflictos
      internos
    13. La ascensión de
      César
    14. Imperio de
      Roma
    15. Augusto y la dinastía
      Julia-Claudia
    16. Dinastías del los
      Flavios y los Antoninos (69-192)
    17. Decadencia y caída del
      Imperio
    18. El declive de la
      ciudad
    19. La gloria
      papal
    20. Capital
      nacional
    21. Derecho
      romano
    22. Compilación
      legal
    23. Corpus Iuris
      Civilis
    24. Importancia de la obra
      jurídica de Justiniano
    25. El Código de
      Justiniano

    Etimológicamente la palabra Derecho proviene de
    los vocablos latinos Dirigere, Regere, que significan dirigir,
    gobernar. En sentido metafórico o figurado, deriva de la
    voz latina Directum, o sea lo que está de acuerdo o
    conforme a la regla, la cual a su vez proviene del adjetivo
    Directus, que significa Dirigir, Conducir, lo derecho, lo recto,
    lo rígido, ello da una idea de Dirección, Rectitud, Disciplina,
    Conducción.

    Así pues, desde el punto de vista
    etimológico, la palabra derecho proviene del
    latín directum, la cual deriva de dirigere
    (enderezar, dirigir, encaminar), a su vez, de regere, rexi,
    rectum
    (conducir, guiar, conducir rectamente,
    bien).

    Por extraño que parezca, ‘derecho no
    desciende de una palabra latina y de morfología
    semejante e igual significado. La palabra latina que corresponde
    a derecho (o a sus equivalentes en las lenguas modernas)
    es iusde antigua raíz indoiránica, agregando
    que primeramente, los romanos usaron ius que significa
    así el lugar o acto de administrar justicia y de
    hecho, esta raíz ha que en el lenguaje
    moderno, en la palabra jurisprudencia.

    En la perspectiva lingüística, derecho proviene
    de la sánscrita riyat, la griega erektos la
    celta y germánica raitht o raith, la
    escandinava Ret, la inglesa right o la alemana
    antigua Reht, las que unidas al prefijo di fueron
    incorporadas posteriormente, formando, la voz directum y
    su derivaciones en las lenguas romances direito o
    direito (portugués), drecht (provenzal),
    droit (francés), dret (catalán),
    drept (rumano), o diritto o dirito
    (italiano).

    En la visión histórica, la base del
    sistema
    jurídica se origina en la antigua Roma donde se
    usó el latín como lenguaje
    propio para la literatura jurídica y
    para este ámbito, los romanos prefirieron la palabra
    ius, cuyo significado estuvo vinculado con el lugar donde
    se tomaron las decisiones judiciales y de ahí, la
    raíz de la palabra jurisprudencia, que
    sirvió y sirve para designar los actos de administración de la justicia, y
    también se usó para indicar las fórmulas o
    reglas en que se basaban tales pronunciamientos.

    Por otra parte, de la latina ius devino el verbo
    iurare (jurar) que reafirma el sentido ceremonial del vocablo y
    de su origen indoiránico conservó parte de su
    significado místico o ritual, porque se lo asimiló
    a sus sinónimos de purificación, felicidad y
    salud, lo
    realizado según el culto, esto es, una expresión
    fundamental de un código
    religioso o mágico.

    En su acepción más moderna, ius
    hace referencia al Derecho como conjunto de reglas que imperan
    coactivamente en una comunidad o para
    el enunciado de los principios y
    derechos
    fundamentales de las personas.

    Cuando se habla de derecho esta palabra tiene dos
    acepciones:

    A) PRINCIPIOS DOGMÁTICOS
    FUNDAMENTALES:

    1. Derecho objetivo: Es
    el conjunto de normas
    jurídicas por las que se rige una sociedad y que
    se pueden imponer a un sujeto por la fuerza por su
    carácter de obligatoriedad.

    2. Derecho subjetivo: Es la facultad que el ordenamiento
    jurídico concede a un particular para determinadas cosas.
    Por ejemplo, una persona puede
    tener derecho a la propiedad de
    una determinada cosa.

    B) CONCEPTOS ROMANOS: IUS, FAS, IURIS PRAECEPTA Y
    MORES MAIORUM.

    La palabra Ius significa derecho en el sentido de
    derecho objetivo. En el sentido subjetivo se usa Ius más
    el nombre del derecho al que se refiere. Por ejemplo: Ius
    commercium, derecho a comerciar. Sin embargo la palabra Ius
    también se identifica con el término justicia
    equiparándose a lo bueno o lo justo.

    En la época arcaica aparece la dualidad entre Ius
    y Fas aunque al principio los dos conceptos estaban unidos. Ius
    era lo justo mientras que Fas era lo lícito. En aquella
    época se utilizaban como adjetivos. Fas es la
    condición divina de la licitud de una conducta.
    Recordemos que en aquellos tiempos el derecho y la religión estaban
    aún sin desligarse. Ya en el S. I AC se diferencian Ius y
    Fas en el sentido de que Fas es derecho divino y Ius derecho
    humano, como consecuencia de la secularización de la
    sociedad que hace que ambos conceptos se
    separen. 

    En la época clásica aparecen
    también los Iuris Praecepta o preceptos jurídicos
    expuestos por Ulpiano que son:

    1. Vivir honradamente.

    2. Dar a cada uno lo suyo. 

    3. No perjudicar a otro.

    Así pues lo bueno es común a la moral y al
    derecho mientras que lo justo es específico del derecho.
    Según Ulpiano, Justicia es la voluntad constante y
    perpetua de dar a cada cual lo suyo.

    En cuanto a las mores maiorum son los derechos
    mayores y representan un freno al derecho subjetivo por
    tratarse de usos sociales. Por ejemplo cuando el paterfamilias
    tenía derecho a matar a un hijo suyo, los mores maiorum
    contribuían a que este derecho no se ejercitara la
    mayoría de las veces porque socialmente estaba mal visto o
    en desuso. Era el Censor el que  podía imponer a una
    persona una nota en el censo sobre su conducta que tenía
    un carácter muy infamante para quién la
    recibía.  

    C) CLASIFICACIONES ROMANAS DEL DERECHO
    OBJETIVO:

    IUS: Es el modo de producción espontánea del derecho,
    se encontraría en la base de las normas jurídicas
    tradicionales.

    IUS SCRIPTUM: Lo forman la ley, los
    senadoconsultos, plebiscitos, constituciones imperiales, edictos
    de los magistrados y dictámenes de los
    jurisconsultos. Son las normas que están escritas como su
    propio nombre indica.

    IUS NON SCRIPTUM: Es el uso social: tradiciones
    y mos maiorum.

    IUS CIVILE: El derecho propio de los ciudadanos romanos
    basado en la Ley de las XII Tablas y la jurisprudencia
    o dictámenes de los jurisconsultos.

    IUS HONORARIUM: Surge de la actividad del pretor, de sus
    edictos que completan el Ius Civile.

    D) IUS CIVILE, IUS GENTIUM, IUS
    HONORARIUM:

    El Ius Civile es propio y exclusivo de los ciudadanos
    romanos.

    El Ius Gentium es el derecho que se aplicaba a los
    extranjeros y a los romanos en sus litigios con estos, es un
    derecho
    internacional privado y está basado en la
    legislación romana.

    El Ius Naturale es identificado con el Ius
    Gentium por Gayo porque entiende que son las normas
    hipotéticamente aplicables a todos los pueblos
    dado que parten de la razón natural.

    Cuando el pretor peregrino tenía necesidad
    de dictar normas las hace de gran sencillez y basadas en el
    respeto a la
    voluntad de ambas partes y a la equidad.

    Es un derecho que es romano, pero los juristas
    establecen que es sustrato común a todos los pueblos y que
    la base del mismo es la razón natural. La
    fundamentación posterior de ese derecho se hace en base a
    unos criterios filosóficos ocultándose que se trata
    de estructuras
    jurídicas propias del derecho Romano
    que contempla por ejemplo la esclavitud, que
    iría contra la razón y contra ese hipotético
    derecho natural. 

    E) IUS PUBLICUM-IUS PRIVATUM:

    Ius Publicum es el creado por las leyes
    públicas y se equiparan a estas los senadoconsultos y
    constituciones imperiales.

    El Ius Privatum es el credo por los particulares por
    medio de negocios
    jurídicos. Estos no podrán desbordar el margen de
    autonomía que les conceden las leyes públicas. El
    Derecho
    público no podrá ser alterado por la
    voluntad de los particulares.

    F) IUS COMMUNE-IUS SINGULARE.
     PRIVILEGIA-BENEFICIA

    Las normas jurídicas no pueden comprender todos
    los casos concretos por lo que bastará que contengan los
    más frecuentes. Contienen una regulación de tipo
    general que luego se aplica a casos concretos. Esta es la idea
    del Ius Commune. Frente a este surge la idea del Ius Singulare
    definido por Paulo como aquel que ha sido introducido contra el
    temor de la razón por una utilidad concreta
    en virtud de la auctoritas del que lo establece.

    La causa de desviación del principio general es
    una utilidad concreta. Por ejemplo, aunque cuando un esclavo se
    fuga la consecuencia lógica
    sería que se perdiera la posesión del mismo por
    parte del amo, la utilitas aconseja que no se siga ese principio
    pues si así fuera el esclavo podría privar por su
    voluntad al amo de la posesión.

    Las disposiciones de Ius Singulare a veces se llaman
    beneficia. Son hechos en base a la utilidad pública. En
    derecho Justinianeo el Ius Singulare se identifica con los
    beneficia para lograr una utilidad específica.
    Los privilegia son normas dictadas en circunstancias
    especiales; no en base a situaciones de equidad., para una o
    varias personas determinadas desviando un principio general en
    virtud de una autoridad.

    Roma.

    Roma, ciudad y capital tanto de Italia como de
    la región del Lacio y de la provincia de Roma, situada
    junto al río Tíber, en la parte central del
    país cerca del mar Tirreno. La Ciudad del Vaticano,
    ubicada en su mayor parte en el interior de Roma, es la sede
    del papado de la Iglesia
    católica, reconocido como estado
    independiente por el gobierno
    italiano en el año 1929 por los Pactos de Letrán.
    La majestuosa cúpula de la basílica de San Pedro,
    en la Ciudad del Vaticano, sobresale sobre el horizonte de la
    ciudad. Roma ha sido la capital de la Italia unificada desde
    1871.

    EL PAISAJE
    URBANO.

    Según la tradición, Roma
    se fundó en el 753 a.C. sobre una de las Siete
    Colinas (Capitolina, Quirinal, Viminal, Esquilina, Celia,
    Aventina y Palatina) que rodean la antigua comunidad. Sin
    embargo, los hallazgos arqueológicos indican que el
    asentamiento humano del territorio data, al menos, del
    año 1000 a.C. La colina Capitolina fue durante
    mucho tiempo la
    sede del gobierno de Roma, y la colina del Palatino lo fue de
    magníficos edificios, como el Palacio de los Flavios
    construido por el emperador romano Domiciano. Como resultado de
    la actividad edificadora a través de los siglos, hoy
    apenas se pueden distinguir las colinas de la llanura
    adyacente. Otras colinas de Roma son la Pinciana (Pincio) y el
    Janículo.

    Actualmente, Roma se divide en dos
    regiones primordiales: el interior, delimitado por las murallas
    de Aurelio construidas a finales del siglo III d.C. para
    cercar el área alrededor de las Siete Colinas, y el
    exterior, caracterizado por sus barrios periféricos.

    El centro histórico es una pequeña
    área situada prácticamente toda en la orilla este
    del Tíber. Los monumentos del pasado glorioso de Roma se
    encuentran dentro del centro histórico. El trazado de
    las calles refleja su larga y compleja historia; la Via del Corso
    atraviesa gran parte del centro histórico de la ciudad,
    desde la Piazza Venezia, centro geográfico de Roma,
    hasta la Piazza del Popolo, al pie del monte Pincio. Fue
    utilizada desde la edad media
    como pista de carreras. El monumento a Víctor
    Manuel II, primer rey de la Italia unificada, construido
    entre 1895 y 1911, forma parte de la Piazza Venezia. Otras
    vías públicas, como la de Vittorio Véneto,
    que rinde homenaje a la victoria italiana durante la
    I Guerra Mundial
    y que está emplazada en el corazón
    del área turística, fueron diseñadas y
    construidas a partir de finales del siglo XIX. Uno de los
    parques públicos más grandes de Roma, los
    Jardines Pincio, se extienden al norte de esta
    colina.

    La economía de Roma se basa
    fundamentalmente en la actividad gubernamental y el turismo. La mayoría
    de la población activa trabaja en uno de estos
    dos sectores, así como en la actividad comercial,
    mayorista y minorista, y en otras de servicios.
    Roma alberga las sedes centrales de muchas empresas
    multinacionales y agencias, como la
    Organización de las Naciones Unidas
    para la Agricultura
    y la Alimentación (FAO), el Fondo
    Internacional de Desarrollo
    Agrícola (FIDA), el Consejo para la Alimentación
    Mundial y el Programa
    Mundial de Alimentación (PMA).

    Tras la II Guerra Mundial, Roma desarrolló una
    amplia base industrial. Sus productos
    más tradicionales, tejidos y
    recuerdos turísticos, se sustituyeron por otros como
    materiales
    de imprenta,
    confección de alta costura, alimentos
    procesados, productos farmacéuticos, maquinaria y
    artículos de papel y metal. También destaca su
    industria
    cinematográfica.

    Roma es el núcleo de la
    red ferroviaria
    de Italia y está comunicada con muchos lugares del
    país por medio de carreteras nacionales. El aeropuerto
    internacional Leonardo da Vinci, situado cerca de la costa, es
    uno de los de mayor actividad de Europa.

    Roma es la sede de la mayor
    institución de educación
    superior de Italia, la Universidad
    de Roma (1303), que tenía en 1980 aproximadamente
    150.000 estudiantes. La Universidad Internacional Independiente
    de Estudios Sociales (1945) también se encuentra en la
    ciudad, así como diversas universidades dependientes de
    la Iglesia católica.

    En parte por su extraordinaria
    riqueza en obras de arte, Roma es
    un destacado centro comercial internacional de arte y
    educativo. Entre sus escuelas destacan la Academia de Bellas
    Artes, la Academia Nacional de Baile, la Academia Nacional
    de Arte Dramático, el Conservatorio de Música
    de Santa Cecilia y el Instituto Central para la
    Restauración de Obras de Arte.

    Roma desempeña un papel
    principal en cuanto a artes creativas y escénicas,
    así como en la mayoría de los aspectos de la vida
    cultural de Italia. La ópera se representa en la Casa de
    la Ópera, una de las mejores del país, y, en
    verano, en las termas de Caracalla. La ciudad cuenta
    además con unos 20 teatros y 6 grandes auditorios
    musicales, donde se ofrece un variado repertorio fuera de los
    meses estivales.

    PUNTOS DE
    INTERÉS.

    Roma, que ha sido desde hace mucho
    una de las principales ciudades de Europa, es hoy un
    incomparable depósito de monumentos de todas las
    épocas, desde la era etrusca hasta los tiempos modernos.
    Los orígenes de la historia de Roma, bajo la monarquía etrusca y el periodo
    republicano, están representados por algunas reliquias,
    pero el legado del periodo imperial es muy amplio. Los
    monumentos romanos engloban desde el Panteón (fundado en
    el 27 a.C., reconstruido entre el 118 y el 128 d.C.),
    casi en perfecto estado y considerado uno de los más
    bellos templos supervivientes de la antigüedad, hasta el
    impresionante —aunque parcialmente en ruinas—
    Coliseo (70-82 d.C.), inmenso anfiteatro escenario de
    luchas entre gladiadores y otros
    espectáculos.

    En Roma se pueden ver las antiguas murallas de la
    ciudad, los arcos del triunfo, las estupendas plazas y los
    numerosos palacios e iglesias.

    Destacan, entre las obras arquitectónicas, el
    Foro romano y el Foro
    imperial, antiguos centros comerciales y religiosos; las termas
    de Caracalla, construidas alrededor del 217 d.C. y hoy
    utilizadas como escenarios de la ópera estival; las
    catacumbas, antiguos túneles bajo tierra donde
    los primeros cristianos practicaban su religión y eran
    enterrados; y el castillo de Sant’Angelo, construido como
    mausoleo del emperador romano Adriano y transformado en
    fortaleza durante la edad media. La basílica de San Juan
    de Letrán, la catedral de Roma, fue fundada en el siglo
    IV y reconstruida en los siglos XVII y XVIII; la
    basílica de San Pablo Extramuros se levantó en el
    siglo IV y se reconstruyó después de que un
    incendio la devastara en 1823; y la basílica de San
    Pedro ad Vincula, fundada en el siglo V, se reedificó en
    el siglo XV y contiene el Moisés, la famosa
    estatua de Miguel Ángel.

    Otros puntos de interés
    histórico son la Piazza del Campidoglio, en la que hay
    una estatua de bronce del emperador Marco Aurelio terminada en
    el siglo II d.C.; la Piazza Navona, con tres fuentes, una
    de las cuales es la famosa Fuente de los cuatro ríos,
    realizada por el escultor italiano Gian Lorenzo Bernini; la
    Fontana di Trevi, una fuente barroca del siglo XVIII en la que
    tradicionalmente los turistas arrojan monedas y formulan
    deseos; y la plaza de España,
    donde se asciende por una escalinata, construida en el siglo
    XVIII, hasta la Trinidad de los Montes, una iglesia del siglo
    XV. Quizá las más bellas obras de tiempos no tan
    remotos son los edificios construidos en 1960 para la
    celebración de los Juegos
    Olímpicos, algunos de los cuales fueron
    diseñados por uno de los principales arquitectos
    italianos contemporáneos, Pier Luigi Nervi.

    Los museos de la ciudad muestran
    todos los aspectos del arte y la ciencia y
    se encuentran entre los más prestigiosos del mundo. La
    más antigua colección de arte romano, que alberga
    el Museo Capitolino, data del año 1471 y se compone de
    excepcionales antigüedades. Otros museos destacados son:
    el Museo Nacional de Villa Giulia, que encierra una notable
    colección de arte romano y etrusco, ubicado en la casa
    de campo del papa Julio III, de mediados del siglo XVI; la
    Galería Borghese, un museo de pintura y
    escultura acogido en un palacio de principios del siglo XVII; y
    el Museo Nacional Romano, diseñado por Miguel
    Ángel, que expone esculturas griegas y romanas entre las
    que sobresalen la Colección Ludovisi.

    También en otros palacios de la ciudad se
    pueden ver colecciones importantes de arte y piezas
    decorativas, como en el Palacio de los Farnesio, construido
    entre 1514 y 1589; en el Palacio de Venecia, de mediados del
    siglo XV, con una notable colección de pequeños
    bronces del renacimiento;
    el Palacio Barberini, un palacio barroco del
    siglo XVII que alberga una excepcional pinacoteca; y el Palacio
    de los Conservadores, donde se encuentra la famosa escultura
    realizada en bronce, de la Loba capitolina, que evoca la
    leyenda sobre la fundación de la ciudad por
    Rómulo y Remo.

    Roma ha sido un asentamiento
    urbano durante más de 2.000 años y, aunque los
    monumentos de todas las épocas aún se conservan,
    debido al destructivo impacto de la
    contaminación y a la vibración causada por el
    denso tráfico, los esfuerzos por preservarlos aumentan
    gradualmente, adoptando medidas como la restricción del
    uso de automóviles y vehículos comerciales en el
    centro histórico de la ciudad.

    HISTORIA.

    Según la leyenda, la ciudad
    fue fundada por Rómulo (y su hermano Remo, según
    algunas versiones) en el año 753 a.C. Aunque las
    pruebas
    arqueológicas indican que existió vida humana en
    este lugar con anterioridad, un extenso asentamiento humano
    bien podría datar de esta fecha. Se han encontrado en la
    colina Palatina indicios de una aldea de la edad del hierro, de
    mediados del siglo VIII a.C. La leyenda del rapto de las
    sabinas y la consiguiente fusión
    de romanos y sabinos también se apoya en restos
    arqueológicos constatados.

    La antigua Roma era un reino
    basado en dos estamentos, los patricios (nobles) y los
    plebeyos, que carecían de derechos civiles y
    políticos. El Senado, o Consejo de Ancianos,
    elegía a los monarcas y limitaba su poder.

    Monarquía de Roma.

    Monarquía de
    Roma, periodo de la historia de Roma,
    transcurrido desde aproximadamente el 753 hasta el
    510 a.C., para cuyo estudio confluyen numerosas leyendas e
    historias simbólicas, y sobre el cual los historiadores
    crearon relatos incompletos respecto de su origen y evolución. Con frecuencia, se ha
    contrastado la decadencia que supuso la época
    monárquica con el idealismo
    acuñado sobre el periodo que continuó a
    ésta, la República de Roma.

    ORÍGENES
    LEGENDARIOS DE ROMA.

    Según la leyenda, Roma fue
    fundada en el 753 a.C. por Rómulo y Remo, los
    hermanos gemelos hijos de Rea Silvia, una virgen vestal hija de
    Numitor, rey de la cercana Alba Longa
    (en el antiguo Lacio). Una tradición más antigua
    remonta la ascendencia de los romanos a los troyanos y a su
    líder
    Eneas, cuyo hijo Ascanio o Julo fue el fundador y primer rey de
    Alba Longa. Los relatos sobre el reinado de Rómulo
    destacan el rapto de las sabinas y la guerra contra los
    sabinos, dirigidos por Tito Tacio, y señalan
    también la unión de los pueblos latino y sabino.
    La referencia a los tres pueblos en la leyenda de Rómulo
    (ramnes o ramneses; titios, equiparados a los sabinos; y
    lúceres, los etruscos), que formaban parte de un nuevo
    Estado, sugiere que Roma fue creada por una amalgama de
    latinos, sabinos y etruscos.

    LOS REYES DE
    ROMA.

    Los siete reyes del periodo
    monárquico y las fechas que tradicionalmente se le
    asignan son: Rómulo (753-715 a.C.); Numa Pompilio
    (715-676 o 672 a.C.), a quien se le atribuyó la
    introducción de muchas costumbres
    religiosas; Tulio Hostilio (673-641 a.C.), un rey belicoso
    que destruyó Alba Longa y luchó contra los
    sabinos; Anco Marcio (c. 641-616 a.C.), de quien se
    dice que construyó el puerto de Ostia y que
    capturó muchas ciudades latinas, transfiriendo sus
    habitantes a Roma; Lucio Tarquino Prisco (616-578 a.C.),
    célebre tanto por sus hazañas militares contra
    los pueblos vecinos como por la construcción de edificios públicos
    en Roma; Servio Tulio (578-534 a.C.), famoso por su nueva
    constitución y por ensanchar los límites
    de la ciudad; y Lucio Tarquino el Soberbio (534-510 a.C.),
    el séptimo y último rey, derrocado cuando su hijo
    violó a Lucrecia, esposa de un pariente. Tarquino fue
    desterrado y los intentos de las ciudades etruscas o latinas de
    restituirlo en el trono de Roma no tuvieron éxito.

    LA
    ORGANIZACIÓN DE LA MONARQUÍA
    ROMANA.

    Aunque los nombres, fechas y sucesos
    del periodo real se cree que pertenecen a la ficción,
    existen pruebas sólidas de la existencia de una antigua
    monarquía, del crecimiento de Roma y sus luchas con los
    pueblos vecinos, de la conquista etrusca de Roma y del
    establecimiento de una dinastía de príncipes
    etruscos, simbolizada por el mandato de los Tarquinos, de su
    derrocamiento y de la abolición de la monarquía.
    También es probable la existencia de cierta organización social y política, como la
    división de los habitantes en dos clases: de un lado,
    los patricios, los cuales poseían derechos
    políticos y formaban el populus o pueblo, y sus
    subordinados, conocidos como clientes; y, de
    otro, la plebe, que en un principio no tenía
    categoría política. Al rex o rey, que
    ocupaba el cargo de por vida, lo elegía de entre los
    patricios el Senado (Senatus) o Consejo de Ancianos
    (patres). El rey era responsable de convocar al
    populus a la guerra y de dirigir al Ejército en
    la batalla. En los desfiles era precedido por los funcionarios,
    conocidos como lictores, que portaban las fasces,
    símbolo del poder y del castigo. También era el
    juez supremo en todos los pleitos civiles y penales. El Senado
    sólo daba su consejo cuando el rey decidía
    consultarlo, aunque sus miembros poseían gran autoridad
    moral, ya
    que sus cargos también eran vitalicios. En un principio
    sólo los patricios podían llevar armas en
    defensa del Estado. Parece que hubo una importante reforma
    militar, conocida como reforma Servia, ya que posiblemente tuvo
    lugar durante el mandato de Servio Tulio, en el siglo VI a.C.
    Para entonces, la plebe podía adquirir propiedades y,
    según la reforma, todos los propietarios, tanto los
    patricios como los plebeyos, estaban obligados a servir en el
    Ejército, donde se les designaba un rango de acuerdo con
    su riqueza. Este plan, aunque al
    principio servía a un propósito puramente
    militar, preparó el terreno para la gran lucha
    política entre patricios y plebeyos que tuvo lugar
    durante los primeros siglos de la República
    romana.

    República
    de Roma.

    República de
    Roma, periodo de la historia de Roma
    caracterizado por el régimen republicano como forma de
    gobierno, que se extiende desde el 510 a.C., cuando se
    puso fin a la monarquía con la expulsión del
    último rey, Lucio Tarquino el Soberbio, hasta el
    27 a.C., fecha en que tuvo su inicio el
    Imperio.

    CONQUISTA DE LA
    PENÍNSULA ITÁLICA
    (510-264 A.C.).

    En sustitución del rey, el
    conjunto de la ciudadanía elegía anualmente a dos
    magistrados, conocidos como pretores (o jefes militares), que
    más tarde recibieron el título de
    cónsules. La participación dual en el ejercicio
    del poder supremo y la limitación a un año de
    permanencia en la magistratura evitaban el peligro de la
    autocracia.

    El carácter del Senado, órgano asesor ya
    existente durante la monarquía, fue modificado al poder
    ingresar en él los plebeyos, conocidos como
    conscripti, por lo que desde entonces la
    denominación oficial de los senadores fue la de
    patres conscripti (padres conscriptos). Inicialmente
    sólo los patricios podían ocupar las
    magistraturas, pero el descontento de la plebe originó
    una violenta lucha entre los dos grupos
    sociales y la progresiva desaparición de la discriminación social y política a
    la cual los plebeyos habían estado sometidos.

    En el 494 a.C., la secesión
    (retirada) al Aventino (una de las siete colinas de Roma) de
    los plebeyos, obligó a las clases patricias a conceder
    la institución de los tribuni plebis (tribunos de
    la plebe) que eran elegidos anualmente por el Concilium
    plebis
    (Asamblea de la plebe) como representantes de los
    plebeyos para la defensa de sus intereses. Tenían
    derecho a veto sobre los actos de los magistrados patricios y
    de hecho actuaban como dirigentes de la plebe en los conflictos
    con los patricios. La constitución de un decenvirato
    (comisión de diez hombres) en el 471 a.C. tuvo como
    resultado la redacción de un código legal a su
    cargo veinte años después. En el 455 a.C. la
    Ley Canuleya declaraba legalmente válidos los
    matrimonios entre patricios y plebeyos. En virtud de las Leyes
    Licinias-sextias (367 a.C.) uno de los dos cónsules
    debía ser plebeyo. El resto de las magistraturas se
    fueron abriendo gradualmente a los plebeyos, incluida la
    dictadura
    (356 a.C.), una magistratura excepcional cuyo titular era
    elegido en tiempos de gran peligro, la censura o dignidad de
    censor (350 a.C.), la praetura o cargo de pretor
    (337 a.C.) y las magistraturas de los colegios pontifical
    y augural (300 a.C.).

    Estos cambios políticos dieron paso a
    una nueva aristocracia compuesta por patricios y plebeyos
    enriquecidos y propiciaron que el ingreso en el Senado fuera
    casi un privilegio hereditario de estas familias. El Senado,
    que originalmente había tenido escaso poder
    administrativo, se convirtió en un órgano
    fundamental de poder; declaraba la guerra y firmaba la paz,
    establecía alianzas con otros estados extranjeros,
    decidía la fundación de colonias y gestionaba las
    finanzas
    públicas. Aunque el ascenso de esta nobilitas
    puso fin a las disputas entre los dos grupos
    sociales, la posición de las familias plebeyas
    más pobres no mejoró y el agudo contraste entre
    las condiciones de los ricos y la de los pobres originó
    a finales de la República las luchas entre el partido
    aristocrático y el popular.

    Roma aplicó durante este periodo
    una política exterior expansionista. Antes de la
    disolución de la monarquía, Roma ya era la
    potencia
    hegemónica en el Lacio. Ayudados por sus aliados, los
    romanos lucharon contra etruscos, volscos y ecuos. Entre el 449
    y el 390 a.C.

    Roma se mostró especialmente agresiva. La
    conquista de la ciudad etrusca de Veyes en el 396 por el
    militar y político Marco Furio Camilo
    señaló el inicio de la decadencia de la
    civilización etrusca. Otras ciudades etruscas se
    apresuraron a firmar la paz, y a mediados del siglo IV a.C. se
    habían establecido guarniciones romanas en el sur de
    Etruria en las que se asentaron un gran número de
    colonos romanos. Las victorias sobre los volscos, latinos y
    hérnicos dieron a Roma el control de
    Italia central y también la hicieron entrar en conflicto
    con los samnitas del sur de Italia, a los que derrotó
    después de las denominadas Guerras
    Samnitas (343-290 a.C.). Roma reprimió una revuelta
    de los latinos y volscos y en el 338 a.C. la Liga Latina
    (una confederación de ciudades del Lacio establecida
    muchos años atrás) fue disuelta. Las poderosas
    coaliciones formadas por etruscos, umbros y galos en el norte,
    y por lucanos y samnitas en el sur, amenazaron el poder de Roma
    hasta que fueron derrotadas, primero la confederación
    del norte en el 283 a.C. y poco después la del sur.
    En el 281 la colonia griega de Tarento solicitó ayuda a
    Pirro, rey de Epiro, contra Roma. Sus campañas en Italia
    y en Sicilia (280-276 a.C.) no tuvieron éxito y
    regresó a Grecia.
    Durante los siguientes diez años, Roma completó
    su dominio en el
    sur de Italia y de este modo logró imponer su poder
    sobre toda la península Itálica hasta los
    ríos Arno y Rubicón.

    HEGEMONÍA
    EXTERIOR.

    En el 264 a.C. Roma comenzó
    su lucha con Cartago por el control del mar
    Mediterráneo. Cartago era en esta época la
    potencia marítima hegemónica en el mundo y
    dominaba de forma absoluta el Mediterráneo central y
    occidental en tanto que Roma centraba su predominio en la
    península Itálica.

    Las Guerras
    Púnicas y Macedónicas.

    La primera (264-241 a.C.) de las
    Guerras Púnicas tuvo como causa principal la
    posesión de Sicilia y supuso el nacimiento de Roma como
    una gran potencia naval. Con el apoyo de Hierón II,
    tirano de Siracusa, los romanos conquistaron Agrigento, y su
    recién creada flota, bajo el mando del cónsul
    Cayo Duilio, venció a la cartaginense en la batalla de
    Milai (260 a.C.). La continuación de la guerra en
    África acabó con la derrota y captura del general
    romano Marco Atilio Régulo. Tras una serie de derrotas
    en el mar, los romanos obtuvieron una gran victoria naval el
    año 242 a.C. en las islas Égates, al oeste
    de Sicilia. La guerra acabó en el 241 a.C. con la
    cesión a Roma de la zona cartaginesa de Sicilia que se
    convirtió en una provincia romana, la primera
    posesión exterior de Roma. Poco después,
    Cerdeña y Córcega fueron arrebatadas a Cartago y
    anexionadas como provincias.

    Como Roma había logrado un
    equilibrio
    de fuerzas en el mar, Cartago se preparó para la
    reanudación de las hostilidades al adquirir posesiones
    en Hispania. Bajo el mando de Amílcar Barca, Cartago
    ocupó la península Ibérica hasta la altura
    del río Tajo. Asdrúbal, yerno de Amílcar,
    continuó la labor de sometimiento de este territorio
    hasta su muerte
    (221 a.C.) y entre los años 221 a.C. y
    219 a.C. el nuevo general cartaginés Aníbal,
    hijo de Amílcar, amplió las conquistas
    cartaginesas hasta el río Ebro. La segunda Guerra
    Púnica (218-201 a.C.) comenzó al invadir
    Aníbal la península Itálica tras partir
    desde sus campamentos de la península Ibérica y
    cruzar los Alpes con elefantes. Derrotó a los romanos en
    sucesivas batallas y asoló gran parte del sur de Italia
    durante varios años, pero tuvo que regresar a
    África para enfrentarse con Publio Cornelio
    Escipión el Africano, que había invadido Cartago
    y que obtuvo una victoria decisiva sobre Aníbal en la
    batalla de Zama (202 a.C.). A consecuencia de esta batalla
    Cartago tuvo que entregar su flota, ceder Hispania y sus
    posesiones en las islas del Mediterráneo a Roma y pagar
    una enorme indemnización. Desde este momento Roma obtuvo
    el control completo del Mediterráneo
    occidental.

    El trato que los romanos dieron a
    las comunidades itálicas bajo su dominio se hizo
    más severo, al tiempo que las ciudades griegas del sur
    de Italia, que habían apoyado a Aníbal, se
    convirtieron en colonias romanas. Roma continuó
    extendiendo su poder hacia el norte: entre el 201 y el
    196 a.C. los celtas del valle del río Po fueron
    sometidos y su territorio fue latinizado, aunque se les
    negó la ciudadanía romana. Córcega y
    Cerdeña fueron sometidas e Hispania fue ocupada
    militarmente, práctica que originó los primeros
    ejércitos romanos permanentes.

    Durante los siglos III y II a.C. Roma
    hubo de enfrentarse a Macedonia por el dominio del mar Egeo en
    las denominadas Guerras Macedónicas. Las tropas
    macedónicas estuvieron dirigidas durante las dos
    primeras guerras por Filipo V, que resultó finalmente
    derrotado en el año 197 a.C. Con la ayuda de las
    ciudades griegas del sur, los romanos procedieron contra
    Antíoco III Megas, rey de Siria, al que
    derrotaron en Magnesia del Sípilo en el año
    190 a.C. y le forzaron a entregar sus posesiones en Europa
    y Asia Menor. El
    hijo y sucesor de Filipo, Perseo (c. 212-166 a.C.),
    continuó la resistencia
    contra los romanos, lo que condujo al estallido de la tercera
    Guerra Macedónica. En el año 168 a.C. su
    ejército fue puesto en fuga en Pidna por el
    cónsul Paulo Emilio el Macedónico. Macedonia se
    convirtió en provincia romana en el 148 a.C. Dos
    años más tarde, la revuelta final de la Liga
    Aquea en Grecia contra el dominio romano concluyó con la
    conquista y destrucción de
    Corinto.

    Roma reemprendió la lucha contra
    los cartagineses en la tercera Guerra Púnica
    (149-146 a.C.), que finalizó cuando Publio Cornelio
    Escipión Emiliano conquistó y destruyó
    Cartago, que a partir de entonces formó parte de la
    provincia romana de África. La conquista de Numancia en
    el 133 a.C. puso fin a una serie de campañas en la
    península Ibérica. Ese mismo año Roma
    también incorporó a su control el reino de
    Pérgamo tras la muerte de
    su último gobernante, Atalo III; poco después
    este territorio formó parte de la provincia de
    Asia.

    Roma había creado, en 131
    años, un imperio (administrado todavía bajo una
    forma republicana) que dominaba el Mediterráneo desde
    Siria hasta Hispania. Como resultado de esas conquistas los
    romanos entraron en contacto con el mundo griego, primero en el
    sur de Italia y Sicilia y más tarde en el este,
    adoptando gran parte de su cultura,
    arte, literatura, filosofía y religión. El
    desarrollo de la literatura latina comenzó en el
    240 a.C. con la traducción y adaptación de la
    poesía épica y los dramas griegos.
    En el 155 a.C. se establecieron escuelas de
    filosofía griega en Roma.

    CONFLICTOS
    INTERNOS.

    Con la adquisición de tan vastos
    territorios comenzaron los problemas
    internos de Roma. Algunas familias plebeyas extremadamente
    ricas se aliaron con las viejas familias patricias para excluir
    al resto de ciudadanos de las más altas magistraturas y
    del Senado. Esta clase
    dirigente aristocrática (optimates) se hizo cada
    vez más arrogante y propensa al lujo, perdiendo los
    altos niveles de moralidad e
    integridad de sus antepasados. La gradual desaparición
    de los campesinos, causada por la creación de grandes
    propiedades agrarias, de un sistema de producción
    esclavista y por la devastación del campo por la guerra,
    condujo al desarrollo de un proletariado urbano cuya
    opinión política no se tenia en
    consideración.

    El conflicto entre el partido aristocrático y
    el popular era inevitable. Los intentos de los tribunos de la
    plebe Tiberio Sempronio Graco y su hermano Cayo Sempronio Graco
    por aliviar la situación de los ciudadanos más
    pobres con una reforma
    agraria y el reparto de cereales, acabaron en revueltas en
    las que ambos hermanos resultaron muertos, en el 133 y en el
    121 a.C. respectivamente.
    La ampliación territorial de Roma
    continuó. En el año 106 a.C. Yugurta, rey de
    Numidia, fue destronado por el cónsul Cayo Mario con la
    ayuda de Lucio Cornelio Sila. Esta victoria incrementó
    el prestigio militar de Roma, consolidado tras la derrota de
    los cimbrios y teutones en el sur de la Galia y norte de Italia
    a manos de Mario tras su regreso de África.
    Las comunidades itálicas aliadas con Roma
    sintieron que sus cargas aumentaban en tanto que sus
    privilegios disminuían y exigieron compartir con Roma
    los beneficios derivados de las conquistas, a las que
    habían contribuido. El tribuno Marco Livio Druso
    intentó conciliar a la población pobre con una
    serie de reformas legales sobre la posesión de la tierra y
    reparto de cereales, y a los ejércitos itálicos
    con la promesa de la concesión de la ciudadanía
    romana. Su asesinato fue seguido, un año más
    tarde (90 a.C.), por una revuelta de los ejércitos
    itálicos cuyo objetivo era crear un nuevo Estado
    itálico gobernado según las directrices de la
    constitución romana. Tras la denominada Guerra Social
    los pueblos itálicos (principalmente marsos y samnitas)
    fueron finalmente derrotados, pero consiguieron la plena
    ciudadanía romana.

    Los problemas internos de Roma continuaron.
    Durante la guerra con Mitrídates VI Eupátor, rey
    del Ponto, estalló el conflicto entre Cayo Mario,
    portavoz del partido popular, y Lucio Cornelio Sila, dirigente
    de los optimates (partido aristocrático) a causa
    de quién debería dirigir la expedición
    militar. Sila marchó sobre Roma con las tropas que
    había mandado durante la Guerra Social y por vez primera
    las legiones romanas entraron en la ciudad. La posterior huida
    de Mario y la ejecución del tribuno Publio Sulpicio Rufo
    dejaron vía libre a Sila para imponer medidas
    arbitrarias y pudo dirigirse contra Mitrídates en el
    87 a.C. En ausencia de Sila, Lucio Cornelio Cinna,
    líder del partido popular y encarnizado opositor de
    aquél, quiso introducir las reformas inicialmente
    propuestas por Rufo, pero fue expulsado de Roma; reunió
    en torno suyo las
    legiones en la región de Campania y junto a Mario (que
    había regresado de África) entró en Roma.
    Compartieron el consulado en el año 86 a.C. pero
    Mario murió poco después, tras lo cual se
    inició en represalia una masacre de senadores y
    patricios. Cinna permaneció en el poder hasta el
    84 a.C., fecha en la que Sila regresó de Asia Menor
    con 40.000 hombres, marchó hacia Roma y derrotó
    al partido popular.

    En adelante, la constitución republicana estuvo
    a merced de quien tuviera el apoyo militar más fuerte.
    Sila suprimió a sus enemigos al proscribirles,
    redactando y colocando en el Foro una lista de hombres
    importantes que eran declarados enemigos públicos y
    fuera de la ley; también confiscó las tierras de
    sus oponentes políticos, las cuales otorgó a los
    veteranos de sus legiones, quienes por lo general las
    descuidaron o abandonaron. La rica economía
    agrícola de Roma decayó y la ciudad tuvo que
    importar gran parte de sus víveres, especialmente de
    África que se convirtió en el mayor suministrador
    de cereales para Roma.

    LA
    ASCENSIÓN DE CÉSAR.

    En el año 67 a.C. Cneo
    Pompeyo Magno, político y militar romano que
    había luchado contra los partidarios de Mario en
    África, Sicilia e Hispania, acabó con la piratería en el Mediterráneo y fue
    el encargado de dirigir la guerra contra Mitrídates.
    Mientras tanto, su rival Cayo Julio César,
    aprovechándose de su ausencia, adquirió gran
    prestigio como líder del partido popular al reivindicar
    la rehabilitación de los injuriados nombres de Mario y
    Cinna, rogando clemencia para sus hijos y llevando ante la
    justicia a los corruptos seguidores de Sila.

    César encontró un servicial
    aliado en Marco Licinio Craso, hombre de
    gran riqueza. No obstante, César provocó la
    oposición de la clase media al estar implicado en la
    conjura de Catilina en el año 63 a.C.; dos
    años más tarde Pompeyo regresó victorioso
    de Oriente, demandó al Senado que ratificara las medidas
    que él había adoptado en Asia Menor y
    concedió tierras a sus veteranos. Sus peticiones
    encontraron fuerte oposición hasta que César
    optó por la reconciliación; Pompeyo, Craso y
    César constituyeron el denominado primer triunvirato en
    el año 60 a.C.

    El triunvirato logró obtener el
    consulado para César y satisfacer las demandas de
    Pompeyo. Los ecuestres (caballeros), muchos de los cuales eran
    ricos miembros de la clase mercantil, fueron aplacados a costa
    del Senado y se llevó a cabo una reforma agraria que
    permitió a César recompensar a sus tropas. No
    obstante, su mayor éxito fue la obtención del
    mando militar en la Galia Cisalpina, Iliria y más tarde
    en la Galia Transalpina, donde realizó importantes
    conquistas militares. En el 55 a.C. los triunviros
    renovaron su alianza y César prorrogó su mando en
    la Galia durante cinco años más. Pompeyo y Craso
    fueron elegidos cónsules en el 55 a.C. y al
    año siguiente Pompeyo recibió el mando de las dos
    provincias de Hispania y Craso el de Siria. La muerte de
    éste último (53 a.C.) originó el
    conflicto entre César y Pompeyo. Roma cayó en un
    periodo de desórdenes hasta que el Senado indujo a
    Pompeyo a que permaneciera en Roma, confiando su provincia a
    legados; le
    nombró único cónsul en el año
    52 a.C. y le apoyó en su lucha contra
    César.

    El Senado, con el propósito
    de evitar que César se presentara como candidato al
    consulado en el 49 a.C., le exigió que abandonara
    su mando militar. César se negó, cruzó en
    el 49 a.C. el río Rubicón desde la Galia
    Cisalpina y tomó Roma, obligando a Pompeyo y los
    líderes aristocráticos a retirarse a Grecia. La
    victoria de César supuso la introducción de
    reformas económicas y administrativas en un intento de
    vencer la corrupción y restaurar la prosperidad de
    Roma. César continuó la guerra contra Pompeyo,
    derrotando a sus ejércitos en Hispania y pasó a
    Grecia, donde libró a comienzos del año
    48 a.C. la decisiva batalla de Farsalia. Tras su victoria
    César regresó a Roma como dictador
    vitalicio.

    Pompeyo fue asesinado poco después en
    Egipto, pero
    la guerra contra sus partidarios continuó hasta el
    año 45 a.C. con su derrota definitiva en Munda (en
    la Bética, Hispania), tras la cual César fue
    nombrado cónsul por un periodo de diez
    años.

    César se granjeó la enemistad
    de la aristocracia al ignorar las tradiciones republicanas y
    fue asesinado el 15 de marzo del año 44 a.C. Marco
    Tulio Cicerón intentó restaurar la vieja
    constitución de la República, pero Marco Antonio,
    que había sido nombrado cónsul con César,
    se unió con Marco Emilio Lépido y el hijo de una
    sobrina de César, Octavio (más tarde el emperador
    Augusto), para formar el segundo triunvirato. Los triunviros
    iniciaron su mandato proscribiendo y asesinando a sus
    opositores republicanos, incluido Cicerón. En el
    año 42 a.C. Octavio y Marco Antonio derrotaron a
    las tropas de Marco Junio Bruto y de Cayo Casio Longino, dos de
    los asesinos de César, en Filipos, al norte de Grecia;
    más tarde los tres se repartieron el control de los
    territorios pertenecientes a Roma: Octavio se quedó con
    Italia y Occidente, Marco Antonio con el Oriente y
    Lépido con África. Poco después de asumir
    el control de su zona oriental, Marco Antonio, rendido ante los
    encantos de la reina de Egipto Cleopatra VII, planeó
    crear con ella un imperio oriental independiente.
    Lépido, llamado a Sicilia por Octavio para que le
    ayudara en la guerra contra Sexto Pompeyo (hijo de Pompeyo
    Magno), intentó conquistar Sicilia para sí mismo,
    por lo que fue privado de su provincia y apartado del
    triunvirato. La muerte de Sexto Pompeyo, tras la
    destrucción de su flota, dejó a Octavio
    —que había reforzado su posición en
    Occidente— solo frente a Marco Antonio como rival. Tras
    la batalla de Accio (o Actium) (31 a.C.) y el posterior
    suicidio de
    Marco Antonio y Cleopatra, Octavio obtuvo el control de Oriente
    (29 a.C.), con lo cual pasó a poseer la total
    supremacía sobre el territorio de Roma. Dos años
    más tarde recibió del Senado el título de
    augusto que asociaría a su propio nombre, acto que se
    considera el inicio del periodo imperial.

    A pesar de las sucesivas guerras
    civiles, la literatura latina experimentó un notable
    desarrollo durante el llamado ‘periodo ciceroniano’
    (70-43 a.C.). Es la primera parte de la llamada edad de
    oro de la
    literatura romana. El siguiente periodo
    (43 a.C.-14 d.C.) es conocido con el nombre de
    ‘periodo augusteo’. César y Cicerón
    llevaron la prosa latina a nuevas cimas, Terencio fue en esta
    época uno de los más brillantes dramaturgos y
    Catulo y Lucrecio destacaron por su brillante actividad
    poética.

    Imperio de
    Roma.

    Imperio de
    Roma, periodo de la historia de Roma
    caracterizado por un régimen político dominado
    por un emperador, que comprende desde el momento en que Octavio
    recibió el título de augusto (27 a.C.) hasta
    la disolución del Imperio romano de Occidente
    (476 d.C.).

    AUGUSTO Y LA
    DINASTÍA JULIA-CLAUDIA.

    El Imperio sucedió a la
    República de Roma y Augusto, como princeps
    (primer ciudadano) mantuvo la constitución republicana
    hasta el año 23 a.C. en que el poder tribunicio y
    el imperium militar (o mando supremo) fueron revestidos
    con la autoridad real. El Senado conservó el control de
    Roma, la península Itálica y las provincias
    más romanizadas y pacíficas. Las provincias
    fronterizas, donde fue preciso el acuartelamiento estable de
    legiones, estaban gobernadas por legados, nombrados y
    controlados directamente por Augusto. La corrupción y extorsión que
    habían caracterizado a la
    administración provincial romana durante el
    último siglo de la República no fue tolerada, de
    lo que se beneficiaron en especial las provincias.

    Augusto introdujo numerosas reformas
    sociales, entre ellas las que pretendían restaurar las
    tradiciones morales del pueblo romano y la integridad del
    matrimonio;
    intentó combatir las costumbres licenciosas de la
    época y recuperar los antiguos festivales religiosos.
    Embelleció Roma con templos, basílicas y
    pórticos en lo que parecía el nacimiento de una
    era de paz y prosperidad. Este periodo representa la
    culminación de la edad de oro de la literatura latina,
    en la que destacan las obras poéticas de Virgilio,
    Horacio y Ovidio, y la monumental obra en prosa de Tito Livio
    Ab urbe condita libri
    (Décadas).

    Con el establecimiento de un sistema de
    gobierno imperial, la historia de Roma se identificó en
    gran medida con los reinados de cada uno de los emperadores. El
    emperador Tiberio, sucesor de su padrastro Augusto desde el
    14 d.C., competente gestor, fue objeto del descontento y
    de la sospecha general; apoyándose en el poder militar,
    mantuvo en Roma a su Guardia Pretoriana (las únicas
    tropas permitidas en la capital), siempre prestas a su llamada.
    Fue sucedido por el tiránico y mentalmente inestable
    Calígula (37-41).

    A su muerte el título imperial pasó a
    Claudio I, cuyo mandato contempló la conquista de
    Britania y continuó las obras públicas y las
    reformas administrativas iniciadas por César y Augusto.
    Su hijo adoptivo Nerón inició su gobierno bajo el
    sabio consejo y asesoramiento del filósofo Lucio Anneo
    Séneca y de Sexto Afranio Burro, prefecto de la Guardia
    Pretoriana; sin embargo, sus posteriores excesos de poder le
    condujeron a su derrocamiento y suicidio en el 68 d.C., lo
    que supuso el fin de la dinastía
    Julia-Claudia.

    DINASTÍAS
    DEL LOS FLAVIOS Y LOS ANTONINOS (69-192).

    Los breves reinados de Galba,
    Otón y Vitelio entre los años 68 y 69 d.C.
    fueron seguidos por el de Vespasiano, que junto a sus hijos,
    los emperadores Tito y Domiciano, constituyen la
    dinastía de los Flavios (69-96). Resucitaron la
    sencillez de la corte en los comienzos del Imperio e intentaron
    restaurar la autoridad del Senado y promover el bienestar del
    pueblo. Fue durante el reinado de Tito cuando se produjo la
    erupción del Vesubio que devastó la zona al sur
    de Nápoles donde se encontraban las ciudades de
    Herculano y Pompeya. Aunque la literatura floreció
    durante el reinado de Domiciano, éste se
    convirtió en sus últimos años en una
    persona cruel y un gobernante tiránico. Este periodo de
    terror sólo acabó con su asesinato.

    Marco Coceyo Nerva (96-98) fue el
    primero de los denominados ‘cinco buenos
    emperadores’ junto a Trajano, Adriano, Antonino
    Pío y Marco Aurelio. Cada uno de ellos era elegido y
    adoptado legalmente por su predecesor según su habilidad
    e integridad. Trajano llevó a cabo una campaña
    contra los dacios, armenios y partos, permitiendo que el
    Imperio alcanzara su mayor extensión territorial;
    también destacó por su excelente administración. El escritor
    satírico Juvenal, el orador y escritor Plinio el Joven y
    el historiador Tácito vivieron bajo el reinado de
    Trajano. Los 21 años de gobierno de Adriano
    también fueron un periodo de paz y prosperidad; tras
    ceder algunos de los territorios más orientales, Adriano
    consolidó el resto del Imperio y estabilizó sus
    fronteras. El reinado de su sucesor, Antonino Pío se
    caracterizó igualmente por el orden y la paz. Las
    incursiones de varios pueblos emigrantes sobre diversas zonas
    del Imperio agitaron el reinado del siguiente emperador, el
    filósofo estoico Marco Aurelio, que gobernó junto
    a Lucio Aurelio Vero hasta el fallecimiento de este
    último. Marco Aurelio fue sucedido por su disoluto hijo
    Lucio Aurelio Cómodo, considerado como uno de los
    más sanguinarios y licenciosos tiranos de la historia.
    Fue asesinado en el 192 y con él finalizó la
    dinastía de los Antoninos (96-192).

    DECADENCIA Y
    CAÍDA DEL IMPERIO.

    Los breves reinados de Publio Helvio
    Pertinax (193) y Didio Severo Juliano fueron seguidos por el de
    Lucio Septimio Severo (193-211), primer emperador de la breve
    dinastía de los Severos. Los emperadores de este linaje
    fueron: Caracalla (211-217), Publio Septimio Geta (211-212,
    compartiendo el primer año de reinado de su hermano
    Caracalla), Heliogábalo (218-222) y Severo Alejandro
    (222-235). Septimio Severo fue un hábil gobernante;
    Caracalla fue famoso por su brutalidad y Heliogábalo por
    su corrupción. Caracalla otorgó en el año
    212 la ciudadanía romana a todos los hombres libres del
    Imperio
    romano a fin de poder gravarlos con los impuestos a los
    que sólo estaban sometidos los ciudadanos. Severo
    Alejandro destacó por su justicia y
    sabiduría.

    El periodo posterior a la muerte de
    Severo Alejandro (235) fue de gran confusión. De los 12
    emperadores que gobernaron en los 33 años siguientes,
    casi todos murieron violentamente, por lo general a manos del
    Ejército, quien también los había
    entronizado. Los emperadores ilirios, nativos de Dalmacia,
    lograron que se desarrollara un periodo breve de paz y
    prosperidad. Esta nueva dinastía incluyó a
    Claudio II el Gótico, que rechazó a los godos, y
    Aureliano, quien entre el 270 y el 275 derrotó a los
    godos, germanos y a la reina de Palmira, Septimia Zenobia, la
    cual había ocupado Egipto y Asia Menor, restaurando la
    unidad del Imperio durante algún tiempo. A Aureliano le
    siguieron una serie de emperadores relativamente
    insignificantes hasta el ascenso al trono en el año 284
    de Diocleciano.

    Gobernante capaz, Diocleciano llevó a
    cabo un buen número de reformas sociales,
    económicas y políticas: eliminó los privilegios
    económicos y políticos que habían
    disfrutado Roma e Italia a costa de las provincias,
    intentó regular la creciente inflación mediante
    el control de los precios de
    los alimentos y de otros productos básicos, así
    como del salario
    máximo de los trabajadores, instituyó un nuevo
    sistema de gobierno en el cual él y Aurelio Valerio
    Maximiano compartieron el título de augusto, a fin de
    establecer una administración más uniforme en
    todo el Imperio. Sus poderes fueron reforzados por el
    nombramiento de dos césares, Galerio y Constancio,
    instaurando así el régimen de tetrarquía
    (dos augustos y dos césares). Diocleciano controlaba
    Tracia, Egipto y Asia, mientras que su césar Galerio
    gobernaba las provincias danubianas. Maximiano administraba
    Italia y África y su césar Constancio, Hispania,
    la Galia y Britania. La tetrarquía creó una
    maquinaria administrativa más sólida pero
    aumentó la ya enorme burocracia
    gubernamental con cuatro sectores imperiales y sus
    correspondientes funcionarios, lo que supuso una enorme carga
    financiera para los limitados recursos
    imperiales.

    Diocleciano y Maximiano abdicaron en el 305
    y dejaron a los dos nuevos césares inmersos en una
    guerra civil, que no acabó hasta la ascensión del
    hijo de Constancio Constantino I el Grande en el 312.
    Constantino, que había sido con anterioridad
    césar en Britania derrotó a sus rivales en la
    lucha por el poder y reunificó el Imperio de Occidente
    bajo su mando. Tras derrotar en el 324 a Licinio, emperador de
    Oriente, Constantino quedó como único gobernante
    del mundo romano. Se convirtió al cristianismo, que había hecho su
    aparición durante el reinado de Augusto y que, a pesar
    de las numerosas persecuciones de que fue objeto, se
    había difundido durante el mandato de los últimos
    emperadores y, a finales del siglo IV, se convirtió en
    la religión oficial del Imperio. Constantino
    estableció la capital en Bizancio, ciudad reconstruida
    en el 330 y rebautizada con el nombre de Constantinopla (actual
    Estambul). La muerte de Constantino (337) marcó el
    inicio de la guerra civil entre los césares rivales, que
    continuó hasta que su único hijo vivo, Constancio
    II reunificó el Imperio bajo su mando en el 351. Fue
    sucedido por Juliano el Apóstata, conocido por tal
    nombre a causa de su renuncia al cristianismo, y éste
    por Joviano (363-364).

    A continuación el Imperio
    volvió a escindirse, aunque bajo el reinado de Teodosio
    I estuvo unido por última vez tras la muerte del
    emperador de Occidente Valentiniano II. Cuando falleció
    Teodosio (395), sus dos hijos se repartieron el Imperio:
    Arcadio se convirtió en emperador de Oriente (395-408) y
    Flavio Honorio en emperador de Occidente (395-423).

    En el siglo V las provincias
    del Imperio romano de Occidente se empobrecieron por los
    impuestos exigidos para el mantenimiento del Ejército y de la
    burocracia; también a causa de la guerra civil y de las
    invasiones de los pueblos germanos. Al principio la
    política conciliadora con los invasores al nombrarles
    para cargos militares en el Ejército romano y
    administrativos en el gobierno, tuvo éxito. No obstante,
    los pueblos invasores del Este emprendieron gradualmente la
    conquista del Occidente y a finales del siglo IV Alarico I, rey
    de los visigodos, ocupó Iliria y arrasó Grecia;
    en el 410 conquistó y saqueó Roma, pero
    murió poco después. Su sucesor Ataúlfo
    (410-415) dirigió a los visigodos a la Galia y en el 419
    el rey visigodo Valia recibió autorización del
    emperador Flavio Honorio para asentarse en el suroeste de la
    Galia, donde fundó un reino visigodo. En torno a estas
    fechas los vándalos, suevos y alanos ya habían
    invadido Hispania, por lo que Flavio Honorio se vio obligado a
    reconocer la autoridad de estos pueblos sobre esa provincia.
    Durante el reinado de su sucesor, Valentiniano III, los
    vándalos, bajo el mando de Genserico conquistaron
    Cartago, mientras que la Galia e Italia eran invadidas por los
    hunos, encabezados por Atila.

    Éste marchó primero sobre la Galia pero
    los visigodos, ya cristianizados y leales a Roma, le hicieron
    frente. En el año 451 un ejército de romanos y
    visigodos, mandado por Flavio Aecio, derrotó a los hunos
    en la batalla de los Campos Cataláunicos. En el
    año siguiente Atila invadió Lombardía,
    pero no pudo seguir avanzando hacia el sur y falleció en
    el año 453. En el 455, Valentiniano, último
    miembro del linaje de Teodosio en Occidente, fue asesinado. En
    el periodo comprendido entre su muerte y el año 476 el
    título de emperador de Occidente fue ostentado por nueve
    gobernantes, aunque el auténtico poder en la sombra era
    el general romano de origen suevo Ricimer, llamado
    también el ‘proclamador de reyes’.
    Rómulo Augústulo, último emperador de
    Occidente, fue depuesto por el jefe de los hérulos
    Odoacro, a quien sus tropas proclamaron rey de Italia en el
    año 476. El Imperio de Oriente, también llamado
    Imperio
    bizantino, perduraría hasta 1453.

    El declive de la
    ciudad.

    En el 410 d.C. y nuevamente
    en el año 455, las tribus germanas saquearon la ciudad.
    La invasión de los ostrogodos en el siglo VI, la
    siguiente reocupación bizantina y la destrucción
    asociada a estos movimientos contribuyeron a precipitar el
    declive y la reducción de la población. No
    obstante, la ciudad era la sede del papado y mantuvo cierto
    número de habitantes.

    Con el papa Gregorio I se pudo frenar por un
    tiempo esta decadencia, pero pronto se convertiría en
    campo de batalla; en el siglo IX la situación
    tocó fondo cuando los árabes atacaron los
    alrededores de la ciudad, incluso el territorio papal. Durante
    la edad media, los barrios edificados disminuyeron hasta que
    quedaron confinados a las orillas del Tíber, donde se
    disponía de agua.
    Sólo uno de los antiguos acueductos sigue hoy en
    funcionamiento.

    La gloria
    papal.

    La prosperidad de la ciudad
    empezó a aumentar en el siglo XI, aunque su progreso se
    hizo más lento a principios del XIV, cuando los papas se
    instalaron en Aviñón. El papado regresó a
    Roma en 1377, y en la segunda mitad del siglo XV la ciudad
    pasó a ser el centro de la cultura renacentista. El
    inmenso mecenazgo papal sobre las artes enriqueció Roma.
    Durante el papado de Nicolás V (1447-1455) se repararon
    las murallas defensivas, se construyeron palacios y se
    restauraron iglesias. Los más importantes artistas y
    arquitectos trabajaron entonces en Roma y, a finales del siglo,
    había sustituido a Florencia como foco del renacimiento.
    El saqueo de la ciudad en 1527 a manos de mercenarios alemanes
    supuso un retroceso temporal.

    Durante el siglo XVI, Miguel Ángel, Donato
    Bramante, Rafael y otros artistas trabajaron para los papas;
    también progresó la construcción de la
    basílica de San Pedro. No obstante, no fue hasta el
    papado de Sixto V (1585-1590) cuando se llevó a
    cabo la modernización del confuso y denso trazado urbano
    medieval. Se diseñaron tres calles principales que
    partían, en forma de radios, desde la Piazza del Popolo
    hacia el centro de la ciudad. Sixto V mandó construir
    también plazas y fuentes, restauró el acueducto
    Acqua Felice y algunas antiguas iglesias, y se completó
    la cúpula de San Pedro.

    El estilo barroco que caracteriza la
    Roma posterior a la Contrarreforma predomina en las
    edificaciones del siglo XVII. Arquitectos y escultores, como
    Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini, transformaron la
    cara de la ciudad en estos años. En el siglo XVIII, Roma
    disfrutó de un periodo de relativa tranquilidad bajo el
    mandato papal. Los edificios construidos en estilo
    rococó durante la primera mitad del siglo dieron paso
    más tarde a otros neoclásicos. En 1797, Napoleon
    Bonaparte tomó Roma y se apoderó de numerosos
    tesoros artísticos. Tras el Congreso de Viena de 1815,
    Roma pasó de nuevo a manos del papado. No obstante, la
    ocupación de Italia por Napoleón estimuló una
    reacción nacionalista y, en 1861, Italia se
    unificó bajo la Casa de Saboya. Pero Roma no se
    incorporó al Reino de Italia y hasta 1870 no pudo ser
    ocupada. El papa Pío IX se declaró a
    sí mismo "prisionero del Vaticano".

    Capital
    nacional.

    Una vez que la ciudad se hubo
    convertido en la capital de la Italia unificada en 1871, se
    inició un periodo de gran florecimiento y de
    construcción de nuevos distritos. A principios del siglo
    XX se había unificado toda el área dentro de las
    antiguas murallas y la ciudad empezó a expandirse hacia
    las afueras. Para prevenir su desbordamiento, se construyeron
    grandes presas a lo largo del río Tíber. La
    dictadura de Benito Mussolini (1922-1943) estuvo marcada por la
    destrucción de antiguos barrios y el desarrollo de
    pomposos proyectos,
    tales como la Via del Impero (hoy Via dei Fori Imperiali). En
    1929, el Vaticano pasó a ser un enclave papal
    independiente. Roma, declarada ‘ciudad abierta’
    durante la II Guerra Mundial, no recibió serios
    bombardeos. El crecimiento en el periodo de posguerra
    siguió un ritmo rápido y hoy nuevas zonas
    residenciales se extienden hasta el campo. En la actualidad, no
    sólo es la capital y el centro político y
    administrativo de Italia, sino también sede de la
    Iglesia católica, de importantes agencias
    internacionales y empresas multinacionales, por lo que ha
    adquirido una importancia mundial. Población
    (según estimaciones para 2001), 2.655.970
    habitantes.

    Derecho
    romano.

    Derecho romano, conjunto formado por
    las disposiciones jurídicas y el sistema legal
    desarrollado en Roma desde la primera compilación de
    leyes, conocida como la Ley de las Doce Tablas, en el
    año 450 a.C., hasta la muerte de Justiniano I,
    soberano del Imperio bizantino, en el año 565 d.C.
    De forma concreta, se utiliza para designar la
    compilación de la ley conocida como Corpus Iuris
    Civilis,
    también llamado Código de
    Justiniano, realizado bajo los auspicios del mismo y que fue la
    base del Derecho civil
    de muchas naciones europeas continentales.

    Antes de las XII Tablas, el
    Derecho en Roma tenía un carácter religioso y su
    interpretación la realizaban sacerdotes
    que eran miembros de la clase patricia. Las protestas y
    agitaciones de la clase plebeya condujeron a que la ley
    consuetudinaria existente se escribiera añadiendo
    algunos principios que no formaban parte de la costumbre. La
    Ley de las Doce Tablas, tras ser escrita, fue sometida a una
    asamblea popular y aceptada. Este Código contiene reglas
    simples, ajustadas a una comunidad agrícola, establece
    la igualdad
    ante la ley de los patricios y los plebeyos y fue erigido en la
    fuente de todo el Derecho público y privado romano. El
    sistema legal instaurado por este Código y el conjunto
    de reglas que se desarrollaron a su alrededor era aplicado en
    exclusiva a los ciudadanos romanos y se conocía como el
    ius civile.

    Esta Ley de las Doce Tablas, el más antiguo
    código de Derecho romano. Fue redactado entre los
    años 451 y 450 a.C., y tomó como fuente el
    Derecho oral existente en aquel momento. Sus autores fueron 10
    magistrados denominados decenviros, y se
    inscribió sobre tablas de bronce o madera que
    fueron colocadas en el principal foro romano. Parece ser que la
    Ley de las Doce Tablas fue establecida para aplacar las
    reclamaciones de los plebeyos, que mantenían que
    sus libertades no se encontraban protegidas de forma
    conveniente por el Derecho escrito, al menos tal y como lo
    aplicaban los jueces patricios. En una primera
    versión original, se confeccionaron diez tablas, a las
    que se añadieron dos más al año siguiente.
    Unas y otras fueron destruidas durante el saqueo de Roma por
    los galos en el 390, pero la literatura latina posterior ha
    permitido que conozcamos algunas de esas leyes. Las Doce Tablas
    abarcaban las diferentes disciplinas del Derecho, con
    inclusión de los castigos previstos para algunas
    infracciones. Esta ley sufrió numerosas reformas, pero
    llegó a tener una vigencia de cerca de 1000
    años.

    La expansión territorial por la
    cuenca mediterránea obligó a los romanos a
    elaborar un sistema legal nuevo. Cada territorio conquistado
    contaba con su propio sistema, por lo que se requería un
    cuerpo de leyes que fuese aplicable tanto a los ciudadanos
    romanos como al resto. Más o menos entre el
    367 a.C. y el 137 d.C. este nuevo sistema se
    desarrolló a partir de los edictos del pretor, que
    definía e interpretaba la ley para los casos
    particulares. El pretor de los extranjeros administraba
    justicia en Roma, en todas las controversias donde alguna de
    las partes no era un ciudadano romano, y el pretor provincial
    establecía sus edictos en materias de interés
    comercial tras los edictos del pretor de los extranjeros de
    Roma. Durante los últimos años de la
    República de Roma las reglas de este nuevo sistema
    solían aplicarse a los conflictos entre ciudadanos
    romanos. Este nuevo sistema legal se conocía como el
    ius gentium. La ampliación de la
    ciudadanía romana a todos los habitantes libres del
    Imperio romano hizo que la distinción entre ius
    civile
    y ius gentium quedara obsoleta y la ley de la
    ciudad, o ius civile de Roma, se convirtiera en la ley
    de todo el imperio. Las diversidades provinciales fueron
    eliminadas por la legislación del Senado y del emperador
    y por la interpretación de los jurisconsultos. El hito
    más importante en el desarrollo del sistema romano en
    este periodo es el Derecho, concedido por el primer emperador
    romano Augusto y sus sucesores a algunos eminentes juristas, de
    elaborar responsa, u opiniones, en los casos que se
    presentaban en un proceso ante
    los tribunales. Entre los más famosos juristas romanos
    de esta época estaban Gayo, Papiniano, Julio Paulo y
    Ulpiano. Los tres últimos citados desempeñaron el
    cargo de praefectus praetoria, similar a un ministro de
    justicia del Imperio romano.

    COMPILACIÓN
    LEGAL.

    En el siglo III d.C. los
    decretos promulgados por los emperadores fueron adquiriendo
    importancia en el sistema legal romano. La primera
    compilación de estas leyes imperiales, el Codex
    Theodosianus,
    fue publicado por Teodosio II, soberano del
    Imperio bizantino, en el 438 d.C. Teodosio estudió
    la propuesta, que no llevó a cabo, de realizar una obra
    más ambiciosa, que incluyera un sumario oficial de la
    ley antigua como inicio de la literatura jurídica.
    Más tarde, Justiniano I nombró un comité
    de diez juristas, siendo el más famoso Triboniano, para
    hacer esta compilación. Los libros de
    leyes publicados por Justiniano eran conocidos como el
    Corpus Iuris Civilis y comprendían los
    siguientes: Institutiones (533), Digesta o
    Pandecta (533), Codex Constitutionum (528-529 y
    revisado en el 534) y Novellae (534-565).

    Las Institutiones de Justiniano
    señalaban los elementos del Derecho romano y estaban
    basadas en las Institutiones de Gayo. Al principio se
    destinaban a los estudiantes de leyes, pero al cabo de unos
    años se publicaron con fuerza de ley. El Digesta
    o Pandecta, compuesto a partir de extractos de la
    literatura jurídica de cuatro siglos (entre el
    30 a.C. y el 300 d.C.), era una colección de
    decisiones de los tribunales con comentarios de varias leyes.
    El Novellae era una colección de las leyes
    promulgadas por Justiniano y sus sucesores. El Codex
    Constitutionum
    revisado era una compilación de la
    legislación imperial hasta el 534 d.C.

    Los libros de leyes de Justiniano
    estuvieron en vigor en el Imperio bizantino hasta el final del
    siglo IX, momento en el que fueron condensados en un solo
    libro,
    escrito en griego, y conocido como Basilica. Este
    código continuó en vigor, al menos en teoría, hasta la conquista de
    Constantinopla por el Imperio otomano en 1453. En la Europa
    occidental, la principal fuente del Derecho romano entre los
    siglos VI y XI fue el Breviario de Alarico, realizado por el
    rey visigodo Alarico II en el 506 d.C. En el siglo XI los
    libros de Justiniano eran estudiados y utilizados en
    Lombardía (sur de Francia y
    norte de Italia) y en Cataluña (España). En
    Italia, las leyes de Justiniano se divulgaban en la Escuela de
    Derecho de Pavía. A principios del siglo XII se
    emprendió un estudio más minucioso de estos
    textos en Bolonia. La difusión sistemática del
    Derecho romano se propagó desde Italia al resto de
    Europa a partir del siglo XII. Con el renacimiento
    del comercio en
    Europa y debido a la imposibilidad del Derecho medieval de
    satisfacer las necesidades de los cambios de las condiciones
    económicas y sociales, el Derecho romano se
    incorporó a los sistemas
    legales de muchos países de la Europa
    continental.

    CORPUS IURIS
    CIVILIS.

    Así se llama la obra de Justianiano, está
    integrada por: Los Códigos: el viejo y el nuevo, el
    Digesto o Pandectas, las Institutuciones y las Novelas.

    Conocida con el nombre de Corpus Iuris Civilis, la obra
    que reúne en un solo cuerpo de ley, todas las obras de
    Justiniano, conocida desde la edición
    de Dionisio Godofredo (Ginebra 1.583).

    Aquí se reúnen en un solo libro las iuras
    y la leges, la obra de la Jurisprudencia y el material
    legislativo de los emperadores. Justiniano y otros juristas
    tratan con esto de servir a las demandas y exigencia y el
    material legislativo de los emperadores. Justiniano y otros
    juristas tratan con esto de servir a las demandas y exigencias de
    sus tiempos.

    Es la que reúne en un solo libro o cuerpo general
    sin mezclarlo ni confundirlo, los iura y las leges, la obra de la
    jurisprudencia clásica y el material legislativo de los
    emperadores.

    La obra compiladora de justiniano, llevada a cabo en un
    corto tiempo, 553 d.c. Y gracias al concurso de Justiniano, y
    otros juristas, trata de servir a las demandas o exigencias de su
    tiempo. El espíritu animador de Justiniano está
    patente en la obra, a la que quiere imprimir un notorio sello de
    unidad, trayendo a concierto el cúmulo legislativo y
    jurisprudencial formando en ambientes distintos y en un correr de
    siglos.

    A la hora de compilar, y siempre que las circunstancias
    lo permitan, se guarda respeto a la tradición
    clásica. En este caso, las discordancias o contradicciones
    de los viejos textos da la imposibilidad de su llana
    aplicación las necesidades nuevas, recomienda su
    modificación.

    A este conjunto se denominó en el siglo XII
    Carpus Iuris Civilis, para distinguirlo del "Corpus Iuris
    Canonici".

    El corpus iuris civilis, como empezó a llamase en
    la Edad Media el conjunto de la recopilación justinianea:
    Los códigos, Digesto, Instituciones
    y Novelas, fue un trabajo
    majestuoso, un gran paso en el propósito de dar alcance
    universal al derecho romano tal como había sido concebido
    por los clásicos; sin esta codificación el sistema jurídico
    romano se habría perdido para la Europa medieval y por lo
    tanto, para el mundo moderno.

    La finalidad de estas obras significaba el esfuerzo de
    un gobernante para dotar a su pueblo de un sistema
    jurídico tan cercano al modelo
    clásico. La obra de Justiniano, es posible gracias a la
    conservación clasicista del derecho romano en las escuelas
    orientales especialmente las de Beirut y Constantinopla, fue
    considerada como fuente única del derecho en esa parte del
    imperio hasta la victoriosa campaña de los
    otomanos.

    Importancia del Corpus Iuris Civilis:

    Consagró el sistema de derecho, definiendo la
    perdurabilidad en la historia y en el campo jurídico. Esta
    obra es considerada como una antología jurídica,
    como una colección de escritores antiguos en la que se
    condensa lo mejor de la jurisprudencia romana.

    El primer objetivo fue dar el pueblo un código
    práctico; y el segundo, conservar la jurisprudencia
    clásica.

    Importancia de la
    obra jurídica de Justiniano.

    Aquellas maravillosas obras podríamos decir que
    desde el punto de vista jurídico de la mayoría de
    los juristas más destacados de toda la época
    romana; y desde el punto de vista de la legislación
    Justiniana, las Novelas vienen a ser más importantes por
    ser la producción jurídica de Justiniano; y las
    Institutas, desde el punto de vista de la enseñanza. Toda esta obra se perdió
    desde la caída del imperio Romano. La obra jurídica
    de Justiniano tiene tres aspectos de importancia:

    1. Desde el punto de vista histórico: Esta
    obra se preservó a través del tiempo y de la
    barbarie, toda la tradición romana, por cuanto una vez que
    se produce la expulsión de los bárbaros que
    mantenían el Imperio de Occidente, la obra jurídica
    de Justiniano vuelve a entrar el periodo de vigencia. Sus obras
    se aprecian a través del tiempo al ser estudiadas por
    todos, ya que sobresale su inteligencia y
    la voluntad perseverante de sus obras que al pasar del tiempo son
    estimadas.

    2. Desde el punto de vista de su
    codificación
    : Comprende todos los aspectos del
    derecho
    positivo romano que se había desarrollado desde la
    época clásica en razón que no sólo se
    codifican las clásicas constituciones imperiales
    promulgadas desde el reinado de Adriano, sino que también
    se codifica la jurisprudencia, es decir, todas las obras escritas
    y publicadas por los jurisconsultos clásicos que
    habían obtenido el ius publicae respondendi, es decir, la
    facultad de responder consultas jurídicas con fuerza de
    leyes. Por haber tenido la intención, aparentemente, de
    transmitir a los siglos futuros lo esencial del derecho romano y
    a su vez el ingenio de aplicarlo a la vida y a las costumbres de
    su tiempo.

    3. Desde el punto de vista legislativo: En virtud
    que Justiniano le da fuerza legal a todas las partes de las
    cuales dividió el corpus iuris civilis haciéndolas
    normas de carácter obligatorio para todos los ciudadanos
    romanos. Es justo reconocerlo como el autor de excelentes
    reformas, ya que nunca sale de un tema sin dar la solución
    definitiva. Sus leyes son inelegantes, y enemigo de las
    sutilezas.

    El Código de
    Justiniano.

    Es una compilación legislativa llevada a cabo por
    el emperador de Bizancio Justiniano I (527-565). Bajo sus
    auspicios se realizaron cuatro importantes obras que, a partir de
    la edición completa publicada en 1583 por Dionisio
    Godofredo en Ginebra, se denominaron Corpus Iuris Civilis. En
    esta obra podemos distinguir cuatro partes.

    1. Las Instituciones

    Etimológicamente significa instituciones.
    Contienen una síntesis
    de preceptos y doctrina en cuatro libros de reducida
    extensión que abordan las siguientes materias: el primero,
    de las personas; el segundo, de la división de las cosas,
    de la propiedad, de los demás derechos reales y del
    testamento; el tercero, de la sucesión intestada y de las
    obligaciones
    que proceden del contrato; y el
    cuarto, de las obligaciones ex delicto y de las acciones, con
    un apéndice de publicis iudiciis. La obra es fruto del
    encargo que Justiniano hizo a los juristas Triboniano,
    Teófilo y Doroteo: realizar una obra de lenguaje accesible
    que pudiera sustituir a las Instituciones de Gayo en las
    escuelas. Así fue promulgada el 21 de noviembre de 533
    dedicada a la juventud
    estudiosa y más tarde, el 30 de diciembre del mismo
    año, adquirió fuerza de ley.

    2. El Código:

    Justiniano dictó el 13 de febrero del año
    528 una constitución denominada "Haec quae necesrio", por
    ser estas las palabras iniciales de su texto, en la
    cual designó una comisión a la que encomendó
    la tarea de proceder a la recopilación de las leyes, o
    sean las constituciones imperiales vigentes en la época,
    que habrían de tomar de los códigos Gregorianos,
    Hermogeniano y Teodosiano, agregándole las constituciones
    posteriores del mismo Teodosio II y las llamadas novelas
    post-teodosianas.

    Existió una comisión que recibió el
    encargo de reunir las constituciones imperiales; el emperador dio
    su autorización para proceder a una recopilación de
    las que tuvieran en vigencia en ese momento, pudiendo modificar
    su redacción y hasta su contenido, a fin de adaptarlas a
    las necesidades actuales, ya que la obra perseguía una
    finalidad: facilitar la aplicación del derecho,
    transcurrido unos meses la comisión presentó su
    proyecto al
    emperador. Quién el 7 de abril del año 526
    publicó una constitución que fijaba el día
    16 de abril de ese mimo año la entrada en vigencia del
    "Novus Iustiniano Codex" , o sea el "Nuevo Código", que
    fue nuevo con relación a los códigos que se
    habían tenido en cuenta, pero que dejó de serlo ,
    cuando posteriormente el mismo Justiniano ordenó en el
    año 534 la redacción de una nueva
    recopilación, que fue aprobada por el emperador con el
    título de "Codees repetitae praelectionis" y que es, el
    "Nuevo Código Justinianeo".

    El texto del primitivo código justiniano (529),
    al que se le denomina "Codex Vetus", no ha llegado hasta nosotros
    y sólo se conserva en un manuscrito conocido por "Papiro
    de Oxyrrinco", publicado en 1922 un fragmento de su índice
    en que figuran los "inscriptiones" de las constituciones
    incluidas en los títulos II, que no fue incluida en el
    nuevo del año 534, circunstancia ésta que demuestra
    que en el momento en que Justiniano ordenó la
    redacción del primer codees no había concebido
    todavía la idea de hacer compilar un cuerpo de doctrina
    jurídica como el Digesto, ya que, de lo contrario, no se
    explicaría aquella inclusión.

    3. El Digesto

    Nombre tomado en tributo al anterior Digesto, que
    etimológicamente significa enciclopedia, compuesto por
    Juliano. Dividido en 50 libros, es la parte más voluminosa
    del Corpus y está formada por una reunión de
    fragmentos procedentes de las obras de los grandes juristas,
    armonizando una edición oficial de los más selectos
    de la jurisprudencia romana. El 15 de diciembre de 530 Justiniano
    encargó a Triboniano que seleccionara unos colaboradores
    que juzgara con la capacidad necesaria para acometer la
    abrumadora tarea de compilar con carácter oficial los
    precedentes jurisprudenciales que integraban el ius, pero que no
    estaban recogidos en leges. Para darle un carácter
    unitario se procedió también a ordenar y eliminar
    las repeticiones, y resolver los aspectos contradictorios de la
    ley existente e incluso variar el tenor literal de todos los
    documentos, si
    hacía falta para lograrlo.

    El Derecho de juristas recogido en el Digesto es el
    fruto de la aplicación profesional, y por su propia
    naturaleza es
    fragmentaria, por lo que resulta indudable el enorme esfuerzo que
    conllevó esta empresa, que
    además se caracterizó por la tremenda riqueza por
    su contenido, que todavía resulta actual. Los 50 libros de
    que consta se encuentran divididos en títulos, dentro de
    los cuales se incluyen los fragmentos, cada uno con la inscriptio
    que indica el nombre del jurisconsulto, el número del
    libro y el título de la obra originaria de la que
    proceden, no contándose con una sistemática
    práctica en la ordenación interna de cada
    título.

    Cabe señalar que el digesto esta dividido por
    Justiniano para servir a fines didácticos en 7 partes,
    siguiendo el esquema de los comentarios del edicto. Estas partes
    son:

    -Del libro 1 al 4: Principios generales sobre el derecho
    y la jurisdicción.

    -Del libro 5 al 11: Doctrina general sobre las acciones
    de protección judicial de la propiedad y de los
    demás derechos
    reales.

    -Del libro 12 al 19: De rebus, obligaciones y contratos.

    -Del libro 20 al 27: Umbilicus, obligaciones y familia.

    -Del libro 28 al 36: De testamentis et codicilis,
    herencia,
    legados y fideicomisos.

    -Del libro 37 al 44: Herencia pretoriana y materias
    referentes a derechos reales, posesión y
    obligaciones.

    -Del libro 45 al 50: Stipulatio, derecho penal,
    apellation, derecho municipal.

    4. Las Novelas

    Nombre cuyo origen es el de Novellae constitutiones post
    Codicem. Contienen las constituciones promulgadas por Justiniano
    después de publicar la compilación integrada por
    las tres secciones ya descritas. A diferencia de las partes
    anteriores, las Novelas no están recopiladas como unidad
    formal que responda al designio de un soberano, sino que se
    conocen a través de colecciones particulares.

    El auténtico esplendor del trabajo de Justiniano
    se produjo unos seis siglos más tarde de la
    publicación de estas obras, cuando la cultura europea
    adoptó su legado como una referencia cargada de autoridad
    y muy útil para la formación de los nuevos juristas
    en un Derecho común. El gran mérito de la obra de
    Justiniano fue condensar el saber jurídico de Roma y
    actuar como el eslabón de continuidad para que ese
    pensamiento
    pasara a la conciencia
    jurídica europea suponiendo, sin duda, el segundo gran
    momento de expansión del Derecho romano.

    Las "Novellae Leges" se clasificaron
    en:

    Epidome Iuliani: Es una colección de 124
    novelas que se encuentran en orden cronológico y escritas
    en latín, estas se le atribuyen a un profesor de
    Constantinopla, llamado Juliano. Se cree que fue compuesta en
    tiempos de Justiniano, aproximadamente en el año 555.
    Estas se transmitió en manuscritos en el siglo
    VII.

    Las Autenticas (Authenticum): Esta es una
    colección de 134 novelas, que fueron publicadas entre los
    años 535 y 556, estas están ordenadas
    cronológicamente hasta el No. 124. Su traducción al
    latín no se realizó de manera fiel, y su nombre
    proviene por haberse otorgado autenticidad por los juristas de
    Bolonia, tras tenerlas por falsas, se hicieron aproximadamente en
    el siglo XI.

    Colección Anónima: Es una
    colección de 168 novelas que originalmente se redactaron
    en griego y fueron llevadas a cabo bajo Tiberio II. En su
    mayoría pertenecen a Justiniano, otras a Justiniano II y
    Tiberio II.

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    Einstein Alejandro Morales Galito

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