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El cuatro en Venezuela




Enviado por martinez_ferreira



    1. La guitarra renacentista y la
      vihuela
    2. El cuatro en la
      colonia
    3. Tipos de
      cuatro
    4. La artesanía del
      cuatro
    5. Conclusión

    INTRODUCCION

    Al hablar del cuatro uno siempre se queda corto. Corto
    por la imposibilidad de abarcar toda la extensión de su
    pasado, de seguir cada uno de los hilos que lo vinculan con las
    distintas razas y culturas que intervinieron en la
    formación del país.

    De alcurnia española, el cuatro nació en
    las calles de la antigua Venezuela y,
    por ser del pueblo, su voz siempre fue franca y directa sin los
    embarazos preciosistas de la tradición
    académica.

    Creció con la nación
    haciéndose eco de su devenir y de su más
    íntimo sentir en manos del esclavo negro de la colonia,
    del indio de las misiones y del guerrero de la gesta
    libertadora.

    Así nos ha llegado, cargado de casi cinco siglos
    de historia, tan
    viejo como la misma Venezuela donde tantas y tan tupidas
    raíces ha echado que ha pasado a ser el instrumento
    nacional.

    CAPITULO I: LA GUITARRA RENACENTISTA Y LA
    VIHUELA

    HISTORIA:

    Para entender el cuatro en toda su proyección
    histórica es preciso retroceder en el tiempo hasta
    ubicarse a finales del siglo XV y principios del
    XVI, cuando en cumplimiento de órdenes explícitas
    dadas en 1497 por los Reyes Católicos a Cristóbal
    Colón, los conquistadores debieron introducir por primera
    vez una pequeña guitarra de cuatro pares de cuerdas u
    órdenes que luego de varias mutaciones daría origen
    al cuatro venezolano:

    "Asimismo deben ir …algunos instrumentos e
    músicas para pasatiempo de las gentes que allá han
    de estar".
    (Instrucción que dieron los Reyes
    Católicos al Almirante D. Cristóbal Colón
    para el buen gobierno y
    mantenimiento
    de la gente que quedó en las Indias, y de la que
    nuevamente iba para poblar y residir allá, 15 de Junio
    1497).

    El instrumento que entonces se llamaba guitarra y que
    nosotros llamaremos guitarra renacentista, para evitar posibles
    confusiones, no gozaba a la sazón de fama irreprochable,
    tal como se desprende de ciertos comentarios de la época
    en los cuales no siempre aparece en un marco muy
    decoroso.

    Así vemos, por ejemplo, como en 1459 los
    procuradores de las Cortes de Lisboa tuvieron que tomar medidas
    muy concretas para ponerle coto a los desatinos de ciertos
    guitarristas cuyas serenatas producían efectos tan nocivos
    como inesperados: "Se juntan diez hombres con una guitarra
    quedándose tres o cuatro a tocar o a cantar mientras que
    los demás trepan por las casas y las desvalijan. Las malas
    mujeres, hijas o criadas de algunos hombres, al
    oír
    tocar la guitarra, abren las puertas y duermen con los
    guitarristas quienes al irse no dejan de llevarse alguna
    cosa".
    En vista de ello, los procuradores decidieron que
    "después del toque de queda donde lo hubiese y
    después de las nueve de la noche hasta después de
    la salida del sol en los demás sitios, el guitarrista que
    fuese hallado con una guitarra en ciudad, villa o lugar
    público en que no se celebrase fiesta o boda muy
    concurridas con antorchas y luminarias, iría preso y
    además perdería la guitarra, las armas y la ropa
    que llevase".

    En España es
    Fray Juan Bermudo, uno de los máximos exponentes de la
    música
    especulativa del renacimiento
    español,
    quien alza su voz para increpar a la guitarra: ‘. – –
    pues no sé si es más sabio el que pretende
    contentar oídos, o por mejor decir, orejas del pueblo al
    cual contentan con el canto de Conde Claros, tañido en
    guitarra, aunque sea destemplada".
    De sus palabras se
    desprende que las "orejas" del pueblo sólo podían
    apreciar la música simple y trillada de la canción
    Conde Claros, acompañada en un instrumento,
    la guitarra renacentista, que, por el contexto tan poco
    halagueño en que aparece, no era precisamente
    sinónimo de elegancia y refinamiento.

    También el compositor español Mateo Flecha
    arremete contra la pobre guitarra renacentista cuando escribe en
    sus Ensalada "La Viuda":

    Y del vulgo en general

    Me querello

    Porque tiende más al
    cuello

    Al tintín de la
    guitarrilla

    Que a lo que es por
    maravilla

    Delicado.

    (Praga 1581)

    Con todo, sería precipitado creer que la guitarra
    renacentista no era más que un instrumento grosero y
    tosco, compañera de juergas y trasnochos, puesto que, tal
    vez por su mismo desenfado, también supo granjearse los
    favores de no pocos compositores de alto talento quienes,
    rescatándola de las malas compañías, la
    elevaron a alturas insospechadas.

    Por una de esas extrañas incongruencias
    históricas, fueron precisamente las pocas composiciones
    pertenecientes al género de
    la música culta las únicas que para este
    instrumento nos ha legado el siglo XVI. Ello podría causar
    a primera vista una falsa impresión respecto al papel que
    desempeñaba la guitarra en la sociedad
    renacentista, pues, si bien es cierto que en algunas ocasiones
    era tañida con delicadeza por el músico solista,
    también es verdad que en la práctica cotidiana la
    "guitarrilla’ como la llamara Flecha, no dejaba de
    ser un instrumento popular y de acompañamiento.
    Desgraciadamente, de aquel "tintín", de aquel
    rasgueo desaforado que tantos estragos hiciera en la virtud de
    las lisboetas, no nos ha llegado ni una sola nota
    escrita.

    Refiriéndose a la música culta para la
    guitarra renacentista, Fray Juan Bermuda, aquél que tan
    mal hablara de ella en su versión popular, acota que en
    este género el músico de guitarra se hace merecedor
    de grandes alabanzas por la dificultad que implica el componer
    obras polifónicas para un instrumento de sólo
    cuatro órdenes: "De mayor habilidad se puede mostrar un
    tañedor
    con la inteligencia y
    uso de la guitarra que con el de la vihuela por ser instrumento
    mas corto".

    La vihuela a que alude Bermudo era un instrumento de
    seis órdenes bastante parecido a la guitarra y destinado a
    desempeñar un papel muy destacado dentro de la
    música renacentista española.

    La vihuela no sólo superaba a la pequeña
    guitarra renacentista de cuatro órdenes, que como hemos
    visto olía algo a vino y a establos, sino que
    también descollaba por encima de instrumentos tales como
    el rabel o el mismo Órgano.

    El período álgido de la vihuela puede
    situarse entre 1536 y 1576, fechas en que aparecieron
    respectivamente el primero y el último libro de
    composiciones para dicho instrumento.

    Fue precisamente en uno de estos libros de
    vihuela, dado a la luz por Alonso
    Mudarra en 1546, donde se publicaron las primeras obras para
    guitarra renacentista que se conocen hasta la fecha. Mudarra
    haciendo alardes de "inteligencia y uso" de la guitarra,
    nos dejó unas pocas piezas que, por su consumada belleza,
    pueden ser consideradas como auténticas joyas de la
    literatura
    renacentista universal.

    En cuanto a su construcción, la vihuela seguía muy
    de cerca la forma y hechura de la guitarra renacentista, si bien
    por el ámbito que le proporcionaban sus seis
    órdenes o pares de cuerdas, se prestaba mejor que esta
    última a la música solista. Por lo tanto, y a pesar
    de su consanguinidad, la vihuela y la guitarra renacentista se
    diferenciaban principalmente por el tipo de música a que
    se destinaban: si la primera se tocaba punteada e
    intervenía esencialmente en el género
    polifónico, la segunda se solía rasguear y se
    utilizaba mayormente en un tipo de música de
    acompañamiento por acordes, que a la sazón se
    llamaba música golpeada.

    La estrecha afinidad entre estos dos instrumentos
    repercutió de forma muy interesante en la
    terminología que se utilizaba entonces para designarlos.
    Así vemos que Miguel de Fuenlíana, uno de los
    grandes vihuelistas españoles, nos describe la guitarra
    como una "vihuela de cuatro órdenes".
    También Fr. Bermudo, ya citado en repetidas ocasiones,
    hablando sobre el origen de la música, apunta que Mercurio
    inventó la "vihuela de cuatro
    órdenes"
    y, más adelante,
    refiriéndose al mismo instrumento lo llama
    "guitan-a". Vemos, por lo tanto, que en la
    España del siglo XVI la guitarra renacentista
    también se conocía bajo el nombre genérico
    de vihuela, si bien se le añadía
    generalmente el apéndice de cuatro
    órdenes
    para diferenciarla de la vihuela
    común, la cual, según hemos visto, disponía
    de seis.

    Esto nos lleva a comprender el porqué
    existían en Venezuela hasta principios del siglo pasado
    las designaciones paralelas de guitarra y de
    vihuela para el cuatro, pues con ello no se
    hacía más que recoger una ambigüedad lingüística que debió llegar al
    país junto con el instrumento mismo.

    Es interesante destacar en este punto que en Venezuela
    la adopción
    generalizada del término cuatro es
    relativamente reciente y que los vocablos guitarra
    y sus derivados, tales como guitarrita, guitarrica
    y similares que aún se oyen en algunos caseríos o
    hatos apartados de los grandes núcleos urbanos, tuvieron
    gran difusión hasta principios de nuestro siglo. Esta
    tradición se remonta a los primeros tiempos de la
    conquista, pues, según ya hemos visto, para aquellas
    fechas el instrumento de cuatro órdenes o pares de cuerdas
    se conocía en Europa bajo el
    nombre de guitarra. Sin embargo, a las
    postrimerías del siglo XVI la palabra
    guitarra sufrió un cambio radical
    en España y pasó a designar a un nuevo tipo de
    guitarra de cinco órdenes: la guitarra barroca. En
    Venezuela, empero, no se verificó este cambio
    semántico y el pueblo conservó el vocablo
    guitarra en su sentido original durante más
    de cuatro siglos, para referirse al instrumento de cuatro cuerdas
    u órdenes, tal y como lo había aprendido de sus
    antepasados. Tan sólo en los últimos cincuenta
    años y bajo el impacto de los medios de
    comunicación, en los cuales se utiliza de forma casi
    exclusiva el vocablo cuatro, ha ido desapareciendo
    la palabra guitarra para referirse al
    cuatro.

    Como estamos hablando de la perduración de
    ciertos términos arcaicos en la lengua
    vernácula venezolana, señalemos que en la ya
    mencionada música golpeada del renacimiento
    español, las notas se daban todas juntas para formar lo
    que hoy en día se llamaría un acorde. Este recurso
    musical que tenía entonces un claro cariz popular, se
    hallaba en contraposición a la técnica
    polifónica de las composiciones cultas.

    En tanto, se puede ver que en España, de donde
    saldría el instrumento que originaría el cuatro
    venezolano, existen numerosos retablos de la época
    renacentista con figuras de ángeles en actitud de
    tañer una guitarra. La frecuencia de estas
    representaciones en la imaginería española, parece
    indicar que, lejos de tratarse de creaciones arbitrarias del
    artista, la participación del instrumento en actos de
    índole religiosa era real y concreta. Por lo tanto, la
    guitarra renacentista de cuatro órdenes no sólo se
    tocaba en la calle y en la corte según se ha visto, sino
    además en la iglesia, donde
    pudo suplir al órgano en el acompañamiento de las
    misas cantadas y autos
    sacramentales. Este rasgo que se podría denominar "sacro"
    fue, como apreciaremos más adelante, de marcada
    significación para la sobrevivencia de la guitarra
    renacentista en tierras venezolanas, al ser astutamente
    aprovechado por los buenos misioneros españoles encargados
    en tiempos de la colonia de granjear almas para la
    iglesia.

    AFINACION DE LA GUITARRA
    RENACENTISTA:

    En el Renacimiento
    ni la guitarra ni la vihuela tenían una altura de sonido fija,
    puesto que el músico templaba estos instrumentos de
    acuerdo a ciertas variables,
    tales como la naturaleza,
    resistencia y
    longitud de sus cuerdas. La disposición de los intervalos
    formados por las cuerdas al aire, en cambio,
    era de suma importancia pues sobre ellos descansaba todo el
    sistema de
    notación musical renacentista propio de ciertos
    cordófonos.

    De grave a agudo, la afinación de la guitarra
    renacentista de cuatro órdenes formaba los intervalos de
    cuarta justa, tercera mayor y cuarta justa. El cuarto orden
    llevaba una cuerda delgada o requintilla afinada a la octava alta
    de su compañera o bordón. El primer orden era a
    menudo sencillo, constando de una sola cuerda, razón por
    la cual la guitarra renacentista se llamó a veces
    guitarra de siete cuerdas que fue la que
    gozó de mayor popularidad y se conoció por el
    nombre de temple nuevo, existió otra,
    llamada temple viejo, cuyo reparto tomado de grave
    a agudo formaba los intervalos de quinta justa, tercera mayor y
    cuarta justa, quedando la requintilIa del cuarto orden a la
    octava alta del bordón. Sin embargo, en esta
    afinación se prescindía a veces del bordón y
    en su lugar se colocaba otra requintilla, quedando las dos
    cuerdas del cuarto orden a una cuarta alta del tercero. Esta
    última variante recibió el nombre de temple
    alía napolitana.

    La guitarra renacentista no sólo
    condicionó la afinación del cuatro, sino que,
    además, también influyó en los esquemas
    armónicos del instrumento venezolano. En efecto, algunos
    acordes o posiciones del cuatro reciben nombres
    vernáculos, tales como tendido, pata de
    perro,
    cruzado o patilla, que
    se remontan a ciertas voces populares de uso común en
    España durante el siglo XVI, según se puede deducir
    del siguiente pasaje escrito por el erudito Joan Carlos Amat en
    1596, en el cual llama estas posiciones: "…cruzado mayor y
    cruzado menor, vacas altas y vacas bajas, puente y de otras
    infinitas suertes que los músicos unos y otros les han
    puesto nombres diferentes".
    Si bien Joan Carlos Amat
    relaciona estas posiciones con la naciente guitarra barroca, no
    es menos cierto que ya para 1596 estos nombres estaban tan
    difundidos que habían pasado a ser de uso general entre
    los músicos de la época y que, por lo tanto, pueden
    considerarse como propios de la guitarra renacentista.

    LA TABLATURA:

    La música culta para guitarra renacentista fue
    difundida y conservada gracias a un sencillísimo sistema
    llamado tablatura. En esta grafía, los
    cuatro órdenes del instrumento se representaban mediante
    cuatro líneas, correspondiendo la línea de arriba
    al cuarto orden, la siguiente al tercero, etc., Sobre estas
    líneas se colocaban luego unos números que
    indicaban el traste en que era preciso pisar la cuerda, siendo
    "O" la cuerda al aire, "1 "el primer
    traste, "2" el segundo, etc. En la llamada
    tablatura francesa, los trastes se señalaban
    por medio de letras en lugar de números, así la
    letra "a" correspondía a la cuerda al aire,
    "b" al primer traste, etc., y además se
    invertía la disposición de las líneas
    correspondiendo el cuarto orden a la última línea,
    el tercero a la siguiente, etc.

    La duración o valor de las
    notas se indicaba gracias a unas figuras rítmicas que se
    hallaban encima de las líneas. La figura rítmica no
    sólo determinaba el valor de la nota en que se encontraba
    sino también el valor de todas las demás notas
    hasta la figura siguiente.

    De acuerdo con lo arriba indicado y presuponiendo el
    temple nuevo expuesto anteriormente, la primera
    nota del siguiente ejemplo es un mi (tercera cuerda
    en segundo traste), la segunda es un fa sostenido (segunda cuerda
    al aire) y la tercera es un sol (segunda cuerda
    pisada en primer traste). En cuanto a la duración, la
    primera nota es una blanca por estar situada debajo de una figura
    rítmica de blanca; al no haber figura rítmica
    encima de la segunda nota, el valor de ésta se
    regirá por la indicación de la figura anterior,
    siendo pues, también de blanca. La última nota
    tendrá un valor de semibreve por hallarse debajo de una
    figura rítmica de esta duración.

    Al interpretar una obra de dos o más voces
    escrita en tablatura, es importante tener en cuenta que las
    figuras rítmicas sólo indican el valor total
    resultante de la suma de las distintas voces. El siguiente
    compás, por ejemplo, presenta dos voces bien definidas de
    valores
    desiguales. Sin embargo, consideradas desde el punto de vista de
    su incidencia en el tiempo, la suma de estas dos voces arroja una
    línea rítmica regular y uniforme

    Al escribirse este compás, el músico
    renacentista hubiese colocado una corchea encima de la primera
    nota dando con ello a entender que, rítmicamente hablando,
    ésta y todas las demás notas se hallaban separadas
    unas de otras por el valor de una corchea. A la hora de ejecutar
    este tipo de música, empero, es preciso no perder de vista
    su carácter polifónico
    esmerándose en la cabal conducción de cada una de
    las voces. En el compás que nos ocupa, por ejemplo, ello
    significaría dejar en la cuerda el dedo de la mano
    izquierda que pisa las notas correspondientes al bajo hasta
    completar su valor, así como aquél que pisa la nota
    correspondiente a la síncopa de la voz aguda que se genera
    en el tercer tiempo del compás.

    En comparación con el elevado número de
    cuatristas que existen en el país, son pocos los que
    están conscientes de las enormes posibilidades
    histórico-musicales que les brinda su instrumento, pues
    con sólo afinar la primera cuerda del cuatro a la octava
    alta del temple usual, ponen a su alcance todas las
    bellísimas composiciones que se han heredado del
    renacimiento.

    En cuanto a este tipo de afinación, que se
    podría llamar arrequintada por hallarse la prima a la
    octava alta del temple tradicional, es interesante acotar que
    ésta constituye una de las numerosas afinaciones
    legítimas del cuatro venezolano, tal y como lo demuestra
    el hecho de ser utilizada, aunque de forma peregrina, por algunos
    cuatristas populares, últimos cultores de una
    tradición que se remonta a los albores del siglo
    XVI.

    CAPITULO II: EL CUATRO EN LA
    COLONIA

    Por mandato de los Reyes Católicos a Diego
    Colón, hijo del descubridor, los conquistadores quedaban
    obligados a vivir en núcleos urbanos llamados pueblos
    de españoles: "Otro sí, porque mi voluntad es que
    los
    cristianos que viven e de aquí en
    adelante vivieren en las dichas Indias no vivan derramados
    defenderéis que ninguno sea osado vivir fuera de las
    poblaciones que hay en la dicha isla, o de las que se hicieren de
    aquí adelante

    Posiblemente fue en uno de estos pueblos donde por
    primera vez se construyó en Venezuela una guitarra de
    cuatro órdenes de características parecidas a las
    que habían llegado de la Península, y su artesano
    bien pudo ser uno de aquellos carpinteros que siempre viajaban en
    los buques españoles para velar por su
    mantenimiento.

    Sea como fuere, los instrumentos elaborados por aquellos
    primeros españoles debieron despertar gran interés
    entre la población de lo que más tarde se
    llamaría Venezuela, pues ya para finales del siglo XVI los
    artesanos locales habían asimilado las técnicas
    de construcción de la guitarra renacentista, tal como se
    deduce de las siguientes consideraciones: en 1596 se
    publicó en España el primer tratado para un nuevo
    instrumento, la guitarra barroca, que desplazaría para
    siempre a la guitarra renacentista del escenario musical europeo.
    Muy rápidamente Europa cesó de producir guitarras
    de cuatro órdenes y por lo tanto Venezuela pasa a depender
    exclusivamente de los estímulos nacionales
    endógenos que había desarrollado durante el
    transcurso del siglo XVI para la supervivencia de las
    técnicas de construcción instrumental relacionadas
    con la guitarra renacentista.

    En consecuencia, es lícito afirmar que para 1596
    el país ya contaba con una tradición de
    construcción artesanal o violeria propia que sabría
    asimilar todas las corrientes que a lo largo de los siglos se
    irían desarrollando en la Metrópoli, sin por ello
    abandonar la construcción de la guitarrita de cuatro
    órdenes.

    La historia del cuatro venezolano empieza, pues, donde
    acaba la de la guitarra renacentista, es decir, en las
    postrimerías del siglo XVI cuando el país
    dejó de recibir todo tipo de impulso foráneo
    relacionado con su construcción.

    Una vez establecido el cuatro en el país, su
    penetración y asimilación definitiva se
    realizaría en dos planos: el geográfico y el
    social.

    En lo tocante al primero, el cuatro siguió la
    ruta de las misiones y poco a poco fue llegando a los cuatro
    puntos cardinales del territorio venezolano, incluyendo a
    aquellas regiones que fueron conquistadas después de 1596
    y que por lo tanto nunca tuvieron contacto directo con la
    guitarra renacentista europea. Así vemos que en el Llano,
    por ejemplo, donde la influencia española sólo se
    hizo sentir a partir del siglo XVII, el cuatro cobró tal
    popularidad que un autor inglés
    de principios del siglo XIX lo llamó ‘ese tesoro
    del llanero, la entrañable
    guitarra".’

    En cuanto al aspecto social, si en los primeros tiempos
    la guitarra renacentista española debió representar
    uno de los privilegios de la clase
    dominante, su retoño, el cuatro, fue salvando
    paulatinamente las barreras elitescas hasta llegar al
    último eslabón de la cadena social, el sufrido
    esclavo, tal como se puede colegir de las siguientes palabras de
    Humboldt:.~

    "Era un domingo por la noche y los
    esclavos bailaban al son penetrante y monótono de la
    guitarra. Los pueblos africanos de raza negra tienen en su
    carácter fondo inagotable de movimiento y
    de alegría. Tras haber sido sometidos a duros trabajos
    durante la semana, el esclavo prefiere la música y el
    baile a un sueño prolongado los días de fiesta.
    Guardémonos de censurar esta mezcla de
    despreocupación y de ligereza que atempera los males de
    una vida llena de privaciones y sufrimientos ".

    LA SOCIEDAD
    COLONIAL:

    Para estudiar el recorrido del cuatro a través de
    las distintas capas de la sociedad venezolana, hemos
    creído conveniente examinar por separado a ciertos
    miembros de la población durante los primeros tiempos de
    la colonia. La clasificación que exponemos a
    continuación no pretende en ningún momento retratar
    la complejidad de la estratificación humana que privaba en
    Venezuela durante el siglo XVI, sino mucho más, facilitar
    la comprensión de ciertos mecanismos históricos que
    intervinieron en el fenómeno de absorción de la
    guitarra renacentista.

    EL ESPAÑOL:

    El número de españoles que
    participó en la conquista fue asombrosamente bajo. Como
    ejemplo, citemos el caso de la expedición dirigida por
    Ambrosio Alfinger y Bartolomé Sailer de la Casa de los
    Welser, quienes para someter la parte central del país se
    dieron a la vela el año de 1528 "bien proveídos
    de caballos, armas y municiones, trayendo consigo cuatrocientos
    españoles, y entre ellos muchos hidalgos y hombres
    nobles…
    ", según nos informa José de Oviedo y
    Baños.

    También cabe mencionar que en 1561, al
    aproximarse el Tirano Lope de Aguirre a la ciudad de Barquisimeto
    con su ejército de apenas ciento cincuenta hombres
    procedentes del Perú, los vecinos de la misma huyeron
    despavoridos ante tan inminente peligro, como antes
    también lo hicieran los moradores de Borburata y de
    Valencia. El entonces gobernador, Pablo Collado, logró
    juntar a duras penas unos ciento noventa hombres provenientes de
    todos los pueblos de españoles de su provincia. Sin
    embargo, al no sentirse seguro de su
    superioridad, decidió esperar el refuerzo de veinte
    hombres procedentes de Mérida antes de pasar a la
    acción.

    Resulta interesante considerar que para mediados del
    siglo XVI, las ciudades de Coro, El Tocuyo, Barquisimeto,
    Valencia y Nirgua sólo pudieron reunir a ciento noventa
    españoles o "vaqueros con zamarras de ovejas", como los
    baldonara El Tirano, para hacer frente a sus mesnadas.

    Si, como se acaba de ver, los españoles eran
    pocos, menor aún sería el número de los
    guitarristas que viajaron a Venezuela, y cada uno de aquellos
    pocos soldados músicos debió introducir al
    país el tipo de guitarra que privaba entonces en su
    entorno cultural. Este principio, que bien se podría
    llamar de escasez humana,
    nos ayuda a entender la supervivencia en Venezuela de un
    instrumentario, a veces, harto singular y arcaico.

    En efecto, al haber tan pocos músicos
    españoles peninsulares en el Nuevo Mundo, el criterio de
    cada uno de éstos respecto a su guitarra, debió
    adquirir una trascendencia que no guardaba ya ninguna
    relación con la importancia del instrumento dentro del
    contexto español o europeo. Este fenómeno, unido al
    férreo apoyo del español a todo lo relacionado con
    su patria, puesto que se veía en un medio extraño
    que hacía peligrar su identidad,
    impediría seguramente que muchos de estos instrumentos,
    verdaderas reliquias del pasado medieval, desapareciesen para
    siempre del escenario musical histórico.

    Lo que a los españoles les faltaba en
    número les sobraba en movilidad. Veamos, por ejemplo, el
    caso de Juan de Villegas, a quien encontramos en Coro el
    año de 1540 desempeñándose en calidad de
    alcalde mayor y luego de gobernador encargado. En 1543 sale de
    Coro en compañía de Diego de Losada y una escolta
    de veinte hombres rumbo a Cumaná, con el fin de recoger
    españoles dispuestos a radicarse en esta última
    ciudad, que para entonces estaba prácticamente despoblada.
    Años después, en 1552, lo encontramos fundando la
    ciudad de Barquisimeto. Estos derroteros de Juan de Villegas no
    son una excepción. Según lo expuesto, Diego de
    Losada, el futuro fundador de Caracas, siguió una ruta
    algo parecida y, si fuese posible seguir las andanzas de cada uno
    de aquellos conquistadores, es de suponer que sus pasos
    también los llevarían a la mayoría de
    aquellos lugares que representaban la Venezuela conocida de
    entonces.

    Para efectos de la construcción de instrumentos,
    es de pensar que la vida azarosa y movida de estos pocos
    soldados-músicos, debió ser poco compatible con la
    tranquilidad y dedicación necesarias para el desarrollo de
    una violería local.

    Aparte del guerrero, también viajaba a las Indias
    Occidentales otro tipo de español: el colono sedentario.
    Este emigraba en compañía de su familia y, por
    fuerza,
    debió aportarle cierta estabilidad a la población
    de los núcleos españoles. Con todo, no es de
    suponer que este colono encontraba en Venezuela la
    motivación económica necesaria para dedicarse
    de forma regular a la violería.

    Por el status quo que le daba su misma
    nacionalidad,
    el colono español tenía a su alcance todos los
    nuevos y variados recursos
    naturales del país, amén de disponer de
    esclavos e indios encomendados para explotarlos. En vista de
    ello, es poco probable que éste volviese las espaldas a
    todo el ingente potencial que había motivado su destierro
    voluntario para entregarse a una profesión artesanal. Una
    vez en territorio venezolano, es de suponer que el español
    sedentario buscaría un camino más lucrativo que el
    de la violería o el de los demás oficios manuales, para
    aprovechar al máximo las insondables posibilidades de su
    nuevo entorno. Sus actividades en el campo de la
    construcción de instrumentos serían, pues, bastante
    limitadas y su producción estaría destinada
    mayormente a cubrir sus necesidades personales, así como
    las de su círculo de allegados.

    En consecuencia de lo arriba expuesto, Venezuela no le
    brindaba, ni al conquistador ni al colono, mayores
    estímulos para que éstos se dedicasen de forma
    constante y sistemática a la fabricación de
    instrumentos. La importantísima contribución
    histórica del español al desarrollo del cuatro
    radicaría, pues, en haber llevado su singular
    predilección por la guitarra y su música a
    Venezuela, así como en haber enseñado las
    prácticas y técnicas de la violeria ibérica
    a otros miembros de la sociedad colonial, quienes se
    encargarían luego de integrarlas a la vida del
    país.

    EL ESCLAVO NEGRO Y EL INDIO
    ENCOMENDADO:

    Por razones de política
    económica, los esclavos negros, quienes empezaron a
    llegar a Venezuela a partir de 1525, se encontraban socialmente
    aislados con el fin de evitar su integración a la comunidad. Al
    fomentar la segregación, las autoridades no hacían
    más que reducir en lo posible los
    riesgos de
    insubordinación, pues la dependencia absoluta que se
    pretendía hacer sentir al negro por el colono, le
    aseguraba a éste último una fuente sumisa de mano
    de obra para sus labores pesadas.

    Entre las medidas que se tomaron a este fin,
    señalemos que el negro no podía establecerse en
    asentamientos indios y que el matrimonio entre
    negros e indios estaba prohibido. Además, y como bien lo
    aclara cierta ordenanza sobre el Arte Mayor de
    la Seda,
    pasada en México en
    1560, "ningún maestro podía tomar aprendiz a
    mulato ni esclavo.

    Por su situación política y humana
    dentro del período que nos ocupa, es de suponer que en
    Venezuela se miraba con la misma displicencia que en
    México la dedicación del esclavo a la
    artesanía y que, por lo menos en los primeros tiempos de
    la Colonia, las puertas de la violería le estaban
    herméticamente cerradas.

    En cuanto a los indios "mansos", después
    que se aboliese formalmente su esclavitud en
    1542, éstos pasaron a depender de los colonos
    españoles según un sistema llamado de encomiendas.
    De acuerdo con la Ordenanza de 1556, aprobada en Barquisimeto por
    el ubicuo Juan de Villegas, los indios encomendados
    servían un mes de cada tres en las "labranzas y
    quehaceres de las casas",
    quedando libres los dos
    restantes.

    Si bien este tipo de servidumbre fomento el intercambio
    entre la cultura
    española y la autóctona, no es de suponer que el
    indio o el colono tuviesen el estado de
    ánimo o el ocio necesarios para que se verificase el
    delicado trasiego de conocimientos que le abriese al primero el
    mundo de la violería y de la música renacentista de
    España.

    EL CRIOLLO Y EL
    MESTIZO:

    Como acertadamente señalan los historiadores
    estadounidenses W. y A. Marsland, "el aborrecimiento hacia
    el trabajo
    manual
    constituía uno de los rasgos fundamentales de la sociedad
    criolla. Un hidalgo podía desempeñarse con toda
    dignidad en la
    sociedad en calidad de sacerdote, oficial del ejército,
    médico o abogado. Cualquier otra actividad hubiese
    significado una mengua de su condición. No podía
    trabajar como mercader, carpintero o agricultor".

    Apurando este pensamiento
    hasta su última consecuencia, el criollo sólo
    habría participado de forma muy secundaria en la
    asimilación de las técnicas relativas a la
    construcción de la guitarra de cuatro órdenes,
    puesto que ello implicaba el dominio de un
    oficio "inferior", tal como el de la carpintería o
    ebanistería.

    Por ser hijo de padre y madre españoles, es de
    suponer que el criollo vivía con los ojos puestos en
    España y que no vacilaba en adoptar las nuevas corrientes
    provenientes de la metrópoli. Siguiendo las tendencias de
    la época, es probable que en los círculos criollos
    el uso de la guitarra renacentista de cuatro órdenes fuera
    reemplazado, ya para principios del siglo XVII, por el de la
    guitarra barroca de cinco órdenes. De haber dependido tan
    sólo del criollo, tal vez el cuatro nunca se hubiese
    desarrollado en Venezuela.

    Del seno de la clase mestiza debieron surgir los
    artesanos y oficiales mecánicos de la colonia, pues, si
    consideramos, por una parte, que tanto al esclavo negro como al
    indio encomendado les fue dificultoso aprender los oficios
    españoles, y, por otra, que el criollo rechazaba el
    trabajo manual
    como indigno de su condición, será forzoso concluir
    que a los mestizos incumbiría el vital cometido de recoger
    y transmitir la herencia
    artesanal de los españoles.

    Su situación familiar, pues era hijo de un
    español y de una india, hacia
    del mestizo un elemento conservador por naturaleza predestinado a
    seguir las costumbres de su padre. Este último, le
    merecía una sumisión incondicional, no sólo
    por su calidad de progenitor, sino también por pertenecer,
    dentro de su orden social, a una casta superior, la del
    español, que él jamás podría
    alcanzar. La deferencia y el respeto del
    mestizo hacia el jefe de familia también debió
    extenderse a toda su cultura, a sus cantos y bailes en los que la
    guitarra renacentista participaba de forma tan marcada. De
    acuerdo con esta hipótesis, habría que considerar al
    mestizo como la plataforma desde la cual el cuatro y su
    construcción pasaron gradualmente a los demás
    estratos de la sociedad colonial, quienes se encargarían
    de realizar gradualmente la asimilación completa y
    definitiva del instrumento.

    EL INDIO LIBRE Y EL
    MISIONERO:

    "A nosotros nos quebranta demasiado saber las crudas
    guerras que
    unos con otros tienen los indios, matándose y
    cautivándose para vender a los extranjeros, holandeses e
    ingleses, por herramientas
    ". Estas palabras, escritas en 1707 por el P. Salvador de
    Casa-bermeja, nos señalan dos aspectos del indio
    venezolano libre que facilitarían la absorción y
    conservación de los artefactos y las técnicas
    españolas: primero, la falta de herramientas y, segundo,
    las luchas intestinas.

    Referente a las herramientas, es preciso recordar que el
    territorio que más tarde sería Venezuela, se
    había mantenido al margen de las grandes culturas
    precolombinas y que, si bien el indígena venezolano
    cultivaba con no pocos logros ‘la alfarería, la
    cestería y el arte de tejer, su
    artesanía no había alcanzado aquel grado de
    perfección del cual hacían gala los aztecas, mayas, incas o
    chibchas.

    En cuanto a las luchas intestinas, las diferentes
    naciones o grupos
    indígenas de este territorio, se hallaban sumidos en
    guerras perennes y, frecuentemente, a muerte entre
    si que cristalizarían más tarde en un regionalismo
    a ultranza cuya última manifestación sería
    el caciquismo venezolano.

    La carencia de un poder central
    supuso una seria traba para la conquista, puesto que los
    españoles tuvieron que reducir, uno a uno, a todos los
    caudillos indios antes de poder enarbolar su bandera en el
    país. Con todo, esta dificultad obró luego a su
    favor pues, una vez salvado este obstáculo inicial, los
    españoles se convirtieron automáticamente en el
    único nexo entre los distintos pueblos indígenas
    que sojuzgaron, y la penetración de su potente cultura se
    hizo tanto más absoluta cuanto más fragmentada e
    individualista habían sido las tradiciones
    autóctonas.

    Una vez rota la primera resistencia del indio,
    empezó la fase de colonización, en la cual la
    catequización ocuparía un lugar altamente
    relevante. Aunque la corona siempre se había preocupado
    por la salvación espiritual del indio, el movimiento
    misional propiamente dicho no empezó hasta mediados del
    siglo XVII.

    Para cumplir con su labor apostólica, el fraile
    se internaba en los territorios ya pacificados y fundaba un
    pueblo de indios en el que
    enseñaba al indígena la religión y las
    usanzas españolas. Por su misma naturaleza, estos pueblos
    se hallaban bastante apartados de los núcleos urbanos o
    pueblos de españoles y su contacto con éstos se
    reducía a las visitas esporádicas de los soldados
    encargados de velar por el cumplimiento de la ley
    española y de los preceptos religiosos.

    El cuatro, que para entonces ya contaba con más
    de cincuenta años de vida, debió llegar a los
    pueblos de indios en las alforjas de aquellos soldados, pues es
    necesario recordar que, en su gran mayoría, los misioneros
    provenían de España, donde el instrumento
    originario del cuatro, la guitarra renacentista, ya había
    desaparecido.

    Es de suponer que, al tomar conciencia del
    impacto que el cuatro y su música causaban en el animo del
    indio, el fraile no dudó en llevarlo al templo con el fin
    de amenizar la catequización de su grey. Con ello no
    hacía más que reactivar una antigua
    tradición que ya señaláramos al hablar del
    carácter sacro de la guitarra renacentista en la
    Península Ibérica.

    Desde un punto de vista histórico, este
    vínculo entre el cuatro y la liturgia es de alta
    significación, pues, el instrumento no sólo
    llegó a un nuevo estrato social, al indio libre, sino que
    además quedó petrificado en la inamovilidad de un
    acto religioso, adquiriendo connotaciones rituales que
    contribuirían a su conservación.

    En los relatos de viajes
    escritos por el obispo Mariano Martí a
    finales del siglo XVIII, se puede apreciar la gran popularidad de
    que gozaba el cuatro en la iglesia.

    Numerosas son las referencias a las "guitarras"
    que para el culto divino se hallaban en los templos venezolanos,
    siendo necesario recordar que a la sazón, así se
    designaba al cuatro en Venezuela. Además, y por si acaso
    quedase alguna duda respecto a lo que el obispo entendía
    bajo el término guitarra, señalemos que
    Martí
    también nos habla del cinco, que entonces se
    llamaba guitarra en Europa, quedando bien claro que
    en sus escritos el prelado adoptó la terminología
    venezolana y no la europea.

    De la pluma del P. Lorenzo de Zaragoza es la siguiente
    descripción de las iglesias que se hallaban
    en la provincia de Cumaná. En sus palabras, escritas en
    1703, encontramos el término vihuela que,
    como veremos más adelante, se utilizaba en Venezuela para
    designar a un tipo de cuatro:

    "Las iglesias son capaces y muy acertadamente
    adornadas; los pueblos con sus calles y plazas, las casas al modo
    de por allá con bastante decencia; celébrense los
    divinos oficios como si fuera acá en nuestra España
    a que acuden todos los indios, indias, muchachos y muchachas; van
    los más todos vestidos con gran decencia; cantan la misa
    los muchachos en el coro, y mientras dura tocan vihuela y
    violín con mucho concierto y armonía, y todos
    generalmente asisten en ella con gran devoción mientras
    dura; no con menor se hacen las procesiones del Señor y de
    su Madre Santísima, en donde al modo de nuestra
    España, danzan los mozos indios vestidos a toda gala como
    allí se puede".

    En cuanto a la asimilación del cuatro por parte
    del indio libre, nada mejor que las apreciaciones del
    antropólogo francés J. Chaffanjon, quien en su
    libro "L Orino que et le Caura", editado a finales del
    siglo pasado, nos relata cierta fiesta de los indios Ariguas,
    quienes moraban cerca de la actual población de Maripa, en
    el Estado
    Bolívar:

    "Le pido al jefe que organice una fiesta,
    prometiéndole gran cantidad de licor. La gente se
    reúne hacia las nueve bajo la luz de la luna. La orquesta
    se compone de cuatro instrumentos: un tambor, unas maracas, un
    pito y una guitarra de cuatro cuerdas. Sentados en tierra al lado
    de los músicos, presenciamos una escena de la que siempre
    guardaré un recuerdo muy grato".

    CAPITULO IV: TIPOS DE CUATRO

    La guitarra renacentista europea no era un instrumento
    de rasgos uniformes e invariables. Por sus representaciones en
    las artes plásticas de la época, se pueden
    distinguir varios tipos o modelos que
    variaban de región a región o de país a
    país. Esta variedad de guitarras originó los
    distintos modelos de cuatro que han sobrevivido en Venezuela, los
    cuales vendrían, pues, a ser algo así como el
    reflejo de instrumentos regionales que se tocaban en
    España en tiempos de la conquista.

    Algunos de estos instrumentos, como el
    cuatro y media o el cuatro de
    pico,
    sobre los cuales no existe prácticamente
    ninguna información en las fuentes
    históricas europeas, deben considerarse como la
    última expresión de una tradición
    española muy localizada que, para la época del
    descubrimiento, debía estar a punto de perecer en la
    metrópoli. Su llegada a Venezuela procedente de
    algún que otro foco activo en la Península, los
    salvaría del más completo de los
    olvidos.

    Desde un punto de vista técnico, la notable
    longevidad de estos distintos tipos de cuatro, descansa en dos
    aspectos fundamentales del instrumento, la sencillez de su
    construcción y la facilidad de su manejo. Es importante no
    perder de vista que dentro de la colonia ni el cuatrista ni el
    constructor de cuatro podían vivir de su arte y que, por
    lo tanto, su dedicación a la música y a la
    violería respectivamente, se limitaba a los ratos de ocio
    que les quedaban después del trabajo cotidiano. Ninguno de
    los dos pudo sentir grandes preocupaciones por cambiar o
    modificar un instrumento que bastaba y sobraba para el cometido a
    que lo destinaban.

    EL CUATRO TRADICIONAL:

    El cuatro tradicional presenta unos rasgos bien
    definidos que se repiten con apenas algunas variantes regionales
    en los distintos centros de construcción del
    país.

    Por sus dimensiones, los fabricantes clasificaban al
    cuatro tradicional en varias categorías cuyos nombres
    varían de región a región. Citemos al
    cuatro pequeño, al requinto,
    al cuatro común y a la
    cuatra.

    Desde un punto de vista histórico, es probable
    que estos tamaños correspondiesen originalmente a las
    funciones de
    soprano, alto, tenor y bajo que estos instrumentos
    cumplían dentro de un grupo
    instrumental. Viene al caso señalar que en determinados
    sitios de Venezuela, el cuatro aún recibe ciertos nombres
    populares, bastante significativos, tales como tiple o
    ‘discante, los cuales obviamente hacen alusión a la
    tesitura del instrumento dentro de un conjunto.

    El artesano no sólo clasifica el cuatro por sus
    dimensiones, sino también de acuerdo a su calidad
    acústica y artesanal. Así vemos que por sus
    propiedades sonoras, el acabado de su construcción y las
    características de su madera, el
    cuatro puede ser corriente o fino.

    EL CUATRO DE
    CONCIERTO:

    En las últimas décadas ha surgido el
    cuatro como instrumento solista o de concierto. Este
    fenómeno ha condicionado la construcción de ciertos
    artesanos, quienes intentan compaginar los más recientes
    adelantos de la violería internacional con las
    técnicas que aprendieron por tradición
    oral.

    Las metas de los maestros luthiers que hoy
    en día cultivan la construcción de este tipo de
    cuatro son las mismas que se han fijado los grandes violeros de
    todos los tiempos, cualquiera que haya sido el instrumento de su
    predilección: calidad y equilibrio de
    voces, sonoridad, facilidad de ejecución y pulcritud
    artesanal.

    Estos cuatros no conocen más leyes que las de
    la acústica y están llamados a seguir muy de cerca
    la evolución de los demás instrumentos
    de cuerda en general y la de la guitarra clásica en
    particular.

    El cuatro de concierto goza de dos tipos aceptados de
    afinación: la tradicional y la arrequintada. Esta
    última, que ya vimos al hablar de la tablatura, guarda
    estrecha relación con el temple nuevo de la
    guitarra renacentista.

    EL
    OCTAVO:

    Como su nombre lo indica, este instrumento presenta ocho
    cuerdas, las cuales se disponen en cuatro órdenes dobles.
    El octavo es prácticamente una guitarra
    renacentista, puesto que tiene el mismo número de cuerdas
    y de órdenes, la misma forma y básicamente el mismo
    uso. En cuanto a la afinación, es importante
    señalar que el primer orden cuenta con un bordón.
    Esta particularidad podría ser el reflejo de un tipo de
    encordadura que se practicaba en la guitarra renacentista y sobre
    la cual no existen noticias
    escritas en las fuentes históricas.

    El bordón de la prima podría esclarecer
    una de las interrogantes que la musicología moderna se
    plantea en torno a la
    guitarra renacentista. En efecto, este instrumento llevaba a
    menudo una sola prima en lugar de las sólitas dos cuerdas
    de cada orden, hecho que generalmente se ha atribuido a la
    dificultad de encontrar dos primas iguales. Sin embargo, este
    argumento es un tanto frágil, pues, si era
    problemático conseguir dos primas, iguales, también
    lo era hallar dos segundas o dos terceras idénticas, y, a
    pesar de ello, estos órdenes siempre fueron
    dobles.

    Ahora bien, si aceptamos la posibilidad del
    bordón en la prima de la guitarra renacentista, tal como
    lo hallamos en el octavo, surge una explicación mucho
    más plausible: cuando en la Baja Edad Media y a
    principios del Renacimiento la guitarra no era más que un
    instrumento de acompañamiento que se tocaba rasgueado,
    esta cuerda significaba una riqueza armónica adicional,
    dándole mayor plenitud al acorde ejecutado, pero cuando en
    el siglo XVI esta guitarra popular cobró
    características de instrumento solista, el bordón
    pasó a ser un estorbo por el cruce de voces y las
    incoherencias polifónicas que ocasionaba en el bajo. En
    este punto, el músico pudo optar por eliminar el
    bordón quedando el instrumento con siete cuerdas.
    Siguiendo esta hipótesis, no debe
    causar asombro que el bordón de la prima nunca se
    mencionara en los libros de música para guitarra del siglo
    XVI , puesto como ya se señalo anteriormente, estos
    pertenecen todos a géneros de la música culta en la
    cual el bordón no tenía cabida.

    El octavo se halla hoy
    prácticamente extinto. Según los últimos
    cultores de tan importante tradición, el bordón de
    la prima se puede colocar tanto del lado externo del
    mástil como del lado del segundo orden.

    EL SEIS:

    Este instrumento de seis cuerdas dispuestas en cuatro
    órdenes, puede considerarse como un eslabón entre
    el octavo y el cuatro. El seis surgió al
    prescindir de aquellas cuerdas que, desde el punto de vista
    armónico, menos se notarían en el
    acompañamiento, es decir, de las cuerdas al unísono
    de los órdenes interiores.

    Este instrumento interviene principalmente en varias
    manifestaciones del folklore
    tradicional larense. Su construcción, al igual que la del
    cuatro tamunanguero, se ubica en la región
    del Tocuyo.

    EL CUATRO
    TAMUNANGUERO:

    Este tipo de cuatro, también llamado cuatro
    monterol,
    consta de cinco cuerdas repartidas en cuatro
    órdenes, y puede considerarse como un seis
    sin la requintilla del primer orden. El nombre
    monterol alude a un antiguo violero de la
    región tocuyana, José Rafael Monte roía,
    quien por sus grandes méritos sentó una escuela que se ha
    mantenido viva hasta nuestros días.

    EL CUATRO DE FONDO
    COMBADO:

    En la Baja Edad Media existía en España un
    tipo de instrumento perteneciente a la familia de
    los laúdes por estar provisto de un fondo combado y que
    recibía el nombre de guitarra morisca. Esto
    significa que durante un periodo bastante amplio que llega hasta
    los primeros tiempos de la conquista, el término
    "guitarra" a secas, se utilizaba con un sentido
    algo ambiguo y tanto podría referirse al instrumento de
    fondo convexo como al de fondo plano que ya conocemos. A este
    último instrumento se le daba a veces en la literatura
    medieval el nombre de guitarra latina para
    diferenciarla de la guitarra morisca.

    El Arcipreste de Hita, Juan Ruiz, nos proporciona en su
    Libro de Buen Amor,
    escrito a mediados del siglo XIV, uno de los primeros retratos de
    estas dos guitarras:

    Allí sale gritando la guitarra morisca De
    las voces agudas é de los puntos

    Ariscas.

    El corpudo laúd que tiene punto a la
    trisca

    La guitarra latina con estos se
    aprisca.

    (punto = nota)

    (tiene punto la trisca = toma parte en

    el bullicio).

    Como hemos visto, para el Renacimiento la
    indefinición de la palabra guitarra
    había desaparecido, puesto que ésta sólo se
    aplicaba a la guitarra de fondo plano o latina. La
    guitarra morisca o de fondo convexo recibió
    entonces el nombre de bancturria o
    mandurria tal como se desprende de las siguientes
    palabras de Michael Praetorius publicadas en 1619:

    "Este instrumento es llamado por algunos bandurina y por
    otros mandora o mandurina tal vez porque (por su tamaño)
    puede ser fácilmente llevada y tañida. Es como un
    pequeño laúd de cuatro cuerdas y se afina en sol,
    re. Algunas llevan cinco cuerdas u el dedo meñique de la
    mano derecha, y ello tanto en los instrumentos pertenecientes a
    la familia de la guitarra como del laúd; segundo, por
    existir una innegable vinculación entre dicha media
    cuerda
    y el faux bourdon medieval. En
    aquella época, ciertos instrumentos de arco o de cuerda
    pulsada llevaban una cuerda de afinación fija en la parte
    del bajo llamada bourdon, es decir, bordón,
    que generalmente daba la tónica o la dominante de la pieza
    a ejecutar. Más tarde el término faux
    bourdon,
    que literalmente significa falso
    bordón,
    se aplicó a un tipo de
    composición en la cual el fundamento melódico de la
    obra o cantus [irmus se hallaba en la voz superior.
    Este bordón que dejó entonces de ser
    verdadero y pasó a ser falso
    por no hallarse en el bajo como de suyo le correspondía,
    sino en una voz superior, lo encontramos también en el
    cuatro y media, hecho éste que
    nos proporciona una valiosa indicación respecto al
    desarrollo de esta técnica en la música
    instrumental.

    Por la falta de todo tipo de referencia o de
    alusión a esta clase de instrumento en los tratados
    españoles del Renacimiento, es de suponer que el
    cuatro y media proviene de una guitarra medieval
    que para la época de la conquista ya había
    caído en un desuso casi completo y que sólo
    subsistía en la Península de forma aislada e
    inconexa. Al llegar a Venezuela fue recogido y conservado hasta
    nuestros días por los violeros de la sierra falconiana,
    evidenciándose una vez más ese espíritu
    tradicionalista que tanto caracteriza al artesano
    venezolano.

    EL CINCO:

    Aunque el cinco no sea un tipo de cuatro,
    hemos creído conveniente detenernos algo en este
    instrumento por los importantes datos
    históricos que nos aporta para el estudio del
    cuatro.

    Como ya mencionáramos anteriormente, la guitarra
    renacentista desapareció a finales del siglo XVI para dar
    paso a un nuevo instrumento, la guitarra barroca de cinco
    órdenes. Esta guitarra también hizo historia en
    Venezuela, pues el cinco de seis cuerdas repartidas
    en cinco órdenes que interviene en varias manifestaciones
    musicales larenses, no es más que una derivación de
    aquélla.

    Lope de Vega nos dejó en su obra El Arenal
    de Sevilla,
    publicada en 1603, los versos
    siguientes:

    Prima la llama: no sé

    Si esta prima es verdadera;

    Mas no es la cuerda primera

    Que por prima falsa esté.

    Hacemos un instrumento

    Cinco en esta misma casa;

    Que donde el infierno abrasa

    No habrá tan discorde acento

    Es la prima quien Le digo,

    Que Doña Laura se llama,

    Falsa hasta agora en la fama,

    Y siempre falsa conmigo.

    La segunda y la tercera

    Hacen Toledo y Urbana,

    Un criado y una anciana,

    Que suenan mal donde quiera;

    La cuarta y re quinta ha sido

    Don Lope, porque sospecho

    Que de la prima se ha hecho,

    Y que tiene el mismo sonido;

    Yo vengo a ser el bordón

    En quien la música estriba;

    Que no quiere amor que viva

    Sin bordón tanta
    pasión.

    En esta comedia, Laura, la protagonista, recogió
    en su hogar a Don Lope con quien tenía amores,
    haciéndolo pasar por su primo. En los cuatro primeros
    versos arriba citados, Fajardo, el amante despreciado, alude a la
    falsa consanguinidad entre Laura y Don Lope y troca
    ingeniosamente el sentido de prima, grado de
    parentesco, por el de prima, cuerda más
    aguda de la guitarra y, por extensión, símbolo de
    altas cualidades.

    Tomado en el sentido figurado, Fajardo expresa lo
    siguiente: "dice que (Laura) es una persona de
    elevadas cualidades, pero a mí no me consta y no es la
    primera vez que se otorga a una mujer mayores
    cualidades de las que posee". Apartándonos ahora de las
    alegorías y trasladándonos al terreno de la
    guitarra, este pasaje significa: "dice que es la cuerda
    más aguda, pero a mí no me consta y no es la
    primera vez que se pone en su lugar a otra que no tiene tal
    entonación". Estos cuatro versos de Lope de Vega implican,
    ni más ni menos, que en ciertas ocasiones la
    cuerda situada donde de suyo debía ir la cuerda más
    aguda, es decir, en el lado exterior derecho del instrumento
    mirado de frente, tenía una afinación más
    grave que otra u otras cuerdas al aire de la guitarra.

    Si a la evidencia de Lope de Vega respecto a esta
    falsa prima añadimos el testimonio
    histórico del cuatro venezolano que desciende de la
    guitarra renacentista y también lleva una falsa
    prima,
    podría deducir-se que no sólo la
    guitarra barroca, sino también la renacentista se afinaba
    a veces de esta forma, afinación ésta que pudo
    imponerse luego en Venezuela para condicionar y determinar la del
    cuatro tradicional.

    Pero hay más. La encordadura descrita por Lope de
    Vega se corresponde exactamente con la del cinco
    tocuyano; una prima, una segunda, una tercera, una cuarta con su
    requintilla y, por último, un bordón.

    Esto no deja de ser interesante, puesto que en la
    abundante literatura que se escribió para la guitarra
    barroca, no se hace ninguna referencia a este tipo
    de encordadura recogida por Lope de Vega, siendo necesaria la
    realidad del cinco tocuyano para corroborar de
    forma definitiva la corrección y justeza musical de las
    palabras del poeta. Dicho de otro modo, sin el
    cinco la descripción de Lope de Vega se
    podría interpretar como fruto de una libertad
    artística y, paralelamente, sin esta descripci6n el
    cinco tocuyano podría aparecer como
    resultado de una simplificación o mutación
    venezolana de la guitarra barroca europea. Sin embargo, la
    realidad es otra: el cinco ayala a Lope de Vega y
    éste explica el
    cinco.

    Hemos expuesto estas consideraciones para recalcar que
    si bien la afinación y la encordadura de los distintos
    tipos de cuatro podrían atribuirse a ciertos cambios
    acaecidos en el país, también cabe pensar que
    dichas características no son más que el remedo de
    otras más antiguas que afectaban a la guitarra
    renacentista y de las cuales se ha perdido la memoria
    pues, no siempre estaría un Lope de Vega a mano para
    informarnos sobre las usanzas españolas locales o
    individuales que se apartaban de lo generalizado. El
    cinco existe en tres tamaños llamados,
    cuarto cinco el más pequeño,
    medio cinco el mediano, y cinco
    completo
    el mayor.

    CAPITULO V: LA ARTESANIA DEL
    CUATRO

    Para la historia de la violería, el cuatro es una
    fuente invaluable de información, pues, si el instrumento
    en si ha evolucionado tan poco, es de esperar que tanto las
    distintas fases de su construcción, así como las
    herramientas que en ella intervienen, constituyan un trasunto
    apenas alterado de las técnicas y utillaje introducidos
    por los españoles en los albores del siglo XVI.

    Hasta ahora por lo menos, el violero venezolano nunca ha
    aprendido su oficio en una escuela o taller, ni ha podido
    adquirir su conocimiento
    en libros especializados. El que más, iba dominando la
    construcción del cuatro gracias a la tutela de
    algún pariente o allegado; el que menos, se iniciaba al
    azar y de forma empírica observando, generalmente a
    escondidas la forma de trabajar de otros artesanos celosos de sus
    conocimientos, o bien desarmando y examinando algún que
    otro cuatro viejo hasta entender las sutilezas de su
    construcción.

    LA PLANTILLA:

    El tamaño, forma y proporciones del cuatro, los
    recoge el artesano por medio de una plantilla elaborada a partir
    de un cuatro de excelentes propiedades sonoras.

    La plantilla del cuerpo del instrumento consiste en una
    media tapa de madera resistente o de cualquier otro material
    duradero. En ella se señalan la altura del aro, la
    ubicación del puente, así como la de la boca y la
    de los refuerzos que lleva la tapa por su cara interna, Los
    buenos artesanos fabrican varios tipos de cuatro y disponen, por
    lo tanto, de varias plantillas.

    El constructor o violero dispone también de una
    plantilla para el mástil, en el cual no solo figuran las
    dimensiones del mismo, sino además el reparto de los
    trastes o diapasón del cuatro. Algunos constructores de
    plantillas para la pala de sus instrumentos.

    LA CAJA DE RESONANCIA:

    La caja de resonancia se ajusta a las técnicas
    clásicas de la antigua escuela vihuelística, pues,
    mirado desde su eje longitudinal, la construcción del
    cuatro es básicamente simétrica,
    componiéndose la tapa y el fondo de dos mitades
    idénticas colocadas frente a frente. A veces estas dos
    partes del instrumento se hacen de una sola pieza.

    Entre la tapa y el fondo hallamos dos aros. Cada aro
    parte del mástil y muere en el borde inferior del cuatro,
    encolándose en la tapa y el fondo mediante unos taquitos
    de madera o dados colocados a intervalos regulares. En algunos
    casos estos dados se sustituyen por una cinta delgada de madera
    que puede ser enteriza o articulada. Algunos cuatros llevan un
    aro único llamado corrido, el cual como su
    nombre lo indica, cierra el instrumento con una sola tira de
    madera. Si bien el aro une generalmente la arista de la tapa con
    la del fondo, existe otra técnica que consiste en ubicarlo
    a unos pocos milímetros hacia el interior de la caja,
    recibiendo entonces el nombre de aro
    adentro.

    La unión de los aros con el mástil se
    verifica de acuerdo a una antigua práctica de
    violería que ya se utilizaba en España en la Baja
    Edad Media y que aún se encuentra inalterada en la
    guitarra moderna. Siguiendo esta tradición, cada aro se
    inserta en una ranura lateral del mástil; este
    último penetra luego en la caja para darle mayor solidez
    al instrumento.

    En la parte inferior del cuerpo los aros se juntan y se
    adhieren sobre una pieza de refuerzo que recibe el nombre
    vernáculo de duro. A veces los aros penetran
    en el duro siguiendo el sistema de ranuras arriba
    mencionado.

    En el Estado Sucre, la caja de resonancia es algo
    más profunda que la de los de otras regiones. Esto,
    aparentemente se debe a que en dicho estado, el aro se doblaba
    antiguamente en seco, sin ayuda de vapor o de otro tipo de
    calor, siendo
    necesario trabajar con maderas sumamente delgadas. Con el fin de
    compensar el tono algo estridente ocasionado por la delgadez de
    la madera, se aumentó ligeramente la altura del
    aro.

    El aro de los cuatros tocuyanos, en cambio, es
    relativamente bajo y no guarda la misma altura en toda su
    extensión, sino que es algo más bajo hacia el
    mástil.

    El varillaje, que son unos refuerzos internos colocados
    al envés de la tapa, consta generalmente de dos listones
    delgados o barras armónicas ubicadas a ambos lados de la
    boca. En el cuatro de concierto, y por influencia de la guitarra
    moderna, se puede apreciar a veces un abanico rudimentario
    compuesto por unas pocas varillas dispuestas en forma de haz. El
    fondo no suele llevar varillaje, si bien algunos artesanos lo
    refuerzan con una sola barra para darle mayor solidez al
    instrumento.

    El puente del cuatro no se aparta en nada del cordal
    utilizado hace más de cuatro siglos en la guitarra
    renacentista. Al igual que entonces, la cuerda sale directamente
    del orificio para ir a descansar sobre la cejuela superior del
    instrumento por su otro extremo. Sin embargo, algunos artesanos
    colocan actualmente en sus cuatros una versión reducida
    del puente de la guitarra moderna que consta de un bloque
    posterior donde se ata la cuerda y de un sillete anterior para
    nivelar la altura de las cuerdas y dar franqueza a su
    salida.

    Durante el siglo XIX y bajo la influencia de la naciente
    guitarra moderna que venía provista de trastes
    metálicos fijos, los violeros venezolanos fueron adoptando
    este nuevo tipo de entrastadura. Sin embargo, la
    transición del traste movible al traste fijo no se produjo
    sin sobresaltos ni quebraderos de cabeza, puesto que el artesano
    nacional ni contaba con una tradición que lo guiase ni
    poseía los conocimientos matemáticos que le
    permitieran determinar de forma exacta el peliagudo reparto de
    los trastes en el diapasón.

    Al juzgar por la situación actual, el problema de
    la entrastadura se fue resolviendo poco a poco y al tanteo. En
    cuanto algún espíritu esclarecido daba por ciencia o
    casualidad con un reparto justo, el diapasón de sus
    instrumentos era copiado por los demás artesanos y quedaba
    eternizado para la posteridad bajo forma de una
    regla de madera como dechado de ingenio y
    precisión. Desgraciadamente, este reparto servía
    únicamente para un sólo tiro de
    cuerda
    o distancia que media del puente a la cejuela,
    y, por lo tanto, el constructor que se adueñaba de una
    regla ajena quedaba obligado a trabajar exclusivamente con el
    tiro de cuerda correspondiente hasta que el azar le deparase un
    instrumento con otro tiro de cuerda y un reparto justo
    susceptible de servirle de modelo.

    La problemática del traste fijo no ha sido
    resuelta del todo, o al menos por todos, puesto que no es
    infrecuente encontrar cuatros con una entrastadura
    deficiente.

    Hay que mencionar que hasta finales del siglo pasado,
    algunos artesanos del Estado Lara se resistían a adoptar
    el traste fijo y que, siguiendo el camino trillado de sus
    abuelos, colocaban en sus cuatros trastes movibles hechos de hilo
    encerado.

    Generalmente se da por sentado que los trastes de la
    vihuela y de la guitarra renacentista eran de tripa, al igual que
    sus cuerdas, sin embargo, a la luz de la evidencia que nos brinda
    el cuatro, es posible que la entrastadura de aquellos
    instrumentos se hiciese a veces de hilo encerado. Desde un punto
    de vista histórico, la utilización de este tipo de
    ligadura no se hubiese desviado de la realidad cotidiana, tal
    como se puede deducir de las siguientes líneas que figuran
    en la relación del coste que en 1519 tuvo la Armada del
    navegante Magallanes:

    "Mil quinientos treinta maravedís que costaron
    veinte y dos libras y media de cera que se dio a las naos,
    así para encerar el hilo con que se han de coser las
    velas, como para el ballestero…

    LA
    CUERDA:

    Las cuerdas del cuatro moderno son de nylon. Esta cuerda
    desplazó a la vernácula cuerda de chivo que durante
    siglos rasguearon y puntearon los cuatristas venezolanos y que
    venía a ser una versión autóctona de las
    antiguas cuerdas de tripa de carnero utilizadas antiguamente en
    la Península Ibérica: "Se manda que
    ningún oficial haga las cuerdas de vihuela de hilos de
    oveja, cabra o buey, sino que todas las que haga, tanto las
    delgadas como las gruesas, sean de hilos de
    carnero".

    Al disponer de gran cantidad de cabras, y no así
    de carneros, los artesanos venezolanos prefirieron valerse de las
    primeras para la obtención de sus cuerdas.

    Las técnicas de fabricación de la cuerda
    de tripa se han, prácticamente, perdido debido a la
    inmensa difusión y popularidad de la cuerda
    sintética. Con todo, su recuerdo se conserva aún
    vivo en la memoria de
    algunos artesanos que vieron la luz del día a principios
    de siglo.

    Para confeccionar la cuerda de tripa, se aprovechaba el
    "entres qo" de un chivo viejo para que, debido a sus
    años, la tripa fuese lo más gruesa y resistente
    posible. Era esencial sacrificar el animal durante el
    período seco o, como lo expresaba un artesano, cuando
    los cardones no tuviesen flor",
    con miras a que la tripa
    fuese enjuta y sin grasa.

    Una vez limpia, la tripa se dejaba varias horas en un
    baño de orina para facilitar en lo posible la
    eliminación posterior del tejido adiposo. Además,
    el ácido úrico obraba en la cuerda como agente
    astringente, pro vocando un hacinamiento de las fibras que
    repercutía en una mayor robustez de la tripa.

    Una vez acabado este proceso de
    preparación, la tripa se fijaba en un plano estable por
    uno de sus extremos, mientras que el otro se prensaba en un huso
    conformado por una varilla y un disco. Este huso se hacía
    girar luego hasta torcer la tripa de forma regular en toda su
    extensión. Finalmente, el extremo libre se sacaba del huso
    y se ataba de otro plano, quedando la cuerda colgando a cierta
    distancia del suelo. Por
    último, se hacía pender del medio de la cuerda, ya
    torcida, una piedra de un peso proporcionado a la resistencia de
    la cuerda para que ésta se fuera secando en un estado de
    tensión constante y uniforme.

    A las pocas horas la cuerda ya estaba lista. Algunos
    culminaban este proceso embadurnándola con "agua de
    cola",
    es decir, con un preparado de cola fuertemente
    diluida. Otros la frotaban con ajo y los más la dejaban al
    "natural" y la colocaban en su cuatro tal y como
    estaba.

    La desigualdad natural de los chivos originaba una
    disparidad entre las distintas cuerdas, que eran clasificadas y
    colocadas en el instrumento de acuerdo a su grosor.

    Según los que llegaron a conocer estas cuerdas,
    su sonido era más cálido que el de las actuales
    cuerdas sintéticas.

    EL ENCOLADO, LAS TARACEAS Y EL
    ACABADO:

    Hoy por hoy, está muy generalizada la
    utilización de la cola industrial, si bien hasta hace poco
    el artesano trabajaba con un tipo de cola natural que se
    obtenía al procesar cuero de res o
    escamas de pescado. Como era de esperar, esta costumbre se
    remonta a otra más antigua que privaba en la
    violería ibérica durante el siglo XVI: "…el
    oficial de dicho oficio que quisiere poner tienda, tendrá
    que hacer una vihuela de seis órdenes… cuyo fondo y tapa
    irán unidos con cola de pescado".
    Por razones obvias,
    no es de extrañar que en estas ordenanzas provenientes de
    Portugal, se hable de cola de pescado. En Castilla, a la
    sazón famosa por su ganado merino, posiblemente se
    utilizaba mayormente la cola de oveja o de res, algo más
    rígida que la de pescado.

    Actualmente, los apliques de madera o taraceas que se
    colocan a veces en el golpeador, el mástil y la pala del
    cuatro, se compran generalmente ya hechos, listos para ser
    encolados en el instrumento. Sin embargo, algunos artesanos
    prefieren elaborar sus propias taraceas aprovechando para ello
    los ricos contrastes y coloridos de las diferentes maderas
    autóctonas. Del finado violero cumanés Pedro del
    Carmen Figueroa, se comenta que fue él quien llevara el
    arte de la taracea hasta su presente estado de desarrollo. Otros
    artesanos, en cambio, prescinden de toda clase de adorno
    alegando que éstos obran en perjuicio de la calidad del
    sonido.

    En cuanto al golpeador, es interesante indicar que la
    mayoría de los artesanos de cierta edad, coinciden en
    señalar que, hasta hace algunas décadas, la tapa
    armónica del cuatro no llevaba ningún tipo de
    protección, rasgo éste que también se puede
    apreciar en la antigua guitarra renacentista.

    LAS HERRAMIENTAS:

    Hasta fechas relativamente recientes, las herramientas
    necesarias para los trabajos de violería eran elaboradas
    en gran parte por los mismos artesanos. Sus cuchillos y gramiles
    representaban, por lo tanto, una fiel vislumbre de aquellos
    hierros introducidos por los primeros artesanos españoles,
    quienes no sólo trajeron a Venezuela la guitarra
    renacentista, sino también las herramientas propias de su
    construcción. Sin embargo, este antiguo utillaje se
    está perdiendo rápidamente por resultar mucho
    más práctico comprar, por ejemplo, un cepillo que
    hacerlo a partir de una vieja hoja de machete.

    La incidencia del tecnicismo y automatismo industriales
    en el mundo del cuatro se evidencia también abiertamente
    en el instrumento mismo. Las clavijas, por ejemplo, que se
    solían hacer de madera labrada, son ahora, salvo contadas
    excepciones, del tipo mecánico; los trastes fijos que
    hasta principios de siglo los tallaba el artesano de madera dura
    y resistente, han pasado a ser de metal y se venden por metro en
    los negocios del
    ramo.

    Durante el siglo XIX, los violeros doblaban los aros de
    sus cuatros con la ayuda de hormas. Este sistema debió ser
    el que se utilizaba para la confección de las antiguas
    guitarras, pues se corresponde exactamente con las hormas
    tradicionales que desde siglos vienen utilizando los
    constructores de violines. De acuerdo con esta técnica,
    primero se mojaban los aros para darles elasticidad y
    luego se ajustaban a la horma prensándolos con
    cuñas de madera.

    Una vez secos, los aros guardaban la forma de la horma
    con tanta exactitud que, según palabras de un constructor,
    "no había ni que ponerles dientes", es decir,
    dados, para juntar la tapa con el fondo.

    Hoy en día, esta tradición está
    siendo reemplazada por una técnica de doblado a mano. Para
    ello se coloca una fuente de calor debajo de una pieza de metal
    curvo, llamado "ovador" por algunos artesanos.
    Luego se pone el aro previamente mojado en contacto con el metal
    caliente produciéndose una leve contracción. El
    violero repite la operación hasta darle al aro la
    curvatura deseada.

    Según otro procedimiento
    aún más sencillo, se pasa un cilindro de metal
    caliente por el aro previamente humedecido, con el fin de
    doblarlo siguiendo el mismo principio físico descrito
    anteriormente.

    Si bien por su misma sencillez estas dos técnicas
    se prestan a la producción en serie, la horma no deja de
    presentar ciertas características de indudable
    interés. La más evidente radica en el perfecto
    dominio que el artesano ejerce sobre el aro doblado, pues su
    perfil se ajusta con toda exactitud al contorno de la horma. No
    así ocurre con el aro doblado a mano, pues la curvatura se
    hace a ojo y el margen de tolerancia es
    forzosamente bastante amplio.

    LA
    MADERA:

    Es innegable que por su misma naturaleza y abundancia,
    las maderas autóctonas debieron desempeñar un papel
    muy señalado a la hora de definir las
    características acústicas propias del
    cuatro.

    De toda esta abundancia, el violero venezolano ha
    elegido el cedro como madera fundamental para la
    construcción de sus cuatros. De cedro se puede construir,
    y de hecho a menudo se construye, todo el cuatro: tapa, fondo,
    aros, mástil, clavijas, puente y cejuela. Con todo,
    cualquier tipo de madera autóctona es susceptible de
    intervenir en la construcción del instrumento, aunque
    algunas son mejores que otras o sólo se utilizan para
    cometidos específicos.

    De las maderas que mejor se prestan para la
    elaboración de aros y fondo, descollan, aparte del cedro,
    la caoba y el nogal. El mástil suele ser de cedro,
    así como la cabeza o pala. La cejuela y el puente
    se pueden hacer de nogal o de cualquier otra madera resistente; a
    menudo la cejuela se hace de hueso o de plástico.
    La tapa es la única parte del instrumento para la cual se
    utiliza una madera extranjera: el pino.

    Esta costumbre recoge otra más antigua, tal como
    se desprende de las palabras de Fray Pablo Nasarre, quien en su
    Escuela de Música, publicada en
    España a principios del siglo XVIII, comenta: "Las
    tapas de los instrumentos, sobre quienes cargan las cuerdas, han
    de ser de una madera porosa, y según la experiencia
    enseña, la más al caso es el pino avete (sic),
    importa que sea delgada, para que sea más resonante en el
    cóncavo (= caja) el sonido"

    CONCLUSIÓN

    En vista de lo anteriormente expuesto, no se puede
    hablar de un desarrollo del cuatro en el sentido
    estricto de la palabra, sino más bien de una
    adecuación a ciertas necesidades locales.

    Puede suponerse, por ejemplo, que el músico
    creó el seis al descartar dos cuerdas del
    octavo, y luego el cuatro tradicional al restarle
    dos cuerdas al seis. Con todo, este proceso de
    simplificación no pudo ser lineal o progresivo, puesto que
    la coexistencia actual en el país de todos estos
    instrumentos significa que la creación de un tipo de
    cuatro no implicó la desaparición del instrumento
    que lo originó. Cabe pensar que los cambios se verificaron
    de forma lenta y desigual: si en algunas regiones la fase del
    seis, por ejemplo, pudo ser larga y diferenciada,
    en otras se pasó tal vez directamente del
    octavo al cuatro.

    Tampoco puede descartarse a priori que
    estas mutaciones no hubiesen ocurrido en la Península
    antes de la conquista, ni que las distintas encordaduras del
    cuatro pudiesen reflejar una riqueza instrumental que nunca fue
    consignada en los libros de música del Renacimiento
    europeo, tal como ocurrió con la encordadura del
    cinco, expuesta más arriba.

    Matías Martínez

    UNIVERSIDAD ALEJANDRO DE HUMBOLDT

    FORMACIÓN CULTURAL II

    Caracas, 30 de Noviembre de 2001.

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