- Resumen
- Elementos que integran la
personalidad - Personalidad y
autovaloración - ¿Cómo contribuir a
un mejor desarrollo de la personalidad? - Bibliografía
"…Me sentía triste porque no
tenía zapatos, hasta que vi a un hombre que no
tenía pies…."
Anónimo.
La Psicología es una
disciplina que
ofrece herramientas
necesarias para el trabajo en la
sociedad,
específicamente para el trabajo hombre a
hombre.
El presente trabajo, ofrece algunos elementos, que,
desde la Psicología, facilita la labor social, en aras de
un trabajo más eficiente y eficaz.
¿Por qué no todas las personas se
comportan de la misma manera?. ¿Por qué ni siquiera
un mismo sujeto reacciona similarmente en circunstancias
diferentes?. ¿Por qué seres humanos con enfermedades iguales suelen
comportarse tan antagónicamente?.
Estas y muchas otras interrogantes suelen presentarse
frecuentemente en nosotros cuando nuestras profesiones y/u
oficios están dirigidas a satisfacer al ser humano, cuando
el producto de
nuestro trabajo es precisamente el bienestar psicosocial del
otro.
Cada persona es
portadora de una subjetividad individual, por ello es que todos
tenemos concepciones diferentes sobre el amor, la
vida, la salud, la
felicidad o la
muerte.
La realidad existe independientemente de la voluntad del
hombre, pero esa realidad no significa lo mismo para todos, no es
vivenciada de la misma manera por los sujetos.
Los sujetos tenemos percepciones y vivencias diferentes
de la realidad que conforman la subjetividad. La subjetividad
está condicionada por el modo en que cada uno de nosotros
interactuamos y nos relacionamos con la realidad objetiva, lo
cual posibilita que construyamos nuestras propias
representaciones sobre los fenómenos, objetos y
personas.
Aparece así la subjetividad, como "experiencia
interior, propia, vivida dentro de sí, de cada cual, muy
personal y
exclusiva. Difícil de transmitir con toda exactitud a
través del lenguaje
(…)" (Fernández, L.2003, p. 7) y del comportamiento. Es decir, la realidad existe para
nosotros como subjetividad.
Desde el mismo momento del nacimiento comienza el
proceso de
construcción y desarrollo de
la subjetividad individual. El hombre,
como ser social, a través del proceso de socialización va incorporando activamente
la experiencia y la realidad objetiva exterior. Esta
apropiación es posible gracias a la existencia de una
serie de procesos
psicológicos que unidos a la conciencia
permiten ese reflejo activo y mediatizado del entorno.
El reflejo que cada sujeto tiene de su entorno se
expresa en formaciones psicológicas articuladas entre
sí, que se van integrando progresivamente con mayor
precisión y exactitud, y es alrededor de los tres
años de edad aproximadamente que, con la crisis de
identidad que
se produce en este período evolutivo en la que el
niño toma conciencia de su existencia como un ser
independiente que hablamos de personalidad.
Es la personalidad la categoría psicológica
individual designada para definir el nivel de mayor integración de la subjetividad a escala
individual.
Ahora bien, qué es la personalidad y qué
características presenta, veamos algunas de las más
relevantes a tener en cuenta para el trabajo
social.
- La personalidad es una realidad subjetiva que no se
expresa linealmente en el comportamiento, solamente vemos la
conducta. Es
el comportamiento una expresión de la personalidad pero
no es la personalidad en sí. Por ejemplo, una persona
que esté padeciendo de alguna enfermedad puede mostrarse
irritada, de mal humor, angustiada y ansiosa, y sin embargo, no
suele ser de esta manera, y por el contrario, puede permanecer
tranquila y serena, y estar experimentando gran angustia, miedo
e inseguridad,
pero presenta otros recursos
personológicos que le ayuden a controlar su
comportamiento. - Esta realidad subjetiva supone un reflejo activo y
mediatizado de la realidad. El sujeto no reproduce
mecánicamente la realidad, sino que la procesa, la
mediatiza y la devuelve activamente. Para cada uno de nosotros
la realidad tiene una significación diferente, tal y
como decíamos anteriormente, el proceso de
construcción de la realidad en el sujeto tiene como
intermediario el propio sujeto activo que se hace dueño
de esa realidad. - La personalidad es sistema
integrado por diferentes subsistemas que presentan diferente
grado de complejidad y se encuentran en constante interacción entre sí. La
personalidad no es la suma aislada de todos sus elementos, cada
una de sus formaciones no cobran sentido sino es en virtud del
subsistema que integre. Por ejemplo, podemos estar tratando con
una persona tímida e introvertida y sin embargo el
calor humano
que respira, la confianza que le ofrecemos, así como los
afectos que siente hacen que no se exprese de esa manera, sino
que se comporte de manera desinhibida y
extrovertida. - La personalidad es dinámica, procesal y en movilidad. Los
contenidos personológicos de la personalidad se
encuentran en constante activación y
desactivación de acuerdo al subsistema de
integración personológica que esté
interviniendo, es por ello que nos podemos comportar de
diferentes formas en diferentes circunstancias y contextos. No
son las mismas cualidades de la personalidad las que se
demandan en un hospital que la casa, en nuestro país que
en otro, cuando estamos saludables que cuando estamos enfermos.
No se trata de poseer varias personalidades, como a veces
escuchamos en el lenguaje coloquial de la calle, sino que
nuestra personalidad posee una movilidad tal que nos permite
interactuar eficazmente en los diferentes ámbitos y
niveles de nuestra vida cotidiana. - Es estable pero no estática. La personalidad caracteriza de
modo relativamente estable al sujeto, esta estabilidad suele
ser cada vez mayor en la medida en que nos acercamos a la
adultez, es por ello que es más fácil modificar
actitudes en
los niños
que en las personas de más edad, no obstante, esa
estabilidad no quiere decir estaticidad, pues el proceso de
construcción y desarrollo de la personalidad culmina con
la muerte del
individuo,
de ahí que constantemente se estén incorporando
elementos nuevos que pueden conducir transformaciones
personológicas. Esto está muy relacionado con la
siguiente característica: - Es una entidad abierta en intercambio constante con
el medio
ambiente, con el exterior. Es el proceso de
socialización el proceso de incorporación y
construcción de la experiencia, y este comienza, como ya
se dijo, con el nacimiento y culmina con la muerte, de
ahí que: - La personalidad está en constante cambio y
desarrollo. Nunca se termina de formar la personalidad,
constantemente se está intercambiando informaciones y
afectos que posibilita que el sujeto cambie y se desarrolle,
esto lo debemos tener bien presente, siempre que trabajaremos
con personas sensibles al cambio, a la transformación, y
cualquier esfuerzo realizado en este sentido puede lograr
resultados satisfactorios. - Es única e irrepetible. La personalidad posee
cualidades singulares en cada uno de los sujetos, que lo hacen
exclusivo. Cada persona posee una historia individual
específica que está formada en condiciones de
vida diferentes para cada uno de los sujetos.
Independientemente de que existan similitudes entre personas
nunca dos personas serán iguales pues existen
múltiples factores que lo permiten, esto lo debemos
tener en cuenta a la hora de trabajar con las personas, que
todas son diferentes y por ello no debemos asumir patrones de
comparación ni pretender que dos personas lleven a cabo
los mismos comportamientos. - La personalidad supone la formación de una
identidad personológica que tipifica a la persona. Se
trata de una noción de sí mismo, un
autoconocimiento que se enriquece durante toda la vida. Es
debido a esta identidad que a veces, predecimos cómo
se comportará una persona, pues podemos saber no
sólo quiénes somos, sino también
cómo somos.Al hablar de los determinantes de la personalidad
nos referimos al determinante biológico, dado
por aquellas cualidades innatas de la persona, por todo lo
que adquiere a través de los mecanismos de la herencia, el
temperamento, las cualidades del sistema nervioso
central, las particularidades anatomofisiológicas
del ser humano, la existencia de un cerebro,
sin el cual no es posible hablar de personalidad, entre
otras. Estas condiciones biológicas son necesarias
pero no suficientes, pues hasta ellas mismas requieren de la
interacción con la sociedad para que se potencien,
maduren y desarrollen, de ahí que también
encontremos el determinante social, que está
dado por toda la influencia del medio exterior a
través de los procesos de comunicación y de la actividad. Lo
social contiene en sí mismo lo histórico y lo
individual pues existe una historia de vida del propio
sujeto, de la sociedad y de los grupos en que
nos insertamos. El determinante social tampoco actúa
esculpiendo o moldeando directamente a la personalidad, sino
que es mediatizado. Lo social no influye de la misma manera
en momentos diferentes, ni en lugares diferentes ni en
personas diferentes, de ahí que esta relación
del sujeto con lo social resulte atravesada por las
características culturales e históricas del
lugar, entonces no podemos hablar de lo social sin ver lo
histórico – cultural.Decíamos que este determinante estaba
mediatizado por otros factores, viendo entonces el
determinante psicológico, dado por la
propia capacidad de autodeterminación del sujeto, se
trata de su momento activo, el cual con sus propios recursos
personológicos organiza, dirige, controla y regula su
comportamiento. - La personalidad es plurideterminada. El proceso de
formación y desarrollo de la personalidad está
determinado por diversos factores que intervienen
simultáneamente, a pesar que en determinadas
circunstancias se observa más la influencia de uno de
ellos. Al respecto, la doctora Lourdes Fernández refiere
que los seres humanos formamos parte de una naturaleza y
existimos, en nuestra esencia, en una relación entre lo
natural, lo psicológico y lo sociocultural en
historicidad, y entender esta relación resulta vital
para comprender el origen y formación de la
personalidad. - Por último, la personalidad tiene la función
de regular y autorregular el comportamiento. La personalidad
orienta, dirige y controla el comportamiento.
Hasta aquí hemos podido dar respuesta a algunas
de las interrogantes realizadas al comenzar, analicemos a
continuación otros aspectos relacionados con los elementos
que subyacen al comportamiento de las personas, para ello
hablaremos brevemente de la estructura de
la personalidad.
Elementos que integran la
personalidad.
La personalidad tiene en su base a los procesos
cognitivos, que no son más que aquellos que te permiten
conocer el mundo exterior, por ejemplo, la percepción, la atención, la memoria, la
atención, etcétera. Y a los procesos
afectivos que son aquellos que expresan cuánto y
cómo nos afecta lo que conocemos y se expresa en
sentimientos, emociones y
afectos.
Estos procesos no funcionan de manera aislada, sino que
íntegramente, pero en diferentes momentos y etapas del
desarrollo se observa la presencia de uno más que otro en
el comportamiento. Por ejemplo, a veces cuando un niño
pequeño tiene un dolor llora desesperadamente, y ese
llanto, que es una manifestación afectiva nos está
diciendo que algo le sucede a ese niño, mientras que un
adulto, tal vez con el mismo dolor, en vez de llorar lo que hace
es decirnos precisamente que tiene gran dolor.
Otras veces entramos en grandes contradicciones ya que
deseamos hacer algo y en cambio sabemos que no es lo que debemos
hacer, sin embargo decidimos hacerle caso a nuestros
sentimientos.
Si analizamos estos ejemplos podemos percatarnos que al
nivel de estos procesos afectivos y cognitivos también se
produce una regulación del comportamiento.
Estas dos aristas, si bien poseen sus especificidades
ambas se integran sucesivamente de modos cada vez más
complejos a lo largo del desarrollo potenciando la función
reguladora. La unidad de los procesos cognitivos y afectivos se
expresan, o toman cuerpo a través de los sentidos
psicológicos, los cuales se construyen a lo largo de todo
el desarrollo a partir de una creciente unidad de dichos
procesos. Es entonces la personalidad una configuración de
sentidos psicológicos.
Los sentidos psicológicos son entonces
aquellos elementos que son reflejados desde el punto de vista
cognitivo y que tienen significación para el sujeto. No
todo nos gusta, nos interesa, nos preocupa, es decir no todo
tiene sentido psicológico para nosotros, incluso a veces
una misma cosa tiene sentido psicológico en un momento
determinado y no en otro.
Por ejemplo, una enfermedad que nos podría
resultar indiferente en un momento de la vida, en otro gana gran
interés
porque o la poseemos, o la posee alguien a quien amamos y
queremos, entonces la estudiamos, nos preocupamos por conocerla y
combatirla.
Los sentidos psicológicos se expresan en unidades
psicológicas primarias y en formaciones
motivacionales.
Como su nombre lo indica las unidades
psicológicas primarias son aquellos contenidos
básicos de la personalidad que originan una entidad nueva,
diferente e irreductible en cada sujeto, de ahí el
carácter único e irrepetible de la
personalidad.
Estas unidades psicológicas primarias no
funcionan de manera aislada, sino se integran entre sí
existiendo gran dependencia funcional entre ellas y entre estas y
el sistema personológico en su totalidad. Dentro de las
unidades psicológicas primarias encontramos las
necesidades, los motivos, los intereses, los hábitos, los
rasgos del carácter, etcétera.
Dentro de los contenidos de mayor importancia para el
estudio del comportamiento
humano se encuentran las necesidades y los
motivos.
Según Fernando González Rey (1989), las
necesidades pueden ser definidas como cualidades estables de
la personalidad, de contenido emocional, que constituyen el
motor impulsor
del comportamiento humano, orientando al sujeto en una dirección estable, en forma de
relación con objetos y otras personas, garantizando la
expresión activa y creativa de la personalidad.
Detrás de todo comportamiento existe una o varias
necesidades. Existen necesidades inferiores o primarias y
necesidades superiores. Las inferiores tienen que ver con la
subsistencia de del organismo y una vez satisfechas desaparecen,
ejemplo, si una persona tiene hambre y come el hambre
desaparece.
Sería bueno destacar que estas necesidades
inferiores que existen tanto en los animales como en
el hombre no adquieren la misma connotación en ambos, en
caso de este último, hasta estas necesidades son
condicionadas socialmente, si el hombre tiene hambre no va a
comer cualquier alimento que se encuentre delante, debe ser uno
que esté en condiciones adecuadas, e incluso muchas veces
debe ser hasta de su gusto, mientras que el animal suele comer
cualquier cosa y a veces hasta alimentos echados
a perder. Es decir, generalmente las necesidades primarias del
hombre se satisfacen de manera tal que son reguladas a escala
personológica.
Por otra parte, las necesidades psicológicas o
superiores son demandas del sujeto que pueden expresarse en
términos de carencia o de deseo e impulsan al individuo
hacia la satisfacción de las mismas. Estas necesidades son
estables, insaciables, autopropulsadas, ellas mismas una vez
satisfechas conducen a otras necesidades, de ahí que los
sujetos siempre estemos en la búsqueda de algo. Estas
necesidades tienen un condicionamiento social muy fuerte y
necesitan de la
comunicación y del intercambio con el otro para
expresarse y ser satisfechas. Su función básica es
garantizar el desarrollo y equilibrio de
la personalidad.
Solamente partiendo de las necesidades reales de las
personas es que podemos lograr el bienestar absoluto de las
mismas, así como cualquier posibilidad de
transformación y cambio debe basarse en las demandas
reales de las personas y no en lo que deseamos cambiar o
transformar.
Existen múltiples necesidades, podemos mencionar
por ejemplo las necesidades de salud, de bienestar integral, de
alivio de un dolor, de reconocimiento, de afecto, de intercambio
social, de nuevas impresiones, en fin existen tantas necesidades
como sujetos haya. Ahora bien, las necesidades se satisfacen en
un espacio psicológico que denominamos motivo.
Los motivos son contenidos de la personalidad, la
forma que la personalidad asume y procesa sus necesidades. El
motivo es un espacio subjetivo y no siempre es consciente,
además poseen multiexpresión, se expresan en la
conducta, en las valoraciones, en los afectos.
Los motivos le ofrecen sentido y dirección a la
personalidad, en tanto orientan la conducta del sujeto en aras de
satisfacer sus necesidades, hay motivos que tienen un alto
sentido personal para la persona, y están cargados de
profundos sentimientos y afectos, estos motivos se convierten en
motores
importantes de la personalidad y se expresan tanto en el
comportamiento como en la subjetividad. Por ejemplo, un motivo de
gran sentido personal para una persona enferma puede ser el
personal médico que la atiende, y en este sentido la
persona desarrollará profundos sentimientos de amor,
cariño, amistad,
respecto, admiración, agradecimiento, etcétera, que
no sólo mostrará en sus comportamientos diarios
para con esas personas, sino también formará parte
de las características de su subjetividad.
Al igual que las necesidades, los motivos se estructuran
en una jerarquía, entiéndanse una pirámide
donde en la cima se encuentren aquellos motivos fundamentales
para el sujeto. Aquellos que se encuentran en el nivel superior
de la jerarquía se denominan tendencias orientadoras, y
están integradas generalmente por motivos conscientes que
impulsan al sujeto hacia los objetivos
principales de su vida. Las tendencias orientadoras, no
sólo orientan al comportamiento al presente, sino
también hacia el futuro, y se caracterizan por profundas
reflexiones, comprometiendo el punto de vista del sujeto.
(González, Rey, F. 1985).
No todos los motivos superiores forman parte de
tendencias orientadoras de la personalidad, aquellos motivos que
no determinan sentido de vida futura para el sujeto no integran
su tendencia orientadora, así por ejemplo, una
operación puede ser un motivo superior, sin embargo la
misma puede formar parte de tendencia orientadora en una persona
que demande de ella cada cierto tiempo y que
luego de la misma tenga que introducir cambios nuevos y
necesarios a su sistema de vida, pues determina metas y
aspiraciones futuras de la misma, en cambio para aquella persona
que se opera para obtener una cura inmediata, está
satisfaciendo sólo una necesidad de salud
más.
Hasta aquí podemos observar la relación
que existe entre el motivo y la necesidad, es este último
el espacio psicológico que permite la satisfacción
de la necesidad, ahora bien, una misma necesidad se puede
satisfacer a través de diferentes motivos, y, en un mismo
motivo podemos canalizar varias necesidades. Veamos un ejemplo, a
través de ese personal médico del que
hablábamos, el paciente puede satisfacer necesidades de
integridad física, de salud y
bienestar personal, pero también necesidades de afecto, de
reconocimiento, de relaciones impersonales, de aceptación,
entre otras, y estas necesidades las puede satisfacer a partir de
otros motivos, como un esposo, un amigo, un familiar,
etcétera.
Como mencionamos, dentro de las otras unidades
psicológicas primarias se encuentran los intereses que
tienen que ver con la selectividad del comportamiento del
individuo, con la obtención de información sobre alguna esfera de la vida.
Los intereses orientan, inclinan, dirigen a la persona hacia algo
que lo atrae. Intereses hacia una persona, hacia una enfermedad,
hacia un tratamiento, hacia un libro; los
hábitos, referidos a automatismos que se insertan en
nuestros estilos de vida. Son costumbres que tenemos que suelen
ser poco variables, por
ejemplo, leer para dormir, asearnos al despertar, rezar a
determinadas horas; también se encuentran los rasgos del
carácter y las actitudes.
Los rasgos del carácter son aquellos contenidos
puntuales de la personalidad que tipifican nuestros
comportamientos, se observan en el proceso de interacción
del individuo con los objetos y las personas y presentan
naturaleza conductual. Son tendencias de gran amplitud que pueden
variar ante diversas circunstancias, una persona puede ser
sociable en determinado momento y en otro puede no serlo, lo cual
no implica que sea poco sociable. Tenemos entre otros rasgos del
carácter la amabilidad, la introversión,
extroversión, la timidez, la seguridad o
inseguridad, la honestidad; y por
último las actitudes que son la forma concreta y estable
en que el sujeto se manifiesta o se expresa hacia objetos,
situaciones y personas e se expresan en valoraciones, emociones y
comportamientos. Podemos hablar de una actitud hacia
el trabajo, hacia un tratamiento, hacia un grupo de
personas.
Todos estos elementos aislados no ofrecen
información por sí solos, sino que se integran y
articulan alcanzando el carácter movilizador de la
personalidad, apareciendo así las formaciones
motivacionales.
Las formaciones motivacionales son
configuraciones subjetivas de la personalidad donde se organizan
y expresan los contenidos psicológicos de la vida. Se
trata de sistemas
reguladores que articulan a las unidades psicológicas
primarias. Aquí encontramos a los ideales, la
concepción del mundo, el proyecto de vida,
las intenciones profesionales y la
autovaloración.
Las formaciones motivacionales no se encuentran
presentes de la misma manera desde las primeras etapas del
desarrollo, sino que se van configurando y ganando objetividad,
organización e intensidad en la
regulación del comportamiento con el pasar del tiempo,
hacia la adultez. Existen formaciones que son adquisiciones
importantes de determinados períodos del desarrollo, como
la concepción del mundo, típica de la edad juvenil,
o el proyecto de vida y las intenciones profesionales.
Otras, como la autovaloración que aunque se
encuentra presente desde estadios tempranos del desarrollo, no es
hasta la juventud donde
viene a alcanzar objetividad, estabilidad y articulación,
así como va a servir de sustento al sentido de la
vida.
Son precisamente los sentidos psicológicos los
que se van a articular formando configuraciones
psicológicas que constituyen la célula
funcional de la personalidad que interviene en la
regulación y autorregulación del comportamiento. En
la medida en que aumente la complejidad e integración de
la personalidad el sujeto se convierte más activo en dicha
regulación, y de esta manera aumenta su capacidad de
autodeterminación y de compromiso con sus acciones y
decisiones, su capacidad de reestructuración, es decir la
posibilidad de cambiar contenidos psicológicos y buscar
nuevas estrategias
comportamentales, su flexibilidad, su capacidad de tolerancia y su
seguridad. Sujetos con estas características pueden
enfrentar satisfactoriamente cualquier problema e imprevisto que
se presente en el presente y desarrollar conscientemente un
sistema de aspiraciones orientado hacia el futuro, pues presentan
mejores recursos para afrontar y solucionar sus conflictos,
así como lo nuevo.
Por el contrario el poco desarrollo de la personalidad
se observa en la intolerancia ante criterios contrarios, la
rigidez del comportamiento, la inseguridad, la insuficiente
capacidad reflexiva, la incapacidad de enfrentar lo nuevo.
Generalmente, se trata en este caso, de sujetos pasivos que
reproducen la realidad y no la construyen activamente, sujetos
que están muy orientados hacia el pasado y el presente y
les cuesta orientar y proyectar su comportamiento hacia el futuro
ya que cuentan con pocos recursos personológicos para
ello.
Muchas veces no se observa tan definidamente estos dos
extremos, sino que todos estos elementos coexisten
simultáneamente o se alternan, recordemos que dichos
elementos se encuentran en movilidad, incluso en diferentes
esferas de nuestras vidas suelen presentarse
indistintamente.
Existen diversos momentos de la vida que exigen de
nosotros comportamientos seguros,
tolerantes, disciplinados y optimistas, pero no todas las
personas contamos con los mismos recursos personológicos
para enfrentarlos de la misma manera, por eso tal vez mientras
que un paciente que ha sufrido un accidente que le ha
proporcionado un gran vuelco a su vida continúe hacia
delante y lo enfrente con gran valor,
decisión y coraje, haya otro, con el mismo problema
atravesando gran ansiedad y depresión,
incluso, sin deseos de vivir. Es por ello, que es de suma
importancia conocer cómo funciona nuestra
personalidad.
El desarrollo de los recursos psicológicos del
sujeto se encuentra relacionado también a un sentido
definido de la propia identidad, es decir, a la
autovaloración que presente el sujeto.
Personalidad y
autovaloración.
Señala el psicólogo soviético
Rubinstein que el estudio psicológico de la personalidad
no culmina con el análisis de sus propiedades
psíquicas, sino con el estudio de la conciencia de
sí mismo, según este autor la autovaloración
del sujeto constituye un elemento activo que mediatiza la
expresión de las principales necesidades y motivos de la
personalidad.
Es la autovaloración el concepto profundo
y generalizado que construye el sujeto de sí mismo a
partir de una profunda valoración de sí, de sus
principales necesidades y motivos. Este concepto no sólo
tiene función subjetiva- valorativa, (valoración
del sujeto de sí mismo) sino también reguladora y
autoeducativa, en la medida en que lo impulsa a actuar en
correspondencia con la percepción que tiene sobre su
propia persona y con lo que considera adecuado.
Mientras más profundo es el autoconocimiento que
tiene la persona de sí mismo será mayor la
capacidad crítica
del mismo y las posibilidades de transformación. Sujetos
con una autovaloración estructurada, flexible e
íntegra tienen mayor capacidad de tolerancia y posibilidad
de resolver conflictos y de tomar decisiones autónomas,
así como más seguridad, confianza en sí
mismo y una adecuada autoestima, en
cambio aquellas personas con autovaloración empobrecidas y
desestructuradas, suelen ser rígidas, inseguros, poco
tolerantes, toman decisiones guiados por los otros o por afectos,
pensando después de haber actuado y con una autoestima
inadecuada, ya sea porque se encuentre muy disminuida o
aumentada.
Independientemente de los recursos personológicos
con que cuenten las personas, y que ya hemos hablado, existen
acontecimientos normativos o no, que se presentan en la vida y
que rompen el equilibrio de la personalidad y adentran a los
sujetos en profundas crisis, muchas veces dichas circunstancias
repercuten en la autovaloración y autoestima de las
personas haciéndolos más vulnerables.
No hablemos exclusivamente de la presencia de
enfermedades y de accidentes que
pueden cambiar la forma de vida de las personas pues se
daña su imagen, sus
órganos vitales, sus costumbres, etcétera y
conllevan a grandes períodos de rehabilitación y de
autoaceptación; hablemos primero brevemente de algunas
manifestaciones psicológicas típicas de etapas del
desarrollo que marcan alteraciones importantes en la
autovaloración y en las características de la
personalidad, que no deben pasar por alto al relacionarnos con
los sujetos para comprender sus comportamientos.
Mientras que en los primeros años de vida
básicamente la regulación del comportamiento se
produce al nivel de los procesos afectivos pues no existe una
madurez suficiente de los cognitivos y no ha surgido aún
la autoconciencia, ya alrededor de los tres años de edad
se produce lo que muchos autores conocen como la primera crisis
de la personalidad o crisis de identidad que tiene como saldo
positivo el surgimiento de la autoconciencia y de la identidad,
pues como ya dijimos, el niño se percata de que existe
como un ser independiente y a partir de este momento él
exige ser tratado de modo diferente, incluso, es típico de
esta crisis manifestaciones como la rebeldía, el
negativismo, el egoísmo, las perretas, el uso exagerado de
pronombres posesivos, la necesidad imperiosa de ser el centro en
los grupos de adultos y llamar la atención, lo cual no
significa que se estén moldeando en él rasgos de
una personalidad desviada, como muchos suelen pensar, sino que
necesita por una parte, ser tratado como un niño mayor con
el cual el adulto puede contar y por otra más independencia.
Si bien el niño pequeño no comprende mucho
cuando le explicamos las razones respecto a por qué debe
tomar un medicamento, o hacer reposo, o por qué debe
ponerse una inyección, o por qué a él le
pudiera suceder uno u otro accidente si realiza determinado
comportamiento ya que todavía no tiene definido ese "yo" y
debemos entonces ser más afectivos que racionales en la
interacción con ellos, ya el niño de tres
años de edad posee recursos para comprender estos
argumentos, y se vuelven más vulnerables a las malas
formas, al regaño, al maltrato, en fin a la violencia, por
supuesto, no quiere decir que los niños pequeños no
sean sensibles a ello. A partir de este momento progresivamente
el niño va a ir comprendiendo cada vez con mayor
profundidad los argumentos racionales y la mentira, el
engaño, la dependencia y la violencia, entre otros, pueden
ir cavando profundos abismos en su autovaloración, por
ello, es necesario relaciones cordiales, respetuosas y basadas en
la verdad.
A finales de los diez u once años de edad
aproximadamente, comienza la etapa de la adolescencia
que trae consigo profundas transformaciones. El desarrollo
desigual de los adolescentes y
la valoración social tienden a influir considerablemente
en su autovaloración y autoestima, veamos
ejemplos.
Todos conocemos que durante este período se
producen las llamadas transformaciones puberales que se dan en
cuatro direcciones básicamente, en las medidas
antropométricas, en los procesos fisiológicos, en
los endocrinos y en la madurez sexual. Estos cambios aunque son
vivenciados de modo diferente por los adolescentes, tienden a
influir en la autovaloración e identidad personal del
adolescente, ocupando un lugar central la valoración
personal y social sobre su imagen corporal.
Por ejemplo los adolescentes que presentan retraso en el
desarrollo antropométrico, en la maduración sexual,
o que presentan acné juvenil suelen ser muchachos
tímidos, inseguros, introvertidos, con una baja autoestima
y que se subvaloran, o por el contrario, son muy agresivos y
rebeldes, similarmente ocurre con la obesidad o con
aquellos que son extremadamente delgados. Muchas veces las causas
de estas consecuencias son precisamente el rechazo y la falta de
aceptación del grupo de coetáneos y/o adultos,
cuyas valoraciones sociales resultan significativas para el
adolescente.
Los cambios fisiológicos que se producen en esta
edad también pueden traer consigo torpezas en el
adolescente y fatigas, siendo muchas veces valorados
negativamente por los adultos provocando gran irritabilidad y
excitabilidad emocional dañando, de esta manera, su
autoestima.
Por el contrario aquellos adolescentes con
características atléticas, o con un adecuado
desarrollo sexual tienden a convertirse en el centro de los
grupos y ser muy aceptados socialmente, lo cual eleva
considerablemente su autoestima. Este otro extremo puede ser
también perjudicial porque se fomentan adolescentes con
autovaloraciones inadecuadas por sobrevaloración y que
pueden llegar a ser egoístas y superficiales.
Podemos concluir hasta aquí que en esta etapa
resulta de vital importancia la valoración social que
tienen los otros y para ello contar con una apariencia personal y
corporal adecuada resulta de gran significación, por ello
cualquier alteración en este sentido puede originar
alteraciones importantes en la autoestima y en la
autovaloración. Debemos comprender que es esta etapa
especialmente susceptible ante los daños y consecuencias
de enfermedades y accidentes, pues los adolescentes cuentan con
escasos recursos personales para enfrentarlos, por ser esta
época tan convulsa.
Para culminar con esta etapa del ciclo vital
comentaremos que aquí se produce una de las grandes crisis
del desarrollo que trae consigo manifestaciones comportamentales
rebeldes, agresivas, prepotentes y excéntricas. Esta
crisis está plurideterminada y dentro de uno de sus
determinantes se encuentra la necesidad de autonomía, de
independencia y de ser tratados como
adultos. El adolescente exige y necesita que se cuente con
él y que se valoren sus puntos de vistas y
sentimientos.
Por último reflexionaremos acerca de algunos
elementos relacionados con la ancianidad, tercera edad o adultez
mayor. En la actualidad existen muchos prejuicios que impiden un
acercamiento adecuado a esta etapa del desarrollo y es
válido señalar que los adultos mayores
continúan siendo sujetos activos, y en
muchas ocasiones hasta desarrollan muchas actividades en la casa,
en la comunidad y en el
centro laboral (aunque
esta etapa trae consigo la jubilación muchos
continúan vinculados a los centros de trabajo de
procedencia).
Muchas personas afirman que la vejez es
sinónimo de envejecimiento, pero si bien esta etapa
muestra
evidencias de
dicho proceso, que comienza desde el nacimiento, como por ejemplo
dificultades en los sistemas sensorio motrices, la
psicología prefiere abordarla como un período
más del desarrollo donde los individuos se encuentran en
proceso de elaboración de cambios y surgimiento de nuevas
formaciones psicológicas.
En la adultez media, alcanza gran desarrollo la
autoconciencia reflexiva como uno forma auténtica de la
identidad y el autoconocimiento, y envejecer para el adulto
significa no sólo cambiar físicamente y perder la
capacidad reproductiva, sino ganar en recursos que le permitan
enfrentar esta etapa con madurez.
Es difícil asumir la ancianidad y la
formación de la identidad de verse como viejo, en este
momento se suele afectar la autoestima y la
autovaloración, pues como ya se dijo, la existencia de
múltiples prejuicios y estereotipos en la sociedad
dañan la interacción y el crecimiento personal del
adulto mayor, además en este momento de la vida la muerte
es algo inminente, de ahí la gran necesidad de trascender
y de dejar un legado en el otro, el viejo ya sabe que está
llegando al final de sus días como ser viviente y esto
exige de gran apoyo y comprensión pues puede generar
profunda ansiedad y depresión.
Esta etapa ni es la mejor edad, como algunos refieren
pues se cuentan con gran experiencia, ni es la peor, pues tampoco
ser viejo significa ser inútil, caduco, feo e inactivo,
por lo tanto, no podemos convertirnos en bastones de los
ancianos, sino que mediante la comunicación con ellos
debemos potenciar su desarrollo.
¿Cómo contribuir a un mejor desarrollo
de la personalidad?.
Si bien la psicología no puede ofrecer recetas
para el tratamiento de las personas, por tratarse de sujetos
activos portadores de subjetividad y de individualidades
únicas e irrepetibles, con historias de vida individuales
y diferentes que los acreditan como protagonistas exclusivos de
su desarrollo y hacedores de su propia experiencia, existe un
grupo de ideas que debemos tener presentes para potenciar el
crecimiento personal de los individuos.
Sea cual fuese la etapa del ciclo vital en que se
encuentre el ser humano debemos convertirnos en mediadores de su
desarrollo, ser capaces de impulsarlos hacia estadíos
superiores y proporcionarles las herramientas que les permitan
enfrentar por sí solos sus conflictos y superarlos.
Sentimientos y comportamientos como la lástima, la
compasión, la mentira y el dolor no ayudan a las personas
con necesidades de orientación y de apoyo social, sino que
los conducen a un mundo de fantasías y de engaños
donde las principales víctimas son precisamente ellas
mismas.
Los prejuicios y los estereotipos sociales
también dificultan relaciones desarrolladoras, por lo que
debemos cumplir tres pilares básicos, formulados por el
psicólogo C. Rogers y que resultan de suma importancia en
la interacción con los seres humanos, ellos
son:
- La aceptación, ser capaces de aceptar al otro
tal y como sea, con sus virtudes y defectos. Significa la
tolerancia y la madurez para comprender y entender que las
personas son de determinadas maneras y no como
quisiéramos que fuesen. - La empatía que supone la capacidad de ponernos
en el lugar del otro, de ver el asunto desde su punto de vista,
lo cual no implica aceptar esta otra visión, sino
entenderla, y por último: - La congruencia, ser coherentes con lo que hacemos,
decimos y pensamos.
Por último, considero que resulta importante
conocer que cualquier consejo que demos que no sea consultado con
un especialista puede lacerar profundamente a las personas. A
veces, nos vestimos de orientadores y consejeros
psicológicos con el sano objetivo de
ayudar al otro y hacemos todo lo contrario, pues cualquier
opinión emitida en un momento trascendental para un sujeto
puede ser vital en sus decisiones, y si no estamos preparados
para ello, las consecuencias quizás no sean las deseadas,
además, hay que tener claro que nadie está
facultado para decirle al otro lo que tiene que hacer, sino que
debemos posibilitarles los recursos que les permitan a cada cual
decidir por sí solos, sólo de esta manera logramos
su desarrollo personológico.
- Fernández, L. La personalidad. Algunos
presupuestos
para su estudio, en: Psicología. Selección de textos, Editorial
Félix Varela, La Habana, 2003. - González, F. Mitjánz, A. Motivación moral en
adolescentes y jóvenes, Editorial pueblo y educación, La
Habana, 1985.
3. González, F. Psicología. Principios y
categorías. Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de
la Habana, 1989.
- Orosa, T. La tercera edad y la Familia:
Una mirada desde el adulto mayor, Editorial Félix
Varela, La Habana, 2000.
Por:
Licenciada Daymi Rodríguez
López
Profesora instructora de la Facultad de
Psicología. Universidad de la
Habana