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Historia de Alemania




Enviado por antmanning



    La primera referencia sobre la existencia de los
    germanos aparece durante las campañas del emperador romano
    Julio César en Galia (al norte de los Alpes y al oeste del
    Rhin), del año 58 al 51 a.C. No obstante, el origen de los
    germanos se remonta a los teutónicos y los cimbrios,
    descendientes de los daneses. Estos pueblos invadieron las
    regiones mediterráneas entre los años 113 y 101
    a.C.

    En el año 9 de la era actual, Arminio, jefe de
    los queruscos -considerado luego el primer héroe nacional-
    dirigió una rebelión que derrotó a tres
    legiones romanas en Teutoburgo. A mediados del siglo III, las
    tribus originarias se habían fusionado en unidades
    políticas mayores: los sajones, los francos
    y los alamanes.

    En el siglo IV, después del retiro gradual de los
    romanos, la invasión de los hunos de Atila provocó
    la Gran Migración
    en el continente europeo. El Imperio Mongol fue destruido tras la
    derrota sufrida ante los germanos en el año 455. Germanos
    y sajones a su vez, fueron sometidos por Clovis y Carlomagno al
    Imperio Franco.

    De la división del Imperio Carolingio, en el
    año 843, por el Tratado de Verdún, surgió el
    primer reino exclusivamente germánico, bajo Luis el
    Germánico. Durante el reinado de Otón I, coronado
    en Roma, en 936,
    Germania se convirtió por dos siglos, en el más
    poderoso reino europeo.

    Durante los siglos XII y XIII Alemania
    experimentó una continua expansión y
    colonización territorial, estimulada por el crecimiento de
    la población.

    En ese período, la inestabilidad de las
    dinastías reales ayudó al fortalecimiento de los
    principados seculares y religiosos. Los príncipes
    tenían libertad para
    construir fortalezas, explotar los recursos
    naturales y ejercer la justicia en
    sus dominios.

    En 1356, la autoridad real
    frente al Papado se afirmó jurídicamente a
    través de la Bula de Oro de Carlos
    IV (1346-1378). Esta consagró el derecho de designar el
    rey sin la sanción de Roma y fortaleció la
    posición de los principados, de cuyo apoyo
    dependía.

    En los siglos XV y XVI se mantuvo la inestabilidad
    interna. El movimiento de
    la Reforma protestante, iniciado en 1517 con la discusión
    de las tesis de
    Martín Lutero, se mezcló con las rivalidades
    políticas.

    La Reforma canalizó las críticas cada vez
    más amplias a la creciente secularización y
    corrupción de la Iglesia
    alemana, que se había convertido en una próspera
    institución económica y financiera, cuyas tierras
    ocupaban un tercio del total en algunos distritos, pero el
    escándalo se desató por la venta de
    indulgencias. Al final de una sucesión de guerras
    internas, incluyendo levantamientos campesinos violentamente
    reprimidos, en 1555 se llegó a la Paz de Augsburgo, que
    consagró la división político-religiosa
    entre católicos y luteranos.

    Las diferencias partidarias coincidían con las
    religiosas; en 1608 se creó la Unión (protestante)
    y un año después la Liga (católica). La
    rebelión de Bohemia dio inicio a la Guerra de los
    Treinta Años (1618-1648), que envolvió a todo el
    continente y redujo la población de Europa central en
    alrededor de 30%. Terminó en 1648 con la Paz de
    Westfalia.

    En el siglo XVIII, el reino de Prusia emergió
    como una unidad económica y política de gran
    dinamismo, creando tensiones crecientes entre los estados
    alemanes. Los triunfos de Napoleón contra Prusia, en 1806, y la
    formación de la Confederación del Rin pusieron fin
    al sistema
    político multipolar del Sacro Imperio Romano
    Germánico.

    En la Europa central del siglo XVIII, la cultura fue
    una vía de escape para las energías intelectuales
    que no podían volcarse en la política, dominada por
    la autocracia de los príncipes. Éste es el marco
    del idealismo y el
    espiritualismo que caracterizaron el arte y la
    literatura
    alemanas, expresado por filósofos como Kant y Herder, y
    los escritores Goethe y Schiller.

    A la caída de Napoleón, en 1815, los
    príncipes alemanes crearon una confederación de 39
    estados independientes, salvo en el campo de la política
    exterior. La oposición de las monarquías de Austria
    y Prusia a formas más amplias de representación
    contribuyó a aumentar el malestar popular, que se tradujo
    en las rebeliones de 1830. La respuesta generalizada fue la
    represión.

    En 1834 Prusia plasmó su creciente peso
    económico en el ámbito político, al
    instaurar la Unión Aduanera Alemana de la cual Austria
    quedó excluida. Tuvo como efecto la duplicación del
    comercio entre
    sus socios en un plazo de diez años, y la formación
    de algunos centros de industrialización, donde
    emergió una clase obrera.
    Debido al rápido crecimiento de la población
    urbana, la oferta de mano
    de obra superó ampliamente la demanda. El
    resultante empobrecimiento de trabajadores manufactureros y de
    artesanos sirvió de caldo de cultivo para las rebeliones
    de los años posteriores, cuya culminación fue la
    ola revolucionaria de 1848/1849.

    Por primera vez se logró la elección de
    una Asamblea Nacional, con sede en Francfort, cuyos
    representantes pertenecieron mayoritariamente al campo liberal y
    demócrata. Exigieron la unidad alemana y paralelamente, la
    garantía de libertades políticas. Sin embargo, su
    división interna facilitó la recomposición
    de fuerzas del antiguo régimen, que culminó con la
    disolución del parlamento en junio de 1849 y la
    represión de las organizaciones de
    oposición.

    Aplastadas las tendencias revolucionarias, la disputa de
    Austria y Prusia por la hegemonía de la unificación
    alemana se resolvió en 1866, con la victoria de la segunda
    en la Guerra de las Siete Semanas. La unión se dio en
    torno de la
    Confederación Alemana del Norte, ideada por el canciller
    prusiano, Otto von Bismarck, también como forma de
    contener el liberalismo.
    El Parlamento (Reichstag) fue inaugurado en febrero de
    1867.

    Tres años más tarde estalló la
    guerra con Francia. La
    victoria de Prusia en 1871 fue el paso final en el proyecto de
    Bismarck, de unificar Alemania sobre una base monárquica y
    bajo dominio de
    Prusia. El imperio enfrentó dos fuerzas internas
    contrapuestas, la Iglesia Católica y la socialdemocracia. Bismarck dictó las
    Leyes de Mayo,
    por las que se secularizaban la educación y otras
    actividades civiles, pero retrocedió después, para
    contar a la Iglesia como aliado en contra del socialismo.
    Alarmado por el crecimiento de la socialdemocracia, el
    régimen aplicó una combinación de
    represión y reformas sociales, con el fin de neutralizar
    su potencial.

    El gobierno de
    Bismarck utilizó el proteccionismo comercial para aumentar
    el ingreso interno y fomentar la industria
    nacional. La economía alemana dio
    un nuevo salto, sobre todo en la industria pesada, la química, la
    electrotécnica y la de medios de
    producción. La formación de la
    Triple Alianza, con Austria e Italia,
    así como el establecimiento de colonias en África y
    Asia a partir
    de 1884, evidenciaron la aspiración de convertir al
    Imperio Alemán en una potencia
    mundial.

    La rivalidad de Alemania con Francia e Inglaterra, por
    un lado, y con Rusia y
    Serbia, por otro, desencadenó la guerra en 1914. La
    capitulación de sus aliados (el Imperio
    Austro-Húngaro y Turquía), en noviembre de 1918,
    hizo inevitable la derrota de Alemania. La crisis fue
    acelerada por la revolución
    interna, que hizo abdicar al emperador. El gobierno fue entregado
    al socialista Friedrich Ebert, para convocar a una asamblea
    constituyente. La socialdemocracia alemana se había
    dividido entre una corriente moderada, partidaria de una evolución gradual hacia el socialismo, y la
    que propugnaba el cambio
    revolucionario. El grupo
    Espartaco, encabezado por Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo, se
    identificaba con la Revolución
    Rusa de octubre de 1917 y quería instaurar un
    régimen similar al soviético. Los líderes de
    Espartaco fracasaron al promover un golpe de Estado
    en enero 1919, y fueron ejecutados sumariamente. Pocos
    días después, en las elecciones de la
    Constituyente, los electores dieron una amplia mayoría a
    los socialistas moderados.

    Formalmente promulgada en agosto de ese año, la
    Constitución de Weimar fue saludada como la
    más democrática de su época. El presidente
    electo tenía poder para
    nombrar al canciller, cuyo gobierno requería la confianza
    de la cámara baja del parlamento, o Reichstag.
    También proveía la constitución de una
    cámara alta o Länder, formada por delegados
    designados por los gobiernos de los estados
    liberales.

    La llamada República de Weimar tendría una
    vida breve y azarosa. No obstante las virtudes atribuidas a la
    constitución, diversos factores se conjugaron para que
    sucumbiera. Uno de los principales elementos que desestabilizaron
    a la república fueron las condiciones impuestas al
    país en Versailles por las potencias vencedoras. Las
    mismas afectaron no sólo la economía sino
    también la moral de la
    población, que no admitía que Alemania fuera
    considerada "culpable" de provocar la guerra del 1914 y que no
    lograba aceptar que las estipulaciones del tratado permitieran
    juzgar a cualquier alemán, comenzando por el rey, como
    criminal de guerra.

    Si bien el gobierno republicano logró superar
    serias crisis económicas, como la de 1920-23 y la que
    sucedió a la caída de la bolsa de Wall Street en
    1929, la acción
    desestabilizadora de los comunistas y del Partido Nacional
    Socialista, liderado por Adolf Hitler
    habrían de precipitar su derrumbe. El Partido Nacional
    Socialista (nazi) había promovido un fallido golpe de
    Estado en
    1923, pero, no obstante esta derrota, tuvo a lo largo de la
    década un crecimiento sostenido de votos como de
    membresía, que luego de la crisis de 1929 aumentó
    dramáticamente. Si en 1929 sus miembros sumaban apenas
    170.000, para 1932 ya casi habían decuplicado su
    número, llevándolo a 1.378.000.

    El mariscal Paul von Hindemburg, quien fuera electo
    presidente en 1925, disolvió el parlamento en 1930 y, en
    las elecciones de ese año, comunistas y
    nacional-socialistas obtuvieron un gran incremento de votos,
    convirtiéndose estos últimos en la segunda fuerza
    política después de la socialdemocracia. Los
    réditos de la promesa del nazismo de
    reconstruir la Gran Alemania, humillada por los tratados de
    posguerra, y la campaña en la que se responsabilizaba a
    judíos
    y comunistas por la crisis económica se ratificaron
    cuando, en las elecciones de 1932, el Partido Nazi duplicó
    su votación, llegando a 37% del total.

    El ascenso de Hitler y el
    Nacionalsocialismo se verificó irrefrenable. A pesar de
    que en principio no se había aceptado la exigencia de
    Hitler de ocupar la jefatura de gobierno, en enero de 1933, fecha
    en que Alemania había seis millones de desocupados,
    Hindemburg terminó entregándole el poder. Hitler
    disolvió el Parlamento y llamó a elecciónes
    donde resultó vencedor su Partido Nacional Socialista. En
    Postdam, en marzo de 1933, el nuevo Parlamento cedió a
    Hitler, por un período de cuatro años, las
    facultades para implantar leyes al margen de la
    Constitución y sin la aprobación del Legislativo o
    del presidente. Podía fijar el presupuesto
    anual, hacer empréstitos y establecer acuerdos con otros
    países, reorganizar el gabinete y el mando supremo de las
    fuerzas armadas y proclamar la ley marcial. En
    julio, Hitler abolió el sistema federal de Alemania e
    instauró un poder central absoluto, disolvió todos
    los partidos excepto el suyo, ilegalizó los sindicatos y
    las huelgas. En el exterior, Alemania se retiró de la
    Conferencia
    del Desarme y de la Sociedad de
    Naciones. Los nazis designaron a su gobierno, que habría
    de durar hasta 1945, con el nombre de Tercer Reich (tercer
    imperio).

    Desde la muerte de
    Hindemburg, en agosto de 1934, el gabinete fue obligado a prestar
    juramento de lealtad personal al
    canciller. En 1935, Hitler inició el rearme alemán,
    en abierta violación del Tratado de Versalles. Las
    potencias europeas protestaron, pero no pusieron mayores
    obstáculos. Con las "leyes de Nuremberg" de 1935 el
    régimen formalizó jurídicamente su ideología racista, creando la base para su
    posterior política de exterminio de minorías
    étnicas y religiosas.

    En octubre de 1936, Alemania e Italia firmaron un
    acuerdo de cooperación, que incluyó la
    intervención en la Guerra Civil Española en apoyo
    al general Franco. En noviembre, Alemania y Japón
    formalizaron un acuerdo de intercambio militar. Un año
    después, Alemania, Italia y Japón (las tres
    potencias del Eje) firmaron, en Roma, el Pacto
    Anticomunista.

    En marzo de 1938, tropas alemanas invadieron Austria y
    Hitler proclamó su anexión. Ese mismo año,
    por presiones de Hitler y de nacionalistas alemanes, en el
    Acuerdo de Munich las potencias europeas cedieron los Sudetes
    checoeslovacos a Alemania. En la llamada "noche de cristales" del
    9 al 10 de noviembre de 1938, el gobierno instrumentó la
    destrucción sistemática de comercios e instituciones
    religiosas y culturales judíos.

    En 1939, aprovechando las contradicciones entre checos y
    eslovacos, las tropas alemanas avanzaron sobre Praga. Bohemia,
    Moravia y Eslovaquia fueron convertidas en
    protectorados.

    Inglaterra dio garantías a Polonia, Rumania,
    Grecia y
    Turquía de preservar su independencia.
    A la vez, junto con Francia, intentó una alianza con la
    URSS. En agosto de 1939, Alemania y la URSS firmaron un pacto de
    no agresión, y el 1º de setiembre, Alemania
    invadió Polonia. En respuesta, Inglaterra y Francia dieron
    un ultimátum a Hitler. Había comenzado la Segunda Guerra
    Mundial.

    En 1940, Alemania había sometido a Noruega,
    Dinamarca, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia. En
    junio de 1941, Hitler decidió el ataque contra la URSS,
    pero las tropas fueron detenidas a pocos kilómetros de
    Moscú y derrotadas en el sitio de Stalingrado
    (Volgogrado), en 1943.

    Desde el inicio, la agresión de las tropas
    alemanas a los países vecinos fue acompañada de una
    sistemática política de exterminio de la
    población judía en campos de concentración,
    ubicados mayoritariamente en Polonia. El número de
    víctimas superó los seis millones, a los que hay
    que agregar alrededor de un millón de personas
    pertenecientes a otros grupos
    étnicos.

    El avance del Ejército Rojo, que culminó
    en la toma de Berlín, por un lado, y el desembarco aliado
    en Normandía en 1944, precedieron la rendición de
    Alemania, que finalmente se produjo en mayo de 1945.

    Cuatro millones de alemanes, de las naciones vecinas y
    de los territorios anexados por Polonia y la URSS, se tuvieron
    que trasladar a una de las cuatro zonas en que fue dividida
    Alemania, mientras permaneció ocupada por Estados Unidos,
    Francia, Inglaterra y la URSS. El desacuerdo entre los ex aliados
    sobre el futuro gobierno determinó la creación, en
    1949, de la República Federal de Alemania (RFA), en el
    Oeste, y la República Democrática Alemana (RDA), en
    el Este. Ambas Alemanias fueron punto neurálgico de las
    tensiones de posguerra entre Estados Unidos y la URSS.

    La soberanía de ambas Alemanias fue reconocida
    en 1955 por sus ocupantes respectivos. En el contexto de la
    Guerra
    Fría, la RFA se integró a la OTAN (Organización del Tratado del
    Atlántico Norte) y la RDA al Pacto de Varsovia. Tropas
    extranjeras continuaron en el territorio de las dos
    repúblicas, sujetas todavía a limitaciones en sus
    fuerzas armadas y con prohibición de poseer armamento
    nuclear.

    El Partido Socialista Unificado (PSUA), surgido en 1946
    de la unión de comunistas y socialdemócratas,
    asumió el gobierno de la RDA e implantó un
    régimen similar al soviético. La URSS
    compensó pérdidas de guerra con dinero,
    equipos y ganado de la zona alemana oriental. En 1953, la
    situación económica y política de la RDA
    provocó protestas, que fueron reprimidas por las tropas
    soviéticas. Al mismo tiempo se
    incrementó la emigración hacia la RFA.

    Entre 1949 y 1961, unos 3 millones de alemanes
    orientales emigraron hacia la RFA. En agosto de 1961, la RDA
    prohibió la emigración a Occidente. Para hacer
    efectiva la decisión, cerró sus fronteras y
    construyó un muro en Berlín, entre la parte
    oriental y la occidental. El Muro de Berlín se
    convirtió en símbolo de la división alemana
    y europea, y fue a menudo escenario de tensiones
    políticas. En 1971 Erich Honecker sucedió a Walter
    Ulbricht en la dirección del partido y más tarde la
    jefatura del gobierno.

    Entre 1949 y 1963, el canciller Konrad Adenauer,
    demócrata cristiano conservador, dirigió la
    reconstrucción de la RFA, bajo el lema de establecer una
    "economía social de mercado". Con el
    apoyo de Estados Unidos (Plan Marshall) y
    de grandes inversiones
    extranjeras, la RFA se convirtió en una de las
    economías capitalistas más desarrolladas y
    contribuyó a fundar la Comunidad
    Económica Europea (CEE).

    Con la victoria del Partido Socialdemócrata (SPD)
    en las elecciones de 1969, el gobierno del nuevo canciller, Willy
    Brandt, inauguró una política de deshielo hacia
    Europa Oriental y la RDA. En 1970 se iniciaron las primeras
    conversaciones formales entre la RFA y la RDA, y en 1971 las
    potencias ocupantes acordaron el libre acceso de ciudadanos de la
    RFA a la RDA. Un tratado básico de relaciones bilaterales
    fue firmado por ambas Alemanias en 1973. En setiembre fueron
    admitidas como miembros de la ONU.

    En los años setenta, en la RFA se
    intensificó el uso de la tecnología nuclear
    para la generación de energía. En respuesta se
    formó un fuerte movimiento ecologista basado en cientos de
    grupos a lo largo del país.

    En 1974, al descubrirse que su secretario particular era
    espía de la RDA, Brandt renunció a la jefatura del
    gobierno, y fue reemplazado por Helmut Schmidt. La
    modernización de cohetes nucleares soviéticos de
    mediano alcance en la RDA y la discusión previa a la
    decisión de la OTAN de diciembre de 1979, de hacer lo
    mismo con su arsenal en la RFA, dieron un fuerte impulso al
    movimiento antinuclear en ambos estados.

    El SPD dejó el gobierno en 1982, cuando,
    después de 13 años, el Partido Liberal se
    retiró de la alianza de gobierno. Lo sucedió el
    gobierno de coalición liberal-conservador (CDU/CSU, FDP),
    encabezado por el canciller Helmut Kohl (CDU).

    A mediados de 1989, Hungría liberó el
    tránsito a través de su frontera con
    Austria y, en pocas semanas, unos 350.000 alemanes de la RDA
    emigraron a la RFA. Al mismo tiempo, las manifestaciones en las
    calles reclamando cambios desencadenaron la crisis en la RDA. En
    agosto, Honecker renunció y fue sustituido por Egon Krenz.
    El 9 de noviembre la RDA abrió la frontera y cayó
    el Muro de
    Berlín. De inmediato, Kohl propuso crear una
    confederación.

    En febrero de 1990, el gobierno de la RDA aprobó
    la unión alemana y el retiro de las tropas extranjeras de
    su territorio. La fusión se
    consagró en agosto de 1990, con el nombre de
    República Federal Alemana. La unión política
    fue posible cuando la ex URSS aceptó el ingreso de la ex
    RDA en la OTAN. La única disposición de importancia
    mantenida en el Este, sólo por dos años, fue la ley
    del aborto,
    más liberal que en el resto del país.

    En las primeras elecciones parlamentarias de la nueva
    RFA, en diciembre de 1990, la coalición gobernante de
    demócrata-cristianos alcanzó 54% de los votos y se
    mantuvo en el poder. A partir de 1991, la extrema derecha obtuvo
    avances importantes en todo el país, como en Brema
    (Bremen), donde superó el 7% de los votos. Durante 1992,
    se produjeron 2.280 atentados contra extranjeros y monumentos
    judíos, que dejaron un saldo de 17 muertos. Tras un ataque
    que causó la muerte de una
    mujer y dos
    niñas turcas, el gobierno ilegalizó a tres
    organizaciones neonazis.

    A lo largo del año siguiente, el cierre de gran
    parte de la industria en el este del país y la
    recesión económica -la más fuerte desde
    1945- causaron un aumento constante del desempleo. En
    mayo de 1994, el conservador Roman Herzog, apoyado por Kohl, fue
    designado presidente de Alemania por una asamblea electoral
    especial, tras derrotar al socialdemócrata Johannes Rau.
    En el segundo semestre, se inició un ciclo de
    expansión económica, lo que permitió llegar
    a un crecimiento de 2,8% en todo el ejercicio 1994. En los
    comicios generales de octubre, Kohl volvió a triunfar,
    aunque su mayoría legislativa se redujo a 10 bancas sobre
    un total de 672 en juego.

    En 1995, el constante debilitamiento del FDP en diversas
    elecciones locales provocó la renuncia del ministro de
    Relaciones Exteriores, Klaus Kinkel. En el plano social, el
    parlamento, adoptó una nueva ley que autorizaba nuevamente
    el aborto
    durante las 12 primeras semanas de embarazo. La
    norma heredada de la RDA había sido abolida por la Corte
    Suprema en 1993, por considerarla anticonstitucional.

    El descontento de muchos extranjeros residentes en
    Alemania llevó a la formación del Partido
    Democrático de Alemania, el cual defiende un mayor acceso
    de los descendientes de inmigrantes a los padrones electorales y
    a la ciudadanía alemana, en muchos casos
    limitada a las personas de origen germano.

    En 1996, cinco años después de la
    unificación y tres años después de que
    cayeran las fronteras para los trabajadores de la Unión
    Europea, el desempleo se situaba en 10,6% a nivel nacional y
    hasta 16% para los estados de la ex Alemania comunista. En otras
    palabras, cinco millones de personas estaban
    desocupadas.

    El racismo y el
    antisemitismo
    seguían siendo cuestiones pendientes para el gobierno de
    Kohl. En octubre de 1997, la
    televisión mostró a un batallón del
    ejército haciendo saludos nazis y gritando consignas
    antisemitas y antiestadounidenses. La
    organización Amnistía Internacional
    indicó, en su informe de 1997
    que, por su repetición sistemática, los abusos
    policiales a extranjeros no podían constituir casos
    aislados.

    A principios de
    1998, el Deutsche Bank entregó a organizaciones
    judías el dinero
    obtenido por la venta de oro que se sospechaba había sido
    robado a los judíos por los nazis. Paralelamente, una
    fundación suiza comenzó a resarcir
    económicamente -aunque con sumas de dinero
    "simbólicas"- a gitanos residentes en Alemania que
    sobrevivieron al holocausto
    nazi.

    Las elecciones de setiembre de 1998 le dieron una
    victoria arrolladora a los socialdemócratas y Gerhard
    Schöeder fue nombrado como canciller federal. El líder
    del PSD Oskar Lafontaine quedó encargado del ministerio de
    Finanzas. Los
    ex comunistas de la antigua Alemania Oriental, con una muy buena
    votación, obtuvieron una bancada de 36 legisladores en el
    parlamento federal.

    En marzo del siguiente año, Lafontaine
    renunció a ambos puestos por discrepancias con la
    línea política del jefe del gobierno, en lo que se
    convirtió en una crisis partidaria. Una serie de derrotas
    en las elecciones locales de la segunda mitad de 1999 pusieron al
    PSD en aprietos y pareció que la opinión
    pública se volcaba a apoyar a los Cristiano
    demócratas nuevamente.

    Pero un escándalo de corrupción sacudió a la CDU a partir
    de noviembre de 1999. El ex canciller fue acusado primero de
    autorizar la venta de blindados a países en guerra sin
    conocimiento
    del parlamento, pero muy pocas semanas después se
    denunció que Kohl aceptó una serie de aportes
    ilegales de donantes privados. Kohl tuvo que renunciar a la
    presidencia de honor de la CDU y fue declarado culpable de manejo
    ilegal de fondos. En todo momento el ex canciller se negó
    a entregar la lista de los donantes, con el fin de
    protegerlos.

    A mediados de junio de 2000, se produjo una
    histórica fusión de cooperativas
    de consumo del
    este y del oeste, poniendo fin a una antigua división,
    previa a la Guerra Fría. El 27 de ese mes se
    celebró la unión de la nueva cooperativa,
    que centraliza todas las sociedades
    cooperativas de consumo de Alemania.

    El desempleo creció y, en noviembre de 2001, los
    desocupados llegaron a 3.789.000, el 9.2% de la población
    económicamente activa.

    En marzo de 2002, la cámara de diputados
    inició el proceso de
    ratificación del Protocolo de
    Kioto, aprobando por unanimidad la conversión de dicho
    tratado en ley. Esto compromete al país a reducir sus
    emisiones de dióxido de carbono en un
    quinto para el año 2012.

    El ministro de defensa Rudolf Scharping descartó
    la participación de Alemania en un ataque a Irak, en el
    marco de la lucha contra el terrorismo.
    Esta decisión pone límites al
    apoyo "incondicional" que Alemania había ofrecido a EE.UU.
    luego del ataque a las torres gemelas de Nueva York.

    Durante la campaña electoral de setiembre del
    2002, el canciller Gerhard Schröeder hizo pública su
    decidida oposición a cualquier ataque preventivo de
    Estados Unidos a Irak, lo cual jugó a su favor entre los
    votantes pero erosionó su relación con el gobierno
    de George W. Bush.

    En 2003, Alemania mantuvo su postura opositora a la
    guerra de Irak. Al igual que en otros países, se
    sucedieron manifestaciones populares multitudinarias contra la
    guerra. Antes del comienzo de los ataques a Irak más del
    80% de los alemanes estaban en contra de la guerra. Pese a esto,
    existió apoyo del gobierno alemán a Estados Unidos,
    cuando, por ejemplo, se permitió que naves de la marina
    estadounidense navegaran y permanecieran en mares alemanes para
    abastecer a los aviones que realizaban bombardeos sobre Irak.
    Luego de la ocupación de Irak por parte de tropas
    anglo-estadounidenses, Alemania fue convocada para participar en
    la reconstrucción iraquí; pese a no rechazar la
    convocatoria, puso condiciones para beneficiarse de su
    participación.
    Durante 2003 ocurrieron cambios estructurales en la seguridad
    social. El SPD, partido gobernante, implementó
    recortes en el gasto
    público, la seguridad social,
    la salud
    pública; entre los cambios más notorios se
    destacó la reducción de beneficios a los
    desempleados y a la asistencia social. Los trabajadores de la
    industria deberían, de acuerdo a esta política,
    aumentar su semana laboral de 35 a
    40 horas y retrasar las jubilaciones un lustro (la edad de retiro
    establecida fue de 65 años).
    Durante los meses de noviembre y diciembre de 2003 se sucedieron
    protestas estudiantiles –con corte de calles y
    carreteras– en contra de la implementación del cobro
    de matricula universitaria y de la política de recortes
    presupuestales del gobierno.

     

     

    Antonio Manning Martin del Campo

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