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Egipto




Enviado por emiliaromero



    1. Los Imperios
    2. La pintura y las artes
      decorativas
    3. El relieve y la
      pintura
    4. Los
      Dibujantes
    5. Herramientas
    6. Métodos de
      representación
    7. Técnicas en la pintura
      y el relieve
    8. Arquitectura
    9. Cuerdas, rampas y esfuerzo
      humano
    10. La Gran
      Esfinge
    11. Escultura
    12. Destreza de los
      artesanos
    13. La
      Escultura
    14. Tejidos y
      adornos
    15. El arte de
      embalsamar

    Egipto esta situado en el ángulo noreste de
    África y en las inmediaciones de Asia, a la cual
    se unía por medio del Istmo de Suez. Por las partes norte
    y este, esta bañado por dos mares: el mediterráneo
    y el mar rojo. Por las partes sur y oeste esta rodeado por el
    desierto de lluvias extremosas. En las montañas que
    bordean la región (al oeste la cadena líbica y al
    este la arábiga). Hay pocas calizas, de basalto y de
    granito. Pudieron realizar grandes construcciones de mayor
    consistencia que las elaboradas con ladrillo por los
    mesopotámicos. En el este, había abundancia de
    reservas de oro.

    Los
    Imperios:

    2850-2650

    a.C

    2650-2190

    a.C

    2190-2050

    a.C

    2050-1780

    a.C

    1780-1560

    a.C

    1560-1085

    a.C

    1085-715

    a.C

    715-332

    a.C

    Período
    Tinita

    Imperio Antiguo

    Primer Periodo Intermedio

    Imperio Medio

    Segundo Periodo Intermedio

    Imperio Nuevo

    Tercer Periodo Intermedio

    Imperio Tardio

    1º Dinastia

    2º Dinastia

    3º Dinastía (2650-2600)

    4º Dinastía

    (2600-2480)

    5º Dinastía

    (2480-2350)

    6º Dinastía

    (2350-2190)

    7º Dinastía

    (Menfis)

    8º Dinastía

    Coptos/Abidos

    9º Dinastía

    Heráclopolis

    10º Dinastía

    Heráclopolis

    11º Dinastía

    (2130-1991)

    12º Dinastía

    (1991-1780)

    13º Dinastía

    (1780-1700)

    14º Dinastía

    (1780-1700)

    15º Dinastía

    (1700-1630)

    16º Dinastía

    (1630-1580)

    17º Dinastía

    (1510-1560)

    18º Dinastía

    (1560-1345)

    19º Dinastía

    (1345-1220)

    20º Dinastía

    (1220-1085)

    21º Dinastía

    (1085-950)

    22ºDinastía

    (950-730)

    23º Dinastía

    (817-730)

    24º Dinastía

    (730-715)

    25º Dinastía

    (750-656)

    26º Dinastía

    (663-525)

    27º Dinastía

    (525-404)

    28º Dinastía

    (404-398)

    29º Dinastía

    (398-378)

    30º Dinastía

    (378-341)

    31º Dinastía

    (341-332)

    Menes-Narmer-Aha / Ger / Uagi / Udimu /
    Peribsen

    Zoser / Snefru

    Keops/ Kefrén

    Micerino/ Userkaf / Sahure / Unas Pepi I / Pepi
    II

    Kheti I

    Kheti II

    Merikara

    Mentuhotep

    Amenemhet I

    Sesostris I

    AmenemhetII

    Sesostris II

    Sesostris III

    Amenemhet III

    Amenemhet IV

    Hicsos: Salitis

    Chian / Apofis

    Egipcios:

    Sekerenre’taa II

    Kamosis

    Ahmosis

    Thutmosis I

    Thutmosis II

    Hatshepsut

    Thutmosis III

    Amenofis II

    Thutmosis IV

    Amenofis III

    Amenofis IV

    Tutankamon

    Horemheb

    Sethi I

    Ramses II

    Mineptah

    Ramses III

    Smendes

    Herihor

    Sheshonq I

    Tefnakht

    Bakenrenf

    Pianki

    Sabacon

    Tanutamón

    Psammetiq II

    Amasis

    Psammetiq III

    Amirteo

    Nectanebo II

    La pintura y las
    artes decorativas

    La pintura egipcia presenta los mismos defectos y las
    misma cualidades que la escultura. En general, solo complementa
    el efecto del modelo de los
    bajorrelieves; pero es testimonio de una maravillosa interpretación de la armonía de los
    colores.

    Procedimiento con tonalidades uniformes, ignora por
    completo la perspectiva y el claroscuro; los matices son casi
    siempre convencionales, como lo es casi siempre el dibujo.

    De todas formas, el trazo es de notable habilidad, y la
    pintura egipcia, por las escenas que representa, es una mina
    inagotable de preciosos documentos.

    Los artistas egipcios fueron admirables decoradores.
    crearon objetos de adorno en
    todos los ramos del arte decorativo:
    alfileres para los cabellos, pectorales, pieles, frascos para
    perfumes, útiles de tocador y joyas de oro incrustadas en
    piedras y esmaltes, maravillas de gusto y de estilo en las que
    aún hoy se inspiran los mejores decoradores.

    El relieve y la
    pintura

    El relieve logra su efecto mediante el modelado, la
    luz y las
    sombras, mientras que la pintura lo consigue con la línea
    y el color; pero las
    técnicas de la representación son
    básicamente las mismas en una y otra, ambos se sirvieron
    también del color.

    El relieve puede ser alzado o en hueco. En el relieve
    alzado se excava la superficie que rodea a las figuras hasta una
    profundidad que puede alcanzar los cinco milímetros, de
    modo que los personajes y figuras destacan sobre el
    fondo.

    En el relieve en hueco, hundido o inciso, los perfiles
    de las figuras se graban en la superficie, que permanece,
    quedando las figuras modeladas dentro de la misma. El relieve
    alzado se empleaba, por lo general en los interiores, dejando
    para los exteriores el relieve en hueco, que destaca más
    al sol.

    Hubo, sin embargo, variaciones de estilo en los
    distintos periodos; el relieve en hueco resultaba también
    mas barato.

    Las principales construcciones religiosas y las mejores
    tumbas privadas estaban decora-das con relieves. La pintura se
    empleó en las tumbas privadas, cuando la roca de baja
    calidad
    hacía imposible el relieve, o bien para economizar o
    cuando la obra no era permanente y la superficie que había
    que cubrirse no era la adecuada para la labor de relieve, como en
    las casas privadas y en los palacios reales, construidos con
    adobes.

    Pero, aunque la pintura ocupase un lugar secundario,
    existen numerosas y magníficas obras pictóricas,
    cuyas técnicas estimularon a los artistas a trabajar con
    mayor libertad en el
    relieve,

    Un tercer tipo de representación, aunque muy poco
    habitual, es el taraceado. En Maidum, un pequeño grupo de
    escenas sepulcrales de la IV dinastía está hecho
    con pasta coloreada introducida en la piedra, mientras que en
    tiempos postreros fueron los vidrios y las piedras de colores las
    que se incrustaban de modo similar, principalmente en objetos
    pequeños, así como para dar los detalles de los
    relieves más elaborados. Fue un método
    típico del período de El-Amarna.

    En Egipto, la
    escritura y la
    representación estuvieron estrechamente ligadas. Los
    signos
    jeroglíficos eran a su vez pinturas, cuyos
    convencionalismos además de los lingüísticos y
    ornamentales que rigen su yuxtaposición no diferían
    mucho de los que son propios de su
    representación.

    A la inversa, la mayor parte de las pinturas contienen
    textos jeroglíficos que pueden comentar la escena,
    proporcionando información no pictórica, o pueden
    prevalecer por completo sobre el componente visual, tal como
    ocurre en algunos relieves de templos.

    En los relieves sepulcrales, la figura principal es un
    jeroglífico grandemente magnificado que reemplaza a un
    signo omitido en epitafio que da el nombre de la persona.

    Figura y texto aparecen
    así en mutua dependencia.

    Los
    Dibujantes

    Los artistas egipcios eran escribas profesionales que se
    especializaban en dibujo para los monumentos regios o funerarios.
    En ciertas tumbas sin acabar, como la del faraón Horemheb,
    es posible distinguir las diversas etapas de la
    pintura.

    Primero, los aprendices esbozaban las escenas con
    almagre en el yeso seco. Luego, los artistas más avezados
    hacían rectificaciones con trazo negro. Y por
    último, los pintores rellenaban las siluetas con colores,
    o bien los escultores tallaban en el fondo de yeso para dar
    relieve a la pintura.

    Herramientas

    Se conocen bastante bien los utensilios empleados en las
    pirámides. Eran muy arcaicos, pues no se fabricaban
    más que de piedra y de cobre. En
    diorita se confeccionaban macetas y martillos; en sílex,
    mazos, barrenas y hachas. De cobre, único metal entonces
    conocido con el oro, los antiguos egipcios lograron fabricar
    excelentes herramientas,
    las principales de las cuales era el cincel, clásico
    instrumento plano de punta cortante; la azuela y la sierra, a
    menudo utilizada con un abrasivo de granos de cuarzo mojados.
    Para la extracción introducían en los cortes
    efectuados con la herramienta estacas de madera que,
    hinchadas al mojarse, hacían reventar la piedra y
    desgajaban el bloque.

    Resulta admirable la habilidad que dan pruebas los
    canteros y picapedreros egipcios con un instrumental tan
    rudimentario.

    Métodos de
    representación

    En contraste con el arte occidental y con los recursos
    ópticos de la fotografía
    y de la cinematografía, la representación egipcia
    no se apoya en ninguno de los dos principios
    fundamentales de la perspectiva, como son el empleo del
    escorzo y la adopción
    de un punto de vista único para el conjunto de la
    pintura.

    En lugar de eso, las figuras son más bien diagramas de lo
    que muestran, siendo su objetivo
    principal el de proporcionar información. La superficie
    del cuadro se trata de ordinario, como un elemento neutro, no
    como un plano imaginario. Los rasgos espaciales son más
    comunes en los pequeños grupos de
    figuras.

    Esas características se dan en todo el mundo; la
    perspectiva, en efecto, sólo llegó a convertirse en
    norma de la representación muy lentamente, y su
    adopción parece haberse debido casi en todas partes a una
    influencia griega.

    Entre los sistemas
    representativos no perspectivistas, el egipcio es uno de los
    más cercanos a la imagen visual.
    Permite una reproducción objetiva y
    matemáticamente precisa en la figura humana. La forma
    típica en que los egipcios pintaban un objeto
    consistía en recurrir a un agrupamiento de sus aspectos
    más característicos, dentro de un contorno que, a
    su vez, comunicaba gran parte de la información
    necesaria.

    Los varios aspectos se muestran sin ningún escorzo, lo
    que significa que las formas rectilíneas se reproducen de
    una manera precisa.

    Tratándose de objetos con superficies curvas, el
    método resulta más paradójico y en muy
    contadas ocasiones se encuentran escozor, aunque no sean
    significativos para el sistema en su
    conjunto no hay que olvidar que en una verdadera perspectiva
    tales objetos plantean también mayores dificultades.

    La representación de los objetos aislados queda
    ejemplificada mejor en el caso de la figura humana, que es una
    forma complicada. En este caso describimos una figura en pie y en
    reposo, aunque sean varias las posibilidades en las posturas y en
    los detalles. El tipo básico mira hacia la derecha. La
    cabeza es de perfil, en el que se sitúa una media boca,
    que puede tener una amplitud inferior a la mitad de una boca
    vista en su totalidad. Dentro de ese perfil se colocan el ojo y
    la ceja completos.

    Los hombros se muestran en toda su anchura, pero en la parte
    frontal del cuerpo, la línea de la axila a la cintura es
    un perfil que incluye la tetilla. La extensión del pecho
    puede mostrar detalles del vestido, y más
    comúnmente collares y tirantes u hombreras; pero,
    exceptuando ciertas figuras ocasionales que se vuelven o que
    aparecen en otras posturas inusuales, no se reproduce ninguna
    parte específica del cuerpo. La línea que une la
    axila trasera a la cintura no pasa de ser, asimismo, una
    línea de conexión. La cintura se muestra de
    perfil, como lo están las piernas y los pies.

    El ombligo está situado cerca de la línea
    frontal de la cintura, que a menudo se abomba ligeramente en ese
    punto (de otro modo no podría mostrarse en el perfil). La
    manera de reproducir los pies es un ejemplo más de como la
    forma es antes un agrupamiento de cosas que una visión de
    conjunto. Hasta la XVIIII dinastía, e incluso
    posteriormente, ambos pies se reproducían por la cara
    interna, indicando el dedo gordo y el arco plantar. Como los
    arcos no pueden mostrarse de otra manera sin indicar a la vez la
    profundidad, el pie entero se separa del suelo para
    formarlos.

    Ese rasgo cobra vida por sí mismo y puede verse el otro
    pie a través del hueco del arco, y así se
    interpretaba visualmente lo convencional del dibujo. ésta
    es una de las incontables modalidades que el propio sistema
    generaba.

    En el lenguaje
    egipcio, color, piel y
    naturaleza son
    palabras que se relacionan. Una figura sin color no
    estaría completa, y por ello la ausencia intencionada de
    color resulta extraña. El color es tan diagramático
    como las figuras a las que se aplica. Dado que no se intenta dar
    una visión de conjunto del objeto, la luz y la sombra son
    irrelevantes. El color es uniforme en toda la figura; puede ser
    de un solo tono o contener una mezcla o trama, como las que se
    usaban para reproducir la fibra de la madera o la piel de algunos
    animales. El
    repertorio básico de colores es reducido: negro, blanco,
    rojo, amarillo, azul y verde.

    A partir de la XVIII dinastía la gama se va ampliando,
    aunque todavía se mantiene simple y clara. Los colores no
    se mezcla y son pocas las transiciones de uno a otro. Pese a la
    omnipresencia del color, lo que predomina es la línea, y
    nunca se convierte aquel en el único medio para
    proporcionar información. Los contornos se destacan
    mediante colores contras-tantes, principalmente el negro.

    Dos son las modalidades fundamentales para la
    composición de escenas fundamenta-les y de murales
    enteros: la de disponer los elementos sobre una superficie neutra
    o de utilizar la superficie como un área pintada plana,
    tal como lo hacemos en los mapas. La primera
    de estas modalidades es casi universal, en tanto que la segunda
    sólo se utilizó con unos objetivos
    específicos y durante periodos determinados.

    La base de la composición, según la primera
    modalidad, es el registro. Las
    figuras están de pie sobre unas líneas horizontales
    llamadas líneas de base, que pueden representar el suelo,
    aunque con más frecuencia aún lo hacen y
    están espaciadas sobre la pared. Las escenas relacionadas
    entre sí pueden estar yuxtapuestas en un solo registro,
    pueden leerse en secuencias hacia arriba o hacia abajo sobre la
    pared, o pueden seguir ambos sistemas.

    Dos versiones diferentes del mismo conjunto de escenas pueden
    organizarse en forma opuesta; lo que demuestra que la
    posición de la pared no aporta información por
    sí misma.

    Ejemplos de otra modalidad que podríamos denominar
    "topográfica", son los planos de casas y zonas del
    desierto. En ambos casos el contorno que define al mapa puede
    servir también como línea base para las figuras
    pintadas en los registros. En
    algunas ocasiones un grupo de figuras dentro de una
    composición "topográfica" se representan un
    conjunto de fajas verticales que coinciden sorprendentemente con
    imágenes de recesión en el campo
    óptico.

    Una característica de capital
    importancia en toda representación egipcia es el
    tratamiento de la escala, que
    constituye, junto con la iconografía, el principal recurso
    de expresión ideológica. Dentro de una figura, las
    partes aparecen en proporción natural, y eso ocurre a
    menudo en escenas enteras; pero el conjunto de las composiciones
    se organiza a escala en torno a sus
    figuras principales.

    Cuanto mayor es la figura, más importancia tiene. En
    las tumbas privadas, la figura del titular ocupa a menudo toda la
    altura del área del muro destinada al relieve, hasta con
    seis registros, cuyas escenas está "viendo" el
    propietario, vuelto hacia ellas.

    Puede tener una estatua varias veces superior a la de su
    mujer y de sus
    hijos, cuyos brazos rodean sus pantorrillas. El faraón
    domina y destaca sobre sus súbditos. En los relieves de
    batallas del Imperio Nuevo, una imagen enorme del rey y de su
    carro ocupa a veces la mitad del espacio dedicado a la
    representación, mientras que el resto lo cubren soldados
    egipcios, los enemigos derrotados y una fortaleza enemiga
    levantada sobre una colina y repleta de personajes
    minúsculos hacia los que el rey tiende la mano para
    prenderlos. La lógica
    visual interna y el mensaje ideológico gana así
    verosimilitud.

    Los principales relieves con pocas variaciones de escala se
    encuentran en os templos, en los que solo aparece normalmente el
    faraón y las divinidades, todos ellos de una
    categoría equiparable. La escala puede también
    ajustarse por razones de estilo. Así los portadores de
    ofrendas de
    todas las épocas conducen a menudo minúsculos
    animales, cuyas piernas se superponen en una composición
    que economiza espacio y que da origen a una bella
    agrupación. En el extremo opuesto, los oferentes del siglo
    IV a veces llevan sobre sus hombros unas ocas descomunales; la
    razón parece residir en una exuberancia
    estilística.

    En la mayor parte de las obras hay una idealización
    omnipresente: las cosas se muestran como debería ser, no
    como son en realidad. La idealización no obstante, es tan
    selectiva como el tratamiento de la escala. Las figuras
    principales presentan una forma ideal, las más de las
    veces en una madurez juvenil, mientras que las mujeres son todas
    jóvenes y esbeltas..

    Por lo general, están en reposo. Por otra parte, las
    figuras subordinadas se representan a veces arrugadas, calvas y
    deformes, al tiempo que
    discuten o luchan. Los detalles de ese tipo son muy frecuentes en
    las tumbas más refinadas del Imperio Antiguo, en las que
    han podido añadirse para dar un mayor relieve y personalidad a
    las escenas. Están ausentes, por el contrario, de las
    representaciones de los templos, que reflejan un mundo abstracto
    y fuera de tiempo.

    Técnicas en la
    pintura y el relieve

    En la obra artística de 2 o tres dimensiones la base
    era el dibujo preparatorio. Se utilizaba pautas cuadriculadas o
    conjuntos de
    líneas de guía para asegurarse una
    representación cuidada y precisa. Hasta la XXVI
    dinastía, las pautas del cuerpo humano
    se fundamentaban en el tamaño del punto de la figura, que
    se dibujaba en el ángulo, y que se relacionaba
    propor-cionalmente con todas las otras partes del cuerpo. En
    teoría,
    la pauta tenía que rehacerse para cada figura de diferente
    tamaño; pero en la practica las figuras menos importantes
    se dibujaban a menudo a mano alzada.

    Los dibujos
    preliminares se inscribían dentro de estas pautas, y se
    convertían en un producto
    acabado mediante un largo proceso de
    corrección y elaboración. Evidentemente, los
    artistas trabajaban en grupos y probablemente se especializaban
    en sus respectivos cometidos.

    Las pinturas se llevaban a cabo mediante ese proceso, un fondo
    de piedra o de argamasa preparado y enlucido con una capa fina de
    yeso. Los relieves se tallaban primero y después se
    pintaban. Ello comportaba la realización de un boceto y el
    tallado previo y luego de los dibujos que servían de base
    a la pintura.

    Arquitectura

    Los egipcios fueron maravillosos constructores. Asombra la
    enormidad de sus construí-ciones; parecen como si hubieran
    querido construir para la eternidad.

    Los monumentos más antiguos que se conocen son tumbas.
    Las del primer período (época menfita), son la
    pirámide, tumba real y la mastaba, sepultura de los
    señores y de los ricos. Subsisten un centenar de
    pirámides: las tres más grandes son las de
    Kéops, Kefrén y Micerinos, que tienen
    respectivamente 146m, 138m y 44m de altura.

    La mastaba, de dimensiones menores, era un edificio en forma
    de tronco de pirámide de planta rectangular. Construido en
    piedra o ladrillo, contaba en su interior con una capilla
    funeraria, un recinto tapiado que guardaba todas las "estatuas"
    del muerto, y un foso lleno de arena que finalizaba en la cueva
    donde reposaba la momia.

    De los templos de la época menfita no quedan más
    vestigios que restos de capillas fune-rarias de las
    pirámides. En cambio, los de
    la época tebana han dejado ruinas grandiosas en Karnak y
    en Luxor, en el asiento de la antigua Tebas.

    Las construcciones religiosas constituyen casi la totalidad de
    las obras arquitectónicas que se conservan. No está
    bien establecida la naturaleza del simbolismo que preside las
    construcciones funerarias (pirámides, mastabas y tumbas
    cavadas en la roca), pero en los templos el tema es relativamente
    claro. Es probable, que los principios fueran similares en ambos
    casos. Ese cosmos presentaba unas características ideales,
    purificado y separado del mundo cotidiano, siendo sus relaciones
    con el mundo terrenal de mera antagonía, no de una
    representación directa. Lo que se pretendía era que
    el morador del templo (o de la tumba) participase
    simbólicamente en el proceso mismo de la creación o
    en los ciclos cósmicos, muy especialmente los del sol.

    Ese símbolo se expresaba en la planta y diseño
    de templos, así como en la decora-ción de muros y
    techos. Donde más fácilmente puede observase todo
    esto es en los templos del Período Grecorromano, que
    probablemente diferían muy poco de su significado de sus
    predecesores del Imperio Nuevo.

    La estructura
    está claramente separada del mundo exterior mediante un
    muro macizo de adobes que la rodea y que puede imitar o recordar
    el estado
    acuático del cosmos en el momento de la
    creación.

    Dentro de este recinto está el pilón o muro de
    entrada principal, decorado en su cara exterior con escenas del
    faraón que destroza a sus enemigos. Lo cual viene a
    representar con seguridad magia.
    El pilón o pilono es el elemento más vasto del
    templo; visto en sección encierra el área que
    figura detrás dentro se su altura. Al mismo tiempo, sus
    dos macizos laterales, con el hueco que dejan en el medio,
    recuerdan el jeroglífico del "horizonte". La
    orientación teórica de casi todos los templos era
    de este-oeste (y como se fundaba en el Nilo y no en los puntos
    cardinales, las variaciones podían ser considerables), de
    modo que el sol "nace" a
    la entrada del pilón, envía sus rayos dentro del
    santuario, situado directamente en el eje, y sigue su curso a
    través del templo.

    La parte más imponente del templo principal es la sala
    hipóstila o columnada, que comprendía adecuadamente
    el esquema decorativo del conjunto. Los capiteles de las columnas
    muestran plantas
    acuáticas, y el registro inferior de los muros reproduce,
    en relieve, unas plantas parecidas. Simbólicamente, la
    sala es el pantano de la creación.

    Los arquitrabes y techos tienen relieves representando el
    cielo, de modo que la decoración abarca el mundo entero.
    Lo que se reproduce sobre los muros es la actividad de este
    mundo. En lugar de un pantano, el registro inferior puede
    contener a los portadores de ofrendas que rinden pleitesía
    al faraón llevando los productos de
    la tierra para
    el sostenimiento del templo. En ningún caso forma parte
    del esquema principal, que es más abstracto y que consta
    de varios registros de escenas, dispuestas a modo de tableros de
    damas, mostrando al faraón que mira hacia el santuario,
    hace ofrendas y lleva a cabo unos ritos en honor del dios.

    El dios, que fija su residencia en los templo, mira hacia
    afuera; las deidades reproducidas en los relieves constituyen una
    gama más amplia de la que son adoradas en cada templo.
    Muchas escenas reproducen los ritos celebrados en el templo, y
    otras tienen un significado menor específico.

    En el recinto del templo, el toma y daca entre el
    faraón y el dios constituye el centro de las actividades
    del mundo. Y la mayor parte de los relieves del recinto sagrado
    tienen el mismo carácter.

    Las áreas interiores tienen el suelo más elevado
    y el techo más bajo que la sala hipóstila.
    Están contenidas pues dentro del área de la
    protección de la zona exterior y son más sagradas.
    Hay un cierto número de habitaciones relativamente
    pequeñas al rededor del santuario, cuyo muro externo imita
    el exterior del templo, formando una estructura dentro de otra
    estructura. El santuario representa el montículo de la
    creación y se relaciona con el pantano de la sala
    hipóstila; así pues, el recorrido hacia el
    santuario equivale a un recorrido por las diferentes etapas de la
    creación.

    Cuerdas, rampas y
    esfuerzo humano

    Los constructores de la pirámide carecían de
    ingenios mecánicos; no habían descubierto la
    utilidad de la
    polea o del torno, de la manivela o de la grúa. Sus
    únicos recursos eran la cuerda y la palanca, una abundante
    provisión de piedra y barro, y una ilimitada mano de
    obra.

    Aunque las herramientas de los egipcios eran pocas, sin
    embargo su ingenio y percebe-rancia eran extraordinarios. Con el
    simple esfuerzo de cientos de hombres arrastraban grandes bloques
    de piedra hasta rampas inclinadas construidas de ladrillo, cuya
    superficie de barro, humedecían para hacerla más
    resbaladiza. Sobre la dura tierra, los
    rodillos facilitaban el transporte de
    los bloques. Los equipos de arrastre utilizaban cuerdas tejidas
    con papiros retorcidos. Los bloque de piedra eran
    extraídos de la cantera hendiendo la superficie de la roca
    con cinceles de cobre, o a veces disponiendo una hilera de
    cuñas de madera empapadas, que, al hincharse, agrietaban
    la piedra. Cubetas de agua de
    ligeras paredes de barro, servían como niveles de aire cuando se
    necesitaba una superficie nivelada.

    Los bloques extraídos de la cantera eran arrastrados
    hasta la orilla del río y embar-cados hacia su destino; la
    hermosa y blanca piedra caliza que se utilizó para
    revestir la Gran Pirámide fue, probablemente, enviada
    hasta el borde del desierto, situado inmediatamente debajo del
    lugar de la pirámide, aprovechando la época de la
    inundación anual del valle.

    En la construcción de un templo de piedra, el
    barro era utilizado como andamiaje interior. La altura del barro
    se elevaba a medida que los muros y las columnas crecían,
    de manera que a veces todo el interior de la construcción
    estaba lleno de barro hasta que se colocaba el tejado.

    Seguidamente, como la plataforma de barro iba descendiendo
    gradualmente, las esculturas y pinturas del templo podían
    ser llevadas por los trabajadores de arriba hacia abajo.

    La Gran Esfinge

    En tiempos del faraón Kefrén era visible
    únicamente la cabeza vacía en su interior, por la
    cual se podía entrar y salir a través de un
    estrecho y angosto pasillo subterráneo de piedra, cuyo
    acceso estaba situado más lejos. Parece que los sacerdotes
    paganos entrando en la cabeza por el corredor, hablaban al
    pueblo, introduciéndole así a creer que era la
    estatua la que en realidad hablaba.

    El faraón Tutmosis IV (siglo XV a.C.) se había
    esforzado en arrancarla de la arena. Después de una
    fatigosa jornada de caza, cuenta que se quedó dormido a
    los pies de la esfinge y que oyó durante el sueño
    una voz que se dirigía a él: "Alza los ojos hacia
    mí y mírame Tutmosis, hijo mío; yo soy tu
    padre, el dios Harachte-Keper-Ra-Atun. Te daré poder real, la
    tierra te pertenecerá en toda su extensión. Los
    tesoros de Egipto y las riquezas de los demás
    países estará en tus manos. Desde hace largos
    años, mi mirada y mi corazón se
    han vuelto hacía ti. La arena del desierto sobre la que
    reposo me oprime. Promete que escucharás mi deseo. ¡
    Porque tú eres mi hijo y mi salvador…!". Durante su
    primer año de reinado Tutmosis hizo liberar la estatua en
    obediencia al sueño, que quedó relatado en la
    estela colocada entre las patas anteriores de la esfinge. Pero la
    arena recomenzó lentamente su obra.

    Escultura

    Respecto al arte son notables también la escultura
    (carente de expresividad) y la pintura (carente de
    perspectiva).

    Se observa en la estatuaria egipcia la misma unidad de estilo
    y de técnica que en la arquitectura.
    Aún en las estatuas más antiguas, la cabeza, en
    general, es cuidada y posee un vivo realismo; en
    cambio, el cuerpo es rígido, la expresión estática;
    los brazos están unidos al cuerpo, las rodillas juntas; la
    musculatura se indica apenas. Sin embargo, ya desde la
    época menfita, la estatua toma la apariencia de vida,
    desaparece la rigidez, los miembros se separan del cuerpo, y el
    escultor varia la actitud de sus
    personajes. Algunas de estas antiguas estatuas son obras maestras
    de realismo, como el admirable escriba sentado que se halla en el
    museo de Louvre.

    Las estatuas del imperio tebano tienen más suavidad y
    son más convencionales. Con el segundo imperio se expande
    el gusto por lo colosal (los colosos de Ramsés II tienen
    más de 20 m de altura), pero persiste el estilo de la
    época precedente, con cierta búsqueda de la
    elegancia, en tanto que se acusa gradualmente el
    convencionalismo. El advenimiento de la dinastía
    saíta señala un renacimiento
    artístico; pero se nota cada vez más en la
    escultura el debilitamiento de la sinceridad y del realismo: es
    un arte de imitación.

    Destreza de los
    artesanos

    Los artesanos egipcios, que trabajaban bajo la
    protección real, alcanzaron un altísimo nivel en la
    fabricación de muebles, de objetos de adorno y de uso
    diario, y en la decoración. Ciertas técnicas, como
    la del trabajo en
    metal, tenían su origen en Mesopotamia,
    pero fueron perfeccionadas en suelo egipcio. Se dispuso de
    grandes provisiones de cobre del Sinaí y de Nubia, pero
    los trabajos en hierro y
    bronce no conocieron su máximo desarrollo
    hasta más tarde, puesto que los egipcios no tenían
    ningún acceso directo a las minas de hierro y
    estaño.

    Los ricos veneros de oro de Nubia y del desierto oriental de
    Egipto proporcionaron a los faraones medios de
    intercambio comercial. Las caravanas iban y venían entre
    las cortes de Egipto y Tebas y las ciudades principales de las
    potencias del oeste asiático; cada uno de los reyes
    asiáticos ambicionaba el oro para embellecer sus palacios
    y aumentar su prestigio, y cedía, a cambio, muebles
    taraceados, metales y piedras
    preciosas. Probablemente, la materia
    decorativa conocida como mayólica egipcia fue
    también un invento y importado del occidente
    asiático, aunque fuese fabricada en Egipto desde
    épocas muy remotas.

    El rico color azul, fue, en particular, solicitadísimo.
    Dicha sustancia consiste en una sustancia de cuarzo pulverizado
    recubierta de un barniz brillante. Los artesanos egipcios
    perfeccionaron también la fabricación de cristal
    opaco, que utilizaron frecuentemente en joyería o
    decoración de muebles como sustitutivo del
    lapizlásuli, la turquesa o el jaspe.

    Los canteros, con el mero empleo de cinceles de cobre y
    taladradores, esculpían delicadas vasijas de piedra dura,
    como la diorita y el pórfido; utilizaban el alabastro por
    la belleza de su veteado, y el cristal de roca para la
    fabricación de copas de paredes tan delgadas como la
    cáscara de huevo. Los carpinteros daban muestra de una
    asombrosa habilidad en la fabricación de arquetas
    taraceadas y muebles.

    Los orfebres y joyeros elaboraban aderezos de complicada
    factura, y se
    trabajó el cobre para hacer con el diversidad de
    herramientas y de armas que, en
    manos de los orfebres y guerreros, contribuyeron a la grandeza
    del país.

    La Escultura:

    Las obras de esculturas partían de bloques cuadrados,
    cuyos lados principales servían de superficies para las
    pautas y dibujos. Después la piedra iba siendo tallada
    sobre la guía del dibujo, y a medida que la obra
    progresaba se iban renovando una y otra vez los dibujos. Existen
    obra inconclusas que aún contienen la línea marcada
    del eje vertical por el centro de la cara. Como en el relieve,
    los estadios finales comprendían el pulido de la
    superficie, para eliminar las marcas de las
    herramientas, y la aplicación posterior de una capa de
    pintura.

    Las dificultades técnicas de la escultura variaban
    notablemente según los materiales
    empleados, aunque los egipcios llegaron a dominar con las
    herramientas sencillas hasta los materiales más duros de
    que disponían.

    Esta labor, que no escatimaba esfuerzos, fue el factor
    principal de éxito.

    A principios del período dinástico ya se
    dominaban todas las técnicas fundamentales, de modo que el
    desarrolla artístico consistió principalmente en la
    elaboración de las formas representativas, y en la
    iconografía y la composición. Las herramientas
    básicas eran sierras de cobre (más tarde de
    bronce), barrenas y cinceles que se empleaban junto con arena
    húmeda, sustancia abrasiva a la que se debía la
    mayor parte de la incisión; se utilizaba también
    martillos de piedra muy dura. éstos podían tener
    distintas formas; un ejemplar hallado en la Gran Pirá-mide
    tiene aproximadamente la forma y el tamaño de una pelota
    de tenis. En la escultura en madera, las herramientas y las
    técnicas usadas eran las mismas de la carpintería.
    Los instrumentos de hierro aparecieron hacia el año 650
    a.C.

    En las grandes obras escultóricas, los problemas
    técnicos se convertían en problemas de ingeniería. Las primeras fases de la labra
    de una escultura colosal tenía que más ver la obra
    de un cantero que con la de un artista.

    Tales estatuas probablemente eran transportadas en una fase
    próxima a la terminación, para aligerar su peso en
    la medida de lo posible, y se remataban finalmente en su destino
    definitivo. Su transporte implicaba la construcción de
    caminos y de barcos especiales, así como grandes trabajos
    de movimiento de
    tierras para situarlas en su emplazamiento definitivo.

    La labra egipcia de la piedra produjo estructuras
    excavadas en la roca con técnicas afines a las de los
    canteros, montículos sólidos Las pirámides y
    estructuras más conven-cionales y exentas. Es el trabajo de
    estas últimas el que vamos a describir ahora.

    Sabemos muy poco de cómo se hacían los proyectos y
    planimetría de los emplaza-mientos; la mayor parte de las
    reconstrucciones que se han hecho de tales procesos son
    especulativas. Como quiera que se llevasen a cabo, lo cierto es
    que revelan una enorme experiencia para mantener un plano y un
    alzado precisos en el caso de una gran pirámide, o para
    construir los muros inclinados de un pilón.

    Los cimientos de las construcciones egipcias eran a menudo
    sorprendentemente someros, consistiendo en una zanja rellenada de
    arena, y con unas hileras de tosca sillería en la parte
    superior (es probable que la arena tuviese a la vez valores
    simbólicos y funcionales). Sólo en el
    período grecorromano se emplearon cimientos sólidos
    de mampostería propiamente dicha, muchos de ellos con los
    materiales de derribo de construcciones anteriores demolidas para
    levantar otras nuevas.

    En la mampostería, el mortero se usaba muy poco. La
    técnica consistía en colocar una hilada de bloques,
    nivelarlos en la parte superior y cubrir la superficie con una
    ligera mano de mortero, cuyo objetivo primordial era el de actuar
    como lubricante sobre el que se deslizaba y asentaba la hilada
    siguiente. Las caras inferiores y probablemente las juntas
    salientes de los bloques se labraban antes de su
    colocación. Cada bloque se empotraba directamente en el
    inmediato, pues las juntas saliente no siempre eran verticales ni
    formaban ángulo recto con la superficie. Incluso un solo
    bloque formaba a veces un ángulo interior, y los niveles
    de las hiladas horizontales quizá se mantenía solo
    en una distancia corta.

    En las juntas horizontales, por detrás de la
    superficie, a veces se colocaban abrazaderas de madera para
    proporcionar una mayor solidez o para prevenir deslizamientos
    mientras se colocaba el mortero. El propósito principal de
    toda la compleja técnica de las juntas era probablemente
    reducir al mínimo los materiales de desecho y aprovechar
    al máximo el volumen del
    bloque.

    Los ángulos de los bloques se cortaban a medida cuando
    se montaban, pero la superficie principal se dejaba sin
    labrar.

    Es probable que los egipcios trabajasen sin instrumentos
    mecánicos de elevación; el método
    básico para elevar pesos consistía en enterrar el
    muro que se estaba construyendo en un montón de escombros.
    Esa rampa se iba continuando hasta que los muros alanzaban toda
    su altura. Las piedras se desbastaban, o bien desde las rampas a
    medida que se iban desmantelando éstas, o desde andamiajes
    de madera, que probablemente se utilizaban en una fase posterior
    para labrar la decoración en relieve. Las varias fases del
    trabajo de construcción frecuentemente avanzaban a la vez,
    de modo que podían trabajar simultá-neamente los
    canteros, los proyectistas, los enlucidores, los tallistas de los
    relieves y los pintores. Como la mayoría de los templos
    egipcios no llegó a terminarse nunca, el estado en que
    quedaron los edificios inacabados quizá se
    consideró normal.

    Tejidos y
    adornos

    Desde los más lejanos tiempos, con el lino se hicieron
    telas para vestir a todos los habitantes del antiguo Egipto. El
    dibujo más antiguo de un telar egipcio aparece en un
    cuenco de cerámica de unos 3.000 a. C., y el lino se
    usaba varios milenios después, y se sigue usando. Por
    descontado un faraón llevaba telas de las más
    finas; los obreros llevaban taparrabos de tejido más
    ordinario. Tenían motivos sobrados para no vestirse de
    lino. Los soldados se cubrían la parte posterior de su
    faldellín con una red de cuero; los
    sirvientes llevaban sobre sus vestidos redes de abalorios baratos,
    pero de vivos colores.

    El atuendo básico de un cortesano consistía en
    un faldellín de tela de lino ceñido a la cintura y
    sujeto por un nudo que, a veces, era muy complicado. Luego, se
    fueron empleando mantos para llevar por encima. Las mujeres iban
    enfundadas en vestidos muy largos y a veces llevaban mantos
    bellamente plisados. Sólo tenemos vagas ideas de
    cómo plisaban los egipcios sus vestidos: quizá
    mediante una tabla con la superficie ranurada. Probablemente sea
    exagerado el número de pliegues en muchas estatuas. Los
    egipcios aprendieron del Oriente Medio el arte de teñir
    las telas con dibujos de diversos colores, pero la técnica
    no se transmitió.

    El arte de embalsamar

    Durante los más de 3000 años en que se
    practicó la momificación en Egipto, las
    técnicas evolucionaron. Pero la mayoría de los
    especialistas concuerdan en que cuando este arte se hallaba en su
    apogeo (hacia el siglo X a. C.), un buen embalsamador
    procedía así:

    Empezaba por practicar un corte de unos 10 cm. en el lado
    izquierdo del abdomen. Por está pequeña
    incisión, hecha con un cuchillo de pedernal,
    extraía los órganos internos excepto el
    corazón. Limpiaba cada órgano con vino y especias,
    entre ellas mirra y canela, y también la cavidad abdominal
    con aceite de
    cedro, a fin de disolver el tejido blando restante. Entonces
    podía ya quitar el cerebro, lo que
    hacía introduciendo un instrumento ganchudo por una de las
    ventanas de la nariz hasta el cráneo para vaciarlo, e
    inyectando después aceite de cedro y especias para limpiar
    los residuos.

    Una vez bien limpia cada parte del cuerpo, el embalsamador
    introducía todos los órganos y el cuerpo mismo en
    natrón en polvo (mezcla de carbonato y bicarbonato
    sódicos) para secar-los. Allí permanecían
    alrededor de un mes, hasta que los sacaba y lavaba cada parte en
    más perfumes y especias.

    Durante todo el proceso presentaba escrupulosa atención a los menores detalles. Por
    ejemplo, al empezar cubría todos los dedos del cuerpo para
    que no resultasen dañados o perdiesen las uñas.

    Más tarde envolvía cada órgano interno,
    ya seco, en tela de lino y lo colocaba en la cavidad abdominal
    (también podía guardarlos por separado en vasijas
    de barro o alabastro), que des-pués rellenaba con
    materiales como aserrín, trapos, alquitrán o barro.
    Una vez hecho esto, cosía el primitivo corte. Como el
    tratamiento con natrón solía destruir gran parte
    del cabello, debía también entretejer cabello
    artificial con lo que quedaba del auténtico, e insertar
    ojos pintados en las órbitas. Aún le quedaba la
    tarea técnicamente más difícil: restaurar
    los perfiles de cuerpo y cara, que se habían arrugado,
    para darles apariencia de vida.

    Para llevar a cabo este antiguo tipo de cirugía
    plástica, el embalsamador iba practicando cortes diminutos
    por todo el cuerpo e insertando acolchados de tela cuidadosamente
    modela-dos bajo la piel, igual que un cirujano plástico
    de nuestro siglo usa implantes de silicón para mejorar el
    aspecto de sus clientes vivos.
    Incluso los rasgos faciales y el cuello se restauraban de ese
    modo, rellenando la forma para mantener la forma de las
    mejillas.

    Por último, el embalsamador, era un verdadero artista,
    coloreaba la cara y a veces todo el cuerpo con ocre (rojo para
    los hombres y amarillo para las mujeres). El cadáver
    estaba ya listo para ser vendado. Envolvía cada miembro
    por separado en apretadas capas de tela untada con resina,
    después la cabeza y el torso, y por último el
    cuerpo entero. Era un trabajo lento y laborioso. En algunas
    momias desvendadas modernamente la longitud total de los vendajes
    ascendía a más de 2 km.

    La tarea del embalsamador había concluido al cabo de
    unos 70 días.

    Devolvía la momia a la familia,
    que seguramente había encargado ya un sarcófago de
    madera con figura humana para colocarla, y dispondría de
    una tumba. Hasta donde podía garantizarlo el ingenio
    humano, el egipcio muerto era físicamente inmortal,
    dispuesto para una eternidad entre los dioses.

    Conclusión:

    El arte egipcio es ante todo religioso: pues este solo
    demuestra que los únicos Monumen-tos que han perdurado
    hasta hoy son templos y tumbas, y las esculturas y las pinturas
    que encierran son casi siempre un complemento de la
    arquitectura.

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    Emilia Romero

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