- La importancia de la
Unión Sudamericana - Antecedentes y opiniones de
interés - Adolfo Hitler y George W.
Bush - Multiculturalidad y
cerrazón - Judíos, terroristas y
pueblos - Precaverse, y
comprender
El presidente venezolano Hugo
Chávez dialogó, a comienzos de febrero pasado,
ante una multitud de trabajadores de la cultura
argentinos en el Teatro Ateneo, en
la Ciudad de Buenos Aires.
Allí desplegó una visión madura, firme e
inteligente de la política popular y
realizó varias consideraciones de interés;
tomamos el guante y ahondamos en los disparadores lanzados por el
líder
bolivariano, especialmente en los aspectos relacionados con el
comportamiento
del imperialismo
norteamericano durante el presente período.
Chávez se refirió a las amenazas de
Condoleeza Rice (Condolencia, ironizó) y al presunto
poderío
absoluto del presidente estadounidense George Bush La historia está
cambiando, señaló; no siempre podemos palpar la
importancia de estas transformaciones porque estamos insertos en
ellas, las protagonizamos, pero la historia está
cambiando.
Y añadió que el presente se desplaza hacia
los agrupamientos continentales, retomando aquella idea de Juan
Domingo Perón que
fuera poco evaluada en su momento. Con lucidez, el jefe
revolucionario indicó que los Estados Unidos
pretenden obturar esas unidades, en particular la de América
latina, porque las mismas generan un debilitamiento de su
hegemonía.
Entonces, aquí vamos con un tenue aporte.
Por un lado, la cuestión de la continentalización y
el significado profundo del estilo de acción
imperial, y por otro la identificación del mismo con el
modo hitleriano de realización política.
La importancia
de la Unión Sudamericana
La reorganización de la Gran Rusia en
derredor de Rusia, así como el accionar autocentrado de
China
más allá de los sistemas
preeminentes, y la amalgama lograda por Europa, nos
permiten comprender que los bloques geoeconómicos y los
conglomerados humanos que los habitan tienden a aglutinarse para
potenciar intereses comunes.
Es duro de admitir para quienes el mundo se divide en
tajos apriorísticos, pero no es tan extraño si se
analizan las alianzas cruzadas durante la Segunda Guerra
Mundial. Raúl Scalabrini Ortiz lo advirtió y lo
comentó en detalle, pero los analistas políticos
argentinos leen a Paul Samuelson (los "buenos", porque los
"malos" escuchan a Carlos Escudé).
Lo cierto es que, como advirtiera en su
momento Juan Bautista Alberdi, los países de América
latina entablaron equívocamente relaciones bilaterales con
los centros de poder mundial, especialmente Gran Bretaña,
desarticulando vínculos horizontales que hubieran
permitido el enlace de economías complementarias. Y
culturas ricas, diversas y a la vez comunes.
Este desatino, explicable política y
económicamente por el rédito que sectores internos
obtuvieron y obtienen de aquellas relaciones, puede empezar a
revertirse en el presente. De ahí que a pesar de las dudas
que corroen el análisis a la hora de analizar cada
gobierno de
nuestra región, estimamos que una coalición
subcontinental puede tener la fuerza
necesaria para reorientar el camino.
Es decir, la suma de las partes mejora las
parcialidades.
¿Y Estados Unidos? Su lucha contra la
industrialización de Nuestro Sur y su exigencia para el
envío permanente de remesas de dinero que
contribuyan a financiar su déficit será constante.
En modo alguno se pueden desdeñar los desafíos que
implica la adopción
de una política regional independiente: la violencia en
el proceder norteamericano es comprobable y su capacidad de
presión
mundial, innegable.
Pero vale efectuar algunas consideraciones. Junto al
déficit señalado surge la debilidad
intrínseca del dólar. También, la
dependencia del petróleo, en manos de los "otros". Y a su
lado, un declive industrial paliado parcialmente por la comercialización de armas y drogas. En
derredor, la siempre desmerecida y poco estudiada
situación de minoría en la ONU.
Sí podemos afirmar algo: en poco tiempo, China,
Europa y Rusia estarán en condiciones de limitar las
pretensiones hegemónicas norteamericanas al punto de
reforzar una tendencia visible: el naciente nuevo
ultranacionalismo terrorista de ese país se
parecerá cada vez más al de la Alemania nazi
en un sentido profundo.
Esto es, la afirmación compulsiva de una nación
que no puede hacerse un lugar comercial adecuado en el nuevo
orden mundial. Y ya sabemos como terminan las experiencias
violentas de las potencias de segundo nivel. Nos adentramos por
eso en el sentido hondo de la elaboración hitleriana y en
las coincidencias que hallamos al observar el proceder
bushista.
Antecedentes y
opiniones de interés
El profesor
Hans-Hermann Hoppe, Doctor en Filosofía habilitado por la
Johann Wolfgang Goethe-Univesität de Frankfurt am Main,
enseña economía en la
Universidad de
Nevada, Las Vegas. O sea, en un nido de jugadores y
mafiosos. Este gentil caballero germánico
publicó en 2001 (y lo reimprimió al menos una vez,
en 2002), un tratado que lleva el título "Democracy: the
God that failed" (La democracia, el
Dios que fracasó), y como subtítulo "La
economía y política de la monarquía, la democracia, y el orden
natural".
El volumen recopila
discursos
dictados con el patrocinio del Ludwig von Mises Institute, es
decir que son la voz oficial del más granado
círculo íntimo del pensamiento
que se ha dado en llamar neoliberal. Ahorraremos al lector los
detalles. Por suerte, el hombre es
directo. El libro
está escrito en 2000, y no hay que guardar apariencia
alguna.
Ya en la introducción, Hoppe explica que,
llevando hasta su lógica
coronación las ideas ultraliberales y monetaristas de von
Mises y su principal divulgador en EE.UU., Murray Rothbard, se
podía demostrar que, la "debilidad por la democracia"
y "la transición de la monarquía a la
democracia como un progreso", que aquejaba por igual a ambos
maestros, eran erróneas.
"Yo, por el contrario", se lanza Hoppe,
"explicaré que el rápido crecimiento del poder del
Estado a lo
largo del siglo XX que tanto lamentaban Mises y Rothbard es la
consecuencia sistemática de la democracia y del planteo
intelectual democrático, es decir de la creencia
(errónea) en la eficiencia y/o
justicia de la
propiedad
pública y en el gobierno popular (de las
mayorías)".
La Introducción se inicia con la siguiente
nostálgica rememoración: "La Primera Guerra
Mundial es una de las grandes divisorias de aguas de la
historia moderna. A su término, Occidente completó
la transición (iniciada con la Revolución
Francesa) del régimen monárquico y de los reyes
soberanos al régimen
democrático-republicano.
Hasta 1914, solo habían existido tres
Repúblicas en Europa: Francia, Suiza
y, después de 1911, Portugal; y de todas las grandes
monarquías europeas, sólo podía clasificarse
como parlamentaria (es decir, con el poder supremo en un
parlamento electivo) la del Reino Unido. En sólo cuatro
años, después del ingreso de EE.UU. a la guerra
europea, con lo que determinó decisivamente su resultado,
todas las monarquías habían desaparecido, y Europa,
con todo el mundo, ingresó a la era del republicanismo
democrático."
En nuestras costas todavía tenemos
trasnochados que despotrican contra la Revolución
Francesa e incluso contra Giordano Bruno en nombre del Medievo y
Santo Tomás.
Pero se trata de fantochadas sin encarnadura posible.
Los gremios medievales no retornarán jamás, y ya no
hay modo de implantar el sistema feudal de
vasallaje en el sector agrario. Hoppe es mucho más serio,
cuando afirma que "Se puede caracterizar también esta
transformación histórica de alcance global, el
pasaje del ancien régime de gobernantes reales o
principescos a la nueva era democrático-republicana de
gobernantes electos o seleccionados democráticamente, como
el pasaje de Austria y la vía austríaca a Estados
Unidos y la vía estadounidense."
Para él, la Primera Guerra Mundial
fue una guerra "ideológica; y Austria y los EE.UU. eran,
respectivamente […] los dos países que corporizaban
mejor las ideas en conflicto". La
visión progresista de Austria, compartida por la
élite wilsoniana del poder en Estados Unidos era,
según un autor de la misma tendencia política que
Hoppe más o menos la siguiente: "mucho más
demoníaca que Alemania, existía en
contradicción con el principio Mazziniano del estado
nacional, había heredado muchas tradiciones y símbolos del Sacro Imperio Romano
Germánico (…), su dinastía había reinado
una vez sobre España,
había liderado la Contrarreforma, encabezado la Santa
Alianza, combatido al Risorgimento, reprimido la rebelión
húngara de Kossuth, y otorgado apoyo moral al
experimento monárquico de México. El
nombre mismo de los Habsburgo evocaba recuerdos del catolicismo
papal, de la Armada Invencible, de la Inquisición, de
Metternich, de Lafayette encarcelado en Olmütz y Silvio
Pellico en la fortaleza Spielberg de Brünn. Semejante estado
debía ser destrozado, semejante dinastía
tenía que desaparecer."
Hoppe llora sobre las ruinas de semejante monstruo
(admitamos que la pintura es
bastante realista, aunque por cierto aliviana las culpas de la
monarquía austrohúngara; sobre eso diremos algo
más abajo): para el Imperio Austrohúngaro, Wilson
tenía reservado el desmembramiento, algo que ni siquiera
Alemania tuvo que soportar. En su lugar aparecieron países
"artificiales", como Checoslovaquia y Yugoslavia, y Austria se
redujo a un pequeño paisito de habla alemana.
Adolfo Hitler y
George W. Bush
Hicimos estas extensas citas porque es
difícil de creer que alguien pueda reivindicar, hoy en
día, al Imperio Austrohúngaro. Pero el caso es que
esta reivindicación, cuyo único mérito
quizás sea el de la sinceridad, justifica casi punto por
punto la política adoptada para Europa Central y Oriental
(los casos de Checoslovaquia y Yugoslavia son los más
evidentes, pero no los únicos) por las potencias
occidentales que alguna vez habían considerado conveniente
hacer desaparecer del mapa al imperio de los Habsburgo para
imponer la pax Americana.
Una serie de sofismas le permiten a Hoppe, a
continuación, llegar a la siguiente, apabullante
conclusión: "el sistema norteamericano y la pax Americana
(…) no ha sido más que un desastre sin calmantes; y la
Austria de los Habsburgo, y la era pre-democrática asumen
un aspecto más amable".
Lo importante, es la cita con que apoya este punto de
vista "herético" el bueno de Hoppe: "Y sin embargo, si hoy
se le ofreciera a uno la posibilidad de retornar a la Alemania de
1913, una Alemania dirigida por gente conservadora pero
relativamente moderada, sin nazis y sin comunistas, una Alemania
vigorosa, unida y sin ocupantes, plena de energía y
confianza, capaz de jugar su papel de contrapeso al influjo ruso
en Europa… bueno, desde muchos lados surgirían
objeciones, y no todo el mundo estaría contento;
pero en muchos sentidos no estaría tan mal, comparado con
el problema que tenemos hoy."
(Estas pías reflexiones las estampó George
Kennan en su libro de 1951, American Diplomacy 1900-1950.
Este libro y el propio Kennan están en los cimientos
mismos de la moderna geoestrategia norteamericana, y en
particular de la CIA, de la cual fue uno de los padres,
desarrollando entre otros el concepto de
"mentira necesaria.")
George W. Bush, en realidad, ha establecido su Nuevo
Orden Mundial (interesante nombre para un reordenamiento
planetario: idéntico al que había elegido Adolfo Hitler) a
partir de premisas muy similares a las de Hoppe. No
idénticas, porque Hoppe es miembro de un pequeño
grupejo que propicia la inmediata eliminación de los
bancos
centrales y el pasaje repentino al patrón oro. Pero
estructuralmente se trata de las mismas ideas: Bush y Hitler, en
realidad, representan dos formas diversas y no tan
disímiles de la restauración del Imperio Austro
Húngaro.
Los Estados Unidos de Bush marchan, en efecto,
aunque no exactamente al modo que Hoppe desearía, hacia la
"vía austríaca". El ideario y la estructura del
imperio multinacional, opuesto radicalmente a la construcción de naciones, está en la
raíz misma de la expansión imperialista. La
lección de la segunda mitad del siglo XX es que, a medida
que se iban transformando en naciones imperialistas, los
países que habían liderado las luchas nacionales
del período ascendente del modo de producción capitalista (básicamente,
Europa Occidental y los EE.UU.) se iban transformando en
partidarios de la
"multiculturalidad". Esto era una lógica consecuencia de
su vieja ambición (a veces lograda) de constituir imperios
mundiales, "donde no se pone el Sol", como
quería ya el Habsburgo Carlos V (de Austria) y I de
España .
En un artículo que merece mayor conocimiento,
Jorge Enea Spilimbergo desarrolló estas ideas hace ya
cuarenta años. El artículo se llamaba "De los
Habsburgo a Hitler" (1967), y demostraba que, contra lo que
solía creer la inmensa mayoría de la izquierda, no
es en Bismarck y su unificación alemana que abrevaba el
ideario nazi, sino por el contrario en el viejo Imperio
multinacional de Viena. Muchas de las consideraciones que hace
allí podrían aplicarse, sin demasiado esfuerzo, al
pensamiento de George W. Bush y la acción del imperialismo
norteamericano. Es que EE.UU. comparte hoy con la Alemania
prehitleriana -angustiada por la necesidad de expandirse sobre el
globo- la condición de imperialismo acosado; en el caso
norteamericano el acoso se da, incluso, por motivos más
profundos que
en Alemania, y superan aún su capacidad aterradora de
destrucción, la cual no le da ventaja económica
frente a sus adversarios europeos y asiáticos más
productivos y dinámicos. Pero hoy nos vamos a detener en
lo siguiente, porque nos parece revelador de hasta qué
punto la similitud entre el bushismo y el nazismo parten de
la misma raíz austrohúngara.
"La concepción expansiva del
nacional-socialismo
hitleriano sería difícil de explicar sin recurrir a
los propios orígenes de Hitler, a su origen
austríaco y, primordialmente a sus experiencias de
juventud en la
ciudad de Viena (…), joven sin parientes ni dinero que
fluctúa en el límite entre la clase media
ínfima y el 'lumpen-proletariat', traído y llevado
por un destino adverso en la inmensa capital de dos
millones de almas hacia la que afluyen trabajadores y buscavidas
de todas las nacionalidades del imperio (…) De
allí surge un manojo de reacciones primarias, comenzando
por el anti-marxismo o
anti-socialismo frenéticos (…) el pequeño
burgués desesperado por su hundimiento social rechaza [la]
identificación que le propone el movimiento
político de la clase trabajadora, sin poder aceptar,
empero, las condiciones sociales insoportables en que se debate.
Como su inconformismo no puede canalizarse objetivamente, por un
lado, recurre a explicaciones mágicas del mal; por
el otro, recompone su vigencia, pues solo quiere eludir sus
efectos sobre él, pero desea su ventaja, se identifica con
el régimen"
¿Cuál es el "responsable universal,
estrictamente mágico, de la crisis"?
El judío. Sus métodos:
"la 'descomposición', sus mil rostros, el marxismo, la
democracia, el internacionalismo, la prostitución, el arte moderno,
etc. ¿Qué experiencia vivencial revelaba esta
ideología? La de la
disgregación real del imperio austrohúngaro, que es
su historia desde 1866 hasta la primera guerra, y que esta
última actualiza sin originarla (…) [En] la Alemania de
Versalles y de la crisis del 30, 'el judío' atrae sobre su
cabeza el odio del pequeño burgués desesperado que
no se decide a buscar al gran capital con la mirada (…) Pero
los fenómenos de la descomposición no se reflejaban
únicamente a través de 'el judío', sino en
el conflicto generalizado del 'germano pobre' con las
nacionalidades oprimidas que pululaban en la Babel
vienesa".
Y citando a Hitler mismo, Spilimbergo enumera algunas:
"checos, polacos, húngaros, serbios y croatas y siempre
aquel bacilo que es el solvente de la sociedad
humana, el judío".
Y dice Spilimbergo más adelante: "Si el
pequeño burgués se aterroriza ante la idea de
quedar nivelado con el obrero manual, el
germano pobre siente pánico
al verse en los umbrales donde se debaten las razas 'inferiores',
y en uno y otro caso su reacción, espejo de su mala
conciencia, es
violentamente agresiva y subraya hasta el paroxismo las
diferencias (…) Para salvar la unidad del Imperio, la
monarquía había tenido que otorgar concesiones a
las nacionalidades sometidas.
La minoría germana se debatía furiosamente
contra estos avances. Es simbólico que el primer partido
'nacional-socialista' se funde, no en Alemania, sino en la ciudad
morava de Iglau, en 1913 (…) El pan-germanismo exacerbado, con
tendencia a desligarse de toda determinación territorial y
a expandirse por toda el área de las minorías sin
perjuicio de abarcar nuevas áreas de colonización y
población es peculiar de la Alemania
austríaca, es decir de la nacionalidad
dominante sobre un imperio multinacional en disgregación.
El proyecto
hitlerista puede definirse como la reconstitución en
escala alemana y
con alcance europeo de la estructura del Imperio
austríaco, con los medios de la
gran industria
monopolista alemana y sin las 'debilidades' de los Habsburgo ante
los pueblos sometidos".
La actual política de los EE.UU. que no
solo engendra "nacionalidades" a su gusto para mejor dominarlas,
que invade países exacerbando en su propio beneficio las
diferencias étnicas, que tiende a considerar a sus propios
ciudadano más como miembros de comunidades iguales entre
sí sólo en el plano del "multiculturalismo" (forma
livianísima pero inequívoca de apartheid), que
destruye así la idea fundamental de la igualdad de
todos los ciudadanos ante la ley, que
incorpora nacionalidades privilegiadas (como la israelí)
al pleno goce de los derechos norteamericanos,
marcha desde hace varias décadas por el camino de la
"austro-hungarización". Pero ahora, con Bush,
encontró por fin su judío, su "responsable
universal, estrictamente mágico, de la crisis": se lo
llama "terrorista". Y puede ser cualquiera, dado que el
término es mucho más práctico que el
hitleriano. Despojado de raíz étnica o cultural, se
aplica a quien convenga: el iraquí, el palestino, el
venezolano, el argentino, los autores de estas notas o usted, que
las lee en su hogar, diciendo "qué
interesante".
Si bien no concebimos la historia como ciclos que se
reiteran, pensamos que en el proceder de los imperios se observan
antecedentes comunes que merecen caracterizarse como
persistencias que brindan claves sobre su futuro. Si toda
formulación a futuro, por objetiva que se muestre, incluye
el sesgo de un deseo, es probable estimar que los anuncios
continentalistas de Perón guardaban, además, el
anhelo del equilibrio
relativo. Así pareció esbozarlo también
Chávez durante la conversación mencionada al
comienzo, cuando indicó que el mundo marcha hacia una
nueva multipolaridad. Esto es, hacia una combinación
tensionada de fuerzas regionales que puede neutralizar las
perspectivas de hegemonía absoluta de los proyectos
más "radicales" de dominación.
Si ese desarrollo se
corrobora con los años, el destino de quienes busquen un
aplastamiento global se revelará como dato de su propia
debilidad. Las muertes causadas en el transcurso del intento no
alcanzarán para paliar los dilemas y las insuficiencias
estructurales que originaron, precisamente, planes de esa
naturaleza.
En medio de la Segunda Guerra, las divisiones panzer del
hitlerismo atiborraban de temores los cerebros de buena parte de
la humanidad; de hecho, quienes observaban –y mucho
más, quienes padecían—sus avances, dudaban
acerca de las posibilidades concretas de arrasar con semejante
poderío.
Por estos años, las irrupciones bélicas
estadounidenses han sembrado en varias zonas del planeta la
convicción de estar ante un imperio indestructible, capaz
de llegar hasta la región más alejada sin
despeinarse, violento hasta el punto de humillar a sus
víctimas con torturas que conmueven. Es válido, a
través del análisis histórico pero
también de la evaluación
de la correlación de fuerzas presente –una
evaluación real, alejada de la propaganda
hollywoodense–, precaverse de esa sensación de derrota
completa y abarcativa, y comprender que la vida sobre este
planeta se ha configurado de un modo sumamente complejo,
difícil de "meter en caja" con un par de disposiciones
castrenses y campañas comunicacionales que pretendan
situar el "Mal" donde conviene cada vez.
Gabriel Fernández
Néstor Gorojovsky
Marzo 2005
Revista
Question Latinoamérica
(*) Gabriel Jorge Emir Fernández es
Director Periodístico de la Revista Question Latinoamérica y Director de La Señal
Medios —Internet y Radio–.
(**) Néstor Miguel Gorojovsky es miembro
del Consejo de Redacción de la Question
Latinoamérica y moderador de la Lista de Internet
Reconquista Popular..