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Sobre silencios y miedos, enseñar Historia en Catamarca durante la Dictadura Militar de 1976 a 1982




Enviado por iantropocat



    1. Resumen
    2. La acción política
      de la Dictadura Militar en la
      educación
    3. La acción
      política de la Dictadura en la enseñanza de la
      disciplina historia en particular
    4. La tarea docente en el discurso
      de la dictadura
    5. Enseñar Historia en
      las escuelas medias catamarqueñas luego del
      golpe
    6. Conclusión
      provisoria
    7. Bibliografía
      consultada

    Resumen:

    En este trabajo,
    abordamos, prioritariamente, la descripción de algunos de los métodos
    elegidos por la dictadura
    argentina para controlar los contenidos de la disciplina
    Historia, desarrollados en las aulas de la escuela media
    catamarqueña durante los años 1976, 1977 y 1978.
    Estos métodos han sido clasificados como estrategias de
    control a
    través de la normativa (documentos
    ministeriales, circulares internas, etc.) y estrategias de
    control a través de la autoridad
    (directores de las unidades escolares, supervisores y jefes de
    Departamento de Ciencias
    Sociales, etc.).

    Por otro lado, caracterizamos brevemente los enfoques
    historiográficos presentes en los programas de la
    materia en el
    Ciclo Básico del Nivel Medio y analizamos el discurso de
    los funcionarios de la dictadura a través de la información periodística, rescatando
    el testimonio de quienes enseñaron o ¿callaron? en
    ese período.

    Introducción

    El autodenominado "Proceso de
    Reorganización Nacional", que se inició con un
    golpe de
    Estado protagonizado por las Fuerzas Armadas el 24 de marzo
    del año 1976, consideró al sistema
    educativo como un terreno más de confrontación
    bélica, parte de una guerra
    transversal contra el enemigo "subversivo" en toda la
    República Argentina. La desaparición forzada de
    personas y la purga de "izquierdistas" en las cátedras o
    cargos en todos los niveles de la escuela
    pública y privada, fue acompañada por el
    estricto control de lo que se enseñaba y de cómo se
    enseñaría a partir de entonces. En un marco de
    situación caracterizado por el terrorismo de
    Estado, la
    provincia de Catamarca no fue la excepción.

    La represión y el disciplinamiento de la sociedad civil se
    llevó a cabo no sólo a través de los
    grupos de
    tareas militares y las amenazas explícitas a los
    opositores. En este período también cumplieron un
    importante rol los civiles que colaboraron orgánicamente
    con la dictadura en cargos ministeriales y otras
    responsabilidades ejecutivas. Estos, formaban parte de una de las
    fracciones hegemónicas de un proyecto
    regresivo en lo social y lo económico, al igual que los
    militares.

    Los "colaboradores civiles", por afinidad
    ideológica o por mera conveniencia, no solo administraron
    la cosa pública, sino que fortalecieron
    políticamente a la conformación de un Estado
    Genocida.

    Desde 1976, militares y colaboradores civiles
    visualizaron distintos niveles de peligrosidad potencial en los
    espacios curriculares de todos los niveles de enseñanza. En este contexto, la disciplina
    Historia y sus profesionales recibieron por parte del bloque
    dominante y del aparato represivo, especial
    vigilancia.

    En este trabajo, abordamos, prioritariamente, la
    descripción de algunos de los métodos elegidos por
    la Dictadura para controlar los contenidos de la disciplina
    Historia, desarrollados en las aulas de la escuela media
    catamarqueña durante los años 1976, 1977 y 1978.
    Estos métodos han sido clasificados como estrategias de
    control a través de la normativa (documentos
    ministeriales, circulares internas, etc.) y estrategias de
    control a través de la autoridad (directores de las
    unidades escolares, supervisores y jefes de Departamento de
    Ciencias
    Sociales, etc.).

    Por otro lado, caracterizamos brevemente los enfoques
    historiográficos presentes en los programas de la materia
    en el Ciclo Básico del Nivel Medio y analizamos el
    discurso de los funcionarios de la dictadura a través de
    la información periodística, rescatando el
    testimonio de quienes enseñaron o ¿callaron? en ese
    período.

    La acción
    política
    de la Dictadura Militar en la educación

    La acción política de la dictadura militar
    del período 1976 – 1983 expresa una diferencia
    cualitativa con los anteriores gobiernos golpistas en nuestro
    país. Desde la reapertura democrática, los juicios
    a las Juntas Militares, una gran cantidad de informes de
    violaciones de los Derechos Humanos
    (DDHH) e investigaciones
    académicas han demostrado fehacientemente que las
    líneas directrices del aparato estatal terrorista eran la
    represión, el aniquilamiento del movimiento
    popular y la reestructuración neoliberal de la economía.

    En muchos de estos análisis se toma como factor determinante
    de las decisiones tomadas por las cúpulas castrenses, las
    presiones del sector civil del bloque hegemónico para
    lograr reconvertir la economía argentina y abandonar,
    así, el modelo de
    sustitución de importaciones.
    Desde esta perspectiva los cambios en el modelo económico
    y la necesidad de asegurar su implementación mediante la
    exclusión y la aniquilación de las resistencias y
    oposiciones al proyecto recibió absoluta
    prioridad.

    Por nuestra parte, consideramos que también era
    necesario homogeneizar a la sociedad en
    una cultura de
    carácter autoritario. Sustituir la
    adscripción democrática, en muchos casos
    retórica, de la clase media y
    de los sectores subalternos, por nuevos valores,
    mediante su institucionalización desde el sistema
    educativo.

    En este sentido, siguiendo a Lanza y Finocchio (1993),
    apreciamos que la gestión
    educativa de la dictadura se propuso "resocializar" a los
    argentinos y argentinas. Esta "resocialización" tuvo como
    punto de partida "un ordenamiento disciplinar de alto contenido
    autoritario y oscurantista" (Lanza y Finocchio: 1993). En forma
    explícita la educación fue
    planteada como instrumento para una formación
    espiritualista, en desmedro de una formación
    científica.

    Esta política educativa adquirió una
    dimensión represiva en el plano ideológico pues
    apuntaba a destruir todas las formas de expresión
    vinculadas a las corrientes de pensamiento en
    boga durante la década de los 60 y la primera parte de la
    década de los 70. Estos intelectuales
    (en muchos casos marxistas en su múltiples variantes)
    habían formado parte de organizaciones
    político partidarias o de nuevas formas de trabajo con
    fuerte arraigo popular.

    Para los represores no sólo era fundamental
    erradicar la presencia física de los
    intelectuales, sino que se imponía evitar que sus
    contribuciones teóricas siguieran "infiltrándose"
    en la escuela y la universidad.

    Una gran cantidad de productos
    culturales, al igual que sus creadores, por acción de la
    dictadura se convirtieron en desaparecidos. Jorge Rafael Videla
    definió sádicamente este concepto, " no
    tienen entidad, no están vivos ni muertos…están
    desaparecidos…" (Seoane y Muleiro: 2001)

    Desde el momento mismo del golpe, la Dictadura
    distribuyó en todos los espacios culturales "listas
    negras" en las que figuraban actores, artistas, intelectuales y
    libros de
    circulación prohibida. La elaboración de estas
    listas eran instrumentos para impedir la distribución de una carga cultural
    considerada insegura para la sociedad. Mediante estas medidas se
    instalaba una falsa dicotomía entre valores nacionales vs.
    valores apartidas (los antivalores).

    Esta legitimación de una cultura totalitaria fue
    acompañada por los grandes medios de
    comunicación que "no solo omitieron informar –
    lo cual sería en cierto modo explicable por la
    combinación de censura y temor- sino que no ahorraron
    elogios al régimen dictatorial y a sus personeros".
    (DUHALDE: 1998).

    La circulación de libros y revistas
    también fue estrictamente vigilada. Las editoras de
    capital
    privado depuraron sus catálogos, entre otros, de textos
    marxistas, de autores latinoamericanos o tercermundistas, y
    quienes se negaron a hacerlo sufrieron la clausura inmediata (
    por ejemplo la Editorial La Flor). En el caso de las editoras con
    capital estatal, la intervención militar decidió la
    destrucción de todos los libros considerados
    inconvenientes (Ed. EUDEBa.). Por su parte, las empresas de
    manuales
    escolares reformularon su propuesta editorial para ponerla en
    consonancia con la propuesta oficial.

    En el sistema educativo se presionó fuertemente
    para que todos sus integrantes colaboraran activamente con la
    represión militar y al mismo tiempo se
    instaló un sistema de represión interna con
    proscripciones, desplazamientos internos y hasta
    cesantías. Mediante la intervención de las
    diferentes instituciones
    del sistema educativo dependientes de la Nación,
    incluyendo a las universidades, todo quedó bajo las
    ordenes directas del Ministerio de Educación. La
    gestión de Ricardo Bruera al frente del Ministerio,
    tenía como premisa restaurar el orden y asegurar el
    cumplimiento efectivo del proyecto del bloque cívico militar
    en el poder.

    El plan de
    acción en la educación de este bloque fue
    explicitado tempranamente. El 25 de marzo de 1976 la Junta de
    Comandantes dio a conocer los "propósitos y objetivos
    básicos para el Proceso de Reorganización
    Nacional", en el apartado 8 de este documento se expresa que uno
    de sus objetivos era la "conformación de un sistema
    educativo acorde con las necesidades del país, que sirva
    efectivamente a los objetivos de la Nación
    y consolide los valores y
    aspiraciones culturales del ser
    argentino".

    En este sentido, la institución escuela era
    convocada a luchar por el reaseguro de la libertad y la
    seguridad de la
    sociedad toda. Para hacer frente al caos en el que, según
    la perspectiva de la Junta, estaba inmerso el país antes
    del golpe, el aporte fundamental de los maestros y profesores
    debía ser el de transmitir contenidos vinculados con las
    tradiciones del mundo occidental y cristiano.

    Cabe acotar que, fundamentalmente en los dos primeros
    años de gestión de la dictadura primaba la idea de
    que tanto la escuela como la familia
    eran los objetivos predilectos de la "subversión" para su
    destrucción. En junio de 1976, el Gral. de Brigada Albano
    Harguindeguy, en un mensaje dirigido a todo el país por la
    cadena oficial de radio y televisión
    con motivo del asesinato del jefe de Policía Federal
    decía " …una advertencia: Padres, madres e hijos, las
    ideas nefastas de la izquierda marxista atentan contra nuestras
    familias, nuestra bandera, nuestra patria y nuestra libertad.
    Sepamos defenderlas" ( La Nación : 4/12/76. pág.
    18).

    La
    acción política de la Dictadura en la
    enseñanza de la disciplina historia en
    particular

    En el plano específico de la enseñanza de
    la Historia en la escuela media,
    la última reforma de los planes y programas de estudio se
    había realizado en el año 1956.

    Luego del golpe de Estado impulsado por la
    autodenominada "Revolución
    Libertadora" se diagnosticó la existencia de un "…estado
    de desorden y de alteración total de los valores provocado
    en el sistema educativo por la acción del régimen
    depuesto mediante una manifiesta penetración
    política, a través de planes, programas y textos de
    enseñanza…" ( M.E.N. Expediente 10898/55) y se
    ordenó la inmediata modificación de la curricula
    escolar en todos los niveles. Los planes de estudio
    correspondientes al Ciclo Básico Común de
    Enseñanza Media elaborados por la comisión de
    revisión convocada en 1956, no fueron alterados hasta el
    año 1979.

    Los sucesivos gobiernos civiles o militares no
    introdujeron reformas significativas en los contenidos a
    enseñar en la disciplina Historia.

    Sin embargo, con el triunfo de Cámpora en 1973, y
    la gestión del Doctor Taiana al frente del Ministerio de
    Educación se impulsó el desarrollo de
    una inmensa cantidad de experiencias de educación popular
    inspiradas en los aportes del pedagogo brasileño Paulo
    Freire.

    Nuevos actores sociales planteaban que era necesario
    lograr la articulación del conocimiento
    con las problemáticas sociales. Como consecuencia de esta
    perspectiva se introdujo en la estructura
    curricular de la escuela media una nueva asignatura: Estudio de
    la Realidad Social Argentina (ERSA) que era enseñada por
    los profesores de Historia. Esta asignatura era un indicio de
    ruptura definitiva con el modelo de neutralidad moral
    propiciado por la escuela normalista.

    Con la ERSA, el Estado, y
    por ende la institución escuela, reconocían que la
    sociedad civil se encontraba en una crisis cada
    vez más profunda, que solo podía ser zanjada a
    partir de la reconstrucción de una identidad
    vinculada con el pasado y el presente de los pueblos del tercer
    mundo. Por lo tanto, los docentes de
    Historia debían estimular el análisis
    crítico de los valores considerados hasta ese momento
    comunes a todos los argentinos y visualizarlos desde una
    perspectiva de clase y de proyectos
    opuestos en constante relación
    dialéctica.

    Esta corta experiencia de no más de cuatro meses,
    todavía hoy es recordada por docentes que tuvieron en las
    aulas una larga práctica antes y despúes de 1973.
    Los docentes discriminan, con dificultad, los distintos nombres
    que a lo largo de cuatro décadas tuvo la enseñanza
    moral en la escuela pública, pero ubican con
    precisión a ERSA en un contexto histórico que
    evidentemente les impactó.

    El esfuerzo dedicado a la renovación de enfoques
    historiográficos fue mucho mas visible en la universidad
    pública argentina.

    A partir de mayo de 1973, la gestión de Taiana y
    un poderoso movimiento estudiantil, afín a posturas de
    izquierda, estimularon el desplazamiento de la "Nueva Escuela
    Histórica" de los institutos superiores y universitarios
    de formación
    docente. El "Revisionismo Histórico" que fue desde la
    década de los 40, su principal oposición en el
    campo académico -pero que no difería
    sustancialmente con la historiografía tradicional en el
    método de
    investigación– se encontraba en
    declinación y evolucionó en algunos de sus
    representantes a una suerte de "socialismo
    nacional".

    Mientras, en forma pujante, nuevas versiones
    radicalizadas de la historia vinculadas principalmente a la
    "Tendencia Revolucionaria" del peronismo
    ocuparon espacios de conducción y cátedras en las
    universidades nacionales.

    Pero esta experiencia duró lo que
    sobrevivió la "primavera camporista". Con la muerte de
    Perón y
    la asunción en la primera magistratura de su viuda, la
    derechización de la universidad inició una escalada
    imparable.

    Cuando se produce el golpe del 76, el movimiento
    estudiantil se encontraba en pleno repliegue, y una gran cantidad
    de docentes universitarios optaron por el exilio para salvar sus
    vidas de las amenazas de la
    organización para – policial Triple A.
    Jorge Ortega Peña y
    Silvio Frondizi eran algunos de los reconocidos intelectuales con
    trabajos de investigación histórica asesinados por
    esta banda terrorista.

    Entonces, luego del golpe, las autoridades militares ya
    conocían con precisión que gran parte de su tarea
    de "depuración moral" del sistema educativo había
    sido cumplida, pues el gobierno de
    Isabel actuó en estrecha relación con los servicios de
    información de las fuerzas armadas para lograr la
    "aniquilación del enemigo subversivo". La "guerra" era una
    excusa para asegurar el absoluto control de la sociedad
    civil.

    Durante el período 1976 – 1983 el Estado
    dictó "normas para
    prohibir el acceso a teorías
    y publicaciones científicas" (Braslavsky: 1986). Sin
    embargo, investigadores de la enseñanza de la Historia
    contemporánea "no encontraron referencias al control o
    supervisión respecto de la
    elaboración de libros de textos específicamente
    para el nivel medio" ( Finocchio y Lanza: 1986).

    Esta contradicción es solo aparente, pues en esos
    años, las empresas editoriales se autorregularon, ya que
    la ausencia de directivas oficiales era suplantada por los
    innumerables ejemplos del castigo sufrido por quienes
    pretendieron mantener cierta postura crítica
    o independiente frente al régimen.

    Para instalar en el ámbito educativo los
    conceptos de "enemigo", "guerra", "subversión" e
    "infiltración", en 1977 se difundió por
    resolución ministerial en todas las unidades educativas el
    documento "Subversión en el ámbito educativo". Este
    folleto pretendía esclarecer a los maestros y profesores
    sobre las características del accionar de los "grupos y
    agentes antinacionales" y cómo se los podía
    detectar. La intención implícita era que los
    docentes denunciaran a sus propios colegas.

    En suma, durante el periodo seleccionado para esta
    investigación (1976 / 1978), el gobierno militar
    enunció la necesidad de la reforma de los planes de
    estudio de la asignatura Historia, pero recién en el
    año 1979 estos fueron modificados junto a toda la
    estructura curricular. La única excepción fue la
    eliminación de ERSA desde el año 1976, reemplazada
    por la materia Formación Moral y Cívica destinada a
    justificar un modelo de sociedad autoritaria.

    Durante los años mencionados se privilegiaron los
    mandatos institucionales referidos a la función
    del docente y a sus responsabilidades respecto a la selección,
    organización y presentación de los
    contenidos. Además de la transmisión de un
    contenido aparentemente neutral, los "maestros y profesores no
    intervendrán en la formulación de objetivos,
    caracterización y nóminas de
    contenidos" (Resolución M. 284 /77). El docente
    debía así, replicar en el aula las disposiciones
    curriculares decididas desde la conducción educativa. Esta
    perspectiva trasladaba a la institución escuela formas de
    organización caras a la mentalidad militar.

    La tarea docente en el
    discurso de la dictadura

    En este trabajo elegimos como objeto privilegiado de
    análisis las declaraciones de los militares contenidas en
    los ejemplares del diario "El Sol" de Catamarca y La Rioja que
    son inmediatamente posteriores al golpe de 1976, también
    incluimos a las notas periodísticas de este diario. Esta
    elección obedece a que consideramos a esta
    publicación como el vocero oficioso del régimen
    ilegal, a diferencia del diario "La Unión" de Catamarca
    que, tempranamente y en medio del terror generalizado, se
    atrevió a exhortar por el respeto de los
    derechos de los
    detenidos políticos de esta
    jurisdicción.

    El propietario de "El Sol" era
    Tomás Álvarez Saavedra, concesionario
    también del Casino de nuestra provincia y dueño de
    la cadena de hoteles Sussex,
    el auge y declinación de estos emprendimientos
    empresariales siguió el derrotero de la Dictadura, con la
    que mantuvo estrechos lazos. "El Sol" ya en 1974 denunció
    un "plan de infiltración marxista" supuestamente
    estimulado por el Obispo Angelelli y los sindicalistas de la
    Asociación de Maestros Provinciales (AMP) de La Rioja.
    Luego, en los momentos más álgidos del accionar de
    la Triple A, no tuvo empacho en señalar desde su
    página editorial a nuevos posibles objetivos.

    Podemos afirmar que, cuando la Dictadura se
    refería a los docentes, lo hacía fundamentalmente
    desde el lugar que estos ocupaban en la sociedad argentina como
    agentes militantes de la defensa de una cultura occidental y
    cristiana amenazada por una "sinarquía internacional" que
    buscaba la disolución moral y política de la
    república. Los militares señalaban que la
    función esencial de los docentes era la de formar
    prioritariamente los aspectos espirituales y morales en el
    desarrollo de la
    personalidad de los alumnos (vistos como un todo, sin
    diferenciarlos por género
    varón o mujer). En este
    discurso la transmisión de contenidos disciplinares era
    colocado en un segundo plano.

    La tradición hispano americana era considerada
    por la dictadura y sus colaboradores un valor
    fundamental de nuestra nacionalidad.
    Por ejemplo en el artículo "Lenguas autóctonas en
    la escuela argentina", el diario "El Sol" decía que
    "Preocupados por las lenguas extranjeras, en especial las del
    Viejo Mundo, nos hemos olvidado totalmente de las
    autóctonas, muchas de las cuales junto con las
    aborígenes se han extinguido totalmente(…) ningún
    plan de estudios de la enseñanza media ha contemplado ni
    antes ni ahora, y lo que es peor, ni siquiera se considera en los
    proyectos de reformas a los planes y programas recuperar toda esa
    riqueza idiomática. Llegamos a extremos de sentir orgullo
    por la creación de una Academia del Lunfardo, que no es ni
    una cosa ni la otra y mantenemos el más grande silencio
    cuando se trata de rescatar lo más rico de nuestro acervo
    lingüístico. A diario nos ensordece un folclore que
    se va mezclando con el asfalto. (…) interesante sería
    pues, que tantas horas que se destinan en la enseñanza
    media a materias intrascendentes, que se destinará una
    hora por semana, aunque más no fuere, para hacer conocer
    nuestra lengua
    autóctona" (EL SOL: 29/3/76. pág. 6). En estos
    párrafos la imagen del
    país verdadero era definida como el fruto
    del mestizaje colonial, de un largo periodo de contacto entre los
    pueblos precolombinos y los conquistadores españoles. Sin
    embargo, esta identidad consideraba "El Sol", se encontraba en
    peligro, debido a la inquietante presencia de nuevos agentes
    culturales que destruían lo nuestro. En esta perspectiva
    conservadora se tomaba a la región histórica como
    un todo cerrado que subsistiría en tanto y en cuanto se
    librara de las influencias corruptoras de la ciudad cosmopolita y
    pluricultural. Por otra parte, en esta nota se apelaba
    directamente a las nuevas autoridades a reemplazar "materias
    intrascendentes" (¿Cuáles? Nos preguntamos), por
    otras que permitieran transmitir lo autóctono.

    Este discurso conservador define la posición del
    diario. En otro artículo titulado "No puede haber
    educación que no esté al servicio de la
    tradición" se considera que "Urge clarificar una serie de
    ideas vinculadas a la pedagogía de los últimos tiempos que
    fueron objeto de una sistemática y deliberada
    tergiversación efectuada en vistas a una finalidad
    claramente política (…) despojarlas de excrecencias que
    fueron subvirtiendo su carácter de ciencia y
    posibilitando el empleo de un
    vocabulario netamente crítico [giros tales como
    "pedagogía de la liberación", "educación por
    la palabra", "hombre nuevo"
    no significan ni con mucho lo que parecieran sugerir las palabras
    que intervienen en ellos] (…) no puede haber educación
    que no sea social y no puede haber educación que no sirva
    a la tradición por que ésa es su esencia. " (EL
    SOL: 26/4/76. pág. 6). Mediante un lenguaje
    conspirativo se considera que es un error toda postura
    crítica en el ámbito de la ciencia y
    la enseñanza escolar y se propicia la objetividad
    positivista como modelo a seguir. La educación
    sistemática sirve esencialmente para conservar las
    instituciones y desalentar todo intento de reforma.

    ¿Qué deben hacer entonces los docentes con
    sus alumnos?, en primer lugar actuar como "segundos padres" y
    protegerlos de todo aquello que confronte con el modelo
    tradicional de sociedad y, en segundo lugar, deben controlarlos y
    vigilarlos, como harían con sus propios hijos.

    Esta misión fue
    definida por el general Bussi cuando decía que al personal docente
    "le cabe la tremenda responsabilidad de educar a nuestros
    jóvenes e hijos en el modelo sanmartiniano para que ellos,
    en última instancia, sean los destinatarios de la
    Argentina que todos queremos y soñamos (…) en la medida
    que todos los comprendamos, podremos forjar un destino de
    grandeza (…) o por el contrario [se] caerá en una
    sociedad de esclavos donde la materia predomine sobre el
    espíritu" (EL SOL: 26/4/76. pág. 3). Esto es, la
    Dictadura se auto proclamaba como la impulsora de la
    recuperación del proyecto de grandeza nacional
    soñado por los "padres fundadores de la Patria". Bussi
    anunciaba entre líneas que nadie podía evitar
    elegir partido a favor o en contra de la Dictadura, pues la
    remisión a tomar una posición era catalogada como
    un sabotaje por omisión.

    Enseñar Historia
    en las escuelas medias catamarqueñas luego del
    golpe

    Es necesario precisar que para esta ponencia han sido
    entrevistados un total de 6 profesores de Historia. Esto implica
    que por lo acotado de la muestra con
    respecto al posible universo de
    referencia, no pretendemos proyectar las conclusiones surgidas de
    sus entrevistas a
    la generalidad de los docentes de Historia durante el periodo
    1976/1978.

    Sin embargo, consideramos en si mismo valiosos a sus
    testimonios orales, sin necesidad de elevarlos
    instantáneamente a la categoría de verdad. En el
    caso de estas fuentes vivas,
    el querer y poder recordar puede contribuir a la
    superación de la memoria
    como instancia individual, posibilitando la construcción de una conciencia
    histórica de todas y todos los catamarqueños/as
    sobre la Dictadura Militar y su accionar.

    Hemos optado por mantener el anonimato de nuestros
    entrevistados, por lo tanto sólo se incluyen referencias
    de edad, género y escuela en la que
    enseñaban.

    Las entrevistas fueron de carácter semi
    estructurado. Los ejes comunes que se desarrollaron
    fueron:

    • La Historia que se enseñaba cuando se produjo
      el golpe de Estado.
    • Impacto de la Dictadura en la organización
      institucional escolar en los momentos posteriores al
      golpe.
    • Años de antigüedad docente al momento del
      golpe.
    • Vivencias del golpe en ese momento
    • Enfoques historiográficos y contenidos
      privilegiados en su práctica antes del golpe de
      1976.
    • La valoración de los diferentes grados de
      intervención e incidencia de la dictadura en su labor
      profesional.
    • Balance de este período a 28 años de
      distancia.

    La primera entrevista fue
    realizada a una docente jubilada, de 57 años. En el
    año 1976, tenía más de 15 años de
    antigüedad en la práctica, fundamentalmente en
    instituciones educativas de la ciudad Capital de nuestra
    provincia.

    En primer lugar, la entrevistada desea aclarar que en la
    década de los 70 "el adolescente se enmarcaba dentro de
    lo que enseñaba el profesor, y
    todos estábamos enmarcados (sic) dentro de esas
    normas"
    . Recupera estereotipos de los docentes y los adolescentes
    como objetos de dominación, pasivos ante la inmodificable
    fuerza de la
    norma sobre las acciones de
    las personas en la institución escolar y en la sociedad
    toda.

    Sin embargo esta normativa que delimitaba lo permitido y
    lo prohibido, en la mayoría de los casos no llegaba a las
    manos de los docentes. Plantea que en el momento del golpe cree
    que "las circulares y toda esa documentación la manejaban los directivos,
    además en la Escuela Normal era un Departamento de
    Ciencias Sociales, dentro de la cual estaba Historia…y
    bueno…el Director del Departamento si nos informaba de las
    circulares y bueno…yo pienso que si, sería importante
    haber conocido la documentación de esa época, pero
    eso no la manejábamos nosotros, sino que eso llegaba a
    nivel de dirección de escuela"
    . por lo tanto
    eran las autoridades de la institución, en sus diversos
    niveles, los que orientaban la acción.

    La docente se incluye dentro del grupo de los
    docentes que intentaron evitar el conflicto con
    las autoridades escolares luego del golpe del 76, y que
    enseñaron como se permitía, en ese marco. Sin
    embargo, la transmisión de los contenidos de
    Formación Moral y Cívica le planteo un fuerte
    conflicto ético pues "en aquella época, la
    verdad que, hablábamos de…era como…no tendría
    que haber existido esa materia, hablábamos de cosas que
    eran inexistentes en esa situación: la constitución, los derechos, de las
    libertades cuando no existían, y bueno los alumnos era
    como que también eran sumisos, por ahí uno que otro
    cuestionaba y uno les hacía advertir, pero uno no se
    animaba tampoco a que digamos que el alumno haga un planteo mas
    profundo de esa realidad tampoco, no es la libertad que ahora

    tenemos de que el chico diga lo que piensa…se lo aceptamos,
    la opinión".
    La desaparición de valores ligados
    a una sociedad democrática es justificada a través
    de la visión de una sociedad "sumisa" incapaz de resistir
    a los embates de un proyecto totalitario.

    Asimismo, agrega que "a posteriori de esa historia
    tremenda los chicos veían las cosas desde otro
    ángulo y bueno, cada uno…respetaba la opinión de
    cada uno, en cambio antes
    no".
    Señalando entonces una ruptura de la manera de
    ser adolescente "sumisa" con los comportamientos de los
    estudiantes secundarios a partir de 1983, momento en el cual se
    vuelven "activos y
    críticos".

    Por otra parte diferencia su actitud de
    miedo y aceptación pasiva del orden totalitario con la de
    otras docentes, a las cuales califica "siempre C y K eran como
    mas revolucionarias en la enseñanza de la Historia, pero
    bueno yo era un poco mas sumisa, mas temerosa para hacer ciertas
    cosas"
    . Esta valoración admirativa de sus colegas
    "revolucionarias", sin embargo, no le permitió compartir
    su práctica y justifica su postura expresando "Cuando a
    través de los años uno dice por qué me
    callé y por qué uno hice eso o lo otro, uno no
    sabía si había alguna represalia o cosas
    así"
    . En estos párrafos de la entrevista
    el miedo aparece como mecanismo concreto de
    regulación de la tarea docente.

    El miedo y los mandatos verticalistas de las autoridades
    de la institución escolar siempre impusieron límites
    precisos entre lo deseado y lo posible durante toda su
    práctica. "Luego del Proceso me animé a decir lo
    que pensaba sobre las cosas que ocurrían en Catamarca, yo
    tenía una alumna que era hija de un funcionario
    político. Al otro día me llama el profesor B a
    dirección y me pregunta: vos dijiste esto, esto y esto,
    porque tenemos una denuncia del padre…bueno, mirá
    acordate que estas tratando con adolescentes (…) ¡Por
    suerte que me había atrevido a opinar! ". "Qué
    culpa tenía la chica si tenía 15 años" (…)
    "luego de esa época dictatorial del proceso todavía
    nos seguían persiguiendo, era como que existían
    resabios de esa época, no había una libertad
    total".

    En suma, al realizar un balance de estos años,
    expresa que " a través de los años una se pone a
    reflexionar sobre ese periodo y se pregunta por qué no
    enseñé de otra manera la historia, bueno no era
    culpa nuestra, era una formación que habíamos
    tenido en esa escuela".
    Las responsabilidades sobre el rol y
    el mandato docente son construidas desde ámbitos
    ministeriales y desde la conducción de la escuela. La
    enseñanza propuesta queda disociada del contexto
    social.

    ¿Qué consecuencias produjo, por lo tanto,
    esta disociación? " no enseñamos la verdad de la
    historia, esa es mi conclusión y no
    enseñamos…cuando asume Alfonsín hay un cambio que
    no es de la noche a la mañana. Despúes aprendimos
    que uno de los objetivos de la enseñanza de la historia
    era que el alumno emita un juicio crítico, equivocado o
    no, pero que lo emita, pero eso es lo que queremos lograr de
    nuestros alumnos".
    En este párrafo
    reaparece la democracia
    como panacea, como una forma de organización que impulsa
    "mágicamente" a cambios en los comportamientos de todos
    los actores sociales.

    Esta entrevista fue realizada a una docente en
    actividad. En el momento del Golpe de Estado tenía 10
    años de antigüedad en la docencia media
    y ejercía su profesión en una escuela media
    confesional y en una escuela media dependiente de la
    Universidad
    .

    Recuerda que en el momento del golpe en las escuelas en
    las que enseñaba "no se realizaron reuniones
    recomendando el retiro de bibliografía o programas en
    ninguna de las asignaturas".
    Aparentemente la
    institución escolar no sería abruptamente
    modificada en su perfil. Sin embargo, las consecuencias de la
    ruptura democrática se perciben, claramente, desde un
    primer momento en los cuerpos, cautivos de las purgas
    totalitarias " el golpe lo que me trajo fue la salida de la
    escuela Normal de Varones (…) sintomáticamente, sin
    mayores problemas, yo
    quedé sin las horas, porque los profesores titulares se
    hicieron cargo de las horas, yo era suplente, no sé
    porqué…recién en este instante lo
    pienso….cuando volvieron a tomar licencia se las dieron a otras
    personas".
    Esto no es un detalle menor, la cesantía de
    la docente obedeció probablemente a la militancia
    política de sus hermanos en el Partido Peronista.
    Además, desde la perspectiva de los ejecutores del
    proyecto del bloque cívico militar, ella no reunía
    las condiciones morales para enseñar normas y valores a
    los estudiantes "En el otro colegio seguí
    enseñando sin inconvenientes, despúes recién
    pensé, evidentemente como yo daba las materias de
    Formación Cívica que son ahora, claro, todas esas
    materias me las sacaron".

    Luego reconoce que con la consolidación de la
    Dictadura los contenidos y los textos de la Historia
    también fueron censurados, " por ejemplo dejó de
    circular la Historia de Bustinza, aparte de cambiar los
    contenidos, el nombre de las materias que se enseñaban, se
    cambió el nombre de Educación
    Democrática".

    Pero considera que, llamativamente en la escuela
    religiosa el control de la Dictadura fue mucho menor "Como yo
    me fui de la Escuela X no me acuerdo, en la escuela S no se
    hicieron reuniones". " yo por ejemplo (…) no tenía
    supervisor, porque venían de Buenos Aires,
    nunca llegaban, no venían los supervisores"
    .

    Esta aparente libertad para enseñar tenía
    límites precisos "poseía una conciencia muy
    clara de esa situación, pero en orden al colegio, yo
    hablé con la Hermana J y le dije que sí,
    también me habían comentado compañeras de
    otros lados que no se podía dar la "Asamblea del
    año 13" que era un tema conflictivo, que se daba con mucha
    reticencia en otros lados…por ejemplo el tema de la
    Revolución de Rusia en
    Historia Contemporánea, y yo le dije a la Hermana que en
    mi planificación estaba, y ella me dijo que no
    había problema…pensá que en el Colegio, la
    enseñanza siempre tuvo una orientación confesional
    y eso no cambió con el golpe, al contrario ese espacio era
    como mas libre".
    Esta continuidad en el mandato institucional
    cristiano del colegio lo hacía, desde el punto de vista de
    la docente, menos permeable a las crisis que los colegios
    dependientes del Estado ."yo en relación con docentes
    de otros lados, que tuvieron procesos en la
    Normal de Niñas, porque hablaban del proletariado, que
    planificaba junto con ellas, nunca tuve
    problemas".

    Entonces, ¿dónde estaban los
    límites de lo permitido?, el miedo aparece nuevamente como
    mecanismo regulador, " yo creo que había mas
    autocensura que directiva precisa en general, por esto del
    miedo".

    La presencia constante del miedo no impedía, sin
    embargo, que la docente se negara a ser una transmisora efectiva
    de contenidos, "en el colegio enseñaba Formación
    Moral y Cívica y yo me acuerdo claramente que yo marcaba
    que esto no era una democracia, que la Revolución
    Argentina era una dictadura y lo he dicho en la
    clase".

    Su discurso, crítico, sustancialmente enfrentado
    con la dictadura, no impactaba demasiado en sus alumnas, "se
    que las chicas en general del colegio no eran muy interesadas en
    ese aspecto, por eso me ha dolido dejar la Normal de Varones, los
    varones sí eran mas interesados…por esa cultura machista
    de Catamarca, ellos siempre militaban en política.
    Concretamente ellas estudiaban y bueno, no había
    problematización…en ese sentido Formación Moral y
    Cívica no fue una materia que les significara conflicto,
    porque ellas estaban en otra situación (…) las chicas de
    14 y 15 años no se planteaban el problema social,
    respondían a los mandatos cristianos de caridad, y nunca
    se me indicó enseña esto o lo otro, pude tener
    absoluta libertad en el colegio…posiblemente yo me censure en
    esos momentos, pero no era esa angustia que se sentía en
    otras escuelas".
    En estos párrafos, la entrevistada
    diferencia los perfiles del ser varón y ser mujer. Las
    "chicas" se desinteresaban de toda discusión sobre los
    problemas
    sociales y se abocaban a comportamientos de aceptación
    a lo instituido, preparándose para su rol futuro de esposa
    y madre. Los "chicos",por el contrario, ejercitaban capacidades
    para la crítica y la acción, propias de quienes, al
    salir de la secundaria, configurarían un espacio propio y
    protagónico en la sociedad.

    La docente recuerda la tensión constante entre
    los valores cristianos de la institución y la realidad
    cotidiana de la Dictadura "…cuando se llevaba a las chicas
    al Teatro Catamarca
    y se pasaban las películas acerca de la importancia del
    ejército y de la importancia de la democracia y se iba
    como forzada….se justificaba la guerra, cosa que era claramente
    anticristiano para nosotros como colegio confesional, cuando
    volvíamos les decía a las chicas que eso era
    anticristiano, mi postura de rebelión al gobierno militar,
    no era una postura militante políticamente, sino desde el
    evangelio".
    Reconoce, entonces, que la crítica al
    régimen era posible pero desde un rol despolitizado
    aparentemente, el peligro de represalias se evitaba al opinar
    desde una función catequística.

    Finalmente, sintetiza su valoración de este
    periodo expresando "concretamente el gobierno era
    anticristiano e hipócrita, porque usaba el tema de la
    defensa de la religión y de la
    Patria, cuando estaba atacando a los principios
    básicos del cristianismo".

    En esta entrevista expresa sus recuerdos una
    docente en actividad. En el momento del golpe enseñaba en
    dos escuelas capitalinas, tiene más de 50 años de
    edad.

    La docente inicia su testimonio precisando que "con
    el tiempo que ha transcurrido quizás no tenga
    precisión en los datos"
    y
    luego recuerda que en su experiencia personal la Dictadura ya en
    1976 intervino en su tarea docente porque "en algún
    momento planteamos en la escuela Normal la Historia
    Retrospectiva, vale decir, tomar como respaldo al presente y
    referenciarlo hacía atrás y vincularlo con los
    acontecimientos del presente…creo que fue una experiencia
    única, porque despúes se dejo esa modalidad de
    trabajo, porque no era dar solo lo moderno, sino que enraizarlo
    con cuestiones de la actualidad".

    Esta novedosa formar de planificar, que intentaba partir
    de lo cercano a lo lejano, implicaba en una realidad
    convulsionada "…un riesgo porque
    cuando estudiábamos la historia contemporánea
    teníamos que observar el mundo dividido en grandes bloques
    y para estudiar el bloque comunista teníamos que estudiar
    el marxismo.
    Cuando trabajamos concretamente sobre el marxismo,
    teníamos textos del "Manifiesto
    Comunista" y se encontraban en los libros de texto de la
    época…concretamente trabajábamos con Bustinza y
    Rivas, que era una forma más moderna de presentar la
    historia para el alumno secundario, ya que venía
    acompañada de textos documentales y con
    fotografías…y también trabajábamos con
    Drago que venía de la Editorial Stella, Drago tenía
    una orientación mas volcada hacia la Iglesia, y
    sobre todo venían textos de las encíclicas del
    Concilio Vaticano II, que también venían trabajando
    sobre esta temática del hombre pero
    desde una visión cristiana".

    Pero la docente valora los resultados de esta
    planificación en el aula "Este trabajo entusiasmaba
    mucho, lo que no hacíamos era vincular esta realidad con
    lo que estaba pasando en la Argentina, porque no era historia
    local lo que estábamos viendo. Sin embargo, esto me
    acuerdo que motivó una acción, fue en el año
    76, en la Escuela Normal, una denuncia de una profesora, jefa del
    Departamento, de que estábamos enseñando
    marxismo",
    la solidaridad entre
    los integrantes de la escuela se veía resquebrajada, una
    colega colaboraba con el régimen denunciando la
    "infiltración marxista" en la
    enseñanza.

    "Esa denuncia trajo una supervisión
    específica del Ministerio de la Nación. Vino una
    supervisora, muy criteriosa la mujer, revisó los libros de
    texto, los libros de tema de la escuela, revisó nuestras
    carpetas didácticas…¡Fueron momentos de mucha
    tensión y de mucho temor!…porque teníamos la
    presunción que esto podía significar quedarnos sin
    trabajo, y hablo en plural, porque en esa época
    preparábamos las clases con una colega que fue
    también observada".
    Observamos en estos
    párrafos un monitoreo de todo indicio posible de la
    presencia de contenidos peligrosos, de ideologías
    extremistas que pongan en peligro la formación de los
    adolescentes. Las docentes conservan su trabajo, todo gracias a
    que la supervisora era "criteriosa", nos permitimos preguntarnos,
    que habría ocurrido si la actitud de la supervisora
    hubiese sido distinta.

    Esta supervisora considera la tarea de las docentes
    correcta, "al final salimos libres de toda sospecha porque en
    realidad planteábamos los temas de la manera más
    objetiva posible. No se nos prohibió que
    enseñáramos esos temas pero despúes se
    prohibieron esos libros de texto porque salió una nota en
    un diario nacional en la que se fotocopiaban páginas del
    libro y con
    grandes titulares diciendo qué se enseñaba en los
    colegios y eso motivó que el ministerio sacara una
    circular prohibiendo a ese libro".

    Los motivos aparentes de la denuncia: la intensa
    campaña de la Dictadura a través de los medios de
    comunicación impulsando al colaboracionismo, toman una
    dimensión personal y mucho más miserable cuando la
    docente describe que "en realidad en los colegios donde
    trabajaba teníamos bastante libertad para armar las
    clases…ese problema que te contaba…se armó mas por
    problemas personales entre colegas, esta persona que nos
    denuncia, a su vez tenía ella misma el marido con
    problemas ideológicos con el gobierno, y ella
    prefirió echar un manto de sospecha sobre nosotras para
    alejarlas de ella",
    esto es, descargo culpas, entregando,
    señalando a otros como prueba de su propio
    sometimiento.

    El ejercicio de la libertad en la enseñanza era
    muy difícil, las acciones y el discurso de la Dictadura
    resquebrajaban los vínculos de solidaridad entre los
    integrantes de la comunidad
    educativa "…además había un clima de caza de
    brujas, en esto de ese temor de que las autoridades de que algo
    pudiera ensombrecer las tareas que se llevaban en la escuela y
    por eso se pidió la supervisión desde la escuela al
    Ministerio de la Nación. Fue como que no se querían
    comprometer y bueno…que vengan desde afuera para ver que hacen
    ustedes".
    En este "clima de caza de brujas", generado por la
    Dictadura, participaban activamente las autoridades "civiles" de
    la escuela, quienes ante posibles problemas derivaban
    responsabilidades y ofrecían a sus docentes para que
    fueran los militares los que juzgaran su compromiso con el nuevo
    orden.

    La docente valora el impacto de la Dictadura en la
    formación en valores y en la enseñanza de la
    historia de manera diferente, "en Educación
    Cívica que pasó a tener otra
    denominación…esa materia estaba muy vinculada a la
    ideología del momento…que condenar que
    salvar de la experiencia argentina, en Historia se
    mantenía la vieja tradición de la historia
    universal y argentina , allí no había
    tanta….se enseñaba la historia oficial…la que
    venía de la Academia".

    Finalmente, recupera el rol del docente como ejercicio
    de la libertad, aún en los momentos más
    difíciles, "los libros tenían una línea,
    pero en la clase la línea la pone el profesor, yo apelaba
    a otros materiales, a
    otros textos…sin llegar…digamos a querer hacer una
    enseñanza subversiva, contraria a lo que en ese momento
    estaba en boga (…) intentaba mostrar la realidad, cosas que
    estaban ocultas, problemas de pobreza, en fin,
    marcando cosas que eran verdad aunque no estuvieran en los libros
    de texto".

    Conclusión provisoria

    En la introducción de este trabajo partimos del
    supuesto de que la Dictadura ejerció un fuerte control
    sobre la institución educativa, la enseñanza de la
    Historia y las tareas docentes, como parte fundamental de un
    proyecto de hegemonía en la sociedad civil, destinado a la
    consolidación de una cultura autoritaria. Esta tarea era
    imposible sin la participación, en muchas ocasiones de
    buen grado, de un sector de civiles comprometidos con el
    autodenominado "Proceso de Reorganización
    Nacional".

    Esta estrategia
    adquirió en la provincia de Catamarca un perfil propio. A
    lo largo de esta ponencia hemos descrito y valorado las formas de
    represión cultural explícitas e implícitas
    de la Dictadura. A partir del análisis de los discursos y
    artículos periodísticos, así como de las
    entrevistas, podemos argumentar que Catamarca y la
    enseñanza misma de la Historia no fueron "islas" en un
    país atravesado por el terror y la desaparición de
    personas. Sin embargo, consideramos que aún nos resta
    camino para construir conclusiones definitivas.

    A esta tarea nos comprometemos y agradecemos muy
    especialmente a quienes recuerdan su vida, y se deciden a
    contarla.

    Bibliografía
    consultada

    LAUDANO, Claudia Nora. Las mujeres en los discursos
    militares
    . Ed. Página 12. Bs. As. 2000.

    LANZA; Hilda y FINOCCHIO; Silvia. Currículo
    presente, ciencia ausente. La enseñanza de la Historia en
    la Argentina de hoy
    . Miño y Dávila editores.
    Argentina. 1993.

    SCHULMAN, José Ernesto. La Rioja que resiste,
    Educación y lucha de clases
    . AMP Ediciones. Rosario.
    2002.

    LOZANO, Jorge Aceves. Historia Oral.
    Antologías Universitarias. México.
    1993.

    CAMPIONE, Daniel. Argentina y la escritura de
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    BLUSTEIN, Eduardo y ZUBIETA, Martín.
    Decíamos ayer, la prensa argentina
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    . Ed. Colihue. Bs. As. 1998.

    SEOANE, María y MULEIRO, Vicente. El dictador,
    la historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla
    .
    Ed. Sudamericana. Bs. As. 2001.

    CARDELLI, Jorge. La dictadura militar en la
    educación
    . En Canto Maestro, marzo de 1996.
    pág. 12 a 16. Bs. As. Argentina.

     

     

    Autor:

    Prof. PEREA, Jorge Alberto

    Facultad de Humanidades, Departamento "Historia",
    Cátedras "Introducción a la Historia",
    "Introducción a la Antropología" y "Didáctica Especial de la
    Historia"

    Categoría: Historia

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