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El FMI y el Banco Mundial, instrumentos de dominación imperial




Enviado por david



    "El abismo crece, no se reduce. La
    diferencia de ingresos entre
    los países más ricos y los más pobres que
    era de 37 veces en 1960, es hoy de 74".

    Fidel Castro Ruz

    "En la actualidad, el "nuevo" imperialismo
    no impone directamente su soberanía sobre los países o
    gobiernos subordinados. Actúa manipulando las fuerzas
    económicas del mercado, para
    lograr el beneficio de lo que llama capital
    imperial."

    James Petras

    Actualmente los politólogos, a la hora de
    analizar las relaciones Centro-Periferia y Centro-Semiperiferia
    en la "era de la
    globalización", utilizan- dentro de su discurso
    expresiones que hacen referencia a dos ideas fundamentales:
    hegemonía y dominación. En ambos casos se
    trata de conceptos imposibles de obviar, si se desea analizar la
    dinámica de las relaciones
    internacionales modernas y contemporáneas. A la hora
    de presentar estos conceptos, algunos tratadistas plantean que
    existen "un sin número de mecanismos utilizados por
    Washington para cumplimentar su proyección
    hegemónica"; una tendencia que obligatoriamente lleva a la
    meditación.

    A pesar de la multiplicidad de concepciones, enfoques,
    perspectivas de análisis y posiciones ideológicas
    que existen sobre hegemonía y dominación, debido a
    la diversidad de autores que lo utilizan, cuando se piensa en
    ellas, aparece necesariamente Antonio
    Gramsci. Para este autor, la concepción de
    dominación es concebida de dos formas. En primer
    lugar como sinónimo de poder, es
    decir, el ejercicio del poder de hecho por un determinado sector
    de la sociedad, lo
    cual le permite ejercer la función
    hegemónica, equilibradora de intereses diversos en la
    sociedad
    civil. Y en segundo lugar, la concepción de
    dominación vista como un sistema.

    La hegemonía es otro concepto que,
    para su comprensión, Gramsci lo divide en dos componentes;
    uno es el político, donde existe una
    supremacía de un grupo social u
    orden social sobre otros; y uno intelectual-moral, en el
    que categorías de pensamiento y
    sistemas de
    valores son
    aceptados como la verdad, como criterios epistemológicos y
    metodológicos determinantes.

    Immanuel Wallerstein, otro de los tratadistas, se
    detiene en el estudio de la hegemonía, como
    categoría político-económica. Para él
    la hegemonía se expresa cuando un Estado
    Nacional (especialmente los Estados Unidos
    después de la Segunda Guerra
    Mundial por ser el más fuerte económica,
    política y
    militar), posee una capacidad económica superior al resto
    del mundo, facilitándole hacerle competencia a
    cualquiera en sus propios mercados
    domésticos; posee una fortaleza militar sin igual;
    capacidad de crear alianzas; y es centro del mundo en lo cultural
    y núcleo, por tanto, de la alta cultura.

    Los estudios de Wallerstein incluyen un nuevo elemento
    dentro del concepto "hegemonía": el consenso
    del resto de las naciones del sistema, un
    consenso que confiere legitimidad a las acciones
    hegemónicas.

    La noción de dominación como sistema,
    constituida por la hegemonía, el liderazgo y la
    dominación en sí, es utilizada por las grandes
    potencias imperialistas para alcanzar sus proyecciones globales y
    hemisféricas.

    Los Estados Unidos son un ejemplo de ello. Durante toda
    su historia han
    demostrado posiciones cambiarias, proyecciones
    hegemónicas, de liderazgo y de dominación, que han
    sido asumidas en dependencia de su situación interna y del
    contexto internacional. América
    Latina fue y es un testigo fiel de tales actitudes.

    Resulta interesante no solo la multiplicidad de
    posiciones o proyecciones que puede adoptar el gobierno
    estadounidense dentro del sistema de dominación, sino
    también el sinfín de instrumentos con que cuenta
    para proyectarse. Desde finales del siglo XX, las naciones
    latinoamericanas están experimentando dos de esos
    instrumentos que los Estados Unidos utilizan en el hemisferio
    para cumplimentar su proyección hegemónica: el
    Fondo Monetario
    Internacional (FMI) y el Banco Mundial
    (BM).

    Al finalizar la Segunda Guerra
    Mundial, el gobierno norteamericano se vio obligado a
    abandonar el sistema de colonización política de la
    preguerra, por considerarlo improcedente. Los Estados Unidos
    sustituyeron tal sistema por uno que le permitiría
    continuar con el control y la
    explotación imperialista de los recursos
    naturales, la fuerza de
    trabajo y los
    mercados en las áreas periféricas del capitalismo; y
    evitar depresiones, como la de 1929-1933.

    A tales efectos, son creados el FMI y el BM, a partir de
    la Conferencia de
    Bretton Woods, en 1944 y de la reunión en Savannah,
    Georgia, convocada en marzo de 1946. Estas fueron dos instituciones
    diseñadas de forma tal que Washington pudiera dominar sus
    políticas e impulsar programas
    favorables a su aparato empresarial, por la vía de sus
    mecanismos de votación y membresía.

    Ambas instituciones, al ser constituidas, recibieron los
    calificativos de "multilaterales" o " internacionales". Sin
    embargo, fueron concebidas como parte del esquema de la "Pax
    Americana", para permitir a la presidencia imperial ejercer
    formas especificas de "bilateralismo selectivo".

    La noción cumbre de la estructura de
    tales instituciones "internacionales", se aprecia en el tema de
    la votación, que funciona bajo el principio de "un
    dólar, un voto". En el caso del FMI , según el
    artículo 3 sobre cuotas y suscripciones", sección
    II, inciso (c): "se requiere el 85% de los votos para la
    aprobación de cualquier iniciativa. Debido a esto
    según el capital que aporta Washington, cuenta con el
    14,17% del poder de voto, a contraste de China y la
    India, que
    cuentan con el 2,95% y el 1,93% respectivamente.

    Las cifras son bastantes semejantes en cuanto al BM. En
    el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (eje
    del grupo del BM) los Estados Unidos tienen el 16,39% de la
    cantidad total de votos (250 por país, más las
    acciones que poseen en el Banco) y en la Corporación
    Financiera Internacional, donde se gestionan las inversiones
    privadas a favor de las multinacionales de los Estados
    capitalistas centrales, concentran el 23,68%. Aunque en el BM se
    necesita para aprobar cualquier proyecto o
    resolución el 80% de los votos.

    Consecuentemente EE.UU., con este sistema, puede
    bloquear cualquier programa o
    acción
    que atente contra sus intereses, o contra los intereses europeos,
    basta con apoyar a los franceses, ingleses, o alemanes; y a la
    hora de promover sus iniciativas, aplican el mismo método,
    pero a la inversa, es decir, buscan el apoyo europeo.

    Los mecanismos para ofrecer préstamos por parte
    de estas instituciones financieras a los países
    latinoamericanos, permiten viabilizar la proyección
    hegemónica norteamericana y el proceso de
    dominación imperialista. La vía para conceder
    dichos préstamos o financiamientos es a través de
    acuerdos que poseen "cláusulas condicionantes", las cuales
    proponen "ajustes estructurales" sintetizados dentro del llamado
    Consenso de Washington. La aplicación de estas
    cláusulas especiales impositivas proponen condiciones
    concretas a las naciones receptoras, esencialmente presentadas
    como deberes a cumplir por los países firmantes, como
    requisitos indispensables para recibir el dinero y
    continuar recibiéndolo.

    Desde este punto de partida, estas condiciones, tienden
    a ser vistas como un recetario de medidas o políticas
    económicas. Todo un libro de
    recetas que cargan al Estado el control de la inflación,
    el ajuste presupuestal y contracción económica, la
    liberalización comercial y financiera, las
    transformaciones al marco jurídico para promover la
    llegada de inversión externa, etc.

    Las políticas de "estabilización
    macroeconómica" tienen como objetivos
    básicos desplazar el nivel de la producción, el crecimiento
    económico y del empleo, la
    ocupación de los factores productivos, por el control de
    la inflación y el mito-dogma del
    déficit fiscal y
    comercial; subordinando los primeros al control de los segundos.
    Forma parte del proceso más holístico de
    reestructuración desde y para el capital, que experimentan
    de modo un tanto diferenciado los países de América
    Latina.

    Para conseguir la estabilidad de precios, el
    equilibrio de
    la balanza de pagos
    y de las finanzas
    públicas propuestos por estas instituciones, resulta
    indispensable eliminar los "factores externos" que provocan el
    desequilibrio, y así evitar que los "mercados"
    actúen. Lo que se recomienda es contraer la demanda
    vía la reducción del déficit público
    y la contención salarial, lo que significa una
    redefinición no sólo del papel del Estado en la
    economía
    (relación Estado-mercado), sino también del pacto
    social (relación Estado-sociedad) y por supuesto de la
    relación capital-trabajo.

    La readecuación de los precios buscaría
    influir en el salario, en la
    tasa de
    interés, en el tipo de cambio
    y en los precios de los bienes
    públicos, con un ajuste del alza, para "proteger" los
    ingresos públicos, acompañado de una
    restricción del gasto social del gobierno, y del ataque al
    patrimonio
    público vía la privatización y extranjerización de
    activos
    públicos. Los esfuerzos de estabilización en las
    variables
    macroeconómicas claves son parte de todo un complejo y
    abigarrado proceso de recambio capitalista. Este proceso,
    después de la insalvable crisis del
    modelo de
    desarrollo
    basado en la industrialización sustitutiva de importaciones y
    su agravamiento por la conjunción con el
    sobreendeudamiento externo- emergió en el escenario
    latinoamericano de manera más clara desde 1982.

    La participación o imposición de las
    políticas del FMI, en el ajuste de las crisis de deuda y
    de balanza de pagos, implica la remodelación de las
    relaciones económicas y sociales precedentes, tanto al
    interior de la formación social, como en la
    relación de la economía
    mundial y la local. De este modo la actuación de los
    sujetos o actores sociales tiende a favorecer al capital
    financiero local y transnacional, a expensas de las clases
    productivas locales.

    El FMI en su "contribución" a la
    reestructuración de las economías del Tercer Mundo
    ha tenido una participación singular. Propone su apertura
    a las exportaciones y a
    los flujos de capital en momentos de expansión mundial;
    propicia la extracción y transferencia de plusvalor del
    Tercer Mundo hacia el Centro en épocas de crisis de
    deudas; e impone obligaciones
    económicas en períodos de ingresos en
    disminución o de recesión económica
    mundial.

    En este sentido, la retórica del logro de la
    estabilidad y la superación de la depresión
    económica, es una mascarilla que pasa a segundo
    término. La finalidad de las políticas del
    FMI no está en la estabilización de la
    economía; sino en la regulación de un grupo
    particular de relaciones económicas y en la
    consolidación de un grupo particular de intereses
    financieros. Es precisamente la actuación del FMI y la
    acentuación de sus políticas lo que transfiere la
    inestabilidad y la depresión de un grupo de actores
    internacionales a otros: de Norte a Sur, de los banqueros y
    financieros internacionales a los productores, del Capital a las
    clases
    sociales y desposeídas.

    Así, lo que el FMI y el BM llaman
    "estabilización" provoca desestabilización en las
    economías del Tercer Mundo. Una desestabilización
    inducida por la transferencia de valor y
    plusvalor al exterior que desestabiliza la reproducción y la vida de los trabajadores,
    al reducir sus ingresos directos e indirectos o al condenarlos al
    desempleo y la
    exclusión; y además desestabiliza al capital local
    menos dinámico, por la suspensión de créditos o su encarecimiento, las quiebras
    y bancarrotas.

    Esta mayor integración de los "mercados
    financieros domésticos" crea una mayor sensibilidad de
    la oferta
    monetaria a los movimientos en el tipo de cambio y las
    tasas de
    interés, un efecto que reduce la ya débil
    soberanía monetaria de los países latinoamericanos
    y las posibilidades de la "política de
    esterilización". En esencia porque logra reducir la
    liquidez de la economía que conserva su efecto
    contraccionista; pero no puede resolver las distorsiones
    provocadas en la esfera financiera, como son la falta de
    confianza y las dificultades para conservar un tipo de cambio
    estable.

    Las transformaciones macroeconómicas promovidas
    en los acuerdos de préstamo del FMI desataron en el
    escenario latinoamericano políticas de apertura comercial
    indiscriminada, de sobrevaluación cambiaria con
    finalidades anti-inflacionarias, de libertad a los
    flujos de capital de corto plazo y el mantenimiento
    de altas tasas de interés
    internas. Todo un conjunto de transformaciones que tuvieron un
    efecto bastante benéfico para la economía
    norteamericana, pues, por un lado incrementaron la exportación de sus productos a
    estas tierras, y por el otro, encontraron la colocación
    altamente rentable de sus capitales ociosos. Mientras, las
    economías latinoamericanas terminan dependiendo de las
    decisiones de los inversionistas institucionales norteamericanos
    que consideran a estas naciones como mercados marginales dentro
    de su portafolio de inversiones.

    Ahora, ¿cómo logran los Estados Unidos su
    proyección hegemónica en América Latina a
    través del FMI y el Banco Mundial?

    Existen un sinnúmero de ejemplos que evidencian y
    dan respuesta a esta pregunta. El caso de México da
    la posibilidad de ver cómo estas instituciones financieras
    "internacionales" imponen el paquete de reformas, en diversos
    sectores de las economías latinoamericanas, y como dichas
    economías se transforman en economías
    dependientes.

    Cuando se dan los primeros síntomas de
    agotamiento de los hidrocarburos
    a nivel mundial y de la trascendencia de su posesión,
    EE.UU. emprende un "proyecto colonizador" moderno. La Empresa
    Petróleos Mexicanos (PEMEX) fue uno de sus objetivos
    hemisféricos, y para cumplimentarlo utilizó uno de
    sus juguetes
    favoritos, el Banco Mundial.

    A partir de ese momento, el Banco Mundial, frente a los
    pedidos de financiamientos mexicanos, le "aconsejaba hacer
    eficiente" al sector de los hidrocarburos en el país. En
    los Country Strategy Papers de 1995, el BM instruyó al
    gobierno mexicano sobre la necesidad de incrementar "la
    iniciativa privada en el sector de los hidrocarburos", tanto para
    permitir que las firmas (multinacionales) compitan con PEMEX,
    como para permitir la venta
    pública de sus activos, bajo la promesa de enormes avances
    en la eficiencia.

    Tanto el BM, como el establisment norteamericano
    (representado en las multinacionales), consideran que PEMEX es un
    "serio impedimento" estratégico, político,
    comercial y empresarial, lo cual conciben como un
    obstáculo al buen desarrollo de la industria
    petroquímica "regional".

    Por eso el BM utiliza como estrategia el
    requerimiento al gobierno azteca de políticas para lograr
    el desmembramiento de PEMEX, y así facilitar la
    privatización de la gran empresa, a partir
    de una modificación dela legislación nacional.
    Desafortunadamente el esquema privatizador de la
    petroquímica se ha acelerado como resultado del
    desfinanciamiento crónico aplicado, al punto que muchos
    complejos petroquímicos han catalogado a PEMEX de
    "chatarra", por tanto la misma ha caído "al punto de
    venta", como lo denomina el BM.

    Permitir que se produzca una privatización,
    desnacionalización y desestatalización de empresas
    productoras de materias primas y recursos
    manufacturados en América Latina, llevaría a las
    economías latinoamericanas a un nivel de dependencia tal,
    que cualquier decisión a tomar por los gobiernos- con
    trascendencia en esa área- tendría que ser
    consultada con los grandes accionistas. Y en este punto
    está el centro del asunto, ¿quiénes son esos
    "grandes accionistas", que invirtieron ante la apertura
    empresarial nacional?. Se trata, precisamente, de las
    multinacionales norteamericanas.

    Y si nos guiamos por el criterio marxista sobre el Estado,
    como ese conjunto de órganos, instituciones que la
    clase
    económicamente dominante en una sociedad utiliza para
    defender sus intereses; y además, el principio de que la
    base económica determina la superestructura. Entonces,
    ¿de qué poder económico podemos hablar en
    los Estados latinoamericanos?. ¿Qué nivel de
    autodeterminación puede existir cuando es imposible tomar
    de forma unilateral las decisiones de política interna, y
    solo existe dependencia?.

    México no es el único país, ni el
    BM el único instrumento utilizado. Se podría
    mencionar igualmente el caso de Brasil, el
    gigante suramericano. Se comprende que con los recursos
    económicos de ese país, su nivel de
    producción, los resultados de su economía y sus
    proyecciones regionales, actuar sobre el mismo sería una
    utopía. Desafortunadamente no es así, los Estados
    Unidos no tienen límites en
    nuestro continente, ni en el mundo, a diario utilizan mecanismos
    para ser el Centro del Centro del mundo.

    En nuestro días la izquierda latinoamericana
    critica la política interna y externa del gobierno de Lula
    en Brasil. Un gobierno que por el Partido que se encuentra en el
    poder, de izquierda, hipotéticamente, debería
    asumir políticas favorables a los sectores más
    necesitados. Esto, sin excluir las evoluciones o involuciones que
    la
    organización ha tenido durante su vida, sobre todo por
    las fusiones, y
    pactos políticos "necesarios" para llegar al
    poder.

    ¿De dónde salió parte del financiamiento
    de la última campaña de Lula para ocupar la
    presidencia brasilera?

    En el 2002, Antonio Paloci, una de las principales
    figuras del PT, fue el mediador de un acuerdo de préstamo
    entre su partido y el Fondo Monetario Internacional, por una suma
    de 30 mil millones a pagar en 4 años. Las cláusulas
    de este convenio establecían que en caso de un triunfo de
    Lula, su gobierno debía aplicar una política
    económica de austeridad fiscal, con un superávit
    fiscal primario en el 3,75 % hasta el año 2005, para pagar
    a los accionistas y la deuda; además debería
    reducir el gasto
    público, respetar las empresas privadas, aumentar las
    tasas de interés para atraer capitales especulativos,
    despedir empleados del sector
    público, promover las élites agroexportadoras y
    continuar las negociaciones para la implementación del
    ALCA.

    Todas estas "gestiones" impuestas al gobierno de Lula
    provocaron salirse del marco de las promesas y las
    políticas sociales que lo llevaron al poder durante su
    campaña electoral. Presiones que llevaron a un
    "doblegamiento" de Lula a las políticas del FMI, como
    declarara Petras en una de sus entrevistas.

    En fin, todo un conjunto de cambios que me llevan a
    meditar sobre las características de este gobierno, es
    decir, su política económica, su política
    social, sin negar que Lula ha detenido las políticas
    de privatización que caracterizaron al período
    presidencial de Cardoso. Porque, aunque Lula deseara aplicar
    políticas sociales contrarias a lo pactado, el monitoreo
    del Fondo no se lo permite. Y para colmo, ahora está
    acordando acceder a nuevos créditos por un total de 14 000
    millones de dólares, solo que en este caso el FMI desea un
    superávit de 4,25 % del PIB.

    Si quisiéramos criticar las nuevas peticiones de
    créditos de estos países al FMI, las causas
    tendríamos que buscarla en las propias condiciones
    acordadas con anterioridad. ¿Cómo se puede mantener
    una Economía con tasas de interés tan altas como
    las que "propone" esta institución?

    Como hemos podido apreciar estas dos instituciones se
    transforman en lo que James Petras ha denominado "cogobiernos" o
    en partidos
    políticos especiales, no por ser extranjeros, sino por
    el poder que tienen dentro de los sistemas políticos de
    los países latinoamericanos. Cogobiernos y partidos
    políticos que representan los intereses, nada más y
    nada menos que de los grandes socios del FMI y el BM, donde
    encontraremos entre ellos a los Estados Unidos.

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    Rafael García Collada

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