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Literaturas




Enviado por anev_diaz27



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    1. Literatura
      latina
    2. Literatura
      griega
    3. Literatura
      hebrea
    4. Literatura
      india
    5. Literatura
      portuguesa
    6. Literatura
      francesa
    7. Literatura
      alemana
    8. Literatura
      inglesa

    LITERATURA LATINA

    Literatura latina, literatura de la Roma antigua, y
    de gran parte de Europa occidental
    durante la edad media y
    el renacimiento,
    escrita en latín.

    LA TRADICIÓN LATINA

    Las primeras manifestaciones de la literatura
    latina proceden del siglo III a.C. Después fue
    evolucionando y transformándose, a través de
    distintos géneros y formas. La desintegración del
    Imperio romano y
    el desarrollo
    gradual de las lenguas románicas a partir del latín
    vulgar (la lengua no
    literaria del pueblo llano) no afectó durante siglos la
    posición del latín como lengua literaria
    predominante en Europa occidental. La literatura latina, en una
    forma cristianizada, continuó desarrollándose
    durante la edad media, cuando el latín era la lengua
    oficial de la Iglesia
    católica. Con la aparición del humanismo, en
    el siglo XIV, y su énfasis por recuperar las formas
    clásicas del mundo antiguo, se dio un nuevo impulso
    creativo al latín, que se mantuvo hasta el siglo XVII.
    Hasta no hace mucho tiempo, en la
    cultura
    occidental el
    conocimiento de la literatura clásica latina
    (así como de la griega) era considerado condición
    necesaria de una sólida educación.

    CARACTERÍSTICAS DE LA LITERATURA
    LATINA

    La literatura romana se modeló a
    partir de la literatura
    griega y sirvió a su vez como referencia
    básica, especialmente en el renacimiento,
    para el desarrollo de las literaturas europeas posteriores. Por
    su estrecha dependencia formal de los modelos
    griegos, los escritores latinos ensalzaron las cualidades
    específicas de la cultura romana y, lo que es más
    importante, casi todos los escritores romanos contribuyeron con
    sus escritos a la misión
    civilizadora de Roma en el mundo. Los logros más
    importantes de la literatura latina se encuentran en la poesía
    épica y lírica, en la retórica, la historia, el drama
    cómico y la sátira, género
    literario que los romanos inventaron.

    PERIODO PRIMITIVO

    La literatura latina se inicia con Livio
    Andrónico, que llegó a Roma siendo un esclavo de
    habla griega. Tradujo en verso el poema épico de Homero, la
    Odisea, al latín, y escribió las primeras
    piezas dramáticas en esta lengua, así como
    traducciones de obras griegas. El primer escritor romano nativo
    fue Gneo Nevio (270-201? a.C.), que siguió el ejemplo
    de Livio Andrónico. Sus comedias tuvieron mucho éxito.
    Compuso también el Bellum poenicum, un poema
    épico sobre la primera de las guerras
    púnicas entre Roma y su rival Cartago. Sin embargo, el
    primer escritor romano verdaderamente importante fue Quinto
    Ennio, famoso por sus Annales, un poema enérgico y
    vigoroso que cuenta la historia de Roma y sus conquistas en
    versos hexámetros adaptados con éxito del griego al
    latín. El esfuerzo pionero de Ennio sirvió como
    modelo para la
    épica romana y fue muy imitado por poetas posteriores que
    refinaron las asperezas de su estilo.

    Sólo se conservan fragmentos
    diseminados de estos primeros escritores, pero disponemos de 21
    obras de teatro del primer
    dramaturgo importante de la literatura romana, Plauto. La comedia
    fue la más importante aportación romana al
    desarrollo del drama; las obras ágiles de Plauto sirvieron
    de modelo a la comedia europea posterior y han sido representadas
    e imitadas hasta hoy. Su mundo de amos ignorantes, esclavos
    astutos, doncellas inocentes y jóvenes sin esperanza que
    se enamoran absurdamente, fue heredado por el segundo autor
    romano de comedias, Terencio. Sus obras son quizá menos
    divertidas pero más conmovedoras que las de su
    predecesor.

    Catón el Viejo, político
    conservador y enemigo implacable de Cartago, fue el primer
    maestro de la prosa romana. Orador hábil,
    proporcionó los primeros modelos a la retórica
    romana. Su tratado sobre agricultura,
    De agri cultura, aún se conserva. El gran maestro
    de la sátira, un género supuestamente inventado por
    Ennio, fue Cayo Lucilio, que introdujo el uso de palabras
    mordaces que ridiculizan despiadadamente una gran variedad de
    locuras humanas, tanto en el terreno privado como en el
    público. Sólo se conservan fragmentos de su
    obra.

    LA EDAD DE ORO:
    POESÍA

    El precursor de la época
    más brillante de la poesía romana fue Lucrecio,
    cuyo poema didáctico De rerum natura argumenta en
    versos elocuentes que los dioses no intervienen en asuntos
    humanos. Su finalidad era liberar a la gente de la
    superstición y del miedo a la muerte.
    Catulo, el primer gran poeta lírico en latín, se
    inspiró en modelos griegos. Sus poemas largos
    son complejos y eruditos, pero le caracterizan en mayor medida
    los poemas líricos más cortos, algunos de los
    cuales son puras declaraciones de amor a una
    mujer llamada
    Lesbia o están dedicados a su hermano muerto. En otros
    saca a relucir la vena de su ingenio mordaz e hiriente contra sus
    enemigos políticos. Su palabra rigurosa e intensa ha sido
    una fuerza
    impulsora en la historia de la lírica europea desde el
    redescubrimiento de su obra a comienzos del
    renacimiento.

    Reconocido como el más grande de
    los poetas latinos, tanto en vida como en tiempos posteriores,
    Virgilio escribió al principio de su carrera las
    Églogas, diez poemas pastorales que se convirtieron
    en modelos permanentes en su género. A estas siguieron las
    Geórgicas, poemas sobre la vida de los
    agricultores. Sin embargo, la obra maestra de Virgilio es la
    Eneida, un poema épico que narra cómo el
    héroe troyano Eneas viajó a Italia para
    encontrar el asentamiento donde se fundaría Roma. En este
    complejo poema, inspirado en la obra de Homero, contrasta el
    deseo de paz con la admiración tradicional de la virtud
    militar.

    El amigo de Virgilio, Horacio, se
    convirtió en el maestro de la oda adaptando
    hábilmente los metros griegos al latín. De su mejor
    poesía se desprende también un elegante sentido del
    humor. La tradición de la elegía de amor, que
    empezó Catulo, fue continuada de una manera tierna y
    melancólica por Alibio Tibulo (c. 48-19 a.C.).
    El último de los tres libros que se
    le atribuyen incluye poemas de amor directos y conmovedores
    escritos por su contemporánea Sulpicia, los únicos
    poemas que se conservan de una mujer romana.

    Más dinámicas y complejas
    son las elegías de amor escritas por Sexto Propercio,
    registros
    turbulentos de sus difíciles amoríos con Cintia. La
    tradición elegíaca concluyó con la obra de
    Ovidio, que cultivó el género de una manera
    festiva. Prolífico poeta, es más conocido por su
    Ars amatoria, y por su obra más importante, la
    Metamorfosis, un largo poema que constituye una
    recuperación de gran parte de los mitos
    antiguos.

    LA EDAD DE ORO: PROSA

    La edad de oro de la poesía
    romana se correspondió con la de la prosa. El autor
    más destacado, Cicerón, fue un político y
    orador cuya retórica se convirtió en un modelo para
    la oratoria
    europea posterior. Los discursos
    más conocidos de Cicerón son los que
    profirió contra el conspirador político Catilina,
    pero otros muchos son igual de oportunos y certeros, por el
    magistral uso que hace de los ritmos y cadencias de la lengua
    latina, conjugados para alcanzar efectos persuasivos y
    contundentes. Cicerón destacó también con
    obras en prosa de un estilo más relajado, tratados sobre
    retórica y filosofía tales como los famosos textos
    sobre la amistad y los
    tiempos pasados. También se conserva gran parte de su
    reveladora y extensa correspondencia.

    Igualmente famoso como escritor de prosa fue
    el contemporáneo de Cicerón, Julio César.
    Sus comentarios claros y enérgicos sobre La guerra
    civil
    y Comentarios sobre la guerra de las Galias
    (De bello civili y De bello gallico) también
    se convirtieron en importantes modelos en su género. El
    principal historiador romano fue Tito Livio, que escribió
    la larga historia de Roma Ab urbe condita, también
    conocida como Décadas, de la que sólo se
    conserva cerca de una cuarta parte y que continúa siendo
    una fuente básica de este periodo.

    LA EDAD DE PLATA

    A la edad de oro siguió
    lo que a menudo se conoce como la edad de plata de la literatura
    latina, en el siglo I d.C.; aunque sobrepasada por el brillo
    del siglo anterior, durante este periodo se produjo un valioso
    conjunto de obras importantes. La Eneida de Virgilio
    pareció consumar hasta tal punto la perfección del
    género épico que los poetas posteriores tuvieron
    más dificultades que ayudas por su ejemplo. Sin embargo,
    Lucano, cuya epopeya Farsalia narra incidentes de la
    guerra civil romana con un estilo animado, y Publio Papinio
    Estacio, un escritor muy admirado en la edad media, supieron
    abordar eficazmente la tradición épica. La
    Tebaida (91?), obra principal de Estacio, es una epopeya
    vigorosa y poco organizada que lleva al límite las formas
    del estilo virgiliano. Figura descollante de la edad de plata fue
    Séneca, tutor del famoso emperador Nerón.
    Séneca expuso las doctrinas de la filosofía estoica
    en cartas y tratados
    que tuvieron una gran influencia. Escribió varias
    tragedias que exploraban el tema del mal y sus consecuencias, la
    omnipresencia de la muerte, la
    culpa voluntaria e involuntaria, la pasión y el abuso de
    poder.

    Durante este periodo se produjeron obras
    de interés
    en varios estilos satíricos. El esclavo Fedro, que se
    convirtió en hombre libre
    con el emperador Augusto, escribió en verso versiones
    latinas de las populares fábulas
    del griego Esopo. El escritor más original de su
    época fue tal vez el galante Petronio, cuyo sorprendente
    Satiricón (60?), una extensa obra en verso y prosa
    de la que sólo se conserva parte, es una narración
    enormemente entretenida que describe vivamente un amplio conjunto
    de excesos humanos. La sátira en verso está
    representada por el áspero y complejo Persio y el amargo,
    pero entretenido, Juvenal. La más corta de las formas
    poéticas, el epigrama, fue perfeccionada por Marcial,
    cuyos versos socarrones e ingeniosos son un modelo en su
    género.

    La prosa del siglo I d.C.
    incluye la obra de varios escritores didácticos notables.
    Plinio el Viejo fue un autor prolífico cuya Historia
    natural
    sirvió durante generaciones como modelo de
    libro de
    texto sobre
    historia natural. La Institución oratoria (95?) del
    retórico Quintiliano es también un estudio
    importante dedicado a la teoría
    y práctica de la oratoria, que incluye además
    algunas de las críticas literarias romanas más
    equilibradas. Varios destacados historiadores escribieron
    también durante este periodo. Cornelio Tácito
    relató dramáticamente los acontecimientos de su
    época y la que lo precedió en sus Historias
    y Anales; escribió asimismo una famosa descripción de Germania y sus habitantes,
    Germania (98?). La vida de los Césares
    (121?), de Suetonio, es famosa por sus animadas biografías de los
    césares y su, a menudo, demoledora descripción de
    lo que para los lectores actuales es el periodo más rico
    de la historia romana.

    ÚLTIMO PERIODO

    Durante los siglos siguientes, la
    literatura romana declinó al mismo tiempo que la fortuna
    política
    del Imperio, pero destacaron unas pocas figuras. La
    Metamorfosis (también conocida con el título
    El asno de oro) de Lucio Apuleyo es una narración
    en prosa entretenida que incluye la historia, elegantemente
    relatada, de Cupido y Psique. En el siglo IV sobrevino un
    último impulso literario pagano con el sabio y perspicaz
    Ambrosio Teodosio Macrobio, que escribió una especie de
    sumario de la antigua cultura en su Saturnalia.

    PRIMEROS ESCRITOS CRISTIANOS

    Las primeras manifestaciones de escritura
    cristiana en latín se superponen a la última
    escritura pagana. El primer escritor cristiano importante fue
    Tertuliano, un maestro de la prosa. Uno de los escritores
    cristianos más influyentes de su época fue el padre
    de la iglesia san Ambrosio, conocido sobre todo por su
    correspondencia y por sus himnos. Aurelio Clemente Prudencio
    inauguró una nueva tradición en la poesía
    cristiana al emplear recursos de la
    literatura pagana para propósitos cristianos. Su
    Psychomachia, que presenta el alma como
    campo de batalla donde luchan las virtudes y las vicios,
    introdujo el uso de la alegoría en la poesía
    cristiana.

    La prosa cristiana estuvo dominada por
    dos padres de la Iglesia: san Jerónimo y san
    Agustín. La obra más importante de san
    Jerónimo fue la traducción de la Biblia. Conocida como la
    Vulgata, ha sido la versión modelo en latín desde
    entonces, y ha influido enormemente en la prosa latina y
    europea.

    La figura de san Agustín fue
    una de las más trascendentales en el pensamiento
    europeo medieval y renacentista. Sus obras principales, La
    ciudad de Dios
    (413-426) y las Confesiones (400?),
    emplean el estilo clásico de la retórica
    ciceroniana de manera conmovedora y personal para
    expresar un sentimiento de convicción cristiana. Otras
    obras de esta época, no especialmente cristianas en cuanto
    a su orientación, tuvieron una gran repercusión en
    el pensamiento cristiano posterior. De nuptiis Philologiae et
    Mercurii
    (400?) es el título que se popularizó
    de una curiosa obra de Marciano Minneo Félix Capella, que
    proporcionó a la cultura cristiana europea un medio para
    organizar el conocimiento
    secular representado por las siete artes liberales, el
    trivium y el quadrivium. De consolatione
    philosophiae,
    del cónsul Boecio, describe con
    maestría y sosiego cómo la vida espiritual puede
    ser una fuente de paz interior en tiempos adversos.

    LITERATURA LATINA DE LA EDAD MEDIA

    La literatura latina medieval prosigue la
    tradición de la literatura cristiana primitiva. San
    Isidoro de Sevilla reunió un compendio de la cultura de su
    época en los veinte libros de las
    Etimologías (623), que sirvieron como obra de
    referencia durante la edad media tardía. El género
    histórico fue también importante durante este
    periodo, con algunas obras interesantes desde el punto de vista
    literario. En el 731, el inglés
    Beda el Venerable escribió versos en latín,
    además de concluir una inestimable historia de la Iglesia
    en su país. La obra en prosa más admirada de su
    época fue la biografía de
    Carlomagno escrita por el erudito franco Einhard.

    La corte de Carlomagno reunió a un
    notable grupo de
    poetas. Destacan entre ellos el erudito inglés Alcuino de
    York y el sabio arzobispo de Maguncia Rabanus Maurus, que pudo
    ser el autor del magnífico himno "Veni Creator Spiritus".
    También fue esta una época de ejemplos notables en
    poesía litúrgica. La forma conocida como secuencia,
    cantos en latín para ser ejecutados durante la misa,
    surgió en el siglo IX y está particularmente
    asociada a Notker Balbulus, de la abadía de
    Gall.

    Diversas clases de poemas largos fueron
    también característicos de la primera época
    de la edad media. La historia de Reynard the Fox, una
    fábula de animales,
    apareció en versos latinos en el siglo X. También
    se escribieron poemas épicos más serios.
    Especialmente notable es el poema heroico Waltharius,
    atribuido al monje suizo Ekkehard I el Viejo, basado en la vida
    del rey Walter de Aquitania.

    Gran parte de la mejor poesía
    de la edad media fue anónima, en especial los versos
    líricos de la literatura goliárdica, escritos por
    estudiantes y monjes vagabundos, que cantaban los placeres de la
    bebida y el amor
    carnal, y ridiculizaban al clero y a la poesía devota
    tradicional. Estos poemas anónimos se conservan en varios
    manuscritos. Uno de los más conocidos es Carmina
    Burana
    . Mientras tanto continuó escribiéndose
    poesía religiosa, con ejemplos destacados como la
    secuencia conmovedora, también usada como himno, "Stabat
    Mater Dolorosa", de Jacopone da Todi, y el impresionante "Dies
    Irae", del fraile italiano Tomás de Celano.

    Se conserva un número considerable
    de obras de teatro religiosas medievales que son antecesoras
    directas del drama moderno. Desarrolladas en un contexto de
    servicios
    litúrgicos, incluyen las formas conocidas como misterios
    (véase Autos). La monja germana Hrosvitha
    adaptó las técnicas
    dramáticas de Terencio a temas cristianos con resultados
    curiosos. Sin embargo, al margen de su obra, estos dramas son, en
    su mayor parte, anónimos.

    La prosa de ficción fue
    también cultivada dentro de la literatura en latín
    popular, generalmente en forma de cuentos
    cortos; ejemplos de ellas son las colecciones ampliamente
    leídas del siglo XIII que se conocen por Gesta
    romanorum.
    La Legenda aurea, una colección de
    vidas de santos (véase Hagiografía) del
    arzobispo de Génova Jacobo de Voragine, también fue
    muy popular.

    Durante este periodo el latín
    sirvió como lengua de cultura en Europa y se conserva un
    vasto conjunto de prosa especializada, como la filosofía
    escolástica. Algunos filósofos, como el sabio francés
    Abelardo, escribieron obras de mérito literario. Sus
    poemas de amor y canciones seculares se han perdido, pero se
    conservan sus himnos religiosos y la correspondencia intensa y
    conmovedora con su querida Eloísa. Dos obras importantes
    del poeta erudito Alain de Lille, Anticlaudianus y De
    planctu naturae,
    son intentos alegóricos y
    filosóficos por determinar el lugar de los seres humanos
    en el universo
    natural. Pese a que los escritores empezaron a emplear las
    lenguas vernáculas cada vez más, los tratados
    técnicos continuaron escribiéndose en latín.
    El gran poeta italiano Dante Alighieri empleó la lengua
    latina en tratados sobre el papel de la monarquía (De monarchia) y sobre los
    usos de la lengua italiana (De vulgari
    eloquentia
    ).

    LA LITERATURA LATINA DEL RENACIMIENTO

    La última gran época de
    creatividad en
    latín, el renacimiento, se concretó en la obra del
    humanista italiano Petrarca en el siglo XIV. El humanismo fue un
    movimiento que
    pretendía recrear la experiencia clásica reviviendo
    el lenguaje,
    el estilo y los géneros de la literatura latina. La obra
    en latín más lograda de Petrarca incluye
    Secretum (1343), donde el poeta monologa y se somete a
    interrogatorio, así como su extensa correspondencia, en
    prosa y verso. La tradición de la prosa humanista en
    Italia fue continuada por escritores como Poggio, famoso por una
    brillante crónica de la Florencia de la época y por
    su Facetiae (1438-1452), una colección de
    divertidos relatos.

    Durante el renacimiento, el latín
    continuó siendo la lengua técnica e intelectual en
    Europa. Los estudios lingüísticos del humanista
    italiano Lorenzo Valla abrieron el camino a eruditos futuros y
    tuvieron una enorme trascendencia en el pensamiento y el estilo
    literario de la época. En el campo literario destacan los
    escritos filosóficos de Marsilio Ficino, que trató
    de conciliar el platonismo con el cristianismo,
    y los de Giovanni Pico della Mirandola, famoso por su De
    hominis dignitate oratio
    (1486).

    Al mismo tiempo que se desarrollaba
    la prosa en latín en la Italia del renacimiento, hubo una
    notable producción en verso. El mejor poeta fue
    Giovanni Pontano, en cuya obra se conjugan el vigor
    erótico y la exaltación de la vida familiar. Un
    exiliado griego, Michael Marullus, escribió vehementes
    himnos en latín dirigidos a los dioses paganos, y el
    humanista florentino Poliziano escribió poesía
    tanto en latín como en italiano. La obra de Marco Girolamo
    Vida incluye un importante tratado en verso sobre el arte de la
    poesía, Ars poetica, y su Christiad (1535)
    es quizá lo más parecido a una epopeya renacentista
    en latín. El tratado De arte dicendi (1556), del
    español El
    Brocense, es un ejemplo de las gramáticas prácticas
    comunes en la época.

    Otras latitudes de Europa también
    fueron escenario de una obra excelente en latín que
    continuó la tradición iniciada en Italia. Entre las
    más significativas, destaca la del sabio humanista
    holandés Erasmo, cuya amplia producción incluye el
    divertido Elogio de la locura (1511). El estadista
    inglés Tomás Moro, amigo de Erasmo, escribió
    una obra visionaria en latín, Utopía (1516),
    que continúa siendo significativa en el pensamiento
    político occidental. La novela en
    latín más conocida del Renacimiento es
    Argenis (1621), del poeta y satírico escocés
    John Barclay. Entre la poesía escrita en latín
    más difundida en Europa se encuentra el apasionado
    Basia, del escritor holandés Johannes Secundus. El
    galés John Owen fue famoso por sus epigramas en
    latín. La tradición de la poesía latina en
    el norte de Europa continuó en el siglo XVII. Dos poetas
    jesuitas,
    Casimir Sarbiewski de Polonia y Jacob Balde de Alsacia,
    escribieron una poesía horaciana admirable de tema
    cristiano.

    LITERATURA GRIEGA

    Literatura
    griega, literatura de los pueblos de habla
    griega desde finales del segundo milenio a.C. hasta la
    actualidad. Se desarrolló como expresión nacional
    con escasas influencias exteriores hasta el periodo
    helenístico y tuvo un efecto formativo en toda la
    literatura europea posterior. Véase también
    Grecia.

    EL PERIODO PRIMITIVO

    Los escritos del periodo primitivo de la
    literatura griega son, casi en su totalidad, textos en verso.
    Para detalles sobre la métrica y otros elementos de la
    estructura del
    verso, véase Versificación. Para más
    detalles sobre los dialectos griegos mencionados,
    véase Lengua griega.

    Poesía épica

    Los primitivos habitantes de Grecia, los
    pueblos de las civilizaciones egea y micénica, poseyeron
    una literatura oral compuesta en su mayor parte por canciones que
    hablaban de las guerras, las cosechas y los ritos funerarios. Los
    helenos se apropiaron de estas canciones en el segundo milenio
    a.C. y, aunque no se conserva ningún fragmento, los cantos
    de los aedos dedicados a los héroes prefiguran la
    poesía épica.

    La épica griega alcanzó su
    máximo esplendor con la Iliada y la Odisea
    de Homero, aunque se cree que pueden ser obra de una
    sucesión de poetas que vivieron a lo largo del
    siglo IX a.C. (véase Poesía
    épica; Poesía). Escritos en dialecto jónico
    con mezclas
    eólico, la perfección de sus versos
    hexámetros dáctilos indica que los poemas son la
    culminación, más que el principio, de una
    tradición literaria. Los poemas épicos
    homéricos se difundieron en las recitaciones de cantores
    profesionales que, en sucesivas generaciones, alteraron el
    original, actualizando el lenguaje. Esta
    tradición oral se mantuvo durante más de cuatro
    siglos.

    Otros acontecimientos míticos y heroicos que
    no se celebran en la obra homérica o que no se narran en
    su totalidad, se convirtieron en el argumento de varios poemas
    épicos posteriores, algunos de cuyos fragmentos se
    conservan. Un grupo de estos poemas épicos, compuestos
    entre 800-550 a.C., por un número indeterminado de
    poetas conocidos como poetas cíclicos, tratan de la guerra
    de Troya y la expedición de Los Siete contra Tebas. Entre
    los poetas épicos conocidos, casi todos posteriores, se
    cuentan Pisandro de Rodas, autor de la Heracleia, que
    trata de las hazañas del héroe mitológico
    Hércules; Paniasis de Halicarnaso, que escribió una
    obra también llamada Heracleia, de la que
    sólo se conservan algunos fragmentos, y Antímaco de Colofón o Claros, autor
    de la Tebas y considerado fundador de la llamada escuela de
    poesía épica. Antímaco influyó
    poderosamente en los poetas épicos alejandrinos
    posteriores (véase, más adelante, el periodo
    helenístico).

    La crítica textual contemporánea
    ha establecido que varias de las obras atribuidas en un principio
    a Homero son de autoría posterior. Las más
    tempranas son, probablemente, los llamados 34 himnos
    homéricos, fechados entre el 700 y el 400 a.C., una
    magnífica serie de himnos a los dioses escritos en
    hexámetros dactílicos. Entre otros poemas
    semejantes destaca la burlesca
    Batracomiomaquia.

    Poco después de Homero, el poeta
    Hesíodo escribió su obra principal, Los trabajos
    y los días,
    compuesta también en dialecto
    jónico con algunas mezclas de eólico. Es el primer
    poema griego que abandona la leyenda o el mito para
    centrarse en la vida cotidiana, las experiencias y pensamientos
    de un granjero beocio. La Teogonía, normalmente
    atribuida a Hesíodo, aunque algunos críticos la
    consideran posterior, narra el nacimiento del orden a partir del
    caos y el de los dioses.

    El dístico elegíaco se
    popularizó en toda Grecia durante el siglo VII a.C. y se
    utilizó en composiciones de todas clases, desde canciones
    fúnebres a canciones de amor. El primer autor conocido de
    elegías fue Calino de Éfeso. Otros famosos poetas
    elegíacos primitivos fueron Tirteo de Esparta, Mimnermo de
    Colofón, Arquíloco de Paros, Solón —el
    primer poeta ateniense— y Teognis de Megara.

    Se cree que el creador del verso
    yámbico fue Arquíloco, que lo utilizó
    ampliamente en sátiras mordaces. Solón y muchos
    otros poetas también lo usaron en poemas reflexivos.
    Puesto que representa los ritmos de la antigua habla griega con
    mayor fidelidad que ningún otro metro, el verso
    yámbico empezó a emplearse también en el
    diálogo de
    las tragedias, en la forma de trímetro yámbico. Las
    fábulas de Esopo se escribieron originalmente en
    trímetros yámbicos, aunque los textos que han
    llegado hasta nuestros días datan de mucho tiempo
    después (véase Fábula).

    Poesía lírica

    La poesía lírica procede de
    canciones acompañadas de la lira, y en la antigua Grecia
    había dos tipos principales, la personal y la
    coral.

    La lírica personal se
    desarrolló en la isla de Lesbos. El poeta y músico
    Terpandro, que había nacido en Lesbos pero que
    vivió casi toda su vida en Esparta, está
    considerado como el primer poeta lírico griego porque fue
    el que antes compuso música y
    poesía. La mayor parte de sus poemas eran nomos o himnos
    litúrgicos en honor de Apolo, y cantados por un solo
    intérprete acompañado de la lira.

    Después de Terpandro aparecieron
    en el siglo VII a.C. los grandes poetas de Lesbos. Los
    poemas líricos de Alceo, inventor de la estrofa alcea,
    hablan de temas políticos, religiosos e intimistas. Safo,
    la poetisa más importante de la antigua Grecia,
    creó la estrofa sáfica aunque escribió
    también en otras formas líricas. Sus poemas de amor
    y amistad se encuentran entre los más apasionados y mejor
    trabajados de la tradición occidental. Los poetas
    lésbicos, así como varios poetas líricos
    posteriores de otras ciudades griegas, compusieron en dialecto
    eólico.

    En el siglo VI a.C., el poeta
    Anacreonte escribió alegres poemas sobre el vino y el amor
    en varios metros líricos; sus obras posteriores, similares
    en tono y tema, se conocen como anacreónticos.
    También escribió dísticos (pareados)
    elegíacos, epigramas y poemas en metros
    yámbicos.

    La lírica coral surgió en
    el siglo VII a.C. obra de poetas que escribieron en
    dialecto dórico, dominante en la región de Esparta,
    y que se utilizó incluso en épocas posteriores
    cuando los poetas de otros lugares de Grecia adoptaban este
    género lírico. Los poetas espartanos fueron los
    primeros en escribir de esta forma canciones para celebraciones
    públicas religiosas. Más tarde lo hicieron para
    celebrar triunfos personales, como, por ejemplo, una victoria en
    los juegos
    olímpicos.

    Taletas, que viajó de Creta a
    Esparta para sofocar una epidemia con himnos corales a Apolo, fue
    probablemente el primer poeta lírico coral. Le siguieron
    Terpandro, que escribió tanto poemas líricos
    intimistas como corales; Alcmán, autor sobre todo de
    partheneia, es decir, himnos procesionales corales
    cantados por un coro de doncellas y de carácter parcialmente religioso, de tono
    más ligero que los himnos a Apolo; y Arión, posible
    creador del ditirambo (forma poética en honor a Dioniso) y
    del estilo trágico, que se utilizó ampliamente en
    el drama griego. Entre los grandes escritores posteriores de
    poemas líricos corales se encuentran el poeta siciliano
    Estesícoro, contemporáneo de Alceo, que introdujo
    la forma ternaria de la oda coral, consistente en series de
    grupos de tres
    estrofas; Íbico de Reggio, autor de un largo fragmento que
    se conserva de una oda coral ternaria y de poemas líricos
    personales eróticos; Simónides de Ceos, cuya
    lírica coral incluye epinicia, u odas corales en
    honor de los vencedores en los juegos
    olímpicos, encomia, o himnos corales en honor a
    personas concretas, y cantos fúnebres, además de
    poemas líricos personales que incluyen epigramas; y
    Baquílides de Ceos, sobrino de Simónides, que
    escribió epinicios, de los que se conservan trece, y
    ditirambos, cinco de los cuales han llegado hasta la
    actualidad.

    La lírica coral alcanzó su
    apogeo hacia mediados del siglo V a.C. en las obras de
    Píndaro, que escribió muchos poemas de este
    género en todas las formas, incluyendo himnos, ditirambos
    y epinicios. Se conserva cerca de la cuarta parte de su obra,
    principalmente epinicios con la estructura trinaria creada por
    Estesícoro. Las tragedias de la época incluyen
    muchas odas corales importantes.

    Otras formas

    Otro género que se desarrolló
    en el siglo VI a.C. fue un tipo de poema
    filosófico relacionado con la épica y escrito por
    filósofos griegos como Empédocles, Jenófanes
    y Parménides. Los primeros textos en prosa que han llegado
    hasta nuestros días datan de finales del
    siglo V a.C.; los más interesantes, sin ninguna
    duda, son los dedicados a la medicina
    atribuidos al médico Hipócrates.

    EL PERIODO ÁTICO, SIGLOS VI-IV
    A.C.

    El drama se desarrolló en Atenas
    durante el siglo VI a.C. (véase Teatro y
    arte dramático). En su forma primitiva, consistió
    en un coro de hombres que cantaban y bailaban odas corales.
    Más tarde, se añadió un actor que dialogaba
    con el coro.

    La tragedia

    La tragedia, tal y como hoy se la
    conoce, se cree que fue creada en el siglo VI a.C. por
    el poeta ateniense Esquilo, que introdujo el papel de un segundo
    actor, aparte del coro. Sus tragedias, cerca de 90, versan sobre
    temas tan excelsos como la divinidad y las relaciones de los
    seres humanos con los dioses. Únicamente siete de sus
    obras han llegado hasta hoy, entre ellas Prometeo
    encadenado,
    que narra el castigo de Zeus al titán
    Prometeo, y la Orestiada, trilogía que retrata el
    asesinato del héroe griego Agamenón por su mujer,
    el de ésta por su hijo Orestes y el posterior destino de
    Orestes.

    El segundo de los grandes
    trágicos griegos fue Sófocles. La admirable
    construcción de sus tramas y la manera en
    que sus temas y personajes despertaban al mismo tiempo piedad y
    temor, llevaron a Aristóteles y a otros críticos
    griegos a considerarle como el mejor autor de tragedias. Su
    Edipo rey constituye un epítome del género
    trágico. De las más de cien obras que
    escribió Sófocles, sólo se conservan siete
    tragedias, una obra satírica y más de mil
    fragmentos. Fue el primero en introducir el tercer actor en la
    escena, innovación que más tarde
    adoptaría Esquilo.

    Eurípides, coetáneo de
    Sófocles, fue el tercer gran autor de teatro.
    Escribió cerca de 92 obras, de las que se conservan 17
    tragedias y una obra satírica completa, Los
    cíclopes.
    Se le considera más realista que sus
    predecesores, especialmente en la agudeza psicológica de
    sus personajes, por lo que para algunos críticos es el
    dramaturgo griego más moderno. Entre sus obras principales
    sobresale Medea, cuyo argumento gira en torno a la
    venganza llevada a cabo por la hechicera Medea contra su marido
    Jasón; e Hipólito, que trata del amor de
    Fedra por su hijastro Hipólito y su destino tras ser
    rechazada.

    La comedia

    Uno de los más grandes poetas
    cómicos fue Aristófanes, cuya primera comedia,
    Daitaleis, hoy perdida, data del 427 a.C. Empleando
    la sátira dramática, ridiculizó a
    Eurípides en Las ranas y a Sócrates
    en Las nubes. Estas obras representan la antigua comedia
    de la literatura griega.

    La comedia griega posterior se divide en
    dos grupos, la comedia media (400-336 a.C.) y la comedia
    nueva (336-250 a.C.). En la media, ejemplificada por las dos
    últimas obras de Aristófanes, La asamblea de las
    mujeres
    y Pluto, ambas escritas entre 392 y
    388 a.C., la sátira personal y política se
    reemplaza por la parodia, la ridiculización de los mitos y
    la crítica
    literaria y filosófica. Los principales autores de la
    comedia media fueron Antífanes de Atenas y Alexis de
    Thruil. Sólo se conservan fragmentos de sus
    obras.

    En la comedia nueva, la
    sátira se sustituye por la comedia social, con tramas y
    personajes cotidianos y familiares, y temas de amor
    romántico. El principal autor de esta comedia nueva fue
    Menandro, cuya influencia alcanzó a los dramaturgos
    latinos de los siglos III y II a.C., sobre todo a
    Plauto y Terencio. Se conservan una obra completa de Menandro,
    El tacaño, y fragmentos de otras.

    La historia

    El primer historiador griego, Heródoto,
    escribió una crónica de las guerras persas
    (500-449 a.C.) en dialecto jónico. Su principal obra,
    Historias, es apreciada por su rica información sobre la Grecia antigua,
    así como por su estilo sugestivo. Tucídides fue el
    primer gran escritor ático de prosa, y con su Historia
    de la guerra del Peloponeso
    se ha ganado el título de
    primer historiador crítico. Las principales obras
    literarias del historiador y soldado Jenofonte fueron
    Anábasis, un relato de los mercenarios griegos que
    trataron de escapar de Persia; Memorabilia, una
    refutación de los cargos aportados contra Sócrates,
    junto con impresiones personales en forma de diálogo sobre
    su carácter y su filosofía; y Hellenica, en
    la que Jenofonte prosigue la historia de los griegos en el punto
    en que Tucídides la dejó. Un historiador posterior,
    Timeo, escribió una historia de Sicilia y se tiene noticia
    de que inventó el método de
    calcular el tiempo en las Olimpiadas.

    La oratoria

    La prosa ática alcanzó su
    máxima expresión en las obras de los oradores
    atenienses. Antifón, profesor de
    retórica, es uno de los primeros cuyas obras se conservan.
    El orador Lisias empleó un estilo sencillo y directo,
    desprovisto de recursos retóricos. Se cree que
    escribió un discurso para
    que Sócrates lo utilizara en su proceso
    (399 a.C.). Los discursos de Isócrates, por otra
    parte, son obras literarias concebidas más para ser
    leídas que habladas. Las obras de Demóstenes
    suponen la rotunda perfección de la oratoria griega.
    Empleando todos los recursos del lenguaje, creó discursos
    que se convirtieron en modelos para los oradores
    posteriores.

    La filosofía

    Los dos principales escritores de
    filosofía del periodo ático fueron Platón
    y Aristóteles. Platón
    desarrolló ciertos aspectos de la filosofía de
    Sócrates y expresó, en forma de diálogos
    escritos, el pensamiento filosófico que más tarde
    se denominó idealismo.
    Véase también Filosofía
    Griega.

    Los Diálogos de Platón
    no sólo son grandes obras filosóficas, sino
    también obras maestras de la literatura, llenas de
    poesía y dramatismo. El estilo de su prosa es uno de los
    más clarividentes y bellos de la literatura griega.
    Aristóteles, discípulo de Platón,
    escribió un gran número de obras sobre lógica,
    metafísica, ética,
    retórica y política. Algunos eruditos
    clásicos consideran que se trata de notas tomadas por los
    estudiantes de las clases que Aristóteles daba en el
    Liceo, su escuela de Atenas. De su crítica literaria
    sólo se conservan fragmentos sobre la tragedia, la
    poesía épica y la retórica.

    EL PERIODO HELENÍSTICO,
    323-146 A.C.

    Tras las conquistas de Alejandro III el
    Magno en el siglo IV a.C., la cultura griega
    se expandió por un amplio imperio. La más destacada
    entre las muchas escuelas de literatura que se crearon y la mayor
    biblioteca de la
    antigüedad se localizaron en la ciudad de Alejandría,
    en Egipto
    (véase Biblioteca de Alejandría).

    La poesía

    Una de las más admirables
    poéticas alejandrinas pertenece a Calímaco de
    Cirene, director de una escuela en Alejandría y su
    principal bibliotecario. Calímaco está acreditado
    como autor de más de 800 volúmenes, cada uno de
    ellos con muchas obras de las que se conservan sólo seis
    himnos, 64 epigramas y unas pocas elegías, además
    de otros poemas. Junto con sus seguidores, perfeccionó el
    empleo del
    epilio, un poema corto en hexámetros con tema
    épico narrativo. Además de perfeccionar el
    epigrama, que más tarde adoptarían sus
    discípulos romanos, desarrollaron el poema
    didáctico literario y el pastoral.

    El poeta siciliano Teócrito, que
    escribió la mayor parte de su obra en Alejandría y
    que está considerado por muchos críticos como el
    más grande de los poetas alejandrinos, escribió
    Idilios, una serie de poemas pastorales que fueron
    imitados por sus sucesores, como Bión de Esmirna, entre
    cuyos poemas conservados se encuentra el famoso Lamento por
    Adonis,
    y el poeta también siciliano Mosco, que
    escribió el poema épico Europa y
    composiciones pastorales.

    La prosa

    Posiblemente, la obra más importante
    del periodo helenístico fue realizada por sabios,
    científicos y eruditos, en particular por el médico
    Herófilo, el anatomista Erasístrato, los
    astrónomos Hiparco de Nicea, Claudio Tolomeo y Aristarco
    de Samos (el primero que sostuvo que la Tierra
    giraba alrededor del Sol) y el matemático,
    astrónomo y geógrafo Eratóstenes, que
    midió la circunferencia de la Tierra.

    EL PERIODO GRECORROMANO, SIGLO II-SIGLO IV
    D.C.

    Después de que los romanos
    conquistaran Grecia en el 146 a.C., el historiador griego
    Polibio escribió una crónica de la conquista y, un
    siglo más tarde, el geógrafo Estrabón
    recopiló su Geografía, un estudio
    sistemático de lugares, animales y temas de
    interés. A finales del siglo I y comienzos del II
    d.C., Plutarco redactó sus famosas Vidas paralelas,
    en las que se entremezclan biografías de griegos y romanos
    famosos. Más adelante, en el siglo II d.C., Galeno,
    el médico más importante de la antigüedad,
    escribió obras que sentaron los fundamentos de la medicina
    moderna.

    Los primitivos escritores cristianos que
    transcribieron y reunieron el Nuevo Testamento utilizaron una
    variedad de la koiné (‘común’,
    en griego), la lengua cortesana y literaria de la Grecia
    helenística. El dialecto koiné es distinto del que
    emplearon los escritores griegos clásicos y sus
    continuadores, los llamados aticistas, el mejor de los cuales fue
    el satírico Luciano, autor de Diálogos de los
    muertos,
    Diálogos de los dioses y sus
    cómicas Historias verdaderas.

    Según los eruditos modernos, el
    prototipo de la novela se
    desarrolló probablemente en Grecia antes del
    siglo II d.C. Se cree que los fragmentos más
    importantes que se conservan de una primitiva novela griega, los
    de la llamada Romance de Ninos, y que tratan del amor de
    Ninos, fundador legendario de Ninevoli, son del
    siglo I a.C. Se conservan cinco novelas griegas
    completas que se escribieron después del año
    100 d.C. y antes del 300 d.C.: Caritón,
    considerada como la primera de las cinco; Etiópicas o
    Teágenes y Cariclea
    (de principios del
    siglo III d.C.), del hábil escritor Heliodoro de
    Emesa; Dafnis y Cloe, de Longo, el más conocido y
    probablemente el mejor de estos novelistas;
    Efesíacas (o Antea y
    Habrócomes, sus protagonistas), de Jenofonte de
    Éfeso, el menos dotado; y Leucipa y Clitofonte
    (anterior al año 300 d.C.) de Aquiles Tacio,
    considerada la última de las cinco. Todas narran historias
    de amor y aventura en las que matrimonios o amantes virtuosos son
    separados y, tras afrontar múltiples peligros, acaban por
    reunirse.

    La filosofía estoica (véase
    Estoicismo) estuvo representada por los escritos de Epicteto y
    Marco Aurelio Antonino; los neoplatónicos
    (véase Neoplatonismo) tuvieron su mejor
    representante en Plotino.

    Algunos de los mejores versos de este
    periodo son los epigramas anónimos de la
    Antología griega, recopilación de
    poesía y prosa griegas que cubre casi 2.000 años;
    se compone de dos libros reunidos en los siglos X y XIV
    d.C., que se conocen, respectivamente, como la
    Antología Palatina y la Antología
    Planudean.

    EL PERIODO BIZANTINO, DE MEDIADOS DEL SIGLO IV AL
    XV

    Desde el comienzo del reinado de
    Constantino en el año 323 d.C., hasta la caída
    del imperio Oriental en 1453, la literatura griega careció
    del carácter homogéneo de los periodos primitivos y
    estuvo muy influenciada por elementos tanto latinos como
    orientales. La mayor parte de los escritos de esta época
    son teológicos y atacan las diversas herejías que
    surgieron durante el primer milenio de la era cristiana.
    Así, san Atanasio arremetió en el siglo IV
    contra el arrianismo y, más tarde, Anastasio de
    Antioquía y León de Bizancio (siglo VI)
    atacaron a los monofisitas. Los padres capadocios (san Basilio de
    Cesarea, san Gregorio de Nisa y san Gregorio de Nacianceno)
    fueron importantes escritores y teólogos, y sus ideas
    tuvieron una gran repercusión. En el siglo VIII, el
    último de los grandes teólogos griegos, san Juan de
    Damasco, escribió obras polémicas contra los
    iconoclastas (véase Iconoclasia), así como
    uno de los primeros libros del dogma cristiano, La
    fundación del conocimiento.
    Simeón Metafrastes
    destaca como editor de los Hechos de los mártires,
    en los que revisa y compara relatos anteriores de la vida de los
    santos. Romanus Melodus y los primeros padres de la Iglesia
    compusieron numerosos himnos, sobre todo san Gregorio de Nicianzo
    y Cosmas de Jerusalén.

    La influencia eclesiástica hizo que
    decayera la literatura secular. Sin embargo, hubo un importante
    poema histórico y legendario, la notable epopeya popular
    Digenes Akritas (siglos X-XI), que fue difundido por
    transmisión oral hasta que se escribió (se
    conservan textos de los siglos XV y XVI).

    También son importantes desde un punto
    de vista literario los historiadores, críticos y
    filósofos bizantinos. Cabe destacar entre los
    historiadores a Procopio, el emperador Constantino VII
    Porfirogéneta, Miguel Pselo, Ana Comneno, Georgius
    Pachymeres y Juan VI Cantacuzene. El más
    significativo de los críticos fue Focio, cuyos
    epítomes de 280 obras clásicas, que todavía
    existían en el siglo IX, nos han permitido conocer lo
    que de otra forma podría haberse perdido para siempre. En
    el siglo XII, Eustaquio de Tesalónica escribió
    un comentario sobre las obras de autores clásicos, entre
    los que se encontraban Hesíodo, Píndaro y los
    trágicos griegos. Entre los filósofos bizantinos
    destaca Georgio Gemisto Pletho, que introdujo la filosofía
    platónica en el renacimiento italiano.

    EL PERIODO MODERNO

    La cuarta Cruzada, emprendida en 1204,
    provocó una horda de invasores francos que se
    establecieron en el centro y sur de Grecia adoptando
    títulos como duques de Atenas o barones de Tebas
    (véase Cruzadas). Como resultado de esta
    ocupación, apareció una importante obra literaria,
    La crónica de los Morea (siglo XIV), un largo
    poema épico en verso griego, que probablemente fue escrito
    por un francés de habla griega. El poema es importante por
    la belleza de su poesía, su fuerza dramática y el
    fácil fluir de un idioma coloquial vivamente
    descriptivo.

    A mediados del siglo XV, los turcos
    otomanos conquistaron el Imperio
    bizantino y el resto de las colonias francas en Grecia, por
    lo que la literatura griega se eclipsó. Hasta el final del
    siglo XVIII sólo siguió cultivándose en
    la periferia del mundo griego, lejos del Imperio
    otomano.

    Escritos cretenses

    Creta, dominada por los venecianos, fue
    el centro literario de Grecia durante los siglos XVI y XVII.
    Los dramas que se escribieron en este periodo, como
    Erofili, de Yeoryos Jortatsis, imitaron ampliamente los
    modelos italianos. Dos de las obras cretenses más
    importantes aparecieron en este periodo, ambas en griego
    demótico o coloquial: el poema romántico
    Erotócritos, de Vitsentzos Cornaros, hoy elevado
    por algunos a poema épico nacional, y el Sacrificio de
    Abraham
    (1635), un drama psicológico de relaciones
    familiares, de autor desconocido, quizá Cornaros. En esta
    época se escribió un gran número de
    canciones populares, incluyendo el poema pastoril La bella
    pastora,
    del que se publicó una famosa versión
    en 1627. La composición de este tipo de canciones fue
    abundante en Chipre y en las islas egeas.

    La floreciente escuela cretense se
    extinguió en el siglo XVII con la conquista de la
    isla por los turcos. Las baladas de los cleftes, sin
    embargo, sobrevivieron hasta el siglo XVIII; se trata de las
    canciones de los combatientes griegos de las montañas que
    sostuvieron una guerrilla contra los turcos.

    Griego clásico frente a
    demótico

    Hacia finales del siglo XVIII, los
    sueños de libertad se
    convirtieron en un objetivo para
    el pueblo griego. Los patriotas y los poetas escribían
    copiosamente, en medio de un problema lingüístico que
    afectó a la literatura griega durante décadas. Bajo
    la dominación turca, la Iglesia se encargó de
    la
    educación. La enseñanza era conservadora y el lenguaje
    utilizado mantuvo formas antiguas del griego bizantino. Muchos de
    los patriotas griegos que escribían en el extranjero,
    pensando que la antigua Hellas estaba a punto de alzarse de sus
    cenizas, obligaron al idioma moderno a adoptar modelos antiguos.
    Adamantios Coraís, un experto clasicista que vivía
    en París, propuso el uso de una lengua combinada que no
    fuera ni antigua ni moderna.

    La dicotomía de la lengua se
    puede seguir fácilmente a través de la
    poesía. Desde la edad media floreció una rica
    poesía popular que se transmitió oralmente. Estaba
    escrita en griego demótico, lengua natural para la
    narrativa y el verso lírico. Sin embargo, en el
    siglo XVIII, algunos poetas retomaron la tradición
    clásica. Entre ellos se encontraban Constantinos Rigas y
    Iacovakis Risos Nerulos. En el siglo XIX varios poetas
    continuaron la tradición clásica, como
    Aléxandros Risos Rangavis, poeta, historiador y novelista.
    En el siglo XIX los poetas tendieron cada vez más a
    emplear el griego demótico, más expresivo, y
    durante décadas se vivió una feroz controversia.
    Actualmente se emplea el griego demótico en la literatura,
    mientras que para la escritura técnica y científica
    se utiliza otra forma de griego más
    clásico.

    La literatura del movimiento de
    liberación

    En las primeras décadas del siglo
    XIX la literatura, sobre todo la poesía, fue en su mayor
    parte patriótica. Los versos entusiastas del líder
    de la escuela jónica de poesía, Dionisios
    Solomós, animaron a la nación
    a liberarse del cautiverio turco. Su admirable Himno a la
    libertad
    (1823) se ha convertido en el himno nacional griego.
    Posiblemente, el mejor poeta de la escuela jónica fue
    Andreas Calvos, un gran erudito clásico, autor de
    emocionantes poemas, escritos en una lengua original, mezcla de
    demótico y de arcaísmos, en cuya armoniosa textura
    resuenan los antiguos himnos griegos.

    Cuando Grecia alcanzó la independencia
    en 1832, la literatura cobró un renovado vigor, expresando
    el espíritu de un pueblo muy cohesionado. Entre los
    narradores del siglo XIX más importantes destacan
    Emmanuel Roídis, satírico, crítico literario
    e importante traductor de autores ingleses y franceses, cuya
    primera obra fue la novela Pápisa Ioana (1865).
    Aléxandros Papadiamandis, novelista y autor de cuentos,
    trazó retratos líricos de la vida de los pueblos y
    escenarios isleños. Su obra carece por completo de
    influencias foráneas. En 1913, se publicó una
    recopilación de sus mejores historias, Orillas rosas. Otro
    autor de inspiración griega pura es el escritor
    jónico de cuentos Aryiris Eftaliotis. Su obra más
    conocida es Historias isleñas, 1897.

    Entre los poetas del siglo XIX
    del periodo posterior a la liberación destacó
    Aristotelis Valaoritis, famoso por el vigor de sus imágenes
    descriptivas en griego demótico. Otro importante autor de
    este periodo, el poeta simbolista Ioannes
    Papadiamandópulos, escribió en francés con
    el nombre de Jean Moréas y ejerció una influencia
    considerable en poetas jóvenes, como Constandinos
    Hadsópulos, también un gran escritor de
    ficción, y Miltiades Malacasis, que empezó su
    carrera escribiendo en francés pero pronto volvió
    al griego. También destaca Yeoryos Suris, un gran
    satírico político en la mejor tradición de
    Aristófanes. Suris publicó en verso un diario
    semanal que constituye un vivo y cáustico comentario de
    los asuntos públicos.

    Los primeros dramaturgos griegos importantes
    del siglo XIX, Dimetrios Vernadakis y Spiridon Vasiliadis,
    escribieron a la manera clásica. Ioannis Cambisis
    escribió en lengua vernácula dramas realistas y
    satíricos sobre la vida ateniense. Influenciado por el
    realismo ruso,
    el novelista y autor de teatro Spiros Melas escribió los
    dramas Hijo de la sombra (1907) y La casa en ruinas
    (1908). Las obras de Grigorios Xenópulos, especialmente
    Stella Violanti (1909), denotan la influencia del
    dramaturgo noruego Henrik Ibsen.

    Poesía moderna

    Uno de los poetas más
    populares de la primera parte del siglo XX fue Yeoryos
    Drosinis. Drosinis empezó escribiendo en dialectos
    literarios, pero más tarde adoptó y propugnó
    el empleo de la lengua vernácula. Entre sus libros de
    poemas destacan Tinieblas luminosas (1915) y
    Párpados cerrados (1917).

    Coetáneo de Drosinis, Kostís
    Palamás está catalogado por los críticos
    como uno de los poetas más importantes de Europa; algunos
    de sus mejores poemas están en el libro Vida
    inamovible
    (1904). Su largo poema La flauta del rey
    (1910) relata episodios de la historia bizantina. Su obra
    maestra, el poema épico El dodecálogo del
    zíngaro
    (1907) expresa las esperanzas y aspiraciones
    del pueblo griego.

    En general, los críticos
    están de acuerdo en que Constandinos Cavafis es la gran
    figura literaria de la Grecia moderna. Su obra cuenta con el
    reconocimiento mundial. Nació y vivió la mayor
    parte de su vida en Alejandría (Egipto). A comienzos del
    siglo XX, antes de la ocupación inglesa, la ciudad
    era el centro de la cultura griega, y este ambiente
    conforma el escenario de sus nostálgicos poemas
    históricos. Tanto sus poemas eróticos como los que
    evocan las conmovedoras tragedias humanas de la antigüedad
    están henchidos de una melancolía que recuerda a
    Charles Baudelaire. "Voces", (anterior a 1911), por ejemplo, es
    un impresionante poema sobre el emperador romano Nerón,
    que yace dormido mientras las furias se acercan acosando al
    malvado. Cavafis escribe sus versos en una armoniosa y
    lírica mezcla de griego demótico y
    literario.

    También es digno de mención
    Ánguelos Sikelianós, cuya poesía muestra
    influencias de Píndaro. Fue uno de los primeros poetas
    griegos en escribir en verso libre demótico, que recuerda
    mucho el estilo de los antiguos poemas líricos y odas
    corales. Entre sus mejores obras cabe citar Aphierosi
    (1922), el drama poético Cristo en Roma (1946),
    Muerte de Diyenís Acritas (1948) y Vida
    lírica
    (3 vols., 1947), una recopilación de
    poemas líricos. Junto con su esposa de origen
    estadounidense, Eva Palmer (1885-1952), Sikelianós
    organizó el Festival Délfico en Atenas y la
    impresionante producción y dirección de las obras de Esquilo en el
    santuario de Apolo en el monte Parnaso.

    Prosa moderna

    Uno de los escritores griegos del
    siglo XX más conocidos internacionalmente fue Nicos
    Kazantzakis, novelista y poeta de Creta, cuya obra, escrita en su
    mayor parte con su propia adaptación del dialecto
    cretense, ha sido traducida a varios idiomas. La más
    famosa es Odisea (1938), largo poema épico que
    comienza donde termina la Odisea de Homero. Entre sus
    novelas más populares y traducidas, están Zorba
    el griego
    (1943), que más tarde inspiró una
    película (Michael Cacoyannis, 1964) y un musical, y La
    última tentación de Cristo
    (1948),
    también llevada al cine por
    Martin Scorsese en 1988.

    Otro de los escritores que también
    contribuyeron a elevar la literatura de este periodo es
    Ilías Venesis, un maestro del estilo y de la
    descripción realista, autor de Calma (1939) y
    Tierra de Eolia (1943). Stratis Mirivilis, novelista de un
    gran encanto romántico, escribió Maestra de ojos
    dorados
    (1932), sobre la I Guerra Mundial,
    Llamas pequeñas (1942) y La virgen de la
    sirena
    (1955). Pandelis Prevelakis, dramaturgo, novelista,
    ensayista, poeta y antiguo seguidor de Kazantzakis,
    escribió obras dramáticas como En las manos de
    un Dios vivo
    (1955) y Dos dramas cretenses (1971); su
    poesía completa se publicó en 1969. Cosmás
    Politis, un consumado estilista que combina el romanticismo del
    siglo XIX con la realidad del siglo XX, ha demostrado
    ser un idealista con una honda perspicacia sobre los personajes
    femeninos. Entre sus novelas más importantes se encuentran
    El limonar (1928), Hekate (1933) y Eroica
    (1938). Yorgos Zeotocás, novelista y dramaturgo, fue
    durante un tiempo director del Teatro Nacional de Grecia. Entre
    sus obras destacan El demonio (1938), un análisis del temperamento griego moderno,
    la novela Leonís (1940) y dos volúmenes en
    los que recopila sus obras de teatro (1944 y 1947). Uno de los
    escritores griegos contemporáneos más importantes
    es I. M. Panayotópulos, poeta, novelista, ensayista,
    crítico de literatura y arte, y cronista de sus viajes. Entre
    sus más de treinta libros publicados destaca
    Cautivo (1951), una historia que transcurre entre los
    días anteriores a la guerra y la ocupación alemana
    en Grecia.

    Tendencias posteriores a la II Guerra
    Mundial

    Durante la II Guerra Mundial y toda
    la posguerra, muchos escritores reflejaron la
    participación del pueblo griego en la lucha por su
    supervivencia. Zemos Cornarós describe en Haidari
    (1946) los intentos de los soldados alemanes durante la
    II Guerra Mundial por romper la moral de
    los prisioneros griegos. Se escribieron otras obras documentales
    de gran valor
    literario sobre la resistencia
    griega, así como varios poemas patrióticos sobre la
    guerra civil.

    Entre los novelistas que continuaron la
    obra de Nicos Kazantzakis después de su muerte en 1957, se
    encuentran Vassilis Vasilicós, autor de más de
    veinte novelas. La más conocida es Z (1966),
    traducida a muchos idiomas y llevada al cine por Costa-Gavras,
    con guión de Jorge Semprún. La obra trata del
    asesinato del senador izquierdista Lambrakis y es una condena de
    las tácticas violentas de políticos y militares que
    propiciaron el golpe de Estado
    de los coroneles en Grecia en 1967, promovido por Georgios
    Papadopoulos.

    En la década de 1950 varios
    novelistas comenzaron a alejarse del tema de la guerra y sus
    consecuencias. Stratis Tsírcas describió la vida de
    los griegos exiliados en Egipto en su trilogía Ciudades
    a la deriva,
    que incluye El Club (1960),
    Ariagni (1962) y El murciélago (1965).
    Antonis Samarakis escribió sobre individuos atrapados bajo
    la presión de
    la sociedad
    moderna, como en El fallo (1965). Galatia Sarandi se
    enfrenta a la angustia psicológica actual de las mujeres y
    Nestoras Matsas ha escrito sobre los judíos
    griegos durante la guerra.

    Terminada la guerra surgió en
    Grecia un vigoroso grupo de poetas. Su modernismo no
    perjudicó, sino que más bien enriqueció y
    continuó la antigua tradición de sentimiento
    nostálgico, que se expresa en renovadas formas. Yeoryos
    Seferis, cuyo simbolismo evocador, serena sugerencia y pincelada
    nostálgica despiertan el pensamiento y las emociones,
    ganó el Premio Nobel en 1963. El zorzal (1914) es
    una de sus obras más significativas. La primera obra de
    Yannis Ritsos, Tractor, data de 1934, y en 1961
    reunió en dos volúmenes sus obras. Más
    recientes son sus poemas Dieciocho canciones llanas de la
    patria amarga
    (1974). Odiseas Elitis, nacido en Creta, pintor
    y traductor además de poeta, es uno de los pocos
    surrealistas de la literatura griega. Su tema principal es la
    redención de los seres humanos a pesar de todos los
    obstáculos; su obra transmite la luz especial y
    los aspectos arquitectónicos del paisaje griego. Sus obras
    principales incluyen El sol primero (1943) y Dignum
    est
    (1959), título sacado de las primeras palabras de
    un salmo. En 1979 le fue concedido el Premio Nobel.

    El teatro, que no se cultivó
    hasta el final de la II Guerra Mundial, empezó a
    revalorizarse a partir de la década de 1950. En contraste
    con las tragedias de Sikelianós y Kazantzakis, inspiradas
    en la antigüedad y en la época bizantina, las obras
    de los jóvenes escritores abordan los problemas de
    la actualidad.

    LITERATURA HEBREA

    Literatura hebrea, literatura escrita por
    judíos en hebreo, y por extensión, algunas obras
    teológicas y científicas traducidas del hebreo por
    eruditos judíos. Existe desde el siglo XII a.C.

    El hebreo era la lengua literaria
    principal de los judíos hasta el siglo XIX, momento en que
    empezaron a utilizar las lenguas europeas para escribir obras de
    erudición judía, y el yidish se convirtió en
    vehículo de expresión literaria. Para los escritos
    de los autores en yidish, véase Literatura yidish.
    Desde que el hebreo se convirtió en lengua oficial de
    Israel, en 1948,
    se han escrito en este idioma muchas obras tanto de
    ficción como de no ficción.

    LAS ESCRITURAS

    La literatura hebrea se puede dividir
    cronológicamente en doce periodos. La literatura hebrea
    antigua está formada principalmente por el Antiguo
    Testamento y los tres primeros periodos de la literatura
    estuvieron dedicados a la redacción de varias partes del Antiguo
    Testamento. En el primer periodo, que se extiende desde los
    primeros tiempos hasta el año 950 a.C., se
    escribió casi toda la parte poética del Antiguo
    Testamento. Entre los siglos X y VI a.C. se pusieron por escrito
    los libros que integran el Pentateuco o Torá, quedando
    así fijados unos textos que —al igual que en el
    resto del Antiguo Testamento— se habían venido
    trasmitiendo oralmente de generación en generación.
    Conviene recordar, no obstante, que los manuscritos más
    antiguos conservados son de época muy posterior. Al
    segundo periodo (c. 950-586 a.C.) pertenecen la mayor
    parte de narraciones históricas relativas a los reinos de Israel
    y Judá, algunos de los Salmos, y los oráculos de
    algunos profetas. Durante el tercer periodo (586-165 a.C.)
    se escribieron los libros conocidos en la biblia hebrea como
    ketubim (hagiógrafos),
    específicamente Eclesiastés, Job, Proverbios, y
    gran parte de los Salmos. Muchos escritos apócrifos
    (deuterocanónicos según la denominación en
    las biblias católicas) también pertenecen a esta
    época y gran parte del Antiguo Testamento fue traducido
    del hebreo al griego por eruditos judíos residentes en
    Egipto (véase Biblia).

    En el cuarto periodo (165 a.C.-135 d.C.),
    el Midras, que se había empezado a escribir durante la
    cautividad de Babilonia, se dividió en dos partes, la
    Halajá y la Hagadá, por medio de las cuales se
    trataron temas teológicos y éticos, utilizando
    historias y anécdotas. Entre otras obras de esta
    época hay que citar los Escritos apocalípticos del
    Antiguo Testamento, incluidos los atribuidos a Moisés, al
    profeta Daniel, al patriarca Enoch, y al predicador y reformista
    Esdras; los Manuscritos del Mar Muerto, atribuidos a la comunidad
    monástica de los esenios; y los escritos del historiador
    Flavio Josefo. A este periodo pertenecen los targumim o
    versiones del Antiguo Testamento al arameo, idioma de uso
    común entre los judíos de esa época.
    Véase también Targum.

    EL TALMUD

    El mayor logro durante el quinto periodo
    (135-475) fue el Talmud. Se terminó la versión
    conocida como el Talmud de Palestina y comenzó a
    elaborarse la versión más importante del llamado
    Talmud babilónico. En el sexto periodo (470-740) se
    terminó el Talmud babilónico, se reunieron las
    primeras narraciones denominadas Haggadot (plural de
    Hagadá) y se creó la Masora, es decir, las
    anotaciones realizadas por ciertos rabinos al texto hebreo de las
    Escrituras.

    En el séptimo periodo (740-1040),
    se recopilaron los primeros libros hebreos de oraciones
    (c. 880), y se escribió el primer diccionario
    del Talmud (c. 900). En esta época apareció el
    Séfer ha-Mitzwot (El libro de los Preceptos), que
    pregonaba la vuelta a las Escrituras, escrito aproximadamente en
    el 770 por Anán ben David, fundador de la secta
    judía de los caraítas. Otro escritor importante del
    noveno periodo fue Saadia ben Josef ha-Gaón, autor de
    importantes obras teológicas y de una versión de
    gran parte de la Biblia hebrea al árabe, así como
    de diversas obras poéticas. Los grandes centros de la
    cultura judía estuvieron, a principios de este periodo, en
    el Norte de África y posteriormente se desplazaron hacia
    occidente, alcanzándose en la España
    medieval la edad de oro de la literatura poética,
    científica y religiosa de los judíos.

    En el décimo periodo (1492-1755)
    teólogos, filósofos, como Baruch Spinoza,
    historiadores, matemáticos, poetas, comentaristas de la
    Biblia y lexicógrafos judíos escribieron muchas
    obras en hebreo y en lenguas europeas.

    El undécimo periodo (1755-1880)
    destaca por la obra de Mosé Mendelssohn, que con sus
    esfuerzos por dar a conocer la cultura occidental a los
    judíos de Europa Central, inició un movimiento
    conocido por la Haskalá (Ilustración). Retractor del uso del yidish,
    Mendelssohn y sus seguidores fomentaron el uso del hebreo,
    así como el de las lenguas europeas de los países
    donde residían sus correligionarios. Una de las primeras
    revistas literarias modernas en hebreo, Meassef (El
    Coleccionista) fue publicada por el círculo de
    Mendelssohn. Entre otros eruditos hebreos de esta época
    cabe destacar al filósofo nacido en Ucrania Nachman
    Krochmal, cuya obra principal fue, Moré Nevujé
    ha-Zman
    (1851, Guía para los perplejos de nuestro
    tiempo).

    ESCRITORES JUDÍOS EN LA ESPAÑA
    MEDIEVAL

    Entre el séptimo periodo y el
    octavo (1040-1204) destacaron tanto en los reinos cristianos como
    en al-Andalus muchos escritores judíos. En este ambiente
    cultural, el más elevado del mundo occidental de esos
    siglos, se sientan las bases de la poesía hebrea
    moderna.

    Menahem ben Sarug (910-970), nacido en
    Tortosa, y Dunas ibn Labrit, poeta andalusí, fueron los
    máximos representantes de sendas escuelas gramaticales.
    Discípulo del segundo fue Samuel ibn Nagrella (993-1055),
    notable poeta que llegó a ser visir de Granada.
    Filósofo y poeta notabilísimo fue Selomó ibn
    Gabirol (1020-1058), que desarrolló su actividad en
    Zaragoza. Allí vivió también el
    filósofo y poeta Bahya ibn Paguda (1040-1110).
    Coetáneos suyos fueron los dos grandes poetas Moshé
    ibn Ezra (1055-1135) y Yehuda ha-Leví. Grandes
    polígrafos fueron Abraham ben Meir ibn Ezra (1092-1167) y
    Maimónides, quienes dejaron muestras de su
    erudición en el campo del derecho, la filosofía,
    las matemáticas o la medicina. A
    Maimónides se debe una obra capital en el
    campo de la filosofía y la religión
    judías, la Guía de los perplejos, escrita
    inicialmente en árabe y más tarde traducida al
    hebreo.

    OTROS ESCRITORES EUROPEOS

    El noveno periodo (1204-1492)
    también incluye destacados estudiosos en España,
    aunque el centro cultural se desplaza hacia Portugal, Provenza,
    Italia y Alemania. Los
    tratados filosóficos y éticos fueron sustituidos
    por escritos místicos, entre los cuales destacó la
    gran obra cabalística del siglo XIII, el Zohar (el
    nombre completo es Séfer ha-zohar, "Libro del
    esplendor"), obra capital de la Cábala, formada por una
    amplia serie de estudios esotéricos sobre la Biblia. Se
    atribuye al doctor español Mois de León
    (1250-1306). Los primeros libros que se imprimieron en hebreo,
    fueron publicados en Italia; Joshua Soncino, miembro de una gran
    familia de
    editores judíos nacidos en Italia, imprimió la
    primera Biblia hebrea completa en (1488). Unos veinte años
    después, el editor holandés cristiano Daniel
    Bomberg fundó una editorial hebrea en Venecia y
    publicó las primeras ediciones completas tanto del Talmud
    palestino como del babilónico. A partir de la
    expulsión de los judíos de España (1492), la
    brillante cultura sefardí verá el ocaso de su
    esplendor, siendo sustituido por el florecimiento
    asquenazí centroeuropeo, especialmente en el campo
    jurídico-religioso.

    ESCRITORES MODERNOS

    El periodo duodécimo (1880 hasta
    el presente), se ve marcado, al principio, por la continuidad de
    la Haskalá y la vuelta al uso de temas profanos, y por
    último por la literatura hebrea de Israel. El sionismo,
    que surgió a finales del siglo XIX, fomentó un
    interés renovado por el hebreo hablado y escrito, en
    especial entre los judíos de Europa Oriental. El primer
    periódico hebreo, ha-Yom (El
    Día
    ), apareció en 1886; entre varias
    publicaciones periódicas estuvo ha-Sahar (La
    Aurora
    ), una revista
    literaria fundada en Viena en 1868 y editada por el escritor de
    origen ruso Peretz Smolenskin. En esta revista apareció,
    por primera vez, en entregas, la gran novela
    semi-autobiográfica de Smolenskin ha-To’eh
    Be-Darjei ha-Hayyim
    (3 volúmenes, 1868-1870, El
    caminante por los senderos de la vida
    ). El principal poeta de
    la Haskalá fue Judah Leib Gordon, nacido en la actual
    Lituania. Su obra, escrita en ocasiones en hebreo bíblico
    y otras en un hebreo más actual, aportó un nuevo
    estilo poético. Algunos escritores de ficción,
    influidos por la Haskalá, pasaron del uso del yidish al
    hebreo; uno de ellos fue Mendele Mokher Sefarim (seudónimo
    de Shalom Jacob Abramowitz). Las novelas del ‘Abuelo
    Mendele’, que describían la vida cotidiana en el
    gueto, han mantenido su popularidad en el siglo XX.

    Entre las contribuciones más
    importantes del renacimiento hebreo cabe destacar la obra de tres
    escritores de origen ruso, de la misma generación, Hayyim
    Nahmán Bialik, Saul Tchernjovski, y Zalman Shneur. Bialik,
    poeta, ensayista e intérprete del legado judío, fue
    también traductor de clásicos europeos, como por
    ejemplo de Don Quijote. A pesar de que buena parte de la
    poesía de Tchernjovski habla de los dioses de la
    antigüedad en términos casi paganos, otras obras
    suyas hacen un retrato idílico de la vida popular
    judía. Shneur hace, en su poesía y su prosa, un
    llamamiento a su pueblo para que vuelva a los valores
    espirituales.

    El establecimiento de los judíos en
    Palestina dio un gran ímpetu y actuó como una nueva
    guía para la literatura hebrea. Sin embargo, la prosa de
    los primeros inmigrantes seguía emocionalmente ligada al
    pasado. Joseph Hayyim Brenner, novelista, autor de relatos cortos
    y crítico literario, que se asentó en Palestina en
    1908, hacía hincapié en el sentido trágico
    de la vida y en la búsqueda de una fe capaz de ofrecer
    alivio frente a la desesperación. Las primeras obras de
    Shmuel Yosef Agnon describen la vida judía en los
    shtetls, o asentamientos en la Europa Oriental; pero a
    partir de 1948, escribió sobre la vida de los pioneros de
    las comunidades en Palestina. Hayyim Hazaz fue a Palestina en
    1931; sus obras incluyen historias del periodo bíblico,
    así con la novela Ha-Yoshevet ba-Gannim (1944) que
    narra la vida de los judíos yemeníes en la tierra
    de Israel. Al contrario que en la prosa, la poesía de esta
    primera generación trató temas más
    relacionados con la vida moderna. Los versos de Rachel Bluwstein,
    nacida en Ucrania, cantan su amor por Palestina; la mayor parte
    de su obra se ha musicalizado. La poesía de Uri Zvi
    Greenberg trata temas cotidianos. Nathan Alterman, nacido en
    Varsovia, llegó a Palestina en 1925. En un principio
    siguió la corriente del simbolismo francés y
    pasó del abundante uso de imágenes y rimas
    disonantes a un lenguaje y estilo más sencillos en obras
    tales como Ir Hayoná, (La ciudad de la
    paloma,
    1957), además de abordar temas
    políticos.

    Las obras de los primeros escritores
    ya nacidos en Israel, siguieron mostrando la dualidad de sus
    inquietudes. Inspirados en su pasado judío, escribieron
    también sobre las promesas y problemas de la nueva tierra
    y sobre la identidad
    judía. Entre estos escritores se cuenta Moshe Shamir,
    novelista y dramaturgo, entre cuyas novelas se incluyen Un rey
    de carne y hueso
    (1954) y Atravesó los campos
    (1969).

    A partir de 1950 la literatura
    israelí, al igual que la de Occidente, se preocupó
    más por el individuo y
    sus problemas de soledad y alienación. El famoso novelista
    Amos Oz describió en Mi marido Mikhael (1968) la
    depresión de una joven ama de casa. Como
    consecuencia de la guerra de los Seis Días acaecida en
    1967, volvieron a cobrar importancia en la literatura
    israelí los temas nacionales. De esta manera, en La
    colina del mal consejo
    (1976) Oz mezcla la realidad y la
    ficción en una historia sobre los ideales que llevaron a
    la revolución israelí. Una obra
    anterior, Tocar el agua, tocar
    el viento
    (1973) aborda, simbólicamente, el tema de la
    huida del personaje central, primero del Holocausto
    europeo y luego de la guerra de 1967. Tranquilidad
    perfecta
    (1982), describe el conflicto
    generacional en una familia residente en un kibutz, a mediados de
    los años 60. La obra histórica Las voces de
    Israel
    (1982) aporta un estudio compasivo, pero al mismo
    tiempo objetivo de su país.

    La obra de Aharon Appelfeld, que
    llegó a Israel en 1947, evoca el Holocausto y sus propias
    experiencias infantiles en Europa Central. Huir, intentar
    esconderse y esforzarse por borrar el pasado son los temas
    principales de sus relatos breves y de varias de sus novelas.
    Entre estas últimas se cuentan, Badenheim 1939
    (1980), Tzili: Historia de una vida (1982), y La
    piel y la
    camisa
    (1971), obras de gran éxito.

    En la poesía israelí contemporánea
    cabe destacar la poesía de Yehuda Amichai, en sus obras
    Ahora y antes (1955), El jardín
    público
    o Amen (1977). Su novela Ni de
    aquí ni de ahora
    (1964) relata la vida de un
    arqueólogo israelí que debe reconciliar su pasado
    judeoalemán con sus actuales crisis tanto
    personales como políticas.
    Son también notables sus relatos breves. Otros dos poetas
    notables son Amir Gilboa y T. Carmi. Gilboa se trasladó de
    Ucrania a Palestina en 1937. Utilizando motivos bíblicos y
    simbólicos, describe uno de sus temas más
    repetidos: la destrucción del mundo judío europeo.
    Carmi (seudónimo de Carmi Charney) nació en Nueva
    York y se estableció en Israel en 1947. Su poesía,
    perfectamente estructurada y rítmica, mezcla frases
    coloquiales hebreas con citas bíblicas.

    LITERATURA INDIA

    Literatura india, literatura escrita en las
    distintas lenguas de la India, así como en las de
    Pakistán (véase Lenguas indias). Para
    más información sobre literatura escrita en la
    lengua clásica (véase Literatura
    sánscrita).

    La tradición literaria india es
    principalmente poética y esencialmente oral. Las primeras
    obras se concibieron para ser cantadas o recitadas y de este modo
    se transmitieron de generación en generación antes
    de ser escritas. Así, los textos conservados pueden ser
    varios siglos posteriores a su fecha de composición. Por
    otro lado, habida cuenta de que gran parte de la literatura india
    es de carácter religioso, o se trata de una recreación
    de historias extraídas de las dos grandes epopeyas
    escritas en sánscrito el Ramayana y el
    Mahabharata y los textos mitológicos conocidos como
    Purana, sus autores son a menudo desconocidos. Los detalles
    biográficos de las vidas de los primeros escritores indios
    sólo aparecen en historias y leyendas muy
    posteriores, por lo que cualquier intento de establecer una
    historia de la literatura india suscita más preguntas que
    respuestas. Por lo general se sabe mucho menos de un poeta indio
    que murió a principios del siglo XIX que del poeta
    medieval español Jorge Manrique o el poeta latino
    Virgilio.

    INFLUENCIAS LINGÜÍSTICAS Y
    CULTURALES

    Gran parte de la literatura india
    tradicional se inspira en cuanto a su forma y su temática
    no sólo en la tradición sánscrita, sino
    también en los textos budistas y jainíes escritos
    en pali y otras lenguas prácritas (dialectos medievales
    del sánscrito). Esto es válido tanto para la
    literatura dravídica del sur como para la literatura
    escrita en las lenguas indoeuropeas del norte. Las sucesivas
    invasiones persas y turcas, que comenzaron en el siglo XIV,
    provocaron que, alrededor de 1700, la mayor parte de la India
    estuviese gobernada por los musulmanes. La influencia de las
    culturas islámica y persa (véase Literatura
    persa) es mayor en la literatura escrita en urdu, si bien en
    otras literaturas se aprecian importantes tendencias
    islámicas, especialmente en los textos escritos en
    bengalí, gujarāti y cachemir. A partir de 1817,
    cuando casi todo el país quedó bajo control
    británico, se establecieron nuevos valores
    literarios que siguen prevaleciendo en la actualidad.

    LA TRADICIÓN TAMIL

    Los únicos textos indios
    claramente anteriores a la influencia del sánscrito
    clásico son los escritos en lengua tamil. Durante cierto
    tiempo se pensó que las antologías de poesía
    profana sobre el amor y la guerra, así como el estudio de
    gramática y estilística
    Tolkappiyam (composición antigua), eran muy
    antiguos. Hoy se cree, sin embargo, que datan como mucho de los
    siglos I-V d. C. Posteriormente, entre los siglos VI y XIX, se
    compusieron poemas religiosos en tamil, considerados a menudo
    como los primeros ejemplos de la tradición bhakti
    (véase más abajo). En algún momento sin
    precisar, entre los siglos II y V, se escribieron dos largos
    romances en verso (también llamados epopeyas) en lengua
    tamil: Cilappatikaram (La ajorca de oro), de Ilanko
    Atikal; y su secuela Manimekalai (El cinturón de
    piedras preciosas
    ), una obra budista escrita por
    Cattanar.

    LITERATURA INDIA MEDIEVAL

    Las primeras obras literarias compuestas
    en las principales lenguas de la India datan por lo general de
    1200. Todas las obras anteriores a esta fecha son creaciones en
    las lenguas literarias: el sánscrito o algún
    prácrito del norte, o en tamil, en el sur
    dravídico.

    Influencia de la épica
    sánscrita

    A lo largo de este primer
    periodo, que concluyó en torno a 1500, la mayor parte de
    la producción literaria en todas las lenguas de la India
    estaba formada por versiones de historias extraídas de las
    epopeyas en sánscrito y los Purana. Muchas de las
    versiones del Ramayana, el Mahabharata y el
    Bhagavata-Purana, escritas en las distintas lenguas
    vernáculas y aún presentes en la formación
    de los lectores indios, datan de este periodo. Por ejemplo, la
    primera obra literaria en malayalam, una versión del
    Ramayana, data de alrededor del siglo XIII.

    Partes: 1, 2, 3, 4

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