- La posguerra
fría - La presencia militar de los
Estados Unidos - América Latina,
región de riesgo - Amazonas, un paso
más
Todo parece indicar que el siglo XXI se
caracterizará por la existencia de una intensa puja por el
apropiamiento de los recursos
naturales no renovables que cada día son más
escasas.
Tal como señala el historiador británico
Eric Hobsbawn, el siglo XX fue un siglo corto que comenzó
con la Primera Guerra
Mundial en 1914 y culminó 1991 con el fin de la
Guerra
Fría. Es importante señalar que este conflicto fue
una verdadera "guerra".
Se desarrolló a través de diversos
"combates" y "batallas" –Corea,
Berlín, Cuba, Vietnam,
Checoslovaquia, Afganistán, etc.- donde se enfrentaron los
Estados Unidos
y la Unión Soviética. Muchas de estos
enfrentamientos constituyeron "guerras de
procuración" donde las fuerzas de una superpotencia se
enfrentaban a las tropas de un país aliado de su
adversario.
Esta "guerra" que se prolongó por casi
cuarenta y cinco años culminó con la derrota de la
Unión Soviética. Como consecuencia de su derrota la
URSS sufrió la misma suerte que a lo largo de la historia han sufrido los
estados derrotados en una guerra. Su territorio fue mutilado y
disgregado en quince estados independientes.
Sus alianzas militares y diplomáticas
desaparecieron. Fue obligado a desarmar y reducir su
ejército. Debió abandonar su sistema
político institucional y adoptar el de su enemigo. Por
último, su economía
sufrió un serio quebrando que afectó el nivel de
vida de su pueblo.
Los Estados Unidos de América como vencedores se
convirtieron en la única megapotencia global dotada de un
poder sin
precedentes en la historia. Nunca existió un imperio con
la capacidad de proyectar su poder militar y su influencia
política y
cultural de la forma en que puede realizarla el Imperio
Americano.
II. La presencia
militar de los Estados Unidos
El personal militar
norteamericano está presente en 135 países de los
casi 190 que forman la ONU. Esto
significa que las tropas norteamericanas se encuentran presentes
en el 70% de los países del mundo. El número de
miembros de las fuerzas armadas estadounidenses destacados en
cada país donde no tiene lugar un conflicto militar va
desde uno en Malawi hasta 74.796 en Alemania.
Los Estados Unidos, después de convertirse la
única superpotencia que impera en solitario en el
escenario internacional, no han reducido su despliegue militar
sino que lo han rediseñado e incrementado. Mientras que
los soviéticos perdieron sus instalaciones militares en
los países que antiguamente conformaban el Pacto de
Varsovia, la presencia militar norteamericana en los
países que forman la OTAN se mantiene intacta.
Conforme el anuario del Departamento de Defensa "Base
Structure Report", correspondiente al año 2003, que
detalla el patrimonio
inmobiliario de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, el
Pentágono tiene en propiedad o
alquiler 702 bases situadas en 130 países.
Estas instalaciones albergan a 253.288 efectivos
militares y un número similar de funcionarios civiles del
Departamento de Defensa, contratistas de empresas de
servicios
militares –es decir, mercenarios- familiares y hasta 44.446
extranjeros contratados en su mayoría ciudadanos de los
países donde se asientan estas bases.
No obstante, lo impresionante de estas cifras, las
mismas parecen haber sido manipuladas para disminuir su impacto.
Por ejemplo, el documento sólo dedica un punto a las diez
instalaciones del Cuerpo de Infantería en la isla de
Okinawa, Japón,
incluyendo la base aérea de la Infantería de Marina
de Futenma que ocupa 120.000 m2.
Tampoco se consigna en el informe la
red de unidades
de inteligencia y
otras instalaciones militares que los EE. UU. poseen en el Reino
Unido, posiblemente porque técnicamente se los considera
como pertenecientes a la Real Fuerza
Aérea Británica.
Existen otros muchos ejemplos de instalaciones militares
que han sido omitidas del informe elaborado por el Departamento
de Defensa. Esto permite suponer que el número real de
instalaciones militares estadounidenses en el mundo se aproxima
al millar.
Los Estados Unidos despliegan más de medio
millón de soldados, agentes de inteligencia,
técnicos, instructores, auxiliares y contratistas civiles
en otros países. Para dominar los océanos y mares
del mundo han puesto en funcionamiento aproximadamente trece
destacamentos de fuerzas navales basados en portaviones. Operan
un vasto número de bases secretas –Red
Echelón- dentro y fuera de su territorio para supervisar
lo que las personas del mundo –incluidos sus propios
ciudadanos- opinan y se dicen unos a otros por fax, teléfono o correo
electrónico.
En tiempos de la Guerra Fría la presencia militar
norteamericana en el mundo respondía a la necesidad de
contener y confrontar con la Unión Soviética y sus
aliados.
El nuevo despliegue norteamericano, basado en la
Doctrina de Seguridad
Preventiva, se fundamenta en la necesidad de combatir el
terrorismo
internacional, la proliferación de armas de
destrucción masiva, el narcotráfico, el crimen
organizado y para asegurar el cumplimiento de las
cláusulas de propiedad
intelectual de la Organización Mundial de
Comercio.
Al analizar los escenarios geopolíticos donde se
hayan situadas estas nuevas instalaciones militares surge
naturalmente la sospecha que las mismas responden más a la
necesidad de "garantizar el flujo libre del suministro
regional de energía a los mercados
internacionales, sin que sean objetos de agresión" y
no al riesgo que puedan
entrañar algunas de estas amenazas a la
seguridad.
Las preocupaciones de seguridad del gobierno
norteamericano están evidentemente orientadas a preservar
el abastecimiento de petróleo y gas barato que
hace competitiva a su economía frente a otras. Recordemos
que los Estados Unidos consumen el 30% de la energía
consumida por toda la humanidad.
Para comprender exactamente de que estamos hablando
debemos considerar que la población mundial se aproxima a 6.000
millones de personas. Los cuales consumen energía para
desplazar a más de 520 millones de automóviles
particulares.
Muchos de ellos poseen televisores, heladeras, equipos
de aire
acondicionado, calefacción, computadoras,
telefonía
celular, etc. todos estos elementos de confort y
también de trabajo
consumen para su fabricación y funcionamiento gran
cantidad de petróleo,
agua, gas,
minerales y
elementos de la biodiversidad
que son recursos no
renovables o de difícil renovación que al comenzar
a agotarse generan una pugna por su
apropiación.
El Departamento de Energía de los Estados Unidos
ha estimado que para mediados del siglo XXI la demanda de
petróleo superará la producción. Si las reservas de
petróleo, en el año 2000, eran estimadas en 1.033
billones de barriles, estos alcanzarían para abastecer a
la humanidad durante cuarenta años al nivel de consumo actual
de 73 millones de barriles al día.
Si el nivel de consumo se incrementa tan sólo un
2% las reservas de agotarán mucho más
rápido. Por el momento no existe una tecnología adecuada
para reemplazar este recurso.
Algo similar ocurre con el agua. La
reserva de agua dulce potable para consumo humano es de tan
sólo el 3% del total y su mayor parte esta en glaciares y
en los casquetes polares. Por lo tanto su volumen en de
12.000 kilómetros cúbicos. En los próximos
años el consumo de agua potable
se incrementará en un ciento por ciento y la escasez se asoma
como una nueva amenaza y motivo de conflictos
III. América
Latina región de riesgo
Una zona donde la presencia militar norteamericana se ha
incrementado constantemente es América Latina. La
América del Sur es un territorio jaqueado por un entramado
de conflictos que
lo tornan sumamente volátil. Región productora de
drogas es el
lugar de asiento de poderosas organizaciones
criminales que extienden sus actividades a los mercados
consumidores de América del Norte y de Europa.
Los gobiernos latinoamericanos suelen ser débiles
y frecuentemente enfrentan problemas de
corrupción
y gobernabilidad. En las últimas décadas, quince
presidentes latinoamericanos se han visto obligados a dejar su
cargo por acusaciones de corrupción que derivan en estallidos de
violencia
social.
Los dirigentes políticos de la región
suelen dejarse tentar por el nacionalismo
confrontativo. Su discurso
político apela frecuentemente al antiimperialismo,
anticapitalismo y, en consecuencia, a la hostilidad contra los
Estados Unidos.
América Latina también alberga a varios
grupos
terroristas que controlan extensas porciones del territorio de
los estados constituyendo una suerte de gobierno
paralelos.
Mientras que diversas agrupaciones indigenistas agitan
las pasiones de casi cincuenta millones de indígenas que
viven en sus países.
Según el Banco
Interamericano de Desarrollo,
América Latina constituye la región con mayores
desigualdades del mundo donde el 10% más rico de la
población se apropia del 40% de la riqueza. Por lo tanto,
sorprende descubrir que varios países están dando
mayor prioridad a la búsqueda de mayor poderío
militar que a la atención de las graves emergencias sociales
que alimentan los conflictos internos en la región.
Según datos del
Instituto Internacional de Estudios para la Paz –SIPRI-,
con sede en Estocolmo, entre 1993 y 2003 el gasto militar
creció un 24% aunque con una distribución muy dispar.
Esta área del mundo sumamente inestable
suministra una parte sustancial del gas y petróleo que
consume el mercado
norteamericano. Venezuela y
México
como productores de petróleo, Colombia por
petróleo, carbón y agua para producir
energía a través de obras hidroeléctricas,
Argentina además de su petróleo tiene su territorio
ligado junto a Paraguay al
Acuífero Guaraní una de las mayores reservas de
agua dulce no contaminada del mundo.
En Centroamérica se encuentran reservas
potenciales de petróleo: en el Petén de Guatemala y en
la región del Limón, en Costa Rica.
Además la geografía Latinoamérica es especialmente apta para la
realización de empresas hidroeléctricas que pueden
abastecer de energía a las grandes empresas
multinacionales.
Es por ello que la presencia militar norteamericana en
Latinoamérica se ha incrementado en forma paralela al
aumento de inestabilidad en la región. La misma se
materializa a través de la instalación de nuevas
bases militares y el refuerzo de las ya existentes, el entrenamiento del
personal militar latinoamericano, la venta de armas,
la instalación de sistemas de
vigilancia e inteligencia, además de la influencia
diplomática y económica ejercida contra los
débiles gobiernos latinoamericanos.
Hoy las fuerzas norteamericanas cuentan con
instalaciones en Manta, Ecuador – una
base de 25.000 hectáreas de extensión-, en
Iquitos, Perú, en Bolivia con
una instalación militar de carácter no oficial, en Leticia y
Tres Esquinas, Colombia, en Reina Beatriz, Aruba, e
incluso en Hatos, Curaçao. Estas bases se
complementan con las existentes en Puerto Rico,
Vieques, Cuba, Guantánamo y Honduras,
Soto Cano.
Los Estados Unidos también han manifestado su
interés
en establecer instalaciones militares en El Salvador, en
Argentina, en Tierra del
Fuego y en controlar la base de lanzamiento espacial de San Pedro
Alcántara en Brasil.
En mayo de 2005, los Estados Unidos han firmado un
tratado con el gobierno de Paraguay que les permitirá
contar con una nueva base en la localidad de Mariscal
Estigarribia, Provincia de Boquerón, en el llamado Chaco
Paraguayo. Esta instalación está situada a 250
kilómetros de Bolivia, próxima a las provincias
argentinas de Formosa y Salta; y a la estratégica
región de la Triple Frontera entre Brasil, Paraguay
y Argentina.
La nueva instalación cuenta con una pista de
3.800 metros que permite el aterrizaje de aviones Galaxy y B52,
los mayores aparatos que utilizan las fuerzas norteamericanas.
Los cuarteles en construcción permitirán albergar a
16.000 efectivos norteamericanos que comenzaran a llegar en trece
contingentes a medida que se completen las
instalaciones.
Desde esta nueva base los Estados Unidos se
encontrarán en óptimas condiciones para controlar
las reservas gasíferas y petrolíferas de Bolivia,
ubicadas en los departamentos de Santa Cruz de la Sierra y
Tarija. En necesario señalar, que Bolivia cuenta con
voluminosas reservas de gas. Estas han sido estimadas en 27
trillones de pies cúbicos que alcanzarían para
exportar al ritmo actual hasta 2024.
Sin embargo, analista y expertos plantean que la
producción mundial de gas entraría en crisis hacia
el 2020, aunque países como Canadá estarían
sin reservas desde 2007 y los Estados Unidos dependerían
más del gas que del petróleo.
Actualmente, el gas comprende el 14% de la
energía consumida en los Estados Unidos. En el 2020, por
la construcción de 272 centrales eléctricas, el
consumo de gas se incrementará hasta constituir el 55% de
los recursos energéticos consumidos en ese
país.
Aunque posiblemente la presencia militar estadounidense
en Paraguay se justifique en función de
las necesidades que la lucha global contra el terrorismo impone a
los Estados Unidos. A tal efecto servirán las permanentes
y nunca comprobadas denuncias de actividad terrorista en la
Triple Frontera.
Recordemos que la zona de la Triple Frontera
tomó tal importancia en materia de
terrorismo internacional que, según la revista
Newsweek, el 18 de septiembre de 2001, siete días
más tarde del atentado a las Trade Word Center y
al edificio del Pentágono, Douglas J. Feith
presentó al Presidente George W Bush un plan de respuesta
militar que incluía el bombardeo y posterior
invasión de la región.
Douglas J. Feith era el tercer funcionario en
jerarquía del Departamento de Defensa estadounidense, por
detrás de subsecretario Paul Wolfowitz y del secretario
Donald Rumsfeld y se desempeñaba como jefe de la Oficina de Planes
Especiales.
Newsweek señalaba como fuente el
apéndice 75 de los capítulos 10 y 11 del informe de
la comisión bicameral del Congreso de los Estados Unidos
abocada a la investigación de los ataques terroristas
del 11 de septiembre de 2001. Según este informe, Feith
presentó un plan alternativo cuyo objetivo
consistía en atacar simultáneamente tres blancos
sorpresivos a modo de respuesta contundente destinada a dar un
mensaje al mundo de que los Estados Unidos respondía
militarmente al terrorismo. Esos tres blancos estaban
constituidos por la Triple Frontera, el sur de Asia e Irak.
Desde entonces las agencias de inteligencia
estadounidenses y diversos expertos en terrorismo de esa nacionalidad
sostienen que las células
terroristas islámicas de Ciudad del Este, son la principal
amenaza a la seguridad para los Estados Unidos en el continente
americano.
Lo cierto es que la nueva base estadounidense
tendrá una posición estratégica clave para
el control tanto del
Acuífero Guaraní como del gas boliviano.
Por último, no es posible pasar por alto que las
principales instalaciones militares estadounidenses en
Sudamérica están situadas rodeando la región
de la amazonia brasileña, el último gran reservorio
natural con que cuenta la humanidad.
En la región amazónica se ubica el
río más caudaloso y largo del mundo, el Amazonas,
en el que desembocan más de 10.000 afluentes.
Aquí se acumula una quinta parte del agua dulce
con que cuenta el planeta. El territorio amazónico, con
una superficie aproximada de ocho millones de kilómetros
cuadrados distribuidos entre ocho países, representa el
44% del territorio sudamericano y alberga el ecosistema
más diverso del planeta.
En el alto Río Negro se encuentra el mayor
yacimiento de niopo que, combinado con el acero, es
indispensable para construcción de naves espaciales y
misiles intercontinentales. El bosque amazónico, con
más de 300 especies de árboles
por hectárea ayuda a regular la temperatura
del planeta consumiendo bióxido de carbono y
produciendo oxígeno.
La cuenca del Amazonas contiene también entre el
40 y 50% de las especies de la tierra
–con un rango estimado de 20 a 30 millones- y la mitad de
los bosques tropicales del mundo. Esta inmensa biodiversidad
obedece, en gran parte, a las repetidas contracciones y
expansiones de la selva durante el período del
Pleistoceno. Los botánicos estiman que hay más de
125.000 plantas
indispensables para los laboratorios medicinales.
El destino final de estos recursos, el cuándo y
quién se apropiará de los mismos parece ser una
preocupación central para las autoridades norteamericanas
y para las empresas de esa nacionalidad
que aspiran a aprovechar los grandes negocios que
la región encierra.
Para concluir podemos decir que, en el siglo XIX se
podía trazar la extensión del imperialismo
contando las colonias de que disponía una potencia. En la
versión actual del imperialismo las bases militares
parecen haber reemplazado a las colonias. Es que en el siglo XXI
la disputa no pasa por la apropiación de territorios y
mercados sino por el control de los recursos naturales
estratégicos que cada día se hacen más y
más escasos.
Por
Adalberto C. Agozino
Doctor en Ciencia
Política y experto en temas de seguridad.
Profesor Titular de la Cátedra de Seguridad de la
Escuela Superior
de Gendarmería Nacional y Director del Curso de Postgrado
en Crimen Organizado del Instituto Universitario de la
Policía Federal Argentina.