La Globalización, la Sociedad de la
Información, la Sociedad del Conocimiento,
la Era de las Telecomunicaciones… son denominaciones del
contexto posmoderno con las que, algunos, ya estamos
familiarizados; sin embargo, suenan un tanto abrumadoras porque
ellas son sinónimo de revolución
tecnocientífica, económica, social, cultural,
religiosa, etc.
Es aquí cuando empezamos a ver que el mundo ya no
es el de antaño; por tanto, tratar de dar respuesta a las
cuestionamientos que nos expone este nuevo mundo con resoluciones
viejas y tratar de sentir y vivir nuevamente el pasado con un
cuerpo diferente al del pretérito, son graves fallas que
nos llevan a repetir con desdén: "todo tiempo pasado
fue mejor", "el mundo cada día está peor", "ya se
acerca del fin del mundo".
Frases comunes de la cultura senil;
por esto, a quien asuma esta actitud
empeñada en conservar el orden típico de las cosas,
lo apodaremos "El Abuelo" (esto no quiere decir que las personas
que realmente lo sean, tengan estas características), el
cual vive hacia delante, pero piensa hacia
atrás.
En este sentido, la Generación –Net
posiblemente no tenga problemas de
esta índole; pero las generaciones que están en
transición (entre la modernidad y la
posmodernidad), tienden a ser "abuelos", ya que,
comúnmente, se resisten al cambio y se
refugian en ideologías apocalípticas: "Es claro que
nuestra cultura optó en el pasado por el modelo de la
moralidad. La
formación moral
consistió para nosotros en una enseñanza de normas (casi
siempre formuladas negativamente) y tuvo como criterio de
moralidad el cumplimiento del deber".
Por ejemplo, una transformación que escandaliza a
la mayoría de adultos y de ancianos, es que la sociedad
actual ahora depende de la velocidad, del
conocimiento, del saber, más que del hacer; todo esto,
producto del
flujo continuo de la información en tiempo real que llega
hasta los lugares más recónditos del planeta, a
través de los, cada vez, más perfeccionados
medios de
comunicación.
Es así, como entendemos que el grado de
sofisticación de los canales de comunicación, se mide en cuanto a la
velocidad que tienen estos, para llevar y traer un(os)
mensaje(s), donde el "transmitir" queda subyugado al
"ya".
En consecuencia, la necesidad axial que nos exige este
mundo global para vivir "bien", es permanecer enchufados a la
realidad, que además es provisional, y, por tanto, exige
actualización constante.
De esta manera, cuando la Revolución
Industrial madura para dar paso a la Revolución de la
Información, entendemos por qué la
utilización de la información ya no es una
elección, sino una obligación.
En este orden de ideas, podemos afirmar que al contrario
de lo que muchos apologistas piensan, las novedosas
tecnologías no cierran las brechas sociales, sino que
agravan la desigualdad entre aquellos que tienen acceso a estos y
lo que no y, entre aquellos que saben utilizarlos y aquellos que,
disfemísticamente, son tildados de "analfabetas
tecnológicos".
Sin embargo, la
personalidad de "El Abuelo", sólo se enfoca en lo
negativo y estas posiciones maniqueístas no son acertadas
para comprender y, por tanto, juzgar el entorno que hoy nos
circunscribe.
La necesidad apremiante es entonces, juzgar el ahora con
argumentos actuales, adaptados a la contemporaneidad, ya que de
lo contrario, si "los abuelos" empiezan a ser mayoría,
podríamos caer en actitudes
leseferistas (dejar de hacer las cosas).
No obstante, existe otro bando (donde puede caber la
Generación-Net), al que no nos interesa
pertenecer.
Aquí están las personas que se entregan
con total desmedida a los "beneficios" de las nuevas
tecnologías, inmersos en las fantasías y
promesas posmodernas que nos llevan a reencantarnos del mundo,
luego de la "funesta" Modernidad. Estos, quienes asumen la
personalidad
de "El Quijote" -personaje de la obra "El Quijote de la Mancha"
de Miguel de Cervantes
Saavedra- y son soñadores, defienden a ultranza los
avances
tecnológicos, sobre todo, el acceso a la Red y el uso de los mass
media, donde alegan que estos posibilitan la "experiencia
¡ajá!", cuando ven en ellos realizados los ideales
de democracia
virtual, desmasificación de las sociedades; y,
con ello, el advenimiento de la heterogeneidad que consolida la
identidad
cultural, la descentralización del poder,
etc…
Tantas promesas que sólo nos permiten deducir,
que el quijote contemporáneo es quien ve las cosas
miopemente, pues utiliza las herramientas
técnicas sin ninguna restricción
confiando en que no existen riesgos
perniciosos, ocultos en dicho consumo.
Estas son pues las dos personalidades extremistas, y,
por lo mismo, antagonistas que encaran a la contemporaneidad, las
cuales están apresadas por el desmesurado progreso
tecnocientífico y la
Globalización..
Pero frente a estos fenómenos que se ramifican
dualmente, entre los efectos positivos y negativos, surge otro
tipo de personalidad propia de la posmodernidad, a quien poco o
nada le importa la historicidad que explica el advenimiento de
estos fenómenos y su repercusión en el futuro: "En
la posmodernidad todo se diluye en el instante y en la pluralidad
de eventos; no hay
algo que realmente estructure todos los sucesos; de ahí
que todo se oriente a vivir el presente, asumir lo inmediato, a
disfrutar el instante". Esta es pues, la actitud de "El
Adolescente". ¿Y por qué este apodo? Porque
generalmente, la etapa de la adolescencia
se caracteriza por asumir la realidad presente y de ahí
para adelante o para atrás… no hay nada.
Por esta razón, dicha etapa en la que la
elaboramos el duelo de la personalidad pueril, en la
mayoría de los casos, representan un dolor de cabeza para
los padres.
En este sentido, la Mundialización del mundo
(valga la redundancia), que se da, sobre todo, por la
digitalización de las comunicaciones
es un hecho que puede acarrear efectos positivos, pero
también, daños irreversibles.
Aquí, podemos estar de acuerdo con Paul Virilio
cuando asevera que "la invención de una máquina, es
la invención de su accidente"; aunque a la final, esto no
dice nada nuevo, porque cualquier creación, así no
sea técnica, potencialmente puede servir para el bien y/o
el mal. En cuanto a las nuevas herramientas
tecnocientíficas, que lógicamente también
acarrean consecuencias ambiguas, la manipulación de
éstas soluciona dicha paradoja, inclinando la balanza de
un lado o del otro.
Con todo esto, podemos confirmar que el mundo es otro, y
mañana será diferente a este "otro"; entonces, si
bien es fundamental la historia para comprender el
hoy, y si bien es importante elaborar hipótesis sobre el futuro, para reconocer
los posibles efectos, a mediano y largo plazo; es fatal invertir
nuestros esfuerzos en tratar de analogar la actualidad con el
ayer, en ver la cosas que sólo nos convienen, o en
relajarnos, para dejar que el presente, por sí solo, siga
su curso evolutivo.
En definitiva, si bien las paradojas de la Era
Tecnológica nos hacen proclives a ser ultraizquierdistas
(aquí está "El Abuelo") o ultraderechistas
(aquí encontramos al hidalgo soñador, "El
Quijote"), es menester evitar estas posturas; y también
las neutras (donde se consolida "El Adolescente").
Así, lo más conveniente es advertir sobre
lo que a simple vista parece ser color rosa, pero
donde la mirada minuciosa deja entrever un sinnúmero de
inminencias que se pueden evitar; o por lo menos, relentecer si
hayamos una política conciliadora
(no neutra) entre los apologistas e idealistas, que guíe
la manipulación de los elementos tecnológicos y
nuestra participación en la Sociedad de la
Información (la cual está bajo la penumbra
global).
Así pues, nuevamente se puede entrar en
convergencia con la premisa viriliana de que "hay que criticar el
progreso, para que realmente haya progreso", aunque este hijo
de la guerra (como se hace llamar), sustenta sus
críticas basadas en traumas del pasado, asumiendo la
personalidad de "El Abuelo", lo cual nos lleva a etiquetar a las
nuevas tecnologías como malas; y esta no es la actitud que
aquí se pretende halagar, pues ninguna máquina es
buena o mala por sí sola.
Mejor dicho, lo que sabemos con certeza hasta ahora, es
que debemos mirar de una forma distinta la sociedad actual y
asumir el reto de evitar dejarnos arrastrar por las tres
personalidades aquí descritas.
En fin, la Cultura Net es la nueva sociedad que puso en
desuso, por así decirlo, a la utilización de los
libros, a
la
educación por transmisión, a la
valoración del hacer sobre el saber; y al del capital
material sobre el capital
intelectual… pues ya tienen otro eje: la
información, el
conocimiento, la
comunicación y la actualización, cambios que ya
no son adaptables a la antigua moral; es necesario entonces, otro
esquema de valores
apropiados para la idiosincrasia, y, en general, vida de quienes
conforman la Sociedad de la Información y del
Conocimiento.
BIBLIOGRAFÍA:
– VIRILIO, Paul. Velocidad, vejez del
mundo.
Revista Universidad del
Valle. Cali. Nº 13
(abril de 1996); p. 178-184
– RESTREPO GALLEGO, Beatriz. En torno al concepto de
valor.
En: Rev. Alma
Máter. Medellín. Nº 477
(may. 2000); p. 3.
BETANCUR, Álvaro. La Nueva Era: el retorno de lo
religioso en la Posmodernidad.
En: Rev. Cuestiones Teológicas y
Filosóficas. Medellín. Vol 24, Nº
64
(II – 1998); p. 7- 26.
Autor:
Cristina Serna Duque
(estudiante de Comunicaciones – Universidad de
Antioquia)