Aztecas
- Introducción
- Organización social
- Calendario
Azteca - La
formación del matrimonio - El juego de
pelota Tlachtli - Filosofía
- Religión
- Los
sacrificios - Algunas
características de la cultura azteca - En busca de
nuevas rutas - La llegada
y sus primeras impresiones - Choque de
culturas - Cómo
reaccionaron los nativos? - La
conquista espiritual - ¿Qué pasó con la
población? - Relaciones
con los indios - Final de
Hernán Cortés - Breve
reseña del Nuevo Mundo y Hernán
Cortés - Se ensancha
el mundo conocido - La
conquista de México - Actualidad
de los aztecas - Bibliografía
En la zona
geográfica que corresponde a la mitad sur del México actual, se
desarrolló una gran actividad cultural desde unos 2000
años a. C. En esta región habitaron diversos pueblos,
algunos de los cuales nos han dejado muestra de su floreciente
cultura, como es el caso de
los restos arqueológicos de la ciudad de Teotihuacán,
ya deshabitada cuando llegaron los españoles. En la meseta
central mexicana desde finales del siglo VII hasta mediados del
siglo XII, se desarrolló la cultura tolteca que llegó a
fusionarse con la maya en su expansión hasta el
Yucatán.
En este marco
geográfico, más concretamente en las orillas e islas
del lago Texcoco, se desarrolló la civilización azteca,
una de las civilizaciones mejor conocida de la América precolombina y la
unidad política más
importante de toda Mesoamérica cuando llegaron los
españoles. Los aztecas son herederos de la
tradición cultural de los toltecas, que sirven de nexo entre
la cultura azteca y la
maya.
Los aztecas,
que se hacían llamar a sí mismos «mexicas»,
llegaron del norte y se asentaron en la cuenca del Texcoco a
mediados del siglo XII, fundando su capital, Tenochtitlán, en
1325
. La palabra
«azteca» tiene su origen en una legendaria tierra del norte llamada
«Aztlán». Según cuenta la leyenda, los
aztecas abandonaron esta mítica Aztlán, por orden de
los dioses y debían instalarse allí donde encontrasen
un águila devorando a una serpiente.
El azteca fue un
pueblo que, mediante alianzas militares con otros grupos y poblaciones conoció
una rápida expansión y dominó el área central
y sur del actual México entre los siglos XIV y XVI, si bien
es cierto que en un primer momento tras su llegada, tuvo que
enfrentarse a otros pueblos ya asentados en la zona. Tras
la muerte de Moctezuma II en
el 1520, se puso de manifiesto la debilidad de este gran imperio,
derivada de aquella rápida expansión: no podían
controlar aquel vasto territorio; las divisiones internas entre
provincias y las tensiones y ambiciones independentistas de
algunos pueblos, facilitó a los españoles, dirigidos
por Hernán Cortés, la conquista de este gran imperio,
que culminó en 1521.
A
continuación, le mostraremos una serie de costumbres y
sucesos que acontecieron en la vida los aztecas que hicieron que
sus vida y existencia cambiara para siempre.
Contrariamente a
lo que se ha creído, el pueblo azteca no era un imperio en
toda la extensión de la palabra. Cierto, nadie podía
desobedecer una orden del Gran Orador o Huey Tlatoani, nombre
correcto del emperador Azteca.
El hijo del Gran
Orador no siempre fue el heredero. Era un Consejo de Sabios
– muy similar al Senado Romano – el que decidía
de manera democrática quien sería el próximo
gobernante principal del Gran Templo.
Una vez electo el
Gran Orado, era obedecido en todo, debido a que era el
representante en la Tierra del dios
Huitzilipochtli. El Gran Orador era, además del jefe del
gobierno, el sacerdote principal
del Gran Templo.
El corazón del imperio Mexica
fue el calpulli. Allí antes de que existiera el imperio, ya
existía el calpulli. Este se formaba generalmente por
parientes o personas con la misma profesión, de esta forma,
existían calpullis de sacerdotes, guerreros águilas,
guerreros ocelotes, carpinteros, alfareros, etc. Cada calpullis
era una forma de gobierno autónoma, con su propio Orador o
gobernante, el cual era elegido por los más ancianos
moradores del calpulli. Cada calpulli tenía su propia
escuela, su propia templo, a
veces era importante, tenía su propia
guarnición.
En la sociedad azteca no había
clases cerradas. Cualquiera podía llegar a ser miembros del
Consejo de Sabios. Sin embargo, solo los nobles podían ser
Grandes Oradores.
Una costumbre
azteca consistía en que el Gran Orador, una vez elegido,
dejaba de ser un humano, para convertirse en un dios. De hecho,
cada Gran Oradora azteca era adorado en el Templo
Mayor.
El protocolo azteca exigía que
nadie podía ver directamente al emperador, ni hablarle o
escucharle. Por eso, existía el portavoz, era el que
transmitía lo dicho por su señor a los lacayos y los
que le respondían al emperador. Pero, en casos graves, el
rey hablaba de manera directa con su consejo.
El pueblo azteca
daba mucha importancia al tiempo, que era registrado en
dos calendarios: el de 365 días, xihuitl, que era solar y/o
el agrícola compuesto por 18 meses de 20 días, más
cinco días "inútiles" o "aciagos" y la cuenta de los
destinos de 260 días, llamada tonalpohualli, que tenía
más bien carácter adivinatorio.
Este estaba dividido en 13 meses de 20 días cada uno. Cada
día tiene un nombre y se combina rotando con un número
del 1 al 13, hasta completar los 260 días (13 veces 20 =
260. Cada día con su numeral tiene una carga energética
que lo conecta con la fuerza del cosmos y esta bajo
la protección de un dios, se relaciona a un rumbo del
universo y a un color, y tiene un augurio
asociado.
Los aztecas
dividían el calendario solar en cinco períodos de 73
días, especie de estaciones a los que llamaban cocij:
cocij cogaa, era el tiempo del agua y del viento simbolizado
por el cocodrilo; cocij col lapa era el tiempo de las
cosechas, representado por el maíz; cocij piye chij
era el tiempo santo o de fiesta, representado por el águila
o guerrero; cocij piye cogaa, tiempo de sequías e
inicio del calendario; cocij yoocho, tiempo de las
enfermedades y las miserias,
representadas por el tigre.
En la sociedad
Azteca, la familia estaba formada
primero por el matrimonio en el cual el
varón sólo podía tener una esposa, que era la
legítima y era llamada Cihuatlantli, con quien se casaba con
el ritual correspondiente, pero podía tener tantas
concubinas como pudiera sostener pero estas realizaban el ritual
matrimonial. La edad ordinaria para contraer matrimonio era entre
los 20 y los 22 años más o menos, no podían
casarse padres con hijos, ni padrastros y entenados, ni hermanos
entre sí. Para casarse, el joven necesitaba el permiso de
sus maestros del Calmecac o del Telpochcalli, esto se
obtenía cuando los padres ofrecían un banquete de
acuerdo a sus recursos. Luego, los padres del
novio se dirigían a los padres de la novia a través de
ancianas quienes llevaban la petición. Era costumbre que la
primera vez se negara la petición y más tarde se
contestaba con la aceptación o la negativa formal. Pero
entre los plebeyos se hacía más frecuente la unión
libre y después de tener los recursos adecuados, se
efectuaba la ceremonia. En la ceremonia nupcial, los novios se
sentaban uno enfrente del otro, donde intercambiaban vestidos y
se daban de comer mutuamente, como símbolo de ayuda mutua
para el futuro. El divorcio era conocido por los
aztecas, pero para que fuera válido tenía que haber
sentencia judicial. Después de esto los contrayentes
podían volverse a casar.
El juego de pelota
Tlachtli
El juego de pelota
se jugaba en un patio que tenía forma de H acostada. A ambos
lados del travesaña de la H se extendían los muros y en
el medio de casa uno se insertaba verticalmente un anillo de
piedra o de madera, a diferencia de la
posición horizontal del aro en el juego del baloncesto que hoy conocemos.
Los jugadores trataban de pasar a través de este anillo una
pelota de hule macizo, a la cual sólo le podían pegar
con los codos, las caderas o las piernas. Cuando anotaba puntos
sus partidarios tenían el derecho de despojar de sus ropas a
los contrarios.
Las concepciones
de los aztecas relativas al Universo reflejaban sus gustos
trágicos y sus inclinaciones a los sacrificios y
prácticas sangrientas. La creación del Mundo había
empezado por el sacrificio voluntario del dios Nanahutzin (dios
de la sífilis, como Amimitl era lo
era de la disentería), que se arrojó a una hoguera.
Quetzalcoátl había sacrificado a su hijo, que tras ello
se convirtió en Sol. Cuatro edades o soles se había
sucedido, cada una de ellas terminaba por un cataclismo. Al final
de la primera, los hombres habían sido destruidos por los
jaguares. La segunda, por el viento. La tercera acabó
mediante una lluvia de fuego y la cuarta, en diluvio.
Los primeros
sacrificios, los habían hecho los dioses para alimentar al
Sol con sangre de corazón. El mundo
subterráneo comprendía nueve pisos; los cielos, trece,
superpuestos. En fin, práctica esencial en la religión de los aztecas era, como ya
hemos indicado varias veces, los sacrificios humanos, costumbres
que fueron en aumento a medida que la civilización
progresaba.
Esto, la
abundancia de dioses y su complicado ritual dio nacimiento a un
cuerpo sacerdotal muy numeroso a cuya cabeza estaban dos grandes
sacerdotes, que llevaban el nombre de Quetzalcoátl. A sus
órdenes se escalonaban una jerarquía complicada y una
escuela encargada de la formación de novicios. Había,
además, brujos y magos que, mediante renumeración,
predecían el porvenir, curaban enfermedades y hacían
otros servicios
análogos.
Los aztecas
creían en la creación del hombre basados en los Dios
Ometecutli y Omecihualt, creadores de la vida e inicio de todo,
los cuales a su vez tuvieron cuatro hijos: Tezcatlipoca,
Xipetotec, Quetzalcoátl y Hutzilopochtli. Los aztecas
creían que el mundo estaba destinado a ser creado y
destruido cinco veces, así que los aztecas que Cortes
encontró creían que estaban viviendo en el quinto y
final período de la creación. Los aztecas no
tenían nada que se refiriera a la Eternidad, no tenían
noción de la misma.
Conformados los
aztecas comenzaron a conquistar a otros pueblos. Fueron aceptando
nuevos dioses y enlazando sus historias con las de los dios que
ya tenían. Además, los aztecas tenían un dios para
cada actividad y cada calpulli. A esto, debemos añadir el
hecho de que eran dioses de carácter cambiante, asociados a
colores y con posibilidades de
multiplicarse. De todas estas divinidades, la más importante
fue Hiutzilopochtli, de dios del sol y la guerra, que tenía su
antítesis en Telcatlipoca, concebido como un dios oscuro, lo
cual pone de manifiesto la dualidad existente en la religión
azteca. También fueron importantes Tlaloc, dios de la lluvia
y Quetzalcoátl.
Quetzalcoátl
era un dios antiguo, anterior a los mexicas, del que hay diversas
versiones. Para algunos era el dios creador del hombre, mientras
que para otros fue un dios civilizador. Es considerado hijo de la
diosa virgen Coatlique y hermano gemelo del dios Xolotl. Como
introductor de la cultura, él trajo al hombre la agricultura y el calendario y
es patrón de las artes y de los oficios.
Un elemento
fundamental en el culto religioso eran los sacrificios humanos
que para los aztecas eran una especie de compensación o pago
que los hombres daban a los dioses. Hiutzilopochtli y todas las
demás deidades, recibían su parte en la vida del
pueblo:
" Como dios que
es, desdeña los alimentos groseros de los hombres
y solo puede mantenerse con la vida misma, la substancia
mágica que se encuentra en la sangre del hombre. Así,
la guerra, la conquista y el sometimiento de otros pueblos,
tenían motivos económicos y políticos, pero
también razones religiosas de búsqueda de prisioneros
para su inmolación".
El sacrificio
más común consistía en arrancar el corazón a
la víctima, ofreciéndolo enseguida al dios, para ellos,
cuatro Sacerdotes sujetaban el sacrificio, que colocado sobre una
piedra (llamada Techath) por sus extremidades y un quinto
Sacerdote ejecutaba la operación con un cuchillo de
pedernal, con el que le daba un golpe en el pecho para arrancarle
el corazón; que era después, ofrecido a los dioses. La
sangre era dada a gusta a los ídolos, la carne, tenida por
divina, era comida y el corazón era depositado en un
recipiente llamado Cuauxicalli. En otras ocasiones, durante la
fiesta en honor a Xiutecuchtlil, dios del fuego, la víctima
era arrojada con intervalos sobre un montón de
brasas.
Otras formas de
sacrificio consistían en tener el prisionero atado en un
sitio para después lanzarse flechas hasta que este muriese y
la sangre que caía a la tierra se suponía la hacía
fértil. En honor de la tierra y de Xipe, a la víctima
se le desollaba después de materia y el sacerdote se
vestía con la piel de aquella. Y no dejaba
de haber para algún valiente guerrero enemigo, antes de
aplicársele la muerte común, sobre todo
en la fiesta del "Tlacaxipehualiztli" que era el simulacro de un
combate contra varios guerreros aztecas mejor armados. Este
sacrificio fue después llamado: Gladioatorio.
Había meses
consagrados al sacrificio de niños que eran llevados a
las cumbres de los montes, adornados con plumajes y guirnaldas,
sus sacrificadores los acompañaban tañendo instrumentos musicales,
cantando y bailando. La ceremonia de inmolación tenía
como objeto el pedir lluvias y si los niños lloraban era un
buen signo. El corazón les era arrancado como parte final
del acto.
En las fiestas del
Toxcatl se sacrificaba a un mancebo (imagen de Tezcatlipoca), a quien
durante todo un año se le agasajaba con fiestas y regalos
preparándolos para la muerte. Los ritos exigían que
hubiese también ofrendas y oraciones,
sahumerios con copal y otros actos. Las calaveras de los sacrificados se
conservaban en Tzompantli o gradería de cal y piedra. El de
Tenochitlan tenía no menos de 136.000 de ellas al tiempo de
la conquista.
Esfuerzos
habían hecho, las culturas prehispánicas para fijar
sobre la piedra o el papel sus pensamientos: no llegaron, sin
embargo, a descubrir el alfabeto que les permitiera fijar la
palabra misma.
Existió, en
cambio, una producción poética y
de elocuencia popular, atesorada en la memoria y transmitida de
generación en generación. Normas también de vida
moral y de conducta social que los padres
enseñaban a sus hijos por regla.
Algunas características de la cultura
azteca
- Ciudades: Tenochtitlán.
Las ciudades nahuas tenían una elaborada planeación urbana, con
funcionarios encargados de mantener las calles rectas y
ordenadas, tenían servicios de recolección de
desperdicios y de excrementos. - Baños: Las casas de las
clases altas aztecas tenían agua y baños interiores.
Se reporta que el palacio de Moctezuma tenía más de
100 habitaciones, todos con baño privado. - Esclavos: La esclavitud azteca era poco
rígida. Los hijos de esclavos eran libres. Un esclavo
podía ser declarado libre si él o ella tenían
hijos con su amo(a) o si eran maltratados. Una persona podía ser
declarada esclava, si trataba de evitar la huida de un
esclavo. - Educación: La educación era
obligatoria. Había una escuela para el pueblo, y una para
los nobles. Si tenían talento, podían ser escogidos
para la casa de la música o seleccionados
para jugador de pelota. - Ruedas: No usaban la rueda para
el trabajo o la guerra. Sin
embargo, se usaban para juguetes de los niños,
los bienes se transportaban por
personas, no había animales que sirviesen para
transporte. - Hierro: Conocen el hierro, pero no el acero, por lo que el hierro
era raramente usado, pues por sí solo el hierro es
inferior a las aleaciones de bronce. Las
espadas eran de madera con afiladas hojas de obsidiana (capaces
de degollar un caballo) - Dinero: No usaban monedas como
dinero. A veces, usaban
cacao como monedas. - Escritura: La escritura azteca era
principalmente pictográfica, con variantes
jeroglíficas y fonéticas. Sin embargo, era muy
común de aprender textos (por ejemplo, poemas) de memoria.
De 1096 a 1292, en
Europa se organizaron ocho
expediciones contra los musulmanes, llamadas las Cruzadas. Las
inspiró el deseo de que Tierra Santa, la región donde
vivió Cristo, estuviera en poder de los cristianos. Pero
estas lucha tenían también motivos económicos. Los
españoles tenían, en la Reconquista, su propia cruzada.
Isabel, reina de Castilla, se casó con Fernando, rey de
Aragón (los Reyes Católicos) y sus reinos unidos fueron los más
poderosos de la península. Para entonces ya existía el
reino de Portugal.
Cuando comenzaron
a gobernar los Reyes Católicos, los musulmanes habían
perdido mucho terreno. Las guerras contra los musulmanes
y el deseo de encontrar rutas hacia el Oriente más
rápidas y seguras, animaron las exploraciones marítimas
europeas.
Entre los mejores
navegantes figuraban los italianos y los portugueses. La
conquista del nuevo continente fue impulsado por instalaciones
como los Estados Monárquicos, la Iglesia Católica y las
grandes campañas comerciales.
La llegada
y sus primeras impresiones
Los primeros
asentamientos españoles se ubicaron en las islas Antillas.
Desde la ciudad de Santo Domingo en la isla que Cristóbal
Colón llamó La Española se organizó la
primera recolección de oro americano y la conquista
de las islas. Pero desde su llegada, los españoles no
obtuvieron las riquezas esperadas. Salvo el oro que se
encontraron en las Antillas. Los nativos fueron obligados a
recolectar el metal precioso, no se resistieron, pero con el
tiempo fueron desapareciendo. La Española perdió
importancia y Santiago de Cuba se transformó en el
centro de las operaciones coloniales
españolas. Desde allí, en 1519, Cortés y su
escuadra bordeó el Yucatán, al llegar a la
desembocadura de un río de Tabasco, Golfo de México, el
conquistador decidió realizar el desembarco.
Primero llegaron a las llanuras
tropicales de la costa y luego se dirigieron al interior, hacia
las regionales más elevadas de México. Habían gran
vegetación donde soplaban
vientos fríos que refrescaban y purificaban la
atmósfera. Antes de ordenar la marcha hacía la capital
del imperio azteca, Cortés había enviado a Carlos V una
delegación con ricos presentes y un mensaje o carta de relación en que
describía con entusiasmo las posibilidades que ofrecía
México, gestión que
emprendió para precaverse de su enemigo y competidor De
Velásquez, cuyos agentes podían hacerlo caer en
desgracia ante el emperador.
En abril de 1519, los mensajeros
del gobernante, Moctezuma le confirmaron unos rumores que
había escuchado: en la costa del Golfo, por el rumbo de
Veracruz, había aparecido unos hombres extraños,
blancos y barbados, quienes viajan en canoas, grandes como
casas.
En la llegada
atemorizó a los indígenas gracias a las armas de fuego y caballos. Una de
las tribus, los tlaxcaltecas, que habían sido dominados por
los aztecas, se aliaron con los españoles. El emperador de
los aztecas, Moctezuma recibió a los invasores con
obsequios, lo que provocó mayor codicia a
Cortés.
Los nativos los
recibieron pacíficamente creyendo que podían ser
enviados del dios Quetzalcoátl. Pese a esto, Cortés,
tomó prisionero al emperador.
El pueblo se
sublevó tras la matanza de numerosos miembros de la nobleza.
Moctezuma fue obligado a mediar entre su pueblo y los
españoles. Pero las flechas tiradas por los propios aztecas
hirieron de muerte al emperador y Cortés decidió huir,
pero algunos pocos lograron escapar. Después las tropas
españolas se reorganizaron y atacaron sangrientamente a los
aztecas en Tenochtitlán.
La conquista
violenta significó para los indígenas un gran
sufrimiento espiritual. Algunos historiadores denominaron a este
impacto en la mentalidad de los pueblos americanos como el
traumatismo de la conquista. Para los vencidos, la derrota
tuvo un carácter religioso y cósmico. La caída de
Tenochtitlán no fue sólo una derrota militar, sino
también la caída del reino del Sol.
El ataque sobre
Tenochtitlán se inició con la destrucción de los
poblados cercanos y prosiguió con el sitio de la ciudad que
duró 75 días. Las enfermedades, la falta de agua (pues
los españoles habían cortado el principal acueducto),
de comidas, el hacinamiento y la lucha continua vencieron la
resistencia azteca encabezada por
Cuauhtémoc.
El 13 de agosto de
1521, el imperio azteca quedó sometido a Cortés.
¿Cómo se explica que los 200 hombres de la
expedición de Cortés conquistaran una región
habitada por más de 10 millones de personas? Influyeron
factores técnicos como la superioridad de las armas de
fuego, otro será de tipo religioso.
La llegada de los
europeos a América fue anticipada por presagios y
profecías. Los presagios anunciaban que el retorno del dios
Quetzalcoátl se produciría al final del reinado de
Moctezuma y lo haría bajo la forma de un hombre
blanco.
Antes de su llegada ocurrían
una serie de fenómenos naturales y catástrofes: "De
aquí a muy pocos años nuestras ciudades serán
destruidas y asoladas, nosotros y nuestros hijos muertos".
Las profecías comenzaron a cumplirse a los tres años de
la ascensión de Moctezuma al trono. En 1510, se sucedieron
un eclipse de sol y la aparición de un cometa. Al poco
tiempo, Hernán Cortés desembarcó en la costa de
México…y no pasó mucho tiempo hasta que los nativos
tomaron conciencia de que no era
precisamente un dios que esperaban.
Cuando los
españoles llegaron a México, se encontraron con una
civilización que tenía una religión muy diferente
a la cristiana. Lo que más impactó fue la poderosa
religión estatal que rendía culto a las principales
divinidades indígenas a través de sacrificios humanos
que eran acompañados de diversos ritos. Su mentalidad de
hombres europeos del siglo XVI la entendieron como una
religión demoníaca y se propusieron su completa
destrucción.
Cuando dos
culturas se ponen en contacto se establece entre ellas una serie
de relaciones que modifican a ambas. En el proceso de la conquista
europea en América se relacionaron dos culturas que, hasta
ese momento, se habían desarrollado por separado, sin que
una tuviera noción de la existencia de la otra. La conquista
de América fue una historia de vencedores y vencidos. Unos
logran imponer su dominio sobre los otros. En la
relación entre sus culturas ocurrió algo
similar.
El concepto de cultura se refiere a
la forma en que los miembros de un grupo de personas piensan,
creen y viven, la manera en que se resuelven sus problemas, sus manifestaciones
artísticas y su vida espiritual, las normas y acuerdos que
establecen. A este proceso se lo denomina aculturación,
donde el pueblo vencido pierde su identidad cultural tradicional
e incorpora a su visión del mundo muchos elementos de la
cultura de los vencedores.
Los que llegaban venían
empujados por todo el desarrollo de Occidente,
inaugurando la imprenta y las armas de fuego,
presuntuosos de acabar de hinchar el globo terráqueo. Los
que contemplaban la llegada se asomaban a los bordes de un
continente primitivo que llevaba una forma de vida
ahistórica. Ignoraban el gran proceso espiritual que se les
echaba encima inesperadamente.
En el momento en que la sociedad
arábiga era absorbida por la iránica en el Viejo Mundo,
en América hombres de cultura occidental incorporaban tres
grandes sociedades prehispánicas:
los aztecas, la maya y la incaica.
Los huestes que desembarcaban tras
tiempos revueltos portal una serie de ventajas técnicas e ingredientes
espirituales que les permitirá en muchas ocasiones la
fácil conquista del territorio. La nueva potencia les despertó la
conciencia. La comparación es aventurada, porque Weber se refiere a unos
pueblos jinetes nómadas, condición esta última que
no atañe a los hispanos. Sin embargo, sí es exacta y
válida en cuanto a lo que significó, y fue decisivo
para la conquista el factor del caballo.
El aspecto de un
guerrero azteca, a juzgar por las modernas reproducciones, no
debía de ser nada agradable: y el panorama de los templos e
ídolos hediondos, de piltrafas y sangre humana, tampoco
sería reconfortante.
El encontronazo
fue contra diversas gamas de las civilizaciones americanas y
contra distintas clases de nativos. En aquellas regiones la organización
política era más acabada, la conquista fue obra de
días. La peculiar estructura gubernamental hizo
que caída la cabeza soberana, cediese todo el cuerpo de la
pirámide. Era un mundo tecnificado, abrumado por el
fatalismo cosmogónico de sus creencias. Mundo inseguro,
mostraban la vida como una continua construcción.
A los españoles les
parecieron siempre fabulosas las cantidades de indios que les
hacía frente. Por su imaginación meridional y por su
sugestión de los libros de caballería,
exageraron el número de la población. Los
conquistadores desorbitaron para que sus hazañas parecieran
más grandiosas; los misioneros, para que su labor
evangelizadora fuera tenida por inmensa, y Las Casas, para
acentuar la crueldad de sus compatriotas. En su Brevísimo
relación de la destrucción de las Indias (1542)
definió a los aborígenes como humildes, pacientes,
pacifistas y quietos. Eran personas delicadas que no podían
sufrir trabajos y que no poseían bienes. Pero cuando
llegaron los españoles, transformados como lobos y tigres,
despedazaban y mataban sin compasión.
La curiosidad
apareció en los cronistas más cultos, y sobre todo en
los clérigos. Al contacto con los autóctonos, indagaron
sus costumbres, sus instituciones, su
pasado.
Cómo
reaccionaron los nativos?
No fue igual en
todas las partes el recibimiento que hizo a los españoles.
La reacción violenta se dio junto a la sumisión
pacífica. En México contaban con una organización militar
irreprochable. Tenía un ejército en pie de guerra y
fortificaciones y poseían el concepto de que la pugna era
una loable actividad. Su entereza frente al enemigo fue
modélica, aunque al principio luchasen bajo el terror,
creyendo seres divinos a los que acababan de llegar y se
sintieran acorralados por la novedad de la pólvora, el
hierro, el caballo y el perro.
El hispano
también encontró algunos problemas: el misterio, las
trampas, la fauna y flora traicioneras, el
clima, la cantidad
numérica del enemigo, las flechas y el veneno.
Para denotar el valor de los aztecas se
escribe que luchaban como "perros dañados". Las armas y
tácticas hispanas hallaron respuesta en las armas y sistema indígena.
Convocatorias de hombres mediante tambores y columnas de humos,
parlamentos, sacrificios y ceremonias, danzas y pinturas
corporales precedían al estado de guerra.
Se discutía su capacidad para
vivir de acuerdo con las costumbres españolas y para recibir
la fe católica. La corona se inclinó por el
término medio y optó una actitud paternalista, como si
los indios fueran menores de edad. Se les reconoció su
racionalidad y se consideró que su retraso era fruto del
pecado.
Mientras en España se polemizaba en
torno al derecho de conquistar
las Indias y a si el indio poseía alma o no, éste
permanecía ignorando todo y contemplando asombrado la
aparición de occidente de extraños seres. En la mente
indígena se apreció primero la conquista en
relación con su yo y con sus tierras. Juan Ginés de
Sepúlveda, Historiador y eclesiástico español, cronista del
emperador Carlos I. Fue un destacado defensor de la conquista de
las nuevas tierras americanas y de la inferioridad de los nativos
frente a los españoles, lo que justificaba su empleo como esclavos en las
explotaciones imperiales.
Tales ideas le enfrentaron con
fray Bartolomé de Las Casas, con quien sostuvo varias
polémicas en la Junta de Teólogos de Valladolid que
convocó el monarca en 1550 para definir los límites de la «guerra
justa» y el trato que merecían los indígenas. En
su obra Democrates (1547) llama a los nativos bárbaros que
son inferiores como los niños, así justificando el
sometimiento de los hombres civilizados, o sea, los
españoles.
El encuentro entre las dos razas
se tradujo, con todas sus consecuencias, en un titánico
esfuerzo por parte del pigmento europeo tendente a elevar a su
nivel cultural al pigmento americano, hundido en tres mil
años de atraso. Para el indio el español fue un intruso
o un dios. Alguien que venía a aposentarse en su horizonte
geográfico, a derribar sus dioses y a tomar las mujeres de
su tribu. Se defiende de él, lo rechaza o acaba
replegándose mientras sus mujeres se entregan al blanco para
originar lo mestizo.
Los primeros españoles
constituían para los nativos de las Antillas dioses y
espíritus de antepasados. La India creyendo poder dar vida
a los espíritus antepasados, se entregó fácilmente
al blanco considerado como dios. El soldado pudo saber que el
blanco era un instrumento de mayor placer que el
indio.
Como sucedía
con los mexicas, entre los españoles el poder político
y el religioso estaban estrechamente ligados. Con la caída
de Tenochtitlán y las alianzas con diversos
señoríos indígenas, los españoles se
adueñaron del centro de lo que ahora es México; en los
años siguientes fueron extendiéndose hacia el
occidente, el sureste y el norte. Los territorios más
difíciles de someter fueron los del norte, pues las tribus
seminómadas de Aridoamérica carecían de ciudades,
estaban formadas por grandes guerreros y no querían cambiar
su forma de vivir.
Poco a poco
surgieron ciudades, conventos, minas y haciendas; algunas tribus
conservaron su independencia hasta principios del siglo XX. Los
religiosos aprendieron las lenguas de la Nueva España,
según llamó Cortés a las tierras conquistadas, en
ellas predicaron, y publicaron vocabularios, gramáticas y
catecismos. Estudiaron a la gente que querían convertir,
para comprenderla mejor; fundaron colegios para educar a los
hijos de los señores, quienes al crecer gobernarían a
su gente.
Allí los
niños aprendían la doctrina cristiana, español,
latín, música y pintura; mientras tanto,
habían llegado varias órdenes religiosas: primero los
franciscanos, dominicos y agustinos. Destruyeron templos,
códices e imágenes indígenas, que
consideraban obra del demonio; querían sustituir con el
cristianismo las antiguas
creencias.
Los conquistadores
y los misioneros llegaban a América con la misión de evangelizar. Se
propusieron extirpar la idolatría. La muerte del emperador
azteca contribuyó a que la sociedad perdiera confianza en
sus dioses. Otra forma en que los españoles se propusieron
reemplazar las creencias tradicionales indígenas fue la
edificación de iglesias en los lugares en los que antes
habían existido templos o centros de culto. Los misioneros
fueron optimistas porque los nativos parecían aceptar la
nueva religión. Sin embargo, al poco tiempo, comenzaron a
escondidas de los españoles, a realizar sus ritos de su
culto tradicional.
Antes de la
llegada de los europeos, la población americana no estaba
distribuida uniformemente por el continente. El derrumbe
demográfico se produjo por un conjunto de factores: las
muertes provocadas por los conquistadores, la
desorganización de la vida familiar tradicional, los efectos
devastadores de las epidemias de las enfermedades
infecciosas.
También
influyeron factores de tipo psicológico, como la
pérdida del deseo en un mundo que se derrumbaba a lo largo
de los siglos XVII y XVIII, los indígenas que sobrevivieron
a la conquista fueron transformados en campesinos. Las nuevas
condiciones de la existencia impuestas por los europeos
provocaron la desmoralización de los americanos. El alcoholismo se difundió
como una epidemia. Llevó a muchos a un estado de
autoabandono e incluso a la disminución de la
natalidad.
CUADRO DE LA EVOLUCIÓN DE LA
POBLACIÓN INDÍGENA DE MÉXICO DURANTE EL SIGLO
XVI
AÑOS | POBLACIÓN (en |
1519 | 23.5 |
1523 | 16.8 |
1548 | 6.3 |
1568 | 2.6 |
1580 | 1.9 |
1595 | 1.3 |
1605 | 1.0 |
La conquista
española alternó el funcionamiento y la
organización de las economías indígenas, por
más que se esforzaron por mantener la organización de
los aztecas. Después de reemplazar a los soberanos
impusieron tributos impuestos en beneficio
propio.
El tributo
impuesto a los nativos por los
españoles por los españoles no volvió a la
economía indígena como
gran parte excedente económico que exigían los
anteriores señores aztecas en forma de servicios sociales y
de inversiones públicas. Los
españoles invertían este excedente en su propio sector
de la economía mexicana y gran parte a la metrópoli del
otro lado del Atlántico.
Los reyes
naturales y aliados, según el fraile español
contemporáneo Alonso de Zorita, dejaban a los señores
originarios de esa provincia el dominio de todas las tierras que
conquistaban y adquirían.
Los nativos perdieron sus
exenciones tributarias prehispánicas y fueron privados de
sus excedentes. En diez años, la inflación había
dominado la nueva economía. En este período, los
españoles adquirieron tierras mexicanas. En 1535, el rey
confirió a los virreyes el derecho legal de otorgar
concesiones de tierras, con excepción a las
iglesias.
La población española en
la península era escasa y dependía de la economía
indígena para sus provisiones agrícolas, la tierra
tenía poco valor. En cambio era de mayor interés para los jefes
indios y las comunidades que también tenían el derecho
a recibir esas concesiones de tierra. El verdadero interés
de los españoles estaba en la mano de obra de los nativos,
que utilizaban para establecer y mantener en funciones empresas españolas. El pago
tributario de esos servicios de mano de obra se organizó
mediante la encomienda: las tierras y nativos fueron
repartidos entre los españoles desde los primeros días
de la conquista.
Los encomenderos
tenían la obligación de asegurar la evangelización
de los indígenas. A cambio, la Corona les reconocía el
derecho de recibir tributos de los indígenas y de emplearlos
como mano de obra. En las zonas productoras de metales preciosos, de las
encomienda se obtenían los contingentes de indígenas
obligados al trabajo forzado en las
minas.
En México, la
producción de plata permitió organizar un circuito
económico basado en el intercambio entre el centro minero,
la ciudad de los españoles y la encomienda ubicada en el
área rural cercana. Sobre todo en el siglo XVI, la ciudad
obtenía de la encomienda una parte de los alimentos que
necesitaba y otros productos para la venta local. La producción
de plata originó áreas de crecimiento económico en
el imperio español americano. Los alimentos, los tejidos y otros objetos de uso
cotidiano, y también ciertos materiales de
construcción y animales de carga, fueron producidos en las
haciendas o estancias.
El propietario de
una estancia o hacienda, a diferencia de un encomendero, no
contaba con el trabajo gratuito de los indígenas. Por eso,
usaba como mano de obra a nativos que no formaban parte de una
comunidad o poblado, a los
españoles libres de suelo y, más tarde,
también a esclavos comprados.
Como consecuencia del derrumbe
demográfico, desde la segunda mitad del siglo XVI los
indígenas de muchas encomiendas desaparecieron. Sin
posibilidad de proveer nativos a los centros mineros, los
encomenderos comenzaron a usar las tierras de las encomiendas
para la producción agrícola y ganadera. Desde entonces,
la propiedad de la tierra fue el
eje de la organización social y económica del imperio
español americano.
Las autoridades
metropolitanas se propusieron el estricto control del comercio de sus colonias y con
ese objetivo establecieron el
monopolio del puerto
único. Según este sistema comercial, las
mercaderías para América se embarcaron en un solo
puerto español, primero Sevilla y después de 1717,
Cádiz. Durante el siglo XVI, el transporte se realizaba en
flotas de barcos mercantes.
Cada año
salían dos flotas, una en enero y otra en agosto, con
destinos a Panamá y México
respectivamente. En América, la venta de las
mercaderías se realizaba en lugares preestablecidos.
Así, el Estado español se
aseguraba la recaudación de los impuestos que debían
pagar los compradores. Este sistema le dio el control del
comercio al poderoso grupo de españoles. Dirigían en
forma monopólica la totalidad del circuito comercial entre
España y América.
Las primeras españolas
embarcaron para el nuevo mundo en la tercera expedición
colombina. Algunos cristianos se casaban con indias principales.
Fue el primer hecho del mestizaje en forma legal. Dado que
la mujer blanca estuvo en
minoría, correspondió a la india actuar con más
frecuencia e importancia, ya como traductoras sirvientas,
soldados, concubinas….
A Cortés le
ofrecieron mujeres en Tabasco. Ellas eran las mujeres por
excelencia de la conquista ya que las españolas entraron
solo ocho. La mujer más famosa de la
conquista fue Malinche, la amante del conquistador. Era una india
noble, que fue adquirida en el río Tabasco con otras
más que repartió entre su tropa después de
bautizarlas. Su nombre fue desde entonces, doña Marina,
aquella india y señora. Ella era una gran cacica e hija de
grandes caciques y señores de vasallos. Ella tuvo un hijo de
Cortés que fue llamado Martín Cortés (Bernal). Los
mismos indígenas fomentaban la unión entre ellos y los
blancos. Si el nativo no la ofrecía, el español la
tomaba. Eran pocas las mujeres blancas que le
acompañaban.
Gobernó hasta
1540 aquel imperio colonial que había adquirido, pero como
en la corte española los intrigantes no cedían en su
rencor, el gobernador hubo finalmente de acudir a justificarse
ante el rey. El conquistador de México nunca volvió a
Nueva España; compartió la suerte con otros colegas
suyo: el olvido durante varios años de su existencia, que no
fueron sino una prolongada humillación. En vano, Hernán
Cortés apelaría a la justicia del rey, porque
Carlos V no había de volver ya a oír hablar de él.
En 1547, el conquistador moriría, pobre y olvidado, en la
población sevillana de Castilleja de la Cuesta.
Breve
reseña del Nuevo Mundo y Hernán
Cortés
Ligeramente ha
quedado trazado el marco en el que despunta, crece el humanismo, España y el
imperio. Hernán Cortés, un estudiante pícaro de
Salamanca, conquista inverosímilmente un imperio y funda una
nacionalidad.
En el año
1485, en que Colón llegó a España, nació en
Medellín Hernando Cortés. En Medellín, camino de
trajinantes que iban de La Serena a Mérida y a Córdoba,
también con la función de centro colector
de noticias de la
guerra.
Martín
Cortés deseaba la ciencia para su hijo
Hernando, pero con apenas 14 años salió de
Medellín con destino a Salamanca. Poco se sabe de la
experiencia estudiantil de Cortés en Salamanca. Pasó
allí dos años y fue gracias a la intervención de
otro tío suyo, Francisco Núñez de Valera, que a
Cortés se le inculca un matiz humanístico que luego se
ve reflejado en su futuro accionar. Para ese entonces, Salamanca
era uno de los focos humanísticos de España.
Cortés se mostraba culto, instruido entre el común de
los conquistadores, ávidos de guerra.
Los españoles
nunca daban otro nombre a la guerra de colonización que no
fuera "pacificación". Iban a "pacificar", a imponer por
fuerza a los naturales la paz cristiana, el imperio de la paz
cristiana que España estableció por siglos como una
nueva paz romana en los continentes descubiertos.
El mundo conocido
hasta entonces sufría cambios por momentos. El afán de
mostrar méritos a los ojos de los reyes era uno de los
principales incentivos de los gobernadores de
las islas. Diego Velásquez, gobernador de Cuba,
encomendó una expedición a Hernández de
Córdoba hacia el oeste, con intenciones de descubrir nuevas
tierras, comerciar con los indígenas y sobre todo encontrar
oro. La desgraciada expedición descubrió la
península de Yucatán y trajo la noticia de indios
bravos y mucho más belicosos que los indolentes antillanos.
Velásquez, sediento de la obtención de ganancias y
beneficios que le acarrearía la expansión de la
colonia, ordena otra expedición, pero esta mucho mejor
montada, equipada y armada que la desafortunada expedición
que le costó la vida a Hernández de Córdoba. Los
informes a los expedicionarios
hablan de indios muy superiores a los antillanos, muy guerreros y
con cierta disciplina. Llevaban mantas y
tejidos de colores teñidos y practicaban una religión
sangrienta, ofrendando hombres a sus dioses
bárbaros.
Éstas son las
indicaciones e instrucciones que había recibido Cortés,
designado para comandar la nueva expedición, que esas
tierras dieran su tributo en oro, piedras preciosas, perlas, etc.
Deberían tratar a los indios con amor, tomar posesión de
la tierra ante escribanos y testigos en nombre suyo y por el Rey
de España, descubrir el secreto de las tierras, la maña
y conversación de la gente, la clase de árboles, frutas, hierbas
y animales, si había oro y la relación de las minas que
tuviesen, como así los métodos de extracción
que utilizaban los indios.
Pero Cortés,
desde el instante en que se vio al frente de una armada,
cambió interiormente los propósitos. Hasta el momento
se lo tenía como una persona recatada, resabida y
responsable, pero la ambición sobrevenida de los informes de
riquezas de las expediciones anteriores hicieron un cambio
radical en su personalidad. Demostró
una capacidad de organización extraordinaria como
Capitán General de la Armada, manifestándose como
hombre de importancia.
Actuaba y daba
órdenes por su cuenta, independizándose de
Velásquez y de sus designios. Como latino, mandó a
hacer un estandarte con la cruz como divisa y este lema: "Amigos,
sigamos a esta cruz y, si tenemos fe, con este signo habremos de
vencer". O sea, no iba a traficar en beneficio del armador
Velásquez, sino que iba a vencer por la cruz y ante su
propio provecho.
Velásquez no
podía dejar de ver que Cortés se la había ido a
cencerros tapados por lo menos embarcando su gente de noche y
armándose hasta los dientes para impedir que se le detuviera
y automáticamente dio la orden de destitución y de
prisión como rebelde. Ante esto, Cortés convenció
a la gente que se había reunido para la expedición que
lo siga, poniéndolos en contra del mismo Velásquez y el
18 de noviembre de 1518 salió de cuba la armada compuesta de
once navíos, que no eran sino bergantines sin
cubierta.
Cortés
desoyó las llamadas insinuantes y desesperadas del
arrepentido Velásquez. En la arenga que pronunció antes
de partir predijo que emprenderían una grande y hermosa
hazaña.
Cortés se
dirigió hacia la costa de Yucatán. En la isla de
Cozumel, Pedro de Alvarado se adelantó con su navío,
desembarcó y saqueó y robó antes de que él
llegase. Aquello significaba una indisciplina y el piloto fue
puesto en los grillos. Esta fue la primera actitud de Cortés
que demostraba que comenzaba a mandar muy de hecho. Es cierto que
el futuro conquistador no llevaba la guerra, sino que se
sentía emisario consciente del sentido imperial español
que había de ostentar su rey, Don Carlos: llevaba por
emblema a la cruz y por empresa a la paz de la cruz. En
el episodio citado, ordenó restituir a los indígenas
cuanto los de Alvarado les habían quitado y al reprender
gravemente a su capitán añadió que "no se
habían de apaciguar las tierras de aquella manera, tomando a
los naturales su hacienda".
Sus contactos con
los indígenas iban precedidos de embajadas de paz y de
amistad que hablaban de la
doctrina del redentor y de la imperial protección del rey.
Cualquier conflicto armado con los
indios era de carácter defensivo. Venció su genio
militar en el primer encuentro, a pesar del número abrumador
de atacantes. Fue en Tabasco, que ganó para la
paz.
Allí se le
unieron dos auxiliares preciosos: un español, Jerónimo
de Alguilar, náufrago años atrás que
sobrevivió entre los indígenas y aprendió su
lengua maya, y la india
Malinche, esclava de origen azteca, vendida por unos mercaderes a
los mayas. Al ser bautizada
tomó el nombre de Doña Marina, con el que ha pasado a
la historia, dado a que rápidamente aprendió a hablar
castellano y mediante ella se
facilitó la comunicación con los
desconocidos aztecas.
En el llamado
Río Grijalva, derrotó nuevamente a los indios hasta que
fueron a él en son de paz. Los mandó a que dejasen sus
ídolos y sacrificios y respondieron que así lo
harían. Les enseñó la imagen de la Nuestra
Señora con su hijo en brazos y ordenó la
fabricación de un altar para la misma.
Siguieron
navegando hasta San Juan de Ulúa y allí desembarcaron.
Se entró en relación pacifica con los indios
cempoaltecas que lo habitaban y que sufrían la
dominación azteca. Recibió también, embajadores de
Moctezuma, el emperador azteca, señor de Tenochtitlan y de
todas las tribus de aquellas tierras.
Se le entregaron
ricos presentes de tejidos, joyas indígenas, oro, con tal
esplendidez que Cortés comprendió que aquel país
era el país soñado desde el descubrimiento del nuevo
mundo. Deslumbrado por tanta riqueza sentía ya le embriaguez
de la gloria. Era la oportunidad de la conquista. Cortés no
iba a traficar, había decidido poblar, fundar nuevas villas
y asegurar el territorio.
No obstante,
Cortés no tenía en su poder capitulaciones con la corte
para poder obrar independientemente de la corona sin riesgo de ser declarado en
rebeldía. Los objetivos del conquistador
eran:
- Caer como un rayo como el gran
Moctezuma - Defenderse de las fuerzas que
Diego Velásquez mandara en su contra - Obtener que la corona
reconociera sus actos y le hiciera gobernador de las tierras
conquistadas.
Es decir, tres
conquistas en una: la de Ulúa, la de Diego Velásquez y
la de la Corte.
A quienes se le
sublevaron, los Velasquistas que daban el mal consejo del volver
les dijo que de nada podía quejarse, pues solo hacían
falta víveres y estos se podían adquirir
tomándolos de los indios. Ellos le echaron en cara que
anduviese con maquinaciones para burlar al gobernador de Cuba.
Cortés fungiendo que aceptaba sus razones, mandó a que
se pregonase el regreso a Cuba, pero antes, de acuerdo con sus
partidarios y de todos los que se habían empeñado para
comprar su equipo de guerra y se veían arruinados de no
seguir en la conquista, mandó a dar sus naves al
través, excepto tres. Una de las naves fue enviada a
España con todos los presentes que habían recibido de
Moctezuma, entre ellos iba un sol de oro del tamaño de una
rueda de carreta, con una luna de plata y un casco rebosando de
oro. Aquellos testigos iban a hablar a favor de Cortés y
todo se envió a la Corte para que sus altezas, Doña
Juana y Don Carlos viesen y juzgasen por ellos mismos.
Cortés
nombró un cabildo, adscrito al terreno que demarcó para
fundar la Villa Rica de la Vera Cruz; inmediatamente, el primer
municipio mejicano que aún no tenía una casa donde
residir, le otorgó los poderes de capitán general. Ya
no dependía de Velásquez. La relación con los
indígenas era amistosa. Llegaban mensajeros del gran
Moctezuma con ofrendas.
Cortés
tenía gran capacidad diplomática para con los indios.
Les hacía creer el carácter divino de los
españoles con varios actos preparados y aprovechándose
de ello ayudó a los mismos a liberarse de la tiranía
azteca. Cortés le sugirió negar el tributo que le
reclamaban los recaudadores de Moctezuma. Cuando lo hizo
así, cortés mandó a los hombres a liberar
secretamente a los empavorecidos aztecas. De esta manera
ligó a los cempoaltecas a su suerte y obligó a
Moctezuma a considerarle como amigo.
En la marcha hacia
México arrastró la guerra con tlascaltecas, enemigos
perpetuos de los aztecas y después de guerras complejas, en
su progresión hacia Tenochtitlán, la capital azteca,
siguió su curso invariable, a pesar de las porfiadas
resistencias de Moctezuma,
para que no siguieran adelante. En Cholula se tendió una
trampa en la que hubieran perecido todos los españoles de
haber sido descubierta oportunamente. Después de esta
represión Moctezuma no opuso ya dificultades. Cortés
entró en Tenochtitlan. Allí gozó los grandes
honores que el gran Moctezuma le hizo y estudió la
complicada psicología de este
caudillo. Cortés mantuvo prisionero a Moctezuma en su
palacio, generando así un espíritu de rebeldía en
los aztecas. Al mismo tiempo llegan a Cortés noticias del
desembarco de grandes fuerzas velasquistas en Villa Rica de la
Vera Cruz.
Cortés
dejó parte de sus tropas guardando a Moctezuma y salió
con trescientos hombres y cuatrocientos indios armados con lanzas
y fue al choque con las tropas de Narváez, enviado a someter
y castigar al rebelde. Sin mucha resistencia, Narváez fue
apresado y sus tropas se adhirieron a las de Cortés. Al
regresar a México, Cortés encontró una furiosa
rebelión, causada por una necia crueldad de Pedro de
Alvarado, a quien Cortés dejó como encargado de
ñas fuerzas de ocupación. La defensa era imposible,
sitiados por miles de aztecas. El prestigio de Cortés se
había derrumbado y Moctezuma, depuesto or los sublevados,
fue muerto de una pedrada por sus propios guerreros. No quedaba
otra solución que abandonar la ciudad, lo que hizo el 25 de
junio de 1952, la famosa Noche Triste. Cientos de españoles
hallaron la muerte huyendo de la ciudad asentada en la
laguna.
La civilización azteca, una
de las expresiones culturales más grandes y complejas de la
historia del continente americano, no ha desaparecido por
completo, a pesar de haber sido derrotada hace casi cinco siglos
por los conquistadores del Viejo Mundo: sus huellas materiales
(edificios, esculturas, pinturas, objetos, vestigios funerarios,
documentos pictográficos,
textos alfabéticos coloniales en lengua indígena, etc.)
aún subsisten en el altiplano central de México; llenan
las bodegas y las vitrinas de museos, y los libreros de archivos y bibliotecas; embellecen las casas
de los coleccionistas, y, sobre todo, ocupan a los estudiosos del
mundo entero en investigaciones cada vez más
extensas y exhaustivas, alimentando así una literatura (no solamente científica) de
amplias proporciones y de creciente difusión. No sólo
eso: los descendientes directos de los aztecas viven en amplias
zonas de México, manteniendo vivo el náhuatl (más
de un millón y medio de personas lo hablan) y conservando
con las evidentes y profundas transformaciones debidas a la
imposición del idioma castellano, la fe cristiana y la
cultura europea por parte de los conquistadores concepciones,
valores, prácticas e
instituciones del pasado precolonial, que ellos continúan
plasmando y enriqueciendo de manera creativa en una interacción cada vez
más intensa con el mundo circundante.
El legado histórico y
monumental de los aztecas ya preservado en sus formas originales,
ya revitalizado, ya readaptado o fantásticamente reinventado
sigue siendo un poderoso modelo de inspiración
para las dinámicas identitarias de la sociedad mexicana en
general, para la dialéctica política y para la creatividad artística,
además de constituir un atractivo cultural y turístico
de gran alcance. Tomando como inspiración la primera gran
exposición
monográfica sobre los aztecas que será presentada en
Roma (del 18 de marzo al 18 de
julio 2004), el congreso pretende ilustrar a través de los
testimonios de algunos de los más renombrados especialistas
l nivel de conocimiento sobre el patrimonio arqueológico,
artístico y documental del mundo azteca del siglo XVI, las
más recientes reflexiones históricas y
antropológicas sobre la población náhuatl, y su
vida desde la caída de Tenochtitlan hasta la época
actual, así como la vitalidad de los estímulos que
aún derivan de tan ilustre modelo.
El consejo Internacional
Independiente Emancipación e Identidad de América Latina 1492-1992, en
México de 1991, declaró el 12 de octubre de 1492 como
el comienzo de los mayores genocios y saqueos de la historia
humana y que celebrar su V Centenario es un acto de arrogancia y
desprecio frente a los países del tercer mundo.
- M. Alonso – R. Elisalde
– E. Vázquez: Manual de Historia –
Europa moderna y América colonial / Editorial Aique,
año 1994 - Friedrich Katz, compilador
Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural
en México del siglo XVI al siglo XX , Tomo 1/
Colección Problemas de México, Ediciones
Era
http://www.iila.org/web/publishing.nsf/Content/%E2%80%9CGli+Aztechi+oggi,+grandezza+e+vitalit%C3%A0+di+una+civilt%C3%A0+messicana_ESPANOL
Instituto Italo Latino Americano
– Congreso "Los aztecas hoy" expuesto por el Rector de la
Universidad de Roma "La
Sapienza", Guido Pescosolido; Decano de la Facultad de Letras y
Filosofía de la Universidad "La Sapienza",
Rafael Tovar y de Teresa; Embajador de México en Italia, Paolo Faiola,
Secretario general del IILA
- Hernán Cortés –
Carlos E. Corona Baratech - Historia Mundial – Tomo
6: Historia Americana. Editorial Espasa Calpe
Laura Cecilia
Avila