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Inmigración y literatura: Hacia el interior



Partes: 1, 2, 3

    1. Gran Buenos
      Aires
    2. Buenos Aires
    3. Catamarca
    4. Chaco
    5. Chubut
    6. Córdoba
    7. Corrientes
    8. Entre
      Ríos
    9. Formosa
    10. Jujuy
    11. La
      Pampa
    12. La
      Rioja
    13. Mendoza
    14. Misiones
    15. Neuquén
    16. Río
      Negro
    17. Salta
    18. San
      Juan
    19. San
      Luis
    20. Santa
      Cruz
    21. Santa
      Fe
    22. Santiago del
      Estero
    23. Tierra del Fuego
      e Islas del Atl. Sur
    24. Tucumán

    Introducción

    En este trabajo me
    refiero a algunos de los inmigrantes que llegaron a la Argentina
    entre 1840 y 1960 y se establecieron en el Gran Buenos Aires y
    las provincias. Tomo como fuente textos de historiadores,
    periodistas y escritores, y testimonios de los inmigrantes y sus
    descendientes.

    La travesía ha llegado a su fin. Los pasajeros,
    con su documentación argentina, se encuentran con
    sus familiares, amigos, o empleadores, o se remiten a las
    instituciones
    que los orientan. Los que no tienen conocidos en la nueva
    tierra, sufren
    "las penurias del desembarco en Buenos Aires, Hotel de Inmigrantes y frustrada espera de un
    destino" (1). Días después, muchos viajarán
    hacia el interior. Hubo, también, quienes siguieron hacia
    los provincias sin bajar del barco en el que habían
    cruzado el mar.

    En "La formación de una raza argentina", José
    Ingenieros –nacido en Italia- se alegra
    de la adaptación al medio geográfico que se
    verifica en los inmigrantes: "Las variedades de la raza europea
    aquí trasplantadas sienten ya, en sus hijos argentinos,
    los efectos de la adaptación a otro medio físico,
    que engendra otras costumbres sociales. Los Andes, la Pampa, el
    Litoral, el Atlántico, la Selva, el Iguazú, son
    cosas nuestras, y solamente nuestras. Viviendo junto a ellas, las
    razas blancas inmigradas adquieren hábitos e ideas nuevas,
    hasta engendrar una variedad, distinta de las originarias"
    (2).

    Notas

    1. Vernaz, Celia: La Colonia San José.
      Santa Fe, Colmegna, 1991.
    2. Ingenieros, José: "Ensayo de
      identidad",
      en Clarín, Buenos Aires, 27 de febrero de
      2000.

    Gran
    Buenos Aires

    En Barrio Gris, Joaquín Gómez Bas
    presenta a una española que vende leche en
    Sarandí: "El agua cubre
    ya la mitad de la calle. La gente comienza a utilizar el puente
    esquinero para atravesarla. Es un artefacto endeble y cimbreante
    que se yergue a más de cinco metros sobre el nivel del
    camino ordinario. Representa una hazaña ascender la
    escalera de carcomidos peldaños de madera,
    recorrer su piso de tablas inseguras y bajar por el extremo
    opuesto aferrándose a la barandilla resquebrajada por
    el sol y las
    lluvias. (…) Doña Micaela sube trabajosamente la
    escalera del puente acarreando un tarro de leche en cada mano.
    Trastabilla en los tramos y acompaña el peligroso tambaleo
    con imprecaciones más sucias que su indumentaria. Es
    grotesca como una vaca que bailara sobre sus patas traseras"
    (1).

    Un personaje de esa novela encuentra
    una horrible muerte en la
    Argentina. Dice una noticia publicada en un diario:
    "Avellaneda. En el hospital municipal de esta ciudad
    falleció esta madrugada el obrero Martín Otero,
    español,
    de 23 años… La víctima, mientras trabajaba en los
    establecimientos de La Sulfúrica, perdió pie y
    cayó a un estanque de ácidos…
    siendo infructuosos los auxilios que le prestaron sus
    compañeros… Intervino la comisaría…"
    (2).

    En Avellaneda vivieron los Pizarnik: "Flora Pizarnik
    –nacida en Buenos Aires en 1936, apodada Buma,
    convertida en Alejandra con la edición
    de su segundo libro- hizo su
    elección definitiva por la poesía.
    Flora (Buma en idish) era la segunda hija del matrimonio
    formado por los rusos Elías Pizarnik y Rosa Bromiker, que
    en 1934 dejaron su Rovne natal (donde algunos años
    despúes los nazis masacraron a sus familias), para
    instalarse en los suburbios soleados de Avellaneda"
    (3).

    En Quilmes, La Plata y Berisso, "se desarrolló,
    durante la década de 1920, una importante
    concentración de armenios gracias a las fuentes de
    trabajo en los frigoríficos de la zona. En la localidad de
    Berisso estaba el frigorífico Armour La Plata S.A. que
    inició sus operaciones en
    1915. Entre dicho año y 1930, el 60% de su población obrera estaba constituida por
    hombres y mujeres provenientes de Europa y Asia. Los
    armenios compartieron con los italianos, españoles, rusos
    y árabes, las pesadas tareas en desfavorables condiciones
    de trabajo" (4).

    Pedro Opeka, sacerdote en Madagascar, "tiene cincuenta y
    cinco años y dos padres eslovenos que se establecieron en
    Argentina tras huir de la Yugoslavia comunista de posguerra.
    Junto a ellos y sus siete hermanos se crió en Ramos
    Mejía, donde aún viven doña María y
    don Luis" (5)

    Un griego es el propietario del copetín al paso
    Acrópolis. Relata el hijo –protagonista de Latas
    de cerveza en el
    Río de la Plata
    , novela de Jorge Stamadianos que fue
    distinguida con el Premio Emecé 1994/95-: "El
    Acrópolis está ubicado sobre el andén de una
    estación de la zona norte del Gran Buenos Aires que
    años atrás, en la década del 50,
    había conocido su época de esplendor. El lugar
    había crecido rápidamente en esos años dando
    origen a una calle principal donde se amontonaron todo tipo de
    comercios. (…) Mi viejo había hecho pintar el
    Partenón sobre los vidrios como un símbolo triunfal
    de su país, pero el paso del tiempo
    descascaró el dibujo,
    metamorfoseando esa imagen
    idílica –pintada de dorado- en la actual del
    monumento en ruinas" (6).

    En el Tigre, la pequeña protagonista de
    Secretos de familia, de Graciela Beatriz Cabal, conoce a
    un alemán: "Doña Lola, que es la madre de mi novio,
    tiene anteojos azules y un diente negro. Don Oscar, que es el
    padre de mi novio, es alto y colorado. ‘Porque es
    alemán’, dice mi mamá. Pero éste no es
    maldito como los alemanes de Punta Mogotes y los que hacen la
    guerra: es
    alemán nomás, y arregla los barcos que se rompen"
    (7).

    "Para encontrar a Francisco Rapanaro hay que largarse
    hasta Lanús
    Este. Allí vive este artesano, de setenta años, con
    su familia. Ya
    jubilado, de su taller salen reproducciones metálicas de
    autos y
    carruajes a tracción a sangre a escalas
    casi perfectas. Nació en Grassano, en la región
    italiana de Basilicata, y a los diecinueve años
    llegó a la Argentina" (8).

    En Temperley vivió el primero de los escoceses
    Prebble que pisó suelo argentino.
    Carlos Prebble resume la historia de sus antepasados:
    "Mi tatarabuelo Charles Prebble vino a la Argentina en el siglo
    XIX para trabajar en el ferrocarril. Le fue tan bien, que cuando
    volvió a Escocia hizo edificar una mansión a la que
    llamó ‘Temperley’, en homenaje al barrio en el
    que había vivido".

    En "Historia popular de Burzaco", escribe Daniel Alberto
    Chiarenza: "A don Ignacio Irigoyen lo reemplazó el coronel
    José Inocencio Arias, quien asumió (como era
    costumbre) el 1º de mayo de 1910, siendo su vicegobernador
    Don Ezequiel de la Serna. Durante su gobierno se
    creó la Escuela
    Práctica de Fruticultura y Chacra Experimental de Agricultura en
    Dolores. Tal vez el último comentario esté
    relacionado con la llegada de los primeros colonos japoneses que
    establecieron granjas o se dedicaron a la floricultura,
    precisamente, en la zona de Burzaco. (…) Burzaco es una ciudad
    que cuenta con una numerosa colonia de inmigrantes japoneses. Tal
    es así que la Asociación Japonesa de la Argentina,
    desde 1940, tiene su campo de deportes en Roca y Monteverde"
    (9).

    Entre los africanos –afirma Juan Carlos Coria-,
    "Las ocupaciones son muy variadas, pues van desde personal de a
    bordo, de distintas flotas comerciales o mercantes, hasta
    empleados en la administración
    pública, pasando por obreros, comerciantes al menudeo
    y muy pocos los que se han internado en las provincias, o se han
    dedicado a la agricultura ya como patrones o peones. (…) El
    asentamiento geográfico de la población de origen
    africano y de su descendencia, se concentra mayoritariamente en
    el Gran Buenos Aires, siendo muy pocos los que viven en la ciudad
    de Buenos Aires o en provincias del interior" (10).

    Notas

    1. Gómez Bas, Joaquín: Barrio Gris.
      Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora,
      1963.
    2. Gómez Bas, Joaquín: op.
      cit.
    3. Amuchástegui, Irene: "Poeta del insomnio", en
      Clarín Viva, Buenos Aires, 14 de diciembre de
      2003.
    4. Boulgourdjian-Toufeksian, Nélida: Los
      armenios en Buenos Aires. La búsqueda de la identidad
      1900-1950.
      Buenos Aires, Centro Armenio, 1997.
    5. Savoia, Claudio: "Un milagro argentino en Africa", en
      Clarín Viva, Buenos Aires, 3 de agosto de
      2003.
    6. Stamadianos, Jorge: Latas de cerveza en el
      Río de la Plata
      . Buenos Aires, Emecé,
      1995.
    7. Cabal, Graciela Beatriz: Secretos de familia.
      Buenos Aires, Sudamericana, 2003. 280 pp.
    8. Marchetti, Ricardo: "Tres locos lindos", en
      Clarín, Buenos Aires, 7 de octubre de
      2002.
    9. Chiarenza, Daniel Alberto: "Historia popular de
      Burzaco", en www.guiaburzaco.com.ar
    10. Coria, Juan Carlos: Pasado y presente de los
      Negros en Buenos Aires
      . Buenos Aires, octubre de 1997,
      Educar – Argentina.

    Buenos Aires

    En Miramar vivió el pampista Mauricio Chajchir.
    En sus memorias, el
    relata que en 1891 "se abrió el comité del
    Barón de Hirsch. Fue una salvación para los
    judíos
    y empezó el registro de las
    familias. Aceptaban solamente familias con hijos varones. Los que
    no los tenían, se daban maña. Hacían
    inscribir a un soltero como hijo y la cosa marchaba". Cuando
    llegaron fueron alojados en el Hotel de Inmigrantes: "No
    sé de dónde surgió la versión que los
    cocineros y el personal eran judíos españoles y por
    consiguiente todo era kosher. Y ¡ah! Por primera vez
    durante todo el viaje, todo el pasaje disfrutó de una
    buena cena. Al día siguiente una comisión de
    mujeres fue a investigar a la cocina para ver si salaban la carne
    y se encontraron con una cabeza de cerdo sobre la mesa. Volvieron
    amargadas y tratando de vomitar lo que habían comido la
    noche anterior". De Buenos Aires viajaron a Miramar y fueron
    hospedados en el Hotel Atlántico, donde permanecieron
    hasta que se inició el traslado a Entre Ríos.
    Chajchir escribe en sus memorias: "Lo que recuerdo de allí
    y lo conservo aún hoy día, es el gusto del
    té recocido y endulzado con azúcar
    negra, la que no era refinada y que hoy la llaman azúcar
    rubia. Ah! Hasta me parece que siento el gusto y el olor del
    té recocido con azúcar negra". Recuerda en otro
    pasaje: "Nos habían dado matze para cuatro días,
    por lo que una delegación viajó a Villaguay y
    regresó al otro día en el tren con 5 bolsas de
    harina. De inmediato, al primer día hábil de la
    semana de Pésaj, jal-amoed, o mejor dicho la noche antes,
    calentaron y amasaron con palos improvisados. Una espuela de bota
    que se quitó un peón sirvió para cortar las
    hojas". Cuenta una travesura que hizo con otros
    compañeros: "Yo sí que tomé clandestinamente
    un vaso de leche. Un día nos juntamos tres muchachos y
    fuimos por una senda a una casita, de la que habíamos
    oído que
    convidaban con leche a los visitantes. Fuimos repitiendo todo el
    camino la palabra leche para no olvidarnos. Llegamos, el
    más grande de nosotros dijo –leche-, largaron una
    carcajada y nos dieron un vaso de leche a cada uno. Como no
    sabíamos cómo decir gracias, hicimos una reverencia
    en señal de agradecimiento. Y hubo más carcajadas"
    (1).

    Muchos italianos fueron pescadores, en Mar del Plata. Un
    descendiente se refiere a la vida cotidiana de uno de estos
    inmigrantes: "A Juan Carlos D’Amico lo llaman
    Chupete. (…) A Chupete le gusta su
    profesión, la misma de su padre y de sus dos abuelos
    italianos. Para ellos, toda la vida giró en torno a la
    pesca.
    ‘Mi abuelo llegaba a la casa, se lavaba y preparaba el
    chupín. Mientras se cocinaba, tejía la red. Todos los días
    un poquito. Terminaba de coser, comía, y se iba a dormir
    hasta el otro día, que volvía a pescar. Esa era la
    vida de él" (2).

    José Navarro y Humberto Sánchez fundaron
    en Mar del Plata la tienda "Los gallegos": "Con poca
    mercadería y muchas ganas de ganar dinero, los
    dos gallegos dormirían muchas noches sobre los dos
    únicos mostradores de la tienda vencidos por el cansancio
    de largas horas de trabajo y temerosos que un desborde del arroyo
    se llevara rápidamente las ganancias del mes". A ellos se
    sumaron más tarde los empleados Enrique Martínez y
    José Vicario. "Recuerda doña ‘Conce’,
    la esposa de José Vicario que ‘cuando ellos
    (Vicario, Martínez y Navarro) iban al campo a hacer
    propaganda y
    vender, nosotras las mujeres, preparábamos las viandas. Es
    que estaban afuera varios días y debían llevar la
    comida. Sí, claro que con la señora de
    Martínez tratábamos de ayudar. Hubo épocas
    muy malas, como aquella de la crisis del
    30… bueno, nosotras confeccionábamos ropa interior,
    camisetas y todas esas prendas para ser vendidas en la tienda…"
    (3).

    En Mar del Plata, viven también los valencianos.
    Ellos realizan, año tras año, la Falla que sus
    mayores trajeron de España.
    Una noticia publicada en el diario La Capital en marzo de
    2004 informa: "Desde ayer y hasta el sábado próximo
    se desarrolla en la ciudad de Mar del Plata la 50º
    edición de la Semana Fallera. La celebración es
    organizada por la Unión Regional Valenciana y se realiza
    en la céntrica plaza Colón. Todas las noches se
    ofrecen delicias gastronómicas y suben al escenario
    agrupaciones de música y baile de
    distintos puntos del país. (…) La celebración,
    con epicentro en la ciudad española de Valencia,
    alcanzará el máximo esplendor el sábado
    próximo cuando a partir de las 21 se realice un
    espectáculo de fuegos artificiales y luego, desde las 22,
    se proceda a la crema del monumento principal de la Falla 2004.
    La asistencia se estima entre 80 y 100 mil personas. (…) Este
    año la estructura del
    monumento principal instalado en la plaza Colón consiste
    en enormes castillos que simbolizan al Fondo Monetario
    Internacional y un galeón, que representa a nuestro
    país, que intenta alejarse del lugar. Entre los
    muñecos que forman parte de la escena se destaca la
    réplica del presidente Néstor Kirchner. La
    instalación tiene una altura de 31 metros y está
    confeccionada con madera y cartón. Precisamente el ritual
    de la "crema" consiste en prender fuego la obra de arte, que por lo
    general está inspirada en algún hecho saliente de
    la escena nacional o internacional" (4).

    Hay gitanos en Mar del Plata. Algunas de sus
    composiciones han sido recopiladas por Perla Miguelí y
    transcriptas musicalmente por Pedro Leguizamón. Escribe
    Miguelí: "las canciones nuestras están basadas
    siempre en hechos reales, en acontecimientos que han pasado. Son
    anécdotas cantadas, inspiradas por el protagonista o por
    algún antepasado que transmitió el caso como
    canción. Pequeñas historias que pueden haber
    parecido importantes sólo para el grupo, en el
    momento de componerse, pero que con el paso de las generaciones
    adquieren una grandeza especial, una ternura, una bella
    sencillez, una frescura que nos cautivan a los que tenemos en
    nuestros oídos mucho más material de música
    (por discos, cassettes, compactos, radio, televisión, etc) que los que se
    podrían tener en otras épocas. Muy ocasionalmente,
    hoy en día en alguna fiesta o reunión se entonan
    canciones gitanas, para sorpresa y deleite de los presentes"
    (5).

    En Villa Gesell vive Valeria Rodziewicz, "una
    encantadora ex enfermera polaca, sobreviviente de la Segunda Guerra
    Mundial". La anciana "nació en Wilno (Vilna hoy),
    Lituania, el 27 de diciembre de 1913. Por entonces, el territorio
    lituano pertenecía a la Rusia
    zarista". Recuerda la guerra. En Polonia, en 1939, "La comida
    escaseaba, sólo teníamos arroz y la carne de los
    caballos muertos esparcidos por las calles. Cuando los alemanes
    llegaron al hospital, me echaron, con el pretexto de que no
    figuraba como enfermera estable. De golpe me quedé sin
    trabajo y me instalé en un albergue para estudiantes. Para
    poder comer
    tenía que vender mi sangre para las transfusiones"
    (6).

    En Villa Gesell se estableció "el matrimonio que
    formaban la princesa María Windesgraetz y el conde Esteban
    Károlyi, de la nobleza húngara. Como tantos
    europeos de la posguerra, los Károlyi eligieron Villa
    Gesell para vivir y para ofrecer a turistas y amigos la mejor
    atención personal de la familia"
    (7).

    En Necochea vive Amy Stirling –que "había
    sido inglesa, linda y joven"-, en un texto de
    María Esther de Miguel: "Cuando llegó a Necochea,
    no fue casualidad quedarse: cierto matiz del puerto le
    recordó suburbios de su ciudad. Yo la conocí una
    noche en Quequén: vieja, borracha y sentimental.
    Parecía un clown, exageradamente maquillada, propensa al
    disparate. Me informaron: está loca. Pero no lo
    creí" (8).

    María M. Bjerg es la autora de Entre Sofie y
    Tovelille Una historia de los inmigrantes daneses en la Argentina
    (1848-1930)
    , "una versión revisada y abreviada" de su
    tesis
    doctoral, dirigida por Fernando Devoto. En esa obra, ella
    evoca a su abuela dinamarquesa, que vivía en Necochea:
    "Entre mis recuerdos infantiles guardaré para siempre
    aquellos viajes
    familiares que hacíamos desde Juan N. Fernández a
    Necochea para pasar el día en lo de la abuela Frida. Los
    ochenta kilómetros que separaban esos dos lugares
    resumían el tránsito imaginario a un mundo mucho
    más distante por el que yo sentía una profunda
    fascinación. En el porche de la casa los visitantes
    éramos recibidos por un elocuente anfitrión: un
    zueco rojo de madera que la abuela había traído de
    Dinamarca. Aquel zueco, que colgaba a un costado de la puerta
    principal y en el que nadie parecía reparar, me
    señalaba la entrada al mundo de Frida. Un mundo en el que
    esa mujer –por
    momentos inescrutable, que no hablaba bien el castellano y que
    se dirigía a mi padre casi siempre en danés-
    había recreado una parte de su pasado y de su tierra a la
    que ya sólo la unía la nostalgia y la certeza de
    que el retorno al lugar de nuestros orígenes nos condena a
    movernos en un paisaje de imágenes y
    sensaciones que ya no podemos reconocer" (9).

    Cerca de Médanos abrieron la Proveeduría
    "El Progreso" los hermanos Martínez y la esposa de uno de
    ellos. "Tanto Paco como Pepe –relata Isaías Leo
    Kremer- eran medio duros de entendederas, pro nunca dejaron de
    pagar sus cuentas, ni de
    tener preparados los billetes para los proveedores,
    cuando estos presentaban sus facturas. (…) Los gallegos, no
    sólo eran muy trabajadores, sino que hacían todo
    solos, no contrataban personal alguno; esto, unido a una vida
    austera, hizo que pronto cimentaran su posición"
    (10).

    El pionero holandés Diego Zijlstra relata en
    Cual ovejas sin pastor: "Desde Buenos Aires, y previo paso
    por el Hotel de Inmigrantes, un grupo llegó en tren hasta
    Tres Arroyos, mientras que otros se instalaron en Cascallares, en
    la llamada Colonia del Castillo" (11).

    El ensayo "La
    construcción de nuestra identidad", de
    Angela Mónica Waksman, fue distinguido con una
    Mención de Honor en el Concurso AMIA 2004 Juana y Julio
    Kolonsky. En ese texto, ella relata que en Tres Arroyos vivieron
    sus antepasados: "Me pusieron ese nombre porque la tía
    mayor de papá había muerto tres meses antes de que
    yo naciera. Ese era mi nombre en castellano que, seguramente, mi
    bisabuela, pobre, copió de alguna vecina de Tres Arroyos.
    Allí había ido a vivir con sus hijos
    pequeños cuando mi bisabuelo, apenas llegado a tierras de
    Sudamérica, decidió buscar su propio ‘El
    Dorado’ en el norte del continente, abandonando a mi
    bisabuela, la bobe Berta. Para su empresa
    conquistadora se llevó a sus hijos varones mayores y
    dejó a esa mujer fuerte, siempre vestida de negro y con un
    rodete encanecido y muy prolijo" (12).

    En el Buenos Aires Herald, Michael John Geraghty
    relata que en 1889 arribó el SS City of Dresden con
    alrededor de dos mil pasajeros. Se dirigieron a Napostá,
    cerca de Bahía Blanca, desde donde, en 1891, quinientos
    veinte colonos regresaron a Buenos Aires, "broken in spirit,
    uterly destituted
    " (13).

    "Go west! Esa era la consigna del padre Antonio
    Fahy, uno de los personajes más emblemáticos de la
    comunidad
    irlandesa en el país. ‘Entre 1840 y 1850, Fahy
    recibía a los irlandeses en el puerto de Buenos Aires y
    los convencía de que se fueran al campo, al Oeste, a criar
    ovejas. Después los visitaba y los iba casando entre
    ellos’, cuenta Teresa Deane" (14).

    " ‘A mi abuelo Gaynor lo cargaron los ingleses en
    un barco a los 19 años, por rebelde, en 1857. Los
    últimos quince días antes de embarcarse lo
    único que comió fueron ortigas hervidas, porque no
    había ni para pan. A su hermano lo mandaron a Tasmania,
    donde se convirtió en un bandolero legendario. Eran barcos
    de vela, los cargaban para que se hundieran en el mar, y si
    llegaban a algún lado era por obra de Dios. La gente
    venía desnutrida y muchos morían durante el viaje.
    Mi abuelo fue a dar al Hotel de Inmigrantes, con apenas 45
    centavos en el bolsillo’. Mateo Kelly –botas y
    bombachas de gaucho- ofrece un mate en su casa de San Antonio de
    Areco. Tiene 86 años, una memoria
    prodigiosa y cientos de historias. ‘Los criollos les daban
    a los irlandeses mil ovejas y un pedazo de campo –sigue-.
    Exigían el 66 por ciento de los corderos y la lana. Los
    irlandeses se quedaban con el tercio restante y así, en
    ocho o diez años, salían a flote. Era una vida
    dura. Vivían en taperas, ranchos de adoba, con puertas de
    cuero de oveja
    y en la frontera con
    el indio. Pero así mi abuelo Gaynor, que llegó sin
    nada, pudo comprar campo en San Andrés de Giles"
    (15).

    En 1878, ocho familias y tres solteros volguenses
    fundaron Kaminka, un pueblo que más tarde cambiaría
    su nombre: "Cuando los colonos llegaron a Hinojo ya contaban con
    casillas provisorias instaladas y, cumpliendo con lo prometido,
    el gobierno les cedió animales y un
    arado como así también medios para su
    manutención por un año" (16).

    Los volguenses que fundaron Colonia San Miguel "de las
    bodegas del antiguo trasatlántico pasan a los
    incómodos asientos de un vetusto coche ferroviario de
    la empresa
    inglesa de ferrocarril que los traslada hasta su estación
    terminal, Azul, pues hasta allí llegaba. Para completar
    los treinta y cinco kilómetros que les faltaba para llegar
    a su destino definitivo, abordaron una tradicional carreta, cuyos
    pesados bueyes los conducen hasta un paraje denominado San
    Jacinto, en el partido de Olavarría (…) Dos años
    en ese lugar, en contínuos sobresaltos por la lucha contra
    los malones indígenas, con armas que ellos
    mismos implementaban, bastaron para determinar la búsqueda
    de un sector más propicio. Encontrando, algo más al
    este, tierras más aptas y más alejadas de los
    peligros del indio. (…) Por mayoría deciden establecer
    allí su definitivo asentamiento, que debía llevar
    el nombre de uno de los tres patriarcas de mayor edad: Juan
    Ruppel, Pedro Kessler y Miguel Stoessel. Echada fue la suerte y
    don Miguel Stoessel fue el favorecido para transmitir su nombre a
    la nueva colonia. De ahí en más se
    denominaría ‘Colonia San Miguel’ "
    (17).

    El bisabuelo de Zahira Juana Ketzelman llegó a
    Azul con su familia, pero, molesto por la actitud de los
    lugareños para con sus hijas casaderas, se fue de esa
    localidad (18). Otros, se quedaron: "Las diferentes expediciones
    realizadas con el fin de ensanchar los límites de
    la frontera eran complementadas por los gobiernos mediante el
    dictado de las leyes de
    enfiteusis. De esta manera atraían al colono y al
    extranjero. En virtud de ellas, legiones de inmigrantes vascos,
    franceses e italianos se introdujeron en el desierto a fin de
    explotar esas tierras que se les proporcionaba. Esos pobladores
    como don Pablo Acosta, don Miguel Rodríguez Machado se
    trasladaron a estas regiones y en virtud de salvaguardar sus
    vidas, su hacienda y, a fin de favorecer el comercio
    interno, se creó la línea de frontera del Arroyo
    Azul" (19).

    A fines del siglo XIX, en la frontera vive un flamenco,
    personaje creado por Eugenio Juan Zappietro en De aquí
    hasta el alba.

    Roger Bary era "mercader en aquella esquina del infierno" y entra
    en tratativas con los indígenas, aún a costa de las
    vidas de sus hijas, sólo para salvar el pellejo". En esa
    misma novela, el desierto alberga los restos de un
    estadounidense: "Un hombre delgado
    y macilento que era ingeniero del ejèrcito, habìa
    llegado para estudiar la posibilidad de trasladar el asiento de
    las tropas un poco màs hacia el mar. Se habìa
    llamado Jewison y era un americano de Tejas, muy golpeado por la
    enfermedad que habìa contraido al atravesar la Florida.
    Jewison tenìa treinta y cinco años y un Colt
    Forntier a la cintura; vestìa levitòn
    Prìncipe Alberto y fumaba cigarrillos muy suaves,
    ambarinos, de Virginia". Una noche, "quedò con los ojos
    abiertos, mirando el techo de paja trenzada, inmòvil como
    una piedra. Habìa muerto sonriendo, cara a un cielo
    extraño, tal vez muy semejante al de las interminables
    noches de su Tejas natal" (20).

    Décadas después, Mario, protagonista de
    Hermana y sombra, de Bernardo Verbitsky, recuerda al
    español que les vendía leche: "Dejamos en
    Bahía Blanca varias cuentas impagas, pero la que realmente
    nos preocupaba era la del lechero, un español bajito y
    menudo, a quien se le formaban unas arruguitas alrededor de los
    ojos al sonreír, lo que hacía con frecuencia.
    Vestía algo parecido a un chaleco oscuro, sin magas, usaba
    faja, y un chambergo negro echado ligeramente hacia la nuca.
    Teóricamente, lepagábamos mensualmente los cinco
    litros que nos dejaba cada día pero siempre fue tolerante
    para el cobro, aceptando los pretextos con que
    explicábamos nuestra condición de deudores morosos.
    En los últimos meses no pudimos darle un centavo sin que
    él suspendiera el suministro de nuestro principal
    alimento. Nuestra convicción, reafirmada más de una
    vez por mamá, era que a ese pequeño español
    bondadoso debíamos el no haber muerto de hambre, sobre
    todo nuestra hermanita a quien no le faltaron nunca varias
    mamaderas diarias para suplir los pechos casi secos de
    mamá" (21).

    En 1844, llegó a la Argentina el danés
    Juan Fugl, pionero que se estableció en Tandil cuando los
    indios habitaban la región. El "relató que
    después del sitio indígena de Tandil en el mes de
    noviembre de 1855, ‘Al fin de cuentas, los soldados que
    llegaron no habían resultado mucho mejor que los salvajes,
    pues en las casas abandonadas que encontraron, robaron todo lo
    que pudieron y les fuera útil’. Resultaba notorio
    que la Guardia Nacional por lo general llegaba después de
    que los indios habían hecho los peores destrozos"
    (22).

    Señala John Lynch que "Los pioneros, en muchos
    casos, fueron los colonos inmigrantes y desde el comienzo de la
    década de 1880 la cría de ovejas también
    llegaría a Tandil. (…) Los inmigrantes también
    podían convertirse en víctimas de la
    especulación con la tierra;
    cuando los especuladores compraban tierras a bajo costo y las
    vendían a los recién llegados a precios
    más altos o cuando se subdividían o arrendaban las
    grandes propiedades" (23)

    En esa localidad, a fines del siglo XIX, se
    establecieron mis bisabuelos, el matrimonio integrado por
    Guillermo Paggi y Lucía Silvani, procedente de
    Lombardía.

    Otro lombardo afincado en Tandil, Martín Illia
    –quien más tarde sería padre del presidente-,
    logró "salvarse de un malón que arrasó con
    los pobladores de la zona" y regresó a Italia.
    Corría 1872, el año de la "masacre" –en la
    que no tuvieron que ver los indios- que costó la vida a
    muchos extranjeros. "En 1876, volvió solo al país,
    trabajando como jornalero en la construcción de
    ferrocarriles" (24).

    Hugo Nario describió la dura vida de los
    picapedreros en Tandil: "Despeñarse, quedar aplastado por
    el desprendimiento de piedras o cascajo, perder un ojo reventado
    por una escalla o por un pinchote mal templado, morir destrozado
    por una voladura imprevista, caer bajo las ruedas de las zorras
    que bajaban cargadas de material desde lo alto de la pendiente, o
    carros cuyo control de
    descenso se perdía, y volcando arrastraban por el
    precipicio a caballos y conductor. Y en todo tiempo, el arresto,
    el allanamiento, las redadas, días y meses de encierro, la
    amenaza de la deportación, a veces sin proceso"
    (25).

    Sobre Colonia Urquiza, escribe Gabriela Bovcon: "En sus
    comienzos, los primeros en ocupar estas tierras fueron: Guillermo
    Décker, de origen holandés, seguido por el inglés
    John Mhay, dueños originarios del territorio. A partir de
    la ley de
    Nacionalización de grandes latifundios, durante el
    gobierno de Juan Domingo Perón,
    estos terratenientes deciden negociar sus tierras La colonia fue
    pensada por el Consejo Agrario Nacional como resultado del
    segundo plan quinquenal
    para que, grupos de
    diversas nacionalidades europeas se instalaran y
    desempeñaran la actividad agrícola. Es así
    que las primeras familias en llegar al lugar fueron de origen
    italiano, entre ellas: la familia Di Carlo, Petíx, Fanara
    y Parrillo. (…) los italianos ingresaron a la colonia para
    trabajar la tierra, porque se les proporcionaba un territorio, en
    donde veían muchas posibilidades de progreso para ellos"
    (26).

    "Baradero se convirtió en asiento de una de las
    primeras colonias, fundada por familias suizas, el 4 de febrero
    de 1856" (27). En noviembre de 2000 se llevó a cabo, en el
    Salón Azul del Honorable Congreso de la Nación,
    la muestra "De los
    Alpes a las pampas Un siglo y medio de presencia suiza en
    Baradero" (28). La organizaron la Bibliotheque Cantonale et
    Universitaire de Fribourg, la Association Baradero-Fribourg
    (Suiza), la Sociedad Suiza
    de Baradero (Depto. Historia) y el Honorable Senado de la
    Nación".

    En el discurso
    pronunciado con ocasión de otorgársele la ciudadanía italiana y la Medalla de
    Oro a la
    Cultura
    Italiana en la Argentina, dijo Ernesto
    Sábato: "En el siglo pasado, mis padres llegaron a
    estas playas con la esperanza de fecundar una tierra de
    promisión. Se instalaron en la ciudad de Rojas, donde
    tuvieron un pequeño molino harinero" (29).

    En su poema "La Condra", Fulvio Milano canta:
    "Así la llamaba el abuelo italiano. No sé/
    qué significa este nombre. Condra,/ la yegua blanca que
    atábamos al sulky./ ¿Qué voy a hacer, Dios
    mío, con este/ nombre raro/ a través de la gente, a
    través del olvido?/ La Condra, impredecible de caprichos
    en/ los caminos rurales,/ batía al aire los remos
    nerviosos, disparaba/ por fantásticos ríos/ tronaba
    el abuelo, y yo veía palidecer/ en tambaleante escorzo el
    angustioso sueño/ de la llanura" (30).

    Aurora Alonso de Rocha se refiere a los editores de
    periódicos de Olavarría, localidad bonaerense: "Los
    españoles, dueños de un buen idioma hablado y,
    seguramente, monopolizadores del español escrito en un
    país babélico, eran los editores obligados"
    (31).

    En "José Balbino, el portugués" (32),
    Maria Elena Massa de Larregle relata la historia de este
    inmigrante. "El había nacido en Portugal el 9 de marzo de
    1900. Casado con Ana Brígida Ferreyra y padre de una
    niña (María, hoy señora de Elbey),
    pasó con ellas a Francia por un
    breve tiempo, y desde allí vinieron todos a la Argentina
    en 1930. Su lugar de radicación fue una cantera
    próxima a Villa Mónica, llamada según
    referencias Cerro del Aguila, donde trabajó como
    picapedrero. Era ése un oficio duro pero muy requerido en
    tiempos en que continuaba avanzando el empedrado en ciudades del
    interior (recién después del año 1938 fue
    desplazado por el asfalto, llegando esa tarea de recambio a
    Olavarría, hasta tiempos de la intendencia de Alfieri, en
    los años setenta". Por participar en una huelga de
    obreros, se quedó sin empleo. "Una
    circunstancia fortuita lo constituyó en dueño de un
    colectivo marca Chevrolet:
    fue la forma de poder cobrar una suma que le adeudaban por
    salarios. Y con
    ese vehículo, tuvo la posibilidad de iniciar lo que
    sería su ocupación de allí en más:
    conducir el UNICO medio para viajar entre Bolívar y
    Olavarría en forma directa y en colectivo". Años
    más tarde, la muerte se
    le anunció estando al volante: "Continuó en
    Olavarría un tiempo más en viajes particulares para
    CORPI, para escuelas de educación
    especial. En una de estas tareas de transporte,
    llevando en su viejo colectivo chicos de una Escuela Diferenciada
    (como se llamaban entonces) lo alcanzó el invisible rayo
    de su destino. Sintiéndose mal, tuvo lucidez y un
    último gesto de responsabilidad, por las vidas que transportaba,
    para quitar el pie del acelerador y llevar con suavidad la marcha
    hacia el borde de la vereda. Y dejó que el infarto
    hiciera su obra. Falleció a los cuatro días, el 30
    de enero de 1968. Preguntó por ‘los chicos’
    –los escolares- y cerró los ojos. Se había
    cumplido un ciclo en una vida".

    Antonio Dal Masetto llegó a Salto a los doce
    años, donde –afirma en una entrevista-
    "Empezó el duro aprendizaje, la
    transculturación. Cansado de que lo
    cargasen por su forma de hablar, decidió esforzarse para
    aprender el castellano. Para eso recurrió al arte. Su
    padre se asoció con su tío en una
    carnicería. Dal Masetto empezó a seleccionar las
    revistas que llegaban para envolver y, entre los globitos y el
    dibujo de las historietas, empezó a adentrarse en el
    idioma" (33).

    En "Pleamar", Oscar González evoca al
    capitán Griffith George, quien, tras naufragar en 1883, se
    radicó en la estancia "Los Yngleses", en el Partido de
    General Lavalle (34).

    Marcos Alpersohn fue pionero en la colonia Mauricio, en
    la provincia de Buenos Aires, y primer cronista de un
    asentamiento judío en la Argentina. "Dejó escrito
    su interesante testimonio sobre la llegada al país, en
    1891", en el que manifiesta: "Nadie nos recibió en la
    estación: ningún empleado de la empresa
    colonizadora del Barón nos aguardaba. El jefe de la
    estación de Casares, un morocho alto, de tupida cabellera
    encrespada, salía a cada rato de su oficina y
    sonreía zalameramente a nuestras hermosas mujercitas; pero
    al ver que ninguna de ellas le prestaba la menor atención,
    irritóse, al parecer, sacudió su melena, se
    encerró en su oficina y no volvió a salir. Aquellos
    de nosotros que conservaban aún en sus hatillos un pedazo
    de pan, hicieron uso de él. Poco a poco los niños
    fueron sintiendo hambre y nos dispersamos por los almacenes en
    busca de pan, pero ese artículo no se encontraba en
    ninguna parte. Los ojos se nos salían de impaciencia
    mirando en todas las direcciones, por si llegaba alguien para
    conducirnos hacia "nuestras" chacras. Así pasaron horas
    tras horas, sin que apareciera nadie. La gente empezó a
    irritarse, cundió el descontento, primero quedamente y
    luego con fuerza cada
    vez mayor. Grupitos de los nuestros se ubicaron al lado de los
    rieles y peroraban gesticulando con las manos y los pies.
    Lentamente el desaliento y la desesperación fueron
    penetrando en los corazones, creciendo de instante en instante.
    Los ojos de todos se fijaron en los yuyales: "íAhí
    vienen!", parecían decir. Algunos lanzaron, a cuenta de
    los negligentes funcionarios colonizadores, ciertos improperios
    en lengua rusa.
    Otros se diseminaron por los senderos de la maleza, pero al rato
    volvieron, jadeantes, sudorosos, cubiertos de abrojos. Así
    transcurrió el día hasta las dos de la tarde.
    Súbitamente se dejó oír el chasquido de un
    látigo y de entre los yuyos apareció una carreta de
    ruedas altísimas, uncida a una decena de caballos.
    Detrás de ella venía otra y otra, hasta completar
    ocho, todas sobre dos extrañas ruedas y se colocaron en
    fila, a lo largo de la vía férrea. Un joven rubio,
    montado en un caballo arisco, llegó al instante y
    ordenó algo a los negros que manejaban las carretas y acto
    seguido cada uno de ellos desparramó desde arriba,
    directamente sobre la hierba, una montaña de galletas
    secas. Otro señor, joven, blanco como la leche, de rasgos
    finos y delicados movimientos, llegó en un caballo
    lindamente enjaezado, nos saludó en
    alemán y se presentó como nuestro administrador, el
    señor Gerbil. El que tenga hambre, que coma de estas
    galletas -nos dijo. Debido a que nuestro pudor había
    quedado quebrantado en la frontera alemana, al primer bocado de
    misericordia que nos arrojaran los judíos tudescos, y
    debido también, en parte, al hambre que nos venía
    apretando, no demostramos ninguna resistencia
    ahora; sin dejarnos rogar nos lanzamos como salvajes sobre los
    panecillos de la mendicidad, disputándonoslos. Los rostros
    broncíneos de los argentinos, al ver esta escena, se
    contrajeron de espasmo; agitaron fuertemente las manos y viendo
    que las criaturas hambrientas no podían romper con sus
    tiernos dientes las galletas petrificadas, bajaron de las
    carretas y nos enseñaron cómo proceder con aquel
    manjar; golpearon las galletas contra las llantas de las ruedas y
    las quebraron como pedazos de vidrio; luego
    metieron los trozos en agua, y se los
    lanzaron a los chicos, hambrientos, murmurando: "íPobres
    niños! íPobres inmigrantes!" (…)"
    (35).

    Mario Goloboff rercuerda su infancia en
    Carlos Casares: "fui un bilingüe auditivo de nacimiento.
    Lamentablemente, no hablé el idish, pero sin duda fue la
    primera lengua que oí y escuché en mi infancia. Y
    entre los dolores y terrores de la infancia y de la guerra (en
    aquel momento, en su esplendor), y en un pueblo como Carlos
    Casares (uno de las colonias judías más importantes
    que hubo en la provincia de Buenos Aires), me tocó vivir
    desde muy chico los temores familiares y las pocas esperanzas de
    que las cosas terminaran bien. Creo que esto, junto a la lengua,
    es lo que me ha marcado más profundamente"
    (36).

    Nissin Mayo entrevistó a Salvador Cohen, quien
    relató: "Mi papá, Mair Cohen y mamá, Raquel
    Cohen (no eran parientes) se conocían de Magnasía
    (hoy Manisa), un pueblo cercano a Esmirna, Turquía.
    Papá llegó a la Argentina alrededor de 1910 y ella
    por 1921. Se casaron en Buenos Aires, donde yo nací el 31
    de julio de 1923. (…) A su llegada a la Argentina él se
    instala en Gral. Villegas, Pcia. de Buenos Aires, con un negocio
    de zapatillas, telas y ropas. Lo ayudaban mi tío
    Aarón, (hermano de mamá que llegó de
    Turquía por 1910) y mamá, que también
    hacía los trabajos de la casa. Los miércoles,
    papá salía a vender en el pueblo. (…) Mi
    tío Aarón, que vivía con nosotros, rezaba
    las oraciones en hebreo todas las mañanas,
    poniéndose en la cabeza una carpetita en forma de
    kipá (gorrita) con la cual a veces salía, sin darse
    cuenta, a la calle. Mi tío hablaba cinco idiomas, entre
    otros el djudeo español . El negocio sólo cerraba
    en Iom Kipur (día del Ayuno y el Perdón Divino) y
    un cartelito anunciaba: ‘cerrado por balance’. (…)
    En Villegas cursé la escuela primaria. En el segundo grado
    nos pegaba la maestra, Srita. Balán. Usábamos gorra
    de vasco, que debíamos sacárnosla cuando
    saludábamos a las mujeres; si no lo hacíamos nos
    tiraban de las orejas hasta dejárnoslas rojas. En 1933,
    recuerdo, hubo una gran invasión de langostas; las paredes
    se pusieron negras y tuvieron que eliminarlas con aplanadoras. En
    una ocasión, un zapatero italiano, cuando yo jugaba con su
    hijo a la pelota, agarró su cuchillo de zapatero y me dijo
    jugando: ‘ te corto, te corto’, y me hizo un corte en
    la pierna izquierda. Todavía tengo la marca. En Villegas
    me recibí de tenedor de libros en
    1934. Mi hermana Victoria, debió estudiar
    obligatoriamente, en el Colegio, religión
    católica". El entrevistado recuerda a General Villegas
    "como un pueblo agrícola-ganadero, de casas bajas, con dos
    cines, simpático y económicamente progresista.
    Había muchos ingleses, exposiciones y ventas de
    ganado, con la intervención casi permanente del martillero
    Bullrich. Allí tenía amigos. Jugábamos a la
    pelota y con el trompo y las bolitas. Con ellos y mi familia,
    pasé una infancia y adolescencia
    feliz" (37).

    En San Vicente vivió la viuda de Oskar Schindler.
    "El libro Yo, Oskar Schindler (38), una
    recopilación de documentos
    fidedignos y originales, según su autora, Erika Rosenberg,
    intenta reivindicar la imagen de Schindler frente a la que
    presentó Steven Spielberg en su película sobre este
    empresario
    alemán salvador de miles de judíos. La escritora
    argentina, quien presentó en Budapest la versión
    húngara de este libro escrito originalmente en
    alemán y presentado el año pasado en la Feria
    Internacional del Libro de Frankfurt, recalcó que siente
    ‘una obligación moral, como
    amiga de la viuda de Schindler, de borrar esa imagen de 'don
    Juan' y especulador que ofreció Spielberg en La Lista
    de Schindler
    '. Rosemberg señaló que
    ‘quizás ésta sea una de las mejores formas de
    recordar la memoria de
    Oscar Schindler, fallecido en Alemania en
    1974, y de la viuda de Schindler, Emilie, quien falleció
    hace una semana, a los 93 años de edad, en
    Brandemburgo’. Schindler, junto a su esposa, salvó
    la vida de más de 1.300 judíos al darles trabajo en
    su fábrica y protegerles así de la
    deportación, recalcó la autora del libro y
    biógrafa de Emilie Schindler. El industrial alemán,
    además, repartió más de dos millones de
    marcos entre los judíos a quienes salvó,
    según atestiguan los documentos, explicó Rosenberg.
    ‘Yo nunca vi que los estadounidenses hayan puesto en una
    película las buenas actuaciones de un alemán,
    así que Spielberg no podía hacer otra cosa que lo
    que hizo», señaló Rosenberg. ‘Una
    película nacida de un sentimiento estadounidense, dirigida
    por un director estadounidense y escrita por un australiano
    presentado al público como americano, no pudo tener otro
    resultado que La lista de Schindler’, comentó
    la escritora argentina. ‘Es cierto que Spielberg no pudo
    utilizar la documentación que aparece en mi libro porque
    no sabía de su existencia, ya que la misma apareció
    en el año 1998, pero mi pregunta es que por qué no
    utilizó a la viuda’, recalcó Rosenberg.
    Agregó que, ‘según la carta que
    tengo en mi poder, Spielberg invitó a Emilie Schindler a
    Jerusalén para rodar las últimas imágenes de
    su película, como una sobreviviente y nada
    más’ " (39).

    Oskar Schindler "Después de la guerra,
    dirigió un rancho en Argentina (1949-1957), quebró
    y regresó a Alemania. En 1961 fue invitado a Israel, donde
    recibió la Cruz del Mérito en 1966 y una
    pensión del Estado en
    1968. La novela de
    Thomas Keneally, El arca de Schindler (1982), fue llevada
    al cine con el
    título de La lista de Schindler, en 1994 por el
    director Steven Spielberg, y obtuvo los premios Oscar más
    importantes, entre otros al mejor director y a la mejor
    película en ese año, dando a conocer las
    actividades de este héroe de guerra a un público
    mucho más numeroso" (40).

    En Matanzas se afincó el gringo Sardetti, a quien
    Juan Moreira mata por haber negado la deuda que tenía con
    el gaucho. "Concluyamos que es tarde –dijo
    levantándose de pronto-. Amigo Sardetti, vengo a que me
    pague los diez mil pesos o a cumplir mi palabra empeñada.
    El pulpero vaciló, miró con espanto a Moreira, y
    dirigiendo una mirada de suprema súplica al paisano que
    había tratado de disuadir a aquel terrible acreedor,
    respondió de una manera humilde y quejumbrosa: -Yo no
    tengo plata, amigo Moreira; espérese unos días, y
    le juro por Dios que le he de pagar hasta el último peso.
    -No espero más –contestó el paisano con
    suprema altivez-; vengan los diez mil pesos o te abro diez bocas
    en el cuerpo, para que por ellas puedas contar que Juan Moreira
    cumple lo que promete, aunque lo lleve el diablo. Y con la mano
    segura desnudó su daga, que brilló con un fulgor
    siniestro. Los paisanos habían quedado helados; Sardetti
    estaba más muerto que vivo, y Moreira, arrogante y altivo,
    con la daga en la mano y la manta de vicuña volcada sobre
    el brazo izquierdo, estaba allí como el ángel del
    exterminio. -O pagas sobre el acto –dijo imperiosamente
    Moreira-, o te abro como un peludo. -No tengo plata
    –balbuceó el pulpero en una especie de estertor,
    mientras el paisano que desde un principio había tratado
    de evitar el lance, se cruzaba delante de la daga de Moreira,
    diciéndole: -No te pierdas, hermano; el gringo no vale la
    pena y vas a tener que huir del pago" (41).

    En Don Segundo Sombra, Ricardo Güiraldes
    escribe acerca de "la desvergüenza del gringo Culasso que
    había vendido por veinte pesos a su hija de doce
    años al viejo Salomovich, dueño del
    prostíbulo" (42).

    En San Nicolás vivió Frances Armstrong de
    Bessler, que había nacido en Elma, Estado de Nueva York,
    en 1862. Llegó a la Argentina en 1879. "Había
    cursado estudios en la escuela secundaria de Buffalo y se
    graduó como profesora en la escuela normal de Winona. Fue
    destinada a la Escuela Normal de Catamarca, donde actuó
    como secretaria y profesora. Luego de seis años de eficaz
    desempeño, en 1884 el gobierno le
    encargó la
    organización de la Escuela Normal de Córdoba,
    de donde pasó a San Nicolás para cumplir igual
    cometido. Permaneció veinticinco años al frente de
    este establecimiento, hasta que se retiró. Había
    contraido enlace con el doctor John Alfred Bessler y durante su
    permanencia en San Nicolás conquistó el
    cariño de discípulos y amistades. Lo mismo que su
    hermana Minnie, poseía condiciones naturales para la
    música. Cantó y tocó el órgano en una
    iglesia de
    Buenos Aires hasta que la parálisis atacó sus
    manos. Falleció en esta ciudad el 6 de mayo de 1928"
    (43).

    Elena Guimil es la autora de "Mi búho" (44), uno
    de los seis relatos del Premio La Nación 1999 de
    Cuento
    Infantil. En ese relato, que transcurre en Pellegrini, la
    escritora recuerda la oportunidad en que su padre, "un gallego
    fornido" le trajo un pichón. Acerca del texto premiado,
    afirma la autora: "Este cuento nació en un momento muy
    especial de mi vida, donde los recuerdos de la niñez se
    hacen vívidos, provocados por un hecho sutil: encontrarme
    de frente con los grandes ojos amarillos de un pichón de
    lechucita, parado en un alambre de un camino de tierra rumbo a un
    campo".

    En la provincia de Buenos Aires vive Francisco Sainz,
    "Hombre solo, siempre. De recién cumplidos 85 y costumbres
    rudas como el campo. Hijo de un español de Santander, el
    primero de la familia en meter la mano en esas tierras, hace cien
    años. La casa está en lo alto del terreno y todo
    alrededor es horizonte limpio. Un patrimonio de
    cuatro mil hectáreas compradas de a pedacitos, en
    las entrañas de Buratovich" (45).

    En esa misma provincia se afinca el protagonista de un
    cuento de Arturo M. García: "Don Javier Echegaray y
    Tarragona, oriundo de San Sebastián en el país
    vasco y como su nación, fuerte de temperamento,
    férrea voluntad, constante en el trabajo y
    perseverante en sus ideas había llegado a la Argentina a
    los doce años con unas ansias inconmensurables de hacerse
    la América. Recaló en Buenos Aires,
    pero la ciudad que crecía no le brindaba muchas ilusiones
    y esperanzas, eran los resabios de la generación del 80
    con su crisis económica, financiera y social y Javier
    evocando las praderas vascuences y las montañas
    pirenaicas, solo, se exilió de nuevo. Viajaba como linyera
    en trenes de carga hacia el Sur, comenzó a admirar las
    extensas pampas, se asombraba contemplando la cantidad de ganado
    pastando a la vera de los rieles del ferrocarril,
    asentándose por fin como peón en las regiones de
    Pigüé, Coronel Suárez y Saavedra.
    Trabajó mucho y fuerte, ahorró dinero y junto con
    las pocas pesetas que le mandaban los tíos desde la
    patria, fue haciendo un capital que le
    permitió comprar primero unas pocas hectáreas,
    luego más terrenos, una granja después y por fin
    una estancia en la zona de Tornquist" (46).

    Arturo M. García relata, en "Ella eligió
    así", lo sucedido a Raquel Amanda Olascoaga, hija de
    vascos tomada cautiva por Biguá, con quien pidió
    contraer matrimonio cristiano, rehusando volver a la sociedad.
    Cuando la llevaron los indios, ella era una "mujer de treinta
    años de edad, dama de recio temple y extraordinaria
    hermosura, hija única de un matrimonio de origen vasco,
    que después de haber habitado muchos años en el
    Río de la Plata, donde cosecharon una ingente fortuna a
    través de negocios de
    importación de bebidas espirituosas,
    traídas de Europa, se volvieron a su país natal,
    dejando a su hija ya madura, al frente de sus casas en Buenos
    Aires y Montevideo" (47).

    La casa de Myra (48), de Aurora Alonso de Rocha,
    fue distinguida en 2001 con el Segundo Premio para Autores
    Inéditos, en el "Concurso organizado por la
    Fundación El Libro, en el marco de la 27ª Exposición
    Feria Internacional de Buenos Aires ‘El libro del Autor al
    Lector’ ". En esa obra, protagonizada por una gallega
    tomada cautiva por los indígenas, narra un personaje: "En
    unos meses se le puso la piel del
    color del cuero
    sobado, se le hicieron unos manchones del solazo debajo de los
    ojos y como no los tiene oscuros como las otras se ven como gemas
    transparentes. En lo que se ve del descote es pura mancha y peca
    y tiene el pelo cerdoso, enrulado y reseco de tanta agua e
    intemperie. Igual que las chinas va mezclada de cristiana y de
    india: le
    cuelgan unas ajorcas pesadas, se ata las clinas con seda trenzada
    y las botas son las de media caña, de pata de potro pero
    finísima, muy retobada (¡Que las quisiera para
    mí!), con lazos de colorines y bordados. Por arriba usa un
    vestidito de percal que ha de ser el que traía cuando la
    encontré en el puerto, según recuerdo, así
    que va medio disfrazada pero tan cargada de lazos y joyas como
    una princesa".

    Jorge Luis Borges
    – a quien María Rosa Lojo volvió personaje de
    ficción, en Las libres del Sur-, relata: "Sin
    contar los muchos relatos de la Conquista española, entre
    nosotros ya Sarmiento hablaba de un mayor Navarro –todo un
    dandy– que se casó con la hija de un cacique, y
    bebía la sangre ‘en la degolladera de los
    caballos’. Mansilla cuenta otros tantos episodios, y mi
    propia abuela, que era inglesa, conoció uno muy de cerca.
    Estaban en Junín con el abuelo Borges, que era
    jefe militar de la frontera, y una tarde se presentó en el
    pueblo una mujer rubia, vestida de india. Venía a
    abastecerse de ‘vicios’ (yerba mate, azúcar,
    aguardiente) y traía pieles, tejidos y plumas
    de avestruz para canjear en las pulperías. Mi abuela
    pidió hablar con ella, y la otra le contó su
    historia en un inglés rústico, que parecía
    un instrumento oxidado. Era una inglesa, cautivada por un
    malón cuando chica. No quiso saber nada de volver son los
    cristianos, aunque la abuela le ofreció todas las
    seguridades, para ella y para los hijos que tenía con un
    cacique. Tiempo después, volvió a
    encontrársela. Estaban en un bañado, degollando una
    oveja, y la india inglesa cruzó a caballo, y se
    tiró al suelo y bebió la sangre caliente…"
    (49)

    En "Flandria, la ciudad-fábrica cuyo
    espíritu vive en una banda", Jorge Iglesias se refiere al
    belga Julio Steverlynck; presenta, además, el testimonio
    de personas que estuvieron vinculadas a la Algodonera Flandria.
    Iglesias escribe: "Por cierto, en la Argentina de finales de los
    veinte, encontrar un obrero textil calificado era tarea de
    cíclopes. Así, Steverlynck le abrió las
    puertas de la fábrica a gran cantidad de inmigrantes
    españoles e italianos. Toda gente que había dejado
    sus raíces. Gente que venía a ‘hacer la
    América’. Mejor, ¿por qué no?: a hacer
    la Flandria… Pero, como la gente trabajando se hace, de los
    telares no sólo salieron telas, como se verá,
    también salieron ‘hombres de Flandria’ "
    (50).

    La decisión de María (51) es el
    libro que escribieron María Carmen Merbilhaa del Frate y
    Amalia María Calandra Merbilhaa. "Las autoras, al
    encontrar las cartas de su
    abuela, hija de inmigrantes bearneses que se establecieron en el
    campo a mediados del siglo XIX, descubren interesantes
    testimonios de vida en el pueblo de General Belgrano y en la
    ciudad de La Plata a principios del
    siglo XX. Ellas agregan comentarios y anécdotas propias o
    transferidas por sus familiares. Pretenden homenajear a su
    querida abuela y contar a sus descendientes, con un toque de
    humor, vivencias de la infancia que compartieron"
    (52).

    La portuguesa Zulmira Rosa Alves recuerda a sus vecinos
    húngaros. Ella llegó a la Argentina en 1950 y se
    afincó en Villa Elisa. "Villa Elisa es una localidad de
    cerca de 50000 habitantes cercana a la ciudad de La Plata. Este
    es su hogar ahora, aquí tuvo su familia y vivió
    toda su vida desde vino a este país. Llegó cuando
    al regreso de su padre a la Argentina no pudo volver a trabajar
    en Loma Negra. Las tierras de Pereyra Iraola habían sido
    expropiadas en gran parte y esos terrenos eran alquilados a
    familias de inmigrantes que trabajaban la tierra. En una de esas
    tierras se instalaría su familia para comenzar a pelear en
    esta Argentina. Los primeros tiempos fueron difíciles, se
    encontraron en medio de una comunidad húngara con la que
    se hacía muy complicado comunicarse. Existía un
    importante asentamiento de portugueses que se dedicaban a la
    floricultura pero se encontraban del lado oeste de las
    vías del Ferrocarril Roca y no tenían contacto con
    los quinteros (húngaros)" (53).

    Nacido en Berisso, Esteban Peicovich, hijo de
    dálmatas, recuerda la localidad como "una sociedad
    compuesta por treinta y siete etnias diversas que, en medio de la
    crisis, hacía de la vida vecinal un acto religioso. No
    piqueteaban. Se defendían con el trueque, la huerta y la
    mano pronta al caído en desgracia mayor. Una red de asistencia que
    permitía preservar la costumbre traída: mantener lo
    genuino y sostener a los hijos en medio de la adversidad"
    (54).

    En "Canción a Berisso", Matilde Alba Swann
    recuerda las escuelas de esa localidad: "Yo le canto a tus
    niñas saliendo de la escuela:/ alemanas, rusitas,
    italianas, armenias,/ distintas lenguas todas e idéntico
    candor;/ y canto a las pequeñas hijas de mi tierra/ "made
    in argentina" levadura extrajera,/ raíces que se prenden a
    un destino mejor.// Le canto al influjo de tus academias/
    alimentando el sueño de tu adolescencia/ por salir del
    hollín;/ y canto a tus escuelas nocturnas para adultos/
    donde padres y abuelos aprenden a escribir" (55).

    Gabriel Báñez es el autor de Virgen
    (56), novela finalista del Concurso Editorial Planeta 1997, en la
    que evoca la inmigración del belga Divas y su hija,
    Sara. La inmigrante, décadas después, recuerda:
    "Había llegado a Ensenada a finales de los treinta, con
    apenas nueve años y un padre belga que, además de
    venir huyéndole al antisemitismo,
    tenía la abstracta pretensión de vender sombreros
    en una tierra en que los hombres apenas si se cubrían las
    ideas con el sudor y los sueros del frigorífico
    inglés que se sostenía junto a las charcas del
    puerto. Todavía podía escuchar el rolido de las
    aguas contra el casco del lanchón de amarre, los saludos
    violentos de la tripulación a lo lejos, y la mano aterrada
    de su padre mientras le ayudaba a bajar de la planchada. No iba a
    olvidarla jamás: era una mano con consistencia de pez,
    húmeda y avergonzada. Desde ese día Sara Divas
    sintió la exacta revelación de qué cosa eran
    los hombres: personitas indefensas y minúsculas a las que
    había que proteger, pero en las que nunca se podía
    confiar. También conservaba una foto percudida y oxigenada
    de la casa natal, en Bruselas, y algunos moldes de cabezas
    humanas que su padre había ido descartando a medida que el
    país se le hacía carne o corned beef y se alejaba
    de los moldes ideales del pensamiento".

    Un informe publicado
    por la Asociación Caboverdeana de Ensenada – "la
    más antigua del mundo de todas las que nuclean a
    caboverdeanos en el exterior"-, destaca que "La
    inmigración caboverdeana llegó a principios del
    siglo XX, en consonancia con el resto de los inmigrantes. A
    diferencia de los 12 millones de africanos que llegaron a
    América entre los siglos XV y XVI, los caboverdeanos
    fueron los únicos que no llegaron como esclavos, sino en
    busca de trabajo y mejores horizontes para desarrollarse. A
    diferencia de los europeos, no llegaron empujados por guerra
    alguna. Por el carácter insular de Cabo Verde, sus hijos
    inmigrados eran expertos marineros y también habilidosos
    pescadores, por lo cual buscaron aquí sitios con puertos,
    como Ensenada y Dock Sud. Aquí, la mayoría de los
    caboverdeanos se empleó en la Marina Mercante y la Armada"
    (57).

    Notas

    1 Chajchir, Mauricio: "Viaje al país de la
    esperanza. Relato de un viajero del Pampa", en La
    Opinión
    , Buenos Aires, 8 de agosto de 1976,
    reproducido en Asociación de Genealogía
    Judía de Argentina, Toldot #8. Noviembre de
    1998.

    2 Zárate, Francisco de: "A la pesca", en
    Clarín Viva, 23 de mayo de 2004. Fotos:
    Andrés Hax.

    3 S/F: "El baratillo", en La Capital, Mar del
    Plata, 25 de mayo de 2000.

    4 S/F: "Mar del Plata: Fallas criollas", en La
    Capital
    , Mar del Plata, 21 de marzo de 2004,
    www.lacapital.com.ar.

    5 Miguelí, Perla: "Introducción", en Miguelí, Perla y
    Leguizamón, Pedro: Primer cancionero gitano de la
    Argentina. Recopilación y notación musical
    .
    Mar del Plata, 1995.

    6 Castrillón, Ernesto y Casabal, Luis: "El
    día que fue arrasada Varsovia", en La
    Nación
    , Buenos Aires, 1° de septiembre de
    2002.

    7 S/F: "Centro Cultural Pipach", en el folleto de la
    institución. Villa Gesell, 2004. www.villagesell.gov.ar.

    8 Miguel, María Esther de: "Amy Stirling", en
    el grillo, Buenos Aires, Marzo-Abril de 2003, Año
    12, N° 34.

    9 Bjerg, María M.: Entre Sofie y Tovelille
    Una historia de los inmigrantes daneses en la Argentina
    (1848-1930)
    . Buenos Aires, Editorial Biblos, 2001. 191 pp.
    (La Argentina plural).

    10 Kremer, Isaías Leo: "Proveeduría
    ‘El Progreso’ ", en Mundo Israelita. Buenos
    Aires, 8 de agosto de 2003.

    11 S/F: "Historia de pioneros", en
    Clarín, Buenos Aires, 2 de febrero de
    2002.

    12 Waksman, Angela Mónica: "La
    construcción de nuestra identidad", en Hupert, Pablo,
    et al: Qué significa ser judío hoy
    Ensayos
    premiados del Concurso AMIA 2004 Juana y Julio Kolonsky
    .
    Buenos Aires, Milá, 2005. 180 pp.

    13 Geraghty, Michael John: "Lands, lambs and
    churches", en Buenos Aires Herald.

    14 Guyot, Héctor M.: "Sociedad. Irlandeses en
    la Argentina. Una verde pasión", en La Nación
    Revista
    , Buenos Aires, 13 de marzo de 2005. Fotos de Daniel
    Pessah.

    15 ibídem

    16 Weyne, Olga: El último puerto. Del Rhin
    al Volga y del Volga al Plata
    . Buenos Aires, Editorial
    Tesis /
    Instituto Torcuato Di Tella, 1986.

    17 Chiérico, Ariel Edgardo: en La Capital
    de Mar del Plata.

    18 Ketzelman, Zahira Juana: en el grillo, Suplemento:
    Gabinete de Letras y Arte
    . N° 9, 2000.

    19 S/F: "Azul: nuestra esencia, nuestra identidad", en
    El Tiempo, Azul, 15 de diciembre de 2002.

    20 Zappietro, Eugenio Juan:; De aquí hasta el
    alba
    . Barcelona, Planeta, 1971.

    21 Verbitsky, Bernardo: Hermana y Sombra. Buenos
    Aires, Editorial Planeta Argentina, 1977.

    22 Lynch, John: Masacre en las pampas. La matanza
    de inmigrantes en Tandil, 1872
    . Buenos Aires, Emecé,
    2001.

    23 ibídem

    24 Frigerio, José Oscar: Italianos en la
    Argentina LOS LOMBARDOS
    . Buenos Aires, Asociación
    Dante Alighieri de Buenos Aires, 1999.

    25 Nario, Hugo: "Cortando piedra", en Todo es
    historia
    , N° 178, Marzo de 1982.

    26 Bovcon, Gabriela: "Inmigración Italiana y
    Japonesa, en Colonia Urquiza", en www.perio.unlp.edu.ar.

    27 S/F: "Las corrientes inmigratorias en Argentina, La
    aventura de los pioneros", en Argentinaexplora.com,
    2001.

    28 S/F: "De los Alpes a las pampas", en
    www.baradero.com.ar

    29 Sábato, Ernesto: "La memoria de la
    tierra", en La Nación, Buenos Aires, 5 de
    diciembre de 1999.

    30 Milano, Fulvio: "La Condra", en El Tiempo,
    Azul, 12 de noviembre de 2000.

    31 Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
    Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
    1994.

    32 Massa de Larregle, María Elena: "José
    Balbino, el portugués", en Revista N° 4,
    2000, Dirección y coordinación: Aurora Alonso de Rocha.
    Archivo
    Histórico "Alberto y Fernando Valverde", Municipalidad
    de Olavarría, Secretaría de Gobierno.

    33 Roca, Agustina: "Historia de vida", en La
    Nación Revista
    , Buenos Aires, 12 de julio de
    1998.

    34 González, Oscar: "Pleamar", en El
    Tiempo
    , Azul, 1° de diciembre de 1996.

    35 Alpersohn, Marcos: "Memorias de un pionero", en
    Clarín. Fuente: Memorias de un colono
    argentino
    , en Judaica N° 50. Tomado de Senkman,
    Leonardo: La colonización judía. Buenos
    Aires, CEAL, 1984.

    36 Goloboff, Mario: "Teatro con
    debate:
    ‘Tras el paso de los grandes’ ", en Feierstein,
    Ricardo y Sadow, Stephen A. (comp.): Recreando la cultura
    judeoargentina / 2 Literatura y artes plásticas
    .
    Buenos Aires, Editorial Milá, 2004.

    37 Mayo, Nissin: "De Turquía a Gral. Villegas",
    en SEFARaires N° 15, Julio de 2003
    (sefaraires[arroba]fibertel.com.ar).

    38 Rosenberg, Erika: Las memorias de Oskar
    Schindler
    . Buenos Aires, Distal, 1998.

    39 S/F: "Un matiz diferente", en www.grupopayne.com.ar.

    40 Pérez García, José Javier:
    "Biografía de Oskar Schindler", en
    www.alipso.com.

    41 Gutiérrez, Eduardo: Juan Moreira.
    Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).

    42 Güiraldes, Ricardo: Don Segundo Sombra.
    Buenos Aires, CEAL, 1979. 216 pp. (Capítulo).

    43 Sosa de Newton,
    Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres
    Argentinas
    . Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.

    44 Guimil, Elena: "Mi búho", en El
    desafío
    . Buenos Aires, Sudamericana,
    2000.

    45 Piotto, Alba: "Campo de batalla", fotos de
    Rubén Digilio, en Clarín Viva, Buenos
    Aires, 21 de marzo de 2004.

    46 García, Arturo M.: "El cóctel", en
    el grillo, Buenos Aires, N° 22, 1999.

    47 García, Arturo M.: "Ella eligió
    así", en el grillo, Suplemento: Gabinete de Letras y
    Arte El tema es la libertad
    , N° 18, 2004.

    48 Alonso de Rocha, Aurora: La casa de Myra.
    Buenos Aires, Fundación El Libro, 2001.

    49 Lojo, María Rosa: Las libres del Sur. Una
    novela sobre Victoria Ocampo
    . Buenos Aires, Sudamericana,
    2004.

    50 Iglesias, Jorge: "Flandria, la
    ciudad-fábrica cuyo espíritu vive en una banda",
    en La Nación, Buenos Aires, 28 de enero de
    2001.

    51 Marbilhaa Del Frate, María Carmen y Calandra
    Merbilhaa, Amalia María: La decisión de
    María
    . Buenos Aires, Dunken, 2003.

    52 S/F: en Marbilhaa Del Frate, María Carmen y
    Calandra Merbilhaa, Amalia María: La decisión
    de María
    . Buenos Aires, Dunken, 2003.

    53 Da Conceiçao, Mauro; Euguaras, Mariano;
    Flibert; Francisco; Marino, Roberto; Sánchez,
    Julián: "Sabores de una historia", en www.ciet.org.ar.

    54 Peicovich, Esteban: "Volver a Berisso", en La
    Nación Revista
    , Buenos Aires, 24 de febrero de
    2002.

    55 Swann, Matilde Alba: "Canción a Berisso", en
    Canción y grito, 1955. Incluido en
    www.matildealbaswann.com.ar.

    56 Báñez, Gabriel: Virgen. Buenos
    Aires, Sudamericana, 1998.

    57 S/F: "Asociación Caboverdeana de
    Ensenada".

    Catamarca

    Clara Jeannette Armstrong (West Alden, Nueva York, 1847)
    "Vino a la Argentina en 1877, contratada por el gobierno para
    colaborar en la organización de las escuelas normales para
    mujeres. Fue destinada a Catamarca en 1878, y allí
    dirigió la Escuela Normal de Maestras. En 1881 fue a su
    patria con licencia, y el gobierno la comisionó para
    contratar maestras. Regresó con catorce, que se
    incorporaron al quehacer docente del país. Pasó a
    desempeñarse en la Escuela Normal de San Nicolás,
    donde dictó cátedras, y fue trasladada a San Juan
    para dirigir la escuela en reemplazo de Mary O. Graham. En 1894
    se retiró de la enseñanza oficial y dirigió una
    escuela particular en Buenos Aires. En 1896 fue a Cuba para
    desempeñar tareas similares. En 1901 el gobierno argentino
    la comisionó para dirigir la muestra argentina de educación en Buffalo,
    Estados
    Unidos, y presidió la delegación de mujeres
    cubanas. Quedó en su país e instaló en Nueva
    York una escuela normal para mujeres cubanas, destinadas al
    magisterio en su patria. Ejerció la docencia en
    institutos norteamericanos hsta que la parálisis le
    impidió concurrir a las clases, no obstante lo cual
    continuó enseñando latín y griego desde el
    lecho. Falleció en Los Angeles, California, el 13 de
    septiembre de 1917. Por decreto del 16 de octubre de 1928, la
    Escuela Normal de Catamarca lleva su nombre" (1).

    Minnie Armstrong de Ridley fue" una educadora
    norteamericana que vino con sus hermanas Clara y Frances para
    actuar en la organización de las escuelas normales.
    Había nacido en el Estado de
    Nueva York el e de junio de 1866. Clara la llevó a
    Catamarca para que colaborase con ella. Cumplió funciones
    destacadas, especialmente en la enseñanza de música
    y gimnasia. Luego
    acompañó a su hermana mayor a la escuela de San
    Nicolás, y allí contrajo matrimonio con William
    Robinson Ridley. Falleció en Buenos Aires el 22 de junio
    de 1896, a la edad de treinta años" (2).

    Notas

    1 Sosa de Newton, Lily: Diccionario
    Biográfico de Mujeres Argentinas
    . Buenos Aires, Plus
    Ultra, 1986.

    2 ibídem

    Chaco

    Santo Oficio de la Memoria (1), de Mempo
    Giardinelli, obtuvo en 1993 el Premio Rómulo Gallegos. A
    esta novela Carlos Fuentes se refiere como a una "saga migratoria
    tan hermosa, tan conmovedora, tan importante para estos tiempos
    de odio, racismo y
    xenofobia". La
    obra cuenta un siglo de historia privada, argentina y mundial,
    desde la llegada a nuestro país de Antonio Domeniconelle,
    su esposa y su primogénito, a fines del siglo XIX, quienes
    emigran porque eran "muy pobres. Muy pobres. Más pobres
    que toda la pobreza que
    hayas visto".

    Penurias narra Giardinelli, en lo que respecta a la
    fundación de la capital chaqueña. Cuenta la Nona:
    "Las primeras setenta familias de inmigrantes friulanos, que
    remontaron en chalupas más de mil kilómetros por el
    río Paraná, llegaron allí el primer
    día del tórrido febrero de 1878 y se internaron
    unas pocas leguas por el Río Negro. Al día
    siguiente fundaron San Fernando de la Resistencia, sustantivo
    este último que con el tiempo sería
    designación única de la ciudad, que fue italiana
    casi hasta finales de siglo". La anciana se refiere al asedio
    indígena: "Durante muchos años la única
    población que aguantó a la Indiada fue Resistencia.
    Más allá de los límites municipales no era
    posible establecer ni una casa, e incluso era peligroso alejarse
    unos pocos metros del centro. Era irreversible la derrota de los
    indios, pero de todos modos resistían el avance de los
    blancos, hartos de las promesas del gobierno, y de los
    aventureros. Mataban inocentes a degüello y por docenas, y
    familias enteras aparecían masacradas. Y cada blanco
    muerto justificaba una campaña militar".

    Juan Faccioli, pionero friulano, narra también un
    episodio relacionado con la colonización chaqueña:
    "Según Faccioli, al llegar al Hotel de Inmigrantes se
    enteraron de que estaban destinados al Territorio Nacional del
    Chaco, donde les darían tierras que estaban habitadas por
    aborígenes: Algunos huyeron del Hotel de Inmigrantes, pero
    luego de vagar sin conseguir trabajo ni comida volvieron y
    aceptaron llegar a Reconquista y, desde allí, a una
    colonia que se formaría al otro lado del arroyo El Rey"
    (2).

    Un sitio en Internet proporciona
    más información al respecto: El vapor "Pampa"
    llegó a Buenos Aires el 28 de diciembre de 1878. Luego del
    episodio que comentamos en el Hotel de Inmigrantes, Faccioli y
    sus compatriotas "Puestos de acuerdo, fueron embarcados en un
    vaporizo que en aquel tiempo hacía el trayecto desde
    Buenos Aires hasta Paraguay por el
    Río Paraná y cuyo nombre era precisamente
    "Río Paraná". El grupo desembarcó en el
    puerto de Goa, provincia de Corrientes, y desde allí
    fueron trasladados a Reconquista en una balsa que se usaba para
    traer hacienda, remolcada por un vaporizo de pequeñas
    dimensiones. (…) Para pasar la noche, con la poca ropa que
    traían tuvieron que improvisar una carpa entre los
    pajonales, expuestos al ataque de las nubes de mosquitos que se
    filtraban por todos lados. Toda la zona, sin camino, sin puente,
    sin alambrados, estaba, cubierta por el agua de las grandes
    crecientes de ese año" (3).

    En El laúd y la guerra, Martina Gusberti
    relata que Resistencia "fue fundada por un puñado de
    inmigrantes italianos que, remontando el Río Negro y
    traídos por empresas
    contratistas con el señuelo de poblar tierras
    fértiles y prósperas, hallaron en cambio
    terrenos ásperos, cubiertos por bosques salvajes plagados
    de mosquitos. Era el 2 de febrero de 1878, durante un verano
    abrasador. Se dice que los colonizadores estuvieron varios
    días en el barco sin querer aposentarse en esa tierra
    inhóspita. Luego, vencidos por la circunstancia, no
    tuvieron otra opción que desembarcar con sus familias.
    (…) La lucha contra los malones fue una pesadilla para esos
    colonos sin armas, sin espíritu bélico, que
    sólo querían esgrimir el azadón. Pero
    sobrevivieron. Por eso, la ciudad se llamó Resistencia"
    (4).

    Ángeles de
    Dios de Martina "nació en Comodoro Rivadavia y desde hace
    más de cuatro décadas vive en Resistencia, Chaco.
    Es hija y nieta de inmigrantes españoles- andaluces y
    vascos. Escribe sobre temas inmigratorios mediante los
    testimonios orales de sus protagonistas, el uso de la historia
    oral, la descripción de fotografías y la
    investigación histórica" (5). Es la
    autora de Vascos en el Chaco: historias de vida
    (6).

    Al Chaco llegó Alice Le Saige de la Villesbrumme,
    quien había nacido en Francia en 1841. "Al separarse de su
    marido, emigró a la Argentina con sus dos hijos varones en
    1888. Obtuvo del gobierno autorización para instalarse
    como colonizadora en la zona de Arocena, en el Chaco, a 40
    kilómetros de Resistencia, entonces población
    incipiente. Hizo construir una casa, que alhajó con
    muebles y adornos traídos de su país natal, y
    dedicó las tierras que le habían sido concedidas a
    la ganadería.
    Se convirtió en una figura popular por su
    distinción y audacia para enfrentar las dificultades de
    esa vida peligrosa por la proximidad de indios mocovíes.
    En 1895 recibió en herencia las
    posesiones de su marido y adquirió las tierras en
    concesión, más una gran extensión, mejorando
    sus planteles e instalaciones y convirtiendo a su establecimiento
    en el principal de la zona. Un día de marzo de 1899 los
    mocovíes atacaron la casa, matando a varios de sus
    ocupantes. Los demás huyeron, pero Alice recordó
    que en la casa quedaba un niño al que había criado
    y retornó para salvarlo, momento en que fue lanceada. Sus
    compañeros lograron recoger el cuerpo de la herida y
    llevarlo a casa de vecinos amigos, pero falleció algunas
    horas después, en ese 13 de marzo de 1899, mientras su
    casa y demás instalaciones eran consumidas por las llamas"
    (7).

    Notas

    1. Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la
      Memoria
      . Buenos Aires, Seix Barral, 1991.
    2. S/F: "Friulanos sobre el Paraná", en La
      Nación Revista
      , Buenos Aires, 29 de julio de
      2001.
    3. S/F: en www.regionnet.com.ar.htm
    4. Gusberti, Martina: El laúd y la guerra.
      Buenos Aires, Vinciguerra, 1996.
    5. S/F: en Martina, Angeles de Dios de: Vascos en el
      Chaco: historias de vida
      . Buenos Aires, Dunken,
      1999.
    6. Martina, Angeles de Dios de: Vascos en el Chaco:
      historias de vida
      . Buenos Aires, Dunken, 1999.
    7. Sosa de Newton, Lily: Diccionario
      Biográfico de Mujeres Argentinas
      . Buenos Aires, Plus
      Ultra, 1986.

    Chubut

    Hacia el sur se dirigieron los galeses: "a los que eran
    menos ricos –escribe Andrés Rivera en Guido-,
    a los que sabían trabajar y callar, y ser ordenados, y
    recordar cómo era Gales, y cómo su idioma, se les
    deparó la Patagonia.
    Otro país, la Patagonia, en el Sur, en el confín
    del mundo, al que bautizaron, un manchón aquí y
    otro allá entre la uniformidad silenciosa de lagos,
    bosques y piedra, con nombres recios y venerables"
    (1).

    "Las primeras colonias de galeses se instalaron en
    Puerto Madryn en 1865" (2). "A partir de la década de 1880
    –señalan Marcelo Alvarez y Luisa Pinotti- comienza
    la instalación progresiva de fortines, brigadas, pueblos y
    estancias. Llegan militares, pioneros, gringos, comerciantes y
    burócratas, y los indios de nuestro historia son
    ‘reubicados’ en tierras inhóspitas y aisladas.
    Sin embargo, desde 1865 existía en la costa un enclave
    galés que se salvó de morir de hambre gracias a sus
    vecinos tehuelches. Los inmigrantes habían sido
    atraídos por las promesas del ministro Rawson y el
    cónsul argentino en Liverpool para colonizar la
    ‘tierra maldita’ de Darwin.
    Venían con la utopía de recrear un Gales lo
    sobradamente apartado del control inglés como para hablar
    su dialecto, mantener sus hábitos y su culto. La
    tradición minera de los nuevos pobladores aunada a las
    características de un territorio semidesértico, sin
    autoridades administrativas estables y mucho menos de asistencia
    sanitaria y/o escolar, harían que los tehuelches se
    convirtieran en sus obligados vecinos y benefactores,
    enseñándoles a cazar y pescar, cuando las primeras
    cosechas no resultaron lo suficientemente abundantes para
    sostener a la totalidad de la población. En trueque de pan
    y aguardiente, los indios los proveyeron de caballos y los
    adiestraron en la práctica ecuestre, capacitación sin la cual las enormes
    distancias patagónicas se hubiesen vuelto un
    obstáculo insalvable. La tenacidad de estos pioneros
    habría de domar la naturaleza
    árida del suelo mediante la construcción de obras
    de regadío en los valles inferior y superior del
    río Chubut. (…) Es por esto que en el momento de la
    campaña de Roca, los galeses trataron infructuosamente de
    defender a sus aliados, enviando emisarios a Buenos Aires. En
    1910, serán también los galeses el principal apoyo
    en la lucha jurídica emprendida por los descendientes del
    cacique Juan Chiquichano para la recuperación de sus
    tierras" (3).

    En la Crónica de la Colonia Galesa de la
    Patagonia
    , escribe el reverendo Abraham Matthews: "Los
    galeses habíamos sido caritativos con los indios y
    habíamos ganado su confianza y buena voluntad. Lo cierto
    es que el gobierno argentino envió desde Buenos Aires un
    ejército, que pasó por Bahía Blanca y
    Río Negro y luego a lo largo de la cordillera hasta Santa
    Cruz, capturando y trasladando todos los indios que se entregaban
    y matando a los que se resistían, excepto un número
    pequeño que logró esquivarle y huir. En esa
    época ocurrió un hecho muy penoso. Cuatro de los
    pobladores se habían encaminado unas doscientas millas
    tierra adentro en expedición, y cuando regresaban y
    estaban a ciento veinte millas del establecimiento, fueron
    atacados en forma sorpresiva por un grupo de indios que mataron
    bárbaramente a tres de ellos, logrando huir como por
    milagro el cuarto. Este hizo a caballo casi toda la distancia
    mencionada sin parar casi un minuto en lado alguno y pasando
    hasta por un lugar que parecía infranqueable para un
    hombre a caballo. Este suceso alarmante fue consecuencia de la
    persecución de que por parte de los blancos fueron objeto
    los indios de ese año, provocando en ellos un odio tan
    grande contra el blanco que ni apreciaban ya a sus viejos amigos
    los galeses" (4).

    Eluned Morgan nació en alta mar en 1869. "Hija de
    un colono galés, organizador del primer grupo que
    llegó a la Patagonia en 1865, se crió en el valle y
    fue enviada a Europa para completar sus estudios y dedicarse a la
    enseñanza en Chubut. Creó escuelas para
    niñas en Trelew y Gaiman. Posteriormente tuvo a su cargo
    el
    periódico Y Drafod, fundado por su padre y
    aún existente. Comenzó a mostrar sus aptitudes
    literarias en la composición de Eistedffod, piezas
    literarias de la tradición galesa, a partir de 1891.
    Publicó cuatro libros: Algas marinas, En tierra
    y mar
    , Los hijos del sol y Hacia los Andes, los
    tres primeros escritos en galés y el último en
    castellano, escrito originalmente en galés.
    Falleció en 1938" (5).

    En Tama, novela de María Teresa Andruetto,
    aparece una galesa. Timoteo, "cuando era todavía un
    muchachito se enganchó en el ejército de Roca y se
    fue a servir al Sur a cambio de unas leguas, aunque se pareciera
    más a las víctimas que a sus compañeros de
    milicias. En una de esas andanzas robó, a los
    dueños de un molino de trigo, una galesa de las primeras
    que vinieron a este país y por temor al padre de la joven
    o por que ya estaba cansado de ir de un sitio a otro, dejó
    las leguas ganadas con sangre ajena y regresó con ella al
    Norte. La galesa se llamaba Clydwin Jones y era extraña
    como su nombre. (… La extranjera se resistió los
    primeros tiempos, hasta que la desidia terminó por ganarla
    y se dejó acariciar como una cosa, mientras el deseo del
    hombre que no había elegido le resbalaba más y mas.
    Jamás lograron vencerla ni la ternura, ni el dolor, ni la
    bronca que él puso empeño en demostrar y ni
    siquiera reaccionó cuando Linares se hizo asiduo visitante
    del prostíbulo donde una hembra desmesurada hacía
    estragos" (6).

    Incorporado al elenco de un circo, Stéfano,
    protagonista que da nombre a otra novela de María Teresa
    Andruetto, "trabaja en la orquesta, tocando los solos en los
    números de acrobacia, un momento antes que los trapecistas
    se larguen de las hamacas y queden suspendidos en el aire". Una
    trapecista es galesa: "En el trapecio trabaja la mujer de pelo
    colorado. Se llama Tersa, Tersa Williams, y, ahora lo sabe, toca
    la armónica. Se encarama por las noches al trapecio, se
    cuelga cabeza abajo y hace sonar la armónica. (…)
    Había venido con su madre desde Gales, desde un pueblo que
    se llama Cardigan. (…) Piensa en ella todo el tiempo: le
    molesta la risa que tiene, y no le gustan las pecas, ni los
    dientes demasiado grandes, pero a pesar de eso, se
    acostaría con ella. (…) Tersa tiene veintiocho
    años. Su madre y ella vinieron desde Gales hasta Gaiman, a
    trabajar en la granja de unos parientes lejanos. Y se quedaron
    ahí, hasta que pasó el circo de Juárez"
    (7).

    Alan Green, contratado en un pub de Gales porque domina
    el galés, "tiene 21 años y todos en su familia
    descienden de galeses. Nació en Esquel pero se crió
    y estudió en Trevelin. El interés de
    Green por la cultura ‘es algo que llevo conmigo desde que
    nací, son mis raíces’, afirma (8).

    Nora Ayala evoca en Mis dos abuelas. 100 años
    de historias
    (9) las vidas de Gerònima, su abuela
    criolla que vivìa en Misiones, y la de Christina, su
    abuela alemana que se estableciò en Trelew. Christina es
    una mujer con estudio que viaja a la Argentina contratada como
    ama de llaves en casa de un director de un banco de su
    paìs. Ya en Adroguè, provincia de Buenos Aires,
    conoce a un italiano con el que se casa. Habiendo nacido los
    hijos, el hombre
    decide que lo mejor es volver a su tierra, para vivir de rentas.
    No imaginaba que, para ello, deberìa dejar aquì a
    una de sus hijas, que no pudo embarcar a causa de una enfermedad.
    Cuando el hombre, dos años despuès, vuelve
    temporariamente a la Argentina, no es a la niña a quien
    lleva a Italia -como le había pedido su esposa-, sino al
    padre, deseoso de ver su pueblo. Se avecina la guerra y el
    italiano hace oídos sordos a su mujer, quien insiste en
    que deben regresar, aprovechando que los hijos –salvo la
    menor- son argentinos. Finalmente vuelve Christina, sin marido y
    con algunos de los hijos, ya que otros quedan trabajando y uno
    está preso por haberle pegado a un superior, durante una
    estadía forzada en la milicia. Comienza entonces una vida
    nueva para la alemana, quien, utilizando los conocimientos que
    traía de su tierra, además de su ingenio y
    esfuerzo, pone un negocio que prospera y se sobrepone a las
    dificultades. Si la abuela criolla era soberbia y dominante, la
    alemana –con un carácter tan fuerte como el de su
    consuegra- era afable y comprensiva: "cada una en su tribu
    gozò de respeto y
    predicamento. En el caso de Christina, además, de
    cariño; en el de Gerònima del Rosario, por
    què no, de temor".

    "A principios del siglo XX algunos trabajadores polacos
    fueron a probar suerte a la Patagonia. Con el descubrimiento del
    petróleo en Comodoro Rivadavia
    aumentó la presencia de los polacos que encontraron empleo
    en esta nueva industria"
    (10).

    Por medio de una carta, Butch
    Cassidy comunica su paradero a sus amigos ilegales
    estadounidenses. Ese manuscrito "permitió certificar su
    estancia en la región décadas después de su
    muerte". Lo relata Francisco N. Juárez en el trabajo
    titulado "Una carta de Butch Cassidy" (11), del cual
    transcribimos algunos pasajes: "Hace exactamente un siglo
    atrás, la carta aún no estaba embarcada hacia el
    país del Norte, pero llegaría a destino. La
    escribió desde su rancho en Cholila, Chubut, el 10 de
    agosto de 1902 a la señora Davies de Ashley, de Utah, el
    mormón Robert Leroy Parker; el más conocido y
    buscado asaltante de bancos y trenes
    en los Estados Unidos como Butch Cassidy. Con ese nombre
    quedó eternizado en una reiterada película. La
    carta fue un mensaje –en parte en clave- para dar noticias de su
    paradero a las amistades fuera de la ley en los Estados Unidos:
    la señora Davies era la suegra de Elsa Lay, quizá
    del mejor amigo de Butch". "La carta era importante para
    identificar al célebre bandido con el personaje que
    había habitado en Cholila, y demostrar con otros
    documentos gráficos su identidad: uno oficil con su
    firma, seguido de la comparación que oportunamente
    publiqué en la revista
    española Co & Co. A ello hubo que sumarle lo acumulado
    en la indagación en demanda de
    documentos sobre el rancho de Cholila. El resultado fue
    determinar cuándo y por qué ocuparon el lugar; el
    abastecimiento que hicieron los bandidos, qué consumieron
    y qué criaron, y hasta el costo y detalles minuciosos de
    dos puertas que encargaron para aquel rancho aún en pie".
    "Aunque la carta de Cholila ahora carece de la última
    carilla con su rúbrica (firmaría Bob, como las
    demás, pero es su caligrafía) resulta una
    maravillosa síntesis
    de la nueva vida del bandido. Elegantemente alude a ‘un
    tío (que) murió y dejó 30.000 dólares
    a nuestra pequeña familia de tres miembros. Tomé
    mis 10.000 y partí para ver un poco más del
    mundo’. En realidad, se refería al asalto de un
    banco de Winemuca en Nevada, el 10 de septiembre de 1900. Ahora
    estaba solo, es cierto, pero por pocos meses, de manera que
    mentía ese dato. Daba cuenta de su patrimonio ganadero:
    ‘300 cabezas de vacunos, 1500 ovinos, 28 caballos de
    silla’, además de dos peones y la alusión al
    rancho como ‘una buena casa de cuatro habitaciones’,
    galpones, establo y gallinero. Se quejaba de su soledad, la falta
    de una cocinera y su ‘estado de amarga
    soltería’. Luego, agregaba otras quejas. Se hablaba
    español, ‘pero el país, en cambio, es
    excelente’. Daba cuenta de la extensa y fértil
    región, la distancia con Buenos Aires y esperaba
    fortificar las ventas de ganado a Chile, ‘nuestro gran
    comprador de carne vacuna’, porque de allá
    habían abierto un camino cordillerano (se refería
    al sendero de Cochamó, el que denunció Clemente
    Onelli como contrario al laudo arbitral que expediría la
    corona británica ese mismo año)".

    Notas

    1. Rivera, Andrés: Guido, en Para
      ellos, el Paraíso
      . Buenos Aires, Norma,
      2002.
    2. S/F: "Las corrientes inmigratorias en Argentina", en
      www.argentinaxplora.com.
    3. Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: A la mesa.
      Buenos Aires, Grijalbo.
    4. Matthews, Abraham: Crónica de la Colonia
      Galesa de la Patagonia
      . Incluido con el título de
      "Trágico encuentro", en Wolf, Ema (texto) y Patriarca,
      Cristina (investigación): La gran
      inmigración
      . Ilustraciones de Daniel Rabanal. Buenos
      Aires, Sudamericana, 1997. Sexta edición. 226
      páginas. (Sudamericana Joven Ensayo).
    5. Sosa de Newton, Lily: Diccionario
      Biográfico de Mujeres Argentinas
      . Buenos Aires, Plus
      Ultra, 1986
    6. Andruetto, María Teresa: Tama.
      Córdoba, Alción Editora, 2003.
    7. Andruetto, María Teresa:
      Stéfano. Buenos Aires, Sudamericana,
      2001.
    8. Tronfi, Ana María: "Se crió en Trevelin
      y consiguió empleo en un pub de Gales", en La
      Nación
      , 14 de noviembre de 2004.
    9. Ayala, Nora: Mis dos abuelas 100 años de
      historias
      . Buenos Aires, Vinciguerra, 1996.
    10. S/F: "Inmigración Introducción",
      en www.elaguilablanca.com.ar.
    11. Juárez, Francisco N.: "Una carta de Butch
      Cassidy", en La Nación, Buenos Aires, 25 de
      agosto de 2002

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