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Inmigración y literatura: Hacia el interior (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Córdoba

En Colonia Caroya -escribe Carmen María Ramos-
"Alberto Nannini, enólogo y actual director de Bodega
Nannini, recuerda que su bisabuelo, en los primeros tiempos,
llevaba en carros tirados por caballos el vino que elaboraba
hasta la ciudad de Córdoba, donde lo vendía en
barriles de 200 litros. (…) La necesidad de maximizar esfuerzos
llevó a los minifundistas a unirse en cooperativas,
y así nació, en 1930, La Caroyense, con 34 socios
fuindadores, todos friulanos o descendientes. (…) Claro que La
Caroyense, con su típica fachada que imita la de la
catedral de Udine, de donde provienen muchos de los fundadores de
la Colonia, es la historia de la producción vitivinícola de Caroya,
pero no toda la historia" (1).

Por conocer poco el idioma, Carlos Vergiati, padre de
Julián Centeya, no pudo ejercer en la nueva tierra su
profesión: "Llegados al país, se instalaron en San
Francisco, pueblo de la provincia de Córdoba, lugar en el
que el padre trabajó de carpintero, ya que su escaso
conocimiento
del idioma le impedía desarrollar su actividad
periodística" (2).

El compositor y docente Alfredo Schiuma (Italia, 1895;
Buenos Aires,
1963), "fue director titular de la Orquesta Sinfónica de
Córdoba y se desempeñó también como
director del Teatro Argentino.
Considerado junto a los maestros Constantino Gaita, Arturo
Beritti y Felipe Boero uno de los compositores de avanzada en el
país, entre sus composiciones se destaca la ópera
Las vírgenes del sol (1938). También fue
autor de la pieza para canto y piano Canción de la
ñusta
, la cual realizó junto a José
Ramón
Luna" (3).

Del Piamonte vino la abuela de María Teresa
Andruetto, quien contaba a sus nietas los relatos que la
escritora reunió en el libro
Benjamino. Andruetto dedica este libro, en el que
reescribe dos cuentos
tradicionales, "a la nonna Felicitas". Sobre ella expresa: "Mi
abuela Felicitas, la mamà de mi mamà, fue
colchonera, en el tiempo en que
los colchones eran de lana, se apelmazaban y debìan
desarmarse y rehacerse cada tanto. De ella recuerdo casi todo,
porque la tuve hasta que fui grande: su casa de Arroyo Cabral,
donde nacì, el piso fresco de ladrillos de esa casa, las
màquinas de tisar lana, sus amigas hablando en una
lengua
desconocida para mì, sus comidas deliciosas (¡el
dulce de leche
azucarado!), su cara gordita, las mejillas coloradas, el pelo
blanco que prendìa con horquillas en un rodete…
Horquillas, rodetes, colchones apelmazados, màquinas de
tizar lana… nombres de cosas que ya no existen" (4).

En Córdoba vivió Gigliola Zecchin,
más conocida como Canela. "Llegó al país a
los diez años. Estudió Letras Modernas en la
Universidad de
Córdoba. En 1962 inició su carrera presentando los
programas
vespertinos del canal 10 de la Universidad de Córdoba.
(5). " ‘Recién ahora, cincuenta años
más tarde, estoy logrando indagar sobre mi propia historia
y sobre la guerra que me
hizo llegar a Argentina separándome de mis padres y
abuelos. El exilio tiene consecuencias terribles en los niños,
sentimientos de miedo, insomnio, pesadillas. De esto se trata el
desarraigo, de sacar algo de raíz’, concluyó"
(6).

Eran españoles los padres de Fernando de
Querejazu, quien manifiesta haber escrito en su honor El
pequeño obispo
, evocación de la infancia en el
pueblo cordobés de Canals, fundado por un naviero
valenciano (7).

Ida y Walter Eichhorn, los dueños "más
famosos" del Hotel
Edén, de La Falda, "eran amigos personales del
führer, y se sabe que no poco dinero de las
arcas del Edén sirvió para solventar parte de la
campaña de ascenso a la Cancillería de Hitler, en 1934".
El hotel llegó a manos de los Eichhorn en 1912: "Cuando
arribaron por primera vez a La Falda desde Alemania,
Walter y Bruno Eichhorn tenían 35 y 37 años. Bruno
estaba casado con Gretel. Walter, con Ida, una mujer que, poco a
poco, los superaría en liderazgo y se
convertiría en el alma mater del
hotel. Ida había llegado a la Argentina en 1909 a bordo
del barco ‘Koning Friedrich August’ con una
niña en sus brazos: Sigune Vitze. Tres años
después se casó con Walter y opacó a sus
tres socios. Se puso al frente del lugar. Y de la
historia".

Un cordobés aporta a la periodista Marta
Platía su testimonio: " ‘Doña Ida era una
mujer hermosa. Hermosa y temible’, dice
acariciándose su espesa cabellera blanca Héctor
Montoya, un médico de 71 años. Su papá fue
el primer cartero del pueblo. Montoya se recuerda a sí
mismo, pequeño, de la mano de su padre y de punta en
blanco para ir a saludar a ‘Tante (tía) Ida’,
como todos la conocían por aquí. Era
altísima, tenía unos ojos azules profundos, una
cara redonda y su presencia imponía respeto. Yo la
quería. Me acuerdo que me pasaba la mano por los rulos, me
decía ‘Hola, negrito’ y abría un
cajón de su escritorio. De allí sacaba una latita
octogonal con unos bombones con los que yo soñaba
día y noche. Se imagina. ¿De dónde, un chico
como yo, hijo de un cartero de pueblo, podía sacar esos
bombones finísimos? Mi infancia, cuando la recuerdo, tiene
ese sabor’, rememora" (8).

En 1999 se publica Hotel Edén, novela de Luis
Gusmán acerca de la que expresó Jorgelina
Nuñez: "Hotel Edén es un libro complejo,
evasivo en una primera lectura. Una
promesa de silencio pesa sobre la relación con
Mónica y el pasado del hotel del título
-"¿Quién quiere hablar de una pesadilla?", le
dirá Ochoa a su segunda mujer-, una construcción que de a poco se va
resquebrajando, mostrando sucesivas capas que dejan al
descubierto no la verdad de la historia sino su fondo oscuro de
catástrofe, de cataclismo interior" (9).

En su novela, escribe Gusmán: "En el frente del
edificio, el águila imperial había dominado el
valle hasta que a comienzos del 45 Argentina declaró la
guerra a Alemania. Seguramente todo el pueblo asistió a la
demolición del águila, símbolo de un
poder que se
extinguía en el mundo. Posiblemente también ese
mismo día destruyeron la antena de onda corta que estaba
en la torre y permitía que se comunicaran clandestinamente
con Alemania. (…) Observó el hueco que el águila
había dejado y después localizó la fecha
borrosa de la fundación del Edén. De inmediato vino
a su mente el nombre de los primeros propietarios sobre los que
caía, desde tiempos remotos, una leyenda negra"
(10).

En Córdoba se establecieron algunos de los
tripulantes del Admiral Graf Spee, luego de su
estadía en el Hotel de Inmigrantes.

En "Breve historia de la llegada de mi abuelo a la
Argentina", relata un nieto: "Nicolas Kot, hombre de
origen ruso, más precisamente polaco, ya que en esos
momentos (principios de
1900) esas tierras de Rusia eran
Polonia; llegó a la Argentina escapando de la guerra,
creo, durante los años 1927-1929, ya que nació en
1909 y a los 18 años se despidió de su novia y
demás familia que hoy
viven en Bielorusia. Llegó al hotel de los Inmigrantes en
Buenos Aires, en donde se alojó por unos días y
después salió rumbo a Córdoba, en busca de
trabajo.
Ahí conoció a mi Abuela Segunda Funes (nació
en 1917, Córdoba). (…) Hoy en la actualidad todos sus
hermanos y los hijos de sus hermanos viven en Bielorusia,
más precisamente en la ciudad de Pinsk y sus alrededores.
Sus hijos, nietos, y bisnietos viven y vivieron en Argentina"
(11).

A esa provincia se dirige el protagonista de un
cuento de
Santiago Korovsky: "Como tenía un poco de capital, pudo
trasladarse a Córdoba, a probar suerte. Arrendó un
campo, hizo los cálculos y pensó que en tres
años iba a poder comprarlo, tener sus propios peones, y
poder volver a su país con los bolsillos llenos de dinero,
a encontrarse con su familia y sus amigos. Las cosas no eran tan
fáciles como él esperaba, primero porque la tierra que
le dieron era muy chica y poco rentable, segundo no tenía
muchos animales, y
tercero el clima no lo
ayudó. Se dió cuenta que su proyecto no
funcionaba, y que para poder tener un campo rentable iba a tener
que esperar, por lo menos, diez años más. Si
hubiera sido por él, se hubiera quedado, pero la plata no
le daba para más" (12).

En "La comunidad
sefaradí argentina en Córdoba", escribe Luis
León, a partir de escritos y documentos
enviados por Maruca Rubín de Steinberg desde dicha
provincia: "Córdoba fue una de las ciudades del interior
preferidas por los sefaradíes llegados de las tierras del
Imperio otomano como sitio de residencia definitiva. Generalmente
arribaban al puerto de Buenos Aires, se alojaban provisoriamente
en un sitio elegido previamente por un pariente o conocido, y en
pocos días partían hacia esa ciudad con referencias
previamente llegadas por carta a la ciudad
turca que se disponían a dejar. No se puede precisar el
número de djidiós establecidos allí
en la época de mayor asentamiento, considerando
también que había un ir y venir de familias
principalmente con Buenos Aires, pero si se puede afirmar que se
formó una comunidad muy activa y decidida a nuclearse"
(13).

Notas

  1. Ramos, Carmen María: "Colonia Caroya Con
    espíritu inmigrante", en La Nación Revista, Buenos Aires, 12 de
    junio de 2005. Fotos: Bibiana
    Fulchieri.
  2. Criscuolo, Eduardo: "Un habitante ‘gris’
    de Coghlan: Julián Centeya", en El Barrio Periódico de Noticias. Buenos Aires,
    diciembre de 2003.
  3. Varios autores: Enciclopedia Visual de la
    Argentina
    . Buenos Aires, Clarìn,
    2002.
  4. Andruetto, María Teresa: Benjamino.
    Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
  5. Sosa de Newton,
    Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres
    Argentinas
    . Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
  6. Irigoyen, Pedro: "MESA REDONDA
    Aquel exilio, este exilio, la misma tristeza", en
    Clarín, 28 de febrero de 2002.
  7. Querejazu, Fernando de: El pequeño
    obispo
    . Buenos Aires, Editorial Lumen, 1986.
  8. Platía, Marta: "Los gozos y las sombras", en
    Clarín Viva, Buenos Aires, 26 de septiembre de
    1999.
  9. Gusmán, Luis: Hotel Eden. Buenos Aires,
    Norma, 1999.
  10. Núñez, Jorgelina: "Fantasmas
    del edén". Buenos Aires, Clarín, 15 de
    agosto de 1999
  11. S/F: "Breve historia de la llegada de mi abuelo a la
    Argentina", en Breve historia del arribo de mi abuelo a la
    Argentina.htm.
  12. Korovsky, Santiago: "Esperanza", en "Bienvenidos al
    Concurso Literario 1997". El jardín de la Esquina/
    Aequalis.
  13. León, Luis: "La comunidad sefaradí
    argentina en Córdoba", en SEFARaires N°13,
    Mayo de 2003

Corrientes

En 1855 el médico francés Augusto Brougnes
firma un contrato con el
gobierno de la
provincia de Corrientes, comprometiéndose a traer 1000
familias de agricultores europeos en el plazo de 10 años.
Según el convenio, a cada familia correspondería
una extensión de 35 hectáreas de tierra para
cultivo, y se le proporcionaría harina, semillas, animales
e instrumentos de labranza. En 1855 arribaron, creándose
centros en Santa Ana, Yapeyú y en las proximidades de la
ciudad de Corrientes" (1).

Afirma Celia Vernaz: "El gobernador Juan Pujol, de
Corrientes, había solicitado a las casas contratistas de
Basilea el envío de colonos para su provincia. Esto era
posible porque en la zona del Valais, Saboya y Piamonte se
había generado una corriente emigratoria hacia América. Las causas eran varias: falta de
trabajo, familias numerosas, pobreza en
general, a lo que se sumaban cataclismos como avalanchas e
inundaciones que diezmaban a las poblaciones de la
montaña. También debe ser considerado el
sueño de hacerse ricos y la sed de aventuras en un
continente todavía virgen. El proyecto mencionado estaba
sustentado por Brougnes, pero al no cumplir el viaje dentro del
plazo establecido, recibió la anulación del mismo
cuando ya habían partido del puerto del Havre, en marzo de
1857, con más de cien familias en cuatro barcos que
salieron sucesivamente, siendo el primero el Mary Mc Near. Al
llegar a Buenos Aires se enteraron de que los contratos
firmados no tenían ya valor.
Entonces, Juan Lelong se dirigió al Presidente de la
Confederación Argentina, D. Justo José de Urquiza,
para que le diera una solución" (2).

Jennie E. Howard fue "una educadora venida a la
Argentina para la
organización de las escuelas normales. Nació en
Boston, E.U.A., el 25 de julio de 1844 y realizó sus
estudios en la escuela normal de
profesores de Framingham, dirigida por Horace Mann,
graduándose en 1866. Cuando llevaba dieciséis
años de ejercicio de la docencia fue
contratada por el gobierno argentino, con un grupo de
colegas, y llegó a Buenos Aires en 1883. Ella y su
compañera Edith Howe fueron enviadas a Paraná y
posteriormente a Corrientes, para fundar la escuela normal, cuya
regencia ocupó. Tras dieciséis años de
tarea, la pérdida de la voz la obligó a pedir su
retiro, que se le concedió, con una pensión
extraordinaria, en 1908, en recompensa por su ‘inteligente
y abnegada colaboración para el progreso de la enseñanza en nuestro país’. La
escasez de la
jubilación determinó que tuviese que dar lecciones
particulares, pero un grupo de exalumnos, enterados de su
situación, obtuvo del Congreso una pensión que
permitió a la maestra vivir dignamente sus últimos
años. En 1931 apareció su libro en inglés
In distant climes and other years, traducido veinte
años más tarde con el título de En otros
años y climas distantes
, y que condensaba su
experiencia argentina. Murió en Buenos Aires el 29
de julio de 1933" (3).

En 1881, "El italiano Carlos Serravalle instala la
primera fábrica de hielo de la provincia". En 1890
"Circulan las primeras bicicletas, traidas por el italiano
Pascual Fiore" (4).

Notas

  1. S/F: "Las corrientes inmigratorias en Argentina",
    Argentinaexplora.com, 2001.
  2. Vernaz, Celia: La Colonia San José.
    Santa Fe, Colmegna, 1991.
  3. Sosa de Newton, Lily: Diccionario de Mujeres
    Argentinas
    . Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
  4. Varios autores: Mi país, la Argentina.
    Buenos Aires, Clarín, 1995.

Entre
Ríos

Muchos de los inmigrantes que se dirigieron a Entre
Ríos, se hospedaron en los Hoteles de Inmigrantes de Basavilbaso (1) y
Villa Domínguez. De este último se dijo: "Se trata
de un galpón ubicado frente a las vías del
ferrocarril y que fue el primer destino de los colonos,
derivados desde ahí a las parcelas que los asignó
la Jewish Colonization Association" (2).

En 1891, Mauricio Chajchir llegó a la Argentina.
Luego de pasar unos días en la "Casa del Inmigrante"
porteña y un tiempo en Miramar, los inmigrantes fueron
conducidos a Entre Ríos: "En 8 carretas tiradas por tres
yuntas de bueyes nos trasladaron a los lotes que después
se llamaron Rosh-Pina. Era un día de mayo, de mucho
calor y
sofocante. Se acomodaron a los gringos en las carretas, mujeres,
hombres, niños, cachivaches, leña y además 8
chapas de zinc para cada familia, para hacer las viviendas,
porque en el lugar no había absolutamente nada. Todos iban
arriba en las carretas. (…) No había alambrado alguno.
La primera carreta volteaba los cardos altos que crecen en tierra
virgen. La última ya marchaba por una huella. (…) Se
armaron las carpas, una para cada familia. A eso de la medianoche
se largó a llover. Por suerte no era fría. El
temporal siguió como unos ocho días. Cuando
paró el temporal, la JCA mandó maderas de sauce y
blanquillo, también paja. Un capataz con varios peones
empezaron a hacer los ranchos. Las paredes tenían que
hacerlas los mismos colonos con adobes o de chorizos según
el gusto. Algunos se ingeniaron para hacer las paredes cortando
directamente de la tierra húmeda y colocándolos con
las raíces y pastos que aún tenían. Y estos
transformados en paredes seguían creciendo"
(3).

En sus páginas autobiográficas (4),
Alberto Gerchunoff se refere a la colonia entrerriana a la que se
trasladan luego de que el padre es asesinado. Allí
manifiesta un profundo gusto por el folklore: "En
Rajil fue donde mi espíritu se llenó de leyendas
comarcanas. La tradición del lugar, los hechos memorables
del pago, las acciones
ilustres de los guerreros locales llenaron mi alma a
través de los relatos pintorescos y rústicos de los
gauchos, rapsodas
ingenuos del pasado argentino, que abrieron mi corazón a
la poesía
del campo y me comunicaron el gusto de lo regional, de lo
autóctono, saturándome de esa libertad
orgullosa, de ese amor a lo
criollo, a lo nativo que debió, más tarde, fijar mi
inclinación mental. En aquella naturaleza
incomparable, bajo aquel cielo único, en el vasto sosiego
de la campiña surcada de ríos, mi existencia se
ungió de fervor, que borró mis orígenes y me
hizo argentino".

En El árbol de la gitana, de Alicia
Dujovne Ortiz, los Dujovne "Se vistieron de negro riguroso,
él con un hongo redondito en la cabeza, ella con un
pañuelo y, de inmediato, se encontraron extraños.
Parecían vestidos con ropa ajena. La crispación del
hombro o la cadera hacía chingar la falda o la chaqueta.
Se las habían puesto miles de veces, pero lo que ahora las
hacía diferentes era la actitud de los
cuerpos con el adiós adentro: nadie se para del mismo modo
cuando parte para siempre. Al marcharse perdían su familia
y su país pero también su nombre. Nadie más
los llamaría Dujovne con el matiz exacto de la e, esa e
tan ambigua, de origen tártaro, que se desliza entre la e
y la y, mientras la lengua, casi pegada al paladar, deja pasar el
aire. Lo
sabían tan bien, que ya apartaban de sus rostros, como
espantándose una mosca, la tentativa de explicar
cómo se pronunciaba el apellido, admitiendo de entrada que
Dujovnie se volviera Dujovne, con una e castellana sosa y
desabrida como matse sin té. (…) No se iban solos a la
Argentina Sara y Samuel. La caravana rumbo al Sur era nutrida,
vibrante y esperanzada. Muchos otros Dujovnes con sus perdidas
letras finales viajaban para afincarse en aquel sitio del mapa de
forma nadadora, pero trunca, sin brazos ni piernas: Entre
Ríos" (5).

María Arcuschín escribió De
Ucrania a Basavilbaso
(6) obra en la que rinde homenaje a sus
antepasados y a quienes llegaron a América en busca de un
futuro mejor, al tiempo que narra su propia vida en el seno de la
colectividad judía entrerriana. Recuerda los relatos
familiares sobre la razón que los llevó a emigrar:
los antepasados "Fueron casa por casa, puerta por puerta
alertando sobre el peligro del próximo pogrom y la
urgencia de partir hacia América en busca de libertad y de
paz". En la obra se observa la incidencia del momento
histórico y el ámbito geográfico en los
personajes; la presencia de la autora en el texto; la
religión y
la
educación, el trabajo y
las diversiones, como así también las reiteradas
agresiones que sufrieron los judíos
de esa provincia, y las consecuencias que trajeron a la autora y
su familia.

Deborah, la protagonista de Letargo, de Perla
Suez, recuerda "las historias que le contaba su bobe,
recolecciones que llevan al lector una gran distancia en el
espacio y el tiempo, a la ciudad de Odessa a fines del siglo
diecinueve. En aquel entonces, la familia de
su abuela huyó de los pogroms del Zar Nicolás II,
buscando refugio en Lyon, Francia antes
de emigrar a la Argentina, donde se establecieron en una de las
colonias agrícolas de Entre Ríos, como miles de
otros judíos refugiados, incluso los antepasados de la
autora" (7).

"En el año 1857 llegó el primer
contingente de inmigrantes que se ubicó donde hoy es la
Colonia San José en la provincia de Entre Ríos.
Eran terrenos del General Justo José de Urquiza, quien no
tuvo problemas en
destinarlos a la colonización". Estos pioneros valesanos,
saboyanos y piamonteses, originariamente destinados a Corrientes,
sufrieron desventuras: "Fueron ubicados en el Ibicuy, al Sur de
la provincia, pero al ver que eran terrenos inundables e
impropios para la agricultura,
remontaron el Uruguay en
barcazas y fueron radicados en mejor lugar, o sea, el actual, con
el beneplácito de Urquiza. Mientras Sourigues trazaba las
concesiones, el grupo recién llegado improvisó
viviendas debajo de los árboles
mientras que las mujeres se alojaron en el galpón que
Spiro tenía en la costa. Esto ocurría en julio de
1857, bajo el rigor del invierno" (8).

En 1857, Antoine Bonvin emigra desde Valais, y se queja
amargamente del engaño de que ha sido víctima.
Desde Buenos Aires lo trasladan en vapor al Ibicuy: "Llegamos al
tercer día; se nos desembarcó en una vasta llanura
que no tenía más que un poco de buen terreno; no se
veían ahí más que grandes pantanos o
bosques, pero de madera toda
espinosa. El agua era
mala y llena de toda clase de
insectos; un país muy malsano donde jamás nadie
podía prosperar. Se tenía peligro de verse devorado
por las bestias feroces, tal como el tigre, los cocodrilos y
otros. Puedo decir que en este momento estábamos todos
desesperados de vernos engañados de esta manera.
Reclamábamos inútilmente la promesa que nos
había sido hecha antes de nuestra partida: pero todo eso
ya era inútil, ya no se podía más escapar,
uno se creía exiliado en esta isla. (…) Al 13°
día llegamos al puerto; se nos desembarcó en un
bosque donde hemos quedado más de cuarenta días
esperando que se organicen para instalarnos en la colonia: a una
legua del bosque, en uno de los más hermosos lugares que
se pueda ver, en medio de vastas praderas de un admirable verdor
con pastos en abundancia, el suelo
fértil y país muy sano…" (9).

A Entre Ríos se traslada el gallego Francisco
Izquierdo, quien escribe en 1882: "Los primeros días que
pisamos la playa de Colón formado en ese entonces por un
verdadero bosque salvaje, sin más habitantes que los
nativos de semejantes sitios, sin entrar en los detalles de las
especies porque creemos que el lector se dará cuenta de la
clase de habitantes, y puede imaginarse cuál sería
la primera impresión después de un viaje terrible
en el mar, y los trasbordos cuando se navegaba puramente en
buques de vela, teniendo para calmar nuestra primera mala
impresión que recurrir al librito o contrato lleno de
ofertas por el General Urquiza, en vista de los cuales nos
resignábamos en parte pues el tiempo pasaba y nos
encontrábamos como tribus salvajes, apiñados bajo
los árboles, con nuestros hijos, sin más techo que
el de la naturaleza, y ni una visión de simples ranchos en
una estancia de algunas leguas a nuestro alrededor, teniendo de
voz solo cuando la visita de uno que otro poblador de los
alejados contornos" (10).

Manifiesta Alejo Peyret, en 1878: "Hace veinte
años, os encontrábais acampados en la selva que
cubría la margen del Uruguay, en el lugar donde hoy se
levanta la villa Colón. Hacía frío; un sol
de invierno calentaba a duras penas vuestros miembros ateridos,
el pampero silbaba en la arboleda y de noche la helada
hacía tiritar hasta las piedras. Nada se había
preparado para recibiros. Os fue necesario tomar vuestras hachas
para talar el monte y cortar paja a fin de prepararos albergue,
construir algo parecido a una tienda de campaña apoyada al
tronco de los algarrobos y ñandubays en un recoveco del
terreno. Un hacha y una azada bastan al hombre para domar la
naturaleza y conquistar al mundo. Y bien. A pesar de aquellos
sinsabores, recuerdo que vosotros estabais contentos y
pletóricos de esperanzas. La alegría reinaba
soberana en vuestros vivaques y las canciones resonaban en la
espesura del bosque" (11).

"En 1857, al llegar a nuestro país el primer
grupo de ‘Alemanes del Volga’, fue suscripto, entre
ellos y el Comisario General de Inmigración –Juan Dillon- un convenio
de radicación sumamente alentador, que fue un gran
aliciente para la instalación, en la Argentina, de un gran
número de familias de aquellos agricultores alemanes que,
en el siglo XVIII, habían emigrado a Rusia,
asentándose en la cuenca del Volga. El convenio les
otorgaba tierras fiscales (6 millas de campo), manutención
por un año, madera para construir sus casas, arados,
bueyes, vacas lecheras y la semilla necesaria. Sin embargo, no
fueron necesarias demasiadas facilidades para que este pueblo
esforzado y emprendedor de empeñosos labriegos, se
arraigara definitivamente en el campo argentino" (12).

"El arribo de la primera columna realmente numerosa de
alemanes del Volga a la provincia entrerriana tuvo lugar (…)
entre el 5 y el 6 de enero de 1878. (…) Después del
accidentado arribo al puerto de Buenos Aires, las autoridades
permitieron al contingente alojarse en el Hotel de Inmigrantes
donde, de acuerdo a las memorias
obtenidas, fueron muy bien atendidos. (…) A raíz de la
demora en la asignación de los lotes, un grupo de
Wiesenseiter –que luego se agruparían
aquí en Valle María– decidió
adelantarse a los hechos y, retirándose del campamento
provisorio donde el resto practicaba aún su
resistencia
pasiva’, comenzaron a construir viviendas
subterráneas con techo de paja, a la manera de las
zimlingas de los tártaros, reiterando la misma
respuesta de sus antepasados en 1763. Posteriormente, una vez
aclimatados, el término siguió siendo, para los
más viejos, sinónimo de tapera
–según la denominación criolla- asimilando
las funciones de
viviendas provisorias que ambas cumplían. En ese momento
tales construcciones fueron, al mismo tiempo, una manera de
protesta ya que las levantaron en el área que deseaban
para su futura aldea, cuya construcción todavía les
era negada por Navarro" (13).

"Un modesto testigo criollo de la época de la
inmigración masiva a la provincia de Entre Ríos,
vio de esta manera a los alemanes recién llegados:
‘Vimos llegar la cantidad de inmigrantes como quien ve
llegar la langosta, le via (sic) ser franco; parecía una
invasión. Pero se nos dijo que el gobierno les
había entregado la tierra. Ultimamente no perdimos nada
porque la tierra era de los estancieros y habrán tenido
sus arreglos (…). Había que dejar la tierra a los nuevos
dueños. (Pero) mienten si dicen que los peliamos (sic).
(…) Los colonos son gente buena y tengo muchos amigos entre
ellos, pero pa’ comprenderlos con la jerigonza que hablaban
(…); bueno, le hablo de los viejos y no pa’ ofenderlos"
(14).

Don Pedro Goette, alemán del Volga,
relató: "En Diamante nos esperaban con carros los colonos
de Valle María y San Francisco (…). (Una vez en la
primera de estas aldeas) … me convidaron con el primer mate. Yo
creía que esto era tabaco y que
debía fumarse en una pipa bastante diferente de las que
usábamos (en el Volga). Chupé fuerte, como es
natural. Las consecuencias (fueron) una formidable neblina que
produje con mi resoplido al sentir la quemazón. La gente
se moría de risa. Para ellos, el mate ya había
desalojado el té de China que
tomábamos en Rusia" (15).

Víctor Dorsch recuerda sus años escolares,
en Entre Ríos, a principios del siglo XX: "Nosotros
asistíamos a las dos escuelas, por la mañana a una
y por la tarde a otra (…). Regresábamos de la escuela al
caer la tarde, y tras una breve pausa para ingerir algún
alimento, había que entregarse a la tarea de hacer los
deberes para la escuela castellana, tarea que se prolongaba hasta
bien entrada la noche. Y a la mañana éramos los
primeros de la casa en abandonar la cama (para) memorizar la
parte que se nos había asignado del catecismo, en idioma
alemán, por supuesto. La tarea de memorizar, que se
prolongaba a lo largo de todo el año escolar, nos
resultaba terriblemente engorrosa y, como es natural,
disminuía nuestra posibilidad de obtener las mejores notas
en (…) la escuela castellana" (16).

Sara Chambelain de Eccleston vivió en
Paraná. Fue una "educadora norteamericana contratada por
el gobierno para la organización de la enseñanza normal.
Nacida en Lewisburg, Pennsylvania, el 8 de abril de 1840, se
graduó en el instituto para mujeres anexo a la Universidad
de Bucknell en 1858. Durante la Guerra de Secesión
prestó servicios en
un organismo semejante a la Cruz Roja y en 1866 se casó
con Charles Frederick Eccleston, militar, del que enviudó.
Se especializó en jardines de infantes y en 1883 vino a la
Argentina. Poco después de su llegada, en
compañía de un grupo de colegas, se trasladó
a Paraná, en cuya Escuela Normal organizó, por
iniciativa de José María Torres, el Departamento
Infantil, que empezó a funcionar el 4 de agosto de 1884.
Regresó a su patria por la enfermedad del hijo, y a su
vuelta a la Argentina, en 1887, organizó el jardín
de infantes de la Escuela Normal de Concepción del
Uruguay. En 1889, de nuevo en Paraná, se
desempeñó en la Escuela hasta 1897. (…)"
(17).

Isabel King integró el "grupo contratado por el
gobierno, que llegó a Buenos Aires en 1883 para la
organización de la enseñanza normal para mujeres.
Se había graduado en ciencias de la
educación
y actuó en Indianápolis hasta su viaje a la
Argentina. Enviada a la Escuela Normal de Concepción del
Uruguay, Entre Ríos, colaboró con la directora,
Clementina Comte de Alió, dando a su tarea un sentido
humanista y espiritual. Después de tres años,
pasó a la escuela de Goya, Corrientes, sostenida por la
Asociación de Amigos de la Educación, con
categoría de normal de maestras y título
válido para la provincia. En 1898 volvió a la
escuela de Concepción del Uruguay, cuya dirección ejerció hasta 1904, cuando
enfermó, muriendo en el curso del mismo año en
Buenos Aires" (18).

En Larroque se afincó Victoriano de Miguel, el
padre de María Esther de Miguel. En Un dandy en la
corte del rey Alfonso
, la escritora refiere a
propósito de unas monedas, el motivo que llevó a su
padre a emigrar y la situación económica en la que
debió hacerlo: "todas habían pertenecido a mi
papá, quien vino de España por
no hacer la conscripción en Marruecos. Llegó con
una mano atrás y otra adelante, en su maleta un
mantón de mi abuela y… Y nada más. ¡Ah,
sí: las monedas!" (19).

Entrevistada por Cristina Pizarro, María Esther
de Miguel contó: "por parte de madre era más bien
de las colonias que rodeaban a Basabilbaso, las moscas (…) mi
papá tenía la usina de Larroque, la usina
eléctrica. Yo me acuerdo de que en mi casa había un
gran diploma que decía ‘A Victoriano de Miguel,
(así se llamaba) benefactor del progreso argentino’
porque él había dado esa fuente. A mí y a mi
hermana nos decían en Larroque "las chicas de la luz", cosa que
nos divertía mucho. Éramos las chicas de la luz. A
mi casa le decían ‘El palacio de colores y de
luces’ porque teníamos mucha luz y porque
‘Como no pagan la luz, tiene encendido todo’ (…) mi
casa era un barco porque al caer la tarde se oía chuc chuc
chuc que era el ruido de los
motores, como
tenía muchos vidrios de colores, desde el jardín
miraba. Yo en mi casa de la infancia era muy muy feliz. Porque
era un espacio muy alegre" (20).

El pedagogo y paleontólogo Pedro Scalabrini
(Como, 1848; Buenos Aires, 1916) "Llegó a la Argentina a
los diecinueve años, desarrollando su labor docente en
escuelas de la provincia de Corrientes y en el Colegio Nacional
de Concepción del Uruguay. En Entre Ríos, en 1886,
también fundó y dirigió el Museo de
Paraná. En Buenos Aires promovió activamente la
fundación de museos escolares y el estudio de la historia
natural. Donó sus colecciones de objetos, producto de
sus expediciones arqueológicas, al Museo de Entre
Ríos, a la Escuela Normal de Paraná y al Museo
Escolar Sarmiento" (21).

En Entre Ríos hay una nutrida comunidad lombarda.
En "Historias de aquí y de allá" (22), Armida
María Monti de Famin relata: "Mis padres, ambos oriundos
de la Lombardía, Teresa Bellatti nacida en Colico –
Como, Antonio Emilio Monti nacido en Morbegno – Sondrio,
llegaron a América en el año 1920. Primero
arribó papá y, luego, a los tres meses, cuando
logró instalarse con casa y trabajo, llamó a
mamá. Ella trajo consigo a la pequeña Elda, de tan
solo tres años, única hija por entonces. En el
año 1914, siendo muy joven, defendió a su Italia
natal durante la Primera Guerra Mundial.
De esa experiencia, guardaba muchas anécdotas que
solía contarnos a menudo. Recuerdo una muy emotiva, ya que
con gran coraje salvó la vida de un compañero
más joven, quien presa de una crisis
nerviosa, quería salir corriendo en medio de las balas del
enemigo; papá nos relataba cómo lo había
tomado con fuerza del
cuello y lo había obligado a quedarse inmóvil, con
lo que había logrado su propósito: evitar una
muerte segura.
Por su valentía y amor a la patria, fue premiado por el
Presidente de la República Italiana con el título
de Cavaliere dell’Ordine de Vittorio Veneto, el 13 de marzo
de 1968. Asimismo, la Casa D’Italia de Paraná, Entre
Ríos, le otorgó el Diploma de Honor en su
condición de excombatiente de la Primera Guerra
Mundial en las filas del Ejército italiano. (…) Con
mucho sacrificio lograron construir el porvenir de la familia.
Siempre añoraron a su amada Italia. En el fondo del
corazón, todos supimos que papá sufrió mucho
el desarraigo. Fue el único de siete hermanos que
dejó su país. La
comunicación entre ellos siempre fue fluida: las
cartas iban y
venían. Hubo algunas visitas, aunque escasas, de
allá hacia aquí. Ellos nunca volvieron a pisar
suelo italiano. Nosotros seguimos conectados con los parientes
que han sobrevivido. Nuestro cariño por la Italia de los
nonos no se perderá jamás".

En esa provincia conoce Javier Villafañe a un
extraño personaje: "Un día, caminando por las
calles de Gualeguaychú, entré en una
librería. Allí conocí a Carolus Günge,
un pintor alemán, ex combatiente de la guerra de 1914.
Vivía en una canoa y se ocupaba de alimentar a los
peces de esos
grandes ríos de la Mesopotamia
argentina. Con él nos dedicamos a recorrer los puertos
fluviales del Uruguay y la Argentina, haciendo títeres
para los pobladores ribereños. Por supuesto,
navegábamos en la canoa de Carolus. (…) Pasado un
tiempo, (…) Carolus se fue a vivir río arriba;
años después moriría de lirismo, reumatismo
y pena en un pueblo perdido de esas latitudes" (23).

Notas

1 www.clavis.com

2 Londero, Oscar: "Un recorrido por las primeras
colonias judías de Entre Ríos", en
Clarín, 17 de diciembre de 2000.

3 Chajchir, Mauricio: "Viaje al país de la
esperanza: Relato de un viajero del Pampa", en La
Opinión
, Buenos Aires, 8 de agosto de 1976,
reproducido en Asociación de Genealogía
Judía de Argentina, Toldot # 8. Noviembre de
1998.

4 Gerchunoff, Alberto: "Autobiografía", en
Alberto Gerchunoff, judío y argentino. Selección y prólogo de Ricardo
Feierstein. Buenos Aires, Milá, 2001.

5 Dujovne Ortiz, Alicia: El árbol de la
gitana
. Buenos Aires, Alfaguara, 1997. 293 pp.

6 Arcuschín, María: De Ucrania a
Basavilbaso
. Buenos Aires, Marymar. 1986.

7 Buchanan, Rhonda Dahl: "La madriguera de la memoria
en ‘Letargo’ de Perla Suez", en Feierstein, Ricardo
y Sadow, Stephen A. (comp.): Recreando la cultura
judeoargentina / 2 Literatura y
artes plásticas
. Buenos Aires, Editorial
Milá, 2004.

8 Vernaz, Celia: La Colonia San José.
Santa Fe, Colmegna, 1991.

9 Bonvin, Antoine: "En el Ibicuy", en
Vernaz.

10 Izquierdo, Francisco: en Vernaz, Celia: La
Colonia San José.
Santa Fe, Colmegna,
1991.

11 Peyret, Alejo: "Palabras de Alejo Peyret en el
21° aniversario de la fundación de la colonia San
José (22 de julio de 1878)", en Vernaz.

12 S/F: Para todos los hombres del mundo que
quieran habitar el suelo argentino
. Buenos Aires,
Clarín.

13 Weyne; Olga: El último puerto. Del Rhin
al Volga y del Volga al Plata
. Buenos Aires, Editorial
Tesis /
Instituto Torcuato Di Tella, 1986.

14 ibídem

15 ibídem

16 ibídem

17 Sosa de Newton, Lily: Diccionario
Biográfico de Mujeres Argentinas
. Buenos Aires, Plus
Ultra, 1986.

18 ibídem

19 Miguel, María Esther de: Un dandy en la
corte del rey Alfonso
. Buenos Aires, Planeta,
1999.

20 Pizarro, Cristina: "Con María Esther de
Miguel", en El Tiempo, Azul, 14 y 21 de septiembre de
2003.

21 Varios autores: Enciclopedia Visual de la
Argentina
. Buenos Aires, Clarìn,
2002

22 Monti de Famin, Armida María: "Historias de
aquí y de allá", Boletín lombardo,
N° 1, Marzo de 2005.

23 Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en
Villafañe, Javier: Antología. Obra y
recopilaciones
. Buenos Aires, Sudamericana,
1990.

Formosa

"Al efectuar el reconocimiento de las riberas
formoseñas en 1879, Luis Jorge Fontana tuvo en cuenta las
exigencias de la estrategia
militar, el comercio y la
colonización. En el informe
presentado al gobernador del Chaco, Lucio V. Mansilla, indicaba
que el lugar elegido para la fundación de una villa y el
establecimiento de una colonia era precisamente Formosa, apto por
la calidad de las
maderas y de los pastos y porque allí podrían
prosperar diversos cultivos. Apenas instalado el pueblo fueron
radicándose familias de inmigrantes, especialmente de
italianos y austriacos. El gobernador José María
Uriburu afirmaba que los primeros colonos "a su llegada a Formosa
han sufrido epidemias, viviendo meses enteros en carpas al lado
de la barranca; se los colocó en los peores terrenos, y a
fuerza de constancia y laboriosidad han hecho poblaciones en
donde hoy (1898) con los mayores recursos nadie
quiere establecerse". Los informantes coinciden en señalar
que al llegar a la villa la mayoría de los inmigrantes
vieron frustradas sus esperanzas; la amargura y el
desánimo los atrapó al ver el monte y las
sabandijas y comprobar la soledad que los rodeaba. No
faltó en ese momento que alguna mujer cayera
víctima de una estado
depresivo. Los que aún poseían un poco de dinero
regresaron, pero el resto quedó para afrontar con
valentía la nueva vida. El objetivo del
viaje era "hacer la América ahora estaban en ella". Al
quedar desalojada Villa Occidental en 1879 algunos italianos
pasaron también a la nueva capital de la
Gobernación del Chaco: Formosa. (…) No todos los
inmigrantes que llegaron a Formosa sabían leer y redactar,
algunos apenas sabían firmar y otros no escribían
sus nombres. El flujo de estos extranjeros se produjo ya sea en
forma individual o conjuntamente con sus familiares. Los nuevos
matrimonios, gestados en tierra formoseña, quedaron
conformados entre los mismo miembros de la colectividad, dejando
numerosos descendencia. Los hombres no buscaron sus esposas en la
villa porque era muy pequeña y en un principio era
considerada como un asentamiento militar. La vida familiar se
genera y se desarrolla en la colonia, logrando en la villa
satisfacer otras necesidades (comerciales y religiosas
principalmente". (…) De acuerdo con los rastreos efectuados ha
sido comprobado que los inmigrantes procedían de las
siguiente regiones: Piamonte, Lombardía, Véneto,
Tirol. Friuli-Venecia Julia, Toscana, Abruzos, Liguria, Trentino,
Marcas,
Cerdeña, Basilicara, Sicilia, Emilia-Romaña,
Capañia y Calabria. En cuanto a las provincias quedan
registradas Turín, Venecia, Udine, como Belluno, Gorizia,
Milán, Trento, Génova, Roma, Bérgamo
Nápoles, Trieste, Teggio Calabria, Alejandría y la
Spezia. El emigrante italiano trabajó en Formosa como
agricultor, constructor, ganadero, comerciante, hotelero,
industrial, carpintero, empleado público, de
compañía fluvial o de comercio, oficial de
ejército o de policía, obrajero, técnico,
maestro, músico, médico, zapatero, cocinero,
farmacéutico, empleado en la construcción del
ferrocarril, agrimensor, herrero, sastre, ladrillero, contador,
agrónomo, carbonero, artesano, jornalero, constructor
naval. Etc. Las mujeres también trabajaban en la chacra en
la huerta, el tambo, en los quehaceres domésticos, como
parteras, cocineras, modistas y en los trabajos más
variados ayudando al hombre. Aún no se ha elaborado un
estudio más profundo del papel de la mujer en la
vida formoseña" (1).

Notas

1 S/F: "La colonia Formosa", en
www.formosa.gov.ar

Jujuy

En esa provincia vivió Jeannette Stevens, "una de
las educadoras venidas a la Argentina por iniciativa de
Sarmiento. Había nacido el 13 de noviembre de 1845 en
Moira, estado de Nueva York. Llegó el 12 de septiembre de
1883 en compañía de otras trece maestras y la
enviaron a la Escuela Normal de Catamarca, fundada cinco
años antes por su compatriota Clara Armstrong. Allí
permaneció un año, hasta que fue a Jujuy a fundar
el establecimiento del que se la designó directora y
profesora. La inauguración tuvo lugar el 4 de julio de
1884, en homenaje a los Estados Unidos.
Cuando la primera promoción de maestras salió de la
escuela, Miss Stevens obtuvo licencia para visitar su
país, pero regresó a la Argentina con renovado
entusiasmo, que la impulsó a fundar un jardín de
infantes anexo a la escuela. En 1890 solicitó
autorización para implantar la enseñanza religiosa
en la escuela, que le fue concedida, pero las autoridades que
regían el país en 1903 consideraron que esa medida
contrariaba el espíritu de la ley 1420 y la
enfrentaron con la opción entre su carrera y la obediencia
a las leyes, o su
retiro de la escuela. Ella eligió lo segundo y dejó
su escuela para dedicarse a la enseñanza de las
niñas recluidas en el Asilo del Buen Pastor de Jujuy,
donde continuó hasta su muerte, ocurrida en esa ciudad el
28 de septiembre de 1929. Una escuela de Jujuy fue bautizada con
su nombre" (1).

En Jujuy se afincó el yugoslavo evocado por
María Edith Lardapide Olmos en "Historia de vida": "Don
Milo tomó contacto con la empresa de
Joseph Kennedy y allí tuvo una importante responsabilidad: hacían el trazado de las
líneas férreas en el inmenso altiplano boliviano,
donde, cuando cae el sol, pareciera
poderse tocar con las manos. Sus empleados eran nativos
aimaráes y quichuas" (2).

En "El mundo, una vieja caja de música que tiene que
cantar", Héctor Tizón describe al "Turco": "Con la
negra barba cortada a golpes de tijera, el pelo sucio, abundante
y revuelto de tal manera que pueda encajar dentro del
pasamontaña y mantenerse allí por días y
noches y días y sobre todo con su andar cauteloso,
asentando con seguridad la
planta de los pies evoca sin lugar a dudas largas
travesías de camelleros en los arenales de Yemen, o en las
faldas de Sinaí, o quién sabe dónde.
Descendiente por rama directa de uno de los Reyes Magos
–afirma que de Melchor- su abolengo se encuentra hoy
podrido y desnaturalizado pero aún recorre con su hato a
cuestas toda la Puna, cargado de quincalla y porquerías.
Con sus mejillas abultadas y tensas por la coca se lo distingue
en los caminos, omnipotente y grasoso, penetrando en todas las
casuchas y haciendo un hijo en cada una. Este habitante de los
desiertos y de los vientos practica la fornicación con
entusiasmo y con fe –como un acto ritual y hospitalario o
una prueba divina de la existencia- en las pacíficas
indias. A esto deniomina mestizaje. Palabra que tiene para
él un extraño sonido
húmedo hondo y musical a un mismo tiempo. Alardea
además de no haberse mojado el cuerpo en treinta y cinco
años" (3).

Notas

1 Sosa de Newton, Lily: Diccionario
Biográfico de Mujeres Argentinas
. Buenos Aires, Plus
Ultra, 1986.

2 Lardapide Olmos, María Edith: "Historia de
vida", en El Tiempo, Azul, 8 de junio de 1997.

3 Tizón, Héctor: "El mundo, una vieja
caja de música que tiene que cantar", en
Hernández, J.J., Tizón, H., Blaisten, I. y otros:
El cuento argentino 1959-1970 antología. Buenos
Aires, CEAL, 1980.

La
Pampa

En 1910, los alemanes del Volga fundaron Santa
María. "Pese a su nacimiento tardío, esta colonia
conservó con decisión muchas de sus antiguas
tradiciones. El diseño
de su planta, por ejemplo, fue el rigurosamente establecido desde
siempre: una sola calle dividida en medio por otra, con las casas
dando su frente a la calle principal. Cada casa, a su vez,
poseía fondos de 500 metros en los que se encontraban
jardines, huertas y establos (…)".

Alejandro Guinder, descendiente de un pionero pampeano,
escribe: "Nuestros chacareros fueron vilmente explotados, (…).
Se les daba una lonja, (…) 100 o 200 hectáreas cubiertas
de caldenes y sucias de piquillines y chañares; el colono
contratista debía limpiarlas y podía luego trabajar
para dos cosechas. Cuando estaban limpias les daban otra parcela
(…) sucia para limpiar, y así. Cuando todas (las
hectáreas de la estancia, de enorme extensión)
estuvieron limpias, el señor Larrague hizo tirar a la
calle de un día para otro, allá por los años
1930, a todos los 30 colonos, sin ninguna indemnización,
habiéndose quedado con las cosechas en muchos casos sin
pagar siquiera lo convenido en procentaje. Así fueron
tratados muchos
de los agricultores vendios del Volga; con familias de 12 o
más hijos debieron cargar sus herramientas y
muebles y demás en sus carros y carritos, sus arados y
sembrados e irse a una calle vecinal a hacer una
Hütte (choza) techada con paja puna, para su familia
con sus hijos menores de edad" (1).

En Jacinto Arauz viven los descendientes de Antonio
Cuculicchio, el peón –luego, actor- de la
compañía de los Podestá que dio origen al
personaje de Cocoliche.

Alberto Cortez escribe, a propósito de su
canción "El abuelo", acerca de la emigración de sus
mayores, que se establecieron finalmente en La Pampa: "De alguna
manera esta canción que viene es una historia de ida y
vuelta. ¿Por qué?, pues simplemente porque mi
abuelo se fue de emigrante y después de casi una vida yo,
su nieto mayor recorrí el camino de regreso, ese camino
que él no pudo realizar a lo largo de su larga vida, a
pesar de su inmensa nostalgia. Murió a los ochenta y
algunos años. Los hermanos Eladio y Germán
García era viajantes vendedores de empresas
porteñas. Allí en Trenque Lauquen conocieron a las
hermanas Laburu, se enamoraron y después de un
relativamente corto noviazgo se casaron y se fueron a vivir a
Buenos Aires. La Argentina en aquellos años de principio
de siglo era una esperanza que ofrecía amplios horizontes
para los jóvenes con ganas de trabajar y hacer fortuna.
Los hermanos García habían dejado España y
especialmente Galicia ya que esta "sua terriña" natal no
podía ofrecerles más que una vida azarosa bastante
cercana a la miseria. Germán, Eladio y David, los tres
hermanos García, se embarcaron en Vigo, como todos los
gallegos emigrantes con destino a Buenos Aires. Al llegar se
emplearon como viajantes en una empresa de
tabacos y "El abuelo" y su hermano Germán en uno de sus
viajes de
ventas a las
poblaciones del interior, conocieron, noviaron y se casaron con
dos hermanas de origen vasco, Doña Julia Laburu, mi abuela
y Doña Leonor Laburu. Estas hermanas vivían con su
familia en Trenque Lauquen, hoy una floreciente ciudad de la
provincia de Buenos Aires. Ya casados regresaron a la capital.
Como en aquella gran ciudadano se veían las cosas claras
como para hacer dinero pronto Eladio, mi abuelo y su joven esposa
Julia emprendieron viaje hacia el oeste en busca de organizar un
pequeño comercio en algún pueblo de los que se
fundaban aprovechando la riada de gente que buscaba trabajo en el
ferrocarril en construcción. Recaló primero en
General Villegas, ultima población de la provincia de Buenos Aires y
allí las cosas no le fueron del todo bien y como
consecuencia de aquel fracaso, malas siembras y peores negocios,
desalentado, decidió internarse más al oeste.. Pero
antes, quiso con ayuda de sus hermanos regresar a Galicia con
toda la familia y así lo hizo. Nadie en la familia supo
explicarme las razones de ese regreso. Seguramente su exultante
juventud de
entonces más los fracasos s los que antes hice referencia
convocó una tormenta de dudas de que a lo mejor en
España podría salir adelante, pero no fue
así. Permaneció allí un par de años
viviendo a expensas de la familia y en esa breve estancia
nació mi padre en Pungín provincia de Orense, una
aldea a escasos quince kilómetros de la capital
provincial. Al año del nacimiento de mi padre el abuelo su
mujer y su prole volvieron a Argentina para no regresar
jamás a España. En realidad en la canción yo
digo que nunca volvió a España sin embargo como se
ve no es totalmente cierto. Claro que este regreso no quise
tomarlo en cuenta, porque se produjo a muy poco tiempo de haber
emigrado y por circunstancias, por mi desconocidas. Ya de regreso
a Argentina retomó su éxodo hacia el oeste hasta
llegar a una naciente población (apenas un caserío)
que por entonces se llamaba Villa Jardón en honor a la
familia que había donado los terrenos para su
fundación. Más tarde las tendencias reivindicadoras
de la cultura indígena de la zona lograron cambiar el
nombre de Villa Jardón por el actual: Rancul. Allí
se instaló comprando, siempre con ayuda de sus hermanos
una casa en la que muchos años después, el 11 de
marzo de 1940 nacería yo. Montó un negocio en donde
se vendía de todo para la gente del campo. (…) Sin
embargo pese a ser un gallego de pura cepa y ejercer su
galleguidad en casa siempre se habló castellano a
diferencia de mis abuelos maternos que en su casa, entre los
abuelos mi madre y sus hermanas se hablaba en piamontés.
No me extraña que yo haya salido con una cierta tendencia
a la nostalgia. (…)" (2).

La comunidad portuguesa de esa provincia festeja el
Día del Inmigrante. En 2005, el Centro de descendientes
portugueses de La Pampa invita a la Fiesta en la que "se
realizarán distintas disertaciones en la que nuestra
comunidad tiene la oportunidad de presentarse".

La familia del ucranio David Rotstein se
estableció en La Pampa. Sus descendientes recuerdan que
"David contaba historias de ‘banquetes’ en que se
compartía un pan frotado con ajo o los gajos de una
naranja (…) En 1913 se voló el techo de la escuela
primaria y ésta quedó inutilizada. Los Novick
pudieron mandar a sus hijos a estudiar a otro lado pero David
tuvo que abandonar. Para aportar a la familia, se conchabó
para cuidar ovejas en una chacra cercana. Una anécdota de
su primer día de trabajo: el dueño de la chacra lo
dejó a la mañana con las ovejas, galleta y una
botella de agua y dijo
que lo venia a buscar al anochecer. David esperó hasta que
decidió que no lo venían a buscar y decidió
volver caminando a Villa Alba. En ese
entonces no había caminos sino huellas. Enseguida se hizo
noche cerrada, pero el sentido de orientación que siempre
tuvo lo ayudo a llegar. Esto tomó largo tiempo y, mientras
tanto su empleador llegó, en carro o sulky, a buscarlo. Al
no encontrarlo, volvió al pueblo. Tampoco estaba en su
casa (estaba en tránsito, caminando de vuelta) así
que para cuando llegó había una gran alarma
esperándolo. David tenia gran preocupación por no
poder seguir estudiando, un sentimiento que lo persiguió
hasta su vejez. Pedro
Novick, que sí pudo continuar, trataba de enseñarle
cada vez que era posible. Su amistad
entrañable continuó el resto de sus vidas"
(3).

En la biografía de Juan
Bautista Bairoleto, Hugo Chumbita relata que Elías Farache
hostigaba al gringo, hijo de piamonteses. "Entre los milicos
abundaban estos turcos, que en realidad eran árabes, o
hijos de, famosos por lo bravos" (4).

Notas

  1. Weyne, Olga: op. cit.
  2. Cortez, Alberto: "El abuelo", en .
    Reproducido en www.galespa.com.
  3. Rotstein, Enrique y Fabio: "Fanny Dubroff y David
    Rotstein", en www.math.bu.edu/people/
    horacio/ anc-cast.htm
  4. Chumbita, Hugo: Ultima frontera.
    Vairoleto: Vida y leyenda de un bandolero
    . Buenos Aires,
    Planeta, 1999.

La
Rioja

Carlos Saúl Menem es "hijo de
Mohibe Akil y Saúl Menem, inmigrantes radicados en la
provincia de La Rioja (…) Su padre, nacido en Yabrud, Siria,
llega a La Rioja cuando contaba 17 años en plena
época inmigratoria. Trabaja intensamente hasta labrarse un
próspero porvenir, sostenido por un espíritu recto
y enérgico y una tenacidad imbatible. Regresa a Siria,
donde conoce a Mohibe Akil, su futura esposa. Vuelven casados a
La Rioja y permanecen juntos, hasta el final de sus días"
(1).

Chilo Parisi cuenta que en La Rioja, "Los paisanos
italianos que vivían en el barrio de Vargas, se
reunían en cada casa todos los domingos para jugar a las
cartas: Tresette, Biscambra y Patrón y Sotto
(patrón y subalterno). Estos juegos eran
típicos de Italia. (…) En estos encuentros se
estrechaban vínculos de parentesco, amistad y
camaradería, siendo los juegos muy cordiales y
tomándolos como en entretenimiento, de paso contar
anécdotas pasadas durante la 1° Guerra Mundial
(1914-1918) en la que combatieron todos estos paisanos. Estas
narraciones, las hacían cuando se tomaban un breve
descanso, en la que el dueño de casa invitaba a todos los
presentes a comer unas ricas sopresattas, salchichas y un buen
queso, acompañado con un pan recién horneado, todo
ello, preparado y servido por el anfitrión, en la que no
faltaba la damajuanita de vino tinto. Cuando se iniciaba el
juego del
tresette o la brisocla y finalizado el mismo, se daba comienzo al
Patrón y Sotto en la que venían amigos a
divertirse, viendo cómo se jugaba este juego tan especial
y distinto de otros. Los visitantes podían beber en
cualquier momento, no así los jugadores. (…)"
(2).

Notas

1 S/F: "Biografía", en www.carlosmenem.com

2 Parisi, Chilo: "El Padrono y Sotto de los Paisanos",
en El Independiente, La Rioja, 1° de junio de
2003.

Mendoza

Alcides J. Bianchi es el autor de Valentìn, el
inmigrante
(1), obra en la que relata la vida de su padre,
exitoso empresario
afincado en Mendoza. Don Valentín nació en Fasano,
Italia, en 1887. Se dedicó a la docencia hasta que una
carta de su hermano lo decide a emigrar a la Argentina.
Tenía veintidós años. El hijo evoca ese
viaje lleno de ansiedad e incomodidades, con las ratas caminando
por encima de la cama del pasajero. En nuestro país, el
italiano desempeñó distintos oficios,
destacándose por su facilidad para la contabilidad y
su excelente caligrafía, que le valió el apodo de
"el gringo de la letra bonita". Fue empleado contable y rematador
de lotes, hasta llegar a su ocupación definitiva: la de
bodeguero. Formó familia en San Rafael, donde nacieron sus
hijos. Hizo que los hijos mayores –una hija y el autor de
la biografía- estudiaran para poder continuar con el
emprendimiento paterno. A partir de ese momento, comenzó a
viajar periódicamente a Fasano, donde, ya viudo, pasaba
temporadas con su hermana, a quien no había visto durante
décadas. Bianchi encontró la muerte en
una ruta de su pueblo, en 1968.

A Mendoza se dirigían muchos inmigrantes. Relata
Alcides J. Bianchi: "La nueva familia que se agregaba al barrio
era de apellido Sartorato. La formaba el matrimonio y sus
dos pequeñas hijas. Aquella mañana de la templada
primavera de 1930, tal acontecimiento despertó entre los
vecinos curiosidad, a pesar de ser en esa época cosa
común la llegada de extranjeros, sobre todo de italianos y
de españoles. Mamá, que era íntima amiga de
la señora Antonieta (esposa de Chinellato), cruzó
la calle para saludar a sus parientes recién llegados. Yo,
curioso, fui con ella para conocer la nueva gente, que se
radicaba en el barrio. En mis escasos diez años de vida,
observaba silencioso el encuentro de ambas familias, que con
efusivos abrazos se saludaban emocionados. Antonieta
invitó a mi madre a aproximarse al grupo, para presentarle
a su hermano y cuñada, quienes provenían justamente
de la zona de su ciudad natal: Baldoviadene" (2).

Durante la primera guerra mundial, en Mendoza, "En San
Rafael, que contaba con una colectividad italiana bastante
representativa, se produjeron escenas de verdadero patriotismo.
Especialmente los italianos de la alta Italia, oriundos de zonas
fronterizas, salieron a la calle portando banderas de su
país y realizaron desfiles en los que iban cantando viejas
canciones guerreras. (…) El gobierno de Italia lanzó una
proclama solicitando la inmediata incorporación de todos
aquellos compatriotas que quisieran presentarse como voluntarios,
quienes deberían regresar a su país cuanto antes.
Muchos fueron los que lo hicieron, sobre todo aquellos que
ostentaban un grado importante como reservas del ejército
italiano" (3).

Bianchi recuerda a los trabajadores inmigrantes: "Los
dos heladeros de mi preferencia eran: uno, el italiano ‘Don
Chichillo’, que se ubicaba en la esquina de la
ferretería de los Marín; y el otro, el
portugués ‘Lurdeos’, cuyo sobrenombre provenia
de su forma de expresarse al ofrecer los helados, con la
típica ruleta de la suerte, donde uno pagaba cinco
centavos, y tenía el derecho a dos tiros de ella.
-¡Chicos!, a probar suerte, van a sacar tantus heladus como
lurdeos míos –y levantando su rústica mano
derecha mostraba sus dedos en pantalla". El almacenero de Rama
Caída era árabe: "El personaje más
importante del lugar, Don Julio el almacenero (único
negocio del lugar), nos dio la bienvenida en su dificultoso
idioma, como buen paisano árabe. –Aquí
‘baisano’ Julio da bienvenida, ‘baja…
baja’, basen al almacén
–invitó ceremonioso". Bianchi recuerda asimismo al
médico de San Rafael, que también era inmigrante,
pero no especifica de qué origen: "Por razones de salud –el problema
asmático de mi madre-, y por indicaciones del doctor
Teodoro Schestakow, los fines de semana o bien en vacaciones de
verano, debía ella viajar a un lugar montañoso y de
altura, lejos de la ciudad, cuyo aire puro tenía las
cualidades curativas para su afligente mal. –Señora,
no dejar de ir a montañas, si quiere mejorar- le
decía terminante el médico, en su entreverado
idioma" (4).

El pintor Carlos Alonso nació en Tunuyán,
Mendoza, en 1929. Tuvo "como abuelo materno a Salvatore
Lisandrello, un siciliano de Siracusa, y su abuelo paterno era
Sandalio Alonso quien vino de León. España. Ambos
llegaron a nuestro país en 1914" (5).

Alamos talados (6) fue distinguida en 1942 con el
Primer Premio de Literatura de Mendoza, el Primer Premio
Municipal de Buenos Aires y el Primer Premio de la
Comisión Nacional de Cultura. Marcela Grosso y Marta
Baldoni señalan la importancia de la inmigración en
la novela: "El
poder se ve amenazado por la presencia de lo otro, del elemento
extraño: el inmigrante, figura que genera tres efectos
correlativos: a) el enfrentamiento entre gringos y criollos, b)
la exaltación del linaje y la hispanidad, c) el rechazo
del progreso y las nuevas costumbres" (7). La clase alta,
representada fundamentalmente por los abuelos, se mostraba
bondadosa con los criollos y los inmigrantes, en general, aunque
había excepciones: "El inmigrante aparece descalificado,
caricaturizado (…) o mirado con simpatía, en tanto se
ciña al mandato de la abuela y no compita en el circuito
de producción económica. Decir ‘gringo’
es un insulto (…) El atributo ‘criollo’, en
cambio, tiene
connotaciones positivas (…) se convierte en una
abstracción, en un símbolo de pureza racial y
moral" (8).
Cuando la anciana señora se ve obligada a talar los
álamos, allí está un inmigrante,
posibilitando que el lector saque conclusiones sobre la personal postura
del autor: "Con el pie en el estribo de su auto rojo, el turco
hacía anotaciones en una libreta. Uno, tras otro,
caían los álamos de mi adolescencia"
(9). Grosso y Baldoni sostienen que "La presencia invasora del
inmigrante aparece metaforizada por el coche rojo del turco, que
recorre el texto en varios capítulos". Acerca del
propietario del vehículo comentan: "Claras son las
connotaciones demoníacas que despliega este personaje
(…) Las aspiraciones comerciales del turco, que exceden a las
del agricultor contratado, lo convierten en una amenaza, un
peligro para el sistema. La
compra de la vid y de la madera es sustituida por la idea de
usurpación, de estafa: el turco no compra sino que
‘se leva’. Caída, atropello,
usurpación, tala, profanación, son los efectos del
ingreso del inmigrante en el sistema, que es quebrado sin
posibilidades de restauración" (10).

Fausto Burgos, en El gringo, reitera a lo largo
de la novela la acusación que los nativos hacen a los
extranjeros: "’¿No son ustedes los que nos vienen a
quitar la tierra y el vino y el pan y todo? Los peones blancos
miran con cariño y con lástima a quien esto dice y
comentan: ‘Povero nero’, ‘povero chino’,
‘é una bestia’". Para la familia del
protagonista, ser inmigrante es una vergüenza que se debe
ocultar, tratando de parecerse en lo posible a los nativos de
clase alta: ‘Usted no es un gringo –afirma el yerno
que vive a expensas del italiano-; usted ya puede llamarse
criollo; ya tiene títulos para ello’. Uno de los
peones asegura también que Contadini ya es criollo, pero
lo hace en otro sentido: ‘De esas cubas hay que sacar el
orujo pa’ llevarlo a las prensas –explica al yerno.
Mire vea, ¿y quién saca el orujo?,
¿quién se mete en la cuba sabiendo
que adentro de ella puede parar las patas? El peón
criollo, señor; el gringo tiene miedo, el gringo no se
mete a descubar ni por equivocación. Mi patrón no
es gringo; mi patrón es ya criollo; él es capaz de
ponerse a descubar también" (11).

El humorista Quino es "nieto de una comunista militante
e hijo de republicanos exiliados". Acerca de sus mayores,
expresó: "Mi abuela era una militante que vendía
los bonos del
partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban
unas trifulcas terribles en mi casa. Cuando era niño,
escuchaba radios de Moscú y de Pekín. Pero
también admiraba a Bing Crosby y estaba enamorado de
Mirtha Legrand. Yo tenía diez años" (6). Quino
expresó: "Nací en Mendoza en una familia andaluza,
en un barrio donde el panadero era español,
el verdulero, italiano, el otro comerciante, libanés. A
los primeros argentinos los conocí en la escuela. Todos
mis parientes eran españoles. Desde chico tuve una
visión muy amplia. Quizás por eso a Mafalda la
quieren tanto en tantas culturas distintas" (12).

Escribe Francisco Montes: "San Rafael es un valle
hermoso, fecundo y ubérrimo al sur de Mendoza. Es un
vergel cultivado de viñas, frutales y chacras donde se han
nucleado colonias de andaluces y especialmente
alpujarreños. Este lugar y el valle de Tulum en la
provincia de San Juan, son los sitios a donde han ido a parar
más naturales de aquellas hirsutas montañas
andaluzas". Montes reúne, en Leyendas y Aventuras de
Alpujarreños
, algunas historias que tienen como
personajes a estos inmigrantes (13).’

El pintor Fernando Fader nace "en Burdeos, Francia, en
la casa de su abuelo materno, Pedro Adolfo Bonneval, en la calle
Nauville 10, el once de abril de 1882". Ignacio Gutiérrez
Zaldívar escribe: "Fernando Fader en un reportaje que le
realizara el recordado José León Pagano en la
década del 20, manifiesta que es "mendocino", pese
a que había nacido en Francia y en todos sus documentos y
partida de casamiento, figura como nacido en Buenos Aires. Conoce
Mendoza cuando contaba cuatro años y pese a vivir tan
sólo doce años en Mendoza, su amor y cariño
hacia la provincia le hacen manifestar que él es
mendocino" (14).

Zdravko Ducmelic (Vinkovci, 1923; Buenos Aires, 1989)
"Estudió pintura y
dibujo en
Zagreb. La II Guerra Mundial (1939-1945) lo alejó de sus
actividades. Estuvo prisionero en campos de concentración
nazis. Viajó después por Europa y, en
1946-7 estudió en la Academia de Bellas Artes
de Roma y, en 1947-49, en la Academia de San Fernando, en
Madrid. Se
radicó en Mendoza en 1950 y, un año después,
realizó su primera exposición
en Buenos Aires. Fue profesor y
Director en la Escuela de Arte de la
Universidad de Cuyo. Ilustró Laberintos, con
poemas de
Jorge L. Borges"
(15).

Alfredo R. Bufano (Córcega, 1895; San Rafael,
1950) "Nació en Francia pero vivió desde
niño en Mendoza. No alcanzó a terminar sus estudios
primarios por tener que colaborar con el sostén de su
familia. Adolescente, se trasladó a Buenos Aires, donde
desempeñó diversos trabajos, desde lustrabotas
hasta periodista. En esta ciudad entró en contacto con los
círculos literarios, colaboró en varias revistas y
publicó sus primeros trabajos. Luego se trasladó a
San Rafael, Mendoza, donde trabajó como profesor de
literatura en la Escuela Normal y escribió la mayor parte
de su obra. Su poesía, fresca y sencilla, exalta la
naturaleza cuyana. Escribió, entre otros libros:
Poemas de provincia (1922), Tierra de huarpes
(1926) y Romancero (1932). Durante sus últimos
años, realizó en misión
cultural una extensa gira por el norte de Africa,
España y otros países europeos. De este
acercamiento a otros horizontes y formas de vida nacieron sus
últimos libros: Junto a las verdes rías
(1950) y Marruecos (1951), en los que su lirismo
adquirió una serena madurez expresiva". (16).

Fueron perseguidos los Flichman en su tierra, cuenta una
inmigrante afincada en Mendoza. En Rojos y blancos,
Ucrania
, Rosalía de Flichman evoca el entorno en el
que se desarrolló su infancia. Las persecuciones, la
revolución, la guerra civil, las
violaciones y los asesinatos –a los que se suman las
inundaciones y el tifus- son el cuadro con el que Rosalía
debe enfrentarse a muy corta edad: "Los blancos están en
la ciudad, persiguen sin cesar a los judíos. Matan a los
hombres, se apoderan de las mujeres jóvenes y hasta de las
niñas. Estoy cansada de tanto horror. Y los cambios
continúan. Hoy los blancos, mañana los rojos. Como
somos despreciables burgueses, estos invaden la casa y nos
reducen a dos habitaciones. El hambre se hace sentir, duele".
Afirma que ella y su familia eran perseguidos en su país
de origen por dos motivos: su condición de judíos y
de burgueses. Si estas dos causas motivaron la amenaza constante
a la que estaban sometidos, también significaron la
posibilidad de radicarse en nuestra tierra, ya que la madre se
apoyó "en instituciones
judías que ayudan a los emigrantes fugitivos que salen de
Rusia", y el hecho de ser pudientes les permitió una
salvación que a otros estuvo negada (17).

Norah Lange evocó momentos de su vida en las
obras Los dos retratos, Personas en la sala y
Cuadernos de infancia. En esta última, el espacio
tiene una importancia fundamental: a la existencia feliz en
Mendoza se contrapone una vida de apagada tristeza que tiene como
escenario la casa de la calle Tronador, a la que se trasladan
cuando muere el padre.

Notas

  1. Bianchi, Alcides J.: Valentín el
    inmigrante
    . Santiago de Chile, Edición del autor, 1987.
  2. Bianchi, Alcides J.: Aquellos tiempos…
    Buenos Aires, Marymar, 1989.
  3. Bianchi, Alcides J.: Valentín el
    inmigrante
    . Santiago de Chile, Edición del autor,
    1987.
  4. Bianchi, Alcides J.: Aquellos tiempos…
    Buenos Aires, Marymar, 1989.
  5. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: "Los
    inmigrantes", Catálogo de la muestra de
    Alonso y Marchi en Casa FOA 2000, Desembarcadero y Hotel de
    Inmigrantes. Buenos Aires, Octubre-Noviembre de
    2000.
  6. Arias, Abelardo: Alamos talados. Buenos Aires,
    Sudamericana, 1990.
  7. Grosso, Marcela y Baldoni, Marta: "Guía de
    trabajo para el profesor", adjunta a Arias, Abelardo: Alamos
    talados
    . Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
  8. Ibídem
  9. Arias, Abelardo: op. cit.
  10. Grosso, Marcela y Baldoni, Marta: op.
    cit.
  11. Burgos, Fausto: El gringo. Buenos Aires, Tor,
    1935.
  12. Reinoso, Susana: "Quino: ‘ Los adultos
    están arruinando a los chicos’ ", en La
    Nación
    , Buenos Aires, 7 de diciembre de
    2003.
  13. Montes; Francisco: "El desafío", en
    Leyendas y Aventuras de Alpujarreños, en
    Unisex. Buenos Aires, Bruguera. 163 pp.
  14. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Fader
    en casa
    . Buenos Aires, Zurbarán Ediciones,
    2003.
  15. Varios autores: Enciclopedia Visual de la
    Argentina
    . Buenos Aires, Clarìn,
    2002
  16. ibídem
  17. Flichman, Rosalía de: Rojos y blancos,
    Ucrania
    . Buenos Aires, Per Abbat, 1987.

Misiones

"El 1° de julio de 1897 llegó al puerto de
Buenos Aires el vapor Antoñina, cargado con catorce
familias integradas por sesenta y nueve personas. Diez familias
eran ucranias y cuatro polacas. Llegaban con sus muebles, sus
semillas y sus arados. (…)Se embarcaron en el puerto de Buenos
Aires en un viaje de una semana hasta Posadas y de ahí los
llevaron en carretones del Ejército al interior de la
provincia durante otra semana de viaje. Ellos dieron nacimiento a
la ciudad de Apóstoles, en Misiones, bajando el monte a
puro machetazo. (…) ‘El 27 de agosto de 1897, hace cien
años, este grupo llegó a la antigua
Reducción Jesuita de San Pedro y San Pablo
Apóstoles, donde se les dieron dos lotes por familia, cada
uno de 25 hectáreas, a pagar durante diez años a un
valor de un peso por mes’ (…) Los comienzos para los
inmigrantes ucranios no fueron fáciles: los campos estaban
repletos de inmensos termiteros que atacaban los sembrados, como
os que aún se pueden ver en los campos correntinos. Los
ucranios tuvieron que instalarse en carpas que les
facilitó el gobierno y refugios hechos con ramas.
Más trabajo les costó preparar los campos con
plaguicidas e insecticidas que el gobernador Lanusse les
vendió a pagar en cuotas. La intensa fe cristiana del
pueblo ucraniano organizó la construcción de una
iglesia en
cada asentamiento" (1).

Poco después, con destino a Apóstoles,
desembarcaron en la Argentina veinte familias polacas. "Luego de
permanecer algún tiempo en el legendario ‘Hotel de
los Inmigrantes’ arribaron al puerto de Posadas, y desde
ahí marcharon a pie durante varios días hasta la
recién fundada Colonia de Apóstoles, recorriendo
los 80 km que los separaban de su destino tras los carros que
transportaban sus pocas pertenencias. Fueron tiempos
difíciles para esos hombres, mujeres y niños que no
estaban acostumbrados al abrasador calor tropical y a los
mosquitos que laceraban su piel. Debieron
esperar dos años para poder comer pan, ya que las hormigas
y los carpinchos diezmaban los plantíos de maíz. Se
alimentaban principalmente con mandioca, porotos, batata y
aprovechaban la abundancia de animales silvestres que les
proveían de carne. Enfermedades como el
paludismo y el
cólera
y las picaduras de serpientes segaron las vidas de muchos hijos
de aquellos primeros colonos, y los productos
logrados no siempre compensaban los sacrificios realizados"
(2).

" (…) el inicio de la inmigración organizada lo
debemos situar en el invierno de 1897 con la llegada de unas 14
familias polacas y ucranianas procedentes de la región de
Galitzia. Arribaron al puerto de Buenos Aires, fueron recibidos
en La Plata y desde allí fueron enviados a
Apóstoles, Misiones. Así comenzó el primer
proyecto de colonización agrícola efectivo desde la
expulsión de los jesuitas.
Luego se sumaron otros grupos de colonos
y se establecieron en distintas localidades: San José,
Azara, Cerro Corá, Bonpland, Yerbal Viejo, Gobernador Roca
y más tarde llegarán a fundar Colonia Wanda al
norte de la provincia" (3).

En esa misma provincia, los Spasiuk alternaban el
trabajo manual con la
música: "En Apóstoles, un humilde pueblito a 50 km
de Misiones, Juan (el tío) y Marcos (el padre) se
concedían una pausa en la carpintería, tomaban cada
uno su violín y su guitarra y, sobre un tablón,
afloraban polcas, valses, rancheras, chacareras y rumbas, como
una necesidad de recrear la música que sus antepasados
habían importado de Ucrania y de Europa del Este
(4).

En "Van-Houten", cuento que toma su tìtulo del
apellido del protagonista, aparece un "belga, flamenco de
origen", al que "se le llamaba alguna vez
Lo-que-queda-de-Van-Houten, en razòn de que le faltaba un
ojo, una oreja, y tres dedos de la mano derecha. Tenìa la
cuenca entera de su ojo vacìo quemada en azul por la
pòlvora. En el resto era un hombre bajo y muy robusto, con
barba roja e hirsuta. El pelo, de fuego tambièn,
caìale sobre una frente muy estrecha en mechones
constantemente sudados. Cedìa de hombro a hombro al
caminar y era sobre todo muy feo, a lo Verlaine, de quien
compartìa casi la patria, pues Van-Houten habìa
nacido en Charleroi" (5).

Acerca de ese texto, escribe Eduardo Romano: "Quiroga
trazó, en Los tipos, varios notables perfiles con
relieve. Entre
ellos, y el lector emplazó una primera persona muy
autobiográfica, directamente vinculada con la acción,
según se aprecia ya en ‘Van Houten’:
‘-¡Ya vé! –me dijo, pasándose el
antebrazo mojado por la cara aún más mojada- que
hice mi canoa. Timbó estacionado, y puede cargar cien
arrobas. No es como esa suya, que apenas los aguanta a
usted’. O que tiñe el relato con su propia
subjetividad: ‘Yo siempre había tenido curiosidad de
conocer de primera fuente qué había pasado con el
ojo y los dedos de Van Houten. Esa siesta, llevándolo
insidiosamente a su terreno con preguntas sobre barrenos,
canteras y dinamitas, logré lo que ansiaba’. Que el
personaje mismo le contara tres cruentos accidentes de
los que había salvado la vida –ya que no la
integridad- por milagro. La impersonal desaprensión de Van
Houten, quien se limita a comentar con un ‘¡Bah…!
¡Soy duro!’ cada uno de esos relatos, da la pauta del
poder autodestructivo de esos tipos quiroguianos, producto
en parte de observar a ciertos habitantes de la zona,y en parte
remoción de sus propios fantasmas interiores"
(6).

En Mis dos abuelas. 100 años de historias,
Nora Ayala relata que su abuela criolla, que vivía en
Misiones, tenía prejuicios contra los extranjeros.
"Nosotros no vinimos a matarnos el hambre como los gringos
–decía-, estuvimos siempre acá". La venta de la casa
del Tata proporciona otra evidencia de su actitud; la vivienda
"fue comprada por una familia turca, aunque Gerónima
hubiera preferido que no cayera en manos extranjeras, pero ellos
fueron los que pagaron y no había nada que hacer". Se
rumoreaba que los compradores habían encontrado
allí un cofre con monedas de oro;
escuchemos a la criolla: "Teniendo en cuenta que los turcos que
habían llegado al país poco tiempo antes, si bien
eran gente trabajadora y honesta (a pesar de ser extranjeros) no
podían tener dinero como para hacer semejante inversión, el rumor tenía visos de
realidad" (7).

El ingeniero Walter Rathhof llega a Misiones con un
contrato: " ‘¿Cómo vine a para acá?
Hace tres meses ni sabía que existía este lugar.
¡Misiones!’ Apenas si había visto el nombre de
Argentina en el mapa. En Alemania no conocía a nadie que
hubiera andado por esta parte del mundo, pero bastó una
propuesta para dejar la familia, el empleo
seguro, la
patria, los amigos, por la aventura. (…) Allá era un
ingeniero más, sin mucha experiencia entre tantos otros,
en cambio acá estaba todo por hacer. ¡Y justo
puentes! Si hubiera sabido que alguna vez tendría que
hacer puentes, tan lejos y sin poder consultar con nadie, hubiera
prestado más atención a aquel viejo profesor que siempre
hablaba de los de la India y de la
China. Después de todo, los que tendría que hacer
acá tendrían más en común con esos
que con los prolijos puentes de hierro que
diseñaba en la facultad. Además, había que
hacer todo desde el principio, ni siquiera las mensuras estaban y
los lugareños medían las distancias en tiempo: dos
días de barco, un día de a caballo (8).

Luna, una inmigrante turca centenaria, "A los 17
años conoció a su marido, uno de los pocos al que
sus hermanos –celosos ellos- dejaron acercarse.
Víctor tenía hermanos en la Argentina que lo
mandaron a buscar. Y ella se venía con él, pero en
calidad de novia, jamás. De ninguna manera, le dijo su
tía. Así fue como se casaron y pasaron su luna de
miel en un barco rumbo a nuestro país. Fue un mes de
viaje. Una inolvidable luna de miel junto con… su suegra.
Sí, Luna dormía con su suegra en un camarote y
Víctor en la bodega, con los demás hombres.
‘Nos veíamos en la cubierta y de noche, cada uno a
su lugar". Estuvo a punto de volver a su tierra: "Corría
el año 1921 y Luna, casada con Víctor desde
hacía dos años, no lograba quedar embarazada.
Vivía en Posadas, Misiones, pero su marido decidió
mandarla de vuelta a casa. Así, dice la centenaria Luna,
se acostumbraba en su país: la mujer que no tenía
hijos se tenía que ir, y ella se iba, nomás. Con la
valija y un pasaje en mano marchó sin chistar a la
estación ferroviaria de Posadas. Pero, cosas del destino,
el tren ya había partido. Fue cuando volvió con su
marido a su casa que quedó embarazada". "Progresamos con
mucho sacrificio –recuerda. Vivíamos en Posadas y mi
marido andaba por los campos con un canasto en el que llevaba
lencería para vender. Después pudimos poner nuestro
propio negocio de venta de ropa y trabajamos muchísimo".
Su experiencia se vuelve narraciones: "Recuerda cuando en su
casita de Posadas llenaba un bracero con carbón por las
noches, lo dejaba en medio del cuarto y reunía a sus
chicos en torno de
él. ‘Les contaba historias de cómo
vivíamos en Turquía, el viaje en barco a la
Argentina o simplemente cuentos‘ " (9).

"Desde el lejano oriente, un puñado de japoneses
iniciaron la peregrinación que culminó en
Oberá en octubre de 1921. La inmigración japonesa
en la Argentina data de principio del siglo XX y tuvo como primer
paso el Frente a la casa. El arco a la entrada se asemeja al que
se utiliza en los templos de oración. El 12 de octubre de
1921 llegó a Oberá, junto a su familia, Tokuyi
Kairiyama. Fue él quien alentó a sus compatriotas
para que se afinquen en esta región del país.
Atentos a su ofrecimiento arribaron junto a sus esposas y algunos
con sus hijos: Iumatsu Kairiyama, Takei Sudo, Kunigoro Kamada,
Kataro Otaka, Kinso Suyama, Kikujiro Nishimura, Kakuso Kamada,
Juji Watanabe, Jiro Minoura, Pedro Héctor Higa, Gungi
Nakatsuka, Ken Takakura, Fukikesa Komatsu, Hihashi Miyauchi,
Minoru Higa, Suenaga, Nakabayashi, Goto, Araki, Ogawa, Kisaiti,
Kanno, Mori, Sato, Saito, Okuda, Ohashi y Harada Los japoneses se
dedicaron principalmente al cultivo de yerba mate y té y
al poco tiempo incursionaron en su industrialización. En
1953 la comunidad fundó el Club Japonés que
cobijó a más de 300 socios. Con este antecedente,
en 1980 la numerosa colectividad se sumó a la Fiesta en la
que trabajaron casi todas las familias asociadas al club con sede
en Los Helechos, una localidad vecina a Oberá. Casi un
cuarto de siglo después, la colectividad construyó
su casa típica en el Parque de las Naciones. La misma
representa una vivienda tradicional nipona, a la que dotaron de
un techo curvo, propio de los templos de aquél pais
oriental. La parquización típica que rodea la
construcción fue trabajo de Harvo Hishikiori y Alberto
Araki. La casa funciona como sede cultural japonesa en
Oberá. (…) Una de las plazoletas de la transitada
avenida Libertad de Oberá lleva el nombre de Japón.
En ella existe una gran lámpara de piedra, comunes en las
plazas y parques de aquel país asiático. La misma
fue diseñada por el ingeniero parquista Yasvo Inomaia. La
plazoleta tiene similares características del
Jardín Japonés de Buenos Aires, creación del
mismo artista" (10)..

Notas

  1. Skliarevsky, Fernando: "Misiones, Cien años de
    inmigrantes", en La Nación Revista, Buenos Aires, 14 de
    octubre de 1997.
  2. S/F: Folleto del Museo Histórico Juan
    Szychowski. Apóstoles, Misiones.
  3. S/F: "Inmigración Introducción", en
    www.elaguilablanca.com.ar.
  4. Gaffoglio, Loreley: "Trato de ser lo mejor de lo que
    soy", en La Nación, Buenos Aires, 17 de diciembre
    de 2000.
  5. Quiroga, Horacio: "Van Houten", en Los
    desterrados- El regreso de Anaconda
    . Buenos Aires, Losada,
    1997.
  6. Romano, Eduardo: "Horacio
    Quiroga", en Historia de la literatura argentina.
    Buenos Aires, CEAL, 1980.
  7. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de
    historias
    . Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.
  8. Ayala, Nora: op. cit.
  9. S/F: "Una mamá que hoy celebra sus 100
    años", en La Nación, Buenos Aires, 20 de
    octubre de 2002.
  10. S/F: "Sol de oriente, amanecer misionero", en
    Federación de Colectividades, .

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