Economía de la Información: nuevas mercancías, nuevos objetos teóricos
- Información y
sistema productivo. - Las
mercancías informacionales. A macroeconomía de la
información. - Nuevos horizontes
del análisis económico. - Para
añadir - Notas.
- Bibliografía
citada.
Si hay un fenómeno sobre el que parece existir un
acuerdo generalizado acerca de la magnitud de su impacto sobre
las cuestiones económicas es el de la
información.
Sin embargo, no puede decirse que las teorías
económicas, ni las más convencionales ni tan
siquiera las más críticas con la inverosimilitud de
los supuestos ortodoxos, ofrecen respuestas aceptables y
aceptadas a los problemas que
este nuevo fenómeno plantea a sus modelos de
aprtida.
En las páginas que siguen no pretendemos ofrecer
una visión alternativa omnicomprensiva o definitiva a
estas carencias sino, tan sólo, proponer, tras una
evaluación crítica
de las aportaciones teóricas en boga, algunos de los
presupuestos
que creemos necesario tener en cuenta para alcanzar una
comprensión rigurosa de la incidencia de los
fenómenos informacionales en el sistema
económico.
Nos parece que si se quieren comprender adecuadamente
las mutaciones que estos fenómenos están generando
en el tejido económico es preciso que previamente se
perciba con acierto su propia naturaleza y
que de ahí se deduzcan los elementos que resultan
esenciales para analizar los nuevos problemas a los que se
enfrenta el análisis económico así como
la perspectiva analítica desde la que será
más conveniente abordarlos.
Información y
sistema productivo.
Hay multitud de razones que no es necesario traer
aquí para comprender que los científicos sociales,
y en especial los economistas, presten una inusitada atención a la información y la
comunicación como parte integrante de las
economías y las sociedades
modernas.
Las nuevas
tecnologías que hacen posible la trascendencia
creciente de los fenómenos informacionales se incorporan
de forma casi inmediata a las organizaciones y
procesos
productivos, alteran la dinámica del empleo,
modifican los ritmos de la productividad,
provocan la aparición de nuevos bienes de
consumo final
e intermedio, modifican el diseño
del sector de los servicios y
dan lugar, en suma, a modificaciones profundas en la producción, en la distribución y en el consumo sociales
(1).
Todas estas circunstancias, ya bien conocidas y que
ponen de manifiesto la extraordinaria presencia e impacto de la
información y la comunicación en la sociedad y en
las economías modernas, han permitido hablar de "sociedad
de la información" (BELL), de "economía del conocimiento"
(MACHLUP), de "economía de la información"(PORAT) o
de un nuevo "hipersector de la información" (CASTILLA) y
que se haya considerado al fenómeno de la
información, junto al del desarrollo de
las nuevas tecnologías que hacen posible su
expansión, como un nuevo y específico ámbito
en donde se definen y realizan una parte central de las estrategias
productivas y sociales.
Sin embargo, en la ya muy abundante literatura, lo frecuente no
es encontrar un hilo teórico conductor que engarce todos
estos fenómenos con la sistematización que
sería de desear y que proporcione una perspectiva
omnicomprensiva de las relaciones de todo tipo que se dan entre
la información y el sistema productivo (2).
A nuestro entender, son tres las causas de estas
carencias del discurso
teórico predominante:
En primer lugar que su elemento catalizador es la
asunción del fenómeno de la información como
un fenómeno cuya vinculación con el orden
productivo deriva exclusivamente de su base
tecnológica.
Con ello no se pretende minimizar dos hechos
comprobables. Por una parte, las innovaciones tecnológicas
conforman a partir de un cierto momento sistemas
técnicos dominantes que disciplinan en buena medida el
sentido de las siguientes innovaciones, implicando además
notorias sinergias a las que el capital no
puede dar la espalda. En el caso de las tecnologías de la
información que se han configurado como tecnología central
interviniendo en el resto de innovaciones el hecho es aún
más evidente. Tampoco es causal el desarrollo que la
economía en la rama investigadora relativa al "cambio
técnico" ha adquirido en los últimos años
(Rosenberg, Freeman, Nelson, Winter, Dosi, Coriat, Jacot,
Albernathy, Katz,…).
Se admite con demasiada frecuencia el automatismo entre
innovación
tecnológica y aplicación productiva y entre su
aplicación productiva y la elevación de
productividades en unos casos y su aceptación social en
otros.
Dos ejemplos pueden servir para cuestionar estas
continuidades. El corolario de la aplicación productiva
que incluso puede mejorar productividades no siempre es el
desarrollo
económico. Una innovación en el campo de la
información no es una fuerza
autónoma de desarrollo. Puede ser una fuerza de desarrollo
para un pais si es compatible con la estructura
productiva, recursos y
consumos nacionales y si se seleccionan los subsistemas
tecnológicos más suceptibles de autodesarrollo
nacional.
Otro ejemplo es que las disponibilidades
tecnológicas no siempre encajan con las prácticas y
usos sociales. La historia de varias
tecnologías de la comunicación dirigidas a
públicos especializados e incluso al gran público
es una historia de sistemáticos aplazamientos en el
lanzamiento comercial (videodisco) o de notorios retrasos y lenta
implantación en determinadas áreas como Europa (cableado
televisivo) e incluso en Estados Unidos
(satélites
de difusión directa). De ahi que haya sido preciso la
introducción de algunas tecnologías
intermedias (videojuegos,
magnetoscopios), cambios en los modelos de servicios que mediaran
en los aprendizajes colectivos (desreglamentación,
introducción del ordenador en los sistemas productivos y
en la escuela),
sistemas de evaluación social de los usos de las
tecnologías e iniciativas de apoyo público
(videotex en Francia).
– En segundo lugar, la dificultad que lleva consigo la
obtención de los datos precisos
para fundamentar empíricamente y de forma rigurosa las
propuestas que se realizan. Circunstancia que viene producida no
sólo por la escasez de
información de base que suele caracterizar a la
aparición de todo fenónemo social novedoso sino
también, y sobre todo, porque la propia naturaleza del
fenómeno informacional que se estudia hace poco
útil la batería de datos disponibles y que fueron
diseñados esencialmente para el
conocimiento del ámbito de la "producci_n
material".
Si a ello se une la ausencia de una adecuada normalización estadística y de contabilidad
nacional que permitiera disponer de magnitudes homogéneas
de medición se comprenderá la
dificultad que entraña la sustentación
empírica de las propuestas teóricas relativas a
estos nuevos fenómenos informacionales.
– En tercer lugar, que ninguno de los sistemas
teórico económicos al uso ha resuelto el encaje del
ámbito informativo y comunicativo -un ámbito
fundamentalmente inmaterial- en el corazón
mismo de sus teorías del valor.
Para el paradigma
neoclásico es fácil evaluar el valor de la
información mediante la identificación entre valor
y aceptación del mercado
vía precios y
demanda. En
todo caso, vista la heterogeneidad de las formas de
información, ha tenido que recurrir a una lectura
transversal del lugar de la información en el sistema
económico para asignarle un hipotético "sector
cuaternario" convertido en cajón de sastre y en el que se
inscribirían toda clase de
heterogéneas actividades vinculadas a la
información pero que deja sin resolver dos cuestiones
centrales. En primer lugar, la distinta naturaleza de unos y
otros bienes y servicios informativos por su lugar en el tejido
productivo o circulatorio del sistema y, en segundo lugar, la
formación de nuevos valores
reales.
La teoría
tradicional del valor-trabajo
tampoco tiene resuelto el problema de la valorización de
los bienes y servicios inmateriales. Aunque no haya
obstáculos radicales a una redefinición adaptada de
la teoría del valor a este ámbito -la
información es capital-, conviene constatar la
insuficiencia del criterio de tiempo de
trabajo cuando los procesos de trabajo se complejizan en un
triple sentido: la existencia de sistemas de máquinas
que implican que buena parte del valor de los nuevos materiales
producidos con ellos sean casi mera transferencia de valor de
desgaste de aquellas, la emergencia de tipos de fuerza de trabajo
supercualificada y no necesariamente vinculada a procesos de
producción directa y, por último, la importancia
económica y el caracter productivo de muchos valores
añadidos inmateriales.
Finalmente, y aún por obvio que resulte, es
preciso constatar que la comprensión teórica de la
información y de los cambios y efectos que produce su uso
social se instala en una previa comprensión teórica
del sistema económico y de ahí que la previa
opción metodológica o ideológica genere
inevitablemente diferentes enfoques, hipótesis y resultados.
Los disturbios al conocimiento que pueda provocar esta
última circunstancia son inevitables; por el contrario, la
asunción de un enfoque que corrija el problema
señalado en primer lugar hará posible un mejor
conocimiento del problema y por ende facilitará el
diseño de las nuevas fuentes
estadísticas que resultan necesarias. De
ahí que requiera un atención previa.
Es preciso señalar, de modo un poco
categórico, que ni el significado productivo de la
información viene dado por la existencia de soportes
tecnológicos más o menos complejos o eficientes ni
el impacto en la estructura productiva de estas nuevas
tecnologías es directamente asociable con dicho
significado productivo.
Las Nuevas Tecnologías de la Información
no constituyen por sí mismas un elemento innovador del
"status quo" productivo, ni pueden llegar a transformarlo por
sí mismas. Por su propia naturaleza son "polivalentes y
versátiles"(3). Afectan a la forma en que el sistema
económico se estructura sólo y en virtud del uso
social y productivo que de ellas se hace, pero no puede decirse
que la innovación defina al sistema.
Lo que resulta novedoso de las Nuevas Tecnologías
de la Información es la mayor capacidad y eficacia que
proporcionan en la creación, tratamiento y
transmisión de información y conocimientos pero lo
que resulta significativo para los sistemas productivos no es que
simplemente exista esa operatividad multiplicada (la pura
innovación tecnológica) sino el tipo de impacto que
pueden producir a consecuencia de la naturaleza de su integración en el propio sistema
productivo. Y ello depende esencialmente, no de la propia
innovación, sino de la naturaleza y del estado de la
economía en donde se aplica, de la naturaleza del
contenido informativo que se incorpora al sistema productivo y
del tipo de comunicación que se genera en la sociedad
(TORRES 1.990).
En las condiciones de implantación actuales, el
entramado productivo vinculado a la información se
configura hoy como una "industria
industrializante" (DESTANNE de BERNIS, 1.966) que estimula nuevas
demandas y convierte a la información en un factor
regulador económico crecientemente decisivo.
Y además de este efecto en el conjunto del
entramado económico, las nuevas tecnologías de la
información suponen el nacimiento o el reforzamiento de
una serie de ramas económicas (electrónica, informática, telecomunicaciones) y de segmentos
económicos especializados (desde la infografía al
diseño por ordenador) productores de bienes y servicios
finales, tanto productivos como de consumo, así como de
nuevos servicios intermedios que cada vez son más
importantes en el conjunto de la economía.
Sucede, sin embargo, que como ha ocurrido otras veces en
ciencias
sociales, los cambios en un fenómeno histórico
concreto se
pueden interpretar como cambios en la sociedad completa,
hipotecándose así su buen conocimiento y
desnaturalizándose el análisis de sus consecuencias
reales (4).
De hecho, lo que caracteriza a las sociedades más
desarrolladas no es que estén basadas en la
información y en su transmisión
(comunicación) puesto que no puede encontrarse estadio
alguno de la civilización humana que no lo haya estado.
Sí se caracterizan, sin embargo, por el modo en que son
producidos, distribuídos y utilizados la
información y el conocimiento, por el uso social y
productivo que de ellos se viene realizando. Y de ahí, que
la comprensión de los fenómenos a los que aludimos
anteriormente no pueda basarse ni en la simple dimensión
cuantitativa de la información y el conocimiento, ni en un
análisis de las "tecnologías de la
información" que no esté dirigido a detectar las
mutaciones que se producen en los procesos de trabajo, de
intercambio y de acumulación, en los mercados y en los
niveles reales de satisfacción de las necesidades humanas
que proporcionan los sistemas de comunicación
establecidos.
Por otra parte, el análisis económico ha
de tener en cuenta que aún no estamos en una fase de
generalización de la difusión de las nuevas
tecnologías disponibles. Previamente será preciso
que se despejen muchas incógnitas de la actual crisis
económica estructural o de modelo de
acumulación: la aparición de demandas solventes, el
fin del desorden monetario y financiero, la formulación de
estrategias activas de los estados y sobre todo la
sustitución del modelo fordista de trabajo y
acumulación por nuevos modelos de relaciones profesionales
y sociales.
Dicho de otro modo, hay una relación directa
entre la crisis y los ritmos de implantación de las
innovaciones tecnológicas. La crisis del modelo de
acumulación determina las formas, el acceso, los ritmos de
difusión y reparto de las innmovaciones a escalas
nacionales e internacionales, a pesar de que éstas
indudablemente inducen a un crecimiento del excedente (Le
DIBERDER, 1.984).
En consecuencia, entendemos que se deben diferenciar
tres tipos de problemas relativos a la vinculación entre
información y sistema productivo y, más
particularmente, entre el desarrollo de las tecnologías
que permiten un uso menos efímero, menos costoso y
más eficaz de la información y la economía
de mercado que conocemos:
1. Las modificaciones que se pueden producir en el
sistema productivo como consecuencia de la multiplicación,
a menor coste y con mayor eficacia, de los flujos informacionales
que hac n posible las nuevas tecnologías, así como
las que se producen en esos flujos a causa de los cambios en el
sistema productivo. Este problema demanda instrumentos de
análisis que permitan conocer las propias mutaciones que
se generan así como una revisión de los propios
objetos problemáticos de la comprensión
científica de los sistemas productivos.
2. El papel que juegan la información y el
conocimiento en los procesos de toma de
decisiones, en las dinámicas de acumulación de
capital y en los procesos de intercambio así como el
impacto de las mercancías informacionales en las
relaciones productivas de todo tipo. Esto requiere la conveniente
asunción del fenómeno de la información por
las teorías económicas que abordan los problemas
del intercambio y de los sistemas de asignación
establecidos.
3. Los efectos y las condiciones en que se lleva a cabo
el proceso de
industrialización de la creación y
transmisión social de información y de
códigos de conformación de la conducta
colectiva (comunicación y cultura). Se
precisa, por tanto, un análisis de las condiciones en las
que la información y la comunicación modifican el
medio ambiente
social en donde se reflejan y de donde se derivan, al mismo
tiempo, los cambios que se producen en la
economía.
En las páginas que siguen, nos limitaremos a
sintetizar algunas de las cuestiones más relevantes en
relación con el primero de estos problemas (5). En primer
lugar, analizaremos los estudios tendentes a cuantificar y
analizar la magnitud de los cambios que la información ha
generado en el sistema productivo y a continuación nos
ocuparemos de esbozar los ámbitos problemáticos que
debe abarcar el análisis macroeconómico que
necesariamente ha de abordar ya la incidencia de la
información y de las nuevas tecnologías de la
información en los sistemas productivos.
La macroeconomía de la
información.
El reconocimiento de los cada vez más voluminosos
flujos de información existentes en las economías,
el crecimiento de los intercambios que tienen como objeto bienes
o servicios cuyo valor de cambio procede del conocimiento que
proporcionan, el aumento de empleo y capitales en las actividades
que los suministran y el reconocimiento de los mayores ritmos de
crecimiento que se producen en las industrias que
incorporan en mayor y más eficaz medida actividades
informacionales ha dado lugar a un buen número de trabajos
tendentes a analizar, desde una perspectiva
macroeconómica, la naturaleza y el influjo de los nuevos
fenómenos informacionales.
Por lo general, todos estos análisis se limitan,
como comprobaremos a continuación, a dimensionar y
cuantificar las actividades económicas relacionadas con la
producción y la distribución de información
en las economías modernas, a determinar sus efectos sobre
las variables
estratégicas del sistema económico y a medir la
magnitud de los flujos informacionales que circulan en la
economía.
Es decir, analizándolos "en relación con"
los problemas tradicionalmente contemplados por la
macroeconomía convencional pero sin proporcionar una
comprensión de estos fenómenos como integrantes de
nuevos problemas económicos y, por lo tanto, sin
posibilidad de aportar alternativas de análisis que
resulten novedosas y eficazmente explicativas.
MACHLUP (1.962) calculó que las actividades
directamente ligadas a lo que llamó la "economía
del conocimiento" (educación, investigación, publicidad y
medios de
comunicación) representaban en 1.958 el 29% del P.N.B.
y el 31% del total de la fuerza de trabajo. Más adelante,
PORAT (1.977), LAMBERTON (1.977 y 1.982), JUSAWALLA y CHEAH
(1.983), KOMATSUZAKI (1.984), RUBIN y HUBER (1.986), o
ENGELBRECHT (1.986 a y b) entre otros, han realizado
aproximaciones empíricas detalladas de la magnitud que
representa la componente informacional de diversas
economías (6).
En general, estos análisis se fundamentan en la
definición de lo que se denomina el "sector de la
Información" o "la economía informacional", en
donde se integran todas aquellas actividades económicas
que tienen que ver con la información. Alteran, por lo
tanto, la comprensión sectorial tradicional del
análisis económico, toda vez que parten de
reconocer que la aparición y difusión de nuevas
tecnologías de la información permiten ahora
distinguir en el sistema económico dos grandes
ámbitos o sectores según estén o no
relacionados con la información y/o el
conocimiento.
El concepto de
sector de la información tiene su origen en el trabajo de
PORAT (1.978) donde trató de definir y cuantificar lo que
llamó la "information economy" para describir un tipo de
sociedad donde la producción, el tratamiento y la
transmisión de información constituyen la parte
predominante de la actividad económica, frente a la
tradicional producción y distribución de bienes y
servicios materiales.
El análisis de Machlup se había basado en
la hipótesis de que
el nivel de "informacionalización" de una economía
depende de la naturaleza de los bienes producidos y ésta
viene dada por el carácter de los factores utilizados, de
forma que se podría conocer calculando el volumen de
empleos ligados a actividades de información y por el de
los capitales destinados a proporcionarla.
Para PORAT, se trata de calcular el valor añadido
que generan a la economía los "trabajadores de la
información", siendo estos los que forman parte del sector
que comprende las actividades de todos los individuos cuya
función
esencial es crear, manipular o transmitir
información.
Considerando que el elemento distintivo de las
actividades productivas es la naturaleza del output, se
incorporan a este sector de la información aquellas
actividades cuyo output posee valor por la información que
contiene.
Así, es posible distinguir dos grandes
ámbitos: las industrias informacionales y las no
informacionales o de la producción material. Las primeras
conforman el sector primario de la información que incluye
las actividades de producción, tratamiento,
distribución y venta de bienes o
servicios de información (edición, servicios de asesoramiento,
educación, servicios empresariales, banca, seguros,
comunicación y cultura, …) así como las
industrias que producen, distribuyen y venden los equipos o
máquinas que resultan necesarios para las actividades
anteriores (electrónica, informática).
El resto de las industrias conforman la "industria no
informacional" aunque en ellas pueden encontrarse, con
carácter secundario respecto a la producción
principal, empleos relacionados con las actividades de
información y que conforman el Sector Secundario de la
Información.
El sector primario de la información puede ser
cuantificado directamente (conociendo el valor añadido de
las actividades en él incluidas y que puede obtenerse de
los datos que proporcionan las Tablas Input-Output). Sin embargo,
en el sector secundario el valor añadido de la
información producida por las empresas
está incluido en el valor de sus bienes o servicios no
informacionales y de ahí que sea necesario utilizar
indicadores
indirectos (como los salarios de los
trabajadores de la información o la amortización relativa a equipos
informáticos) que sólo permiten su
evaluación de forma muy aproximada (7).
Un enfoque ligeramente distinto y que permite definir
con más precisión el "sector de la
información" consiste en añadir un item más
en la estructura de las tablas Input-Output de manera que se
pueda evaluar la actividad de producción de bienes o de
servicios de información sin descomponer la estructura de
relaciones intersectoriales en que se integra (8).
En síntesis,
estos tipos de evaluación cuantitativa consisten
esencialmente en efectuar la medición del componente
informacional de la economía distinguiendo en ésta
a dos tipos de actividades productivas, la informacional y la
material, y definiendo posteriormente los criterios que permitan
reconocer empíricamente las fases desmaterializadas de la
producción para proceder a su
agregación.
De esta forma, y con resultados naturalmente diversos en
función de las definiciones y criterios adoptados
así como de las distintas metodologías de cálculo
que es posible utilizar (9), se pueden obtener conclusiones no
sólo sobre la magnitud misma del sector y del
fenómeno de la información en la economía
sino también sobre otros aspectos de relevancia para el
análisis macroeconómico y entre los que cabe
destacar los siguientes:
1. Rasgos estructurales del sector de la
información definido -empleo, productividad, valor
añadido, dotación de capitales y tendencias de
crecimiento-.
2. Naturaleza de los flujos inter e intrasectoriales
de la producción material e informacional. JONSCHER
(1.983 y 1.984), por ejemplo, ha evaluado estos flujos para la
economía estadounidense de manera que es posible
comprobar el origen y el destino de ambas, deducir la
diversidad de ritmos de crecimiento de los sectores, el destino
principal de la producción final sectorial y hasta
qué punto el sector de la información
actúa como demandante de bienes producidos por el sector
de la producción material o como inductor de su
crecimiento o ralentización.
3. Igualmente, puede llevarse a cabo la
reformulación de las funciones de
producción, una vez que quedan incorporadas las
actividades de información, lo que hace posible predecir
el comportamiento a largo plazo de variables como
el empleo global, la inflación, el saldo exterior o la
propia evolución del P.I.B. como consecuencia de
las modificaciones producidas en la magnitud o en la
orientación de los flujos de producción
informacional (10).
La disponibilidad de resultados acerca de estas
cuestiones comporta, sin duda, una contribución importante
al conocimiento de las modificaciones que se producen en las
economías como consecuencia del incremento de las
disponiblidades de información y del mayor flujo de
informaciones que hace posible la aplicación de
infraestructuras tecnológicas cada vez más
eficientes.
Sin embargo, es preciso destacar algunas de las
limitaciones más relevantes de estos análisis
así como las carencias teóricas y
metodológicas que en nuestra opinión reducen en
buena medida sus posibilidades de interpretar correctamente la
naturaleza de los cambios que se operan en el sistema
productivo.
Se pueden diferenciar aquellas que hacen referencia a
las propias técnicas
utilizadas de las relativas a la comprensión
metodológica del fenómeno de la información
y de los aspectos que son relevantes para la modificación
de las pautas productivas.
Entre las primeras cabe destacar la disimilitud en las
definiciones de los contenidos informacionales de las actividades
económicas y la diversidad de parámetros utilizados
para cuantificarlas.
Como es natural, ello no sólo dificulta la
realización de comparaciones, al no disponer de
categorías y magnitudes homogéneas, sino que, sobre
todo, no permiten reconocer de forma rigurosa las componentes del
fenómeno que se trata de estudiar, lo que hace imposible
garantizar la precisión de las relaciones de causa-efecto
que se trata de mostrar.
En todo caso, una asunción institucional
internacional de un modelo normalizado único, tal como lo
intenta la OCDE (1.981), permitiría establecer un cierto
nivel de comparaciones de utilidad.
En relación con la percepción
teórico metodológica que llevan consigo este tipo
de análisis su principal problema es que se fundamentan en
el supuesto de que todas las actividades económicas
relacionadas con cualquier estadio del uso productivo de la
información son homogéneas. Ello va inevitablemente
implícito en su adscripción a un único y
nuevo sector económico.
Sin embargo, es obvio que la naturaleza real de
cualquier actividad productiva no resulta modificada
necesariamente por el hecho de estar vinculada, de alguna forma,
con el fenómeno de la información. Aquella depende,
como es sabido, del caracter que tenga la formación de
valores, de la división del trabajo que se genera, de la
naturaleza del intercambio a que dan lugar, de la
conformación de sus mercados o de la especificidad del
proceso de formación de capitales.
El hecho de que la industria de equipamiento
informático y la producción de programas
audiovisuales, por ejemplo, sean actividades claramente
vinculadas con la información no permite afirmar que
conformen procesos productivos semejantes y, por lo tanto,
suceptibles de quedar adscritos a un idéntico sector
económico, esto es a un grupo de
actividades económicas que deben tener en común los
rasgos antes señalados.
Como se advertirá, este planteamiento cuestiona
el concepto, de moda ahora en
España,
de "hipersector de la información" (CASTILLA, 1.989;
TIMOTEO 1.989) en el que informática, telecomunicaciones y
medios de
comunicación formarían un todo único y
apenas diferenciado. Otra cosa serían los intentos de
realizar aproximaciones transversales a estas temáticas;
por ejemplo, al estudio de las redes de comunicaciones
que afectarían a las distintas actividades.
Asimismo, parece incorrecta una aproximación al
tema indiferenciando los empleos de información
generadores de valor añadido -sean industriales o de
servicios- con algunos servicios variados (desde funcionarios a
médicos) en los que aparte de un intercambio de rentas es,
al menos, muy discutible que haya generación de
valores.
Si bien esta adscripción pudiera ser admisible
con el fin de realizar evaluaciones aproximativas del conjunto de
actividades informacionales que se desarrollan en la
economía, no es aceptable, por el contrario, admitir que
momentos productivos tan diversos o actividades tan diferenciadas
sean consideradas como expresión de un mismo
fenómeno. Como tampoco debe ser aceptable que toda
actividad informacional genere un idéntico producto
informativo y que pueda ser reducido a una misma unidad de
medición.
Dicho de otra manera, es como si la física estuviera
sustituyendo a la economía, ciencia en la
que lo relevante en este aspecto es que la naturaleza de los
outputs está marcada por el origen y destino de la
información, el lugar en la producción y el tipo de
consumo que generan. Algunos analistas identifican las nuevas
tecnologías y productos con
cosas, objetos o artilugios, sin ubicarlos en el sistema
económico y social: la economía no debe contemplar
a un ordenador como un objeto sino como una mercancia que
comporta una relación social que o modifica la
organización del trabajo en la que se inserta o
modifica las pautas de consumo informativo o cultural.
Por ello, que las conclusiones que puede sostener un
análisis generalizador como el descrito sobre los cambios
en el sistema productivo cabe considerarlas desfiguradas o, al
menos, al margen de los factores reales que los producen. Dan
lugar, o se sostienen, en una confusión entre la
naturaleza de los cambios que produce una modificación en
la estructura del capital como consecuencia de la
incorporación de nuevos soportes tecnológicos o de
nuevos materiales en los sistemas de comunicación y los
cambios productivos y de toda clase que pueden generar los nuevos
usos de la información que éstos permiten. Cambios
que son bien diferentes por la naturaleza completamente distinta
de los fenómenos que los producen.
La mutación real en el sistema productivo deriva
de que estos nuevos sistemas de comunicación, o la
innovación en las tecnologías de la
información, si se quiere, hacen posibles y dan lugar a
nuevos contenidos de la información, a nuevas formas de
acceder a ella y a diferentes posibilidades de uso social y
productivo. Es decir, a nuevos procesos de trabajo y
valorización, a diferentes formas de llevar a cabo los
intercambios, a una modificación en la propia morfología
de los mercados y a la disponibilidad de nuevos productos o
servicios que modifican las pautas de producción consumo
sociales.
Por lo tanto, para precisar con rigor el origen, la
naturaleza y las consecuencias del impacto "informacional" en el
sistema económico (y si se quiere atender a los cambios
cualitativos que produce en éste más que a la mera
dimensión cuantitativa de sus muy diferentes
órdenes productivos) deben evaluarse, en nuestra
opinión, los nuevos tipos de información, las
nuevas formas de su transmisión y las condiciones de su
uso productivo.
Es decir, por una parte, debe evaluarse qué nuevo
tipo de producto social resulta ser la información que es
producida, distribuída y utilizada en las condiciones
señaladas, qué tipo de relaciones sociales genera y
qué posibles usos de ella son posibles en unas condiciones
de apropiación e intercambio dadas.
Por otra parte, el análisis económico debe
redefinir el propio planteamiento de los problemas
económicos significativos de forma que los
fenómenos informacionales y las relaciones sociales de
todo tipo que conllevan sean reconocidos como integrantes que son
de todos ellos.
Las mercancías
informacionales.
Si bien la información posee siempre valor de uso
y a veces, y aún sin intermedio de las nuevas
tecnologías, valor de cambio, su caracter mercantil viene
dado por la posibilidades de distribución masiva y, por lo
tanto, de organización social de los intercambios que
facilitan los nuevos sistemas de comunicación y
transmisión de la información.
La distribución masiva y la versatilidad con que
se puede dar continente o "empaquetar" a los flujos
informacionales de manera que sea posible la expresión
singular y medible de su valor de cambio es lo que permite hablar
de mercancias informacionales, es decir de ciertos bienes o
servicios de información que se producen para ser
intercambiados en un mercado determinado.
Así, la información deja de ser un
componente más bien innacesible a los modelos
teóricos o simplemente un recurso precioso pero
difícil de rentabilizar por las limitaciones de todo tipo
con que se puede efectuar su intercambio para entrar
irremediablemente en el universo de
las mercancías. Es decir, en el universo de lo
productivo y en el universo, por lo tanto, de las relaciones
económicas y sociales.
El carácter mercantil que alcanza a tener todo
flujo informacional modifica los procesos de producción,
de manipulación, almacenamiento,
transmisión y/o recepción del conocimiento, de los
códigos o los datos que se llevan a cabo en la generalidad
de los procesos productivos y, a su vez, hace posible que
aparezca un abanico de nuevas ramas y segmentos productivos
diferenciados de los traidicionales.
Estas mercancias informacionales (como cualquiera otras)
no sólo facilitan la disposición de nuevos
productos (finales o intermedios, de consumo productivo o
improductivo) y añaden un nuevo valor a aquellos procesos
en los que se incorporan sino que además comportan un
específico tipo de práctica social en
relación con la información.
De ahí que se puedan distinguir tres tipos de
efectos de la mercantilización del uso social de la
información:
1. la modificación de las prácticas
productivas, de dis- tribución y de consumo de otras
actividades econó- micas.
2. la aparición de nuevas actividades
económicas.
3. la sobredeterminación de las relaciones
sociales respecto al uso concreto de los recursos informaciona-
les en los ámbitos productivos.
1. Las modificaciones que se producen en las
prácticas productivas como consecuencia de la
generalización de los intercambios mercantiles
informacionales se originan gracias a que el uso productivo de la
información tiene un desarrollo transversal en toda la
economía. La posibilidad de valorizar los intercambios de
información permite añadir un nuevo elemento,
materializable y medible, a cualquier proceso de
producción de valores que incorpore recursos
informacionales.
Desde una perspectiva crítica sería
posible una aproximación a la medición del valor de
la producción informativa por más que ésta
tenga una forma inmaterial. Es viable una aplicación
particular de los criterios utilizados en otros trabajos (ZALLO
1.988) para la evaluación de la más compleja forma
de trabajo, el trabajo cultural, el trabajo creativo no
sólo de información sino también de imágenes,
ideas, formas y símbolos y que corregían en parte el
valioso análisis del comunicólogo Abraham MOLES
(1.982).
Dando por buena esta extrapolación de un tipo de
trabajo muy cualificado al mundo de la generación de
información, un mundo de trabajos muy cualificados, no
tiene excesiva complicación considerar el valor de los
materiales empleados.
Más complicada parece la determinación del
valor del tiempo de trabajo empleado. Aqui cabría
considerar el "tiempo de ideación" (tiempo de
gestación seguida de un tiempo de formulación), por
una parte, y el "tiempo de moldeado", de acabado, de
formulación inteligible, por otra. Estos tiempos son
más o menos estimables, predecibles para una complejidad
media que remite al conocimiento medio de un oficio cualificado.
Con todo, estos tiempos serán distintos si se introduce la
variable "complejidad" en los problemas abordados y que
dificilmente son reducibles -como lo hacía MARX– a una
formación recibida y acumulada y que comportaba unos
costes sociales previos y estimables. Parece oportuno introducir
un nuevo componente que remite a factores sociales y de
índole personal,
expresable en un aprovechamiento particular y original más
allá de lo normalmente exigible. A este factor lo
denominamos "excedente de complejidad".
Aunque la extensión de las redes de
transmisión y distribución de información
(la generalización de su caracter mercancia) permite
afirmar que su uso productivo está extendiéndose en
todas las actividades económicas, con ciertas
desigualdades, es evidente que las condiciones en que se
incorporan los recursos informacionales no son idénticas
en todo proceso de producción de bienes o
servicios.
Por ello, es preciso que el análisis de los
flujos mercantiles de información se oriente a analizar
las diferentes formas en que se incorporan como valor a las
mismas.
Es necesario conocer el origen y el destino de la
información incorporada a los diversos procesos
productivos, en qué ambitos se genera, en qué
condiciones se distribuye y qué elementos condicionan su
demanda, en qué medida transforma los usos productivos de
la actividad en que se incorpora y a qué tipo de actividad
final se destina.
Igualmente, ha de analizarse el lugar que los flujos
mercantiles informacionales ocupan en la producción,
qué valor añaden y en qué forma modifican
los procesos de valorización tradicionales, cómo
afectan a la organización de los procesos de trabajo y en
qué medida afectan a la generación de rentas y a la
distribución de las mismas.
Por último, deben conocerse el tipo de consumo a
que dan lugar, los tipos de productos a cuya obtención
contribuye y la modificación que la presencia de valores
informacionales de hecho genera en la conformación de los
mercados.
Un caso bastará para ejemplificar lo dicho. La
informática doméstica no presenta diferencias
técnicas cualitativas con la informática al uso en
las empresas. Sin embargo, su inserción en el espacio
doméstico, su aceptación, no se hace fuera de las
lógicas al uso de otros bienes y servicios culturales que
han conformado las prácticas sociales. La
multifuncionalidad de la informática doméstica
(juego,
aprendizaje,
utilidad práctica del tratamiento de texto,
gestión
familiar,…) es el argumento de venta de una actividad que se
comporta crecientemente como una lógica
editorial de venta de soportes (libros,
discos,..) que ha tenido continuidad en el video (acudir a
alquilar o adquirir imágenes en el video club) y ha sido
preparada por el videojuego. Tras el equipamiento
informático se trata de trasladar la demanda a un software renovable en la
medida en que surjan programas más completos.
2. Por su parte, el análisis de la naturaleza de
las nuevas actividades productivas que, como los nuevos servicios
de información y comunicación, presentan caracteres
difícilmente homologables con las actividades
económicas tradicionales, e incluso con otras industrias
de la comunicación y/o la cultura, debe abordar,
esencialmente, tres cuestiones relevantes: las formas de la
producción (naturaleza de los procesos de gestión
del trabajo y tipo de vinculación con otras cadenas
productivas), características de los ámbitos del
intercambio (especificidad de los mercados, estrategias de
rentabilización, aleatoriedad de la realización y
estructuras de
distribución) y tipo de consumo que genera (alcance de la
interactividad y condiciones de accesibilidad).
En este último aspecto, los fenómenos a
que dan lugar unas y otras actividades son bien distintas.
Así, los satélites de difusión directa son
utilizables tanto para información empresarial o
profesional, telefonía, bases de datos o
comunicaciones militares como para la
televisión. Y lo mismo cabe decir de las redes, ya
estén orientadas a la valorización empresarial de
la información (RNIS, VAN), o doblemente a un uso
empresarial/profesional, o doméstico (videotex), o a los
múltiples usos de las redes cableadas localmente
(información criptada para las empresas,
información o televisión
para uso doméstico de los abonados…). Y de ahí,
la inutilidad de un enfoque centralmente homogeneizador
tecnologista.
Las nuevas actividades dirigidas al uso cultural en los
mercados de consumo de la información y la
comunicación -como el teletexto, el videotex
doméstico, la televisión por satélite, el cableado
doméstico- heredan por un lado una parte de las formas
tradicionales de valorización culturales y, al mismo
tiempo, están introduciendo nuevas formas de
valorización. Así sucede, por ejemplo, con el
sistema de abonado para enlazar una red nacional o
internacional de televisión o una red local distribuidora que
engarzan con una forma peculiar de economía del contador
(MIEGE 1.989) o con la particular combinación que se da en
el videotex doméstico entre la gestión de stocks
informáticos de una base de datos
normal con un uso telecomunicativo entre usuarios y la solicitud
de informaciones prácticas (antes propias de la prensa).
3. Finalmente, debe considerarse, como se dijo, que el
caracter mercantil que adquiere el uso de los recursos
informacionales implica su sometimiento inevitable a las leyes que
gobiernan la producción y realización general de
las mercancías.
Puesto que las mercancías informacionales se
producen para el cambio, para conocer los efectos de todo tipo
que generan los intercambios de información deben
conocerse las condiciones concretas de su realización y
para ello es singularmente significativa la naturaleza del
sistema de apropiación que es siempre preciso para que
pueda llevarse a cabo. Y de ahí, que una derivación
necesaria del análisis teórico de los
fenómenos informacionales sea la consideración del
marco institucional en el que se definen las condiciones de
acceso a las fuentes de producción, la regulación a
que están sometidas la distribución y la
realización así como las estrategias de
apropiación que predominan.
Nuevos horizontes del análisis
económico.
El análisis económico debe replantearse la
definición de sus propios objetos problemáticos
cuando quiera llevar a cabo una percepción rigurosa -y por
lo tanto necesariamente omnicomprensiva- de las condiciones en
que se desenvuelven los hechos económicos
contemporáneos que se ven afectados por la
multiplicación de intercambios mercantiles
informacionales.
El que no todos estos fenómenos estén
definidos socialmente con precisión impide proporcionar
respuestas definitivas a estos necesarios replanteamientos del
análisis económico pero se pueden adelantar, sin
embargo, algunas de las cuestiones relevantes que ha de
reconsiderar un enfoque de la estructura y la dinámica
productivas tradicionalmente asentado en los flujos "materiales"
y ajeno a los informacionales.
Entre ellas nos parece que cabe destacar las
siguientes;
1. La redefinición de las propias variables del
análisis macroeconómico de forma que sea posible
incorporar la dimensión cuantitativa de las diferentes
actividades y segmentos productivos informacionales.
2. La reconsideración de la comprensión
teórica de los procesos de acumulación y crecimiento
económico que haga posible percibir las
modificaciones en la estructuración de las actividades
productivas tradicionales y que capte los modelos productivos
diferenciados a que dan lugar los intercambios
informacionales.
3. La reorientación del enfoque tradicional del
comercio y
el intercambio para contemplar los flujos de datos y la
transferencia de información así como los
procesos de asignación de recursos informacionales como
integrantes -y muy posiblemente como determinantes- de los
procesos de intercambios reales que se dan en las
economías.
4. La reformulación del análisis de los
mercados para poder
considerar la incidencia de la organización social
existente para la producción y distribución de
información como condicionante de su constitución morfológica y de los
grados de eficiencia y
satisfacción de las demandas que en ellos se
alcanzan.
5. Reconsideración de la propia
problemática de la distribución teniendo en
cuenta que la naturaleza de los procesos de
transformación de información y las condiciones
de acceso a su uso social y productivo condicionan
-quizá de forma aún más significativa que
la producción material- la dimensión distributiva
de las economías modernas y que el grado de
disponibilidad de recursos informacionales constituye en
éstas una expresión más inmediata y
trascendental del bienestar colectivo.
En definitiva, debería tratarse de situar los
fenómenos informacionales en un contexto
problemático adecuado que permita comprobar hasta
qué punto y en qué medida inciden sobre la
satisfacción de las necesidades humanas y el bienestar
social, entendiendo éste no como el resultado del
establecimiento de hipótesis formales sino como
expresión real de las situaciones sociales.
Se trata, en suma, de apreciar los resultados de estos
fenómenos en el espejo de las realidades que desencadena
un uso social específico de la información y la
comunicación y no de derivarlos, como ha advertido con
acierto MARTIN SERRANO (11), de una nueva lectura del viejo
mito
prometeico.
También a nivel microeconómico cabe
plantearse algunas problemáticas sobre el lugar de la
información y su tecnología en el análisis
económico. Hoy, algunos de los paradigmas
tóricos neoclásicos están puestos en
cuestión (inapropiabilidad, indivisibilidad,
incertidumbre, predicibilidad, eficiencia, flexibilidad,
rendimientos decrecientes,…) al tiempo que se sustituyen los de
apropiablidad, oportunidad y acumulación (Cimoli y Dosi),
se apunta la posibilidad de rendimientos crecientes (Foray 1.990
y se apuesta por un análisis dinámico en el que se
toman en consideración en lo relativo a la
consideración y a la difusión tecnológicas
factores contextuales (grado de extensión del
aprenbdizaje, complementariedades tecnbolgógicas,
externalidad de cada red -número de ususarios por ejemplo-
decisiones de la administración
Pública, normas de
evaluación, dominancia internacional.)
En este último sentido, no conviene perder de
vista que la selección
tecnológica está vionculada por un lado a las
potencialidades de las opciones tecnológicas para
reproducir el sistema económico y, por otro lado, a su
encvaje en el modelo acumulativo imperante, aun cuando a largo
plazo pueda favorecer sus sustitución por otro más
ajustado.
Globalmente y partiendo de la continuidad
histórica de las invenciones y la discontinuidad de las
innovaciones, cabe ubicar éstas como un producto de la
lógica de acumulación del capital, la lógica
del cambiot técnico y la lógica de las necesidades
y usos, lo que explica que entre invemción,
innovación y uso puede haber distancias enormes que nos e
resuelven poor un sistema de elecciones tecnológicas
tempranas sino poor procesos de saustitución
históricos que priorizan la funcionalidad a la calidad en
sí de las tecnologías.
Es así bastante difícil encontrar una
serie de rasgos únicos caracterizando a las innovaciones o
a la propia información. El contexto de usos y no el puro
desarrollo tecnológico explican, por ejemplo, que la vieja
tecnología del cable se retoime para televisión y
que desmienta la tesis del autodesarrollo de una única
tecnología. O que no siempre las tecnologías se
sustituyen unas a otras sino que se recolocan en el espacio
productivo y de consumo. por ejemplo, a pesar de la revolución
televisiva tanto la radio como el
cine han
encontrado vías para su autodesarrollo (la radio como
complemento, el cine sala como ensayo de
aceptaciones y su inserción directa como programa
preferente en televisión). Eso sí, reajustando su
función social. O que determinadas innovaciones ( energía
nuclear, por ejemplo) se verán desplazadas por
factores ajenos a la tecnología en sí y a su
rentabilidad.
(1). La bibliografía sobre este tipo de impactos es
ya muy abundante; pueden encontrase análisis, datos y
referencias bibliográficas desde diferentes perspectivas
en JONSCHER (1.983 y 1.984), O.C.D.E. (1.981, 1.986 y 1.988),
UNESCO (1.984) y VOGE (1.984).
(2). William H. MELODY (1.988, p. 66) llega aún
más lejos en esta apreciación cuando afirma que "el
tema de la sociedad de la información ha absorbido la
imaginación de tecnólogos, sociólogos y,
más recientemente, del gran público. Rara vez en
nuestra historia ha atraído un tema tanta atención
y generado tantos volúmenes de literatura produciendo al
mismo tiempo tan escasa profundidad crítica y
comprensión de sus auténticas implicaciones a largo
plazo".
(3). ZALLO (1.989), p. 168
(4). ZALLO, (1.988), pp. 7-9.
(5). Una visión introductoria del debate sobre
estos tres problemas en TORRES (1.987, 1.989, 1.990) y ZALLO
(1.988, 1989).
(6). Un análisis de conjunto de estas
aportaciones en NASS (1.987) y WILLIAMS (1.988).
(7). KOMATSUZAKI (1.984), p.39 y ss.
(8). Como es natural, esta posibilidad depende de la
definición previa realizada de los "grupos de
industrias", del grado posible de desagregación que
permitan los datos estadísticos disponibles y de la
posibilidad de evaluar estadísticamente el alcance de los
conceptos de bienes y servicios de información previamente
establecidos. Por demás, esta alternativa dificulta
notablemente las comparaciones entre los resultados obtenidos en
diferentes paises. JUSSAWALLA y CHEAH (1.983), han aplicado este
método a
la información que contienen las Tablas Input-Output de
Singapur y han reclasificado éstas estableciendo los
siguientes grupos de actividades económicas: 1)
producción de bienes de información, 2)
producción y distribución de "hardware", 3)
producción, procesamiento y distribución de
servicios de información, 4) comercio (intercambio de
bienes de información), 5) infraestructura de
información, 6) producción de bienes no
informacionales, 7) producción de servicios no
informacionales, 8) comercio (intercambio de bienes no
informacionales, 9) sectores primarios, 10) servicios
públicos (agua, gas y electricidad) y
11) construcción.
(9). Todas ellas se pueden conocer con suficiente
detalle en la bibliografía citada.
(10). Vid. MEUNIER y VOLLE (1.984). Un original
análisis en este sentido es el realizado por VOGE (1.984)
al concluir que el valor añadido de la producción
física por trabajador alcanzará su máximo
cuando la producción de la parte correspondiente a la
información represente el 50% de la producción
total de la economía. En esta situación, un aumento
de la productividad global no aumentaría, por tanto, la
producción real sino tan solo los costes de
información y organización que provocan
inflación.
(11). MARTIN SERRANO (1.989, pp. 204 y ss.).
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