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Economía de la Información: nuevas mercancías, nuevos objetos teóricos




Enviado por juantorres@uma.es



     

    1. Información y
      sistema productivo.
    2. Las
      mercancías informacionales. A macroeconomía de la
      información
      .
    3. Nuevos horizontes
      del análisis económico.
    4. Para
      añadir
    5. Notas.
    6. Bibliografía
      citada
      .

    Si hay un fenómeno sobre el que parece existir un
    acuerdo generalizado acerca de la magnitud de su impacto sobre
    las cuestiones económicas es el de la
    información.

    Sin embargo, no puede decirse que las teorías
    económicas, ni las más convencionales ni tan
    siquiera las más críticas con la inverosimilitud de
    los supuestos ortodoxos, ofrecen respuestas aceptables y
    aceptadas a los problemas que
    este nuevo fenómeno plantea a sus modelos de
    aprtida.

    En las páginas que siguen no pretendemos ofrecer
    una visión alternativa omnicomprensiva o definitiva a
    estas carencias sino, tan sólo, proponer, tras una
    evaluación crítica
    de las aportaciones teóricas en boga, algunos de los
    presupuestos
    que creemos necesario tener en cuenta para alcanzar una
    comprensión rigurosa de la incidencia de los
    fenómenos informacionales en el sistema
    económico.

    Nos parece que si se quieren comprender adecuadamente
    las mutaciones que estos fenómenos están generando
    en el tejido económico es preciso que previamente se
    perciba con acierto su propia naturaleza y
    que de ahí se deduzcan los elementos que resultan
    esenciales para analizar los nuevos problemas a los que se
    enfrenta el análisis económico así como
    la perspectiva analítica desde la que será
    más conveniente abordarlos.

    Información y
    sistema productivo.

    Hay multitud de razones que no es necesario traer
    aquí para comprender que los científicos sociales,
    y en especial los economistas, presten una inusitada atención a la información y la
    comunicación como parte integrante de las
    economías y las sociedades
    modernas.

    Las nuevas
    tecnologías que hacen posible la trascendencia
    creciente de los fenómenos informacionales se incorporan
    de forma casi inmediata a las organizaciones y
    procesos
    productivos, alteran la dinámica del empleo,
    modifican los ritmos de la productividad,
    provocan la aparición de nuevos bienes de
    consumo final
    e intermedio, modifican el diseño
    del sector de los servicios y
    dan lugar, en suma, a modificaciones profundas en la producción, en la distribución y en el consumo sociales
    (1).

    Todas estas circunstancias, ya bien conocidas y que
    ponen de manifiesto la extraordinaria presencia e impacto de la
    información y la comunicación en la sociedad y en
    las economías modernas, han permitido hablar de "sociedad
    de la información" (BELL), de "economía del conocimiento"
    (MACHLUP), de "economía de la información"(PORAT) o
    de un nuevo "hipersector de la información" (CASTILLA) y
    que se haya considerado al fenómeno de la
    información, junto al del desarrollo de
    las nuevas tecnologías que hacen posible su
    expansión, como un nuevo y específico ámbito
    en donde se definen y realizan una parte central de las estrategias
    productivas y sociales.

    Sin embargo, en la ya muy abundante literatura, lo frecuente no
    es encontrar un hilo teórico conductor que engarce todos
    estos fenómenos con la sistematización que
    sería de desear y que proporcione una perspectiva
    omnicomprensiva de las relaciones de todo tipo que se dan entre
    la información y el sistema productivo (2).

    A nuestro entender, son tres las causas de estas
    carencias del discurso
    teórico predominante:

    En primer lugar que su elemento catalizador es la
    asunción del fenómeno de la información como
    un fenómeno cuya vinculación con el orden
    productivo deriva exclusivamente de su base
    tecnológica.

    Con ello no se pretende minimizar dos hechos
    comprobables. Por una parte, las innovaciones tecnológicas
    conforman a partir de un cierto momento sistemas
    técnicos dominantes que disciplinan en buena medida el
    sentido de las siguientes innovaciones, implicando además
    notorias sinergias a las que el capital no
    puede dar la espalda. En el caso de las tecnologías de la
    información que se han configurado como tecnología central
    interviniendo en el resto de innovaciones el hecho es aún
    más evidente. Tampoco es causal el desarrollo que la
    economía en la rama investigadora relativa al "cambio
    técnico" ha adquirido en los últimos años
    (Rosenberg, Freeman, Nelson, Winter, Dosi, Coriat, Jacot,
    Albernathy, Katz,…).

    Se admite con demasiada frecuencia el automatismo entre
    innovación
    tecnológica y aplicación productiva y entre su
    aplicación productiva y la elevación de
    productividades en unos casos y su aceptación social en
    otros.

    Dos ejemplos pueden servir para cuestionar estas
    continuidades. El corolario de la aplicación productiva
    que incluso puede mejorar productividades no siempre es el
    desarrollo
    económico. Una innovación en el campo de la
    información no es una fuerza
    autónoma de desarrollo. Puede ser una fuerza de desarrollo
    para un pais si es compatible con la estructura
    productiva, recursos y
    consumos nacionales y si se seleccionan los subsistemas
    tecnológicos más suceptibles de autodesarrollo
    nacional.

    Otro ejemplo es que las disponibilidades
    tecnológicas no siempre encajan con las prácticas y
    usos sociales. La historia de varias
    tecnologías de la comunicación dirigidas a
    públicos especializados e incluso al gran público
    es una historia de sistemáticos aplazamientos en el
    lanzamiento comercial (videodisco) o de notorios retrasos y lenta
    implantación en determinadas áreas como Europa (cableado
    televisivo) e incluso en Estados Unidos
    (satélites
    de difusión directa). De ahi que haya sido preciso la
    introducción de algunas tecnologías
    intermedias (videojuegos,
    magnetoscopios), cambios en los modelos de servicios que mediaran
    en los aprendizajes colectivos (desreglamentación,
    introducción del ordenador en los sistemas productivos y
    en la escuela),
    sistemas de evaluación social de los usos de las
    tecnologías e iniciativas de apoyo público
    (videotex en Francia).

    – En segundo lugar, la dificultad que lleva consigo la
    obtención de los datos precisos
    para fundamentar empíricamente y de forma rigurosa las
    propuestas que se realizan. Circunstancia que viene producida no
    sólo por la escasez de
    información de base que suele caracterizar a la
    aparición de todo fenónemo social novedoso sino
    también, y sobre todo, porque la propia naturaleza del
    fenómeno informacional que se estudia hace poco
    útil la batería de datos disponibles y que fueron
    diseñados esencialmente para el
    conocimiento del ámbito de la "producci_n
    material".

    Si a ello se une la ausencia de una adecuada normalización estadística y de contabilidad
    nacional que permitiera disponer de magnitudes homogéneas
    de medición se comprenderá la
    dificultad que entraña la sustentación
    empírica de las propuestas teóricas relativas a
    estos nuevos fenómenos informacionales.

    – En tercer lugar, que ninguno de los sistemas
    teórico económicos al uso ha resuelto el encaje del
    ámbito informativo y comunicativo -un ámbito
    fundamentalmente inmaterial- en el corazón
    mismo de sus teorías del valor.

    Para el paradigma
    neoclásico es fácil evaluar el valor de la
    información mediante la identificación entre valor
    y aceptación del mercado
    vía precios y
    demanda. En
    todo caso, vista la heterogeneidad de las formas de
    información, ha tenido que recurrir a una lectura
    transversal del lugar de la información en el sistema
    económico para asignarle un hipotético "sector
    cuaternario" convertido en cajón de sastre y en el que se
    inscribirían toda clase de
    heterogéneas actividades vinculadas a la
    información pero que deja sin resolver dos cuestiones
    centrales. En primer lugar, la distinta naturaleza de unos y
    otros bienes y servicios informativos por su lugar en el tejido
    productivo o circulatorio del sistema y, en segundo lugar, la
    formación de nuevos valores
    reales.

    La teoría
    tradicional del valor-trabajo
    tampoco tiene resuelto el problema de la valorización de
    los bienes y servicios inmateriales. Aunque no haya
    obstáculos radicales a una redefinición adaptada de
    la teoría del valor a este ámbito -la
    información es capital-, conviene constatar la
    insuficiencia del criterio de tiempo de
    trabajo cuando los procesos de trabajo se complejizan en un
    triple sentido: la existencia de sistemas de máquinas
    que implican que buena parte del valor de los nuevos materiales
    producidos con ellos sean casi mera transferencia de valor de
    desgaste de aquellas, la emergencia de tipos de fuerza de trabajo
    supercualificada y no necesariamente vinculada a procesos de
    producción directa y, por último, la importancia
    económica y el caracter productivo de muchos valores
    añadidos inmateriales.

    Finalmente, y aún por obvio que resulte, es
    preciso constatar que la comprensión teórica de la
    información y de los cambios y efectos que produce su uso
    social se instala en una previa comprensión teórica
    del sistema económico y de ahí que la previa
    opción metodológica o ideológica genere
    inevitablemente diferentes enfoques, hipótesis y resultados.

    Los disturbios al conocimiento que pueda provocar esta
    última circunstancia son inevitables; por el contrario, la
    asunción de un enfoque que corrija el problema
    señalado en primer lugar hará posible un mejor
    conocimiento del problema y por ende facilitará el
    diseño de las nuevas fuentes
    estadísticas que resultan necesarias. De
    ahí que requiera un atención previa.

    Es preciso señalar, de modo un poco
    categórico, que ni el significado productivo de la
    información viene dado por la existencia de soportes
    tecnológicos más o menos complejos o eficientes ni
    el impacto en la estructura productiva de estas nuevas
    tecnologías es directamente asociable con dicho
    significado productivo.

    Las Nuevas Tecnologías de la Información
    no constituyen por sí mismas un elemento innovador del
    "status quo" productivo, ni pueden llegar a transformarlo por
    sí mismas. Por su propia naturaleza son "polivalentes y
    versátiles"(3). Afectan a la forma en que el sistema
    económico se estructura sólo y en virtud del uso
    social y productivo que de ellas se hace, pero no puede decirse
    que la innovación defina al sistema.

    Lo que resulta novedoso de las Nuevas Tecnologías
    de la Información es la mayor capacidad y eficacia que
    proporcionan en la creación, tratamiento y
    transmisión de información y conocimientos pero lo
    que resulta significativo para los sistemas productivos no es que
    simplemente exista esa operatividad multiplicada (la pura
    innovación tecnológica) sino el tipo de impacto que
    pueden producir a consecuencia de la naturaleza de su integración en el propio sistema
    productivo. Y ello depende esencialmente, no de la propia
    innovación, sino de la naturaleza y del estado de la
    economía en donde se aplica, de la naturaleza del
    contenido informativo que se incorpora al sistema productivo y
    del tipo de comunicación que se genera en la sociedad
    (TORRES 1.990).

    En las condiciones de implantación actuales, el
    entramado productivo vinculado a la información se
    configura hoy como una "industria
    industrializante" (DESTANNE de BERNIS, 1.966) que estimula nuevas
    demandas y convierte a la información en un factor
    regulador económico crecientemente decisivo.

    Y además de este efecto en el conjunto del
    entramado económico, las nuevas tecnologías de la
    información suponen el nacimiento o el reforzamiento de
    una serie de ramas económicas (electrónica, informática, telecomunicaciones) y de segmentos
    económicos especializados (desde la infografía al
    diseño por ordenador) productores de bienes y servicios
    finales, tanto productivos como de consumo, así como de
    nuevos servicios intermedios que cada vez son más
    importantes en el conjunto de la economía.

    Sucede, sin embargo, que como ha ocurrido otras veces en
    ciencias
    sociales, los cambios en un fenómeno histórico
    concreto se
    pueden interpretar como cambios en la sociedad completa,
    hipotecándose así su buen conocimiento y
    desnaturalizándose el análisis de sus consecuencias
    reales (4).

    De hecho, lo que caracteriza a las sociedades más
    desarrolladas no es que estén basadas en la
    información y en su transmisión
    (comunicación) puesto que no puede encontrarse estadio
    alguno de la civilización humana que no lo haya estado.
    Sí se caracterizan, sin embargo, por el modo en que son
    producidos, distribuídos y utilizados la
    información y el conocimiento, por el uso social y
    productivo que de ellos se viene realizando. Y de ahí, que
    la comprensión de los fenómenos a los que aludimos
    anteriormente no pueda basarse ni en la simple dimensión
    cuantitativa de la información y el conocimiento, ni en un
    análisis de las "tecnologías de la
    información" que no esté dirigido a detectar las
    mutaciones que se producen en los procesos de trabajo, de
    intercambio y de acumulación, en los mercados y en los
    niveles reales de satisfacción de las necesidades humanas
    que proporcionan los sistemas de comunicación
    establecidos.

    Por otra parte, el análisis económico ha
    de tener en cuenta que aún no estamos en una fase de
    generalización de la difusión de las nuevas
    tecnologías disponibles. Previamente será preciso
    que se despejen muchas incógnitas de la actual crisis
    económica estructural o de modelo de
    acumulación: la aparición de demandas solventes, el
    fin del desorden monetario y financiero, la formulación de
    estrategias activas de los estados y sobre todo la
    sustitución del modelo fordista de trabajo y
    acumulación por nuevos modelos de relaciones profesionales
    y sociales.

    Dicho de otro modo, hay una relación directa
    entre la crisis y los ritmos de implantación de las
    innovaciones tecnológicas. La crisis del modelo de
    acumulación determina las formas, el acceso, los ritmos de
    difusión y reparto de las innmovaciones a escalas
    nacionales e internacionales, a pesar de que éstas
    indudablemente inducen a un crecimiento del excedente (Le
    DIBERDER, 1.984).

    En consecuencia, entendemos que se deben diferenciar
    tres tipos de problemas relativos a la vinculación entre
    información y sistema productivo y, más
    particularmente, entre el desarrollo de las tecnologías
    que permiten un uso menos efímero, menos costoso y
    más eficaz de la información y la economía
    de mercado que conocemos:

    1. Las modificaciones que se pueden producir en el
    sistema productivo como consecuencia de la multiplicación,
    a menor coste y con mayor eficacia, de los flujos informacionales
    que hac n posible las nuevas tecnologías, así como
    las que se producen en esos flujos a causa de los cambios en el
    sistema productivo. Este problema demanda instrumentos de
    análisis que permitan conocer las propias mutaciones que
    se generan así como una revisión de los propios
    objetos problemáticos de la comprensión
    científica de los sistemas productivos.

    2. El papel que juegan la información y el
    conocimiento en los procesos de toma de
    decisiones, en las dinámicas de acumulación de
    capital y en los procesos de intercambio así como el
    impacto de las mercancías informacionales en las
    relaciones productivas de todo tipo. Esto requiere la conveniente
    asunción del fenómeno de la información por
    las teorías económicas que abordan los problemas
    del intercambio y de los sistemas de asignación
    establecidos.

    3. Los efectos y las condiciones en que se lleva a cabo
    el proceso de
    industrialización de la creación y
    transmisión social de información y de
    códigos de conformación de la conducta
    colectiva (comunicación y cultura). Se
    precisa, por tanto, un análisis de las condiciones en las
    que la información y la comunicación modifican el
    medio ambiente
    social en donde se reflejan y de donde se derivan, al mismo
    tiempo, los cambios que se producen en la
    economía.

    En las páginas que siguen, nos limitaremos a
    sintetizar algunas de las cuestiones más relevantes en
    relación con el primero de estos problemas (5). En primer
    lugar, analizaremos los estudios tendentes a cuantificar y
    analizar la magnitud de los cambios que la información ha
    generado en el sistema productivo y a continuación nos
    ocuparemos de esbozar los ámbitos problemáticos que
    debe abarcar el análisis macroeconómico que
    necesariamente ha de abordar ya la incidencia de la
    información y de las nuevas tecnologías de la
    información en los sistemas productivos.

    La macroeconomía de la
    información.

    El reconocimiento de los cada vez más voluminosos
    flujos de información existentes en las economías,
    el crecimiento de los intercambios que tienen como objeto bienes
    o servicios cuyo valor de cambio procede del conocimiento que
    proporcionan, el aumento de empleo y capitales en las actividades
    que los suministran y el reconocimiento de los mayores ritmos de
    crecimiento que se producen en las industrias que
    incorporan en mayor y más eficaz medida actividades
    informacionales ha dado lugar a un buen número de trabajos
    tendentes a analizar, desde una perspectiva
    macroeconómica, la naturaleza y el influjo de los nuevos
    fenómenos informacionales.

    Por lo general, todos estos análisis se limitan,
    como comprobaremos a continuación, a dimensionar y
    cuantificar las actividades económicas relacionadas con la
    producción y la distribución de información
    en las economías modernas, a determinar sus efectos sobre
    las variables
    estratégicas del sistema económico y a medir la
    magnitud de los flujos informacionales que circulan en la
    economía.

    Es decir, analizándolos "en relación con"
    los problemas tradicionalmente contemplados por la
    macroeconomía convencional pero sin proporcionar una
    comprensión de estos fenómenos como integrantes de
    nuevos problemas económicos y, por lo tanto, sin
    posibilidad de aportar alternativas de análisis que
    resulten novedosas y eficazmente explicativas.

    MACHLUP (1.962) calculó que las actividades
    directamente ligadas a lo que llamó la "economía
    del conocimiento" (educación, investigación, publicidad y
    medios de
    comunicación) representaban en 1.958 el 29% del P.N.B.
    y el 31% del total de la fuerza de trabajo. Más adelante,
    PORAT (1.977), LAMBERTON (1.977 y 1.982), JUSAWALLA y CHEAH
    (1.983), KOMATSUZAKI (1.984), RUBIN y HUBER (1.986), o
    ENGELBRECHT (1.986 a y b) entre otros, han realizado
    aproximaciones empíricas detalladas de la magnitud que
    representa la componente informacional de diversas
    economías (6).

    En general, estos análisis se fundamentan en la
    definición de lo que se denomina el "sector de la
    Información" o "la economía informacional", en
    donde se integran todas aquellas actividades económicas
    que tienen que ver con la información. Alteran, por lo
    tanto, la comprensión sectorial tradicional del
    análisis económico, toda vez que parten de
    reconocer que la aparición y difusión de nuevas
    tecnologías de la información permiten ahora
    distinguir en el sistema económico dos grandes
    ámbitos o sectores según estén o no
    relacionados con la información y/o el
    conocimiento.

    El concepto de
    sector de la información tiene su origen en el trabajo de
    PORAT (1.978) donde trató de definir y cuantificar lo que
    llamó la "information economy" para describir un tipo de
    sociedad donde la producción, el tratamiento y la
    transmisión de información constituyen la parte
    predominante de la actividad económica, frente a la
    tradicional producción y distribución de bienes y
    servicios materiales.

    El análisis de Machlup se había basado en
    la hipótesis de que
    el nivel de "informacionalización" de una economía
    depende de la naturaleza de los bienes producidos y ésta
    viene dada por el carácter de los factores utilizados, de
    forma que se podría conocer calculando el volumen de
    empleos ligados a actividades de información y por el de
    los capitales destinados a proporcionarla.

    Para PORAT, se trata de calcular el valor añadido
    que generan a la economía los "trabajadores de la
    información", siendo estos los que forman parte del sector
    que comprende las actividades de todos los individuos cuya
    función
    esencial es crear, manipular o transmitir
    información.

    Considerando que el elemento distintivo de las
    actividades productivas es la naturaleza del output, se
    incorporan a este sector de la información aquellas
    actividades cuyo output posee valor por la información que
    contiene.

    Así, es posible distinguir dos grandes
    ámbitos: las industrias informacionales y las no
    informacionales o de la producción material. Las primeras
    conforman el sector primario de la información que incluye
    las actividades de producción, tratamiento,
    distribución y venta de bienes o
    servicios de información (edición, servicios de asesoramiento,
    educación, servicios empresariales, banca, seguros,
    comunicación y cultura, …) así como las
    industrias que producen, distribuyen y venden los equipos o
    máquinas que resultan necesarios para las actividades
    anteriores (electrónica, informática).

    El resto de las industrias conforman la "industria no
    informacional" aunque en ellas pueden encontrarse, con
    carácter secundario respecto a la producción
    principal, empleos relacionados con las actividades de
    información y que conforman el Sector Secundario de la
    Información.

    El sector primario de la información puede ser
    cuantificado directamente (conociendo el valor añadido de
    las actividades en él incluidas y que puede obtenerse de
    los datos que proporcionan las Tablas Input-Output). Sin embargo,
    en el sector secundario el valor añadido de la
    información producida por las empresas
    está incluido en el valor de sus bienes o servicios no
    informacionales y de ahí que sea necesario utilizar
    indicadores
    indirectos (como los salarios de los
    trabajadores de la información o la amortización relativa a equipos
    informáticos) que sólo permiten su
    evaluación de forma muy aproximada (7).

    Un enfoque ligeramente distinto y que permite definir
    con más precisión el "sector de la
    información" consiste en añadir un item más
    en la estructura de las tablas Input-Output de manera que se
    pueda evaluar la actividad de producción de bienes o de
    servicios de información sin descomponer la estructura de
    relaciones intersectoriales en que se integra (8).

    En síntesis,
    estos tipos de evaluación cuantitativa consisten
    esencialmente en efectuar la medición del componente
    informacional de la economía distinguiendo en ésta
    a dos tipos de actividades productivas, la informacional y la
    material, y definiendo posteriormente los criterios que permitan
    reconocer empíricamente las fases desmaterializadas de la
    producción para proceder a su
    agregación.

    De esta forma, y con resultados naturalmente diversos en
    función de las definiciones y criterios adoptados
    así como de las distintas metodologías de cálculo
    que es posible utilizar (9), se pueden obtener conclusiones no
    sólo sobre la magnitud misma del sector y del
    fenómeno de la información en la economía
    sino también sobre otros aspectos de relevancia para el
    análisis macroeconómico y entre los que cabe
    destacar los siguientes:

    1. Rasgos estructurales del sector de la
    información definido -empleo, productividad, valor
    añadido, dotación de capitales y tendencias de
    crecimiento-.

    2. Naturaleza de los flujos inter e intrasectoriales
    de la producción material e informacional. JONSCHER
    (1.983 y 1.984), por ejemplo, ha evaluado estos flujos para la
    economía estadounidense de manera que es posible
    comprobar el origen y el destino de ambas, deducir la
    diversidad de ritmos de crecimiento de los sectores, el destino
    principal de la producción final sectorial y hasta
    qué punto el sector de la información
    actúa como demandante de bienes producidos por el sector
    de la producción material o como inductor de su
    crecimiento o ralentización.

    3. Igualmente, puede llevarse a cabo la
    reformulación de las funciones de
    producción, una vez que quedan incorporadas las
    actividades de información, lo que hace posible predecir
    el comportamiento a largo plazo de variables como
    el empleo global, la inflación, el saldo exterior o la
    propia evolución del P.I.B. como consecuencia de
    las modificaciones producidas en la magnitud o en la
    orientación de los flujos de producción
    informacional (10).

    La disponibilidad de resultados acerca de estas
    cuestiones comporta, sin duda, una contribución importante
    al conocimiento de las modificaciones que se producen en las
    economías como consecuencia del incremento de las
    disponiblidades de información y del mayor flujo de
    informaciones que hace posible la aplicación de
    infraestructuras tecnológicas cada vez más
    eficientes.

    Sin embargo, es preciso destacar algunas de las
    limitaciones más relevantes de estos análisis
    así como las carencias teóricas y
    metodológicas que en nuestra opinión reducen en
    buena medida sus posibilidades de interpretar correctamente la
    naturaleza de los cambios que se operan en el sistema
    productivo.

    Se pueden diferenciar aquellas que hacen referencia a
    las propias técnicas
    utilizadas de las relativas a la comprensión
    metodológica del fenómeno de la información
    y de los aspectos que son relevantes para la modificación
    de las pautas productivas.

    Entre las primeras cabe destacar la disimilitud en las
    definiciones de los contenidos informacionales de las actividades
    económicas y la diversidad de parámetros utilizados
    para cuantificarlas.

    Como es natural, ello no sólo dificulta la
    realización de comparaciones, al no disponer de
    categorías y magnitudes homogéneas, sino que, sobre
    todo, no permiten reconocer de forma rigurosa las componentes del
    fenómeno que se trata de estudiar, lo que hace imposible
    garantizar la precisión de las relaciones de causa-efecto
    que se trata de mostrar.

    En todo caso, una asunción institucional
    internacional de un modelo normalizado único, tal como lo
    intenta la OCDE (1.981), permitiría establecer un cierto
    nivel de comparaciones de utilidad.

    En relación con la percepción
    teórico metodológica que llevan consigo este tipo
    de análisis su principal problema es que se fundamentan en
    el supuesto de que todas las actividades económicas
    relacionadas con cualquier estadio del uso productivo de la
    información son homogéneas. Ello va inevitablemente
    implícito en su adscripción a un único y
    nuevo sector económico.

    Sin embargo, es obvio que la naturaleza real de
    cualquier actividad productiva no resulta modificada
    necesariamente por el hecho de estar vinculada, de alguna forma,
    con el fenómeno de la información. Aquella depende,
    como es sabido, del caracter que tenga la formación de
    valores, de la división del trabajo que se genera, de la
    naturaleza del intercambio a que dan lugar, de la
    conformación de sus mercados o de la especificidad del
    proceso de formación de capitales.

    El hecho de que la industria de equipamiento
    informático y la producción de programas
    audiovisuales, por ejemplo, sean actividades claramente
    vinculadas con la información no permite afirmar que
    conformen procesos productivos semejantes y, por lo tanto,
    suceptibles de quedar adscritos a un idéntico sector
    económico, esto es a un grupo de
    actividades económicas que deben tener en común los
    rasgos antes señalados.

    Como se advertirá, este planteamiento cuestiona
    el concepto, de moda ahora en
    España,
    de "hipersector de la información" (CASTILLA, 1.989;
    TIMOTEO 1.989) en el que informática, telecomunicaciones y
    medios de
    comunicación formarían un todo único y
    apenas diferenciado. Otra cosa serían los intentos de
    realizar aproximaciones transversales a estas temáticas;
    por ejemplo, al estudio de las redes de comunicaciones
    que afectarían a las distintas actividades.

    Asimismo, parece incorrecta una aproximación al
    tema indiferenciando los empleos de información
    generadores de valor añadido -sean industriales o de
    servicios- con algunos servicios variados (desde funcionarios a
    médicos) en los que aparte de un intercambio de rentas es,
    al menos, muy discutible que haya generación de
    valores.

    Si bien esta adscripción pudiera ser admisible
    con el fin de realizar evaluaciones aproximativas del conjunto de
    actividades informacionales que se desarrollan en la
    economía, no es aceptable, por el contrario, admitir que
    momentos productivos tan diversos o actividades tan diferenciadas
    sean consideradas como expresión de un mismo
    fenómeno. Como tampoco debe ser aceptable que toda
    actividad informacional genere un idéntico producto
    informativo y que pueda ser reducido a una misma unidad de
    medición.

    Dicho de otra manera, es como si la física estuviera
    sustituyendo a la economía, ciencia en la
    que lo relevante en este aspecto es que la naturaleza de los
    outputs está marcada por el origen y destino de la
    información, el lugar en la producción y el tipo de
    consumo que generan. Algunos analistas identifican las nuevas
    tecnologías y productos con
    cosas, objetos o artilugios, sin ubicarlos en el sistema
    económico y social: la economía no debe contemplar
    a un ordenador como un objeto sino como una mercancia que
    comporta una relación social que o modifica la
    organización del trabajo en la que se inserta o
    modifica las pautas de consumo informativo o cultural.

    Por ello, que las conclusiones que puede sostener un
    análisis generalizador como el descrito sobre los cambios
    en el sistema productivo cabe considerarlas desfiguradas o, al
    menos, al margen de los factores reales que los producen. Dan
    lugar, o se sostienen, en una confusión entre la
    naturaleza de los cambios que produce una modificación en
    la estructura del capital como consecuencia de la
    incorporación de nuevos soportes tecnológicos o de
    nuevos materiales en los sistemas de comunicación y los
    cambios productivos y de toda clase que pueden generar los nuevos
    usos de la información que éstos permiten. Cambios
    que son bien diferentes por la naturaleza completamente distinta
    de los fenómenos que los producen.

    La mutación real en el sistema productivo deriva
    de que estos nuevos sistemas de comunicación, o la
    innovación en las tecnologías de la
    información, si se quiere, hacen posibles y dan lugar a
    nuevos contenidos de la información, a nuevas formas de
    acceder a ella y a diferentes posibilidades de uso social y
    productivo. Es decir, a nuevos procesos de trabajo y
    valorización, a diferentes formas de llevar a cabo los
    intercambios, a una modificación en la propia morfología
    de los mercados y a la disponibilidad de nuevos productos o
    servicios que modifican las pautas de producción consumo
    sociales.

    Por lo tanto, para precisar con rigor el origen, la
    naturaleza y las consecuencias del impacto "informacional" en el
    sistema económico (y si se quiere atender a los cambios
    cualitativos que produce en éste más que a la mera
    dimensión cuantitativa de sus muy diferentes
    órdenes productivos) deben evaluarse, en nuestra
    opinión, los nuevos tipos de información, las
    nuevas formas de su transmisión y las condiciones de su
    uso productivo.

    Es decir, por una parte, debe evaluarse qué nuevo
    tipo de producto social resulta ser la información que es
    producida, distribuída y utilizada en las condiciones
    señaladas, qué tipo de relaciones sociales genera y
    qué posibles usos de ella son posibles en unas condiciones
    de apropiación e intercambio dadas.

    Por otra parte, el análisis económico debe
    redefinir el propio planteamiento de los problemas
    económicos significativos de forma que los
    fenómenos informacionales y las relaciones sociales de
    todo tipo que conllevan sean reconocidos como integrantes que son
    de todos ellos.

    Las mercancías
    informacionales.

    Si bien la información posee siempre valor de uso
    y a veces, y aún sin intermedio de las nuevas
    tecnologías, valor de cambio, su caracter mercantil viene
    dado por la posibilidades de distribución masiva y, por lo
    tanto, de organización social de los intercambios que
    facilitan los nuevos sistemas de comunicación y
    transmisión de la información.

    La distribución masiva y la versatilidad con que
    se puede dar continente o "empaquetar" a los flujos
    informacionales de manera que sea posible la expresión
    singular y medible de su valor de cambio es lo que permite hablar
    de mercancias informacionales, es decir de ciertos bienes o
    servicios de información que se producen para ser
    intercambiados en un mercado determinado.

    Así, la información deja de ser un
    componente más bien innacesible a los modelos
    teóricos o simplemente un recurso precioso pero
    difícil de rentabilizar por las limitaciones de todo tipo
    con que se puede efectuar su intercambio para entrar
    irremediablemente en el universo de
    las mercancías. Es decir, en el universo de lo
    productivo y en el universo, por lo tanto, de las relaciones
    económicas y sociales.

    El carácter mercantil que alcanza a tener todo
    flujo informacional modifica los procesos de producción,
    de manipulación, almacenamiento,
    transmisión y/o recepción del conocimiento, de los
    códigos o los datos que se llevan a cabo en la generalidad
    de los procesos productivos y, a su vez, hace posible que
    aparezca un abanico de nuevas ramas y segmentos productivos
    diferenciados de los traidicionales.

    Estas mercancias informacionales (como cualquiera otras)
    no sólo facilitan la disposición de nuevos
    productos (finales o intermedios, de consumo productivo o
    improductivo) y añaden un nuevo valor a aquellos procesos
    en los que se incorporan sino que además comportan un
    específico tipo de práctica social en
    relación con la información.

    De ahí que se puedan distinguir tres tipos de
    efectos de la mercantilización del uso social de la
    información:

    1. la modificación de las prácticas
    productivas, de dis- tribución y de consumo de otras
    actividades econó- micas.

    2. la aparición de nuevas actividades
    económicas.

    3. la sobredeterminación de las relaciones
    sociales respecto al uso concreto de los recursos informaciona-
    les en los ámbitos productivos.

    1. Las modificaciones que se producen en las
    prácticas productivas como consecuencia de la
    generalización de los intercambios mercantiles
    informacionales se originan gracias a que el uso productivo de la
    información tiene un desarrollo transversal en toda la
    economía. La posibilidad de valorizar los intercambios de
    información permite añadir un nuevo elemento,
    materializable y medible, a cualquier proceso de
    producción de valores que incorpore recursos
    informacionales.

    Desde una perspectiva crítica sería
    posible una aproximación a la medición del valor de
    la producción informativa por más que ésta
    tenga una forma inmaterial. Es viable una aplicación
    particular de los criterios utilizados en otros trabajos (ZALLO
    1.988) para la evaluación de la más compleja forma
    de trabajo, el trabajo cultural, el trabajo creativo no
    sólo de información sino también de imágenes,
    ideas, formas y símbolos y que corregían en parte el
    valioso análisis del comunicólogo Abraham MOLES
    (1.982).

    Dando por buena esta extrapolación de un tipo de
    trabajo muy cualificado al mundo de la generación de
    información, un mundo de trabajos muy cualificados, no
    tiene excesiva complicación considerar el valor de los
    materiales empleados.

    Más complicada parece la determinación del
    valor del tiempo de trabajo empleado. Aqui cabría
    considerar el "tiempo de ideación" (tiempo de
    gestación seguida de un tiempo de formulación), por
    una parte, y el "tiempo de moldeado", de acabado, de
    formulación inteligible, por otra. Estos tiempos son
    más o menos estimables, predecibles para una complejidad
    media que remite al conocimiento medio de un oficio cualificado.
    Con todo, estos tiempos serán distintos si se introduce la
    variable "complejidad" en los problemas abordados y que
    dificilmente son reducibles -como lo hacía MARX– a una
    formación recibida y acumulada y que comportaba unos
    costes sociales previos y estimables. Parece oportuno introducir
    un nuevo componente que remite a factores sociales y de
    índole personal,
    expresable en un aprovechamiento particular y original más
    allá de lo normalmente exigible. A este factor lo
    denominamos "excedente de complejidad".

    Aunque la extensión de las redes de
    transmisión y distribución de información
    (la generalización de su caracter mercancia) permite
    afirmar que su uso productivo está extendiéndose en
    todas las actividades económicas, con ciertas
    desigualdades, es evidente que las condiciones en que se
    incorporan los recursos informacionales no son idénticas
    en todo proceso de producción de bienes o
    servicios.

    Por ello, es preciso que el análisis de los
    flujos mercantiles de información se oriente a analizar
    las diferentes formas en que se incorporan como valor a las
    mismas.

    Es necesario conocer el origen y el destino de la
    información incorporada a los diversos procesos
    productivos, en qué ambitos se genera, en qué
    condiciones se distribuye y qué elementos condicionan su
    demanda, en qué medida transforma los usos productivos de
    la actividad en que se incorpora y a qué tipo de actividad
    final se destina.

    Igualmente, ha de analizarse el lugar que los flujos
    mercantiles informacionales ocupan en la producción,
    qué valor añaden y en qué forma modifican
    los procesos de valorización tradicionales, cómo
    afectan a la organización de los procesos de trabajo y en
    qué medida afectan a la generación de rentas y a la
    distribución de las mismas.

    Por último, deben conocerse el tipo de consumo a
    que dan lugar, los tipos de productos a cuya obtención
    contribuye y la modificación que la presencia de valores
    informacionales de hecho genera en la conformación de los
    mercados.

    Un caso bastará para ejemplificar lo dicho. La
    informática doméstica no presenta diferencias
    técnicas cualitativas con la informática al uso en
    las empresas. Sin embargo, su inserción en el espacio
    doméstico, su aceptación, no se hace fuera de las
    lógicas al uso de otros bienes y servicios culturales que
    han conformado las prácticas sociales. La
    multifuncionalidad de la informática doméstica
    (juego,
    aprendizaje,
    utilidad práctica del tratamiento de texto,
    gestión
    familiar,…) es el argumento de venta de una actividad que se
    comporta crecientemente como una lógica
    editorial de venta de soportes (libros,
    discos,..) que ha tenido continuidad en el video (acudir a
    alquilar o adquirir imágenes en el video club) y ha sido
    preparada por el videojuego. Tras el equipamiento
    informático se trata de trasladar la demanda a un software renovable en la
    medida en que surjan programas más completos.

    2. Por su parte, el análisis de la naturaleza de
    las nuevas actividades productivas que, como los nuevos servicios
    de información y comunicación, presentan caracteres
    difícilmente homologables con las actividades
    económicas tradicionales, e incluso con otras industrias
    de la comunicación y/o la cultura, debe abordar,
    esencialmente, tres cuestiones relevantes: las formas de la
    producción (naturaleza de los procesos de gestión
    del trabajo y tipo de vinculación con otras cadenas
    productivas), características de los ámbitos del
    intercambio (especificidad de los mercados, estrategias de
    rentabilización, aleatoriedad de la realización y
    estructuras de
    distribución) y tipo de consumo que genera (alcance de la
    interactividad y condiciones de accesibilidad).

    En este último aspecto, los fenómenos a
    que dan lugar unas y otras actividades son bien distintas.
    Así, los satélites de difusión directa son
    utilizables tanto para información empresarial o
    profesional, telefonía, bases de datos o
    comunicaciones militares como para la
    televisión. Y lo mismo cabe decir de las redes, ya
    estén orientadas a la valorización empresarial de
    la información (RNIS, VAN), o doblemente a un uso
    empresarial/profesional, o doméstico (videotex), o a los
    múltiples usos de las redes cableadas localmente
    (información criptada para las empresas,
    información o televisión
    para uso doméstico de los abonados…). Y de ahí,
    la inutilidad de un enfoque centralmente homogeneizador
    tecnologista.

    Las nuevas actividades dirigidas al uso cultural en los
    mercados de consumo de la información y la
    comunicación -como el teletexto, el videotex
    doméstico, la televisión por satélite, el cableado
    doméstico- heredan por un lado una parte de las formas
    tradicionales de valorización culturales y, al mismo
    tiempo, están introduciendo nuevas formas de
    valorización. Así sucede, por ejemplo, con el
    sistema de abonado para enlazar una red nacional o
    internacional de televisión o una red local distribuidora que
    engarzan con una forma peculiar de economía del contador
    (MIEGE 1.989) o con la particular combinación que se da en
    el videotex doméstico entre la gestión de stocks
    informáticos de una base de datos
    normal con un uso telecomunicativo entre usuarios y la solicitud
    de informaciones prácticas (antes propias de la prensa).

    3. Finalmente, debe considerarse, como se dijo, que el
    caracter mercantil que adquiere el uso de los recursos
    informacionales implica su sometimiento inevitable a las leyes que
    gobiernan la producción y realización general de
    las mercancías.

    Puesto que las mercancías informacionales se
    producen para el cambio, para conocer los efectos de todo tipo
    que generan los intercambios de información deben
    conocerse las condiciones concretas de su realización y
    para ello es singularmente significativa la naturaleza del
    sistema de apropiación que es siempre preciso para que
    pueda llevarse a cabo. Y de ahí, que una derivación
    necesaria del análisis teórico de los
    fenómenos informacionales sea la consideración del
    marco institucional en el que se definen las condiciones de
    acceso a las fuentes de producción, la regulación a
    que están sometidas la distribución y la
    realización así como las estrategias de
    apropiación que predominan.

    Nuevos horizontes del análisis
    económ
    ico.

    El análisis económico debe replantearse la
    definición de sus propios objetos problemáticos
    cuando quiera llevar a cabo una percepción rigurosa -y por
    lo tanto necesariamente omnicomprensiva- de las condiciones en
    que se desenvuelven los hechos económicos
    contemporáneos que se ven afectados por la
    multiplicación de intercambios mercantiles
    informacionales.

    El que no todos estos fenómenos estén
    definidos socialmente con precisión impide proporcionar
    respuestas definitivas a estos necesarios replanteamientos del
    análisis económico pero se pueden adelantar, sin
    embargo, algunas de las cuestiones relevantes que ha de
    reconsiderar un enfoque de la estructura y la dinámica
    productivas tradicionalmente asentado en los flujos "materiales"
    y ajeno a los informacionales.

    Entre ellas nos parece que cabe destacar las
    siguientes;

    1. La redefinición de las propias variables del
    análisis macroeconómico de forma que sea posible
    incorporar la dimensión cuantitativa de las diferentes
    actividades y segmentos productivos informacionales.

    2. La reconsideración de la comprensión
    teórica de los procesos de acumulación y crecimiento
    económico que haga posible percibir las
    modificaciones en la estructuración de las actividades
    productivas tradicionales y que capte los modelos productivos
    diferenciados a que dan lugar los intercambios
    informacionales.

    3. La reorientación del enfoque tradicional del
    comercio y
    el intercambio para contemplar los flujos de datos y la
    transferencia de información así como los
    procesos de asignación de recursos informacionales como
    integrantes -y muy posiblemente como determinantes- de los
    procesos de intercambios reales que se dan en las
    economías.

    4. La reformulación del análisis de los
    mercados para poder
    considerar la incidencia de la organización social
    existente para la producción y distribución de
    información como condicionante de su constitución morfológica y de los
    grados de eficiencia y
    satisfacción de las demandas que en ellos se
    alcanzan.

    5. Reconsideración de la propia
    problemática de la distribución teniendo en
    cuenta que la naturaleza de los procesos de
    transformación de información y las condiciones
    de acceso a su uso social y productivo condicionan
    -quizá de forma aún más significativa que
    la producción material- la dimensión distributiva
    de las economías modernas y que el grado de
    disponibilidad de recursos informacionales constituye en
    éstas una expresión más inmediata y
    trascendental del bienestar colectivo.

    En definitiva, debería tratarse de situar los
    fenómenos informacionales en un contexto
    problemático adecuado que permita comprobar hasta
    qué punto y en qué medida inciden sobre la
    satisfacción de las necesidades humanas y el bienestar
    social, entendiendo éste no como el resultado del
    establecimiento de hipótesis formales sino como
    expresión real de las situaciones sociales.

    Se trata, en suma, de apreciar los resultados de estos
    fenómenos en el espejo de las realidades que desencadena
    un uso social específico de la información y la
    comunicación y no de derivarlos, como ha advertido con
    acierto MARTIN SERRANO (11), de una nueva lectura del viejo
    mito
    prometeico.

    Para
    añadir

    También a nivel microeconómico cabe
    plantearse algunas problemáticas sobre el lugar de la
    información y su tecnología en el análisis
    económico. Hoy, algunos de los paradigmas
    tóricos neoclásicos están puestos en
    cuestión (inapropiabilidad, indivisibilidad,
    incertidumbre, predicibilidad, eficiencia, flexibilidad,
    rendimientos decrecientes,…) al tiempo que se sustituyen los de
    apropiablidad, oportunidad y acumulación (Cimoli y Dosi),
    se apunta la posibilidad de rendimientos crecientes (Foray 1.990
    y se apuesta por un análisis dinámico en el que se
    toman en consideración en lo relativo a la
    consideración y a la difusión tecnológicas
    factores contextuales (grado de extensión del
    aprenbdizaje, complementariedades tecnbolgógicas,
    externalidad de cada red -número de ususarios por ejemplo-
    decisiones de la administración
    Pública, normas de
    evaluación, dominancia internacional.)

    En este último sentido, no conviene perder de
    vista que la selección
    tecnológica está vionculada por un lado a las
    potencialidades de las opciones tecnológicas para
    reproducir el sistema económico y, por otro lado, a su
    encvaje en el modelo acumulativo imperante, aun cuando a largo
    plazo pueda favorecer sus sustitución por otro más
    ajustado.

    Globalmente y partiendo de la continuidad
    histórica de las invenciones y la discontinuidad de las
    innovaciones, cabe ubicar éstas como un producto de la
    lógica de acumulación del capital, la lógica
    del cambiot técnico y la lógica de las necesidades
    y usos, lo que explica que entre invemción,
    innovación y uso puede haber distancias enormes que nos e
    resuelven poor un sistema de elecciones tecnológicas
    tempranas sino poor procesos de saustitución
    históricos que priorizan la funcionalidad a la calidad en
    sí de las tecnologías.

    Es así bastante difícil encontrar una
    serie de rasgos únicos caracterizando a las innovaciones o
    a la propia información. El contexto de usos y no el puro
    desarrollo tecnológico explican, por ejemplo, que la vieja
    tecnología del cable se retoime para televisión y
    que desmienta la tesis del autodesarrollo de una única
    tecnología. O que no siempre las tecnologías se
    sustituyen unas a otras sino que se recolocan en el espacio
    productivo y de consumo. por ejemplo, a pesar de la revolución
    televisiva tanto la radio como el
    cine han
    encontrado vías para su autodesarrollo (la radio como
    complemento, el cine sala como ensayo de
    aceptaciones y su inserción directa como programa
    preferente en televisión). Eso sí, reajustando su
    función social. O que determinadas innovaciones ( energía
    nuclear, por ejemplo) se verán desplazadas por
    factores ajenos a la tecnología en sí y a su
    rentabilidad.

    NOTAS.

    (1). La bibliografía sobre este tipo de impactos es
    ya muy abundante; pueden encontrase análisis, datos y
    referencias bibliográficas desde diferentes perspectivas
    en JONSCHER (1.983 y 1.984), O.C.D.E. (1.981, 1.986 y 1.988),
    UNESCO (1.984) y VOGE (1.984).

    (2). William H. MELODY (1.988, p. 66) llega aún
    más lejos en esta apreciación cuando afirma que "el
    tema de la sociedad de la información ha absorbido la
    imaginación de tecnólogos, sociólogos y,
    más recientemente, del gran público. Rara vez en
    nuestra historia ha atraído un tema tanta atención
    y generado tantos volúmenes de literatura produciendo al
    mismo tiempo tan escasa profundidad crítica y
    comprensión de sus auténticas implicaciones a largo
    plazo".

    (3). ZALLO (1.989), p. 168

    (4). ZALLO, (1.988), pp. 7-9.

    (5). Una visión introductoria del debate sobre
    estos tres problemas en TORRES (1.987, 1.989, 1.990) y ZALLO
    (1.988, 1989).

    (6). Un análisis de conjunto de estas
    aportaciones en NASS (1.987) y WILLIAMS (1.988).

    (7). KOMATSUZAKI (1.984), p.39 y ss.

    (8). Como es natural, esta posibilidad depende de la
    definición previa realizada de los "grupos de
    industrias", del grado posible de desagregación que
    permitan los datos estadísticos disponibles y de la
    posibilidad de evaluar estadísticamente el alcance de los
    conceptos de bienes y servicios de información previamente
    establecidos. Por demás, esta alternativa dificulta
    notablemente las comparaciones entre los resultados obtenidos en
    diferentes paises. JUSSAWALLA y CHEAH (1.983), han aplicado este
    método a
    la información que contienen las Tablas Input-Output de
    Singapur y han reclasificado éstas estableciendo los
    siguientes grupos de actividades económicas: 1)
    producción de bienes de información, 2)
    producción y distribución de "hardware", 3)
    producción, procesamiento y distribución de
    servicios de información, 4) comercio (intercambio de
    bienes de información), 5) infraestructura de
    información, 6) producción de bienes no
    informacionales, 7) producción de servicios no
    informacionales, 8) comercio (intercambio de bienes no
    informacionales, 9) sectores primarios, 10) servicios
    públicos (agua, gas y electricidad) y
    11) construcción.

    (9). Todas ellas se pueden conocer con suficiente
    detalle en la bibliografía citada.

    (10). Vid. MEUNIER y VOLLE (1.984). Un original
    análisis en este sentido es el realizado por VOGE (1.984)
    al concluir que el valor añadido de la producción
    física por trabajador alcanzará su máximo
    cuando la producción de la parte correspondiente a la
    información represente el 50% de la producción
    total de la economía. En esta situación, un aumento
    de la productividad global no aumentaría, por tanto, la
    producción real sino tan solo los costes de
    información y organización que provocan
    inflación.

    (11). MARTIN SERRANO (1.989, pp. 204 y ss.).

    BIBLIOGRAFIA
    CITADA.

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    Juan Torres López

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