3. ¿Es sostenible
el procomún?
4. ¿Por qué
deberíamos preocuparnos?
5. Una infraestructura
básica común
Este artículo define las características
institucionales y normativas del procomún, y explica por
qué son sostenibles bajo muchas circunstancias. Explica
por qué mantener una infraestructura común
básica para la producción y el intercambio de información en todo el ámbito
informacional es importante tanto para la democracia
como para la libertad
individual. Se concluye apuntando una serie de acciones
políticas prácticas necesarias para
construir dicha infraestructura básica
común.
El procomún
son espacios institucionales en los que podemos practicar
un tipo particular de libertad: libertad respecto a las
restricciones que aceptamos normalmente como precondiciones
necesarias para el funcionamiento de los mercados.
Aunque a menudo pensamos en los «mercados
libres» como espacios que permiten la libre
elección, de hecho se trata de relaciones estructuradas
que tienen la intención de resaltar un dato particular: la
buena voluntad comparativa y la habilidad de los agentes para
pagar dinero a
cambio de
recursos.
Las restricciones más importantes a la que
están sometidas los mercados son aquellas a las que
usualmente llamamos propiedad. La
propiedad es un conjunto de reglas de fondo que
determinan:
qué recursos tiene cada uno de nosotros cuando
establecemos relaciones con otros;
qué nos permite hacer la
«posesión» o la «carencia» de un
recurso en relación con los recursos implicados en la
relación.
Estas reglas imponen restricciones sobre quién
puede hacer qué en el dominio de
acciones que requieren el acceso a recursos sujetos al derecho de
propiedad.
Si bien es una condición previa necesaria para
los mercados, el derecho de propiedad significa que las mismas
opciones que existen en los mercados no están libres de
restricciones, sino que por el contrario están
restringidas dentro de un determinado patrón.
El procomún son espacios institucionales en los
que los agentes humanos pueden actuar libres de las restricciones
específicas requeridas por los mercados.
Esto no significa que el procomún sea un espacio
anárquico. La acción
libre pura es ilusoria.
Significa que los individuos y los grupos pueden
usar recursos gobernados por tipos de restricciones diferentes de
las impuestas por el derecho de propiedad. Estas restricciones
pueden ser sociales, físicas o normativas. Pueden hacer
que los individuos sean más o menos libres, en cierto
sentido agregado, que lo que permiten las reglas de propiedad.
Que el procomún potencie de hecho la libertad o la
dañe depende pues de cómo esté estructurado
ese procomún y de cómo se hayan estructurado los
derechos de
propiedad del recurso en la ausencia de
procomún.
El procomún es un tipo particular de
ordenación institucional para gobernar el uso y la
disposición de los recursos. Su característica
prominente, que la define en contraposición a la
propiedad, es que ninguna persona
individual tiene un control exclusivo
sobre el uso y la disposición de cualquier recurso
particular. En cambio, los recursos gobernados por
procomún pueden ser usados por, o estar a
disposición de, cualquiera que forme parte de un cierto
número de personas (más o menos bien definido),
bajo unas reglas que pueden abarcar desde «todo vale»
a reglas formales finamente articuladas y cuyo respeto se impone
con efectividad.
El procomún puede dividirse en cuatro tipos
basándose en dos parámetros:
El primer parámetro es si está abierto a
cualquiera o solamente a un grupo
definido. Los océanos, el aire y las
redes de
autopistas son ejemplos claros de procomún abierto.
Diversas ordenaciones tradicionales de pastos o de zonas de riego
son ejemplos clásicos, descritos por Eleanor Ostrom, de
procomún de acceso limitado, en las que el acceso
está limitado sólo a los miembros del pueblo o la
asociación que «posee» de forma colectiva
algunas tierras de pastoreo o sistemas de
regadío definidos. Éstas pueden mejor considerarse
expresiones de regímenes de propiedad común, en vez
de procomún, ya que se comportan como propiedad de cara a
todo el mundo excepto para los miembros del grupo que en conjunto
los tiene en común.
El segundo parámetro es si un sistema de
procomún está regulado o desregulado.
Prácticamente todos los regímenes de propiedad en
procomún limitado estudiados están regulados por
reglas más o menos elaboradas algunas formales,
algunas sociales o convencionales que gobiernan el uso
de los recursos. Por otra parte, el procomún abierto
varía mucho según los casos. Algunos tipos de
procomún no están regulados en absoluto y se les
llama procomún de acceso abierto. Cualquiera puede usar
los recursos de este tipo de procomún a voluntad y sin
pagar. El aire es de esta clase de
recursos con respecto a la toma de aire (respiración, alimentación de una
turbina). El aire es, sin embargo, un procomún regulado en
lo que se refiere a la expulsión. Para los seres humanos
individuales la respiración está ligeramente
regulada por convenciones sociales: uno no se pone a respirar con
mucha fuerza delante
de la cara de otro ser humano a menos que se vea forzado a ello.
El aire es un procomún mucho más regulado en la
exhalación industrial bajo la forma de controles
de polución. Las áreas de procomún con
más éxito y
obviamente más reguladas en el panorama actual son las
aceras, las calles, las carreteras, y las autopistas que cubren
nuestra tierra y
forman el fundamento de nuestra capacidad para desplazarnos de un
lugar a otro. El recurso más importante que gobernamos
como procomún abierto, sin el cual la humanidad no
podría concebirse, es todo el
conocimiento y la cultura
previos al siglo XX, la mayoría del conocimiento
científico de la primera mitad del siglo XX, y mucha
de la ciencia y
el aprendizaje
académico contemporáneos.
3. ¿Es sostenible el
procomún?
A finales de los años 60 del pasado siglo Garrett
Hardin acuñó una metáfora inmensamente
efectiva, «la tragedia del
procomún»3.
Aunque originalmente pretendía explicar por qué los
incentivos
privados llevarían a las empresas a
contaminar su entorno incluso en contra de sus propios intereses
a largo plazo y por lo tanto justificarían los controles
de polución, la metáfora tomó vida propia.
Vino a convertirse en la aseveración de que cualquier tipo
de procomún es trágico y de que los derechos de
propiedad son una condición previa necesaria para una
gestión
de recursos eficiente, o incluso sostenible. En los
últimos veinte años hemos visto el desarrollo de
una literatura que
se cuestiona esta visión hasta ahora estándar del
procomún. Este esfuerzo ha llegado a cristalizar de forma
muy nítida en el trabajo de
Eleanor Ostrom. Una revista y
un ensayo
bibliográfico recientes de Hess y Ostrom proporcionan una
descripción general excelente de esta
literatura. El quid de casi todo este trabajo es que
hay ciertas circunstancias bajo las cuales los regímenes
de propiedad común son sostenibles y posiblemente bastante
más eficientes que los regímenes de propiedad
individual.
De forma más general, puede decirse que el
procomún y la propiedad existen en un espectro de
ordenaciones institucionales. Que en este espectro un sistema de
gestión de recursos sea más o menos sostenible y
eficiente depende de las características
tecnológicas del recurso y de los patrones de su uso en
cualquier momento histórico dado. Carol Rose
identificó muy pronto que los recursos que tienen retornos
crecientes en el lado de la demanda, como
la externalización de redes, son candidatos especialmente
buenos para ser procomún. Ella utilizó este
concepto para
sugerir por qué las carreteras y los canales, medios
clásicos para el comercio,
tendían a gravitar hacia modelos de
procomún incluso si habían nacido como propiedad
privada. Ellickson describió un fenómeno respecto a
la tierra de
labor, según el cual el tamaño del grupo de
propietarios de uno a muchos es una función
del uso de la tierra y de los probables fallos a los que
está expuesta su gestión. En lo que se refiere a
los sistemas de
producción y comunicación de información, he
explicado como los recursos necesarios para dichos sistemas
pueden gestionarse como procomún en modalidades que son
sostenibles y deseables.
La información es un bien público en el
sentido económico estricto y es también una entrada
en su propio proceso
productivo. Debido a estas características inusuales,
pocos, si es que hay alguno, economistas argumentarían en
contra de la proposición de que un área sustancial
de procomún en bienes de
información no solamente es sostenible, sino que realmente
es necesario para sistemas de producción de
información eficientes e innovadores.
Más allá de la característica de
bien público de la información, el entorno de redes
digitales está también permeado por recursos que,
si bien no son bienes públicos en el sentido
económico estricto, funciona bien sin embargo dentro de un
modelo de
procomún. Representan casos en los que la
compartición de recursos en procomún tiende a
reducir la escasez y se
comporta mejor que los sistemas basados en propiedad. He escrito
en detalle sobre por qué la capacidad de las comunicaciones
inalámbricas tiene también esta
característica y por qué la creatividad
humana a gran escala, tal como
la colaboración basada en Internet representada por el
software libre
y otros proyectos de
producción entre iguales (peer-to-peer), comparten
asimismo esta característica.
El núcleo común de estos dominios
diferentes de recursos para la producción y
comunicación de información es que hay algún
aspecto de un determinado recurso como la capacidad de
comunicaciones inalámbricas, la creatividad humana, la
capacidad de proceso distribuido, el almacenamiento
distribuido que se evidencia en un mercado
particularmente árido, caro e ineficiente. En estos casos,
las comunicaciones de bajo coste y los procesadores
baratos que forman una parte integral de la producción y
el intercambio de información hacen que maduren las
condiciones para una colaboración sostenible a gran escala
y para una compartición de recursos basada en el
procomún, en vez de para estructuras
institucionales orientadas a la propiedad.
4. ¿Por qué
deberíamos preocuparnos?
Hay muchas razones para preocuparse sobre la
inclusión de áreas significativas de
procomún en nuestro entorno informativo. Hoy se habla
sobre todo de preocupaciones sobre políticas de innovación. Como Lessig ha explicado muy
bien, las áreas de procomún en los entornos de
redes son necesarias para permitir que la innovación
progrese sin el permiso de personas interesadas que
buscarían restringir la vía de de la
innovación de forma que ésta se ajustase a sus
propios planes de negocio en lo que se refiere al futuro de la
tecnología.
Pero el procomún de información, cultura y
conocimiento
no es sólo, ni es básicamente, una cuestión
de innovación. El procomún tiene que ver con la
libertad. El procomún son espacios institucionales en los
que estamos libres de las restricciones impuestas por los
requerimientos de los mercados. Cuando hablamos del entorno de la
información, del espacio cultural y simbólico que
ocupamos como individuos y ciudadanos, la diversificación
de las restricciones bajo las que operamos, incluyendo la
creación de espacios relativamente libres de las leyes que
estructuran el mercado, va al mismísimo corazón de
la libertad y la democracia.
El entorno de los medios de
comunicación comerciales ha creado dos efectos de
importancia central para la democracia. Uno puede llamarse el
efecto Berlusconi: el poder
político desproporcionado que la propiedad de los medios de
comunicación da a sus dueños o a los que pueden
pagarlos. El otro puede llamarse el efecto Baywatch: el
desplazamiento sistemático del discurso
público a favor de la distribucción de productos de
entretenimiento estandarizados. Estos mismos medios han creado
también modelos sofisticados de marketing y
publicidad que
pretenden dar un determinado perfil a lo que cada uno de nosotros
ve cuando miramos el mundo a través del cristal de los
medios, de tal forma que nuestra mirada, nuestros deseos,
nuestras acciones están enfocadas sobre aquellos
comportamientos más fácilmente capaces de ser
traducidos en consumo
Lo que hace posible el procomún es un entorno en
el cual los individuos y los grupos pueden producir
información y cultura en su propio interés.
Permite el desarrollo de un papel sustancialmente más
expansivo tanto para la producción no orientada al mercado
como para la producción radicalmente descentralizada. Y
estamos viendo organizaciones
sin ánimo de lucro que utilizan la Web para
proporcionar información o puntos de intercambio cultural
con mucho mayor alcance y eficacia que fue
posible nunca antes. No menos importancia es el surgimiento de la
producción entre iguales (peer-to-peer) de
información y cultura: fenómeno simbolizado por el
software
libre, pero que está expandiéndose para incluir
noticias y
comentarios, como ocurre en foros abiertos (slashdot), arte, ciencia, y
también con instrumentos de indexación y
búsqueda como el Proyecto
Directorio Abierto (Open Directory
Project).4
Todos estos fenómenos el crecimiento de la
eficacia y el alcance de actores que están fuera del
mercado y el surgimiento de la producción de
información radicalmente descentralizada
proporcionan un contrapunto enormemente importante a la economía industrial
de información del siglo XX.
Pero los avances democráticos, la libertad
individual y el crecimiento mediante la innovación
posibilitados por el surgimiento de la producción sin
mercado y descentralizada no emergerán de forma
inexorable. Los gigantes industriales que dominaron la
producción y el intercambio de información en el
siglo XX no renunciarán fácilmente a su
dominación. Dado que transitamos hacia una economía
de información en red, cada punto de control
sobre la producción y el flujo de la información y
la cultura se convierte en un punto de conflicto
entre el antiguo modelo industrial deproducción y los
nuevos modelos distribuidos. En la capa física, la propiedad
sobre los cables y las licencias inalámbricas que son
necesarias para la
comunicación proporciona un punto de apoyo para el
control. En la capa lógica,
los estándares protocolos y
software (como
sistemas
operativos) necesarios proporcionan un punto de control sobre
el flujo, y por lo tanto las oportunidades de producción,
de información y cultura. En la capa de contenidos, la
propiedad
intelectual y los modelos de negocio que dependen del
estrecho control sobre la información y cultura existente
(una entrada central en la nueva creación) amenazan con
proporcionar a sus usuarios con la habilidad de controlar
quién decide decir qué a quién con los
signos
culturales clave de nuestro tiempo.
5. Una infraestructura
básica común
Para conseguir los beneficios de libertad e
innovación que la economía de la información
en red hace posible, debemos construir una infraestructura
básica común junto a la infraestructura
propietaria. Tal infraestructura común se extenderá
de la misma capa física del entorno de la
información a sus capas lógica y de contenido. Debe
extenderse de tal forma que cualquier persona tenga algún
grupo de recursos de dichas capas que permita a esta persona
producir y comunicar información, conocimiento, y cultura
a cualquiera. No todos los instrumentos de producción de
comunicaciones e información necesitan ser abiertos. Pero
debe haber alguna porción de cada capa que cada uno pueda
usar sin pedir permiso a nadie más. Esto es necesario para
que haya siempre abierta una vía para que cualquier
persona o grupo articule, codifique o transmita lo que él,
ella, o ellos quieran comunicar, no importa lo marginal o
invendible que pueda ser. Las estrategias
principales para construir el núcleo de la infraestructura
común son:
Una capa física abierta que debería
construirse mediante la introducción de redes
inalámbricas abiertas, o un procomún de
espectros.
Una capa lógica abierta que debería estar
disponible mediante una política de
preferencia sistemática hacia protocolos y
estándares abiertos en lugar de hacia protocolos y
estándares cerrados, y de apoyo a plataformas de software
libre que ninguna persona o empresa pueda
controlar unilateralmente. Más importantes son la
reversión o el rechazo a adoptar medidas coactivas que den
preferencia a los sistemas propietarios sobre los abiertos. Con
esto nos referimos a las patentes sobre plataformas software, y
al conjunto de normas que
empiezan a surgir sobre mecanismos semejantes al copyright como
la Ley de Derecho de
Copia Digital del Milenio Digital de los Estados Unidos
(Digital Millennium Copyright Act),5
que pretende preservar los modelos de negocio industrial de
Hollywood y las industrias
discográficas mediante el cierre de la capa lógica
de Internet.
Una capa de contenido abierta. No todo el contenido debe
ser abierto, pero los derechos de propiedad intelectual han
quedado salvajemente fuera de control durante la pasada
década, expandiéndose en alcance y fuerza como
nunca antes. Hay una necesidad apremiante de abolir algunas de
las reglas que pretenden dar soporte a los modelos de negocio del
siglo XX. Estas leyes fueron aprobadas en respuesta al intenso
lobby de las organizaciones interesadas e ignoró el
enorme potencial que la producción fuera del mercado y la
producción individual descentralizada tiene para convertir
en centrales, en lugar de en periféricos, los componentes de nuestro
entorno de información.
Reforma de las estructuras organizativas e
institucionales que se resisten a los sistemas de
producción ampliamente distribuida.
El primer modelo con éxito a gran escala ha sido
el software libre, con sus redes sociales informales
ceñidas por el marco institucional formal de las licencias
copyleft ycódigo abierto
En la ciencia estamos viendo los primeros signos de los
esfuerzos por parte de los científicos para liberar
ciencia del viejo modelo industrial de la publicación. La
Biblioteca
Publica de Ciencia (Public Library of
Science)6
y la Iniciativa de Acceso Abierto de Budapest (Budapest
Open Access
Initiative)7
son los primeros esfuerzos primarios en ese sentido.
Prometen proporcionar un marco de trabajo en el que los
científicos que ahora hacen el trabajo
científico, revisan los artículos y editan las
publicaciones más o menos gratuitamente puedan
gestionar sus propios sistemas de publicación sin tener
que depender de los grandes editores comerciales.
Hablando de publicaciones de forma más general,
el surgimiento de proyectos como Creative Commons8
es un marco de trabajo institucional de enorme
importancia.
En lo que se refiere a las comunicaciones personales
informales, los diarios de usuarios de la Web (weblogs)
están emergiendo como un espacio social interesante para
la producción de información libre, independiente y
ampliamente distribuida.
En cada caso varían las características
particulares del tipo de información, las barreras
institucionales que levantan los organismos interesados y los
patrones sociales de uso. En cada caso, las soluciones
pueden ser un tanto diferentes. Pero en todos los casos estamos
viendo surgir estructuras sociales e institucionales que permiten
que individuos y grupos produzcan información libre de las
restricciones impuestas por la necesidad de vender
información como mercancía en un mercado basado en
la propiedad.
Estamos en un momento que ofrecen una gran oportunidad y
que suponen un reto a nuestra capacidad para hacer una
política que ponga a los seres humanos en el centro de la
sociedad de la
información en red. Las redes digitales nos ofrecen la
oportunidad de mejorar nuestra productividad y
crecimiento mientras que simultáneamente se mejora nuestra
democracia y se incrementa la libertad individual. Estos
beneficios se producen sin embargo a expensas, de los organismos
interesados que se han adaptado bien al modelo industrial de
producción de información y que están
encontrando dificultades para adaptarse a la economía de
información en red que lo sustituirá. Dichos
organismos están presionando y sacando leyes,
tecnología y mercados para dar forma al siglo actual a
imagen del que
ya pasó. Sería trágico que
triunfasen.
La construcción de una infraestructura
común es una condición previa necesaria para
permitirnos la transición desde una sociedad de
consumidores pasivos que compran lo que les vende un
pequeño número de productores comerciales. Nos
permitirá desarrollarnos en una sociedad en la que todos
puedan hablar a todos, y en la que cualquiera pueda convertirse
en un participante activo en el discurso político, social
y cultural.
Traducción castellana: Agustín
Palomar (Grupo de Lengua e
Informática de ATI)
Copyright © 2003 Yochai Benkler
Este artículo se publica bajo la Public
Library of Science Open Access License y
Creative
Commons Attribution License.
Notas al pie
…
1
Yochai Benkler es profesor de la
Facultad de Derecho de la Universidad de
Yale (EE.UU.). Antes de enseñar en Yale fue profesor en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York (EE.UU.),
donde fue director del Centro Engleberg de Derecho y
Políticas de Innovación, y del Instituto de Derecho
de la Información. Sus trabajos de investigación se centran en el efecto de la
interacción del Derecho, la
tecnología y las estructuras económicas sobre
la
organización de la producción y el intercambio
de información, y sobre la distribución del control sobre los flujos
de información, conocimiento y cultura en el entorno
digital. En particular ha escrito sobre el papel y la
sostenibilidad de enfoques no propietarios o basados en el
procomún respecto a la producción e intercambio de
información a través de las diversas capas del
entorno digital, y sobre su papel en términos de
democracia y libertad individual.
benklery[arroba]juris.law.nyu.edu
… procomún2
Procomún: substantivo masculino, derivado
de «pro» (provecho) y «común», y
que significa «utilidad
pública» (DRAE). Aquí se utiliza para
traducir el término inglés
commons, que literalmente significa campos
comunales.
… procomún»3
Garrett Hardin, The Tragedy of the
Commons (1968)
… Project).4
http://dmoz.org/
… Act),5
http://www.loc.gov/copyright/legislation/dmca.pdf,
en inglés.
… Science)6
http://www.publiclibraryofscience.org/,
en inglés.
… Initiative)7
http://www.soros.org/openaccess/,
en inglés.
… Commons8
http://www.creativecommons.org</
Yochai Benkler1
Benklery[arroba]juris.law.nyu.edu