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Inmigración y literatura



    1. El tango en
      testimonios
    2. El tango en
      memorias
    3. El tango en
      biografías
    4. El tango en
      periodismo
    5. El tango en
      literatura
    6. Inmigrantes en letras de
      tango

    En este trabajo me
    refiero a algunos de los inmigrantes y descendientes de
    inmigrantes que, en la Argentina, compusieron letras y/o
    músicas de tangos, los interpretan y los bailan. Incluyo,
    asimismo, párrafos de testimonios, memorias,
    biografías
    y artículos periodísticos en los que se alude a la
    presencia del tango en la vida
    de los inmigrantes.

    Transcribo pasajes de novelas y
    cuentos en los
    que aparecen inmigrantes ligados al tango, y algunas de las
    letras de tango en las que aparecen inmigrantes.

    Acerca de las letras de tango, cabe citar un concepto de
    José Gobello: "Más de una vez se oye preguntar, con
    tono de lamento o de reproche, por qué nuestros poetas no
    escriben letras de tangos, o de canciones populares. Yo creo que
    no hay que lamentarse tanto porque, cuando las escriben, les
    salen bastante mal. Y no lo digo para denigrarlos: en realidad,
    es inevitable que no les salgan bien.

    La canción popular y, particularmente, la letra
    de tango no tienen mucho que ver con la poesía
    convencional. Creo que constituyen géneros distintos; creo
    que para abordar la letra de tango es necesario cierto estado de
    inocencia literaria, cierto grado de incultura, cierta mentalidad
    silvestre sin los cuales no es posible poner en las letras ese
    ingrediente de candor que les da sabor popular. Por supuesto, hay
    excepciones. (…)".

    La presencia del tango en la vida del inmigrante ha sido
    reflejada en diversos textos, y algunos inmigrantes protagonizan
    letras de tango, que a su vez originaron obras literarias.
    Citamos fragmentos de algunos de estos textos y obras literarias,
    y letras de tango completas.

    Personalidades

    Los italianos y sus descendientes compusieron letras y
    músicas e interpretaron tangos. Entre ellos, recordamos a
    Mario Batistella, Enrique Santos Discépolo, Luis
    César Amadori, Feliciano Brunelli, Homero Manzi,
    Roberto Maida, Nicolás Olivari, Julián Centella,
    Pascual Contursi, Nelly Omar, Alberto Morán, Alberto
    Marino, José Libertella, Astor Piazzola, Daniel Piazzola y
    Graciela Pesce.

    Entre los españoles y sus descendientes,
    mencionamos a Luis Bayón Herrera, Tania, Eladia
    Blázquez, María Nieves, Graciela Pereyra y Lorena
    Lores.

    Hubo muchos judíos
    en la historia del
    tango, entre ellos, Julio Jorge Nelson, Carlos Aguirre,
    Simón Bajour, Raúl Kaplún e Ismael
    Spitalnik.

    Julia Zenko desciende de lituanos y letones. El padre
    cantaba tangos; la hija es famosa en ese arte. La
    bailarina Vanina Bilous desciende de ucranianos y
    polacos.

    Es cuestionado el nacimiento de Carlos Gardel: mientras
    que unos investigadores afirman que vio la luz en Toulouse,
    otros sostienen que en verdad nació en Uruguay.

    De Uruguay vinieron José Razzano y Alfredo
    Eusebio Gobbi, mientras que en Chile nació el violinista
    Hernán Oliva.

    Testimonios

    Daniel Yarmolinski y Graciela Pesce relatan una
    anécdota que tiene como personajes a Discépolo,
    Tania y un gallego: "Nos cuenta Francisco García
    Giménez que alguna vez escuchó junto con otras
    personas, el siguiente relato de boca de don Enrique Santos
    Discépolo (Discepolín): En los días que
    nos llegaban mal barajados por la suerte contraria, un 24 de
    diciembre estábamos en casa solos, secos y amargados. De
    repente, llamaron a la puerta. Tania, mi mujer, fue a
    abrir… ¡Era el gallego del almacén de
    enfrente con una canasta repleta!… Desde la avellana al
    turrón, desde las pasas de uva a la sidra: ‘como
    ustedes no me hicieron ningún pedido, me atreví a
    traerles esto. No se preocupen me lo pagarán cuando
    puedan’. ¡Lo machuqué de un abrazo! Tania,
    emocionada se puso a llorar
    " (1).

    Oscar Mármol evoca a Batistella: "Año 1957
    : La fama de la Orquesta de Varela se debía en mayor
    medida a su cantor-estrella, Argentino Ledesma. (…) Nunca nadie
    le habló como Edmundo Rivero, conocedor del ambiente y sus
    miserias.

    Ante la insistencia de Ledesma que lo ayude a elegir a
    la persona adecuada,
    y viendo Don Edmundo que este joven lo admiraba como a un padre,
    Rivero le sugirió el nombre del poeta Mario Batistella,
    hombre decente
    a carta cabal, y
    muy conocedor del medio artístico. (…) Bajo La tutela de
    Batistella, comenzó su nuevo camino como solista, siendo
    acompañado en la parte orquestal por el maestro Jorge
    Dragone.

    En solo un mes actúa en 34 bailes (todo un
    record), la Empresa
    Palmolive lo contrata como artista exclusivo para su
    audición de radio. Graba para
    Odeón, el vals "Cantinera", le siguen "Nochera", "Cuartito
    Azul", y muchísimos éxitos mas" (2).

    No es muy amable la impresión que tenía
    Carlos Gardel sobre el tango ejecutado por españoles, ya
    que le dijo a Astor Piazzolla: "Mirá pibe, el
    ‘fueye’ lo tocás fenómeno, pero al
    tango lo tocás como un gallego" (3).

    Eladia Blázquez agradeció que sus padres
    españoles hayan sido tan amplios de criterio, aunque su
    formación terminó siendo autodidacta: "En mi casa
    aprendí a ser libre.

    Mis padres eran españoles, él obrero y
    ella ama de casa. Podían haber sido muy cerrados pero no.
    Vieron pronto que tenían una hija artista, desde que me
    dieron el primer juguete musical: tuve mis xilofones, mis
    pianitos, que venían con la escala completa y
    afinada. Y no me obligaban a sentarme a comer si prefería
    encerrarme a hacer música. (…) Mis
    padres, dentro de sus humildes medios, me
    pusieron profesores de música que al poco tiempo
    aconsejaban: ‘Déjenla, déjenla cantar y tocar
    sola, tiene algo innato’ " (4).

    María Nieves, bailarina de tango, "proviene de
    una familia humilde
    –ella reafirma- ‘más que pobre’-. Fue
    criada en el barrio de Saavedra. Sus padres eran de Lugo,
    España
    y aquí tuvieron cinco hijos. A los 8 ó 9
    años María comenzó a ir a las milongas con
    su hermana mayor y de tanto ir a ver bailar tango, un día
    la invitaron a la pista y bailó.

    De chica la humildad familiar no la marcó.
    Asegura que eran muy felices y que eso es imborrable. (…) A
    veces me dicen, ‘sos demasiado humilde, sos una
    tonta’. Así me hizo mi mamá, eso me
    legó. Me enseñó a andar derecha por la vida
    y no hacerle daño a
    nadie’. Esa misma mamá –‘la
    gallega’- cuando era niña le cantaba tangos y
    valsecitos en vez de una canción de cuna" (5).

    Canta tangos Julia Zenko. "El abuelo de Julia cantaba en
    los templos judíos y era actor aficionado. El papá
    era carnicero y cantante de tangos. Ella jugaba a ser cantante
    desde que aprendió a hablar (…) ‘Yo fui criada con
    muchas músicas en mi cabeza’, reflexiona" (6). En
    otra oportunidad, ella manifestó: "Un instante puede
    mostrarte lo que pesan tus antepasados. Eso lo vi en esta
    última gira: conocí Letonia y Lituania, y
    también Estambul, donde vivió varios años
    una de mis abuelas, y reconocí olores de las comidas de mi
    casa, músicas, acentos. Es que soy una argentina tanguera
    sin una gota de sangre criolla"
    (7).

    Acerca de Vanina Bilous, afirmó Irene
    Amuchástegui: "Mujeres como esta Polaca suelen
    suscitar una mezcla de respeto,
    admiración y temor en las milongas. Todos saben de
    quién se trata, su renombre las precede y un murmullo
    apenas perceptible las escolta hasta su mesa cuando llegan al
    salón. En el caso de Vanina Bilous, rubia descendiente de
    ucranianos y polacos, es suficiente un dato: fue la bailarina de
    tango favorita de uno de los directores de orquesta favoritos,
    Osvaldo Pugliese.

    No hay más que verla en la pista o en escena para
    explicarse por qué: Vanina se desliza como aceite. Su
    figura a la vez contundente y sutil se mueve con tal musicalidad,
    proyecta tal gracia y dramatismo, que es difícil dejar de
    observarla" (8).

    Hoogetsu Shimanura es el seudónimo de Kazuomi
    Takagi, redactor del periódico
    La Plata Hochi y miembro del Consejo de Notables de la
    Fundación Cultural Argentino Japonesa. (9). "Dice,
    añoso, el japonés Kazuomi Takagi: "Yo soñaba
    con el tango argentino. Llegué a Buenos Aires
    apenas terminada la guerra, con 26
    años. Lo escuchaba desde los 13. Sabía decir
    riachuelo, conocía a los músicos, fue un
    sueño cumplido llegar acá". (…) el japonés
    aporteñado y tanguero— eterno periodista del diario
    La Plata Hochi—, que fue a parar a una
    tintorería en Suárez y Montes de Oca y hasta
    conoció la casa de Juan de Dios Filiberto (…)".
    (10).

    Notas

    1. Yarmolinski, Daniel y Pesce, Graciela:
      Bulebú con soda: tangos para chicos. Con
      prólogo de Horacio Ferrer. Buenos Aires, Corregidor,
      2005. 256 pp.
    2. Mármol, Oscar: "Homenaje Argentino Ledesma",
      en www.elportaldeltango.com.
    3. S/F: "Astor Piazzolla. Alma de
      bandoneón", en La Capital, Mar del Plata, 25 de
      mayo de 2000.
    4. Madrazo, Cecilia: "Eladia Blázquez: 10 cosas
      que sé", en La Nación Revista, 15 de septiembre de
      2002.
    5. Pacheco, Carlos: "María Nieves: la princesa
      del Plata baila hoy", en La Nación, Buenos Aires,
      7 de marzo de 2004.
    6. Kiron: "El canto es magia", en La Nación Revista, Buenos Aires, 27 de
      octubre de 2002.
    7. en La Nación Revista, Buenos Aires, 11
      de agosto de 2002.
    8. Amuchástegui, Irene: "La más papa
      milonguera", en Clarín Viva, Buenos Aires, 24 de
      agosto de 2003.
    9. S/F: Nota, en Hoogetsu Shimanura: "15 Aniversario La
      Fundación Cultural Argentino Japonesa ha Celebrado Su
      Propio ‘genpuku’ ", en Boletín
      Informativo Jardín Japonés
      , Agosto 2004,
      N° 3
    10. García, Fernando: "SE CELEBRA EL DIA DE LA
      CULTURA
      JAPONESA EN BUENOS AIRES De las tintorerías a la barra
      de sushi", en Clarín, Buenos Aires, 2 de
      noviembre de 2002).

    Memorias

    En sus memorias, tituladas Rojos y Blancos,
    Ucrania
    , Rosalía de Flichman recuerda que, agobiada
    por la tristeza, pensaba en el padre, al que no veía desde
    hacía años. Ese recuerdo está relacionado
    con el tango: "Se fue antes de que empezara la guerra, se fue
    lejos, más allá del cielo y las estrellas y la
    luna. Por eso no tengo una muñeca. Pero mamá dice
    que pronto me va a regalar una".

    De esa tierra lejana
    llega la muñeca, y también una canción:
    "Aprendo a cantar en ruso un tango que llega de la Argentina,
    ‘El Choclo’. Por cierto, las señoras elegantes
    usan vestidos color
    ‘tango’. Mi tía grande tiene un abrigo
    precioso de ese color, un hermoso anaranjado" (1).

    Notas

    1 Flichman, Rosalía de: Rojos y blancos
    Ucrania
    . Per Abbat, 1987.

    Biografías

    Nora Ayala es la autora de la biografía Mis dos
    abuelas
    100 años de historias. En esa obra
    relata que, en la Patagonia, los
    Ayala –descendientes de criollos, italianos y alemanes-
    escucharon en la radio una
    noticia amarga. Recuerda Nora: "Por fin llegó papá
    de vuelta a Sacanana, lleno de regalos y novedades: para
    mí un triciclo y para Chichín una muñeca
    negra, y para todos la última novedad de la ciencia que
    era una radio en forma de capilla, que no se oía muy bien
    pero transmitía música con mucha descarga y
    estática y programas
    chilenos. Allí escuchamos la noticia de la muerte de
    Gardel, que entristeció mucho a los mayores"
    (1).

    En La Pampa –relata Hugo Chumbita-, el hijo de
    piamonteses "Juancito Vairoleto iba a menudo al pueblo, donde
    había funciones de
    circo o de teatro,
    proyectaban películas mudas o venían a actuar
    diversos conjuntos
    musicales. Entre las anécdotas de ese tiempo, nunca
    olvidaría la vez que llegó Carlos Gardel en gira
    artística, interpretando aquellos primeros tangos que lo
    fascinaron, a él y a otros amigos con quienes
    después aprendió a bailar sus compases con cortes y
    quebradas. El artista se presentó en el teatro-cine
    Colón, y aunque todavía no era tan famoso, el
    recuerdo de su visita se iría agigantando con los
    años" (2).

    Notas

    1 Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de
    historias
    . Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.

    2 Chumbita, Hugo: Ultima frontera.
    Vairoleto: Vida y leyenda de un bandolero
    . Buenos Aires,
    Planeta, 1999.

    En
    periodismo

    Abel Posse "cuenta la historia de Casimiro Aín,
    que bailó ante Pío XI el Ave María,
    de Canaro".

    "(…) A las 9 de la mañana del 1° de febrero
    de 1924, Casimiro Aín (el Vasco o el Lecherito),
    pálido y seguramente un poco aterido (invierno), sale del
    hotelito de la vía Torino que le reservó la
    embajada y sube a un taxi.

    Lleva una modesta valija con los elementos esenciales:
    botines abotonados, pantalón de fantasía con
    trencilla, chaqueta negra con vivos, pañuelo al cuello, o
    lengue de seda japonesa y un puñal de madera que le
    parecerá conveniente no agregar al atuendo. Lleva puesto
    el invariable chambergo borsalino, el gacho gris arrabalero, de
    cinta ancha y ribete negro en el ala. Símbolo del malevaje
    ríoplatense" (1).

    El tango aparece en una de las Aguafuertes
    gallegas
    de Roberto Arlt,
    referida a Betanzos, donde el escritor observa que "Si se
    conversa con la gente os sorprende de hallaros en una de las
    ciudades más argentinizadas de Galicia.

    Se habla aquí de Buenos Aires como si fuera el
    pueblo de enfrente –afirma. Circulan modismos argentinos:
    ‘no seas globero’, ‘macaneador’,
    ‘ché’. El tango para sorpresa mía,
    además de bailarse se canta con la letra. No en balde,
    cerca de tres mil habitantes de Betanzos trabajan en la
    República Argentina" (2).

    Notas

    1 Posse, Abel: "Lejanas batallas del tango (I) 1924.
    El vasco Aín en la Santa Sede", en La Nación
    Revista
    , Buenos Aires, 5 de octubre de 2003.

    2 Arlt, Roberto: Aguafuertes gallegas. Santa
    Fe, Ameghino, 1997. Selecciòn, pròlogo y notas
    por Rodolfo Alonso.

    En
    literatura

    En novelas

    Manuel Gálvez describe, en Historia de
    arrabal
    , un baile en un inquilinato:

    "(…) de la guitarra y el bandoneón
    surgían las frases compadronas de un tango. Era una
    música sensual, canallesca, arrabalera, mezcla de
    insolencia y bajeza, de tiesura y voluptuosidad, de tristeza
    secular y alegría burda de prostíbulo,
    música que hablaba en lengua de
    germanía y de prisiones, y que hacía pensar en
    escenas de mala vida, en ambientes de bajo fondo poblados por
    siluetas de crimen.

    La melodía era de líneas desiguales, tan
    pronto unida como cortada, recta como sinuosa. Se hacía
    rígida para quebrarse en seguida. A veces se precipitaba
    para interrumpirse de súbito, o marcaba golpes
    rítmicos y duros para deslizarse al fin
    oscuramente.

    (…)

    Linda sonreía mirando a algunas parejas –a
    Saturnina que era abrazada por un conde lleno de plumas, y a la
    encargada del inquilinato, una genovesa redonda como una bola,
    que se zangoloteaba en los brazos de un Moreira feroz-, (…)"
    (1).

    En Hacer la América, Pedro Orgambide evoca
    un carnaval de la década del 20:

    "Sonaban las gaitas de los gallegos. Los vascos
    (pantalón y camisa blanca, pañuelo al cuello,
    boinas, alpargatas) bailaban golpeando sus palos, combatiendo en
    una esgrima de pies que se lanzaban al aire y
    volvían en un paso de danza.

    Los cosacos desenvainaban sus sables, degollaban a
    Israel Mitzer en
    la puerta de la sinagoga y gritaban, sudados y coléricos,
    fidelidad al zar y a la zarina. Bailaban los capoeiras del
    Brasil y los
    gitanos y los muchachos de Barracas. Bailaban los hombres
    disfrazados de osos, de monos, de tigres, de gigantescos perros y
    caballos. Bailaban los hombres disfrazados de mujeres y las
    mujeres disfrazadas de hombre; bailaba el disfraz hermafrodita:
    mitad hombre, mitad mujer, mitad novio, mitad novia; danzaba el
    lanzador de dardos, el salvaje que besaba al explorador en la
    boca; bailaban los enanitos, los viejos, los enclenques. En el
    palco, las orquestitas de Retiro, de las viejas romerías,
    tocaban los tanguitos de otro tiempo, puro flautín, pura
    guitarra, pero ahora subía una orquesta típica
    nacional que dirigía el maestro Arrieta" (2).

    En Buenos Aires, "Ibamos mucho al cinematógrafo,
    que era la moda más
    impactante –recuerda uno de los personajes de Mempo
    Giardinelli, en Santo Oficio de la Memoria, novela
    distinguida con el Premio Rómulo Gallegos en 1993-.
    Veíamos las cintas de Clár Gáble, que a
    mí me volvía loca. Yo soñaba con
    Clár. Blanquita, pobre, se enamoró de Rodolfo
    Valentino la única vez que fue al cine, pobre. Me acuerdo
    y me pongo toda. Y el amor de
    Micaela era Yón Bárrimor. También
    veíamos las películas argentinas con Alippi, Arata,
    Rosita Quintana, las de Gardel las vimos todas…"
    (3).

    En Frontera Sur, Horacio Vázquez-Rial
    describe la llegada a la Argentina de Carlos Gardel y su
    madre:

    "Adormilada por el traqueteo del carro y la
    monotonía del paisaje, Berthe recordaba el agua espesa
    del río. Charles dormía, envuelto en una manta no
    muy limpia, encima de la carga informe del
    vehículo". El hijo "era robusto, algo grueso, de piel muy
    blanca y pelo recio, y tenía una voz clara y redonda.
    Seguramente, era menor de lo que parecía".

    Evoca asimismo a José Razzano: "En los primeros
    años del siglo, Buenos Aires vivía sin sobresaltos.
    Era noticia comentada el enfrentamiento, en 1903, en los carnavales de
    Avellaneda, de la comparsa de ‘Los Leales’ con la de
    ‘Los Pampeanos’, en la que formaban José
    Razzano, quien con el tiempo haría dúo con Gardel,
    y el que muy pronto sería intendente municipal de su
    ciudad, don Alberto Barceló, en compañía de
    sus sobrinos y de su futuro secretario, Nicanor Salas
    Chaves".

    Acerca del alemán Frisch, escribe: "Todos vieron
    alejarse al hombre alto y rubio que durante la travesía de
    Montevideo a Buenos Aires había tocado aires tristes en
    ese instrumento nuevo, el bandoneón. Ni le mareaba el
    barco, ni deslucían su aspecto las infames acrobacias del
    traslado a la costa. Había plantado cara a las autoridades
    de inmigración, y eludido la barraca en que
    los más aceptaban asilo provisional. Llevaba sus bienes
    –prendas escasas, libros, y
    aún su rara caja de música- atados a una
    improvisada carretilla: dos varas de madera nudosa clavadas a un
    travesaño, que iban a dar a los lados del eje de una
    única rueda" (4).

    Al tango se refiere, en El árbol de la
    gitana
    , Alicia Dujovne Ortiz: En 1943, su padre está
    preso en la cárcel de Neuquén:

    "Carlos permaneció dos años en esa
    célebre prisión centenaria de la que parecía
    haber guardado los mejores recuerdos. Sus relatos eran tan
    seductores que provocaban la nostalgia de la gente libre: si era
    así la cárcel, para qué estar
    afuera.

    Según él, los comunistas encarcelados en
    1943 se habían organizado con su proverbial disciplina,
    habían hecho gimnasia,
    habían dejado de fumar y se habían dado los unos a
    los otros cursos de ruso y de historia
    argentina. Un camarada ucraniano dirigía un coro. En
    ese entonces a nadie se le ocurría cantar el folclore de
    las provincias y, entre los presos políticos, más
    impensable aún hubiera sido un tango" (5).

    En La noche que me quieras, de Jorge Torres
    Zavaleta, un protagonista de edad avanzada recuerda, en 1988,
    episodios sucedidos sesenta años atrás. La juventud de
    ese hombre, tan lejana ya, está unida indisolublemente a
    una figura mítica: Carlos Gardel, quien lo trata
    afectuosamente. Las páginas en que el protagonista se
    entrevista con
    El Zorzal para ofrecerle las letras de tango que escribió
    brindan al lector una imagen
    vívida del cantor, al que Torres Zavaleta evoca como una
    persona sencilla, cordial, amante de los caballos.

    Un personaje lo describe así, recordando lo
    comentado por uno de los peones: "Gardel le hablaba en lunfardo y
    como este muchacho era del interior y recién había
    llegado a Buenos Aires, no le entendía ni medio. Dijo que
    siempre le hacía preguntas sobre su trabajo: si los
    yobacas dormían bien, cómo habían trabajado.
    Carlitos se interesaba por la gente, por eso lo adoraban"
    (6).

    Notas

    1. Gálvez, Manuel: Historia de arrabal.
      Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
    2. Orgambide, Pedro: Hacer la América.
      Buenos Aires, Bruguera, 1984, pág. 237.
    3. Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la
      Memoria
      . Buenos Aires, Seix Barral, 1991.
    4. Vázquez-Rial, Horacio: Frontera Sur.
      Barcelona, Ediciones B, 1998.
    5. Dujovne Ortiz, Alicia: El árbol de la
      gitana.
      Buenos Aires, Alfaguara, 1997.
    6. Torres Zavaleta, Jorge: La noche que me
      quieras
      . Buenos Aires, Emecé, 2000.

    En cuentos

    Giusseppe el zapatero protagoniza un tango de Guillermo
    Del Ciancio (1). En un cuento de
    Horacio Vaccari, el hijo médico escribe una carta a
    Giuseppe. Le dice:

    "Hoy me duele decir todo esto, pero necesito torturarme
    con la verdad, con mi triste verdad y he de asumirla hasta el
    fin.

    Cumplí con la voluntad que usted me impuso desde
    la cuna. Estudié Medicina, fui
    uno más en el montón, aunque sacaba buenas notas.
    Tenía que hacerme perdonar mi origen, si bien mis
    compañeros me respetaban porque era callado y
    estudioso.

    Pasé por la Facultad sin pena ni gloria.
    Allí aprendí a ver el cuerpo y no el lama de la
    gente. Deformación profesional le llaman ahora a esta
    cobardía. Pero esas anteojeras eran cómodas. Lo que
    estaba más allá, simplemente no existía"
    (2).

    "Unico testigo", de Jorge Alberto Reale, se inspira en
    ‘Griseta’ (3), tango con letra de José
    González Castillo:

    "Manón, Griseta, La Francesita, eran los nombres
    de la misma mujer. Su aspecto absurdo, de melena recortada y la
    cruz de su boca bien roja, acompañaban la soledad de aquel
    lugar. Aquel lugar era el rincón del Bar 103.

    (…)

    Llegó a nuestro país engañada por
    un paisano suyo, con la ilusión de casarse, formar un
    hogar, tener hijos. Duval parecía un buen hombre. En
    Francia, se
    habían conocido. Ella vivía pobremente con la
    esperanza de un buen matrimonio y
    cambiar de rumbo.

    La inestabilidad social cada vez más aguda y el
    rumor de una posible guerra con Alemania, la
    impulsaron apresurar su viaje a Sudamérica. Cuando
    llegó, comprobó su error tardíamente. (…)"
    (4).

    Anna Kazumi Stahl es la autora de "Sueño tanguero
    de un japonés" (5), cuento en el que relata:

    "Toshiuri Matsushiro arribó a Buenos Aires en
    1947 a bordo de un enorme barco vacío. Había
    viajado –a buen precio– en las
    apagadas cámaras frigoríficas de la Estrella
    Austral que proveía al mayor país exportador de
    carne vacuna en todo el mundo.

    (…)

    Durante los tres meses de viaje por mar, con el glosario de su
    libro de
    español,
    Toshiuri logró una tenue pero sincera comprensión
    de la canción. A veces probaba cantar una u otra
    línea. ‘Cien puertos nos regalan la música
    del mar’., murmuraba en las cámaras vacías
    con un olor acre, luego: ‘Cien puertos’,
    ‘Riachuelo, Riachuelo’ y ‘El tango es puerto
    amigo donde ancla la ilusión’. Y algo en él
    cobraba sentido, y algo en él esperaba con optimismo la
    llegada".

    En "Carroza y reina", escribe Isidoro
    Blaisten:

    "Ya se ven las guirnaldas en la laca restallante, las
    guardas, las cenefas y las volutas de color de fuego, las letras
    en alegre novecientos en la madera calada, y los lises, las
    rosas, los
    tréboles, las fustas con diamantes, los escudos
    argentinos, las amapolas de cinco pétalos, las guitarras
    encintadas, los facones con chispitas y el bandoneón
    desplegado que el maestro filetero León Untroib ha pintado
    en las cuatro barandas de la carroza, en seis días desde
    el alba al
    crepúsculo" (6).

    Notas

    1. Del Ciancio, Guillermo: "Giuseppe el zapatero", en
      www.argentina.informatik uni-muenchen.de.
    2. Vaccari, Horacio: "Final de juego", en
      Cuentos elegidos. Buenos Aires, Troquel, 1978. 138
      págs.
    3. González Castillo, José: "Griseta",
      en www.todotango.com.
    4. Reale, Jorge Alberto: "Unico testigo", en el
      grillo
      , Buenos Aires, N° 37, Mayo-Junio de
      2004.
    5. Kazumi Stahl, Anna: "Sueño tanguero de un
      japonés", en Catástrofes naturales. Buenos
      Aires, Sudamericana, 1997. Pp. 200-206.
    6. Blaisten, Isidoro: "Carroza y reina", en Carroza y
      reina
      . Buenos Aires, Emecé, 1986. 219
      pp.

    En cuentos infantiles

    Carlos Gardel protagoniza una historia infantil de
    Graciela Beatriz Cabal, quien relata:

    "A Carlitos le gustaban las diversiones.

    En el conventillo había un patio grande, con
    macetas de tres patas y muchos chicos para jugar.

    Pero él prefería la calle. Y siempre se le
    andaba escapando a la madre, que tenía que salir a
    buscarlo con el Jesús en la boca.

    (…)

    Cuando aparecía de vuelta en el conventillo, la
    madre lo corría por el patio, con la chancleta en lo alto,
    las peinetas a medio salir y los pelos tapándole los ojos.
    -¿Dónde anduviste metido, desgraciado?- parece que
    quería decirle. Pero como estaba muy enojada se lo
    decía en francés (idioma rarísimo pero que
    era el de ella)" (1).

    Un nieto de rusos intenta tocar bandoneón, en el
    cuento "Historia con tango y misterio", de Oche
    Califa:

    "(…) Primero consiguió un cajón de
    manzanas (vacío, por supuesto); después trajo un
    banquito de la cocina. Se sentó en el medio del patio y
    comenzó a llevar y traer el cajón,
    meciéndolo sobre sus rodillas. En eso oyó la
    música que El Loco tocaba del otro lado: un tema
    conocidísimo llamado El choclo.

    Entonces Emilio empezó a seguir los compases con
    el cajón, como si tocara él. Debido a que
    conocía bastante la composición, entró
    justito en la segunda parte, en la que El Loco pasaba el
    bandoneón de una pierna a la otra. Era como si la
    música no viniera ya de afuera, sino que la tuviera
    dentro. (…)" (2).

    Notas

    1. Cabal, Graciela Beatriz: Carlitos Gardel.
      Ilustraciones de Delia Contarbio, Buenos Aires, Libros del
      Quirquincho, 1991.
    2. Califa, Oche: "Historia con tango y misterio", en
      Un bandoneón vivo. Buenos Aires, Sudamericana,
      2002.

    Inmigrantes en letras de tango

    Italianos

    En "Canzoneta" (1), tango de 1951, con letra de Enrique
    Lary y música de Ema Suárez, se evoca la nostalgia
    de Genaro:

    ¡La Boca!…
    ¡Callejón!…

    ¡Vuelta de Rocha!

    ¡Bodegón!… Genaro y su
    acordeón.

    Canzonetta gris de ausencia,

    cruel malón de penas viejas

    escondidas en las sombras del figón.

    ¡Dolor de vida!

    ¡Oh' mamma mía!

    Tengo blanca la cabeza

    y yo siempre en esta mesa

    aferrado a la tristeza del alcohol.

    Cuando escucho "¡Oh sole mío!

    Senza mamma e senza amore"

    Siento un frío acá en el
    cuore

    que me llena de ansiedad.

    Será el alma de mi mamma,

    que dejé cuando era niño.

    ¡Llora!… ¡Llora! ¡Oh sole
    mío!

    ¡Yo también quiero llorar!

    ¡La Boca!…
    ¡Callejón!…

    ¡Vuelta de Rocha!

    Ya se van… Genaro y su acordeón.

    ¿De mi ropa? ¡Qué me
    importa

    si me mancha con las copas

    que derramo en mi frenético temblor!

    Soñé a Tarento en mil
    regresos,

    pero sigo aquí en la Boca

    donde lloro mis congojas

    con el alma triste, rota,

    sin perdón.

    "Giuseppe el zapatero" protagoniza un tango (2) de
    Guillermo Del Ciancio, compuesto en 1930:

    E tique, taque, tuque,

    se pasa todo el día

    Giuseppe el zapatero,

    alegre remendón;

    masticando el toscano

    y haciendo economía,

    pues quiere que su hijo

    estudie de doctor.

    El hombre en su alegría

    no teme al sacrificio,

    así pasa la vida

    contento y bonachón.

    Ay, si estuviera, hijo,

    tu madrecita buena!

    El recuerdo lo apena

    y rueda un lagrimón.

    Tarareando la violeta

    don Giuseppe está contento;

    ha dejado la trincheta,

    el hijo se recibió.

    Con el dinero
    juntado

    ha puesto chapa en la puerta,

    el vestíbulo arreglado,

    consultorio con confort.

    E tique, taque, tuque,

    don Giuseppe trabaja.

    Hace ya una semana

    el hijo se casó:

    la novia tiene estancia

    y dicen que es muy rica,

    el hijo necesita

    hacerse posición.

    E tique, taque, tuque,

    ha vuelto don Giuseppe,

    otra vez todo el día

    trabaja sin parar.

    Y dicen los paisanos

    vecinos de su tierra:

    Giuseppe tiene pena

    y la quiere ocultar.

    En "La violeta" (3), tango con letra de Nicolás
    Olivari y música de Cátulo Castillo compuesto en
    1929, aparece el italiano nostálgico:

    Con el codo en la mesa mugrienta

    y la vista clavada en un sueño,

    piensa el tano Domingo Polenta

    en el drama de su inmigración.

    Y en la sucia cantina que canta

    la nostalgia del viejo paese

    desafina su ronca garganta

    ya curtida de vino carlon.

    E…! La Violeta, la va, la va, la va…

    La va sul campo che lei si sognaba

    ch'era su gigin, que guardandola staba…

    El también busca su soñado
    bien

    desde aquel día, tan lejano ya,

    que con su carga de ilusión saliera

    como La Violeta que la va…la va…

    Canzoneta de pago lejano

    que idealiza la sucia taberna

    y que brilla en los ojos del tano

    con la perla de algun lagrimón…

    La aprendió cuando vino con otros

    encerrado en la panza de un buque,

    y es con ella, metiendo batuque,

    que consuela su desilusión.

    "Oro muerto"
    (4), tango de 1926 con letra de Julio P. Navarrine y
    música de Juan Raggi, "Fue premiado en el certamen
    organizado en 1926 por la Compañía Rioplatense de
    Revistas en el teatro "18 de julio" de Montevideo. Carlos Gardel
    lo grabó aquel mismo año. A raíz de la
    censura impuesta en la radiofonía entre 1943 y 1946 se lo
    denominó ‘Jirón porteño’
    ".

    El conventillo luce su traje de etiqueta.

    Las paicas van llegando, dispuestas a
    mostrar

    que hay pilchas domingueras, que hay porte y hay
    silueta,

    a los garabos reos deseosos de tanguear.

    La orquesta mistonguera musita un tango
    fulo.

    Los reos se desgranan buscando, entre el
    montón,

    la princesita rosa de ensortijado rulo

    que espera a su Romeo como una
    bendición.

    El dueño de la casa

    atiende a las visitas;

    los pibes del convento

    gritan en derredor

    jugando a la rayuela,

    al salto, a las bolitas,

    mientras un gringo curda

    maldice al Redentor. (1)

    El fuelle melodioso termina un tango papa.

    Una pebeta hermosa saca del corazón

    un ramo de violetas, que pone en la solapa

    del garabito guapo, dueño de su
    ilusión.

    Termina la milonga. Las minas retrecheras

    salen con sus bacanes, henchidas de
    emoción,

    llevando de esperanzas un cielo en sus
    ojeras

    y un mundo de cariño dentro del corazón.

    (1) Gardel canta: "las va de payador".

    Españoles

    Alfredo Plácido Navarrine, escribió la
    letra de "Galleguita" (5), tango de 1925, con música de
    Horacio Pettorossi:

    Galleguita

    la divina

    la que a la playa argentina

    llegó una tarde de abril

    sin más prendas

    ni tesoros

    que tus bellos ojos moros

    y tu cuerpo tan gentil.

    Siendo buena

    eras honrada

    pero no te valió nada

    que otras cayeron igual.

    Eras linda galleguita

    y tras la primera cita

    fuiste a parar a Pigall.

    Sola y en tierras extrañas

    tu caída fue tan breve

    que como bola de nieve.

    tu virtud se disipó.

    Tu obsesión era la idea

    de juntar mucha platita

    para tu pobre viejita

    que en la aldea quedo.

    Pero un paisano malvado

    loco por no haber logrado

    tus caricias y tu amor

    ya perdida la esperanza

    volvió a tu pueblo el traidor

    y envenenando la vida

    de tu viejita querida

    le contó tu perdición,

    y así fue que el mes pasado

    te llegó un sobre enlutado

    que enlutó tu corazón.

    Y ahora te veo

    Galleguita

    sentada triste y solita

    en un rincón de Pigall

    y la pena que me mata

    claramente se retrata

    en tu palidez mortal.

    Tu tristeza es infinita.

    Ya no sos la Galleguita

    que llegó un día de abril

    ‘sin más prendas

    ni tesoros

    que tus bellos ojos moros

    y tu cuerpito gentil’ "

    Franceses

    En ‘Griseta’ (6), tango de 1924, con
    música de Enrique Delfino y letra de José
    González Castillo, se evoca a la inmigrante de ese
    origen:

    Mezcla rara de Museta y de Mimí

    con caricias de Rodolfo y de Schaunard,

    era la flor de París

    que un sueño de novela trajo al
    arrabal…

    Y en el loco divagar del cabaret,

    al arrullo de algún tango
    compadrón,

    alentaba una ilusión:

    soñaba con Des Grieux,

    quería ser Manon.

    Francesita,

    que trajiste, pizpireta,

    sentimental y coqueta

    la poesía del quartier,

    ¿quién diría

    que tu poema de griseta

    sólo una estrofa tendría:

    la silenciosa agonía

    de Margarita Gauthier?

    Mas la fría sordidez del arrabal.

    agostando la pureza de su fe,

    sin hallar a su Duval,

    secó su corazón lo mismo que un
    muguet.

    Y una noche de champán y de
    cocó,

    al arrullo funeral de un bandoneón,

    pobrecita, se durmió,

    lo mismo que Mimí,

    lo mismo que Manón.

    Otra francesa aparece en el tango "Madame Ivonne" (7),
    musicalizado por Eduardo Pereira, con letra de Enrique
    Cadícamo:

    Mamuasel Ivonne era una pebeta

    que, en el barrio posta del viejo
    Montmartre,

    con su pinta brava de alegre griseta

    animó las fiestas de Les Quatre
    Arts.

    Era la papusa del Barrio Latino

    que supo a los puntos del verso inspirar…

    pero fue que un día llegó un
    argentino

    y a la francesita la hizo suspirar.

    Madam Ivonne,

    la cruz del sur fue como un signo…

    Madam Ivonne,

    fue como el sino de tu suerte…

    Alondra gris,

    tu dolor me conmueve;

    tu pena es de nieve,

    Madam Ivonne.

    Han pasao diez años que zarpó de
    Francia..

    Mamuasel Ivone hoy es sólo Madam;

    la que al ver que hoy todo quedó en la
    distancia

    con ojos muy tristes bebe su
    champán…

    Ya no es la papusa del Barrio Latino.

    Ya no es la mistonga florcita de lis.

    Ya nada le queda… ni aquel argentino

    que entre tango y mate la alzó de
    París.

    Notas

    1 Lary, Enrique: "Canzoneta", en
    www.abctango.com.

    2 Del Ciancio, Guillermo: "Giuseppe el zapatero", en
    www.argentina.informatik uni-muenchen.de.

    3 Olivari, Nicolás: "La Violeta" en
    www.argentina.informatik uni-muenchen.de.

    4 Navarrine, Julio: "Oro muerto", en
    www.todotango.com.

    5 Navarrine, Alfredo: "Galleguita", en
    www.argentina.informatik uni-muenchen.de.

    1. González Castillo, José: "Griseta",
      en www.todotango.com.
    2. Cadícamo, Enrique: "Madame Ivonne", en F.
      García Jiménez, H. Manzi, C. Castillo y otros:
      Tangos antología. Volumen 2.
      Selección, prólogo y notas por
      Idea Vilariño. Buenos Aires, CEAL, 1981.
      (Capítulo, vol.121).

    …..

    El tango unió y contuvo a los inmigrantes, que
    encontraron en él el reflejo de la nostalgia y la
    frustración que muchos sintieron en la nueva tierra. Tanta
    fue su importancia, para ellos y para los nativos, que aparece en
    la literatura
    como un tema recurrente.

    Trabajo enviado por

    María González Rouco

    Licenciada en Letras UNBA, Periodista

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