Entre Davos y Porto
Alegre
5. Los descontentos de la
globalización
6. Banco mundial contra fmi, y
viceversa
7. ¿Puentes entre davos y
porto alegre?
Desde hace unos años, la
globalización es un tema altamente controvertido, lo
cual no significa que no tenga muy remotos antecedentes. En ese
sentido, alguna vez me he permitido subrayar que,
históricamente, se remontaría a por lo menos 1494,
cuando España y
Portugal firmaron el Tratado de Tordesillas. Según
el cual, con un círculo completo de meridiano de 360
grados, se repartieron el globo; en dos mitades, pasando a
depender de Lisboa todo el hemisferio oriental, y de la
Corte de Isabel II y Fernando V el occidental.
Ese acuerdo, naturalmente, no fue reconocido por las
otras potencias europeas, que bien se ocuparon de erosionar las
áreas que ambos países ibéricos se
habían arrogado. Sobre todo, desde que en 1580 Felipe II
se ciñera la corona lusitana, dando así la
sensación de que se iba camino de un poder
universal.
Además de lo anterior, hubo, en lo
económico, auténticas premoniciones de lo que
sería la ulterior globalización. Así lo dio
a entender Adam Smith,
quien en su "Riqueza de las Naciones" subrayó las ventajas
de un comercio
planetario sin barreras, que había de permitir aprovechar
plenamente las ventajas de la división del trabajo. En la
misma línea, un siglo después, Karl Marx se
referiría a lo que ya se caracterizaba como un mercado
universal, no sólo para el comercio, sino también
para las finanzas.
Tesis que
desarrolló ampliamente su discípulo Rudolf
Hilferding.
En tiempos más cercanos, mediando el siglo XX,
dos grandes profetas anunciaron la globalización
desde otros enfoques: el primero, Pierre Theilard de Chardin, al
predecir que llegaría haber una noosfera, o
envoltura pensante de la Tierra, por
la
comunicación de todos entre sí; y el segundo,
Marshall McLuhan, quien supo visionar la aldea global
merced a la difusión de los medios
audiovisuales.
Tras las premoniciones consideradas, puede decirse que
el movimiento de
globalización a que estamos refiriéndonos, se
manifiesta actualmente, con la más alta intensidad, en
tres planos interconectados —político,
económico y ecológico—, que vamos a analizar
a continuación.
Brevemente podríamos destacar, sobre el plano
político, que los avances y perfeccionamientos en la
globalización exigen de manera inexcusable la
multilateralización de las relaciones de poder. En contra
del unilateralismo que hoy se arrogan George W. Bush y sus
halconeros acólitos, que se comportan en contra del viejo
espíritu de los propios EE.UU., que dieron al movimiento
globalizador excelsos representantes.
El primero de ellos, Francis Lieber, quien en 1863, en
plena Guerra de
Secesión, promovió la humanización global de
las contiendas bélicas; con su Código de
trato humanitario a los prisioneros de guerra, que después
derivaría a las célebres convenciones de La
Haya.
En esa misma línea de ecumenismo norteamericano,
el presidente Wilson, preconizaría, en 1918, el nacimiento
de la Sociedad de las Naciones; y análogamente,
menos de 20 años más tarde, haría lo propio
Franklin E. Roosevelt, quien entre 1943 y 1945, hasta su misma
muerte, fue
impulsor máximo del nacimiento de las Naciones
Unidas.
Con esos hitos hacia la globalización política, el
principal obstáculo ahora se manifiesta precisamente en
que no se ha hecho la reforma de la Carta de la ONU de 1945. De
modo que cinco países, el mismo club nuclear inicial,
siguen detentando el veto en el Consejo de Seguridad.
Derecho que ellos mismos se arrogaron en 1945, aunque
fuera comprometiéndose a introducir modificaciones en
1955. Cosa que no se hizo ni entonces ni después, a causa
de la guerra
fría, y sobre todo por la inercia de las grandes
potencias a seguir siéndolo, creando así un hecho
diferencial discriminatorio en el cuadro de Naciones
Unidas.
El segundo aspecto de la globalización que vamos
a comentar, el económico es un hecho evidenciado por
doquier. Como lo demuestra la circunstancia de que en la
década de 1990, mientras el PIB global del
mundo creció al 3 por 100, el intercambio internacional lo
hizo a una velocidad
triple. Debido, entre otras cosas, a las facilidades de comercio
creadas por el GATT (Acuerdo General
sobre Aranceles
Aduaneros y Comercio, por su sigla en inglés)
y desde 1995 por su entidad sucesora, la Organización
Mundial de Comercio (OMC); con
áreas de actividad mucho más amplias: derechos de propiedad,
movimientos de capitales, libre circulación de servicios,
tecnologías de la información, etc.
Para desde una óptica
española tener una idea de lo que esa
liberalización comercial representa, baste decir que en
1963, en la cúspide del Plan de Estabilización
Económica, que flexibilizó todo el sistema
productivo, el Arancel Ullastres se promulgó con
una protección media del 35 por 100 del valor de las
mercancías. Mientras que 40 años
después, apenas una generación, el proteccionismo
(excluida la agricultura)
se sitúa en el TARIC (Tarifa Integrada de la CE) en el 2
por 100; es decir, prácticamente sin fronteras
económicas.
A esa globalización, se enfrentan numerosos
descontentos. Por la idea de que los cambios hoy en curso en el
escenario mundial, beneficia claramente a unos pocos
países; mientras que sus ventajas no llegan a la inmensa
mayor parte de la humanidad. Todo lo cual comporta una serie de
sofismas y apreciaciones más o menos superficiales, como
las evidenciadas al no apreciar el hecho de que parte importante
de los países componentes del Tercer Mundo hace 40
años, se han convertido en verdaderas potencias
industriales; gracias, precisamente, a que supieron aprovechar
las ventajas de la globalización.
Ese es el caso de los tigres asiáticos:
Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur. Como
actualmente está sucediendo lo propio en China,
pudiendo esperarse que en no mucho tiempo lo
mismo ocurrirá en la India. Con la
particularidad de que en este último país el
proceso
podrá ser todavía más espectacular, por las
circunstancias de que una buena proporción de los indios
conocen bien el inglés, y varios millones de ellos
disponen de una especial preparación para todo lo
informático.
Tales situaciones, aunque de manera menos brillante,
también se dan en el Norte de México en
relación con EE.UU., en todo el área Sur de
Brasil. E
incluso, de manera muy incipiente en el continente africano
—el que más gravemente padece las desventajas de la
globalización—, en países pequeños
pero muy significativos como son Wotswana y Mauricio. Sin olvidar
que la propia España es un vivo ejemplo de cómo un
país atrasado en 1959 empezó a beneficiarse de la
globalización a partir del ya mencionado Plan de
Estabilización.
Por último, queda el tema de la
globalización ecológica, que cabe sintetizar en la
idea de que todos los humanos vivimos en un solo mundo. Como ya
constató el Inca Gracilaso en sus Comentarios
reales (1609), al referirse al "viejo y nuevo mundo, como una
misma cosa". Idea que desarrollaron cuatro siglos después
Barbara Ward y René Dubos, con su libro Only
one world que funcionó como texto
básico para la preparación de la Conferencia de
las Naciones Unidas sobre Medio
Ambiente, en 1972, en Estocolmo.
Aquel primer concilio ecuménico ecológico
en la capital sueca
fue la señal de alerta de que el planeta estaba
enfermo a causa de los deterioros inducidos por la especie
humana. Lógicamente, después de la alerta,
vendría el diagnóstico, en 1980, al
publicarse el voluminoso estudio Global 2000, impulsado
por el Presidente Carter desde la Agencia de Medio Ambiente de
EE.UU. (EPA). En el cual se demostró que todo estaba mucho
peor de lo que se pensaba.
Más adelante, en 1987, la llamada
Comisión Brundtland (por el nombre de su
presidenta, la Jefe de Gobierno de
Noruega), encontraría el método para actuar
en lo sucesivo, acuñándose la expresión
desarrollo sostenible como conjunto de ideas para
reconciliar al hombre con la
naturaleza.
Más tarde, se pasaría, a partir de la
Conferencia de Río-92, a un proyecto de
acción, que todavía no ha tenido los
éxitos deseables, como se patentizó en la posterior
Cumbre de Río + 5 (Nueva York, 1997) y en la
reciente Conferencia de Johannesburgo, del 24 de agosto al 4 de
septiembre del 2002; vituperada por casi todos, sin constatar que
ha reportado algunos elementos alentadores, si bien es cierto que
resultó decepcionante para la mayoría, por la falta
de avances en muchos temas, y sobre todo en la solidaridad
económica Norte / Sur.
5. LOS DESCONTENTOS DE LA
GLOBALIZACIÓN
En el mundo en globalización cuya
panorámica hemos trazado —y que no se vea
ningún espíritu panglosiano en la visión
utópica en la que me siento inmerso, porque utopía
significa dificultades y esfuerzo— el economista Joseph
Stiglitz ha irrumpido con un libro que está siendo
objeto de numerosos comentarios en pro y en contra. Entre otras
razones, porque no se trata de una persona que pase
desapercibida de los grandes medios de
comunicación, como sucede con tantos académicos
de la Economía. Pues además de otros
cargos, Stiglitz se ha desempeñado en puestos importantes,
como el de Presidente del Consejo de Asesores Económicos
del Presidente Clinton, o en su más conocida
actuación como Economista Jefe del Banco Mundial,
y Vicepresidente de esa misma institución; con indudable
experiencia y trabajos académicos que le proporcionaron el
Premio Nobel de Economía del año 2001.
A todo lo indicado, se une la circunstancia de que el
libro de Stiglitz ha venido a ser como un torpedo en la
línea de flotación —o al menos eso se ha
pretendido—, del Fondo Monetario
Internacional (FMI). Una entidad
generalmente considerada de lo más dogmática en sus
pretendidas soluciones,
hasta el punto de que se ha enfatizado el contraste que existe
entre las dos entidades nacidas en Bretton Woods en 1944: el FMI,
dicen, es un verdadero Kremlin a la antigua usanza; en donde las
decisiones se toman arriba y se acatan monolíticamente en
la línea de mando. Mientras que el Banco Mundial se
ve más bien como una universidad, en
la que casi todo resulta discutible, con posicionamientos
según los diferentes estratos e ideologías del
staff.
En esa misma senda de apreciaciones, se ha dicho que el
FMI funciona jerárquica y disciplinadamente, como el
antiguo ejército prusiano, con un mando absolutamente
centralizado. Frente a lo que sucede el Banco Mundial, que se
parecería más bien, con todos los respetos para los
hermanos de México, al Ejército de Pancho
Villa.
6. BANCO MUNDIAL CONTRA FMI,
Y VICEVERSA
En el contexto a que estamos refiriéndonos,
cargado de tensiones entre el FMI y el BM, a nadie ha
extrañado nadie que un día saltara la chispa
dialéctica. Concretamente, el 28 de junio, cuando en la
Biblioteca del
Banco Mundial se hizo un acto de presentación del libro de
Stiglitz, encomendándose esa tarea a Kenneth Rogoff,
actual Director de Estudios del FMI. En tan discreto ambiente, y
cuando se pensaba que todo iba a ser una serena y tal vez
monótona sesión dedicada a temas como el manejo de
los tipos de interés,
la técnica de los planes de ajuste, y la forma de
institucionalizar las ayudas de ambas organizaciones a
los países en crisis,
Kenneth Rogoff, de lo más inesperadamente, formuló
un duro ataque a las tesis de Stiglitz.
Empezó por cuestiones muy personales, defendiendo
a su predecesor en el FMI, Stanley Fischer, que según
Stiglitz fue premiado por los grandes grupos
financieros tras su salida del Fondo; hace pocos meses, al
adjudicársele la presidencia del Grupo Citi.
Por otro lado, Rogoff puso en dudas las ideas centrales del libro
de Stiglitz, especialmente en todo lo que concierne a la forma de
trabajar el Fondo. En el sentido de que los informes sobre
países, de misiones de sus funcionarios, están poco
trabajados, apreciándose aún más poco
las opiniones de los observadores locales. E incluso escribiendo
los informes como si nunca se hubiera visitado los países
a analizar.
A esa catilinaria puesta en boca de Stiglitz, Rogoff
replicó que muchos empleados del FMI hacen semanas de 80
horas de trabajo, y arriesgan su vida, visitando países en
condiciones extremas como las de Asia Central, a
temperaturas muy bajas, o contraen enfermedades letales en las
áreas tropicales. Aún más concretamente,
Rogoff caracterizó el libro objeto de presentación
como "una curiosa mezcla de ideología y mala ciencia
económica", para acto seguido pedir su retirada del
mercado.
Toda la controversia reseñadas se produjo en
medio de la tensión y la sorpresa de los asistentes, y
tuvo numerosas referencias ulteriores en los grandes medios de
comunicación anglosajones, como el World
Street Journal, el Financial Times, The Economist,
etc.
Por todo ello, debemos preguntarnos: ¿qué
hay en el fondo de toda la polémica Rogoff/Stiglitz?
¿Es una lucha entre científicos para encontrar el
recto camino, o más bien resulta expresivo de actitudes
ideológicas muy diferentes? Lo segundo es lo más
seguro, sobre
la base de que Stiglitz, a lo largo de sus años en el
Banco Mundial, ha sido permanente crítico de las operaciones del
FMI. Por entender, según subraya ahora detenidamente en su
libro, que en toda una serie de experiencias de asesoramiento del
Fondo, se asigna la preminencia suprema al mercado; sin advertir
las ventajas que tendrían algunos dispositivos de
regulación.
Lo expresado hasta aquí no significa, ni mucho
menos, ue Stiglitz se sitúe contra la
globalización, que por lo demás es irreversible, y
que va a seguir contra viento y marea. Como a mi juicio puso de
relieve muy
bien el anterior director de la OMC, Mike Moore, cuando dijo
aquello de que "la única alternativa a la
globalización es la guerra fría, la vuelta al
armamentismo, y a las tensiones que pudieron parecernos
definitivamente superadas".
7. ¿PUENTES ENTRE
DAVOS Y PORTO ALEGRE?
Hoy, el espíritu de la controversia sobre la
globalización tiene nombres propios; siendo el primero,
por orden de antigüedad, el Foro Económico
Mundial de Davos, la celebre estación de esquí
en los Alpes suizos, donde desde hace más de 20
años se reúnen representaciones sobre todo de los
países avanzados; casi siempre para subrayar la necesidad
de una economía abierta de mercado. En tanto que en el
Foro Social Mundial, con sede en la ciudad
brasileña de Porto Alegre, la capital del Estado de
Río Grande Do Sul, se defienden posturas más
intervensionistas en la idea de hacer posible una mejor distribución de riqueza y renta a escala
mundial.
Entre esos dos foros se sitúa Stiglitz, aceptando
lo inevitable de la globalización, pero proponiendo, al
mismo tiempo, una serie de reformas para que los países
menos desarrollados puedan beneficiarse de ella. Lo cual hace
pensar que entre Davos y Porto Alegre están
tendiéndose puentes para tal vez un futuro entendimiento,
tal como lo expresaba Mario Soares, el ex Presidente de Portugal,
el 4 de marzo del 2002, cuando a invitación del autor de
este comentario, y dentro de los Cursos de Invierno de la UCM,
explicaba, recién regresado de Porto Alegre, que lo
verdaderamente deseado en el Sur es una
globalización con rostro humano; o como dice Mary
Robinson, responsable máxima de los Derechos Humanos
en las Naciones Unidas, una globalización con nuevas
reglas de equidad y
justicia.
En ese sentido, están cimentándose,
seguramente, nuevas bases de entendimiento, que podrían
personificar los más descontentos del Foro de Davos, como lo es George
Soros, y los más críticos de los problemas del
Tercer Mundo, como en el caso de Noam Chomsky en el marco de
Porto Alegre.
Naturalmente, habrá que dar tiempo al tiempo, y
la dialéctica de los hechos y las ideas, el
enfrentamiento, a pesar de esas aproximaciones, proseguirá
sine die. Ese es el sino del mundo en que
vivimos.
Ramón TAMAMES
Catedrático de Estructura
Económica, UAM / Cátedra Jean Monnet de la
UE
(Para observaciones sobre este artículo los
lectores pueden comunicarlas por correo
electrónico a ).
MD/MIS DOCU/CONFERENCIAS/JAEN, 14.9.02. ASOC. ANDALUZA
FILOSOFIA