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Osteomielitis




Enviado por raulporras16



    1. Definición
    2. Tipos de
      osteomielitis
    3. Métodos
      diagnósticos
    4. Algoritmo
      diagnóstico
    5. Diagnóstico
      diferencial
    6. Tratamiento
    7. Bibliografía

    DEFINICION

    La osteomielitis es una infección de la cortical
    y medular del hueso, generalmente de origen bacteriano, aunque
    puede estar producida por cualquier microorganismo. La clasificación se puede
    hacer según un gran número de criterios
    (etiología, patogenia, localización, evolución, etc.), pero las más
    utilizadas son la patogénica de Waldvogel, que considera
    tres clases: hematógena, por contigüidad y asociada a
    insuficiencia vascular; y la de Cierny y Mader que establece doce
    grupos
    combinando la localización anatómica y la
    situación del huésped, y cuyo propósito es
    estandarizar el tratamiento.

    ETIOLOGIA

    • La causa más frecuente es la bacteriana,
      aunque también pueden ser de origen vírico y
      producido por hongos
      (generalmente en el contexto de una infección
      sistémica). Varía según la
      edad.
    • Staphyloccocus aureus es el principal patógeno
      en todas las edades, ocasiona el 90% de las osteomielitis
      agudas.
    • El segundo en orden de frecuencia es Streptoccocus
      betahemolítico del grupo A
      (SBHGA) (menos de un 10% de casos). Haemophilus influenzae
      puede ser responsable de OA en niños
      no vacunados.
    • En neonatos juegan un papel importante Streptococcus
      del grupo B y los bacilos gramnegativos (E. Coli).
    • En zonas de punción a nivel plantar el
      principal patógeno implicado es Pseudomonas aeuruginosa
      y también otros bacilos gramnegativos. Es frecuente en
      mayores de 6 años.
    • En niños con anemia de
      células
      falciformes deberá investigarse la presencia de
      Salmonella.
    • Deben sospecharse otros microorganismos según
      la patología de base y la puerta de entrada.
      Además de los neonatos y de los pacientes con
      drepanocitosis, existen otros grupos de riesgo:
      hemodializados, con fracturas cerradas o con osteomielitis
      multifocal crónica recurrente.

    PATOGENIA

    Existen tres tipos de osteomielitis:

    1. Osteomielitis aguda hematógena, secundaria a
      bacteriemia: Forma más frecuente.
    2. Osteomielitis no hematógena, por
      inoculación directa: Ocurre tras un traumatismo o
      cirugía o por diseminación a partir de un foco
      contiguo, generalmente celulitis.
    3. Osteomielitis crónica: Se produce de forma
      secundaria a un traumatismo importante, a cirugía o a un
      tratamiento inadecuado de osteomielitis aguda. Se caracteriza
      por drenaje crónico, dolor e impotencia funcional de la
      extremidad afecta. El principal agente es S. aureus,
      también H. Influenzae y otros gramnegativos.

    La mayoría de bacterias que
    llegan al hueso son fagocitadas, pero si la zona de hueso a la
    que acceden se encuentra mal vascularizada (como es el caso de la
    metáfisis) los macrófagos no pueden acceder,
    produciéndose un exudado inflamatorio que se acumula a
    tensión entre la corteza y la médula del hueso.
    Como consecuencia de la trombosis séptica de los vasos que
    nutren la zona metafisaria se forma una pequeña zona de
    hueso necrosado (secuestro) que es
    reparado por zonas de hueso nuevo (involucro). La
    infección puede extenderse hacia la médula del
    hueso y/o zona epifisaria (en menores de 18 meses), pudiendo
    alcanzar el espacio articular causando una
    pioartrosis.

    TIPOS DE
    OSTEOMIELITIS

    Según las formas clínicas puede
    ser:

    a) Agudas

    b) Subagudas

    c) Crónicas

    d) Formas especiales

    Según su patogenia, puede ser:

    a) Hematógena

    b) Exógena

    c) Yatrogénica

    Osteomielitis Aguda Hematógena

    Es la infección bacteriana piógena
    localizada en huesos a partir
    de un área previamente infectada del organismo que se
    denomina foco primario. Después del estafilococo, el
    estreptococo es responsable de un 3 a 5% de los casos; el foco
    primario puede estar en intestino, oído medio
    o a partir de piel:
    forúnculo, antrax, celulitis, etc.

    Patogenia

    El hueso es un tejido muy vulnerable a la
    infección; los gérmenes llegan por vía
    sanguínea o linfática; la lesión infecciosa
    depende de la virulencia del germen y de la resistencia del
    sujeto. El germen invade la metáfisis sobre todo de huesos
    largos (próximas a rodilla y alejadas del codo, que son
    las más fértiles), más en niños y
    adolescentes;
    el germen, al invadir el hueso, produce inflamación, la cual condiciona
    reabsorción ósea, y las enzimas
    proteolíticas y tóxicas rompen el tejido
    óseo y se forma el pus; el pus retenido a tensión
    se evacúa al canal medular o a la zona perióstica
    formando el absceso subperióstico, el cual llega a la piel
    formando una fístula; en semanas o meses hay hueso
    neoformado rodeando el hueso infectado, es el llamado involucro;
    el hueso infectado se descalcifica en forma irregular, y por
    trombosis algunos segmentos se necrosan formándose el
    secuestro que es de aspecto denso en las imágenes
    radiográficas porque no participa en el metabolismo
    cálcico.

    En los niños rara vez llega la infección a
    la articulación, por el freno que es el cartílago
    metafisiario; en cadera y rodilla el compromiso articular es
    más frecuente, pues el cartílago metafisiario es
    intraarticular. Pueden existir focos osteomie-líticos
    múltiples; la osteomielitis ocasionada por una fractura
    abierta suele ser localizada más frecuentemente en
    niños que niñas (proporción 4:2).

    Clínica

    Los síntomas varían con la edad,
    virulencia del germen, localización de la
    infección, intensidad, extensión, resistencia del
    huésped, duración de la enfermedad y tratamiento
    previo.

    Los síntomas generales son como los de toda
    infección aguda: malestar general, escalofríos,
    fiebre,
    sudoración, decaimiento, náuseas, cefalea,
    etc.

    Los síntomas locales están dominados por
    el dolor exquisito, bien localizado, que causa espasmos
    musculares y limitación de la movilidad de las articulaciones
    vecinas al foco. En la práctica es difícil que
    llegue de inicio, más común es que llegue en etapa
    de absceso subperióstico; hay leucocitosis con
    neutrofilia, VSG muy alta, anemia de tipo secundario.

    La aspiración de pus de los abscesos se debe
    analizar y cultivar; los hemocultivos pueden ser psotivos en 48%
    de casos. Hasta los 10 ó 15 días de enfermedad, la
    radiografía es negativa, la aparición de absceso es
    anterior a la imagen de RX
    positivo.

    Osteomielitis Crónica
    Hematógena

    Son los enfermos que una vez pasado el período
    agudo, con tratamiento o sin él, presentan
    supuración piógena crónica del hueso, siendo
    característica la presencia de secuestro, cavidades y
    fístulas.

    Clínica

    Los síntomas locales inflamatorios son
    reemplazados por deformidad y supuración crónica;
    el dolor disminuye, excepto en caso de fractura patológica
    o reactivación de la infección; se hacen evidentes
    las atrofias y retardos en el crecimiento por destrucción
    o alargamiento por estimulación, o angulaciones en varo o
    valgo, sobre todo en rodilla; hay limitaciones de la movilidad,
    fístulas, ulceraciones y raramente los
    epiteliomas.

    En la radiografía encontramos deformación
    del contorno óseo, con esclerosis del mismo, cavidades o
    geodas, presencia de secuestros, que son áreas de huesos
    más densos y de contornos nítidos separados del
    resto del hueso o en su interior.

    Osteomielitis Crónica Primitiva – Formas
    Especiales

    Son casos sin sintomatología aguda aparente, con
    estado general
    bueno en adolescentes o personas jóvenes, en
    metáfisis de fémur y tibia.

    Tres formas principales:

    Absceso de Brodie

    Forma crónica primaria localizada, da imagen
    ovoide con bordes netos y esclerosis; sus dolores suelen ser
    nocturnos; localización metafisiaria; la cavidad
    ósea está llena de pus, tejido de
    granulación o tejido fibroso, a veces secuestros. Curan
    bien con el curetaje óseo.

    Osteomielitis Esclerosante de Garre

    Forma crónica de baja virulencia y difusa; se
    caracteriza por condensación ósea difusa de un
    hueso largo y dolor neurálgico rebelde más nocturno
    debido a tensión intraósea. El tratamiento consiste
    en resecar la cortical esclerosada y descomprimir la
    médula; no suele encontrarse pus ni nido. Tiene diagnóstico diferencial con el tumor de
    Ewing.

    Osteoperiostitis Albuminosa de Ollier

    Absceso subperióstico de paredes engrosadas, de
    contenido amarillo filante; poca sintomatología;
    tratamiento quirúrgico, drenar.

    Infecciones tíficas del aparato
    locomotor

    A nivel de huesos largos o columna; hay periostitis, es
    rara y ocurre en menos de 1% de los casos tíficos.
    Clínica y RX similar a la osteomielitis piógena; se
    puede aislar el bacilo tífico en sangre, orina y
    heces; las aglutinaciones son específicas y positivas. El
    tratamiento es el de cualquier osteomielitis y el
    antibiótico indicado es la cloromicetina.

    Infecciones brucellósicas del aparato
    locomotor

    En la evolución de la Fiebre Malta se presenta
    dolor en la zona sacroiliaca, columna o coxofemoral; impotencia
    funcional y posición antálgica; hay fenómenos
    óseos productivos y a la radiografía aumento de
    densidad de
    zona afectada. El diagnóstico se apoya en el antecedente y
    laboratorio.
    El tratamiento es a base de antibióticos adecuados y
    reposo. En columna se recurre a la artrodesis, sólo en
    casos rebeldes a la terapia médica.

    Lues ósea

    Tiene dos formas clínicas:

    1. Sífilis congénita: Infección
      hematológica del feto a
      través de madre luética; el treponema invade
      todos los tejidos, las
      lesiones óseas son: Osteocondritis, periostitis y
      osteítis; tríada de Hutchinson.
    2. Sífilis adquirida: Manifestación
      osteoarticular de una lues secundaria y terciaria; en la
      secundaria en forma de periostitis y en la terciaria como gomas
      óseas, raros en la clínica diaria; el
      diagnóstico lo da el laboratorio y el tratamiento
      antisifilítico es efectivo.

    Otra manifestación es la artropatía
    neutrófica (articulación de CHARCOT) por distubio
    trófico por falta de sensibilidad.

    METODOS
    DIAGNOSTICOS

    Diagnostico por Laboratorio – Reactantes de
    Fase Aguda

    • Útiles para el diagnóstico, seguimiento
      y respuesta al tratamiento: leucocitosis, VSG (Velocidad de
      Sedimentación Globular) y PCR (Proteína C
      Reactiva).
    • En un 60% no existe leucocitosis al
      diagnóstico. Una fórmula leucocitaria normal no
      excluye en absoluto el diagnóstico.
    • La VSG, muy sensible pero poco
      específica.
    • Se normaliza a las 3-4 semanas en casos de
      osteomielitis no complicada; en un 25% de pacientes no existe
      elevación de la VSG en fases iniciales.
    • La PCR se eleva en las primeras 8 horas, alcanza el
      valor
      máximo a los 2 días y se normaliza a la semana de
      haber iniciado el tratamiento. Muy útil para el
      seguimiento y para diferenciar formas complicadas.
    • Monitorización de títulos bactericidas
      del suero (TBS): No se realiza de forma habitual en la
      práctica diaria por su complejidad y escasa
      reproductibilidad. No está indicado en todos los
      pacientes, no se correlaciona con el pronóstico
      pronóstico clínico y no es imprescindible para el
      seguimiento clínico adecuado de los
      pacientes.

    Diagnostico por Imágenes

    • El diagnóstico clínico debe ser precoz
      para evitar el paso a la cronicidad, lo cual es determinante
      desde el punto de vista pronóstico de la
      infección.
    • Las manifestaciones clínicas (dolor, fiebre,
      etc.) y las alteraciones biológicas (leucocitosis,
      aumento de VSG y PCR) carecen de especificidad en las formas
      agudas.
    • La radiografía simple es de poca ayuda en los
      primeros días ya que las alteraciones óseas
      iniciales no aparecen, al menos, antes de una
      semana.
    • Las técnicas
      gammagráficas detectan en los primeros días la
      infección con una elevada sensibilidad (90%), pero
      sólo una aceptable especificidad (73%) por la
      posibilidad de falsos positivos y negativos. El 99mTc MDP es el
      radiotrazador más empleado y en las fases 3 y 4 permite
      diferenciar las lesiones óseas de las de partes
      blandas.La asociación con citrato de 67Ga mejora la
      especificidad y es útil en el control del
      tratamiento.
    • Otras técnicas,como los leucocitos marcados
      con 111In o 99mTc HMPAO, parecen ser más
      específicas.
    • La TAC y la RM superan a las anteriores pruebas en
      todos los aspectos, ya que tienen una excelente
      resolución y revelan edema, daño
      medular, reacción periostal, destrucción cortical
      y afectación de las partes blandas, aun cuando la
      radiografía simple y la gammagrafía son
      todavía normales. No obstante, en la TAC es común
      la degradación de la imagen por artefactos debidos al
      hueso o al metal, y la RM está contraindicada cuando el
      paciente porta cuerpos extraños de tipo
      ferromagnético. A pesar de la disponibilidad de todo
      este conjunto de técnicas diagnósticas, a veces
      es necesaria la confirmación histopatológica
      mediante fragmentos óseos obtenidos durante la
      cirugía o por biopsia.
    • En el diagnóstico microbiológico, las
      únicas muestras fiables para el aislamiento del agente
      causal son el tejido óseo obtenido por biopsia o en el
      acto quirúrgico, el material extraído por
      punción de abscesos cerrados y los
      hemocultivos.
    • Las tomas de úlceras o fístulas son a
      menudo engañosas, ya que pueden corresponder a una
      infección superficial o a una contaminación. El valor predictivo
      positivo del exudado de la fístula es aproximadamente
      del 50% y algo superior para S. aureus. La determinación
      del verdadero agente causal y su sensibilidad es esencial para
      hacer un correcto tratamiento antimicrobiano.

    ALGORITMO DIAGNOSTICO

    ALGORITMO DIAGNOSTICO

    DIAGNOSTICO DIFERENCIAL

    El diagnóstico diferencial de un niño con
    dolor óseo localizado y manifestaciones sistémicas
    incluye:

    • Osteomielitis.
    • Artritis séptica o tóxica.
    • Celulitis.
    • Tromboflebitis.
    • Fiebre reumática aguda.
    • Infarto óseo (drepanocitosis).
    • Neoplasias. Al igual que en la OAH el dolor es
      constante y puede existir cojera por el propio tumor o las
      metástasis. Debe hacerse diagnóstico diferencial
      con los siguientes tumores: osteosarcoma, tumor de Ewing,
      leucemia, neuroblastoma metastático y tumor de
      Wilms.
    • Histiocitosis X.
    • Enfermedad de Perthes.

    El diagnóstico se basa en las manifestaciones
    clínicas, métodos de
    imagen y hallazgos de laboratorio. El diagnóstico de
    osteomielitis aguda se confirma por la presencia de dos de los
    siguientes cuatro criterios:

    1. Obtención de material purulento por
      aspiración del hueso y/o cultivos de hueso
      positivos.
    2. Hemocultivos, positivos en el 50-60%.
    3. Presencia de signos/síntomas clásicos de
      osteomielitis.

    Cambios por gammagrafía ósea, RMN o
    radiografía, típicos de osteomielitis.

    TRATAMIENTO

    A pesar de los importantes avances logrados en el
    conocimiento y manejo de la osteomielitis, aún nos
    enfrentamos a un proceso con
    problemas de
    tratamiento y una elevada morbilidad, en particular en su forma
    crónica. Las tasas de curación obtenidas son
    inferiores a las de otras infecciones y no se logra esterilizar
    el hueso en más del 70% de las ocasiones. El éxito
    terapéutico se relación con la precocidad en el
    diagnóstico, el tipo evolutivo -aguda o crónica-,
    el agente causal, las características del foco de
    infección, la presencia de material de implante y el
    acierto en las medidas tomadas. El tratamiento de la
    osteomielitis comprende el uso de antimicrobianos, cirugía
    y rehabilitación física,
    psíquica y social.

    En el hueso normal, no existe ninguna barrera
    anatómica o funcional que impida la penetración de
    los antibióticos. Incluso se ha visto una estrecha
    relación entre la concentración sérica y la
    ósea, de tal manera que los hallazgos en el suero en la
    fase de meseta pueden predecir la cantidad de antibiótico
    en el hueso. Sin embargo, en la osteomielitis hay que considerar
    las peculiaridades del foco de infección -acidez, isquemia
    y bajo potencial "redox"- que pueden hacer fracasar la acción
    beneficiosa del antibiótico.

    Tampoco ha de olvidarse que estamos ante una
    infección por bacterias adherentes, donde los
    microorganismos producen exopolímeros altamente hidratados
    -glucocálix- unidos a la membrana externa en los bacilos
    gramnegativos y a los ácidos
    teicoicos en los cocos grampositivos, que les permite fijarse con
    firmeza a los receptores glucoproteicos de las superficies
    inertes -tejidos desvitalizados, material de implante-. Los
    exopolímeros forman una red o biopelícula
    que preserva a las bacterias de la acción de los fagocitos
    y antibióticos, y facilita su interrelación y
    multiplicación, siendo en definitiva una garantía
    de supervivencia.

    El antibiótico seleccionado debe ser activo
    frente al microorganismo causal, alcanzar concentraciones
    superiores a la CMI en el foco de infección, mantenerlas
    en los intervalos entre dosis y permanecer estable en el
    medio.

    Además, por la larga duración del
    tratamiento y las dosis elevadas que se emplean hay que tener en
    mente la tolerancia y la
    vía de administración del propio antimicrobiano.
    En situaciones de refractariedad o recurrencia ha tenido utilidad la
    medición del poder
    bactericida del suero en el pico y en el valle, como dato
    indirecto de las cifras en el suero y para poder predecir la
    respuesta al tratamiento.

    Títulos ≥ a 1/16 en las formas agudas y ≥ a
    1/8 en las crónicas se relacionan con buenos resultados.
    El seguimiento de estas normas puede ser
    suficiente para alcanzar la curación de las formas agudas,
    pero no así en las crónicas que generalmente
    precisan cirugía.

    En el tratamiento antimicrobiano, es conocido que la
    osteomielitis aguda requiere una actuación empírica
    inmediata, previa recogida de muestras adecuadas, mientras que en
    la crónica es preferible aguardar a conocer el
    diagnóstico etiológico. Las pautas y
    duración de la antibioticoterapia no están bien
    establecidas, pues no hay ensayos
    clínicos definitorios, aunque se acepta la necesidad de
    dosis altas durante periodos prolongados – al menos seis
    semanas-. Los cambios en la etiología de la osteomielitis,
    el desarrollo de
    resistencias y
    la aparición de nuevos antibióticos, sobre todo
    orales con excelente biodisponibilidad, hacen necesario la
    revisión periódica de la idoneidad del
    tratamiento.

    En la actualidad, existe un gran número de
    antibióticos para el tratamiento de la osteomielitis,
    algunos de los cuales han demostrado su eficacia en
    ensayos clínicos poco valorables y de escaso rigor
    científico, por lo que la Infectious Disease Society of
    America y la Food and Drug Administration en 1992 establecieron
    una serie de condiciones que los investigadores deben seguir en
    el diseño
    de trabajos en este campo.

    En las infecciones por S. aureus productores de
    penicilinasa -90% de los aislados-, los betalactámicos han
    confirmado su eficacia. Son útiles las penicilinas
    isoxazólicas o asociadas a inhibidores de betalactamasas y
    las cefalosporinas de 1ª y 2ª
    generación.

    Otras alternativas son los glucopéptidos
    -vancomicina y teicoplanina-, cotrimoxazol, clindamicina -con
    actividad antiadherente-, fosfomicina, ácido
    fusídico, rifampicina y las fluorquinolonas -los tres
    últimos nunca en monoterapia-. En S. aureus y otros
    estafilococos -la mayor parte de los coagulasa negativos-
    resistentes a la meticilina, recurriremos a glucopéptidos,
    cotrimoxazol o a combinaciones de fluorquinolonas y
    rifampicina.

    La terapia secuencial iv/po es posible realizarla en la
    mayoría de las ocasiones, excepto con los
    glucopéptidos, aunque la presentación intramuscular
    de teicoplanina y su dosis única diaria han permitido
    mantener tratamientos ambulatorios prolongados con escasos
    efectos adversos. La progresiva insensibilidad de los
    estafilococos a los antibióticos está llevando a la
    búsqueda de nuevas moléculas activas como
    quinolonas -moxifloxacino, gatifloxacino, gemifloxacino, etc.-,
    sinergistinas -dalfopristina/quinupristina- y oxazolidinonas
    –-linezolid- entre otras, de las que no hay experiencia en
    osteomielitis en la actualidad.

    En el caso de los bacilos gramnegativos aerobios o
    facultativos y en la formas polimicrobianas, son muy
    útiles las cefalosporinas de 3ª -cefotaxima,
    ceftriaxona y ceftazidima- o 4ª generación
    -cefepima-, las fluorquinolonas -ciprofloxacino, ofloxacino y
    pefloxacino-, las penicilinas asociadas a inhibidores de
    betalactamasas – amoxicilina/clavulánico,
    ampicilina/sulbactam y piperacilina/ tazobactam-, los
    carbapenémicos -imipenem/cilastatina y meropenem- y
    aztreonam -activo sólo frente a bacilos gramnegativos-.
    Piperacilina/tazobactam, ceftazidima y cefepima tienen actividad
    sobre P. aeruginosa por lo que estarían indicadas en los
    usuarios de drogas por
    vía parenteral, inmunodeprimidos y en las infecciones
    localizadas en los pies de los diabéticos.

    Los carbapenémicos también tendrían
    esta indicación pero el alto coste y la corta semivida
    limitan su uso. Las fluorquinolonas, sin duda alguna, han
    supuesto la revolución
    más importante en el tratamiento de la osteomielitis. Sus
    excelentes características farmacocinéticas por
    vía oral han posibilitado hacer tratamientos ambulatorios,
    total o parcialmente, con buenas tasas de curación y pocos
    efectos adversos.

    Sin embargo, las nada despreciables tasas de resistencia
    surgidas en algunos microorganismos obligan a la cautela en su
    uso. Frente a S. aureus no son la primera opción y se
    desaconseja la monoterapia.

    En el caso de E. coli sensible se pueden emplear con
    seguridad, aunque
    con P. aeruginosa, donde habrá que vigilar la selección
    de cepas resistentes, sería aconsejable asociar
    inicialmente al menos otro antimicrobiano y cuando la
    concentración de microorganismos se estime que se ha
    reducido pasar a monoterapia.

    Los aminoglucósidos no son recomendables en esta
    situación si tenemos en cuenta que el foco de
    infección tiene un pH
    ácido, un potencial redox bajo y una tensión de
    oxígeno
    reducida, condiciones que inactivan a estos
    antibióticos.

    ELECCION DEL TRATAMIENTO
    ANTIMICROBIANO

    Ciertos microorganismos requieren pautas concretas.
    Frente a Enterococcus una penicilina -ampicilina o piperacilina-
    o un glucopéptido junto a un aminoglucósido es el
    tratamiento de elección. En las infecciones por
    anaerobios, la producción de betalactamasas por algunos
    Bacteroides aconseja el empleo de
    penicilinas asociadas a inhibidores de betalactamasas,
    carbapenémicos o metronidazol, aunque clindamicina o las
    cefamicinas -cefoxitina, cefmetazol- continúan siendo
    útiles.

    La cámara hiperbárica, también
    empleada en infecciones estafilocócicas, tendría
    aquí su principal indicación. Con ella se intenta
    estimular la fagocitosis deteriorada por el ambiente
    hipóxico y se ha mostrado tan eficaz como las
    cefalosporinas.

    El tratamiento de infecciones óseas
    específicas como la tuberculosa, brucelar o
    micótica en nada se diferencia del suyo habitual de otras
    localizaciones.

    La cirugía, fundamental en las formas
    crónicas, va encaminada a eliminar los tejidos
    desvitalizados, obliterar los espacios muertos y lograr la
    estabilidad funcional. Una vez indicada, es importante saber el
    momento adecuado de efectuarla y el tipo de intervención
    más correcta. La rehabilitación física es
    necesaria con el fin de potenciar la funcionalidad de la parte
    afectada. Lo mismo ocurre con el apoyo psicológico que
    persigue la prevención o curación del componente
    ansiosodepresivo generado por:

    1. La larga hospitalización y el desarraigo
      familiar, profesional y social que conlleva,
    2. La prolongada inmovilización con complejos
      sistemas de
      fijación y
    3. El pronóstico incierto de la
      lesión.

    El futuro pasa por las medidas antiadherentes e impedir
    la creación de los biofilms o dañarlos una vez
    creados. Ciertos antibióticos como las fluorquinolonas,
    rifampicina y clindamicina ya han demostrado su eficacia en estos
    aspectos.

    La acción inmunomoduladora y deletérea
    sobre el biofilm de los macrólidos, podría tener
    alguna implicación terapéutica en la
    osteomielitis.

    BIBLIOGRAFIA

    1. Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima
      2002.

    2. "Cirugía Ortopédica y
      Traumatología"

      Sociedad Española de Enfermedades
      Infecciosas y Microbiología
      Clínica.

    3. "Infecciones Osteoarticulares y de Partes
      Blandas"

      www.sld.cu

    4. Revista Cubana de Salud

      http://aeped.es/protocolos/infectologia/

    5. Asociación Española de
      Pediatría
    6. Protocolos Clínicos en Enfermedades
      Infecciosas del Hospital Vega Baja de Orihuela. Alicante
      – España

    http://factoresderiesgo.org/libro/

    RAUL E. PORRAS SERNA

    Estudiante de medicina

    UNIVERSIDAD RICARDO PALMA – FACULTAD DE MEDICINA
    HUMANA

    Lima – Perú

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