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Referentes, comprometidos y comprometidos en Argentina



    1.-Introducción a la lectura de
    la cuestión: intelectuales
    comprometidos

    En la Argentina, una difusa y difícilmente
    delimitable constelación de intelectuales, clase media,
    medios masivos
    de comunicación y aparatos ideológicos
    ordenan, explícita e implícitamente, a sus
    intelectuales en una especie de mapa. Leer el mapa,
    entonces, del intelectual comprometido en los ochenta es tomar
    deliberadamente la cuestión por su último tramo. Es
    preguntarse deliberadamente qué pasó
    después de Rodolfo Walsh, el último
    intelectual que, desde la lectura
    quizá más propagada, aparece como uno de los
    máximos representantes del compromiso en términos
    sartreanos en la Argentina, por lo que significó,
    principalmente, su detallada denuncia, un 24 de marzo de 1977, de
    las estrategias del
    terrorismo de
    estado del
    régimen golpista nacional. Walsh, por aquella actitud y por
    todo lo que lo había llevado a tenerla, fue leído y
    no sin razones como uno de los portavoces de quienes no pudieron
    hablar por desaparecidos, por silenciados o por exiliados,
    además de ser, él mismo, asesinado por aquellos a
    los que había denunciado.

    No discutiremos el valor de las
    acciones de
    intelectuales como Rodolfo Walsh o Haroldo Conti, desaparecido en
    1976, no porque no ameriten discusión, sino porque nos
    alcanza, aquí, con mencionar que Rodolfo Walsh,
    principalmente, ha sido y es considerado como un intelectual
    comprometido arquetípico en ese mapa del
    compromiso.

    El asesinato de Walsh, un intelectual por momentos y
    desde algunas aristas más sartreano que el propio Sartre, en
    1977, preanuncia la muerte de
    Sartre en 1980. Entre Walsh y Sartre ocurre algo extraño
    al nivel de la visión que sobre ellos puede tenerse: que
    Walsh parece morir después de Sartre. Este
    último, silenciado y cediéndole los 70 a Foucault, no
    tiene más que un digno silencio como intelectual. Walsh,
    en el 77, en Argentina, aún es peligroso. Francia,
    Argentina. Escenarios radicales e intelectuales comprometidos que
    son fundamentales. Escenarios que, cuando dejan de ser radicales,
    dejan de necesitar al intelectual comprometido. ¿Por
    qué Sartre pierde vigencia? ¿Por qué Walsh
    parece ocupar el lugar del último intelectual sartreano en
    la Argentina en acción? ¿Qué pasa con
    esos intelectuales y qué con las condiciones objetivas
    para su existencia?

    2.-Intentos de compromiso
    sartreano post- Rodolfo Walsh en Argentina

    La dictadura de
    1976 y 1983 en la Argentina, con su demonización del
    enemigo y su meticulosa persecución, no puede generar
    más que sujetos sociales que, de conservar su carácter crítico, tienen que
    radicalizar sus posiciones al estilo como Sartre lo pide
    en Alrededor del 68 en el marco de una tipología del
    trabajo del
    intelectual: "…el radicalismo y la empresa
    intelectual no son sino una sola cosa, y son los argumentos
    "moderados" de los reformistas los que empujan necesariamente al
    intelectual a esa vía
    …" (SARTRE, 1965). Por eso
    el exilio, la clandestinidad, la indignidad del servilismo por
    miedo, la dignidad del
    enfrentamiento por valentía, el dar la vida por una
    posición: perspectivas, todas ellas, extremas. Del mismo
    modo en que Sartre aprendió de la segunda Guerra que
    toda manifestación del ser humano inmiscuido en una
    sociedad es
    una toma de posición política, incluso su
    abstención; del mismo modo en que Sartre se volvió
    radical cuando percibió que tenía que optar ya por
    el fascismo, ya por
    un régimen soviético indefendible, y captaba que la
    abstención era también fascista (v. Sección
    Primera), de ese modo, Walsh entiende que al fascismo radical
    argentino de ese período no puede sino
    respondérsele con una radicalización de la labor
    del intelectual y de su toma de posición. Así
    debemos leer a este intelectual que bien pudo haberse exiliado o
    que bien pudo haberse silenciado, o que, por lo menos, bien pudo
    no haber firmado con nombre, apellido y número de
    Cédula de Identidad
    la Carta
    Abierta a la Junta Militar del 24 de marzo de 1977.

    La pregunta, que se esbozó en el apartado 0, es
    si el intelectual sartreano no es exclusivamente un hijo de
    épocas radicales: en 1970, época de declive del
    entusiasmo político revolucionario en París, parece
    como si Sartre no tuviera demasiado más que decir y su
    silencio empalma con la vigencia incipiente de Foucault, su
    sucesor francés, otro tipo de intelectual crítico.
    El lugar del recambio es la barricada del Mayo francés del
    68. También, veamos el vínculo de la teoría
    del compromiso en Sartre y el entorno fascista; o la
    ejecución, algo más lograda dentro de su fracaso,
    de esa teoría en el Mayo francés; o la
    relación entre el declive de las expectativas de Mayo y el
    declive de Sartre.

    Y en la Argentina: durante la época del Proceso:
    Rodolfo Walsh. Durante la época post- Proceso:
    improcedencias en la discusión sobre el intelectual
    comprometido que puede leerse desde Borges, una
    especie de quiste para todos en la configuración de este
    mapa del intelectual comprometido (v. apartados
    siguientes).

    3.-El quiste
    Borges

    A Borges no le interesaba el compromiso político
    de tipo sartreano, y está lejos de Sartre aunque Sartre
    haya incluido textos de Borges en su revista
    (CONFIRMAR ESTA INFORMACION. QUÉ TEXTOS). Borges no entra
    en el mapa crítico del compromiso en la Argentina y no
    pretenderemos aquí hacerlo entrar por la fuerza, pero
    sí advertiremos que Borges encarna el desvarío
    más llamativo en el mapa de los intelectuales: la figura
    del anti- compromiso.

    La idea de que Borges sea un anti- comprometido no
    resulta tan notoria como la que se desprende inmediatamente de
    ella: que cada vez que se necesite hablar del compromiso del
    intelectual se necesite a Borges como el anti- caso. El
    resultado de esta operación es penoso: a cualquiera que se
    ponga el lado de Borges se lo percibe como comprometido.
    Construcciones frívolas como "Cortázar vs. Borges",
    según se detallará más adelante, quiere
    decir, entre otras cosas, que uno encarna el anti- compromiso y
    que el otro encarna al compromiso por definición. Algo
    similar ocurrió con los escritores que estaban al otro
    lado del grupo Florida:
    puestos en la vereda de enfrente del sector Borges, eran
    hiperbolizados como denuncialistas, comprometidos, anarquistas,
    revolucionarios. La historia del compromiso en
    la literatura
    argentina se piensa desde una falla en el punto de referencia
    que se adopta para trazarla: posee como ejemplo de lo que no
    hay que hacer
    a Borges y, por lo tanto, no sabe definir ni
    ver a un intelectual comprometido sin esa falsa referencia. El
    resultado, nuevamente: Cortázar, los del grupo Boedo,
    Walsh y Sábato
    son lo mismo, porque están al otro lado de
    Borges.

    Leer la literatura del compromiso, y
    sobre todo del compromiso en términos sartreanos,
    considerando a Borges como el punto desde el cual se pierde la
    perspectiva para realizar distinciones muy saludables, es otro
    triunfo de Borges, porque vuelve a ponerlo en el centro, en este
    caso de una dimensión incluso ajena a sus propios
    intereses. En Argentina se considera al compromiso desde Borges
    por la negativa y se pierde, por eso, el análisis genuino del intelectual
    comprometido en su especificidad.

    No obstante todo lo dicho, y a pesar de que es
    erróneo proponer, ya hablando concretamente de Borges, que
    éste es comprometido, también es injusto
    presuponerlo acrítico. Sólo esto
    empieza ya a situarlo en el lugar donde debería estar en
    la literatura argentina en relación con el compromiso:
    lejos del intelectual sartreano, pero lejos también del
    escritor de torre de marfil. La ubicación de Borges
    en su verdadero lugar es fundamental para reubicar a los
    intelectuales comprometidos; por otro lado, la
    reivindicación de un intelectual comprometido puesto al
    lado de Borges contribuye a la perpetuación de una lectura
    errónea de la cuestión, lectura difícil de
    desarraigar en la Argentina.

    Si, con todo, se considerase burdamente a Borges como un
    escritor de torre de marfil so pretexto de que habita
    antes el universo
    literario que el concreto, lo
    cierto es que, aún así, se ha desenvuelto bastante
    bien en ciertas discusiones que, desde la literatura, hablan a la
    realidad política, como en sus cuentos que
    reescriben el Martín
    Fierro. Josefina Ludmer, en El género
    gauchesco, un tratado sobre la patria
    , invierte la
    representación que se tiene de Borges y de
    Hernández ubicando al primero en la zona más bien
    reivindicativa del marginal con el cuento
    Biografia de Tadeo Isidoro Cruz (1829- 1874) y al segundo
    en la zona de una adaptación, esto es, de una des-
    marginalización, con la Vuelta de Martín
    Fierro. Aquí se advertirá, algo en consonancia con
    la hipótesis de Josefina Ludmer, que Borges,
    en cuentos como Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-
    1874),
    recorta lo que Hernández en La Vuelta ya
    no sostiene: la marginalidad, el
    delito (Ludmer),
    como fundacionales en la literatura argentina y, mediante ella,
    en sus conexiones con la realidad política.

    4.-Improcedencias en la
    discusión sobre el intelectual
    comprometido

    El cantautor Miguel Mateos, cuya cita a
    continuación es valiosa porque reproduce lo que hasta un
    músico pop como él ha llegado de la
    configuración del mapa del intelectual comprometido por
    oposición a Borges, dice en su canción "Bar
    Imperio":

    "Beatles o Stones

    Cortázar o Borges (…)"

    (Bar Imperio, Miguel Mateos)

    Esta simpleza, esta simplificación, sintetiza
    gran parte del confeccionamiento del mapa de los intelectuales
    críticos una vez que la existencia de Borges se yergue
    como un inextirpable fantasma en las letras argentinas. "Borges"
    –dice Juan José Sebreli en una entrevista del
    suplemento ñ del diario Clarín– "era
    una figura bastante marginal" sobre finales de los cincuenta, en
    épocas de la revista Contorno. Luego, los sesenta y
    los setenta lo fueron llevando paulatinamente al centro de las
    discusiones, incluso de aquellas que a Borges no le interesaban
    en lo más mínimo. Aquí se encuentra en una
    de ellas, a saber, encarnar lo que Mateos reproduce: el resultado
    divulgado de la lectura más difundida del mapa de los
    intelectuales críticos, que pide enfrentarlo con todo
    escritor del que se intentara demostrar su compromiso social.
    Así, el enfrentamiento forzado entre Julio
    Cortázar y Jorge Luis Borges
    que figura inocentemente en la canción de Miguel Mateos
    pero que representa el imaginario social sobre estas dos figuras,
    está diciéndonos que Cortázar es opuesto
    a
    Borges. Este último, salido de las sombras de
    Florida vs. Boedo, es el que hace saltar, sin
    proponérselo, el mapa del compromiso toda vez que se
    necesite de un sucesor comprometido de Walsh y de los
    intelectuales desaparecidos.

    Por varias razones podríamos decir que la figura
    de Cortázar no es exactamente la de un intelectual, en
    términos sartreanos, comprometido, por más
    que colocarlo al lado de Borges alimente este desajuste
    conceptual. La más interesante es la que amerita pensarlo
    entre Sartre y Foucault. La figura de Cortázar es la de un
    intelectual que ve una vez más la situación
    radical, según la adquisición de la conciencia
    desgraciada en el sujeto que ya Sartre había narrado (v.
    Sección Primera), y que se compromete con ella,
    asumiendo él también un tono radical. La
    metamorfosis de Cortázar, su devenir intelectual
    crítico es curioso y encaja perfectamente en la
    narración sartreana del intelectual que deviene
    comprometido. Así lo describe Pablo Montanaro en su
    trabajo Cortázar: de la experiencia histórica a
    la Revolución
    : "La revolución
    cubana le permite observar a Cortázar la realidad
    latinoamericana. Antes de este trascendental hecho,
    Cortázar es un hombre
    indiferente a la historia de Latinoamérica y del mundo. Su objetivo
    estaba centralizado en una concepción estética y en ese sentido la literatura
    dominaba y se ubicaba por encima de todo
    " (MONTANARO,
    2001)

    El haber atestiguado la cuestión cubana desde
    París le dio a Cortázar la visión radical
    que pide Sartre al intelectual comprometido para moverse con
    convicción: esa visión radical, ese
    maniqueísmo obligado pero no burdo, maniqueísmo o
    radicalización que ejecuta Walsh. En este momento, cuando
    Cortázar se mete en cosas que no le conciernen
    (SARTRE, 1965), debemos hablar de Cortázar como
    intelectual crítico. Este intelectual
    crítico, no obstante, no podría ser definido sin
    más de comprometido, en la medida en que, como se
    verá, oscila entre el que suspende momentáneamente
    la escritura y se
    posa más arriba que sus interlocutores encabezando las
    barricadas (Sartre) y el tipo de intelectual que quiere, desde su
    tarea específica (Foucault), develar, mostrar, recordar
    que el sujeto social no debe resignarse al abandono de una idea
    revolucionaria. Es decir que si bien algo de la tarea
    cortazareana como intelectual es sartreano: sus aires
    interventores: "[hay] un destino latinoamericano en juego, y
    (…) un escritor o cualquier hombre libre, honesto,
    tiene un papel que desempeñar en ese destino. Ya no es
    posible refugiarse en la torre de marfil de la literatura pura,
    el cine puro, la
    pintura pura.
    Hay que estar ligado de alguna manera al destino de nuestros
    pueblos
    " (Cortázar. Tomado de MONTANARO, 2001),
    también es cierto que Cortázar queda algo atrapado
    entre dos líneas teóricas: una que es afín a
    Sartre y otra que es afín a Foucault y que Cortázar
    hereda, más bien, de su cuna surrealista. A
    continuación, por ejemplo, Cortázar genera la
    distinción entre ejecutar la Revolución y
    después cambiar los hábitos, o hacer que los
    hábitos, el ejercicio cotidiano del poder,
    cuestiones microfísicas podríamos decir, sean
    condiciones preparatorias para la Revolución. Es
    interesante la simultaneidad dialéctica que
    Cortázar propone. Y lo es porque es un intento
    insólito de acercar Foucault a Sartre. Dice
    Cortázar en entrevista con Elena Poniatowska, 1975:
    "Hay quienes piensan que, por lo pronto, hay que hacer la
    revolución –es decir acabar con el imperialismo
    yanqui, los gorilas, los militares: tomar el poder e implantar el
    socialismo en
    el país- y ya `después´ habrá tiempo para
    iniciar los planes de cultura, el
    perfeccionamiento humano. Desconfío. Creo que si en el
    ánimo de los revolucionarios no existe el deseo de que
    simultáneamente, se le pida a cada individuo que
    dé lo mejor de sí mismo, que se busque a sí
    mismo, se explore, haga su autocrítica, que no vaya a la
    revolución lleno de prejuicios sino que ésta sea
    una manera de despojarse de sus ropas viejas, esta
    revolución ¡fracasará!… hay que acabar
    con nuestros enemigos, pero hay que acabar también con los
    enemigos internos que cada uno lleva. Fijate lo que sucede con
    una revolución socialista. Después de una tarea
    infinita, del sufrimiento monstruoso de gente heroica que se ha
    hecho matar, se llega al poder y simplemente porque cuatro o
    cinco o seis dirigentes no han hecho su autocrítica, se
    instala en el poder, por ejemplo, el puritanismo de las
    costumbres, digamos desde el punto sexual, casi victoriano. Eso
    no lo acepto porque me parece una revolución fracasada.
    El hombre va a
    seguir siendo prisionero de sus tabúes, sus inhibiciones,
    sus imposibilidades. ¿Para qué diablos sirve el
    socialismo? Para nada
    ". (Ibidem)

    Más adelante, Cortázar atribuye al papel
    de los intelectuales comprometidos la misión de
    recordar que para que haya un "hombre nuevo",
    debe comenzar una especie de proceso (en términos, desde
    nuestro trabajo, foucaultianos) microfísico de
    cambios internos. Cortázar, entonces, puede ser
    leído como una especie de intelectual que concilia parte
    de lo sartreano con parte de lo foucaultiano.

    Cortázar no es del todo equiparable con Walsh,
    como puede observarse, porque no es claramente sartreano, no es
    claramente comprometido en sus términos. El repasar
    la figura intelectual de Cortázar en comparación
    con la de Rodolfo Walsh, por ejemplo, nos prepara el campo para
    pensar sobre las consecuencias de no reparar en distinciones
    importantes entre intelectuales que no son iguales en su grado y
    tipo de compromiso, al menos en términos sartreanos.
    Cortázar no deja, sin embargo, de ser un intelectual al
    que cabe considerarlo crítico. Su accionar dista
    bastante del de Sartre y del de Walsh, pero por momentos su
    escritura, su teorización acerca del papel del
    intelectual, sus aproximaciones teóricas al intelectual
    específico foucaultiano, aunque dudosamente conciliadas
    con el universal sartreano, hacen de su praxis algo
    que no se aleja de una posición crítica
    como intelectual. Cortázar, al fin y al cabo, es un
    intelectual comprometido en segunda instancia, respecto de una
    primera: su condición de escritor. Que haya estado
    oscilando entre Sartre y Foucault, pasando por Adorno (v.
    Sección Segunda), es lo que lo hace distinto del perfil
    comprometido de Walsh, que parece un arquetipo de
    Sartre.

    El origen del error de lectura Cortázar = (por
    ejemplo) Walsh, o de "Cortázar sartreano" está en
    el ejercer una oposición con Borges que resulta
    desacertada, porque si Borges queda, también
    equivocadamente, en el lugar del escritor de torre de
    marfil
    , entonces Cortázar, ocupante del casillero
    opuesto, queda, sin notas al pie, en el lugar del intelectual
    comprometido. Y ya hemos visto por el momento que, en
    Cortázar, esto necesita de sus notas al
    pie.

    5.-La distorsión social
    de la figura del intelectual comprometido: oposiciones
    burdas

    Cortázar o Borges. La representación que
    ha quedado del intelectual en la Argentina no advierte el pasaje
    del escritor comprometido (Sartre, Walsh) al que aquí
    llamamos escritor crítico (Cortázar). Para
    confirmar esto, basta su comparación no con Borges, sino
    con intelectuales que sigan la línea sartreana del
    compromiso. Aquí se han considerado como ejemplos a Walsh,
    al propio Sartre. Respecto de Walsh, por ejemplo, Cortázar
    es un escritor crítico que está, y esto le
    valió objeciones por parte de David Viñas,
    lejos del ámbito nacional.

    En oposición a esto, también en forma
    errónea, y también cristalizado en la
    canción de Miguel Mateos, está, según se
    dijo, Borges. Resulta interesante, detrás de todo esto, la
    forma en que aparece la representación social
    clásica del intelectual: el lugar del intelectual
    comprometido pareciera ser indispensable desde la
    recepción, sea para tener una figura que piense por
    ellos, sea para proyectar en otro lo que ella no cree capaz de
    concretar y aplaudir, así, un cuerpo que está
    intentando concientizarla. En Argentina, la necesidad de un
    referente comprometido llega a la desesperación: y
    sólo en actos desesperados, que suelen ser actos
    irracionales, pueden dar exactamente lo mismo figuras como
    Sartre, Walsh, Viñas, Cortázar, Sábato. Y,
    en consecuencia, en esta constante insistencia en utilizar el
    o entre Borges y, en este caso, Cortázar, subyace
    el temor a que en un descuido aparezcan como cercanos y la
    sociedad nacional se quede sin su portavoz.

    En este punto de la lectura del mapa de los
    intelectuales comprometidos o críticos, debemos
    preguntarnos qué sucede cuando las distinciones entre uno
    y otro, que no son sólo formales o teóricas o
    académicas, empiezan a no realizarse. Qué significa
    que se considere a Cortázar o a Walsh como equivalentes
    cuando no lo son. Y deberemos señalar el hecho de que,
    cuando una clase determinada incluye en el mismo inventario a
    nombres disímiles sin distinguirlos, ocurren por lo menos
    tres cosas: una representación del intelectual está
    entrando en decadencia. Un tipo de intelectual está
    dejando de tener su lugar. Hay intelectuales cómplices de
    la amputación social de ese espacio crítico: los
    intelectuales acríticos que ocupan esa banca.

    Fernán Tazo

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