Monografias.com > Biografías
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Sábato: estrategias burdas de autoconstrucción como intelectual



    1.-Fundamentos de esta
    sección

    Los párrafos venideros pretenden ir en paralelo
    con el camino de la obra ensayística del propio Sábato
    o, más específicamente, con el devenir de sus
    recursos de
    autoconstrucción como intelectual. Porque, si bien puede
    sostenerse que la obra de Sábato es objetable desde Uno
    y el Universo
    y que no era pertinente hablar de un
    intelectual en decadencia crítica
    porque Sábato nunca había tenido, en rigor y
    más allá de su legitimidad, un momento de
    esplendor crítico, es también pertinente
    agregar a todo esto que los trabajos de Sábato, nunca
    genuinamente comprometidos, se han vuelto, desde su obra
    Antes del fin, particularmente vacuos. En la lectura de
    Sábato como pseudo- intelectual, por lo tanto, deben
    considerarse al menos dos grandes pilares de análisis cuyo centro, principalmente, es el
    de la calidad de sus
    artificios: por un lado, aparece el despliegue más o menos
    sutil del registro de la piedad, canal por donde
    Sábato, implícitamente, despliega su
    efecto de compromiso. Por otro lado nos ocuparemos
    aquí del momento en el que Sábato deja de ser un
    escritor que se vale de recursos de autolegitimación para
    pasar a reducirse a sus recursos. La distinción se
    hace concretamente porque las estrategias de
    autoconstrucción de Sábato ya no son, en esta
    etapa, implícitas, sino que están expuestas hasta
    lo burdo. Hasta cierto momento, digamos que hasta
    Apologías y rechazos, podría hacerse el
    análisis de una cierta habilidad en la escritura
    sabatiana para velar el ejercicio de poder que
    sobre su objeto efectúa a través de su registro
    de la piedad
    . En adelante, en cambio, su
    zona más hábil, la de su cierta sutileza al momento
    de entramar la fachada de comprometido desde el discurso,
    entra en declive respecto de su trabajo
    anterior. Es una etapa no de una continuación en su
    autoconstrucción como intelectual, sino de una
    simplificación de sus estrategias. Esa
    simplificación podía vaticinarse, quizás, en
    su dudoso procedimiento de
    repetir ideas abstractas. La repetición tiende, en
    Sábato, a convertirse en una fórmula (hasta que,
    quizás, todo Sábato pueda ser reducido a un solo
    aforismo). Tal es la etapa que atenderemos: algo así como
    el seguimiento de un escritor acrítico al
    cuadrado.

    Lo que mostraremos ahora, es el uso cada vez menos
    oculto de esas estrategias. A tal punto este análisis se
    hace pertinente, que la propia estructura de
    estos apartados, en adelante, no serán más que un
    resumen de los trucos de Sábato, casi tan
    explícitamente expuestos como lo hace el propio
    Sábato en sus últimos tres trabajos.

    2.-El aura de Sábato:
    comparaciones con el
    modelo del
    compromiso sartreano

    Mientras que Sartre no
    descartaba la idea de ocupar espacios como los mass-media con el
    fin de activar la conciencia de los
    oprimidos; mientras que la relación, diríamos,
    Sartre- fama era una relación exclusivamente
    estratégica porque necesitaba de una numerosa
    recepción de oprimidos para hacer germinar una masiva
    conciencia, Sábato parece interesarse, según se
    verá, por el reconocimiento personal en
    términos auráticos; parece importarle la
    fama en sí y postergar ad infinitum su uso
    estratégico en el orden del crear conciencia o en el de la
    denuncia. La relación de intereses (y de éticas) se
    invierte entre Sartre y Sábato en la medida en que el
    primero la visualiza, en este sentido, como un medio, y el
    segundo como un fin. España en los diarios de mi
    vejez
    es un documento interesante de la relación
    Sábato- fama. Porque esa obra, y ya entrando
    directamente en lo dicho sobre esta segunda etapa sabatiana de
    simplificación de sus propios procedimientos de
    legitimación, puede ser leída como
    una compilación de episodios en los que Sábato es
    reconocido, aplaudido, celebrado y amado por su público.
    En principio, en este libro, que es
    el trabajo
    aléphico de Sábato en cuanto a que
    está constituido por casi todos los puntos que se le han
    objetado hasta el momento, la propia elección del género
    plantea sus intenciones. El hecho de que Sábato elija el
    género diario no es casual: el diario se vale de un
    particular registro
    confesional que permite, más que ningún otro
    género, emanar un efecto de intimidad en el que el lector
    no debe intervenir críticamente porque es casi
    un impostor
    en esa intimidad (no gratuitamente al sustantivo
    diario suele acompañarlo el adjetivo
    íntimo). El diario (íntimo) repele las
    objeciones. Sábato, valiéndose de esta herramienta,
    utiliza el género para seguir construyendo (y repeliendo
    las objeciones desde la propia elección del género)
    su propio efecto de intelectual comprometido, para compararse con
    José Saramago o con Ernest Hemingway, según se
    verá. El diario de Sábato es su último
    recurso de autolegitimación, y es el más
    (burdamente) explícito que ha utilizado porque sus
    propósitos se muestran sin filtros ni velos: el yo
    sabatiano selecciona inocentemente los aplausos y
    ovaciones que él mismo recibe y se quiere autorretratar
    exactamente como sus críticos más acérrimos
    (López y Korn) lo habían venido satirizando: como a
    un sabio longevo, derruido por la edad y aplaudido por su
    vitalidad y su compromiso. La autodescripción,
    leída en clave de ironía, es muy superior a todas
    las ironías que contra él se dirigieran antes de
    estos tres trabajos finales. Este pasaje, por ejemplo,
    ganaría en agudeza si hubiera sido escrito por uno de sus
    críticos que se dispusiera a satirizar, por ejemplo en una
    novela, la
    figura de Sábato: "Al finalizar [se refiere a un
    discurso de José Saramago, figura de la que se
    hablará a continuación], saltando las exigencias
    protocolares y tal como Elvira lo había convenido con
    José, casi inválido por el peso de la
    emoción, me subí al estrado para estrecharlo en un
    abrazo. Más que abrazarlo, caí en sus brazos; fue
    un momento sagrado, eterno en la vida. Quedó grabada
    nuestra hermandad, nuestro compromiso común ante los
    avatares del mundo, y esa alegría simple de camaradas que
    han vivido luchando siempre en el mismo bando
    ."
    (SÁBATO, 2004). E inmediatamente anota: "Un
    público ferviente nos aplaudió durante largo
    rato
    " (Ibídem). Para terminar rematando con una
    imagen que
    exige ser leída como caricaturesca: "Luego, sostenido
    literalmente por Elvirita y por José, el rector me
    colocó la medalla Honoris Causa
    ". Como se observa, y
    como se sugirió al principio de esta segunda sub-
    sección, hallamos, en pocas líneas, concentrados
    todos los recursos que Sábato, en obras anteriores,
    distribuía mejor, solapándolos entre viejos
    hallazgos y destellos de lucidez. Aquí, Sábato va
    deviniendo una fórmula de sí mismo, y hallamos
    rápidamente tres procedimientos que están a la
    vista: el registro diario íntimo, que posee rasgos
    del registro de la piedad en su máxima potencia como el
    del contenido emotivo y, por eso, en apariencia difícil de
    refutar o cuestionar por un lado; por otra parte, encontramos a
    la herramienta de la figura de Saramago, a quien Sábato
    tiene como co- protagonista en esta obra, y cuya legitimidad
    mundial le sirve para alimentar su legitimidad nacional; por
    último, podríamos mencionar la existencia de un
    factor que lo autoriza a hablar desde más
    allá
    , logrando la figura de "sabio" (de esto se
    hablará en los próximos apartados) que persigue:
    ese factor es el de su ancianidad y su invalidez física, con el que
    especula (y esto se corroborará también en las
    otras dos obras citadas para esta sub- sección) para ser
    escuchado o, más bien, obedecido. Sábato
    promueve, porque él mismo está involucrado,
    según se reforzará más adelante, la imagen
    del sabio anciano y desvalido. Objetar, como los defensores de
    Sábato como reserva moral suelen
    hacer, que no puede ejercerse sobre él crítica
    alguna por lo avanzado de su edad, no puede ser, ahora menos que
    nunca, un argumento pertinente: Sábato sabe que su edad es
    avanzada, y además especula con eso; lo utiliza como parte
    de su propia estrategia de
    legitimación. No obstante todo ello, si aún
    intentara sostenerse que su ancianidad lo absuelve en sus
    declaraciones, cabe recordar otro rasgo sartreano del compromiso
    que ya se ha recordado con insistencia: el de saber silenciarse a
    tiempo. Una
    vez más: "el deber del literato consiste, no solamente
    en escribir, sino también en saber callarse cuando es
    necesario
    " (SARTRE, 1948). Aquí está Sartre,
    llamado a sí mismo, y voluntariamente, al silencio en
    épocas del intelectual específico foucaultiano. En
    dirección opuesta, Sábato, que
    publica el back- stage de sus propios recursos más o menos
    velados antes de Antes del fin (1998). La responsabilidad de publicar o no lo impublicable
    corre también por cuenta del intelectual comprometido (en
    ello se pone en juego parte de
    su compromiso), y sólo le cabe a él, aún a
    los (y por sus) noventa y tres años de edad. Por si no
    había sido advertido, además de todo lo dicho en el
    que hemos llamado compendio de trucos de
    autolegitimación
    por parte de Sábato, en las
    citas anteriores se adjudica sin más el don de haber
    estado siempre
    del mismo bando que Saramago, lo que sería, en
    rigor, en la izquierda (Saramago: Soy un comunista
    hormonal
    Le Monde Diplomaticque.). Una vez más,
    luego de haber criticado acérrimamente la revolución
    soviética de 1917 en 1979, (v. sub- sección primera
    de la Sección Cuarta), se coloca ahora cerca de ese bando
    en el que Saramago ha declarado, hormonalmente (es decir
    ineludiblemente), estar. Los desplazamientos políticos
    sabatianos son frecuentes, y aquí se perciben con gran
    nitidez.

    El género diario íntimo le permite
    a Sábato, además de lo ya dicho, seleccionar
    estratégicamente los momentos que desea dejar registrados
    y que, además, su selección
    no pueda ser cuestionada, valiéndose de la
    presuposición según la cual, en un diario
    íntimo, se escribe sobre lo que el autor desea
    escribir
    . Así es como, explícitamente,
    Sábato selecciona, también para autolegitimarse,
    todos los momentos en los que, entre marzo de 2002 y junio de
    2003, recibe el reconocimiento del público y,
    además, el del propio Saramago: "En El País
    veo la fotografía
    que tomaron del abrazo con Saramago en la universidad. La
    imagen muestra ese
    momento de mutua admiración y respeto
    " (SÁBATO,
    2004).

    Tales algunos de los procedimientos visiblemente
    expuestos por Sábato para la construcción de su propio
    aura.

    3. "Sábato quiere
    congelarse" (LÓPEZ- KORN, 1997)

    Sábato, en esta última obra con mayor
    énfasis, pero también en La Resistencia y en
    Antes del Fin, vuelve a inclinarse por repetir algunas de
    sus viejas ideas. Pero en este caso, avanza un paso más
    sobre lo que ya habíamos mostrado en la sub-
    sección anterior, en la que vimos que Sábato
    repetía, por momentos, casi exactamente lo dicho entre
    obra y obra. Ahora, no hay repeticiones sino simplificaciones de
    lo dicho en obras anteriores. Hay una especie de
    transformación en tópicos de viejas ideas dotadas,
    en su momento, de una mayor complejidad en Sábato.
    Así, no solamente al no reformular, sino al reducir a
    axioma sus viejas reflexiones, las convierte en lugares comunes,
    generándose con eso que su registro discursivo se
    desarticule al mismo tiempo que se escribe. Aquí se citan
    algunas de sus ideas simplificadas y el tópico a que
    corresponde cada una de ellas: "y todos enfrentaremos,
    algún día, el mismo dolor y la misma incertidumbre
    ante la muerte"
    (España
    en los diarios de mi vejez
    : tópico de la muerte
    igualadora); "Por hechos que suceden o por estados de
    ánimo, a veces vuelvo a pensamientos catastróficos
    que no dan más lugar a la existencia de los hombres sobre
    la tierra.
    Pero la vida es un ir abriendo brechas hasta finalmente
    comprender que aquél era el camino
    " (España
    en los diarios de mi vejez
    ; tópico de la vida como
    camino); "¡Cuánto mejor eran los viejos trenes!"
    (España en los diarios de mi vejez
    ; tópico de
    la valoración del tiempo pasado); "¿Qué
    pasó entre aquellas mañanas plenas de promesas y
    este tiempo aciago en que nuestra gente padece hambre y
    frío? ¿Qué alta traición
    cometimos
    ?"; "Pensando en ellas [Sábato alude a
    mujeres que aprecia] recordé a mi madre, a mis
    maestras, y a todas aquellas mujeres de antes, de las que ya no
    las hay
    " (España… ; Ubi sunt?);
    Qué horror y qué tristeza, la mirada del
    niño que perdimos
    !" (La Resistencia;
    tópico de la infancia
    perdida); "Segunda carta: Los
    antiguos valores
    " (Título del segundo apartado de
    La Resistencia; tópico de la "edad de oro" perdida);
    "Otro valor perdido
    es la vergüenza
    ." (La Resistencia);
    etc.

    "Sábato quiere congelarse", dicen
    María Pía López y Guillermo Korn; el recurso
    a la frase hecha, congelada, y más aún, ahora
    simplificada, lo ratifica. Los ensayos del
    Sábato actual, al ser simplificaciones de un ensayista de
    por sí (según se vio) falto de compromiso
    crítico, lo ponen en un nivel de abstracción y de
    vacuidad equiparable (y similar en estilo) al de escritores de la
    corriente actualmente conocida como "New- Age": Paulo
    Coelho, Víctor Sueiro, James Redfield, parte de Osho, etc.
    Hay en ellos, aunque no podamos extendernos en el análisis
    de la New- Age, una tendencia a reducir, de una u otra
    manera, los problemas
    inherentes al ser humano a fórmulas simples y, por tanto,
    a generar un efecto de simpleza en la posibilidad de
    solucionarlos.

    Ese congelamiento de Sábato es otro rasgo anti-
    sartreano, en la medida en que, mientras que en Sartre
    había un camino teórico cuyo destino, aquí
    leído, fue su concepción del intelectual, en
    Sábato vemos a un escritor objetable desde el principio en
    su condición de intelectual crítico y que, luego,
    des- complejiza sus propios argumentos (en su detrimento) con el
    correr de sus ensayos. Lo contrario de todo esto es la constante
    revisión crítica por parte del intelectual:
    discutir, polemizar, es un síntoma de vigencia. La
    ciclotimia sartreana, sus vaivenes, el calor de la
    discusión con Camus, con Fanon, con Foucault, lo son.
    Sábato ha dejado de discutir cuando empezó a
    repetirse y a simplificarse, es decir, hace unos treinta
    años. En esta simplificación, en esta
    transformación al aforismo de viejas ideas más
    complejamente presentadas por él mismo, hay,
    también, un procedimiento visible: el cambiar la
    discusión por la sentencia, el de la hipótesis por la conclusión, el del
    problema por la solución. Un intelectual que sólo
    concluye o que concluye solo es un intelectual muerto como una
    lengua que ya
    nadie habla y de la que sólo se conserva su gramática y parte de su
    vocabulario.

    4. Sabiduría,
    abstracción, abstención

    Uno de los desplazamientos que existen entre
    Sábato y Sartre, del que ya se habló al comienzo de
    este apartado, podría graficarse haciendo notar que,
    mientras Sartre es intelectual y concreto,
    Sábato es sabio y abstracto. Y su
    condición de sabio se la debe a su abstracción. Ya
    habíamos señalado que Sábato tiende a
    ubicarse, ya por su invalidez física que se encarga de
    señalar, ya por su elevada edad que tampoco olvida
    recordar, ya por el efecto de compromiso que lo ha llevado donde
    está en la escala de
    reconocimiento social, más allá de su objeto. Su
    registro paternalista, emotivo, confesional e íntimo, lo
    yerguen sobre todo lo que defiende, sobre esa humanidad
    esencializada por él. En sus últimos trabajos,
    siguiendo la lógica
    de esta segunda sub- sección, la abstracción de sus
    reflexiones posee un matiz que remarca esta actitud del
    aquí llamado yo- ensayístico. Su registro de
    la piedad está, ahora, revestido visiblemente y por lo
    notorio de su abstracción crítica, de un efecto de
    sabiduría universal que, descascarado, se revela como
    vacuidad: "Nos pido ese coraje que nos sitúa en la
    verdadera condición del hombre. Todos,
    una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es
    la convicción de que –únicamente- los valores
    del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que
    amenaza la condición humana
    " (SÁBATO, La
    Resistencia,
    2000). Sábato apela, como ya debería sernos
    familiar, a los valores del espíritu.
    Categorías que requieren ser enmarcadas, que requieren una
    especificación sobre qué valores son
    esos valores y qué espíritu es ese
    espíritu que Sábato menciona. Y esos
    valores y ese espíritu son planteados como
    lo constitutivo del hombre, llegándose a un punto
    en el que se deduce que lo constitutivo del hombre es lo no
    especificado por Sábato. Por lo tanto, que se posterga
    así el contenido real de lo que Sábato está
    pidiéndole a la sociedad. Por
    lo tanto, finalmente, que no está pidiéndole
    nada.

    Tal y como lo señalaron López y Korn, las
    categorías sabatianas poseen la abstracción de lo
    acomodaticio. O bien, necesitan ser tan abstractas como
    versátiles: la esencia del hombre, sin mayor
    concreción; el espíritu; los valores,
    son palabras que, según sugiere Osvaldo Bayer en
    Rebeldía y Esperanza, pueden ser usadas por
    cualquier ideología. Son palabras que necesitan,
    inmediatamente, un anclaje, y un anclaje político. En
    Sábato, lo político se muestra, sin embargo, como
    menor frente a una supuesta esencia verdadera del hombre,
    frente a los valores de su espíritu, y entonces lo que
    Sábato proclama como hombre concreto no es
    sino su opuesto: un hombre abstracto, desposeído de su
    condición política y social.
    Así es como Sábato invierte al Sartre que
    admira.

    En su obra Antes del fin, Sábato habla
    para los jóvenes, y sostiene que le
    insistían de esta forma para que publicara su libro:
    "tiene el deber de terminarlo, la gente joven está
    desesperanzada, ansiosa y cree en usted; no puede
    defraudarlos
    ". El libro es un mensaje para los
    jóvenes, de parte de un anciano sabio que va a
    transmitirles su experiencia: "En las comunidades arcaicas,
    mientras el padre iba en busca de alimento y las mujeres se
    dedicaban a la alfarería o al cuidado de los cultivos, los
    chiquitos, sentados sobre las rodillas de sus abuelos, eran
    educados en su sabiduría
    . (…) En torno a penumbras
    que avizoro, en medio del abatimiento y la desdicha, como uno de
    esos ancianos de tribu que, acomodados junto al calor de la brasa
    rememoran sus antiguos mitos y
    leyendas, me
    dispongo a contar algunos acontecimientos
    …"
    (SÁBATO, Antes del fin, 1998). Lo que Sartre
    leía en el intelectual como la conciencia objetiva,
    conciencia que lo iba a transformar en el portavoz de las masas
    que aún carecían de ella, en Sábato es una
    lección paternalista de sabiduría en general
    a jóvenes y ancianos. De manera que, hasta aquí,
    Sartre y sus delimitaciones políticas:
    se habla al pueblo, se llama a la conciencia de los oprimidos, el
    intelectual posee la conciencia por haber atravesado la
    contradicción entre su saber práctico universal y
    su destino injustamente particular (según ya se
    habló), y los valores de los que habla son valores
    políticos de corte marxista, valores que pretenden entre
    otras cosas una justicia
    social partiendo del cambio revolucionario de las estructuras
    jurídico políticas. Este planteo es concreto, y,
    por serlo, le dan consistencia al tono denuncialista sartreano.
    Sábato, con tono denuncialista, con herencia
    sartreana, con compromiso social, con palabras como hombre
    concreto
    , es en su discurso una fachada de todo aquello, y lo
    es porque su hombre concreto no es concreto y porque no se sabe a
    qué valores ni a qué espíritu
    se refiere. Todo esto produce que sus planteos se vayan
    convirtiendo paulatinamente y, sobre todo en sus últimos
    tres trabajos, en quejidos inconsistentes: un llamado a la falsa
    conciencia, en términos, posiblemente, de Sartre. Un
    llamado al actuar de mala fe, en términos
    indudablemente sartreanos.

    Otro punto de discusión sobre las últimas
    obras de Sábato en relación con las anteriores es
    el de haberle agregado, a su última etapa, un optimismo
    que, si bien antes se percibía en algunos facilismos de
    los que ya se habló en su momento, ahora aparecen sin
    sutilezas, remarcados: "El mundo nada puede contra un
    hombre que canta en la miseria
    " (La Resistencia);
    "Sobre nuestra generación pesa nuestro destino, es
    ésta nuestra responsabilidad histórica
    "
    (Ibídem). Podríamos preguntarnos a qué
    remite Sábato con aquél ésta;
    podríamos preguntarnos, ahora viendo más claramente
    lo expuesto de sus falencias argumentativas, qué
    responsabilidad histórica
    quiere Sábato si no
    especifica, más que con un esta, dicha
    responsabilidad. Esta elipsis nominal puede leerse bajo la
    hipótesis de que
    Sábato no hay una responsabilidad histórica
    sino una trascendental; no una posición
    política sino espiritual; no
    acción sino resignación
    mística: "Cada vez me ocupan menos los
    razonamientos, como si ya no tuvieran mucho que darme. Como bien
    dijo Kierkegaard, "la fe comienza precisamente donde acaba la
    razón"
    " (La Resistencia). Fe. No
    razón. Una vez más, y notoriamente falto de
    disimulo, tenemos frente a nosotros los mecanismos de
    construcción de la sabiduría sabatiana y de su tono
    sacerdotal (David Viñas).

    5.-Radicalización de la
    posición

    "5º radicalizar la acción
    en curso, mostrando más allá de los objetivos
    inmediatos, los objetivos lejanos, es decir la
    universalización como fin histórico de las clases
    trabajadoras
    " (SARTRE, 1965). Quizá, uno de los gestos
    más típicamente sartreanos, uno de los elementos
    que hacen que surja el intelectual sartreano en Sartre es el de
    la radicalización de la posición
    crítica
    . El intelectual comprometido ve en la sociedad
    una radicalización política y social que mueve a la
    participación activa de todos, una vez conscientes de
    ello. Sartre en la ocupación alemana en París es
    Sartre delineando su vuelco al marxismo, y
    esto no es casual: el Sartre intervencionista es producto del
    Sartre consciente de lo que es la sociedad. El Sartre
    portavoz es el que primero ve la situación
    radicalizada de la sociedad para después radicalizar su
    posición: intervenir, ser portavoz, conducir, hacer la
    revolución
    . El intelectual comprometido que se precie
    de tal, entonces, no tiene otra opción que ser
    radicalmente crítico con una sociedad a la que ve
    radicalmente violenta. Frente a este panorama, no haremos por
    este apartado mucho más que citar esta frase de
    Sábato: "El escritor debe ser un testigo insobornable
    de su tiempo, con coraje para decir la verdad, y levantarse
    contra todo oficialismo que, enceguecido por sus intereses,
    pierde de vista la sacralidad de la persona humana.
    Debe prepararse para asumir lo que la etimología de la
    palabra testigo le advierte: para el martirologio. Es arduo el
    camino que le espera: los poderosos lo calificarán de
    comunista por reclamar justicia para los desvalidos y los
    hambrientos; los comunistas lo tildarán de reaccionario
    por exigir libertad y
    respeto por la
    persona. En esta tremenda dualidad vivirá desgarrado y
    lastimado, pero deberá sostenerse con uñas y
    dientes
    " (Antes del fin) y compararla con lo sostenido
    en su momento respecto de la relación entre
    abstracción y capacidad acomodaticia. La
    comparación, hecho ya aquí el análisis del
    registro de la piedad en el Sábato de épocas
    de la dictadura militar
    de 1976- 1983, anteriores y posteriores a ella, nos deja como
    saldo que de nada sirve que se mencionen las palabras Testigo
    insobornable, coraje para decir la verdad
    , levantarse
    contra todo oficialismo
    , o que se aluda a la sacralidad de
    la persona humana
    si todo esto no es encarrilado hacia una
    posición ideológico- política concreta.
    Sábato, entonces, al no radicalizar su posición, en
    términos sartreanos, no la tiene. Y al no tenerla, no es
    un intelectual comprometido. Bayer dice en Rebeldía y
    esperanza
    : "En la alocución final del Nunca
    Más, Sábato dijo que el autor del holocausto
    argentino fue el demonio. Lástima que no nos dijo los
    nombres y apellidos del demonio
    " (BAYER, 1993).
    Sábato, según ya vimos en la primera sub-
    sección, no radicaliza su posición como siguen
    haciéndolo, aún sin ser lo suficientemente
    escuchados, los intelectuales
    sartreanos actuales: es, en el terreno político, en
    última instancia, neutral, lo que se confunde con
    objetivo.

    6.-Paréntesis. Herencia:
    suerte casi nunca merecida

    Por alguna razón, bastante hilarante a esta
    altura por lo fortuito del asunto, Sábato se ha quedado
    solo en el podio de escritores cuyo primer lugar tanto
    añoraba. El momento más irrisorio es aquel en el
    que pretende equipararse con Ernest Hemingway. En el canon
    nacional, sus ambiciones, no tan burdamente declaradas, se
    cumplen en forma bastante macabra: el mapa en el que a
    Sábato le interesa incluirse es el que mencionamos en la
    Nota al Pie sobre Borges, al que
    habíamos considerado una falacia y sobre la que se insiste
    a la hora de hablar sobre intelectuales y escritores en
    Argentina. Sábato saca provecho del mote que le han puesto
    a Borges para aumentar el efecto de su otro falso mote de
    comprometido. Aquí, Sábato se siente
    particularmente cómodo. Pero la realidad es que los
    intentos por superar a Borges en aquel terreno del pensador
    comprometido
    tampoco funcionaron sino hasta hace muy pocos
    años: Rodolfo Walsh fue asesinado en la Dictadura,
    pero Sábato aún no ingresaba en el canon del
    compromiso: la dicotomía seguía siendo
    "Cortázar o Borges"… . La muerte de
    Cortázar en 1984 y la participación de
    Sábato ese mismo año en la CoNaDeP, que
    inventariara (con su herramienta primordial: el
    maniqueísmo, que ahora le permite volcarse contra
    aquello que, por su mismo maniqueísmo, estaba, antes y
    como se vio, a favor) las atrocidades de la Dictadura en
    el informe
    autodenominado (precisamente) Informe Sábato, lo
    elevan en forma definitiva al casillero que anhela. La clase media
    tiene su héroe. De paso, aquí, se ve claramente el
    desplazamiento que se produce en Argentina y que va del
    intelectual sartreano en sentido estricto (más sartreano
    que el propio Sartre: Walsh), pasa al intelectual- referente
    crítico (Cortázar) y termina en la figura del
    sabio, una figura sacerdotal, incuestionable, que
    está más allá y al que, por ello,
    preguntarle ciertas cosas es un tabú: de Walsh a
    Sábato con escala en Cortázar. He ahí el
    mapa del intelectual comprometido dibujado a la sombra de Borges.
    Cortázar o Borges, dirá Mateos;
    Sábato o Borges, dirá el propio
    Sábato; Walsh o Borges, dirá David
    Viñas.

    Sábato, muerto Borges, muerto Cortázar,
    llega. Aún quedan los espacios de
    competición en el terreno de la escritura. El
    premio Cervantes, en
    el glorioso 1984 de Sábato, ayuda a que también en
    ese terreno ascienda su prestigio. Y, si había tenido que
    esperar a 1984 para quedarse con el lugar del comprometido,
    deberá sobrevivir al menos cronológicamente a los
    escritores canónicos que le son contemporáneos:
    Borges y Bioy Casares. Toda esta lectura, que
    va más allá del propio Sábato, resulta
    curiosa por lo casual de los acontecimientos, pero lo cierto es
    que mucho de la legitimidad monopolizada en Sábato se
    debe, entre otras causas, a la muerte de sus competidores. En
    1986 le toca morir a Borges y en 1999 a Bioy Casares. En el
    número 27 de la revista
    Lea, la nota de tapa pregunta si existe una literatura
    argentina. Figuran simpáticas fotografías con
    las caras de Borges, Sábato y Bioy Casares superpuestas en
    tres folkloristas tocando sus instrumentos. En ese entonces,
    sólo Sábato queda en pie.

    López y Korn dicen en una nota al pie de su libro
    Sábato o la moral de
    los argentinos
    : "El rival de Borges [haciendo alusión
    a la faja de un libro de Sábato que tenía esa
    inscripción] debió conformarse –en tiempos
    recientes- con disputar, por el puesto vacante de gran escritor,
    con el
    amigo de Borges." Borges muerto, muerto Bioy
    Casares, puestos vacantes en el canon, Sábato longevo:
    Sábato tiene, además, mucha suerte.

    7.-Conclusiones

    Sería un error, se dijo, leer los tres trabajos
    de la última etapa sabatiana, Antes del fin, La
    Resistencia
    y España en los diarios de mi
    vejez
    , como la parte decadente de un intelectual comprometido
    en la Argentina: constituyen, en realidad, simplemente los
    síntomas más visibles de un Sábato del que
    muchos intelectuales verdaderamente críticos han
    extraído sus atendibles conclusiones sobre su figura de
    intelectual. No se ha hablado en profundidad de la cara sabatiana
    perteneciente a sus declaraciones públicas en
    épocas de regímenes de facto, a sus equidistantes
    comentarios, a su notoria contribución a la
    difusión de la teoría
    de los dos demonios en la Argentina incluida en las primeras
    líneas del prólogo de la CoNaDeP; ese trabajo
    está agotado por intelectuales ya mencionados hasta el
    hartazgo. Ni siquiera se ha hecho un seguimiento de toda la
    trayectoria sabatiana, sino de su último tramo, segmento
    al que le basta un análisis inmanente para concluir en que
    Sábato ha exhibido en ellos todos sus puntos más
    criticados e inconsistentes como el intelectual comprometido que
    pretende ser. De hecho, la autoadulación que se observa en
    forma creciente en los últimos trabajos vistos de
    Sábato, responde de alguna manera a lo que Osvaldo Bayer
    presenta con el vocablo alemán
    Rechtfertigungliteratur o Literatura de
    Justificación
    , que en nuestro país se vio
    notoriamente en la inmediata recuperación de la democracia en
    1983, y que refiere a las declaraciones, notas, comentarios y
    escritos de intelectuales que justifican, con sinceridad o con
    más hipocresía, sus dudosos actos durante la
    Dictadura del 76. Una posible conclusión sobre la
    ensayística final de Sábato supone la
    prolongación hasta los últimos días de su
    vida de esa Rechtfertigungliteratur, ya no en sus
    declaraciones, ya no en la cara externa de su escritura,
    sino en ella. La literatura de
    justificación sabatiana ya no constituye la otra
    cara
    del Sábato que escribe, sino que es ahora
    el Sábato escritor, y luego ya nadie tiene que ir y pescar
    in fraganti a Sábato declarando pestilentes
    comentarios en la revista alemana Geo Magazin, sino que
    todo está en la propia obra que él mismo decide
    publicar. Sábato se ha sincerado frente a sus
    críticos. Pero no con la sinceridad que podríamos
    saludar y que incluso nos obligaría a repensar la ética
    sabatiana, sino con la falta de sutileza de su última
    escritura y con la caricaturización de sí mismo y
    de su propia autoconstrucción antaño hábil
    que le merecía a críticos como Adolfo Prieto (en su
    Nota sobre Sábato) un mínimo
    respeto.

    Analizar la figura de Sábato, por lo tanto, no
    significa decir lo que ahora, luego del denodado y valioso
    esfuerzo de ciertos intelectuales por desenmascararlo como figura
    comprometida, sería obvio: apunta a la pregunta por el
    intelectual comprometido en general, sugiere revisar otros casos,
    obliga a preguntarse por qué Sábato y no
    Viñas, por qué Sábato y no Bayer, qué
    falla en el intelectual comprometido para que un impostor sea
    inmensamente más escuchado que ellos, y qué
    sociedad hay que tener para que un intelectual comprometido
    genuino pueda ser escuchado; o qué estrategias debe tener
    hoy un intelectual comprometido para influir sobre una sociedad.
    Todas estas preguntas recaen indudablemente sobre Sábato,
    símbolo argentino de un trunco destino: el del modelo
    sartreano de intelectual.

    Fernán Tazo

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter