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Teología del holocausto



    Sería difícil entender la Segunda Guerra
    Mundial en toda su dimensión sin abordar por ejemplo
    el tema de la conformación de un líder
    diabólico. De este modo, una área que generalmente
    es dejada en las manos exclusivas de la historia, abre un campo
    fértil también para la investigación psicológica. En
    términos generales, a medida que aumentan la magnitud de
    un acontecimiento y sus consecuencias, un mayor número de
    disciplinas humanas son invitadas a tomar parte en su
    elucidación. Acudirán la sociología y las ciencias
    políticas, la economía y la
    antropología.

    En este caso nos referimos a un evento único,
    peculiar en tal medida, que produjo un sacudimiento de nuestra
    conciencia. El
    Holocausto se
    yergue inconmovible en el centro de la historia judía,
    como una de las ineludibles facetas que forjan la conciencia del
    ser judío de hoy. Por ende, ni siquiera si
    convocáramos a todas las mentadas ciencias
    podríamos agotar su tratamiento.

    En el estudio del Holocausto, después de que los
    historiadores den sus explicaciones sobre las consecuencias de la
    derrota alemana en la Primera Guerra
    Mundial, y de que los sociólogos nos comenten sobre
    las formas de los estallidos sociales en un clima de desocupación y pobreza, y de que
    el economista ilustre acerca de la hiperinflación en Alemania;
    después de que el psicólogo desmenuce el accionar
    del miedo en las masas y la
    personalidad del líder megalómano y paranoico,
    después de que el politicólogo nos muestre el
    proceder de la conquista y su oportunidad, y la debilidad del
    mundo libre; después de que la antropología
    señale culturas enfrentadas; después que entendamos
    los conceptos de chivo expiatorio, sometimiento por la fuerza,
    genocidio y amoralidad de la cultura,
    después de todo ello, aún deberá intervenir
    un área en la cual formular las preguntas más
    lacerantes: ¿Dónde estuvo Dios durante el
    Holocausto? ¿En qué sentido podemos seguir creyendo
    que somos Sus elegidos? ¿En qué medida hace falta
    reintrepretar los valores
    tradicionales de la religión judía
    a la luz de
    Auschwitz?

    En efecto, una parte de la filosofía judía
    contemporánea se dedicó de lleno a este tema: la
    Teología del Holocausto, que es el cúmulo de
    preguntas, vacilaciones y respuestas que distintos pensadores dan
    a la cuestión y que habremos de esquematizar.
    Probablemente no haya para la teología judía un
    desafío mayor que Auschwitz.

    Es de esperar que el interesado por el tema del
    Holocausto se acerque en algún momento de su trayectoria a
    la narrativa de Arón Apelfeld, o a la investigación
    multifacética de Yad Vashem en Jerusalem, o a la
    Marcha por la Vida. Del mismo modo, es previsible que
    tarde o temprano se aproxime a la Teología del
    Holocausto.

    Un esquema

    La tabla que sigue sintetiza lo que podemos considerar
    las aproximaciones básicas a la cuestión. En muchos
    casos se complementan; en algunos se contradicen. Pero todas
    ellas indican una orientación para encarar esta rama del
    pensamiento
    judío contemporáneo.

    Estas posturas pueden ser clasificadas de acuerdo con
    dos criterios: en qué factor del universo
    teológico ponen el énfasis, y qué nos dicen
    acerca de él. El primer parámetro nos permite
    cuatro posibles centros del análisis: 1) Dios, 2) el
    hombre
    , 3) la relación entre Dios y el hombre,
    y 4) la vida. En cuanto al criterio de qué nos
    hacen saber de cada uno de estos factores, las respuestas pueden
    ser: a) pesimistas, b) neutras, y c)
    optimistas. Por ende, llegamos a las siguientes doce
    posturas:

    PESIMISTA NEUTRA OPTIMISTA

    El Holocausto fue…

    Sobre la divinidad Un castigo Un diálogo Una excepción

    Sobre el hombre
    Una muestra Una
    purificación Un mandamiento

    Sobre la relación entre Dios y el hombre Una
    ruptura Una prueba Un eclipse

    Sobre la vida Un detalle Un misterio Un
    contraste

    Pasaremos ahora a la explicación de cada una de
    las doce posturas.

    1. El castigo

    Leemos en el libro de
    Jeremías: "Cuando anuncies a este pueblo estas cosas y te
    pregunten: «¿Por qué ha decretado Dios contra
    nosotros esta gran calamidad? ¿Cuál es nuestra
    iniquidad, qué transgresión hemos cometido contra
    el Eterno nuestro Dios?», les responderás
    «Porque vuestros padres me abandonaron y se fueron en pos
    de dioses extraños, los sirvieron y se prosternaron ante
    ellos; me abandonaron y no observaron mi ley»".

    Esta percepción
    de los males que acontecen al pueblo de Israel
    está sintetizada en nuestras plegarias de las
    festividades: "por nuestras transgresiones fuimos exilados". La
    escuela
    tradicional de historiografía judaica, en efecto,
    enseña el destino de los judíos
    como la intervención divina para premiar o castigar a Su
    pueblo. En ese contexto, rabinos han querido analizar el
    Holocausto preguntándose cuál fue el grave abandono
    que cometieron los judíos para merecer semejante
    pena.

    Una de las respuestas es que la asimilación de
    los judíos en la Europa
    germánica fue la causa de la catástrofe, motivo que
    de algún modo corresponde al de los versículos de
    Jeremías. El predicador de Kelm y los rabíes Jaim
    Ozer Grodzenski de Vilna y Meir Simja Hacohen de Dvinsk
    sostuvieron dicha tesis, y del
    mismo modo se expresa un estudioso contemporáneo, el
    rabino Iaakov Perlow.

    Por su parte, Ioel Teitelboim (1888-1979), jefe de la
    secta jasídica de Satmer, expone en su libro Vaioel
    Moshe
    una segunda posibilidad: el gran pecado de los
    judíos habría sido "la idolatría" del
    sionismo. Su fundamento es que el pueblo judío
    debería mantenerse privado de todo poder
    físico y entregarse a la guía de Dios, aun cuando
    esto le signifique persecuciones y matanzas. No deberíamos
    resistir la judeofobia puesto que el exilio es un castigo divino
    al pueblo de Israel, que podrá resolverse sólo
    cuando llegue el Mesías y lo disponga. Así lo
    explica uno de sus voceros más bulliciosos: "La verdadera
    actitud
    judía es la de la sumisión al decreto divino que
    concierne a nuestro exilio entre las naciones del mundo. Nos ha
    enviado al exilio a causa de nuestras injusticias unos contra
    otros y de nuestra infidelidad hacia El. La injusticia de las
    naciones en contra de nosotros, es nuestro castigo".

    Una tercera postura dentro del esquema del castigo es
    diametralmente opuesta a la de Teitelboim. El libro que la
    registra es Em habanim semejá (Alegre madre de
    hijos
    ) de Isajar Moshé Teijtel, quien pereció
    en 1945 en el Holocausto. Desde las llamas escribió que la
    reticencia de los judíos para aceptar el sionismo fue la
    que lo condujo a Auschwitz. Dios estaba dándole a Israel
    la gran oportunidad de recuperar su tierra
    ancestral y establecer allí un refugio para los
    judíos perseguidos. Los judíos no estuvieron a la
    altura de la circunstancias, continuaron en su pecaminosa
    pasividad, y les sobrevino por ello el castigo: "No necesitamos
    de mayor evidencia divina, después de todo lo que se nos
    ha hecho en los paises de nuestro exilio, para ver que la
    voluntad del Santo Bendito sea, es que regresemos a la Tierra
    Santa, y para ello nos hizo todo esto, para que ya no exista
    posibilidad de existir entre los pueblos". Lord Immanuel
    Jakobovits denominó la obra de Teijtel "una apasionada
    defensa del sionismo" y "un libro extraordinario, probablemente
    la última obra rabínica en ser publicada en la
    Europa ocupada por los nazis".

    Ante la pregunta de por qué esta posición
    es considerada "pesimista con respecto a la divinidad", diremos
    que es una percepción de Dios que nos Lo muestra capaz de
    ejercer contra los judíos un macabro castigo de
    destrucción y humillación ilimitadas. Tal vez por
    ello, el mencionado Jakobovits rechaza de plano toda idea de
    castigo basándose en fuentes
    judías: "La doctrina de la retribución y el castigo
    colectivos es invariablemente restringida a la experiencia
    nacional judía en la Tierra de Israel
    solamente".

    2. El
    diálogo

    El Deuteronomio afirma: "El Eterno te ha comprometido
    para que seas Su pueblo especial, según te ha dicho… El
    te elevará sobre todas las naciones… y serás un
    pueblo consagrado al Eterno tu Dios". Por ser Su pueblo elegido,
    Dios dialoga con los judíos por medio de la historia
    humana, y este diálogo se lleva a cabo desde las alturas
    del Sinaí o desde los tenebrosos abismos de
    Birkenau.

    Uno de los pensadores modernos que de ese modo encararon
    el tema fue Emil Fackenheim en La presencia de Dios en la
    historia
    (1970). Dios Se dirige a Israel. El Holocausto
    representa, en ese contexto, la imperiosa necesidad del pueblo
    judío de reafirmar su fe en el Dios viviente, en contra de
    todo deísmo que limitaría a Dios a una mera
    fórmula matemática. Así ve Fackenheim
    nuestra posibilidad de privar a Hitler de una
    victoria póstuma, como la de vaciar al judaísmo de
    todo contenido, o a la existencia judía de divinidad.
    Hemos clasificado esta posición como "neutra con respecto
    a la divinidad" porque el diálogo entre Dios y Su pueblo
    no implica lo bueno ni lo malo: supone, simplemente, la
    búsqueda permanente del judío para seguir
    descubriendo a Dios en la historia.

     3. La
    excepción

    El libro de Job es un largo planteamiento acerca de por
    qué el mal afecta a los hombres de bien. Job resume su
    postura cuando, después de su atroz sufrimiento, debe
    responder a la propuesta abrupta que le formula su mujer,
    alentándolo a maldecir a Dios para finalmente morir.
    Contesta Job: "Hablas como mujer necia. Si se acepta de Dios el
    bien ¿no habrá de aceptarse el mal?"

    La visión optimista acerca de Dios está
    ínsita en sus palabras, no sólo por lo que ya
    conocemos de Job, sino porque es como si ahora, en su reto a
    la mujer, nos
    demandara: ¿con todo lo bueno que hemos recibido del
    Creador, acaso seremos tan ingratos como para rechazar la
    excepción, que es lo malo?

    4. La muestra

    También en este caso comenzamos con una cita del
    libro de Job. Después de describirnos una calamidad en la
    que "los hambrientos devoran su cosecha porque Dios se las
    arranca de los dientes", Job señala el origen del mal: "no
    nace del polvo la miseria, ni germina de la tierra la
    aflicción". No debemos culpar a la naturaleza por
    el mal del universo, porque "es el hombre quien engendra la
    aflicción como el águila lleva su vuelo a las
    alturas".

    La visión vuelve aquí a ser pesimista,
    pero no con respecto a la naturaleza ni a su Creador, sino con
    respecto al hombre. Un buen paralelo en el mundo del pensamiento
    moderno es el que nos trae Milton Steinberg cuando nos
    enseña que, a pesar de sus dificultades, la fe en Dios es
    la mejor respuesta al enigma del universo. Mientras el hombre
    creyente deberá buscar explicaciones para la existencia
    del mal, el ateo deberá buscarlas para la existencia de
    todo lo demás
    . En cuanto al Holocausto, mucho menos
    sabremos donde estuvo el hombre durante el mismo, que
    dónde estuvo su Creador.

    5. La
    purificación

    El capítulo 53 de Isaías, llamado del
    siervo del Eterno
    , es uno de los viscerales dentro de la
    literatura
    polémica judío cristiana. Dice: "Despreciado,
    hombre de dolores, herido por Dios y humillado, maltratado y
    doblegado, como cordero llevado al matadero, como ante sus
    esquiladores una oveja muda, sin abrir la boca. Después de
    las penas de su alma,
    verá la luz y quedará colmado. Por sus sufrimientos
    Mi siervo, el justo, justificará a muchos y las
    iniquidades de ellos cargará sobre sí".

    Vemos que los sufrimientos, que pueden ser entendidos
    perfectamente como una referencia al Holocausto, son
    purificadores en dos sentidos: en lo personal y en un
    plano social. En primer lugar, el Servidor,
    "después de las penas de su alma, quedará colmado".
    La idea es que sufrir nos permite dedicarnos menos a banalidades,
    nos impulsa a revalorar lo positivo de la vida, nos lleva a
    solidarizarnos con los más desprotegidos; en fin: el dolor
    parece hacernos, en general, más sensibles, más
    humanos.

    Además, "por sus sufrimientos justificará
    a muchos" significa que el hombre que sufre es una especie de
    medidor público del grado de deshumanización al que
    ha llegado el mundo. Quien carga con las transgresiones ajenas,
    lo hace en el sentido de que, gracias a que ven su pesar, los
    demás notan que lo han provocado o no han querido
    evitarlo, y por ende tienen abierto el camino hacia el
    arrepentimiento.

    Aquí cabe evocar al filósofo que se
    basó precisamente en Isaías 53 para fundamentar su
    teología del Holocausto. Para Ignaz Maybaum, el
    judío sufre a fin de despertar la conciencia del mundo
    gentil que es su victimario. A partir del martirio judío,
    la humanidad entera, por reflejo, ahonda su búsqueda en la
    senda del bien. El éxito
    de tal búsqueda no está garantizado de antemano, y
    de ahí que esta postura sea neutra con respecto a las
    posibilidades del hombre.

    La postura que sigue también descansa en un
    versículo de Isaías recogido por Maybaum en La
    cara de Dios después de Auschwitz
    (1965). Es el del
    concepto de
    "shear iashuv, un resto retornará".

    6. El
    mandamiento

    Si la visión anterior es neutra, ésta es
    decididamente optimista, porque señala una misión
    permanente para el hombre: la de reconstruir a partir de los
    escombros. La vida del hombre sería precisamente esa
    virtud de rehacer y así rehacerse.

    Según este esquema, el corolario del Holocausto
    deberá, a pesar de todo, satisfacernos. El poder
    más diabólico de la Tierra se levantó para
    destruir al pueblo judío entero… y no lo logró.
    El resto retornó. Los remanentes de Israel son la
    verdadera victoria. Los brutales fueron vencidos. La
    salvación significa que hay una mayoría salvada y
    que sabrá justificar la degradación que no pudo
    vencerla.

    El optimismo de Maybaum es antipático porque
    supone una especie de alegría por el Holocausto, una que
    es a todas luces, cuando menos, prematura. Maybaum, quien fue
    casi el primero en tratar sistemáticamente el tema, no
    pudo evitar que los dolidos de los campos se sintieran
    violentados por el hecho de que algún júbilo
    pudiera dimanar de ellos aunque viniera en brumas de
    interpretaciones filosóficas.

    Si hubo un optimista incólume en la
    filosofía judía contemporánea, ése
    fue el rabí Abraham Kuk. Una pregunta que inquietó
    a muchos estudiosos de Kuk es cuál habría sido la
    postura de este gigante del pensamiento judío si le
    hubiera tocado ser protagonista del Holocausto. Es posible que
    esta comprensión de Maybaum no esté muy lejos de lo
    que el rabí Kuk habría escrito.

    Una faceta privativa de Maybaum, no obstante, es la
    clasificación de las destrucciones que acontecieron a
    Israel, en dos grupos:
    guezerá (que es evitable, pero no abre ninguna
    nueva época mejor) y jurván (un
    aniquilamiento inevitable que da por comenzada una nueva era
    humana). Hubo, en el esquema de Maybaum, tres aniquilamientos
    totales: el del Primer Templo (586 a.e.c.), que dispersó a
    Israel y le permitió cumplir su papel entre las naciones;
    el del Segundo Templo (70 e.c.), que espiritualizó la
    religión judía al eliminar sacerdocio y
    sacrificios, y al difundir la sinagoga; y el Holocausto, que
    marcaría el final de la intolerancia y el fanatismo
    más brutales.

    Siempre Isaías evoca esta visión:
    "Reconstruirán las viejas ruinas, levantarán de
    nuevo los edificios caídos del pasado, restaurarán
    las ciudades demolidas, las ruinas de pasadas edades". El
    Holocausto otorga al judío un nuevo mandamiento:
    sobrevivir, reconstruir.

    7. La ruptura

    Aquí debemos mencionar al más radical de
    los teólogos judíos que se ocuparon del Holocausto.
    Su visión es profundamente pesimista, y se sustenta en que
    la relación entre la divinidad y el hombre deben ser
    reconsideradas (o desconsideradas) a partir de Auschwitz. La
    Biblia también prevé estas consecuencias ateas de
    la desesperanza: "Dice el insensato en su corazón:
    No existe Dios. Los hombres están corrompidos y no hay
    quien haga el bien".

    Richard Rubenstein lo formula en los términos
    más modernos. Debemos "demitificar" los postulados de la
    religión judía y no hablar más de una
    Elección divina dirigida a Israel, de un Dios protector,
    de nuestro agradecimiento a El.

    Rubenstein no concuerda con la opinión idea de
    que él ha trasladado al judaísmo la teología
    cristiana de "Dios ha muerto". Las doctrinas de "la muerte de
    Dios" que nacieron en el mundo cristiano en la década del
    sesenta, y que podrían rastrear su linaje a Nietzsche e
    incluso a Sartre, se
    diferencian en mucho de las ideas paralelas que surgieron en el
    mundo judío. Mientras en el mundo cristiano se plantea el
    tema debido a la constatación de la secularización,
    en el judaísmo es producto del
    sacudimiento emocional que generó el
    Holocausto.

    La tesis de Rubenstein no significa, paradojalmente, que
    debamos abandonar nuestras prácticas religiosas en
    comunidad.
    Rubenstein parece indicarnos que, muy por el contrario, ante la
    muerte de Dios
    quedamos desamparados de tal modo que nos necesitamos mucho
    más los unos a los otros. Nuestra vida comunitaria debe
    por lo tanto, ser fortalecida, para ofrecernos refugio ante un
    universo tan gélido. Este pesimismo de Rubenstein
    podría extenderse no sólo a la relación
    entre Dios y el hombre, sino a la vida misma, tal como veremos en
    el punto 10.

    Es interesante que Isaías también tiene un
    lugar destacado en esta teología. "Asiria es vara de Mi
    ira y el palo en su mano es instrumento de Mi
    indignación", cita el profeta de Dios. Si había
    sido el rey asirio el instrumento divino para castigar,
    ¿por qué no decir lo mismo de los nazis? Rubenstein
    escucha nada menos que esa teoría
    de la boca de un amigo de los judíos, el Pastor Heinrich
    Grüber Que alguien pudiera expresarse de ese modo,
    atribuyendo a Hitler poco menos que una misión divina a
    partir de una lectura de los
    profetas de Israel, sacude a Rubenstein en tal medida que lo
    lleva a lo que denominó "el punto teológico del
    no-retorno". La ruptura se había producido y la idea de
    Dios, a sus ojos, estaba definitivamente muerta.

    8. La prueba

    La tradición sostiene que el patriarca Abraham
    fue sometido a diez pruebas de fe.
    La máxima de ellas es el conocido relato de la Atadura de
    Isaac, que ha inspirado a filósofos de la talla de Soren Kierkegaard.
    "Quiso Dios probar a Abraham y le llamó "Abraham,
    Abraham!". Este respondió: "Heme aquí" y Dios le
    dijo: "Toma ahora a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y
    elévalo en holocausto en el monte de
    Moriá"."

    De los rabinos citados, podemos evocar también en
    este caso a Ignaz Maybaum, quien considera a Auschwitz como la
    Atadura moderna, la gran prueba de fe. Esta visión es
    neutra acerca de la relación entre el hombre y el Creador
    porque de algún modo cada momento importante de nuestra
    existencia no es vislumbrado como premio ni como castigo, sino
    como una prueba a la que debemos hacer frente y
    responder.

    9. El eclipse

    Si el Holocausto es un eclipse de Dios, entonces,
    Su básica relación con el hombre sigue siendo
    bondadosa. Cuando hay eclipses, se apaga momentáneamente
    la fuente de amor y de paz
    que es Dios, pero la existencia de tal fuente trasciende las
    ocultaciones pasajeras. Por ello la postura que aquí
    tratamos ha sido categorizada en el esquema como optimista con
    respecto a la relación entre Dios y el hombre. Para
    identificar esta idea de eclipse de Dios en nuestras
    fuentes, una vez más podemos echar mano a las
    profecías de Isaías. "Sólo por un momento te
    había abandonado, pero con inmensa piedad te recojo de
    nuevo. En un rapto de mi cólera
    oculté de ti Mi rostro un instante pero con inmensa piedad
    de ti Me apiado". Uno de los grandes pensadores
    contemporáneos, Martin Buber, planteó esta
    cuestión en forma original en su libro Eclipse de
    Dios
    (1952), sobre todo en el capítulo acerca de la
    "suspensión de lo ético". Allí se nos
    explica esa posibilidad de que Dios deje lo ético en manos
    exclusivas del hombre, en una especie de tanteo moral. Aunque
    en rigor no se detiene en tema del Holocausto con nombre y
    apellido, adelanta ideas que podrían ser eventualmente
    aplicadas a la cuestión.

    Aparentemente, resultaba difícil abocarse al
    Holocausto cuando no se habían apagado aún los
    humos crematorios. Una metáfora al respecto es la imagen de la
    mujer de Lot, convertida en estatua de sal. Una persona que, como
    intenta mirar la tragedia inmediatamente, de frente y sin
    tapujos, queda en estado
    catatónico. Será por ello que debió mediar
    un lapso prolongado entre la liberación y el comienzo de
    los estudios sobre el Holocausto.

    En cuanto a la noción de eclipse divino, quienes
    la aplican directamente en su teología del Holocausto son
    Eliezer Berkovits y André Neher. Para el primero, los
    innumerables Auschwitz que se le han presentado al ser humano en
    su devenir, reiteran el Hester panim, el ocultamiento de
    la cara de Dios, que es el proceder necesario del Todopoderoso
    para que el hombre ejerza su voluntad moral.

    10. El
    detalle

    Desde esta postura, el Holocausto no trae ninguna
    novedad moral. No plantea nuevos interrogantes. La pregunta es
    siempre la misma: por qué sufren los justos. La
    cuestión de la teodicea no aparece con el nazismo. La
    experiencia del Holocausto puede considerarse a lo sumo como una
    concentración de mal sin precedentes, pero nunca como una
    sorpresa. Esa pregunta estuvo siempre allí presente,
    cuestionándonos. La formuló Jeremías el
    profeta: "¿Por qué el camino de los malvados es
    próspero?"

    Este dilema nos trae nuevamente a Rubenstein, quien
    sostiene que Leit din veleit dalán, "No hay Juez ni
    hay Justicia",
    según la máxima talmúdica. El pesimismo con
    respecto a la vida proviene del mismo hecho que el Holocausto es
    un ejemplo de lo que ocurre permanentemente y, por lo tanto, no
    debería escandalizarnos. Si bien Emil Fackenheim coincide
    con que el Holocausto meramente reaviva el problema de la
    teodicea (y no lo produce), para él sí hay una
    respuesta que no genera ateísmo: el mal es el precio del
    libre albedrío humano. Si no existiera el mal, aun el mal
    supremo, no podríamos hablar tampoco de verdadero bien. El
    hombre no sería un ente libre sino un robot en manos de su
    Creador, Que lo obliga hacia un camino de
    misericordia.

    11. El
    misterio

    Regresemos a Job. Después de treinta y siete
    capítulos de preguntas y exigencias, después de
    consejos filosóficos de sus amigos, luego de perder
    fortuna, familia y
    salud,
    después del prolongado silencio divino y de los
    innumerables interrogantes sin respuesta, Dios decide responder
    las dolidas preguntas de Job. Lo hace en una serie de casi
    setenta preguntas, una detrás de la otra, sin
    solución de continuidad, dejándolo aún
    más abrumado. Interviene Dios: "Entonces el Eterno
    respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo:
    "¿Quién enturbia Mi consejo con insensateces?
    ¿Dónde estabas tú cuando Yo fundé la
    Tierra? ¿Sabes quién formó sus dimensiones?
    ¿Sabes qué es el mar, ]a mañana, la aurora,
    el abismo, la muerte, la sombra, la anchura, la luz, las
    tinieblas, la nieve, el granizo, el viento, el solano, el
    aguacero, el trueno, la lluvia, el rocío, el hielo, la
    escarcha, las Pléyades, los cielos, la voz, el
    relámpago, las nubes, el meteoro, los leones, las ciervas,
    la gestación, el parto, el
    asno, el búfalo, el avestruz, el caballo, la crin, el
    halcón, el águila, sabes, sabes,
    sabes?!"

    En términos modernos, otra vez nos ayuda
    Fackenheim: el camino le Dios es inescrutable; el Holocausto es
    también parte de esa senda incognoscible, y la
    visión de la vida puede entonces caliticarse, de acuerdo
    con nuestro esquema inicial, de neutra.

    12. El
    contraste

    Nada es bueno ni malo sino por comparación. El
    mal existiría para que podamos reconocer el bien y
    disfrutar de él. El mal extremo es la única manera
    de conocer el bien extremo. El Holocausto sería, de
    acuerdo con este razonamiento, la posibilidad de reconocer el
    bien supremo que los hombres llevan potencialmente en sí.
    El contraste es el propósito.

    "Mira: yo pongo hoy delante de ti la vida y la
    bendición, la muerte y la maldición", concluye por
    decirnos la Torá. Berkovits, sostenedor de esta idea,
    agregará que en el tema del Holocausto, el contraste
    histórico es claro: desde los humos de Treblinka, irrumpe
    el Estado de
    Israel. Lo que Berkovits denominaría, después del
    horror, "la sonrisa suficiente". El retorno a Sión da el
    significado a la historia judía.

    Gustavo D. Perednik

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