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Ética para Amador



    1. Resumen
    2. De que va la
      ética
    3. Órdenes, costumbres y
      caprichos
    4. Haz lo que
      quieras
    5. Date la buena
      vida
    6. ¡Despierta,
      baby!
    7. Aparece Pepito
      Grillo
    8. Ponte en su
      lugar
    9. Tanto gusto
    10. Elecciones
      generales
    11. Epílogo. Tendrás
      que pensártelo
    12. Apéndice: diez
      años después: ante el nuevo
      milenio

    RESUMEN

    Nunca se piensa en la política como algo
    ético, pues en la mayoría de los casos quienes la
    ejercen piensan en reprender al vecino antes de mejorarse a
    sí mismos. Se les atribuyen frecuentemente poderes
    sobrehumanos que conducen a la decepción de quienes los
    han elegido. Sin embargo, en cuanto a su finalidad, la ética y la
    política están muy relacionadas, ya que el objetivo de la
    política es organizar la convivencia social para permitir
    que, con la ética, cada individuo
    elija lo que más le conviene. En cuanto a diferencias,
    podría decirse que la ética se ocupa de lo que cada
    cual hace con su libertad,
    mientras que la política coordina cómo muchos
    manejan la misma. Para la ética es importante "querer
    bien", para la política cuentan los resultados, nunca los
    medios. "La
    ética no puede esperar a la política" y por ello en
    ningún orden político, por malo que sea,
    habrá quienes ya no puedan ser buenos. En un estado
    utópico, todos serían automáticamente buenos
    porque las circunstancias impedirían la presencia del mal.
    La buena vida incluye, pues, un proyecto
    político basado en la libertad, la justicia y la
    asistencia en el que la dignidad de
    los individuos sea respetada. Los derechos humanos
    son las exigencias mínimas que debe cumplir la sociedad
    política. Ya que muchos problemas hoy
    pueden ser resueltos a nivel global, la fragmentación
    política entorpece el proceso. El
    mantener la Tierra
    habitable es tarea de los hombres como comunidad
    mundial, para lo cual se requiere tolerancia y la
    eliminación de ideologías
    fanáticas.

    DE QUE
    VA LA ETICA

    Hay ciencias que
    se estudian por simple interés de
    saber cosas nuevas; otras para aprender una destreza que se
    utilicen en el trabajo o
    en la vida cotidiana, entre todos estos conocimientos existe al
    menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y
    otras no. de este modo ciertas cosas nos conviene y a lo que nos
    conviene solemos llamarlo "bueno" porque nos sienta bien; en
    cambio, otras,
    nos sientan mal y a esto llamamos "malo". Saber lo que nos
    conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y malo, es un
    conocimiento
    que todos intentamos adquirir –todos sin excepción-
    .

    Hay cosas buenas y malas pero en el terreno de las
    relaciones
    humanas los términos de las acciones se
    vuelven ambiguas, por ejemplo la mentira es mala pero, es cruel
    alterar el estado de
    animo de un enfermo de cáncer diciéndole la verdad,
    es mas conveniente decirle una mentira para que este pase sus
    ultimas horas tranquilo, distan la opiniones de cada persona, por lo
    que en parte los resultados son parte de sus acciones que
    realicen a lo largo de su vida. Lo cual no sucede con los
    animales que
    están programados para realizar biológicamente sus
    acciones; las cuales no son ni buenas ni malas porque se carece
    de voluntad y conciencia y
    sobre todo de lo mas importante: la libertad.

    Los animales no tienen más remedio que ser tal y
    como son y hacer lo que están programados naturalmente
    para hacer. En cierta medida, desde luego, los hombres
    también estamos programados por la naturaleza.
    Estamos hechos para satisfacer nuestras necesidades
    biológicas. Y de modo menos imperioso pero parecido,
    nuestro programa cultural
    es determinante: nuestro pensamiento
    viene condicionado por el lenguaje
    que le da forma (que fue impuesto desde
    fuera y que no hemos inventado para nuestro uso personal) y somos
    educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de
    comportamiento; en una palabra, que se nos inculca
    desde pequeños unas fidelidades y otras no, sin embargo
    por mucha programación biológica o cultural
    que tengamos, los hombres siempre podemos optar finalmente por
    algo que no este en el programa (al meneos, que no este del
    todo). Podemos decir "si" o "no", quiero o no quiero.

    La libertad es lo que nos diferencia de los animales,
    cierto que no podemos hacer lo que queramos por lo que hay dos
    aspectos importantes de la libertad:

    Primera: no somos libres de elegir lo que nos pasa sino
    libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual
    modo.

    Segunda: ser libres para intentar algo no tiene nada que
    ver con lograrlo indefectiblemente. No es lo mismo la libertad
    (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia
    (que seria conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese
    imposible).

    Existen muchos factores que limitan nuestra libertad
    tales como físicos, naturales o sociales. Pero
    también nuestra libertad es una fuerza en el
    mundo, nuestra fuerza.

    En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o
    inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte
    nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno,
    es decir, lo que nos parece conveniente para nosotros, frente a
    lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y
    elegir, podemos equivocarnos, que es algo que los animales no
    suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo
    que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos
    permita acertar.

    CAPITULO SEGUNDO

    ÒRDENES, COSTUMBRES Y
    CAPRICHOS

    Aunque no elegimos lo que nos pasa, podemos en cambio
    elegir que hacer para enfrentar la situación ya sea
    favorable o desfavorable.

    De este modo actuamos por que preferimos hacer eso y no
    otra cosa, o por que preferimos hacerlo o no hacerlo, aunque a
    veces las circunstancias nos asignan elegir entre opciones que no
    hemos elegido.

    Por lo general, uno no se pasa la vida dando vueltas a
    lo que nos conviene o no nos conviene, casi siempre se realizan
    los actos de manera automática.

    Hay diferentes motivos que influencian a una persona a
    actuar de cierta forma:

    El motivo; es la razón que se tiene o al
    menos se cree que se tiene para hacer algo, la explicación
    mas aceptable sobre la conducta
    humana.

    Un motivo de gran influencia son las
    órdenes, los cuales son los mandatos de personas de
    mayor jerarquía.

    En otras ocasiones el motivo es que se suele hacer
    siempre el mismo acto y se repite casi sin pensarlo, o
    también el ver que todo mundo se comporta así
    habitualmente: este juego de
    motivos los llamaremos costumbres.

    Los caprichos; son motivos con ausencia de
    motivo, y, al parecer es el que se apetece por puras
    ganas.

    Cada uno de estos motivos inclina la conducta de un
    sujeto en una dirección u otra, explica más o
    menos ciertas preferencias de las personas por hacer lo que hacen
    frente a situaciones de su incumbencia.

    Cada uno de los motivos tiene su propio peso y nos
    condiciona a su modo, por ejemplo en la ordenes, se saca fuerza
    de las represarías o de las recompensas de seguir el
    acto.

    Las costumbres en cambio, vienen de la comodidad de
    seguir la rutina y el interés de no contrariar a los
    demás, es decir la presión de
    la sociedad.

    Las órdenes y las costumbres tienen una cosa en
    común: viene de afuera, se imponen sin pedirnos permiso.
    En cambio, los caprichos te salen de dentro brotan
    espontáneamente sin que nadie lo mande.

    Cada motivo dependiendo de las circunstancias se
    manifiesta en la persona rigiendo su conducta y su forma de
    actuar.

    CONCLUSIÓN

    Un motivo es la explicación propia
    más aceptable acerca de tu conducta. Dentro de los motivos
    existen las órdenes, las costumbres y los caprichos, que
    no hacen más que inclinar la conducta y preferencias. Las
    órdenes y las costumbres, cuya fuerza es el miedo y la
    comodidad respectivamente, son impuestas por factores externos,
    mientras que los caprichos surgen del interior de cada quien.
    Respecto a las primeras es recomendable establecer hasta
    qué punto pueden ser obedecidas y de las segundas, saber
    que sirven exclusivamente para aspectos de rutina.

    CAPITULO TERCERO

    HAZ LO QUE
    QUIERAS

    La mayoría de las cosas las hacemos por que son
    ordenes(los padres o las leyes
    jurídicas), por que se acostumbra a hacerlas asi (la
    rutina nos la imponen los demás con su ejemplo y su
    presión), porque son un medio para conseguir lo que
    queremos o sencillamente porque nos da la gana de hacerlo sin mas
    ni mas. Pero en ocasiones importantes o cuando razonamos lo que
    vamos hacer, todas estas motivaciones resultan
    insatisfactorias.

    Cuando se encuentra un individuo en situaciones
    impuestas por el azar resulta difícil actuar de acuerdo a
    las órdenes, costumbres o caprichos. Todo esto tiene que
    ver con la cuestión de la libertad, que es el asunto del
    que se ocupa propiamente la ética, la libertad es poder decir
    "si" o "no"; lo hago o no lo hago, digan lo que digan los
    demás; esto me conviene y lo quiero, aquello no me
    conviene y por lo tanto no lo quiero. Libertad es decidir,
    teniendo plena conciencia de aquel acto y sus consecuencias. Y
    para no dejarse llevar no hay otro remedio mas eficaz que
    intentar pensar al menos dos veces lo que se esta haciendo. La
    primera vez que se piensa, se concluye el razonamiento afirmando
    que se hace por ser una orden de algún superior, por que
    es una costumbre hacerlo, por que me da la gana.

    Pero si se piensa por segunda vez se termina por
    cuestionar las respuestas primeras y pensar que se esta
    esclavizado por nuestras propias acciones.

    Lo mismo sucede respecto a las costumbres. Si no se
    piensa lo que se hace más que una sola vez, quizás
    baste pensar que se actúa así por costumbre. Pero
    porque siempre se debe actuar de una sola manera que al parecer
    es insatisfactoria. Muchas veces se tienen ganas de hacer cosas
    que en seguida se vuelven perjudiciales y por lo consiguiente se
    arrepiente la persona de sus acciones.

    Una acción
    nunca es buena solo por ser una orden, una costumbre o un
    capricho. Para saber si algo resulta de veras conveniente o no,
    se tiene que examinar lo que se hace, razonándolo por si
    mismo. Nadie puede ser libre en mi lugar, es decir: nadie pude
    dispensarme de elegir y buscar por mi mismo.

    La palabra moral
    etimológicamente tiene que ver con las costumbres, pues
    eso significa la palabra latina mores. Sin embargo hay costumbres
    y ordenes que pueden ser malas es decir inmorales, por muy
    ordenadas y acostumbradas que se nos presenten. Si queremos
    profundizar en la moral de la
    verdad, si queremos emplear de forma adecuada nuestra libertad
    que poseemos, mas vale dejarse de órdenes, costumbres y
    caprichos.

    Las palabras bueno y malo no solo se aplican a
    comportamientos morales, ni siquiera a personas. En cuestiones
    terrenales lo bueno es decir lo que nos conviene es bastante
    claro, pero si se trata de determinar si alguien es bueno o malo
    en general, como ser humano, las opiniones varían mucho y
    esto debido a que no sabemos para que sirve un ser humano, no hay
    un reglamento único para ser un buen ser humano y
    además el hombre no
    es un instrumento para conseguir nada.

    Hay muchas formas de ser bueno y la cuestión
    depende del ámbito que se mueve cada persona.

    Así que la única regla que esta latente en
    la ética es "haz lo que quieras"

    CONCLUSION

    La libertad no es sólo decidir sino darse cuenta
    qué se está decidiendo. Por ello sólo es
    válida cuando se ha pensado dos veces: con la primera se
    descubre el motivo y con la segunda se cuestiona el mismo. "Nunca
    una acción es buena sólo por ser una orden, una
    costumbre o un capricho" A veces con eso basta, pero casi siempre
    se necesita del razonamiento para determinar si es o no
    conveniente algo. Todo esto forma parte de inventar nuestra
    propia vida y no vivir de a acuerdo a lo que los otros inventan
    por nosotros. "Moral" son aquéllas reglas o normas que
    consideramos válidas, mientras que la ética se
    encarga de cuestionar por qué lo son. Hay cosas buenas y
    malas que nada tiene que ver con la moral y de las cuales
    conocemos concretamente su utilidad;
    tratándose de seres humanos, sin embargo, resulta
    difícil esta clasificación, pues ignoramos para
    qué sirven. Lo único que se sabe es que la
    ética se basa en una frase: "Haz lo que
    quieras"

    CAPITULO CUARTO

    DATE LA
    BUENA VIDA

    "haz lo que quieras" como lema fundamental de la
    ética es sencillamente que hay que dejarse de ordenes y
    costumbres, de premios y castigo; en una palabra, de cuanto
    quiere dirigir desde afuera, y que se tiene que plantear desde
    nuestros adentros.

    Si se desea saber que se debe hacer con la libertad de
    cada quien se debe interrogar sobre el uso de esta.

    El lema "haz lo que quieras" parece al parecer una orden
    de todas maneras, "haz esto y no lo otro", aunque sea la orden de
    se actué de forma libre.

    La aparente contradicción que encierra el lema
    "haz lo que quieras"no es sino un reflejo del problema esencial
    de la libertad misma: a saber que no somos libres de no ser
    libres, que no tenemos mas remedio que serlo. Actuar como esclavo
    u obedecer a todas las órdenes solo es una visión
    de tu libertad porque así se decidió y se quiere,
    en uso de la libertad.

    De modo que "haz lo que quieras" no es mas que una forma
    de expresar que se tome en serio el problema de tu libertad, lo
    que nadie puede dispensar al individuo de la responsabilidad creadora de escoger su
    camino.

    Pero una cosa es "haz lo que quieras" y otra muy
    diferente son los caprichos es decir hacer lo que primero que se
    te venga en gana.

    Pero a veces con los caprichos no se gana sino se
    pierde, a veces los hombres queremos cosas contradictorias que
    entran en conflicto unas
    con otras. Es importante ser capaz de establecer prioridades y de
    imponer una cierta jerarquía entre los caprichos y lo que
    en el fondo a la larga se quiere.

    La vida esta hecha de tiempo,
    nuestro presente esta lleno de recuerdos y esperanzas
    además de eso nuestra vida esta hecha de relaciones con
    los demás, son una parte de nuestra esencia que nos hace
    ser quienes somos.

    Haz lo que quieras es pensar con detenimiento y a fondo
    que es lo que se quiere.

    El lema ético "haz lo que quieras" en el fondo es
    el grito de; atrévete a darte la buena vida. La
    ética no es más que el intento racional de
    averiguar como vivir mejor. Solo quien ha nacido para esclavo o
    quien tiene tanto miedo a la muerte que
    cree que todo le da igual que de dedica a los caprichos y vive de
    cualquier manera.

    Ser humano; consiste en tener relaciones con los otros
    seres humanos, por lo tanto la buena vida humana es buena vida
    entre seres humanos o de lo contrario puede ser vida pero no
    será buena ni humana, los hombres lo que queremos ser es
    humanos, no, herramientas
    ni bichos. Y queremos también ser tratados como
    humanos, por que eso de la humanidad depende en buena medida de
    lo que lo unos hacemos con los otros, pero el hombre no nace
    ya hombre del todo ni nunca llega a serlo si los demás no
    le ayudan, porque el hombre no es solamente una realidad
    biológica, natural, sino también una realidad
    cultural (lenguaje,
    símbolos, costumbres).

    La humanización (es decir, lo que nos convierte
    en humanos, en lo que queremos ser) es un proceso reciproco, es
    decir para que los demás puedan hacerme humano, tengo yo
    que hacerles humanos a ellos. Por eso darse la buena vida no es
    otra cosa que dar la buena vida a los semejantes.

    CONCLUSIÓN

    "Haz lo que quieras" es abandonar lo que nos rige desde
    el exterior y enfocarse a lo que la propia voluntad reclama desde
    el fuero interno. La misma contradicción que hay en "Haz
    lo que quieras" (que así como abre una infinita gama de
    posibilidades puede reducirla a una elección entre dos),
    se presenta en la libertad, pues no somos libres de elegirla o
    no, sino que "estamos condenados a la libertad", como
    afirmó Jean-Paul Sartre. Para
    no reducir la frase a un simple capricho, es importante
    establecer prioridades entre los deseos repentinos y aquellos a
    largo plazo.

    La ética es alcanzar la buena vida humana, que es
    la que incluye relaciones con otros seres humanos, no a costa de
    ellos. Todos tenemos una realidad biológica pero, para
    llegar a ser hombres, se necesita de otros que fundamenten
    nuestra realidad cultural mediante enseñanzas. La base de
    nuestra cultura es el
    lenguaje, por lo que hablar y escuchar a alguien, es tratarlo
    como persona. Es un proceso recíproco igual que la
    humanización, pues darse la buena vida es al final igual
    que dar la buena vida.

    CAPITULO QUINTO

    ¡DESPIERTA, BABY!

    Esta bastante claro lo que queremos (darnos la buena
    vida) pero no lo esta tanto eso de la buena vida. Y es que querer
    la buena vida no es un querer cualquiera, como por ejemplo los
    quereres simples (lentejas, cuadros, etc.) se fijan en un solo
    aspecto de la realidad: no tienen perspectiva de conjunto, pero
    no solo de superficialidades vive el hombre.

    La muerte es una
    gran simplificadora, cuando alguien esta a punto de morir se
    olvida de los más mínimos detalles de la vida (que
    son los que hacen diferencia), y se dedica solo a esperar el
    momento trágico. La vida en, cambio, es siempre
    complejidad y casi siempre complicaciones. Si rehuyes de toda
    complicación y buscas la gran simpleza no se busca vivir
    mas y mejor, sino morirte de una vez.

    La verdad del materialismo es
    que las cosas que tenemos nos tienen ellas también a
    nosotros en contra partida. Lo grave del asunto es tratar a las
    personas como cosas. Y la mayor complejidad de la vida es
    precisamente que las personas no son cosas.

    Para comprender en que consiste eso de darse la buena
    vida hay que desengañarse de las cosas y del materialismo
    y no dejarse influenciar por los demás.

    Si los hombres fuésemos simples cosas, con lo que
    las cosas pueden darnos nos bastaría. Pero eso es una
    complicación: que como no somos puras cosas, necesitamos
    cosas que las cosas no tienen. Cuando tratamos a los demás
    como cosas, lo que recibimos de ellos son también cosas,
    pero de esa forma nunca nos darán esos dones mas sutiles
    que solo las personas pueden dar.

    En resumen, esa complicidad fundamental que solo se da
    entre iguales, no nos pueden ofrecer más que a otras
    personas a las que tratamos como tales. Lo del trato es
    importante porque los humanos nos humanizamos unos a otros. Al
    tratar a las personas como a personas y no como a cosas estoy
    haciendo posible que me devuelvan lo que solo una persona puede
    darle a otra.

    A veces uno puede tratar a los demás como a
    personas y no recibir mas que coses, traiciones o abusos, pero al
    menos contamos con el respeto de una
    persona, aunque no se mas que una: nosotros mismos. Al no
    convertir a los otros en cosas.

    Para darse la buena vida es necesario escuchar nuestra
    voz interna y cumplirla de tal modo que nos satisfaga a nosotros
    mismos, sin oír los rumores de los
    demás.

    Precisamente la ética lo que intenta es averiguar
    en que consiste en el fondo, mas allá de lo que nos
    cuenten o de lo que vemos, esa buena vida que nos gustaría
    vivir. Para todo ello se necesita poner atención que es, la disposición a
    reflexionar sobre lo que se hace y a intentar precisar lo mejor
    posible el sentido de esa buena vida que queremos vivir. Sin
    cómodas pero peligrosas simplificaciones, procurando
    comprender toda la complejidad del asunto de este vivir
    humanamente.

    La primera e indispensable condición ética
    es la de estar decidido a no vivir de cualquier modo: estar
    convencido de que no todo da igual.

    La moral nos enseña a comprender porque ciertos
    comportamientos nos convienen y otros no, comprender de que va la
    ética y que es lo que puede hacerla "buena" para nosotros
    los humanos. Pero la última palabra la tenemos nosotros,
    nadie puede ser libre por nosotros.

    CONCLUSIÓN

    No tener perspectiva de conjunto es simplificar,
    el dinero e
    incluso la muerte es simplificar. La vida en cambio es
    complejidad y complicaciones. "Lo que poseemos nos posee" y
    pasamos la vida creyendo que atesorar cosas es vivir, y no
    reparamos en pensar que de las cosas sólo salen cosas.
    Como humanos necesitamos una complicidad fundamental que
    sólo se da entre iguales. Las traiciones y los abusos se
    dan, pero convertir a los demás en cosas es la forma
    incorrecta de defender el derecho propio a no ser tratado como
    tal. Ya que ninguna buena vida puede ser sin cosas, es
    básica la atención, es decir, la reflexión
    acerca del sentido de esa buena vida. Como condición
    ética principal está no tomar la certeza de la
    muerte como un pretexto para vivir de cualquier modo, sino
    intentar comprender a cada momento de qué está
    tratando la vida y cómo se la hace buena para uno, no para
    los demás, pues "nadie puede ser libre por ti."

    CAPITULO SEXTO

    APARECE PEPITO GRILLO

    La única obligación que tenemos los
    hombres en esta vida es no ser moralmente imbéciles. La
    palabra imbécil, viene del latín baculus que
    significa "bastón": el imbécil es el que necesita
    bastón para caminar. Si el imbécil cojea no es de
    los pies, sino del ánimo: es su espíritu el
    débil y cojitranco, hay imbéciles de varios
    modelos a
    seguir:

    1. El que cree que no quiere nada, el que dice que todo
      le da igual
    2. El que cree que lo quiere todo, lo primero que se le
      presenta y lo contrario de lo que se presenta
    3. El que no sabe lo que quiere ni se molesta en
      averiguarlo. Todo lo que hace esta dictado por la
      opinión mayoritaria de los que le rodean: es conformista
      sin reflexión o rebelde sin causa.
    4. El que sabe lo que quiere y que quiere y, más
      o menos, sabe porque lo quiere pero lo quiere, con miedo o con
      poca fuerza. A fin de cuentas,
      termina siempre haciendo lo que no quiere y dejando lo que
      quiere para mañana
    5. El que quiere con fuerza y ferocidad, en plan
      bárbaro, pero se ha engañado a si mismo sobre lo
      que es la realidad, se despista enormemente y termina
      confundiendo la buena vida con lo perjudicial.

    Todos estos tipos de imbecilidad necesitan
    bastón, es decir necesitan apoyarse en cosas de fuera,
    ajenas, que no tienen nada que ver con la libertad y la
    conciencia.

    Ser tonto no es lo mismo que la imbecilidad, carecer
    de facultades raciocinas no tiene nada que ver con estar
    equivocado con el precepto de la buena vida, es decir que los
    conocimientos humanos no le interesan a la ética para
    determinar en que consiste eso de la buena vida.

    Lo contrario de ser moralmente imbécil es tener
    conciencia, pero la conciencia no se adquiere por azares del
    destino, aunque hay personas que tienen desde pequeños
    un buen "oído
    ético" y un buen "gusto moral"

    La conciencia que nos curara de la imbecilidad moral
    consiste en:

    1. Saber que no todo da igual porque queremos realmente
      vivir bien, humanamente bien
    2. Estar dispuestos a fijarnos en si lo que hacemos
      corresponde a lo que de veras queremos o no.
    3. A base de práctica, ir desarrollando el buen
      gusto moral, de tal modo que haya ciertas cosas que nos
      repugnen espontáneamente hacer.
    4. Renunciar a buscar coartadas que disimulen que somos
      libres y por tanto razonablemente responsables de las
      consecuencias de nuestros actos.

    Una persona que es egoísta sin ser
    imbécil es aquella que quiere lo mejor para el mismo es
    decir busca la buena vida, dando se cuenta que los humanos
    necesitamos para vivir bien algo que sólo otros humanos
    pueden darnos si nos lo ganamos, pero que es imposible de robar
    por la fuerza o los engaños. Cuando se roba, ese algo
    (respeto, amistad,
    amor) pierde
    todo su buen gusto y a la larga es contraproducente.

    Solo deberíamos llamar egoísta
    consecuente al que sabe de verdad lo que le conviene para vivir
    bien y se esfuerza en conseguirlo, y no al imbécil que
    cree ser feliz con lo que tiene o posee pero al final se
    fastidia el mismo.

    Todo acto realizado por el hombre arrastra consigo un
    conjunto de aspectos de gran importancia: remordimientos,
    culpa, responsabilidad.

    Los remordimientos provienen de nuestra libertad, si
    no fuésemos libres no mentiríamos culpa (ni
    orgullosos) de nada y evitaríamos los remordimientos.
    Por eso, cuando sabemos que hemos hecho algo vergonzoso,
    procuramos asegurar que no tuvimos otro remedio que obrar
    así, que no pudimos elegir, o simplemente se niega su
    suceso.

    De lo que se trata esto de no ser imbéciles es
    de tomarse en serio la libertad, o sea de ser responsable. Y lo
    serio de la libertad es que tiene efectos individuales, que no
    se pueden borrar a conveniencia una vez producidos.

    Lo verdaderamente grave de la libertad es que cada
    acto libre que se realiza limita las posibilidades al elegir y
    ejecutar una de ellas.

    De modo que lo que llamamos remordimiento no es
    más que el descontento que sentimos con nosotros mismos
    cuando hemos empleado mal la libertad, es decir, cuando la
    hemos utilizado en contradicción con lo que de veras
    queremos como seres humanos. Y ser responsables es saberse
    auténticamente libre, para bien y para mal, de modo que
    podamos enmendar lo malo que pueda enmendarse y aprovechar al
    máximo lo bueno.

    Nadie a vivido nunca en tiempos completamente
    favorables, en los que resulte sencillo ser hombre y llevar una
    buena vida. Pero a nadie se regala la buena vida humana ni
    nadie consigue lo conveniente para el sin coraje y sin
    esfuerzo, por lo que la decisión de vivir bien la tiene
    que tomar cada cual respecto de si mismo.

    El meollo de la responsabilidad en un tipo responsable
    es tener conciencia real de su libertad y la forma adecuada de
    aplicarla.

    CONCLUSIÓN

    Imbécil es aquél cuyo carácter es débil, y nuestra
    obligación es evitar serlo. Hay quienes creen que no
    quieren nada y todo les da igual, otros que lo quieren todo a
    la vez y caen en propias contradicciones, otros que no saben lo
    que quieren ni intentan averiguarlo, algunos tienen una
    voluntad muy débil o, en el caso contrario, muy fuerte y
    no distinguen la irrealidad. Si se es imbécil, se
    necesita de fuerzas exteriores en que apoyarse y con dificultad
    se llega a la buena vida.

    Lo contrario de ser imbécil es tener
    conciencia, para lo cual se requiere de cualidades innatas.
    Después del mínimo de condiciones sociales y
    económicas adecuadas, la conciencia depende de la
    atención y esfuerzo de cada individuo. Debe haber
    interés por vivir humanamente bien, concordancia entre
    actos y deseos, desarrollar el gusto moral y enfrentar la
    responsabilidad.

    Un auténtico egoísta es quien quiere y
    busca lo mejor para sí mismo. Aquél que se rodea
    de lo que le sienta mal es un imbécil que deseaba ser
    egoísta. La culpa y la responsabilidad también se
    relacionan con la conciencia, pero lo peor es el remordimiento
    que es el descontento con nosotros mismos por emplear la
    libertad en contra de nuestros deseos. Ser responsable es
    saberse libre para bien o para mal y estar dispuesto a
    responder por los actos; actuar sin órdenes superiores
    con un fin de construirse, transformarse e inventarse a
    sí mismo. Como la decisión de vivir bien es
    personal, lo ideal sería que se volviera un tipo de
    vicio.

    CAPITULO SÉPTIMO

    PONTE
    EN SU LUGAR

    Vivir humanamente consiste en vivir con otros o contra
    otros hombres, pero entre humanos, hablando con ellos, es decir,
    realizar cualquier actividad con los semejantes. La ética
    no se ocupa de actos inherentes a los aspectos biológicos
    y físicos del hombre (comida, abrigo, seguridad, etc.),
    lo que a la ética le interesa, lo que constituye su
    especialidad, es como vivir bien la vida humana, la vida que
    transcurre entre humanos, si uno no sabe vivir la vida
    biológica, se pierde la vida, pero no menos importante; el
    que no tiene idea de la ética, lo que pierde o malgasta es
    lo humano de su vida.

    Las semejanzas que comparten todos los hombres en este
    mundo, que nos diferencian de animales o de plantas, son para
    empezar, todos hablamos, diferentes lenguas (conjunto de
    símbolos y de las relaciones entre estos). Y todos los
    hombres son capaces de valorar los comportamientos, de saber que
    es bueno y que es malo, aunque haya diferentes puntos de vista de
    acuerdo a la cultura en la que se desarrollo el
    individuo. Aunque lo cierto es que por muy semejantes que sean
    los hombres no esta claro de antemano cual será la mejor
    manera de comportarnos ante ellos.

    El meollo del asunto en cuanto a los hombres no es si su
    conducta me parece conveniente o no, sino en cuanto humanos, me
    conviene solo por el simple hecho de ser semejantes, por malos
    que sean, su humanidad coincide con la mía y la refuerza.
    Sin ellos, yo podría quizá vivir pero no vivir
    humanamente.

    Cuando un ser humano me viene bien, nada puede venirme
    mejor (ni dinero, ni
    posesiones, ni obsesiones). Aunque es muy cierto que a los
    hombres debo tratarlos con cuidado, por si acaso. Pero ese
    cuidado no puede consistir ante todo en recelo o malicia, sino en
    el miramiento que se tiene que manejar las cosas frágiles;
    el vinculo de respeto y amistad con otros humanos.

    Hay dos cosas importantes en cuanto al trato entre
    hombres y son:

    Primera: que quien roba, miente, traiciona, viola, mata
    o abusa de cualquier modo de uno no por ello deja de ser humano,
    y quien ha llegado a ser detestable, como sigue siendo humano aun
    puede transformarse de nuevo en lo mas conveniente para nosotros.
    Segunda: una de las características principales de todos
    los humanos es nuestra capacidad de imitación. La mayor
    parte de nuestro comportamiento y de nuestros gustos lo copiamos
    de los demás. Si no fuéramos tan copiones
    constantemente cada hombre debería empezarlo todo desde
    cero. Por eso es tan importante el ejemplo que damos a nuestros
    congéneres sociales: es casi seguro que en la
    mayoría de los casos nos tratarían tal como se vean
    tratados.

    Las personas que actúan de una forma inadecuada
    para la sociedad y en contra de la humanidad, es decir, los que
    tratan a los demás humanos como a enemigos en lugar de
    procurar su amistad.

    La mayoría de los supuestos "malos" actúan
    así por que son desgraciados, si se comportan de manera
    hostil y despiadada con sus semejantes es porque sienten miedo, o
    soledad, o porque carecen de cosas necesarias que otros muchos
    otros poseen: amor y respeto.

    Por el contrario cuando una persona se sienta más
    feliz y alegre, menos ganas tendrá de ser malo.

    La mayor ventaja que podemos obtener de nuestros
    semejantes no es la posesión de las cosas, sino de la
    complicidad y afecto de más seres vivos. Es decir, la
    ampliación y refuerzo de mi humanidad.

    Tratar a las personas como personas, es decir,
    humanamente, no es otra cosa que intentes ponerte en su lugar.
    Reconocer a alguien como semejante implica sobre todo la
    posibilidad de comprenderle desde dentro, de adoptar por un
    momento su propio punto de vista.

    Tener conciencia de mi humanidad consiste en darme
    cuenta de que, pese a todas las muy reales diferencias entre
    individuos, estoy también en cierto modo dentro de cada
    uno de mis semejantes.

    Ponerse en el lugar de otro es algo más que el
    comienzo de toda comunicación simbólica con el: se
    trata de tomar en cuenta sus derechos. Y cuando los
    derechos faltan, hay que comprender sus razones. Pues eso es algo
    a lo que todo hombre tiene derecho frente a los demás
    hombres.

    El único interés del hombre, el más
    importante y absoluto es: el interés de ser humano entre
    los humanos, de dar y recibir el trato de la humanidad sin el que
    no pueda haber buena vida. Por mucho que pueda interesarte algo,
    si miras bien nada puede ser tan interesante para ti como la
    capacidad de ponerte en el lugar de aquellos con los que tu
    interés te relaciona. Y al ponerte en su lugar no solo
    debes de ser capaz de atender a sus razones, sino también
    de participar de algún modo en sus pasiones y
    sentimientos, en sus dolores, anhelos y gozos. Se trata de sentir
    simpatía o compasión por el otro, es decir ser
    capaz de experimentar en cierta manera al unísono con el
    otro.

    Todo esto resumido en la frase poética de
    Shakespeare:
    "todos los humanos estamos hechos de la sustancia con la que se
    trenzan los sueños".

    Tomarle al otro en serio, es decir, ser capaz de ponerte
    en su lugar para aceptar prácticamente que es tan real
    como nosotros, esto no significa que siempre se le deba de dar la
    razón en lo que reclama o dice, o haya que imitarlo en
    cualquier acto que realice. El verdadero sentido de ponerme en el
    lugar de otro es hacer un esfuerzo de objetividad por ve las
    cosas como el las ve, no echar al otro y tu ocupar su
    sitio.

    Para entender del todo lo que el otro puede esperar de
    ti no hay mas remedio que amarle un poco, y ese pequeño
    pero importantísimo amor ninguna ley instituida
    puede imponerlo. Quien vive bien debe ser capaz de una justicia
    (habilidad o esfuerzo que debe hacer cada uno para entender lo
    que nuestros semejantes pueden esperar de nosotros de manera
    imparcial) simpática, o de una compasión
    justa.

    CONCLUSIÓN

    La ética habla de cómo vivir bien entre
    humanos. Sin embargo hay criterios distintos acerca de lo
    aceptable y lo inaceptable. Lo cierto es que lo conveniente es
    aquello sin lo cual se vive, mas no humanamente. Incluso quien
    comete cualquier fechoría sigue siendo humano pues cuenta
    con la posibilidad de transformarse. Una característica
    del ser humano es la imitación, por lo que el ejemplo que
    se le da a los semejantes es básico. Muchos malos lo son
    porque son desgraciados, están solos, temerosos y son
    ignorantes. Lo más valioso que obtenemos de nuestros
    semejantes es la posibilidad de tener la complicidad y afecto de
    más seres libres, es la forma en que la propia humanidad
    se refuerza. La libertad no sirve a nada ni nadie, se
    contagia.

    Al perjudicar al prójimo el más
    perjudicado es al final uno mismo. Tratar a las personas
    humanamente es saber ponerse en su lugar; ser conciente que, pese
    a las diferencias que entre todos existen, siempre se está
    de algún modo dentro de los semejantes; o reconocer sus
    derechos y razones para considerarle igual de real y serio como
    uno mismo. Los propios intereses no son malos, pero sí
    relativos; el único absoluto es el de ser humano entre los
    humanos que conduce a la buena vida.

    La clave de todo es sentir simpatía y lograr
    ponerse en el lugar del otro es un arte; se requiere
    de objetividad para ver las cosas a su manera sin ocupar su
    sitio, pero principalmente se necesita un conocimiento de la
    justicia. La virtud de la justicia es la habilidad y el esfuerzo
    para saber lo que nuestros semejantes esperan de nosotros, y esto
    no se logra obedeciendo leyes que establecen sólo el
    mínimo de esto, sino amando un poco a cada persona como
    cosa indispensable para vivir bien.

    CAPÍTULO OCTAVO

    TANTO
    GUSTO

    Cuando la gente habla de "moral" y sobre todo de
    "inmoralidad", el mayor porcentaje lo relaciona con sexo. Tanto
    que algunos creen que la moral se dedica ante todo a juzgar lo
    que la gente hace con sus genitales. El error no puede ser
    más garrafal.

    En el sexo, de por si, no hay nada de inmoral mas que en
    la comida, que en los paseos por el campo; aunque claro hay
    individuos que pueden comportarse inmoralmente en el sexo
    (utilizándolo para dañar a otras
    personas).

    Todos los individuos tenemos un cuerpo, el cual sin
    satisfacciones y bienestar, no se logra vivir adecuadamente o
    llevar una vida buena que valga la pena.

    Desde luego, una de las funciones
    indudablemente importantes del sexo es la procreación. Y
    es una consecuencia que no debe tomarse a la ligera por que lleva
    implícitas responsabilidades, obligaciones
    éticas, que conlleva la libertad humana. Pero la
    experiencia sexual no puede limitarse simplemente a la función
    procreadora.

    En los seres humanos, los dispositivos naturales para
    asegurar la perpetuación de la especie tienen siempre
    otras dimensiones que la biología no parece
    haber previsto. Se le añaden símbolos y
    refinamientos, invenciones preciosas de esa libertad sin la que
    los hombres dejaríamos de ser hombres.

    Los humanos en cuestiones de necesidades
    fisiológicas y naturales, hemos superado las condiciones
    de los animales por que hemos inventado una amplia gama de
    símbolos, ideas e incluso supersticiones que elevan las
    actividades del humano sobre las del hombre. Cuanto mas se separa
    el sexo de la simple procreación, menos animal y mas
    humano resulta la actividad. Claro que de ello se derivan
    consecuencias buenas y malas, como siempre que la libertad esta
    en juego.

    Lo que se agazapa en toda esa obsesión sobre la
    "inmoralidad" sexual no es ni más ni menos que uno de los
    más viejos temores sociales del hombre: el miedo al
    placer. Y como el placer sexual destaca entre los más
    intensos y vivos que pueden sentirse, por eso se ve rodeado de
    tan enfáticos recelos y cautelas. A lo largo de los
    siglos, las sociedades
    siempre han intentado evitar que sus miembros se aficionen a
    darle placer al cuerpo a todas horas, olvidando el trabajo, la
    previsión del futuro y la defensa del grupo.

    El placer nos distrae a veces más de la cuenta,
    cosa que nos puede resultarnos fatal. Por eso los placeres se han
    visto siempre acosados por tabúes y restricciones,
    cuidadosamente racionados, permitidos solo en ciertas fechas,
    etc.: se trata de precauciones sociales para que nadie se
    distraiga demasiado del peligro de vivir.

    Por otro lado están los que solo disfrutan no
    dejando disfrutar. Tienen tanto miedo a que el placer les resulte
    irresistible, se angustian tanto pensando lo que les pueda pasar
    si un día se entregan al placer, que se convierten en
    calumniadores profesionales del placer.

    Todo puede llegar a sentar mal o servir para hacer mal,
    pero nada es malo solo por el hecho de que te de gusto por
    hacerlo. A los calumniadores profesionales del placer se les
    llama "puritanos", y es aquel que asegura que la señal de
    que algo es bueno consiste en que no nos gusta hacerlo, el que
    sostiene que tiene mas merito sufrir que gozar, y además
    de todo se creen los guardianes de la moral y los centinelas de
    su adecuado uso, aunque sea todo lo contrario en la
    realidad.

    El puritanismo es la actitud mas
    opuesta que puede darse a la ética, todo lo dicho
    anteriormente se resume en la frase de Michael de Montaigne: "Hay
    que retener con todas nuestras uñas y dientes el uso de
    los placeres de la vida que los años nos quitan de entre
    las manos unos después de otros". Pero eso no quiere decir
    que se tenga que buscar todos los placeres hoy sino que se debe
    buscar todos los placeres de hoy. Uno de los medios más
    seguros de
    estropear goces del presente es empeñarse en que cada
    momento tenga de todo y le brinde las satisfacciones más
    dispares e improbables.

    Lo bueno es usar los placeres, es decir, tener siempre
    cierto control sobre
    ellos que no les permita revolverse contra el resto de lo que
    forma tu existencia personal.

    El placer es muy agradable pero tiene una fastidiosa
    tendencia a lo excluyente: si te entregas a el con demasiada
    generosidad es capaz de irte dejando sin nada con el pretexto de
    hacértelo pasar bien. Usar los placeres de forma adecuada,
    es no permitir que cualquiera de ellos te borre la posibilidad de
    todos los otros y que ninguno te esconda por completo el contexto
    de la vida.

    La diferencia entre uso y el abuso es precisamente que:
    cuando usas un placer, enriqueces tu vida y no solo el placer
    sino que la misma vida te gusta cada vez mas, es señal de
    que estas abusando el notar que el placer te va empobreciendo la
    vida y que ya no te interesa la vida sino solo ese particular
    placer.

    Uno de los efectos benéficos del placer es
    disolver todas esas armaduras de rutina que llevamos puesta y que
    a menudo nos amargan más de lo que nos protegen, al perder
    esas corazas parecemos "morir" respecto a lo que habitualmente
    somos, pero renacemos con nuevos bríos y mas animosos. Sin
    embargo se debe de desconfiar de los placeres cuyo principal
    encanto parezca ser el "daño" y
    el "peligro" que proporcionan. Cuando un placer te mata, o esta
    siempre –para darte gusto- a punto de matarte o va matando
    en ti lo que en tu vida hay de humano es un castigo disfrazado de
    placer.

    La ética consiste en apostar a favor de que la
    vida vale la pena, ya que hasta las penas de la vida valen la
    pena. Y valen la pena porque es a través de ellas como
    podemos alcanzar los placeres de la vida, siempre
    contiguos.

    La mayor gratificación que puede darnos algo en
    la vida es la alegría. Todo cuanto lleva a la
    alegría tiene justificación y todo lo que nos aleja
    sin remedio de la alegría es un camino
    equivocado.

    La alegría es un si espontáneo a la vida
    que nos brota de dentro, a veces cuando menos lo esperamos. Un si
    a lo que somos o lo que sentimos ser. El placer es estupendo y
    deseable cuando sabemos ponerlo en servicio de la
    alegría, pero no cuando la enturbia o la compromete. Y es
    que la alegría es una experiencia que abarca placer y
    dolor, muerte y vida.

    Al arte de poner el placer al servicio de la
    alegría, es decir, a la virtud que sabe no ir a caer del
    gusto en el disgusto, se suele llamar templanza.

    La templanza es amistad inteligente con lo que nos hace
    disfrutar de la vida plenamente sin caer en excesos o en
    carencias.

    CONCLUSION

    Existe una gran censura sobre todo lo que implica placer
    corporal y no reparamos en pensar que sin su satisfacción
    no hay vida buena. Disfrutar nunca será malo mientras no
    dañe a nadie, es lo que nos aleja de ser animales; el sexo
    con fines únicos de procreación es por el contrario
    lo que nos aleja de lo humano. Hay quienes temen al placer porque
    les gusta demasiado y distrae. Otros "disfrutan no dejando
    disfrutar", ellos son calumniadores o incluso puritanos, para
    quienes lo bueno es lo que nos disgusta hacer y sufrir es
    más meritorio que gozar, lo que en realidad nada tiene de
    moral o ético.

    Usar los placeres es tener un control sobre ellos que
    impida que se mezclen con otros aspectos de la vida personal y
    así se nos enriquecemos. Sin embargo su carácter
    excluyente puede conducir a un empobrecimiento debido a la
    pérdida de interés en cualquier otra cosa. El
    placer que mata no es placer, sino un castigo. La templanza es el
    arte de poner el placer al servicio de la alegría, que
    acepta vida y muerte, placer y dolor. Quienes optan por su
    contrario, la abstinencia, desconfían de todo lo que les
    gusta. El placer más triste es la culpa; considerar algo
    más que placer como un crimen es reclamar un castigo. Es
    falso creer que siempre se goza a costa de otros, el
    interés y la ayuda que se les brinde va por otro camino
    distinto al disfrutar propio.

    CAPÍTULO NOVENO

    ELECCIONES GENERALES

    La ética, no es una arma arrojadiza que
    perjudique al prójimo, para lo único que sirve la
    ética es para intentar mejorarse a uno mismo, no para
    reprender elocuentemente al vecino, y lo que la ética sabe
    es que cada ser humano es único y diferente a su
    etilo.

    En una democracia
    políticos somos todos, directamente o indirectamente
    (representación de otros), las ideas de que los
    políticos son igualmente de inmorales proviene de que
    ocupan lugares especialmente visibles que se les otorgaron por su
    parecido o semejanza con la sociedad. Sus defectos son más
    públicos que los de las restantes personas. Las sociedades
    igualitarias, es decir, democráticas, son muy poco
    caritativas con quien escapa a las medidas por encima o por
    abajo: al que sobresale, apetece apedrearlo; al que se va al
    fondo se le pisa sin remordimiento.

    La ética y la política tienen mucho que
    ver y se relacionan entre si, en cuanto a su finalidad, ambas
    parecen fundamentalmente emparentadas: la ética es el arte
    de elegir lo que mas nos conviene y vivir lo mejor posible; el
    objetivo de la política es el de organizar lo mejor
    posible la convivencia social, de modo que cada cual pueda elegir
    lo que le conviene.

    Sin embargo, tampoco faltan las diferencias importantes
    entre la ética y política. Para empezar la
    ética se ocupa de lo que uno mismo hace con su libertad,
    mientras que la política intenta coordinar de la manera
    más provechosa para el conjunto lo que muchos hacen con
    sus libertades. En la ética, lo importante es querer bien,
    porque no se trata mas que de lo que cada cual hace porque
    quiere, para la política, en cambio, lo que cuentan son
    los resultados de las acciones, se hagan por lo que se hagan, y
    el político intentara presionar con los medios a su
    alcance –incluida la fuerza- para obtener ciertos
    resultados y evitar otros.

    Desde el punto de vista ético, es decir, desde la
    perspectiva de lo que conviene para la vida buena la
    organización política preferible debe de
    ser:

    1. como todo proyecto ético parte de la libertad,
      sin la cual no hay vida buena que valga, el sistema
      político deseable tendrá que respetar al
      máximo –o limitar mínimamente- las facetas
      publicas de la libertad humana. Nuestro mayor bien es ser
      libres. Desde luego, un régimen político que
      conceda la debida importancia a la libertad insistirá
      también en la responsabilidad
      social de las acciones y omisiones de cada uno. Por regla
      general, cuanto menos responsable resulte cada cual de sus
      meritos o fechorías menos libertad se esta dispuesto a
      concederle.
    2. Principio básico de la vida buena, es tratar a
      las personas como a personas, es decir: ser capaces de ponernos
      en el lugar de nuestros semejantes y de relativizar nuestros
      intereses para armonizarlos con los suyos. Es decir, se trata
      de aprender a considerar los intereses del otro como si fuesen
      tuyos y los tuyos como si fuesen de otro. A esta virtud se le
      llama justicia y no puede haber régimen político
      decente que no pretenda, por medio de leyes e instituciones, fomentar la justicia entre los
      miembros de la sociedad. La única razón para
      limitar la libertad de los individuos cuando sea indispensable
      hacerlo es impedir, incluso por la fuerza sino hubiera otra
      manera, que traten a sus semejantes como cosas o incluso peor
      como animales. A esta condición que puede exigir cada
      humano de ser tratado como semejante a los demás, sea
      cual fuere su sexo, color de
      piel, ideas
      o gustos, etc., se le llama dignidad
    3. La experiencia de la vida nos revela en carne propia,
      incluso a los más afortunados, la realidad del
      sufrimiento. Tomarse al otro en serio, poniéndonos en su
      lugar, consiste no solo en reconocer su dignidad de semejante
      sino también en simpatizar con sus dolores, con las
      desdichas que por error propio, accidente fortuito o necesidad
      biológica le aflige, como antes o después pueden
      afligirnos a todos. Una comunidad política deseable
      tiene que garantizar dentro de lo posible la asistencia
      comunitaria a los que sufren y la ayuda a los que por cualquier
      razón menos pueden ayudarse a si mismos, sin pisotear su
      dignidad y libertad.

    Quien desee la vida buena para si mismo, de acuerdo al
    proyecto ético, tiene también que desear que la
    comunidad política de los hombres se base en la libertad,
    la justicia y la asistencia

    EPÍLOGO

    TENDRÁS QUE
    PENSÁRTELO

    Wittgenstein notable filósofo, consideraba tan
    imposible escribir un verdadero libro sobre
    ética que afirmó: "si un hombre pudiese escribir un
    libro sobre ética, ese libro, como una explosión,
    aniquilaría todos los demás libros del
    mundo".

    Hay diferentes cuestiones igual de importante que son:
    ¿Tiene sentido la vida? ¿Merece la pena vivir?
    ¿Hay vida después de la muerte?

    La vida tiene sentido y sentido único; va hacia
    delante, no se repiten jugadas y no suelen repetirse o
    corregirse. Por eso hay que reflexionar sobre lo que uno quiere y
    fijarse en lo que se hace. Después guardar siempre animo
    ante los fallos, porque la suerte también juega y a nadie
    se le deja acertar en todas las ocasiones. El sentido de la vida
    se resume así; primero, procura no fallar; luego procura
    fallar sin desfallecer.

    En cuanto a si merece la pena vivir, esa cuestión
    la confronta Samuel Butler, un escritor ingles, en su frase: "esa
    es una pregunta para un embrión, no para un
    hombre."

    Cualquiera que sea el criterio que elijas para juzgar si
    la vida vale la pena o no, lo tendrás que tomar de esa
    misma vida en la que ya estas sumergido. Incluso si rechazas la
    vida, lo harás en nombre de los valores
    vitales, de ideales o ilusiones que has aprendido durante el
    oficio de vivir.

    Toda ética digna de ese nombre parte de la vida y
    se propone reforzarla, hacerla mas rica. El individuo es solo
    bueno si siente una antipatía activa por la muerte, sin
    miedo.

    Lo que interesa para la ética no es si hay vida
    después de la muerte, sino que haya vida antes. Y que esa
    vida sea buena, no simplemente supervivencia o miedo constante a
    morir.

    La cuestión que nos interesa es de cómo se
    debe vivir mejor, la cual tiene respuesta solo en el fuero
    interno de cada persona y eso por tres razones:

    1. Por la propia incompetencia de las personas para
      tratar de enseñar algo que no esta al alcance de sus
      manos, o por una serie de razones muy personales, nadie puede
      enseñar a nadie el arte de vivir bien.
    2. Porque vivir no es una ciencia
      exacta, como las matemáticas, sino un arte, como la
      música.
      El arte de vivir le viene muy bien a quien tiene condiciones,
      pero aquel que carece de algo físico o
      psicológico el arte de vivir le da igual.
    3. La buena vida no es algo general, fabricado en serie,
      sino que solo existe a la medida. Cada cual debe ir
      inventándosela de acuerdo con su individualidad,
      única, irrepetible… y frágil.

    En lo de vivir bien, la sabiduría o el ejemplo
    de los demás pueden ayudarnos pero no
    sustituirnos…

    La ética no puede suplir del todo la deficiencia
    (falta de ordenes para vivir bien) porque no es mas que la
    crónica de los esfuerzos de los esfuerzos hechos por los
    humanos para remediarla.

    La ética lo único que puede decirte es que
    busques y pienses por ti mismo, en libertad sin trampas:
    responsablemente. Y como se trata de elegir, se debe procurar
    elegir siempre aquellas opciones que permiten luego mayor
    número de otras opciones posibles, no las que te dejan
    cara a la pared. Elige lo que te abre: a los otros, a nuevas
    experiencias, a diversas alegrías.

    CONCLUSION

    El libro trata de lo que se puede hacer con la vida, de
    sus sentido que es procurar no fallar o fallar sin desfallecer,
    de comprender que vivir es un arte, no una ciencia y por ello la
    buena vida es a la medida de cada quien. Debemos elegir siempre
    lo que nos abra a más opciones y nunca perder la
    confianza.

    APÉNDICE

    DIEZ AÑOS
    DESPUÉS:

    ANTE EL NUEVO MILENIO

    Ni los siglos ni los milenios constituyen una medida
    adecuada para la vida real de la gente corriente que
    difícilmente vivirá un siglo. Las cosas que mas
    cuentan para nosotros los mortales, con sus placeres y dolores
    suelen ocuparnos menos tiempo de lo que pensamos. La fecha no
    influye para nada en lo que ocurre: al contrario, es lo que
    ocurre lo que hace destacarse la fecha que empleamos para situar
    históricamente un suceso extraordinario.

    A fin de cuentas, la cronología es como la
    numeración de las páginas de un libro: no determina
    lo que se cuente en cada una de ellas. De modo que si el cambio
    de siglo o de milenio se ve cerca nada va a ocurrirnos ni de
    bueno ni de malo.

    Lo que se debe tomar en cuenta de manera importante es
    el sabio consejo de un cuento
    chino:

    "los humanos nacen, aman, luchan y mueren".
    ¿Acaso no es siempre así en todos los países
    y culturas, en todas las épocas? ¿Hace falta
    realmente saber mucho mas para afrontar con conocimiento de causa
    el proyecto permanentemente abierto de la buena vida?

    La moraleja de la sabiduría china expresa
    que no es necesario esperar cada tridente ni siquiera cada siglo
    novedades esenciales que modifiquen las bases de reflexión
    de la ética. Sin embargo, una cosa son los principios y otra
    su aplicación concreta en cada momento
    histórico.

    El ser humano existe en tres registros,
    interrelacionados unos con otros: como persona individual, como
    sociedad y como especie. Durante siglos contó mucho la
    sociedad (el grupo, la tribu, la comunidad, la nación)
    y poco la persona individual. Desde hace algunos pocos siglos el
    individuo se fue haciendo cada vez más importante, lo cual
    obligo a transformar el tipo de sociedades en las que vivimos,
    haciendo las más democráticas y abiertas para
    todos.

    Pero lo característico de nuestro siglo y del
    próximo, es tomar conciencia de que pertenecemos a una
    misma especie y que la humanidad en su conjunto debe interesarse
    salvarse toda junta o pereceremos todos, unos antes que otros.
    Hablar de especie humana no es manejar un concepto
    meramente biológico, sino que apunta a un proyecto
    común, a una forma de comprender lo humano desde una
    fraternidad básica. Equivale a algo que podríamos
    resumir así: ser humano es no poder entenderse a uno mismo
    si te desentiendes de los demás. Lo complicado de todo
    esto comienza cuando tenemos que aceptar al diferente, al
    extraño, al inmigrante o al extranjero. Después de
    todo, los humanos somos animales gregorianos y por tanto nos
    gusta vivir en rebaño, es decir, entre quienes mas se nos
    asemejan. Pero de pronto llega alguien que no pertenece a nuestro
    clan, que tiene características diferentes a nosotros.
    Entonces desconfiamos y nos volvemos agresivos y
    peligrosos…

    La mayoría de las veces el otro resulta
    incomprensible porque nadie tiene paciencia para tomarse la
    molestia de intentar hacerse comprender como es debido. Todo esto
    se resume en la sentencia de; trata al otro como tú deseas
    que te traten, no como efectivamente te tratan o te trataron. A
    fin de cuentas, todos los humanos somos inmigrantes en este
    planeta.

    La ética del buen vivir queda resumida en
    respetar las leyes no escritas de la hospitalidad. Pero las
    obligaciones de la hospitalidad aun se extienden más
    allá. El buen huésped procura no solo ser fraterno
    con sus semejantes sino también respetar y cuidar al
    máximo la casa en la que se hospeda o en la que hospeda a
    otros. Tal casa de todos es el planeta tierra que
    habitamos por lo que la humanidad no se puede dar el lujo de
    destruirla y de derrochar sus recursos. De modo
    que la hospitalidad bien entendida, es decir, éticamente
    entendida, empieza por preocuparnos del buen mantenimiento
    de esta nuestra casa.

    RESUMEN

    La entrada del nuevo milenio poca influencia tiene sobre
    la ética o nuestras vidas. No son las fechas quienes hacen
    significativos los acontecimientos, sino los sucesos los que nos
    hacen recordar una fecha. Lo que sí se debe tener presente
    es que hay que aplicar los principios éticos de acuerdo al
    momento histórico que se vive. Adecuado a la actualidad,
    esto sería que, de sus tres existencias (como individuo,
    como sociedad y como especie), el ser humano debe reforzar su
    conciencia de que somos todos miembros de una especie que como
    conjunto debe intentar salvarse.

    Como humanos, nunca llegaremos a entendernos a nosotros
    mismos si nos desentendemos de nuestros semejantes, y no basta
    con respetar al prójimo si no se acepta al diferente, si
    no se controlan los instintos gregarios, pues todos nos parecemos
    en lo esencial. La ética es respetar las leyes no escritas
    de la hospitalidad, que es a la vez recibir al extraño y
    ser recibido en casa ajena. Nuestra casa como especie es la
    Tierra, y es ésta la que debemos cuidar y
    respetar.

    Desde el núcleo más pequeño, es
    decir, como individuos, hasta el más extenso que abarca a
    toda la especie humana, la ética es básica para
    vivir bien y crear un ambiente de
    armonía y respeto a nuestro alrededor. La libertad, para
    bien o para mal, es algo tan sencillo como "haz lo que quieras",
    pero no tanto lo es su aplicación, pues en ocasiones
    olvidamos que ante cada decisión libre existe una
    responsabilidad de enfrentar las consecuencias.

    Probablemente porque aún no conocemos lo que es
    la dignidad, porque no hemos entendido que todos somos en lo
    esencial semejantes y tenemos el derecho de ser tratados por
    personas como personas, es que vivimos todavía en
    épocas de guerras,
    maltratos y diferencias. Nunca dejaremos de ser individuos,
    aún si asumiéramos un poco nuestra naturaleza como
    miembros de una especie e hiciéramos algo por actuar como
    una unidad que quiere rescatar su hábitat.

    La ética nos abre las puertas a la libertad, su
    objetivo finalmente no es otro que el de vivir la buena vida,
    pero lo que aún nos cuesta trabajo entender es que esa
    buena vida no existe con una conciencia intranquila, producto de
    una libertad mal usada. La plenitud en todos los aspectos
    (físico, mental, social e incluso económico) es lo
    que debemos tener como meta para vivir bien y no hacer a nuestra
    felicidad dependiente de las posesiones materiales,
    pues en ese caso estaríamos completamente dominados y
    merced de las ataduras de objetos.

    En realidad la libertad, la ética, la
    responsabilidad, son conceptos alrededor de los cuales se ha
    creado una gran nube de dudas y cuestionamientos y que, sin
    embargo, son sumamente básicos y sencillos de exponer,
    más no tanto de aplicar correctamente. Debemos
    comprenderlos, intentar aplicarlos para experimentar los
    beneficios que ofrece una buena vida y entonces aceptarlos y
    asimilarlos como elemento básico de nuestra existencia.
    Finalmente no debería ser tarea difícil…
    sólo se trata de vivir bien.

     

     

    PABLO RAMOS VICTORIA

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