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Inmigración versus globalización



     

     

    1. Una historia y un
    contexto
    . El origen del fenómeno de la
    inmigración: las desigualdades
    económicas y políticas
    Norte / Sur
    .

    Como es sabido, para entender el presente en una
    perspectiva más amplia es necesario conocer el pasado que
    lo ha construido. Los desplazamientos de población, aunque obedecen a un rosario de
    causas diversas y generalmente interrelacionadas (pobreza, presión
    demográfica, conflictos
    políticos y étnicos, destrucción
    medioambiental, etc.), en su gran mayoría tienen una
    motivación
    directa o indirecta en la economía, en el
    diferencial de renta entre países y
    continentes.

     Casi todas las teorías
    que intentan explicar las desigualdades entre el norte y el sur,
    el centro y la periferia… (la teoría
    del imperialismo,
    la del sistema-mundo, la
    de la dependencia…) están de acuerdo en que el
    desequilibrio de riqueza tiene sus orígenes en el
    colonialismo (Giddens, 1994: 576) (1). No hay un consenso
    generalizado sobre que los países ricos lo sean como
    consecuencia de la explotación (para muchos autores, los
    recursos de los
    que se apropiaron fueron secundarios en comparación con
    los procesos de
    crecimiento industrial generados dentro de ellos) pero sí
    en que los países pobres lo son por esa
    circunstancia.

     Europa ha sido
    tradicionalmente emigrante y, a la vez, colonizadora. Algunos
    autores señalan que, en realidad, los inmigrantes son
    personas muy educadas que nos devuelven las visitas que los
    europeos les hicimos durante 500 años, bajo el mito de las
    tres Ces que invocó el rey Leopoldo II de Bélgica y
    que hizo suya la Conferencia de
    Berlín de 1885: "civilización,
    cristianización y comercio" (2).
    Pero Europa cambió la práctica habitual de los
    primeros imperios, que esclavizaban a los indígenas y
    expoliaban las riquezas de los países conquistados pero no
    destruían las estructuras
    sociales y económicas existentes sino que se apoyaban en
    éstas. Múltiples ejemplos históricos nos
    hablan de convivencia pacífica incluso entre comunidades
    social y legalmente diferentes pero entre las que se daba una
    significativa interacción comercial e intelectual
    (Walzer, 1998: 32) (3).

    Por el contrario, Europa, urgida por las nuevas demandas
    que supuso el surgimiento de la industrialización
    (materias primas para las fábricas, alimentos para la
    población asentada en zonas urbano-industriales),
    cambió los modos de
    producción, sustituyó los cultivos de
    subsistencia por cultivos comerciales (azúcar,
    café,
    algodón, té, cacao, caucho…),
    reemplazó los sistemas
    comunales de propiedad por
    propiedades privadas, destruyó los sistemas tradicionales
    de poder y
    autoridad y
    los sustituyó por gobernadores y administradores de la
    metrópoli…

     Antes de la 1ª Guerra Mundial
    los poderes coloniales europeos controlaban directa o
    indirectamente casi el 85% del planeta. Este colonialismo fue
    especialmente etnocéntrico (Harrison, 1984; Calhoun, Light
    y Keller: 2000, 490) (4). Los conquistadores de la
    antigüedad se habían mezclado con los habitantes
    locales y habían adoptado muchas de sus costumbres, pero
    los europeos, convencidos de que su religión, lengua y
    costumbres eran innatamente superiores a las de los no europeos,
    les adoctrinaron y les hicieron interiorizar como vergonzantes su
    cultura y su
    procedencia étnica.

    La revolución
    comunista en Rusia
    obligó a profundas transformaciones del sistema
    capitalista y de las formas coloniales de dominio. Aunque
    más tarde quedó claro que no suponía en
    absoluto una sociedad
    más justa y equitativa, significó en sus inicios la
    materialización de la capacidad potencial de impugnar un
    orden social que mantenía a la gran mayoría de la
    población en situación de subordinación
    (prácticamente a todos los niveles, pero sobre todo
    laboralmente, es decir, en la que ya era la actividad más
    central de la existencia humana). Tanto en el seno de la
    metrópoli como en las colonias suponía un peligroso
    ejemplo de lo que podría seguir ocurriendo en el resto de
    países de no mediar el "algo debe cambiar para que todo
    siga igual" de Giovanni Tomasi de Lampedusa. El capitalismo se
    ve pues obligado, ante la existencia de una alternativa real y
    aparentemente más justa e igualitarista, a reformarse para
    ofrecer una cara más amable y hacerse perdonar sus pecados
    más visibles, es decir, para
    humanizarse.

    El fin de la 2ª Guerra Mundial
    consagra la mayor transformación del sistema capitalista
    en su existencia. Esta período se denomina habitualmente
    como etapa keynesiano-fordista: (a nivel político,
    Estado de
    Bienestar; a nivel productivo, fordismo).
    El Estado toma
    como prioridad mejorar las condiciones de vida y laborales de sus
    ciudadanos, estableciendo unos mecanismos obligatorios de
    solidaridad. A
    nivel productivo, esta etapa se caracteriza por una
    situación de casi pleno empleo,
    grandes concentraciones de trabajadores y homogeneidad de
    condiciones laborales que suponen intereses comunes y favorecen
    la unidad de acción
    en las reivindicaciones.

    La intervención normativa del estado keynesiano,
    desarrollando las políticas sociales de bienestar,
    así como el poder negociador de los sindicatos,
    supusieron una mejora notable de la situación laboral y vital
    de amplias capas de la población que ya no sólo
    veían asegurada su supervivencia, salud, educación, subsidios
    de enfermedad, de paro y de
    vejez, etc.
    sino que también podían acceder al consumo de
    bienes
    anteriormente reservados a otras clases
    sociales (sociedad de consumo de masas), permitiéndose
    así la reproducción del sistema sin abocarlo a una
    crisis de
    sub-consumo. Se configura así una situación de
    estabilidad de las relaciones industriales y de confianza en el
    futuro que minimiza los riesgos y que
    permiten calcular y obtener unas consecuencias de las propias
    inversiones e
    iniciativas.

    Pero el Estado del Bienestar no estuvo exento de
    críticas como las de los Nuevos movimientos sociales de
    los 60: La pobreza no se
    erradicó (y la pobreza no es un asunto individual)
    persistiendo variadas formas de reproducir la desigualdad. Los
    ciudadanos son inducidos a integrarse a través del
    consumo. La norma de trabajo
    asalariado estable se reservaba a los trabajadores blancos
    varones, consagrando una sociedad patriarcal y autoritaria en la
    que persistían papeles diferenciados y desiguales (los dos
    géneros, los grupos
    étnicos…). Deterioro progresivo e irreversible del
    medio
    ambiente, con crecientes costes para la salud. Despilfarro y
    esquilmo de los bienes comunes de toda la humanidad: agua, bosques,
    materias primas… Predominio de puestos de trabajo sin
    cualificación real, repetitivos, monótonos,
    carentes de interés,
    que no permiten ni la autorrealización ni el crecimiento
    profesional…

    La situación en los países no
    desarrollados era, como es sabido, muy diferente. Las antiguas
    colonias consiguieron la independencia
    política después de luchar por ella, si bien no
    la económica debido a la desigual posición de
    partida con la que se vieron colocadas en el sistema mundial.
    Recibieron la ayuda norteamericana o la soviética en
    función
    de su aproximación a un área u otra (5). EE.UU.
    adoptó nuevas formas de influencia: intervino militarmente
    y se infiltró económicamente, con explotaciones sin
    presencia extensiva; estableció protectorados pero nunca
    tuvo colonias formalmente.

    Algunas compañías a las que las potencias
    colonizadoras habían concedido el monopolio
    sobre la producción de ciertas mercancías o
    cosechas en un área determinada habían llegado a
    desarrollar tales dimensiones que alcanzaron un enorme control y poder
    sobre las regiones en las que se asentaban. Así, muchos
    sectores de la producción de cosechas para la importación son controlados hoy por un
    número muy pequeño de grandes corporaciones. Con
    frecuencia, los precios que se
    pagan por las cosechas se deciden, no en función de la
    ley de la
    oferta y la
    demanda, sino
    como resultado de los movimientos financieros y bursátiles
    de estas transnacionales. En los años 70, los flujos de
    mercancías dirigían los tipos de cambio y la
    flotación de las monedas tenía un papel
    válido. Desde los 90 son los flujos de capital los
    que orientan los tipos de cambio.

    Países que habían sido autosuficientes
    años atrás se transformaron en sucursales de los
    estados occidentales: suministradores de productos
    agrarios y materias primas e importadores de mercancías
    manufacturadas. Destruidas las economías de subsistencia
    (6), dependiendo en muchos casos de explotaciones para
    producción cárnica en los países
    desarrollados (7), la mayoría de países africanos
    son importadores netos de alimentos. Además, la
    proporción de su PNB que pueden dedicar a esta necesidad
    está bajando. Las hambrunas se han dado frecuentemente a
    lo largo de la historia como resultado de desastres
    naturales o climáticos, pero siempre eran consideradas
    como circunstanciales y afectaban a áreas determinadas. En
    la actualidad, la grave escasez de
    alimentos se ha generalizado entre los pobres del mundo en lugar
    de confinarse a tiempos y espacios particulares.

    Guerras (8), desórdenes políticos,
    corrupción y regímenes opresivos,
    recursos saqueados, ineficiencia en la utilización de la
    ayuda al desarrollo,
    crecimiento demográfico elevado (9), desacostumbrados
    períodos de sequía… hacen tremendamente
    difícil un crecimiento
    económico sostenido. Así, se fragua una gran
    emigración humana desde el Este hacia el Oeste y desde el
    Sur hacia el Norte.

    Se institucionaliza así la llamada "ley de
    hierro de la
    economía" (crecimiento del PIB inferior
    al crecimiento demográfico) (10) a la que hay que
    añadir la importancia progresiva de la deuda externa
    (11). Y se configura asimismo una espiral de pobreza muy
    difícil de romper (aunque a veces se consigue, como
    demuestra el caso de los Países de Reciente
    Industrialización). En palabras de un superviviente de una
    patera: "Nadie podrá poner fronteras a nuestra
    hambre".

     

    2. LA SITUACIÓN
    ACTUAL Y LAS TRANSFORMACIONES EN LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE
    LAS EXPLICACIONES DE LA REALIDAD.

    Las características actuales de los
    desplazamientos de población en el mundo hacen necesario
    afrontarlos en una dimensión mundial o, al menos,
    continental, siendo cada vez más difícil dar una
    respuesta desde una escala nacional.
    Las migraciones no tienen lugar entre estados-nación,
    sino dentro de un sistema global donde intervienen una
    multiplicidad de actores que interactúan entre sí.
    Asimismo, todo apunta a que no cabe el abordar la cuestión
    como algo coyuntural, sino que es necesario entenderlo como una
    característica que, por su intensidad y continuidad,
    será parte de la dinámica estructural del proceso de
    globalización.

    Las fuertes restricciones que los países ricos
    imponen a los desplazamientos de la población
    (jamás en la historia de la humanidad habían sido
    tan intensas) frente a la total libertad de
    movimientos para las mercancías, el capital, los servicios, la
    información, las ideas… suponen una
    -quizás la principal- contradicción del sistema
    mundial que la
    globalización está articulando progresivamente.
    En definitiva, la globalización de la economía no
    viene acompañada de la globalización del bienestar
    y la seguridad de la
    que disfrutan los países ricos, dejando fuera del
    desarrollo a miles de millones de personas (12). Sin que sea
    posible prever como se resolverá dicha
    contradicción, lo que sí parece claro, es que las
    políticas migratorias y las de cooperación al
    desarrollo que se están aplicando no la resolverán
    a corto plazo.

    La internacionalización de la economía
    deteriora la eficacia del
    Estado del Bienestar para controlar la economía nacional.
    La libertad de movimientos del capital y de los productos
    propiciada por los acuerdos de la Ronda Uruguay, 1986
    (y posteriormente la
    Organización Mundial del Comercio, OMC, 1995)
    así como el abaratamiento de los transportes y las
    innovaciones tecnológicas van a derivar en la llamada
    especialización flexible que implica, entre otros
    factores, desconcentrar la producción: es más
    barato producir componentes del producto, a la
    manera "fordista", en fábricas instaladas en países
    de mano de obra muy barata (donde los sindicatos o no existen o
    apenas tienen fuerza) y
    ensamblar finalmente todos los componentes (incluso lejos del
    destino final) que producir en la vieja Europa "donde la empresa
    está obligada a pagar altos salarios y se ve
    atenazada por múltiples regulaciones e imposiciones del
    Estado que le restan eficacia": así se ha construido por
    el neoliberalismo
    el discurso
    explicativo de la crisis, al margen de cualquier razonamiento
    ético o de responsabilidad
    social de la empresa con la
    comunidad
    gracias a la cual se ha desarrollado.

    Multitud de producciones se han trasladado (o han pasado
    a imitarse a un coste muy inferior) a países
    asiáticos (y más recientemente a los de Europa del
    Este) dada la facilidad de desarrollar estas producciones en
    serie ("personalización en masa") al ser rápido el
    adiestramiento de
    los trabajadores en procesos de trabajos repetitivos y simples
    (extrema división del trabajo).

    Según Sabel (1986:275-323) (13),
    únicamente aquellas producciones en las que el coste del
    transporte o
    el acceso a las materias primas les permitan un margen de
    rentabilidad
    incuestionable han podido mantenerse a salvo del "dumping social"
    que supone la competencia de
    esos países en los que la mano de obra no disfruta de
    prácticamente ninguna de las ventajas del Estado del
    Bienestar.

    Estos procesos de deslocalización y
    desindustrialización en Europa suponen una interminable
    sucesión de despidos en masa en el viejo continente.
    Así, en vez de globalizarse las ventajas del Estado del
    Bienestar, se pone en marcha un proceso que, si bien permite la
    fijación en su territorio de la población de los
    PRI, va a suponer una progresiva desregulación de las
    condiciones de trabajo y, como consecuencia de "la libertad del
    zorro en el gallinero", una marcha atrás en la que
    aparecía como imparable ascensión hacia una
    sociedad más justa e igualitaria, vieja
    aspiración-mito.

    La modificación de las relaciones de fuerza no se
    produce sólo entre trabajadores y capital, sino entre
    quienes poseen el capital financiero y las empresas. La
    globalización financiera se desarrolla con un incremento
    espectacular de los flujos y transacciones financieras, con
    predominio de movimientos altamente especulativos y
    búsqueda de plusvalías a muy corto plazo y con el
    máximo rendimiento, produciéndose una cierta
    autonomía de la economía productiva al
    obtenerse mayores rendimientos de la especulación
    financiera que de los rendimientos empresariales (algunos autores
    han definido esta situación como "la economía
    devorada por las finanzas"). La
    competencia a nivel internacional se hace insoportable incluso
    para grandes empresas que pocos años atrás
    parecían gozar de un futuro asegurado.

     

    La progresiva concentración de capital unida a la
    descentralización productiva permite que
    las grandes corporaciones puedan "negociar" con los diferentes
    gobiernos tanto una política
    fiscal favorable como la desregulación del mercado de
    trabajo (su flexibilización, con la excusa de no frenar la
    competitividad
    de las empresas en ese mercado internacional de altísimo
    riesgo). Como
    se ha señalado a menudo "si hay algo peor que ser barrido
    por las super-transnacionales es ser ignorado por
    éstas".

    Así, la globalización supone, como han
    señalado M. Castells y otros, la extensión del
    capitalismo por todo el planeta así como una nueva
    división internacional del trabajo. Y, en las condiciones
    actuales, ello supone: 1) La pérdida de autonomía,
    de poder de decisión de los diferentes gobiernos del
    Estado del Bienestar y, por tanto, la pérdida de poder de
    la sociedad civil
    (14); 2) La concentración del poder económico y
    político (megafusiones o simples acuerdos secretos entre
    competidores); 3) El desplazamiento de multitud de producciones
    al Pacífico; y 4) el incremento del control de los
    movimientos migratorios.

    El Estado del Bienestar entra en una crisis fiscal cada
    vez más profunda como consecuencia de la creciente merma
    de sus ingresos (15) y
    el progresivo incremento de sus gastos (16). La
    construcción social de las causas de la
    crisis hecha por los neoliberales se publicita con gran
    énfasis y define asimismo las soluciones
    posibles. La contención del gasto
    público se erige en objetivo
    prioritario. Y, sin embargo, como afirma Vicente Navarro
    (1997:72-73): "Excepto por su control de la inflación, la
    mayoría de los otros indicadores
    económicos y sociales (tales como tasas de crecimiento
    económico, tasas de desempleo, tasas
    de inversión y productividad,
    crecimiento de las desigualdades sociales y nivel de pobreza) han
    sido negativos, y sobre todo si se les compara con las
    décadas de los años sesenta y setenta, cuando las
    políticas keynesianas eran dominantes" (17) Pero se impone
    la explicación neoliberal y el Estado del Bienestar
    "adelgaza" privatizándose servicios
    públicos, reduciendo la cobertura de los servicios
    sociales, desregulando las condiciones de trabajo…

    Así, los sectores más desfavorecidos de la
    población receptora de inmigrantes percibe en éstos
    a unos competidores indeseados en pos de unos recursos cada vez
    más escasos. Y ello aunque esté meridianamente
    claro que, debido a su edad, los inmigrantes regularizados
    estén contribuyendo más que drenando los recursos
    del Estado del Bienestar.

    Se privatizan los centros de poder: medios de
    comunicación, ciencia,
    dinero… Se
    difunden e interiorizan los valores
    del individualismo, el mérito y el ascenso así como
    del fracaso de cualquier salida colectiva, haciendo
    creíble la máxima de que "si no triunfas es porque
    o no vales lo suficiente o no te esfuerzas lo
    imprescindible".

    El discurso sobre los fallos del mercado (crisis de los
    años 30) y los costes sociales del crecimiento
    económico (polución y deterioro del medio ambiente,
    desertificación, posible agotamiento de recursos
    naturales…) se ve sustituido por el discurso de los efectos
    perniciosos de la intervención del Estado. A la cultura
    solidaria, igualitarista y a la propuesta utópica,
    lúdica y altruista le sucede una cultura individualista,
    de defensa, de repliegue y resignación, la apología
    del presente, el hedonismo y la propuesta del "sálvese
    quien pueda"; al discurso sobre la equidad, la
    igualdad y la
    justicia le
    sustituye el del crecimiento económico, la libertad de
    mercado y la eficiencia. Al de
    la prolongación de los derechos de la ciudadanía, en la búsqueda de la
    ciudadanía total, la merma de proyectos
    colectivos, el discurso de los derechos de la propiedad y la
    relegitimación del cálculo
    económico como regulador de la acción
    social.

    En resumen, a los nuevos movimientos sociales de los
    años del boom económico, con una
    visión contracultural y totalizante y que insistían
    en las necesidades post-materiales,
    les suceden desideologización, despolitización
    (18), anomía, movilizaciones fragmentadas y dispersas y
    repliegues individualistas del yo (Alonso, 1991:71-98)
    (19).

    Se revaloriza la figura del empresario
    como creador de riqueza y empleo sustituyendo al discurso de que
    es el trabajo el
    que crea valor (20).
    Parece olvidarse que, aunque muchos procesos productivos
    estén prácticamente automatizados y ofrezcan unos
    índices de productividad infinitamente superiores a los
    que permiten el esfuerzo humano, la base de esa tecnología
    está en el trabajo y el
    conocimiento humanos. El conocimiento y
    la creatividad
    sin apenas capital ahora puede comprar componentes de capacidad
    global (consultoría de gestión, asesoría legal…),
    producir riqueza y obtener éxito;
    el capital sin conocimiento tiene muchos más límites.

    Así pues, triunfa la explicación
    neoliberal de la crisis, sobre todo a partir de la caída
    del muro de
    Berlín, convirtiéndose en lo que algunos
    autores han denominado el "pensamiento
    único", por la falta de respuesta demostrada por los
    defensores del Estado del Bienestar. El rearme ideológico
    del liberalismo y
    la rehabilitación política del
    beneficio y el mercado son incontestables.

    Por tanto, no es de extrañar que el discurso
    sobre la inmigración se ciña expresamente a las
    necesidades del mercado de trabajo de los países
    receptores: se trata de definir a través de las
    políticas de cupos qué número (ni más
    ni menos) de inmigrantes convienen, siempre y
    únicamente según la lógica
    del beneficio (fundamentalmente en el mercado de trabajo, ya que
    el tema demográfico de reducción de las
    tasas de dependencia tiene un lugar muy secundario en el
    discurso, y también con visos de conveniencia).
    Otro gran tema es, por supuesto, el de la cohesión social,
    la convivencia, la multiculturalidad, la identidad, el
    orden público y la seguridad (enunciado, a grandes rasgos,
    según la colocación de quien enuncia el
    problema en una parte u otra del continuum del
    espectro político, sobre todo a partir de los sucesos del
    11-S).

    Es bastante minoritaria la preocupación por la
    exclusión de este colectivo del disfrute de los derechos
    de ciudadanía. O, simplemente, parece que no existe en el
    imaginario colectivo el artículo 13 de la
    Declaración Universal de los Derechos Humanos
    adoptada y proclamada en 1948 por la Asamblea General de la
    ONU: "Toda
    persona tiene
    derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el
    territorio de un Estado". O el artículo 1: "Todos los
    seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y
    derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben
    comportarse fraternalmente los unos con los otros". No
    sólo es en el imaginario colectivo, claro: se empieza por
    toda la legislación restrictiva que se viene produciendo
    en Europa en las últimas décadas. Aunque ello lo
    recordamos con la conciencia de la contradicción que
    supone aceptar a la vez que tampoco es factible abrir por
    completo las fronteras.

    Resumiendo la evolución del sistema económico y
    del mercado de trabajo europeo, existe bastante consenso en
    afirmar que se ha producido una profunda transformación
    tanto en el sistema económico (crisis,
    globalización, intensificación de la competencia
    internacional, deslocalización de empresas,
    desindustrialización en Europa…) como en el mercado de
    trabajo: desempleo masivo, de larga duración y persistente
    (1 millón de empleos perdidos y no recuperados), introducción de múltiples formas de
    contratación (flexibilidad), desregulación,
    fragmentación del mercado de trabajo: el "central" (con
    contrato
    estable, posibilidades de promoción y cualificación) y el
    "periférico" (fijo discontinuo, temporal, inestable,
    precario, carente de una línea constructora de un
    itinerario profesional, incapaz de aportar identidad),
    heterogeneidad de intereses, descentralización de la
    negociación colectiva, elevada
    rotación laboral…

    Es en este mercado de trabajo donde entran a competir
    los inmigrantes que, si bien entran fundamentalmente en la
    economía informal (21) y, además, en tareas
    abandonadas por la población receptora, suponen
    indudablemente un tirón a la baja en los salarios a
    percibir por ésta. Problema añadido a una
    complicada situación de partida pero que, finalmente, se
    convierte en argumento para la xenofobia.
    Siendo el desempleo, la precariedad y la economía
    sumergida características estructurales del mercado de
    trabajo de los países sureños europeos, no es de
    extrañar que sean asimismo, el destino natural de
    la inmigración. Los inmigrantes no crean ni la
    economía informal ni los conflictos pero han de instalarse
    en ella y agudizan éstos evidenciando y magnificando
    aquello que permanece semi-oculto en la sociedad de
    acogida.

     

    3. EN LA BÚSQUEDA DE
    ALTERNATIVAS GLOBALES Y LOCALES.

    En la línea de Saskia Sassen, catedrática
    de Sociología de la Universidad de
    Chicago, la globalización es algo que hay que aprender a
    construir y gobernar. La lista de autores que reclaman una
    rectificación de la senda tomada por la
    globalización sería interminable, incluso desde
    dentro de las propias instituciones
    mundiales: James Wolfenshon, Presidente del Banco Mundial:
    "Si no actuamos ya, en los próximos años las
    desigualdades serán gigantescas y se convertirán en
    una bomba de relojería que estallará en la cara de
    nuestros hijos". Joseph
    Stiglitz, Premio Nobel de Economía en 2001: "Creo que
    la globalización –la supresión de las
    barreras al libre comercio y
    la mayor integración de las economías
    nacionales- puede ser una fuerza benéfica y su potencial
    es el enriquecimiento de todos, particularmente los pobres; pero
    también creo que para que esto suceda es necesario
    replantearse profundamente el modo en el que la
    globalización ha sido gestionada". Michel Camdessus, ex
    Director General del Fondo Monetario
    Internacional: "No hay que considerar el mercado como una
    divinidad a la que hay que adorar. Se ha visto que el mercado
    solo, sin regulación pública eficiente, no funciona
    bien y puede crear situaciones sociales y de poder destructoras
    para la democracia y
    para el mismo mercado" (22).

    Al igual que se han producido avances en la justicia
    global en el campo de los derechos humanos, impensables hace
    apenas una década, también crece el clamor respecto
    a varias cuestiones ya enunciadas. En primer lugar, desmintiendo
    el axioma de que la liberalización de mercados
    traería más prosperidad para todos, el escandaloso
    empobrecimiento de los países olvidados (78
    países del Sur han visto reducida su renta per
    cápita
    en casi el 15% en el último decenio)
    (23). Cuanto más aumenta la desigualdad, más se
    deslegitima el sistema. En segundo lugar, el esquilmo autorizado
    de los bienes comunes de la humanidad (¿el mundo es una
    mercancía?). En tercer lugar, el peligro de
    desintegración social que conlleva el hecho de que las
    grandes corporaciones y el capital bursátil hayan
    expropiado legalmente los derechos de ciudadanía a la
    sociedad civil (24). Sociedad civil que, por otra parte, dispone
    de una red de
    comunicación que puede llegar a acumular
    todo el conocimiento del planeta: es decir, a pesar de todo,
    también tiene poder.

    Difícilmente se puede soslayar el hecho
    incontestable de que el crecimiento económico producido,
    lejos de traducirse en una mejora generalizada del bienestar de
    las poblaciones, ha supuesto un ahondamiento en las diferencias
    no sólo entre países ricos y pobres sino entre las
    capas más y menos favorecidas de las sociedades
    postindustriales.

    Late una pregunta respecto a si en la población
    de los países desarrollados se ha generalizado una cierta
    anestesia/resignación en relación a los datos que, de vez
    en cuando, se asoman a los medios de
    comunicación al estilo de "Según el Informe Mundial
    sobre Desarrollo
    Humano de 1997, la relación de renta entre el 20% de
    los más ricos del mundo y el 20% de los más pobres,
    que era de 30 a 1 en 1960, ha saltado de 84 a 1. El año
    pasado, el patrimonio de
    los diez multimillonarios mayores representaba más de 1,5
    veces la renta nacional de los 50 países menos avanzados.
    En México,
    por ejemplo, los bienes del señor más acomodado
    equivalen a los que suman sus 17 millones de ciudadanos
    más pobres. Podría erradicarse la pobreza del mundo
    de aquí al año 2000 con gastar unos 80.000 millones
    de dólares. Es decir, menos del patrimonio acumulado de
    las siete personas más ricas del planeta" (25). Y
    etcétera, etcétera.

     

    La desintegración del bloque soviético y
    la caída del muro de Berlín en el 91 significan la
    aparición de fuertes flujos
    migratorios de la antigua Europa del Este hacia la del Norte
    y el Oeste (y, más recientemente, también a la del
    Sur). Flujos que entran dentro de la categoría de
    asilo/refugio y en la de reagrupamiento familiar, mientras la
    más reciente recepción de inmigrantes en el Sur de
    Europa se incluye en el apartado económico.

    Cada vez en el mundo actual es más difícil
    delimitar o diferenciar a los refugiados políticos de los
    inmigrantes económicos, ya que las razones
    económicas y políticas están cada vez
    más interrelacionadas. A los refugiados definidos de
    acuerdo con la Convención de Ginebra se le suma "un
    colectivo de grandes dimensiones formado por todos los refugiados
    de hecho, que huyen de la violencia en
    sus diferentes manifestaciones, racial, política,
    religiosa o económica y sea cual sea su causa originaria,
    una catástrofe natural, una invasión territorial,
    una guerra civil o una política
    económica que condena a la miseria a un sector
    importante de la población" (26).

    Y es que los desequilibrios económicos suelen ir
    asociados a diferencias en el nivel de conflicto
    social y político de los países. Y éstos
    cada vez están más próximos, no sólo
    por el desarrollo y abaratamiento de los medios de
    comunicación y transporte, sino por la difusión de
    las diferencias y modos de vida gracias a la
    mundialización progresiva de los medios de
    comunicación.

    Este mundo interconectado a la velocidad de
    la luz ofrece a
    través de éstos su aspecto más
    "masificable", más agradable de visualizar, reflejando una
    falsa imagen de lo que,
    para los habitantes del mundo no desarrollado, puede parecer un
    nuevo "El Dorado" en el que rara vez se escuchan las voces de sus
    sectores marginados y excluidos. Y además, el atractivo de
    los estilos de vida urbanos y occidentales actúa en
    el sentido de desprestigiar las propias raíces, la
    organización y autoridad
    tradicionales.

    Los grandes conglomerados de la
    comunicación no están interesados en denunciar
    los males de la globalización debido a su
    interrelación con otras empresas financieras y
    económicas que obtienen sus beneficios precisamente
    gracias a ésta. Así, se consolida una visión
    del mundo no sólo mayoritaria sino con visos de
    irreversibilidad y, por tanto, inútil de combatir. Con
    todo, la homogeneización cultural del mundo tiene sus
    límites justamente en la posible exacerbación de
    las diferencias que persisten.

    Los flujos migratorios seguirán
    produciéndose o se incrementarán si se mantienen
    los factores de expulsión en los países de origen
    (pobreza, deterioro medioambiental, presión
    demográfica, etc.) y los factores de atracción en
    los países de destino de los flujos migratorios
    (bienestar, crecimiento económico, baja natalidad,
    etc.).

    Así, no sólo se puede hablar de una
    relación causa a efecto entre la pobreza y la
    emigración ya que la emigración desde regiones muy
    pobres no es frecuente. La emigración es un asunto de
    familia en el
    que todos apuestan y colaboran en el pago del viaje. No
    sólo han de contar con algún capital
    económico, sino también con un cierto capital
    cultural que les permita conocer las oportunidades que existen en
    otros lugares del mundo, así como con unas ciertas
    redes sociales (o
    capital social) para poder orientarse en el lugar de destino
    (Castles, 2000:21) (27).

    En todo caso, más allá de concepciones
    alarmistas o exclusivamente economicistas (seres humanos
    reducidos a recursos: ¿nos interesan en el balance
    coste/beneficio o nos van a costar dinero?) los flujos
    migratorios son, como señala Pedro Andrades
    (2000:10)

     

    "un fenómeno social global que se ha producido
    siempre, que irá en aumento por la mejora de las
    comunicaciones y el proceso de
    internacionalización de la economía, y que no hay
    que asumir con resignación, porque las migraciones
    constituyen un importante factor de desarrollo
    económico, social y humano, tanto en los
    países que los reciben como en los países de
    origen. Los movimientos migratorios, además de la
    expresión del derecho básico de libre
    tránsito, constituyen un elemento de riqueza y un
    fenómeno indisociable de la sociedad multicultural,
    compleja, que caracteriza al siglo XXI" (28).

     

    El fenómeno tiene una naturaleza
    extraordinariamente compleja, no sólo por la diversidad de
    aristas que presenta y, por tanto, los campos o áreas
    donde se plantean las cuestiones y los problemas,
    sino porque la inmigración económica se caracteriza
    por su carácter dual, por las contradicciones que
    se generan entre sus ventajas u oportunidades y los problemas que
    acarrea, tanto para los países inmigrantes como para los
    emigrantes.

    Para los primeros, supone principalmente mano de obra
    barata y abundante que permita mantener la competitividad y el
    beneficio, pero también el rejuvenecimiento de la
    pirámide poblacional con los muchos efectos beneficiosos
    de orden económico, social y cultural. Para estos
    países se trata de encontrar el equilibrio
    entre estos beneficios y los costes adicionales que esta
    población supone para el mantenimiento
    del Estado de Bienestar (aunque las cuentas tienen un
    saldo positivo para éste ya que cotizan más de lo
    que gastan) y el coste de superar los problemas de
    asimilación, en especial los conflictos de naturaleza
    xenófoba y racista, y en general, de asumir el
    mestizaje.

    Para los países emigrantes, la salida de
    población supone en general un alivio demográfico
    en términos de un empleo siempre escaso, una fuente de
    ingresos y capitalización en forma de divisas y un
    empuje a los procesos de modernización social. Pero el
    precio a
    pagar, aparte de los sufrimientos y muertes, es la pérdida
    de capital
    humano, de buena parte de los recursos más
    dinámicos y creativos para el desarrollo de estos
    países. Unos recursos en gran medida cualificados y
    formados como se pone en evidencia en diversos estudios
    (29).

    Según datos de la ONU, la OCDE y de la oficina de
    EUROSTAT, para mantener los sistemas de protección social
    y jubilación de los países ricos y reducir las
    tasas de dependencia a niveles aceptables, sería necesaria
    la llegada de un contingente de inmigrantes que sería
    posible definir como masivo y difícil de aceptar, ya que
    ninguna sociedad puede encajar un cambio de tanta importancia en
    tan poco tiempo, por
    razones de identidad: ninguna política de
    inmigración puede tener éxito si los pueblos se
    oponen a ella (30).

    Cierto es que la vida a la velocidad de la luz
    (según expresión de Rifkin) no favorece
    precisamente la estabilidad de las identidades (que, por otro
    lado, también está siempre un proceso) ni siquiera
    una definición sólida de la
    personalidad. La sociedad del pacto social del Estado de
    Bienestar había favorecido la integración y la
    estabilización de identidades, pero la actual sociedad
    (¿del riesgo?) fragmenta las identidades
    sociales.

    En la línea de Chomsky, Jarauta y otros autores,
    pensamos que la globalización potencia, como
    reacción al desenraizamiento que produce, las identidades
    locales, las identidades híbridas (construidas con
    elementos diferentes) y las identidades nómadas, de
    perfiles variantes (el "cambia o muere" del mundo de los negocios
    trasplantado al propio ser). Y hacer identidades es crear
    fronteras. Así, como algunos autores han señalado,
    la sociedad interconectada a la velocidad de la luz, puede estar
    creando continuamente nuevas fronteras.

     

    Con todo, no se debe confundir la cultura
    epidérmica, lo que la gente consume, la indumentaria que
    se viste, las películas que se ven…, la aparente
    homogeneización cultural del mundo con la cultura profunda
    de las formas de pensar. El bombardeo de informaciones
    desarticuladas destinadas a impactar nuestros sentidos y emociones no
    favorece la reflexión sino la exacerbación de los
    fanatismos. Los nuevos medios de comunicación contribuyen
    a la uniformización a la vez que a la
    tribalización, a la pertenencia a clanes
    localistas. Y ya hace décadas que se viene advirtiendo de
    que la pérdida de raíces, la desaparición de
    lenguas, costumbres, culturas… en definitiva, la
    homogeneización cultural puede producir (y ha producido
    ya) reacciones que exacerben y radicalicen las diferencias que
    permanecen.

    Las políticas que gestionan el fenómeno
    migratorio aquí y ahora deben ir desde la acogida de los
    inmigrantes, sean regulares o irregulares, hasta su
    integración social. Y además, debe compatibilizarse
    la gestión de los flujos migratorios con una
    política migratoria cuyo eje sea el estatuto de
    ciudadanía universal, o sea, la progresiva
    desaparición de la distancia en desarrollo
    económico y social de los distintos países del
    mundo, es decir una política de co-desarrollo cuyo eje
    esencial sean los flujos migratorios.

    Este escenario parece exigir el que las políticas
    migratorias, las de desarrollo y las de cooperación
    internacional con los países menos desarrollados pasen de
    ser simples políticas de extranjería o compromisos siempre
    incumplidos con el 0,7%, a ser progresivamente parte de las
    políticas estructurales de los países y bloques del
    mundo desarrollado. Sería, pues, necesario actuar por
    parte de los países receptores sobre las causas
    fundamentales de los movimientos migratorios. En este sentido, la
    Conferencia Mundial de Población de la ONU (El Cairo,
    1994) en su Programa de
    Acción menciona entre otras, las siguientes acciones a
    tomar por los países receptores: fomentar la democracia en
    los países receptores, evitar el deterioro medioambiental,
    disuadir los conflictos internacionales e internos, asegurar los
    derechos de las minorías étnicas, religiosas o
    lingüísticas, etc.

    También sería preciso llegar a nuevos
    planteamientos, como los de Sami Naïr por ejemplo, que aboga
    por la regularización de cupos de inmigrantes temporales
    ligados a contratos con los
    países receptores, que además pondrían en
    marcha políticas de retiro a favor de la vuelta a los
    países de origen, así como de instrumentos
    financieros para que el ahorro de los
    inmigrantes se reinvierta en estos países. Así, la
    ayuda al desarrollo debería tener a la política de
    los flujos migratorios como eje, con el objetivo de fijar a las
    poblaciones en sus países de origen. Para ello, ha de
    reorientarse la deuda y los ahorros hacia la cobertura de las
    necesidades más acuciantes: el empleo, la sanidad,
    la
    educación y la vivienda y comenzar a diseñar y
    conveniar políticas de co-desarrollo con los países
    de origen que permitan a medio plazo reequilibrar las causas que
    originan la inmigración.

    Siguiendo en la línea de las aportaciones de Sami
    Naïr (31), hay que plantear la sustitución del
    FMI por otro
    organismo en el que, en lugar de estar representados los 8
    países más ricos se encuentren los 16 más
    grandes, estableciendo un sistema rotatorio según el cual
    puedan tener representación todos los gobiernos mundiales.
    Asimismo, se propone la reorientación del Banco Mundial de
    forma que sus políticas puedan ser sometidas a control
    democrático y debatidas a través de negociaciones
    transparentes. Y es necesaria la regulación del mercado
    mundial, con las siguientes orientaciones:

     

    1. Excluir del ámbito mercantil unos sectores
      inalienables de interés humano (sanidad,
      educación, agua, cultura, recursos no renovables…) que
      se encuentran amenazados.
    2. Reglamentar los mercados
      financieros, estableciendo unos sistemas de seguimiento de
      todas las operaciones
      financieras, para detectar quien hace qué,
      cómo y por qué. Es decir, vigilar las estrategias de
      inversión a escala mundial.
    3. Controlar los movimientos de capitales, creando un
      impuesto
      mundial sobre las inmoderadas fluctuaciones de capitales;
      combatir los paraísos fiscales y rechazar el principio
      del secreto bancario.
    4. Establecer ya un impuesto sobre las transacciones
      financieras, inspirado en la tasa Tobin.
    5. Hacer realidad la solidaridad con los países
      del sur: Poner fin a los planes de ajuste estructural que
      deslegitiman a los estados, devalúan la soberanía nacional y someten a las
      sociedades. Cancelación de la deuda.

     

    La máxima ecologista "piensa globalmente,
    actúa localmente" se muestra
    particularmente útil cuando se considera el éxito
    de determinadas actuaciones que no suelen contar con
    difusión generalizada en los medios e comunicación;
    como mucho, apariciones esporádicas en algún
    periódico: las experiencias con
    microcréditos, la radionovela de una emisora etíope
    que logra difundir eficazmente las formas de prevenir la
    enfermedad del sida (32), la
    formación de trabajadores y artesanos, las construcciones
    de pequeñas presas hidráulicas, pozos artesianos,
    escuelas…

    En
    se pueden consultar más de 300 propuestas formuladas
    en el Foro de Porto
    Alegre cara a rectificar la orientación tomada en un mundo
    gobernado por las grandes transnacionales. Además de
    algunas de las que se acaban de indicar, podemos señalar:
    elaboración de un plan para
    defender la agricultura
    tradicional, multiplicación de telecentros para permitir
    el acceso a Internet de los excluidos,
    promoción de las áreas macrorregionales
    –sobre todo en América
    Latina- frente a la dolarización y el área de
    librecambio de las Américas, creación de un portal
    para informar a los consumidores sobre las firmas que no respetan
    las normas
    éticas y sociales, etc. (33)

     

    Gema González Ferrera

     

    Notas

    1. Giddens, A.: Sociología. Alianza Universidad.
    Madrid,
    1994.

    2. García Fajardo, J.C.: "Los inmigrantes quieren
    ser globalizados" en La Insignia de 20.12.2002.

    3. Walzer. M.: Tratado sobre la tolerancia.
    Paidós. Barcelona, 1998

    4. Calhoun, C., Light, D. y Keller, S.:
    Sociología. McGraw Hill. Madrid, 2000.

    5. En este sentido, cabe resaltar que la caída
    del muro de Berlín ha supuesto una desaceleración
    en la ayuda al desarrollo por parte de los países del
    Primer Mundo.

    6. "La agricultura industrial promueve el uso de
    monocultivos por su necesidad de mantener un control centralizado
    sobre la producción y la distribución de alimentos" en Shiva, V.
    Cosecha robada. El secuestro del
    suministro mundial de alimentos, cit. en El País, 8
    .8. 2003.

    7. "Cientos de millones de personas en todo el mundo
    pasan hambre todos los días porque gran parte de la tierra
    arable se utiliza para cultivar cereales para piensos para
    animales, en
    vez de cultivar cereales alimentarios para las personas" en
    Rifkin, J.: "Ante una auténtica crisis alimentaria
    global", en El País, 10.6.2002. Para producir un kilo de
    carne, el ganado debe ingerir 4,8 k. de cereales, lo que supone
    un enorme despilfarro de recursos en un mundo en el que mueren de
    hambre miles de personas cada día mientras millones de
    personas mueren anualmente en los países ricos por
    enfermedades
    relacionadas con el desarrollo (cáncer, diabetes,
    enfermedades coronarias e infartos, provocadas por un exceso de
    grasas
    animales). "Una granja de 4 Ha. puede alimentar a: 60 personas si
    se cultiva soja, 24 personas
    con trigo, 10 personas con maíz, o 2
    personas si se dedica a carne" en Motavalli, J.: "La
    opción vegetariana" Revista
    Integral nº 269, mayo 2002, pág. 36.

    Valentí Fuster, Presidente de la
    Federación Mundial del Corazón,
    en declaraciones al diario El País de 22.7.2002 vaticina
    una trágica epidemia cardiovascular en los siguientes
    términos: "Es una epidemia adquirida, una enfermedad de
    las sociedades de consumo, que se genera por la obesidad, por
    la diabetes, por la hipertensión arterial, por el tabaquismo, etc.
    Y todos esos factores están aumentando
    globalmente".

    8. "Pocas son naciones (un pueblo con una historia y una
    cultura comunes). Esto resulta especialmente evidente en
    África. Las fronteras de los actuales países
    africanos fueron trazadas por potencias coloniales sin apenas
    prestar atención a la distribución de los
    pueblos y los recursos. Algunos países se ven desgarrados
    por guerras
    civiles porque enemigos tradicionales fueron reunidos en un mismo
    país." Calhoun, Light y Keller, op. cit. Pág.
    490.

    9. En una semana en la India se
    produce el mismo aumento de población que en el continente
    europeo en un año: 250.000 personas.

    10. El futuro del capitalismo. Thurow, L., Ariel,
    Barcelona, 1996.

    11. "Sólo para pagar los intereses de la deuda,
    el Sur transfiere al Norte 200.000 millones de dólares
    anuales" en Beck, U.: "La paradoja de la globalización" en
    El País 5.12.2002.

    12. Como se ha señalado con frecuencia, una
    característica de la globalización es su
    carácter escasamente global: deja fuera alrededor del 80%
    de la población mundial.

    3, Sabel, Ch.: Política y sociedad, Mº
    Trabajo y S.S., Madrid, 1986.

    4. Los agentes económicos adoptan decisiones
    políticas sin una legitimación democrática.

    15. La bajada de las cotizaciones que produce el
    incremento del paro.

    6. Más subsidios de paro y más
    jubilaciones durante más tiempo debido al incremento de la
    esperanza de vida.

    17. Navarro, V. Neoliberalismo y Estado de Bienestar,
    Ariel, Barcelona, 1996.

    A la que no es ajena la conversión de los
    partidos
    políticos en "máquinas
    de ganar votos" que han de centrarse para llegar al poder,
    perdiendo, por tanto, alguna de sus señas de identidad
    tradicionales.

    Alonso, L.E.: "Los nuevos movimientos sociales" en
    Vidal-Beneyto J. (Ed.) España a
    debate. II La
    sociedad. (coord.: Miguel Beltrán), Tecnos, Madrid
    1991.

    18. Como afirma Miguel Hernández en su poesía
    "Aceituneros" cuando pregunta quién levantó los
    olivos y contesta que no los levantó la nada, ni el dinero, ni
    el señor sino la tierra
    callada, el trabajo y el sudor. Aunque su contexto era el de una
    España rural que no le permitía conocer las
    posibilidades de crecimiento económico y desarrollo
    personal que también ofrecería en el futuro la
    inversión en ciencia, investigación, tecnología… (es
    decir, el capital).

    19. La economía informal crece no sólo en
    los países que tradicionalmente sostienen altos niveles de
    ésta, debido al tránsito de estado productor a
    estado gestor y administrador
    (venta de empresas
    estatales, eliminación de medidas del estado de
    bienestar…)

    20. Entrevista
    publicada en El País de 23.4.2000.

    21. Y para nada han servido las políticas de
    ajuste promovidas por las instituciones internacionales (Fondo
    Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización
    Mundial del Comercio…) encargadas de supervisar y dirigir la
    financiación internacional, las políticas
    macroeconómicas del mundo o establecer las leyes del
    comercio mundial. Hay autores (Naïr, por ej.) que
    señalan, por el contrario, la responsabilidad de estas instituciones en el
    agravamiento de las desigualdades: "A partir de las
    políticas de ajuste estructural, el PIB per
    cápita
    de los diez países más ricos del
    planeta se duplicó en sólo diez años
    (1985-95), mientras en los diez países más pobres
    descendió un 30%. La distancia en el per
    cápita
    entre el país más rico y el
    más pobre creció en esos años de 70 a 430
    veces" Ugarteche, O. "Deuda externa: cinco tesis
    básicas" en Envío nº 210, 1999, pág.
    42.

    22. La encuesta que
    Kofi Annan presentó en la Asamblea del Milenio de Naciones Unidas
    advierte que 2/3 de los ciudadanos del mundo, incluidas las
    democracias occidentales, no creen que sus gobernantes les
    representen.

    23. Verdú, V.: "Dios" en El País,
    14.2.1998.

    24. Fambuena, A. y Moya, C.: Movimientos migratorios
    hoy. NAU Llibres. Valencia, 1997.

    25. Castles, S.: "Migración
    internacional a comienzos del siglo XXI: tendencias y problemas
    mundiales" en Revista Internacional de Ciencias
    Sociales, 165, septiembre 2000.

    26. Guía de recursos para la inmigración.
    Movimiento por
    la paz, el desarrollo y la libertad-Andalucía. Sevilla.
    2000.

    27. Entre ellos, "Inmigrantes en el Estrecho" realizado
    por el Servicio de
    Estudios y Planificación de la Excma.
    Diputación Provincial de Cádiz. 2001

    28. Walzer, M. Op.cit., pág 99: "En las
    sociedades de inmigrantes (y ahora también en los Estados
    nacionales con fuertes presiones inmigratorias), las personas han
    comenzado a experimentar lo que se puede entender como una vida
    sin fronteras claras y sin identidades propias y seguras. Por
    así decirlo, la diferencia se difunde de manera que se
    encuentra por doquier y en todo momento. Los individuos se libran
    de sus estrechos vínculos y se mezclan libremente con los
    miembros de la mayoría, pero no asimilan necesariamente
    una identidad común. La presión que ejercen los
    grupos sobre sus miembros es más floja que nunca pero de
    ninguna manera se ha roto por completo… … Ahora la tolerancia
    comienza en casa; con frecuencia tenemos que hacer la paz
    étnica, cultural o religiosa con nuestra pareja, con
    nuestra familia política y con nuestros hijos (incluso con
    nuestro propio yo integrado o dividido).

    Este tipo de tolerancia resulta particularmente
    problemático en la primera generación de familias
    mixtas y de individuos divididos, porque todos recuerdan, e
    incluso añoran, unas comunidades más coherentes y
    una conciencia más unificada. El fundamentalismo
    representa la forma ideológica de ese intenso
    deseo".

    29. Naïr, S.: "Después de Porto Alegre" en
    El País, 12.2.2002.

    30. Programa realizado por el Centro de Programas de
    Comunicación de Salud
    Pública de la Universidad John Hopkins de Baltimore
    (EEUU): www.jhuccp.org.

    31. Vidal-Beneyto, J.: "Otro mundo es posible" en El
    País, 28.2.2001

     

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