Monografias.com > Antropología
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El nuevo orden mundial y la seguridad demográfica




Enviado por Alfredo Embid.




    El nuevo orden mundial y la seguridad
    demográfica

     

    La ambición de controlar la vida humana desde la
    concepción a la muerte es
    la máxima expresión del imperialismo
    integral, tal como hoy se manifiesta. Como vamos a ver, este
    imperialismo es metapolítico, ya que procede de una
    concepción particular del hombre.

    Las expresiones políticas
    y no políticas de este imperialismo no son más que
    las consecuencias perceptibles de esta antropología. Esto nos va a llevar a
    aclarar la dimensión totalitaria de este imperialismo,
    cuyos efectos todavía no se han mostrado en su
    totalidad.

    Para analizar la génesis de este imperialismo que
    está naciendo ante nuestros ojos, vamos a partir de la
    ideología de la seguridad
    nacional.

     

    1. Hacia la
    globalización

    Desde el final de la guerra de
    1939-1945, la diplomacia norteamericana ha estado
    grandemente dominada por el tema de los "dos bloques". Con
    ciertas variaciones de acento, este tema fundamental aparece bajo
    las etiquetas de guerra
    fría, enfrentamiento Este-Oeste, zona de influencia,
    coexistencia pacífica, deshielo, distensión, etc.
    Mas, con motivo de la crisis
    petrolífera de 1973, algunos círculos
    norteamericanos empiezan a percibir la importancia de otra
    división, la división Norte-Sur. El congreso de
    Bandung, en 1955, presentaba ya el aspecto de un manifiesto y,
    poco a poco, los CNUCED y las conferencias en la cumbre de
    países no alienados se imponen a la atención de los países
    industrializados: desde Ginebra (1964) a Belgrado (1989), se ha
    recorrido un camino apreciable. Durante todo este tiempo, el
    diálogo
    Norte-Sur se organiza y se institucionaliza; los países
    del Tercer mundo reivindican un Nuevo orden
    internacional.

    En una obra publicada en 1970, Zbigniev Brzezinski
    había ya atraído la atención sobre el tema 1
    La crisis petrolífera de 1973 juega el papel de un
    catalizador: si los países productores de petróleo pueden organizarse y amenazar las
    bases de la economía de los
    países industrializados, ¿qué
    ocurrirá si los países pobres productores de
    materias primas deciden ponerse de acuerdo e imponer sus
    condiciones a los países ricos?

    Para conjurar el peligro, David Rockefeller, utilizando
    por cierto las tesis de
    Brzezinski, transpone a la división Norte-Sur las
    recomendaciones que su hermano había aplicado antes a la
    división Este-Oeste. Y lo que es más importante,
    generaliza además, al conjunto del mundo, una
    visión cuyo alcance, en 1969, estaba limitado,
    provisionalmente, al continente americano. Desde esta
    perspectiva, David Rockefeller, respondiendo a una sugerencia
    explícita de Brzezinski, organiza la "Comisión
    Trilateral": los EE.UU., Europa occidental
    y el Japón
    deben ponerse de acuerdo frente al Tercer mundo, que parece
    querer organizarse y del que dependen los países
    industrializados para importar materias primas y energía,
    y para dar salida a sus productos 2. Y
    el Tercer mundo está en plena expansión
    demográfica.

    La amenaza que pesa sobre la seguridad de los
    países ricos proviene, según ellos, de los
    países pobres. Las economías dependen ahora unas de
    otras, los pases ricos no deben devorarse entre sí, deben
    al contrario respaldarse; deben preservar e incluso acentuar sus
    privilegios. Las empresas
    multinacionales aparecen aquí como un mecanismo esencial
    del sistema global de
    la dominación; llevan a cabo una industrialización
    que al mismo tiempo se encargan de limitar. Gracias a los centros
    de decisión e la metrópolis, hacen posible el
    control de los
    costos de mano de
    obra. Mantienen un chantaje basado en la amenaza del traslado de
    fábricas, en caso de que consideren exorbitantes las
    reivindicaciones de los trabajadores locales. Organizan la
    competencia y, al
    mismo tiempo, la controlan, ya que las relaciones de competencia
    quedan limitadas al mundo de los trabajadores, entre los que las
    desigualdades de retribución constituyen, a nivel mundial,
    un factor de división que hay que alimentar para seguir
    dominando. En suma, las multinacionales velan sobre sus mercados,
    protegen, en caso necesario, sus oligopolios, y vigilan y, en
    ocasiones, frenan el desarrollo
    económico de las naciones satélites.
    Por su parte, la investigación científica
    deberá intensificarse y concertarse para garantizar el
    mantenimiento
    de un avance constante y decisivo con respecto a los
    países menos desarrollados. La alta tecnología
    será exportada con gran parsimonia, para que los
    países más avanzados en el camino del desarrollo no
    puedan competir con la producción sofisticada cuyo monopolio
    quieren conservar celosamente los países de la era
    postindustrial.

     

    2. ¡Multimillonarios de
    todos los países, uníos!

    Se trata de construir un nuevo orden mundial, de tipo
    corporativista, lo que se ha hecho urgente -se asegura- en
    razón de la interdependencia de las naciones. Pero lo que
    sucedía ya a escala
    panamericana, se produce ahora a escala mundial: se pasa
    rápidamente de la interdependencia a la dependencia. Todos
    los países, en efecto, no presentan un mismo nivel de
    desarrollo; en razón de su presencia y compromisos en todo
    el mundo, los EE.UU. se consideran con derecho a arrogarse una
    misión
    de liderazgo
    mundial. A esta misión deben asociarse las naciones ricas
    y las clases ricas del mundo entero; la seguridad, su propia
    seguridad, debe constituir la preocupación común y
    predominante de los ricos. Esta preocupación justifica,
    por su parte, la constitución de un frente común
    mundial, una unión sagrada, si quieren conservar sus
    privilegios. Con respecto a este imperativo de seguridad
    común, todos los factores de divergencia entre ricos no
    tienen sino una importancia relativa o incluso
    secundaria.

    Este frente común mundial sólo
    podrá articularse a partir de los EE.UU. y bajo su
    liderazgo. En razón de su desarrollo y de su riqueza,
    Europa occidental y Japón serán asociados, a
    título de aliados privilegiados, a la empresa de
    seguridad común. Todo ese bloque constituido por las
    naciones ricas deberá esforzarse en controlar el
    desarrollo en el mundo en general. La austeridad ha dejado de ser
    una virtud: es un deber. Frenar el crecimiento, frenar la
    capacidad de producción y practicar el maltusianismo
    económico se imponen tanto más -se nos dice- cuanto
    que hay que proteger el entorno amenazado por la
    contaminación. Y así, la justificación
    teórica del "crecimiento cero" vio la luz en 1972 en el
    Informe Meadows,
    y ha sido difundida por el Club de Roma, empresas
    ambas generosamente financiadas por el grupo
    Rockefeller3.

    Los países comunistas tampoco deberían
    quedar al margen de este proyecto de
    seguridad global. China merece
    una atención excepcional. Está probado -como ya
    hemos visto 4- que la despiadada política
    demográfica llevada a cabo en China popular ha sido
    apoyada e incluso estimulada por algunos círculos
    norteamericanos y occidentales inquietos por la aparición
    de un nuevo "peligro amarillo".

    Los países del Tercer mundo deberán, pues,
    aceptar un programa
    "global". Como los países ricos necesitan sus recursos, estos
    países en vías de desarrollo no podrán
    sentirse irritados o escandalizados por el mantenimiento de
    antiguos métodos de
    explotación. Tendrán que admitir que su desarrollo
    habrá de hacerse bajo control; llegado el caso,
    podrá alabarse la virtud del compañerismo"
    podrán, por ejemplo, transferirse a su territorio algunas
    industrias
    contaminantes, declaradas indeseables en los países
    desarrollados. En cualquier caso, habrá que impedir que se
    organicen para esquivar la vigilancia de las naciones
    poderosas.

    De todas maneras, al igual que existen límites
    para el crecimiento
    económico, también los hay para el crecimiento
    político. Así lo subrayaba Samuel P. Huntington en
    un Informe para la Comisión trilateral sobre la
    gobernabilidad de las democracias: "Hemos tenido que reconocer
    que existen límites potencialmente deseables para el
    crecimiento económico. E igualmente, en política,
    existen unos límites potencialmente deseables para la
    extensión de la democracia
    política."5 Estamos, pues, ante una formulación de
    alcance mundial del antiguo mesianismo norteamericano. Pero es
    indispensable señalar lo que esta formulación tiene
    de esencialmente nuevo y original: este mesianismo pretende, en
    efecto, atraerse el concurso no sólo de las naciones
    más ricas, sino también de las clases ricas de las
    sociedades
    pobres. Se pone de relieve, ante
    los ricos del mundo entero, que los pobres constituyen una
    amenaza potencial o incluso actual para su seguridad. De lo que
    se trata, en primer lugar es, desde luego, de proteger la
    seguridad de los EE.UU. o, más exactamente, de los ricos
    de los EE.UU.; pero también de la seguridad de los ricos
    de todos los países, a quienes se invita a constituir,
    bajo la dirección de los Estados Unidos,
    una unión sagrada cuya razón de ser y objetivo es el
    contener el despegue de la población pobre: "¡Multimillonarios
    de todos los países, uníos!"

    Así reinterpretada, la doctrina de la
    contención resurge como el Fénix renace de sus
    cenizas. Son las tesis principales de esta doctrina las que
    inspiran el proyecto universalista actual de los EE.UU. Europa
    occidental y Japón están asociados de manera
    especial a este proyecto a título de cómplices y de
    objetivos al
    mismo tiempo.

     

    3. Una élite dominante
    internacional

    La preocupación por la seguridad debe ser global.
    La seguridad, cuyo ámbito se dividía en varias
    partes, se percibe a partir de ahora como un todo: la seguridad
    es primeramente demográfica. Esta nueva doctrina exige la
    utilización de instrumentos de acción
    eficaces. Estos instrumentos son de orden político,
    educativo, científico, económico y
    tecnológico. La libertad de
    iniciativa de las universidades y centros de investigación será orientada o
    incluso anulada, y su función
    crítica
    será muy disminuida. Las subvenciones estarán
    subordinadas a la complacencia con la que dichos organismos
    acepten plegarse a unos programas de
    investigación definidos por la minoría dominante
    6.

    Esta minoría concederá una gran
    importancia al estudio de los problemas
    ecológicos, pues de ese modo será posible convencer
    a los países satélites para que se resignen a la
    austeridad o a la pobreza:
    "Small is beautiful" 7. Esta misma minoría
    financiará las investigaciones
    sobre la reproducción, la fecundidad y la demografía, con el fin de desactivar la
    llamada "bomba P" Las universidades, convertidas en
    "repetidores", junto con los medios de
    comunicación, se encargarán de difundir por
    todo el mundo, dramatizándolas, las tesis maltusianas,
    tras las que se ocultan los intereses de las clases ricas 8. El
    programa de acción será conciso. Se pondrá
    de relieve la escasez de
    materias primas y la fragilidad del medio
    ambiente. Estos datos
    serán presentados como necesidades determinadas por la
    naturaleza, y
    el volumen de la
    población habrá de calcularse necesariamente de
    acuerdo con estos datos.

    De esta forma se reúnen las condiciones
    fundamentales que caracterizan objetivamente a un régimen
    de tipo fascista. Para Juan Bosch, el "pentagonismo" era la
    explotación del pueblo norteamericano por una
    minoría norteamericana 9. En la actualidad, el
    pentagonismo se ha universalizado y la minoría dominante
    se ha internacionalizado. Esta minoría estará
    constituida por "personas con recursos", que se sentirán
    halagadas al ser admitidas en grupos
    "informales", más o menos conocidos (como el grupo de
    Bilderberg, la Trilateral o el Club de Roma) u otros menos
    fácilmente identificables. Esta minoría se
    arrogará la misión de regentar el mundo y
    tendrá bajo control a todo un cuerpo internacional de
    intelectuales,
    ya sean cómplices o utilizados como instrumentos
    involuntarios, pero en todo caso poco clarividentes. No
    será necesaria la constitución de instituciones
    complejas, ni conseguir funciones
    representativas o cargos ejecutivos: una vez que haya adoptado la
    ideología de la seguridad demográfica, esta
    "élite" se apresurará a recurrir, con gran
    aplicación, a la táctica de la
    infiltración.

    Un proyecto tan global y totalizador requiere
    necesariamente unos dispositivos jurídicos y
    políticos apropiados. En cuanto una "élite" acepta
    su propia "colonización ideológica", esta misma
    "élite" se separa del pueblo y pasa a ser capaz de todas
    las abdicaciones. A partir de entonces, puede ser utilizada como
    repetidor de un centro de poder de un
    tipo totalmente nuevo, que evocaremos para terminar.

     

    4. Del Estado al Imperio
    totalitario

    El imperio que está ahora construyéndose
    no tiene, en efecto, precedente alguno en la historia. El fascismo, el
    nazismo y el
    comunismo
    soviético son ejemplos perfectos de totalitarismos. En
    estos tres casos, el Estado
    transciende al ciudadano; es el enemigo del yo en todas sus
    dimensiones: física,
    psicológica y espiritual 10. Requiere de los individuos
    una sumisión perfecta y exige, si lo considera oportuno,
    que se le sacrifique la vida. Este Estado somete el matrimonio, la
    procreación, la familia y
    la
    educación a un control muy estricto. Más
    concretamente, la familia queda
    sometida a una vigilancia particular, pues en ella es donde se
    forman las bases de la
    personalidad del niño. El Estado totalitario que
    conocemos en la historia actual se esfuerza, pues, en sustraer al
    niño de la influencia familiar y le proporciona una
    educación
    integral. Este Estado inhibe la capacidad personal de
    juicio y de decisión; instaura una policía de
    ideas; culpabiliza y adoctrina, desprograma y reprograma. Impone
    una nueva ideología, organiza el culto del jefe e
    instituye una nueva religión
    civil.

    La experiencia totalitaria se origina dentro de un
    Estado particular que se convierte en trampolín de un
    proyecto imperialista. La misión este Estado particular
    será definida y `legitimada' mediante la ideología
    totalitaria. El Estado particular no sólo es conocido,
    sino enaltecido. Y finalmente, una ideología supuestamente
    científica precipita en las tinieblas del oscurantismo a
    los que no se adhieran a la misma. El proyecto imperialista y
    totalitario que está tomando cuerpo ante nuestros ojos
    incrédulos presenta unas características totalmente
    asombrosas si se le compara con las que marcaron los
    sueños imperiales de Mussolini, Stalin o Hitler. Este
    imperio naciente tiene de increíble que no procede
    esencialmente de las ambiciones de hegemonía de un Estado
    particular. Tampoco es la emanación de una
    coalición de Estados y, lo que es más, como ya
    hemos visto, le vienen muy bien las desigualdades, e incluso las
    divisiones entre naciones y hasta se ingenia en sacar partido de
    ellas. El imperio que está construyéndose es un
    imperio de clase que
    emana del consenso establecido, por encima de las fronteras, por
    la internacional de la riqueza.

    Por tanto, en ausencia de un Estado de contornos
    visibles, en el marco de este imperialismo de clase, nadie sabe
    quién decide ni quién es responsable. El lenguaje
    parece totalmente desconectado del sujeto que lo produce; todo es
    anónimo, impersonal y secreto. El productor del mensaje
    ideológico está oculto. No cabe, pues, someter el
    discurso al
    juicio personal: está listo para el consumo:
    frío, objetivo e imperativo. Evidentemente, aún
    cuando estén ocultos, el discurso es producido por
    sujetos, y éstos lo producen con destino a otros sujetos
    llamados a consumirlo. Pero si el sujeto productor de la
    ideología rompiera el secreto que le ampara, no
    podría seguir reivindicando la impersonalidad y la
    objetividad puras. La dimensión subjetiva, utilitaria,
    interesada, hipotética de su discurso se pondría
    inmediatamente de manifiesto. El alcance supuestamente universal
    de su discurso, al igual que las pretensiones
    `científicas' con que se reviste, aparecerían en
    seguida como lo que son: un engaño. El productor de
    ideología debe, pues, guardar el secreto: es omnipresente,
    pero inaprehensible.

    De este modo, el secreto mismo introduce una falsedad en
    el núcleo del discurso. No existe diálogo entre
    personas que intercambian libremente sus juicios y sus proyectos con
    voluntad de claridad. Uno de los interlocutores quiere permanecer
    en la sombra y quiere que el destinatario de su discurso ignore
    su identidad y
    sus intenciones. Todo discurso está, pues, desde un
    principio, marcado por la voluntad de engaño de la
    persona que lo
    emite. El lenguaje, que
    debería ser el prototipo de la mediación entre
    personas, se convierte en el medio por excelencia de la
    posesión de los demás. Como el sujeto productor de
    discursos no
    dice nunca quién es realmente, todo lo que dice
    está tachado de disimulo y engaño. Sus palabras se
    transforman en instrumentos de agresión contra la inteligencia y
    la voluntad de los destinatarios de las mismas. Este discurso
    violenta a las personas que lo reciben, reduciéndolas a la
    condición de receptáculos pasivos de una verdad
    venida de fuera, de depositarios de un saber alienado, alienante
    y hasta esotérico. De un saber supuestamente
    científico, cuya revelación ha sido hecha a sus
    iniciados, según éstos creen, gracias a su
    competencia, de un saber que les procura las bases del papel
    mesiánico que les corresponde para abrir por fin a la
    sociedad
    humana el camino de la felicidad…

    Pues ¿qué nuevos territorios quedan
    todavía por conquistar? Las nuevas fronteras del
    imperialismo ya no son físicas; coinciden con las de la
    humanidad entera. No basta decir que hay que alienar al hombre, o
    que hay que poseerlo en todas las dimensiones de su yo. Lo que
    hay que hacer emerger es un hombre nuevo,
    completamente purgado de sus creencias pasadas, de su moral sexual,
    familiar, social, de su creencia en el valor personal
    de cada hombre y de su creencia en Dios, sobre todo en un Dios
    que se revela en la historia con el fin de asociar al hombre a su
    designio de creación, de salvación y de amor.

    Nos encontramos así, en el nuevo imperialismo,
    ante la tercera característica del totalitarismo. El nuevo
    imperialismo, como vimos antes, no emana de un Estado particular,
    sino de la clase internacional de los ricos y pudientes. En
    cambio, como
    ya hemos dicho, este nuevo imperialismo está desprovisto
    de un "duce" o "jefe", pues los que lo fomentan cuidan de no
    dejarse ver. En cuanto al tercer punto, sin embargo, vamos a ver
    que la nueva clase imperial vuelve a las fuentes de la
    tradición totalitaria clásica: divulga una
    ideología donde se encuentra, según ella, el
    fundamento de su `legitimidad'.

     

    5. La ideología de la
    seguridad demográfica

    La ideología en cuestión es la
    ideología de la seguridad demográfica 11.
    Según palabras de Marx, la
    ideología presenta siempre una imagen invertida
    de la realidad y procede siempre de una falsa conciencia. La
    ideología esconde siempre los intereses de sus autores.
    Los juicios que emite, y que constituyen la textura misma de la
    ideología, no pasan de ser hipotéticos. Y lo son
    incluso en dos sentidos: deben responder a una doble
    condición, que corresponde, a su vez, a la doble
    función que se espera de la ideología. Debe, por un
    lado, disimular ante los ojos de los autores de la
    ideología las verdaderas razones de su propio discurso. La
    ideología está aquí al servicio de la
    mala fe del ideólogo. Concretamente, la ideología
    de la seguridad demográfica es una
    intelectualización que disimula, ante los ojos de la misma
    clase imperialista, las verdaderas razones que motivan su
    conducta e
    inspiran su discurso. Por otro lado, esta ideología tiene
    por función el seducir a los que se invita -o fuerza– a
    adoptarla. Las mujeres que se hace abortar y los pobres a los que
    se esteriliza son `programados' para que hagan suyo el punto de
    vista que sobre ellos tienen los que desean su
    alienación.

    De esta forma, la ideología de la seguridad
    demográfica significa el inicio de una doble
    perversión. Del lado de sus autores, engendra la doblez;
    son ellos las primeras víctimas de la
    racionalización que confeccionan. Y como le colocan a su
    construcción ideológica la etiqueta
    de la ciencia, se
    impiden el ir a buscar fuera de su propia construcción la
    luz que podría sacarles de la prisión espiritual
    que fabrican para otros, pero en la que ellos mismos se
    encierran. Del lado de los destinatarios, engendra el
    consentimiento a la propia sumisión y les confirma en su
    alienación. Hasta el presente, nos encontramos ante la
    más peligrosa ideología imperialista totalitaria
    que ha conocido el mundo.

     

    6. ¿Una nueva
    humanidad?

    Pero esto no es todo. La perversión esencial de
    esta ideología, de que son víctimas tanto sus
    autores como aquellos a los que va dirigida, es que procede por
    antífrasis: al mal le llama bien. Se niega
    la trasgresión de la ley moral; la
    conciencia individual sólo puede referirse a sí
    misma o, más exactamente, a los intérpretes
    autorizados de la trascendencia social que le dicen lo que puede
    desear o debe querer.

    Esta ideología sirve de fundamento a las
    instituciones políticas y jurídicas que le sirven
    .El derecho, por ejemplo, que debería, por
    definición, aplicar sus esfuerzos a la instauración
    de la justicia para
    todos, es objeto de una manipulación ideológica en
    provecho de la minoría dominante constituida por la
    internacional de la riqueza. Mas si, como individuos, los
    miembros de la minoría dominante son generalmente
    inaprehensibles, no por ello es imposible hacerse una idea
    bastante clara sobre el espíritu que les anima. La
    identidad de esta nueva clase imperialista puede determinarse
    fácilmente remontando desde la ideología que
    produce y desde los destinatarios de la misma.

    El discurso ideológico de la nueva clase
    imperialista tiene un contenido bastante burdo. Empieza
    afirmándose como principio el acontecimiento liberador de
    la muerte de
    Dios. Este principio es `liberador' se nos dice, porque Dios
    impide la autonomía del hombre y su felicidad. Así
    pues, Dios debe morir, e incluso hay que ayudarle a morir, para
    que el hombre
    pueda vivir y tomar por fin su destino entre sus solas manos.
    Cumplida esta condición, la nueva humanidad puede nacer, y
    de este parto deben
    ocuparse los iniciados.

    En este nacimiento, el papel de algunos médicos
    `ilustrados' será determinante y, al mismo tiempo,
    contradictorio. A ellos corresponderá el denunciar las
    `creencias pasadas', `precientíficas', así como los
    `tabús' que acompañan a dichas creencias. Son ellos
    quienes definirán esta tarea, pero su misión se
    fundará sobre la afirmación e esos mismos
    postulados 12. Necesitan una ideología para `legitimar' su
    papel, pero son ellos los que definen el contenido de dicha
    ideología. Los tecnócratas médicos que
    regentan el nuevo imperio no se avergüenzan de semejante
    petición de principio. Pretenden que el objetivo que ha de
    procurarse a toda costa es la seguridad demográfica, pero
    es el imperativo de la seguridad demográfica el que se
    supone que funda la `legitimidad' de la tecnocracia.

    Con el apoyo valeroso de los demógrafos, los
    tecnócratas se disponen a asistir a la humanidad en el
    parto del `sentido' de que su evolución es portadora. Están
    llamados a ejercer una nueva medicina: una
    medicina del cuerpo social más que del individuo 13.
    Una medicina que consiste en administrar la vida humana como se
    administra una materia prima;
    en constituir una nueva moral basada sobre el nuevo sentido de la
    vida; en penetrar en la política con el fin de engendrar
    una sociedad nueva; en derruir la concepción tradicional
    de la familia disociando, con una eficacia total,
    la dimensión amorosa y la dimensión procreadora de
    la sexualidad
    humana; en transferir a la sociedad la gestión
    de la vida humana, desde la concepción a la muerte; en
    proceder, con ello, a una selección
    rigurosa de los que serán autorizados a transmitir la
    vida: temas todos ellos que han sido dolorosamente experimentados
    en la historia, incluso reciente, pero que aquí se
    reactivan con energía y se integran en un cuadro
    lúgubre y mortífero.

    Y en estos temas predominantemente neomaltusianos vienen
    a injertarse otros temas maltusianos clásicos. La
    felicidad de la sociedad humana -se nos dice- exige no
    sólo una selección cualitativa; requiere igualmente
    la determinación de unos límites cuantitativos.
    "Nosotros sabemos" que los recursos disponibles son limitados, y
    que una planificación realmente eficaz de la
    población mundial es condición indispensable para
    la supervivencia de la humanidad. "Nosotros sabemos" que esta
    necesidad es particularmente urgente en el Tercer mundo, donde
    puede observarse una trágica desproporción entre
    los recursos vitales y el crecimiento de la
    población.

     

    7. Una nueva religión
    civil

    La ideología imperialista pretende ser una
    ideología de oclusión de toda trascendencia que no
    sea la trascendencia social. El discurso en que se presenta es
    estrictamente hipotético, en el sentido que ha sido
    explicado más arriba: es el reflejo de la voluntad de los
    que lo emiten 14. Tiene una función utilitaria, pero no
    tiene valor de verdad. Es útil para los que lo emiten y se
    presenta como un lenguaje universal; pero es la imagen invertida
    de los intereses particulares de los ricos y de los poderosos. No
    tiene ningún valor de verdad porque, en su principio
    mismo, se refugia en el aislamiento: el pensamiento se
    elabora en recintos cerrados al mundo exterior. Es la
    expresión más reciente de la antigua
    tradición cientificista, con una formulación
    orientada en provecho de las ciencias
    biomédicas. Sólo los métodos de esas
    ciencias pueden proporcionarnos -se nos asegura- unos
    conocimientos ciertos, y sólo estas ciencias pueden
    aportar al hombre la respuesta a sus interrogantes más
    radicales.

    Este discurso cientificista ignora toda posible
    búsqueda filosófica -y con mayor razón
    teológica- de la verdad del hombre, la sociedad y el
    mundo. En particular, queda excluido todo discurso sobre un ser
    trascendente extramundano. La idea misma de una referencia
    creadora común a todos los hombres es declarada a priori
    sin sentido: es inútil considerarla siquiera. De ahora en
    adelante, una vez reconocida la muerte del padre, la fraternidad
    deja de ser posible y no hay una participación en una
    existencia recibida de un mismo creador. Sólo existe la
    voluntad pura. La sociedad se declara trascendente: una nueva
    religión civil ha nacido, un nuevo ateísmo
    político, un nuevo reino, cuyas divinidades paganas llevan
    por nombre poder, eficacia, riqueza, posesión y saber. Los
    que son ricos, sabios y poderosos demuestran, gracias a su
    triunfo sobre los débiles, que están justificados
    para ejercer un papel mesiánico. En ellos se encuentra en
    efecto, tanto la medida de sí mismos como la de los
    demás.

    Esta ideología mesiánica y
    herméticamente laica, así como la moral del
    amo que le es inherente, exige que sus autores reprogramen a los
    demás hombres. Hay que programarlos física y
    psicológicamente; hay que planificar su producción
    y su educación; para ello, habrá que utilizar el
    hedonismo latente, y contar con la búsqueda del placer.
    Pero al mismo tiempo, habrá que alienar a las parejas,
    quitándoles toda responsabilidad en su comportamiento
    sexual. En suma, los tecnócratas médicos, piezas
    maestras de las fuerzas imperialistas, deberán ejercer un
    control total sobre la calidad y la
    cantidad de seres humanos.

    Este discurso ideológico, que tiene la virtud de
    eliminar el sentido de la responsabilidad y la capacidad de
    acción en las personas, ejerce además la misma
    influencia en el plano de la sociedad. Para el Tercer Mundo, en
    particular, estas ideas son totalmente desastrosas. Consisten en
    hacer creer que la pobreza es
    natural, que es una fatalidad estrictamente ligada a un exceso de
    crecimiento demográfico. Junto a esa consideración
    cuantitativa, se insinuará también, siguiendo a
    Galton (1822-1911), que la pobreza de los pobres es la mejor
    prueba posible de su mediocridad natural. No hay que dejarles,
    pues, llenar el mundo, tanto por su propio bien como por el bien
    general. El uno y el otro recomiendan que el número de
    pobres sea calculado en función de la utilidad que
    representen 15.

    Porque según la ideología que estamos
    examinando, la utilidad es el criterio único que debe
    tenerse en cuenta a la hora de admitir la entrada de un ser
    humano a la existencia. ¿Produce o consume bienes?
    ¿Produce beneficios o placer? Si las respuestas son
    negativas, el nuevo ser es nocivo: es un enemigo. Y como nada
    garantiza siquiera que, de ser útil lo seguirá
    siendo siempre, el ser humano constituye así una amenaza
    permanente para la seguridad de sus semejantes.

     

    8. El panimperialismo
    totalitario…

    Finalmente, y lógicamente, la ideología de
    la seguridad demográfica tiene por fundamento y
    término el punto de referencia único de la muerte.
    La ejecución del niño por nacer camufla la violencia de
    nuestra sociedad, tanto más cuanto que la materialidad de
    esta ejecución se realiza de manera furtiva 16. El
    niño abortado es la víctima propiciatoria a la que
    se transfiere la violencia de nuestra sociedad. Es mi oponente,
    mi rival, es un obstáculo para mis intereses, para mi
    placer y para mi vida; es la causa de la pobreza, el
    obstáculo para el desarrollo. Va a desear lo que deseo,
    primero en el terreno del tener y luego en el terreno del ser. Va
    a surgir en la vida como mi doble: está de más; hay
    que suprimirlo.

    Pero no se trata aquí de una violencia de menor
    cuantía, o de una violencia simbólica como las que
    aparecen en la historia de las civilizaciones y en la mitología. El niño muerto en el seno
    de su madre no es sacrificado: no se le hace sagrado para
    proteger la cohesión de la comunidad humana
    17. Es ejecutado sin que la violencia sea expulsada de la
    sociedad humana. Pues una sociedad totalmente laica ha de
    desacralizarlo todo, incluida la vida, y desmitificarlo todo,
    incluida la víctima propiciatoria. El sufrimiento y la
    muerte constituyen, en efecto, el absoluto sin sentido que
    justifica la rebelión contra el Padre. Por lo tanto, el
    niño al que se mata significa la destrucción del
    Padre Su ejecución no conjura la violencia; anuncia al
    contrario mucha más violencia. Salvo una fuerza mayor,
    nada puede ni debe limitar mi fuerza. Y lo que es más
    grave, una de las funciones de la ideología es la de
    disimular esa violencia ilimitada sustrayéndola al control
    de la razón. Así pues, la legalización del
    aborto
    señala la inminencia del retorno de un delirio irracional,
    disimulado bajo el camuflaje engañoso de una
    ideología de autoprotección.

    La ideología neoimperialista de la seguridad
    demográfica puede, pues, considerarse bastante cercana de
    la ideología nazi; es, en realidad, en más de un
    sentido, una extrapolación de la misma. Mientras que el
    nazismo se presentaba como una nacional-socialismo, en el
    neoimperialismo actual los métodos se han refinado. No se
    trata ya de un imperialismo predominantemente militar, como entre
    los romanos, o predominantemente económico, como en la
    Inglaterra
    victoriana, se trata de un imperialismo de naturaleza claramente
    totalitaria. Los ideólogos han hecho un esfuerzo notable
    para disimular mejor sus designios. El papel de la
    ideología se ha hecho más importante: la conquista
    y el dominio de los
    cuerpos pasa actualmente por el dominio de las inteligencias y de
    las voluntades, y viceversa. Estamos en presencia de un
    fenómeno nuevo: el panimperialismo, donde el control de
    las almas es tan importante como el de los cuerpos.

     

    9. …y
    "metapolítico"

    Y finalmente, como su inspiración directa es la
    forma más reciente del cientificismo, este panimperialismo
    es de naturaleza metapolítica: se esfuerza en hacer
    triunfar una nueva concepción de la vida humana en la que
    ésta sólo tiene sentido a la luz de la
    trascendencia social. El panimperialismo se caracteriza, en
    efecto y ante todo, por la concepción particular del
    hombre que está por encima del ámbito de lo
    político. En nombre de esa antropología, el nuevo
    imperialismo ocupa las estructuras
    que le son necesarias para su poder: políticas,
    científicas, económicas, informativas,
    jurídicas, militares, religiosas, etc. Todas estas
    estructuras transmiten el poder imperialista, como por
    hipóstasis, hasta los confines de la
    tierra.

    El Estado totalitario clásico es todopoderoso
    dentro de sus fronteras, pero este poder está limitado por
    el poder de los demás Estados. Se encarna en un
    príncipe (o un gobierno) que
    puede identificarse, que es visible y, por lo tanto, alcanzable,
    expuesto a una posible agresión y, por lo tanto,
    destruible. Aquí, en cambio, la revolución
    parece imposible, pues el
    príncipe de este mundo se cuida bien de no desvelar su
    rostro (cfr. Juan y, 44). El imperio metapolítico aspira a
    una supremacía incondicional e incondicionada; no quiere
    conocer o reconocer ni iguales ni rivales.

    Los medios de
    comunicación, que tienen una función de
    información, tienen también, en el
    marco de este proyecto totalizador, una función de
    ocultación indispensable. No se toleran los vaticinios de
    Casandra, a menos que se garantice que no serán tomados en
    serio. La información ha de ser tratada según los
    intereses de los que la producen y según los gustos de los
    que la consumen. La colonización de la opinión debe
    tener efectos tranquilizadores en los unos y angustiantes en los
    otros. Lo único que de verdad importa es la seguridad de
    los pudientes; los débiles no tienen precio: los
    ricos pueden, pues, disponer de ellos a su antojo y exiliarlos
    fuera de las fronteras de la humanidad.

    Los proyectos de la legalización del aborto no
    son, en suma, como hemos visto, más que la parte visible
    de un iceberg que oculta muchos peligros.

     

    Monseñor Michel Schooyans

     

    Citas:

    1. "Between two ages. America's role in the technotronic
    era", Harmondsworth, Penguin, 1978. Nuestra exposición
    de las ideas de Brzezinski sigue muy de cerca esta
    obra.

    2. En francés, la "Trilatérale" ha sido
    estudiada sobre todo en "Le Monde diplomatique". Véase,
    por ejemplo, de Diana Johnstone: "Les puissances
    économiques qui soutiennent Carter", no. 272 (noviembre de
    1976), pp. 1,13 y ss.; de Jean-Pierre Cot: "Un grand dessein
    conservateur pour l'Amérique", no. 282 (septiembre de
    1977), pp. 2-3; de Pierre Dommergues, "L'essor du conservatisme
    américain", no. 290 (mayo de 1978), pp. 6-9.

    3. Cfr. "Halte a la croissance".

    4. Cfr., más arriba, p. 163.

    5. Cfr., de Michel
    Crozier, Samuel P. Huntington y Joji Watanuki, "The crisis of
    democracy", Nueva York, New York University Press, 1975, p.
    115.

    6. Cfr. "Between two ages", pp. 9-12 y ss. Comentando
    las ideas de Brzezinski al respecto, Anthony Arblaster escribe:
    "It is depressing enough that intellectuals should be willing to
    accept the roles which Brzezinski foresees for them specialists
    […] involved [..] in government undertakings and house
    ideologues for those in power-. But the subordination of
    intellectuals to the state and its requirements does not occur
    only at the individual level. There is a strengthening tendency
    for the institutions within which […] most intellectuals now
    work, also to be shaped according to the particular political
    priorities of a particular government" ("Ideology and
    intellectuals", en: Knowledge and belief in politics, de Benewick
    y otros, pp. 115-129; la cita es de las pp. 123 y s.)

    7. Alusión a la obra de E.F. Schumacher, "Small
    is beautiful. Economics as if people mattered", Nueva York,
    Perennial Library, 1975.

    8. Cfr. Daniel Bell, "The end of ideology. on the
    exhaustion of political ideas in the fifties", Nueva
    York-Londres, Free Press Paperback, 1965.

    9. Véase, de Juan Bosch, "El pentagonismo,
    sustituto del imperialismo", Madrid,
    Crónica de un siglo, 1968, y especialmente: pp.
    18-21.

    10. Sobre el totalitarismo, véase, de
    Jean-Jacques Walter, "Les machines totalitaires", Parí,
    Denoel, 1982; de Igor Chafarevitch, Le phénomene socialiste, París, Seuil,
    1977; de Hannah Arendt, The origins of totalitarianism, Nueva
    York, Meridian Books, 1959.

    11. Por su postura en materia de
    demografía, la Iglesia
    constituye una amenaza para la seguridad nacional de los EE.UU.
    Ésta es la tesis presentada con gran fuerza por un autor
    al que difícilmente puede tacharse de excesivo
    progresismo: Stephen D. Mumford, en: "American democracy &
    the Vatican. Population growth & national security"", Nueva
    York, Humanist Press, 1984. Complétese con: "Role of
    abortion in control of global population growth", de Stephen D.
    Mumford y Elton Kessel, en: "Clinics in obstetrics and
    gynaecology", t.13 (marzo de 1986), p. 19-31; sobre Kessel,
    véase, de L. Weill-Halle, L'avortement de papa,
    p.53.

    12. Cfr., más arriba, p. 176.

    13. Cfr., p. 123.

    14. Cfr., más arriba, p. 112-118.

    15. Cfr., pp. 166 y 178-181.

    16. Cuanto menor es la percepción
    que de la víctima tiene el verdugo, menor es el control
    que éste tiene de su agresividad. Cfr., de Stanley
    Milgram, "Soumission a l'autorité. Un point de vue
    expérimental", París, Calmann-Lévy,
    1984.

    17. Cfr., de René Girard, "La violence et le
    sacré", París, Grasset, 1972.

    (*) Monseñor Michel Schooyans es un sacerdote
    belga, Dr. en Sociología y en Filosofía, profesor
    emérito de la Universidad
    Católica de Lovaina y miembro consultor permanente en el
    Consejo Pontificio para la Familia, presidido por el cardenal
    Alfonso López Trujillo. Desde hace años investiga
    la cuestión demográfica, en particular las mentiras
    y falacias que se propagan en torno al
    «problema del crecimiento poblacional mundial», sobre
    todo a partir del famoso Memorandum
    Secreto 200/74, elaborado por Henry Kissinger por pedido de
    Gerald Ford, en ese entonces Presidente de EE.UU.

     

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter