– El Valle del Nilo durante la Fase
Nagada II –
"¿Por qué la gente cede, o se ve
obligada a ceder, tanta autonomía individual y local para
volverse parte de – y subordinada a – formas de
gobierno despóticas, a veces absolutamente
crueles?"
Robert Cohen en R. Cohen y E. Service (eds.), Origins
of the State, Philadelphia, Institute for the Study fo Human
Sigues, 1978, p.1
El interrogante que plantea Robert Cohen es una pregunta
que afirma varias cosas. En primer lugar afirma que existe un
voluntarismo histórico en la formación del estado
por el cual "la gente" avizora una forma de vida más
conveniente sometiéndose por voluntad propia a formas de
organización más complejas. En
segundo lugar afirma la existencia de "autonomía
individual" en un contexto de sociedades
humanas organizadas por parentesco, un tipo de
organización en el que la autonomía individual
(entendida en términos occidentales modernos) no
tenía cabida ni sentido. En tercer lugar la
afirmación introduce una valoración
anacrónica al caracterizar de despóticas a unas
formas de gobierno
sustentadas en parámetros culturales distintos.
Las ideas subyacentes al interrogante planteado por
Robert Cohen corresponden, en mi opinión, a un paradigma
evolucionista del origen del estado donde las poblaciones
involucradas en tal proceso
lentamente van cediendo poder en un
jefe que en algún momento deviene rey. Este es el esquema
expuesto en la obra de Eldman Service, Los orígenes del
estado y la civilización. Para Service se debe hacer
una distinción entre "la sociedad
igualitaria, segmentaria, y el Estado
coercitivo" (1), entre los cuales se halla una "etapa de sociedad
de jefatura" (2), un tipo de sociedad organizada por parentesco
donde destacan unos líderes o jefes. Estos personajes
ejercen su liderazgo en
momentos coyunturales (una guerra, una
catástrofe ecológica) o en la más frecuente
coordinación de empresas
comunitarias (como la
organización de expediciones de intercambio, la
construcción de canales, etc.).
Si bien Service admite que la sociedad de jefatura no es
aún una sociedad estatal, ciertamente ha dejado de ser una
sociedad igualitaria, y se halla más cerca de una sociedad
con estado en tanto que "en este tipo de sociedad {de jefatura}
encontramos algo esencial de la verdadera ley, la estructura de
sociedad que puede actuar como un tercero sobre el nivel
familiar" (3). Así, el estado y la sociedad de jefatura se
diferencian en que el primero posee el monopolio de
la coacción, mientras que el segundo basa su autoridad
sólo en el consenso que puede lograr en la comunidad gracias
a su prestigio y su atenta persuasión. Para Service la
sociedad de jefatura se halla en tránsito de convertirse
en una sociedad estatal, pero no se detiene demasiado en explicar
cómo; de alguna manera, a través del "desarrollo de
un sistema
redistributivo permanente" (4) y "una tendencia del pueblo a
creer que el carácter de un hombre se
transmite a sus hijos" (5), el jefe, en algún momento,
deviene rey. Así para los evolucionistas las sociedades
siempre evolución hacia una instancia "superior" y
esta ley tiene, para ellos, validez universal.
Muchas teorías
del origen del estado intentan oponerse a este paradigma. Marcelo
Campagno propone una hipótesis para el Alto Egipto de mediados
del IV milenio a.C. que considera a este origen como un hecho
contingente y sin validez universal. Este autor parte, al igual
que Service, de un escenario de comunidades de aldea donde "el
parentesco se constituye en práctica dominante" (6) A
través del registro
arqueológico de los sepulcros para las fases Nagada I
(4000-3500 a.C.) y sobre todo Nagada II (3500-3200; a mediados
del cual surgiría el estado) recrea la imagen de
comunidades de aldea con marcadas diferencias de riqueza entre
una mayoría de familias y una pequeña
porción de ellas. Puesto que la comunidade egipcias era
una "comunidad de vivos y muertos" (7) las diferencias de riqueza
en los ajuares funerarios encontrados reflejan las diferencias de
riqueza de los vivos de esas mismas comunidades. De aquí
Campagno se aleja del evolucionismo al considerar que ese origen
de lo estatal no pudo haber sido resultado de la interacción de un jefe con su propia
comunidad puesto que "la posición dominante del parentesco
{regulada por "la norma moral de la
reciprocidad" (8) implica la presencia de un límite que
– si bien no se opone a toda forma de liderazgo –
impide la estructuración de una diferenciación
social en el interior de la comunidad" (9). En este esquema un
jefe puede alcanzar altos grados de prestigio pero jamás
tener poder sobre sus parientes, es decir la capacidad de imponer
su voluntad contra la voluntad de la comunidad al contar con el
monopolio de la coerción. Campagno propone, entonces,
dirigirse al exterior de la comunidad, a la región poblada
con varias comunidades; de la interacción entre estas
comunidades nacerá el tipo de relación propio de lo
estatal. Puesto que cada comunidad se piensa a sí misma
como un "nosotros indiviso" (10) que excluye a las demás
comunidades en tanto no-parientes, la relación entre
parientes y no-parientes no se rige por "la norma moral de la
reciprocidad" (11) sino por relaciones de intercambio, si los
términos son pacíficos, o por la guerra si no lo
son. De esta última nace el lazo estatal, no entre un jefe
(y la elite) y su comunidad sino entre un jefe (y la elite) y una
comunidad de no-parientes que haya sido derrotada y sobre la cual
se ejerza una relación basada en el monopolio de la
coerción. Campagno halla, para la fase Nagada II, indicios
de mayor grado de conflictividad bélica entre las
comunidades.
Las evidencias
siguen siendo arqueológicas: en el mural de la Tumba
100 de Hierakómpolis aparecen representados varios
escenarios de luchas violentas; aparece aquí un tipo de
iconografía guerrera que seguirá vigente durante
milenios: un individuo de
mayor tamaño que el resto (así se representaba
siempre al faraón) frente a tres (número egipcio
para el plural) enemigos cautivos; el gigante se halla con su
brazo erguido esgrimiendo una maza a punto de ultimar a sus
cautivos. Este gesto será característico de la
iconografía faraónica: el faraón, en tanto
rey-dios, trae orden y estabilidad al cosmos masacrando a los
enemigos (los extranjeros) que intentan desestabilizar el orden
cósmico; este gesto característico aparece
también en la Paleta de Narmer donde algunos de los
atavíos distintivos (como la cola de toro, que denota la
naturaleza
sobrenatural del rey) aparecen ya en una cerámica decorada de Nagada I. Para
Campagno, entonces, durante Nagada II se habría dado un
contexto de competencia
bélica entre jefaturas por el control de
redes de
intercambio de bienes
exóticos (escasos e indispensables para mantener la
posición de prestigio en una sociedad de jefatura (12) que
habrían llevado a un tipo de guerra de conquista de un
jefe (y su elite) de una comunidad sobre otra, dando así
origen a un tipo de relación de poder basado en la
capacidad permanente de coacción. Este origen es
contingente y reversible, pero potencialmente convertible en una
relación de dominación permanente. Así, esta
hipótesis
contradice el interrogante de Cohen en parte: vemos que una
comunidad es obligada a ceder frente a la contingencia de ser
conquistada por un jefe y una elite de no-parientes, quedando
subordinada en principio en contra de su voluntad; pero la
comunidad de parientes jamás cede poder a ese jefe
conquistador, cuya relación prosigue en iguales
términos como parte de una totalidad y una unidad (13)
regida por el idioma del parentesco.
La hipótesis de Campagno, si bien es cierto que
se opone en forma radical al paradigma evolucionista, no es menos
cierto que comparte con Service un aspecto muy importante:
asociar el origen de lo estatal a la aparición de un
monopolio de la coerción. Si tomamos a Maurice Godelier,
en cambio,
podemos decir que hay dos "procesos de
formación del Estado: uno exógeno con respecto a la
sociedad y otro endógeno" (14). Si bien comparte con
Service el postular una "constitución progresiva" (15 de las
relaciones de dominación y una génesis
endógena, Godelier postula que de los dos elementos de un
poder de dominación, poder y consentimiento, éste
último es el más decisivo (16), aunque aclara que
"en el fondo violencia y
consentimiento no son realidades mutuamente excluyentes" (17) y
que en el límite, cuando cae el consenso, la violencia
emerge para restaurar el orden. Para Godelier, el nacimiento de
una aristocracia en una sociedad arcaica se logra cuando un
grupo adquiere
poder fundamentándolo en "un acceso privilegiado a los
antepasados y al dios que poseen la capacidad de reproducir toda
forma de vida" (18), es decir, un grupo que, ejerciendo un
control sobre condiciones "imaginarias" (aunque reales para la
comunidad), de "interés
general", puede disfrutar "de mayor prestigio, autoridad y
algunas ventajas materiales"
(19). La dominación aquí se produciría por
un "intercambio de servicios"
(20) que aunque no parece salir de las pautas de reciprocidad,
podríamos también juzgar que posee rasgos
asimétricos entre esa aristocracia emergente y la
comunidad y que tal vez evadiera la norma moral de reciprocidad
que menciona Campagno. Si retomamos el interrogante de Robert
Cohen, basándonos en Godelier, no podríamos
asegurar que la gente ceda, o por lo menos no que lo haga en
forma obligada, puesto que las fuerzas cósmicas de
reproducción social que gestionaría
la elite para toda la comunidad poseen de por sí una
legitimidad en la comunidad, pues constituyen su
cosmovisión, su realidad, su conexión con el universo (lo
mismo para la elite que se construye como grupo dominante, sin
que por esto tenga un ansia maquiavélica de
acumulación consciente de poder). Es cierto que, en el
esquema de Godelier, la gente (aunque no conscientemente ni por
una decisión tomada individualmente) cede para volverse
parte de, o mejor dicho para seguir siendo parte de un orden
cósmico reproducido en la forma correcta, pero no
podría considerarse que lo haga hacia un gobierno
despótico, como si se tratara de una desafortunada
elección o de una opción frente a la cual no
tuviera más remedio. Para el Alto Egipto en la fase Nagada
II nos dice Joseph Cervelló Autuori, refiriéndose
siempre a las raíces africanas de lo egipcio que "el poder
del rey divino africano no es arbitrario, sino que está
"consensuado" con un cuerpo social que se lo otorga pero no le da
rienda suelta" (21). Y sin embargo no deja de llamarlo poder.
Cervelló cita a Henri Frankfort para sostener que ni
aún el poder faraónico podía considerarse
despótico porque "El faraón no actúa
arbitrariamente, sino que mantiene un orden establecido (del que
la justicia es un
elemento esencial)" (22). Apoyándonos entonces en
Cervelló y en Godelier podríamos considerar la
posibilidad de que el poder regio atestiguado por la
arqueología para la fase Nagada II haya sido un poder de
un jefe-dios guerrero sobre comunidades de no-parientes
conquistadas en una guerra pero también sobre su comunidad
de parientes, puesto que "la conexión entre la
aparición del ejercicio de la violencia por parte del
poder real y la formación del estado parece aquí
bastante clara, como también la relación entre todo
ello y la vinculación del mundo simbólico ganadero
con el poder, fenómeno igualmente característico de
las realezas complejas africanas" (23). Podríamos intentar
entonces una reinterpretación de la Tumba 100 de
Hierakómpolis, o al menos una extensión de su
significado: el gigante que maza en mano está a punto de
abatir a sus enemigos cautivos podría tratarse de un
rey-dios guerrero conquistando a enemigos no-parientes pero
también de un rey-dios guerrero castigando a unos
parientes subversivos de un orden social al que el resto de la
comunidad de parientes brinda su consenso.
La hipótesis de Campagno posee, sin embargo, la
ventaja de no pretender una universalidad a prueba de diferencias
coyunturales, geográficas o culturales. Posee la
coherencia de construir un modelo
teórico que, aunque basado en muy escasa documentación (la disponible para el
período), intenta dar explicación de un proceso
histórico concreto en
vez de forzar esa misma documentación hasta el extremo de
llegar a utilizarla en apoyo de períodos y sociedades
ajenas (como varios han hecho con la hipótesis de
Wittfogel). Pero se encuentra cierta debilidad o cierta
desconfianza hacia la negación absoluta de la posibilidad
de surgimiento de relaciones de poder, de conflictos de
clase al
interior de una comunidad de parentesco. Campagno cita a Pierre
Clastres para quien la sociedad primitiva es "una multiplicidad
de comunidades indivisas que obedecen a una misma lógica
de lo centrífugo" (24 expresado en "la guerra como verdad
de las relaciones entre comunidades" (25; un verdadero estado de
naturaleza hobbesiano donde la guerra crónica entre
comunidades tiene la particularidad de impedir constantemente al
Estado, pero a su vez no impide la existencia de sociedad en un
caos anárquico tal como postularía Thomas Hobbes sino
que fomenta y reproduce una forma de organización social
absolutamente contraria a la emergencia de poder en su interior.
Este esquema seudohobbesiano es bastante criticable. Katrhyn Bard
postula que la cultura
material revelada por la arqueología para el Alto Egipto
"sugiere interacción continuada – no sólo
económica, sino una interacción de ideas y
comportamientos simbólicos en un amplio sistema regional
de creencias" (26 que "son indicativas de creencias subyacentes
con un gran significado simbólico más allá
de la aldea" (27. Es decir, cabría la posibilidad de
pensar (apoyándose en evidencias materiales) que las
comunidades no fueran mutuamente excluyentes ni permanentemente
hostiles, y que cierta conciencia de
participación en una cosmovisión religiosa aplacara
esas fuerzas centrífugas mencionadas por Clastres
(después de todo el parentesco funciona también al
nivel de ideología en este tipo de sociedades y,
como bien dice Bard, "la ideología no era estática"
(28). Bard, además, se postula en contra de un origen
estatal endógeno a la comunidad que se base en la
apropiación de excedentes de subsistencia por parte de una
elite, pero no absolutamente contraria a la postura
endógena. Así, mientras que para Campagno el origen
del estado se basaría (entre otras cosas) en un estado
(potencial) de guerra entre comunidades por el control de unos
flujos escasos de bienes de prestigio, para Bard, en cambio, "fue
resultado de un creciente intercambio económico y una
integración de aldeas que en principio era
económicamente autónomas" (29. Y confluye hacia el
factor endógeno planteando que exitoso monopolio por parte
de la elite en la adquisición y distribución de bienes de prestigio
terminó generando "un cambio ideológico mediante el
cual los jefes se volvieron más cercanamente vinculados a
los seres sobrenaturales, y finalmente el gobernante del estado
dinástico temprano se volvió un dios" (30). Tiene
la ventaja de considerar el factor endógeno junto con las
condiciones regionales específicas del Alto Egipto, aunque
arrastra la desventaja de recaer en un gradualismo necesario que,
en el fondo, evita o no puede o no cree necesaria explicar el
cómo, dando pie a la posibilidad de interrogantes
un poco confusos como el de Robert Cohen. Se lo podría
refutar, además, recordando a los personajes de
tamaño gigante y vestimenta con rasgos faraónicos
de la cerámica decorada de Nagada I, mucho antes de que
surgiera el estado. El desfase es insoslayable.
Por último podemos abordar el interrogante de
Robert Cohen sin salirnos de la órbita de la
ideología en la que nos había incluido Bard (y
Cervelló y Godelier) ni tampoco ingresar en un planteo que
pretenda validez universal para la explicación del origen
del estado. Barry Kemp intenta encontrar la especificidad del
desarrollo del Estado en Egipto, lugar donde el fenómeno
ocurre "en ausencia de algunos de los factores más obvios"
(31) que diferentes autores utilizan para explicar el origen del
estado (como la amenaza externa o la carencia de recursos).
Según Kemp en Egipto "el factor esencial es
psicológico" (32) propio de las sociedades sedentarias que
habrían desatado las fuerzas de competencia haciendo que
en Egipto, al no desarrollarse un freno, las condiciones
iniciales para el desarrollo de la evolución hacia
sociedades complejas habrían avanzado de manera
prácticamente ilimitada (33). Reaparece aquí cierta
predestinación en la manera de entender la
formación del estado dadas unas condiciones generales
(comunidades sedentarias en las que se desarrolla cierto
afán competitivo entre individuos y comunidades) y
particulares (los factores propios del proceso en Egipto) y
luego, nuevamente un factor universal residente "en la mente
humana: el poder creativo de la imaginación para forjar
una ideología peculiar que, a través de una
diversidad de símbolos y rituales, infunde un amplio
respeto" (34).
Nuevamente, entonces, se refuta la pretensión de Cohen de
una cesión voluntaria de autonomía individual. Pero
lo individual no descartado, como vemos, pues los factores
psicológicos que Kemp considera motivarían la
dominación, aunque la aceleración del proceso
estaría asociada a la ideología.
Como vemos el paradigma evolucionista mantiene gran
parte de su vigencia. A través de los planteos de muy
distintos autores podemos observar cómo hay quienes se
acercan más o menos al esquema de Eldman Service. En este
contexto de plena legitimidad del paradigma evolucionista,
interrogantes como el de Robert Cohen resultan claramente
válidos para interrogarse sobre el origen del estado y la
civilización.
BIBLIOGRAFIA
– Elman Service, Los orígenes del estado y la
civilización, 1984, capítulo 4.
– Marcelo Campagno, Surgimiento del Estado en Egipto:
cambios y continuidades en lo ideológico, 1998,
capítulo 1.
– Marcelo Campagno, Parentesco, intercambios,
conflictos. Consideraciones sobre el surgimiento del Estado en
Egipto, 2001.
– Pierre Clastres, Arqueología de la violencia:
la guerra en la sociedad primitiva, 1977
– Maurice Godelier, Procesos de constitución, la
diversidad y las bases del Estado, 1980.
– Joseph Cervelló Autuori, Egipto y Africa. Origen de
la civilización y la monarquía faraónicas en su contexto
africano, 1996, capítulo 4.
– Kathryn A. Bard, Hacia una interpretación del rol de la
ideología en la evaluación
de la sociedad compleja en Egipto, publicación de la
Cátedra Murphy de Historia Antigua de Oriente,
2005
– Barry Kemp, El Antiguo Egipto. Anatomía de una
civilización, 1992, capítulo 1.
FUENTES
– Paleta de Narmer
– Mural de Tumba 100 de Hierakómpolis
– Inscripción de cerámica en la fase
Nagada I
– Todas publicadas por la Cátedra Murphy de
Historia Antigua de Oriente, 2005.
NOTAS
1. Elman Service, Los orígenes del estado y la
civilización¸ pág. 105
2. Elman Service, Los orígenes del estado y la
civilización¸ pág. 105
3. Elman Service, Los orígenes del estado y la
civilización¸ pág. 105
4. Elman Service, Los orígenes del estado y la
civilización¸ pág. 111
5. Elman Service, Los orígenes del estado y la
civilización¸ pág. 93
6. Marcelo Campagno, Surgimiento del Estado en Egipto:
cambios y continuidades en lo ideológico, pág.
39
7. Marcelo Campagno, Surgimiento del Estado en Egipto:
cambios y continuidades en lo ideológico, pág.
44
8. Marcelo Campagno, Parentesco, intercambios,
conflictos. Consideraciones sobre el surgimiento del Estado en
Egipto, pág. 17
9. Marcelo Campagno, Parentesco, intercambios,
conflictos. Consideraciones sobre el surgimiento del Estado en
Egipto, pág. 17
10. Pierre Clastres, Arqueología de la violencia:
la guerra en la sociedad primitiva, pág. 203
11. Marcelo Campagno, Parentesco, intercambios,
conflictos. Consideraciones sobre el surgimiento del Estado en
Egipto, pág. 17
12. Marcelo Campagno, Parentesco, intercambios,
conflictos. Consideraciones sobre el surgimiento del Estado en
Egipto, pág. 21
13. Pierre Clastres, Arqueología de la violencia:
la guerra en la sociedad primitiva, pág. 202
14. Maurice Godelier, Procesos de la
constitución, la diversidad y las bases del Estado,
pág. 667
15. Maurice Godelier, Procesos de la
constitución, la diversidad y las bases del Estado,
pág. 667
16. Maurice Godelier, Procesos de la
constitución, la diversidad y las bases del Estado,
pág. 667
17. Maurice Godelier, Procesos de la
constitución, la diversidad y las bases del Estado,
pág. 668
18. Maurice Godelier, Procesos de la
constitución, la diversidad y las bases del Estado,
pág. 670
19. Maurice Godelier, Procesos de la
constitución, la diversidad y las bases del Estado,
pág. 669
20. Maurice Godelier, Procesos de la
constitución, la diversidad y las bases del Estado,
pág. 672
21. Josep Cervelló Autuori, Egipto y Africa.
Origen de la civilización y la monarquía
faraónicas en su contexto africano, pág.
198
22. Josep Cervelló Autuori, Egipto y Africa.
Origen de la civilización y la monarquía
faraónicas en su contexto africano, pág.
197
23. Josep Cervelló Autuori, Egipto y Africa.
Origen de la civilización y la monarquía
faraónicas en su contexto africano, pág.
197
24. Pierre Clastres, Arqueología de la violencia:
la guerra en la sociedad primitiva, pág. 215
25. Pierre Clastres, Arqueología de la violencia:
la guerra en la sociedad primitiva, pág. 215
26. Kathryn A. Bard, Hacia una interpretación del
rol de la ideología en la evaluación de la sociedad
compleja en Egipto, pp. 7-8
27. Kathryn A. Bard, Hacia una interpretación del
rol de la ideología en la evaluación de la sociedad
compleja en Egipto, pág. 8
28 Kathryn A. Bard, Hacia una interpretación del
rol de la ideología en la evaluación de la sociedad
compleja en Egipto, pág. 12
29. Kathryn A. Bard, Hacia una interpretación del
rol de la ideología en la evaluación de la sociedad
compleja en Egipto, pág. 10
30. Kathryn A. Bard, Hacia una interpretación del
rol de la ideología en la evaluación de la sociedad
compleja en Egipto, pág. 10
31. Barry Kemp, El Antiguo Egipto. Anatomía de
una civilización, pág. 43
32. Barry Kemp, El Antiguo Egipto. Anatomía de
una civilización, pág. 43
33 Barry Kemp, El Antiguo Egipto. Anatomía de una
civilización, pp. 44-46
34. Barry Kemp, El Antiguo Egipto. Anatomía de
una civilización, pág. 47
Facundo Cerroa