- INTRODUCCION
- DESARROLLO:
- SOBRE UNA NUEVA CLASE DE RAYOS
- LA ERA DE LOS PIONEROS
- LA EDAD DE ORO DE LA RADIOLOGIA Y LOS COMITES DE
RADIOPROTECCION - LA EDAD DE ORO DE LA RADIOPROTECCION
- LA ERA MODERNA
- DISCUSION
- CONCLUSIONES
- RESUMEN
- APENDICE: CRONOLOGIA DE LOS PRIMEROS CINCUENTA
AÑOS DE RADIOPROTECCION - BIBLIOGRAFIA
INTRODUCCION:
"Ni los rayos X acusan
una novedad tan grande como se cree, ni mucho menos representan
en Medicina un
descubrimiento tan útil como se piensa. Porque no pueden
abrigarse esperanzas de obtener retratos del cerebro dentro
del cráneo, de los pulmones dentro del tórax y de
las vísceras abdominales dentro de la pelvis. Tales
exageradas ilusiones son propias de algunos
espíritus cándidos y excesivamente
creyentes". Profesor Royo Villanova, Revista de
Medicina y
Cirugía Prácticas, 1896.
Sin duda, pocos descubrimientos han producido la
fascinación y el interés
inmediato, tanto entre los científicos como en el
público, que despertó el hallazgo reportado por
Roentgen los primeros días de 1896: una nueva forma de
energía, que no se podía sentir, ni degustar, ni
ver, ni oír, pero capaz de atravesar no sólo la
carne humana, sino hasta las paredes, amenazando con acabar para
siempre con la vida privada y la intimidad. Muchos investigadores
cambiaron el curso de sus trabajos y se dedicaron con furor al
estudio y utilización de los rayos del físico
alemán de modo tal que un mes después del anuncio,
algunos cirujanos de Estados Unidos y
de Europa se guiaban
por radiografías para realizar su trabajo. Pero los usos
no se limitaron al campo de la Medicina, hubo
otros más disparatados, incluyendo sesiones de ocultismo,
que fueron ideados en todo el mundo para divertir a los curiosos
y engordar los bolsillos de los feriantes: el mismo Roentgen
estaba indignado ante el uso desaprensivo que se hacía de
su descubrimiento.
Los rayos X fueron
recibidos sin ningún tipo de desconfianza, y utilizados
sin restricciones, esta amplia difusión hizo que las
lesiones provocadas por ellos se percibieran y reportaran casi
desde el comienzo. Pero los investigadores no estaban muy
seguros de
cuál era la causa de los incidentes cutáneos
observados, que ellos llamaban "golpes de sol o insolaciones
eléctricas". Hay que considerar que también hubo
víctimas de la alta tensión, tal es el caso del Dr.
François Jaugeas, Jefe de Laboratorio de
Radiología del Hospital de París, electrocutado en
1919 en el transcurso de un examen
radioscópico.
La confusión, la ignorancia y las opiniones
dispares acompañaron los primeros pasos de la
radioprotección médica. Su historia puede dividirse en
cuatro períodos cronológicos
principales:
- La Era de los Pioneros de la
Protección: (1895-1915) Marcada por el
reconocimiento del peligro de las radiaciones y el desarrollo
de las primeras medidas de protección fomentadas por un
pequeño grupo de
pioneros. - La Edad de Oro de la Radiología:
(1915-1940) Notable no sólo como un tiempo de
grandes progresos en la aplicación médica de los
rayos X y de la
radioactividad, sino también por el establecimiento de
unidades de medición y esfuerzos organizados en
radioprotección. - La Edad de Oro de la Radioprotección:
(1940-1960) Desarrollo
de las bases científicas y técnicas de la
protección moderna y nacimiento de la Radiofísica
Sanitaria como profesión. - La Era Moderna: (1960-Presente)
Regulación de la utilización de los rayos X.
Aumento de la complejidad de las aplicaciones médicas de
los rayos X e
isótopos radioactivos. Desarrollo
de nuevas modalidades diagnósticas que evitan el uso de
radiaciones ionizantes.
El objetivo de
esta monografía
es describir brevemente cómo se descubrieron los efectos
biológicos superficiales y profundos de los rayos X, muchas
veces a expensas de los propios investigadores, y cómo se
fueron desarrollando las medidas preventivas que
nos permiten en la actualidad ejercer con mínimo
riesgo una de
las especialidades más apasionantes de las Ciencias
Médicas.
Wilhelm Conrad Roentgen, de 50 años, rector
de la Universidad de Würtzburgo era, a fines
del año 1895, uno de los físicos dedicados a
investigar el comportamiento de los rayos catódicos
en un tubo de descarga gaseosa de alto voltaje. Para evitar
la fluorescencia que se producía en las paredes de
vidrio del
tubo, lo había envuelto con una cubierta de
cartón negro. Entre los objetos que estaban en su
laboratorio figuraba una pequeña
lámina impregnada con una solución de cristales
de platino-cianuro de bario, que por la luminiscencia
amarillo-verdosa que producía al ser tocada por la
luz de los
rayos catódicos, era una sustancia frecuentemente
empleada por los investigadores.Una tarde, al conectar por última vez el
carrete de Ruhmkorff a su tubo, descubrió que se
iluminaba el cartón con platino-cianuro de bario que
se hallaba fuera del alcance de los rayos emitidos, los
cuales, en el mejor de los casos, se atenuaban a unos 8 cm de
la placa obturadora. Esta débil luminiscencia
seguía siendo visible aún en el otro extremo
del laboratorio, a casi dos metros del tubo
envuelto en cartón negro.Roentgen era daltónico y no distinguía
los colores de
las insignias de sus alumnos en las fiestas de la Universidad (1), pero eso no le
impidió ver claramente la luz verde
emitida por el cartón, y, dada su mentalidad de
investigador meticuloso, no podía dejar pasar este
fenómeno sin tratar de averiguar la causa. Supuso que
interponiendo un objeto entre la luz invisible
y el cartón fluorescente que la reflejaba,
debería verse su sombra. Tenía un mazo de
cartas en el
bolsillo; descubrió, para su sorpresa, que aún
poniéndolo entero, apenas se producía una
sombra. Un libro
grueso de mil páginas sólo redujo levemente la
luminiscencia del cartón con platino-cianuro de bario.
De modo que esta nueva radiación no sólo era
invisible, sino que además tenía la facultad de
atravesar los cuerpos opacos. Como diría años
después el propio Roentgen, aquél fue "un
regalo maravilloso de la naturaleza".Con el paso de los días Roentgen tuvo la
necesidad de documentar sus experimentos
y pensó en fotografiar la pantalla fluorescente donde
se reproducía en forma curiosa la silueta de los
objetos interpuestos: el cuadrante y la aguja
magnética de su brújula, el cañón
de la escopeta arrinconada contra la pared, la moldura y los
goznes de la puerta del laboratorio. Entonces hizo un nuevo
descubrimiento: la caja de placas fotográficas que
tenía sobre la mesa estaba completamente velada. Su
intuición le dijo que los nuevos rayos habían
atravesado la caja y el envoltorio que protegían a las
placas de la luz y
habían actuado también sobre la
emulsión. Para comprobarlo colocó la caja de
madera que
contenía las pesas de bronce de su balanza de
precisión sobre una placa fotográfica envuelta
en su papel
negro protector, conectó su tubo y esperó. Al
revelarla, encontró la reproducción exacta de
las pesas metálicas, sin embargo, la caja de madera
había desaparecido.El descubrimiento más excitante se produjo
cuando Roentgen interpuso su propia mano entre el tubo y la
pantalla y comprobó que, si bien los tejidos
blandos eran atravesados por la radiación, el
esqueleto se representaba nítidamente. El 22 de
diciembre de 1895 le pidió a su esposa Bertha que
colocase la mano sobre la placa de cristal y luego de 15
minutos de exposición, los huesos de la
mano y el anillo de casada de Bertha aparecieron en la placa
recién revelada. Ver su esqueleto le produjo a Frau
Roentgen un gran impacto y temor, lo sintió como una
premonición de la
muerte.Roentgen había apuntado todas sus
experiencias concienzudamente y entregó un manuscrito
con sus investigaciones el 28 de diciembre de 1895 a
la Academia de Ciencias
Físicas y Médicas de Würtzburgo
(2). La publicación apareció en el
número 9 de la Sitzungs Berichte der Physikalisch
Medizinischen Gessellschaft zu Würtzburg la primera
semana de 1896.¿Cuál fue en realidad el mérito
de Roentgen?. Muchos de los físicos que trabajaban con
los tubos de Geissler o de Crookes, incluyendo a su propio
ayudante Zehnder, habían observado la luminiscencia de
algunos materiales
próximos al tubo, pero ninguno de ellos
reconoció este fenómeno como algo especial, y
por cierto ninguno se dedicó a investigarlo.
Curiosamente varios años antes, el propio Geissler
trabajando en su laboratorio, había reclamado a la casa
de materiales
fotográficos Ilford porque le habían mandado
placas totalmente veladas (1). Los rayos X de su
tubo habían sido con toda seguridad
la causa de este fallo, pero solamente Roentgen tuvo la
mezcla suficiente de intuición y genio para comprender
que se enfrentaba a un tipo de energía desconocida y
de características tan sorprendentes que
ni siquiera hubieran podido imaginar las mentes más
fértiles de la época.Un antiguo condiscípulo, Franz Exner,
profesor de física de Viena,
mantenía una afectuosa amistad y
una nutrida correspondencia con Roentgen, y fue uno de los
primeros en tener noticias del descubrimiento. Hasta
poseía copias de las precarias fotografías: la
brújula, las pesas de bronce, el cañón
de la escopeta, e incluso la mano de Bertha. Exner estaba tan
entusiasmado con el descubrimiento de su amigo, que no
dudó en compartirlo con el profesor Lecher, de Praga,
cuyo padre era el redactor en jefe de Die Presse, un periódico de Viena. Así fue
como, el 5 de enero de 1896, los vieneses podían leer
en la primera página del diario acerca de los
extraordinarios rayos X del
Dr. Roentgen y contemplar la reproducción de sus
imágenes. A partir de aquí la
noticia se difundió por todo el mundo en forma veloz,
siendo acogida con alabanzas y entusiasmo por algunos, y con
críticas y escepticismo por otros, como era de
esperarse. En 1901, Roentgen, que en toda su vida solamente
aceptó las distinciones de carácter
científico, recibió el primer premio Nobel de
Física, siendo él el
único nominado.Sólo dos meses después del anuncio del
descubrimiento de los rayos X, un
físico francés comunicó al mundo que
había encontrado unos rayos penetrantes similares,
pero emitidos por sales de uranio. Henri Becquerel,
físico y académico como su padre y su abuelo,
y, como ellos, profesor en el Museo de Historia
Natural, publicó tres notas sucesivas a la Academia de
Ciencias
de París, el 24 de febrero, el 2 y el 9 de marzo de
1896. Son las primeras aplicaciones de los rayos X las
que le incitaron a preguntarse si los cristales de uranio que
impresionaban sus placas fotográficas no
emitirían también rayos X. El
anuncio del descubrimiento de la radioactividad, a diferencia
del de los rayos X,
pasó totalmente desapercibido, no sólo para el
público, sino también para la comunidad
científica. Sólo dos años más
tarde, cuando los Curie descubrieron el radio, se
difundió el interés por el tema. Henri Becquerel
compartió con Pierre y Marie Curie el premio Nobel de
Física
en 1903.- SOBRE UNA NUEVA CLASE DE RAYOS
- LA ERA DE LOS PIONEROS:
Ya en marzo de 1896, las cartas a los
editores de revistas científicas de los Estados Unidos
empezaron a señalar hechos reveladores sobre la
acción biológica de los rayos X. Thomas Alva
Edison, una vez que tuvo conocimiento
de la
comunicación de Roentgen a la Academia de
Würtzburgo, construyó su propio aparato,
dedicándose a difundirlo así como a sacar de
él el máximo provecho económico posible.
Definen su carácter pragmático las opiniones
vertidas en un periódico
americano: "…el profesor Roentgen probablemente no va a
obtener ni un solo dólar por su descubrimiento. Pertenece
a esa clase de científicos puros que estudian por placer y
por el deseo de penetrar en los secretos de la Naturaleza.
Después de haber descubierto algo maravilloso, algunos
deberían pensar en ello desde el punto de vista
comercial…y obtener un beneficio financiero".
Edison pronto reportó irritación en los
ojos por trabajar con tubos "a fluorescencia", y aunque no estaba
seguro de que
se debiera a los rayos X, recomendó no usarlos en forma
continua. Desgraciadamente, no evitó la
sobreexposición de su asistente, Clarence M. Dally, que
era el que ponía las manos en el fluoroscopio durante las
demostraciones en público. Dally, que era zurdo,
sufrió una radiodermitis que lo llevó a la
amputación de la mano izquierda, además de
caída del cabello de la frente y las cejas y eritema;
finalmente, moriría como resultado de las radiaciones en
1904.
El 10 de abril de 1896, J. Daniel informó sobre
una depilación que sobrevino en un paciente veinte
días después de la larga búsqueda de un
proyectil en el cráneo. Asimismo, en julio de 1896, Mr.
William Levy, de Eau Claire, Wisconsin, exigió conocer el
emplazamiento de una bala que había recibido en la cabeza
diez años antes; el Profesor Fred S. Jones del Laboratorio de
Física de
la Universidad de
Minesota efectuó dos radiografías sobre este
paciente, que llegó a las ocho de la mañana y se
retiró a las diez de la noche: sus cabellos se cayeron en
los días siguientes del lado derecho de la cabeza, donde
estaba fijado el tubo, la oreja derecha se inflamó con
aspecto de congelamiento, y se observaron igualmente lesiones en
la cabeza, la boca y la garganta, sin embargo, Mr. Levy
demandó una nueva vuelta por los rayos X justo antes de la
intervención destinada a retirar la bala.
A pesar de la cantidad de incidentes reportados, la
opinión que prevalecía entre los científicos
era que las lesiones de la piel no
estaban causadas por los rayos X, sino más bien por otros
factores relacionados, como la luz ultravioleta,
los rayos catódicos, la inducción eléctrica, la
oxidación por ozono, la idiosincrasia del paciente o
fallas técnicas.
Pero los reportes eran tan persistentes y tan numerosos
que un físico americano, Elihu Thomson, para despejar las
dudas, decidió verificar sobre sí mismo la
acción de los rayos en los tejidos vivos.
Expuso el dedo meñique de su mano izquierda durante media
hora por día al tubo de Crookes que poseía. Durante
una semana no se produjo ningún efecto y su piel
permaneció intacta. Pero después de un cierto
tiempo el dedo
enrojeció, se puso extrañamente sensible, hinchado
y doloroso, y dos tercios de la parte expuesta estaban afectados
por una flictena que se extendía cada
día.
Diecisiete días después de la
exposición el dedo todavía se veía mal, pero
empezaba a mostrar una tendencia a la curación, la
acción destructiva no se había extendido más
allá de la superficie y se limitaba a la parte expuesta.
El dedo vecino, menos directamente irradiado, se puso rojo y
doloroso, pero sin flictena y curó rápidamente.
Para responder a las objeciones de quienes aún no estaban
seguros,
Thomson repitió la experiencia con otro dedo, pero
cubriéndolo de plomo, salvo a nivel de una pequeña
ventana: la radiolesión no apareció más que
en el sitio no protegido. Un resumen de sus experimentos
apareció en American X Ray Journal de noviembre de
1898.
Nikola Tesla, ingeniero electrónico,
publicó en mayo de 1897 en "Electrical Review" el
experimento que efectuó sobre la piel de sus
manos: constató que los efectos eran netamente atenuados
si se interponía una placa de aluminio
conectada a tierra entre
el tubo y la región irradiada y atribuyó estos
efectos a la electricidad
estática. Elihu Thomson también
opinó que una pantalla metálica protegía de
una manera eficaz, pero, como la interposición de tal
pantalla aumentaba el tiempo de
exposición, se preguntaba si habría un verdadero
beneficio en tanto no se pudiera encontrar una pantalla que
separase los rayos útiles de los que eran absorbidos por
la piel.
El primer estudio sistemático de los accidentes que
sobrevinieron después de 1896 figura en un destacado
reporte de los médicos franceses Oudin, Barthélemy
y Darier, comunicación hecha en el 12º Congreso
Internacional de Medicina en
Moscú (19 al 26 de agosto de 1897) y publicado en la
France Medicale de 1898, Nº 8 a 12 (3). Estos
profesionales pueden agruparse, en razón de su reporte,
entre los médicos que estaban persuadidos de que los rayos
X tenían acciones
biológicas y que podían ser peligrosos, tanto para
el paciente examinado como para aquellos que manipularan los
instrumentos. El Dr. Darier, médico dermatólogo e
histólogo del Hospital de París, se vio conducido a
la investigación de las radiolesiones a
raíz de la siguiente historia: una joven de
Dublin había visto aparecer, el 30 de mayo de 1896, una
escara abdominal de más de 200 cm2 después de dos
tentativas de radiografía de abdomen. La joven
consultó al Dr. Apostoli, quien requirió la
opinión del Dr. Darier, este último
diagnosticó una gangrena seca de la dermis e hipodermis.
Apostoli presentó el caso ante la Academia de Ciencias el 14
de junio de 1897 y concluyó que la lesión se
debía a la proximidad del tubo de rayos a la piel. En
efecto, el rendimiento de los tubos primitivos era muy
débil, y para tomar muchas radiografías
había que acercarlos a pocos centímetros de la
piel, al
límite de riesgo de una
descarga eléctrica, mientras que los tiempos de
exposición iban desde 20 minutos a varias
horas.
Oudin, Barthélemy y Darier recolectaron en su
reporte 50 accidentes
provenientes de todos los países. Incitan a trabajar con
mucha prudencia, pero señalan que el número de
accidentes es
mucho menor que el causado, por ejemplo, por el cloroformo. Sus
casos sólo conciernen a lesiones cutáneas, las
únicas aparentes en aquella época:
- Un demostrador que efectuaba experiencias en
público seis a ocho horas por día, vio su mano
derecha ponerse dolorosa y roja, las uñas se cayeron,
después le siguió la mano izquierda, y
registró además una pérdida del cabello de
las sienes, de la frente y de las cejas, así como de la
parte izquierda de su bigote. - Un tubo de rayos X mantenido durante 45 minutos a 3
cm del temporal izquierdo de un sujeto, entrañó
una tumefacción de tejidos de 10
cm de diámetro, cuya cicatrización, muy lenta, se
produjo desde la periferia hacia el centro. - Oudin, después de varios meses de
experimentación vio aparecer una dermatitis
crónica en el dorso de sus manos, las uñas,
aunque dolorosas y espesadas, no se cayeron. Su inquietud no
fue muy grande; después de pasar un mes sin exponerse
reapareció el aspecto normal, ante lo cual se dijo:
"como para los cirujanos, cuyas manos no soportan las soluciones
de corrosivo o de ácido fénico". - Un lupus de la región temporal tratado con
rayos X se mejoró, pero apareció en su lugar una
alopecia seguida de una reposición lenta de cabellos,
que fueron completamente anormales y en todo diferentes a los
otros.
Los autores analizaron estas observaciones y sus
reflexiones, aunque incompletas, son extremadamente interesantes:
estos accidentes se
caracterizan por la ausencia de sensación inmediata, la
aparición tardía de las lesiones y la lentitud de
su curación.
Distinguen tres categorías:
- Lesiones de los tegumentos, epidermis y
dermis. - Síntomas "viscerales": es decir, las
dermatitis superficiales y profundas, variables
según la edad y constitución del sujeto, lentas en
aparecer, dolorosas y de curación tardía, con
depilación y alteraciones ungueales; los autores
remarcan que los accidentes
son más graves si se exponen nuevamente las regiones
dañadas antes de la curación
completa. - El compromiso de órganos internos se reduce a
poca cosa más que los vómitos de un
chico de siete años "sometido a la
radiografía".
La interpretación de los hechos es juiciosa pero
incompleta: existe una diferencia en la sensibilidad de los
individuos, pero, si la exposición es larga, todos
presentarán lesiones. La mayor parte sobreviene cuando la
distancia del tubo a la piel es de
pocos centímetros; de ahí la recomendación
de alejar el tubo del individuo a un mínimo de 40 o 50
centímetros.
Si bien estos autores tuvieron el mérito de
dirigir la atención sobre las radiolesiones, y por
consiguiente poner en guardia a los investigadores del mundo
entero, no hablaron más que de lo que podían
constatar, es decir, de las alteraciones cutáneas. La
acción sobre los órganos profundos y sobre el
tejido hematopoyético era completamente desconocida en
esta fecha.
En 1900 Kienböck en Viena, y en 1901, Oudin en
París, publican sus experimentos
sobre animales que
dejan subsistir pocas dudas acerca de la acción
biológica de los rayos X. Oudin, que había tenido
la oportunidad de ver las radiodermitis, entonces llamadas
"actinoleucitis", en él mismo y en varios colegas, se
volvió muy desconfiado con respecto a los rayos y
empezó a tomar precauciones, mientras que otros,
menospreciando el peligro y la actitud que
juzgaban timorata de ciertos investigadores, evolucionaron hacia
lesiones cada vez más graves que los condujeron a
mutilaciones y a la
muerte.
William Herbert Rollins de Boston, un tímido y
reservado dentista con profundos conocimientos en física y química, pionero de
la radioprotección en los Estados Unidos,
realizó investigaciones
sobre los efectos de la radiación durante doce años
"como diversión" (4). En 1901 expuso a un
cobayo durante dos horas por día a los rayos X, la fuente
estaba fuera del recinto, pero el animal murió al onceavo
día. Rollins concluyó que no había necesidad
de contacto ni de quemadura para producir la muerte,
separando así los
efectos de los rayos X de los de la electricidad. Sus
contribuciones a la Radiología incluyen: el "criptoscopio"
con una pantalla fluorescente revestida con vidrio plomado y
paredes plomadas en 1896, sugerencias para casetas protectoras de
los tubos en 1902,
anteojos plomados de varios centímetros de
espesor para fluoroscopistas, fluoroscopía pulsada y
filtración selectiva en 1903. Sus experimentos con
cobayos lo hicieron pensar
que los cánceres inoperables podían
beneficiarse con un tratamiento basado en rayos X, sugirió
que debían emprenderse las investigaciones
con los cánceres profundos. Las contribuciones de Rollins
aparecen en más de 200 notas publicadas en "The X Light" y
en un libro
publicado en Boston en 1904, "Notes on X Light".
En todos los países la noción del peligro
de los rayos X comenzó a esparcirse, exagerada por algunos
y minimizada por otros, según su experiencia. E. A. Codman
pensó que no había riesgos en la
práctica con los rayos X hasta que el desgraciado caso de
un médico de Connecticut, el Dr. Weldon, lo hizo cambiar
de opinión. Este médico, en el año 1899,
había expuesto su cadera durante 45 minutos con el tubo de
Crookes a cinco pulgadas de la ingle, a raíz de lo cual le
apareció una quemadura retráctil. Intentó un
proceso contra
la compañía Otis Clapp e Hijo de Boston, que
garantizaba su aparato "contra todo peligro de quemaduras": la
demandó por 20.000 dólares, pero sólo obtuvo
5.750. Rendido ante la evidencia, Codman reportó en 1902
doscientos casos de quemaduras por rayos X.
A. de Pissareff, discípulo de Antoine
Béclère, sostiene su tesis delante
de la Facultad de Medicina de
París en 1903, titulada "La acción de las nuevas
radiaciones (rayos Roentgen y Becquerel) sobre los seres vivos".
Su lectura
muestra que si
bien ya se aceptaba y se superponía la acción
biológica de los rayos X y de la radioactividad, los
efectos eran una mera especulación: la acción no se
relaciona con la longitud de onda de los rayos, no hay nociones
de efecto acumulativo de las dosis, la única
reacción reconocida es el eritema cutáneo, similar
a la quemadura de sol, que, se supone, curará sin dejar
secuelas. La forma en que los accidentes son
presentados en dicha tesis no da la
impresión de gravedad: "Monsieur Becquerel había
guardado en el bolsillo de su chaleco durante aproximadamente dos
horas 2 dg de sustancia radioactiva en un tubo de vidrio sellado.
Quince días más tarde vio aparecer en su pared
abdominal, a la altura del bolsillo del chaleco, un eritema que
se fue oscureciendo poco a poco, después se ulceró
lentamente, esta úlcera tardó largo tiempo en
cicatrizar pero no fue en ningún momento dolorosa. Durante
el período de eritema de la primera lesión
apareció en la vecindad una segunda de la misma naturaleza"
(3).
La tesis de
Pissareff de 1903 puntualiza los conocimientos de la época
en materia de
efectos biológicos de las radiaciones:
- Las reacciones cutáneas se producen tanto con
los rayos X como con los de Becquerel. - El grado de lesión cutánea depende de
la cantidad de radiación absorbida por la piel
(Kienböck). - Una piel
expuesta anteriormente reacciona más rápido y con
mayor gravedad, que una piel
expuesta por primera vez. - Si las exposiciones son espaciadas el efecto es
menor. - La calidad de los
rayos parece intervenir en las reacciones
cutáneas.
Además, se puede leer: "No está
rigurosamente demostrado en el hombre que
los rayos X produzcan otros problemas
además de las reacciones cutáneas".
La "Semaine Médicale" del 4 de noviembre de 1903
revela el experimento crucial de Albers–Schönberg.
Este investigador irradió cobayos machos y después
los acopló con hembras que ya habían tenido
cría, ahora bien, aunque el comportamiento
de las
parejas fue normal, y la facultad de copular estaba
conservada, no se registró ningún nacimiento. La
autopsia de los once animales de
experimentación permitió constatar que "en los
casos donde la duración total de la exposición a
los rayos de Roentgen no había sobrepasado 195 minutos
existía una oligonecrospermia, mientras que a partir de
377 minutos se había alcanzado una azoospermia completa;
en lo concerniente a saber si este singular efecto es pasajero, o
por el contrario, definitivo, los resultados de
Albers-Schönberg dejan esta cuestión en suspenso".
Albers-Schönberg, él mismo una víctima de la
radiodermitis crónica, recomendó restringir la
frecuencia de exposición (no más de tres veces por
día), llevar la distancia del tubo a 30 centímetros
del paciente, construir una caseta de plomo alrededor del tubo, y
proteger al operador con una coraza de plomo. También
desacreditó el método de
comprobar la "dureza" del tubo colocando la mano entre
éste y la pantalla.
En 1903 fue descripta la detención del
crecimiento óseo debido a los rayos X, en 1904, las
modificaciones hematológicas en el conejo y otros animales. En el
32º Congreso Alemán de Medicina en 1904
Kummel reportó el primer caso de cáncer
desarrollado sobre una cicatriz de radiodermitis. Las
radiodermitis crónicas se cancerizan con frecuencia
entrañando sucesivas amputaciones, y constituyen la causa
de muerte de
numerosas víctimas de la radiología.
Poco a poco apareció la noción de que los
efectos profundos de los rayos X eran probablemente más
graves que los daños cutáneos, y el peligro de las
radiaciones más importante que lo que se había
supuesto al principio. Aparecieron entonces los accidentes
ligados a deficiencias en la protección, a veces por
ignorancia, que pusieron en peligro la vida de algunos
radiólogos: por ejemplo, el reemplazo del vidrio plomado de
la pantalla de radioscopía por un vidrio
común efectuado clandestinamente por la doméstica
que lo había roto: el radiólogo se enteró
tardíamente por las alteraciones en su recuento
sanguíneo; o el caso del Dr. Maingot, quien sufrió
una radiodermitis del pie a causa de una fisura que había
pasado desapercibida en la cúpula de vidrio plomado de
la ampolla de su mesa de examen.
Antoine Bèclére, entre otras acciones, hizo
campaña por la radioprotección: bajo el
título "Medios de
protección de los médicos y de los pacientes contra
la acción nociva de las nuevas radiaciones: rayos de
Roentgen y de radio" publicado
en 1904, él preconizó múltiples reglas para
adoptar. En el curso de sus viajes por el
extranjero, particularmente en Alemania y en
Austria, se informó sobre los resultados clínicos y
experimentales de la acción biológica de los rayos,
en el laboratorio de
Albers-Schönberg en Hamburgo, se quedó
particularmente impactado por las precauciones impuestas a los
que utilizaban rayos X: el operador se encerraba en una cabina
inamovible revestida de plomo, desde el interior miraba a
través de un vidrio plomado al
sujeto expuesto; para efectuar una radioscopía, una
mampara doble de plomo protegía al médico desde las
axilas hasta los pies, además éste se vestía
con un delantal protector, guantes enduidos
en nitrato de bismuto y anteojos adecuados. Las
fotografías de los radiólogos alemanes, publicadas
por los periódicos de la época, los representaban
ataviados con verdaderas escafandras.
En 1905 Helber y Linser en Estados Unidos
demostraron la gran sensibilidad de los linfocitos a las
radiaciones. En 1906, C. Regaud y J. Blanc ponen en evidencia las
variaciones en la radiosensibilidad según los momentos de
la vida celular, el efecto esterilizante de las radiaciones
débiles y prolongadas y la posibilidad de
reparación espontánea a partir de las células
generatrices respetadas. Trabajos similares fueron
realizados
por L. Halberstaedter sobre el ovario, y por
Bergonié, Tribondeau y Récamier sobre las células
germinales. De este mismo período son los trabajos de G.
Bohn, asistente de zoología de la Facultad de Ciencias de
París, quien expuso ranas y erizos de mar a los rayos de
radio
aportados por Pierre Curie, en el anexo de la Facultad de
Ciencias de la
calle Cuvier.
Bohn constató que aunque la apariencia del huevo
no se modificaba "es suficiente que las radiaciones del radio atraviesen
el cuerpo del animal durante algunas horas, para que los tejidos adquieran
propiedades nuevas, las que podrán permanecer en estado latente
durante largos períodos, para manifestarse de golpe en el
momento en que la actividad de los tejidos
aumenta…Los tejidos que
crecen y se modifican más activamente son los más
radiosensibles". Así demostró que las
radiolesiones, susceptibles de permanecer largo tiempo latentes,
son indelebles y tienden a la supresión o
perturbación de la auto reproducción, o a producir
taras hereditarias, salteando a veces varias
generaciones.
Bergonié y Tribondeau concretaron sus estudios
sobre la radiosensibilidad de las células de
la línea seminal durante 1906, y anunciaron la
célebre ley a la que sus
nombres quedarían ligados: "Los rayos X actúan con
mayor intensidad sobre las células
- Cuando su actividad reproductora es más
grande. - Cuando su evolución cariocinética es
más larga. - Cuando su morfología y sus funciones
están menos definitivamente fijadas."
Adoptada como base de la radiopatología y la
radioterapia es todavía aceptada en forma unánime
en estas especialidades, aunque se han encontrado algunas
excepciones. En el mismo año, Warthil expone las
modificaciones ocurridas en la médula
ósea.
Cabe señalar la
comunicación a la Royal Society of Medicine de
Inglaterra de
John Hall-Edwards, el 20 de noviembre
de 1908, quien, víctima de graves lesiones producidas por
las radiaciones, presentó la observación de su propio caso:
osteítis, necrosis y cáncer hicieron necesaria la
amputación de sus dos manos, y él envió las
fotos y
radiografías de antes y después de la
amputación; sin duda esta publicación
aceleró la creación de una Comisión, la
primera en su género, destinada a encontrar mejores
métodos de
protección contra las radiaciones.
La publicación en 1914 por Gavazzeni y Minelli de
sus descubrimientos en la autopsia de un radiólogo
italiano, el Dr. Emilio Tiraboschi, causó gran
impresión (Radiología Médica, órgano
de la Sociedad Italiana
de Radiología, Febrero de 1914). Tiraboschi,
radiólogo del Hospital de Bergamo durante 14 años,
utilizó un potente tubo sin tomar ninguna clase de
precauciones. Siguió trabajando a pesar de una
radiodermitis de las manos y la cara, una anemia creciente y
repetidas hemorragias. Su autopsia, que
mostró lesiones en el bazo, en la médula
ósea y en los testículos, hizo estremecer a los
radiólogos de todo el mundo.
Durante 18 años, los tubos de rayos X fueron
muy similares al tubo original de Roentgen, aunque con
algunas mejoras. El desarrollo
del tubo del físico estadounidense Coolidge, de alto
vacío, que contenía un filamento calentado y un
blanco, en 1913, fue la base de un manejo estable y
reproducible de los equipos de rayos X, un requerimiento
imprescindible para que se diera la evolución técnica de la Edad de
Oro. Durante e inmediatamente después de la Primera Guerra
Mundial, las reglas iniciales de la
radioprotección fueron establecidas por varias
sociedades
radiológicas nacionales. En este terreno, Gran
Bretaña jugó un papel de
líder. En 1898 la Roentgen Society
creó un comité para estudiar los efectos
nefastos de los rayos X, distinguiendo aquellos atribuibles a
los rayos "duros" (tubos a muy baja presión) de los
"blandos", cuyos operadores estaban muy mal
protegidos.Dos nombres quedaron ligados a los trabajos de este
primitivo comité: el de George Kaye, y el del Profesor
Sidney Russ, al que la War Office
llamó durante el conflicto
mundial, cuando la situación se agravó por el
aumento de la potencia
del material radiológico. G. Kaye devendrá
presidente de la Roentgen Society en 1917 y del British
Institute of Radiology en 1928. Dos reuniones de la Roentgen
Society en junio de 1915 y marzo de 1916, presididas por
Sidney Russ, atrajeron la atención del Almirantazgo y
de la War Office sobre
el peligro que corría el personal que
trabajaba con rayos X en las difíciles condiciones de
la guerra, y
el National Physical Laboratory se dedicó a estudiar
el material de protección contra los rayos
X.En 1921, Sam Melville, uno de los pioneros en el uso
de rayos X, y portador de lesiones debidas a la
radiación, militó a favor de la creación
del British X Ray and Radium Protection Comitee: sir Humprey
Rolleston fue el presidente, Melville y Russ secretarios
honorarios, y entre los miembros se encontraban los doctores
R. Knox, G. Harrison Orton, G. Kaye y el constructor Cuthbert
Andrews. Este Comité, primero en su especie,
tenía como objetivo
investigar el peligro proveniente de tres fuentes
principales: la exposición a las radiaciones, los
riesgos
ocasionados por el uso de altos voltajes, y la
exposición a los gases
tóxicos debidos a las descargas eléctricas.
Existían varias secciones: rayos X empleados en el
diagnóstico, en radioterapia
superficial, radioterapia profunda, tratamientos con radio,
industria
e investigación, las instalaciones
eléctricas de los servicios
de radiología e inclusive la ventilación de los
mismos. Este Comité contribuyó a mejorar las
condiciones de trabajo de los radiólogos, ya que los
servicios
de radiología, los últimos en llegar a los
hospitales, quedaban a menudo relegados a sótanos mal
ventilados, incómodos y, por supuesto, muy poco
saludables. Desde 1921 no dejó de trabajar y de
retocar sus recomendaciones, la última (quinta) data
de enero de 1938. Durante largo tiempo tuvo
que luchar contra la ausencia de una unidad de dosis
reconocida por todos los países.Al principio, las recomendaciones del Comité
Británico son consideradas por los radiólogos
como molestas, incómodas para trabajar y costosas.
Ante el requerimiento del Ministerio de Salud y del Ministerio
de Pensiones, el National Physical Laboratoryinglés comenzó a visitar hospitales y
establecimientos privados para promover la aplicación
de las recomendaciones.En 1925, tuvo lugar el Primer Congreso Internacional
de Radiología en Londres, presidido por el Profesor
Thustan Holland. Se creó una comisión
internacional de protección con representantes de Gran
Bretaña, Estados
Unidos, Francia,
Alemania,
Italia y
Suecia, los Dres. Melville y Kaye fueron los secretarios. Las
recomendaciones internacionales abarcaban cinco
capítulos: protección contra los rayos X,
protección contra el radio,
instalaciones eléctricas, ventilación e
iluminación de los locales, y protección contra
los neutrones. Se convino revisar las normas cada
tres años, en los sucesivos congresos internacionales
que tuvieron lugar en Estocolmo (1928), París (1931),
Zurich (1934) y Chicago (1937). El último tenía
que celebrarse en Berlín en 1940, pero fue suspendido
por la Segunda
Guerra Mundial. En 1931 el Comité de
Protección es presidido por René Ledoux-Lebard,
presidente honorario, R. Sievert, y secretarios honorarios,
Kaye y Melville. Para 1935, el congreso de la Sociedad de
Radiología inglesa rindió homenaje a la memoria
de Stanley Melville creando una conferencia
anual en su nombre.Las primeras reglas de radioprotección
incluían el concepto de
horarios limitados y vacaciones extra por insalubridad para
los trabajadores de la radiación. El primer
límite de exposición fue establecido por
Mutscheller, un físico germano- americano, que lo
basó en el 10 % de la dosis mensual capaz de producir
un eritema de la piel que
curase lo suficientemente rápido como para obviar
efectos indeseables futuros. En términos de unidades
modernas esto equivaldría a un límite anual de
65 rads (dos tercios de un gray). El Roentgen fue adoptado
como unidad de medición de las radiaciones en el
Segundo Congreso Internacional de Radiología de 1928.
A partir de este momento las dosis de tolerancia
podrían ser expresadas y documentadas en forma
cuantitativa.Un evento poco conocido pero de gran relevancia en
la historia
de la radioprotección tuvo lugar en un encuentro de la
American Roentgen Ray Society, en octubre de 1907. Rome
Vernon Wagner, un fabricante de tubos de rayos X,
reportó que en su esfuerzo por controlar el nivel de
exposición de sus trabajadores, había comenzado
a llevar una placa fotográfica en su bolsillo, y a
revelar esa placa cada tarde para determinar si había
estado
expuesto a las radiaciones. Esta práctica fue
claramente la antecesora del dosímetro de
película (4). Desgraciadamente, la
preocupación de Wagner llegó demasiado tarde,
porque él ya había desarrollado un
cáncer que le produjo la muerte
seis meses después de su anuncio. Recién a
mediados de la década del ’20 se
recomendó ampliamente el uso de estos dispositivos.
Para el final de la década ya se sabía que el
film debía acompañarse de filtros para corregir
la dependencia de energía. En los años
’30 ya se fabricaban y comercializaban
dosímetros portátiles para monitorear
rutinariamente al personal, y
la cámara condensadora de ionización era un
instrumento común en la mayoría de los
hospitales.Para 1934, Mutscheller reconoció que las
diferentes radiaciones producían efectos
biológicos también diferentes, y
estableció una dosis de tolerancia de
3,4 roentgen por mes para radiaciones de baja energía,
y de 7,5 roentgen por mes para rayos más penetrantes.
El concepto de
dosis de tolerancia
implicaba un umbral por debajo del cual no debían
ocurrir lesiones producidas por la radiación. Este
concepto
persistía, a pesar de que Hermann J. Muller, ganador
del premio Nobel por sus investigaciones, habíademostrado en 1927 que no existía umbral para
las mutaciones genéticas inducidas por los rayos
X.El Advisory Comitee on X-Ray and Radium Protection
de los Estados
Unidos se formó en 1929. El Comité original
estaba formado por cinco físicos y tres
médicos. Dados sus orígenes en el esfuerzo de
las sociedades
radiológicas, la mayor parte de su atención
estaba dirigida a las actividades médicas. Lauriston
Taylor, del
Departamento Nacional de Medidas, fue uno de los
organizadores y líderes de este grupo y
sesenta años más tarde era todavía un
activo contribuyente en el campo de la
radioprotección. El segundo reporte de este
Comité data de 1934 y se refiere al uso del radio. En
él figuran recomendaciones preocupacionales para los
médicos, seis semanas de vacaciones, y recuentos
sanguíneos periódicos. El nivel de dosis
permitido es de 0,1 roentgen por día para el cuerpo
entero, y 5 roentgen por día para los dedos. Este
último concepto de
límite órgano-específico era un
reconocimiento a la importancia de no restringir
excesivamente al médico en la realización de su
trabajo.- LA EDAD DE ORO DE LA RADIOLOGIA Y LOS COMITES DE
RADIOPROTECCION:El comienzo de este período podría
estar marcado por la publicación del libro
"Manejo Seguro de los
Componentes Radiolumínicos" del Departamento Nacional
de Medidas de los Estados
Unidos en 1941. Este documento reafirmaba el nivel de
exposición de los trabajadores de la radiación
en 0,1 roentgen / día, y además
introducía el concepto de
carga máxima corporal permisible para la
ingestión de un radionúclido (0,1 microcurie de
radio) y
concentración máxima permisible de un
radionúclido (10 picocurie de radon por litro) en la
atmósfera del lugar de
trabajo.Estos límites fueron elegidos como seguros
basándose en las investigaciones del físico Robley
Evans, quien estudió los niveles de radioactividad
recibida por los trabajadores de una fábrica que
sufrieron cáncer óseo después de pintar
con pintura
radioactiva los diales luminosos de los aviones de la
Primera Guerra
Mundial. La técnica de la pintura
incluía meterse los pinceles en la boca para afinar la
punta (5).La bomba atómica se desarrolló,
construyó y probó en el marco del Proyecto
Manhattan. Se trataba de una empresa
estadounidense iniciada en 1942, durante la Segunda
Guerra Mundial, en la que participaron numerosos
científicos eminentes, como los físicos Enrico
Fermi, Richard Feynman y Edward Teller, y el químico
Harold Vrey. El director científico del proyecto,
localizado en Los Alamos (Nuevo México), fue el físico
estadounidense J. Robert Oppenheimer. El impacto que tuvo el
Proyecto
Manhattan sobre la radioprotección fue enorme, y se
empezó a sentir inmediatamente después de la
guerra. Se
hicieron grandes avances en el área de instrumentos
para detectar y medir las radiaciones, incluyendo las
cámaras de ionización que monitoreaban las
radiaciones emitidas o perdidas por los equipos de rayos X.
Los líderes del Proyecto
Manhattan estaban conscientes de la poderosa fuente de
radiaciones y radioactividad que habían creado, su
preocupación los llevó a pedir, en el verano de
1942, a Ernest Wollan, un físico especializado en
rayos cósmicos de la Universidad de Chicago, que formara un
grupo para
estudiar y controlar los peligros de las radiaciones.
Había nacido una nueva profesión: la Física Sanitaria;
al primero en usar este título, Ernest Wollan, se le
unirían Carl Gamertsfelder, Herbert Parker, Karl
Morgan, James Hart, Robert Coveyou, O.G. Landsverk, L.A.
Pardue y John Rose.Son de remarcar algunas reflexiones de Morgan: "Al
principio se pensó que unos pocos Físicos
Sanitarios serían suficientes en Oak Ridge para servir
como consultores de las varias clases de problemas
producidos por la radiación. Sin embargo, algunos
accidentes
que ocurrieron poco tiempo
después de que el reactor comenzara a funcionar,
llevaron a una revisión de planes…Tanto los
científicos como los trabajadores estaban tan
interesados en sus experimentos
y tan ocupados en varias operaciones,
que podían subestimar fácilmente los peligros
invisibles de la radiación. Cuando un hombre
recibe mucho calor de
un objeto térmicamente caliente, el dolor lo hace
retroceder. Sin embargo, cuando pasa por delante de un
agujero en la coraza protectora del reactor atómico, o
cuando saca la cubierta de una fuente radioactiva…
puede haber un daño serio, no solamente para el
individuo que se descuidó, sino también para
los otros que trabajancerca de él. Además, no puede saberse
el grado de lesión que recibió hasta varios
días,o aún años después".
Dentro del Proyecto
Manhattan, la denominación de "Físico
Sanitario" parece haber sido elegida en parte por la
necesidad de secreto, como un nombre codificado para proteger
las actividades relacionadas con los armamentos nucleares, y
en parte porque era un grupo de
físicos que trabajaba en problemas
de salud. En el
entorno de este proyecto
nacieron muchos de los conceptos modernos de
protección, incluyendo la unidad REM (dosis de
radiación equivalente) que representa la cantidad de
radiación absorbida por el organismo corregida
según su naturaleza y
tomando en cuenta la efectividad biológica; y el
concepto de
concentración máxima permisible para las
radiaciones inhaladas. Aquí es donde la
radioprotección, que había nacido con los
pioneros de los primeros tiempos de los rayos X y el radio,
alcanza su madurez.Después de la guerra, la
radioprotección cobró nuevos ímpetus al
publicarse los resultados de las investigaciones llevadas a cabo durante el
conflicto.
Para 1948, J.W. Coltman, de Westinghouse,
diseñó un intensificador de imágenes, que permitió al
radiólogo mejorar la visualización durante la
radioscopía y "salir de la oscuridad", y además
representó una rebaja importante en las dosis de
radiación recibidas por el paciente y por el
médico (5). La Comisión Nacional de
Radioprotección de los Estados
Unidos publicó diecinueve reportes desde 1949
hasta 1960, muchos de ellos concernían directamente a
la radiología. En estos reportes se estableció
un cambio
conceptual sustantivo en la filosofía de la
radioprotección. La dosis de tolerancia
dio lugar al concepto de
dosis máxima permisible, el cual no implica
necesariamente un umbral. La exposición máxima
permisible para el cuerpo entero, que había sido
establecida en 30 roentgen por año para 1936, fue
reducida a 15 rem por año en 1948, y 5 rem por
año en 1958. El cambio de
unidad fue necesario por el entorno más complejo de
los equipos de radiología después de la
guerra. Se
introdujo el concepto de
beneficio vs. riesgo, que
sería el predecesor del principio ALARA (As Low As
Reasonably Achievable: tan bajo como se pueda obtener
razonablemente) que es el que rige la filosofía de los
límites de exposición en la actualidad
(6).En el año 1955, se realizó el primer
simposio
dedicado exclusivamente a la radioprotección en la
Universidad del Estado de
Ohio. Sus asistentes decidieron formar la Sociedad de
Física
Sanitaria, y Karl Morgan fue elegido como presidente,
además, él mismo se encargó de editar la
revista de
la Sociedad
durante los siguientes veinte años. Con el nacimiento
de esta Sociedad, la
radioprotección se convirtió en una
profesión independiente y bien establecida. - LA EDAD DE ORO DE LA
RADIOPROTECCION: - LA ERA MODERNA:
La época actual no puede tratarse en una
perspectiva completa todavía. Ha habido
grandes progresos en materia de
nuevas unidades de medición, trabajos de investigación y regulaciones. La
radioprotección médica se volvió más
compleja a medida que los equipos de radiodiagnóstico y
tratamiento se fueron haciendo más sofisticados. La
existencia de métodos
que no utilizan radiaciones ionizantes, como la Resonancia
Magnética Nuclear o la Ecografía, brinda a los
médicos mayores alternativas a la hora de decidir a
qué tipo de estudio se va a someter al paciente. Cada
método
posee indicaciones precisas, determinadas no solamente por el
cuadro clínico, sino también por las características particulares del paciente,
como su edad, su estado
físico, su pronóstico, y hasta su situación
económica.
Los principios
básicos de radioprotección elaborados con el
cambio de
siglo siguen aplicándose todavía. El manejo de
equipos de rayos X o de radionúclidos requiere de
licencias especiales por parte del profesional, que debe realizar
cursos de
capacitación para obtenerlas, incrementando
así su nivel de educación y entrenamiento en
relación con los riesgos
inherentes a su trabajo. Las salas y los equipos de rayos X son
inspeccionados para verificar el cumplimiento de las normas de
seguridad en
cuanto al grado de exposición de los trabajadores, de los
pacientes y del público en general. El personal afectado
al manejo y utilización de radiaciones ionizantes debe
utilizar obligatoriamente un sistema de
dosimetría personal para
determinar las dosis de radiación a las que esté
expuesto. Se han desarrollado y promulgado protocolos de
consentimientos voluntarios e informados para ciertos
exámenes, y se establecieron programas para
obtener imágenes
óptimas con mínimas dosis de
exposición.
En nuestro país, en 1958, por medio del decreto
Nº 842, se delegó el control de los
materiales
radioactivos a la Comisión Nacional de Energía
Atómica; pero en este decreto no se contemplaba
todavía el control de los
equipos generadores de rayos X. El Ministerio de Salud y Acción Social
cubre este aspecto de la radioprotección sanitaria por
medio de la Ley Nº
17.557 del año 1967, del decreto reglamentario 6.320 y de
la resolución ministerial 2.680 del año 1968. Estos
textos determinan las condiciones de habilitación y de
instalación de los equipos de rayos X para
radiodiagnóstico médico y dental, radioterapia,
radiología industrial o de investigación, y aceleradores de
partículas, así como las condiciones de idoneidad
del personal
profesional, técnico y auxiliar afectado al manejo de
estos equipos.
En la Resolución Nº 273 del 7 de julio de
1986 se establecen las siguientes dosis máximas
permisibles para las personas que, en razón de sus tareas
habituales, resultaren expuestas a Rayos X
(7):
- Para irradiación uniforme de todo el cuerpo o
en particular de gónadas y órganos
hematopoyéticos: 50 miliSievert / año (5 rem /
año). - Para irradiación de extremidades: 750
miliSievert / año (75 rem / año). - Para irradiación localizada de cualquier otro
sector del organismo: 150 miliSievert / año (15 rem /
año). - Podrá aceptarse que en un trimestre calendario
el personal reciba
una dosis de hasta 30 miliSievert (3 rem). - Para el personal
femenino en edad de procreación la irradiación
estará limitada a 12,5 miliSievert (1,25 rem) por
trimestre calendario. Toda mujer en
estado de
gravidez deberá comunicarlo, mediante
certificación médica, al responsable de la
instalación donde realice sus tareas. A partir de este
momento y hasta el parto, la
dosis total en el feto no deberá ser superior a 2
miliSievert (0,2 rem). - La dosis máxima permisible para los miembros
de la población no directamente vinculados a
tareas que impliquen exposición ocupacional y que, por
razones de proximidad, pudieran incidentalmente resultar
irradiados, es de 1 miliSievert / año (0,1 rem /
año).
Los profesionales de la radiación tienen en estos
momentos todas las herramientas
como para protegerse de los peligros de la exposición,
así como para calmar los temores de los pacientes cuando
tienen que someterse a un estudio o a un tratamiento con
radiaciones ionizantes. Nuestra responsabilidad ante nosotros mismos, ante nuestro
personal y
ante nuestros pacientes es respetar las normas de
seguridad
establecidas, y nuestro desafío es tomar conciencia de los
riesgos a los que
estamos expuestos y no minimizarlos. Debemos ser capaces de
asegurar diariamente en nuestros trabajos que estamos ofreciendo
a la población no sólo un servicio de
alta calidad
médica y diagnóstica, sino también una
radioprotección adecuada y verdadera.
DISCUSION:
En la actualidad nos resulta extraño enterarnos
de la actitud
desaprensiva e inocente con que los primeros científicos
abordaron sus trabajos con los rayos X, así como es
estremecedor pensar en las enormes cantidades de radiación
que recibían los pacientes o el público mismo con
sus diversiones en las ferias. Los rayos X sólo
evidenciaban efectos beneficiosos para el diagnóstico y tratamiento, nadie
podía imaginar en ese momento que pudieran ser peligrosos
o perjudiciales de alguna forma. No se percibe ningún tipo
de sensación cuando las radiaciones atraviesan el cuerpo,
las lesiones que aparecen en la piel ni
siquiera son inmediatas, y no hay forma de sospechar los
trastornos que se producen sobre los órganos profundos o
sobre la descendencia. Los efectos irreversibles y acumulativos
de la radiación se descubrieron paulatinamente, y el
precio de ese
conocimiento
fue el sufrimiento y la muerte de
muchas personas.
Los efectos biológicos de una misma dosis de
radiación varían de forma considerable según
el tipo de exposición. Los efectos que aparecen tras una
irradiación rápida se deben a la muerte de las
células
y pueden hacerse visibles pasadas horas, días o semanas.
Una exposición prolongada se tolera mejor y es más
fácil de reparar, aunque la dosis radioactiva sea elevada.
No obstante, si la cantidad es suficiente para causar trastornos
graves, la recuperación será lenta, e incluso
imposible. La irradiación en pequeña cantidad,
aunque no mate a las células,
puede producir alteraciones a largo plazo.
La irradiación de zonas concretas del cuerpo
produce daños locales en los tejidos. Se
lesionan los vasos sanguíneos de las zonas expuestas
alterando las funciones de los
órganos. Cantidades más elevadas desembocan en
necrosis y gangrena.
No es probable que una irradiación interna cause
trastornos graves, sino más bien algunos fenómenos
retardados, que dependerán del órgano en
cuestión, de las características de la radiación y
del comportamiento
bioquímico de la fuente radioactiva. El tejido irradiado
puede degenerar o destruirse, e incluso desarrollar un
cáncer. Las consecuencias se manifiestan principalmente en
la médula ósea, gónadas, riñones,
pulmones y el cristalino de los ojos, debido al deterioro de los
vasos sanguíneos. Como consecuencias secundarias aparecen
cambios degenerativos y funciones
alteradas. No obstante, el efecto retardado más importante
es el aumento estadístico de cáncer y leucemia. En
animales de
experimentación se ha observado una reducción del
tiempo de vida
que aún no se ha demostrado en seres humanos.
El
conocimiento de los efectos biológicos de las
radiaciones produjo una revolución
en la comunidad
científica similar a la producida por el descubrimiento de
los rayos X. Los radiólogos comprendieron que si no
tomaban medidas de precaución se precipitarían al
desastre: se reunieron en Comités de Protección
para empezar a reglamentar las dosis de exposición, las
normas de
higiene y
seguridad de las instalaciones, los horarios de trabajo,
etc.
La radioprotección médica que se
practicaba antes de la Segunda Guerra
Mundial difiere en dos aspectos básicos respecto a las
normas de
protección que conocemos hoy. La "protección contra
los rayos X" en esa época se refería primariamente
a la protección del operador de las excesivas
radiaciones durante los procedimientos
médicos y no tenía en cuenta generalmente al
paciente. En segundo lugar, las dosis aceptables
de
aquellos días son excesivas cuando se las compara
con los criterios actuales. Más allá del concepto de dosis
aceptable, muchos operadores de rayos X así como sus
maestros tenían una idea por lo menos confusa de la
importancia de la radioprotección: los jóvenes
alistados en las Fuerzas Armadas americanas durante la Segunda Guerra
Mundial se entrenaban como técnicos radiólogos
tomándose placas unos a otros todos los días para
practicar (8).
La explicación de por qué estas dosis
relativamente grandes eran consideradas aceptables en las
décadas del ‘30 y del ’40 es muy simple: se
sabía que los efectos biológicos como el
cáncer o la radiodermitis ocurrían como resultado
de altas dosis de radiación (los primeros
radiólogos y los pintores de diales con radio
habían dado trágicas pruebas de
este hecho), pero todavía no se aceptaba ampliamente que
la exposición ocupacional a pequeñas dosis
fraccionadas por largos períodos de tiempo
podía producir efectos retardados.
Es interesante especular sobre por qué la
protección del paciente durante las primeras épocas
no era considerada como una forma de radioprotección
sanitaria. Parte de la respuesta es que los pacientes, que se
exponían a los rayos X sólo en forma intermitente,
recibían mucha menos radiación que los operadores,
que trabajaban todos los días con ella; y parte reside en
que se suponía que los pacientes obtenían un
beneficio directo a consecuencia de la
exposición.
Pero desde un punto de vista histórico, es
más interesante el aspecto de la respuesta que está
relacionado con la actitud
prevalente de la época y que era que los agentes nocivos,
fueran físicos o químicos, producían un
daño biológico solamente en dosis que estaban por
encima de un determinado "umbral". Por lo tanto, mientras que la
exposición profesional a un material peligroso
podía conducir a alguna lesión, la pequeña
cantidad del mismo material que recibía el público
general no debía causar preocupación. El plomo, por
ejemplo, era ampliamente conocido como un tóxico en
ciertas industrias, pero
se usaban pinturas a base de plomo en las casas y oficinas; el
mercurio era peligroso en dosis industriales, pero era un
componente común de los medicamentos de la piel; y la
cumarina, un potente anticoagulante, se usaba en pequeñas
cantidades como esencia artificial de vainilla.
Durante la década del ’50 se produjo un
profundo cambio en las
ideas en las que estaba basada la radioprotección
médica, con la apreciación de la posibilidad de que
pequeñas dosis de radiación podían producir
efectos biológicos a largo plazo. El impulso primario de
esta apreciación fue el temor por las consecuencias
producidas por las pruebas de
armas
nucleares en Estados Unidos y
la Unión Soviética. Por primera vez en la historia una gran
proporción de la población mundial había sido
expuesta repetidamente a bajas dosis de una radiación
creada por el hombre, y
la posibilidad de que esta radiación pudiera producir un
daño biológico diseminado emergió como
preocupación principal por la salud pública. Varias
fundaciones se dedicaron rápidamente a la investigación de los efectos
biológicos de las radiaciones ionizantes. Los experimentos
"Megamouse" sobre material genético en los Laboratorios
Nacionales de Oak Ridge, en los Estados Unidos,
aportaron fuertes evidencias de que al menos algunos efectos de
la radiación no necesitaban "umbral", es decir, que no
había una dosis segura. Para la misma época, los
primeros estudios en los sobrevivientes de las bombas
atómicas de Hiroshima y Nagasaki proveyeron nueva
evidencia cuantitativa acerca de los efectos
carcinogenéticos de las radiaciones. Las historias que
describían la contaminación nuclear de la leche y de los
alimentos
sirvieron para generar y mantener la consternación del
público.
Los ciudadanos comunes empezaron a preocuparse por este
agente peligroso, imposible de detectar a través de
los sentidos,
que era capaz de contaminar el ambiente
aún en pequeñas cantidades y penetrar en sus
cuerpos vía aire, agua o
alimentos. La
palabra "radioprotección" cobró un nuevo
significado, expandiéndose para incluir al público
general, además de aquellos que estaban profesionalmente
expuestos. Una tendencia social, en este caso el reconocimiento
de la contaminación
ambiental producida por una diversidad de agentes nocivos,
acompañó, y, tal vez ayudó a promover un
cambio en la
actitud hacia
la radioprotección.
La creciente preocupación sobre la contaminación producida por las radiaciones
originó un nuevo planteamiento: muchas personas,
aún lejos del peligro que representaban las pruebas con
armas
nucleares, recibían una gran dosis de radiación al
someterse a procedimientos
diagnósticos; por lo tanto, había que crear
programas de
control para
tratar de minimizar la exposición procedente de estas
fuentes
también.
El problema de la exposición innecesaria en los
procedimientos
diagnósticos tiene tres facetas distintas:
equipamiento (¿la máquina es capaz de
producir imágenes
de buena calidad con
mínima exposición a las radiaciones para el
paciente?), técnica (¿el operador
está usando el equipo de manera efectiva para minimizar la
exposición?), y criterio clínico
(¿el estudio radiológico es útil para el
paciente?).
Al principio los programas de
radioprotección pusieron el énfasis sobre el
equipamiento, verificando que todos los equipos tuvieran al menos
filtros y colimadores. Muchos equipos dentales que se usaban en
esta época no estaban equipados con colimadores: el haz de
rayos X era tan ancho que irradiaba toda la cabeza del paciente y
hasta la glándula tiroides, además de ir mucho
más allá de los bordes de la placa. También
fue importante motivar y entrenar a los operadores para irradiar
lo menos posible al paciente. En una época en que la
mayoría de los equipos tenían pesados colimadores
de apertura fija y carecían de luces marcadoras, la
inclinación natural del operador era usar la
colimación más amplia en todas las circunstancias.
Los mensajes que se dieron a los profesionales fueron los
siguientes:
- Use una cartilla con técnicas predeterminadas
en vez de tratar de adivinar los factores de exposición
para cada placa. - Colime para abarcar sólo el área de
interés clínico. - Use filtros apropiados.
- Use protección genital cuando sea
necesario. - Use revelador fresco en un cuarto oscuro
hermético. - Revele las placas de acuerdo con las especificaciones
de tiempo y
temperatura
recomendadas por el fabricante, en lugar de usar el método
de "sumergir y mirar".
Estos primitivos mensajes admonitorios, pasados los
años, demostraron ser insuficientes. Con los avances del
Diagnóstico por Imágenes
los servicios de
Salud
Pública debieron incrementar el nivel educacional de los
profesionales de los rayos X para asegurar la producción de imágenes
de calidad con
mínima exposición del paciente. Se publicaron
guías técnicas sobre, por ejemplo, cómo
monitorear el funcionamiento de las
procesadoras automáticas de películas y
cómo evaluar las dosis de radiación de los equipos
de Tomografía Computada (8).
Hasta los últimos años de la década
del ’70 todas las actividades de radioprotección se
dirigieron hacia estos dos aspectos del problema: el equipamiento
y la técnica de trabajo. Durante muchos años la
cuestión del requerimiento de un estudio
radiológico había sido un problema que solamente
concernía al médico clínico, que
debía decidir sin el beneficio de una guía externa
y muchas veces sin conocimientos precisos de la utilidad de cada
método de
diagnóstico.
En 1978 en Estados Unidos el
congresista Paul Rogers, durante el transcurso de unas audiencias
acerca de la exposición pública a las radiaciones,
se preguntó si no sería posible desarrollar
criterios consistentes para establecer cuándo ciertos
exámenes radiológicos eran realmente necesarios. El
resultado fue un gran esfuerzo conjunto entre el gobierno y el
Colegio Americano de Radiología para desarrollar y dar a
conocer criterios de referencia para procedimientos
radiológicos. Estos criterios, formulados por paneles de
radiólogos y clínicos de las especialidades
apropiadas, fueron un intento de proveer a los médicos de
una guía voluntaria para la indicación de
exámenes radiológicos. En algunos casos los paneles
usaron la literatura publicada para
determinar la eficacia de un
determinado estudio con respecto a otro, y en otros casos
condujeron investigaciones
sobre las prácticas comunes para ayudar a establecer un
consenso sobre cuándo un estudio era clínicamente
necesario y cuándo no. Se señaló que la
aplicación de estos criterios era totalmente voluntaria y
que en ningún caso podían suplantar el juicio del
médico a cargo del paciente. Se publicaron guías
sobre la utilización de pelvimetría,
radiografía de tórax de screening,
radiografía de tórax pre-quirúrgicas,
radiografía de cráneo después de un
traumatismo y radiografías dentales.
La amplia aceptación de estas guías de
criterios fue favorecida por varios problemas
inherentes a nuestro tiempo. En primer
lugar, los médicos se ven en la obligación de
justificar ante los sistemas de
salud y las obras
sociales los procedimientos
diagnósticos o terapéuticos que solicitan, en este
contexto, tener criterios de referencia es un enfoque razonable.
En segundo lugar, los clínicos tienen una clara conciencia de que
la efectividad de un determinado procedimiento
tiene que estar avalada por estudios a gran escala,
más que por las impresiones obtenidas de la experiencia
personal sobre
unos pocos pacientes. Finalmente, las crecientes demandas a los
médicos por mala praxis hacen casi perentorio que se
imponga que un consenso sobre la necesidad de ciertos estudios
radiológicos.
Otra área que se ha abordado en los
últimos tiempos es la educación de los
pacientes acerca de los riesgos y los
beneficios relacionados con las prácticas
radiológicas. Un cambio
cultural con respecto al cuidado de la salud hace que los pacientes
sean consultados para tomar decisiones médicas que van a
afectar sus vidas. En esta era ya no alcanza con que el paciente
obedezca pasivamente las órdenes del médico:
la meta es que
entienda qué es lo que se va a hacer con su cuerpo y por
qué. Naturalmente, los pacientes tratan de informarse
acerca de las complicaciones que pueden aparecer en las
prácticas radiológicas o de los peligros de la
radiación en determinadas circunstancias, el
médico, sea el clínico o el radiólogo, debe
proveerle de información suficiente en forma verbal o
escrita, y asegurarse de que la entienda. Es muy común en
la práctica radiológica que el paciente llegue al
consultorio sin tener la menor idea de qué es lo que se le
va a hacer.
Los pacientes deben ser educados en la práctica
de pedir a sus médicos o dentistas información sobre los beneficios de los
exámenes radiológicos, solicitar protección
genital cuando sea necesario, informar voluntariamente acerca de
la posibilidad de un embarazo, y
guardar sus radiografías para evitar innecesarias
repeticiones de estudios.
Los problemas
producidos por el uso de radiaciones son muy amplios, y los
recursos
económicos que se les pueden asignar son limitados.
Solamente un cambio de
actitud y un
incremento en los niveles de educación tanto de
los profesionales como de los pacientes relacionados con estas
áreas de la Medicina
originarán una optimización de los factores de
seguridad que
podrá absorber casi totalmente los riesgos
relacionados con la utilización de radiaciones
ionizantes.
CONCLUSIONES:
La importancia de los rayos X como herramienta
diagnóstica en Medicina fue
rápidamente reconocida por los científicos que
tuvieron noticia del descubrimiento hecho por Roentgen en 1895.
La utilidad de las
radiografías se debe al poder de
penetración de los rayos X, que revelan diferencias
mínimas entre los tejidos y muchas
enfermedades
pueden diagnosticarse con este método.
Una vez descubiertos, los rayos X pasaron a desempeñar un
papel
fundamental en los campos de la investigación científica, de la
Medicina y de la
industria. Ni
siquiera los peligros inherentes a su utilización, al
principio totalmente ignorados, pudieron frenar la rápida
evolución o erradicar a estos agentes de
sus funciones
diagnóstica y terapéutica, a tal punto que
aún hoy, más de un siglo después de su
descubrimiento, no existe un método
más inocuo capaz de reemplazarlos totalmente.
La noción de los graves efectos biológicos
de los rayos X apareció paulatinamente y los que
aprendieron a protegerse lo hicieron a costa de otros, cuya
trágica ignorancia los llevó muchas veces a graves
lesiones o a la muerte.
En 1936, a instancias del Profesor Hans Meyer de Breme,
fue erigido en Hamburgo un monumento a la memoria de
los mártires de las radiaciones. Edificado en la vecindad
del pabellón Roentgen del Hospital General de San Jorge,
este monumento conmemorativo ocupa un emplazamiento elegido en
honor del Profesor Albers–Schönberg que trabajó
en este hospital hasta 1921, fecha en la que sucumbió,
víctima de las radiaciones, después de padecer sus
consecuencias durante trece años.
Comporta una columna cuadrangular, sobremontada por una
corona de laureles, realización del escultor Laubner de
Breme; al principio reunía una lista de 159
víctimas, censadas por Hans Meyer, cuyo llamado
había encontrado eco en todas partes. Por orden
alfabético están grabados los nombres de los
médicos, físicos, técnicos, empleados de
laboratorio y
monjas cuyas muertes se produjeron por el manejo profesional de
radiaciones, los pioneros que se aplicaron incansablemente a
perfeccionar la utilización de los rayos de Roentgen para
beneficio de la humanidad (3).
"La inauguración tuvo lugar el 4 de abril de
1936, ante una numerosa asistencia. El Profesor Frik, Jefe de
Medicina del
Instituto Werner-Siemens del Hospital Moabita de Berlín,
consagró el monumento, y el Profesor Hegler
agradeció, en nombre del Hospital, al Senado de la villa
libre de Hamburgo el regalo del emplazamiento. Entre otros
discursos,
citaremos el del Profesor Holzmann de Hamburgo, que habló
en nombre del Dr. Wagner, Führer de Médicos del
Reich, después de haber depositado al pie del monumento
una corona de laureles, atada con los colores del Nuevo
Reich". (Extracto del informe rendido
por el Dr. Rohrs de Hamburgo. Journal de Radiologie, Tomo 20,
Nº 6, junio de 1936).
En la cara anterior del monumento se lee la siguiente
inscripción:
"A los radiólogos de todas las naciones:
médicos, físicos, químicos,
técnicos, laboratoristas y enfermeras que han ofrendado
sus vidas en la lucha contra las enfermedades de la
humanidad. Ellos han preparado heroicamente el camino hacia una
utilización eficaz y desprovista de riesgos de
los rayos X y del radio. Las
obras de los muertos son inmortales".
Después de la inauguración, el monumento
ha sido completado, y la estela inicial rodeada por otras cuatro
más pequeñas donde están grabados los
nombres de las víctimas muertas en los años
siguientes, principalmente por cancerización tardía
de las lesiones o por leucemia. A fines de diciembre de 1988, en
el monumento de Hamburgo había inscriptos 377
nombres.
RESUMEN
La ciencia y
arte de la
radioprotección, más apropiadamente llamada
Física
Sanitaria creció en forma paralela con el
perfeccionamiento del uso de los rayos X y de la radioactividad.
Los rayos X, descubiertos por el físico alemán
Wilhelm Konrad Roentgen el 8 de noviembre de 1895, se conocieron
en todo el mundo poco después del comienzo del año
1896. Los científicos y la gente común fueron
igualmente cautivados por los misteriosos rayos capaces de
atravesar la materia;
diarios y revistas proveyeron al público de numerosas
historias acerca de sus propiedades, algunas reales, otras
totalmente descabelladas. Inevitablemente, el uso diseminado y
sin ningún tipo de restricciones de las radiaciones
ionizantes condujo a francas lesiones, que, al principio, no eran
atribuidas a los mismos rayos, sino a la electricidad, a
problemas
técnicos, etc. Pero mientras que algunos investigadores
ignoraban la causa de las lesiones en la piel que podían
constatar, otros comenzaron a relacionar a las radiaciones con
las quemaduras y se abocaron a idear rápidamente distintas
formas de protección.
La historia de la
radioprotección puede dividirse en cuatro
etapas:
- La edad de los pioneros (1895-1915): comprende el
descubrimiento de muchos de los efectos biológicos de
las radiaciones, y la recomendación de primitivas
medidas de protección. - La edad de oro de la radiología (1915-1940):
aparecen los Comités de Radioprotección, las
primeras unidades internacionales de medición y las
primeras dosis de tolerancia
propuestas. - La edad de oro de la radioprotección
(1940-1960): en el entorno del desarrollo
de la bomba atómica, nace la Física Sanitaria
como profesión. Al desecharse el concepto de
"umbral", aparece la preocupación por la
exposición del público a las radiaciones, y se
introducen programas de
educación y mejoras técnicas para
minimizar las dosis recibidas por los pacientes en el
transcurso de los estudios radiológicos. - La era moderna (1960- Presente): Disminución
de las dosis de exposición y regulación de la
utilización de los rayos X. Creciente complejidad de la
aparatología y desarrollo
de otros métodos
de diagnóstico que no utilizan radiaciones
ionizantes. - APENDICE: CRONOLOGIA DE LOS PRIMEROS CINCUENTA
AÑOS DE RADIOPROTECCION (9):
1895
- 8 de Noviembre- Descubrimiento de los rayos X-
W.K. Roentgen.
1896
- 3 de Enero- El reporte sobre los rayos X se hace
público. - Febrero- Descubrimiento de la radioactividad- H.
Becquerel. - 3 de Marzo- Primeros reportes de radiolesiones:
daños en los ojos- T. A. Edison, W.J.
Morton. - 14 de Marzo- Preocupación expresada por la
posibilidad de radiolesiones- F. Battelli. - 10 de Abril- Depilación notada por
exposición a los rayos X- J. Daniel. - 18 de Abril- Primeros efectos notados en la piel-
L.G. Stevens. - Julio- Primer dispositivo radioprotector: placa de
vidrio para
proteger los ojos durante las radiografías dentales-
W.H. Rollins. - Reportes de injurias accidentales (quemaduras)-
H.D. Hawks. - 18 de Noviembre- Injurias inducidas deliberadamente
(quemaduras)- E. Thomson. - Electroscopio de lámina de oro usado para
medir ionización- L. Benoist.
1897
- Termómetro de aire usado para
medir la energía transferida por los rayos X.- E.
Dorn.
1898
- Enero- Filtro de aluminio
usado como protección- E. Thomson. - Mayo- Sugerencia de adaptación a la oscuridad
antes de la radioscopía- F.H.
Williams. - Julio- Cubierta de plomo para el tubo; colimadores-
W.H. Rollins. - Julio- Nace la palabra "radioactividad"- P. y M.
Curie. - Diciembre- Descubrimiento del radio- P. y
M. Curie. - Descubrimiento de los rayos Gamma- P.
Villard.
1899
- Abril- Licencia para tomar radiografías
recomendada para proteger al público- J.
Dennis. - Mayo- Compensaciones por mala praxis por quemaduras
con rayos X. - Peligros del ozono de los generadores de rayos
X. - Lista de dispositivos protectores (guantes,
delantales) en un catálogo de rayos X- R.
Friedlander Co.
1900
- Incrementar la distancia a la piel para reducir la
exposición- M.K. Kassabian.
1901
- 3 de Enero- Se alega la letalidad de los rayos X para
las personas. - Quemaduras de la piel causadas por transportar radio-
H. Becquerel. - Letalidad de los rayos X en mamíferos
demostrada experimentalmente- W.H.
Rollins.
1902
- Letalidad de los rayos X para los fetos de
mamíferos- W.H. Rollins.
1903
- Fraccionamiento de la exposición en
fluoroscopía- W.H. Rollins. - Propuesta de un Comité de Protección
dentro de la American Roentgen Ray Society (ARSS)- S.H.
Monell. - Primer instrumento dirigido a leer la
radiación- W. Crookes.
1904
- Octubre- Primera muerte de un
pionero de los rayos X atribuible a sobreexposición
acumulativa- C.M. Dally.
1905
- Primera unidad de radiación propuesta basada
en la ionización– M. Franklin.
1906
- Leyes de radiosensibilidad de los tejidos- J.
Bergonie y R. Tribondeau.
1907
- Mutaciones por rayos X reportadas en sapos- C.R.
Bardeen. - Placa fotográfica llevada en el bolsillo para
monitorear la exposición a los rayos X- R.V.
Wagner. - Uso de tubos llenos de gas para
detección de las radiaciones- E.
Rutherford.
1911
- Medidas internacionales de radio y unidad curie–
M. Curie.
1913
- Tubos de cátodo caliente y blancos de
tungsteno permiten mayores voltajes– W.D.
Coolidge.
1915
- La British Roentgen Society adopta recomendaciones de
radioprotección.
1920
- Se levanta el primer comité de
radioprotección- ARSS.
1921
- El British X Ray and Radium Protection Committee
emite su primer memorandum.
1922
- La ARSS adopta reglas de
radioprotección. - Primeros dosímetros de película para
monitoreo personal-
G. Pfahler.
1925
- Primera "dosis de tolerancia"
propuesta- A. Mutscheller.
1927
- Demostración de los efectos genéticos
de los rayos X- H.J. Muller. - Primera cámara de ionización comercial
en USA.- J. Victoreen.
1928
- Se adopta formalmente la unidad Roentgen.
- Se forma el International X Ray and Radium Protection
Committee (antecesor del ICRP).
1929
- Se forma el U.S. Advisory Committee on X Ray and
Radium Protection (antecesor del NCRP). - Primer medidor portátil para inspecciones-
L.S. Taylor.
1931
- USACXRP publica las primeras recomendaciones- 0,2
R/día.
1932
- Concepto de mayores dosis permitidas para
irradiación corporal parcial (manos)- G.
Failla. - Descubrimiento del neutrón.
1934
- ICXRP recomienda una dosis de 0,2
R/día. - 0,1 R/día (0,5 R/semana).
1935
- Establecimiento del principio Bragg-Gray de
ionización de cavidades- L.H. Gray.
1936
- USACXRP recomienda una reducción de la dosis
permitida a 0,1 R/día.
1941
- USACXRP recomienda adoptar una carga corporal
máxima de 0,1 microCi para el radio. - Se sugiere una dosis máxima de 0,02
R/día- L.S. Taylor.
1942-1945
- Proyecto Manhattan.
1943
- Se demuestra que 4 R/semana causan injuria- H.M.
Parker.
1944
- Máxima concentración permisible para
radiaciones inhaladas- H.M. Parker. - Se introduce el REM- H.M. Parker.
1948
- 0,3 R/semana.
1950
- 0,3 rem/semana.
BIBLIOGRAFIA:
- "La mano de Bertha. Otra historia de la
Radiología". Francisco Gálvez Galán.
Justesa Imagen S.A.
España, 1995. - "A Sketch of the Technical History of Radiology
from 1896 to 1920". A. Feldman. Radiographics, vol. 9,
Nº 6, Monograph. Pág. 1113-1128. Noviembre,
1989. - "Historia Ilustrada de la
Radiología". G. Pallardy- M.J. Pallardy- A.
Wackenheim. Capítulo IX. Pág. 495-529. Les
Editions Roger Dacosta. París, octubre de
1989. - "The First Fifty Years of Radiation Protection. A
brief sketch". R. Kathern- P. Ziemer. Form modified for WWW
publication. - "Radiography and Fluoroscopy, 1920 to the
Present". J. Krohmer. Radiographics, vol. 9, Nº 6,
Monograph. Pág. 1129-1153. Noviembre, 1989. - "Historical Development of Radiation Safety
Practices in Radiology". A. Brodsky- R. Kathren.
Radiographics, vol. 9, Nº 6, Monograph. Pág.
1267-1275. Noviembre, 1989. - "Normas
Relativas a la Instalación y Funcionamiento de Equipos
Generadores de Rayos X". Publicación del Ministerio
de Salud y
Acción Social. Buenos Aires,
1995. - "The Evolution of Federal X-Ray Protection
Programs". M. Barnett. Radiographics, vol. 9, Nº 6,
Monograph. Pág. 1277-1282. Noviembre, 1989. - "Chronology of the First Half Century of Radiation
Protection". R. Kathren- P. Ziemer. Form edited for WWW
publication.
INDICE:
- Autora: Dra. Silvia Angiola (35)
Médica Especialista en Diagnóstico por Imágenes
Vicedirectora de la Carrera de Especialistas en D. Por
Imágenes de la Universidad de
Buenos Aires
(Sede Académica Hospital Ramos Mejía).
Buenos Aires, Argentina.
E mail: