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Historia de la Radioprotección Médica




Enviado por sangiola



    • INTRODUCCION
    • DESARROLLO:
    1. SOBRE UNA NUEVA CLASE DE RAYOS
    2. LA ERA DE LOS PIONEROS
    3. LA EDAD DE ORO DE LA RADIOLOGIA Y LOS COMITES DE
      RADIOPROTECCION
    4. LA EDAD DE ORO DE LA RADIOPROTECCION
    5. LA ERA MODERNA
    • DISCUSION
    • CONCLUSIONES
    • RESUMEN
    • APENDICE: CRONOLOGIA DE LOS PRIMEROS CINCUENTA
      AÑOS DE RADIOPROTECCION
    • BIBLIOGRAFIA

    INTRODUCCION:

    "Ni los rayos X acusan
    una novedad tan grande como se cree, ni mucho menos representan
    en Medicina un
    descubrimiento tan útil como se piensa. Porque no pueden
    abrigarse esperanzas de obtener retratos del cerebro dentro
    del cráneo, de los pulmones dentro del tórax y de
    las vísceras abdominales dentro de la pelvis. Tales
    exageradas ilusiones son propias de algunos
    espíritus
    cándidos y excesivamente
    creyentes
    ". Profesor Royo Villanova, Revista de
    Medicina y
    Cirugía Prácticas, 1896.

    Sin duda, pocos descubrimientos han producido la
    fascinación y el interés
    inmediato, tanto entre los científicos como en el
    público, que despertó el hallazgo reportado por
    Roentgen los primeros días de 1896: una nueva forma de
    energía, que no se podía sentir, ni degustar, ni
    ver, ni oír, pero capaz de atravesar no sólo la
    carne humana, sino hasta las paredes, amenazando con acabar para
    siempre con la vida privada y la intimidad. Muchos investigadores
    cambiaron el curso de sus trabajos y se dedicaron con furor al
    estudio y utilización de los rayos del físico
    alemán de modo tal que un mes después del anuncio,
    algunos cirujanos de Estados Unidos y
    de Europa se guiaban
    por radiografías para realizar su trabajo. Pero los usos
    no se limitaron al campo de la Medicina, hubo
    otros más disparatados, incluyendo sesiones de ocultismo,
    que fueron ideados en todo el mundo para divertir a los curiosos
    y engordar los bolsillos de los feriantes: el mismo Roentgen
    estaba indignado ante el uso desaprensivo que se hacía de
    su descubrimiento.

    Los rayos X fueron
    recibidos sin ningún tipo de desconfianza, y utilizados
    sin restricciones, esta amplia difusión hizo que las
    lesiones provocadas por ellos se percibieran y reportaran casi
    desde el comienzo. Pero los investigadores no estaban muy
    seguros de
    cuál era la causa de los incidentes cutáneos
    observados, que ellos llamaban "golpes de sol o insolaciones
    eléctricas". Hay que considerar que también hubo
    víctimas de la alta tensión, tal es el caso del Dr.
    François Jaugeas, Jefe de Laboratorio de
    Radiología del Hospital de París, electrocutado en
    1919 en el transcurso de un examen
    radioscópico.

    La confusión, la ignorancia y las opiniones
    dispares acompañaron los primeros pasos de la
    radioprotección médica. Su historia puede dividirse en
    cuatro períodos cronológicos
    principales:

    • La Era de los Pioneros de la
      Protección
      : (1895-1915) Marcada por el
      reconocimiento del peligro de las radiaciones y el desarrollo
      de las primeras medidas de protección fomentadas por un
      pequeño grupo de
      pioneros.
    • La Edad de Oro de la Radiología:
      (1915-1940) Notable no sólo como un tiempo de
      grandes progresos en la aplicación médica de los
      rayos X y de la
      radioactividad, sino también por el establecimiento de
      unidades de medición y esfuerzos organizados en
      radioprotección.
    • La Edad de Oro de la Radioprotección:
      (1940-1960) Desarrollo
      de las bases científicas y técnicas de la
      protección moderna y nacimiento de la Radiofísica
      Sanitaria como profesión.
    • La Era Moderna: (1960-Presente)
      Regulación de la utilización de los rayos X.
      Aumento de la complejidad de las aplicaciones médicas de
      los rayos X e
      isótopos radioactivos. Desarrollo
      de nuevas modalidades diagnósticas que evitan el uso de
      radiaciones ionizantes.

    El objetivo de
    esta monografía
    es describir brevemente cómo se descubrieron los efectos
    biológicos superficiales y profundos de los rayos X, muchas
    veces a expensas de los propios investigadores, y cómo se
    fueron desarrollando las medidas preventivas que

    nos permiten en la actualidad ejercer con mínimo
    riesgo una de
    las especialidades más apasionantes de las Ciencias
    Médicas.

    1. Wilhelm Conrad Roentgen, de 50 años, rector
      de la Universidad de Würtzburgo era, a fines
      del año 1895, uno de los físicos dedicados a
      investigar el comportamiento de los rayos catódicos
      en un tubo de descarga gaseosa de alto voltaje. Para evitar
      la fluorescencia que se producía en las paredes de
      vidrio del
      tubo, lo había envuelto con una cubierta de
      cartón negro. Entre los objetos que estaban en su
      laboratorio figuraba una pequeña
      lámina impregnada con una solución de cristales
      de platino-cianuro de bario, que por la luminiscencia
      amarillo-verdosa que producía al ser tocada por la
      luz de los
      rayos catódicos, era una sustancia frecuentemente
      empleada por los investigadores.

      Una tarde, al conectar por última vez el
      carrete de Ruhmkorff a su tubo, descubrió que se
      iluminaba el cartón con platino-cianuro de bario que
      se hallaba fuera del alcance de los rayos emitidos, los
      cuales, en el mejor de los casos, se atenuaban a unos 8 cm de
      la placa obturadora. Esta débil luminiscencia
      seguía siendo visible aún en el otro extremo
      del laboratorio, a casi dos metros del tubo
      envuelto en cartón negro.

      Roentgen era daltónico y no distinguía
      los colores de
      las insignias de sus alumnos en las fiestas de la Universidad (1), pero eso no le
      impidió ver claramente la luz verde
      emitida por el cartón, y, dada su mentalidad de
      investigador meticuloso, no podía dejar pasar este
      fenómeno sin tratar de averiguar la causa. Supuso que
      interponiendo un objeto entre la luz invisible
      y el cartón fluorescente que la reflejaba,
      debería verse su sombra. Tenía un mazo de
      cartas en el
      bolsillo; descubrió, para su sorpresa, que aún
      poniéndolo entero, apenas se producía una
      sombra. Un libro
      grueso de mil páginas sólo redujo levemente la
      luminiscencia del cartón con platino-cianuro de bario.
      De modo que esta nueva radiación no sólo era
      invisible, sino que además tenía la facultad de
      atravesar los cuerpos opacos. Como diría años
      después el propio Roentgen, aquél fue "un
      regalo maravilloso de la naturaleza".

      Con el paso de los días Roentgen tuvo la
      necesidad de documentar sus experimentos
      y pensó en fotografiar la pantalla fluorescente donde
      se reproducía en forma curiosa la silueta de los
      objetos interpuestos: el cuadrante y la aguja
      magnética de su brújula, el cañón
      de la escopeta arrinconada contra la pared, la moldura y los
      goznes de la puerta del laboratorio. Entonces hizo un nuevo
      descubrimiento: la caja de placas fotográficas que
      tenía sobre la mesa estaba completamente velada. Su
      intuición le dijo que los nuevos rayos habían
      atravesado la caja y el envoltorio que protegían a las
      placas de la luz y
      habían actuado también sobre la
      emulsión. Para comprobarlo colocó la caja de
      madera que
      contenía las pesas de bronce de su balanza de
      precisión sobre una placa fotográfica envuelta
      en su papel
      negro protector, conectó su tubo y esperó. Al
      revelarla, encontró la reproducción exacta de
      las pesas metálicas, sin embargo, la caja de madera
      había desaparecido.

      El descubrimiento más excitante se produjo
      cuando Roentgen interpuso su propia mano entre el tubo y la
      pantalla y comprobó que, si bien los tejidos
      blandos eran atravesados por la radiación, el
      esqueleto se representaba nítidamente. El 22 de
      diciembre de 1895 le pidió a su esposa Bertha que
      colocase la mano sobre la placa de cristal y luego de 15
      minutos de exposición, los huesos de la
      mano y el anillo de casada de Bertha aparecieron en la placa
      recién revelada. Ver su esqueleto le produjo a Frau
      Roentgen un gran impacto y temor, lo sintió como una
      premonición de la
      muerte.

      Roentgen había apuntado todas sus
      experiencias concienzudamente y entregó un manuscrito
      con sus investigaciones el 28 de diciembre de 1895 a
      la Academia de Ciencias
      Físicas y Médicas de Würtzburgo
      (2). La publicación apareció en el
      número 9 de la Sitzungs Berichte der Physikalisch
      Medizinischen Gessellschaft zu Würtzburg la primera
      semana de 1896.

      ¿Cuál fue en realidad el mérito
      de Roentgen?. Muchos de los físicos que trabajaban con
      los tubos de Geissler o de Crookes, incluyendo a su propio
      ayudante Zehnder, habían observado la luminiscencia de
      algunos materiales
      próximos al tubo, pero ninguno de ellos
      reconoció este fenómeno como algo especial, y
      por cierto ninguno se dedicó a investigarlo.
      Curiosamente varios años antes, el propio Geissler
      trabajando en su laboratorio, había reclamado a la casa
      de materiales
      fotográficos Ilford porque le habían mandado
      placas totalmente veladas (1). Los rayos X de su
      tubo habían sido con toda seguridad
      la causa de este fallo, pero solamente Roentgen tuvo la
      mezcla suficiente de intuición y genio para comprender
      que se enfrentaba a un tipo de energía desconocida y
      de características tan sorprendentes que
      ni siquiera hubieran podido imaginar las mentes más
      fértiles de la época.

      Un antiguo condiscípulo, Franz Exner,
      profesor de física de Viena,
      mantenía una afectuosa amistad y
      una nutrida correspondencia con Roentgen, y fue uno de los
      primeros en tener noticias del descubrimiento. Hasta
      poseía copias de las precarias fotografías: la
      brújula, las pesas de bronce, el cañón
      de la escopeta, e incluso la mano de Bertha. Exner estaba tan
      entusiasmado con el descubrimiento de su amigo, que no
      dudó en compartirlo con el profesor Lecher, de Praga,
      cuyo padre era el redactor en jefe de Die Presse, un periódico de Viena. Así fue
      como, el 5 de enero de 1896, los vieneses podían leer
      en la primera página del diario acerca de los
      extraordinarios rayos X del
      Dr. Roentgen y contemplar la reproducción de sus
      imágenes. A partir de aquí la
      noticia se difundió por todo el mundo en forma veloz,
      siendo acogida con alabanzas y entusiasmo por algunos, y con
      críticas y escepticismo por otros, como era de
      esperarse. En 1901, Roentgen, que en toda su vida solamente
      aceptó las distinciones de carácter
      científico, recibió el primer premio Nobel de
      Física, siendo él el
      único nominado.

      Sólo dos meses después del anuncio del
      descubrimiento de los rayos X, un
      físico francés comunicó al mundo que
      había encontrado unos rayos penetrantes similares,
      pero emitidos por sales de uranio. Henri Becquerel,
      físico y académico como su padre y su abuelo,
      y, como ellos, profesor en el Museo de Historia
      Natural, publicó tres notas sucesivas a la Academia de
      Ciencias
      de París, el 24 de febrero, el 2 y el 9 de marzo de
      1896. Son las primeras aplicaciones de los rayos X las
      que le incitaron a preguntarse si los cristales de uranio que
      impresionaban sus placas fotográficas no
      emitirían también rayos X. El
      anuncio del descubrimiento de la radioactividad, a diferencia
      del de los rayos X,
      pasó totalmente desapercibido, no sólo para el
      público, sino también para la comunidad
      científica. Sólo dos años más
      tarde, cuando los Curie descubrieron el radio, se
      difundió el interés por el tema. Henri Becquerel
      compartió con Pierre y Marie Curie el premio Nobel de
      Física
      en 1903.

    2. SOBRE UNA NUEVA CLASE DE RAYOS
    3. LA ERA DE LOS PIONEROS:

    Ya en marzo de 1896, las cartas a los
    editores de revistas científicas de los Estados Unidos
    empezaron a señalar hechos reveladores sobre la
    acción biológica de los rayos X. Thomas Alva
    Edison, una vez que tuvo conocimiento
    de la
    comunicación de Roentgen a la Academia de
    Würtzburgo, construyó su propio aparato,
    dedicándose a difundirlo así como a sacar de
    él el máximo provecho económico posible.
    Definen su carácter pragmático las opiniones
    vertidas en un periódico
    americano: "…el profesor Roentgen probablemente no va a
    obtener ni un solo dólar por su descubrimiento. Pertenece
    a esa clase de científicos puros que estudian por placer y
    por el deseo de penetrar en los secretos de la Naturaleza.
    Después de haber descubierto algo maravilloso, algunos
    deberían pensar en ello desde el punto de vista
    comercial…y obtener un beneficio financiero".

    Edison pronto reportó irritación en los
    ojos por trabajar con tubos "a fluorescencia", y aunque no estaba
    seguro de que
    se debiera a los rayos X, recomendó no usarlos en forma
    continua. Desgraciadamente, no evitó la
    sobreexposición de su asistente, Clarence M. Dally, que
    era el que ponía las manos en el fluoroscopio durante las
    demostraciones en público. Dally, que era zurdo,
    sufrió una radiodermitis que lo llevó a la
    amputación de la mano izquierda, además de
    caída del cabello de la frente y las cejas y eritema;
    finalmente, moriría como resultado de las radiaciones en
    1904.

    El 10 de abril de 1896, J. Daniel informó sobre
    una depilación que sobrevino en un paciente veinte
    días después de la larga búsqueda de un
    proyectil en el cráneo. Asimismo, en julio de 1896, Mr.
    William Levy, de Eau Claire, Wisconsin, exigió conocer el
    emplazamiento de una bala que había recibido en la cabeza
    diez años antes; el Profesor Fred S. Jones del Laboratorio de
    Física de
    la Universidad de
    Minesota efectuó dos radiografías sobre este
    paciente, que llegó a las ocho de la mañana y se
    retiró a las diez de la noche: sus cabellos se cayeron en
    los días siguientes del lado derecho de la cabeza, donde
    estaba fijado el tubo, la oreja derecha se inflamó con
    aspecto de congelamiento, y se observaron igualmente lesiones en
    la cabeza, la boca y la garganta, sin embargo, Mr. Levy
    demandó una nueva vuelta por los rayos X justo antes de la
    intervención destinada a retirar la bala.

    A pesar de la cantidad de incidentes reportados, la
    opinión que prevalecía entre los científicos
    era que las lesiones de la piel no
    estaban causadas por los rayos X, sino más bien por otros
    factores relacionados, como la luz ultravioleta,
    los rayos catódicos, la inducción eléctrica, la
    oxidación por ozono, la idiosincrasia del paciente o
    fallas técnicas.

    Pero los reportes eran tan persistentes y tan numerosos
    que un físico americano, Elihu Thomson, para despejar las
    dudas, decidió verificar sobre sí mismo la
    acción de los rayos en los tejidos vivos.
    Expuso el dedo meñique de su mano izquierda durante media
    hora por día al tubo de Crookes que poseía. Durante
    una semana no se produjo ningún efecto y su piel
    permaneció intacta. Pero después de un cierto
    tiempo el dedo
    enrojeció, se puso extrañamente sensible, hinchado
    y doloroso, y dos tercios de la parte expuesta estaban afectados
    por una flictena que se extendía cada
    día.

    Diecisiete días después de la
    exposición el dedo todavía se veía mal, pero
    empezaba a mostrar una tendencia a la curación, la
    acción destructiva no se había extendido más
    allá de la superficie y se limitaba a la parte expuesta.
    El dedo vecino, menos directamente irradiado, se puso rojo y
    doloroso, pero sin flictena y curó rápidamente.
    Para responder a las objeciones de quienes aún no estaban
    seguros,
    Thomson repitió la experiencia con otro dedo, pero
    cubriéndolo de plomo, salvo a nivel de una pequeña
    ventana: la radiolesión no apareció más que
    en el sitio no protegido. Un resumen de sus experimentos
    apareció en American X Ray Journal de noviembre de
    1898.

    Nikola Tesla, ingeniero electrónico,
    publicó en mayo de 1897 en "Electrical Review" el
    experimento que efectuó sobre la piel de sus
    manos: constató que los efectos eran netamente atenuados
    si se interponía una placa de aluminio
    conectada a tierra entre
    el tubo y la región irradiada y atribuyó estos
    efectos a la electricidad
    estática. Elihu Thomson también
    opinó que una pantalla metálica protegía de
    una manera eficaz, pero, como la interposición de tal
    pantalla aumentaba el tiempo de
    exposición, se preguntaba si habría un verdadero
    beneficio en tanto no se pudiera encontrar una pantalla que
    separase los rayos útiles de los que eran absorbidos por
    la piel.

    El primer estudio sistemático de los accidentes que
    sobrevinieron después de 1896 figura en un destacado
    reporte de los médicos franceses Oudin, Barthélemy
    y Darier, comunicación hecha en el 12º Congreso
    Internacional de Medicina en
    Moscú (19 al 26 de agosto de 1897) y publicado en la
    France Medicale de 1898, Nº 8 a 12 (3). Estos
    profesionales pueden agruparse, en razón de su reporte,
    entre los médicos que estaban persuadidos de que los rayos
    X tenían acciones
    biológicas y que podían ser peligrosos, tanto para
    el paciente examinado como para aquellos que manipularan los
    instrumentos. El Dr. Darier, médico dermatólogo e
    histólogo del Hospital de París, se vio conducido a
    la investigación de las radiolesiones a
    raíz de la siguiente historia: una joven de
    Dublin había visto aparecer, el 30 de mayo de 1896, una
    escara abdominal de más de 200 cm2 después de dos
    tentativas de radiografía de abdomen. La joven
    consultó al Dr. Apostoli, quien requirió la
    opinión del Dr. Darier, este último
    diagnosticó una gangrena seca de la dermis e hipodermis.
    Apostoli presentó el caso ante la Academia de Ciencias el 14
    de junio de 1897 y concluyó que la lesión se
    debía a la proximidad del tubo de rayos a la piel. En
    efecto, el rendimiento de los tubos primitivos era muy
    débil, y para tomar muchas radiografías
    había que acercarlos a pocos centímetros de la
    piel, al
    límite de riesgo de una
    descarga eléctrica, mientras que los tiempos de
    exposición iban desde 20 minutos a varias
    horas.

    Oudin, Barthélemy y Darier recolectaron en su
    reporte 50 accidentes
    provenientes de todos los países. Incitan a trabajar con
    mucha prudencia, pero señalan que el número de
    accidentes es
    mucho menor que el causado, por ejemplo, por el cloroformo. Sus
    casos sólo conciernen a lesiones cutáneas, las
    únicas aparentes en aquella época:

    • Un demostrador que efectuaba experiencias en
      público seis a ocho horas por día, vio su mano
      derecha ponerse dolorosa y roja, las uñas se cayeron,
      después le siguió la mano izquierda, y
      registró además una pérdida del cabello de
      las sienes, de la frente y de las cejas, así como de la
      parte izquierda de su bigote.
    • Un tubo de rayos X mantenido durante 45 minutos a 3
      cm del temporal izquierdo de un sujeto, entrañó
      una tumefacción de tejidos de 10
      cm de diámetro, cuya cicatrización, muy lenta, se
      produjo desde la periferia hacia el centro.
    • Oudin, después de varios meses de
      experimentación vio aparecer una dermatitis
      crónica en el dorso de sus manos, las uñas,
      aunque dolorosas y espesadas, no se cayeron. Su inquietud no
      fue muy grande; después de pasar un mes sin exponerse
      reapareció el aspecto normal, ante lo cual se dijo:
      "como para los cirujanos, cuyas manos no soportan las soluciones
      de corrosivo o de ácido fénico".
    • Un lupus de la región temporal tratado con
      rayos X se mejoró, pero apareció en su lugar una
      alopecia seguida de una reposición lenta de cabellos,
      que fueron completamente anormales y en todo diferentes a los
      otros.

    Los autores analizaron estas observaciones y sus
    reflexiones, aunque incompletas, son extremadamente interesantes:
    estos accidentes se
    caracterizan por la ausencia de sensación inmediata, la
    aparición tardía de las lesiones y la lentitud de
    su curación.

    Distinguen tres categorías:

    • Lesiones de los tegumentos, epidermis y
      dermis.
    • Síntomas "viscerales": es decir, las
      dermatitis superficiales y profundas, variables
      según la edad y constitución del sujeto, lentas en
      aparecer, dolorosas y de curación tardía, con
      depilación y alteraciones ungueales; los autores
      remarcan que los accidentes
      son más graves si se exponen nuevamente las regiones
      dañadas antes de la curación
      completa.
    • El compromiso de órganos internos se reduce a
      poca cosa más que los vómitos de un
      chico de siete años "sometido a la
      radiografía".

    La interpretación de los hechos es juiciosa pero
    incompleta: existe una diferencia en la sensibilidad de los
    individuos, pero, si la exposición es larga, todos
    presentarán lesiones. La mayor parte sobreviene cuando la
    distancia del tubo a la piel es de
    pocos centímetros; de ahí la recomendación
    de alejar el tubo del individuo a un mínimo de 40 o 50
    centímetros.

    Si bien estos autores tuvieron el mérito de
    dirigir la atención sobre las radiolesiones, y por
    consiguiente poner en guardia a los investigadores del mundo
    entero, no hablaron más que de lo que podían
    constatar, es decir, de las alteraciones cutáneas. La
    acción sobre los órganos profundos y sobre el
    tejido hematopoyético era completamente desconocida en
    esta fecha.

    En 1900 Kienböck en Viena, y en 1901, Oudin en
    París, publican sus experimentos
    sobre animales que
    dejan subsistir pocas dudas acerca de la acción
    biológica de los rayos X. Oudin, que había tenido
    la oportunidad de ver las radiodermitis, entonces llamadas
    "actinoleucitis", en él mismo y en varios colegas, se
    volvió muy desconfiado con respecto a los rayos y
    empezó a tomar precauciones, mientras que otros,
    menospreciando el peligro y la actitud que
    juzgaban timorata de ciertos investigadores, evolucionaron hacia
    lesiones cada vez más graves que los condujeron a
    mutilaciones y a la
    muerte.

    William Herbert Rollins de Boston, un tímido y
    reservado dentista con profundos conocimientos en física y química, pionero de
    la radioprotección en los Estados Unidos,
    realizó investigaciones
    sobre los efectos de la radiación durante doce años
    "como diversión" (4). En 1901 expuso a un
    cobayo durante dos horas por día a los rayos X, la fuente
    estaba fuera del recinto, pero el animal murió al onceavo
    día. Rollins concluyó que no había necesidad
    de contacto ni de quemadura para producir la muerte,
    separando así los

    efectos de los rayos X de los de la electricidad. Sus
    contribuciones a la Radiología incluyen: el "criptoscopio"
    con una pantalla fluorescente revestida con vidrio plomado y
    paredes plomadas en 1896, sugerencias para casetas protectoras de
    los tubos en 1902,

    anteojos plomados de varios centímetros de
    espesor para fluoroscopistas, fluoroscopía pulsada y
    filtración selectiva en 1903. Sus experimentos con
    cobayos lo hicieron pensar

    que los cánceres inoperables podían
    beneficiarse con un tratamiento basado en rayos X, sugirió
    que debían emprenderse las investigaciones
    con los cánceres profundos. Las contribuciones de Rollins
    aparecen en más de 200 notas publicadas en "The X Light" y
    en un libro
    publicado en Boston en 1904, "Notes on X Light".

    En todos los países la noción del peligro
    de los rayos X comenzó a esparcirse, exagerada por algunos
    y minimizada por otros, según su experiencia. E. A. Codman
    pensó que no había riesgos en la
    práctica con los rayos X hasta que el desgraciado caso de
    un médico de Connecticut, el Dr. Weldon, lo hizo cambiar
    de opinión. Este médico, en el año 1899,
    había expuesto su cadera durante 45 minutos con el tubo de
    Crookes a cinco pulgadas de la ingle, a raíz de lo cual le
    apareció una quemadura retráctil. Intentó un
    proceso contra
    la compañía Otis Clapp e Hijo de Boston, que
    garantizaba su aparato "contra todo peligro de quemaduras": la
    demandó por 20.000 dólares, pero sólo obtuvo
    5.750. Rendido ante la evidencia, Codman reportó en 1902
    doscientos casos de quemaduras por rayos X.

    A. de Pissareff, discípulo de Antoine
    Béclère, sostiene su tesis delante
    de la Facultad de Medicina de
    París en 1903, titulada "La acción de las nuevas
    radiaciones (rayos Roentgen y Becquerel) sobre los seres vivos".
    Su lectura
    muestra que si
    bien ya se aceptaba y se superponía la acción
    biológica de los rayos X y de la radioactividad, los
    efectos eran una mera especulación: la acción no se
    relaciona con la longitud de onda de los rayos, no hay nociones
    de efecto acumulativo de las dosis, la única
    reacción reconocida es el eritema cutáneo, similar
    a la quemadura de sol, que, se supone, curará sin dejar
    secuelas. La forma en que los accidentes son
    presentados en dicha tesis no da la
    impresión de gravedad: "Monsieur Becquerel había
    guardado en el bolsillo de su chaleco durante aproximadamente dos
    horas 2 dg de sustancia radioactiva en un tubo de vidrio sellado.
    Quince días más tarde vio aparecer en su pared
    abdominal, a la altura del bolsillo del chaleco, un eritema que
    se fue oscureciendo poco a poco, después se ulceró
    lentamente, esta úlcera tardó largo tiempo en
    cicatrizar pero no fue en ningún momento dolorosa. Durante
    el período de eritema de la primera lesión
    apareció en la vecindad una segunda de la misma naturaleza"
    (3).

    La tesis de
    Pissareff de 1903 puntualiza los conocimientos de la época
    en materia de
    efectos biológicos de las radiaciones:

    • Las reacciones cutáneas se producen tanto con
      los rayos X como con los de Becquerel.
    • El grado de lesión cutánea depende de
      la cantidad de radiación absorbida por la piel
      (Kienböck).
    • Una piel
      expuesta anteriormente reacciona más rápido y con
      mayor gravedad, que una piel
      expuesta por primera vez.
    • Si las exposiciones son espaciadas el efecto es
      menor.
    • La calidad de los
      rayos parece intervenir en las reacciones
      cutáneas.

    Además, se puede leer: "No está
    rigurosamente demostrado en el hombre que
    los rayos X produzcan otros problemas
    además de las reacciones cutáneas".

    La "Semaine Médicale" del 4 de noviembre de 1903
    revela el experimento crucial de Albers–Schönberg.
    Este investigador irradió cobayos machos y después
    los acopló con hembras que ya habían tenido
    cría, ahora bien, aunque el comportamiento
    de las

    parejas fue normal, y la facultad de copular estaba
    conservada, no se registró ningún nacimiento. La
    autopsia de los once animales de
    experimentación permitió constatar que "en los
    casos donde la duración total de la exposición a
    los rayos de Roentgen no había sobrepasado 195 minutos
    existía una oligonecrospermia, mientras que a partir de
    377 minutos se había alcanzado una azoospermia completa;
    en lo concerniente a saber si este singular efecto es pasajero, o
    por el contrario, definitivo, los resultados de
    Albers-Schönberg dejan esta cuestión en suspenso".
    Albers-Schönberg, él mismo una víctima de la
    radiodermitis crónica, recomendó restringir la
    frecuencia de exposición (no más de tres veces por
    día), llevar la distancia del tubo a 30 centímetros
    del paciente, construir una caseta de plomo alrededor del tubo, y
    proteger al operador con una coraza de plomo. También
    desacreditó el método de
    comprobar la "dureza" del tubo colocando la mano entre
    éste y la pantalla.

    En 1903 fue descripta la detención del
    crecimiento óseo debido a los rayos X, en 1904, las
    modificaciones hematológicas en el conejo y otros animales. En el
    32º Congreso Alemán de Medicina en 1904
    Kummel reportó el primer caso de cáncer
    desarrollado sobre una cicatriz de radiodermitis. Las
    radiodermitis crónicas se cancerizan con frecuencia
    entrañando sucesivas amputaciones, y constituyen la causa
    de muerte de
    numerosas víctimas de la radiología.

    Poco a poco apareció la noción de que los
    efectos profundos de los rayos X eran probablemente más
    graves que los daños cutáneos, y el peligro de las
    radiaciones más importante que lo que se había
    supuesto al principio. Aparecieron entonces los accidentes
    ligados a deficiencias en la protección, a veces por
    ignorancia, que pusieron en peligro la vida de algunos
    radiólogos: por ejemplo, el reemplazo del vidrio plomado de
    la pantalla de radioscopía por un vidrio
    común efectuado clandestinamente por la doméstica
    que lo había roto: el radiólogo se enteró
    tardíamente por las alteraciones en su recuento
    sanguíneo; o el caso del Dr. Maingot, quien sufrió
    una radiodermitis del pie a causa de una fisura que había
    pasado desapercibida en la cúpula de vidrio plomado de
    la ampolla de su mesa de examen.

    Antoine Bèclére, entre otras acciones, hizo
    campaña por la radioprotección: bajo el
    título "Medios de
    protección de los médicos y de los pacientes contra
    la acción nociva de las nuevas radiaciones: rayos de
    Roentgen y de radio" publicado
    en 1904, él preconizó múltiples reglas para
    adoptar. En el curso de sus viajes por el
    extranjero, particularmente en Alemania y en
    Austria, se informó sobre los resultados clínicos y
    experimentales de la acción biológica de los rayos,
    en el laboratorio de
    Albers-Schönberg en Hamburgo, se quedó
    particularmente impactado por las precauciones impuestas a los
    que utilizaban rayos X: el operador se encerraba en una cabina
    inamovible revestida de plomo, desde el interior miraba a
    través de un vidrio plomado al
    sujeto expuesto; para efectuar una radioscopía, una
    mampara doble de plomo protegía al médico desde las
    axilas hasta los pies, además éste se vestía
    con un delantal protector, guantes enduidos

    en nitrato de bismuto y anteojos adecuados. Las
    fotografías de los radiólogos alemanes, publicadas
    por los periódicos de la época, los representaban
    ataviados con verdaderas escafandras.

    En 1905 Helber y Linser en Estados Unidos
    demostraron la gran sensibilidad de los linfocitos a las
    radiaciones. En 1906, C. Regaud y J. Blanc ponen en evidencia las
    variaciones en la radiosensibilidad según los momentos de
    la vida celular, el efecto esterilizante de las radiaciones
    débiles y prolongadas y la posibilidad de
    reparación espontánea a partir de las células
    generatrices respetadas. Trabajos similares fueron
    realizados

    por L. Halberstaedter sobre el ovario, y por
    Bergonié, Tribondeau y Récamier sobre las células
    germinales. De este mismo período son los trabajos de G.
    Bohn, asistente de zoología de la Facultad de Ciencias de
    París, quien expuso ranas y erizos de mar a los rayos de
    radio
    aportados por Pierre Curie, en el anexo de la Facultad de
    Ciencias de la
    calle Cuvier.

    Bohn constató que aunque la apariencia del huevo
    no se modificaba "es suficiente que las radiaciones del radio atraviesen
    el cuerpo del animal durante algunas horas, para que los tejidos adquieran
    propiedades nuevas, las que podrán permanecer en estado latente
    durante largos períodos, para manifestarse de golpe en el
    momento en que la actividad de los tejidos
    aumenta…Los tejidos que
    crecen y se modifican más activamente son los más
    radiosensibles". Así demostró que las
    radiolesiones, susceptibles de permanecer largo tiempo latentes,
    son indelebles y tienden a la supresión o
    perturbación de la auto reproducción, o a producir
    taras hereditarias, salteando a veces varias
    generaciones.

    Bergonié y Tribondeau concretaron sus estudios
    sobre la radiosensibilidad de las células de
    la línea seminal durante 1906, y anunciaron la
    célebre ley a la que sus
    nombres quedarían ligados: "Los rayos X actúan con
    mayor intensidad sobre las células

    • Cuando su actividad reproductora es más
      grande.
    • Cuando su evolución cariocinética es
      más larga.
    • Cuando su morfología y sus funciones
      están menos definitivamente fijadas."

    Adoptada como base de la radiopatología y la
    radioterapia es todavía aceptada en forma unánime
    en estas especialidades, aunque se han encontrado algunas
    excepciones. En el mismo año, Warthil expone las
    modificaciones ocurridas en la médula
    ósea.

    Cabe señalar la
    comunicación a la Royal Society of Medicine de
    Inglaterra de
    John Hall-Edwards, el 20 de noviembre
    de 1908, quien, víctima de graves lesiones producidas por
    las radiaciones, presentó la observación de su propio caso:
    osteítis, necrosis y cáncer hicieron necesaria la
    amputación de sus dos manos, y él envió las
    fotos y
    radiografías de antes y después de la
    amputación; sin duda esta publicación
    aceleró la creación de una Comisión, la
    primera en su género, destinada a encontrar mejores
    métodos de
    protección contra las radiaciones.

    La publicación en 1914 por Gavazzeni y Minelli de
    sus descubrimientos en la autopsia de un radiólogo
    italiano, el Dr. Emilio Tiraboschi, causó gran
    impresión (Radiología Médica, órgano
    de la Sociedad Italiana
    de Radiología, Febrero de 1914). Tiraboschi,
    radiólogo del Hospital de Bergamo durante 14 años,
    utilizó un potente tubo sin tomar ninguna clase de
    precauciones. Siguió trabajando a pesar de una
    radiodermitis de las manos y la cara, una anemia creciente y
    repetidas hemorragias. Su autopsia, que

    mostró lesiones en el bazo, en la médula
    ósea y en los testículos, hizo estremecer a los
    radiólogos de todo el mundo.

    1. Durante 18 años, los tubos de rayos X fueron
      muy similares al tubo original de Roentgen, aunque con
      algunas mejoras. El desarrollo
      del tubo del físico estadounidense Coolidge, de alto
      vacío, que contenía un filamento calentado y un
      blanco, en 1913, fue la base de un manejo estable y
      reproducible de los equipos de rayos X, un requerimiento
      imprescindible para que se diera la evolución técnica de la Edad de
      Oro. Durante e inmediatamente después de la Primera Guerra
      Mundial, las reglas iniciales de la
      radioprotección fueron establecidas por varias
      sociedades
      radiológicas nacionales. En este terreno, Gran
      Bretaña jugó un papel de
      líder. En 1898 la Roentgen Society
      creó un comité para estudiar los efectos
      nefastos de los rayos X, distinguiendo aquellos atribuibles a
      los rayos "duros" (tubos a muy baja presión) de los
      "blandos", cuyos operadores estaban muy mal
      protegidos.

      Dos nombres quedaron ligados a los trabajos de este
      primitivo comité: el de George Kaye, y el del Profesor
      Sidney Russ, al que la War Office
      llamó durante el conflicto
      mundial, cuando la situación se agravó por el
      aumento de la potencia
      del material radiológico. G. Kaye devendrá
      presidente de la Roentgen Society en 1917 y del British
      Institute of Radiology en 1928. Dos reuniones de la Roentgen
      Society en junio de 1915 y marzo de 1916, presididas por
      Sidney Russ, atrajeron la atención del Almirantazgo y
      de la War Office sobre
      el peligro que corría el personal que
      trabajaba con rayos X en las difíciles condiciones de
      la guerra, y
      el National Physical Laboratory se dedicó a estudiar
      el material de protección contra los rayos
      X.

      En 1921, Sam Melville, uno de los pioneros en el uso
      de rayos X, y portador de lesiones debidas a la
      radiación, militó a favor de la creación
      del British X Ray and Radium Protection Comitee: sir Humprey
      Rolleston fue el presidente, Melville y Russ secretarios
      honorarios, y entre los miembros se encontraban los doctores
      R. Knox, G. Harrison Orton, G. Kaye y el constructor Cuthbert
      Andrews. Este Comité, primero en su especie,
      tenía como objetivo
      investigar el peligro proveniente de tres fuentes
      principales: la exposición a las radiaciones, los
      riesgos
      ocasionados por el uso de altos voltajes, y la
      exposición a los gases
      tóxicos debidos a las descargas eléctricas.
      Existían varias secciones: rayos X empleados en el
      diagnóstico, en radioterapia
      superficial, radioterapia profunda, tratamientos con radio,
      industria
      e investigación, las instalaciones
      eléctricas de los servicios
      de radiología e inclusive la ventilación de los
      mismos. Este Comité contribuyó a mejorar las
      condiciones de trabajo de los radiólogos, ya que los
      servicios
      de radiología, los últimos en llegar a los
      hospitales, quedaban a menudo relegados a sótanos mal
      ventilados, incómodos y, por supuesto, muy poco
      saludables. Desde 1921 no dejó de trabajar y de
      retocar sus recomendaciones, la última (quinta) data
      de enero de 1938. Durante largo tiempo tuvo
      que luchar contra la ausencia de una unidad de dosis
      reconocida por todos los países.

      Al principio, las recomendaciones del Comité
      Británico son consideradas por los radiólogos
      como molestas, incómodas para trabajar y costosas.
      Ante el requerimiento del Ministerio de Salud y del Ministerio
      de Pensiones, el National Physical Laboratory

      inglés comenzó a visitar hospitales y
      establecimientos privados para promover la aplicación
      de las recomendaciones.

      En 1925, tuvo lugar el Primer Congreso Internacional
      de Radiología en Londres, presidido por el Profesor
      Thustan Holland. Se creó una comisión
      internacional de protección con representantes de Gran
      Bretaña, Estados
      Unidos, Francia,
      Alemania,
      Italia y
      Suecia, los Dres. Melville y Kaye fueron los secretarios. Las
      recomendaciones internacionales abarcaban cinco
      capítulos: protección contra los rayos X,
      protección contra el radio,
      instalaciones eléctricas, ventilación e
      iluminación de los locales, y protección contra
      los neutrones. Se convino revisar las normas cada
      tres años, en los sucesivos congresos internacionales
      que tuvieron lugar en Estocolmo (1928), París (1931),
      Zurich (1934) y Chicago (1937). El último tenía
      que celebrarse en Berlín en 1940, pero fue suspendido
      por la Segunda
      Guerra Mundial. En 1931 el Comité de
      Protección es presidido por René Ledoux-Lebard,
      presidente honorario, R. Sievert, y secretarios honorarios,
      Kaye y Melville. Para 1935, el congreso de la Sociedad de
      Radiología inglesa rindió homenaje a la memoria
      de Stanley Melville creando una conferencia
      anual en su nombre.

      Las primeras reglas de radioprotección
      incluían el concepto de
      horarios limitados y vacaciones extra por insalubridad para
      los trabajadores de la radiación. El primer
      límite de exposición fue establecido por
      Mutscheller, un físico germano- americano, que lo
      basó en el 10 % de la dosis mensual capaz de producir
      un eritema de la piel que
      curase lo suficientemente rápido como para obviar
      efectos indeseables futuros. En términos de unidades
      modernas esto equivaldría a un límite anual de
      65 rads (dos tercios de un gray). El Roentgen fue adoptado
      como unidad de medición de las radiaciones en el
      Segundo Congreso Internacional de Radiología de 1928.
      A partir de este momento las dosis de tolerancia
      podrían ser expresadas y documentadas en forma
      cuantitativa.

      Un evento poco conocido pero de gran relevancia en
      la historia
      de la radioprotección tuvo lugar en un encuentro de la
      American Roentgen Ray Society, en octubre de 1907. Rome
      Vernon Wagner, un fabricante de tubos de rayos X,
      reportó que en su esfuerzo por controlar el nivel de
      exposición de sus trabajadores, había comenzado
      a llevar una placa fotográfica en su bolsillo, y a
      revelar esa placa cada tarde para determinar si había
      estado
      expuesto a las radiaciones. Esta práctica fue
      claramente la antecesora del dosímetro de
      película (4). Desgraciadamente, la
      preocupación de Wagner llegó demasiado tarde,
      porque él ya había desarrollado un
      cáncer que le produjo la muerte
      seis meses después de su anuncio. Recién a
      mediados de la década del ’20 se
      recomendó ampliamente el uso de estos dispositivos.
      Para el final de la década ya se sabía que el
      film debía acompañarse de filtros para corregir
      la dependencia de energía. En los años
      ’30 ya se fabricaban y comercializaban
      dosímetros portátiles para monitorear
      rutinariamente al personal, y
      la cámara condensadora de ionización era un
      instrumento común en la mayoría de los
      hospitales.

      Para 1934, Mutscheller reconoció que las
      diferentes radiaciones producían efectos
      biológicos también diferentes, y
      estableció una dosis de tolerancia de
      3,4 roentgen por mes para radiaciones de baja energía,
      y de 7,5 roentgen por mes para rayos más penetrantes.
      El concepto de
      dosis de tolerancia
      implicaba un umbral por debajo del cual no debían
      ocurrir lesiones producidas por la radiación. Este
      concepto
      persistía, a pesar de que Hermann J. Muller, ganador
      del premio Nobel por sus investigaciones, había

      demostrado en 1927 que no existía umbral para
      las mutaciones genéticas inducidas por los rayos
      X.

      El Advisory Comitee on X-Ray and Radium Protection
      de los Estados
      Unidos se formó en 1929. El Comité original
      estaba formado por cinco físicos y tres
      médicos. Dados sus orígenes en el esfuerzo de
      las sociedades
      radiológicas, la mayor parte de su atención
      estaba dirigida a las actividades médicas. Lauriston
      Taylor, del
      Departamento Nacional de Medidas, fue uno de los
      organizadores y líderes de este grupo y
      sesenta años más tarde era todavía un
      activo contribuyente en el campo de la
      radioprotección. El segundo reporte de este
      Comité data de 1934 y se refiere al uso del radio. En
      él figuran recomendaciones preocupacionales para los
      médicos, seis semanas de vacaciones, y recuentos
      sanguíneos periódicos. El nivel de dosis
      permitido es de 0,1 roentgen por día para el cuerpo
      entero, y 5 roentgen por día para los dedos. Este
      último concepto de
      límite órgano-específico era un
      reconocimiento a la importancia de no restringir
      excesivamente al médico en la realización de su
      trabajo.

    2. LA EDAD DE ORO DE LA RADIOLOGIA Y LOS COMITES DE
      RADIOPROTECCION:

      El comienzo de este período podría
      estar marcado por la publicación del libro
      "Manejo Seguro de los
      Componentes Radiolumínicos" del Departamento Nacional
      de Medidas de los Estados
      Unidos en 1941. Este documento reafirmaba el nivel de
      exposición de los trabajadores de la radiación
      en 0,1 roentgen / día, y además
      introducía el concepto de
      carga máxima corporal permisible para la
      ingestión de un radionúclido (0,1 microcurie de
      radio) y
      concentración máxima permisible de un
      radionúclido (10 picocurie de radon por litro) en la
      atmósfera del lugar de
      trabajo.

      Estos límites fueron elegidos como seguros
      basándose en las investigaciones del físico Robley
      Evans, quien estudió los niveles de radioactividad
      recibida por los trabajadores de una fábrica que
      sufrieron cáncer óseo después de pintar
      con pintura
      radioactiva los diales luminosos de los aviones de la
      Primera Guerra
      Mundial. La técnica de la pintura
      incluía meterse los pinceles en la boca para afinar la
      punta (5).

      La bomba atómica se desarrolló,
      construyó y probó en el marco del Proyecto
      Manhattan. Se trataba de una empresa
      estadounidense iniciada en 1942, durante la Segunda
      Guerra Mundial, en la que participaron numerosos
      científicos eminentes, como los físicos Enrico
      Fermi, Richard Feynman y Edward Teller, y el químico
      Harold Vrey. El director científico del proyecto,
      localizado en Los Alamos (Nuevo México), fue el físico
      estadounidense J. Robert Oppenheimer. El impacto que tuvo el
      Proyecto
      Manhattan sobre la radioprotección fue enorme, y se
      empezó a sentir inmediatamente después de la
      guerra. Se
      hicieron grandes avances en el área de instrumentos
      para detectar y medir las radiaciones, incluyendo las
      cámaras de ionización que monitoreaban las
      radiaciones emitidas o perdidas por los equipos de rayos X.
      Los líderes del Proyecto
      Manhattan estaban conscientes de la poderosa fuente de
      radiaciones y radioactividad que habían creado, su
      preocupación los llevó a pedir, en el verano de
      1942, a Ernest Wollan, un físico especializado en
      rayos cósmicos de la Universidad de Chicago, que formara un
      grupo para
      estudiar y controlar los peligros de las radiaciones.
      Había nacido una nueva profesión: la Física Sanitaria;
      al primero en usar este título, Ernest Wollan, se le
      unirían Carl Gamertsfelder, Herbert Parker, Karl
      Morgan, James Hart, Robert Coveyou, O.G. Landsverk, L.A.
      Pardue y John Rose.

      Son de remarcar algunas reflexiones de Morgan: "Al
      principio se pensó que unos pocos Físicos
      Sanitarios serían suficientes en Oak Ridge para servir
      como consultores de las varias clases de problemas
      producidos por la radiación. Sin embargo, algunos
      accidentes
      que ocurrieron poco tiempo
      después de que el reactor comenzara a funcionar,
      llevaron a una revisión de planes…Tanto los
      científicos como los trabajadores estaban tan
      interesados en sus experimentos
      y tan ocupados en varias operaciones,
      que podían subestimar fácilmente los peligros
      invisibles de la radiación. Cuando un hombre
      recibe mucho calor de
      un objeto térmicamente caliente, el dolor lo hace
      retroceder. Sin embargo, cuando pasa por delante de un
      agujero en la coraza protectora del reactor atómico, o
      cuando saca la cubierta de una fuente radioactiva…
      puede haber un daño serio, no solamente para el
      individuo que se descuidó, sino también para
      los otros que trabajan

      cerca de él. Además, no puede saberse
      el grado de lesión que recibió hasta varios
      días,

      o aún años después".

      Dentro del Proyecto
      Manhattan, la denominación de "Físico
      Sanitario" parece haber sido elegida en parte por la
      necesidad de secreto, como un nombre codificado para proteger
      las actividades relacionadas con los armamentos nucleares, y
      en parte porque era un grupo de
      físicos que trabajaba en problemas
      de salud. En el
      entorno de este proyecto
      nacieron muchos de los conceptos modernos de
      protección, incluyendo la unidad REM (dosis de
      radiación equivalente) que representa la cantidad de
      radiación absorbida por el organismo corregida
      según su naturaleza y
      tomando en cuenta la efectividad biológica; y el
      concepto de
      concentración máxima permisible para las
      radiaciones inhaladas. Aquí es donde la
      radioprotección, que había nacido con los
      pioneros de los primeros tiempos de los rayos X y el radio,
      alcanza su madurez.

      Después de la guerra, la
      radioprotección cobró nuevos ímpetus al
      publicarse los resultados de las investigaciones llevadas a cabo durante el
      conflicto.
      Para 1948, J.W. Coltman, de Westinghouse,
      diseñó un intensificador de imágenes, que permitió al
      radiólogo mejorar la visualización durante la
      radioscopía y "salir de la oscuridad", y además
      representó una rebaja importante en las dosis de
      radiación recibidas por el paciente y por el
      médico (5). La Comisión Nacional de
      Radioprotección de los Estados
      Unidos publicó diecinueve reportes desde 1949
      hasta 1960, muchos de ellos concernían directamente a
      la radiología. En estos reportes se estableció
      un cambio
      conceptual sustantivo en la filosofía de la
      radioprotección. La dosis de tolerancia
      dio lugar al concepto de
      dosis máxima permisible, el cual no implica
      necesariamente un umbral. La exposición máxima
      permisible para el cuerpo entero, que había sido
      establecida en 30 roentgen por año para 1936, fue
      reducida a 15 rem por año en 1948, y 5 rem por
      año en 1958. El cambio de
      unidad fue necesario por el entorno más complejo de
      los equipos de radiología después de la
      guerra. Se
      introdujo el concepto de
      beneficio vs. riesgo, que
      sería el predecesor del principio ALARA (As Low As
      Reasonably Achievable: tan bajo como se pueda obtener
      razonablemente) que es el que rige la filosofía de los
      límites de exposición en la actualidad
      (6).

      En el año 1955, se realizó el primer
      simposio
      dedicado exclusivamente a la radioprotección en la
      Universidad del Estado de
      Ohio. Sus asistentes decidieron formar la Sociedad de
      Física
      Sanitaria, y Karl Morgan fue elegido como presidente,
      además, él mismo se encargó de editar la
      revista de
      la Sociedad
      durante los siguientes veinte años. Con el nacimiento
      de esta Sociedad, la
      radioprotección se convirtió en una
      profesión independiente y bien establecida.

    3. LA EDAD DE ORO DE LA
      RADIOPROTECCION:
    4. LA ERA MODERNA:

    La época actual no puede tratarse en una
    perspectiva completa todavía. Ha habido

    grandes progresos en materia de
    nuevas unidades de medición, trabajos de investigación y regulaciones. La
    radioprotección médica se volvió más
    compleja a medida que los equipos de radiodiagnóstico y
    tratamiento se fueron haciendo más sofisticados. La
    existencia de métodos
    que no utilizan radiaciones ionizantes, como la Resonancia
    Magnética Nuclear o la Ecografía, brinda a los
    médicos mayores alternativas a la hora de decidir a
    qué tipo de estudio se va a someter al paciente. Cada
    método
    posee indicaciones precisas, determinadas no solamente por el
    cuadro clínico, sino también por las características particulares del paciente,
    como su edad, su estado
    físico, su pronóstico, y hasta su situación
    económica.

    Los principios
    básicos de radioprotección elaborados con el
    cambio de
    siglo siguen aplicándose todavía. El manejo de
    equipos de rayos X o de radionúclidos requiere de
    licencias especiales por parte del profesional, que debe realizar
    cursos de
    capacitación para obtenerlas, incrementando
    así su nivel de educación y entrenamiento en
    relación con los riesgos
    inherentes a su trabajo. Las salas y los equipos de rayos X son
    inspeccionados para verificar el cumplimiento de las normas de
    seguridad en
    cuanto al grado de exposición de los trabajadores, de los
    pacientes y del público en general. El personal afectado
    al manejo y utilización de radiaciones ionizantes debe
    utilizar obligatoriamente un sistema de
    dosimetría personal para
    determinar las dosis de radiación a las que esté
    expuesto. Se han desarrollado y promulgado protocolos de
    consentimientos voluntarios e informados para ciertos
    exámenes, y se establecieron programas para
    obtener imágenes
    óptimas con mínimas dosis de
    exposición.

    En nuestro país, en 1958, por medio del decreto
    Nº 842, se delegó el control de los
    materiales
    radioactivos a la Comisión Nacional de Energía
    Atómica; pero en este decreto no se contemplaba
    todavía el control de los
    equipos generadores de rayos X. El Ministerio de Salud y Acción Social
    cubre este aspecto de la radioprotección sanitaria por
    medio de la Ley Nº
    17.557 del año 1967, del decreto reglamentario 6.320 y de
    la resolución ministerial 2.680 del año 1968. Estos
    textos determinan las condiciones de habilitación y de
    instalación de los equipos de rayos X para
    radiodiagnóstico médico y dental, radioterapia,
    radiología industrial o de investigación, y aceleradores de
    partículas, así como las condiciones de idoneidad
    del personal
    profesional, técnico y auxiliar afectado al manejo de
    estos equipos.

    En la Resolución Nº 273 del 7 de julio de
    1986 se establecen las siguientes dosis máximas
    permisibles para las personas que, en razón de sus tareas
    habituales, resultaren expuestas a Rayos X
    (7):

    1. Para irradiación uniforme de todo el cuerpo o
      en particular de gónadas y órganos
      hematopoyéticos: 50 miliSievert / año (5 rem /
      año).
    2. Para irradiación de extremidades: 750
      miliSievert / año (75 rem / año).
    3. Para irradiación localizada de cualquier otro
      sector del organismo: 150 miliSievert / año (15 rem /
      año).
    4. Podrá aceptarse que en un trimestre calendario
      el personal reciba
      una dosis de hasta 30 miliSievert (3 rem).
    5. Para el personal
      femenino en edad de procreación la irradiación
      estará limitada a 12,5 miliSievert (1,25 rem) por
      trimestre calendario. Toda mujer en
      estado de
      gravidez deberá comunicarlo, mediante
      certificación médica, al responsable de la
      instalación donde realice sus tareas. A partir de este
      momento y hasta el parto, la
      dosis total en el feto no deberá ser superior a 2
      miliSievert (0,2 rem).
    6. La dosis máxima permisible para los miembros
      de la población no directamente vinculados a
      tareas que impliquen exposición ocupacional y que, por
      razones de proximidad, pudieran incidentalmente resultar
      irradiados, es de 1 miliSievert / año (0,1 rem /
      año).

    Los profesionales de la radiación tienen en estos
    momentos todas las herramientas
    como para protegerse de los peligros de la exposición,
    así como para calmar los temores de los pacientes cuando
    tienen que someterse a un estudio o a un tratamiento con
    radiaciones ionizantes. Nuestra responsabilidad ante nosotros mismos, ante nuestro
    personal y
    ante nuestros pacientes es respetar las normas de
    seguridad
    establecidas, y nuestro desafío es tomar conciencia de los
    riesgos a los que
    estamos expuestos y no minimizarlos. Debemos ser capaces de
    asegurar diariamente en nuestros trabajos que estamos ofreciendo
    a la población no sólo un servicio de
    alta calidad
    médica y diagnóstica, sino también una
    radioprotección adecuada y verdadera.

    DISCUSION:

    En la actualidad nos resulta extraño enterarnos
    de la actitud
    desaprensiva e inocente con que los primeros científicos
    abordaron sus trabajos con los rayos X, así como es
    estremecedor pensar en las enormes cantidades de radiación
    que recibían los pacientes o el público mismo con
    sus diversiones en las ferias. Los rayos X sólo
    evidenciaban efectos beneficiosos para el diagnóstico y tratamiento, nadie
    podía imaginar en ese momento que pudieran ser peligrosos
    o perjudiciales de alguna forma. No se percibe ningún tipo
    de sensación cuando las radiaciones atraviesan el cuerpo,
    las lesiones que aparecen en la piel ni
    siquiera son inmediatas, y no hay forma de sospechar los
    trastornos que se producen sobre los órganos profundos o
    sobre la descendencia. Los efectos irreversibles y acumulativos
    de la radiación se descubrieron paulatinamente, y el
    precio de ese
    conocimiento
    fue el sufrimiento y la muerte de
    muchas personas.

    Los efectos biológicos de una misma dosis de
    radiación varían de forma considerable según
    el tipo de exposición. Los efectos que aparecen tras una
    irradiación rápida se deben a la muerte de las
    células
    y pueden hacerse visibles pasadas horas, días o semanas.
    Una exposición prolongada se tolera mejor y es más
    fácil de reparar, aunque la dosis radioactiva sea elevada.
    No obstante, si la cantidad es suficiente para causar trastornos
    graves, la recuperación será lenta, e incluso
    imposible. La irradiación en pequeña cantidad,
    aunque no mate a las células,
    puede producir alteraciones a largo plazo.

    La irradiación de zonas concretas del cuerpo
    produce daños locales en los tejidos. Se
    lesionan los vasos sanguíneos de las zonas expuestas
    alterando las funciones de los
    órganos. Cantidades más elevadas desembocan en
    necrosis y gangrena.

    No es probable que una irradiación interna cause
    trastornos graves, sino más bien algunos fenómenos
    retardados, que dependerán del órgano en
    cuestión, de las características de la radiación y
    del comportamiento
    bioquímico de la fuente radioactiva. El tejido irradiado
    puede degenerar o destruirse, e incluso desarrollar un
    cáncer. Las consecuencias se manifiestan principalmente en
    la médula ósea, gónadas, riñones,
    pulmones y el cristalino de los ojos, debido al deterioro de los
    vasos sanguíneos. Como consecuencias secundarias aparecen
    cambios degenerativos y funciones
    alteradas. No obstante, el efecto retardado más importante
    es el aumento estadístico de cáncer y leucemia. En
    animales de
    experimentación se ha observado una reducción del
    tiempo de vida
    que aún no se ha demostrado en seres humanos.

    El
    conocimiento de los efectos biológicos de las
    radiaciones produjo una revolución
    en la comunidad
    científica similar a la producida por el descubrimiento de
    los rayos X. Los radiólogos comprendieron que si no
    tomaban medidas de precaución se precipitarían al
    desastre: se reunieron en Comités de Protección
    para empezar a reglamentar las dosis de exposición, las
    normas de
    higiene y
    seguridad de las instalaciones, los horarios de trabajo,
    etc.

    La radioprotección médica que se
    practicaba antes de la Segunda Guerra
    Mundial difiere en dos aspectos básicos respecto a las
    normas de
    protección que conocemos hoy. La "protección contra
    los rayos X" en esa época se refería primariamente
    a la protección del operador de las excesivas
    radiaciones durante los procedimientos
    médicos y no tenía en cuenta generalmente al
    paciente. En segundo lugar, las dosis aceptables
    de

    aquellos días son excesivas cuando se las compara
    con los criterios actuales. Más allá del concepto de dosis
    aceptable, muchos operadores de rayos X así como sus
    maestros tenían una idea por lo menos confusa de la
    importancia de la radioprotección: los jóvenes
    alistados en las Fuerzas Armadas americanas durante la Segunda Guerra
    Mundial se entrenaban como técnicos radiólogos
    tomándose placas unos a otros todos los días para
    practicar (8).

    La explicación de por qué estas dosis
    relativamente grandes eran consideradas aceptables en las
    décadas del ‘30 y del ’40 es muy simple: se
    sabía que los efectos biológicos como el
    cáncer o la radiodermitis ocurrían como resultado
    de altas dosis de radiación (los primeros
    radiólogos y los pintores de diales con radio
    habían dado trágicas pruebas de
    este hecho), pero todavía no se aceptaba ampliamente que
    la exposición ocupacional a pequeñas dosis
    fraccionadas por largos períodos de tiempo
    podía producir efectos retardados.

    Es interesante especular sobre por qué la
    protección del paciente durante las primeras épocas
    no era considerada como una forma de radioprotección
    sanitaria. Parte de la respuesta es que los pacientes, que se
    exponían a los rayos X sólo en forma intermitente,
    recibían mucha menos radiación que los operadores,
    que trabajaban todos los días con ella; y parte reside en
    que se suponía que los pacientes obtenían un
    beneficio directo a consecuencia de la
    exposición.

    Pero desde un punto de vista histórico, es
    más interesante el aspecto de la respuesta que está
    relacionado con la actitud
    prevalente de la época y que era que los agentes nocivos,
    fueran físicos o químicos, producían un
    daño biológico solamente en dosis que estaban por
    encima de un determinado "umbral". Por lo tanto, mientras que la
    exposición profesional a un material peligroso
    podía conducir a alguna lesión, la pequeña
    cantidad del mismo material que recibía el público
    general no debía causar preocupación. El plomo, por
    ejemplo, era ampliamente conocido como un tóxico en
    ciertas industrias, pero
    se usaban pinturas a base de plomo en las casas y oficinas; el
    mercurio era peligroso en dosis industriales, pero era un
    componente común de los medicamentos de la piel; y la
    cumarina, un potente anticoagulante, se usaba en pequeñas
    cantidades como esencia artificial de vainilla.

    Durante la década del ’50 se produjo un
    profundo cambio en las
    ideas en las que estaba basada la radioprotección
    médica, con la apreciación de la posibilidad de que
    pequeñas dosis de radiación podían producir
    efectos biológicos a largo plazo. El impulso primario de
    esta apreciación fue el temor por las consecuencias
    producidas por las pruebas de
    armas
    nucleares en Estados Unidos y
    la Unión Soviética. Por primera vez en la historia una gran
    proporción de la población mundial había sido
    expuesta repetidamente a bajas dosis de una radiación
    creada por el hombre, y
    la posibilidad de que esta radiación pudiera producir un
    daño biológico diseminado emergió como
    preocupación principal por la salud pública. Varias
    fundaciones se dedicaron rápidamente a la investigación de los efectos
    biológicos de las radiaciones ionizantes. Los experimentos
    "Megamouse" sobre material genético en los Laboratorios
    Nacionales de Oak Ridge, en los Estados Unidos,
    aportaron fuertes evidencias de que al menos algunos efectos de
    la radiación no necesitaban "umbral", es decir, que no
    había una dosis segura. Para la misma época, los
    primeros estudios en los sobrevivientes de las bombas
    atómicas de Hiroshima y Nagasaki proveyeron nueva
    evidencia cuantitativa acerca de los efectos
    carcinogenéticos de las radiaciones. Las historias que
    describían la contaminación nuclear de la leche y de los
    alimentos
    sirvieron para generar y mantener la consternación del
    público.

    Los ciudadanos comunes empezaron a preocuparse por este
    agente peligroso, imposible de detectar a través de
    los sentidos,
    que era capaz de contaminar el ambiente
    aún en pequeñas cantidades y penetrar en sus
    cuerpos vía aire, agua o
    alimentos. La
    palabra "radioprotección" cobró un nuevo
    significado, expandiéndose para incluir al público
    general, además de aquellos que estaban profesionalmente
    expuestos. Una tendencia social, en este caso el reconocimiento
    de la contaminación
    ambiental producida por una diversidad de agentes nocivos,
    acompañó, y, tal vez ayudó a promover un
    cambio en la
    actitud hacia
    la radioprotección.

    La creciente preocupación sobre la contaminación producida por las radiaciones
    originó un nuevo planteamiento: muchas personas,
    aún lejos del peligro que representaban las pruebas con
    armas
    nucleares, recibían una gran dosis de radiación al
    someterse a procedimientos
    diagnósticos; por lo tanto, había que crear
    programas de
    control para
    tratar de minimizar la exposición procedente de estas
    fuentes
    también.

    El problema de la exposición innecesaria en los
    procedimientos
    diagnósticos tiene tres facetas distintas:
    equipamiento (¿la máquina es capaz de
    producir imágenes
    de buena calidad con
    mínima exposición a las radiaciones para el
    paciente?), técnica (¿el operador
    está usando el equipo de manera efectiva para minimizar la
    exposición?), y criterio clínico
    (¿el estudio radiológico es útil para el
    paciente?).

    Al principio los programas de
    radioprotección pusieron el énfasis sobre el
    equipamiento, verificando que todos los equipos tuvieran al menos
    filtros y colimadores. Muchos equipos dentales que se usaban en
    esta época no estaban equipados con colimadores: el haz de
    rayos X era tan ancho que irradiaba toda la cabeza del paciente y
    hasta la glándula tiroides, además de ir mucho
    más allá de los bordes de la placa. También
    fue importante motivar y entrenar a los operadores para irradiar
    lo menos posible al paciente. En una época en que la
    mayoría de los equipos tenían pesados colimadores
    de apertura fija y carecían de luces marcadoras, la
    inclinación natural del operador era usar la
    colimación más amplia en todas las circunstancias.
    Los mensajes que se dieron a los profesionales fueron los
    siguientes:

    • Use una cartilla con técnicas predeterminadas
      en vez de tratar de adivinar los factores de exposición
      para cada placa.
    • Colime para abarcar sólo el área de
      interés clínico.
    • Use filtros apropiados.
    • Use protección genital cuando sea
      necesario.
    • Use revelador fresco en un cuarto oscuro
      hermético.
    • Revele las placas de acuerdo con las especificaciones
      de tiempo y
      temperatura
      recomendadas por el fabricante, en lugar de usar el método
      de "sumergir y mirar".

    Estos primitivos mensajes admonitorios, pasados los
    años, demostraron ser insuficientes. Con los avances del
    Diagnóstico por Imágenes
    los servicios de
    Salud
    Pública debieron incrementar el nivel educacional de los
    profesionales de los rayos X para asegurar la producción de imágenes
    de calidad con
    mínima exposición del paciente. Se publicaron
    guías técnicas sobre, por ejemplo, cómo
    monitorear el funcionamiento de las

    procesadoras automáticas de películas y
    cómo evaluar las dosis de radiación de los equipos
    de Tomografía Computada (8).

    Hasta los últimos años de la década
    del ’70 todas las actividades de radioprotección se
    dirigieron hacia estos dos aspectos del problema: el equipamiento
    y la técnica de trabajo. Durante muchos años la
    cuestión del requerimiento de un estudio
    radiológico había sido un problema que solamente
    concernía al médico clínico, que
    debía decidir sin el beneficio de una guía externa
    y muchas veces sin conocimientos precisos de la utilidad de cada
    método de
    diagnóstico.

    En 1978 en Estados Unidos el
    congresista Paul Rogers, durante el transcurso de unas audiencias
    acerca de la exposición pública a las radiaciones,
    se preguntó si no sería posible desarrollar
    criterios consistentes para establecer cuándo ciertos
    exámenes radiológicos eran realmente necesarios. El
    resultado fue un gran esfuerzo conjunto entre el gobierno y el
    Colegio Americano de Radiología para desarrollar y dar a
    conocer criterios de referencia para procedimientos
    radiológicos. Estos criterios, formulados por paneles de
    radiólogos y clínicos de las especialidades
    apropiadas, fueron un intento de proveer a los médicos de
    una guía voluntaria para la indicación de
    exámenes radiológicos. En algunos casos los paneles
    usaron la literatura publicada para
    determinar la eficacia de un
    determinado estudio con respecto a otro, y en otros casos
    condujeron investigaciones
    sobre las prácticas comunes para ayudar a establecer un
    consenso sobre cuándo un estudio era clínicamente
    necesario y cuándo no. Se señaló que la
    aplicación de estos criterios era totalmente voluntaria y
    que en ningún caso podían suplantar el juicio del
    médico a cargo del paciente. Se publicaron guías
    sobre la utilización de pelvimetría,
    radiografía de tórax de screening,
    radiografía de tórax pre-quirúrgicas,
    radiografía de cráneo después de un
    traumatismo y radiografías dentales.

    La amplia aceptación de estas guías de
    criterios fue favorecida por varios problemas
    inherentes a nuestro tiempo. En primer
    lugar, los médicos se ven en la obligación de
    justificar ante los sistemas de
    salud y las obras
    sociales los procedimientos
    diagnósticos o terapéuticos que solicitan, en este
    contexto, tener criterios de referencia es un enfoque razonable.
    En segundo lugar, los clínicos tienen una clara conciencia de que
    la efectividad de un determinado procedimiento
    tiene que estar avalada por estudios a gran escala,
    más que por las impresiones obtenidas de la experiencia
    personal sobre
    unos pocos pacientes. Finalmente, las crecientes demandas a los
    médicos por mala praxis hacen casi perentorio que se
    imponga que un consenso sobre la necesidad de ciertos estudios
    radiológicos.

    Otra área que se ha abordado en los
    últimos tiempos es la educación de los
    pacientes acerca de los riesgos y los
    beneficios relacionados con las prácticas
    radiológicas. Un cambio
    cultural con respecto al cuidado de la salud hace que los pacientes
    sean consultados para tomar decisiones médicas que van a
    afectar sus vidas. En esta era ya no alcanza con que el paciente
    obedezca pasivamente las órdenes del médico:
    la meta es que
    entienda qué es lo que se va a hacer con su cuerpo y por
    qué. Naturalmente, los pacientes tratan de informarse
    acerca de las complicaciones que pueden aparecer en las
    prácticas radiológicas o de los peligros de la
    radiación en determinadas circunstancias, el
    médico, sea el clínico o el radiólogo, debe
    proveerle de información suficiente en forma verbal o
    escrita, y asegurarse de que la entienda. Es muy común en
    la práctica radiológica que el paciente llegue al
    consultorio sin tener la menor idea de qué es lo que se le
    va a hacer.

    Los pacientes deben ser educados en la práctica
    de pedir a sus médicos o dentistas información sobre los beneficios de los
    exámenes radiológicos, solicitar protección
    genital cuando sea necesario, informar voluntariamente acerca de
    la posibilidad de un embarazo, y
    guardar sus radiografías para evitar innecesarias
    repeticiones de estudios.

    Los problemas
    producidos por el uso de radiaciones son muy amplios, y los
    recursos
    económicos que se les pueden asignar son limitados.
    Solamente un cambio de
    actitud y un
    incremento en los niveles de educación tanto de
    los profesionales como de los pacientes relacionados con estas
    áreas de la Medicina
    originarán una optimización de los factores de
    seguridad que
    podrá absorber casi totalmente los riesgos
    relacionados con la utilización de radiaciones
    ionizantes.

    CONCLUSIONES:

    La importancia de los rayos X como herramienta
    diagnóstica en Medicina fue
    rápidamente reconocida por los científicos que
    tuvieron noticia del descubrimiento hecho por Roentgen en 1895.
    La utilidad de las
    radiografías se debe al poder de
    penetración de los rayos X, que revelan diferencias
    mínimas entre los tejidos y muchas
    enfermedades
    pueden diagnosticarse con este método.
    Una vez descubiertos, los rayos X pasaron a desempeñar un
    papel
    fundamental en los campos de la investigación científica, de la
    Medicina y de la
    industria. Ni
    siquiera los peligros inherentes a su utilización, al
    principio totalmente ignorados, pudieron frenar la rápida
    evolución o erradicar a estos agentes de
    sus funciones
    diagnóstica y terapéutica, a tal punto que
    aún hoy, más de un siglo después de su
    descubrimiento, no existe un método
    más inocuo capaz de reemplazarlos totalmente.

    La noción de los graves efectos biológicos
    de los rayos X apareció paulatinamente y los que
    aprendieron a protegerse lo hicieron a costa de otros, cuya
    trágica ignorancia los llevó muchas veces a graves
    lesiones o a la muerte.

    En 1936, a instancias del Profesor Hans Meyer de Breme,
    fue erigido en Hamburgo un monumento a la memoria de
    los mártires de las radiaciones. Edificado en la vecindad
    del pabellón Roentgen del Hospital General de San Jorge,
    este monumento conmemorativo ocupa un emplazamiento elegido en
    honor del Profesor Albers–Schönberg que trabajó
    en este hospital hasta 1921, fecha en la que sucumbió,
    víctima de las radiaciones, después de padecer sus
    consecuencias durante trece años.

    Comporta una columna cuadrangular, sobremontada por una
    corona de laureles, realización del escultor Laubner de
    Breme; al principio reunía una lista de 159
    víctimas, censadas por Hans Meyer, cuyo llamado
    había encontrado eco en todas partes. Por orden
    alfabético están grabados los nombres de los
    médicos, físicos, técnicos, empleados de
    laboratorio y
    monjas cuyas muertes se produjeron por el manejo profesional de
    radiaciones, los pioneros que se aplicaron incansablemente a
    perfeccionar la utilización de los rayos de Roentgen para
    beneficio de la humanidad (3).

    "La inauguración tuvo lugar el 4 de abril de
    1936, ante una numerosa asistencia. El Profesor Frik, Jefe de
    Medicina del
    Instituto Werner-Siemens del Hospital Moabita de Berlín,
    consagró el monumento, y el Profesor Hegler
    agradeció, en nombre del Hospital, al Senado de la villa
    libre de Hamburgo el regalo del emplazamiento. Entre otros
    discursos,
    citaremos el del Profesor Holzmann de Hamburgo, que habló
    en nombre del Dr. Wagner, Führer de Médicos del
    Reich, después de haber depositado al pie del monumento
    una corona de laureles, atada con los colores del Nuevo
    Reich". (Extracto del informe rendido
    por el Dr. Rohrs de Hamburgo. Journal de Radiologie, Tomo 20,
    Nº 6, junio de 1936).

    En la cara anterior del monumento se lee la siguiente
    inscripción:

    "A los radiólogos de todas las naciones:
    médicos, físicos, químicos,
    técnicos, laboratoristas y enfermeras que han ofrendado
    sus vidas en la lucha contra las enfermedades de la
    humanidad. Ellos han preparado heroicamente el camino hacia una
    utilización eficaz y desprovista de riesgos de
    los rayos X y del radio. Las
    obras de los muertos son inmortales".

    Después de la inauguración, el monumento
    ha sido completado, y la estela inicial rodeada por otras cuatro
    más pequeñas donde están grabados los
    nombres de las víctimas muertas en los años
    siguientes, principalmente por cancerización tardía
    de las lesiones o por leucemia. A fines de diciembre de 1988, en
    el monumento de Hamburgo había inscriptos 377
    nombres.

    RESUMEN

    La ciencia y
    arte de la
    radioprotección, más apropiadamente llamada
    Física
    Sanitaria creció en forma paralela con el
    perfeccionamiento del uso de los rayos X y de la radioactividad.
    Los rayos X, descubiertos por el físico alemán
    Wilhelm Konrad Roentgen el 8 de noviembre de 1895, se conocieron
    en todo el mundo poco después del comienzo del año
    1896. Los científicos y la gente común fueron
    igualmente cautivados por los misteriosos rayos capaces de
    atravesar la materia;
    diarios y revistas proveyeron al público de numerosas
    historias acerca de sus propiedades, algunas reales, otras
    totalmente descabelladas. Inevitablemente, el uso diseminado y
    sin ningún tipo de restricciones de las radiaciones
    ionizantes condujo a francas lesiones, que, al principio, no eran
    atribuidas a los mismos rayos, sino a la electricidad, a
    problemas
    técnicos, etc. Pero mientras que algunos investigadores
    ignoraban la causa de las lesiones en la piel que podían
    constatar, otros comenzaron a relacionar a las radiaciones con
    las quemaduras y se abocaron a idear rápidamente distintas
    formas de protección.

    La historia de la
    radioprotección puede dividirse en cuatro
    etapas:

    1. La edad de los pioneros (1895-1915): comprende el
      descubrimiento de muchos de los efectos biológicos de
      las radiaciones, y la recomendación de primitivas
      medidas de protección.
    2. La edad de oro de la radiología (1915-1940):
      aparecen los Comités de Radioprotección, las
      primeras unidades internacionales de medición y las
      primeras dosis de tolerancia
      propuestas.
    3. La edad de oro de la radioprotección
      (1940-1960): en el entorno del desarrollo
      de la bomba atómica, nace la Física Sanitaria
      como profesión. Al desecharse el concepto de
      "umbral", aparece la preocupación por la
      exposición del público a las radiaciones, y se
      introducen programas de
      educación y mejoras técnicas para
      minimizar las dosis recibidas por los pacientes en el
      transcurso de los estudios radiológicos.
    4. La era moderna (1960- Presente): Disminución
      de las dosis de exposición y regulación de la
      utilización de los rayos X. Creciente complejidad de la
      aparatología y desarrollo
      de otros métodos
      de diagnóstico que no utilizan radiaciones
      ionizantes.
    5. APENDICE: CRONOLOGIA DE LOS PRIMEROS CINCUENTA
      AÑOS DE RADIOPROTECCION (9):

    1895

    • 8 de Noviembre- Descubrimiento de los rayos X-
      W.K. Roentgen.

    1896

    • 3 de Enero- El reporte sobre los rayos X se hace
      público.
    • Febrero- Descubrimiento de la radioactividad- H.
      Becquerel
      .
    • 3 de Marzo- Primeros reportes de radiolesiones:
      daños en los ojos- T. A. Edison, W.J.
      Morton
      .
    • 14 de Marzo- Preocupación expresada por la
      posibilidad de radiolesiones- F. Battelli.
    • 10 de Abril- Depilación notada por
      exposición a los rayos X- J. Daniel.
    • 18 de Abril- Primeros efectos notados en la piel-
      L.G. Stevens.
    • Julio- Primer dispositivo radioprotector: placa de
      vidrio para
      proteger los ojos durante las radiografías dentales-
      W.H. Rollins.
    • Reportes de injurias accidentales (quemaduras)-
      H.D. Hawks.
    • 18 de Noviembre- Injurias inducidas deliberadamente
      (quemaduras)- E. Thomson.
    • Electroscopio de lámina de oro usado para
      medir ionización- L. Benoist.

    1897

    • Termómetro de aire usado para
      medir la energía transferida por los rayos X.- E.
      Dorn.

    1898

    • Enero- Filtro de aluminio
      usado como protección- E. Thomson.
    • Mayo- Sugerencia de adaptación a la oscuridad
      antes de la radioscopía- F.H.
      Williams.
    • Julio- Cubierta de plomo para el tubo; colimadores-
      W.H. Rollins.
    • Julio- Nace la palabra "radioactividad"- P. y M.
      Curie.
    • Diciembre- Descubrimiento del radio- P. y
      M. Curie.
    • Descubrimiento de los rayos Gamma- P.
      Villard.

    1899

    • Abril- Licencia para tomar radiografías
      recomendada para proteger al público- J.
      Dennis.
    • Mayo- Compensaciones por mala praxis por quemaduras
      con rayos X.
    • Peligros del ozono de los generadores de rayos
      X.
    • Lista de dispositivos protectores (guantes,
      delantales) en un catálogo de rayos X- R.
      Friedlander Co.

    1900

    • Incrementar la distancia a la piel para reducir la
      exposición- M.K. Kassabian.

    1901

    • 3 de Enero- Se alega la letalidad de los rayos X para
      las personas.
    • Quemaduras de la piel causadas por transportar radio-
      H. Becquerel.
    • Letalidad de los rayos X en mamíferos
      demostrada experimentalmente- W.H.
      Rollins.

    1902

    • Letalidad de los rayos X para los fetos de
      mamíferos- W.H. Rollins.

    1903

    • Fraccionamiento de la exposición en
      fluoroscopía- W.H. Rollins.
    • Propuesta de un Comité de Protección
      dentro de la American Roentgen Ray Society (ARSS)- S.H.
      Monell.
    • Primer instrumento dirigido a leer la
      radiación- W. Crookes.

    1904

    • Octubre- Primera muerte de un
      pionero de los rayos X atribuible a sobreexposición
      acumulativa- C.M. Dally.

    1905

    • Primera unidad de radiación propuesta basada
      en la ionización– M. Franklin.

    1906

    • Leyes de radiosensibilidad de los tejidos- J.
      Bergonie y R. Tribondeau
      .

    1907

    • Mutaciones por rayos X reportadas en sapos- C.R.
      Bardeen.
    • Placa fotográfica llevada en el bolsillo para
      monitorear la exposición a los rayos X- R.V.
      Wagner.
    • Uso de tubos llenos de gas para
      detección de las radiaciones- E.
      Rutherford.

    1911

    • Medidas internacionales de radio y unidad curie
      M. Curie.

    1913

    • Tubos de cátodo caliente y blancos de
      tungsteno permiten mayores voltajes– W.D.
      Coolidge.

    1915

    • La British Roentgen Society adopta recomendaciones de
      radioprotección.

    1920

    • Se levanta el primer comité de
      radioprotección- ARSS.

    1921

    • El British X Ray and Radium Protection Committee
      emite su primer memorandum.

    1922

    • La ARSS adopta reglas de
      radioprotección.
    • Primeros dosímetros de película para
      monitoreo personal-
      G. Pfahler.

    1925

    • Primera "dosis de tolerancia"
      propuesta- A. Mutscheller.

    1927

    • Demostración de los efectos genéticos
      de los rayos X- H.J. Muller.
    • Primera cámara de ionización comercial
      en USA.- J. Victoreen.

    1928

    • Se adopta formalmente la unidad Roentgen.
    • Se forma el International X Ray and Radium Protection
      Committee (antecesor del ICRP).

    1929

    • Se forma el U.S. Advisory Committee on X Ray and
      Radium Protection (antecesor del NCRP).
    • Primer medidor portátil para inspecciones-
      L.S. Taylor.

    1931

    • USACXRP publica las primeras recomendaciones- 0,2
      R/día.

    1932

    • Concepto de mayores dosis permitidas para
      irradiación corporal parcial (manos)- G.
      Failla.
    • Descubrimiento del neutrón.

    1934

    • ICXRP recomienda una dosis de 0,2
      R/día.
    • 0,1 R/día (0,5 R/semana).

    1935

    • Establecimiento del principio Bragg-Gray de
      ionización de cavidades- L.H. Gray.

    1936

    • USACXRP recomienda una reducción de la dosis
      permitida a 0,1 R/día.

    1941

    • USACXRP recomienda adoptar una carga corporal
      máxima de 0,1 microCi para el radio.
    • Se sugiere una dosis máxima de 0,02
      R/día- L.S. Taylor.

    1942-1945

    • Proyecto Manhattan.

    1943

    • Se demuestra que 4 R/semana causan injuria- H.M.
      Parker.

    1944

    • Máxima concentración permisible para
      radiaciones inhaladas- H.M. Parker.
    • Se introduce el REM- H.M. Parker.

    1948

    • 0,3 R/semana.

    1950

    • 0,3 rem/semana.

    BIBLIOGRAFIA:

    1. "La mano de Bertha. Otra historia de la
      Radiología"
      . Francisco Gálvez Galán.
      Justesa Imagen S.A.
      España, 1995.
    2. "A Sketch of the Technical History of Radiology
      from 1896 to 1920"
      . A. Feldman. Radiographics, vol. 9,
      Nº 6, Monograph. Pág. 1113-1128. Noviembre,
      1989.
    3. "Historia Ilustrada de la
      Radiología"
      . G. Pallardy- M.J. Pallardy- A.
      Wackenheim. Capítulo IX. Pág. 495-529. Les
      Editions Roger Dacosta. París, octubre de
      1989.
    4. "The First Fifty Years of Radiation Protection. A
      brief sketch"
      . R. Kathern- P. Ziemer. Form modified for WWW
      publication.
    5. "Radiography and Fluoroscopy, 1920 to the
      Present"
      . J. Krohmer. Radiographics, vol. 9, Nº 6,
      Monograph. Pág. 1129-1153. Noviembre, 1989.
    6. "Historical Development of Radiation Safety
      Practices in Radiology"
      . A. Brodsky- R. Kathren.
      Radiographics, vol. 9, Nº 6, Monograph. Pág.
      1267-1275. Noviembre, 1989.
    7. "Normas
      Relativas a la Instalación y Funcionamiento de Equipos
      Generadores de Rayos X"
      . Publicación del Ministerio
      de Salud y
      Acción Social. Buenos Aires,
      1995.
    8. "The Evolution of Federal X-Ray Protection
      Programs"
      . M. Barnett. Radiographics, vol. 9, Nº 6,
      Monograph. Pág. 1277-1282. Noviembre, 1989.
    9. "Chronology of the First Half Century of Radiation
      Protection"
      . R. Kathren- P. Ziemer. Form edited for WWW
      publication.

    INDICE:

    • Autora: Dra. Silvia Angiola (35)

    Médica Especialista en Diagnóstico por Imágenes

    Vicedirectora de la Carrera de Especialistas en D. Por
    Imágenes de la Universidad de
    Buenos Aires
    (Sede Académica Hospital Ramos Mejía).

    Buenos Aires, Argentina.

    E mail:

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