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Los Diuréticos: Aspectos Básicos y Clínicoterapéuticos



     

     

    Resumen

    Se hace referencia a los aspectos básicos de los
    diuréticos, a los tipos de diuréticos y sus sitios
    de acción,
    se señalan algunas de sus complicaciones. Se cita la
    utilización de los diuréticos en el edema de origen
    cardiaco y renal, en el tratamiento de la ascitis, su utilidad en el
    tratamiento de ciertas alteraciones hidroelectrolíticas,
    en la hipertensión arterial en la insuficiencia
    renal crónica. Señalamos las interacciones
    medicamentosas de los diuréticos con algunos
    medicamentos.

    Palabras claves: Diuréticos, complicación,
    utilización.

     

    Abstract

    Diuretics: Basic and therapeutic
    properties.

    An outline of the basic properties, including types of
    diuretics, their uses and some of the complications that they may
    involve, is given. The use of diuretics is discussed for the
    following conditions: heart and kidney edema, ascites, certain
    hydro-electric disorders, high arterial pressure, and chronic
    kidney failure. The effects of diuretics when used in conjunction
    with other medication are also looked at.

    Key words: Diuretics, complications,
    utilization.

     

    Los diuréticos en sus orígenes fueron
    definidos como aquellos medicamentos capaces de aumentar el
    volumen
    urinario por unidad de tiempo o como
    aquellas sustancias capaces de aumentarla excreción renal
    de agua (Peters
    et aL, 1972). El objetivo
    principal del empleo de los
    diuréticos en medicina es la
    eliminación de líquidos acumulados en el espacio
    extracelular, en las cavidades serosas o en el compartimiento
    intravascular. En la mayoría de las ocasiones el beneficio
    terapéutico de los diuréticos viene dado por el
    incremento en las pérdidas urinarias de sal y agua, pero
    en otras ocasiones algunas de las acciones
    extrarrenales, como la disminución de las resistencias
    periféricas, pueden ser las responsables de su efecto
    terapéutico, por ejemplo, neurales y hormonales que
    regulan en forma constante y fisiológica el volumen del
    liquido extracelular a pesar de las variaciones diarias de la
    ingesta de sodio y agua (Strauss et al., 1958). Es decir, el
    determinante principal del volumen de liquido extracelular es el
    sodio, de allí que el medio más habitual en
    clínica para disminuir cuando sea necesario el volumen del
    liquido extracelular es la reducción del contenido de Na+
    en el organismo y los diuréticos son promotores en la
    pérdida de sodio por el túbulo renal (Tejedor,
    1990).

    Por esto la mayoría de los diuréticos
    utilizados hoy en día son inhibidores de los sistemas de
    transporte de
    sodio a lo largo de la nefrona (furosemida, bumetanida,
    indapamida, tiazidas). Otros son inhibidores enzimáticos
    (acetozolamida). Hay diuréticos que se comportan como
    análogos estructurales de ciertas hormonas
    (espironolactonas) y por ejemplo el amiloride se comporta como
    análogo estructural del Na+. Haremos hincapié en la
    furosemida, bumetadina, tiazidas, indapamida, amiloride,
    espironolactonas y manitol por ser los más utilizados en
    nuestro país. La furosemida y la bimetanida son los
    llamados diuréticos del asa que son un grupo de
    compuestos que aunque de estructura
    química
    diferente, tienen un mecanismo y un sitio de acción
    similar en la porción gruesa de la rama ascendente del asa
    de Henle (Ackerman et al., 1979).

    Recientemente han sido identificados nuevos
    diuréticos del asa como la muzolimina, la etazolina, la
    ozolinina, y la xipamida (Ackerman et al., 1986; Florez et al,
    1988; Beermann et al., 1987). Las tiazidas o hidrotiazidas se
    desarrollaron a partir de la clorotiazida que es una
    benzotiadiazina (Weiner et al., 1985). La clorotiazida produce
    menor inhibición de la hidratasa carbónica pero
    tiene más efecto diurético que los inhibidores de
    esta enzima (Florez et al., 1986). La indapamida es un
    diurético del asa que no tiene grupos carboxilos
    (Nazaret et al, 1987) y no tiene la potencia
    diurética y natriurética de la furosemida y
    además tiene una cierta capacidad como agente
    vasodilatador (Campbe1, 1983) por lo que es útil en
    estados hipertensivos. El amiloride es un derivado
    pirazínico con un radical guanidínico (Florez et
    al., 1988). La acción diurética del amiloride a
    nivel del túbulo distal y colector cortical se basa en la
    inhibición del canal apical del Na+, al inhibir la
    actividad del canal del Na+ reduce la transferencia neta de Na+
    desde la luz hacia
    la
    célula impidiendo el desarrollo de
    un potencial negativo en la luz del túbulo y así
    tiende a reducir la secreción de los iones K+ y H+ y por
    tanto no tiene el efecto kaliurético de otros
    diuréticos (Tejedor, 1990).

    La espironolactona tiene una estructura estiroidea
    similar a la de la aldosterona y compite con la aldosterona por
    los receptores I y II de los esteroides a nivel renal
    (Rafestein-Oblin et al., 1984) cuyo resultado global es una
    disminución del metabolismo
    aerobio y del recambio de ATP, así como de la
    secreción de H+ y K+ a la luz tubular. El manitol es un
    diurético osmótico que se filtra a través
    del glomérulo y no es reabsorbido a lo largo del resto de
    la nefrona, es una hexosa polihidroxilada formada a partir de la
    reducción de la manosa (Florez et al, 1988). Los
    diuréticos como todos los agentes terapéuticos
    eficaces tienen efectos secundarios nefastos y se conocen sus
    complicaciones tóxicas y alérgicas que son raras,
    mientras que sus complicaciones metabólicas como por
    ejemplo la alcalosis y la hipocalcemia son mucho más
    frecuentes (Van Ypersele de Strihou, 1972). La toxicidad
    clínica de los diuréticos del asa se manifiesta por
    alcalosis hipoclóremica, hipocalcemia, hiponatremia e
    hipomagnesemia (Sheehan et al., 1982).

    Los diuréticos del asa también pueden
    originar hiperuricemia que es un efecto adverso conocido desde
    hace tiempo (Stason et al., 1966). Los diuréticos del asa
    pueden ser ototóxicos sobre todo cuando son administrados
    por vía parenteral y si existe insuficiencia renal (Florez
    et aL, 1988). Los inhibidores de la síntesis
    de las prostaglandinas inhiben el efecto diurético de la
    furosemida (Frommer et al, 1986). El tiempo de protrombina
    aumenta cuando se utilizan en conjunto la furosemida y la
    warfarina, ya que el diurético del asa desplaza a la
    warfarina de su unión con la albúmina y así
    el anticoagulante libre ejerce sus efectos. (Ogiso et al., 1982).
    Las tiazidas también pueden provocar hipocalcemia y se
    observó en un 40% de pacientes hipertensos tratados con
    diuréticos (Morgan et al, 1980). La complicación
    más seria de las tiazidas son la hipocalcemia con
    alcalosis metabólica (Esparza et al, 1990).

    Un efecto secundario muy controvertido es el aumento de
    las lipoproteínas plasmáticas en aquellos sujetos
    que ingieren tiazidas (Lasser et al, 1984) y se ha demostrado un
    aumento significativo de los niveles de colesterol en todos los
    grupos de pacientes estudiados y quienes recibían
    diuréticos solos o en combinación con otros
    medicamentos. (Alcázar et al., 1990). Algunos inhibidores
    de la síntesis de las prostaglandinas como por ejemplo la
    indometacina antagoniza el efecto antihipertensivo de los
    diuréticos tiazídicos (Watkins et al., 1980). Los
    antagonistas de la aldosterona y otros ahorradores del potasio
    pueden producir hipercalcemia sobre todo en pacientes con
    insuficiencia renal (Peters et al, 1972). El manitol como
    diurético osmótico puede provocar expansión
    del espacio extracelular y no debe ser utilizado en caso de
    insuficiencia renal severa anúrica. Las indicaciones
    actuales de los diuréticos en clínica se refieren a
    su uso en el edema de origen cardiaco, renal, en el tratamiento
    de la ascitis, en ciertas alteraciones
    hidroelectrolíticas, en la hipertensión arterial y
    vamos a considerar algunas nuevas ideas sobre el uso de los
    diuréticos en la insuficiencia renal
    crónica.

    En la insuficiencia cardiaca la expansión del
    volumen del liquido extracelular es un mecanismo compensador y
    esta expansión es debida a un incremento en la
    reabsorción renal al descenso del volumen circulante
    efectivo que acompaña a la disminución del gasto
    cardiaco. El incremento de la reabsorción de Na+ y agua es
    consecuencia de la actividad simpática, la
    activación del sistema
    reninaangiotensina y el incremento en la liberación de la
    hormona antidiurética (HAD) (Schrier, 1988). La
    norepinefrina y la angiotensina II por mecanismos diversos
    modifican la hemodinámica intrarrenal favoreciendo como
    efecto final la reabsorción tubular de sodio (Skorecki et
    al, 1982). Como es conocido, la HAD favorece la
    reabsorción de agua al actuar en forma directa sobre las
    células
    del túbulo colector (Kelleher et al,. 1983). Los
    diuréticos disminuyen la reabsorción de Na+ por el
    túbulo renal y de esta forma previenen la expansión
    del volumen del liquido extracelular que favorece la
    formación del edema. La acción delos
    diuréticos en la insuficiencia cardiaca también se
    basa en sus efectos hemodinámicos presentando una
    acción escalonada en la insuficiencia cardiaca, aumentando
    inicialmente la capacitancia venosa por dilatación venosa.
    Posteriormente lo que prevalece es su defecto
    natriurético-diurético y al final existe una
    disminución de las resistencias periféricas (Diez,
    1990). En el tratamiento de la insuficiencia cardiaca, los
    diuréticos son una terapéutica de elección y
    particularmente las tiazidas, aún cuando en la
    insuficiencia cardiaca severa deben ser utilizados los
    diuréticos del asa (Diez, 1990). También se pueden
    utilizar la clortalidona, la zipamina, la metolazona y la
    espironolactona. Esta última en asociación con un
    diurético del asa, ya que minimiza el efecto
    hipocalcemiante de éstos, y porque en los pacientes con
    insuficiencia cardiaca existe un hiperaldosteronismo.

    Las dosis habituales de estos diuréticos son: por
    ejemplo para las tiazidas, 50 mg por vía oral al
    día. La furosemida se puede utilizar por vía oral o
    endovenosa, se utiliza a la dosis de 20 – 40 mg cada seis horas.
    La espironolactona en dosis de 25 mg cada seis horas. Se debe
    recordar que los diuréticos pueden presentar interacciones
    con otros medicamentos de uso habitual en la insuficiencia
    cardiaca. La hipocalcemia y la hipomagnesemia inducida por las
    tiazidas y los diuréticos del asa pueden potenciar la
    toxicidad de los digitálicos, así como favorecer la
    aparición de arritmias ventriculares inducidas por los
    mismos. En el caso de insuficiencia cardiaca severa y cuando
    existe resistencia a
    dosis elevadas de la furosemida podemos utilizar la bumetanida (1
    mg de bumetanida equivale a 10 mg de furosemida por vía
    endovenosa o a 20 mg por vía oral).

    Este diurético del asa tiene una gran afinidad
    por el sistema de transporte de ácidos
    orgánicos, con lo que se conserva su excreción a la
    luz tubular (Brater et al, 1981). En relación con la
    utilización de los diuréticos en el edema de origen
    renal nos vamos a referir al uso de los diuréticos en el
    edema de origen nefrótico. El síndrome
    nefrótico generalmente se debe a glomerulopatías y
    el cual se caracteriza por el edema generalizado, proteinuria
    superior a 3,5 g en 24 horas, hipoalbuminemia e hiperlipidemia.
    Se ha postulado que es la hipoalbuminemia debida a la proteinuria
    el evento primario responsable del edema del síndrome
    nefrótico. En una gran mayoría de pacientes con
    síndrome nefrótico y retención renal de Na+
    y agua, el volumen sanguíneo es normal o aumentado, siendo
    la actividad de la renína plasmática normal o
    disminuida y los niveles de aldosterona normales o disminuidos
    (Dorhout Mees et aL, 1984), de tal manera que la retención
    normal de Na+ y agua puede ser un mecanismo primario y no
    secundario en la formación del edema de origen
    nefrótico.

    Existen algunos factores intrarrenales que serian los
    responsables de la reabsorción de Na+ y agua como por
    ejemplo la disminución del flujo sanguíneo renal y
    el descenso de la tasa de filtración glomerular (Shapiro
    et aL, 1986). A' haber retención de Na+ y agua hay
    expansión del volumen plasmático y por tanto, edema
    y además, como hay disminución de la presión
    coloidosmótica del plasma por la hipoalbuminemia, el
    exceso de presión hidrostática provocaría la
    movilización del liquido intravascular hacia el espacio
    intersticial. De lo antes señalado se desprende que el
    objetivo del uso de los diuréticos en el tratamiento del
    edema en el síndrome nefrótico no es otro que
    impedirla reabsorción de Na+ y agua. El tratamiento del
    síndrome nefrótico se basa en el principio primario
    de tratar la nefropatía. Sin embargo, es necesario
    utilizar otras medidas, como por ejemplo el reposo, la
    restricción de la ingesta de Na+ y agua y un aporte
    proteico adecuado. Si con estas medidas el edema no disminuye o
    desaparece, se deben administrar diuréticos, comenzando
    por las tiazidas a dosis creciente.

    También se pueden utilizar combinaciones de
    tiazida y furosemida por vía oral y si hay en este caso
    riesgo de
    hipocalemia se puede asociar la espironolactona; el empleo de la
    furosemida por vía endovenosa se utilizará en caso
    de no respuesta a los diuréticos utilizados por vía
    oral, hipertensión arterial severa, insuficiencia cardiaca
    congestiva y anasarca con complicaciones respiratorias y
    cutáneas en el caso de que haya hipoalbuminenia inferior a
    2 g/l debemos aumentar la ingesta diaria de proteínas
    y se debe administrar albúmina endovenosa. En caso de que
    exista resistencia a la furosemida endovenosa debida a una
    contracción de volemia, hipoalbuminemia e insuficiencia
    renal se indicará plasma o expansores de volumen (Diez,
    1990). Otra indicación de los diuréticos es en la
    ascitis que es una de las complicaciones que acompañan a
    la cirrosis hepática. La ascitis, de acuerdo con estudios
    recientes, desde el punto de vista fisiopatológico se debe
    en primer término a una retención renal de sodio y
    por estudios experimentales se ha comprobado que existe
    retención renal de sodio con anterioridad a la
    aparición de la ascitis (Jiménez et al., 1985). Por
    otra parte existen alteraciones en la excreción del agua
    libre (Shear et aL, 1985) y un importante trastorno funcional
    como es una insuficiencia renal funcional denominada
    síndrome hepatorrenal, el cual se presenta por vaso
    constricción de la arteria renal que conduce a la
    disminución del flujo plasmático renal y del
    filtrado glomerular. En este síndrome hay una importante
    retención renal de sodio a lo largo de toda la nefrona y
    se especula que existe una secreción deprimida de las
    hormonas natriuréticas (Naccarato et al., 1981). Desde el
    punto de vista práctico se utilizan los diuréticos
    ahorradores de potasio del tipo de la espironolactona asociados a
    los diuréticos del asa como la furosemida a la dosis
    inicial de 100 mg por día de espironolactona y 40 mg por
    día de furosemida durante 4-5 días aumentando
    progresivamente la dosis hasta 160 mg por día de
    furosemida y en caso de haber respuesta satisfactoria se
    administran 400 mg de furosemida y 400 mg de espironolactona por
    día (Llach et aL, 1990).

    En algunas alteraciones hidroelectrolíticas como
    por ejemplo en la hiponatremia debida al síndrome de
    secreción inadecuada de hormona antidiurética y en
    la hiponatremia que se genera en pacientes con un
    hiperaldosteronismo secundario y hay aumento en el espacio
    extracelular en forma de retención electrolítica
    son muy útiles los diuréticos del asa; así
    mismo, en la hiperpotasemia de la insuficiencia renal es
    práctica habitual utilizar furosemida en forma de bolos a
    dosis de 120 mg (Rodríguez Puyol et al., 1990). En
    relación con la hipertensión arterial han sido
    utilizados diferentes diuréticos como por ejemplo las
    tiazidas, los diuréticos ahorradores de potasio y algunos
    nuevos diuréticos como por ejemplo la indapamida,
    etozolin, metalazona, piretamida. Estos diuréticos
    actúan en diferentes segmentos tubulares de la nefrona.
    Por ejemplo las tiazidas actúan en el segmento cortical de
    la rama ascendente del asa de Henle, lugar de acción
    también de la indapamida, en tanto que la furosemida, la
    bumetanida y la etozolina actúan en el segmento medular de
    la rama ascendente del asa de Henle (Alcázar et aL, 1990).
    El mecanismo de acción de los diuréticos deriva de
    la inhibición dela reabsorción de sodio y cloro en
    los diferentes segmentos de la nefrona, existiendo
    disminución del volumen extracelular y descenso del gasto
    cardiaco; pasados algunos días, el volumen
    plasmático se normaliza y caen las resistencias
    periféricas.

    Este descenso puede guardar relación con una
    disminución del contenido de sodio intracelular que se
    puede acompañar de una reducción del contenido de
    calcio intracelular, en todo caso, el perfil hemodinámico
    de los diuréticos como fármacos hipotensores
    corresponde a una disminución de las resistencias
    periféricas a largo plazo (Freis, 1984). En los actuales
    momentos, se recomienda iniciar la utilización de los
    diuréticos con uno de tipo tiazídico y, de ser
    posible, asociarlo a un diurético distal ahorrador de
    potasio y se pueden asociar a cualquier tipo de hipotensor,
    controlando los niveles de potasio, ácido úrico,
    glicemia, colesterol y triglicéridos (Alcázar et
    al., 1990). Las dosis son las comunes, por ejemplo para la
    hidroclorotiazida de 12,5 a 50 mg por día y para la
    espironolactona de 15 a 100 mg por día. La
    utilización de los diuréticos en la insuficiencia
    renal crónica y en vista de la disminución de la
    filtración glomerular tiene el problema de resistencia a
    los diuréticos y esta resistencia se basa en factores
    fármaco-dinámicos, como por ejemplo la
    relación balance de sodio y el volumen intravascular y
    factores farmacocinéticos que se refieren en otros a la
    dosis total del diurético que llega a la orina, ya que se
    ha establecido plenamente que la respuesta a los
    diuréticos está determinada por la cantidad del
    diurético que llega a la orina y no por su
    concentración plasmática (Brater, 1992).

    Al disminuir la filtración glomerular disminuye
    el "clearance" renal del diurético, de tal manera que la
    cantidad del diurético que llega al polo luminal del asa
    de Henle es muy poca y ésta es una causa esencial de la
    resistencia a los diuréticos en la insuficiencia renal y,
    en consecuencia, debemos administrar dosis elevadas, como por
    ejemplo 200 mg intravenoso de furosemida o 400 mg del mismo
    medicamento por vía oral y si utilizamos la bumetanida, la
    dosis debe ser de l0 mg por vía endovenosa y de 1 mg por
    vía oral (Voelker et al., 1987). Finalmente, queremos
    hacer algunas observaciones sobre las interacciones
    medicamentosas y bioquímicas de los diuréticos,
    así ejemplo, los diuréticos tiazidas aumentan la
    toxicidad de la amantadora que es un antiviral que se utiliza en
    la prevención de la influenza tipo A. La bumetanida
    aumenta la ototoxicidad de los aminoglicósidos, por lo
    que, de ser posible, se debe evitar administrarlos juntos. La
    anfotericina B aumenta la hipocalemia de los diuréticos.
    La furosemida aumenta la nefrotoxicidad de las cefalosporinas
    (Bartlett, 1994).

     

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    Miguel Rondón Nucete (1)

    En Med-ULA, Revista de la
    Facultad de Medicina, Universidad de
    Los Andes. Vol. 3 Nº 3-4 1994. Mérida. Venezuela

    Onelia Orence Leonett; (2) Lisbeth Rodriguez Aular
    (3)

    (1) Universidad de Los Andes. Facultad de Medicina.
    Unidad de Nefrología. Mérida, Venezuela. (2)
    Gobernación del Estado
    Mérida. Ambulatorio U.I. La Milagrosa. Mérida,
    Venezuela. (3) Ministerio de Sanidad y Asistencia Social.
    Hospital Universitario de Los Andes. Servicio de
    Cirugía Plástica. Mérida,
    Venezuela.

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