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Competitividad – Titanes en el Ring (página 2)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2

I – factor tiempo: 1
industrialización temprana; 2 industrialización
tardía

II – estrategia de
desarrollo: 1
innovar en un amplio sector; ignorantes de los procesos
empresarios; 2 actualización de los sectores valiosos;
informados

III – papel histórico de los gobiernos:
1 reforman; 2 cooperan

IV – educación: 1 centrada
en ciencia
básica y análisis de gestión; 2 centrada en tecnologías
de éxito y
ciencia aplicada a sectores claves

V – economía: 1 dividida
entre macro y micro; 2 organizada en torno a ciertas
industrias y
sectores

VI – políticas
sociales: 1 puede volver a imponer; 2 considera decisivos los
beneficios sociales

VII – relaciones
laborales: 1 generalmente deficientes; 2 generalmente
buenas

VIII – filosofía del desarrollo: 1 no
intervención; lenta y casi completa; 2 competencia
controlada; protección inicial; rápida y
parcialmente incompleta

IX – transición del feudalismo: 1
individualismo; 2 ideas colectivas

X – criterio de la financiación de la
industria: 1
predominio mercados
accionarios; búsqueda ganancias inmediatas; 2 predominio
de la financiación bancaria; emprendimientos industriales
con menores riesgos", nos
dicen Charles Hampden–Turner y Alfons Tronpenaards (ob.
cit.).

 

"En lugar de la esplendorosa nueva fase de integración europea que seguiría a
la constitución formal de mercado
común, lo que hay por el momento (1995) es una gran
incertidumbre sobre el futuro de la C. E., o Unión, como
ahora se la conoce, agravada por la continua confusión
sobre la actitud real
de Gran Bretaña con respecto a ella.

En 1900 Gran Bretaña ocupaba el tercer lugar
tanto en PIB total como
per cápita. Así mismo se mantenía en primer
lugar en cuanto a exportación. En 1987 descendió al
octavo lugar en el PIB (el décimo–quinto en PIB per
cápita) y el cuarto en exportación. En 1990 Gran
Bretaña ocupaba entre los 24 países desarrollados
(OCDE) el décimo–octavo en ingreso per cápita
(15.720 dólares, en comparación con 21.440
correspondiente al más rico, Estados Unidos),
despues de Italia,
Australia, Noruega; Islandia y los Países
Bajos.

La actitud y política de Gran
Bretaña en relación con el movimiento en
favor de la integración europea plantea muchos problemas que
trascienden los puramente económicos. En primer lugar, el
componente económico del papel de Gran Bretaña en
Europa (durante
el período elegido) es de considerable magnitud. Las
relaciones comerciales y financieras con los países de la
Europa continental desempeñan un papel importante en la
determinación del nivel de nuestra actividad
económica. La "cuestión europea" ha sido un
problema serio para Gran Bretaña, y sobre todo en los
últimos 30 años. La actitud británica queda
inmejorablemente descrita con el adjetivo de ambivalente o, con
mayor crudeza, con el de equívoca.

Parte de la actitud británica en estos asuntos
refleja un dilema básico (en retrospectiva más
imaginario que real) en cuanto a cual era la perspectiva
más atractiva. Si la de allende el Atlántico o la
de allende el Canal", nos dice Eric Roll en su libro
¿En Qué Nos Equivocamos? (Fondo de Cultura
Económica – 1996).

 

"Una de las lecciones más importantes que
podemos aprender del análisis de la vida económica
es que el bienestar de una nación,
así como su capacidad de
competir, se halla
condicionado por una única y penetrante
característica cultural: el nivel de confianza inherente a
esa sociedad.

Los Estados Unidos , al igual que Japón y
Alemania, han
sido históricamente una sociedad de alto nivel de
confianza y con una marcada orientación comunitaria, a
pesar de que los estadounidenses se vean a si mismos como
inveterados individualistas.

Pero los estadounidenses han ido cambiando de manera
dramática durante las últimas generaciones, en lo
referente al arte de la
asociación. En muchos aspectos, la sociedad estadounidense
se está volviendo tan individualista como sus integrantes
siempre supusieron que era: la tendencia del liberalismo
basado en los derechos individuales, de
expandir y multiplicar esos derechos, contraponiéndolos a
la autoridad de
virtualmente todas las comunidades existentes, ha sido llevada
hasta su lógica
consecuencia. La declinación de la confianza y de la
sociabilidad en los Estados Unidos se manifiesta también a
través de una cantidad de cambios que se están
produciendo en este país como por ejemplo: el auge del
crimen violento y de los juicios civiles; la
desintegración de la estructura
familiar; la decadencia de una serie de estructuras
sociales intermedias como sociedades
vecinales, iglesias, sindicatos,clubes e instituciones
de caridad; y el sentido generalizado entre la población de que ya no se comparten
valores ni
principios
comunitarios.

Las sociedades con un alto grado de confianza y un
alto capital social
como Alemania y Japón, pueden crear organizaciones
muy grandes sin apoyo social. Cuando hay un déficit en el
capital social, esta carencia muchas veces puede ser compensada
por el estado, de
la misma forma que lo hace al rectificar el déficit de
capital humano
construyendo más escuelas y universidades.

La misma política industrial que conduce al
desastre total en América
Latina puede resultar eficaz, o al menos no causar perjuicio
alguno en Asia. La variable
importante no es la política industrial en si misma, sino
la cultura.

Se puede afirmar que Japón es el modelo
típico de una sociedad "comunitaria", orientada hacia el
grupo y
estado,
mientras que los Estados Unidos son el paradigma de
la sociedad "individualista".

El autor sostiene que Estados Unidos ha tenido
siempre una estructura comunal fuerte (que compensa el
individualismo). Es así como los Estados Unidos en la
actualidad. presentan la imagen
contradictoria de una sociedad que se nutre de un gran fondo de
capital social acumulado previamente, que le brinda una vida de
asociación rica y dinámica mientras que al mismo tiempo,
manifiesta extremos de desconfianza e individualismo social que
tienden a aislar y atomizar a sus miembros.

Quienes han abogado por una interpretación estatista del desarrollo
japonés apuntan no a la intervención gubernamental
directa sino a la sutil entre el gobierno y las
grandes empresas de
Japón. una relación caracterizada por el
término "Japan incorporated". A menudo se afirma que la
vida económica

japonesa contiene un elemento nacionalista del que
carecen los países occidentales.

La cantidad de similitudes entre la cultura alemana y
japonesa, muchas de las cuales pueden atribuírse al
elevado grado de solidaridad
comunitaria que comparten ambos países resulta
sorprendente. Ambos países tienen reputación de ser
ordenados y disciplinados,……les satisface acatar las reglas
de juego,…..tomar el trabajo en
serio y consagrarse a el con intensa
concentración,……pero ninguno de los dos países
es conocido por su ligereza en abordar los problemas o por su
sentido del humor. Obsesión por el orden. Larga
tradición de perfeccionamiento.

A partir del fin de la 2ª guerra mundial
Alemania ha mostrado un cambio
cultural mucho más profundo que Japón, y se ha
convertido en una sociedad mucho más abierta e
individualista que la de ese país oriental. Sin embargo,
las tradiciones culturales de ambas sociedades han generado
estructuras económicas similares.

A pesar de que existen muchas similitudes entre la
orientación comunitaria y paternalista de las industrias
de Alemania y Japón; el sistema
japonés sigue siendo más flexible. En Japón
las empresas tienen un mayor espacio de maniobra en lo que se
refiere a reducir costos, traslado
de la mano de obra, reducción de salarios, mayor
productividad,
menores costos de beneficios sociales.

La competitividad
de la economía alemana depende de un delicado equilibrio: la
mano de obra, si bien costosa, también es altamente
calificada, y sus productos de
alto valor agregado
han encontrado y ocupado un nicho en la economía
mundial. El sistema puede llegar a desequilibrarse si el
valor agregado, generado gracias a la mano de obra calificada,
deja de marchar al paso de los costos, tanto directos como
indirectos.

El compromiso es un camino de ida y vuelta, y los
empresarios que esperan obtener lealtad, flexibilidad y
cooperación de sus trabajadores, sin darles nada a cambio,
ya sea en forma de seguridad,
beneficios o capacitación, son, lisa y llanamente,
explotadores.

En los Estados Unidos y en Europa las
políticas oficiales (cuya tendencia ha dado un vuelco) han
sido diseñadas en los últimos años, teniendo
en consideración que las empresas pequeñas son
más innovadoras y crean mayor cantidad de empleo.

En realidad hay dos culturas económicas que
estan surgiendo en Asia, una japonesa y otra china. Cada
una de ellas se encuentra por grandes organizaciones en red, basadas, en el caso
japonés, en la confianza social y, en el caso chino en
la familia y
el parentesco", nos dice Francis Fukuyama en su libro Confianza
(Trust) (Editorial Atlantida – 1996).

 

"La competitividad es hoy una noción global
que integra tanto consideraciones de costo como de
calidad.

El fortalecimiento de nuestra competitividad
(Francia) pasa,
ciertamente, por una sana gestión macroeconómica,
pero también por otras numerosas vías: aumento de
la innovación y los recursos
afectados para la tecnología e investigación industrial, desarrollo de
nuestra infraestructura pública, formación,
fortalecimiento de nuestro sistema
financiero,acompañamiento de los cambios sociales en
la empresa
fundado en un mayor compromiso de los asalariados, en el carácter atractivo del
territorio.

Por último, el futuro está en la
cooperación industrial. En los períodos de
incertidumbre, hay una tendencia al repliege, especialmente en
las empresas. Pero hoy las necesidades son tales que requieren
una mayor coordinación industrial. Las respuestas
deben buscarse en el fortalecimiento de la cooperación
dentro de las empresas, entre las empresas, con los
subcontratistas, con el sistema bancario y también con el
estado.

¿A que llamamos
competitividad?.

En primer lugar, la competitividad no puede ser
más que una noción comparativa: si un país
mejora en un 5% su productividad o sus costos de
producción mientras que los otros logran un 10%, su
competitividad retrocede.

En segundo lugar, la competitividad no puede
apreciarse más que en un período relativamente
largo, de varios años (5/6 años).

En tercer lugar, la competitividad debe apreciarse en
valores y no principalmente en volumen el
problema es procurarse suficientes divisas como para
satisfacer los deseos y necesidades de mercancías
extranjeras.

En cuarto lugar, la cuestión central consiste
en preguntarse si la competitividad es una variable debate (que
establece la causa de un fenómeno) o una variable de flujo
(para la que se observa un resultado, que hay que interpretar):
en el primer caso, se trata de comprender los resultados de las
cuentas con el
exterior como si estuvieran determinadas por la "competitividad".
Si se trata de una causa única (los salarios, los costos
unitarios, los precios), la
expresión repite inútilmente el contenido de una
variable bien conocida que parece más simple llamar por su
nombre. Si por el contrario se piensa que hay una multiplicidad
de causas y más aún, interdependientes, recurrir a
la noción de competitividad para analizar las cuentas con
el exterior no tiene más carácter explicativo que
"la virtud adormecedora del opio".

Es por eso que nos parece más util definir la
competitividad como una variable de flujo, un resultado, la
evolución de la participación en los
mercados, en valores y promedios plurianuales, tanto en el
mercado externo como interno.

 

Las nuevas dimensiones de la
competitividad:

Competitividad costo: 1) salarios; 1bis) cargas
sociales; 2) productividad del trabajo; 3)
política
fiscal; 4) productividad del capital; 5) economías de
energía y otros insumos; 6) calidad de los servicios
públicos.

 

Competitividad no costo: 7) aumento de la capacidad
de producción; 8) calidad; 9) plazo para la
puesta en el mercado; 10) capacidad para diferenciar y ampliar
gamas; 11) especialización; 12) eficacia de las
redes y de la
cooperación entre empresas.

 

Estrategias para los actores industriales: calidad,
compromiso y cooperación.

En una búsqueda para la mayor eficiencia
organizacional se da un desafío en tres
niveles:

En primer lugar las empresas deben cambiar en
profundidad el trabajo y su organización: el compromiso de los actores
e interlocutores se ha convertido en un imperativo
categórico.

En segundo lugar contar con trabajadores mejor
formados y con más estabilidad. La calidad de las
organizaciones no tiene sentido más que con la calidad del
trabajo.

En tercer lugar también deberán
aprender a cooperar mejor con los otros. Cooperación en
redes múltiples (re–internalizar).

Como destaca el informe de la OIT
(On Business and Work 1990) el paso a una organización
fundada en el compromiso y la competencia profesional, antes que
en la minimización de los costos salariales, supone un
contexto favorable en materia de
evolución de los salarios reales del personal,
condiciones que, con más frecuencia, se dan en
Japón y Alemania que en el Reino Unido, Estados Unidos y
Francia.

La única estrategia que puede convencer a los
trabajadores de comprometerse a largo plazo está basada en
el tríptico,
formación–calificación–promoción: es, por otra parte, el
único que puede permitir que el mayor número de
asalariados se involucre en un futuro coherente con el proyecto
evolutivo de la empresa", nos
dicen Benjamin Coriat y Dominique Taddei (ob.
cit.)

 

"Europa es una cultura más obsesionada por la
calidad que por la cantidad. La ecuación americana es
simplemente la opuesta, se prefiere la cantidad a la
calidad.

En América
las sutilezas o se desconocen o no se aceptan.

La americanización resulta un proceso de
aceptación de sus rasgos y de su velocidad a
costa de la supresión y el aniquilamento de la cultura
europea.

Estados Unidos es un país perfecto para
encarar el proceso de velocidad, de movimiento y de dinamismo
inherente a la contemporaneidad. No hay ninguna barrera cultural
que impida que las cosas vayan rápido.

En Europa se pueden producir los mismos procesos
culturales, pero no se puede alcanzar el ritmo americano, porque
el coste temporal de aceptación y asimilación
social es mayor.

Estados Unidos, más que pretender el dominio cultural
del que se le acusa, lo que ha pretendido siempre es vender y
hacer buenos negocios.

La cultura europea tendrá muchas virtudes,
pero la venta no es una
de ellas. La dificultad y el pesimismo no se venden, la
esquisitez y el sibaritismo se basan en vender unos pocos", nos
dicen Mercedes Odina y Gabriel Halevi (ob. cit.).

 

"La dinámica de la competitividad, como
ideología rectora de las relaciones
sociales, económicas y políticas conduce a la
catástrofe porque es incapaz de resolver los problemas
comunes de un mundo al que crecientemente podemos percibir como
una nave común en la que estamos todos embarcados.
Además, en su base, la propia lógica de la
competencia implica, necesariamente, el que haya ganadores y
perdedores. Por ello, es esencial al modelo la exclusión
de quienes no son capaces de sobrellevar con éxito el
desafío competitivo. Es intrínseco al modelo
orientado por el nuevo credo de la competitividad, el crecimiento
de la pobreza y la
marginalidad.
Lo es también, la tendencia hacia una
homogeneización que no respeta las tradiciones y las
formas culturales de cada pueblo.

Para el capital (industriales,banqueros) la
competitividad se ha convertido en el objetivo a
corto y medio plazo, mientras que la rentibilidad sigue siendo el
objetivo a largo plazo y la razón de ser de la
empresa.

Existen límites
estructurales a los excesos de la competencia, en la medida en
que no tiene en cuenta los grandes desafíos que
representan:

 

.· las desigualdades socioeconómicas en
el seno de los países y entre los países y la
marginación de grandes zonas del mundo;

· la agresión a los sistemas de
mantenimiento
de la vida en el planeta (creciente desertización,
erosión
del suelo,
extinción de especies animales y
vegetales, contaminación de mares y ríos,
etc.);

· la concentración de poder en
unidades económicas en gran medida incontrolables
(empresas multiterritoriales y multinacionales, redes mundiales
de información y comunicación etc.)", nos dice el Grupo
Lisboa (ob. cit.).

 

"La estructura y la dinámica de la
economía mundial cambiaron profundamente. Ya no hay un
"centro económico" de la economía mundial. La
diminuta isla de Taiwan tiene hoy (1995) el segundo superavit
comercial del mundo. Y no hay superpotencias: Japón
está a la cabeza en el desarrollo de Asia continental.
Pero en las industrias de alta tecnología en las que
radica el verdadero crecimiento –biotecnología y genética,
tecnología
de la información, software, la nueva ingeniería financiera– todavía
está peligrosamente rezagado.

En el aspecto manufacturero, Estados Unidos ha puesto
su casa en orden. La mayor parte de su industria manufacturera es
hoy tan competitiva como la de cualquier otro país;
aún la industria automotriz se ha puesto al día.
Estados Unidos, ha alcanzado un puesto de liderazgo casi
invencible en las nuevas industrias del crecimiento, y en
especial en las de alta tecnología.

Europa Occidental no pudo explotar las enormes
oportunidades de la unificación económica y ha
quedado rezagada en los índices de eficiencia
manufacturera de todas las áreas de alta tecnología
y en el nivel de empleo.

China ejerce una especie de atracción
magnética para la inversión de compañías de
todo el mundo, en directo contraste con Rusia.

China presenta mayores peligros que ningún
otro mercado……y oportunidades demasiado grandes para
ignorarlas. Todo indica que la zona costera se ha transformado ya
en la tercera potencia
económica del mundo. Si continúa en su rumbo
actual, para el 2000 alcanzará el segundo lugar, con una
producción superior o igual a Japón, aunque con una
población tres o cuatro veces más
grande.

A menudo dije (Drucker) que el secreto de
Japón consiste en su aptitud de hacer de una
corporación moderna una familia. El
secreto del management chino bien puede consistir en su aptitud
de convertir a una familia en una corporación
moderna.

Puede pronosticarse –de hecho es
prácticamente seguro– que
China se verá sometida a serias turbulencias en los
próximos años. Ningún país que se
desarrolle tan aceleradamente como lo hace China continental
puede escapar a una severa sacudida. Las burbujas, como
dolorosamente lo aprendió Japón siempre
estallan.

Creo (Nakauchi) que para que China evite el peor
escenario de todos, el conjunto de los cuidadanos, y no
sólo una parte del país, debe gozar de cierto nivel
de comodidad material.

En Japón, algunos dicen que la
especialización económica en escala
internacional
debilita el núcleo de la industria
japonesa. No obstante todos sabemos que la elaboración de
manufacturas alcanza su mayor eficiencia cuando se realiza en la
parte del mundo donde los recursos, la tecnología y los
costos son más favorables.

El debilitamiento del núcleo de la industria
de una nación
es simplemente el traslado de la elaboración de
manufacturas a la ubicación más conveniente a
escala internacional.

…………cuando la interdependencia
económica aumenta, las compañías pasan a ser
multinacionales y el mundo se transforma cada vez más en
un lugar sin fronteras. El concepto de
fronteras nacionales pierde sentido. Un país que pretenda
tener toda una gama de industrias fuertes, sufrirá el
contrapeso de algunos que son internacionalmente ineficientes.
Proteger a los sectores
incapaces es costoso, y puede
provocar fricciones con otros países. Esto debe ser lo que
está pasando en el mundo, y especialmente en
Japón.

Hacia el año 2000 ninguna operación
manufacturera tendrá posibilidades de ser competitiva si
sus costos directos de mano de obra manual superan el
10 o 12% y esto significa que en los países desarrollados
la cantidad de trabajadores manuales del
sector no será mucho más grande, como
proporción de la mano de obra total, que la
población agrícola de hoy, pese a lo cual, lo mismo
que en la agricultura,
la producción será mucho más
elevada.

En este aspecto, Estados Unidos completó en lo
esencial la transición. ……..En Japón, la
mayoría de las industrias todavía tienen que
iniciarla.

Japón es el importador más grande del
mundo de alimentos,
materias primas y commodities en general importa el 40% de sus
alimentos, todo su petróleo, todos sus minerales y
prácticamente toda su madera.

La inversión en el exterior genera exportaciones. Y
genera exportaciones de valor más alto que las que se
reemplazan.

La transferencia al exterior de las actividades de
bajos salarios y escaso valor agregado fortalece la base
industrial de un país desarrollado en vez de "hundirlo en
la depresión".

Estados Unidos importa hoy (1994) alrededor del 12%
de los bienes
manufacturados que consume lo que todavía representa
sólo la mitad de lo importado por la mayoría de los
países europeos. El déficit comercial
estadounidense, si se deja de lado el
petróleo, que por si sólo representa la mitad,
es provocado por importaciones
como la de autos y bienes
electrónicos de consumo de
Japón y máquinas
herramientas
de todo tipo de Japón y Alemania, vale decir, por
importaciones provenientes de países en los cuales los
salarios son altos y no más bajos que en Estados Unidos.
Las importaciones de países de bajos niveles salariales
sólo representan el 3% del consumo
estadounidense.

Yo afirmaría (Drucker 1994) que existe la
necesidad de mantener los principios básicos en los cuales
se basó gran parte del crecimiento de Japón en los
últimos 40 años.

·en primer lugar, el principio de estabilidad
de empleo, el segundo es la identidad
esencial de intereses entre la empresa y el empleado, o al menos
la armonía de esos intereses. (capacitación,
recolocación…..)

El único campo tradicional en el cual creo que
Japón tendrá que cambiar drásticamente es
probablemente el financiero. En muchos aspectos, este campo es el
área número uno de crecimiento de los
próximos 10 años", nos dicen Peter Drucker e Isao
Nakauchi (ob. cit.).

 

"1987. Japón controla la alta
tecnología (semiconductores)
sobre la cual se basa el poder militar de Estados Unidos y la (ex
Unión Soviética). Desgraciadamente Japón no
ha usado habilmente la carta
tecnológica. Tenemos el poder de decir no a Estados
Unidos, pero no hemos ejercido esa
opción…….

Mientras Japón no tenga dirigentes que
entiendan la realpolitik Estados Unidos no nos considerará
un jugador importante.

Para ser plenamente apreciados debemos, cuando
cuestiones de un interés
nacional crucial lo justifiquen articular nuestra posición
y decir no a los Estados Unidos.

La Comisión de Productividad Industrial del
Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT–1990)
hizo una lista de seis áreas en que la industria americana
es débil comparada con la de Japón : 1) estrategias
obsoletas; 2) escasa atención a los recursos
humanos; 3) fallas de cooperación
investigación/fabricación.
coordinación– comunicación); 4) debilidad
tecnológica en diseño
y producción; 5) desentendimiento entre gobierno e
industria; y 6) horizontes a corto plazo.

La fuerza
implícita de la industria japonesa deriva de una
perspectiva a largo plazo para tratar con los accionistas y
establecer precios con los subcontratistas –el nexo
proveedor– fabricantes.

Muchas empresas norteamericanas impulsadas por las de
dividendos de los accionistas, adoptan métodos de
administración que estan reñidos con
su raisond'être : fabricar bienes o prestar servicios.

Europa Oriental y la (ex) Unión
Soviética quieren una tecnología actualizada y
ayuda financiera para ser productivas. ¿ Qué
país puede brindárselas? Solamente Japón.
Pero no podemos aceptar el reto solos. Tiene que haber un
emprendimiento conjunto con nuestro socio. Estados
Unidos.

Sea como fuere, los japoneses deben comprender que en
este momento (1990) el país está en la cresta de
una ola histórica y que, con Estados Unidos
definirá la próxima era. Disiento con la
opinión a menudo expresada de que en el siglo XXIel mundo
será pentapolar – Estados Unidos, Japón,
Europa, la Unión Soviética, China– es posible
que Estados Unidos se recupere y siga siendo líder,
pero Europa Oriental y la Unión Soviética
serán en definitiva parte de la red global de la
tecnología japonesa.

En las décadas venideras, Europa estará
dominada por una Alemania reunificada.

La Union Soviética y China serán menos
dinámicas que en la actualidad, en tanto que la
región del Pacífico y el Sudeste Asiático lo
serán más. En esta nueva configuración el
equipo Japón –Estados Unidos debe representar una
influencia constructiva.

El uso hábil en obras públicas para
ajustar el ciclo empresario ha
sido un factor decisivo en el éxito económico del
Japón", nos dice Shintaro Ishihara
(ob.cit.)

 

"El Japón moderno es un gigante
económico que representa un séptimo de la
economía mundial, un coloso industrial que acumula
inmensos superavits comerciales (110 mil millones de
dólares en 1992). A pesar de ello Japón no es un
país eficiente en general. La productividad por hora de
sus operarios es menor que en la mayoría de los
países industrializados. La eficiencia extrema de la
industria manufacturera oculta la burda ineficiencia de la
distribución y de sus sectores
agrícolas.

La burocracia
conduce al país a pesar de que la Dieta, el Parlamento
Japonés, se elige libremente.

Para los comienzos de los años 90 los
americanos sugerían (nada menos) que la abolición
del sistema de guía administrativa, que implica una
estrecha participación de la burocracia oficial en el
mundo industrial, y su reemplazo por un régimen que
depende de las opciones del consumidor y la
libre competencia.

En septiembre de 1991, según una encuesta sobre
productividad de los operarios, Japón quedaba
detrás de los principales países industriales, y
sólo sobre Suecia.

El trabajador americano necesita sólo 10 meses
para producir lo que el trabajador japonés medio produce
en un año, y el alemán sólo necesita
ocho.
Como resultado de su mayor productividad, los
alemanes tienen tres veces más tiempo libre que los
japoneses.

Las altas cifras del PIB per cápita de
Japón no se deben a una gran eficacia social e industrial,
sino a la mayor cantidad de trabajo.

La población activa representa un 70% de la
población total.

Aunque Japón es una gran potencia
económica, las únicas industrias competitivas y
productivas, tanto en calidad como en cantidad, son las
industrias manufactureras, especialmente los que explotan la
producción masiva, como la automotriz y la electrónica. Las aptitudes y la cultura que
impregnan la urdimbre de la sociedad japonesa conducen a la
manufacturación masiva y estandarizada, pero son
inapropiadas para cualquier otra industria o actividad
social.

Bajo la rúbrica de "guía
administrativa" Japón otorga a sus burócratas poder
ilimitado para intervenir administrativamente fuera del sistema
legal.

Los burócratas japoneses no son leales al
Japón ni al gobierno japonés, sino a sus ministerios y
organismos, dentro de los cuales tienen empleo
vitalicio.

Quizás no exista otro país cuyas
marcas sean
tan conocidas mientras su gente y su cultura son tan
borrosos.

En campos como la tecnología aeroespacial, que
produce bienes complejos en volúmenes pequeños, y
en las industrias de la información y la
distribución, la rigidez laboral y la
orientación grupal de la gestión a la japonesa
constituyen una desventaja. Todos esos cambios requieren
decisiones rápidas y
creatividad..Cuando el
monocultivo (en este caso industrial) predomina en una sociedad,
los cambios no son fáciles.

Japón ha triunfado económicamente
merced al desarrollo y la expansión de sus industrias de
producción masiva. El gran interrogante para el
Japón de los años 90 es si podrá abandonar
esa senda.

No siempre resulta fácil que un país
que prosperó en determinadas condiciones mantenga su
prosperidad en la época siguiente. Aunque hoy (1990)
Japón sea "el alumno estrella", ello no garantiza su lugar
en la próxima era. La pregunta que debemos afrontar es si
los mismos factores que hicieron de Japón el "alumno
estrella" como sociedad industrial como sociedad industrial le
servirá en la era de la sociedad del conocimiento.
En lo interno, las instituciones y gubernamentales deben
reconstruírse según nuevas pautas. Se deben tomar
medidas para afrontar el envejecimiento de la población y
realizar una reforma industrial y tecnológica extensa.. En
lo externo, las fricciones económicas han alcanzado suma
gravedad y se requieren nuevas ideas y enfoques.

La versión japonesa de la revolución
del conocimiento, aún está muy a la zaga del nivel
norteamericano.

En la década del 90 puede haber un
áspero enfrentamiento entre las demandas de los japoneses
que desean mayor diversidad y la rigidez de los burócratas
y otros grupos cuya
ocupación les predispone a preservar el statu quo del
sistema de producción masiva.

Al examinar la revolución del conocimiento
(1990) yo diría que las fuerzas vitales que impulsan el
cambio en los Estados Unidos y Japón son fuertes y las de
Europa Occidental, un poco más débiles. Entre otras
razones, hay diferencias en la respectiva capacidad para el
desarrollo tecnológico y las reservas excedentes
disponibles; pero las diferencias más relevantes
conciernen en la cantidad y calidad de quienes ingresan en la
fuerza laboral.

Ante todo está la carga social debida al
incremento en pagos de pensiones para los ancianos. Esta carga
pública –que incluye el dinero que
se paga en impuestos
más el seguro
social– supera el 50% de PNB en todas las
economías europeas occidentales, y es 15 al 20% más
alta que en Japón o Estados Unidos. Como muchos han
señalado, esta pesada carga social reduce el incentivo
para trabajar y es una de las causas del debilitamiento de la
vitalidad industrial.

El segundo tipo de presión
que la población de edad ejerce sobre la economía
europea occidental consiste en una resistencia
más fuerte a los cambios en la estructura industrial o a
las innovaciones tecnológicas, pues a una elevada
proporción de trabajadores mayores les resulta
difícil cambiar de ocupación. Como los europeos
tienen de por si cierta tendencia a aferrarse a ocupaciones
tradicionales, esto constituye un grave problema.

La resistencia de los trabajadores mayores al cambio
genera creciente desempleo entre
los jóvenes –los capaces de pensar y actuar con
flexibilidad– de ciertas áreas de la economía
europea representando una gran pérdida
.

Los Estados Unidos avanzan hacia el cambio con mayor
celeridad que los europeos occidentales. Sin embargo en lo que
atañe a la voluntad empresarial de invertir en
investigación & desarrollo y al impulso individual
hacia el ahorro, la
sociedad americana no puede competir con
Japón.

Habiendo creado la sociedad con mayor libertad
competitiva del mundo, Estados Unidos tiene el sistema más
apto para generar cambios en respuesta a las demandas del
público, y por ello está volcando ingentes
energías en desarrollo de la revolución del
conocimiento.

El Japón actual afronta fuerzas poderosas que
hacen lo posible para impedir toda transición a una nueva
sociedad del conocimiento. ¿Acaso no es esa la
razón por la cual Japón, que posee tanto el poder
como la inclinación para reformarse, aún no ha
hecho nada para romper el marco de la sociedad industrial?", nos
dice Taichi Sakaiya (ob. cit. ).

 

"Los subsidios a los grupos de interés…….y
el constante crecimiento de la parte del mínimo
socialmente garantizado que se exige al gobierno en forma de
programas
sociales generalizados: prestaciones
sociales, indemnizaciones por desempleo, educación
pública, pensiones de jubilacion, servicios de salud y similares,…..al
margen de tremendas dificultades financieras que ocasionan, son
un reflejo de la aún más problemática
esquizofrenia
que afecta a la mente pública.

En Alemania, por ejemplo, los costes de estos
programas ya suponen casi el 33% de PNB. Para el año 2030,
si se mantiene la tendencia actual, representarán casi el
50%. Esto precipitaría un desastre final.

Nuevamente en Alemania, los días que un
trabajador de la industria deja de trabajar por vacaciones,
fiestas y bajas (sin contar los días de huelga o las
bajas por maternidad) ascienden a 61, más del doble de los
de Japón o Estados Unidos. En total, los costos no
laborales relacionados con tales trabajadores ascienden a la
mitad del coste total de la plantilla. Inevitablemente la
competitividad se resiente", nos dice Kenichi–Ohmae (ob.
cit.)

 

Luego de leer tan interesantes datos y juicios,
surge la pregunta: ¿Puede Europa ser
competitiva?.

Repasemos algo de lo anterior:

Segun Rifkin:

El trabajo en Europa es un 50% más caro que en
Estados Unidos o Japón.

Los pagos de la Seguridad
Social en Alemania, en 1990, fueron un 25% del PBI, un 15% en
Estados Unidos y un 11% en Japón.

Los impuestos en las empresas en Alemania exceden el
60%, en Estados Unidos el 45%.

La "red social" cuesta alrededor del 41% del PBI en
Europa, y un 30% en Estados Unidos o Japón.

El trabajador medio alemán tiene una
retribución hora de 26,88 dólares (con un 46% de
asignación a subsidios sociales), de 21 dólares en
Italia (con la mayor parte asignada a subsidios), de 15,89
dólares en Estados Unidos (con un 28% asignado a
subsidios).

En 1992 el trabajador alemán medio trabajaba
1.519 horas año (más 40 días año de
vacaciones pagas), el americano trabajaba 1.857 horas al
año y el japonés 2.007 horas año.

 

Segun Thurow:

El salario
alemán de 30 dólares hora y 17 dólares hora,
si se excluyen beneficios adicionales, lleva los costes de la
mano de obra fabril a resultar dos tercios más altos que
en Estados Unidos.

 

Segun Sakaiya:

La carga social debida al incremento en pagos de
pensiones para los ancianos, que incluye el dinero que se
paga en impuestos más el seguro social supera el 50% de
PNB en todas las economías de Europa Occidental y es un
15/20% más alto que en Japón o Estados
Unidos.

Como dice Thurow: Cuando los asiáticos aluden al
sistema de bienestar europeo para los que estan en edad de
trabajo lo hacen con escepticismo. Simplemente no pueden creerlo.
¡Vacaciones de cinco semanas!. ¡Un mes de aguinaldo
en Navidad!.
¡Dieciocho meses restituídos mediante un seguro por
despido!. Su descreimiento es una de las razones por las cuales
el sistema no puede continuar. Las empresas se pueden trasladar
al lejano oriente, y evitar todos los costos de los beneficios
adicionales.

 

Aceptando que el comercio
internacional no es un juego de suma cero, y que los
países no cierran, como dice Krugman, nos
preguntamos:

¿Tiene Europa competitividad en el costo de los
salarios? NO

¿Tiene Europa competitividad en costo de las
cargas sociales? NO

¿Tiene Europa competitividad en productividad del
trabajo? NO

¿Tiene Europa competitividad en política
fiscal?
NO

¿Tiene Europa competitividad en la productividad
del capital? NO

¿Tiene Europa competitividad en las
economías de energía y otros insumos? NO

¿Tiene Europa competitividad en cuanto a calidad
de los servicios públicos? NO

¿Puede Europa aumentar la capacidad de
producción? SI

¿Puede Europa mejorar la calidad de
producción? SI

¿Puede Europa reducir el plazo de puesta en el
mercado de productos? SI

¿Puede Europa diferenciar y ampliar gamas de
productos? SI

¿Puede Europa alcanzar especialización en
mercados y productos? SI

¿Puede Europa alcanzar mayor eficacia de las
redes y de la cooperación entre empresas? SI

 

Las respuestas negativas y positivas nos llevan a la
situación de aceptar que Europa no puede ser competitiva
en todo ni ante todos. Tal vez, mas bien, podríamos
afirmar que, puede serlo ante pocos y en pocos productos o
sectores.

Al margen de los límites cuantitativos y
cualitativos estarían los volitivos, culturales, de
equidad, de
educación, de justicia
social, de virtuosismo, de prudencia, de discreción, de
cualificación, de habilidades y de ideas que poseen sus
ciudadanos.

¿Se puede jugar al fútbol con las reglas
del baloncesto o
viceversa?

En la primera jugada nos cobrarían falta. Pues
eso, es lo que ocurre a Europa. Intenta participar de un juego,
"la competitividad", con reglas distintas a la de los
demás participantes.

Llevar la "competitividad" al límite, puede
producir fenómenos similares –para seguir con el
simil deportivo– al del dopping del ciclismo en el
Tour de Francia 1998. ¿Quieren que no se droguen?,
pregunta un periodista y entrenador ciclista. Humanicen el
ciclismo, contesta. Hoy es un deporte para la
televisión. Hagan etapas más cortas,
espectaculares, con finales en alto que no pasen de los 200
kilómetros y, con suficientes descansos. Y cambien las
reglas económicas. Los equipos ponen los artistas para las
galas del tour. ¿Saben quién se lleva los cientos
de millones que produce el espectáculo?. Una sociedad
llamada Tour de Francia. Una vergüenza. Termina.

La otra variante. La capitalista, pensamos, es la del
Sr. Juan Antonio Samaranch, Presidente del Comite Olímpico
Internacional, que dice:"Dopaje es todo aquel producto que,
primero, daña la salud del deportista y, segundo aumenta
artificialmente su rendimiento. Si se produce sólo esta
segunda condición, para mi no es dopaje……la lista
actual de productos dopantes debe reducirse
drásticamente".

La disyuntiva entonces está en cambiar de reglas,
o bien cambiar de juego.

Cambiar de reglas –aspecto que no apoyamos, con
fervor– significa el fin del estado del bienestar, la
reducción del sector
público a su mínima expresión, alta
flexibilidad laboral, despido libre, menores salarios,
eliminación del subsidio de desempleo, convenios
colectivos por empresas, sindicalización libre,
eliminación de todo tipo de subvenciones, sanidad privada,
reducción de la educación
pública, jubilación privada, privatización de los servicios
públicos, eliminación de cualquier tipo de vivienda
pública.

Cambiar de juego –aspecto que nos interesa mucho
más– significa sólo competir libremente con
aquellos oponentes que lo hacen con las mismas reglas.

Competir con quienes pagan el mismo costo de los
factores o aceptan la aplicación de un arancel
compensatorio equivalente.

¿Puede una empresa
–por más eficiente que sea– competir contra
una similar en un país extranjero si a igualdad de
tecnología, escala y equipamiento la última paga a
sus trabajadores 200 dólares al mes (Brasil) o 200
dólares al año (India,
Malasia, Vietnam)?.

¿Puede competir con Estados Unidos o Japón
con un costo laboral superior en un 50% segun Rifkin; que en el
caso alemán, lleva la mano de obra fabril, a ser dos
terceras partes más altas que en Estados Unidos, en
información de Thurow?.

Con una desventaja que llega al 10 o 20% del PBI como
participación en pagos de la seguridad social, a un 15% en
el pago de impuestos de las empresas, a más de 10
dólares la hora de pago salarial; trabajando 298 horas
menos por año que los americanos y 488 menos que los
japoneses, con más de 40 días al año de
vacaciones, en realidad hay que ser "genial" para poder competir
a nivel mundial.

Tal vez por eso, la economía europea no crece, no
genera empleos, y pierde terceros mercados, o lo que resulta
más dramático, pierde mercado propio, en manos de
terceros.

De la tríada, Estados Unidos, en 1998, aparece en
mejor forma y ha tomado resueltamente la delantera en la
economía del conocimiento, Japón no se adapta a los
cambios y se ve anclado en la etapa de la producción
industrial masiva perdiendo competitividad global, Europa es
tercera "cómoda", y si todo
sigue igual, pronto será sólo "un
mercado".

En alguna medida ser "un mercado"; el mercado más
importante del mundo, tiene gran valor, y de eso se trata, de
hacerlo valer.

Si no podemos primar nuestra fuerza de ventas, bien
podemos utilizar nuestro poder de compras, para
renegociar la
globalización, la competitividad, y el libre
comercio.

Si Europa no quiere hacer el duro
–¿imposible?– régimen de
adelgazamiento, que le impone la competencia internacional, y no
tiene poder político, para modificar las reglas de juego,
si tiene –vaya si la tiene–, enorme fuerza, para
definir las condiciones, que deberán cumplir los
productos, empresas y países que quieran ingresar a su
mercado.

Dejamos el tema planteado para retomarlo en
próximos capítulos; ahora veamos si todos los
jugadores realmente practican el juego limpio, o sea la libertad
de mercado y el libre comercio que
predican o prometen.

Ricardo Lomoro

Partes: 1, 2
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