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Desafío ambiental de los municipios



     

     

    La vigencia del Municipio

    Ni el modelo de
    gobierno
    centralizado que determinó en Europa y en
    Latinoamérica el nacimiento y la
    consolidación de los Estados Nacionales, ni el surgimiento
    de las provincias o regiones como fórmula intermedia han
    terminado con la antiquísima forma de gobierno local que
    se expresa en el Municipio, y está definido en el
    artículo 25 de la Constitución de la República de
    Venezuela como
    "la unidad política primaria y
    autónoma de la
    organización nacional".

    Es al gobierno local a quien corresponde, en primer
    término, atender los asuntos que afectan e interesan
    directa y personalmente a la gente en la realización de su
    vida cotidiana, porque es el que está más cerca, el
    que tiene al alcance de la mano, el que está en
    condiciones de conocer en forma personal y de
    relacionarse con sus actores sin intermediarios. Esta
    cercanía del gobierno municipal define varias de sus
    características: su tamaño relativamente
    pequeño que se asienta en la misma ciudad, con una
    jurisdicción territorial no muy extensa sobre la cual vive
    un número de personas más o menos modesto.
    También define la naturaleza de
    los servicios que
    debe prestar y las competencias que
    debe tener para poder cumplir
    aquellos con eficiencia.

    Los gobiernos locales de las sociedades
    primitivas, que siguen existiendo en muchas partes del mundo, se
    ocupaban de las cosas comunes de las poblaciones que poco a poco
    dejaban la vida nómada y se asentaban de manera permanente
    en algún pedazo de tierra: de
    la
    administración de las tierras de pastoreo y la
    solución de los problemas que
    surgían entre los pobladores; del agua de riego;
    de organizar la defensa del poblado y sus habitantes, de las
    prácticas culturales, del orden en la comunidad. Por
    ello los jefes municipales, llámense hallak huinic,
    ayllú, justicia mayor
    o alcalde, tenían atribuciones diversas entre las que
    destacan las de presidir el Concejo y las judiciales. (Cfr.
    Orduña. Revista
    PROVINCIA N°1. 1996: 11). A medida que crecen las comunidades
    urbanas y las funciones que
    cumplen, las comunidades amplían las demandas a sus
    gobiernos locales en términos de servicios y otras
    actividades propias de la vida local: agua potable y
    disposición de aguas servidas; organización de las actividades
    industriales, artesanales y comerciales; regulación del
    intercambio de bienes y
    mercancías con otras comunidades; atención de los problemas de la salubridad;
    control de
    precios; orden
    urbano; festejos populares; servicios de salud, educación, vivienda y
    muchos otros.

    Con el tiempo las
    cosas cambian y la vida cotidiana de los vecinos se hace
    más y más complicada porque la afectan diferentes
    asuntos como consecuencia de la convivencia en términos
    mucho más amplios, del avance tecnológico, del
    crecimiento de la ciudad, de la interdependencia a niveles cada
    vez mayores. Surgen nuevas necesidades y nuevas demandas que
    significan nuevos desafíos a los gobiernos locales, que
    deben apelar a nuevas y complicadas técnicas
    para atenderlos con eficiencia. Algunos de esos asuntos escapan a
    las posibilidades reales de los municipios y surge la necesidad
    de trasladarlo a otras instancias del gobierno, de la sociedad: a la
    provincia, a la región o a la instancia nacional en donde
    existen mejores posibilidades para dar respuestas adecuadas. El
    Municipio entonces ya no es la única instancia
    política y de gobierno sino que comparte con otras
    unidades la atención de las demandas de los
    pobladores.

    Las cada vez más complicadas y costosas demandas
    de las comunidades, abstracción hecha por ahora de las
    doctrinas filosóficas y políticas,
    que serán tratadas en otro momento, fueron arrinconando a
    los gobiernos locales que llegaron a ofrecer una imagen
    raquítica, incapaces de dar respuestas eficientes, pobres
    en sus haciendas, desguarnecidos de poder, usurpadas sus curules
    por caudillos locales e incapaces de descifrar el lenguaje
    que poco a poco iba imponiendo una nueva y agresiva tecnología. Pero
    aún así, disminuido y pobre, el Municipio
    sobrevivía con penuria y desempeñaba el modesto,
    pero a la larga fundamental papel de escuela primaria
    de la acción
    política. Nunca cedió ni ha enajenado jamás
    su condición representativa de las comunidades y tampoco
    ha renunciado nunca a cumplir con las pocas atribuciones que los
    procesos
    políticos le han dejado.

    El Municipio ha sido marginado y disminuido en distintas
    épocas históricas y en casi todos los lugares, pero
    jamás ha dejado de existir porque es una célula
    política básica de la sociedad, la propia comunidad
    organizada, y para los venezolanos, la raíz de la
    República, como lo afirma Gabaldón Márquez
    (1977) en su libro El
    Municipio, Raíz de la República.

    Después de la euforia de los Estados Nacionales
    que asumieron y centralizaron todo tipo de competencias y
    funciones públicas; del triunfo rotundo y que
    parecía eterno de la Razón y el Individualismo, se
    vuelve la vista a las lecciones que brotan de la naturaleza y se
    busca en ella la sabiduría que encierran sus procesos. El
    crecimiento
    económico ilimitado, la sobreexplotación de los
    recursos
    naturales, la conversión de todos los bienes en
    mercancías, la transformación del hombre desde
    su dignidad para
    reducirlo a consumidor, todo
    el complejo de acciones
    generadas desde las doctrinas del liberalismo
    económico han puesto en peligro al planeta. No obstante,
    es necesario reconocer que el tiempo no ha transcurrido en vano y
    que nunca antes en la historia de la humanidad
    el hombre
    había alcanzado tanto bienestar y había logrado
    resolver con tanta calidad los
    problemas de su existencia. También es cierto que
    jamás se habían puesto tan en evidencia las grandes
    desigualdades entre los grupos humanos y
    en consecuencia se habían establecido tantas diferencias
    en los cometidos estatales de un lugar a otro del
    planeta.

    La enorme asimetría entre las sociedades actuales
    determina a su vez la asimetría entre los Estados y sus
    gobiernos. Dentro de las fronteras nacionales también
    existen grandes asimetrías, en unos más y en otros
    menos, que determinan a su vez significativas diferencias entre
    sus instituciones
    políticas, en particular sus municipios. En esencia, el
    Municipio es igual en todas partes por tratarse de una
    institución definida en sus elementos fundamentales,
    conceptualizado e institucionalizado de manera inequívoca.
    Pero no hay duda de las enormes diferencias que existen entre
    ellos como consecuencia de diversos factores, principalmente el
    tamaño de su territorio y de su población; su naturaleza rural o urbana; la
    definición de su cultura local;
    la función
    que desempeña en términos sociales y
    económicos. También en cuanto a la amplitud de sus
    competencias y las posibilidades de atenderlas en forma
    eficiente.

    El geógrafo Francisco González
    señala dos grandes macrotendencias que marcan el fin del
    siglo XX: La
    globalización de los estilos de vida y la
    "lugarización" o descentralización de la gestión. "La primera, dice,
    obedece a la estandarización del consumo ya la
    generalización de unos mismos usos, modas,
    estilos o
    prácticas que hacen que ahora en todo el mundo, casi
    todos vistan de una misma manera, coman las mismas cosas, oigan
    la misma música, vean las
    mismas películas y escuchen los mismos noticieros. La otra
    es la contrapartida a esa tendencia homogeneizadora que, por el
    contrario, busca la identidad
    personal y local y privilegia lo autóctono, lo
    vernáculo, lo natural y lo singular Tiende a la
    heterogeneidad". (Bases
    Geohistóricas del Federalismo en
    Venezuela. 1995: p. 46). Al desarrollar la idea de
    "lugarización" dice que el lugar es una "síntesis
    geohistórica concreta" y en consecuencia la
    lugarización es un proceso de
    revalorización de lo local que tiene sus expresiones
    concretas en el reencuentro con la persona; el
    interés
    por las artesanías y las expresiones de lo pequeño
    y manual, por una
    "economía a
    escala
    humana"
    Cfr. Schumacher. 1978). También en la vida
    comunitaria, la vuelta al campo y a la escala vecinal, lo que
    tiene una expresión política concreta en la
    valorización de las estructuras
    políticas descentralizadas donde se pueden encontrar
    mayores opciones participativas, respuestas más concretas
    y funcionarios más accesibles. Esto por supuesto conduce a
    la heterogeneidad.

    Pero las diferencias y simetrías no son
    obstáculos para que, en la búsqueda de nuevas
    respuestas, el mundo se reencuentre con la vieja
    institución municipal que ha permanecido allí, como
    a la espera de tiempos mejores para salir con nuevos bríos
    a responder por el hombre, por la comunidad, por los equilibrios
    que nunca han debido romperse, a repotenciarse con nuevas formas
    organizativas y nuevas respuestas técnicas; para adaptarse
    a su realidad concreta y buscar mecanismos y formas
    novedosas.

    Hoy, el Municipio tiene vigencia e intenta reacomodarse
    en un mundo globalizado, dominado por la técnica y regido
    por la ley de la
    eficiencia, para dar respuestas concretas y efectivas a las
    viejas y nuevas demandas de la sociedad civil.
    Junto al viejo mazo, al arcaico bastón de mando, los
    blasones y las formas seculares se acomodan los ordenadores. Las
    solemnes expresiones del lenguaje
    tradicional coexisten con el de la cibernética y la computación. Ahora, en el tiempo de la
    polución y de las grandes aglomeraciones humanas, el
    Municipio es la instancia idónea para preservar los
    espacios íntimos, los lugares propios, el territorio
    vital. El pensamiento
    filosófico de la postmodernidad
    apunta en ese sentido. Un repaso a vuelo de pájaro por
    algunos de sus representantes aclara el camino. Alwin Toffler
    señala tres macrotendencias que caracterizan el mundo
    postindustrial:

    1. Mayor diversidad y desarrollo de
    la
    personalidad,
    los estándares impuestos durante
    la era industrial darán paso a la flexibilización
    personalizada que conducirá a la liberación del
    hombre de la esclavitud de
    horarios, modelos en
    serie y prácticas homogéneas.

    2. Participación, descentralización y
    dinamismo de los
    procesos, lo que significa una mayor
    posibilidad de influencia efectiva de las personas en los
    procesos de toma de
    decisiones, incluso mediante los usos de las nuevas
    tecnologías de la
    comunicación.

    3.- Cambios políticos profundos que se
    manifestarán en un sistema de poder
    dividido en subsistemas que se retroalimentan y operan en
    equilibrios relativos, manejan los conflictos con
    sentido positivo y valorando la importancia de la diversidad, con
    límites
    definidos para que se ejerza un gobierno efectivo que impida la
    anarquía y la concentración excesiva de¡
    poder (Cfr. Toffler. 1978).

    Por su parte, Allain Touraine (1995), que a diferencia
    de Toffler tiene una sólida formación
    humanística, dentro de la misma búsqueda
    señala la emergencia de la sociedad civil que demanda una
    mayor democratización y un mayor respeto a la
    persona humana. En este mismo orden de ideas, Zampetti (1981)
    critica la democracia
    representativa formal que caracteriza las democracias
    occidentales y propone la democracia participativa, como
    alternativa de la sociedad postconsumista. En este planteamiento
    coincide con Norberto Bobbio, cuyo pensamiento tiene hoy una
    influencia determinante; quien define la democracia como un
    conjunto de reglas de procedimiento
    para la formación de decisiones colectivas, en las cuales
    está prevista y facilitada la participación
    más amplia posible de los interesados. Para Bobbio, la
    democracia es el gobierno de las leyes en
    contraste con el gobierno de los hombres (Bobbio.
    1985).

    La participación tiene ahora contenidos precisos
    que tienen que ver con la conciencia de los
    derechos, la
    responsabilidad ciudadana y el
    conocimiento. La diversidad y la heterogeneidad se
    corresponden con la tolerancia como
    expresión de la acción política. La
    organización del Estado se
    refiere a la necesidad de un poder fuerte pero limitado y a la
    eficiencia, lo que conduce a la definición del principio
    de la subsidiaridad como fórmula para colocar las
    competencias donde deben estar. Los ámbitos
    políticos se ven desde esas perspectivas desde las cuales
    el Municipio recupera indudablemente su espacio.

    Otra macrotendencia que se observa en estos tiempos de
    fin de milenio es el fortalecimiento del Estado de Derecho
    como garantía del pleno ejercicio de la libertad.
    Más no el Estado de
    Derecho puramente formal de los códigos y leyes, que
    también rigen en las dictaduras y que siempre han sido
    garantía de los gobiernos oligárquicos y de las
    diferencias sociales. Allan Touraine señala: "Lo que,
    aún hoy en día, opone un pensamiento autoritario a
    un pensamiento democrático es; que el primero insiste
    sobre la formalidad de las reglas jurídicas, en tanto que
    el otro procura descubrir, detrás de las formalidades del
    Derecho y el lenguaje del poder, elecciones y conflictos
    sociales". (Touraine. op. cit: 36). De lo que se trata ahora no
    es sólo del Estado Normativo, que no dejará de
    serlo, pero desde la perspectiva de los derechos surge la
    concepción más horizontal de un Estado de Los
    Derechos en el cual el formalismo jurídico no ahogue los
    derechos individuales, sociales, colectivos o medio
    ambientales.

    Y la otra macrotendencia es la preocupación por
    el ambiente,
    lugar donde habitamos todos los seres bajo unas condiciones de
    equilibrio que
    está seriamente amenazado.

      

    La vigencia de las instituciones
    jurídicas
    El Derecho como forma solemne
    de consagración de las normas de
    convivencia social tiene hoy más fuerza que
    nunca. El Estado Moderno se sustenta sobre tres principios que
    expone con propiedad el
    Dr. Allan R. Brewer Carías: El principio de la
    limitación del poder del Estado que determina su distribución horizontal y vertical; el
    principio de la legalidad que
    significa el sometimiento del Poder Público a las leyes; y
    el reconocimiento de derechos y libertades fundamentales. (Cfr.
    Brewer Carías. 1980: 49 y ss.). Las aspiraciones de
    libertad y bienestar que siempre han significado los argumentos
    claves del drama de la existencia humana, y las nuevas para
    disponer de espacios para la intimidad y para el disfrute del
    tiempo libre presuponen un orden social que sólo el
    Derecho está en condiciones de garantizar.

    Ese Derecho que sigue revestido de solemnidad y formas
    sacramentales, pero que es objeto de reclamos de la gente para
    que cada vez esté más cerca, tenga contenidos
    más densos, sea más efectivo y tenga un sentido
    más práctico. El ideal de justicia ya no se ubica
    en sueños y aspiraciones más o menos difusas e
    imprecisas sino en cuestiones tangibles y concretas: mi acceso a
    buenos servicios, mi seguridad y la de
    mis bienes, mi tranquilidad, mi vida cuando alcance la tercera
    edad, mi libertad, mi intimidad.

    Estos reclamos al sistema jurídico se
    corresponden con unas demandas de organización
    institucional. El Estado tiene la obligación primaria de
    atender a la gente, a los ciudadanos. Ya no tanto como antes a
    sí mismo, como lo anotaba Maquiavelo. De
    allí que el Estado se reorganice y tienda hacia la
    consideración de nuevos espacios que le permitan atender
    mejor las nuevas demandas: Espacios supranacionales mediante
    mecanismos de integración que abren nuevos horizontes
    para la plena realización del hombre, borran fronteras que
    interponen obstáculos hoy francamente superados, crean
    nuevas posibilidades de cooperación e intercambio sin los
    recelos característicos de los nacionalismos rabiosos de
    principios de siglo. En esas nuevas instancias surge un Derecho
    fresco tan riguroso y formal como cualquiera, incluso más
    porque ahora se cuida del lenguaje técnico que incorpora
    elementos de inseguridad. Y
    espacios infranacionales que responden al principio de
    lugarización: regiones, provincias, comarcas,
    ciudades, municipios donde hay un Derecho que recoge como ninguno
    las tradiciones, las prácticas seculares, los
    caracterismos y en cuya elaboración hay más
    calor
    colectivo, más participación.

    Las viejas instituciones jurídicas gozan hoy de
    mayor vigencia y los principios que lo definieron desde Roma siguen
    incólumes. La sociedad postindustrial, postmoderna o
    postconsumista tiene en el Derecho una de sus bases más
    sólidas, como lo reconoce Allain Touraine cuyo pensamiento
    abre con buena luz el panorama
    de lo que nos depara el siglo venidero: Estado de Derecho, reglas
    objetivas, Gobierno de las Leyes como dice Zampetti. Lo nuevo se
    refiere a la validez formal del Derecho y los derechos
    fundamentales, los derechos de las personas, los derechos
    colectivos, los "derechos" del ambiente
    . El Derecho no es un
    patrimonio del
    Estado ni para imponerlo ni para administrarlo a su arbitrio, tan
    sólo para reconocerlo en la compleja red de relaciones sociales,
    darle la formalidad que lo distingue, y aplicarlo conforme al
    principio de pertenencia a un orden natural en el que cada
    individuo
    tiene idénticos derechos, y en el que se relaciona con los
    demás y con su entorno.

    El ambiente como el signo de los tiempos La IV
    Conferencia
    General del Episcopado Latinoamericano se reunió en Santo
    Domingo, la capital de la
    República Dominicana, para celebrar el V Centenario del
    Descubrimiento de
    América, o como lo denominaron los obispos desde su
    perspectiva: El V Centenario de la Evangelización de
    América. Se propusieron estudiar los
    grandes temas que preocupan al mundo actual (Cfr. CELAM. 1992.).
    Dos puntos específicos de aquella reflexión deben
    ser apuntados ahora: La ecología (2.2.2) y la
    ciudad (3.3.2).

    Los obispos toman el mensaje de la Conferencia de las
    Naciones Unidas
    sobre Medio Ambiente
    y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro, que "ha
    puesto de relieve en el
    ámbito mundial la gravedad de la crisis"

    ecológica. Desde esa perspectiva señalan que el
    desarrollo tiene que estar subordinado a criterios éticos:
    Una ética
    ecológica implica el abandono de una moral
    utilitaria e individualista.

    Más adelante, en el mismo documento, los obispos
    latinoamericanos se refieren a las dos mentalidades opuestas con
    relación a la tierra y
    advierte que ambas son distintas a la cristiana: a) La
    visión indígena que ve a la tierra como lugar
    sagrado, de convivencia en armonía con los antepasados y
    con Dios. Hay en esta visión un gran respeto por la
    tierra. b) La visión mercantilista que considera a la
    tierra en relación exclusiva con la explotación y
    el lucro (CELAM. Op. cit: 123). En su reflexión posterior
    los obispos vuelven a la visión teocéntrica y
    antropocéntrica y proponen orientar los recursos hacia la
    promoción humana. Sin embargo, el hombre
    para los obispos latinoamericanos es el administrador y no
    el dueño absoluto de la tierra y en consecuencia tiene la
    responsabilidad de preservarla como bien de la humanidad, no
    sólo de los que viven hoy.

    Los obispos latinoamericanos reconocen que la ciudad es
    la sede y el motor de la nueva
    civilización universal y agregan que las relaciones del
    hombre urbano consigo mismo hacen que valorice su libertad,
    su
    autonomía, la relación científica
    tecnológica y, de modo general, su subjetividad, su
    dignidad humana y sus derechos (CELAM. Op. cit: 154). En medio
    del fenómeno urbano la relación del hombre con la
    naturaleza es completamente distinta a la de quien aún
    habita en el campo.

    Arturo Eichler, uno de los pioneros en los estudios
    sobre la conservación del ambiente apuntaba en 1965 lo
    siguiente: "La facultad única de intervenir en el orden
    natural dinámico que lo rodea, ha tenido para el hombre un
    doble efecto, que actualmente nos es fácil comprobar ha
    logrado, por una parte, aumentar su influencia sobre la
    naturaleza en una medida extraordinaria, al punto de que en
    nuestra generación, extendió su brazo hacía
    el mismo fuego del universo; y ha
    producido, por otra parte, profundas alteraciones en la
    naturaleza que sustenta su vida y sus obras. Pero este mismo
    privilegio de intervenir en el medio ambiente, lo ha colocado
    ante problemas y alternativas que jamás conoció en
    todo su pasado histórico. En el carácter contradictorio de esta
    situación creada por él mismo, con propósito
    deliberado y en principio alentador, tenemos que buscar el origen
    y la finalidad de la conservación." Aparte,
    agrega
    esta idea central: " Toda la historia del hombre ha sido la de
    protegerlo de la naturaleza, de someter a ésta a las
    necesidades humanas. Ahora viene a añadirse un
    capítulo nuevo, y de ello nuestra época sólo
    gradualmente cobra conciencia: la necesidad de proteger a la
    naturaleza contra la agresión del hombre
    "
    (Eichler. 1965: 3, subrayado nuestro).

    La premonición de Eichler fue acertada: Los
    mayores esfuerzos que se realizan a escala planetaria y que de
    una manera o de otra enrolan a todos los habitantes de la tierra
    es esa lucha a la que se refería por proteger la
    naturaleza de las agresiones que sufre, desde la amenaza de un
    colapso global por la peligrosa acumulación de armas nucleares,
    pasando por la preocupación de reducir la capa de ozono
    de la atmósfera, la preservación de los
    bosques de la amazonía, hasta la salvación de
    especies amenazadas de extinción. La Exposición
    Mundial de Lisboa se dedica exclusivamente al estudio de los
    océanos que el hombre ha convertido en vertederos
    planetarios.

    La batalla por la preservación del ambiente
    adquiere cada día más importancia y hay ya clara
    conciencia en el mundo de la necesidad de parar la masiva
    destrucción de los recursos naturales. Esta
    preocupación mundial por los valores
    ambientales ya ha ganado algunas batallas importantes, como la
    que se libró con particular vehemencia durante los
    años 80 y primeros de la década de los 90 para la
    eliminación de las pruebas
    nucleares que ha culminado con la drástica
    reducción del número de bombas y la total
    eliminación de las explosiones.

    A niveles más modestos, en el ámbito
    territorial de los Municipios tanto en las ciudades como en el
    medio rural, la lucha por la preservación del ambiente se
    ha convertido en una de las primeras preocupaciones de los
    particulares y de los gobiernos. Los esfuerzos a estas instancias
    se centran en el control de los desechos sólidos, de
    afluentes contaminados, de emisiones de humo y gases, de
    ruidos y de las actividades susceptibles de degradar el ambiente.
    También en la preservación de los recursos
    naturales o culturales con atributos ambientales urbanos. Estas
    actuaciones puntuales que se realizan en las ciudades y campos
    así como son fundamentales para la preservación y
    mejoramiento del ambiente local, contribuyen con los objetivos
    planetarios porque a fin de cuentas todas las
    actividades contaminantes o degradantes del ambiente se realizan
    en un espacio determinado, en la jurisdicción de
    algún Municipio. Cuando la autoridad
    local toma medidas para eliminar o reducir la emisión de
    humo y gases, por ejemplo, no sólo logra mejorar la
    calidad ambiental de la ciudad sino que además reduce las
    emisiones que destruyen la capa de ozono.

    La preocupación por el ambiente es un tema
    planetario, continental, nacional, regional, provincial y local.
    En cada uno de estos ámbitos se han constituido
    instituciones que elaboran el discurso
    ambiental del fin del milenio. También en cada una de esas
    instancias se produce el hecho jurídico ambiental, se
    generan normas de obligatorio cumplimiento que armonizan unas con
    otras mediante la definición de competencias y esferas de
    actuación. En la base de todo el esfuerzo teórico,
    jurídico y en actuaciones prácticas y concretas
    está el Municipio, institución política de
    gobierno local que se asoma al siglo XXI con renovado optimismo.
    La globalización presenta al ambiente como una
    preocupación planetaria que mueve a la opinión
    pública mundial, a los organismos multilaterales y a
    los gobiernos nacionales. Mientras que por su parte la
    lugarización nos ofrece el tema ambiental como un asunto
    que atañe a cada persona en su espacio vital, en el lugar
    donde vive, que reclama actuaciones individuales, mueve a la
    participación de las comunidades organizadas y demanda la
    atención de las instancias locales de la administración
    pública.

    Estos enfoques aparentemente contradictorios y de
    sentido contrario llevan a una reconsideración de la
    función de la política, de los fines del Estado y
    del Derecho. La política no es un asunto exclusivo ni de
    los políticos, ni de los partidos, ni del gobierno sino un
    eje transversal que está allí medio desdibujado por
    el desprestigio, pero que adquiere nuevos significados y
    novedosos mecanismos en los que juegan papeles importantes tanto
    los medios de
    comunicación de masas como la trama corporativa en que
    se ha convertido la sociedad de fin de siglo. La democracia
    conserva los viejos valores de la
    representación, el sufragio y la
    alternabilidad, se refuerzan en forma inusitada los atributos de
    la responsabilidad del propio Estado y de los funcionarios, y
    surgen con fuerza otros valores como la tolerancia, la eficacia, la
    participación y la transparencia. De allí que el
    Estado pierda mucho de sus "razones" y vincule más sus
    fines y objetivos a las nuevas demandas de la sociedad
    civil.

    El Derecho, egoísta y privado, aunque parezca una
    contradicción en tiempos de exagerado individualismo,
    tiene que expandir su brazo público y tratar de encontrar
    principios que le permitan establecer un nuevo orden, a riesgo de ser
    desplazado por las reglas de juego
    establecidas por las grandes corporaciones industriales y
    comerciales. Un nuevo orden donde los valores urbanos y
    ambientales tengan la posibilidad de entrar en los tribunales por
    derecho propio. Ni de la mano del Estado que en muchas ocasiones
    es el agresor, ni adosados a los intereses individuales, actuales
    y cuantificables propios del viejo Derecho Privado. Este Derecho
    nuevo, como el Estado nuevo, se va dibujando lentamente al cincel
    de las demandas de la sociedad civil. Las sociedades
    desarrolladas que han satisfecho a plenitud las necesidades
    esenciales y se preocupan más de la calidad de
    vida y del uso del tiempo libre, también han
    caído en cuenta del significado de las amenazas para su
    propio bienestar que provienen de las amenazas y agresiones al
    ambiente aunque se produzcan lejos de sus lugares, por coexistir
    en un mundo cada vez más interrelacionado y mutuamente
    condicionado. Saben que la pobreza, el
    arsenal atómico, la sobreexplotación de los
    recursos naturales, las dictaduras, la intolerancia y
    demás males del planeta no son sólo problemas
    localizados en algún lugar lejano, sino serias amenazas
    que afectan o pueden afectar tarde o temprano a sus propias
    amenidades. Las sociedades desarrolladas presionan sobre las
    vetustas estructuras del Estado Liberal sostenido sobre las bases
    de un Derecho egoísta y antropocéntrico, en
    demandas de respuestas a estos formidables desafíos, uno
    de los cuales y quizás el más universal es el
    ambiente.

    La globalización se manifiesta en el campo de lo
    político con la apertura de espacios supranacionales cada
    vez más definidos que cuentan con instituciones
    estructuradas de formas complejas, con poderes más y
    más amplios basados en un Derecho que se impone por sobre
    los sistemas
    jurídicos nacionales. El Derecho Comunitario Europeo es el
    ejemplo más claro y contundente de esta mega tendencia de
    fin de milenio. Es este mismo Derecho Comunitario Europeo el que
    ha establecido el principio político de la subsidiaridad,
    que consiste en colocar las competencias públicas y la
    administración de los servicios lo
    más cerca posible de la gente, de abajo hacia arriba, en
    el nivel que ofrezca la mayor posibilidad de atención
    eficiente. De manera que tanto desde el ángulo de la
    globalización como de la lugarización se produce un
    reencuentro con el Municipio que se convierte así en un
    punto de llegada de la nueva política, en la estructura de
    gobierno más idónea para atender cuantos asuntos
    atañen más directamente a la gente, y en la base
    territorial de un Derecho Urbanístico y un Derecho
    Ambiental que antes de ser consagratorio de nuevos poderes
    estatales, significa el establecimiento de un orden que busca
    garantías para la plena realización personal, para
    que lo público no quede entrampado en lo estatal y para
    que el abuso de lo privado no siga devolviéndose contra la
    misma gente.

    Los años postreros del siglo XX muestran un
    Municipio con grandes fortalezas y no menos importantes
    debilidades. Cargado de historia, de tradiciones, de figuras y
    formas seculares, no tiene alternativa que insertarse como
    elemento básico del sistema
    político del nuevo siglo. La Carta de
    Autonomía Municipal Iberoamericana reconoce que "Los
    municipios constituyen una sociedad natural, formada por cuerpos
    vivos, anteriores a la voluntad del Estado, cuya existencia se
    reconoce en nuestros días como institución
    político-social de participación popular,
    democrática y autónoma." (Memorias del
    XX Congreso Iberoamericano de Municipio. Madrid. 1991.
    Pag. 403) En Venezuela el Municipio ha salido fortalecido de las
    últimas reformas introducidas en su régimen. El
    Alcalde, que había dormido en el desván de las
    instituciones derogadas, aparece con renovadas energías y
    se ubica como la institución más exitosa entre
    cuantas habían sido diseñadas por el legislador
    nacional. Investido por el mandato popular uninominal y colocado
    como único jefe y responsable de la administración local, surge como un
    líder
    que se afianza al frente de los asuntos locales, se debate en
    medio del tormentoso ambiente político que caracteriza
    estos tiempos de crisis profundas y sufre sus consecuencias,
    pero que muestra claramente las potencialidades que la
    figura tiene como órgano fundamental del gobierno local,
    capaz de salir airoso del conflicto
    social y político que afecta y transforma las
    instituciones del Estado.

    Pero el Municipio está amenazado por sus propias
    debilidades y por el proceso de fortalecimiento de las instancias
    provinciales y regionales que se realiza en muchas partes del
    mundo, en particular en Venezuela. El Municipio tiene su espacio,
    definido por la historia y centrado de manera inequívoca
    por la cultura política. Pero su hacienda ha sido
    empobrecida, sus competencias invadidas y usurpadas y el
    desarrollo tecnológico no ha llegado o llega con
    dificultad a sus administraciones. A estos problemas se les une
    el clientelismo y el populismo: El
    primero impide la conformación de un funcionariado
    estable, capacitado y motivado y determina la sustitución
    de la actividad administrativa pública por el
    proselitismo; mientras el populismo impide la planificación, el cumplimiento de objetivos
    y metas institucionales y de largo plazo, la continuidad de los
    planes; todo lo cual se desplaza por la satisfacción de
    demandas coyunturales del grupo
    político y de las alianzas circunstanciales. A estos males
    contribuye de manera determinante el sistema electoral que ha
    conducido la conformación de los Concejos Municipales
    sólo con activistas políticos que han desplazado
    casi totalmente la representación de la sociedad
    civil.

    Las fortalezas, debilidades y amenazas del Municipio
    como partícipe del discurso ambiental, remarcadas ahora
    pero que están presentes y analizadas en toda la
    exposición precedente, indican los caminos a seguir como
    propósitos políticos. La Carta de
    Autonomía Municipal Iberoamericana reconoce el papel
    protagónico del Municipio cuando señala en el punto
    décimo lo siguiente: "Debe considerarse obligatoria la
    presencia de los poderes municipales en la toma de medidas
    protectoras del entorno físico ambiental, como partes
    implicadas muy directamente en la cuestión, tanto por su
    responsabilidad, como por constituir la base que soporta los
    efectos perniciosos del deterioro ambiental de manera más
    inmediata." ( Ob
    cit. Pag. 405).

    Lo primero que demanda la atención es el tema de
    las competencias, su asignación, delimitación,
    ejercicio y financiamiento. El proceso de
    descentralización venezolano ha sido orientado
    acertadamente al fortalecimiento de los niveles provinciales de
    gobierno, que sólo tenían asignadas algunas
    competencias adjetivas y residuales, y al fortalecimiento de los
    municipios. Los objetivos de la reforma de Estado que se impulsa
    de manera determinante durante el gobierno provisional de
    Presidente Ramón J.
    Velásquez, tal como señala el Informe Sobre la
    Descentralización, "están orientados a la
    reformulación de¡ esquema federal y el
    establecimiento tanto de un Nuevo Federalismo como de un Nuevo
    Municipalismo"(Pag. 53)
    Observa el Dr. Allan
    R. Brewer Carías en el Informe en referencia, que la
    evolución constitucional venezolana
    muestra un
    progresivo crecimiento del listado de competencias asignadas al
    Poder Nacional, y una progresiva disminución de las
    competencias atribuidas a los Estados. La
    descentralización se propone colocar la gestión de
    los asuntos operativos en los niveles provinciales y locales de
    gobierno, el mejoramiento de las capacidades públicas para
    trazar y administrar políticas, supervisar y controlar
    procesos, asignar recursos y para hacerle el seguimiento y
    evaluar las políticas públicas. También
    implica la consecución de nuevas fórmulas
    institucionales de participación y concertación.
    (Cf. Informe sobre la Descentralización. Pag 67 y sig.)
    Los objetivos políticos propuestos en el referido Informe
    son los siguientes:

    "a) Afianzar los legítimos mecanismos de poder
    de las localidades, municipios y en las entidades
    federales.

    b) Incrementar la legitimidad y representatividad de
    los Gobernadores, Alcaldes y demás miembros de los
    organismos deliberantes (Juntas Parroquiales, Concejos
    Municipales, Asambleas Legislativas y Congreso
    Nacional).

    c) Impulsar la participación ciudadana y de la Sociedad
    Civil organizada.

    d) Transferir poder de decisión desde el
    Gobierno Central a los Estados y Municipios y mejorar sus
    capacidades de gestión.

    e) Fortalecer la función política y de
    control del poder central.

    f) Crear adecuados mecanismos de coordinación a nivel central e
    intergubernamental.

    g) Mejorar la capacidad técnico-financiera de
    las Gobernaciones y Alcaldías.

    h) Contribuir a mejorar la economía local y
    regional.

    I) Profundizarla democracia"

    La democracia, para que sea eficiente, requiere que cada
    ámbito territorial de gobierno y cada órgano del
    Estado tenga asignadas unas determinadas competencias y
    atribuciones, de manera que puedan exigírseles las
    responsabilidades por su ejecución. Esto no niega sino que
    por el contrario fortalece el principio de la colaboración
    entre las distintas ramas y órganos del poder
    público, más necesaria mientras más
    específicas estén unas y otras. La
    delimitación es en consecuencia uno de los asuntos que
    deben abordarse para poder lograr mayores niveles de calidad en
    la gestión pública municipal. En materia
    ambiental significa colocar las competencias para establecer
    políticas, normas y procedimientos
    técnicos, mecanismos de financiamiento y el control de las
    competencias atribuidas a los Estados y Municipios en el nivel
    territorial nacional. En el ámbito provincial se deben
    situar la asistencia técnica e institucional, la
    prestación de servicios y la construcción de obras que por su enorme
    complejidad o por rebasar el ámbito municipal deben ser
    colocados allí; y la gestión del ambiente y la
    policía ambiental le deben corresponder al ámbito
    municipal.

    La gestión municipal del ambiente demanda la
    superación del espejismo de las normas y de las
    competencias, atendidos como deben ser dichos asuntos, para
    abocarse a la realización de planes, programas y
    proyectos; la
    consecución y administración de medios y
    personal adecuados; la realización de infraestructuras de
    saneamiento y protección; la búsqueda de mecanismos
    novedosos de financiación que a la vez pueden ser
    útiles para el control de las actividades no deseadas,
    como los impuestos específicos a este tipo de actuaciones;
    y la policía ambiental. El instrumento idóneo puede
    ser el Plan Ambiental
    Local que comprenda las políticas locales ambientales;
    defina las estrategias de
    corto, mediano y largo – plazo y las formas de
    colaboración interinstitucionales; desagregue los
    programas y proyectos específicos; e identifique los
    mecanismos de financiamiento. También debe usarse el
    sistema de planes de ordenación urbana que sin duda
    constituyen valiosos instrumentos
    técnico-normatívos de gran importancia y
    efectividad. El apoyo institucional lo puede dar una unidad
    administrativa de línea, convenientemente colocada en el
    nivel y bajo la jerarquía adecuadas según el grado
    de complejidad de la organización municipal, bajo la
    responsabilidad de un profesional del área. También
    es recomendable la integración de una Comisión
    Permanente de Ambiente que permita la participación de las
    personas e instituciones vinculadas con la cuestión
    ambiental, preste asesoría y asistencia, y le brinde apoyo
    político a la gestión del ambiente.

    La gestión local del ambiente significa un
    desafío de grandes proporciones porque demanda capacidad
    para generar actuaciones en el corto plazo, imaginación
    para ampliar las posibilidades efectivas de salvaguardar los
    valores ambientales de su término municipal, voluntad para
    colocar los intereses colectivos por sobre los egoístas.
    Significa la realización de un gran esfuerzo intelectual
    para buscar nuevas bases jurídicas, novedosas formas
    institucionales y efectivos mecanismos de participación
    que permitan una gestión
    ambiental exitosa. Y por fin, la realización de
    esfuerzos de toda naturaleza y en todos los órdenes, en
    particular educativos, para generar una conciencia colectiva
    ecológica inclinada por la defensa de los valores
    ambientales y el patrimonio natural y cultural local, herencia que
    habrá de conservarse y enriquecerse para asegurar la
    felicidad de las actuales y las futuras generaciones.

     

    Dr. FORTUNATO GONZALEZ CRUZ (*)

    (*) DIRECTOR DEL CIEPROL

    En Revista virtual Provincia.

    Universidad de Los Andes:

     

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