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Disreflexia autónoma



    1. Resumen
    2. Concepto
    3. Epidemiología
    4. Patogenia
    5. Cuadro
      clínico
    6. Tratamiento
    7. Conclusiones
    8. Bibliografía
    9. Anexos

    Resumen

    Se realiza una revisión bibliográfica
    detallada sobre la patogenia, el cuadro clínico y el
    tratamiento de la disreflexia autónoma,
    complicación que aunque poco conocida es una emergencia
    médica frecuente en las personas con lesiones medulares
    por encima de T6 la cual pone potencialmente en peligro la vida
    de estos pacientes, por lo que además del equipo de
    profesionales que los atiende , los propios pacientes y sus
    familiares deben realizar el diagnóstico rápido y aplicar las
    medidas terapéuticas a tomar ante esta entidad.

    La misma se desencadena por estímulos
    nociceptivos originados por debajo del nivel de lesión,
    que conllevan a una respuesta simpática exagerada y
    descontrolada en las áreas afectadas por la
    parálisis. Clínicamente se caracteriza por aumento
    brusco y marcado de la presión
    arterial, que puede alcanzar cifras superiores a 200/100 mm Hg,
    el paciente suele aquejar cefalea, que se acompaña de
    sudoración y eritema de la piel por
    encima del nivel de lesión, mientras que existe
    piloerección caudalmente.

    El tratamiento requiere la detección y
    eliminación de la causa de estímulos nociceptivos
    que por lo general se encuentra en vejiga o recto y el control de la
    presión arterial con antihipertensivos de acción
    rápida, si la presión sistólica sobrepasa
    los 150 mm hg. Se debe controlar la presión arterial cada
    2 a 5 minutos durante la crisis, y
    monitorear las manifestaciones clínicas de la misma dos
    horas después que esté controlada.

    Palabras claves: Antihipertensivos, bradicardia,
    disreflexia autónoma, lesión medular,
    presión arterial., sistema
    simpático.

    Palabras de cabecera: Disreflexia autónoma

    Introducción

    Las lesiones medulares son una de las grandes epidemias
    de los siglos XX y XXI. Afecta fundamentalmente al los hombres
    jóvenes y su causa principal son los accidentes del
    tránsito, aunque existen variaciones en las
    características epidemiológicas de un país a
    otro (1). Estas tienen un impacto devastador que repercute en
    todos los sistemas del
    organismo.

    Una de las complicaciones más frecuentes de las
    mismas es la disrefexia autónoma (DA), que aunque
    identificada por Anthony Bowlby por vez primera en 1890, y
    descrita nuevamente en 1917 por Head y Riddoch, fueron Guttman y
    Whitteridge quienes en 1947 hicieron su descripción mas completa (2,3).

    La DA no es una afección común en las
    salas de medicina
    interna de un hospital clínico quirúrgico, por lo
    que generalmente durante la formación del estudiante de
    medicina no es posible familiarizarse con su diagnóstico y
    tratamiento.

    A pesar de que es poco conocida entre los profesionales
    no involucrados en la atención de la persona con
    lesión medular, se presenta con frecuencia en los
    departamentos de rehabilitación, y es una emergencia
    médica que potencialmente amenaza la vida de paciente, por
    lo que es importante poderla reconocer y tratar adecuadamente, no
    solamente por los médicos y todo el personal
    comprometido en el cuidado de los individuos con lesiones
    medulares, sino también por el paciente y sus familiares
    (4, 5, 6).

    El objetivo de
    este trabajo es
    hacer una revisión sobre la DA que permita realizar un
    diagnóstico temprano de la misma, una mejor
    comprensión de su patogenia e implementar el tratamiento
    adecuado.

    Concepto

    La disreflexia autónoma es un síndrome
    caracterizado por un incremento abrupto y marcado de la
    presión arterial (PA), aunque un aumento de 20 a 40 mm de
    Hg por encima de la presión sistólica basal (o de
    un 20% o más de la misma) es suficiente como indicador
    diagnóstico. Se desencadena por estimulación
    nociceptiva generada por debajo de la lesión, que provoca
    una actividad simpática refleja descontrolada, con una
    respuesta simpática exagerada caudal a la lesión y
    que puede poner en peligro la vida del paciente
    (5,7).


    Epidemiología

    Suele presentarse después de pasar la etapa de
    shock medular y afecta entre el 48 y 90% de las personas con
    lesiones medulares a nivel o por encima de T6, aunque se ha
    descrito en casos con lesiones tan bajas como a nivel de T8. (4,
    5,7, 8)

    Patogenia

    Inmediatamente después de la lesión ocurre
    el shock medular. Se caracteriza por una depresión
    transitoria de los reflejos por debajo del nivel de lesión
    con parálisis fláccida, que incluye la musculatura
    lisa de vasos sanguíneos, vejiga e intestino. Este cuadro
    puede durar en dependencia de la intensidad de la lesión
    horas, días o semanas. Los reflejos se recuperan
    progresivamente y se instaura una parálisis
    espástica que puede demorar meses en instalarse
    totalmente. (9, 10,11)

    Las neuronas simpáticas que se localizan en las
    astas laterales de la médula desde D1 a L2 (10, 11,
    12,13), quedan en su mayoría sin los impulsos
    facilitadores provenientes del sistema límbico. La
    pérdida de la actividad simpática conlleva a la
    disminución de la resistencia
    periférica y vasodilatación, que se hace mas
    manifiesto en las lesiones por encima de T6, a esto se le
    añade el consecuente predominio del tono vagal, y como
    consecuencia el paciente va a estar hipotenso y
    bradicárdico.

    La actividad simpática refleja se reestablece por
    lo general en las primeras semanas después de la
    lesión, y con ella la PA y la frecuencia cardiaca tienden
    a acercarse a los valores
    previos a la lesión; pero se mantienen algo por debajo, lo
    cual es más manifiesto en las personas con
    tetraplejías (14,15,16,17)

    Una vez reestablecido el automatismo medular, impulsos
    nociceptivos originados caudalmente a la lesión producen
    un exceso de una actividad refleja simpática en las
    áreas afectadas por la parálisis (17,18), ocurre
    liberación de norepinefrina, dopamina y dopamina beta
    hidroxilasa, a lo que se añade una hipersensibilidad de
    los receptores alfa-adrenérgicos también caudal a
    la lesión.

    Esto conlleva en dichas áreas a la
    aparición de una marcada respuesta simpática
    manifestada por pilo erección, y una fuerte
    vasoconstricción en la región esplácnica y
    en la periferia, con incremento de la resistencia
    periférica, lo cual causa aumento de la presión
    arterial y del gasto cardiaco, además de palidez de piel
    en las zonas con parálisis.

    Los reflejos vasomotores de tallo encefálico
    tienden a contrarrestar el aumento de la presión arterial
    por medio de dos mecanismos. El primero es un aumento de la
    actividad parasimpática sobre el corazón a
    través del Nervio Vago, que produce bradicardia; pero esta
    respuesta es insuficiente para disminuir la presión
    arterial debido a la ley de Poiseuille
    la cual plantea que la presión dentro de los vasos
    sanguíneos varia solamente de manera lineal a la velocidad de
    la sangre (que
    depende de la frecuencia cardiaca), mientras que se eleva en la
    cuarta potencia si se
    reduce el diámetro de los vasos ( que es causado por la
    vasoconstricción).

    El segundo mecanismo dado por impulsos inhibidores
    descendentes del encéfalo, falla al quedar estos
    bloqueados por la lesión en médula y no poder
    controlar el exceso de actividad simpática. La
    consecuencia es que el paciente sufre una crisis de hipertensión sostenida.

    El predominio de la actividad parasimpática por
    encima del nivel de lesión se caracteriza por la
    bradicardia, la sudoración (que puede ser también
    explicada por estimulación de fibras colinérgicas
    simpáticas), y la vasodilatación en las
    áreas sensibles de la piel (responsables de la hiperemia
    rostral a la lesión), y la de las arterias craneales (que
    causan la cefalea) aumentada además por una
    inhibición simpática compensadora por encima de la
    lesión.

    En lesiones por encima de T1 la hiperactividad
    simpática de este segmento que inerva el esfínter
    del iris puede producir midriasis, aunque una miosis se puede
    apreciar en lesiones por debajo de este segmento medular, debido
    a la actividad parasimpática compensadora. La
    hiperactividad simpática durante la crisis permite la
    emisión de semen, además de activar el centro sacro
    y producir erección refleja (18, 19, 20, 21,22).En la
    figura 1 se representan aspectos fundamentales de la
    patogenia.

    Cuadro
    clínico

    Clínicamente la DA se caracteriza por un cuadro
    súbito de cefalea, obstrucción nasal,
    sudoración e hiperemia de piel por encima del nivel de
    lesión, caudalmente se puede observar piloereccion y
    palidez de piel.

    La hipertensión brusca puede alcanzar valores
    superiores a 200/100, y pone en peligro inminente la vida del
    paciente (3, 4,5), aunque en una persona con tetraplejía
    completa y presión arterial basal de 100/60 cifras de
    130/80 este valor de la
    PA, debe tomarse como posible signo de DA. La bradicardia, que se
    describe en el cuadro clásico de DA esta presente
    sólo en el 10% de los casos, mientras que el 38% de estos
    pueden presentar taquicardia.

    En ocasiones el paciente no aqueja cefalea y presenta
    aumento de la presión arterial. De ahí la
    importancia de tener un alto índice de sospecha, y medir
    la presión ante todo paciente con alguno de los
    síntomas de DA.

    En caso de no diagnosticarse y tratarse adecuadamente
    este cuadro, pueden aparecer complicaciones como, hemorragia
    intracerebral, hemorragia subaracnoidea, hemorragia retiniana,
    infarto del
    miocardio, convulsiones y muerte (4,
    5,7, 20,21).

    Cualquier estímulo nociceptivo (o
    estimulación no nociceptiva fuerte) caudal a la
    lesión puede desencadenar la DA, ejemplos:

    Distensión de vejiga

    Litiasis vesical

    Sepsis urinaria

    Cateterización traumática

    Cistoscopia

    Pruebas urodinámicas

    Epidimitis

    Eyaculación

    Distensión rectal

    Constipación/ impactación fecal

    Hemorroides complicadas

    Rectoscopia/ colonoscopia

    Litiasis biliar

    Gastroduodenitis

    Ulcera gastroduodenal

    Abdomen agudo "silente"

    Gastroscopía

    Menstruación

    Embarazo particularmente en trabajo de parto

    Vaginitis

    Orgasmo

    Electroeyaculación

    Úlceras por presión

    Uñas encarnadas

    Quemaduras

    Ropa, calzado u ortesis apretados

    Compresión por objetos duros

    Traumas: fracturas, luxaciones y esguinces

    Osificación heterotópica

    Procedimientos quirúrgicos

    Dolor

    Linfangitis

    Trombosis venosa profunda

    Tratamiento

    Ante una disreflexia autónoma, la primera medida
    si el paciente se encuentra acostado debe ser sentarle
    inmediatamente con las piernas en posición declive, el
    solo hecho de sentarlo permite que se acumule sangre en los
    miembros inferiores y disminuir la presión arterial,
    además se le debe aflojar la ropa lo que permite que se
    acumule sangre en abdomen y también en las piernas (23,24)
    .La búsqueda de la causa desencadenante y su
    eliminación es crucial para controlar el cuadro, ha de
    estar dirigida inicialmente a descartar su origen en vejiga y
    recto, quienes son los órganos responsables de su inicio
    en mas del 80% de las crisis(22).

    Inicialmente se debe revisar el drenaje de orina, si el
    catéter está doblado, ha estirarse, si está
    fuera de lugar o si ha existido una cateterización
    traumática, se debe instilar intrauretralmente gel de
    lidocaína al 2%, y posteriormente cateterizar. La
    lidocaína bloquea las informaciones nociceptivas y relaja
    el esfínter lo que facilita el cateterismo.

    En caso de que la sonda vesical esté obstruida,
    esta se debe irrigar con 10 o 15 CC de solución salina a
    temperatura
    corporal para desobstruirla o simplemente cambiar el
    catéter obstruido para permitir el drenaje y resolver la
    crisis.

    Si la causa no está en vejiga, se debe sospechar
    impactación rectal. En esta situación antes de
    revisar el recto, si la PA se mantiene elevada, con
    presión sistólica por encima de 150 mm de Hg. se
    debe considerar iniciar el tratamiento con antihipertensivos de
    acción rápida, posteriormente se ha de aplicar un
    lubricante anestésico local y desimpactar digitalmente de
    una manera gentil (24,25). Mientras se mantiene la crisis, se
    toma la PA regularmente cada 2 -5 minutos hasta que se normalice
    esta, por las fluctuaciones que puede tener. Si no se encuentra y
    se elimina inicialmente el factor desencadenante o si la
    presión sistólica se mantiene elevada (150 mm de
    Hg) al minuto de retirar la causa se debe comenzar el tratamiento
    con antihipertensivos de comienzo rápido.

    La nifedipina y los nitritos son los medicamentos
    más comúnmente empleados. La nifedipina de
    liberación rápida, es el medicamento de
    elección, la tableta se debe morder y tragar, no colocarla
    sublingual, por lo errático de su absorción. El
    alfa-bloqueador fenoxibenzamina, y el alfa-agonista clonidina son
    fármacos también con efectividad en la crisis de
    DA, otros medicamentos que se han empleado son la hidralazina, y
    en casos necesarios, bajo monitoreo constante el uso de
    nitroprusiato sódico por vía intravenosa (27, 28).
    Recientemente también se ha reportado el uso de
    betabloqueadores (29). Los pacientes con crisis de disreflexia
    autónoma que no se puedan controlar deben ser trasladados
    a un hospital para buscar y eliminar otras causas que amenacen la
    vida del mismo

    En pacientes que tengan episodios recurrentes de DA, con
    causa bien determinada y en tratamiento, el uso de
    alfabloqueadores de larga duración como el
    terazosín ha mostrado resultados positivos. Una vez que la
    crisis esté bajo control, se debe mantener un monitoreo
    cercano de los síntomas y signos de DA
    durante dos horas para detectar nuevos incrementos de la PA, que
    pudiera aparecer al pasar el efecto del fármaco
    empleado.

    Si un paciente tiene antecedentes de DA y va a ser
    sometido a un proceder invasivo como una cistoscopia o una
    colonoscopia es aconsejable administrarle previamente un
    antihipertensivo como la nifedipina y comunicarse previamente con
    el especialista interconsultante (20, 28).


    Conclusiones

    La disreflexia autónoma es una emergencia
    médica temible, y frecuente en las personas con lesiones
    medulares por encima de T6, que ocurre después que pasa la
    etapa de shock medular. Es desencadenada por estímulos
    nociceptivos por debajo del nivel de lesión que conllevan
    a una respuesta simpática exagerada y descontrolada.
    Clínicamente se caracteriza por un incremento abrupto y
    marcado de la presión arterial que puede poner en peligro
    la vida del paciente. El diagnóstico temprano de esta
    complicación, y el tratamiento rápido de la misma
    es esencial para evitar sus complicaciones y preservar la vida
    del paciente.

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    Anexos

    Fig. 1 Patogenia de la disreflexia
    autónoma

     

     

     

     

    Autor:

    Dr. Pedro Orlando Mena Quiñones

    Especialista de 2do Grado en Medicina Física y
    Rehabilitación

    Profesor Instructor de Medicina Física y
    Rehabilitacion

    Antiguo Jefe del Servicio de
    Lesiones Medulares del Centro Nacional de Rehabilitación
    Julio Díaz, Ciudad de La habana, Cuba
    (1990-2005).

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