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Etica y política: la virtud y lo común, un cruce entre Aristóteles y Calígula



     

     

    La pólis, en cuanto forma
    autárquica y perfecta, ofrece el marco para la
    realización de los objetivos
    naturales de la vida humana; el télos de la
    pólis es la vida bella y feliz, una vida donde se
    desarrolla completamente la areté o virtud, porque
    sólo en la sociedad puede
    el hombre
    practicar su virtud y lograr la eudaimonía o
    felicidad que es el fin de su existencia (al margen de la
    sociedad sólo viven los dioses y las bestias.)

    Todo en la ciudad está dispuesto de manera tal
    que se cumpla el fin de toda comunidad
    política: la vida autosuficiente, feliz y virtuosa. La
    felicidad –el vivir bien- es el objetivo
    supremo al que la política aspira y el bien es un fin
    ético; así, la política tiene fines
    éticos: debe dotar a los ciudadanos de cierto carácter, hacerlos capaces de acciones
    buenas. Puesto que desde la perspectiva aristotélica el
    fin es el que conduce al perfeccionamiento de la naturaleza, la
    ética
    es la que conduce a la política hacia lo mejor, es la que
    marca el
    objetivo fundamental: el bien común. De esta manera,
    Aristóteles establece un vínculo fundamental entre
    ética y política, entre el bien y lo común:
    la política implica a la ética, realiza sus
    contenidos, y se dirige hacia ella, y la ética sólo
    puede desarrollarse en el marco de la pólis, porque
    la naturaleza del hombre ya es
    política:

    … la ciudad es una de las cosas naturales y el hombre
    es, por naturaleza, un animal cívico [zoon
    politikón
    ]. (1)

    Ahora bien, nuestro interés
    estará centrado en ver cómo juega este
    vínculo entre ética y política –sus
    implicancias y consecuencias- a partir de las nociones de
    comunidad, bien y felicidad, en la obra de Camus:
    Calígula; porque en la obra teatral hay una
    discrepancia profunda con las tesis
    aristotélicas y en esas divergencias encontraremos nuevas
    formas de abordar los conceptos centrales tanto de la
    ética como de la política. La elección de
    una obra de teatro donde
    contrastar nociones capitales de lo específicamente
    ético y político obedece a razones ya expuestas por
    Paul Ricoeur:

    …en el recinto irreal de la ficción, no dejamos
    de explorar nuevos modos de evaluar acciones y personajes. Las
    experiencias del pensamiento
    que realizamos en el gran laboratorio de
    lo imaginario son también exploraciones hechas en el reino
    del bien y del mal. El juicio de valor no es
    abolido; más bien es sometido a las variaciones
    imaginativas propias de la ficción… [porque] narrar es
    desplegar un espacio imaginario para experiencias de pensamiento
    en las que el juicio moral se
    ejerce según un modo hipotético. (2)

    ¿Cómo comienza Calígula? Con
    una escena donde la palabra "nada" aparece mencionada seis veces
    para describir:

    … ese singular estado del
    alma en el
    cual el vacío se hace elocuente, en el que la cadena de lo
    cotidiano se rompe, en el cual el corazón
    busca en vano el eslabón que la reanuda, esto es el primer
    signo de la absurdidad. (3)

    No es inocente esta observación porque en esto vamos a
    encontrar una de las claves para entender el aparente proceder
    sin tino del emperador, que cuando regresa pronuncia la misma
    palabra. "Nada" e "imposible" serán las piezas para armar
    la compleja conexión que establece Calígula entre
    ética y política, que estará en las antípodas de la concepción
    aristotélica.

    Según el estagirita, las virtudes políticas
    capitales son: la justicia, la
    prudencia intelectual (phrónesis) y la amistad
    (philía), que es la que garantiza la
    cohesión de la vida comunitaria y conduce a la felicidad
    (eudaimonía: buen vivir). Existe una
    relación clara entre la prosperidad de la pólis y
    la vida virtuosa del ciudadano, el oficio por excelencia del
    hombre libre es la dedicación a la vida ciudadana, y la
    vida política está encaminada a obtener el
    bienestar y la vida feliz de los ciudadanos.

    Si esto es así, entonces ¿por qué
    Calígula toma medidas que van en contra de la integridad
    de la comunidad política; por ejemplo, decretando que
    todos los que posean fortuna testen a favor del Imperio,
    desheredando a sus hijos, para luego matarlos según un
    orden arbitrario dispuesto por él mismo y enriquecer
    así, las arcas del estado?, ¿por qué hace
    esto en abierta contradicción con los postulados
    aristotélicos?, ¿por qué lo hace sabiendo
    que se volverá impopular y que no será el suyo un
    gobierno que
    tenga como primer objetivo la felicidad y la vida virtuosa, en
    suma, el bien común?

    La respuesta es simple, Aristóteles y
    Calígula parten de supuestos distintos, para el primero el
    objetivo último de la vida humana es la
    felicidad:

    La felicidad es el fin de todo lo humano… es una
    cierta actividad, deseable por sí misma y no por causa de
    otra cosa, porque no necesita de nada, sino que se basta a
    sí misma… se eligen por sí mismas aquellas
    actividades en que no se busca nada fuera de la actividad misma,
    tales parecen ser las acciones virtuosas… (4) ; en cambio, para
    el emperador:

    Los hombres mueren y no son felices. (5)

    Es el descubrimiento de esa terrible verdad lo que hace
    de Calígula otro hombre, es esa verdad simple y clara,
    pero difícil de descubrir y pesada de llevar, según
    sus propias palabras, lo que lo vuelve un tirano. Pero cabe
    observar, que a partir de ese descubrimiento Cayo pretende llevar
    la verdad a la comunidad política, advierte que los
    hombres están sumidos en una mentira y que es su deber
    como autoridad
    máxima, dotarlos del conocimiento
    del que se hallan privados. No será Calígula un
    tirano como el que define Aristóteles: aquél que no
    vela por el bien común sino que lo hace orientado por su
    propio interés obviando lo que conviene a la comunidad
    (6); Cayo, por el contrario, pretenderá llevar la verdad a
    los ciudadanos, pretenderá como el filósofo de
    Platón
    conducir a sus compatriotas sumidos en las sombras de la caverna
    hacia el mundo de la luz, el bien y la
    felicidad, aunque para ello utilice medidas insensatas y
    descabelladas.

    Para Aristóteles la política y la
    prudencia coinciden en cuanto a la disposición
    (práctica, verdadera y dirigida al bien), cuando la
    prudencia se aplica a la ciudad se vuelve prudencia
    política, una virtud que es práctica y
    deliberativa. El deliberar bien es propio de los prudentes, la
    buena deliberación consiste en una cierta rectitud
    conforme a lo conveniente para el fin dispuesto por la prudencia:
    el bien práctico.

    Sin deliberación no hay prudencia y
    Calígula ni delibera ni es prudente, pero no es porque no
    delibere que no es prudente sino por algo más
    básico y anterior, no lo es porque la prudencia refiere a
    lo humano, a lo que es posible y Calígula persigue lo
    imposible, lo que está fuera de este mundo (la luna, la
    inmortalidad o la dicha). El emperador no es que delibere mal y
    por eso yerre (eso sostendría Aristóteles), sino
    que no desea hacerlo porque no hay nada que deliberar cuando un
    hombre se ha dado cuenta de lo absurdo del mundo: cuando este
    sentimiento domina su alma desaparecen los sentidos y
    las razones, se toma conciencia de que
    este mundo no es razonable ni podrá serlo jamás,
    que nunca nos pertenecerá. Esta verdad a la que accede
    Cayo, ese no saber por qué se vive, esa falta de sentido,
    esa "náusea", de saber que en el universo
    reinan la contradicción, la antinomia, la angustia y la
    impotencia, imposibilita que obre prudentemente, porque no puede
    hacer uso de la "recta razón", puesto que lo absurdo se la
    ha devorado, junto con la ecuanimidad, el sentido común y
    la prudencia.

    Para Aristóteles, de la costumbre procede la
    virtud ética, del hábito por el cual nos
    comportamos bien o mal respecto de las pasiones, y las leyes más
    importantes son las que están basadas en las costumbres,
    el legislador debe atender a éstas si pretende establecer
    leyes sólidas y estables, porque en las ciudades los
    gobernantes hacen buenos ciudadanos haciéndoles adquirir
    buenas costumbres. Así, para el estagirita,
    Calígula estaría procediendo de modo aberrante,
    porque pretende destruir la costumbre, pero debemos atender al
    razonamiento que hace para llegar a tal elección, porque
    no es el capricho sin fundamento del tirano lo que lo lleva a
    gobernar con medidas insensatas sino que lo anima la voluntad de
    cambiarlo todo, es una voluntad pedagógica y de cambio:
    él pretende enseñar que el mundo y la vida no valen
    nada para conquistar la libertad y
    así hacer que lo imposible sea posible y que los hombres
    no mueran y al fin puedan ser dichosos.

    La costumbre de vivir se adquiere antes que la de
    pensar, es la inercia que mueve la existencia, es la que oculta
    lo absurdo del mundo, la que lo vuelve familiar y cotidiano; las
    medidas de Cayo pretenden hacer tomar conciencia a los ciudadanos
    que el mundo es espeso y extraño, que es absurdo, que la
    vida no vale nada si no se puede hacer que el sol se ponga
    por el este, que el sufrimiento decrezca o que los que nazcan no
    mueran.

    Para Aristóteles, una monarquía se preserva en tanto y en cuanto
    el rey dirige moderadamente, mientras controle menos asuntos
    más tiempo
    durará su poder, pues el
    gobernante se va volviendo menos absolutista. Calígula,
    por el contrario, pretende abarcar cada vez más cosas,
    ganar más poder, siempre más, hasta poder cambiar
    lo que ni los dioses pueden: su reinado es un reinado de lo
    imposible
    .

    Aristóteles señala que si el que manda no
    es justo ni prudente, no puede mandar bien y si el gobernado
    tampoco es prudente ni justo tampoco puede obedecer bien;
    necesariamente, uno y otro deben participar de la virtud, de las
    virtudes morales, pero no de la misma manera, sino en la manera
    en lo que respecta a cada uno. La sensatez es la única
    virtud propia del que manda, del gobernado no es virtud la
    sensatez, sino la opinión verdadera. Ni Calígula ni
    sus patricios ostentan las virtudes correspondientes, el primero
    porque en su desmesura corre detrás de quimeras y los
    segundos porque ante la falta de juicio del emperador traman
    revueltas y sediciones que terminarán en la muerte de
    Cayo. Así, no hay siquiera un ciudadano virtuoso, puesto
    que éste se lo define según su poder mandar honrada
    y sensatamente y según su dejarse mandar bien, debe poseer
    ambas cosas; en el Imperio la mente enturbiada del emperador
    vicia no sólo al régimen sino a todos los
    ciudadanos y ya no hay ni justicia, ni moderación, ni
    virtud en ninguna parte de la comunidad
    política.

    Las virtudes son elecciones o no se dan sin
    elección y la elección, según
    Aristóteles, va acompañada de razón y
    reflexión porque no hay elección de lo imposible,
    se delibera sobre lo que está a nuestro alcance y es
    realizable, sobre los medios que
    conducen a los fines (nunca se delibera sobre los fines sino
    sólo sobre los medios que conducen a ellos) y tanto unos
    como otros deben estar al alcance de nuestro poder. Por su parte,
    Calígula expresamente delibera sobre medios y fines para
    alcanzar lo imposible:

    Mi voluntad es cambiarlo todo… Quiero mezclar el cielo
    con el mar, confundir fealdad y belleza, hacer brotar la risa del
    sufrimiento (7); Aristóteles denostaría la
    deliberación sobre los fines, puesto que el fin es uno
    solo y no puede ser objeto de discusión.

    ¿Fue Calígula un hombre malo, aún
    no siendo prudente ni justo, ni atenerse al término medio
    ni velar por la felicidad o el buen vivir de su
    comunidad?

    Si bien no puede decirse que el emperador fue un hombre
    bueno, tampoco puede afirmarse que fue malo; si bien
    Aristóteles admitiría esto último ya que
    para él un hombre es bueno con sólo poseer la
    prudencia (teniéndola tendrá todas las demás
    virtudes) y Cayo no fue un hombre prudente, gobernó con
    desmesura y sin la recta razón que hace buenas las
    elecciones, es probable que como todos los grandes hombres, que
    cargan sobre sí verdades enormemente pesadas, no pueda
    juzgarse por este criterio, porque en su locura tenía
    objetivos nobles: recuperar la felicidad y la vida para este
    mundo, tratando de sacarla del juego
    constante de elisión (8).

    Hemos visto todas las divergencias y contradicciones
    entre la forma de entender la relación ética y
    política en Aristóteles y en el proceder de
    Calígula, pero hay un punto donde el malhadado emperador y
    el filósofo griego se encuentran, es en su obsesión
    por la felicidad humana. Para Aristóteles ella era el fin
    de todo lo humano, una cierta actividad deseable por sí
    misma, que no necesitaba de nada más, sino que se bastaba
    a sí misma, y esta actividad en que no se busca nada fuera
    de ella misma es una acción
    virtuosa, porque lo bueno y lo honesto es deseable por sí
    mismo y por ello se elige. La vida feliz es conforme a la virtud
    y es conforme a la virtud más excelente, lo mejor que hay
    en el hombre: la actividad contemplativa.

    Calígula descubre una terrible verdad que lo
    desborda: "Los hombres no son felices y mueren", junto con esto
    le adviene el sentimiento de lo absurdo, ese vacío que se
    devora todos los sentidos, los miedos, las personas y el mundo
    mismo. Calígula quería que su reinado fuera el de
    lo imposible porque sólo así accederían sus
    conciudadanos a la libertad y a la felicidad, puesto que la dicha
    no pertenece al mundo sino que hasta está más
    allá del poder de los dioses, el emperador se atreve a
    querer ser más que ellos, a construir un Olimpo sobre
    el Olimpo
    . Y si bien es cierto que las medidas y acciones de
    gobierno eran extremas y descabelladas, tendían a un solo
    objetivo: borrar lo absurdo que hace de la vida una nada; es esa
    lucha constante contra la nada y lo absurdo, esa inmensa
    pretensión de devolverle a la vida el sentido y la dicha
    lo que lleva a Calígula a la locura y la muerte.

    Así, mientras para Aristóteles la
    pólis es el marco en donde se alcanza la felicidad humana,
    la vida virtuosa y el buen vivir; para Calígula, la dicha
    es algo que se encuentra fuera de este mundo donde domina lo
    absurdo y la sinrazón y en vano luchó hasta sus
    últimos días por alcanzarla para sí y para
    sus conciudadanos:

    Si yo hubiera conseguido la luna, si el amor
    bastara, todo habría cambiado. ¿Pero donde apagar
    esta sed? ¿Qué corazón, qué dios
    tendría para mí la profundidad de un lago? (9) , y
    la respuesta que él mismo se daba:

    Nada, nada de este mundo… bastaría que lo
    imposible fuera. ¡Lo imposible! Lo busqué en los
    límites
    del mundo, en los confines de mí mismo… No tomé
    el camino verdadero, no llego a nada. Mi libertad no es la buena
    ¡Nada! Siempre nada… (10).

     

    BIBLIOGRAFÍA

    – Aristóteles: Etica a Nicómaco, Centro de estudios
    políticos, España,
    1980.

    – Aristóteles: Política, Editorial
    Alianza, Argentina, 1997.

    – Camus, Albert: Calígula, Losada,
    Argentina, 1973.

    – Camus, Albert: El mito de
    Sísifo
    , Losada, Argentina,1979.

    – Camus, Albert: El hombre rebelde, Losada,
    Argentina, 1957.

    – Ricoeur, Paul: Sí mismo como otro, Siglo
    XXI, España, 1996.

     

    Notas

    1. Aristóteles: Política, Madrid,
      Alianza, 1997, 1253a
    2. Ricoeur, Paul: Si mismo como otro, Madrid, Siglo XXI,
      1996, pp167-174.
    3. Camus, Albert: el mito de Sísifo, Bs. As.,
      Losada, 1979, p.22.
    4. Aristóteles: Ética a
      Nicómaco
      , Madrid, Centro de Estudios
      Políticos, 1970, 1176a-b.
    5. Camus, Albert: Calígula, Losada,
      Argentina, 1997, p.61
    6. Cfr. Aristóteles: Política,
      Madrid, Alianza, 1997, 1311a-1314b.
    7. Camus, Albert: Calígula, Bs. As.,Losada,
      p.68
    8. La elisón consiste en la esperanza de otra
      vida que hay que "merecer".
    9. Camus, Albert: Calígula, Bs. As.,Losada,
      p.113.
    10. Camus, Albert: Calígula, Bs. As.,Losada,
      p.113-114.

    Juan Pablo Minvielle

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