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¿El Fin de la Historia? Un mercado de trabajo brutal




Enviado por Ricardo Lomoro



     

    Francis Fukuyama, tuvo la inteligencia y
    el acierto de plantear el debate sobre
    la inminencia -a finales de la década de los ochenta- del
    final de la historia, dado que ya no quedaban competidores
    ideológicos serios para la democracia
    liberal (monarquía, aristocracia, teocracia,
    fascismo,
    totalitarismo comunista).

    Su libro, que
    justamente, se llamaba, El fin de la Historia y el Último
    Hombre,
    también sostiene que ese individuo
    contemporáneo sabe que es mejor no arriesgar su vida por
    una causa……

    A partir de ello, se generó un interesante debate
    intelectual -del que a continuación daremos algunos
    ejemplos-, sobre lo acertado o no del "fin de la historia" y de
    la actitud del
    "último hombre".

    Veamos que opinan algunos autores:

    "Tanto Hegel como
    Marx
    creían que la evolución de las sociedades
    humanas no era infinita, sino que acabaría cuando la
    humanidad hubiese alcanzado una forma de sociedad que
    satisficiera sus anhelos más profundos y fundamentales.
    Ambos pensadores, pues, postulaban un "fin de la historia"; para
    Hegel era el estado
    liberal, mientras que para Marx era una sociedad
    comunista.

    Al llegar al final de la historia no quedan ya
    competidores ideológicos serios para la democracia liberal
    (monarquía, aristocracia, teocracia, fascismo,
    totalitarismo comunista). Lo único que queda es el
    islamismo.

    El hecho de que en las más perfectas
    sociedades liberales continúen las principales
    desigualdades sociales significa que habrá una permanente
    tensión entre los principios
    gemelos de libertad e
    igualdad, en
    los cuales se basan esas sociedades. Esta tensión
    señalada claramente por Tocqueville, es tan "necesaria e
    inerradicable" como la desigualdad de la que se deriva. No hay
    ningún punto fijo o natural en el cual la libertad y la
    igualdad se equilibren, ni existe ninguna manera de alcanzar
    simultaneamente el grado óptimo de ambas.

    El "último hombre", al final de la historia,
    sabe que es mejor no arriesgar su vida por una causa, porque se
    da cuenta de que la historia está llena de futiles
    combates sin sentido en los cuales los hombres lucharon por si
    debían ser cristianos o musulmanes, protestantes o
    católicos, alemanes o franceses.

    Las lealtades que empujaron a los hombres a
    desesperados actos de valor y
    sacrificio resultaron ser, a la luz de la
    historia subsiguiente, estúpidos prejuicios, como el
    Zaratustra de Nietzsche dice
    de ellos:"Pues así hablaste:"Somos enteramente reales, sin
    creencia ni superstición". Y así sacais el pecho,
    pero ¡ay! está vacío", nos dice Francis
    Fukuyama en su libro El fin de la historia y el último
    hombre (Editorial Planeta – 1992).

    "La democracia liberal que emerge en el fin de la
    historia no es totalmente "moderna". Para que las instituciones
    de la democracia y del capitalismo
    funcionen en forma adecuada, deben coexistir ciertos
    hábitos culturales premodernos que aseguren su debido
    funcionamiento. Las leyes, los
    contratos, y
    la racionalidad económica brindan una base necesaria, pero
    no suficiente, para la prosperidad y la estabilidad en las
    sociedades post-industriales es necesario que estas
    también esten imbuídas de reciprocidad,
    obligación moral, deber
    hacia la comunidad y
    confianza, que se basa más en el hábito que en el
    cálculo
    racional. Todas estas características, en una sociedad
    moderna, no constituyen anacronismos, por el contrario son el
    sine qua non de su éxito",
    nos dice Francis Fukuyama, en su libro Confianza (Trust)
    (Editorial Atlántida – 1996).

    "Tras la victoria del capitalismo no se ha alcanzado
    en modo alguno el "fin de la historia", sino el fin del proyecto que tan
    osadamente se llamó "modernidad". Un
    cambio de
    época de dimensiones globales ha comenzado, dado que ya no
    son el ascenso y el bienestar sino la decadencia, la
    destrucción ecológica y la degeneración
    cultural las que determinan a ojos vista la vida cotidiana de la
    mayoría de la humanidad", nos dicen Hans-Peter Martin y
    Harald Schumann (ob. cit.).

    "La derrota del comunismo
    dificilmente representa el fin de la historia. Es mejor
    asimilarla al fin de una guerra civil
    entre dos hijos de la
    ilustración europea. El fin de la guerra civil ha
    dejado, sin embargo, al ganador traumatizado. Ya no puede luchar
    una batalla negativa contra los males evidentes del totalitarismo
    burocrático. Ahora tiene que emprender una batalla
    positiva para realizar sus propios ideales de libertad e
    igualdad, y construír un orden político que inspire
    un apoyo fiel a una ciudadanía diversa y crítica. Y ello debe ser llevado a cabo
    frente a la resistencia de
    oponentes formidables. Los fundamentalistas religiosos en gran
    parte del mundo rechazan la separación del liberalismo
    entre iglesia y
    estado, y su
    insistencia en el derecho fundamental de cada persona para
    definir sus propios cielos e infiernos. Las sociedades
    neoconfucianas en Asia rechazan el
    desafío liberal a las jerarquías tradicionales y su
    celebración del derecho a ser diferente. Para las culturas
    indígenas de África y en algunos países de
    América
    Latina, los valores de
    la ilustración posiblemente son aún
    más difíciles de apreciar.

    Dada la situación mundial, faltan 1000
    años para poder sugerir,
    con Francis Fukuyama, que la victoria de la guerra civil contra
    el comunismo no deja a los
    liberales otra posibilidad que
    la de volver a las sórdidas satisfacciones consumistas de
    una sociedad de mercado. La verdad es muy diferente: si
    aprovechamos el momento, si extendemos el alcance de la
    democracia constitucional operando más allá del
    territorio central del liberalismo, quizás podamos ofrecer
    pruebas
    convincentes de que el liberalismo mereció ganar la
    batalla de 1989", nos dice Bruce Ackerman (ob.
    cit.).


    "Vivimos un tiempo clave
    de la historia. Y aquí no se trata del "fin de la
    historia" (como han tratado de persuadirnos). Estamos en peligro,
    a merced de una economía
    despótica que al menos deberíamos situar, analizar,
    descifrar sus poderes y envergadura. Por mundializada que sea,
    por más que el mundo esté sometido a su poder,
    resta comprender, quizás decir, que lugar ha de ocupar la
    vida en ese esquema", nos dice Viviane Forrester (ob.
    cit.).

    "Los choques de civilizaciones son la mayor amenaza
    para la paz mundial; un orden internacional basado en las
    civilizaciones es la garantía más segura contra una
    guerra
    mundial. En el mundo de la pos-guerra
    fría, las banderas son importantes y también
    otros símbolos de identidad
    cultural, entre ellos las cruces, las medialunas, e incluso los
    modos de cubrirse la cabeza, porque la cultura tiene
    importancia, y la identidad cultural es lo que resulta más
    significativo para la mayoría de la gente. La cultura y
    las identidades culturales, que en su nivel más amplio son
    identidades civilizacionales, están configurando las
    pautas de cohesión, desintegración y conflicto en
    el mundo de la pos-guerra fría.

    En este nuevo mundo la política local es la
    política de la etnicidad, la política global es la
    política de las civilizaciones. La rivalidad de las
    superpotencias queda sustituída por el choque de las
    civilizaciones.

    El mundo de la pos-guerra fría es un mundo con
    siete u ocho grandes civilizaciones (China,
    Japonesa, Hindú, Islámica, Latinoamericana,
    Africana).

    El argumento de que la difusión de la cultura
    Pop y de bienes de
    consumo por
    todo el mundo representa el triunfo de la civilización
    occidental trivializa la cultura occidental. La esencia de la
    civilización occidental es la Carta Magna y
    no el Big Mac. El hecho de que los no occidentales puedan
    zamparse este no tiene consecuencias a la hora de que acepten o
    dejen de aceptar la Carta
    Magna.

    Modernización no significa necesariamente
    occidentalización. Se pueden modernizar y se han
    modernizado de hecho sin abandonar sus propias culturas y sin
    adoptar indiscriminadamente valores,
    instituciones y prácticas occidentales. La
    modernización, por el contrario, fortalece esas culturas y
    reduce el poder relativo de occidente. En muchos aspectos, el
    mundo se está haciendo más moderno y menos
    occidental.

    En los años veinte del siglo XXI (a cien
    años de su máximo poderío – 1920) Occidente
    controlará alrededor de un 24% del territorio mundial
    (frente al 49% al que llegó en su punto más alto),
    el 10% de la población mundial (frente al máximo
    registrado del 48%) y quizás un 15 – 20% de la
    población socialmente movilizada, aproximadamente el 30%
    de la producción económica del mundo
    (frente a un máximo probable del 70%, quizás el 25%
    del volumen de la
    producción manufacturera (frente a un punto culminante del
    84%) y menos del 10% del potencial militar humano a escala mundial
    (frente al 45% de su momento más alto)", nos dice Samuel
    P. Huntington (ob. cit.).

    "La Europa de los
    ciudadanos. No puede nacer de una unidad natural que no existe.
    Para realizarse, debe aceptar y superar diferencias muy reales,
    ancladas en las costumbres y en el inconciente de los
    pueblos.

    Entre 1965 y 1990, la mayoría de los sistemas
    ideológicos europeos están afectados por una
    inexorable mecánica de descomposición que
    destruye las creencias, debilita los partidos, transforma la
    naturaleza de
    las alineaciones políticas
    y crea en todas partes el sentimiento de un vacío y de una
    pérdida de sentido. La fe, en el sentido más amplio
    del término, tanto ideológico como religioso,
    abandona la política europea.

    La solución de las metafísicas
    religiosas y sociales, que representaban esfuerzos del
    espíritu para escapar del mundo real, revela en el fondo
    una reconciliación de los hombres con el mundo. La
    renuncia al referente futuro es la validación del
    presente. La aceptación de la sociedad, de la vida tal
    como es, mata lógicamente el más allá
    religioso, socialista y nacionalista", nos dice Emmanuel Todd, en
    su libro La Invención de Europa (Editorial Tusquets –
    1995).

    "La constatación de que existe una enorme
    diversidad de naciones europeas en lo que a su relación
    con el extranjero se refiere implica la necesidad de revisar la
    construcción europea. El análisis antropológico de la
    inmigración va derecho al corazón de
    la definición de los grupos humanos,
    con lo que pone en evidencia con toda crudeza, el carácter de abstracción carente de
    contenido de la noción de Europa. La hipótesis de una unificación de los
    valores en un sentido universalista parece tener muy pocas
    posibilidades de convertirse en realidad", nos dice Emmanuel
    Todd, en su libro El Destino de los Inmigrantes (Editorial
    Tusquets – 1996).

    "Los más importantes conflictos del
    futuro ocurrirán a lo largo de la falla cultural que
    separa las civilizaciones. El choque de las civilizaciones se
    está produciendo y tendrá lugar en dos niveles. Al
    micronivel, los grupos próximos a las fallas luchan, a
    menudo violentamente, por el control del
    territorio. Al macronivel, los estados de las diferentes
    civilizaciones compiten por el poder militar y económico,
    luchan por el control de las instituciones internacionales y de
    los terceros países, rivalizan en la defensa y promoción de sus propios valores
    políticos e ideológicos. Los choques entre
    civilizaciones están reponiendo las fronteras
    políticas e ideológicas de la guerra fría
    como líneas de ignición para la crisis y el
    derramamiento de sangre.

    En virtud de ello algunos predicen un futuro
    caracterizado por:

    – la próxima confrontación de
    occidente con el mundo musulmán.

    – nuevos grandes choques entre eslavos, turcos, y
    entre musulmanes e hindúes.

    – la multiplicación de operaciones de
    "limpieza étnica".

    – y por último, la posibilidad de que "la
    nueva guerra mundial, de producirse, sea una guerra entre
    civilizaciones", nos dice el Grupo Lisboa
    (ob. cit.).

    Deseamos participar en el debate con algunas reflexiones
    que tienen la intención última de avivar la
    polémica.

    Comenzamos preguntándole -literariamente- a
    Fukuyama, si cuando sostiene que el individuo
    contemporáneo sabe que es mejor no arriesgar su vida por
    una causa, está asumiendo para el hombre
    -¿último?- del siglo XXI el rol que Tom Engelhardt
    (ob. cit.) describe así: "En Estados Unidos,
    es posible que el deporte cumpla en la actualidad
    mejor que la guerra los requisitos de la
    televisión total. En la década de 1980, las
    ligas, temporadas, juegos y
    emisiones televisivas de deporte de todo tipo se extendieron
    hasta el punto de que se produjo una vasta telaraña
    solapada de posibilidades de ver deporte. Como narrativa
    genérica en curso, el deporte puede ser el perfecto
    sustituto para la carencia de relato. Por una parte, siempre hay
    una historia: la carrera por el banderín, la copa del
    campeonato; por otra, es intrínseco al deporte que el
    relato se divide constantemente y se reconstruya en cada
    temporada. Ciertamente el deporte ha resultado más eficaz
    para movilizar audiencias en la butaca del salón a largo
    plazo que todas las guerras
    unilaterales, desde la de Granada hasta la del Golfo".

    Es probable que ese soldado que ya no va a arriesgar su
    vida por una causa sea "instruído" -¿programado?-
    debidamente para ello como nos relatan Mercedes Odina y Gabriel
    Halevi (ob. cit.): ….."Además de todos los problemas
    sociales y políticos que el sistema
    educativo estadounidense arrastra en los últimos
    años se le ha venido a unir otro, que los profesores
    universitarios circunscriben en un nuevo alumnado, caracterizado
    por ser impaciente y devorador cliente
    televisivo. A la edad de 20 años, un joven medio americano
    ha visto 800.000 anuncios televisivos, es decir, 800
    semanalmente. Los profesores de la universidad se
    quejan de que actualmente los alumnos parecen no comprender o
    simplemente discuten principios académicos eternos, como
    por ejemplo el principio de contradicción en la
    narración. Es corriente que en los exámenes los
    estudiantes afirmen una cosa, un párrafo
    más allá digan todo lo contrario como si estuvieran
    manteniendo lo mismo y, finalmente vuelvan a mantener lo del
    principio, en una lógica
    dominada por el caos de la continuidad narrativa. Los profesores
    de más de 40 años presencian perplejos este
    fenómeno, y afirman que la influencia de la estructura
    narrativa televisiva combinada con el zapping ha sido lo que ha
    provocado esta original irrupción del non-sequitor en la
    expresión de los jóvenes americanos".

    Si observamos la franja de los alumnos
    pre-universitarios (los mismos autores nos informaban en
    anteriores capítulos): "En los años noventa, uno de
    cada seis jóvenes de 17 años es analfabeto
    funcional y uno de cada diez americanos no pueden leer ni
    entender el menú de McDonald's".

    Ahora veamos que pasa con los mayores. "En 1993 un
    estudio federal mostraba que la mitad de los adultos
    estadounidenses no tenían los conocimientos suficientes
    para escribir una nota en inglés
    sin cometer un error o entender el recorrido de un autobús
    leyendo los indicadores".

    Si bien ese "vuelo" del "último hombre" nos deja
    "sin esperanza y con miedo", no desearíamos ser tan
    fundamentalistas para pensar que "faltan 1000 años" para
    poder sugerir que la victoria contra el comunismo no deja a los
    liberales otra posibilidad que la de volver a las sórdidas
    satisfacciones consumistas de una sociedad de mercado
    (según piensa Ackerman).

    Como liberales integrales -en
    el sentido Ackermaniano- que nos sentimos, intentaremos examinar
    -en algunos aspectos- la situación de la historia, para
    ver si se merece el status de haber llegado al "cum
    laude".

    Citaremos al mismo Bruce Ackerman, cuando dice: "Un
    sistema de
    laissez-faire, por una parte, vastas concentraciones de riqueza
    heredadas, y una clase
    desposeída, sin educación, por otra.
    La mala distribución sistemática de la
    riqueza constituye una burla al ideal de igualdad
    política; es compatible, así mismo, con todo tipo
    de fallos del mercado: monopolización, degradación
    medio ambiental, y explotación masiva de la ignorancia del
    consumidor.
    Ningún liberal sensible debería estar satisfecho
    con esas injusticias manifiestas. Se requerirán
    generaciones de esfuerzo movilizado -muchos más nuevos
    comienzos- antes de que cualquier sociedad occidental empiece a
    aproximarse al ideal liberal de igualdad sin
    dominación".

    En una entrevista, al
    poco tiempo de la muerte del
    comunismo soviético por descomposición interna, al
    Dr, Luis Rojas Marcos -Director de Salud mental de
    los Servicios
    Sanitarios de la ciudad de New York- se le preguntó, cual
    sería en el futuro el "enemigo de los Estados Unidos". Su
    respuesta -profética- fue: "ellos mismos".

    Pues de eso se trata. Y es la base de nuestra
    crítica fundamental. El hecho que el capitalismo -que no
    es lo mismo que el liberalismo- haya quedado sólo sobre el
    ring, no lo exime de la exigencia democrática de otra
    sociedad. "Un mundo posterior a la burguesía y el capital, en
    que pudiese florecer una verdadera comunidad humana" (como dice
    Francois Furet).

    Busquemos en los economistas de ayer las preguntas de
    exámen para esta historia finalista.

    – El mercado libre no es un mercado indoloro
    (Ricardo)

    – Las incongruencias económicas del capitalismo:
    Lejos de aplaudir al capitalismo la mano invisible finalmente lo
    hace pedazos (Marx):

    1) caída de las tasas de ganacia y
    acumulación del capital

    2) creciente concentración del poder
    económico

    3) profundización de las crisis y
    depresiones

    4) ejército de reserva industrial

    5) creciente miseria del proletariado

    Actualmente cuatro críticas y media (sólo
    no se cumple la caída de las tasas de ganancia) mantienen
    plena vigencia.

    – Las potencias aplican la libertad de comercio
    según sus intereses (Smith)

    – Los empresarios no defienden el interés
    general, sino su interés particular (Smith)

    – Los gobernantes deben prevenirse contra la
    influencia de los intereses económicos (y sus lobbies)
    (Smith)

    – Las industrias
    estratégicas deben ser protegidas (Smith)

    Observaciones que mantienen plena vigencia e
    interés; y que son sistemáticamente tergiversadas
    por los apóstatas del liberalismo.

    También hay un aforismo de Smith que convoca al
    exámen de conciencia,
    humildad y regreso a las fuentes de
    más de uno de los "golden Boys" practicantes de la
    economía de Madonna:"Los principios que rigen la conducta prudente
    del jefe de familia
    "difícilmente" pueden considerarse insensatos en la de un
    gran reino".

    Otras ideas de Smith que chocan con este final
    presagiado, pero no previsible, son las que nos recuerda John
    Kenneth Galbraith (en La cultura de la Satisfacción),
    cuando dice: "Quizás sea una lástima que pocos,
    quizás ninguno, de los que citaban a Adam Smith
    (como portavoz de la economía de la satisfacción)
    hubiesen leído su gran libro.

    Smith fue en realidad el supremo pragmático y,
    entre otras cosas aceptaba plenamente un papel necesario y
    útil del estado. Expresaba también dudas alarmantes
    a algunas de las instituciones capitalistas más estimadas
    de nuestra época.

    · se oponía clara y tajantemente al
    apoyo mercantilista del estado a la gran clase comerciante,
    pues ello hubiera otorgado a esta grandes privilegios
    arancelarios y monopolistas.

    · se oponía profundamente a las sociedades
    anónimas, a las grandes empresas que
    ahora llamamos corporaciones.

    · también insistía en que un
    país civilizado tiene gran cantidad de gastos
    necesarios que no lo son en absoluto en un país
    "bárbaro".

    · le atraía también la idea de un
    impuesto
    proporcional a la riqueza.

    Smith no habría sido un firme defensor de los
    objetivos
    generales de la era de la satisfacción".

    Sigamos encontrando asignaturas pendientes,
    capítulos sacrílegos e ideas de ayer que se
    resisten a ser enterradas por las leyes del mercado.

    Nos comenta Albert Hirschman (ob. cit.) que: "Keynes
    mostró como, en una situación de subempleo, muchas
    instituciones de sentido común sobre las relaciones
    económicas no resultan de ningún modo falaces.
    Contrariamente a la Ley de Say, la
    sobreproducción general puede existir; el gasto
    deficitario del gobierno puede
    activar la economía; y, horror de los horrores, la
    imposición "mercantilista" de derechos de importación y los subsidios de exportación pueden mejorar la balanza
    comercial y el empleo
    doméstico".

    Seguimos avanzando en el tiempo y el mismo autor nos
    dice: "Desde Carlyle y Marx hasta Marcuse y Fred Hirsch, el
    mercado (o la moneda) ha sido ásperamente criticado
    durante mucho tiempo por la manera en que subvierte todas las
    relaciones
    humanas y socava incluso los cimientos éticos de la
    sociedad, Robert Lane ha mostrado como "Todo un mundo de
    satisfacción y motivación…….cae fuera de los límites
    del intercambio. El mercado, al parecer, no es capaz de
    aprovechar algunas energías creadoras extremadamente
    valiosas que sólo se presentaran cuando no son provocadas
    por recompensas monetarias. La incapacidad del mercado para
    habérselas con lo "intrínseco" -algo tan importante
    como la satisfacción intrínseca del trabajo no
    recibe lo que le es debido en las cuentas que
    practica el mercado- es para él una razón
    fundamental del "fracaso del mercado".

    Otro defecto importante del mercado es su poder de crear
    ilusión de que el éxito monetario posee la clave de
    la felicidad humana. Lane está convencido de que las
    dimensiones no monetarias de la felicidad -vida familiar y
    amigos, sentimientos de dirección y control sobre la propia vida,
    autoestima y
    cosas así- pesan mucho más que las dimensiones
    "meramente" materiales.

    Para Lane, la gente a la que no le va bien en ciertos
    terrenos no monetarios esenciales de las relaciones humanas se
    sienten tentados a compensar estos fracasos mediante agotadores
    esfuerzos en el mercado. Trabajan en la ilusión de que
    teniendo éxito en el mercado alcanzarán la
    felicidad que se les ha escabullido. Así el mercado
    actúa como una tentación permanente que
    desvía a la gente de hacer un esfuerzo genuino por tomar
    en sus manos su propia vida allí donde eso es realmente
    importante. En este sentido la disponibilidad del mercado
    actúa como un peligroso saboteador de la verdadera
    felicidad".

    Y llegamos, por fin, al ídolo de los "palmeros"
    de la libertad de mercado; Milton Friedman dice, que "la sociedad
    de mercado es una condición necesaria pero no suficiente
    para el surgimiento de la libertad política".

    ¿Podemos considerar que la humanidad ha alcanzado
    una forma de sociedad que satisface sus anhelos más
    profundos y fundamentales, como para reiterar, en 1995, junto a
    Francis Fukuyama en su libro Confianza (Trust) lo que
    podríamos llamar el "fin de la historia II" ?.

    Rizando el rizo el autor dice: "El corolario a la
    convergencia de las instituciones al "fin de la historia", es el
    reconocimiento generalizado de que, en las sociedades
    post-industriales, no será a través de la ingeniería social que se puedan lograr
    ulteriores mejoras. Ya no tenemos esperanzas realistas de poder
    crear una "gran sociedad" mediante abarcadores programas
    gubernamentales".

    Intentaremos visualizar titulares y frases cortas -de
    muchos de los autores citados en capítulos anteriores-
    como si recorriéramos las autopistas de la información buscando hacer un balance de
    situación global:

    · Problemas
    internacionales: superpoblación, presión
    sobre la tierra,
    emigración e inestabilidad social.

    · Problemas comunes: equidad,
    economía, ecología.

    · Las tres cuartas partes más pobres de la
    humanidad padece de: malnutrición, hambruna, agotamiento
    de recursos,
    agitación social, emigración forzosa y conflictos
    armados.

    · El cuarto más beneficiado tiene las
    siguientes dificultades: crecimiento de la pobreza y
    marginalidad,
    desigualdades socioeconómicas, agresión a los
    sistemas de mantenimiento
    de la vida en el planeta, concentración de poder en
    unidades económicas incontrolables, movilidad financiera y
    de capitales industriales a nivel mundial esquiva al marco
    regulador basado en el estado-nación,
    estructuras
    oligopólicas en el sector financiero e industrial,
    desmantelamiento de la legislación
    laboral y programas sociales, crecimiento de la indiferencia
    frente a los excluídos.

    · Estados Unidos en particular tiene problemas de
    : asistencia médica, número de pobres, drogas,
    delincuencia y
    educación no superior.

    · Depresión
    silenciosa; agriculturización; subclase; del american
    dream al american downsizing;
    una sociedad no basada en el trabajo;
    desempleo
    estructural; un largo y evidente Contrato Social
    fue rescindido sin preaviso; dualización;
    polarización; el nuevo ejército en la reserva; el
    miedo; lumpen proletariat; el pobre ni siquiera vota; continuo
    aumento del número de desocupados; estancamiento del nivel
    de vida de los trabajadores; bolsones de pobreza y de
    miseria relativa; institucionalización de la pobreza;
    empleabilidad – trabajador a cero hora; adaptación hacia
    abajo; ansiedad; desarrollo de
    una

    underclass; inseguridad;
    angustia; miedo al mañana; desocupación masiva – vulnerabilidad que
    tetaniza a la sociedad.

    Si los anteriores eran los efectos, veamos ahora las
    causas:

    · Capitalismo publicitario, financiero y
    corrompido.

    · Capitalismo sustituyendo al estado.

    · Liberación, privatización,
    desregulación.

    · Deflación competitiva; economía
    de casino; financierización de la economía;
    mergermanía; la sopa global; la Mc globalización; economía de Madonna;
    la cultura de la satisfacción; economía
    simbólica; capitalismo salvaje; el patrón megabyte;
    la clase consumidora ecológica; los contentos; 20 a 80 y
    tittytainment; turbocapitalismo; capitalismo asesino; global
    players; era imperial; época medieval;
    occidentoxicación; sociedad de hobbies y lobbies;
    zappingántropo o reflejántropo.

    Con esas causas y efectos, ¿ que puede ocurrirle
    al "paciente" global?

    · Tendencia autodestructiva del
    capitalismo.

    · El motín urbano.

    · Conflicto mundial entre el decreciente
    número de los "poseedores", los ricos, los dominadores y
    la creciente masa de los "desposeídos", los miserables,
    los marginados.

    · Las burbujas siempre estallan.

    · Nos hallamos peligrosamente cerca de una gran
    depresión.

    · Los jóvenes de los barrios "carenciados"
    marginados por su condición, definidos
    geográficamente antes de nacer reprobos de entrada, son
    los excluídos por excelencia. El desastre no tiene
    solución ni límites, ni siquiera
    ilusorios.

    · A la gran mayoría le queda una
    última función
    importante que cumplir: la de consumidores. Consumir es nuestro
    último recurso. Nuestra última utilidad.

    · La devaluación del mundo humano aumenta en
    relación directa con el aumento de valor del mundo de las
    cosas.

    · Crisis de civilización y crisis del
    sujeto.

    · Un proceso de
    sustitución de las víctimas del
    progreso.

    · Reina un vacío total de
    significaciones.

    · En lugar de sujetos autónomos,
    sólo hay situaciones efímeras y en lugar de un
    espacio no hay sino percepciones dominantes.

    · Los perdedores tienen un voto y lo
    utilizarán. El terremoto social seguirá al
    político.

    · La guerra mundial no sucederá a la paz.
    Pero ya nunca habrá paz. Las guerras futuras serán
    guerras sin frente.

    ¿Algo más que preguntar?

    ¿Qué tan lejos puede llegar la desigualdad
    antes de que el sistema se derrumbe?.

    ¿Cómo se puede detener el doble movimento
    de globalización y privatización que debilita las
    antiguas formas de vida social y política?.

    ¿Pueden los políticos apordar soluciones
    globales a los problemas globales?.

    · Superficialidad, incoherencia, esterilidad de
    ideas y versatilidad de las actitudes son
    las características de las direcciones políticas
    occidentales.

    ¿Quién es el policía que monta
    guardia?. ¿Quien es el administrador del
    sistema?.

    · A nuestro entender, los políticos hoy se
    dividen en, autores, cómplices o encubridores. Viven en un
    estado permanente de presunción de indecencia.

    · La justicia -del
    príncipe- se comporta en forma lacaya, servil y genuflexa,
    con un poder económico "sin rostro" en permanente
    solicitud de indulto anticipado.

    Con un estado patrimonializado, con una justicia
    secuestrada, nos parece, como poco una "imprudencia temeraria"
    dejar en manos de algún presidente"sexópata", o de
    otro "alcóholico", la
    administración global del sistema.

    Finalizamos este inventario, esta
    radiografía, este electroencefalograma,
    preguntándonos, preguntándoles -ahora si, "sin
    esperanza y sin miedo"- habremos llegado al fin de la
    historia?.

    Con todas estas asignaturas pendientes habrá
    terminado "el curso"?.

    De ser así el fin sublimado, podrán hacer
    lo contrario de lo que han dicho, pero no podrán decir lo
    contrario de lo que han hecho.

    Ricardo Lomoro

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