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La gran Nación Peruana (página 4)




Enviado por alarconflores



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Defender nuestras identidades
culturales

En el contexto de la
globalización de los Medios de
Comunicación, una tarea impostergable que deben
efectuar quienes ejercen esta actividad es la defensa de la
Identidad
Cultural de nuestras comunidades, sin exclusiones. Esto no
implica sólo el fortalecimiento de las lenguas más
importantes de nuestro país, como el castellano y el
quechua, sino de una serie de otras lenguas nativas.

La tarea que ha realizado España,
desde el advenimiento de Internet, en cuanto a la
defensa del castellano ya alcanzó resultados
positivos.

Así, el castellano es una de las lenguas
más usadas en la red, luego está el
inglés
precedida por el japonés, alemán y
francés.

Sin embargo, los más importantes servicios de
Internet en castellano no están en América
Latina y el Caribe, sino en los Estados Unidos,
particularmente en Miami. Según Inktomi Corp., la WEB comprende hoy
unos 6.400.00 servidores, con
5.000.000 de sitios y alrededor de 1000 millones de documentos que,
en un 86.6% están escritos en inglés. Sólo
uno de los buscadores de
recursos, el
conocido Yahoo, tiene 750.000 enlaces diferentes y recibe un
promedio de 37 millones de consultas diarias.

LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Los cambios acelerados que se han venido produciendo en
el contexto internacional condicionan los esfuerzos de desarrollo del
Perú, y exigen adaptaciones en la política exterior y
en la manera en que el país se vincula al resto del mundo.
Este contexto puede considerarse como el bastidor en el cual
debemos reconstituir el tejido social peruano durante los
próximos veinte años, entrelazando las hebras de la
trama, que corresponden a las líneas estratégicas,
y las hebras de la urdimbre, que corresponden a las reformas
institucionales asociadas con la gobernabilidad
democrática.

Tal como muestra el
diseño
de la cubierta de este libro, cada
uno de estos conjuntos de
hebras sobrepasa el marco del bastidor y se proyecta hacia el
mundo externo, al mismo tiempo que
algunas hebras provienen del exterior y se introducen en la trama
y en la urdimbre del tejido social que debemos
reconstituir.

Para estructurar el conjunto de vinculaciones con el
entorno mundial es necesario tener una apreciación
adecuada de la evolución del contexto internacional, que
se ha caracterizado por · Tomado del libro "Perú.
Agenda y Estrategia para
el Siglo 21" de Agenda: Perú.

La emergencia de un orden global fracturado y por la
gravitación que han adquirido los planteamientos
ideológicos asociados con la globalización. A partir de esta
apreciación es posible identificar las líneas
maestras para una gestión
de la inserción internacional del Perú, así
como los lineamientos para el diseño de una
política exterior.

EL ORDEN GLOBAL FRACTURADO

La multiplicidad de cambios y tendencias que se han
manifestado durante los últimos tres decenios indica que
somos testigos de un proceso
acelerado, segmentado y desigual de globalización. La
expansión a escala mundial de
las actividades productivas y de servicio, el
crecimiento del comercio
internacional, la importancia decreciente de las fronteras
nacionales, y el intercambio masivo de información y conocimiento
por todo el planeta coexisten con la concentración de
actividades "globales" en ciertos países, ciudades y aun
distritos, y también con la concentración de dichas
actividades al interior de unos pocos cientos de corporaciones
transnacionales.

La simultánea integración y exclusión de regiones,
países y grupos
sociales son dos aspectos estrechamente interconectados del
proceso multidimensional de globalización y
fragmentación en marcha que está configurando un
orden global fracturado.

Se trata de un orden global, pero no integrado; un orden
que nos pone a todos en contacto los unos con los otros, pero al
mismo tiempo mantiene profundas divisiones entre diferentes
grupos de
países y de personas en estos países; un orden que
está beneficiando a una pequeña parte de la
humanidad y segregando a la mayoría de la población mundial.

La conformación del orden global fracturado tiene
antecedentes históricos muy antiguos. Las fracturas que
acompañan a la globalización empezaron a surgir en
los siglos 15 y 16, desde los inicios de la expansión
mundial de Europa
Occidental. Sin embargo, los procesos
acelerados de cambio
político, económico, social, ambiental, cultural,
científico y tecnológico que tuvieron lugar a
partir de la Segunda Guerra
Mundial han creado un contexto radicalmente nuevo para la
evolución de los seres humanos. Los avances de la ciencia y
la tecnología han alterado profundamente las
interacciones entre las personas, las concepciones de la naturaleza
humana y las posibilidades para la evolución futura de
nuestra especie.

El fin de la Guerra
Fría y las nuevas preocupaciones de seguridad
internacional (conflictos
étnicos y religiosos, posibilidad de guerras
químicas y bacteriológicas, terrorismo,
proliferación de armas nucleares
en pequeña escala, crimen
organizado, tráfico de drogas,
disputas ambientales) exigen nuevos arreglos para la seguridad
internacional y regional, así como las nuevas doctrinas de
defensa nacional. La creciente interdependencia económica
y financiera, unida a los cambios en las relaciones
económicas internacionales, exige nuevas estrategias para
la inserción de las economías y empresas en un
escenario internacional cada vez más volátil y
competitivo, en el cual la globalización de las finanzas juega
un papel de primer orden.

Las condiciones sociales y las desigualdades
persistentes plantean enormes desafíos para mantener la
cohesión social. Los desequilibrios demográficos
entre países ricos y pobres; el rápido crecimiento
de las demandas de alimentos,
salud, educación, vivienda y
saneamiento en el mundo en desarrollo; la pobreza
generalizada asociada a la exclusión económica,
social y política; y los problemas de
empleo y
subempleo, que afectan tanto a los países ricos como a los
pobres, requieren de respuestas imaginativas y prácticas,
tanto en el ámbito internacional como en el de las
estrategias y políticas
nacionales y locales.

En forma similar, los cambios significativos que se han
dado en las relaciones de género-producto de la
capacidad que han adquirido las mujeres para regular su propia
fertilidad con mayor facilidad- tienen gran importancia en el
mundo de trabajo y de
la familia, y
exigen una perspectiva diferente de la división
convencional de responsabilidades entre hombres y mujeres, tanto
en el mundo laboral como en
el de crianza de los niños.

La toma de conciencia sobre
la importancia de la protección del medio ambiente
y del uso sustentable de los recursos
naturales, asociada a la aparición de problemas
ambientales de carácter regional y global, exige
respuestas para asegurar que el proceso de desarrollo no
restrinja las oportunidades de las generaciones
futuras.

La creciente importancia de los factores religiosos,
culturales y éticos en la conducta de los
asuntos de gobierno
añade nuevas demandas a una recargada agenda
pública y pone sobre el tapete temas como la tolerancia
religiosa, el respeto a los
derechos
humanos, y las tensiones entre la homogeneización y la
afirmación de la identidad cultural. Asimismo, la
generalización de las prácticas democráticas
y el colapso de los sistemas
totalitarios de partido único en Europa del Este y en la
antigua Unión Soviética han llevado a cambios
significativos en las estructuras
institucionales de los Estados y gobiernos, y han puesto de
manifiesto la importancia que tienen el capital social
y las instituciones
en el desempeño político y
económico de las naciones.

Por último, los avances científicos y
tecnológicos, asociados al crecimiento exponencial del
conocimiento, a la aceleración de los procesos de innovación y a la transición hacia
la sociedad de la
información, han transformado los procesos productivos en
las economías avanzadas y presentan desafíos
extremadamente difíciles para la gran mayoría de
los países en desarrollo.

Las desigualdades en la capacidad de generación y
utilización de conocimientos científicos
empequeñecen cualquier otro indicador de desigualdad entre
países ricos y pobres: a principio de los noventa el gasto
per cápita en investigación y desarrollo de las
economías de altos ingresos fue unas
220 veces mayor que el gasto correspondiente de los países
de bajos ingresos, mientras que el ingreso por habitante del
primer grupo de
países fue una 50 veces mayor que el del segundo. Estas
diferencias se han mantenido por decenios y aun siglos, y debido
al carácter acumulativo de progreso científico y
tecnológico, dificultan enormemente los esfuerzos para
cerrar la brecha del conocimiento entre países ricos y
pobres.

Sin embargo, algunos países de reciente
industrialización han logrado establecer capacidades
científicas y tecnológicas significativas en el
lapso de una generación (por ejemplo, Corea del Sur,
Taiwán y Singapur), lo que indica que es posible tender
puentes a través de la fractura del conocimiento. Pero
esto requiere de un esfuerzo muy grande por parte del Estado el
sector privado y la comunidad
científica y tecnológica, esfuerzo que debe ser
sostenido a través de varios decenios.

El impacto económico, social y político de
la globalización se manifiesta también a
través de "desregulación competitiva", que consiste
en ofrecer cada vez más ventajas al capital extranjero
para que coloque sus inversiones en
el país. Esto ha llevado a suprimir regulaciones
ambientales, liberalizar el mercado de
trabajo, otorgar monopolios a inversionistas extranjeros y a
eliminar las regulaciones que afectan el flujo de
capitales.

En algunos casos extremos, convenios de estabilidad
tributaria y otras garantías ofrecen al capital extranjero
mejores condiciones que a los capitales de origen local, y
el Estado
destina recursos públicos a obras de infraestructura para
traer a la inversión extranjera.

La globalización financiera exenta de
regulación ha puesto en peligro el acuerdo social que
llevó al Estado de bienestar en Europa, América
del Norte y Japón,
y está agudizando la crisis de las
políticas sociales que encontraban ya bajo presión
debido a los cambios demográficos y el envejecimiento de
la población. Además, la excesiva movilidad de los
capitales está creando serios problemas en los
países en desarrollo y en las economías en
transición, ya que limitan severamente el papel que pueden
jugar los Estados, los gobiernos y las organizaciones de
la sociedad civil para apuntalar las instituciones y programas que
mantienen la cohesión social.

Es preciso acotar que nadie esta dirigiendo en forma
consciente y deliberada los procesos que llevan hacia el orden
global fracturado. No existe un coordinador supremo que decide
sobre el curso de los procesos contradictorios de
globalización y fragmentación. Sus diversos
componentes operan de acuerdo a su propia lógica
y a sus turbulentas interacciones, sin que exista un plan maestro o un
designio oculto. Sin embargo, esto no significa que los procesos
que están llevando el orden global fracturado carezca de
una orientación general.

Esta orientación se deriva del modo de pensar
predominante al finalizar el siglo 20, que privilegia a las
fuerzas del mercado, promueve la liberación comercial y
financiera, y busca disminuir el papel que juegan los Estados en
el desarrollo
económico y social. Desde esta perspectiva,
quizás el desafío más importante para la
comunidad internacional en la transición al siglo 21 es
evitar que la multiplicidad de fracturas en el orden global lleve
a la creación de sociedades
aisladas que desconfían las unas de las otras, y que
ignoran y abrigan sospechas acerca de sus respectivas
motivaciones, aspiraciones y capacidades.

GLOBALIZACIÓN, IDEOLOGÍA, ESTADO Y
POLÍTICA EXTERIOR

La experiencia de los esfuerzos para promover el
desarrollo durante el último medio siglo demuestra que no
es posible lograr la prosperidad y el bienestar aislándose
de la comunidad internacional. Pero esto no implica en modo
alguno una aceptación pasiva de todas y cada una de las
manifestaciones del orden global fracturado.

Por el contrario, una de las principales
responsabilidades de los líderes gubernamentales,
empresariales y de la sociedad civil en
los países en desarrollo es encontrar respuestas creativas
a los desafíos del nuevo contexto internacional. No se
trata sólo de poner en evidencia las múltiples
fuerzas y los intereses que están forjando el orden global
fracturado, ni mucho menos de declararle la guerra a la
globalización. Se trata de adaptarse a ella en forma
creativa, de administrar sus consecuencias y, en la medida de lo
posible, de gobernarla.

La primera tarea para contrarrestar las amenazas del
orden global fracturado, y ara aprovechar las oportunidades que
ofrece, consiste en examinar y entender la naturaleza y
la lógica de las múltiples fuerzas que los
configuran, dejando de lado el pesimismo que ha caracterizado a
muchas interpretaciones ofrecidas por analistas de los
países industrializados. Una de las dificultades para
apreciar adecuadamente las características del nuevo orden
internacional es que su emergencia ha venido acompañada de
un conjunto de ideas preconcebidas y de recomendaciones de
política aparentemente incontrovertibles y de validez
universal.

Esto no es nada nuevo. En distintos momentos del
último medio siglo han prevalecido diferentes puntos de
vista acerca de las políticas y estrategias "correctas"
para promover el desarrollo, y también para orientar la
acción
de los organismos financieros internacionales, las agencias de
cooperación para la mayoría de las interpretaciones
del orden global fracturado, que pertenecen a estudios os de los
países industrializados, son pesimistas acerca de las
perspectivas futuras de los países en desarrollo -a las
que califican de "sombrías" y "desoladoras". Sin exagerar
demasiado podría decirse que los habitantes del Sur corren
el peligro de convertirse en consumidores pasivos de los futuros
globales ideados para ellos en el Norte.

El historiador Paul Kennedy y muestra una de las
expresiones más claras de este pesimismo: "A medida que
avanzamos hacia el próximo siglo, las economías
desarrolladas parecen tener todas las cartas de triunfo
en sus manos –capital, tecnológico, control de
comunicaciones, excedente de alimentos, poderosas
compañías multinacionales -, y, en todo caso,
aquellas ventajas están creciendo porque la
tecnología erosiona el valor de la
mano de obra y de los materiales,
los principales activos de los
países en vías de desarrollo."

Un cierto fatalismo optimista mitiga el desaliento de
Kennedy: "En el improbable caso de que los gobiernos y las
sociedades se decidan a transformarse, debemos reconocer que
nuestros esfuerzos podrán tener sólo un efecto
marginal sobre las profundas fuerzas impulsoras del mundo
actual.

Nada es cierto salvo que afrontamos innumerables
incertidumbres; pero el reconocimiento mismo de aquel hecho nos
ofrece un punto de partida vital, debido al tamaño y
complejidad de los desafíos globales que afrontamos,
resulta demasiado sencillo y demasiado pronto llegar a la triste
conclusión de que nada puede hacerse.

Banco Mundial, el Banco
Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario
Internacional adoptaron en los últimos años
interpretaciones más balanceadas de las políticas
del Consenso de Washington. Las que complementaron con medidas
para reformar las instituciones públicas, eliminar la
corrupción, promover el respeto a los
derechos humanos,
y reforzar la participación ciudadana y la gobernabilidad
democrática. Es preciso indicar que algunos países
de América Latina no aceptaron las versiones
rígidas de las ideas del Consenso en los años
ochenta y las adaptaron a su propia situación, y que en
ciertos casos también se adelantaron a poner en
práctica reformas de segunda generación.

En forma similar, el fin de la Guerra fría dio
lugar a interpretaciones superficiales acerca de la superioridad
del modelo
económico y político de Occidente que, llevadas al
extremo, presentaron a su expresión anglosajona de los
ochenta-asociada a las políticas neoliberales del
presidente norteamericano Ronald Reagan y de la primer ministro
británica Margaret Thatcher- como única vía
hacia la prosperidad y el bienestar.

La amplia diseminación de estas ideas a
través de los medios de
comunicación, agencias de cooperación
internacional y los circuitos
académicos dejó la impresión de que era
inútil explorar opciones alternativas, y que sólo
quedaba adaptarse pasivamente a las fuerzas que están
configurando el orden global fracturado. Sin embargo, un decenio
más tarde los líderes políticos en
Norteamérica y Europa han rechazado la idea de modelo
único y han propuesto una "tercera vía" pluralista
que combina, en diferentes medidas de acuerdo a sus distintas
versiones, la liberación económica con un papel
más activo para el Estado.

Las tendencias globales imponen restricciones a todos
los actores en el escenario internacional y en especial a los
menos poderosos. Sin embargo, el margen de maniobra disponible
para el diseño de estrategias y políticas en los
países en desarrollo es mucho mayor que el que sugieren
las interpretaciones pesimistas de la
globalización.

Sin caer en el voluntarismo que confunde los deseos con
las posibilidades reales, es preciso evitar la pasividad asociada
con una visión fatalista del futuro global. Todo esto
sugiere la conveniencia de adoptar una perspectiva crítica
sobre las ideas, los esquemas conceptuales y las recomendaciones
de política que acompañan a la
globalización.

Al mismo tiempo, para diseñar estrategias y
políticas de desarrollo viables y creativas es necesario
elaborar, desde nuestra propia perspectiva, marcos conceptuales
que permitan apreciar y comprender en toda su complejidad los
procesos que están configurando el nuevo contexto
internacional.

Uno de los aspectos más importantes de la
inserción económica es la estructura del
comercio
internacional y su evolución a través del tiempo. A
lo largo de la historia los países
en desarrollo han sido principalmente exportadores de materias
primas e importadores de productos
manufacturados que producen los países
industrializados.

Desde mediados del siglo 20- principalmente gracias a
los trabajos de Raúl Prebisch y Hans Singer- se ha tomado
conciencia de que este tipo de vinculación comercial
está fuertemente sesgado a favor de los países
ricos. El "deterioro de los precios de
intercambio" se caracteriza porque a lo largo del tiempo el
precio
promedio de las materias primas que exportan los países
pobres pierde terreno en relación con el precio promedio
de los productos manufacturados que exportan los países
ricos.

Por último, no es posible desligar las
políticas sociales y los mercados
internacionales de trabajo de la acusación, cada vez
más frecuente, de "dumping social"
que se invoca para proteger a las empresas en los países
ricos de las importaciones
provenientes de los países en desarrollo. Si bien muchas
de estas acusaciones tiene fundamento, ya que algunos productos
de exportación se fabrican en condiciones
deplorables de trabajo, empleando niños y ancianos, y
pagando sueldos extremadamente bajos, estos argumentos
podrían transformarse fácilmente en una nueva forma
de proteccionismo –sobre todo en la medida de que lo que
serían condiciones más o menos razonables de
trabajo en un país pobre podrían aparecer como
condiciones de explotación laboral desde la perspectiva de
un país rico.

Utilizar el argumento del dumping social para limitar
importaciones, mientras que al mismo tiempo se restringe la
inmigración es inconsistente. Si bien
involucraría algunos sacrificios de los trabajadores en
los países ricos, la liberalización del mercado
laboral ayudaría a equipar condiciones de trabajo entre
países y a subsanar los problemas del dumping
social.

Vista desde la perspectiva de la equidad,
integración y justicia
social, la migración
internacional y la liberalización de los mercados de
trabajo son mecanismos para ampliar las posibilidades de
desarrollo individual, y permitirían ejercer el derecho a
buscar mejores oportunidades en cualquier parte del mundo. Las
contradicciones entre la movilidad del capital, los
conocimientos, la información y las imágenes,
por un lado, y las trabas a la migración al libre
desplazamiento de las personas y a la posibilidad de trabajar en
cualquier lugar, por otros, son una característica
intrínseca del nuevo orden global fracturado.

Para resolver estas contradicciones se podrían
combinar políticas de apertura laboral internacional con
políticas de transferencia de ingresos entre países
ricos y países pobres, como lo hizo la Unión
Europea al incorporar nuevos miembros durante el decenio de
1980.

Si bien estos temas generan gran controversia deben
empezar a considerarse como parte de la gestión activa de
la inserción internacional para los países en
desarrollo, e incorporarse en la agenda de negociaciones con los
países de altos ingresos. La dimensión
internacional de gestión del medio ambiente

Durante los últimos tres decenios han surgido un
conjunto de problemas
ambientales regionales y globales que no pueden ser
enfrentados sin la cooperación entre los Estados, y entre
las redes
transgubernamentales, transcorporativas y transasociativas.
Problemas como la lluvia
ácida, la
contaminación de ríos y cuenca, la
reducción de la capa de ozono
y el calentamiento
global (o efecto
invernadero) han puesto de relieve la
importancia de las acciones
conjuntas para proteger el medio ambiente, y
también han dirigido la atención hacia la posibilidad de que las
actividades humanas estén causando daños
ambientales irreparables.

Pese a las dificultades en predecir las
características y el impacto del calentamiento global, el
aumento en la temperatura
promedio del planeta –que viene acompañado de
grandes variaciones en las condiciones climáticas
prevalecientes en regiones y zonas especificas, puede causar
graves daños a los ecosistemas.

Por ejemplo, los glaciales y las nieves permanente en
los Andes peruanos se han venido retirando cientos de metros
durante los últimos tres decenios, lo que puede afectar
seriamente la captación, el almacenamiento y
las descargas de agua en
algunas partes de la costa. Además, las Naciones Unidas
estiman que los problemas causados por la escasez de agua
dulce afectarán a dos terceras parte de la humanidad hacia
2025, lo que puede dar lugar a disputas y conflictos sobre el uso
de este recurso.

El Perú es un punto de encuentro natural entre
América del Sur y la cuenca del Pacifico, así como
un lugar desde donde se puede llegar con cierta facilidad a todos
los países sudamericanos. La ubicación
geográfica del Perú permitiría crear un gran
centro de distribución para el transporte de
personas y carga, lo que requeriría de grandes inversiones
y obras de infraestructura (capitulo 6). En particular,
sería necesario establecer corredores de transporte
multimodal, combinando carreteras, ferrocarriles y puertos,
así como expandir las facilidades y servicios para
el transporte aéreo. Esto permitiría que el
Perú sirva de nexo entre Brasil, Bolivia, el
noreste de Argentina y Paraguay, por un
lado, y los países asiáticos, por otro.

Asimismo, sería posible articular el comercio
fluvial en la cuenca del Amazonas con el litoral del
pacífico mediante une red de carreteras que conecte los
departamentos de Amazonas, Cajamarca y San Martín con los
puertos de la costa norte. Por otra parte, Lima es un centro
natural para las conexiones aéreas a toda América
del Sur.

Esto sugiere la posibilidad de proponer proyectos de
infraestructura física a los
principales países de la región y de la cuenca del
Pacifico, buscando atraer inversión extranjera para
financiar grandes obras en sistema de
transporte terrestre, marítimo, fluvial y
aéreo.

El fortalecimiento de los espacios económicos
regionales en las zonas de frontera, que
incluiría el diseño y la ejecución de
proyectos conjuntos de inversión con países
vecinos, es otro aspecto de la proyección internacional de
la línea estratégica de ocupación del
territorio e infraestructura física. Las deficiencias en
las condiciones de vida, los servicios de apoyo y en la
infraestructura en muchas de estas zonas exigen medidas para
superarlas y para reafirmar una ocupación efectiva de
estos territorios por parte de agencias gubernamentales, empresas
privadas y organizaciones de la sociedad civil.

El acuerdo de paz con Ecuador
firmado a fines de los noventa, que ha dado lugar a una serie de
proyectos de integración económica fronteriza, y
los circuitos económicos en el sur del país, que
están más integrados a las economías de
Bolivia y del norte de Chile, muestran la importancia de
visualizar las actividades productivas y de servicios en estas
regiones considerando su proyección a los países
vecinos.

El desarrollo de las telecomunicaciones es fundamental para una
gestión activa de la inserción internacional del
Perú. La proyección de las actividades desde el
dominio de lo
local hacia el dominio de las redes y el de lo global exige una
capacidad de seguimiento de lo que sucede fuera del país,
que a su vez depende de que se cuente con un adecuado sistema de
telecomunicaciones para intercambiar información en forma
instantánea con le resto del mundo.

Los enormes avances en las tecnologías de
comunicación y la información han
llevado al crecimiento explosivo de Internet, la telefonía inalámbrica, la
comunicación vía satélite, los sistemas
de transmisión de datos e
imágenes a alta velocidad,
entre muchas otras innovaciones. A su vez, esto ha producido un
cambio radical en la manera de enseñar y aprender, generar
y difundir conocimientos, y de producir, consumir y hacer
negocios.

También ha alterado significativamente los
patrones de comunicación interpersonal, reforzando la
tendencia hacia la multiplicación y fragmentación
de los contactos humanos. Algunas consecuencias para la
Política Exterior La política exterior peruana debe
evolucionar para hacer frente a los nuevos desafíos del
orden global fracturado y para gestionar activamente la
inserción internacional. Pese a las vicisitudes que ha
experimentado el servicio diplomático durante el decenio
de los noventa, el Perú cuanta con una tradición de
servicio exterior y con profesionales calificados en la
Cancillería que están a la altura de estos
desafíos. Desde hace mucho tiempo los diplomáticos
peruanos han hecho importantes contribuciones a la teoría
y práctica de las relaciones
internacionales.

La designación de Javier Pérez de Cuellar
como Secretario General de las Naciones Unidas, así como
los numerosos diplomáticos que han ocupado altos cargos en
otros organismos internacionales, son expresiones del
reconocimiento internacional que ha recibido el servicio exterior
peruano. En el nuevo contexto del orden global fracturado la
política exterior ocupa un campo mucho más amplio
que la noción convencional y restringida de
diplomacia.

Si bien las funciones de
representación e intercambio de información que han
sido tradicionales en el servicio diplomático conservan su
importancia, la exigencia de una gestión activa de la
inserción internacional expande considerablemente el
ámbito de acción de la política exterior. La
proliferación de redes transgubernamentales,
transcorporativas y transasociativas, unida a la
proyección internacional de las líneas
estratégicas y al impacto de los sucesos externos en el
ámbito local, hacen necesario que los responsables de la
política exterior actúen más como
coordinadores de las iniciativas de otros actores, que como
protagonistas de las vinculaciones internacionales.

La ejecución de una política exterior que
vincule adecuadamente al Perú con el resto del mundo
requiere de una participación activa de entidades peruanas
en el ámbito internacional, de la obtención,
procesamiento y difusión de formación sobre el
contexto regional y global, y de la proyección de la
imagen del
Perú para motivar el interés de
los inversionistas, turistas y de la comunidad internacional en
el país.

Es necesario estimular y facilitar la
participación de organizaciones públicas, privadas
y de la sociedad civil en actividades internacionales,
proporcionando información sobre oportunidades
comerciales, profesionales y educativas en el exterior,
promoviendo la participación en eventos, y
apoyando la incorporación de profesionales peruanos en las
empresas, organismos y asociaciones internacionales. Una adecuada
inserción internacional exige una alta capacidad de
recopilar, procesar, elaborar y utilizar información sobre
el cambiante contexto externo, lo que a su vez requiere de marcos
conceptuales para ubicar y relacionar los diversos elementos de
información, valorándolos en su correcta
dimensión.

En la transición mundial hacia la sociedad del
conocimiento, la producción de información ha crecido
en forma explosiva; el problema ya no es tanto lograr acceso a
ella, sino definir áreas prioritarias, identificar
fuentes
confiables, interpretar correctamente su significado y poner la
información procesada a disposición de quienes
toman decisiones.

Esto exige la creación de unidades especializadas
en el seguimiento de tendencias, elaboración de esquemas
interpretativos, integración de información
proveniente de una diversidad de fuentes, y en presentar los
resultados de estas actividades de una manera sencilla y
fácil de asimilar por dirigentes políticos,
funcionario público, empresarios, profesionales y usuarios
de la información en general. El Ministerio de Relaciones
Exteriores y la Secretaría de Estado de Planeamiento
Estratégico en la oficina del
primer ministro tendrían a su cargo la
organización de estas unidades, que debe coordinar sus
actividades con centros de estudios, universidades, gremios
empresariales y otras organizaciones de la sociedad
civil.

La proyección internacional del Perú es un
aspecto muy importante de la gestión activa de la
inserción internacional. Se trata de crear una imagen
atractiva para las inversiones y el turismo, una
disposición favorable en los medios masivos
de comunicación, una aceptación en la comunidad de
naciones. Durante la segunda mitad del decenio de los noventa se
avanzó significativamente en organizar una amplia gama de
actividades destinadas a mejorar la imagen del Perú en el
extranjero a través de PROMPERÚ, pero está
claro que no es posible proyectar una imagen favorable mientras
se enfrentan una serie de problemas institucionales,
políticos, sociales y económicos que afectan la
gobernabilidad democrática.

En un mundo cada vez, más global y transparente,
no es posible proyectar hacia el exterior una imagen distinta de
lo que sucede en el país. En este sentido, la
articulación de una visión de futuro por consenso,
así como el diseño y puesta en práctica de
una estrategia de desarrollo y de reformas institucionales, son
condiciones necesarias para poder
proyectar una imagen positiva del Perú en el
extranjero.

Por último para lograr una adecuada
inserción internacional, la política exterior debe
promover la formación de ciudadanos que participan
activamente en los procesos y actividades que se desenvuelven en
el dominio de las redes y en el dominio de lo global. Es preciso
superar una actitud
receptiva y pasiva frente a las influencias que vienen del
exterior, para responder a ellas proyectándose lo que
sucede en el dominio de lo local en el Perú hacia el resto
del mundo. Esto está estrechamente vinculado a la
política educativa y a la política cultural, que
deben dotar a todos los peruanos de los elementos de juicio para
percibir, entender y evaluar los diferentes aspectos del orden
global fracturado que afectan nuestra calidad de
vida y nuestras opciones futuras.

Además, debemos ser capaces de contribuir con
nuestras propias interpretaciones e influencias a moldear el
entorno en el cual nos encontramos inmersos. La educación debe
conectarnos, no sólo con nuestra realidad, sino
también con lo que sucede en el mundo en que nos rodea.
Entre otros aspectos, esto implica la enseñanza intensiva y obligatoria de
idiomas extranjeros (ingles, en particular), y de cursos de
historia y de realidad contemporánea internacional, que
deben apoyarse en una infraestructura de comunicaciones que ponga
al alcance de todo el acceso a las fuentes de
información que provee la Internet.

El tejido social que debemos reconstituir durante los
próximos veinte años en el Perú se ubica en
el marco de un nuevo contexto internacional, cuya
característica central es la emergencia del orden global
fracturado.

LAS
GUERRAS DEL FUTURO

Si preguntáramos a unos adultos instruidos que
guerras se han producido desde que terminó la Segunda Guerra
Mundial, les costaría poco Trabajo mencionar la de
Corea (1950-1953), la de Vietnam (1957-1975), las guerras
árabes-israelíes
(1967-1973 y 1982), la del Golfo Pérsico (1990-1991) y
quizá varias más.

Sin embargo, serían pocos los que sabrían
que, desde que surgió la "paz" en 1945, el mundo ha
conocido entre 150 a 160 contiendas armadas y conflictos civiles.
O que en este proceso perecieron unos 7.200.000 soldados, sin
tener en cuenta a los heridos, los torturados o los
mutilados.

Tampoco se incluyen en esta cifra a los civiles
sacrificados en un número muchísimo mayor, ni a los
que perecieron tras los combates. Irónicamente, en toda la
Primera Guerra
Mundial el número de soldados muertos fue sólo
algo superior, cerca de 8,400.000. Esto significa
sorprendentemente que, en términos de muertes en combate e
incluso admitiendo un amplio margen de error, el mundo ha librado
desde 1945 casi el equivalente de la Primera Guerra
Mundial.

Si se suman las muertes de civiles, el total llega a las
astronómicas cifras de 33 o 40 millones, sin contar
tampoco a las víctimas de tiendas, violaciones,
desplazamientos, enfermedades y
empobrecimiento.

Los hombres se han matado con armas blancas y de fuego,
bombas, gases y por
diversos otros medios en Burundi y Bolivia, en Chipre y Sri
Lanka, en madagascar y Marruecos. En la actualidad, la ONU cuenta con
casi doscientos miembros, y se han librado guerras en más
de sesenta de los países que constituyen esta organización. Sólo en 1990, el SIPRI
(Instituto internacional de Estocolmo para la
investigación sobre la Paz) señaló la
existencia de 31 conflictos armados.

De hecho, durante las 2340 semanas transcurridas entre
1945 y 1990, la Tierra
disfruto únicamente de tres en las que verdaderamente no
guerra. Así pues, denominar era de la "posguerra", a los
años que median entre 1945 y el presente es combinar la
tragedia con la ironía. Si se examina retrospectivamente
toda esta horrenda brutalidad se puede descubrir una trama
específica.

UNA PRIMA DE UN BILLÓN DE
DÓLARES

Hoy en día resulta claro que el equilibrio
nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética
durante las últimas décadas sirvió realmente
para estabilizar el mundo a partir de los años
cincuenta.

Los países se encontraban integrados en dos
campos muy definidos, y cada uno sabía más a o
menos encajaba en el sistema global.

A partir de la década de los sesenta. Una guerra
directa entre las superpotencias nucleares hubiera supuesto una
"segura destrucción mutua". La consecuencia fue que
mientras podían estallar guerras en Vietnam, Irán/
Irak, Camboya,
Angola, etiopia o en regiones incluso más remotas del
Tercer Mundo, no se libraran en el territorio de las grandes
potencias ni resultaban cruciales para la existencia
económica de estas.

En los últimos tiempos los gastos militares
han alcanzado cada año casi un billón de
dólares, principalmente a asumidos por las superpotencias
y sus aliados. Cabe concebir estas vastas sumas como la "prima
del seguro" abonada
por los grandes para mantener la guerra fuera de sus propias
fronteras.

Las dos superpotencias, Estados Unidos y la antigua
Unión Soviética alentaron claramente ciertas
contiendas de sus clientes,
delegados, satélites
o aliados, proporcionándoles armas, ayuda y
munición ideológicas, pero la mayoría de las
veces actuaron también como supergendarmes
estabilizadores: reprimieron conflictos entre los suyos, mediaron
en las disputas locales o las moderaron y, en general,
mantuvieron su campo en orden en razón de los peligros de
una escalada nuclear ilimitada.

En 1983, en una maniobra titulada, Previews and
premises, nosotros señalamos que algún día
nuestros hijos "contemplarían retrospectivamente la gran
pugna mundial entre capitalismo y
socialismo con
cierta condescendencia, comoahora consideramos el conflicto
entre golfos y gibelinos" durante los siglos XIII y XIV. El
término "guerra fría" posee ya una curiosa
connotación.

La Unión Soviética es desde 1991 un
recuerdo de lo que fue y se han desplomado al mismo tiempo la
estructura militar bilateral impuesta al mundo por las dos
superpotencias nucleares. Lo que ha seguido después ha
sido extraordinario.

LA COMPETICIÓN IMPULSA EL GATILLO

Tras la impulsión soviética, resonaron de
nuevo las predicciones de una paz definitiva y se pudo
súbitamente de moda una nueva
teoría (en realidad vieja aunque presentaba bajo otra
apariencia). Un coro creciente de intelectuales
occidentales, sobre todo norteamericanos, empezar a decir que la
conformación del mañana estaría determinada
esencialmente por el enfrentamiento económico y no por el
militar.

En fecha tan temprana como 1986 y en the rise of the
trading state, Richar rosecrance, del Centro de Relaciones
Internacionales de la Universidad de
California en los Angeles, declaró que las naciones
estaban volviéndose tan económicamente
interdependencia que menguaría su tendencia a luchar entre
sí. El comercio, y no la fuerza militar
era la vía hacia la supremacía mundial. En 1987
Paúl Kennedy contrapuso de manera similar la fuerza
económica y la militar en The rise an fall of the great
powers Kennedy subrayó los peligros de una "hipertrofia
militar". Luego el estratega Edward Luttwak comenzó a
señalar la posibilidad de que lo militar redujera su
significado en una nueva era de "geoeconomía". C. Fred
Bergsten, director del instituto de economía
Internacional de Washington, repitió la
canción, afirmando la "primicia" de las cuestiones
económicas sobre las de seguridad en el nuevo sistema
global. El economista lester Thurow sumó su voz al coro:"
Constituye un paso adelante sustituir una confrontación
militar por un enfrentamiento económico".

En adelante la auténtica competencia entre
los países giraría en torno de quien
fuese capaz de fabricar los mejores productos, elevar los niveles
de ida y desarrollar la "fuerza laboral mejor instruida y
más diestra".

Se empleó la teoría geoeconómica en
calidad, de
munición que ontribuyera a la elección de Clinton
como presidente de Estados Unidos. De ser cierta, rguyeron
quienes la postulaban, sería posible reducir el presupuesto
militar y financiar programas sociales muy necesarios sin
incrementar el gran déficit norteamericano.

Mejor todavía, una Administración de Clinton podría
centrar el interés de Estados Unidos en sus problemas
internos (su predecesor, denunciaba Clinton, había
dedicado demasiado atención a los exteriores). Por
añadidura, si el auténtico campo de batalla del
futuro iba a ser la economía global,
Estados Unidos precisaba de un Consejo de Seguridad
Económica para liberar una guerra de este
carácter.

Los actuales titulares ensangrentados han callado al
coro de roedores, la geoeconomía comenzó a resultar
cada vez menor convincente a medida que la violencia
estallaba a nuestro entorno. Parece que los líderes
políticos nacionales no son contables.

Como el pasado y antes de lanzarse a la guerra, los
belicistas no se limitan a calcular las ventajas y los
inconvenientes económicos; estiman, por el contrario, sus
posibilidades de conseguir, aumentar a conservar el poder
político, incluso cuando penetra en la margen un minucioso
cálculo
económico, la mayoría de las veces resulta
erróneo y equívoco y se halla mezclado con otros
factores, Han surgido guerras por irracionalidad, un
cálculo falso, xenofobia,
fanatismo, extremismo religioso y simplemente por mala suerte
cuando todos y cada uno de los indicadores
económicos "racionales" puntaban que la paz hubiera sido
una política preferible para todos.

Peor aún, la guerra geoeconómica no
reemplaza al conflicto militar.

Con demasiada frecuencia constituye un preludio o tal
vez una provocación de la auténtica contienda, como
sucedió con la rivalidad económica entre Estados
Unidos y Japón que en 1941 conduce al ataque nipón
sobre Pearl Harbor. Al menos en aquel caso, la competición
impulsó el gatillo.

Por alentador que pueda ser, el razonamiento
neoeconómico resulta inadecuado por dos razones aún
más fundamentales: es demasiado simple y está
anticuado; simple, porque trata de explicar el poder mundial
sólo en términos de dos factores, el
económico y el militar; anticuado, porque desdeña
el creciente papel de los conocimientos incluyendo la ciencia, la
tecnología, la cultura, la
religión y
los valores,
que constituyen hoy en día el meollo de los recursos de
toda economía avanzada así como de la eficacia militar.
La teoría ignora, en consecuencia, el que puede ser factor
más crucial de toda potencia mundial
del siglo XXI. La humanidad no está penetrando en la era
geoeconómica, sino en la de la
geoinformación.

No es sorprendente por todas estas razones que cada vez
se oiga hablar menos de esta averiada teoría de la
geoeconomía. Y tras la última oleada de
éxtasis colectivo sobrevino la resaca matinal. El mundo
pereció a punto de estallar en una erupción de
"guerras locales". Pero incluso ahora persiste en peligroso
equívoco: la nación
ampliamente difundida de que las guerras del futuro, como las del
medio siglo anterior, continuarán confinadas a
pequeños países de regiones más o menos
remotas.

Declaración típica al respecto es la de un
personaje como el subsecretario de Defensa de Estados Unidos:
"Hemos logrado en Norteamérica Europa occidental y
Japón una zona de paz" de la que cabe decir que en su seno
la guerra es verdaderamente impensable". Que se lo pregunten a
los ciudadanos de Sarajevo.

Tal vez porque resulta demasiado horrible su
contemplación, todavía se tiende a desestimar la
posibilidad de que estallen guerras dentro del territorio de las
mismas grandes potencias o de que se produzcan conflictos locales
que arrastren a estas contra su voluntad. Sin embargo. La verdad
aterradora es que puede estar llegando a su fin la era del
homicidio
marginado, cuando todas las contiendas eran libradas por
pequeños Estados en lugares lejanos. De ser así,
habrá que revisar los supuestos estratégicos
más básicos.

LA GUERRA DE LA PRIMERA OLA

A lo largo de la historia, el modo en que los varones y
las mujeres hacen la guerra ha constituido un reflejo del modo en
que trabajan. Pese a la romántica creencia de que la vida
en las primeras comunidades tribales era armoniosa y pacifica, se
sucedían ciertamente choques violentos entre grupos
preagrícolas, nómadas y pastoriles.

En su libro the evolution of war, Maurice R. Davie se
refirió a la "incesante hostilidad entre tantas tribus
primitivas". Estos pequeños grupos luchaban para vengar
muertes, raptar mujeres o acceder a una pieza de caza ricas en
proteínas. Pero la violencia no es
sinónima de guerra y sólo más tarde
cobró este conflicto el verdadero carácter de
guerra como tal, un choque sangriento entre estados
organizados.

Cuando la evolución agrícola lanzó
la primera ola de cambio en la historia humana, condujo
gradualmente a la formación de las primeras sociedades
premodernas. Dio paso a asentamientos permanentes y a muchas
otras innovaciones sociales y políticas. Entre
éstas fue la guerra con seguridad una de las más
importantes.

La agricultura se
convirtió en matriz de la
guerra por dos razones. Permitía a las comunidades
producir y almacenar un excedente económico por el que
valía la pena combatir. Y apresuró el desarrollo
del Estado. Ambas circunstancias proporcionaron de consumo las
condiciones previas de lo que hoy denominamos actividad
bélica.

Desde luego no todas las contiendas premodernas tuvieron
fines económicos. La literatura sobre las causas
de la guerra la atribuye a todo, desde el fanatismo religioso a
una innata agresividad de la especie. Más, en palabras del
difunto Kenneth Boulding, distinguido economista y activista de
la paz, la guerra es "completamente distinta del simple
bandidaje, de la algara y de la violencia casual. Requiere un
excedente de víveres agrícolas recogidos en un
lugar y puestos a disposición de una sola autoridad".

RITOS, MÚSICA Y FRIVOLIDAD

Este vínculo entre la guerra, y el suelo resultaba
perfectamente claro a los estrategas y guerreros del pasado. El
gran señor Sthan preparó en. La antigua China un
manual para
estadistas, tal como haría Maquiavelo
1800 años después. Allí declara shang: "Para
su paz, en país depende de la agricultura y de la guerra".
Shang sirvió al Estado de la dinastía China desde
359 a 338 a.c.

En su manual político-militar advierte una y otra
vez al gobernante que mantenga en la ignorancia al pueblo, que
proscriba ritos. Música y cualquier
frivolidad que pueda apartar sus mentes de la labranza y de la
guerra. "Si quien administra un país es capaz de
desarrollar al máximo la capacidad de la tierra y
lograr que el pueblo combata hasta la muerte,
acrecerá al unísono fama y beneficios".

Las prescripciones de Shang acerca del mantenimiento
de la disciplina
militar poseen el sabor de su pensamiento.
En el combate cinco hombres constituyen una escuadra; si uno
muere, los otros cuatro serán decapitados". Por otra parte
a los oficiales victoriosos se les premiará con grano,
esclavos o incluso" un población contribuyente de
trescientas familias". Shang fue aproximadamente
contemporáneo de Sun-tzu, cuyo, Arte de la guerra
se convirtió en una obra clásica de la literatura
militar, Samuel B: Griffith escribe en su introducción a una reciente edición
de ese texto,
"Durante la primavera y el otoño los ejércitos eran
reducidos, se hallaban ineficazmente organizados, por lo
común mal mandado, equipados y adiestrados y se les
avituallaba de manera fortuita.

Muchas campañas concluían en un desastre
solo porque las tropas no podían encontrar nada que comer.
Los conflictos solían zanjarse en un día. Claro
está que se registraban asedios de ciudades y que a veces
los ejércitos se mantenían en armas durante
períodos prolongados. Pero no eran habituales operaciones".

OCUPACIÓN DE TEMPORADA

Siglos más tarde y al otro lado del mundo, las
cosas no eran muy diferentes en la antigua Grecia por lo
que a los víveres y a la agricultura se refería. La
producción de las sociedades agrarias era tan baja y tan
reducidos los excedentes alimentarios que simplemente en la
labranza se necesitaba más del 90 por ciento de toda la
mano de obra. La partida de un hijo para el servicio militar
podía significar en su familia una
catástrofe económica.

De esta manera, según el historiador Philip m.
Taylor, cuando
griegos combatían entre sí la guerra era "Una
ocupación de temporada, librada por soldados voluntarios
que precedían sobre todo de predios que no
requerían atención durante los meses invernales".
Volver pronto a la hacienda resultaba esencial. Las exigencias de
la traída de la agricultura griega, el olivo, la
viña y el creal, dejaban apenas un mes o dos durante los
cuales esos pequeños agricultores podían hallar
tiempo para combatir, escribe el erudito clásico
Víctor hanson en The western way of var.

En ocasiones se ordenaba a los soldados griegos que,
cuando se presentaron a cumplir sus obligaciones
militares, trajesen víveres para tres días,
Después tenían que vivir de lo que encontraban.
Según el historiador John keegan, en las guerras entre las
ciudades estado, "el peor daño
que una población podía inferir a otra, tras matar
a sus ciudadanos soldados en el campo de batalla. Era devastar su
agricultura".

El hecho seguiría siendo el mismo siglos
más tarde, mucho tiempo después de que las ciudades
– Estado gruesas hubieran sido engullidas por la historia.
En todas las sociedades de la primera ola la actividad
bélica se concentraba en la agricultura.

Como sucede con cualquier, generalización
histórica existen excepciones notables a la idea de que
los ejércitos y mandados. Nadie consideraría a las
legiones romanas en su apogeo como una fuerza improvisada y mal
organizada, Pero el comentario de Griffith acerca del
carácter variopinto de los ejércitos a de la
época de Sun-tzu; puede aplicarse también a gran
parte de la historia humana y a otras regiones del
mundo.

Esto era sobre todo cierto en las sociedades agrarias
descentralizadas de predominio feudal. Allí el rey
tenía que recurrir generalmente a sus nobles con el fin de
complementar sus fuerzas para cualquier campaña
importante. Pero el apoyo de éstos solía estar
estrictamente limitado. En su estudio magistral oriental
despotismo, el historiador Karl A. Wittfogel escribe: "El
soberano de un país feudal no poseía un monopolio de
la acción militar.

Por regla general, sólo podría movilizar a
sus vasallos durante un período limitado, al principio
quizá por tres meses y más tarde por cuarenta
días, mientras que los titulares de los feudos
pequeños a menudo servían nada más que
veinte o diez e incluso menos.

Más aún, el vasallo no entregaba
habitualmente al soberano todas sus fuerzas sino tan solo una
fracción. Con frecuencia esta ni siquiera estaba obligada
a seguir luchando por el rey si la guerra la llevaba fuera del
país. En suma el monarca únicamente ejercía
pleno control de sus propias tropas. El resto de sus fuerzas era
por lo común un, centón de unidades temporales de
destreza, equipo y lealtad dudosos. Un señor feudal
europeo que fuese atacado, escribe Richard Shelly Hartigan en una
historia del paisano en la actividad bélica, "sólo
podía imponer a sus vasallos unas obligaciones militares
hasta que el invasor fuese rechazado; pero un señor que
acometiera una guerra ofensiva únicamente
conseguiría mantener a sus hombres en campaña
durante cuarenta días de cada año… "Como a los
griegos y chinos de la antigüedad, se les necesitaba en la
labranza.

AUSENCIA DE SALARIOS

Por añadidura, en la mayoría de los
ejércitos de la primera ola, la plaga del soldado era
irregular, por lo común en especies más que en
metálico (aún se hallaba en sus inicios el sistema
monetario). No infrecuentemente, como en la antigua China, los
generales victoriosos eran remunerados con tierras, recurso
crucial de la economía agraria. Claro está que los
oficiales salían mucho mejor librados que los soldados
rasos.

En su descripción del ejército romano, el
historiador tácito menciona a un soldó, quejoso
deque, tras toda una vida de "golpes, heridas, duros inviernos,
pestíferos hastíos, una guerra horrible o una paz
miserable", un humilde legionario reciba al ser licenciado poco
más que una parcela encharcada o un monte de algún
lugar. En la España medieval y en Sudamérica
incluso a comienzos del XIX los combatientes todavía
recibían tierras en vez de una soldada.

Consecuentemente, las unidades militares de la primera
ola variaban mucho en tamaño, capacidad, moral, calidad
y adiestramiento.
Abundaban las dirigidas por mercenarios y hasta por cabecillas
sediciosos. Como sucedía en la economía, las
comunicaciones revestían un carácter primitivo y la
mayoría de las ordenes eran orales en lugar de
escritas.

El ejército, como la propia economía,
vivía de lo que daba la tierra. Al igual que los
ásperos de labranza, las armas carecían de
uniformidad. El trabajo
manual agrario se correspondía con el combate cuerpo a
cuerpo. Pese al empleo limitado de armas a distancia como hondas,
ballestas, catapultas y los primitivos cañones, durante
miles de años el modelo bélico básico supuso
matar cara a cara y los soldados estaban provistos de armas,
picas, espiadas, lanzas y arietes, que pretendían de la
fuerza muscular humana y se hallaban concebidas para el combate
cuerpo a cuerpo.

En el famoso tapiz de Bayeux, Guillermo el Conquistador
aparece empuñando una clava, y un período tan
tardío como el que va desde 1650 a 1700, hasta de los
jefes militares superiores se esperaba la participación en
la lucha a corta distancia. El historiad or martín VAn
Credeld advierte que Federico el Grande "fue probablemente el
primer comandante en jefe al que se describe regularmente
vistiendo un traje de paño en vez de una armadura". Es
posible que las condiciones económicas y militares
difiriesen en las que Wittfogel denominó "sociedades
hidráulicas", donde la necesidad de grandes obra de
regadío condujo a la movilización en masa de la
mano de obra, a una burocratización temprana y a
institución es militares más formalizadas y
permanentes.

Aún así, el combate auténtico
siguió siendo en buena medida en empeño personal cara a
cara.

En resumen, las guerras de la primera ola llevaban la
impronta inconfundible de las sociedades agrarias de la primera
ola que las suscitar, no sólo en sus condiciones
tecnológicas, administración, estructuras de
remuneración, estilos de mando y supuestos
culturales.

A partir de la invención misma de la agricultura,
cada revolución
en el sistema de producción de riqueza desencadenó
una revolución correspondiente en el sistema de hacer la
guerra.

LA GUERRA DE LA SEGUNDA OLA

La revolución
industrial lanzó la segunda ola de cambio
histórico. Esa ola transformó el modo de ganarse la
vida de millones de personas. Y la contienda reflejó una
vez más los cambios en la creación de riqueza y en
el trabajo. Del mismo modo que la producción en serie era
el principio nuclear de la economía industrial, la
destrucción masiva se convirtió en el principio
nuclear de la actividad bélica de la era industrial. Sigue
constituyendo el símbolo distintivo de la guerra de la
segunda ola.

A partir de siglo XVII, cuando se introdujo la
máquina de vapor para bombear agua de las minas
británicas, cuando newton
transformó la ciencia, Descartes
escribió la filosofía, las fábricas
comenzaron a puntear el paisaje y en Occidente la
producción industrial en serie empezó a reemplazar
a una agricultura basada en el bracero, también la guerra
se tornó progresivamente industrializada. La
producción en serie tuvo su paralelo en el reclutamiento
masivo de ejércitos pagados por el Estado y leales a
él y no al terrateniente local, al jefe de un clan o al
cabecilla de una banda. El alistamiento no era nuevo, pero la
idea de toda una nación
en armas – Aux armes, citoyens- fue un producto de la Revolución
Francesa que aproximadamente coincidió con la crisis
del antiguo régimen agrario y el ascenso político
de una burguesía modernizadora.

Después de 1972, escribe el historiador del yale,
R.R. Palmer, una ola de innovación "revolucionó la
actividad bélica, reemplazando la guerra "limitada" de
tiempos subsiguientes. Hasta la Revolución Francesa la
guerra era esencialmente un choque entre dirigentes.
Después este acontecimiento se convirtió cada vez
más en un choque entre pueblos". Se convirtió
también en medida creciente en un choque entre
ejércitos tomados por la conscripción.

BAYONETAS Y DESMONTADORAS DE ALGODÓN

En Estados unidos el alistamiento forzoso no se impuso
(en ambos bandos) hasta 1862-1863, durante la guerra civil,
cuando el Norte que se industrializaba denotó al Sur
agrario. Medio mundo más allá y de modo similar, la
introducción del reclutamiento en Japón se produjo
al país en la vía hacia la
industrialización. El samurai, guerrero feudal, fue
reemplazado por el recluta. Tras cada guerra, aliviadas las
tensiones y reducidos los presupuestos,
los ejércitos podían volver a ser una vez
más de voluntarios, pero en las crisis era común el
alistamiento en masa.

Los cambios más espectaculares en la guerra
sobrevinieron a partir del nuevo armamento uniforme, obra de los
métodos de
producción en serie. En 1798, en los nuevos Estados
Unidos, el inventor de la desmotadora de algodón. Eli Whitney, solicitó un
contrato
oficial para "acometer la fabricación de diez a quince mil
equipos de armamento", constituido cada uno por un mosquete, una
bayoneta, una baqueta, sacatrapos y destornillador. Whitney
ofreció también fabricar cajas de cartuchos,
pistolas y otros artículos, empleando "máquinas
para forjar, tornear, revestir, perforar, vaciar, pulir,
etc,

Era una propuesta sorprendente para su tiempo. "Diez o
quince mil equipos de armamento", escriben los historiadores
Jeannette Mirsky y Allan Nevins, representaban "una idea tan
fantástica e improbable como la aviación antes de
Kitty Hawk". La guerra aceleró el propio proceso de
industrialización, difundiendo, por ejemplo, el principio
de las piezas intercambiables. Pronto se puso en práctica
esta innovación industrial básica para la
producción de todo, desde armas personales a las poleas empleadas
en los buques de guerra propulsados a vela. Parte de la primitiva
mecanización del Japón tuvo también como
destinataria la producción de armas.

El otro principio industrial clave – la
estandarización- fue asimismo aplicado pronto no
sólo a las propias armas, sino también al
adiestramiento, la organización y la doctrina
militares.

La Transformación industrial de la guerra fue
así más allá de la tecnología. Los
ejércitos temporales e improvisados que mandaba nobles
quedaron reemplazados por ejércitos permanentes dirigido
por oficiales profesionales adiestrados en academias militares.
Lo franceses crearon el sistema del Estado Mayor con el fin de
dar sus oficiales una preparación formal para ocupar
puestos superiores de mando. En 1875 Japón creó su
propia academia tras estudiar la francesa. En 1881 Estados Unidos
estableció en Fort leavenworth Kansas, la Escuela de
Aplicación de Infantería y
Caballería.

FUEGO DE MORANDOS

La división del trabajo en la industria se
reprodujo en el terreno militar con la aparición de nuevas
ramas especializadas. Al igual que en el mundo empresarial,
creció la burocracia. En
los ejércitos se desarrollaron los estados mayores. A
muchos fines, las órdenes escrita reemplazaron a las
orales. Proliferaron los memorandos, tanto en el mundo
económico como en el campo de batalla.

En todas partes se puso a la orden del día una
racionalización de estilo industrial. Y Meirion y Susie
harris escriben así el Soldiers o the sun, su
impresionante historia del ejército imperial
japonés. 'La década de los ochenta del pasado siglo
fue de los años en que el ejército
evolucionó y se afirmó como institución,
formular una política, planificar y dirigir operaciones y
reclutar, adiestrar, equipar, transportar y administrar una
fuerza armada moderna.

La "era de las máquinas" dio a luz la
ametralladora, la guerra mecanizada y un tipo enteramente nuevo
de potencia de fuego que a su vez condujo inevitablemente, como
veremos, a nuevos tipos de táctica. La
industrialización determinó el mejoramiento de las
carreteras, los puertos, el suministro de energía y las
comunicaciones. Proporcionó a la moderna
Nación-Estado medios más eficaces para el cobro de
impuestos.
Todas estas evoluciones ampliaron considerablemente la escala de
potenciales operaciones militares.

Cuando irrumpió en la sociedad la segunda ola,
las instituciones de la primera quedaron socavadas y fueron
eliminadas. Apareció un sistema social que vinculaba la
producción en serie, la educación universal, los
medios de comunicación, el consumo y los
espectáculos de masas de destrucción cada vez
más masiva.

LA MUERTE EN LA
CADENA DE MONTAJE

Apoyándose en su base industrial para el logro de
la victoria en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no
sólo envió a la contienda a quince millones de
hombres sino que fabricó en serie casi seis millones de
fusiles y ametralladoras, más de trescientos mil aviones,
cien mil carros de combate y vehículos blindados, setenta
y una mil unidades navales y cuarenta y un mil millones de
cartuchos.

La Segunda Guerra Mundial reveló el terrible
potencial de la industrialización de la muerte. Los nazis
asesinaron a seis millones de judíos
en un auténtico estilo fabril, creando las que fueron en
efecto cadenas de montaje para la muerte.

La propia contienda condujo a la matanza de quince
millones de soldados de todo el país y de casi el doble de
civiles. De este modo, e incluso antes de que las bombas
atómicas aniquilasen Hiroshima y nagasaki, la guerra
alcanzó en 1945, por ejemplo 334 bombarderos
norteamericanos B-29 se lanzaron contra Tokio en un solo ataque
que destruyó 267,171 edificios y mató a 84,000
civiles (e hirió a cuarenta mil más), arrasando
más de cuarenta kilómetros cuadrados de la
ciudad.

Bombarderos masivos afectaron también a Covnetry,
en Inglaterra, y a
Desde en Alemania, por
no mencionar aglomeraciones urbanas más pequeñas de
toda Europa.

A diferencia de Sun-tzu, quien sostenía que el
general más afortunado era el que lograba sus fines sin
combatir o con pérdidas Karl Von Clauswit (1780-1831),
padre de la estrategia moderna, enseñaba una
lección diferente. Aunque en escritos posteriores
formuló numerosas puntualizaciones y hasta llegó a
contradecirse, su afirmación de que "la guerra es un acto
de violencia llevada a sus límites
extremos" se reflejó a través de las contiendas de
la era industrial.

MAS ALLÁ DE LO ABSOLUTO

Clausewitz hablaba de "guerra absoluta". Esto no
bastó sin embargo, a algunos de los teóricos
anteriores. Así, tras la Primera Guerra Mundial, el
general alemán Erich Ludendorff formuló el concepto de
"Guerra total", que superaba al de Clausweitz.

Este consideraba la guerra como una prolongación
de la política y lo militar como un instrumento.
Ludendorff afirmó que para que la guerra fuese total, el
propio orden político tenía que estar subordinado
al militar.

Después los teóricos nazis ampliaron
todavía más las nociones de Ludendorff sobre guerra
total, negando la realidad de la propia paz, e insistieron en que
esta era simplemente un periodo de preparación
bélica. "la guerra entre guerras". En su sentido
más amplio, la guerra total había de librarse
política, económica, cultural y

propagandísticamente, y toda la sociedad
tenía que convertirse en una sola "máquina
bélica". Suponía la racionalización del
estilo industrial llevada a sus últimas
consecuencias.

El resultado militar de tales teorías
era logro de una destrucción máxima. Como escribo
B.H. Lidell hart en su historia del pensamiento
estratégico: "Durante más de un siglo el canon
fundamental de la doctrina militar ha establecido que "la
destrucción de las principales fuerzas del enemigo en el
campo de batalla" constituye el único y verdadero
propósito de la guerra. Esto se aceptaba universalmente,
figuraba en todos los manuales
militares y se enseñaba en todos los colegios de los
estados mayores. Una regla tan absoluta habría sorprendido
a los grandes jefes y a los profesores de la teoría
bélica de tiempos anteriores al siglo XIX.

Pero aquellos tiempos aún eran en buena medida
preindustriales, Los conceptos de guerra total y de
destrucción en masa fueron adoptados generalmente tras la
revolución industrial porque encajaban en el ethos de una
sociedad de masas, la civilización de la segunda
ola.

En la práctica, la guerra total enturbió o
eliminó por completo la distinción entre objetivos
militares y civiles. Como todo contribuía supuestamente a
un esfuerzo bélico total, todo era un objetivo
legítimo, desde propósitos de armas a varios
obreros, desde polvorines a imprentas.

Curis le May, el general que dirigió el ataque
sobre Tokio y más tarde fue jefe del Comando Aéreo
Estratégico de Estados Unidos, era el perfecto
apóstol de la teoría de la destrucción en
masa. Si sobrevenía la guerra, insistía, no
había tiempo para establecer prioridades en los objetos ni
tecnología para precisar el blanco: "Según Le May
escribe Fred Kaplan en The wizard of Armageddon; la
demolición completa constituía la única
manera de ganar una guerra. Todo lo que importaba en un bombardeo
estratégico era que fuese masivo". En manos de Ley May estaban
los bombardeos nucleares de Estados Unidos.

Hacia la década de los sesenta, frente a frente
en Alemania las fuerzas soviéticas y la OTAN, se
añadieron el arsenal de las superpotencias
"pequeñas" armas nucleares para el campo de batalla. Los
planes bélicos concebían el empleo de estas armas y
el despliegue de "vastas formaciones de carros de combate" que,
en una concluyente guerra de desgaste, avanzarían sobre
una "alfombra nuclear y química".

Desde luego y a todo lo largo de toda la guerra
fría que siguió a la Segunda Guerra Mundial, lo
concluyente en lo peor de destrucción en masa, las armas
nucleares, dominó la relación entre las dos
superpotencias.

CONTRAFIGURA MORTAL

Cuando la civilización industrial alcanzó
su apogeo en le período que siguió a la Segunda
Guerra Mundial, la destrucción en masa llegó a
desempeñar en la doctrina militar el mismo papel que la
producción en serie en la economía. Fue la
contrafigura mortal de la producción en serie.

Pero a finales de la década de los setenta y a
principios de
la de los ochenta comenzó a soplar una fresca brisa cuando
las tecnologías, ideas y forma sociales de la tercera ola
empezaron a desafiar a la sociedad de masas de la segunda ola.
Como hemos visto, un pequeño grupo de reflexión de
militares y el Congreso de Estados Unidos vio claro que algo
fallaba fundamentalmente en la doctrina militar
norteamericana.

En la carrera por ampliar el radio de
acción, la velocidad y la mortalidad de las armas ya se
habían alcanzado, conforme a todos los fines
prácticos, los topes últimos. La pugna contra el
poder soviético había quedado en tablas por lo que
se refiere a las armas nucleares y las demenciales amenazas de
una "seguridad de destrucción mutua".
¿Existía algún modo de derrotar a la
agresión soviética sin bombas
atómicas?

El desarrollo de la contienda moderna – la guerra de la
época industrial había llegado a su
contradicción última. Se requería una
auténtica revolución en el pensamiento militar, una
revolución que fuese un reflejo de las nuevas fuerzas
económicas y tecnológicas desencadenadas por la
tercera ola de cambio.

LA GUERRA DE LA TERCERA OLA

Durante 1991, en los cielos nocturnos y en las arenas
del desierto de Oriente próximo, ocurrió algo que
el mundo no había visto desde hace trescientos
años; la aparición de una nueva forma de guerra que
reflejaba nítidamente un sistema innovador de
creación de riqueza. Una vez más se pudo constatar
que una y otro se hallan inextricablemente
relacionados.

Las sociedades tecnológicamente más
avanzadas del mundo actual poseen economías de dos
niveles: en parte basadas en la declinante producción en
serie de la segunda ola y en parte en las tecnologías y
servicios de la tercera. Ninguna de las naciones de
tecnología punta, ni siquiera Japón, ha completado
la transición al nuevo sistema
económico.

Hasta las economías más adelantadas
-Europa, Japón y Estados Unidos siguen divididas
aún entre el trabajo muscular en declive y el trabajo
mental en auge. Esta dualidad se reflejó agudamente en la
manera en que se libró la guerra del Golfo de 1990-1991.
Sea como fuere el modo en que la historia evalúe el
conflicto en términos de moral, economía y geopolítica, la auténtica forma en
que se libró la contienda tuvo –y todavía
tiene- profundas consecuencias para los ejércitos y los
países de todo el mundo.

Lo que no se ha entendido con demasiada claridad, ni
siquiera ahora, es que Estados Unidos y sus aliados libraron al
mismo tiempo dos guerras muy distintas contra el iraquí
Saddam Hussein. Más exactamente, aplicaron dos formatos
bélicos, uno de la segunda ola y otro de la tercera, La
efusión de sangre en le
Golfo comenzó el 2 de agosto de 1990, cuando Saddam
Hussein atacó Kuwait y no, como se ha dicho a menudo, el
17 de enero de 1991, cuando la coalición encabezada por
Estados Unidos replicó a Bagdad.

Saddam fue el primero en verter sangre. En los meses que
siguieron, mientras Estados Unidos y la coalición de la
ONU debatían cómo responder; Saddam se jactó
de que los aliados acabarían destrozados en la "Madre de
todas las Batallas". Su afirmación recogida por los
mentores de los medios de comunicación los
políticos e occidente, que predijeron grandes
pérdidas aliadas, de hasta treinta mil muertos
según algunos. Hubo incluso analistas militares que
coincidieron en estas apreciaciones.

TECNOFOBIA

Algunos de los que se oponían a la guerra
lanzaron simultáneamente en los medios de
comunicación occidentales una especie de campaña
contra la propia tecnología avanzada. La prensa mundial
pronto les hizo eco con una retórica tecnofóbica.
Los helicópteros de Estados Unidos serían
derribados por las tormentas de arena. Las lentes de
visión nocturna no funcionarían. Las armas
contraatacar Dargon y TOW resultarían inútiles,
frente a los "blindados iraquíes de fabricación
soviética". El carro de combate M-1 se revelaría
ineficaz y se averiaría frecuentemente.

¿Es un espejismo nuestra tecnología
militar avanzada?, se preguntaba the New York times. Un relevante
columnista militar rechazó por completo la idea de que la
tecnología pudiera decidir el resultado de la guerra. Eso,
informó a sus lectores, era un "mito" y los
norteamericanos erraban profundamente al otorgar más
importancia al material que a los efectivos humanos.

Algunos "reformadores militares" del Congreso,
repitiendo una cantilena familiar, tacharon al armamento avanzado
de ser "demasiado complejo para funcionar". Afirmaron, como
habían dicho durante años, que lo que Estados
Unidos precisaba eran masas de aviones, carros de combate y
cohetes más simples en vez de un número menor de
armas más complicadas.

Todo esto se sumó al temor creciente del
público a las grandes perdidas aliadas. Al fin y al cabo
Saddam contaba con un ejército de un millón de
hombres, adoctrinado y abastecido por los soviéticos. A
diferencia de las fuerzas aliadas, había sido puesto a
prueba en combate en la reciente guerra de ocho años
contra irán. Había dispuesto además de seis
meses para situarse en posición, construir fortines,
parapetos y trincheras y montar mortíferos campos de
minas.

Se predijo que los iraquíes incendiarían
zanjas repletas de petróleo y crearían una barrera de
llamas impenetrable. En apoyo de sus tropas de primera
línea, los iraquíes habían desplegado de
forma masiva escalón tras escalón de soldados y
blindados (como los sitios ante los altos del Golán o los
soviéticos en Europa central). Si las tropas terrestres
aliadas se decidían a atacar, quedarían
diezmadas.

Pero esto presuponía que la guerra del Golfo
sería una contienda típica de la era industrial.
Aunque las ideas básicas del Combate aeroterrestre (y sus
revisiones ulteriores) eran ya moneda corriente en los
círculos militares de todo el mundo, Saddam, pese a su
pretendida pericia militar, parecía ignorarlas por
completo. Jamás entendió que una forma enteramente
nueva de guerra estaba a punto de cambiar toda la naturaleza de
la actividad bélica. La guerra dual comenzó con los
primeros ataques aéreos aliados.

LA CONTIENDA DUAL

Desde el principio hubo dos campañas
aéreas, aunque se hallaban integradas y pocos las
concibieron por separado. Una empleó los métodos
familiares del estilo de la moderna guerra de desgaste, es decir
de la segunda ola.

Flotas de aviones de treinta años atrás
bombardearon implacablemente a los iraquíes en suf
rotines. Del mismo modo que en contiendas anteriores, dejaron
caer bombas "estúpidas" que causaban una amplia
destrucción creaban el caos y desmoralizaban tanto a las
tropas iraquíes de primera línea como a los
escalones de apoyo de la Guardia Republicana. El general
Schwarzopf, jefe de la colación, estaba "preparando el
campo de batalla", como decían sus servicios de prensa,
mientras medio millón de soldados aliados se
disponían a atacar el frente iraquí.

Después de la guerra los autores hablaron en
París con el general retirado Pierre Gallois. Tras haber
servido en las fuerzas aéreas francesas y haber sido luego
ayudante del comandante supremo de la OTAN como responsable de
estudios estratégicos. Gallois visitó Irak
inmediatamente después de los combates.

"Recorrí 2500 kilómetros en un
vehículo de tracción a las cuatro ruedas -nos dijo-
y en las aldeas todo había quedado destruido. Encontramos
fragmentos de bombas con la fecha de 1968, excedentes de la
guerra de
Vietnam. Este era el mismo tipo de bombardeo que yo
había realizado durante la Segunda guerra
Mundial".

Ambos bandos entendían muy bien esta
mortífera forma de actividad bélica. Era una
matanza industrializada y jamás sabremos cuántos
soldados y civiles iraquíes murieron en ella. Pero desde
el primer día se libró también un tipo
radicalmente diferente de guerra. El mundo se quedó desde
el mismo comienzo ante las inolvidables imágenes en
televisión
de los misiles Tomahawk y las bombas guiadas por láser que
buscaban y alcanzaban objetivos de Bagdad con una sorprendente
precisión. El cuartel general de las Fuerzas Aéreas
iraquíes, el Centro de los Servicios de
Información, el Ministerio del Interior (sede de la
policía de Saddam), el edificio del Parlamento y el de su
partido Baah.

En razón de su capacidad para burlar la
detención en áreas muy peligrosas y lanzar bombas
guiadas con precisión, los cazabombardero nocturno F-117A
fueron los únicos que atacaron objetivos del centro urbano
de Bagdad. Se concentraron en los bien protegidos puestos de
mando de la defensa aérea y de las fuerzas terrestres y en
las instalaciones de control Realizaron sólo un 2 por
ciento del total de salidas, pero suyo fue el ataque al 40 por
ciento de los objetivos estratégicos fijados. Y, a pesar
de las sombrías predicciones, todos retornaron
indemnes.

Durante los siguientes días del conflicto,
la
televisión destacó esta nueva forma de
actividad bélica. Los misiles doblaban virtualmente las
esquinas y penetraban por ventanas localizadas de antemano en los
fortines donde se guarecían carros de combate y soldados
iraquíes. La guerra aparecía en nuestras pantallas
de televisión como la veían en los
monitores
electrónicos los pilotos y los soldados que la
libraban.

El resultado fue una imagen muy aséptica de la
contienda, una forma aparentemente incruenta de combate en
palmario contraste con lo que había ofrecido la
televisión durante la guerra de Vietnam, haciendo llegar a
cada cuarto de estar de Norteamérica miembros desgajados,
cráneos aplastados y bebés víctimas del
napalm.

Pero en Irak, se desarrolló una guerra con armas
de la segunda ola concebidas para lograr una destrucción
masiva. Muy poco de esta contienda apareció en las
pantallas de televisión de todo el mundo; la otra batalla
se libró con armas de la tercer ola concebidas para lograr
una precisión absoluta, una destrucción
individualizada y un "daño colateral" mínimo. Esta
fue la que se mostró.

Muchos de los sistemas bélicos claves empleados
por Estados Unidos habían sido construidos, como vimos,
para cumplir los requisitos definidos por el TRADOC de Starry en
la década precedente. Pero la importante de este hombre, que se
hallaba ya retirado cuando estalló la guerra, y la de
Morelli, que llevaba muerto casi diez años, fue aun
más evidente en el modo en que se emplearon tales armas.
Por ejemplo y desde el comienzo, la guerra del Golfo
Reflejó su pensamiento acerca de la "batalla en
profundidad", la "interdicción" y la importancia de las
armas inteligentes y de la información.

EL PUNTO ACCIDENTAL

Durante la Primera Guerra Mundial se enfrentaron
millones de soldados en las fortificaciones excavadas en el suelo
de Francia.
Rebosantes de barro y de ratas y hediondas de la basura y la
gangrena, estas trincheras lineales se extendían
kilómetros y kilómetros por los campos, tras una
maraña de alambradas.

A veces y durante meses, ejércitos enteros
permanecían allí agazapados, temerosos de alzar la
cabeza, por encima del nivel del terreno. Cuando se ordenaba un
ataque, los soldados saltaban de sus trincheras y se enfrentaban
con un huracán de fuego de artillería y de armas de
menor calibre. Pero la mayor parte del tiempo se quedaron
movilizados en aquellos lugares mientras las enfermedades y el
tedio se
extendían por sus filas.

Nadie tenía que preguntar dónde estaba el
"frente". Y lo mismo sucedió casi ochenta años
después con los soldados iraquíes en sus fortines
del desierto. Excepto que el frente ya no era el sitio donde se
desarrollaba la batalla principal. Tal como postulaba,
precisamente la doctrina del Combate aeroterrestre, los aliados
ahondaron la batalla en todas las dimensiones: distancia, altura
y tiempo. El frente se hallaba entonces en la retaguardia, en los
flancos y por encima. Con doce, veinticuatro y setenta y dos
horas de antelación se planeaban las acciones,
cronológicamente coreografiadas por así
decirlo.

Se utilizaron ataques aéreos y terrestres de
largo alcance para bloquear o impedir los movimientos de las
fuerzas de apoyo del enemigo, exactamente como los Aliados lo
hicieron en Alemania en previsión de un ataque
soviético. La forma embrionario de contienda de la tercera
ola que casi diez años antes nos esbozó morelli en
la habitación de un hotel de Crystal City, cerca del
Pentágono, ya no era una cuestión teórica.
Cuando las imágenes de la guerra del Golfo aparecieron en
las pantallas de televisión de todo el mundo, nos quedamos
sin aliento al comprobar que lo que morelli y luego Starry nos
habían revelado a comienzos d e los años ochenta
comenzaba a desarrollar en la vida real de los
noventa.

Destruir las instalaciones de mando del enemigo.
Privarle de sus comunicaciones para impedir que la
información fluya en uno y otro sentido por la cadena de
mando. Asumir la iniciativa. Atacar en profundidad. Evitar que
entren en acción los escalones de apoyo del adversario.
Integrar las operaciones aéreas, terrestres y
marítimas.

Sincronizar las operaciones combinadas.

Rehuir, el ataque frontal de los sectores oídos
del enemigo. Y sobre todo saber lo que el adversario hace e
impedir que conozca lo que estamos haciendo. Todo ello
hacía pensar mucho en el Combate aeroterrestre y en sus
sucesivas actualizaciones. Claro está que la guerra del
Golfo fue en muchos aspectos más allá del Combate
aeroterrestre. La fuerza aérea desempeñó, el
papel principal en vez de su tradicional misión de
apoyo. 'tan espectacular pareció este cambio que muchos
llegaron a la conclusión de que la fuerza aérea
había hecho realidad por fin las reivindicaciones de
pioneros como el italiano Giulio douhet (1869-1930), el
norteamericano Billy Mitchel (1879-1936) y el británico
Hugh Trenchard (1873-1955).

Irak constituyo sin embargo, la primera
explicación en gran escala de la doctrina actualizada del
Combate aeroterrestre. Se ha dicho que al general Schwarzwof, el
jefe. Supremo aliado, le desagrada el término de combate
aeroterrestre. De ser así, resulta quizá
comprensible. Porque Schwarzkopf actúo como un brillan
intérprete. Pero en nada mengua su mérito el hecho
de que Starry y Morelli fueran los autores que, una década
antes, escribieron fuera de la escena el guión de la
victoria de la coalición.

La doctrina militar prosigue cambiando los
ejércitos en todo el mundo.

Pero si escuchamos atentamente, estén las
palabras en chino o en italiano, en francés o en ruso, los
temas centrales son los del Combate aeroterrestre y las
operaciones aeroterrestres.

Cuando conocimos a Don Morelli, él ya
comprendía que los cambios que se operaban en la
economía y en la sociedad afectaban también a lo
militar. El
conocimiento, como hemos visto, se convertía en la
clave de la producción de valor económico. Lo que
Starry y Morelli hicieron, sin decirlo, expresamente, fue situar
también el conocimiento en el centro de la actividad
bélica.

Así la guerra de la tercera ola, como vimos en la
del Golfo, compartió muchas de las características
de la economía avanzada. Si comparamos los nuevos rasgos
de la guerra con los de la nueva economía, el paralelismo
es inconfundible.

LAS
CRISIS Y GESTIÓN DE CRISIS

En una crisis existen siempre ciertas dificultades y/o
peligros graves que exigen la adopción
de decisiones y respuestas por parte de los responsables de la
gestión de crisis y los funcionarios públicos. Las
decisiones y las respuestas deberán hacerse en un espacio
de tiempo limitado y, con bastante frecuencia, basadas en una
información también limitada.

Por consiguiente, los funcionarios públicos y los
responsables de la gestión de crisis tienen ante sí
la responsabilidad de establecer sistemas y
estructuras de gestión de crisis con miras a identificar,
aislar y hacer frente a las emergencias antes de que éstas
efectivamente ocurran. Al organizar equipos y crear sistemas,
conviene también que los funcionarios públicos
tengan en cuenta algunas de las "realidades de las crisis", a
saber:

· Impacto multinacional. Todos los incidentes
terroristas y otras crisis potenciales son actualmente de
carácter multinacional, tienen la posibilidad de
intensificarse hasta un nivel multinacional o bien pueden captar
rápidamente la atención multinacional.

· Complejidad. La respuesta a un ataque
terrorista u otra emergencia constituye una tarea sumamente
compleja. No se limita sólo a responder a un incidente
particular o una serie de sucesos, sino también a las
preocupaciones, intereses y presiones de toda una serie de
individuos y organizaciones.

· Aplicación a largo plazo. La
aplicación efectiva de las técnicas
de gestión de crisis no se limita a un solo suceso o serie
de sucesos. Una emergencia, o una emergencia que se convierte en
una crisis, podría tener un impacto a largo plazo sobre la
economía, las relaciones exteriores, la reputación
exterior, etc. de un país. Unos responsables competentes
de la gestión de crisis tratan de hacer frente a las
repercusiones tanto a corto como largo plazo de una emergencia
específica.

· Consecuencias más amplias. La
gestión eficaz de crisis consiste en una actividad
polifacética y multidisciplinaria que comprende algo
más que unas respuestas tácticas a los casos de
emergencia. En la gestión eficaz de crisis el personal
responsable tiene que tener en cuenta el impacto posible
más amplio de los sucesos de emergencia.

Para resumir, la gestión eficaz de crisis
comprende algo más que la concentración en los
detalles del suceso; o sea, hay que considerar su
"implicación global". Al organizar y crear equipos y
sistemas de gestión de crisis, los funcionarios
públicos deben considerar las ramificaciones más
amplias y a largo plazo de una emergencia. De lo contrario, la
emergencia se convertirá en una larga crisis.

FUNDAMENTOS DE LA GESTIÓN EFICAZ DE
CRISIS

Los fundamentos de la gestión eficaz de crisis
consisten en unos principios prácticos que puedan
aplicarse antes, durante y después de cada tipo de
emergencia, cuyo objetivo final sería, prevenir las
emerrencias,_.así como hacer frente a ellas de forma
eficaz para que las mismas no se conviertan en crisis. La
gestión eficaz de crisis es algo más que puro
reflejo y suerte. Aun cuando una crisis exige una respuesta
defensiva de los funcionarios públicos, la gestión
eficaz de crisis comprende también la adopción de
medidas preventivas que les permitan coordinar y controlar las
respuestas a una emergencia.

Asimismo, un personal competente de gestión de
crisis actúa simultáneamente en "tres fases
sincrónicas". A la vez que dirigen la emergencia, ellos
evalúan las medidas que han adoptado, toman las medidas
necesarias en el momento presente y prevén las medidas que
tendrán que tomar después.

Hay un número de cosas que los responsables de la
gestión de crisis deben hacer para ser eficaces, entre
otras, las siguientes:

Afrontar la realidad

Un número impresionante de funcionarios
públicos continúan sucumbiendo ante lo que los
sociólogos y sicólogos llaman "el proceso de
denegación". El terrorismo y otras emergencias se
consideran erróneamente como algo propio de ciertas
industrias o de
ciertos países, o lo que es peor, como un problema ajeno.
Es preciso que los funcionarios públicos se acostumbren a
pensar de forma constante y sistemática sobre las cosas
que podrían ir mal y van a ir mal. Cuanto antes reconozcan
ellos que cualquier emergencia podría convertirse en una
crisis de alcance multinacional que va a afectar a varios
gobiernos y a millones de personas, tanto antes podrán
ellos aprovechar las técnicas de gestión de crisis
para prevenir, prepararse, responder y recuperarse en caso de
emergencias y crisis.

Planificar y coordinar

La gestión eficaz de crisis exige una planificación y coordinación antes, durante y
después de la ocurrencia de una-emergencia. La
planificación, el trabajo- en equipo y la
designación de responsabilidades constituyen tres de los
componentes más importantes de un pro rama eficaz de
gestión de crisis,

Reconocer los riesgos y las
oportunidades

Una crisis comporta riesgos y oportunidades. Por
ejemplo, después de un terremoto o una inundación,
el responsable de la gestión de crisis podría
afrontar la necesidad de nuevas viviendas en la zona devastada
por el desastre. Un responsable competente de gestión de
crisis podría reconocer la oportunidad al mismo tiempo que
se recupere del suceso para sustituir viviendas deficientes por
otras viviendas nuevas y mejores. El resultado sería que
las personas que perdieron sus casas recibieran no sólo
viviendas, sino mejores viviendas. Por consiguiente, un
responsable competente de gestión de crisis
reconocerá una oportunidad en una situación en que
a primera vista todo parece ser sólo problemas.

Definir y responder

La definición de respuestas y su control es
fundamental tanto para la planificación como para la
gestión directa de una emergencia. Si bien resulta
imposible definir todos los posibles riesgos y aspectos
vulnerables, es preciso que los funcionarios públicos y el
personal de la gestión de crisis definan el mayor
número posible de_ ellos con anterioridad a la ocurrencia
de una emergencia. Por consiguiente, deben determinar las
normas de
política y los procedimientos
para la gestión eficaz de una emergencia antes de que
ocurra. Cuando ésta ocurra, ellos deben definir de nuevo
el problema basándose en las circunstancias reales y
movilizar los individuos y sistemas mejor dotados para responder.
Evidentemente, teniendo en cuenta las circunstancias evolutivas
de una emergencia, los responsables de la gestión de
crisis deben modificar sus métodos de respuesta en
función
de la evolución de las circunstancias.

Contener los daños

La contención de los daños, con frecuencia
llamado control de daños, es un objetivo importante de la
gestión directa de las crisis. En el caso de una
emergencia, el móvil que impulsa a los funcionarios
públicos y el personal de la gestión de crisis a
tomar sus decisiones son sus deseos de reducir el impacto de la
emergencia, salvar vidas y proteger propiedades y asegurar la
continuidad del gobierno.

Por ejemplo, si un terrorista hace detonar una bomba en
el terminal de un aeropuerto, los responsables de la
gestión de crisis podrían limitar daños
adicionales conteniendo un incendio que se haya producido o
apartando al público de los escombros.

Ellos deben tratar de reducir los daños
emocionales y de relaciones
públicas mediante una respuesta rápida a la
emergencia y una atención personal a las víctimas y
sus familias, el personal del aeropuerto y el público
general. La contención de daños consiste en
afrontar y minimizar los efectos adversos de una emergancia,
así como en aplicar medidas preactivas para controlar los
acontecimientos y "combatir eficazmente una
emergencia".

Resolver la situación

Una vez contenidos los daños, el paso siguiente
consistirá en resolver con éxito
la emergencia. La definición de éxito
dependerá del tipo de emergencia de que se trate, pero una
solución eficaz consiste normalmente en salir de una
emergencia en una situación igual o mejor que cuando
comenzó.

Utilizando otra vez el ejemplo del atentado de bomba del
aeropuerto, una emergencia resuelta con éxito
consistiría en la captura de los terroristas y el
mejoramiento de las medidas de seguridad. El problema de los
responsables de la gestión de crisis se plantea al
determinar éstos cuándo efectivamente la emergencia
ha terminado. Conviene recordar que los incidentes pueden haber
terminado, pero sus consecuencias podrían continuar
sintiéndose por algún tiempo.

Evitar la repetición

La primera tarea después de la ocurrencia de una
emergencia consiste en evitar su repetición. Las
emergencias causadas por el hombre
pueden prevenirse frecuentemente mediante un análisis retrospectivo de la emergencia y
el desarrollo de programas proactivos. La primera pregunta que
debemos hacernos después de una emergencia es la
siguiente: ¿Qué es lo que tenemos que hacer ._para
que no ocurra otra vez?"

Otra tarea igualmente importante después de la
emergencia consiste en evaluar los esfuerzos de respuesta a la
emergencia y adoptar las medidas necesarias para mejorar las
deficiencias o errores observados antes de que ocurra la
próxima emergencia. Las medidas posteriores a la
emergencia podrían ser, entre otras, la
implantación de sistemas de alerta más eficaces o
un mejor adiestramiento para los directores y el personal. Para
resumir, es necesario tomar medidas para evitar la
repetición.

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