El Horror: Un Motivo Literario en el Cuento Latinoamericano y del Caribe
- Resumen
- Bajo el
signo del horror - El
horror: el capítulo siguiente - El
llamado de la selva latinoamericana - Una
segunda muerte en la maldición Zombi - Una
casa tomada para el espacio del horror sin
rostro - Letras
malditas en la ciudad de Salvador
Garmendi - Notas
En este artículo se demuestra cómo desde el
siglo XIX hasta los
finales del siglo XX, en América Latina y el Caribe,
una serie de relatos han estado fundamentados en la
temática del miedo. Se hace un viaje literario que va desde
el escritor tachirense Luis López Méndez y sus cuentos de corte
romántico, pasando por el horror y la demencia asesina en
Horacio Quiroga, el
fenómeno del zombi en escritores del Caribe como Inés
Wallace, William Seabrook y Lidya Cabrera, hasta llegar al
espacio del horror en Julio Cortázar y a la
visión del vampiro en la ciudad actual en las letras
malditas de Salvador Garmendia.
Palabras-clave: cuentos de horror, América Latina y el
Caribe.
ABSTRACT
This article shows how, from the XIX century up to the
late XX century in Latin America and the Caribbean, a series of
stories has been based on fear as subject matter. A literary
journey is made, starting with Luis López Méndez,
writer from Tachira, and his romantic stories. The journey
continues through the horror and murderous madness in Horacio
Quiroga, the zombi phenomenon in Caribbean writers such as
Inés Wallace, William Seabrook, and Lidya Cabrera, ending at
the horror space in Julio Cortazar and the vision of the
vampire in the modern city depicted in Salvador Garmendia’s
"accursed works."
Key words: horror tales, Latin America, the
Caribbean.
RÉSUMÉ
Dans cet article, on démontre comment, du XIXe
siècle à la fin du XXe siècle, en Amérique
latine et aux Antilles, une suite de récits ont
été basés sur le thème de la peur. On fait un
voyage littéraire qui débute avec l’écrivain
de Táchira, Luis López Méndez, et ses contes
à caractère romantique, en passant par l’horreur
et la démence meurtrière chez Horacio Quiroga, et par
le phénomène du zombi
chez les écrivains antillais, comme Inés Wallace,
William Seabrook et Lidya Cabrera, jusqu’à
l’espace de l’horreur chez Julio Cortázar et la
vision du vampire des villes contemporaines présentée
dans les « lettres maudites » de Salvador
Garmendia.
La lectura de un texto de Peter Straub,
titulado Casas sin puertas, y la canción de fondo de "Guns
´N’ Roses" Sympathy For The Devil, dieron a este
escrito el inicio y la musa, aquella que inspiró a Homero y Hesíodo en los
inicios de la humanidad, induciendo a relatar a los hombres sus
sueños, sus héroes y sus miedos; miedos que hoy en el
siglo XXI se mantienen vivos en las denominadas "Leyendas
Urbanas" (Segui, 2001:32): miedos a terrores espectrales, miedos
a lo desconocido y lo paranormal; miedos que la literatura ha buscado desentrañar como
el gran alquimista de las letras. Se trata de una literatura que
desarrolla el motivo del horror que en palabras de Tzvetan
Todorov pertenece a la categoría de lo extraño,
lo inexplicable.
El horror como un sentimiento arraigado en
el hombre no escapa a esta
inventiva de la escritura. Todos los géneros literarios en mayor
o menor medida han cantado al motivo del horror, aun cuando se
encuentran grandes dificultades al intentar agrupar una obra
dentro de un determinado género, pues la mayoría
de los relatos pueden pertenecer no a un solo género, sino a
varios o a todos ¿Cómo delimitar entonces en un solo
género La Iliada, de Homero, o "Vampirismo", de
E.T.A. Hoffmann? Es por ello que autores como Camilo José
Cela expresan: "No creo en los géneros literarios ni en sus
convencionales fronteras". No es acaso "La Novia de Corinto", de
Johann Wolfgang Goethe, un cuento hecho poema o "El Cuervo", de
Edgar Alan Poe, un poema hecho cuento.
En los inicios de la humanidad un tema como el
horror siempre ha estado presente en los relatos orales u
escritos, desde que el hombre inventara el fuego para
alejar los demonios engendrados en la eterna noche, relatos a los
que Lovecraft define como relatos preternaturales,
horrores en un principio desconocidos e insólitos, desde el
Cronos devorando a sus hijos, descrito en la Teogonía de
Hesíodo y plasmado tan magistralmente en el lienzo de Goya,
hasta el horror que llega hasta nuestros días en la figura
de Freddy Krueger o el Alien en el cine.
¿Cómo defínir al horror si entra en lo
indefinible? ¿Terror u Horror? A simple vista, son
sinónimos y pueden hacer mención al mismo objeto. Los
hispanos en el caso del cine lo denominan terror, mientras que el
anglosajón se refiere a él llamándolo Horror Film.
Gubern aclara que en la práctica cinéfila anglosajona
Horror Film es sinónimo de género
cinematográfico fantástico-terrorífico. Por lo
que entonces cree que cuando los ingleses pronuncian la palabra
"horror" se están refiriendo a lo que en latinoamérica denominamos
"terror". ¿Se encontraran diferencias o matices en cuanto al
"horror" y al "terror"? Parece bastante difícil, teniendo en
cuenta que se está pisando sobre un terreno resbaladizo, en
el que muchas veces lo fantástico y lo terrorífico
juegan un mismo papel indisoluble, sabiendo que lo
fantástico no tiene por qué estar reñido con lo
terrorífico.
El horror: el capítulo
siguiente…
Al inducir terror, los primeros hombres avisaron que
estaba próximo lo descomunal (lo no conocido), el propio
horror se hace presente sin encontrar explicación lógica. Y lo desmedido,
que no es propiamente la divinidad, constituye sin embargo una de
sus características —una de las más
perceptibles—, en particular desde la experiencia del
hombre "primitivo". Es posible que aquí, en este contexto,
encontremos el origen de la religión y la palabra "pavor", que
vendrá a encerrar el temor a lo desconocido, por ello el
hombre "primitivo" buscará protección también en
lo inexplicable: la divinidad. También se trata del pavor
religioso, su primer grado es el pavor demoníaco, el horror
pánico, el terror
fantasmal; y tiene su primera palpitación en el sentimiento
de "lo siniestro" o inquietante (Unheimliche, en
alemán; uncanny, en inglés, término
impuesto por Freud). En este sentimiento de lo
extraño el hombre "primitivo" ha centrado toda la evolución de su
religión. Un horror encarnado desde ese dios implacable de
los hebreos que descarga su ira en las plagas a Egipto; la diosa Kalí en
la India que al igual que el dios
antropomorfo griego, devora a sus hijos. Estos seres de la noche
han abundado en la literatura desde sus inicios, las Erinias con
los griegos, las Lamias para los romanos. Horror y belleza a la
par se recoge en el mito del Fénix. La
invención de dioses primordiales por parte de Lovecraft, no
es más que un horror subconsciente que está en el
hombre, de ahí surge la pregunta: ¿El temor a…?. Un
temor mortal a lo desconocido, Lovecraft nos recuerda que "Los
niños tendrán
siempre miedo a la oscuridad, y los hombres de mente sensible al
impulso hereditario temblarán siempre ante la idea de mundos
ocultos e insondables de extraña vida que pueden latir en
los abismos que se abren más allá de las estrellas"
(Lovecraft, 1992:10), por lo tanto el horror es algo tan normal
en el ser humano como el odio o el amor.
"El cuento de horror es tan viejo como el pensamiento y el lenguaje humano", nos dice
Lovecratf, y quizá dentro de una caverna oscura nacen con el
hombre "primitivo" el primer sentimiento de miedo a la oscuridad,
por ello el hombre inventa el fuego, como respuesta. Luego el
hombre danza alrededor de una fogata
para aplacar la ira de los dioses, en tal caso se gesta el temor
a Dios, aparece el sacerdote y con éste, el rito. Y, en esta
magia ceremonial, empiezan a nacer y cristalizar una serie de
crónicas y textos sagrados muy arcaicos: donde el horror
entra por la puerta grande al mundo de las letras. El Libro de los Muertos va a
recoger esas primeras experiencias de temor de los hombres a
la muerte y al más
allá. O La Odisea, donde en el canto XV se describe
el temor que se apodera de Ulises al pensar que Perséfone
podría enviarle desde el Hades la cabeza de la
Gorgona.
En la Edad Media el horror llega a
la humanidad con más fuerza a finales del año
mil d.C, pues supuestamente Satán había bajado a
la tierra y el fin del mundo
estaba por llegar. La Iglesia apoya en parte a esta
idea para causar pánico, esta institución expande una
ola de horror bajo el signo de la Inquisición.
A principios del Renacimiento surge la idea del
horror hacia el mar adentro, arrecifes gigantes, monstruos
marinos, entre otros, inundaban la comprensión a finales del
siglo XV. Un nuevo Odiseo, un ginebrino, abre la mentalidad del
oscurantismo y llega a la nueva América-Itaca, dejando
atrás el horror a Polifemo y a Poseidón. En pleno siglo
de las luces, vuelve a inundar la mentalidad humana monstruos y
horrores nocturnos, vampiros y hombres lobos reencarnan en la
literatura con nuevas imágenes. El Golem vuelve a
renacer en Frankenstein y el Vampiro de Polidori en el
Drácula de Bram Stoker.
Es así como a principios del siglo XX Freud
reinterpreta el horror desde lo más profundo de la psicología, planteando que los más
grandes miedos nacen en nuestra infancia, "lo
siniestro". Entonces el horror torna a poblar el
pensamiento del viejo y nuevo mundo desde la mirada del psicoanálisis. Ya Nietzsche en sus ideas
filosóficas, quiebra las utopías del
hombre en la modernidad llevándolo hacia
los caminos de la monstruosidad al matar a Dios, al quebrantar su
fe, entonces el horror, como el ángel caído, vuelve a
bajar a la morada de los hombres en el ser "ateo". En el siglo XX
será el cine quién despierta esa fascinación por
el horror. En la literatura latinoamericana y
del Caribe, caso que interesa a este estudio, se empieza a
recuperar la imagen del vampiro o "no muerto"
en autores como Juan Montalvo, Julio Calcaño y Luis Lopez
Méndez. A finales del siglo XIX encontramos la presencia de
la muerte y la locura asesina en
Horacio Quiroga, así mismo en el contexto de la
santería la máscara del Palo Mayombe, en los textos de
Lydia Cabrera y Fernando Ortiz; también la imagen del
zombí en Alfred Métraux, Roger Bastide, Wade Davis,
Robert Bloch, William Seabrook, Inés Wallace o Jesús
Palacios, entre otros. La ciudad también servirá como
espacio del terror a Felisberto Fernández, Jorge Luis Borges, Julio
Cortázar y Salvador Garmendia.
Y como bien lo señala Víctor Bravo "el terror
del hombre de final del segundo milenio, es un terror inaudible,
nacido desde el vacío" (Bravo, 1999:23), el caos impera y el
hombre se pierde en sus laberintos, hoy tecnológicos. Cada
hombre busca llenar ese vacío de la existencia; sus miedos,
unidos al stress, al terrorismo y a la guerra, hacen de él un
ser hacia la nada, "el hombre postmoderno, en el borde del
vértigo del final de milenio, pronuncia sus innumerables
preguntas, no como un Job que recibe respuestas de dios, sino
como un personaje de kafkiana pesadilla que pregunta al
vacío, al lugar del dios ausente" (Bravo, 1993:23). Así
como el hombre "primitivo", el hombre del siglo XX sigue buscando
protección divina hacia "eso", lo desconocido, el horror del
cual nos hablan muy bien estudiosos de su materia como Poe, Baudelaire,
Nodier, Lovecraft, Hodgson, Haag, Wagner, Borges, King, Bravo, entre otros.
¡Ho – rror!, dos simples sílabas que despiertan
en nuestra imaginación una incógnita sobre lo que
más tememos.
Entonces surge la pregunta: ¿Por qué tenemos
miedo, o a qué?. Qué es eso extraño que nos
produce ese sentimiento de estar protegidos?. Toda esta
reflexión lleva a plantearse, el porqué del motivo del
horror en el colectivo universal y local y cómo el mismo ha
sido llevado por diversas culturas, ya sea en la oralidad o
recogidas en la letra escrita. ¿Por qué autores de
cuentos en el continente Americano y en el Caribe han escrito al
horror? ¿Por qué la imagen del diablo, ánimas en
pena, brujas, muertos vivientes (llámese Vampiros, Hombres
Lobos o Zombis), en fin, el imaginario de lo monstruoso,
está tan presente. Es el horror el que pretendemos abordar
como estudio en algunos autores de cuentos en el contexto de
Latinoamérica y el Caribe.
Y el horror se cuela en el cuento fantástico
Latinoamericano y del Caribe. La tradición del cuento
moderno se desarrollará en el transcurso del siglo XIX y a
ello contribuyeron las infinitas publicaciones que abrían
sus páginas al cuento en varios países del planeta.
Esto fue muy notorio en América Latina y el Caribe,
posiblemente hoy podríamos explicar que esto se debió a
las limitaciones de la industria editorial, pues el
espacio disponible en los medios obviamente era
favorable al cuento o al folletín por entregas. Eso fue lo
que fortaleció al género del cuento en América,
pues publicar novelas imponía la necesidad
de una capacidad industrial que no existía, y requería
de circuitos de distribución en
librerías que en América eran y siguen siendo tan
ineficientes. Por eso los periódicos fueron no sólo
pioneros, sino el mejor vínculo entre autores y
público. Eso dio lugar al florecimiento del cuento
latinoamericano y del caribe, entre ellos el cuento del
horror.
América es un continente multirracial, nos recuerda
Carlos Fuentes en El Espejo
Enterrado. Son varios los hitos que llegan a esta tierra y se esconden bajo el
sudario del barroco para crear nuevos
dioses, nuevos nombres, nuevos sueños, nuevos miedos. Los
cronistas y primeros poetas de este nuevo mundo se preocuparon
por descubrir y describir al continente, asimismo empiezan a
brotar singularidades en cada país y es allí donde
nace, cabe decir, la cuentística latinoamericana,
podríamos nombrar como ejemplo "La viuda de Corinto"
(Díaz, 1960:99), del venezolano Fermín Toro,
título que alude ineludiblemente a Goethe. Este relato,
publicado en la hoja periódica El Liberal, el 25 de
julio de 1837, según Carlos Sandoval abriría la
narrativa fantástica en el continente latinoamericano; sigue
a esta narrativa "Gaspar Blondin" (1858), de Juan Montalvo, una
historia que alude indudablemente
a un cuento de vampiros: "…oculto de día, rondaba de
noche… su único crimen conocido y probado era la muerte de
su esposa… se volvió por su influencia personaje tan raro
y peligroso" (Londoño, 1994:151).
Si Esteban Echeverría con El Matadero da
nacimiento al cuento realista, Juan Montalvo será, junto a
Fermin Toro, el pionero de la cuentística del horror en el
continente. A ellos siguen una serie de títulos como: "El
sello maldito" (1873), "La danza de los muertos" (1873) y
"Tristán Cataletto" (1893), de Julio Calcaño; "Los
espectros que son y un espectro que ya va a ser" (1877), de
Cecilio Acosta; "La protesta de la musa" (1890), del colombiano
José Asunción Silva, relato en el que la fantasía
juega con el horror y la risa; "La caverna del diablo"
(1893), de José Heriberto García de Quevedo; así
como "Calaveras y Metencardiases"
(1896), de Nicanor Bolet Peraza; "Los muertos hablan" y "Proezas
de un muerto" (1897), de José María Manrique. Cabe
resaltar el aporte del tachirense Luis López Méndez1
con "La Balada de los muertos", "El último sueño" y "El
beso del espectro" (1891); y "El Asesinato de Palma Sola",
de Rafael Delgado (1902), que nos traslada a Poe en cuentos como
"El Corazón Delator" y "Los
asesinatos en la Calle Morgue". Recuérdese que un
venezolano, Juan Antonio Pérez Bonalde, traduce "El Cuervo",
por lo que Poe no fue desconocido en el siglo XIX en el
continente.
Esta cuentística de horror nacida en Venezuela durante el siglo
XIX, dará base sólida a este estudio, no sólo
Andrés Bello rasgará
las puertas a la gramática, desde
Venezuela se abrirá el portal del horror en la literatura.
La lectura del
"Tristán Cataletto" (1893), de Julio Calcaño,
nos mostrará una historia donde aparece por primera vez en
el continente la palabra "Vampiro" de boca de uno de los
personajes del cuento: "El viejo monje es un taumaturgo y él
único que otras veces nos ha librado del diablo y los
vampiros", lo que demuestra que este tema no fue desconocido para
la época (Sandoval, 2000:99). Dos relatos son cruciales a la
hora de hablar de literatura vampírica en Venezuela en el
siglo XIX, aparte del ya nombrado "Tristán Cataletto",
hablamos de Luis López Méndez (1863 – 1891) y de
los cuentos "La balada de los muertos" y "El beso del espectro".
Estos dos relatos dan pie a fundamentar esta afirmación
puesto que están construidos basándose en la
temática del horror.
La balada de los muertos es un relato que desarrolla la
temática de los opuestos, la de la vida-muerte. La primera
idea desarrollada en el cuento es el tema de la muerte,
planteándose su similitud con el olvido unido a la memoria. La muerte es vista
en este relato como oscura, llena de tristeza y de dolor,
mientras que el olvido es descrito como marchito y se da en una
atmósfera de abandono.
Aquí la muerte tiene su espacio, que no es otro que el
cementerio, allí domina, es un lugar hecho para ella, es un
ambiente tétrico y lleno
del silencio sepulcral. El lugar es frío, los rayos del sol
no se posan en la mansión de la muerte. En este relato se
puede percibir que el hombre teme a la muerte según sus
actos y que está presente la muerte como ciclo, siempre
regresa para gritar que ella existe, es un relato completo del
pensamiento, la sensibilidad, el fracaso del hombre y la lucha
del alma humana en el
contradictorio siglo XIX. Aquí el muerto se levanta de su
tumba y se dirige a la gran ciudad, a deponer del poder a un monstruo, que
devora la gran ciudad de los vivos.
Cabe preguntarse sobre las razones del por
qué escribe sobre el temor a los muertos, más cuando
López Méndez vivía y escribía a favor de
la ciencia, ya que era
positivista. Son a menudo ocultas estas motivaciones, ya el mismo
Poe lo decía: "La ciencia no nos ha
enseñado todavía si la locura es o no producto sublime de la
inteligencia". Es obvio que el
cadáver en sí mismo es inofensivo, es el miedo
inculcado el que lo hace horrorífico, no existe ninguna
evidencia empírica hasta el momento comprobada de que un
difunto pueda ser peligroso para los seres vivos, a no ser como
simple reservorio de gérmenes infecciosos. López
Méndez utiliza en este cuento al vampirismo: "La sangre brotaba entonces a
torrentes y rodando por sus pómulos hundidos, llegaba a los
labios que se abrían para beberla con voluptuosidad malsana.
Cada gota de aquel licor envenenado quemaba sus fauces y
aumentaba la intensidad de su delirio".
En "El beso del espectro", por su parte, vuelve a
reiterarse la idea de la muerte como frialdad, la atmósfera
del relato es tétrica, el personaje vive entre el encierro y
el insomnio, además aparece una característica clave
del horror: la risa. Con respecto a este plantemiento Víctor
Bravo señala: "El horror, como el orgasmo, es insostenible
más allá del instante de su aparición: mantenerlo
supone entrar en la locura o en la aniquilación de
quién lo padece o lo goza. Por ello, al lado del horror,
siempre es posible encontrar la risa, como el desencadenamiento
del límite insostenible" (Bravo, 1993:41). Para ilustrar
esta característica se trascribe un trozo del
relato:
—¿Lo vez? Me dijo como si hubiese adivinado
lo que por mí pasaba. Y mientras que yo, sobrecogido de
espanto, contaba, por decirlo así, las vibraciones de la
luz cada vez más
amarillenta que despedían sus órbitas desnudas, el
espectro reía con una risa fatídica y
grotesca.
A partir de aquí, el relato vuelve a entrar en el
ámbito del vampirismo, cuando el espectro le ofrece la
eternidad al hombre del relato: "Déjate estrechar entre mis
brazos, deja que imprima en tus labios el beso fecundo que ha de
poner en ellos en anhelo de lo infinito y hacer abrir la flor de
las delicias supremas". A ello viene unido el rechazo de la
víctima al vampiro: "…Llamas vida la frialdad de los
sepulcros, deleite el sueño de la conciencia! Te conozco: quieres
deformar mi ser…".
El llamado de la selva
latinoamericana
El horror —tan presente en la historia—
vuelve a hacer acto de presencia a principios del siglo XX no
sólo en las terribles guerras, persecuciones y
holocaustos con que tristemente ha quedado marcado o en el cine
con el Nosferatu (1922) de Murnau. También aparece en
nuestro ámbito con Horacio Quiroga, uno de los escritores
latinoamericanos menos entendido en su época, y que hoy
día se nos presenta tan contemporáneo, ya que su
literatura es de esas que rompen las fronteras del tiempo; sus temas son tan
actuales porque Quiroga no escribió para un tiempo o
región especificos. Quiroga escribió con temas de la
universalidad del hombre, temas que han estado en lo más
profundo de la psique humana.
A la interrogante de por qué abordar a Horacio
Quiroga desde la perspectiva que nos ocupa, la respuesta es
obvia: su obra y su vida, una y otra inseparables, autor y
creación unidos en las letras al tema del horror. Desde sus
primeras narraciones, "El crimen del Otro", Horacio Quiroga nos
anuncia que sus libros van estar dominados por
el horror, Rodríguez Monegal al respecto nos dice que este
autor "no necesita nombrar lo repugnante para hacer sentir asco y
horror al lector". Para nuestro caso basta recordar dos textos
"El almohadón de plumas", una visión muy distinta de lo
que hasta ahora era el vampirismo, y "La gallina degollada" que
es quizá su texto más cruel, donde la locura se
sobrepone a una demencia asesina. Quiroga a su vez recurrirá
al cine para recrear su texto "El Vampiro" de 1927, donde un
personaje, Rosales, erige un ser sediento de sangre a traves de
un aparato que crea imágenes como un reproyector de cine, y
que al final la criatura termina destruyendo a su creador como el
caso del Frankenstein.
"El Almohadón de plumas" es un cuento donde se
observa en el mismo la influencia del Poe macabro, que nos
recuerda relatos como "El corazón delator", "La caída
de la casa de los Usher", y "El retrato oval", en lo referente a
su técnica y estilo; en el caso de Poe la vida es tomada por
un cuadro, en Quiroga un ser monstruoso (desconocido, lo que
produce más terror) absorbe la vida de la
protagonista.
En "El almohadón de plumas" podemos observar un
caso típico de vampirismo. Alicia es víctima de una
extraña enfermedad que la aqueja y que la va devorando poco
a poco. Los síntomas de Alicia, cuenta el narrador, son de
"una anemia de marcha
agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo
más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte". La
presencia del monstruo sólo es conocida al final, es la
explicación lógica a la muerte de Alicia, pero en el
fondo el monstruo es el espejo de Jordán. Lo erótico
según Daniel Melkinov, es la primera característica de
un vampirismo perverso, pues Jordán es un esposo frío
con su mujer y ést le teme, pero al
igual que en "El retrato oval", de Poe, Jordán como artista
va tomando la vida de su joven esposa, este relato nos muestra una atmósfera de
verdadero horror.
En "La gallina degollada" vemos el horror extremo,
cuando cuatro seres enfermos y psicópatas asesinan a su
hermana menor, una niña (Bertita), siguiendo un ritual,
copiando paso a paso la degollación de una gallina, un texto
que resulta manchado de sangre al final y sólo nos queda
como lectores bajar el rostro ante tanta crueldad.
Una segunda muerte en la
maldición Zombi
En este estudio aparece un nuevo personaje en el
ámbito del horror: El Zombi, ser que nace en el Caribe. Es
uno de los mitos inseparables del
vudú, los muertos vivientes. El cine americano de serie B o
los videoclips de Michael Jackson, nos han transmitido una imagen
poco real de estas entidades, porque los verdaderos zombis, no
son esqueletos descarnados que salen de sus tumbas para asesinar
a jóvenes excursionistas. El zombi no es ni fantasma ni
ánima ni espíritu, no es tampoco el vampiro que renace
cada noche y vuelve a la muerte cuando despunta el alba. El zombi es un ser
creado a partir de un maleficio del vudú. Este mal o
encantamiento le convierte en un ser atontado y esclavo de su amo
creador.
El zombi como criatura es un autómata y el
autómata según Ceserani (1971) "es más fuerte que
las enfermedades y la muerte: se
substrae a los sentimientos, a las pasiones y al dolor: es una
criatura artificial, pero desde otro punto de vista no es sino
vida en estado puro". El zombi en la literatura aparece al margen
como ese ser monstruoso que sólo vive a la sombra de su
creador y para su creador. En los relatos de zombis jamás
actúa como narrador, pues su estado de conciencia no le
permite hablar de su misterio y nos enteramos por terceros de sus
costumbres y manías. Los zombies de "los cuentos trabajan en
un cañaveral o trabajan como esclavos en una casa",
señala Jesús Palacios (1993); ejemplo de ello lo
tenemos en relatos como La pálida esposa de Toussel, de
William B. Seabrook, o Yo anduve con un zombi, de Inés
Wallace, ambos escritores haitianos.
En "La pálida esposa de Toussel", una joven de
nombre Camille es tomada por esposa por Matthieu Toussel y el
texto nos pone en evidencia de una vez a este personaje:
"Corría un antiguo rumor de que estaba asociado de
algún modo con el vudú o la brujería". El
narrador de este cuento se plantea: ¿Qué había
estado planeando Toussel…qué siniestra, quizá
criminal necromancia en la que su esposa iba a ser la
víctima o el instrumento? Este primer relato muestra la
encarnación del zombi como objeto de horror, Toussel
aprovecha su sabiduría vudú, y tal vez la víctima
del sacrificio final de su oscuro ritual era su esposa Camille.
Matthieu Toussel preparó una cena de aniversario de boda
para su esposa en la que dispusieron seis platos y cuando ella
miró las caras de los otros invitados, cuatro zombis, se
volvió loca. Este texto desarrolla, como La gallina
degollada, una demencia asesina, en este caso Camille es la
sacrificada.
Entre las plantaciones de caña o banano es posible
que se pueda observar algún hombre de aspecto descuidado y
mirada perdida que trabaja sin descanso. Quizás ante
nosotros tengamos a un desgraciado zombi, ésta parece ser la
pregunta que se hace nuestro protagonista ante este misterio
observable en el relato Yo anduve con un zombie, de Inés
Wallace. En este texto la variante del zombi ya entra en el
ritual preparatorio de construcción de un zombie
por una venganza. La condición de zombie es fatal, no hay
retorno, es decir, ya un ser zombificado no puede volver a su
estado natural, muere desde que es convertido dentro de lo social
y religioso. Este relato escrito como una crónica
periodística da una base introductoria al "fenomeno zombi" y
la religión vudú: "Cuando visité la isla por
primera vez y escuché las historias que voy a relatar, me
negué a creerlas".
Una casa tomada para el
espacio del horror sin rostro
En nuestro estudio aparece un tercer elemento de la
temática del horror: el espacio. Los ruidos producidos por
fuerzas invisibles en determinados lugares son tan remotos como
el hombre, así parece indicarlo fenómenos de
encantamiento y poltergeist que hoy estudia la
parapsicología. Tradicionalmente estas anomalías
domésticas han sido atribuidas a duendes en el caso de
Europa, a entidades
invisibles.
Las corrientes racionalistas han relegado estos casos al
olvido. A mediados del siglo XIX surgió el espiritismo que
nace precisamente en una casa asolada por fenómenos
inexplicables, atribuidos a almas en pena o personas allí
enterradas. El cine ha despertado ciertas interrogantes sobre
estos temas, ejemplo reciente lo tenemos en "Los
Otros", de Alejandro Amenábar; pero es la literatura
la que mejor ha definido un lugar para los espacios habitados por
el horror.
Se trataría de una parte oscura que encierra la
atmósfera que habitamos, como las catedrales góticas
menciondas por Fulcanelli. La narrativa gótica cobijar ese
álito espectral propio del espacio del horror con "El
Castillo de Otranto", de Horacio Walpole, y que alcanza su
máximo esplendor con La casa del confín del mundo. de
William Hope Hodgson (1908), y "La iglesia de High
Street", de Howard Phillips Lovecraft, donde uno de sus
personajes dice: "Yo no entraría en esa casa por nada del
mundo —confesó Clothier. Ni yo ni nadie. La casa ahora
es de Ellos".
En Latinoamérica será Julio Cortazar quien
trate el tema en su relato "La casa tomada". La pregunta nace al
leer este texto: ¿Esta casa está encantada?. Y de una
vez viene la relación con el texto de Hodgson, veamos un
ejemplo: "Soy un hombre viejo. Vivo en esta casa antigua rodeada
de enormes jardines desolados que nadie cuida". Más adelante
el autor nos da pormenores de lo extraño de este lugar:
"Esta casa, como ya he dicho, está rodeada por amplias
tierras propias y por jardines abandonados que han vuelto al
estado salvaje". Así el autor (Hodgson) nos va invitando a
entrar a aquel espacio de lo extraño: "Aquel cuarto estaba
helado y el viento que soplaba a través del cristal
hacía que reinara allí una atmósfera
extraña". El dueño vive con una hermana y un perro, la
casa se va adueñando de él, como en el caso de Julio
Cortázar:
Finalmente, acosado por la fatiga, el frío y
aquella sensación
de malestar, decidí dar una vuelta por la casa…
Al
descerrajar la enorme puerta en lo alto de la
escalera, me
inmovilicé, bastante nervioso, respirando ese
extraño olor
de los sitios abandonados… Me quedé allí
un rato, tembloroso,
mirando nerviosamente delante y detrás de
mí;
pero el vasto sótano era silencioso como una
tumba….
Así es como el relato de Hodgson escribe este
desenlace fatídico:
Hace seis días que no como. Estoy sentado en mi
sillón.
¡Ah! ¡Dios mío! Me pregunto si
algún ser humano ha
sentido alguna vez el horror que la vida me ha forzado
a
conocer. Estoy sumergido en el terror. Siento
continuamente
el ardor de esta cosa horrenda… ¡Silencio!
Oigo
algo, allá abajo… Abajo, en los sótanos.
Es un crujido.
¡Dios mío! Están abriendo la gran
trampilla de roble.
¿Quién puede estar abriéndola?…La
puerta se está abriendo…
Lentamente. Alguna co….
Julio Cortázar parece usar los mismos elementos al
recrear su cuento, una sombra maléfica que se va
adueñando de la casa como un cáncer incurable. Surge en
el lector una segunda pregunta: ¿Qué misteriosa fuerza
puede adueñarse de este espacio real, como lo es la casa? De
un día para otro —señala Cortázar— la
tranquilidad de un domicilio se ve alterada por sucesos
inexplicables y aterradores. Al asombro inicial le sucede el
miedo y, poco a poco, los miembros de esta familia (Irene y el dueño)
asumen esta cruda realidad: la casa en la que viven esta tomada
por un "otro" (desconocido para todos, incluso para el lector).
Nadie les cree, son tomados por locos y sus vidas se convierten
en una pesadilla. Un recuerdo de Poe como telón de fondo
florece y el lector piensa en "La caída de la Casa
Usher".
Como es bien sabido Julio Cortázar no sólo
tradujo a Edgar Alan Poe, sino que prologó sus cuentos; al
hablar de este texto de Poe refiere que "se revela
—después del anuncio de Berenice y el estallido
terrible de Ligeia— el lado anormalmente sádico y
necrofílico del genio de Poe". Otra vez el juego de dos hermanos, el
señor Usher y Madeline; así: "ambas manifestaciones de
lo siniestro coinciden con el concepto de la originalidad en
Poe y de la significación en Cortázar para quienes las
obras imaginativas o significativas despiertan en el lector
sentimientos o experiencias de carácter universal pero
inesperadas y a medio formar" (Rosenblat, 1997: 91).
Letras malditas en la ciudad
de Salvador Garmendia
Por último el horror entra a la ciudad a finales
del siglo XX. El terror ya no es lo que era en hablar de la
narrativa de Salvador Garmendia, los tiempos de hoy han hecho que
los conceptos del bien y el mal se hagan esquivos y
difíciles de identificar. La obra de Garmendia viene a
mostrarnos el apogeo del siglo XX, viene a lograr en su
literatura a la par de este tiempo de caos, una nueva visión
del motivo literario del Vampiro. Así mismo lo han hecho
otras artes, como el cine: ¿Es acaso Hannibal Lecter el Mal?
Uno de los íconos de los asesinos en serie del siglo XX,
haciendo olvidar por un instante al famoso Jack del siglo XIX, es
Hannibal un psicópata despiadado, se puede decir
inmisericorde. ¿Es un animal Hannibal? Es la pregunta. No;
los animales no disfrutan matando,
matan según el instinto que le ha dado la madre naturaleza para sobrevivir. En
cambio Hannibal es un hombre,
un ser con sentimientos humanos. Vive por y para la belleza. Ama
el arte, la buena comida, la
música, su espacio de
convivencia es un Museo. Se enamora de Clarice Starling. Y, se
pregunta el espectador, ¿Hannibal en realidad nos cae mal?
Si al final termina desdoblándose y actúa como el
héroe. Sigue sus leyes y apetitos, entonces es
Lecter la maldad absoluta. Esta película ha llevado a
plantear el motivo del horror en el fin de siglo y de milenio
como algo apocalíptico.
Es en este punto cuando empezamos a entender la
narrativa de Salvador Garmendia y su relación con la
poética del mal. En la obra literaria de este autor se
comprende que el mundo de hoy es un lugar extraño y
volátil, donde es difícil reconocer quién es el
monstruo y quién no lo es. ¿El malandro, el dictador,
el presentador de televisión, el presidente,
la prostituta, el escritor, el policía, el banquero, el
diputado? Es la realidad misma, lo que expresa Salvador
Garmendia, su tratamiento de lo fantástico, que en palabras
de Víctor Bravo: "La expresión de lo fantástico
nos introduce en el ámbito de los estremecimientos donde la
alteridad irrumpe, con sus imprevisibles formas, para
señalar el lugar donde lo real muestra sus
resquebrajaduras". Además Garmendia se vale del motivo del
vampirismo que representa explícitamente esa alteridad, pues
es el vampiro quién irrumpe en la vida de su
víctima.
El vampiro como sinónimo de desorden entra en la
narrativa de este autor, como se puede constatar en el cuento
"Claves", relato que explica cómo un esposo descubre que su
esposa habla al revés mientras duerme, su lenguaje es incoherente y sin
sentido lógico, es así como lo onírico está
ligado a lo vampírico, creando una atmósfera de
ensueño:
A causa de mis frecuentes insomnios, descubrí una
noche
que Emilita, mi mujer, hablaba dormida.
En un primer momento, al sentirla hablar como si se
incorporara
en medio de la atmósfera pálida del
sueño, pensé sonriendo
en un lisiado que se levanta de su silla de ruedas
y
comienza a caminar por primera vez en su
vida
Desde el inicio del cuento en cuestión, y en su
evolución como relato de suspenso hasta el inesperado final,
la posesión vampírica del personaje va en aumento y es
así cómo se va introduciendo en el personaje de Emilita
la imagen del mal, y cómo va evolucionando hasta el
desconcertante final, donde como cualquier vampiro (en este caso
el amante) que está presto a resucitar, sucede que al igual
que el mal, en su concepto amplio. no es destruido totalmente.
Emilita alerta al vampiro, su amante nocturno, pues la luz del
espejo (luz falsa) no lo destruye totalmente:
—En aquellos instantes, Emilita le decía a
su desconocido
acompañante:
—No te inquietes. Él ha descubierto el
truco del espejo.
Hablaremos en clave, de ahora en adelante.
Por medio del espejo el esposo ha descubierto al
vampiro, más no le ha destruido, el intruso permanece
aún existente en lo fantasmagórico, y recuérdese
que según la tradición clásica al vampiro lo
destruye el sol, el fuego, símbolos candentes de la
naturaleza. Así como en "Claves", podemos indagar el
fenómeno vampírico en otros relatos de Salvador
Garmendia, por ejemplo, en "Hotel ‘La Estación’"; en el mismo
podemos observar cómo aparece un hombre que se mira en un
espejo (vuelve a aparecer este símbolo), es observado por su
amante que, entre risas le dice que él no se ha acostado con
nadie, pues ella está muerta. Esta relación necrofilica
produce en el lector un sabor a asco:
"¿Quieres saber por qué? —
preguntó la mujer—
Por que yo estoy muerta, catire.
Mírame.
Quiero que me recuerdes siempre.
Ahora tengo que irme".
Continúa la historia cuando el amante se va al
amanecer y aquélla, como un fantasma, desaparece. Acá
observamos primeramente un elemento vampírico, la mujer
está muerta, la mujer existe, aunque no en el contexto del
amante, en su mundo del orden; y como un vampiro desaparece al
alba (ese instante de la aparición del lucero de la
mañana, cuando la abyección ocupa un lugar entre la
oscuridad y la luz), y la noche al igual que los amantes se
despide al llegar el amanecer siguiente, el vampiro se retira
hasta la otra noche con sus víctimas
oníricas.
Otro cuento es "La Mirada", donde un hombre lleva a su
amante a un cuarto de hotel, allí desviste a su amada y la
contempla con su mirada de vampiro que convive con las sombras:
"La mira sin pausas, limpiamente como sólo puede hacerlo el
ojo frío y destructor…". Al poco rato el cuerpo de la
amante se ve fragmentado, pierde la unidad de ser, se expande,
tiende a desaparecer, y el amante como un vampiro cierra los ojos
y piensa que dormirá hasta que lo despierte otra
víctima: "Cuando delante de él no hay más que
aire y luz del día… Cierra
los ojos y piensa que dormirá hasta que lo
despierten".
Como podemos observar el elemento vampírico
está presente en los distintas textos garmendianos, pues en
sus diversos relatos usa diferentes símbolos que
caracterizan este tema, no sólo es la oscuridad, la noche,
el espejo… Es mostrar lo contrario a la realidad, lo contrario
a la luz, lo contrario al bien: es el vampiro. Si
quisiéramos ubicar la obra de Salvador Garmendia dentro de
un periodo estético particular, deberíamos empezar
diciendo que este autor encuadra perfectamente dentro de una
corriente de renovación, pero no podemos apartarlo como
escritor de lo fantástico, de un nuevo mundo imaginado y que
puede llevar a un lector curioso a estudiar una faceta, el
fenómeno vampírico.
Quizá no sólo Baudelaire, sino otros textos
leídos durante la infancia lo lo llevó a crear este
tipo de relato. Un vampiro asediado por tener el tiempo y el no
morir, un vampiro que odia ser inmortal y busca un cuerpo, como
señala el mismo Garmendia: "esta imagen espectral del tiempo
no es ajena al tiempo llamado universal en el siglo XX; tiempo
que se desvanece en sus manos esperando que llegue la eterna
noche para salir de las sombras y entrar al mundo de los
sueños de los mortales. El horror anida en cada uno de
nosotros, es esa parte oscura del ser humano que nunca se
verá reflejada en el espejo.
San Cristóbal, 2003
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7. Asímismo Juan Tomás García Tamayo. "Cien
años de Luis Lópes Méndez". En: La Nación. 17/02/1991. Este
último artículo aparece tambien en Diario Católico
con fecha 23/06/1991, p. 4.
José Antonio Pulido (*)
En Revista Virtual Contexto, Segunda etapa – Volumen 8 – No. 10 – Año
2004
(*) Magister en Literatura Latinoamericana y del Caribe-
Universidad de Los Andes, Táchira